El cuerno que olía a quemado

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El cuerno que olía a quemado
Análisis de la validez de la
interpretación historicista de Daniel
Por Eduardo Martínez Rancaño
n el libro de Daniel se nos presenta repetidamente, mediante diversas figuras, una sucesión
de imperios. El propio libro se encarga de identificar a algunos de esos imperios. Así, en
el capítulo 2 se dice del reino neobabilónico de Nabucodonosor “tú eres aquella cabeza
de oro” (versículo 38). Por su parte, el capítulo 8 aclara que, “en cuanto al carnero que viste, que
tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia. El macho cabrío es el rey de Grecia,
y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el primer rey” (versículos 20 y 21).
E
Lamentablemente, el libro no es tan explícito en cuanto al significado de otros pasajes, por lo
que la valoración de cualquier interpretación que se quiera proponer resulta, en principio,
subjetiva.
Cuando surgió el millerismo en la Nueva Inglaterra de la primera mitad del siglo XIX, era ya
vetusta toda una escuela de interpretación de las profecías de Daniel y del Apocalipsis, como
puede comprobarse con una somera lectura de los cuatro volúmenes de The Prophetic Faith of
Our Fathers1. Esa escuela, que se ha dado en llamar historicista, veía en la marcha de los últimos
dos milenios y medio de la historia de la humanidad el cumplimiento de distintas profecías.
Aunque algunas interpretaciones concretas, sobre todo del Apocalipsis, rayaban en lo
anecdótico, la mayoría tenía que ver con la sucesión de los grandes imperios de la antigüedad
clásica, empezando por Babilonia y acabando por Roma, que fue sucedida por las diversas
naciones europeas, entre las que surgió un poder político-religioso, que, supuestamente, sería
el antagonista del pueblo de Dios hasta el tiempo del fin, momento en que surgiría un
movimiento que reivindicaría la verdad eterna y que se convertiría en el digno representante de
las mejores tradiciones protestantes.
En la sucesión de reinos mostrada en varias porciones del libro de Daniel casi todos son
presentados a grandes pinceladas y no se dice gran cosa de ellos. En algunos casos, como en el
de la cabeza de oro del capítulo 2, se habla incluso en términos relativamente elogiosos. Sin
embargo, en el libro se ofrecen descripciones más detalladas de un poder al que se presenta de
forma claramente negativa. El presente trabajo pretende alcanzar una correlación interna entre
los distintos poderes aludidos por el libro de Daniel basándose en el postulado, al menos tan
válido como el contrario, de que el poder hostil del libro es siempre el mismo. El poder en
cuestión es descrito con distinto grado de detalle, pero siempre de forma destacada, en cinco
capítulos distintos del libro de Daniel. Los siguientes cuadros recogen los versículos más
significativos.
Como puede apreciarse, el espacio dedicado al poder hostil por los distintos capítulos es muy
dispar. Mientras que el capítulo 2 le dedica tan sólo cuatro versículos en su parte interpretativa,
el 9 apenas le dedica la mitad. El 8 añade bastante más información, y el 7 es aún más rico. Sin
1
LeRoy Edwin FROOM, The Prophetic Faith of Our Fathers (4 volúmenes). Washington, D.C.: Review and Herald Publishing
Association, 1946-1954.
El cuerno que olía a quemado
Página 2
Capítulo 2
40
Habrá un cuarto reino fuerte como
hierro, semejante al hierro que rompe y
desmenuza todas las cosas; como el
hierro que todo lo hace pedazos, así él lo
quebrantará todo. 41 Y lo que viste de los
pies y los dedos, en parte de barro
cocido de alfarero y en parte de hierro,
será un reino dividido; mas habrá en él
algo de la fuerza del hierro, así como
viste hierro mezclado con barro cocido.
42
Y por ser los dedos de los pies en parte
de hierro y en parte de barro cocido, el
reino será en parte fuerte, y en parte
frágil. 43 Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de
alianzas humanas; pero no se unirán el
uno con el otro, como el hierro no se
mezcla con el barro.
Capítulo 7
7
Después de esto seguí mirando en las visiones de la noche, y he aquí una cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte,
la cual tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y lo sobrante lo pisoteaba con sus patas, y era muy diferente
de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos. 8 Mientras yo contemplaba los cuernos, he aquí que otro cuerno
pequeño salió de entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres cuernos de los primeros; y he aquí que este cuerno tenía ojos
como de hombre, y una boca que hablaba con gran arrogancia.
...
11
Yo entonces miré atraído por el sonido de las grandes palabras que hablaba el cuerno ....
...
19
Luego tuve deseo de saber la verdad acerca de la cuarta bestia, que era tan diferente de todas las otras, espantosa en gran manera,
que tenía dientes de hierro y uñas de bronce, que devoraba y desmenuzaba, y pisoteaba con sus patas lo sobrante; 2 0 asimismo acerca
de los diez cuernos que tenía en su cabeza, y del otro que le había salido, delante del cual habían caído tres; el mismo cuerno que
tenía ojos, y boca que hablaba con gran arrogancia, y cuya apariencia era mayor que la de los otros. 2 1 Y veía yo también que este
cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía ....
...
23
... La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente de todos los otros reinos; devorará toda la tierra, la
pisoteará y la triturará. 2 4 Y los diez cuernos significan que de aquel reino se levantarán diez reyes; y tras ellos se levantará otro, el
cual será diferente de los primeros, y derribará a tres reyes. 2 5 Y hablará palabras contra el Altísimo, y tratará duramente a los santos
del Altísimo, y pretenderá cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta un tiempo, y tiempos y medio tiempo.
Capítulo 8
Capítulo 9
8
Y el macho cabrío se engrandeció sobremanera; pero estando en su mayor fuerza, aquel gran cuerno fue quebrado, y en su lugar
le salieron otros cuatro cuernos bien visibles hacia los cuatro vientos del cielo. 9 Y de uno de ellos salió un cuerno pequeño, que
creció mucho hacia el sur y el oriente, y hacia la tierra gloriosa. 1 0 Y se engrandeció hasta el ejército del cielo; y parte del ejército
y de las estrellas echó por tierra, y las pisoteó. 1 1 Aun contra el príncipe de los ejércitos se irguió y por él [...] fue quitado el continuo
[...], y el lugar de su santuario fue echado por tierra. 1 2 Y a causa de la iniquidad le fue entregado el ejército junto con el continuo
[...]; y echó por tierra la verdad, e hizo cuanto quiso, y le acompañó el éxito.
...
21
El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el primer rey. 2 2 Y en cuanto al cuerno que fue
quebrado, y sucedieron cuatro en su lugar, significa que se levantarán de esa nación cuatro reinos, aunque no con la fuerza de él.
23
Y al fin del reinado de éstos, cuando las transgresiones lleguen a su colmo, se levantará un rey altivo de rostro y experto en intrigas.
24
Y su poder se fortalecerá, mas no con fuerza propia; y causará grandes ruinas, y alcanzará éxitos en sus empresas, y destruirá a los
fuertes y al pueblo de los santos. 2 5 Con sagacidad hará prosperar la intriga en su mano; y se ensoberbecerá en su corazón, y destruirá
a muchos por sorpresa, y se levantará contra el Príncipe de los príncipes, pero será quebrantado, aunque no por mano humana.
26
Y después de las sesenta y dos semanas
se quitará la vida al [ungido], y no por él
mismo; y el pueblo de un príncipe que
ha de venir destruirá la ciudad y el
santuario; y su fin será en una inundación, y hasta el fin de la guerra durarán
las devastaciones. 2 7 Y hará que se
concierte un pacto con muchos por una
semana; [media semana] hará cesar el
sacrificio y la ofrenda; y en el ala del
templo estará la abominación horrible,
hasta que la ruina decretada se derrame
sobre el desolador.
Capítulo 11
2
...He aquí que aún habrá tres reyes en Persia, y el cuarto se hará con grandes riquezas más que todos ellos; y al hacerse fuerte con sus riquezas, levantará a todos contra el reino
de Grecia. 3 Se levantará luego un rey valiente, el cual dominará con gran poder y hará cuanto quiera. 4 Pero cuando se haya engrandecido, su reino será quebrantado y repartido
hacia los cuatro vientos del cielo; no a sus descendientes, ni según el dominio con que él dominó; porque su reino será dividido y pasará a otros distintos de ellos.
5
Y se hará fuerte el rey del sur, mas uno de sus príncipes será más fuerte que él, y se hará poderoso; su dominio será grande. 6 Al cabo de algunos años harán alianza, y la hija del
rey del sur vendrá al rey del norte para hacer la paz....
...
19
Luego [el rey del norte] volverá su rostro a las fortalezas de su tierra; mas tropezará y caerá, y no será hallado ya más. 2 0 Y se levantará en su lugar uno que hará pasar un cobrador
de tributos por lo mejor del reino; pero en pocos días será quebrantado, aunque no en ira, ni en batalla. 2 1 Y le sucederá su su lugar un hombre despreciable, al cual no darán el
honor de la realeza; pero vendrá de improviso y tomará el reino con intrigas. 2 2 Las fuerzas enemigas serán barridas delante de él como con inundación de aguas; serán del todo
destruidos, junto con un príncipe del pacto. 2 3 Después de concertarse con él, obrará con engaño, se pondrá en marcha y saldrá vencedor con poca gente. 2 4 Estando la provincia
en paz y en abundancia, entrará y hará lo que no hicieron sus padres, ni los padres de sus padres; repartirá a sus soldados botín, despojos y riquezas, y formará sus designios contra
las plazas fuertes; y todo esto por cierto tiempo.
25
Y despertará sus fuerzas y su ardor contra el rey del sur con gran ejército; y el rey del sur se empeñará en la guerra con un ejército grande y muy fuerte; mas no prevalecerá,
porque le harán traición. 2 6 Aun los que coman de sus manjares le quebrantarán; y su ejército será destruido, y caerán muchos muertos. 2 7 Estos dos reyes meditarán en su corazón
para hacerse mal y, sentados a una misma mesa, se dirán mentiras; mas no servirá de nada, porque el plazo aún no habrá llegado. 2 8 Y él volverá a su tierra con gran riqueza, y su
corazón estará contra el pacto santo; hará su voluntad contra el pacto y luego se volverá a su tierra. 2 9 Al tiempo señalado volverá de nuevo al sur; mas no será la postrera venida
como la primera. 30 Porque vendrán contra él naves de Quitim, y él se desanimará; se volverá atrás, y se enojará contra el pacto santo; no se quedará inactivo, pues volverá a
concertarse con los que abandonen el santo pacto. 3 1 Y se levantarán de su parte tropas que profanarán el santuario y la fortaleza, harán cesar el continuo [...] y pondrán la
abominación espantosa. 3 2 Con lisonjas seducirá a los violadores del pacto; mas el pueblo que conoce a su Dios se mantendrá firme y actuará [...]. 3 3 Y los sabios del pueblo instruirán
a muchos; mas por algunos días sucumbirán a espada y a fuego, al destierro y al despojo. 3 4 Y en su caída recibirán poca ayuda; y muchos se juntarán a ellos traidoramente.
35
También algunos de los sabios caerán para ser depurados y limpiados y emblanquecidos, hasta el tiempo final, porque el plazo fijado está aún por venir.
36
Y el rey hará lo que quiera, y se ensoberbecerá, y se engreirá por encima de todos los dioses; y proferirá cosas inauditas contra el Dios de los dioses, y prosperará, hasta que
sea colmada la ira; porque lo determinado se cumplirá. 3 7 No respetará ni aun al [d]ios de sus padres, ni al deseo de las mujeres; no respetará a dios alguno, porque sobre todos
se exaltará a sí mismo. 3 8 Mas honrará en su lugar al dios de las fortalezas, dios que sus padres no conocieron; lo honrará con oro y plata, con piedras preciosas y con cosas de gran
precio. 39 Con ese dios extraño combatirá las fortalezas más inexpugnables, y colmará de honores a los que le reconozcan, y les repartirá la tierra como recompensa.
40
Pero al tiempo del fin, el rey del sur contenderá con él; y el rey del norte se levantará contra él como una tempestad, con carros y gente de a caballo, y muchas naves; y entrará
por las tierras, las invadirá como un torrente y las pasará. 4 1 Entrará en la tierra gloriosa, y muchos caerán; mas estas escaparán de su mano: Edom y Moab y la mayoría de los hijos
de Amón. 42 Extenderá su mano contra las tierras, y no escapará el país de Egipto. 4 3 Y se apoderará de los tesoros de oro y plata, y de todas las cosas preciosas de Egipto; y los
de Libia y de Etiopía le seguirán. 4 4 Pero noticias del oriente y del norte lo atemorizarán, y saldrá con gran ira para destruir y matar a muchos. 4 5 Y plantará las tiendas de su palacio
entre los mares y el monte glorioso y santo; mas llegará a su fin, y no tendrá quien le ayude.
embargo,el capítulo que más le dedica, evidentemente, es el 11.
Habrá quien prefiera pensar que los poderes hostiles de los distintos capítulos no se corresponden con una única potencia o con un único rey. Por ejemplo, hay intérpretes que desean que los
poderes de los capítulos 2 y 9 se correspondan con el imperio romano, que el del 7 se
corresponda con el papado, que en el 8 aparezcan tanto la Roma pagana como la papal, y que
en el 11 aparezca la figura de Antíoco Epífanes. Sin embargo, tales distinciones parecen más
El cuerno que olía a quemado
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producto del capricho antojadizo que de una sana exégesis de Daniel. La siguiente tabla sintetiza
las características del poder hostil según los distintos pasajes.
Surge en el contexto de un reino no hegem ónico
Capítulo 2
Capítulo 7
41
cf. 8, 20, 24
Es un intrigante y es sagaz; practica el engaño,
y la m entira, y hace falsas prom esas
Se afianza con alianzas y pactos
Capítulo 8
43
Pese a su aparente pequeñez (7:8, 11, 20, 21;
8:9), se m ostró m ayor que otros que le antecedieron
20
Destruye y m ata a m uchos
12, 24, 25
24, 25
Lucha contra el sur
Se ensoberbece
Ataca la tierra gloriosa
Es hostil a la ley y al pacto de Dios
21, 23, 27, 32
27
21
Hace la guerra contra los santos y el santo
pacto
21, 25
Opuesto al continuo sacrificio
26
25, 29, 40
25
36
9
41, 45
28, 30-32, 36
11, 25
26
22
24
26
28, 30, 31
11, 12
27
31
27
31
26
31
26
24, 31, 38, 39
27
24, 29, 35, 40
26, 27
27, 35, 36, 45
11
Ataca fortalezas, incluida la que lo es por
antonom asia, “la ciudad”
Se le asignan periodos sem i septenarios o su
obra se presenta en tres fases de duración
indefinida seguidos de otra de duración m ás
breve
25
Puede realizar su obra debido a la iniquidad y
a las transgresiones
22, 26, 41, 44
9
Establece la abom inación desoladora
Echa por tierra el santuario
5, 23, 30
23, 36
25
Se opone a un príncipe del pac to. Un ungido
m uere
Capítulo 11
4
23, 25
Pese a su poca fuerza propia inicial (8:24),
obtiene éxitos, prospera y es vencedor
Es quebrantado en el m om ento predeterm inado, pero no por m ano hum ana
Capítulo 9
12, 23
45
25
Sufre la oposición de las “naves de Quitim ”
29, 30
Se levanta contra él la oposición de la intelectualidad del pueblo
32-35
Sus fuerzas m ilitares incluyen carros, caballería
y una arm ada
40
Edom , M oab y la m ayor parte de Am ón escapan a su depredación, aunque el efecto de su
codicia alcanza a Libia, (el bajo) Egipto y
Etiopía (el alto Egipto)
41-43
Independientemente de la identidad de este poder opositor, es evidente que el cuadro presentado
El cuerno que olía a quemado
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por los distintos pasajes es coherente internamente. Postular distintos poderes opositores para
los distintos pasajes, y buscar justificación para ello en presuntas discrepancias de los textos, no
deja de ser un puro ejercicio de subjetivismo. Quienes caen en semejante muestra de
arbitrariedad no dudan en encontrar armonía en pasajes de los evangelios en los que existen
muchas más discrepancias aparentes o reales. La insistencia en explotar las supuestas
discrepancias en el poder hostil del libro de Daniel pone de manifiesto un propósito inconfesable
a la hora de componer comentarios “bíblicos” cuya base no es la exégesis (exposición) del texto
sino una eiségesis (tergiversación intencional) de la peor calaña.
Aunque a lo largo de los siglos ha habido diversas interpretaciones acerca de los poderes
mencionados en los capítulos 2, 7, 8 y 9, ha habido sorprendente unanimidad en cuanto a la
interpretación del capítulo 112. No es mi propósito analizar dicho capítulo pormenorizadamente,
ya que existen abundantes comentarios en los que se puede examinar el significado de los
distintos pasajes. Cualquiera que analice los pasajes en cuestión y los compare con la historia
del siglo II a.C. verá una más que aceptable correlación entre el poder hostil mencionado por
Daniel y el rey Antíoco IV Epífanes del reino seléucida. Si ello es así para el capítulo 11, y lo
es, buscar otros candidatos para el poder hostil en otros capítulos cuyos detalles no contradicen
lo dicho por el 11 es la manifestación de la adopción de un sistema interpretativo antojadizo sin
visos de objetividad. A la luz de las anteriores consideraciones, en los siguientes párrafos se
expondrá la verdadera identidad de los poderes de los capítulos 2, 7 y 8, y la verdadera
naturaleza de los pasajes oscurecidos por siglos de interpretaciones interesadas.
La cabeza de oro del capítulo 2 es identificada por el propio libro. Se trata del reino de
Nabucodonosor, o sea el imperio neobabilónico (2:38). Por analogía, el león alado del capítulo
7 debe de corresponder al mismo imperio. Dicho imperio llegó a su fin súbitamente en el año
539 a.C., cuando el rey persa Ciro conquistó la capital Babilonia. En buena lógica, el imperio
persa tiene que ser el sucesor del babilonio en los capítulos 2 y 7 de Daniel, de modo que el
imperio de Ciro y sus sucesores está representado por el pecho de plata de la estatua y por el oso
cojo carnívoro. La corrección de esta interpretación se ve corroborada porque en el capítulo 8,
datado en un momento que distaba meses del fin del imperio babilónico, éste ya no se ve
representado en las imágenes que siguen, y el primer imperio, representado como un carnero de
largos cuernos asimétricos, es identificado con los reyes de Media y de Persia (8:20).
El imperio persa se colapsó con el ataque de Alejandro Magno de Macedonia en el siglo IV. El
imperio macedónico debe de ser, por tanto, la realidad que hay detrás del vientre de bronce del
capítulo 2, del leopardo alado tetracéfalo del capítulo 7, y del macho cabrío-unicornio del
capítulo 8, identificado de nuevo explícitamente con el rey de Javán (Jonia), mientras que el
gran cuerno es identificado con el rey primero (8:21), o sea, el propio Alejandro.
El imperio macedónico no sobrevivió a su fundador. Fue sustituido por la civilización
helenística, que continuó hasta el año 30 a.C., cuando el último de sus fragmentos políticos, el
2
La única excepción notable que he encontrado es la interpretación de Uriah Smith, que, por causas sin duda inconfesables,
introduce un vacío de más de un siglo entre los versículos 15 y 16, corrompiendo el significado obvio de éste último y de todos los
que lo siguen. Véase Las profecías de Daniel y el Apocalipsis, tomo 1, Pacific Press Publishing Association, Mountain View,
California, 1971, pp. 199ss. Compárese con cualquier libro de historia del reino seléucida y con los libros de los Macabeos para
conocer el verdadero cumplimiento de lo dicho por Daniel.
El cuerno que olía a quemado
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Egipto lágida, cayó ante las legiones romanas. Más de treinta años antes de la caída de Egipto
lo había hecho el reino seléucida de Siria ante Pompeyo. Los otros fragmentos del imperio de
Alejandro, de menor extensión, fueron absorbidos aún antes por la esfera de influencia de Roma,
partiendo desde la propia Macedonia en el siglo II a.C. El helenismo es, pues, lo representado
por las dos piernas de hierro del capítulo 2, por la bestia terrorífica del capítulo 73 y por los
cuatro cuernos que salieron en la frente del macho cabrío del capítulo 8. El capítulo 11 sigue
esta secuencia al pie de la letra.
Aparece en este contexto el poder hostil por antonomasia en Daniel. Es la época de los pies de
barro y de hierro del capítulo 2, de los diez cuernos y el cuerno pequeño del capítulo 7, y del
cuerno pequeño del capítulo 8. Entra también aquí la mayor parte de lo dicho acerca de los reyes
del norte y del sur en el capítulo 11. Por “rey del sur” hay que entender al rey del Egipto de los
Ptolomeos; por “rey del norte” hay que entender al rey de la Siria seléucida. Lo dicho en cuanto
al cuerno pequeño de los capítulos 7 y 8 se corresponde con lo dicho en cuanto al último rey del
norte del capítulo 11, y ese rey fue, sin lugar a dudas, Antíoco IV.
¿Dónde está, entonces, Roma? Roma sí aparece en el libro de Daniel. Se trata del poder que hay
detrás de los “barcos de Quitim” de 11:30. Es famoso el episodio en el que el enviado romano
Gayo Popilio Lenas (o Lenate), recién desembarcado, trazó alrededor de Antíoco, a poca
distancia de Alejandría, un círculo en el suelo diciéndole que decidiese dentro de él el momento
de darse la vuelta. Al rey sirio no le quedó elección: emprendió el camino de regreso, y no lo
volvió a intentar. No deja de tener un toque de ironía que el poder que tantos identifican
erróneamente con las piernas de hierro del capítulo 2 y con el dragón terrible del capítulo 7 se
vea relegado a una oscura referencia a los “barcos de Quitim” del capítulo 11. La corrección de
esta interpretación se ve realzada por la Septuaginta, que vierte “barcos de Quitim” por ~Rwmai/oi
(“romanos”).
La interpretación historicista del capítulo 8 de Daniel puede verse en la actualidad como un
intento lamentable de evitar graves daños a la presunta identidad romana del cuerno pequeño
del capítulo 7. En efecto, es palmario que en el capítulo 8 el cuerno pequeño surge no de una
tercera bestia (que no aparece), sino de la segunda, o sea, de los restos del imperio de Alejandro.
No hace falta mucha cultura para saber que Roma no formó nunca parte de los dominios de
Alejandro. ¿Cómo hacer, entonces, que el cuerno pequeño del capítulo 8 siga siendo Roma
(pagana y papal, en esta ocasión) y que, a la vez, exista alguna conexión entre dicho cuerno y
el mundo helenístico? Bien, aunque casi todo el mundo entiende que el capítulo 8 afirma que
el cuerno pequeño surgió de uno de los otros cuatro “cuernos” helenísticos, la interpretación
historicista actual4 insiste en que el cuerno pequeño surgió de uno de los “cuatro vientos del
3
La interpretación tradicional suele ver al helenismo dentro del leopardo del capítulo 7, pues supone que las cuatro cabezas
prefiguran la división del imperio de Alejandro. Sin embargo, tal interpretación no es segura. Cuando los capítulos 7 y 8 hablan
de divisiones, emplean la imagen de cuernos que surgen, mientras que los dos cuernos preexistentes de la primera bestia del
capítulo 8 no implican una partición, sino una unión. Si se aplica este principio al leopardo, las cuatro cabezas difícilmente pueden
prefigurar la división del imperio macedónico, sino más bien su composición territorial inicial. Teniendo en cuenta que los dominios
de Alejandro, cuando emprendió la conquista de los dominios persas, abarcaban Macedonia, Iliria, Tracia y Grecia se observa una
correlación más que aceptable. Otras interpretaciones posibles harían referencia a las principales batallas europeas antes de la
campaña persa (Tesalia, Tracia, Iliria y Tebas), y a las principales batallas en Asia (Gránico, Iso, Tiro y Gaugamela).
4
La interpretación tradicional, presentada en el clásico de Uriah Smith, pretende que la visión profética presenta a Roma
procediendo de una de las divisiones del imperio de Alejandro porque, antes de llegar a Israel en los días de Pompeyo, o a Egipto
en los días de Octaviano, había conquistado la propia Macedonia del rey Filipo V en el año 168 a.C. Véase op. cit., p. 127. Claro
El cuerno que olía a quemado
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cielo” de 8:85, expresión que los interesados quieren hacer equivalente a los cuatro puntos
cardinales, como si la profecía predijese que de un punto del mapa iba a surgir un poder
enemigo, dato de una obviedad tal que la sola ocurrencia resulta irrisoria. Se produce así una
situación grotesca, pues resulta que el cuerno pequeño, opuesto al cielo, surge, ni más ni menos,
que del propio cielo.
¿Qué hay de cierto en la pretensión de que el cuerno pequeño no surge de uno de los otros cuatro
cuernos de Daniel 8? El texto hebreo en cuestión es el siguiente:
`~yImV' 'h; tAxWr [B;ra> l; . h'yT,x.T; [B;ra> ; tWzx' hn"l,[T] ;w:
hr'y[iC.mi tx;a;-!r,q, ac'y" ~h,me tx;a;h-' !miW
La siguiente tabla muestra la morfología y el significado de cada palabra.
Palabra
Morfología
Significado
hn"l[, ]Tw; :
Qal imperfecto tercera persona de plural femenino con
prefijo w
Y subieron
sustantivo femenino singular
conspicuo
numeral cardinal femenino
cuatro
adverbio o preposición (tx;T;) plural con sufijo de
tercera persona singular femenino
en su lugar
numeral cardinal femenino con prefijo de dirección l
hacia (los) cuatro
sustantivo plural con terminación femenina
vientos (de)
sustantivo masculino plural
los cielos
preposición con prefijo w
Y de
numeral cardinal femenino con el artículo h
uno
pronombre personal de tercera persona del plural masculino con prefijo m
de ellos
8
Qal perfecto tercera persona singular masculino
surgió, nació
9
sustantivo femenino singular
cuerno
tWzx'
[B;r>a;
h'yT,xT. ;
6
[B;r>a;l.
tAxWr
~yImV' 'h;
!miW
tx;ah; '
~h,me
7
ac'y"
!r,q,
está que lo malo de semejante argumentación es que, dado que hubo una resonante victoria estadounidense sobre el imperio japonés
al final de la Segunda Guerra mundial, quizás habría que llegar a la inaudita conclusión de que Estados Unidos salió de Japón.
5
Hay varios escritos de William Shea que defienden esta posición. Lo fundamental de ella está disponible en internet. Véase Why
Antiochus IV Is Not The Little Horn Of Daniel 8, en http://www.e-historicist.com/WmShea/antiochuspart1.html y páginas
referidas por ella.
6
Una lectura alternativa es twOr xea ,] basada en el e[tera de los LXX. Significaría “otros”.
7
Una lectura alternativa, encontrada en algunos manuscritos, es la forma femenina !h,m .e
8
La edición de Sebir pone la variante ha'c .y," que sería un Qal pretérito tercera persona femenino singular del mismo verbo.
9
Basándose en el paralelo de 7:8, que pone hr'y [ez > yrIx \a ' !r,q ,, algunos eruditos proponen leer las últimas tres palabras
analizadas en esta tabla como hr'y[ez > tr,x ,a -; !r,q ,, “otro cuerno pequeño”.
El cuerno que olía a quemado
Palabra
Morfología
Significado
tx;a;
hr'y[iC.mi
numeral cardinal femenino
uno
sustantivo femenino singular con prefijo m (“de la
pequeñez”)
pequeño
9
9
Página 7
Como puede observarse, la palabra cuerno (!r,q), es femenina, mientras que vientos (tAxWr),
que podría ser masculina, es aquí femenina también. La pretensión de algunos es que el
masculino ~h,me (“de ellos”) exige un antecedente masculino, que sería o bien la forma
masculina de “vientos” o bien la palabra ~yImV
' h' ;, “cielos”. Semejante argumentación no sólo
pasa por alto interesadamente la existencia de manuscritos en los que se da la forma femenina
!h,m,e sino que olvida que las mejores gramáticas advierten que no es infrecuente la discordancia
de género en hebreo10, como puede verse en el propio pasaje, ya que el numeral tx;ah
; ' que
acompaña a ~h,me es también femenino, mientras que el verbo ac'y," cuyo sujeto es femenino, es
masculino. Pero es que, además, la interpretación propuesta ignora voluntariamente que en la
antigüedad nadie entendía que el cuerno pequeño pudiese provenir de ningún viento ni de ningún
cielo. El texto griego de la Septuaginta pone lo siguiente:
kai. avne,bh e[tera te,ssara ke,rata kato,pisqen auvtou/ eivj tou.j te,ssaraj avne,mouj tou/ ouvranou/ kai.
evx e`no.j auvtw/n avnefu,h ke,raj ivscuro.n e]n
La siguiente tabla muestra la morfología y el significado de cada palabra.
Palabra
Morfología
Significado
kai.
Conjunción
Y
avne,bh
Aoristo segundo indicativo activo, tercera persona singular
de bai,nw
subió
e[tera
Adjetivo nominativo plural neutro
otros
te,ssara
Adjetivo nominativo plural neutro
cuatro
ke,rata
Sustantivo nominativo plural neutro
cuernos
kato,pisqen
Adverbio o preposición de genitivo
después de
auvtou/
Pronombre demostrativo genitivo singular masculino
éste
eivj
Preposición de acusativo
hacia
tou.j
Artículo acusativo plural masculino
los
te,ssaraj
Adjetivo acusativo plural masculino
cuatro
avne,mouj
Sustantivo acusativo plural masculino
vientos
10
Véase E. KAUTZSCH, editor, Gesenius’ Hebrew Grammar, 2ª edición, 17ª reimpresión, traducido por A. E. Cowley, Clarendon
Press, Oxford, 1983, §§ 110 k, 144 a, 145 p, t, u, 135 o.
El cuerno que olía a quemado
Página 8
Palabra
Morfología
Significado
tou/
Artículo genitivo singular masculino
del
ouvranou/
Sustantivo genitivo singular masculino
cielo
kai.
Conjunción
Y
evx
Preposición
de
e`no.j
Adjetivo genitivo singular neutro
uno
auvtw/n
Pronombre demostrativo genitivo plural
de ellos
avnefu,h
Verbo aoristo indicativo pasivo, 3ª persona singular de fu,w
fue procreado
ke,raj
Sustantivo nominativo singular neutro
cuerno
ivscuro.n
Adjetivo nominativo singular neutro
pequeño
e]n
Adjetivo nominativo singular neutro
uno
No deja de ser curioso que en griego la argumentación vaya en sentido diametralmente opuesto
a lo que la tesis historicista moderna pretende. Obsérvese que las palabras avne,mouj (“vientos”)
y ouvranou (“cielo”) son ambas masculinas, mientras que ke,rata (“cuernos”) es neutra. ¿Qué
decir de auvtw/n (“de ellos”)? Esta palabra es un genitivo plural, y, en teoría, podría ser tanto
masculina, como femenina, como neutra. Sin embargo, hay un factor decisivo que muestra que
no puede aplicarse a avne,mouj: se trata de la utilización del verbo fu,w, que, como cualquier
diccionario revelará, conlleva el significado de engendrar, procrear, producir naturalmente, o
dar prole. No se puede afirmar que el que un cuerno salga de un viento sea la generación más
natural. Así, la interpretación que quiere hacer surgir al cuerno pequeño de un punto cardinal
y no del mundo helenístico no es sólo contraria a la lógica, sino a la biología más elemental. Los
cuernos siempre salen de la frente de los animales que los portan. Jamás nadie ha visto cuernos
que crezcan independientemente de un cuerpo.
Resulta, pues, evidente, que ya antes de la era cristiana la comunidad judía interpretaba que el
cuerno pequeño de Daniel 8 surgía de una de las divisiones del imperio de Alejandro, y no de
un punto del mapa ajeno a dicho imperio. Pero es que, además, tenemos el testimonio de Flavio
Josefo, historiador judío contemporáneo de los apóstoles. Aunque, refiriéndose a la guerra con
Roma en la época de Vespasiano, él afirma, sin dar la referencia bíblica, que “Daniel también
escribió tocante al gobierno romano, y que nuestro país sería desolado por ellos”11, presenta la
siguiente interpretación del capítulo 8:
Daniel escribió que vio estas visiones en la llanura de Susa; y él nos ha informado que Dios interpretó el
significado de esta visión de la siguiente manera: Dijo que el carnero significaba los reinos de los medos y los
persas, y los cuernos aquellos reyes que habían de reinar en ellos; y que el último cuerno se refería al último rey,
y que superaría a todos los reyes en riquezas y en gloria; que el macho cabrío significaba que de los griegos
vendría uno y reinaría, que habría de luchar dos veces con el persa, y vencerlo en batalla, y que habría de recibir
todos sus dominios; que por el gran cuerno que brotaba de la frente del macho cabrío había que entender el primer
11
Antigüedades judaicas, x.11.7.
El cuerno que olía a quemado
Página 9
rey; y que el surgimiento de cuatro cuernos tras la caída de aquél, y la expansión de cada uno de ellos a los cuatro
rincones de la tierra se refería a los sucesores que se levantarían tras la muerte del primer rey, y la partición del
reino entre ellos, y que no serían ni sus hijos, ni de su linaje, que reinarían sobre la tierra habitable por muchos
años; y que de entre ellos se levantaría un cierto rey que vencería a nuestra nación y sus leyes, y quitaría su
gobierno político, expoliaría el templo, y prohibiría que se ofreciesen sacrificios durante un tiempo de tres años.
Y, efectivamente, así ocurrió cuando nuestra nación sufrió estas cosas bajo Antíoco Epífanes, según la visión de
Daniel, y que él había escrito muchos años antes de que sucediera.12
De modo que la atribución a Antíoco Epífanes de lo dicho por Daniel en cuanto al poder hostil
no es un invento católico, como las teorías historicistas nos querrían hacer creer. No se trata de
una interpretación “preterista”, a no ser que tengamos a Flavio Josefo por preterista13. Basta leer
el primer libro de los Macabeos para comprobar que lo dicho por Daniel se cumplió, en efecto,
con Antíoco IV.
El tipo de evidencia que se ha presentado difícilmente se puede rebatir con argumentaciones
retóricas tendentes a sembrar la duda entre quienes desconocen la historia o tienen un
conocimiento superficial de los pasajes bíblicos. Así, los partidarios del historicismo presentan
como argumento terminante para demostrar que el cuerno pequeño no puede ser Antíoco el
hecho de que el cuerno que representaba a Alejandro en Dn 8:5,8,21 era “bien visible” y
“grande”, mientras que el cuerno pequeño “creció mucho” y “se engrandeció hasta el ejército
del cielo” (Dn 8:9,10). De esto quieren deducir que, de alguna manera, el cuerno pequeño debe
de representar un poder mayor que el de Alejandro, y suponen que nadie mejor que Roma para
este papel. Sin embargo, no hay nada en el texto que sugiera que el cuerno pequeño tuviese que
ser una entidad política — y, menos, religiosa — de mayor entidad que el reino macedónico. El
pasaje en cuestión dice que en la época de Alejandro “el macho cabrío se engrandeció
sobremanera”, que, presuntamente, es más que el “creció mucho” del cuerno pequeño, pero,
aunque no lo hubiese dicho, el “creció mucho” se ve cualificado por “hacia el sur y el oriente,
y hacia la tierra gloriosa”. Aunque Antíoco haya tenido una entidad política y militar mucho
menor que la de Alejandro, para Israel la tuvo mayor, pues Alejandro no persiguió a los judíos,
mientras que Antíoco sí lo hizo. Además, si admitimos que el pasaje presenta un orden
cronológico en el crecimiento geográfico del cuerno pequeño, vemos que ese orden cuadra con
la historia de Antíoco, no con la de Roma. Antes de conquistar Egipto, el sur, Roma dominaba
ya el oriente y la “tierra gloriosa” (Israel), y sería extraña la ausencia de mención de la expansión
romana hacia el norte (Galia) y el occidente (Hispania). Ante la incapacidad del historicismo14
12
Ibid.
El Comentario bíblico adventista, tomo 4, p. 42 dice una media verdad al afirmar que el primero en proponer la identificación
de Antíoco con el poder hostil de Daniel fue Porfirio, que vivió entre los años 233 y 304 de nuestra era. Lo único cierto es que
Porfirio parece haber sido el primero en afirmar que el libro de Daniel se escribió en la época de Antíoco Epífanes o algo después.
No obstante, como puede verse, al menos dos siglos antes de Porfirio los judíos ya sabían que las predicciones de Daniel tenían
que ver con Antíoco Epífanes.
14
Otra argumentación, apenas más convincente que la anterior es que el cuerno pequeño del capítulo 8 debía levantarse “al fin
del reinado de éstos” (v. 23), siendo “éstos” los reyes helenísticos. La argumentación pretende que, puesto que Antíoco apareció
poco después de la mitad cronológica del reino seléucida, él no puede ser el cuerno pequeño, pues no reinó “al fin del reinado de
éstos”. Tal argumentación olvida tres cosas. La primera es que quienes propugnan que Antíoco no es el cuerno pequeño afirman
gratuitamente lindezas tales como que el cuerno pequeño es el papa de Roma. Ahora bien, los que buscan con tanto afán
argumentos escapistas como el considerado no parecen muy dispuestos a explicar en qué sentido se puede decir que el surgimiento
del papado se dio “al fin del reinado de éstos”. Dado que el último fragmento de los reinos helenísticos desapareció en el año 30
a.C., ¿hay algún historicista dispuesto a afirmar que el papado surgió al final del reinado de Cleopatra? La mejor propuesta que
he visto en ese sentido pretendía que el “cuerno pequeño” era la institución del emperador romano deificado, pero tal cosa no deja
de ser un ejercicio de funambulismo pseudo-hermenéutico. La segunda es aún más grave para las pretensiones historicistas. La
expresión temporal hebrea en cuestión es ~t'Wkl.m ; tyrIx a
] ;b.. Ahora bien, tal expresión no tiene por qué significar el final, en
13
El cuerno que olía a quemado
Página 10
para presentar alternativas viables a la interpretación del cuerno pequeño, no queda sino
reconocer que el poder hostil presentado en el libro de Daniel no es otro que Antíoco IV, y
únicamente podría admitirse que los versículos finales del capítulo 11 pueden referirse a
momentos posteriores.
¿Qué hacer, entonces, de lo dicho por Jesús acerca de la abominación desoladora mencionada
por Daniel en el sentido de que el suceso era aún futuro? Las palabras de Jesús, tal como las
relata Mateo, fueron: “cuando veáis en el lugar santo la abominación de la desolación, anunciada
por medio del profeta Daniel (el que lea, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los
montes. El que esté en la azotea, no descienda para nada de su casa; y el que esté en el campo,
no vuelva atrás para tomar su capa” (Mat 24:15-18). Esto se dijo prediciendo el asedio y la
destrucción de Jerusalén del año 70 d.C. En el relato paralelo de Lucas, la instrucción de Jesús
es la siguiente: “cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su desolación
sentido absoluto, sino únicamente la segunda parte de algo. Compárese con Job 42:12, donde se dice que el postrer estado de Job
(bAYai tyrIx ]a ); resultó más bendecido que el primero. Teniendo en cuenta que en ese segundo estado Job engendró 7 hijos y 3
hijas (los mismos que en el primero), no parece que se esté afirmando que sólo los últimos días de Job fueran placenteros, sino
sus últimos 140 años (Job 42:16). ¡Con Antíoco no hace falta tanto! La tercera es aún más demoledora. ¿A qué viene empeñarse
que el cuerno pequeño ha de aparecer tras el hundimiento del helenismo cuando su obra de pisotear el santuario se hace remontar
a 457 a.C.? ¿En qué quedamos? ¿Cuándo surge de verdad el cuerno? ¿En 457 a.C.? ¿En 30 a.C.? ¿En la Edad Media?
También se argumenta que el que Dn 8:11 diga que “el lugar de su santuario fue echado por tierra” no cuadra con Antíoco, pues
ese rey sirio no demolió el templo. Es cierto que no lo demolió, pero el apabullante ejercicio estadístico efectuado por Shea y otros
para demostrar que la palabra !Akm. (lugar) se aplica al lugar ocupado por Dios, sea en la tierra o en el cielo, yerra en el vocablo
que analiza. Puede que en la elección del vocablo tenga algo que ver el hecho de que Shea parezca sentirse en la obligación de
explicar cómo es posible que el “cuerno pequeño” (el papado según él) pueda echar por tierra el santuario celestial. En todo caso,
lo importante aquí no es el uso de la palabra “lugar”, sino el uso de la raíz %l;v (' echar o arrojar). Shea, que, obviamente, no cree
que el papado demoliese el “santuario celestial”, pretende que quienes identifican al cuerno pequeño con Antíoco IV tienen la
obligación de explicar cómo pudo el rey sirio echar por tierra el santuario sin destruirlo arquitectónicamente. Se le podría contestar
que exactamente igual que él supone que el papa atacó el “santuario celestial”, pero intentaremos ser algo más elegantes. El verbo
%l;v ' tiene el significado básico de tirar, arrojar o echar. Algunas veces, en efecto, puede referirse a una acción destructiva, pero
la mayoría de las veces no tiene tal sentido. Algunos significados notables de este verbo son florecer (“echar flores”, Job 15:33),
desechar (“echar a la espalda”, 1 R 14:9; Sal 50:17; Neh 9:26; Eze 23:35), despeñar (2 Cr 25:12), llorar (“echar lágrimas”, Jer
9:18), dominar (“echar las sandalias”, Sal 60:8; 108:9), esparcir (Ecl 3:5), y arriesgar la vida (Jue 9:17). De modo que en Daniel
8 un sentido genérico equivalente a “profanar” no debería descartarse. En todo caso, la argumentación de Shea pretende explotar
el desconocimiento general de muchos protestantes en cuanto al periodo intertestamentario. 1 Mac 4:38,39 describe la situación
del santuario, antes de su purificación, así: “Cuando vieron el santuario desolado, el altar profanado, las puertas quemadas, arbustos
nacidos en los atrios como en un bosque o en un monte cualquiera, y las salas destruidas, rasgaron sus vestidos”. Fue necesario
reparar el santuario y reponer todo su mobiliario (1 Mac 4:48). Parece que, después de todo, “el lugar de su santuario” sí fue echado
por tierra.
Por último, Shea pretende que Antíoco IV no puede ser el cuerno pequeño porque, en su opinión, no es posible adjudicar con
precisión a sus actividades el periodo de 2.300 tardes y mañanas. Es curioso que esto lo diga alguien que es incapaz de demostrar
objetivamente el final del tal periodo en su interpretación favorita. En todo caso, es inaceptable desechar una interpretación
cualquiera de la Biblia aduciendo que alguna otra es matemáticamente más exacta, pues no resulta evidente que todos los lapsos
mencionados por la Biblia deban ser sometidos a criterios de precisión que eran ajenos a quienes la escribieron originalmente y
a sus primeros lectores. Por ejemplo, no parece que Shea interprete que los “tres días y tres noches” que Jesús pasó en la tumba
durasen 72 horas. La profanación del santuario por parte de Antíoco duró tres años, contados desde que se erigió la estatua de Zeus
Olímpico hasta la purificación del santuario, pero los sacrificios podrían haber estado interrumpidos con anterioridad a la propia
profanación, con lo que el lapso de 1.150 días parece perfectamente razonable, y no existe necesidad alguna de demostrar una
precisión absoluta en tales cómputos. Quienes insistan en tal necesidad deberían proporcionar algún ejemplo independiente en que
tal precisión sea exigible y constatable. Desde luego, Flavio Josefo debe de haberse sentido satisfecho con la cronología de la
purificación macabea del santuario, pues, si no, no habría escrito este párrafo: “Ocurrió que estas cosas se hicieron el mismo día
en que su culto divino se había interrumpido y se vio reducido a un uso profano y común, tras un tiempo de tres años; porque así
ocurrió que el templo fue desolado por Antíoco, y así continuó tres años. Esta desolación le ocurrió al templo en el año 145, el día
25 del mes de Apellaeus, y en la 153 olimpiada; pero fue dedicado de nuevo el mismo día, el 25 del mes de Apellaeus, en el año
148, y en la 154 olimpiada. Y esta desolación llegó a ocurrir de acuerdo a la profecía de Daniel, que fue dada 408 años antes;
porque él declaró que los macedonios disolverían aquel culto” (Antigüedades xii.7.6).
El cuerno que olía a quemado
Página 11
ha llegado” (Luc 21:20). Si Jesús realmente hizo una alusión a Daniel15, sus palabras no son un
juicio hermenéutico sobre un pasaje, sino una aplicación16, que Lucas entendió correctamente,
en el sentido de que la ciudad sería destruida por el ejército romano, pero de ahí no se deduce
necesariamente que ni Jesús ni ningún apóstol pensasen que las palabras de Daniel 8 se referían
a tiempos posteriores a ellos.
Jesús conocía perfectamente que la desolación del templo y su purificación estaban en el pasado.
El cuarto evangelio (10:22-42) relata la participación de Jesús en la fiesta de la Dedicación
(evgkai,nia), o de Hanukkah (hK'nx
U ]). Esa fiesta fue instituida por Judas Macabeo para celebrar
la purificación del santuario y la restauración de sus servicios después de la profanación
realizada por Antíoco Epífanes. Se celebraba durante ocho días a partir del día 25 de Kisleu (1
Macabeos 4:36-59; 2 Macabeos 10:1-8), por lo que podía caer en nuestro calendario entre
mediados de diciembre y mediados de enero.
Estas consideraciones no se hacen por intentar salvar al catolicismo romano de las críticas
protestantes basadas en la interpretación de ciertas profecías. No es el propósito de este estudio
exonerar al papado de ninguna de sus responsabilidades históricas, pero sí hacer exégesis de
forma leal a la Escritura, cosa que no se hace presentando versiones sesgadas y mutiladas de la
Historia. La escuela historicista tiene, no obstante, bastante más de qué preocuparse que de la
identidad del cuerno pequeño.
Los lectores más perspicaces se habrán dado cuenta de que circunscribir la labor del cuerno
pequeño al tiempo de Antíoco IV tiene graves repercusiones para dos profecías favoritas de la
iglesia adventista: las 70 semanas del capítulo 9, y las 2.300 tardes y mañanas del capítulo 8.
¿Qué enseñan realmente los pasajes en cuestión? Empecemos por las 70 semanas. Lamentablemente, la Septuaginta no nos puede ayudar en esta ocasión, pues parece estar totalmente
corrompida en este pasaje17. El texto hebreo de Daniel 9:25-27 pone:
lKef.t;w> [d;tew>
h[_'bv. i ~y[ibvu ' dygIn" x;yvim-' d[; ~Iliv
; 'Wry> tAnb.lwi > byvih'l. rb'd' ac'm-o !mi
`~yTi[hi ' qAcb.W #Wrx'w> bAxr> ht'n>b.nIw> bWvT' ~yIn:v.W ~yVivi ~y[ibuv'w>
A=l !yaew> x;yvim' treK'yI ~yIn:v.W ~yVivi ~y[ibuV 'h; yrex]a;w>
`tAmmevo tc,r,x/n< hm'x'l.m #qe d[;w> @j,V ,b; ACqiw> aB'h; dygIn" ~[; tyxiv.y: vd,Qoh;w> ry[ih'w>
15
En su relato paralelo (13:14), Marcos habla de “la abominación de la desolación”, pero no hay mención directa de Daniel.
El uso de la coletilla “el que lee entienda” en Mat 24:15 parece indicativa de la inyección de significados no obvios a las
palabras usadas. Pueden encontrarse casos paralelos de este uso en los mensajes a las siete iglesias del Apocalipsis (2:7,11,17,29;
3:6,13,22), en la descripción de la bestia que salía del mar en el mismo libro (13:9) y en las explicaciones de ciertas parábolas como
el sembrador (Mat 13:9; Mar 4:9; Luc 8:8), la cizaña (Mat 13:43), la lámpara sobre el candelero (Mar 4:23), y la sal que pierde
su sabor (Luc 14:35). Existe también un paralelo en el dudoso pasaje de Mar 7:16, que también entraría, de sustanciarse, en la
categoría anterior. Existe, por último, una aplicación parecida a la de Mat 24:15 en Mat 11:15, en donde se aplica Mal 4:5 a la
figura de Juan el Bautista. Evidentemente, la aplicación a Juan el Bautista no es la exégesis primaria del pasaje, y hasta el
Comentario bíblico adventista se atreve a aventurar, sin respaldo bíblico de ningún tipo, una interpretación que se separa no sólo
de la sana exégesis del pasaje, sino de las palabras de Jesús en los sinópticos: afirma que la obra del “Elías” precursor “antes del
segundo advenimiento de Cristo [...] será realizada por quienes prediquen el mensaje de los tres ángeles al mundo” (tomo 4, p.
1134).
17
Desglosa las 70 semanas en “siete y setenta y sesenta y dos”, lo cual es absurdo. Por otra parte, la versión de Teodoción no
aporta precisión adicional digna de mención al texto masorético.
16
El cuerno que olía a quemado
Página 12
dx_'a, [;Wbv' ~yBir;l' tyrIB. ryBigh> iw>
hx'n>miW xb;z< tyBiv.y: [;WbV'h; ycix]w:
`~mevo-l[; %T;Ti hc'r'x/n<w> hl'K'-d[;w> ~mevom. ~yciWQvi @n:K. l[;w>
La traducción literal de este pasaje18, respetando la puntuación del hebreo (el signo r_ ecibe el
nombre de atnah e implica una pausa en la lectura), es la siguiente:
Y sabe y entiende
desde salida de palabra para restaurar y reconstruir Jerusalén hasta ungido príncipe semanas siete;
y semanas sesenta y dos otra vez será edificada plaza y foso y en aflicción de los tiempos.
Y después de las semanas sesenta y dos será cortado ungido y no para él;
y la ciudad y el santuario destruirá pueblo de príncipe que viene y su fin en inundación y hasta fin guerra están determinadas desolaciones.
Y confirmará pacto para muchos semana una;
y media la semana hará cesar sacrificio y ofrenda
y sobre ala abominaciones desolador y hasta fin y decretado se derramará sobre desolador.
La teoría historicista tradicional pretende que en esta profecía, de supuesta precisión
matemática, están encerrados nada más y nada menos que el comienzo y el fin del ministerio de
Cristo. Según tal interpretación, a Daniel se le habría dicho que desde que se promulgase un
cierto edicto real para la reconstrucción de Jerusalén hasta que se completase dicha
reconstrucción, habían de pasar 7 semanas “proféticas”, o 49 años. Por otra parte, hasta el
comienzo del ministerio público de Cristo pasarían 62 semanas proféticas adicionales, o sea, 434
años más. La semana adicional que quedaba, la septuagésima, sería “para los judíos” (expresión
que no aparece en el pasaje), lo que presuntamente significa que cualquier tiempo posterior es
para los no judíos, o sea, supuestamente, para “la iglesia”. Ahora bien, precisamente a la mitad
de esa última semana profética, Cristo haría cesar el sacrificio y la ofrenda del templo de
Jerusalén al morir en la cruz y hacer obsoletos los sacrificios rituales.
Tal interpretación sería interesante si no violase continuamente el texto que pretende explicar.
Veámoslo pormenorizadamente:
•
En primer lugar, la interpretación historicista pasa por alto alegremente la extraña
expresión “siete semanas y sesenta y dos semanas”, dejando la impresión de que los
antiguos hebreos contaban de manera peculiar. Una lectura cuidadosa del pasaje pone
de manifiesto que la llegada del príncipe ungido del versículo 25 se produce a las siete
semanas de la salida de la palabra para la edificación de Jerusalén.
•
En segundo lugar, las sesenta y dos “semanas” representan un periodo de reconstrucción
de la ciudad, que acaba teniendo plaza y foso.
•
El ungido del versículo 26 es “cortado” después de las 62 semanas, y no existe evidencia
en el pasaje que sugiera que fue cortado a la mitad de ninguna semana.
•
La ciudad y el santuario son destruidos dentro del marco de la última semana. Sería
interesante ver cómo se las arregla la interpretación historicista, que pretende que esto
se refiere a la destrucción de Jerusalén del año 70, para explicar cómo tales sucesos
pueden tener cabida en una profecía que, supuestamente, llega hasta el año 34 de nuestra
era. Jamás he visto explicación alguna, ni buena ni mala, y dudo mucho que la haya.
•
El fin en “inundación”, lo que probablemente significa en forma súbita y sin intervención
humana, del que habla el versículo 26 no se refiere al fin de la ciudad, sino del “príncipe
18
Se han omitido los artículos. Únicamente se ponen los definidos que aparecen en el texto.
El cuerno que olía a quemado
Página 13
que ha de venir”, o sea, del poder enemigo. Evidentemente, ni Roma ni Vespasiano ni
Tito llegaron a su fin en el año 70 ni en ningún momento anterior.
El que confirma el pacto y quita el sacrificio y la ofrenda no es Cristo, sino el “príncipe
que ha de venir”, el mismo que pone la abominación desoladora alada19 en el templo,
dentro también de esa última semana.
El sacrificio y el pacto no son quitados a la mitad de ninguna semana sino durante media
semana, lo que no es lo mismo en absoluto. Del pasaje se deduce que el sacrificio y la
ofrenda serán restaurados cuando la media semana termine.
•
•
Algunos eruditos adventistas se han dado cuenta de la gravedad de este problema y se ha hecho
algún esfuerzo para intentar dar satisfacción a los pocos que topen con él de forma casual.
Aunque el Comentario bíblico adventista ignora casi completamente lo que dice el original, el
libro Problems in Bible Translation20 le dedica un capítulo al texto de las 70 semanas. Poco más
ha hecho la iglesia en este sentido con posterioridad, salvo un artículo escrito por J. Doukham
en un librito hecho en colaboración con otros autores21, la monografía The Chronology of the
Seventy Weeks of Daniel 9:24-27 de Gerhard Hasel, y un trabajo hecho por el peso pesado de
la erudición adventista, William Shea, de la Andrews University, publicado en la prestigiosa
revista teológica Andrews University Seminary Studies22. Todos estos artículos utilizan los
mismos argumentos, que se siguen repitiendo hasta la saciedad en otras publicaciones
secundarias dirigidas hacia los sectores más intelectuales de la feligresía adventista. Pese a las
apariencias, el artículo de Shea dista de ser un trabajo erudito. Básicamente, ofrece un estudio
métrico de los versículos 24 y siguientes en el que desea demostrar que la métrica apoya la
interpretación tradicional. Sin embargo, en tal estudio ni siquiera analiza el versículo 27, pese
a que lo menciona. En realidad, tenía que ser así, pues de otro modo toda la argumentación se
le venía abajo. La clave del problema está en la relación existente entre las 7 semanas y las 62
semanas. A continuación se presentan, en columnas paralelas, el versículo 25 y el versículo 27,
pues en ellos existen paralelos evidentes, sobre todo si se mira el texto en hebreo:
Versículo 25
Sabe y entiende que
desde la salida de la orden para reedificar Jerusalén hasta
un mesías, un príncipe, habrá siete semanas;
y en sesenta y dos semanas, y en tiempos angustiosos, se
reedificará la ciudad con plaza y foso.
Versículo 27
Y confirmará un pacto a muchos durante una semana;
y media semana hará cesar sacrificio y ofrenda
y sobre el ala de las abominaciones habrá un desolador y lo
decretado se derramará sobre el desolador hasta el
fin.
19
La palabra hebrea traducida “ala” no parece que se pueda referir a un ala del templo. Más bien parece aplicarse a alguna
criatura o ídolo alado.
20
Washington, D.C.: Review and Herald, 1954.
21
Véase Jacques Doukhan, “Les soixante-dix semaines de Daniel 9: étude exégétique”, en Doukhan, Hasel et al., Daniel –
Questions débattues, Collonges-sous-Salève, 1980. Véanse también los dos tomos de Prophétie et eschatologie. Conférences
bibliques Division Eurafricaine, Collonges-sous-Salève, 1982.
22
En “Poetic Relations of the Time Periods in Daniel 9:25,” Andrews University Seminary Studies 18:1 (1980):59-63, Shea
realiza un estudio métrico para intentar probar que la idea cristológica tradicional de las 70 semanas es correcta. Pese a lo que él
pueda decir, hay divisiones métricas más razonables que las que él propone que no necesitan desafiar la legitimidad del texto hebreo
que nos ha llegado.
El cuerno que olía a quemado
Página 14
En la mayoría de las publicaciones adventistas referidas, la argumentación de que las sesenta y
dos semanas son anteriores a la llegada del “ungido” está basada, como ya se ha apuntado, en
la métrica del pasaje. Según Shea y Doukham la estructura responde a un quiasmo, por lo que
las siete semanas, pese a que el hebreo dice que corresponden desde la salida de la orden hasta
la llegada del ungido, corresponden en realidad al tiempo que media entre la salida de la orden
y el final de la reconstrucción de la ciudad “con plaza y foso”. Por otro lado, aunque el hebreo
da a entender que las sesenta y dos semanas median entre la llegada del “ungido” hasta que la
ciudad es completamente reedificada, Shea dice, en consonancia con una tradición de casi veinte
siglos, que en realidad median entre el final de la reconstrucción y la llegada del “ungido”, o sea,
lo mismo, pero al revés. Parece difícil que a cualquier lector sensato lo pueda convencer de
verdad semejante argumentación, pues resulta irracional. Lo del “quiasmo” reconoce
implícitamente que el texto está al revés de como “debería” estar. ¿Qué prueba puede darse de
que sea legítimo alterar el orden de las palabras y de las frases y aplicar una declaración de una
frase a un sujeto que está en otra? El presente autor no conoce ningún paralelo a este ejemplo,
que sería único en toda la literatura bíblica. De hecho, semejante interpretación ha de ser única
en toda la literatura universal. La situación se agrava si se comparan los versículos 25 y 27. Si,
como dicen Shea y Doukham, los hebreos sentían una predilección hacia estos quiasmos de los
que ellos hablan, seguramente habrá que interpretar en forma igualmente “quiásmica” el
versículo 27. En tal caso, aunque el texto hebreo dice que “confirmará un pacto a muchos
durante una semana”, no habrá que tomarse ese dato en serio, pues debe de formar parte de un
galimatías quiásmico. Así que, en realidad, y siguiendo con rigor el argumento de Shea, habrá
que llegar a la conclusión de que el pacto se confirmó a muchos durante media semana tan sólo.
Por otra parte, cuando dice el texto hebreo que “media semana hará cesar sacrificio y ofrenda”,
tampoco hemos de tomárnoslo muy a pecho, pues, tratándose de un quiasmo, el sacrificio y la
ofrenda tendrían que cesar durante una semana completa.
Ahora bien, tan majadera interpretación del versículo 27, que sepa el presente autor, no la ha
propuesto nadie jamás, y es de esperar que nadie la proponga en el futuro. Obviamente, no hay
nada “quiásmico” en la estructura del versículo 27. Entonces, ¿quién puede decir que el
versículo 25 sí que es quiásmico? ¿Dónde está la prueba? Es inadmisible decir que tiene que
serlo porque si no lo es “la profecía no sale”. No es intelectualmente honrado determinar cuál
es el sentido de la profecía a partir de su presunto cumplimiento. Si ya, de antemano, sabemos
cuál es el cumplimiento de la profecía sin recurrir para nada al texto bíblico, entonces resultaría
obvio para cualquier observador imparcial que pretender basar nuestra interpretación de este
pasaje en la Biblia es un puro subterfugio. Nuestra interpretación de cualquier pasaje de la Biblia
debería estar basada en el texto mismo; si no es así, todo cuanto se diga carece de valor.
Dejando a un lado la mayúscula tergiversación del texto que supone la violación historicista del
pasaje, su sustentación histórica es, además, deplorable. Como la profecía tenía que empezar,
supuestamente, con un edicto real persa para la edificación de Jerusalén, los “eruditos”
historicistas parecen muy cuidadosos al buscar el edicto en cuestión. Nos informan que hubo
cuatro órdenes persas que tenían que ver con la reedificación de Jerusalén. La última fue la
orden de Artajerjes I a Nehemías en 444 (Neh 2:1ss). Quien estudia la literatura historicista no
suele percatarse de sus métodos tendenciosos cuando dicen, sin más, que no se puede partir de
este edicto porque, si no, la profecía “no sale”, “se pasa”. El primer edicto fue el promulgado
por Ciro en el año 536. Dada su importancia, se encuentra registrado en 2 Cr 36:22-23 y en Esd
1:1-3. Naturalmente, éste tampoco vale porque “no llega”. El segundo edicto, que adolece del
El cuerno que olía a quemado
Página 15
mismo “defecto” que el anterior, fue el de Darío (Esd 6:1,6ss). Por último, los historicistas
encuentran lo que buscan en la orden del propio Artajerjes I23 a Esdras (Esd 7:11ss), que fechan
en 457 a.C., y creen encontrar su justificación “bíblica” en Esd 6:14: “Edificaron, pues, y
terminaron, por orden de Ciro, de Darío, y de Artajerjes, rey de Persia”.
La elección del viaje de Esdras es, cuando menos, peculiar. Se puede leer el capítulo 7 de Esdras
todas las veces que se desee, en el idioma que se desee, y no se encontrará en él nada
relacionado con la reconstrucción de Jerusalén. A Esdras sólo se le autorizó a viajar a la tierra
de Israel para regular el control del sacerdocio sobre la vida espiritual y la cultura israelita.
Cuando Esdras viajó a Jerusalén, la ciudad llevaba construida más de medio siglo. En la época
de Hageo y Zacarías, antes del año 516, estos profetas se quejaban al pueblo porque el templo
en obras languidecía mientras que los habitantes de Jerusalén vivían en casas artesonadas (Hag
1:3). La única orden para reedificar Jerusalén la dio Ciro en 536. La de Darío no fue más que una
confirmación de la validez de la orden de Ciro. La de Nehemías sería también mejor elección
que la de Esdras, pues, al menos, involucraba la reedificación de la muralla que los judíos habían
erigido con anterioridad pero que había sido demolida por tratarse de una construcción ilegal
(Neh 1:3; 2:11ss; Esd 4:7-23).
La datación del viaje de Esdras es tan crucial para las teorías adventistas que se ha llegado a
escribir un libro entero para intentar dilucidar en qué momento concreto se produjo24. Este
detalle tiene interés porque los reyes persas solían usar el calendario babilonio, cuyos años
comenzaban en primavera, mientras que el calendario hebreo tenía el comienzo de su año civil
en otoño. En la colonia mercenaria judía de Elefantina, que estaba al servicio de los reyes persas
en el Alto Egipto, se han encontrado evidencias de que aquella población usaba tanto el
calendario egipcio como el babilonio como el hebreo para datar los distintos acontecimientos.
Según tales evidencias, ¿en qué momento hay que datar la llegada de Esdras a Jerusalén, que se
produjo el primer día del quinto mes del séptimo año de Artajerjes? Y, más vital aún para las
teorías historicistas, ¿en qué momento concreto se promulgó tal edicto? Si se opta por el
calendario hebreo y se supone que el edicto se aprobó en el invierno inmediatamente anterior
a la salida de Esdras, el decreto se habría promulgado en algún momento comprendido entre
finales de diciembre de 458 y finales de marzo de 457; por el contrario, si se opta por el
calendario babilonio, el decreto se habría promulgado entre finales de diciembre de 459 y
comienzos de abril de 458. Esdras partió de Babilonia el 1 de Nisán del séptimo año de
Artajerjes, y llegó a Jerusalén el primer día del quinto mes (Esd 7:7,9), que fue o bien el 24 de
julio de 457 o el 4 de agosto de 458. Es cuando menos curioso que los eruditos adventistas
actuales, que reconocen la validez de estas fechas25, se vean forzados a contradecir las
supuestamente inspiradas palabras siguientes:
En un principio, no nos dimos cuenta de que, para que el período de los 2.300 años terminase a fines de 1843,
era preciso que el decreto se hubiese publicado a principios del año 457 a.C.; pero al establecer nosotros que
el decreto se promulgó a fines del año 457, el período profético había de concluir en el otoño (hemisferio norte),
23
Existe una discusión, muy técnica y en la que no entraremos, acerca de la identidad del Artajerjes de Esdras. Según algunos
estudios, Esdras habría viajado a Jerusalén con posterioridad a Nehemías. El autor cree que tal teoría no está lo suficientemente
probada, y se inclina más bien por el orden tradicional Esdras-Nehemías, pero parece difícil descartarla completamente.
24
Siegfried H. HORN y Lynn H. WOOD, The Chronology of Ezra 7. Washington, D.C.: Review and Herald Publishing
Association, 1953.
25
Véanse los pasajes pertinentes en el Comentario bíblico adventista.
El cuerno que olía a quemado
Página 16
o sea a fines de 1844.26
Sin duda, Ellen White y sus compañeros lo desconocían casi todo en lo tocante a la cronología
de Artajerjes. Como se ve por sus declaraciones, su cálculo del 457 no surgió de un conocimiento ni preciso ni aproximado de las lunaciones durante el reinado de Artajerjes. No sabían nada
del calendario solar persa, ni de los calendarios lunares babilonio y hebreo ni de sus sistemas de
intercalación. Entonces, ¿cómo pudieron “establecer” que “el decreto se promulgó a finales del
año 457” cuando es seguro que tal cosa no es cierta? La respuesta es pasmosamente simple.
Entre los milleritas las setenta semanas no se calcularon empezando por su supuesto principio,
sino empezando por su supuesto final. Se imaginaban que el final era la crucifixión y compartían
con la mayoría de los cristianos la errónea teoría de que ésta se produjo el año 3327, la edad que
supuestamente tenía Cristo al morir. Para saber cuándo empezaron las 70 semanas, sólo había
que restar 490 años a 33. Era una sencilla operación aritmética. Como por aquel entonces
desconocían que nunca había habido año 0, hicieron la siguiente operación: 33 – 490 = !457,
y, sin más, equipararon lo que los astrónomos llaman el año !457 con lo que los historiadores
llaman el año 457 a.C. Con semejantes cálculos encontraron en el viaje de Esdras28 a Jerusalén
una base suficiente para establecer “la verdad presente”. Más tarde, cuando descubrieron que
Jesucristo no había muerto en el año 33, simplemente utilizaron el artificio de proponer que la
crucifixión ocurrió “a la mitad” de la última semana, pues sabían que si movían el comienzo de
la profecía sus cómputos no salían. Así, la crucifixión se movió al año 31, aunque la mejor
evidencia es que ocurrió en el año 30, con lo que la profecía sigue sin salir29.
Aun si se admitiese la artificiosa atribución de las primeras 7 semanas a la reconstrucción de la
ciudad, se caería en una incongruencia al trabajar con un esquema que pretende cumplimientos
y confirmaciones matemáticas de cada detalle. Está claro que no existe prueba histórica de
ningún tipo que establezca que el fin de la reconstrucción de Jerusalén tuvo lugar siete
“semanas” después de 457 a.C. Si esas semanas son 49 años, como suele decirse, nos llevarían
a 408 a.C. No hay persona en el mundo que pueda probar que la reconstrucción acabó entonces,
y el hecho de que la iglesia adventista se pase por alto este detalle en una profecía sobre la que
pretende una precisión absoluta es buen indicio de que su interpretación de que la profecía llega
a 31 y a 34 d.C. es demasiado precisa para ser cierta. Hasta donde sepa el presente autor, Ellen
White no afirma explícitamente este extremo, pero, de todas formas, la afirmación de que las
siete semanas del primer bloque de la profecía se refieren exactamente al tiempo de la
reconstrucción de la ciudad aparece en el punto segundo del gráfico de la página 374 de la
versión española de El conflicto de los siglos. No está claro quién haría el gráfico, pero, desde
26
Notas biográficas de Elena G. de White, Pacific Press Publishing Association, Mountain View, California, 1981, p. 64. El
énfasis no está en el original. El texto citado está en la página 58 de la edición original en inglés.
27
Que esta fue la forma original de cálculo de Miller y sus asociados puede verse en LeRoy Edwin FROOM, The Prophetic Faith
of Our Fathers, Vol. 4, pp. 722, 725, 727, 729. Véase también Comentario bíblico adventista, tomo 4, pp. 67, 68.
28
Resulta cuando menos chocante el hecho de que otros estudiosos de las profecías de Daniel anteriores a los milleritas tenían
cálculos casi idénticos a los suyos en lo que a cronología se refería, pero hacían partir las 70 semanas no del viaje de Esdras, sino
del de Nehemías. Se imprimieron a tal efecto notas marginales en las biblias que usaban que databan el viaje de Nehemías en 454
a.C. Véase FROOM, op. cit., Vol. 2, pp. 428, 429. El mismo autor parece dar a entender que los cálculos originales de Miller,
esbozados en un manuscrito de 8 páginas entregado el 15 de febrero de 1831 al pastor Andrus, partían del año 455 a.C. (véase
Vol. 3, pp. 478-480), que era precisamente una de las fechas barajadas para el viaje de Nehemías.
29
Véanse los intentos desesperados de demostrar la fecha del año 31 en el Comentario bíblico adventista, tomo 5, páginas 255265, entre las que se incluyen copias de cartas enviadas a observatorios astronómicos. En todo caso, si se lee atentamente Daniel
9, no hay lugar para la duda en cuanto al momento de la “salida de la palabra”: el versículo 23 indica que “al principio de tus ruegos
fue dada la orden”; evidentemente, no se trata de la orden de Artajerjes, ni siquiera la de Ciro, aunque casi, sino de la orden de Dios.
El cuerno que olía a quemado
Página 17
luego, su “inspiración” dejaba bastante que desear. Este gráfico aparece también en la página
164 de la versión española del comentario de Uriah Smith al libro de Daniel. En la página 173
de dicho libro figura el siguiente sabroso párrafo:
Armonía de las subdivisiones. — ¿Armonizarán entre sí esas fechas si partimos del decreto de Esdras? Veamos.
Nuestro punto de partida es, pues, 457 ant. de J.C. Se concedían 49 años a la edificación de la ciudad y la
muralla. Acerca de esto dice Prideaux: “En el año quince de Darío Noto terminaron las primeras siete semanas
de las setenta mencionadas en la profecía de Daniel. Porque entonces la restauración de la Iglesia y el Estado de
los judíos en Jerusalén y Judea quedó terminada en aquel último acto de reforma, que se registra en el capítulo
13 de Nehemías, desde el vers. 23 hasta el fin del capítulo, exactamente 49 años después que la inició Esdras en
el año séptimo de Artajerjes Longímano.” [Nota: Humphrey Prideaux, The Old and New Testament Connected
in the History of the Jews, tomo 1, pág. 322.] Esto sucedió en 408 ant. de J.C.
No resulta enteramente claro cuál de los dos cometía errores metodológicos, si Uriah Smith o
el tal Prideaux, pero el anterior párrafo resulta extremadamente difícil de digerir, a no ser que
uno esté aquejado de una ignorancia bíblica e histórica considerable. La mención del “año
quince de Darío [II] Noto” parece un detalle anticuario ideado para impresionar a los incautos,
que probablemente quedarán absortos ante la autoridad y conocimientos del que da la referencia.
La realidad es que no existe ningún documento de ningún año de Darío II que diga que entonces
se acabó de reconstruir el templo, Jerusalén, o ninguna otra cosa en esa ciudad. El tal Prideaux
simplemente calculó cuándo terminaban los primeros 49 años de su esquema favorito de los 490
años: 408 a.C. Luego se fue a algún libro de historia y descubrió que ese año comenzaba en el
decimoquinto año de Darío II. Del mismo modo podría haber dicho que 408 a.C. correspondía
a un cierto año del reinado de cualquier otro rey de cualquier otro reino. Igual de relevante sería
la información. Pero el delirio de Prideaux-Smith llega a la cumbre cuando dice que la “Iglesia”
(?) judía fue restaurada “exactamente 49 años después” de Esdras y pone estos hechos en
tiempos de Nehemías. Los versículos 23-31 del capítulo 13 de Nehemías no contienen ninguna
indicación de que esto sea en 408 a.C. La única mención cronológica notable es la del versículo
6, que señala que Nehemías acabó su primera etapa de gobernador en el año 32 de Artajerjes I,
o sea, hacia 432. “Al cabo de algunos días”, el judío pidió permiso al mismo rey y regresó. Ello
tuvo que ocurrir antes de 424, que es cuando murió Artajerjes. Nehemías debe de haber
regresado hacia 429, con una posibilidad de error no superior a 4 años en más o en menos. Los
hechos mencionados en la parte final de su libro, lógicamente, habrán acaecido más o menos en
la época de su regreso; decir que tuvieron lugar veinte años después parece sumamente
antojadizo.
Tras el cúmulo de despropósitos puestos de manifiesto en el anterior análisis30, ¿puede haber
quien siga creyendo que hay un ápice de verdad en todo este asunto plagado de gravísimos
errores por dondequiera que se mire?
Por último, ¿qué decir del famoso pasaje de Dn 8:14? Alrededor de él la iglesia adventista ha
hecho una aportación única al estudio de las profecías. Todas las demás interpretaciones
adventistas de las profecías son o han sido compartidas por otros cristianos, pero en ésta la
iglesia adventista se ha separado de todos los expositores, si no en su supuesta fecha de
30
El extremo final de la interpretación historicista de las setenta semanas también tiene serios problemas. Supuestamente, Jesús
habría sido bautizado en el otoño del año 27, y en el año 34 (¿en otoño también?) se habría producido el apedreamiento de Esteban.
Este último acontecimiento es de imposible datación, y la fecha del bautismo de Cristo, si no imposible de conocer, es de muy difícil
estimación, tanto como la duración de su ministerio.
El cuerno que olía a quemado
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cumplimento, sí en el sentido último del texto. Según la posición que la iglesia adventista ha
mantenido impertérrita desde su comienzo, en Daniel 8:14 se habla de un periodo que debe de
comenzar a la vez que la profecía de las 70 semanas del capítulo 9, ya que las explicaciones de
este capítulo son dadas para beneficio del profeta, que supuestamente no había comprendido el
periodo mencionado en el versículo 14 del capítulo 8. Así, pues, partiendo del año 457 a.C. y
sumándole 2.300 “tardes y mañanas”, que se interpretan como “días proféticos” o años, se llega,
teniendo en cuenta ahora que no hubo año 0, al año 1844. Como la iglesia adventista se imagina
que la purificación del santuario de la que habla el versículo tiene que ver con el día de las
expiaciones o Yom Kippur, y dado que éste tenía lugar el décimo día del séptimo mes, uno de
los pioneros, Samuel S. Snow, que nunca llegó a formar parte de la iglesia adventista31, se animó
a calcular que tal fecha en 1844 se correspondería con el 22 de octubre, y la iglesia asegura que
desde esa fecha — lamentablemente, desconocemos desde qué hora, pues, aunque haya
empezado a la puesta de sol de algún sitio, no sabemos qué sitio es ése — se está celebrando en
el cielo el “juicio investigador”, iniciado cuando Cristo abandonó el lugar santo para entrar en
el santísimo del “santuario celestial”.
¿Qué hay de cierto en toda esta interpretación? Dedúzcalo el lector de las siguientes
consideraciones:
•
Dn 8:14 habla de “2.300 tardes y mañanas”. Uno de los argumentos favoritos de la
iglesia adventista para demostrar que los días de la creación no fueron eras de millones
ni de miles de años es que Génesis dice que constaron de tardes y de mañanas. Es cuando
menos pintoresco que no haga lo mismo en Dn 8:14. Se imaginan que, como se trata de
un pasaje profético, están autorizados a utilizar el pretexto del “día por año” (Eze 4:6;
Num 14:34). El problema de esto es que en Dn 8:14 no aparece la palabra “día”32, con
lo que la aplicación del “día por año” es de validez más que dudosa. En todo caso,
aunque apareciese la palabra “día”, habría aún que demostrar que tal “principio
interpretativo” era de aplicación aquí. Después de todo, ¿quién ha oído hablar de la
profecía de los 70 “días” de Jeremías?
•
Dos mil trescientas tardes y mañanas por sí mismas podrían ser lo mismo que 2.300 días.
Sin embargo, si, como es frecuente en los pasajes examinados de Daniel, falta la palabra
“sacrificio”33, 2.300 sacrificios de tarde y mañana no requerían 2.300 días, sino
31
Este individuo terminó aseverando que era Elías redivivo. Otros milleritas que empezaron apoyando con entusiasmo el
“movimiento del séptimo mes” y su asociación con el “santuario celestial”, como Owen Russell Loomis Crozier, acabaron
desdiciéndose. Sólo la “manada pequeña” de Ellen White y sus colaboradores persistieron en los cálculos originales de Snow.
32
En realidad, la visión del capítulo 8 de Daniel recibe la denominación de “la visión de las tardes y mañanas” (8:26), no “la
visión de los días”.
33
Por ejemplo, cuando se habla repetidas veces en el libro de la supresión del “continuo”, todo el mundo entiende que el texto
se refiere a la supresión del continuo sacrificio, o sea, de los sacrificios que se realizaban cada tarde y cada mañana en el santuario.
A esto algunos defensores de la interpretación adventista responden diciendo que siempre que la Biblia habla de los holocaustos
se utiliza el orden mañana-tarde (Exo 29:38-46; Num 28:1-8; 2 R 16:15; 1 Cr 16:40; 2 Cr 2:3; 13:11; 31:3; Esd 3:3), no el orden
tarde-mañana. Quienes recurren a este tipo de argumentación parecen olvidar que el orden mañana-tarde no se emplea sólo para
holocaustos, sino para otras actividades cotidianas (Gen 49:27; Exo 18:13, 14; Lev 6:20; 1 R 17:6; 1 Cr 23:30; Job 4:20; Sal 65:8;
90:6; Ecl 11:6), mientras que otros pasajes presentan el orden inverso (Gen 1:5, 8, 13, 19, 23, 31; Exo 16:8, 13; 27:21; Lev 24:3;
Num 9:15, 21; Deu 16:4; Est 2:14; Sal 30:5; 55:18; Isa 17:14; Eze 33:22; Sof 3:3). A la postre, el orden depende del punto de
vista de la frase: “Por la mañana dirás: ¡Quién diera que fuese la tarde!; y a la tarde dirás: ¡Quién diera que fuese la mañana!” (Deu
28:67; cf. Eze 24:18). Con estos antecedentes, pretender que la expresión adjetiva rq,B o br,[ , en Dan 8:14, 26 se refiera a otra
cosa que lo indicado por el contexto, o sea, holocaustos abolidos, debería demandar una argumentación menos equívoca. Además,
rq,Bo br,[, está en singular, mientras que en las expresiones correspondientes a los sacrificios de mañana y tarde rq,B o permanece
en singular, pero se presenta el plural ~yIB 'r >[ h
; ' (“las tardes”). Por otra parte, el orden tarde-mañana se ve confirmado por las
precisas instrucciones en cuanto al aceite del candelabro y su ignición en Exo 27:21 y Lev 24:3,4, pasajes en los que aparece la
expresión, en singular como en Daniel, rq,B o- d[; br,[ m
, e (“desde la tarde hasta la mañana”), expresión que viene a significar un
El cuerno que olía a quemado
Página 20
abolición del continuo carece de sentido, ya que si el continuo sacrificio es abolido
resulta anacrónico completar el año religioso con un día de las expiaciones. El día de las
expiaciones sólo tiene sentido si hay continuo. Cuando no hay continuo lo que hace falta
es reconsagrar o dedicar el santuario. Eso, como ya se ha señalado más arriba, era la
fiesta de Hanukkah, que se celebraba en diciembre o en enero. De modo que la fecha del
22 de octubre carece de relación con ninguna purificación de ningún santuario36. En todo
caso, resulta grotesco que se pretenda que el “santuario celestial” necesitase purificación
de los pecados del pueblo de Dios allí transferidos (concepto totalmente extrabíblico),
ya que en Daniel 8 quien contamina el santuario es el cuerno pequeño, no el pueblo de
Dios ni la sangre de Cristo.
Es erróneo que el 10 de Tishri de 1844 cayese el 22 de octubre, ni según el cómputo
rabínico ni según el caraíta. En ese año el 1 de Nisán empezó a la puesta del sol del día
20 de marzo, o, si el tiempo hubiese hecho imposible la observación del cuarto creciente,
al atardecer siguiente. Cuando el sol se puso en Jerusalén el 20 de marzo eran las 17:51,
hora solar local. La primavera astronómica había empezado a las 13:54, hora de
Jerusalén. Suponer que Nisán empezó un mes después del comienzo de la primavera es
inaceptable. No ha ocurrido nunca, que se sepa. Pues bien, como el primer día del primer
mes empezó a la puesta del 20 de marzo, el séptimo mes empezó forzosamente seis
meses más tarde. Concretamente, el día 1 de Tishri, comienzo del año civil judío,
empezó el 14 de septiembre de 1844, con lo que el 10 de Tishri, fiesta del Yom Kippur,
fue el día 23 de septiembre. De todos modos, como ha quedado demostrado más arriba,
el Yom Kippur es totalmente irrelevante, pues ningún pasaje de Daniel le concierne.
La teoría del santuario celestial con dos departamentos es contraria a las enseñanzas del
Nuevo Testamento. Es verdad que el santuario terrenal se hizo según un modelo que le
fue mostrado a Moisés en el monte (Ex 26:30; Heb 8:5), pero deducir de tal pasaje, o de
las analogías del libro de Hebreos, que exista en el cielo un santuario semifísico con dos
departamentos (por cierto, no se dice nada del atrio de tal santuario) no tiene sentido.
Esteban vio a Cristo a la diestra del Padre (Hch 7:55, 56) mucho antes de 1844. El autor
de Hebreos también enseña que, gracias a Cristo, los creyentes tienen acceso directo al
trono de la gracia (Heb 4:14-16), todo ello mucho antes de 1844. Además, dado que el
libro de Hebreos dice que Cristo es sacerdote del santuario celestial según el orden de
Melquisedec, no según el orden de Aarón (Heb 5:5-10; 6:19, 20; 7:11-19), carece de
sentido atribuirle el cumplimiento de rituales aarónicos. Por último, aunque la expresión
ta. a[gia usada por el autor de Hebreos para referirse al lugar en el que entró Jesús en su
ascensión (9:12) podría discutirse lo que pueda significar en otros pasajes bíblicos, no
hay lugar para la duda en cuanto a qué significa para el propio autor de Hebreos: Ta. a[gia
era, sencillamente, el lugar en el que entraba el sumo sacerdote una vez al año el día de
la expiación (9:25; 13:11), o sea, el lugar santísimo.
•
•
¿Queda algo por salvar de la teología adventista? Sí, únicamente aquello, y es mucho, que nos
asemeja a nuestros hermanos evangélicos, más todas las valiosísimas aportaciones adventistas
36
Aparte de la purificación del santuario tras la profanación de Antíoco Epífanes, se conocen otras purificaciones del santuario,
éstas bíblicas, que tampoco tienen nada que ver con el día de la expiación. En 2 Cr 29:5,15-18 se menciona la ocurrida en el
reinado de Ezequías. Se dice que los sacerdotes empezaron a prepararse para la limpieza del templo el día uno del primer mes; la
obra de limpieza del santuario empezó el día 8 y terminó el día 16 del mismo mes (v. 17), recién concluida la Pascua.
Probablemente Ezequiel tomó este incidente histórico como ejemplo para el templo de su visión, y señala que el momento de la
purificación de ese santuario ha de ser el día primero del primer mes (Eze 45:18).
El cuerno que olía a quemado
Página 21
en cuanto al sábado, al estado de los muertos y al mensaje de salud, una vez dejados de lado
fanatismos que es absurdo pretender imponer a nadie.
Aunque no se esté de acuerdo con las páginas anteriores, creo que es de justicia reconocer que
encierran un nivel no trivial de conocimientos teológicos, lingüísticos e históricos. Han sido
escritas por un adventista que debe a la iglesia adventista todo lo que sabe en cuanto a la Biblia.
A la iglesia adventista debo mi amor por la Biblia, y el gusto de estudiarla. De modo que
difícilmente puedo renegar de ella. Sin embargo, estoy convencido de que mientras la iglesia
proclame un mensaje profético disparatado y pretenda que sus miembros difundan tal mensaje
en su “obra misionera” no podrá avanzar realmente. Al comienzo de este trabajo mencionaba
que la iglesia adventista adoptó un sistema de interpretación profética de raíces vetustas, en el
mejor sentido de la palabra. Desde entonces ha llovido mucho y, quizás en cumplimiento de lo
dicho por Daniel (“la ciencia aumentará”), todos hemos aprendido bastante. Por eso, si hoy
seguimos aferrándonos a semejante esquema profético y hermenéutico, no estaremos
sustentándonos en algo vetusto, sino rancio, en el peor sentido de la palabra.
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