El estudio del maestro Lourdes, estaba en las casas que hay o

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La ofrenda, 1996.
El estudio del maestro Lourdes,
estaba en las casas que hay o había
en el interior de la jabonera La Esperanza de Gómez Palacio. Para un
provinciano nativo de Matamoros
de La Laguna, entrar al estudio, fue
como penetrar al templo del saber.
Fue como despertar a la realidad
de la vida. Lourdes me mostró con
sabios consejos la importancia del
dibujo, los secretos que se encierran
en el óleo, acuarela, el fresco y el modelado. Escuché sus atinados consejos para poder lograr lo que más
anhelaba en la vida, ser pintor. Puso
en mis manos su biblioteca, donde
pude conocer a pintores, escultores,
músicos, arquitectos, poetas, etcétera, a todos desde sus raíces, nacidas
en Atenas, pasando por los romanos,
flamencos, hasta llegar al Renacimiento y luego seguir la ruta hasta
el Impresionismo y de ahí hasta la
época actual. (En esa fecha, 19431946). Poco más de tres años estuve
recibiendo las enseñanzas del maestro. Conocí muchos capítulos y de
su época de sus triunfos en Europa.
Lo oí conversar en varios idiomas.
Tocaba el piano como un concertista. Cuando regresé a mi pueblo,
Matamoros, me consideraban un
ser fuera de su tiempo y un extraño
Vendedora de pericos,1996.
para todos. Quería platicar, discutir
sobre arte y nadie me comprendía,
nadie sabía siquiera de lo que hablaba. Nadie sabía que habían existido
grandes hombres, grandes pensadores y grandes artistas. Nadie podía
discernir sobre Sócrates, Fidias,
Leonardo da Vinci, Miguel Ángel,
Rafael, Tiepolo, Veronese, Tintoretto,
Rembrandt, Rubens, Gian Lorenzo
Bernini y tantos y tantos genios.
Muñoz Olivares celebraría su primera exposición en mayo de 1946 en
una desaparecida librería ubicada en
la calle Cepeda del centro de Torreón.
Entre 1939 y 1940, mientras estudiaba con Lourdes, Manuel Muñoz
Olivares se ganaba la vida desempeñándose como cartonista en El Siglo
de Torreón. Desde 1942 y hasta 1951
colaboró también con sus monos en
los diarios El Fronterizo y El Mexicano, de Ciudad Juárez, Chihuahua, y
El Continental, de El Paso, Texas.
A finales de los cincuenta, época
en la que ya estaba casado con Irene
Vázquez y era padre de ocho hijas
e hijos (una de las cuales falleció de
cáncer en 1958), el pintor se trasladaría a Estados Unidos en busca de
mejores oportunidades económicas,
se instalaría en la ciudad de Los
Ángeles, California y complemen-
taría ahí su formación con un curso
avanzado de artes para extranjeros. Posteriormente, en 1962, se
trasladaría junto con su familia a la
Ciudad de México y se integraría inmediatamente al Departamento de
Restauración de Obras de Arte del
Instituto Nacional de Bellas Artes
(INBA), donde también impartiría
cátedra desde 1964 hasta 1989.
A la capital del país, Manuel
Muñoz Olivares arribó con grandes
metas por cumplir, como se revela
en una entrevista publicada en el
periódico Excélsior en julio de el
mismo año de su llegada; en ella
la entrevistadora le pregunta cuál
es su mayor ambición, a lo que él
responde: Conocer Europa y poder
exponer mi obra en Nueva York,
París, Londres y Roma, donde tiene
su cuna el arte de la “nueva ola” y
que saben reconocer en su verdadera
manifestación la creación pictórica.
Con tesón, disciplina y el invaluable
apoyo de su esposa Irene, el artista
lagunero lograría su cometido.
Su trabajo en el Inba no le impidió acudir durante tres años consecutivos (1969-1971) a los cursos de
verano de la Universitá degli Studi
di Firenze, en Italia, lo que enriqueció aún más su constante aprendizaje.
SIGLO NUE V O
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