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El Senado de la Nación
Secretaría Parlamentaria
Dirección General de Publicaciones
(S-3732/08)
PROYECTO DE LEY
El Senado y Cámara de Diputados,..
Artículo 1.- Modifíquese el artículo 1277 del Código Civil, el cuál
quedará redactado de la siguiente manera:
Es necesario el asentimiento de ambos cónyuges para disponer o
gravar los bienes gananciales cuando se trate de inmuebles, derechos
o bienes muebles cuyo registro han impuesto las leyes en forma
obligatoria, aportes de dominio o uso de dichos bienes a sociedades,
tratándose de sociedades de personas, la transformación y fusión de
éstas. Si alguno de los cónyuges negare sin justa causa su
asentimiento para otorgar el acto, el juez podrá autorizarlo previa
audiencia de las partes.
También será necesario el asentimiento de ambos cónyuges para
disponer del inmueble propio de uno de ellos, en que está radicado el
hogar conyugal si hubiere hijos menores o incapaces. Esta disposición
se aplica aún después de disuelta la sociedad conyugal, trátese en
este caso de bien propio o ganancial.
El juez podrá autorizar la disposición del bien si fuere prescindible y si
el interés familiar no resultare comprometido.
Artículo 2.- Comuníquese al Poder Ejecutivo.Guillermo R. Jenefes.-
FUNDAMENTOS
Señor Presidente:
La reforma introducida al Código Civil por medio de la ley 17.711,
viene a instaurar legislativamente la igualdad jurídica de la mujer,
consagrada por la Naciones Unidas en la “Declaración Universal de
los Derechos Humanos”, según la cual tanto “el hombre como la mujer
disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el
matrimonio y en caso de disolución de mismo”. Ello ha sido confirmado
además, por la Convención de Bogotá de 1948, donde se manifestó
que “los estados americanos convienen en otorgar a la mujer los
mismos derechos civiles de los cuales gozaba el hombre”.
Dicha ideología se materializa a través de los artículos 1276 y 1277
del Código Civil, los cuales han establecido como principio rector la
gestión separada de los bienes de los cónyuges; es decir, “cada uno
de los cónyuges administra y dispone de sus bienes propios y de los
gananciales por él adquiridos” (fallo de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil, Sala ¨B¨, de fecha 03/08/1982, LL 1983-B,
720).
De modo tal que este principio de libre administración y disposición
otorga a cada uno de los esposos plenas facultades para realizar
libremente todo tipo de negocio jurídico sin el concurso de la voluntad
del otro.
Sin perjuicio de ello, este principio de gestión separada no es absoluto
dado que se introduce una importante limitación al exigirse el
consentimiento del otro cónyuge para la realización de ciertos actos de
disposición que se enumeran a través del artículo 1277 del Código
Civil, debido a su transcendental importancia patrimonial.
Cabe acotar aquí en lo que respecta a la naturaleza jurídica del
consentimiento exigido por el artículo 1277 del Código Civil. Mas allá
de que literalmente la ley utiliza el término “consentimiento” es
indudable que, en la estructura funcional del régimen patrimonial, se
está haciendo referencia a un asentimiento conyugal, un requisito de
exigencia interna entre cónyuges. Por tales motivos, es necesario
diferenciar entre “consentimiento” y “asentimiento”. En sentido técnico,
el consentimiento lo manifiesta quien es titular del bien respecto del
cuál se ejecuta un acto jurídico de disposición, vale decir, es la
voluntad necesaria para el perfeccionamiento de dicho acto. Mientras
que el otro cónyuge no titular del bien, en lo que respecta a dicho acto,
lo que hace es otorgar el “asentimiento”, es decir presta su
conformidad o venía. En otras palabras, “es una forma de
complementar una voluntad, de por si sola insuficiente, para producir
efectos jurídicos” (Borda, Guillermo A., “Manual de Derecho de
Familia”, año 2004, Ed. Lexis Nexis, Abeledo-Perrot).
La distinción es de vital importancia dado que en virtud de ella se
puede distinguir e identificar a las partes de la relación jurídica, a partir
de lo cual se puede abordar la posición jurídica que ocupa cada una
de ellas dentro del acto jurídico. De dicha manera, también se puede
esgrimir una serie de consecuencias jurídicas que manifiestan que no
estamos en presencia de una codisposición.
Asimismo, dentro de dichas consecuencias jurídicas se ubican las
siguientes tales como: “el no titular no asume responsabilidad alguna
respecto de la otra parte, ni por evicción ni por el pago de los gastos
que origina el acto; no de prestar certificado de inhibiciones, ni tiene
derecho a la mitad del precio, mientras no se haya disuelto la sociedad
conyugal” (fallo de la Cámara Nacional de Apelaciones en los Civil,
Sala ¨C¨, de fecha 21/10/1982). El cónyuge no propietario carece de
cualquier derecho derivado de la copropiedad, más allá que deba
otorgar su asentimiento para que la enajenación se efectivice, en este
sentido se pronunció la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil,
Sala ¨G¨, de fecha 26/8/1982, al decir que “el esposo que quiere
vender el mueble registrable no está autorizado a pedir la venía
supletoria del juez, ya que ésta sólo puede suplir a la del cónyuge no
titular pero nunca tener como efecto disponer la enajenación, contando
con el asentimiento del otro. Si el automóvil que el cónyuge pretende
enajenar figura en el titulo de propiedad del automotor a nombre
exclusivo de la esposa, por lo tanto mientras se mantenga la situación
dominial, ésta es la única que puede tomar la iniciativa para requerir la
venta del mismo, pero requiriendo el asentimiento de su marido, por el
carácter del bien”. Entre otras, “si el acto se vincula con la contracción
de una deuda, por ejemplo si se contrata un mutuo con garantía
hipotecaría sobre un inmueble ganancial, el cónyuge del propietario no
se hace deudor por el sólo hecho de autorizar el gravamen” (Belluscio,
Agusto C. “Manual de Derecho de Familia”, T.II, año 2002, Ed.
Astrea).
Resulta evidente que no se trata precisamente del consentimiento de
ambos cónyuges, sino del consentimiento del propietario y el
asentimiento del cónyuge de éste; de allí la preferencia de la
utilización del vocablo “asentimiento” el cuál representa la figura del
tercero ajeno al acto.
En virtud de los motivos expuestos solicito a mis pares la aprobación
del presente proyecto.Guillermo R. Jenefes. -
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