La Catástrofe del Golfo - Universidad del Rosario

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¿Una catástrofe por finalizar?
Por Alexandra Mora Rodríguez (*)
El pasado 20 de abril de 2010 con la explosión y posterior hundimiento de la
plataforma de perforación Deepwater Horizon, inicio otro desafortunado
acontecimiento para la industria petrolera, específicamente, para la compañía de
energía British Pretroleum (BP); una de las más grandes del mundo dentro de su
oficio.
Deepwater Horizon se encuentra ubicada en aguas de la superficie marítima del
Golfo de México, cuyos esfuerzos de perforación giraban alrededor del pozo
petrolero Macondo del cual se presumía una gran producción. Sin embargo, dichos
esfuerzos parecen estar hasta el día de hoy sin horizonte, dada la fuga
incontrolable de crudo que se ha registrado y que tiene en jaque no solo a la BP
sino a Transocean (compañía propietaria de la plataforma) y a Halliburton
(compañía encargada de realizar los trabajos técnicos de instalación).
El panorama es crítico en la medida que aún no se precisa con exactitud cuantos
son los millones de litros de crudo que se vierten diariamente. No obstante, algunos
medios de comunicación como la BBC mundo, la agencia de noticias Reuters, CNN
México, entre otros; manejan cifras que van desde los 20.000 hasta los 40.000
barriles diarios, situación que no solamente está ocasionando gravísimas perdidas
económicas y medioambientales, sino que ha aumentado la tensión, especialmente,
entre el Gobierno de Barak Obama (el cual advierte que es indispensable la
veracidad de los datos) y los directivos de la compañía de la BP.
La BP en un comienzo no se mostró muy clara en su actuar frente a la magnitud de
los acontecimientos. Tanto es así, que se hablaba (y aún se sigue hablando), de
una especie de “papa caliente” entre las tres compañías, en la medida que cada
una de ellas se declaraba exonerada de los perjuicios ocasionados, culpando a las
demás. Pero ante el ojo puesto de Washington encima de la gigante BP, esta
compañía ha articulado su potencial técnico (entiéndase por esto, uso de robots y
grandes brazos mecánicos) para que a una profundidad de 1500 metros, se logre
tocar y sobreponer el daño en la plataforma Deepwater Horizon y así detener la
fuga. Sin embargo, los resultados no han sido los esperados.
Sobre los hechos, la Casa Blanca ha sido enfática en expresar su inocultable
preocupación y su profundo malestar con los directivos de la mencionada compañía.
Por una parte, la preocupación se debe porque una de las pretensiones de este
gobierno era ampliar la perforación costa afuera (es decir, perforación con la cual
se buscaba consolidar proyectos más precisos para la industria energética de este
país); y por otra parte, el malestar tiene que ver con las medidas de contingencia
adoptadas por la BP, las cuales no han sido lo suficientemente eficaces para mitigar
la emergencia.
Ante el incontrolable derramamiento de crudo, Washington ha exigido a la BP que
pague la “factura de limpieza”; es decir, aquella factura que desde el inicio de este
desafortunado acontecimiento se ha generado en contra del medio ambiente y de
los sectores económicos que se han visto seriamente perjudicados. A este respecto,
vale la pena aclarar que dicho acontecimiento ha pasado hacer una catástrofe, en
estricto sentido, hasta ahora la segunda mayor catástrofe de derrame de petróleo
en el mundo después de la registrada en el Golfo Pérsico en 1991.
Inevitablemente entre las consecuencias más nefastas e inmediatas que se derivan
de esta catástrofe se pueden mencionar aquellas que giran alrededor de dos
niveles: A nivel ecológico, la producción de grandes mareas negras (manchas
negras); la contaminación de la cadena alimenticia y en razón de esto, los
perjuicios a la salud de las personas; la mortalidad de cientos de animales y plantas
marítimas y por ende, el desgaste del lecho marino. A nivel económico, la
prohibición del transito turístico en las playas que han sido afectadas en el Golfo de
México; el colapso en las fuentes de ingreso de las familias dedicadas a la pesca; la
gran inversión en limpieza, recursos que podrían tener un destino diferente de
mayor aprovechamiento para la industria y el fortalecimiento de sectores
económicos particulares.
Sin embargo, las consecuencias no terminan aquí. Para la BP los costos de la
catástrofe son incontables pues entre ellos esta: la credibilidad de la empresa (la
cual se tomara varios años en recuperar) y los costos netos del desastre. Además a
esto se suma, la caída que han sufrido las acciones de la compañía en las últimas
semanas en la bolsa de Londres y la creación de un fondo para compensar de
manera general los daños que ha ocasionado la fuga del crudo (fondo que al
parecer aún no cuenta con una cifra exacta para solventar tales daños, pues aún
los directivos de la BP no han podido calcularla).
Pero, esta cadena de daños y perjuicios directos e indirectos posiblemente no
cesará. La BP también está en la mira de los ecologistas, quienes analizan la
situación de manera minuciosa, estableciendo que al ser el segundo mayor derrame
de petróleo que ha tenido el mundo en cuanto a cantidad se refiere, también es (al
parecer) el primer derrame en cuanto a toxicidad (peor que aquel generado por
Exxon Valdez en la costa de Alaska - EEUU en 1989) cuyos daños lograron
resarcirse en tres años pero cuyos efectos al medio ambiente aún persisten.
Entonces, ¿Cuál será el futuro panorama que deberá enfrentar la BP?
Como parte de una respuesta al planteamiento anterior, con seguridad será un
panorama bastante incierto y desalentador para los directivos de la BP y
posiblemente de las otras dos compañías, Transocean y Halliburton. Esto sin pensar
en las sanciones que no se harán esperar por parte del gobierno de Obama, más
aún, cuando esta situación ha sido y sigue siendo analizada con lupa por parte del
Comité de Energía de la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados
Unidos, quienes han advertido sobre la fragilidad de las medidas de seguridad y
procedimientos de emergencia que proveen las empresas petroleras, entre ellas: BP
America, Exxon Mobil, Chevron, ConocoPhillips y Royal Dutch Shell.
Mientras tanto, en términos reales parece que la BP ha podido controlar una de las
tres válvulas que filtran el escape de crudo en la plataforma Deepwater Horizon.
Sobre las otras dos se espera una posible solución para el mes de agosto. Hay que
esperar.
(*) Joven Investigadora de las Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de
Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.
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