Políticas estatales y Seguridad Social en Argentina * Susana Belmartino ** Carlos Bloch *** ORGANIZACIÓN GENERAL Entre las instituciones argentinas, el modelo de cobertura de atención médica en la Seguridad Social es probablemente la que con más frecuencia, en los últimos treinta años ha sido objeto de evaluaciones, cuestionamientos y proyectos de transformación, provenientes de distintos sectores con muy diferente peso relativo en el cuerpo social. Lo que define dicho modelo es un abigarrado y heterogéneo conjunto de organismos dedicados a la cobertura de riesgos vitales, especialmente el de enfermedad, a través de mecanismos de solidaridad grupal: las “obras sociales”. Modelo “criollo” de seguridad social ha sido llamado1, y con justicia, pues es el producto de las complejas, profundas y frecuentemente contradictorias transformaciones que sufrió la sociedad argentina en los últimos cuarenta años. Los nuevos roles asumidos por el aparato estatal, las características de la industrialización, su impacto sobre la configuración del mercado de trabajo y la consiguiente estructura del empleo y del ingreso, la expansión y consolidación del movimiento sindical, las transformaciones en la organización y financiación de la atención médica, son procesos que se encuentran indudablemente en la base de su emergencia y explican en parte sus características originales. Sin embargo, una visión más comprensiva de las mismas hace necesario dirigir la atención a las diferentes fuerzas que actúan en el interior de la sociedad y que se expresan en el apoyo a diferentes modelos de desarrollo, pujas por la distribución del ingreso y, en forma general, la lucha por el acceso al poder político. Las obras sociales han acusado el impacto de dichas fuerzas a lo largo de su historia, probablemente en mayor o menor grado según el tipo de organiza* ** *** ción que las caracterice. Las que más frecuentemente se han encontrado en el centro del debate político han sido, sin lugar a dudas, las obras sociales sindicales, recibiendo apoyos y enfrentando cuestionamientos de índole variada según las diferentes coyunturas políticas y los diversos actores sociales implicados en la controversia. Por consiguiente, para un análisis históricopolítico es necesario distinguir, del conjunto de obras sociales, las Obras Sociales Sindicales —que actualmente suman 229 instituciones con más de siete millones de beneficiarios— organizadas y administradas por las entidades representativas del movimiento obrero; las de Administración Mixta, que proporcionan cobertura a 8,5 millones de personas y, agrupando al personal de diferentes organismos y empresas estatales, son administradas por representantes de los beneficiarios y del Estado; Obras Sociales del Personal de Dirección de Empresas (con 1.900.000 asegurados), Obras Sociales Estatales, y las surgidas por Convenio Empresa-Sindicato. Todas ellas integradas al Instituto Nacional de Obras Sociales (INOS), creado por la ley N° 18.610, actualmente derogada. Fuera del régimen de dicha ley es necesario mencionar, además, las Obras Sociales Provinciales y las correspondientes al Personal de las Fuerzas Armadas y de Seguridad. En conjunto, 399 instituciones que proporcionan cobertura de asistencia médica y otras prestaciones sociales de diverso tipo a un total de 22 millones de personas, el 85 % de la población del país (para 1978)2. La heterogeneidad y complejidad del conjunto no se limita, sin embargo, a las diferentes administraciones y la diferente sensibilidad a presiones de orden socio-político; existen diferencias importantes Relato presentado en la 34ª Reunión Anual de la Sociedad Brasileña para el Progreso de las Ciencias (SBPC), Campinas (Brasil), julio de 1982. Investigadora del Centro de Estudios Sanitarios y Sociales (CESS), Rosario. Director del Centro de Estudios Sanitarios y Sociales (CESS), Rosario. 2 en los criterios de agrupamiento de los beneficiarios y la correspondiente efectivización de la solidaridad grupal: en algunos casos por rama de actividad, en otros por jurisdicción administrativa o por pertenencia regional, ubicándose en el último grado de fragmentación las obras sociales por empresa. También es posible señalar diferencias en los beneficios otorgados, en la forma de efectivizar las prestaciones médicas mediante servicios propios, contratados, o ambos —en los procedimientos administrativos y los coseguros aplicados—. Las más importantes, probablemente, brotan de la disparidad en la disponibilidad de recursos, derivada del número de beneficiarios, el nivel de salarios de los mismos, y la existencia o no de “aportes especiales” provenientes del Estado o de imposiciones específicas sobre determinadas actividades de índole comercial o financiera. Según la ley 18.610, los recursos financieros de las obras sociales provienen de las contribuciones de carácter obligatorio de la totalidad de la población en relación de dependencia y de los respectivos empleadores, consistentes en un porcentaje de los salarios efectivamente percibidos (3 % y 4,5 % respectivamente, para empleado y empleador). Pueden existir, como ya señalamos, otras fuentes de recursos, o porcentajes mayores a los establecidos por ley pueden surgir de la negociación de los conventos colectivos de trabajo. Esta circunstancia, unida al diferente nivel de remuneraciones de los distintos sectores laborales y las diferencias en el número de contribuyentes por obra social, determinan la existencia de obras sociales con muy diferente capacidad financiera para solventar las necesidades vitales de sus beneficiarios. Un esfuerzo de alcances limitados por uniformizar “hacia abajo” la situación de la población cubierta por el sistema fue la sanción de la ley 18.610 que instituyó un Fondo de Redistribución destinado a la asistencia financiera de las Obras Sociales que presentaran dificultades para cubrir el monto de sus egresos, y estableció prestaciones mínimas que, en materia de atención médica, debían asegurar a sus beneficiarios todas las entidades adheridas (atención médica en consultorio y domicilio, internación, atención médica de urgencia, servicios complementarios de diagnóstico y tratamiento y atención odontológica). La misma ley afianzó la tendencia hacia la universalización de la cobertura haciendo el sistema obligatorio para todos los trabajadores en relación de dependencia. La ley N° 19.710, que fijó el régimen de contratos con las asociaciones gremiales médicas y las otras instituciones prestadoras de servicios, fue otro importante paso en favor de una mayor homogeneidad en los beneficios que otorgan las diferentes obras sociales. Las mayores objeciones que se han hecho a este modelo derivan fundamentalmente de la heterogeneidad ya discutida. Aun cuando la extensión de la cobertura se acerca a porcentajes aceptables del total de la población del país, existe acuerdo respecto a fuertes diferencias en el acceso a los beneficios entre las diferentes obras sociales y una muy relativa aplica- CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - OCTUBRE DE 1982 ción del principio de integralidad de las prestaciones, además de marcada desigualdad en relación con la cantidad y calidad de las prestaciones recibidas. Esta falta de igualdad en los servicios proporcionados se debe fundamentalmente a la atomización del sistema en múltiples organismos de muy diferente capacidad financiera. La consecuencia más grave de la situación planteada sería la ruptura de los mecanismos de solidaridad grupal en perjuicio de los sectores menos favorecidos3. En efecto, siendo los aportes proporcionales al ingreso y la accesibilidad a los servicios igualitaria, los sectores de mayor ingreso contribuyen a la cobertura de los riesgos vitales para los más desfavorecidos, pero si las dificultades financieras de los organismos en cuyo interior se hace la redistribución obligan el establecimiento de coseguros o tickets moderadores que funcionan como barreras de acceso a la atención, dicho mecanismo solidario deja de funcionar y la relación se invierte: los sectores de menores recursos realizan un aporte para financiar beneficios que no llegarán a utilizar y que se dirigen hacia aquellos que pueden superar dicha barrera. En los últimos años, además la totalidad del sistema sufre una crisis financiera que parece difícil superar dentro de las modalidades de organización vigentes: la caída del salario real y el aumento de la desocupación por un lado, y el creciente costo de la atención médica por el otro, confluyen para determinar que recursos cada vez más escasos deban afrontar erogaciones en aumento. Como consecuencia, el usuario debe efectivizar, bajo la forma de coseguros, proporciones cada vez mayores del costo de la prestación recibida, produciéndose un éxodo hacia los efectores del sector público de la población carente de recursos para solventar tales erogaciones. Además, la intensificación de la fase recesiva que se ha producido en los últimos años, unida a la crisis financiera que determinó el cierre de una importante cantidad de empresas, influyeron sin duda en el crecimiento del sector de trabajadores “por cuenta propia”, que actualmente se estima en una proporción cercana al 30 % de la población económicamente activa. Como consecuencia de dicho proceso, aquellos trabajadores que dejaron de pertenecer al sector asalariado perdieron al mismo tiempo su cobertura de obra social, situación que se refleja en el Cuadro Nº 1 (en página siguiente). Para una correcta interpretación de los datos presentados, provenientes de la Encuesta Nacional de Hogares, es necesario señalar que, aunque solo se dispone de información estadística parcial, para 1978 se estimaba que el 80 % de la población del país estaba cubierto por el Sistema de Obras Sociales. Las cifras del Cuadro Nº 1 ilustrarían, por consiguiente, una pronunciada contracción en la población dependiente de la Seguridad Social, que había aumentado en muy pocos años en virtud de la sanción en 1970 de la ley N° 19.710, y la consiguiente obligatoriedad de la incorporación al sistema de la totalidad de la población asalariada, para luego redu- 3 Políticas estatales y Seguridad Social en Argentina cirse también rápidamente en virtud de las circunstancias de naturaleza económica y social que hemos apuntado. La incidencia de los factores socioeconómicos en el tipo de cobertura de atención médica se evidencia en las cifras referidas a utilización del hospital público y acceso a prepagos privados según se trate de la población del Conurbano y de la Capital Federal que se muestran en los Cuadros Nº 2 y Nº 3. Del conjunto de los datos proporcionados se puede concluir que si bien la financiación de la atención médica por parte de las obras sociales determinó un descenso de la tasa de utilización del hospital público, ese descenso muestra diferencias en las dos áreas consideradas, manteniéndose dicha tasa en niveles de mayor importancia para la población del conurbano, de la que pueden suponerse inferiores condiciones de vida por la radicación en la zona del Cobertura cordón industrial, muy golpeado por la crisis, y las consecuencias del proceso de erradicación de villas miseria del interior de la Capital Federal. La diferente composición en términos socioeconómicos de las poblaciones de las dos áreas consideradas se refleja también en los porcentajes de acceso a los sistemas de prepago privado. Ha sido muy frecuente, a lo largo de los últimos 30 años, la discusión relativa a las debilidades del sistema de financiación de la atención médica por las obras sociales, y la óptica predominante se ha dirigido a verlo como una etapa de transición que culminará ineluctablemente en un sistema nacional integrado, por lo menos a nivel del organismo financiador4. Esas esperanzas no se han concretado, en parte por la resistencia de los organismos gremiales a ceder o compartir beneficios obtenidos a través de la lucha llevada a cabo frente a los patrones y frente CUADRO Nº 1: Población encuestada según tipo de cobertura - 1969 y 1980 Obra Social Doble Obra Social Obra Social y Prepago Privado Prepago Privado Obras múltiples Tipo desconocido Total Cobertura Sin Cobertura NS/N R Total Área Metropolitana 1969 Total 45,5 70,1 24,9 1,8 17,7 1,1 55,7 2,3 3,5 8,5 0,1 - 52,6 1,9 100,0 (N = 6.409) Capital Federal 1980 Conurbano 79,1 66,6 56,0 4,0 6,0 13,0 0,1 - 55,7 1,7 2,6 6,8 - 29,9 20,9 33,4 100,0 (N = 10.570) 100,0 (N = 2.930) 100,0 (N = 1.640) Cuadro Nº 2: Consultas médicas según vía de financiamiento 1969-1980 Vía Obra Social Prepago Privado Sector Público Cuenta Propia Total 1969 Área Metropolitana 16,1 13,2 27,5 43,2 100,0 Total 45,0 8,5 14,4 31,5 100,0 1980 Capital Federal 47,9 14,3 9,9 27,9 100,0 Conurbano 44,8 6,1 16,2 32,9 100,0 Cuadro Nº 3: Egresos según financiamiento (todas las causas) 1969-1980 Vía Obra Social Prepago Privado Sector Público Cuenta Propia Totales 1969 Área Metropolitana 20,3 13,2 40,0 26,5 100,0 (N = 295) Total 49,7 9,6 29,9 10,8 100,0 (N = 573) 1980 Capital Federal 56,3 15,2 17,2 11,3 100,0 (N = 151) Conurbano 47,4 7,6 34,3 10,7 100,0 (N = 422) 4 al Estado. En parte, también, debido a los vaivenes de la política argentina que determinaron una marcada inestabilidad de los modelos de desarrollo implementados y un juego pendular entre ideologías que enfatizan la responsabilidad del Estado frente a los riesgos vitales de la población —defendiendo, por consiguiente, un organismo estatal que actúe como gestor del sistema—, seguidas por el predominio de otras que afirman el carácter subsidiario del mismo, o bien se amparan en la necesaria contención del gasto público para estimular un mayor “laissez faire” frente al problema5. Puede, por consiguiente, ser necesario para comprender la real vigencia del sistema de obras sociales, remontarse a la situación social, económica y política imperante en el momento en que comenzaron a generalizarse, y delinear someramente la evolución posterior de las condiciones que modelaron sus características actuales. CONDICIONES HISTÓRICAS DE EMERGENCIA DEL SISTEMA La década del 40 será escenario de profundas transformaciones en la economía y la sociedad argentinas que incidirán de manera significativa en la organización y financiación de los servicios de atención médica. La propuesta de desarrollo autónomo sustentada por el peronismo suponía una política estatal dirigida a favorecer la consolidación de dos importantes fuerzas sociales: una burguesía nacional que dirigiera y aprovechara el proceso de sustitución de importaciones y un sector obrero que, beneficiado por la política de redistribución positiva del ingreso implementada y apoyada por el Estado, configurara el mercado interno que posibilitaría el crecimiento de la producción industrial. La clase obrera argentina, que ya había demostrado en la década anterior su capacidad de organización y de protesta, ve crecer considerablemente no solo su poder de negociación, sino también su posibilidad de participación en las decisiones políticas. El Estado, además de intervenir activamente en la esfera económica, refuerza considerablemente su política social, asegurando a los diversos sectores una participación ampliada en el consumo y los beneficios y oportunidades de una sociedad en proceso de urbanización y modernización crecientes6. Las políticas sociales implementadas desde el sector oficial, el aumento ponderable de la fuerza de trabajo ocupada en el sector secundario y el terciario, y el importante desarrollo de la organización sindical, determinaron importantes transformaciones en el sistema de atención médica7. La característica dominante en la organización de la atención médica hasta ese momento había sido la consolidación de un importante sector privado, al cual acudían fundamentalmente los sectores con capacidad de pago directo, que recibían una medicina de escasa complejidad. En la antípoda, la población de ingresos insuficientes para costear la medicina privada, acudía a los servicios organizados por la beneficencia y el sector público. CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - OCTUBRE DE 1982 En la coyuntura del 40 las exigencias del nuevo sector social incorporado al proceso productivo, que lucha por mejores ingresos, niveles de vida y mayor bienestar, se reflejan también en su preocupación por la salud, y por disponer de servicios médicos que aseguren al grupo familiar una atención médica oportuna y eficiente en cantidad y calidad. Como expresión concreta de esos reclamos, los diferentes grupos laborales logran el apoyo estatal para la organización de regímenes de atención médica a través de la forma del seguro social. La coincidencia, en un momento histórico determinado, de la necesidad de proveer a la industria de mayores volúmenes de fuerza de trabajo apta para ser incorporada al proceso productivo y el mayor poder de reclamo del sector asalariado, explica el desarrollo creciente de un conjunto importante de obras sociales que cubren las necesidades de atención médica asumiendo el carácter de sistema profesional múltiple. A diferencia de otros países de América Latina donde el Estado organiza la seguridad social cubriendo un sector de la población económica activa sin que existan diferenciaciones en el seno de los beneficiarios, en Argentina las obras Sociales aparecen como logros parciales de diferentes sectores de asalariados, según su mayor poder de negociación o capacidad de reclamo, y también según la importancia del respectivo sector en el aparato productivo. Sin embargo, hablar de la década del 40 como punto de partida del movimiento de expansión y consolidación del sistema de obras sociales, no supone negar la importancia que había alcanzado, ya en esa fecha, el mutualismo obrero. Según la escasa información disponible existían en 1940 en nuestro país cerca de 2.000 Mutualidades o “Sociedades de Socorros Mutuos” que cubrían una amplia gama de riesgos, proporcionando en algunos casos asistencia médica, odontológica y farmacéutica, en otros otorgando subsidios para solventar gastos de enfermedad o maternidad, o proporcionar ayuda económica en situaciones de invalidez, desocupación o fallecimiento8. El número de afiliados directos, que para esa época superaba el millón de personas, permite suponer una población cubierta cercana a los cuatro millones —sobre un total de 14 millones de habitantes— que de esa manera encontraba protección frente a los riesgos vitales a través del mecanismo básico de la solidaridad grupal. Es imposible determinar qué proporción correspondía, en esa cifra, a las familias de obreros y trabajadores asalariados, pero no resulta aventurado suponer que debía ser importante. En efecto, aunque las primeras formas del mutualismo habían estado relacionadas en Argentina con el aporte migratorio europeo, organizándose en base a colectividades, también tuvo temprana expresión la solidaridad gremial a través de instituciones como la Sociedad de Socorros Mutuos “San Crispín”, que en 1856 agrupa a los zapateros y “La Tipográfica Bonaerense”, organizada poco más tarde. También el movimiento social cristiano hace Políticas estatales y Seguridad Social en Argentina sentir su influencia con la creación en 1892 del Primer Círculo Católico de Obreros, destinado a proporcionar asistencia social y capacitación a los trabajadores y sus familias. A partir de estos primeros ensayos el movimiento mutual cobra fuerza y en 1910 se cuentan 560 asociaciones, algo más tarde, en 1927, su número llegaba a 1.141, con 552.986 afiliados, según los datos del respectivo Censo. Estos primeros movimientos solidarios de apoyo mutuo entre pequeños trabajadores independientes, empleados y obreros de los diversos sectores productivos y de servicio, muy similares en su orientación y objetivos en sus inicios, comenzarán a diferenciarse cuando los grupos asalariados logren incorporar, junto al aporte de los beneficiarios directos, la contribución de los respectivos empleadores. Y ese es, precisamente, el elemento diferenciador que señala, en la década del 40, el origen de las obras sociales. El referente a nivel político de este proceso debe buscarse, como ya dijimos, en el grupo que toma el poder en 1943 y la nueva orientación acordada al Estado y a su política social. De este grupo, por lo menos una fracción —la que se nuclea en la Secretaría de Trabajo y Previsión, creada en ese mismo año— estaba decidida a implementar una política de captación de los sectores populares, satisfaciendo sus aspiraciones a mayores niveles de consumo y utilizando su fuerza política para apoyar un programa de desarrollo industrial destinado al mercado interno. La necesidad de armonizar intereses entre capital y trabajo, y de atenuar las tensiones sociales emanadas del proceso de urbanización e industrialización, señala los cauces de la acción mediadora del Estado. Sus nuevas funciones en la esfera de las relaciones de producción se expresarán prioritariamente en la Secretaría mencionada, organismo destinado a encauzar el nuevo movimiento políticosocial. En ese ámbito se produce una serie de disposiciones destinadas a reglamentar el funcionamiento de la solidaridad grupal de los organismos gremiales, para dirigirla hacia la previsión y la asistencia, con el apoyo y bajo el control del Estado. Con miembros de la misma Secretaría y bajo la supervisión directa de la Vicepresidencia de la Nación, ocupada en ese momento por el entonces coronel Perón, se crea en 1944 la Comisión de Servicio Social, encargada de “propulsar la implantación de servicios sociales en los establecimientos de cualquier ramo de la actividad humana donde se presten tareas retribuidas” (Decreto Nº 30.655 del 14/11/1944, art. 1º). La creación de dicha Comisión es aceptada corrientemente como punto de partida de la organización de las obras sociales sindicales. Los servicios sociales “mínimos” cuya implantación debía estimularse en las diferentes empresas eran: atención médica gratuita, atención farmacéutica a precio de costo; 5 baños fríos y calientes al término de la jornada, suministro de artículos de primera necesidad a precio de costo, cocina y comedor para uso del personal y campañas para evitar accidentes de trabajo (art. 49). Los mismos podían también ser proporcionados por “la organización mutualista o cooperativa del personal”. Ante la imposibilidad de rastrear exhaustivamente el origen de las diferentes organizaciones sindicales de obra social, es posible suponer que los distintos grupos sindicales “negociaron”, en los respectivos contratos colectivos de trabajo, el apoyo patronal para la cobertura de algunos servicios prioritarios, en particular los de atención médica. En el mismo sentido se orienta la acción estatal, estableciendo la obligatoriedad del examen de salud anual de toda la población afiliada al Instituto Nacional de Previsión Social (decreto Nº 30.656 del 15/11/1944). En el respectivo decreto se afirma la necesidad de velar por el bienestar de las clases económicamente débiles estableciendo “un régimen de previsión que los proteja frente a los riesgos de enfermedad, maternidad, enfermedades profesionales y accidentes de trabajo, desocupación, invalidez, vejez o muerte...”. Paralelamente, a través de una serie de decretos y leyes, la administración nacional comienza a organizar servicios sociales para el personal de su dependencia. Entre los primeros beneficiarios se cuenta el personal ferroviario: el decreto N° 168 del 07/01/1944 declara obligatoria la contribución de las empresas y sus dependientes para el fondo de asistencia y previsión social de las entidades sindicales reconocidas. Con fecha 17 de abril del mismo año se crea la Dirección General de Asistencia y Previsión Social para Ferroviarios. En los considerandos del decreto (N° 9694/44) se señala además la necesidad de dejar establecida la incorporación voluntaria al nuevo organismo de “todas las mutualidades existentes en el país al servicio del personal ferroviario, para reunir en el mismo la dirección y administración de la asistencia y previsión social a dar al gremio, en busca del mejoramiento de su potencial humano y para una mejor convivencia social en el medio”. También había sido el gremio ferroviario el primero en ser el beneficiado con una Caja de Jubilaciones propia, lo que no puede extrañar si se considera su temprana organización y la importancia del ferrocarril en la conformación del mercado interno argentino. A lo largo del gobierno peronista el sistema se generaliza en la Administración Pública Nacional beneficiando al personal del Ministerio del Interior (Decreto N° 41.321/47), del Congreso Nacional (ley N° 13.265/47), la Municipalidad de Buenos Aires (D. Municipal N° 12.071/48), el Ministerio de Agricultura y Ganadería (Decreto N° 18.909/48), el Consejo Nacional de Educación (Decreto N° 39.715/48) y la Secretaría de Trabajo y Previsión (Decreto N° 18.484/48). Más tarde, ya en la década del 50, se incorporará a los beneficios del sistema el personal de la 6 Aeronáutica, el Ejército, la Presidencia de la Nación, el Ministerio de Asuntos Económicos, la Secretaría de Comunicaciones, la de Comercio Exterior, etc. Para la misma época se organiza la Dirección de Servicios Sociales para Bancarios, la correspondiente a los trabajadores de Seguros, Reaseguros, Capitalización y Ahorro, la Industria del Vidrio y el personal de los frigoríficos estatales y privados. De este modo se configura una suerte de mosaico con organismos de diferente importancia en cuanto al número de beneficiarios y la cantidad de los recursos obtenidos. La igualdad no rige siquiera para el personal del Estado, por el diverso monto de los aportes y la existencia de contribuciones especiales que benefician a determinados gremios. De este modo las organizaciones con mayor capacidad financiera logran brindar a sus beneficiarios una atención médica satisfactoria e incluso, en algunos casos, desarrollar su propia capacidad instalada y disponer de servicios propios, especialmente en la Capital Federal. No ocurre lo mismo con los organismos sindicales de menor peso numérico o gran dispersión geográfica, que no disponen de recursos suficientes para costear en forma adecuada la atención médica de sus afiliados. Con mucha frecuencia se ha señalado, en el análisis de la evolución de la atención médica en Argentina, la posible contradicción existente en el curso del primer gobierno peronista entre el importante incremento de la capacidad instalada del Estado y el estímulo a la organización de obras sociales con servicios propios. Dicha contradicción posiblemente no hace más que reproducir, a nivel de la atención médica, la ambivalencia existente en el régimen peronista entre la tendencia a la expansión y centralización estatal y la necesidad de estimular, y al mismo tiempo controlar, la movilización de las organizaciones populares. De todos modos, esa contradicción desaparece con la caída del peronismo, en 1956. A partir de ese momento, las fuerzas sociales que controlan el poder del Estado ponen en práctica una política económica de muy diferente signo, destinada a limitar la actividad del sector público en la esfera económica y a modificar los efectos de la política redistributiva de ingresos implementada por el gobierno derrocado. Una serie de planes de estabilización destinados a contener la inflación y a paliar el déficit de la balanza de pagos determinan la contracción del gasto público y el salario real —considerados elementos determinantes del proceso inflacionario— produciendo la caída de la demanda interna de bienes y servicios y la limitación de las políticas sociales aplicadas por el Estado9. El sector salud se ve afectado por las consecuencias de las políticas de austeridad fiscal. Los intentos por disminuir el gasto en salud del Estado Nacional conducen a propuestas de racionalización del sector público que en la práctica se traducen en la paralización del crecimiento de su capacidad instalada e incluso en el deterioro de la existente. Salvo en CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - OCTUBRE DE 1982 períodos excepcionales que pueden delimitarse con exactitud, la tendencia dominante desde 1956 a la actualidad conduce a desvincular al Estado de su responsabilidad como garante y financiador del derecho de la salud. A nivel de la estructura económica, al agotamiento de la etapa “fácil” de sustitución de importaciones, destinadas a bienes de consumo masivo, sigue una etapa de inversiones dirigidas a la producción de bienes de consumo duradero, bienes intermedios y bienes de capital. Se trata de industrias fundamentalmente capital-intensivas que producen una distorsión en el mercado de trabajo donde empiezan a advertirse índices crecientes de desocupación. Parte de la mano de obra excedente es absorbida por el sector público y los servicios, en ocupaciones con muy diferentes niveles de productividad y remuneraciones. La heterogeneidad en las condiciones de trabajo de los diferentes sectores asalariados refuerza, seguramente, el particularismo y la fragmentación que se encuentran en la base del sistema de obras sociales10. EL SEGURO NACIONAL DE SALUD COMO LÍNEA DOMINANTE A NIVEL DOCTRINARIO Mientras el Estado acepta o rechaza, según las coyunturas, su responsabilidad por las condiciones de salud de la población y ésta se atomiza en múltiples organizaciones destinadas a proporcionar cobertura para los gastos de atención médica, a nivel doctrinario se continúa insistiendo en la necesidad de la implantación de un Seguro Nacional de Salud. Esta línea de pensamiento tiene antecedentes bastante remotos en el tiempo. Ya en 1917 Augusto Bunge presenta ante la Cámara de Diputados de la Nación un proyecto de ley sobre Seguro Nacional de Salud11. La iniciativa no es sancionada, alegándose la escasa disponibilidad de médicos en el país. Presentada nuevamente en 1927, corre idéntica suerte. La situación parece diferente en 1936, cuando el mismo Bunge defiende su proyecto ante el Primer Congreso Argentino de Medicina Gremial y Social. Se habla entonces de “plétora médica”. Sin embargo, se aclara de inmediato, esa plétora es relativa a la capacidad económica de la población para solventar el gasto de salud. El seguro aparece pues, como instrumento idóneo para garantizar la tranquilidad de médicos y pacientes. Bajo el mismo aspecto se lo analiza en el Segundo Congreso Médico Gremial, en 1938 y en el Segundo y Tercer Congreso de Sanidad, reunidos en Santa Fe en 1942. El mismo año, un proyecto de ley Básica de Seguro de enfermedad, desocupación y vejez, presentando en la Cámara de Diputados de la Nación, termina siendo archivado. También Ramón Carrillo, Ministro de salud entre 1946 y 1953 se muestra partidario de un sistema único de seguro, administrado y conducido por el Estado, que tendría como principales efectores a las instituciones de salud del mismo Estado12. En realidad, la propuesta de Carrillo se acerca Políticas estatales y Seguridad Social en Argentina en algunos aspectos —responsabilidad fundamental del Estado, médico funcionario— a la posición de sectores minoritarios dentro de la profesión médica que abogan por una completa socialización de la medicina. El ministro peronista, en cambio, considera posible la supervivencia de la medicina privada para los sectores que pudieran solventar su costo. Paralelamente, el Primer Congreso Nacional de Higiene y Medicina Social, en 1948, el III Congreso Médico Gremial realizado en Córdoba en 1950, y el reunido por la Confederación Médica Argentina en Mar del Plata en 1954, discuten diversos proyectos de Seguro Nacional de Salud, las dificultades para su aplicación en el país y los beneficios que se derivarían de la misma. En los diez años que transcurren desde la caída del gobierno peronista hasta el derrocamiento del Presidente Illia en 1966, la idea de un sistema nacional de seguro de salud se traduce en multitud de proyectos emanados de organismos estatales o de las diferentes asociaciones médico-gremiales. Bajo el gobierno de Aramburu13 y en los primeros meses del de Frondizi se nombran comisiones encargadas de redactar proyectos ad-hoc, más tarde se crea una entidad específica, el Consejo Federal de Seguridad Social (COFESES), que inicia sus actividades en abril de 1961, con la finalidad de elaborar las bases de un plan de Seguridad Social “que se adaptase a la realidad socioeconómica de la Nación”. Dicho Consejo publica varios proyectos de Código de Seguridad Social, que consideran la unificación de las instituciones de previsión y asistencia bajo la conducción de un Instituto Nacional de Seguridad Social. En su tercer Informe Técnico sintetiza de este modo la situación de las Obras Sociales y mutualidades: prestaciones de pobre calidad, parciales o limitadas, remuneración inadecuada al personal médico, maquinaria burocrática asfixiante, gran quebranto económicofinanciero14. Bajo estas propuestas centralizadoras subyace probablemente la difícil relación entre el Estado y los Sindicatos que sigue a la caída del peronismo, y los diferentes intentos de cooptación del movimiento obrero y debilitamiento de su estructura de poder realizados desde las esferas de gobierno16. También en el sector gremial médico se refuerza en esos años la idea de un Seguro Nacional de Salud como instrumento idóneo para defender las modalidades de la práctica liberal: libre elección del médico por el paciente y pago por prestación. El congreso reunido en San Luis en 1957 considera que obras sociales y mutualidades “no están en condiciones, por razones financieras y técnicas, para atender en forma eficiente la prestación de una medicina integral, asistencial y preventiva, de acuerdo con el progreso técnico y científico de la época”. La solución propuesta radica en un seguro de salud “organizado por los médicos” para “evitar que sea objeto de demagogia en manos de los políticos”17. El cuerpo médico muestra en esa y otras oportunidades su alarma ante el desarrollo de la capaci- 7 dad instalada propia en las mutualidades y obras sociales, y la práctica generalizada de retribuir al profesional mediante salario. Múltiples proyectos de seguro de salud se presentan en esos años y la polémica, alentada por una aparente o real actitud receptiva por parte del Estado, trasciende en algunas oportunidades el ámbito gremial y llega a los medios de comunicación de masas. Paralelamente el CONADE (Consejo Nacional de Desarrollo) realiza la primera evaluación general de las actividades de obras sociales y mutuales, de la que solo se conocen datos parciales publicados sn 196518. Pese a lo incompleto de la información recogida, algunas cifras relativas a cobertura de asistencia médica pueden servir para mostrar las grandes disparidades en la situación de las diferentes entidades y su repercusión sobre los beneficios otorgados a sus afiliados. En lo relacionado con el tamaño de las diferentes asociaciones encuestadas, basta mencionar qua el 7 % de las mismas agrupaba al 91,2 % de los beneficiarios y el 5 % de las instituciones cubría el 93,1 % del gasto en asistencia médica. Tales cifras podrían resultar engañosas si de ellas se deduce que el numero de beneficiarios y el gasto en asistencia médica se encuentran de alguna manera relacionados. La real situación de desigualdad se pone de manifiesto al considerar que, si bien el gasto promedio por beneficiario era de $1.769,40 por año, los valores correspondientes oscilaban desde $71,60 a $ 2.546,60 por beneficiario, por año, poniendo al desnudo enormes disparidades en la accesibilidad a la atención. LA POLÍTICA DE BIENESTAR SOCIAL IMPLEMENTADA A PARTIR DE 1966 Bajo el gobierno del General Onganía, líder de la autodenominada “Revolución Argentina”, se produce nuevamente una escisión entre el proyecto de la rama técnica ubicada en la Secretaría de Salud Pública, y la propuesta de Seguridad Social, que se constituye como eje político de un nuevo Ministerio, el de Bienestar Social, que las reúne a ambas. Es probable que la creación de este Ministerio, que separa el área de Previsión Social de la muy conflictiva ubicada en el Ministerio de Trabajo, uniéndola a Asistencia Social y Salud Pública, haya sido un elemento de primer orden en el nuevo esquema de poder. Salud Pública, liderada por el binomio Holmberg-Mondet propone un sistema único, centralizado, y con funciones exclusivamente financiadoras, afirmando: “El Estado deberá armonizar las fuentes de financiación de la salud actuales, que se encuentran distorsionadas, unificándolas y tendiendo a la creación de un Seguro de Salud para las prestaciones de acción médica integrada, a través del Sistema de Seguridad Social que deberá actuar como ente financiero y no como prestador de acciones”19. Dicha propuesta estaba, sin duda, avalada por los informes sobre Obras y Servicios Sociales prove- 8 nientes del trabajo de dos comisiones designadas al efecto, la “Comisión Coordinadora de los Servicios Sociales Sindicales”, designada por decreto 2.318/67 y la “Comisión Nacional de Obras y Servicios Sociales” nombrada por la ley 17.230 del mismo año, que dirigió su actividad a los organismos estatales y para-estatales. Las conclusiones de ambas comisiones son unánimes al menos en un aspecto. Dice el informe presentado por la primera: “Existe una gran atomización de obras y servicios sociales sindicales... Cada gremio ha ido montando sus propios servicios sociales y, a su vez, en aquellos con menor grado de centralización, cada seccional organizó su propia asistencia local... Dichas circunstancias no han sido modificadas mayormente por lo que hoy presentan las Obras Sociales una deficiente estructuración y coordinación lo cual debe tener, evidentemente, su incidencia en cuanto al aprovechamiento de los recursos y esfuerzos” (8, p. 46). Más contundente aún, el informe de la segunda Comisión expresa: “Desde esta perspectiva, es indudable que los logros obtenidos son desalentadores y el grado de satisfacción de las expectativas creadas a los cotizantes del sistema son tan variadas, como variables son los niveles de eficiencia con que los distintos organismos han cumplido sus finalidades sustanciales. Las notables diferencias observadas tanto en lo referente a las obligaciones como a los derechos de los afiliados, evidencian una vulneración de los principios de igualdad de oportunidad y Justicia distributiva, aceptados universalmente como fundamento de todo el sistema de Seguridad Social”19. Un acápite importante en el Informe sobre Obras Sociales Estatales se refiere al efecto distorsionante de las contribuciones realizadas por el Estado: “La contribución del Estado actúa en sentido negativo, lesionando el ejercicio de una política salarial justa, ya que al financiar en mayor o menor grado las diversas prestaciones o beneficios que las instituciones brindan a sus afiliados, aumenta o reduce los salarios reales de importantes grupos de beneficiarios. Los montos de estas sobreasignaciones alcanzan diferencias significativas, con la particularidad que benefician —en general— a los grupos de mayores ingresos relativos”. La exactitud de la apreciación queda de manifiesto si se observa que, según los datos proporcionados por el informe, la contribución estatal oscila desde $73.248 por afiliado directo para Segba y $68.746 para YPF, hasta $388 para Dosme y $290 para la Asociación de Maestros de Corrientes. También en el caso de las obras sociales estatales o mixtas los beneficios alcanzados dependían, pues, del grado de movilización del gremio y de su posibilidad de presión, actuando el Estado, en este caso como un empleador más. En la misma creación de la Comisión Nacional de Obras y Servicios Sociales se comprueba la CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - OCTUBRE DE 1982 adopción por parte de Salud Pública del proyecto unificador. El art. 3° de la ley respectiva establecía, entre las funciones de dicha Comisión, la elaboración de un proyecto que permitirá “la integración de los actuales organismos dentro de un sistema coherente y homogéneo”. Afirmaba el Dr. Holmberg en la fundamentación de dicha ley: “Esos organismos —los servicios sociales estatales y para estatales— se financian en su mayor parte con aportes de los agentes y del Estado, pero sus modalidades en cuanto a formas de ingresos, cobertura, prestaciones, aportes y administración, son tan dispares, que en definitiva se ha institucionalizado un sistema de enervante injusticia que premia y castiga indiscriminadamente a importantes núcleos humanos”. Mientras esa secretaría elabora y fundamenta un sistema de cobertura de riesgos de salud basado en la centralización de los aportes en un organismo financiador, como única manera de superar la anarquía existente, sus colegas de Seguridad Social efectivizarán el respaldo jurídico al sistema plural mediante la sanción de la ley N° 18.610 de 1970. En el mensaje que acompañaba al respectivo proyecto se reconoce la “difícil situación existente en materia de Obras Sociales” y “las dificultades financieras de muchas de ellas tanto estatales como sindicales, debido a los escasos recursos con que cuentan para solventar las prestaciones que otorgan a sus afiliados”. Se afirma también que “uno de los mayores problemas que se observa en las áreas de competencia de este Ministerio, y especialmente en el campo de la salud, consiste en la dispersión de esfuerzos y de inversiones sin que exista una adecuada integración o complementación para aprovechar mejor la capacidad instalada y las posibilidades financieras”. “Sin embargo”, continúa la propuesta, “no se ha querido alterar la estructura actual de nuestro sistema de obras sociales. Para ello se ha tenido en cuenta que las obras sociales sindicales poseen una ya larga tradición en el país, y por encima de inconvenientes transitorios sufridos por muchas de ellas, desarrollan una tarea de indudable trascendencia para asegurar el bienestar de sus respectivos afiliados”. Se opta, pues, por no provocar una ruptura con las organizaciones de trabajadores manteniendo el sistema múltiple, y al mismo tiempo se las coloca bajo el control del Estado, a través de la penetración de sus funcionarios en organizaciones hasta ese momento privativas del movimiento sindical. Por las disposiciones de la ley se refuerza el poder económico y político de los gremios, determinando la obligatoriedad de la afiliación al sistema de obras sociales de todos los trabajadores en relación de dependencia, y generalizando en forma similar la contribución patronal. Pero ese proceso se coloca bajo la supervisión de un organismo del Estado, el INOS, con muy amplias facultades fiscalizadoras y reguladoras del conjunto. Para integrar el contenido de esta ley en la respectiva coyuntura socio-política es necesario no sólo Políticas estatales y Seguridad Social en Argentina relacionarla con el papel otorgado a los líderes sindicales y al movimiento obrero en el proyecto del gobierno militar, sino también entenderla como expresión de una nueva dinámica en las relaciones entre Estado y Sociedad. Durante los primeros años de la Revolución Argentina, en especial a partir del ingreso de Krieger Vasena en el Palacio de Hacienda, se intentó dar un impulso modernizante a la economía mediante la consolidación del modelo de capitalismo dependiente qua venía gestándose desde 1955, con el predominio de los sectores monopólicos en el liderazgo del crecimiento industrial20. Para vigorizar el estilo de desarrollo elegido era necesario asegurar formas coherentes de vinculación entre los centros de decisión empresariales y las instancias de poder en el gobierno, de manera de superar definitivamente las recurrentes crisis políticas que sacudían a la sociedad argentina desde la caída del gobierno peronista. La afirmación del nuevo sistema de poder suponía la exclusión política de los partidos tradicionales, el debilitamiento de la rama legislativa, y una particular extensión de las funciones del ejecutivo, reforzado por la alianza de las Fuerzas Armadas con una Tecnoburocracia en la que se integraban asesores y representantes directos del gran capital. Un tercer participante potencial de la alianza, la Burocracia Sindical, no llegó a incorporarse plenamente, pese a su indudable vocación negociadora, en razón del conflictivo papel que le obligó a jugar su condición de intermediaria entre sus representados y el poder estatal21. En efecto, uno de los pilares del proyecto Onganía-Krieger Vasena era la exclusión política y económica del sector popular, un congelamiento de sus reivindicaciones específicas, por lo menos en un primer período en el que el énfasis debía ponerse en la acumulación, para luego dar lugar a una distribución regulada de la riqueza y el poder previamente acumulados. En tal esquema, la Burocracia Sindical debía funcionar como mecanismo de contención de la movilización popular. En 1967 se liquidan las convenciones colectivas y los líderes sindicales pierden toda influencia en el mercado de trabajo. Sus reivindicaciones solo pueden dirigirse a partir de ese momento a problemas mutuales o asistenciales. De este modo, y hasta 1969, el sindicalismo tiene un papel subordinado y debe negociar las concesiones que el régimen decida otorgarle. Es posible suponer que en esta coyuntura se esboza el proyecto de ley de Obras Sociales sancionado más tarde, en 1970, bajo el N° 18.610. En el momento de la sanción de la ley la presión del descontento multisectorial habría minado las bases de la alianza en el poder y se estarían buscando nuevas formas de equilibrio pero, seguramente, el proyecto en sí mismo data de una época anterior, cuando todavía se vislumbraba como posible el éxito del modelo modernizante basado en la consolidación del capitalismo dependiente. 9 En ese momento, su doble rol de negociadora de las condiciones de trabajo y representante política de la clase trabajadora coloca a la Burocracia Sindical en una posición ambivalente, resultante de su fuerte dependencia respecto del poder político y su debilidad ante las sanciones de un Estado autoritario que monopoliza el uso de la fuerza y no vacila en utilizarla como mecanismo de coerción. Las armas del Estado para lograr el sometimiento de las organizaciones sindicales pasan por el uso directo de la fuerza, la intervención por sus funcionarios o el bloqueo de sus fondos, y el consiguiente ahogo económico. La ley 18.610 refuerza este “momento” del poder, transformándolo de excepcional en potencialmente permanente. Efectivamente, a partir de las funciones encomendadas al INOS, la intervención de los funcionarios del Estado en los organismos sindicales de obras sociales se transforma en un “procedimiento normal” que podrá funcionar como mecanismo de control de posibles “desbordes” o “demandas intempestivas”. Se llega, de este modo, a ese nuevo modelo de relaciones entre Sociedad y Estado que mencionábamos más arriba: El proyecto corporativista del gobierno militar suponía un doble eslabonamiento de los contactos entre Sociedad y Estado: por un lado la integración de los niveles de decisión de representantes de las organizaciones corporativas de la burguesía, por el otro, la penetración de los aparatos del Estado en las organizaciones representativas del sector popular de manera de controlar la emergencia de procesos contestatarios. Se trata de nuevos roles asumidos por el poder político en las sociedades modernas, especialmente a partir de la crisis económica de los 70, destinados a asegurar el mantenimiento de la tasa de beneficio y la reproducción de la fuerza de trabajo, a la vez que a generar una perspectiva ideológica de preocupación por el bien común. De este modo, el Estado no se limita a implementar políticas de salud, bienestar, vivienda, educación, etc., ni a regular mediante su poder normalizador las actividades de la sociedad civil en estas áreas; sino que extiende la penetración de sus organismos en las instituciones que desarrollan dichas actividades, produciendo una redefinición de las esferas de lo público y lo privado y nuevas modalidades de articulación con partidos y sindicatos. El mismo período brinda otro ejemplo de esta función reguladora y legitimadora asumida por el Estado: nos referimos a la sanción de la ley N° 19.032, por la cual se otorgó una generosa cobertura de atención médica a todo el sector pasivo, circunstancia inusual en los modelos de Seguridad Social adaptados en nuestro país y en América Latina. El nuevo sistema PAMI (Programa de Atención Médica Integral) que cubre a la totalidad de los jubilados y pensionados del Sistema Nacional de Previsión (un 11 % de la población total) se inspira en las Health Maintenance Organizations de los EEUU y en el modelo inglés del General Practitioner, estableciendo por un lado al médico de cabecera con una población 10 a cargo, retribuido per cápita, y por el otro, el convenio con sanatorios privados para las prestaciones de mayor complejidad, especialidades e internación, también retribuidas por una cápita global. La financiación del sistema se realiza con aportes del sector pasivo, un aporte especial de la población activa y partidas especiales que vota el Estado en situaciones determinadas. La medida tuvo un profundo contenido político pues se estaba en pleno proceso preelectoral, y era de fundamental importancia el logro del consenso para los candidatos que representaban la continuidad del modelo político de la Revolución Argentina, entre los que se contaría el Ministro de Bienestar Social y principal promotor del proyecto, Sr. Manrique. Otras consecuencias, menos directamente relacionadas con la coyuntura política pero igualmente importantes para el proyecto global, fueron la ampliación del mercado consumidor de atención médica, con la incorporación de sectores hasta ese momento excluidos del modelo de atención dominante, y un señalado aumento en el consumo de medicamentos cuyo impacto sobre la industria farmacéutica es fácilmente perceptible si se considera que el 50 % del gasto total del sistema PAMI corresponde a dicho rubro. Otro ejemplo de intervencionismo regulador en ámbitos hasta ese momento exclusivos de la Sociedad Civil lo brinda la sanción de la ley N° 19.710, que regula las relaciones entre las obras sociales y los prestadores de atención médica, estableciendo las formas de retribución, las modalidades para convenir aranceles, y un mecanismo de concertación para los casos en que no se llegue a acuerdos. Los profesionales médicos, que muy poco tiempo antes habían refirmado su convicción en la vigencia de los principios de la práctica liberal, considerando “irrenunciable su derecho a fijar sus honorarios privados y la variante de éstos, como son los aranceles para las Obras Sociales y Mutualidades” y por consiguiente “improcedente cualquier intromisión que, interfiriendo en las relaciones entre las partes contratantes dificulte el diálogo armónico entre las mismas”21, recibieron con desconfianza el nuevo sistema. Sin embargo, el transcurso del tiempo demostró que la práctica de contratación con obras sociales permitiría la supervivencia de las modalidades liberales de ejercicio, e incluso posibilitaría la incorporación masiva de tecnología y aumentos indiscriminados en los costos de atención. En el balance de la nueva legislación, magros resultados pueden contabilizarse para la acción desarrollada por el INOS en relación a sus objetivos prioritarios, referidos al logro de una mayor cobertura de la población “... por medio de la coordinación e integración de Obras Sociales” (ley N° 18.610, art. 14). Entre los objetivos parciales logrados en ese terreno es necesario mencionar la promoción de Asociaciones de Obras Sociales Provinciales, en particular a partir de la creación de Policlínicos destinados a la atención de sus beneficiarios. De este modo CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - OCTUBRE DE 1982 se organizan la Asociación Neuquina de Obras Sociales (ANDOS) la Asociación Tucumana de Obras Sociales (ATOS), y organizaciones similares en San Juan (ASOS), Mendoza (ISMOS), etc. A este respecto, un relevamiento publicado por el INOS en 1974 registra la existencia de 16 Asociaciones de Obras Sociales para todo el país24. El mismo informe, sin embargo, señala en su diagnóstico de la situación existente entre las instituciones incorporadas al sistema nacional, la continuidad de la situación anterior a 1970: “marcada heterogeneidad dimensional demográfica con significativa proliferación de gran número de obras sociales con muy escaso número de beneficiarios y correlativa heterogeneidad en lo referente a ingresos”. Con relación a la disparidad relativa el número de beneficiarios el mencionado informe registra que un 20 % de las obras sociales reúne el 87 % de los beneficiarios mientras en el otro extremo de la escala, el 50 % de las instituciones otorga beneficios al 2 % de la población cubierta. La disparidad a nivel de la relación entre beneficiarios y recursos se expresa a través de la discriminación por tipo de obra social: las estatales conforman un conjunto que cubre el 10 % de las obras sociales, con el 9 % de los beneficiarios y el 19 % de los recursos, en las mixtas los porcentajes son respectivamente 4 % de las instituciones, 38 % de beneficiarios y 48 % de recursos, mientras la relación más desventajosa se encuentra en las obras sociales privadas (que reúnen obras sociales sindicales, por convenio empresa-sindicato y de personal superior). Se trata del 86 % de las instituciones, que otorga protección al 53 % de los beneficiarios del sistema y cuenta solo con el 33 % de los recursos del mismo. Porcentajes globales que, siendo bastante elocuentes, ocultan disparidades aún mayores entre las diferentes instituciones. SINDICATOS Y SALUD BAJO EL TERCER GOBIERNO PERONISTA La diversidad de proyectos de reorganización del sector salud emanados de diferentes núcleos organizativos del movimiento sirven para poner en evidencia, una vez más, la heterogeneidad de su conformación, las pujas sectoriales que dificultaron su unidad y el peculiar momento político configurado por el paso del Dr. Cámpora por la primera magistratura del país25. El ala izquierda del movimiento, que constituyó uno de los principales soportes políticos del camporismo, se expresó en la propuesta del Consejo Tecnológico, que considera al Estado “responsable de asegurar el acceso a la salud en forma gratuita e igualitaria a través de un Sistema Unico Nacional de Salud que incluya a todos los recursos humanos, materiales y financieros del sector”26. Se expresa de ese modo una nueva corriente entre los sanitaristas argentinos que defiende la unificación del sistema de salud en base a la idea de “Servicio”, como sistema integrado en manos del Estado Nacional. Se abandona la idea de “Seguro” Políticas estatales y Seguridad Social en Argentina anteriormente dominante en el terreno doctrinario, y los mecanismos financiadores que le son propios, postulándose la efectivización de la responsabilidad del Estado frente a la salud a través de sus rentas generales27. En el mismo sentido se expresa el Subsecretario de Salud Pública, Dr. Domingo Liotta, al reseñar la futura acción de gobierno en su área específica: “En política y organización sanitaria sostenemos la necesidad de integrar todos los recursos y servicios en un Sistema Nacional de Salud. Es impostergable el terminar con las soluciones convencionales y los esquemas de una medicina atomizada en múltiples administraciones independientes, cuya carga de ineficiencia la soporta el pueblo asalariado, en especial el de menores ingresos. Es inconcebible que en materia de salud pueda haber una realidad privada y otra pública. Esta falsa antinomia pública-privada debe ser superada en una reunión de recursos y de esfuerzos que garantice al sistema propuesto una prestación médica integral, suficiente, oportuna y continua. Propiciamos a través de este sistema nacional el ejercicio de una sola medicina con un solo requisito para recibir atención médica: la condición de estar enfermo o necesitar servicios, cualquiera sea la condición económica o la situación geográfica de quien la demande”28. Cuando en diciembre de 1973 se eleva al Congreso de la Nación el proyecto de creación del Sistema Nacional Integrado de Salud, el texto del Mensaje que lo acompaña y fundamenta parece defender la misma posición doctrinaria. “Este proyecto define la función del Estado como garante de la salud y determina, a partir de la postulación del principio de la solidaridad nacional, su responsabilidad, como financiador y garante económico en la dirección de un sistema que será único e igualitario para todos los argentinos”. El mismo Mensaje especifica un plazo perentorio para la puesta en marcha del sistema: “El sistema propuesto asume y unifica la planificación, organización, financiación y ejecución de todas las acciones concernientes a Salud, previéndose un plazo no mayor de tres años para implementar el proyecto sin perturbar los servicios y beneficios que actualmente se prestan”. Sin embargo, el articulado definitivo de la ley es contradictorio con la posición doctrinaria explicitada en el Mensaje y expresa el resultado de las negociaciones a que debió someterse el proyecto original en el seno del gobierno. Conforme al texto definitivamente sancionado, el Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS) tiene sólo aplicación obligatoria en el subsector público de los territorios de Jurisdicción nacional; Municipalidad de Buenos Aires y Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Las limitaciones en la aplicación no expresan solamente dificultades de tipo jurisdiccional, conforme al art. 3°: “Las provincias y el sector priva- 11 do relacionado con la salud podrán incorporarse al Sistema por vía de la adhesión, o la firma de convenios, respectivamente”. El proyecto original era integrar de manera obligatoria todos los efectores dentro del Sistema de salud. La oposición cerrada del sindicalismo organizado determinó que en el proyecto definitivo la incorporación quedara librada a la voluntad de los interesados, hecho que en la práctica no se concretó. En el terreno de las propuestas de salud la oposición al proyecto integrador se había manifestado principalmente en dos vertientes: el Comando Tecnológico y el Consejo de Planificación. El Comando Tecnológico defendía la vigencia de la ley N° 18.610, con una mayor subordinación del INOS al Poder Ejecutivo Nacional, y la ampliación de sus facultades en la determinación, ejecución y control de las políticas de salud29. La propuesta del Consejo de Planificación se orientaba en el mismo sentido, abogando por la planificación y coordinación de todos los recursos y subsistemas, bajo la reglamentación, normatización y control del Estado, manteniéndose la individualidad de las instituciones respectivas30. En casi todos los casos, además, la formulación del plan general de políticas de salud está acompañada de una defensa explícita del sistema múltiple y en especial de las obras sociales sindicales. En primer lugar la CGT, a través de su equipo de trabajo en el área de salud, reiteró su posición en defensa de la autarquía jurídica y administrativa de las obras sociales, que consideraba una preciada conquista política. Paralelamente, el INOS, cuando esboza su plan general de acción se propone: “Reducir la heterogeneidad institucional de las Obras Sociales a la estrictamente necesaria para tener en cuenta situaciones pre-existentes que resulte conveniente mantener, sobre la base de que las Obras Sociales sean siempre, institucionalmente, las “organizaciones del Pueblo”24. El documento del Centro de Estudios y Planificación Sanitaria Ramón Carrillo, que expresa la propuesta del Consejo de Planificación, afirma: “Las obras sociales, que constituyen una conquista de las organizaciones sindicales, fundamentadas en la justicia social y la solidaridad, que dan satisfacción a las necesidades médico asistenciales y sociales del trabajador y su núcleo familiar, se verán fortalecidas al integrarse, no solo porque ampliarán así el espectro de sus prestaciones, sino por la participación activa en la conducción del sistema”. Sería ingenuo suponer que la única y frontal oposición al Sistema Nacional Integrado de Salud provino del sindicalismo. El proyecto tocaba intereses muy poderosos y concepciones muy arraigadas en el sistema de provisión de atención médica vigente. Las empresas médicas privadas, la industria farmacéutica e, inclusive, los profesionales convencidos de las virtudes del sistema liberal, pueden servir como ejemplos de una oposición basada en una amplia diversidad de intereses. Pero el peso de la oposición sindi- 12 cal debe haber sido por lo menos equivalente, si se tiene en cuenta que la rama sindical constituyó uno de los núcleos hegemónicos del sistema de poder a partir de la renuncia de Cámpora y el ascenso de Perón a la presidencia de la Nación. LA LEY N° 22.269 Y EL PROYECTO MILITAR DE 1976 El golpe de Estado de marzo de 1976 se produce en un momento de profundas convulsiones de la sociedad argentina: crisis económica, crisis política, inoperancia del aparato estatal, imperio de la violencia de todo signo, desorden, anarquía. Todo ese conjunto de problemas, algunos espectaculares, otros profundamente desgarradores para la unidad del cuerpo social, constituían sólo el epifenómeno de una crisis mucho más profunda que intentaría resolver definitivamente el proyecto económico, social y político implementado por el General Videla y su Ministro de economía, José Martínez de Hoz31. Ante la grave situación emergente durante el gobierno de Isabel Perón, aparece la imposición de un “nuevo orden” asegurado por la presencia de las Fuerzas Armadas en el terreno de la lucha social; orden que sustituye la violencia anárquica de la última época peronista por una nueva violencia, mucho más efectiva; orden que será fundamentalmente un orden coercitivo y estará destinado a asegurar la consecución de un nuevo orden social: nuevo ordenamiento de las relaciones económicas, nuevo ordenamiento de las fuerzas sociales en conflicto. La organización del poder estatal impuesta por los grupos militares que asumen el control de la situación, constituye una nueva formulación del modelo implementado bajo la Revolución Argentina que ha sido caracterizada por G. O’Donnell como una forma particular de estado capitalista: el Estado Burocrático Autoritario30. Las características fundamentales del tipo de Estado que se considera como instrumento adecuado para la puesta en marcha del proyecto serían: — Se trata de una organización altamente burocratizada, compuesta de una multitud de complejos organismos destinados a intervenir en los diferentes aspectos de la vida social. Un Estado netamente intervencionista que utiliza su poder normatizador para modelar, conforme a su proyecto, la totalidad de las instituciones sociales. La estrategia de desarrollo aplicada desde el — aparato estatal implica en primer lugar una etapa de normalización de las condiciones que dificultan el crecimiento sostenido, particularmente la inflación y el déficit crónico de la balanza de pagos, y una segunda etapa, de reorganización de la estructura productiva: “profundización del capitalismo” que permita una integración más eficiente en la nueva división internacional del trabajo. Para el caso argentino es imprescindible mencionar que los objetivos de la primera etapa sólo se lograron CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - OCTUBRE DE 1982 parcialmente, a costa de la emergencia de nuevos problemas entre los que sobresale el desmesurado crecimiento de la deuda externa. — Configuran sistemas despolitizantes: se pretende reducir las grandes cuestiones sociales y políticas a problemas meramente técnicos, que deben resolverse con criterios de racionalidad y eficiencia. Esa “racionalidad superior” propia de los modelos de funcionamiento del capitalismo central, se encarna en una capa de tecnócratas que asumen posiciones clave en el gobierno y en las asociaciones corporativas que apoyan el nuevo proyecto político. El cumplimiento de la primera etapa de “normalización” de la economía tenía como uno de sus supuestos la exclusión económica y política del sector popular. Dicha exclusión se efectiviza mediante el control de las organizaciones que pueden encuadrar su movilización, en particular sindicatos y partidos políticos. Ante la necesidad de desmovilizar el sector popular, controlar cualquier intento de subvertir el orden, bloquear demandas por reivindicaciones específicas y, por consiguiente, retirarle en forma definitiva los recursos organizacionales y económicos que posibilitan esa movilización, el Estado elabora dos instrumentos encaminados a cumplir dicho fin: la Ley de Asociaciones Profesionales y la de Obras Sociales. El objetivo manifiesto de la ley de Asociaciones Profesionales (N° 12.105, del 15/11/1976) es debilitar y desmembrar el poder sindical, principalmente a través de la disolución de la CGT que constituyó la organización político-sindical más poderosa en la historia de la clase obrera argentina. Dicha ley, además, estimula la formación de una multiplicidad de entidades sindicales, otorgando “zonas de actuación”, prohíbe la coexistencia de personal jerarquizado y no jerarquizado en la misma asociación y, aunque acepta la existencia de federaciones, desalienta su formación. En relación a las autoridades establece un sistema de reelegibilidad limitada y cercena las facultades de las comisiones directivas. Las entidades sindicales sólo pueden realizar lo que se denomina una tarea gremial pura: es decir, sólo pueden actuar cuando se encuentren en juego cuestiones meramente reivindicativas, no pueden realizar actividades políticas ni tampoco económicas (salvo excepciones, como brindar hotelería o proporcionar créditos, exclusivamente a sus afiliados). La prohibición de imponer contribuciones a los no afiliados con motivo de la celebración de convenios colectivos que los benefician, implica la pérdida de una importante fuente de recursos. En el mismo sentido obra la disposición que nos interesa más cercanamente: su artículo 9° retira a los sindicatos la administración de los fondos provenientes de la ley N° 18.610, estatuyendo además, que no intervendrán en la conducción o administración de obras sociales. Dicho artículo pone de manifiesto la intencionalidad política unitaria que se encuentra en la base de la sanción de ambas leyes. Políticas estatales y Seguridad Social en Argentina El motivo aducido para efectivizar la medida se explicita en la fundamentación del proyecto de ley de Obras Sociales (N° 22.269/80) presentado por el Ministerio de Bienestar de la Nación. En él se expresa la necesidad de implantar “controles eficaces” que impidan la aparición de situaciones irregulares, “traducidas en ausencia total o parcial de prestaciones, falta de adecuada cobertura de importantes sectores de beneficiarios y derivación de los fondos de las Obras Sociales hacia el financiamiento de actividades extrañas a sus fines”. No deja de ser verdad que el importante caudal financiero que manejan algunas obras sociales de envergadura puede constituir un poderoso elemento de propaganda para la actividad sindical pero, sin duda, para ello no era necesario derivar fondos fuera de sus fines específicos. Las prestaciones sociales otorgadas por los sindicatos constituían un elemento de cohesión y de captación de nuevos adherentes, aumentando su poder de convocatoria. La prueba de que no sólo se trataba de impedir el manejo “irregular” de los fondos se encuentra en la prohibición adicional de organizar mutuales o cooperativas de salud. Es decir, se les niega un derecho tradicionalmente reconocido en la sociedad argentina a cualquier sector deseoso de asegurarse frente a las contingencias vitales a través de formas generalizadas de solidaridad grupal. Esa prohibición constituye una demostración evidente de que lo que se procura es impedir cualquier tipo de organización de los sectores populares que, a través de reivindicaciones específicas, pueda motivar la politización de los mismos. Por otra parte, el clivaje producido en la sociedad civil a partir del uso del poder normatizador del Estado para controlar sus organizaciones, casi nunca es unidireccional. Por lo general, cuando se reprime a un sector, se colocan a la vez las bases para promover otros, facilitando el afianzamiento de su poder político o el desarrollo de su capacidad de acumulación. A ello se dirige el artículo 4° de la ley de Obras Sociales, que brinda a los beneficiarios la posibilidad de evadirse del sistema siempre que puedan comprobar su afiliación a un sistema de pre-pago o seguro privado. Esta disposición no solo destruye la solidaridad grupal entre los mismos, permitiendo la salida del sistema de aquellos con posibilidad de aportar a un seguro privado y debilitando, por consiguiente, la situación de los restantes. Fortalece, además, el crecimiento de las empresas financieras, de gran desarrollo en los últimos años, que lucran con el financiamiento de los sistemas de pre-pago para la cobertura de salud. De este modo se refuerza la tendencia, puesta de manifiesto en otros aspectos de la vida económica, a favorecer la concentración de capital y privilegiar b especulación en el ámbito financiero. Por otra parte, la acción del Estado sobre las Obras Sociales no se limita a separarlas de los sindicatos, para privar a éstos de los recursos que el sistema les permitía controlar. Además, se organiza una estructura rígidamente jerárquica, con una particular 13 concentración de poder en los funcionarios encargados de la creación, organización, administración y control del funcionamiento de los nuevos Entes de Obra Social (EOS). Concentración omnímoda de poder que tendrá un doble efecto: a) suprimirá toda posibilidad de movilización democrática en el interior de las nuevas organizaciones; b) asegurará, mediante la coerción ejercida sobre el gremio médico integrado al sistema, un mínimo de salud para la población beneficiaria, con el objeto de mantenerla en elementales condiciones de trabajo y prevenir posibles movimientos de protesta por la carencia de un bien fundamental para el ser humano, como es la salud. En efecto, la nueva ley, aunque sus autores declaran que su intención es solo superar las deficiencias de la ley 18.610 y complementarla, en realidad ha cambiado totalmente la organización establecida por esa norma y los propósitos declarados en el momento de su sanción, estructurando un nuevo sistema que supone una concentración de autoridad casi absoluta en el nivel central. El organismo detentador de ese poder es el INOS, entre cuyas atribuciones sobresalen: — “Definir las prestaciones médico asistenciales básicas que serán brindadas”. Tarea que anteriormente correspondía a la Secretaría de Seguridad Social. En el nuevo sistema coincide el ente que debe aplicar la norma y el que la estatuye. — Tiene facultad de decisión sobre el fondo de redistribución y sobre la inversión de los recursos provenientes del mismo. — De su voluntad depende buena parte de las facultades, volumen, estructura, número y competencia de los EOS que se crearán conforme a su decisión. — Se constituye como “autoridad de aplicación de la ley” con jurisdicción sobre los EOS y las Obras Sociales adheridas. Se trata de un “ente con personalidad jurídica y autarquía” en la jurisdicción del Ministerio de Bienestar Social y en la “órbita de competencia” de la Secretaría de Estado de Salud Pública. Por consiguiente se trata de una persona jurídica de derecho público. — Sus facultades están definidas de manera muy genérica con la misma imprecisión: * desarrollo de las prestaciones médico-asistenciales. * coordinar y controlar el sistema estructurado por la ley. * coordinar, integrar y supervisar las actividades de los EOS. * actuar “con competencia específica para aplicar sanciones”. — Además de ser el exclusivo creador de Entes de Obra Social, pues ningún otro organismo o persona privada o pública puede promoverlos o darles vida, sus decisiones son obligatorias 14 para las instituciones así formadas. No sólo regula totalmente su funcionamiento, sino que designa los miembros del respectivo Consejo de administración: los afiliados y empleadores sólo tienen derecho a proponer una terna. — Algo semejante sucede con los Síndicos que actuarán en los EOS. Están totalmente subordinados al INOS, puesto que pueden ser removidos en cualquier momento por decisión de dicho Instituto. Esto coloca a los EOS en situación de estar sometidos a una tutela continua, se podría hablar de una “intervención” permanente. — El INOS tiene, por otra parte, facultad para establecer “contratos tipo” para la concertación de convenios de prestaciones. Aquí se deroga la libertad de contratación, ya que cualquier modalidad que importe la derogación de una pauta, regla o norma del “contrato tipo” deberá ser negociada a través del INOS. — También puede el INOS establecer los requisitos que deberán completar las personas o entidades que deseen inscribirse como prestadoras. Esa inscripción les impone la obligación de aceptar el Nomenclador y los valores arancelarios para las futuras contrataciones que serán fijados por el mismo INOS. Además, deberán ajustarse a las normas que, en el ejercicio de sus facultades y atribuciones establezca el mismo Instituto. Es decir, están obligados a aceptar lo que la ley dice ahora y lo que puede llegar a decir el INOS en cualquier momento del futuro. El cumplimiento de las obligaciones contraídas por los Prestadores se considera Servicio Público de Asistencia Social, enormidad jurídica que, como decíamos más arriba, tiene por fin asegurar, en cualesquiera condiciones, un mínimo de salud para la población. A partir de las consideraciones realizadas sobre la Ley de Obras Sociales y su inserción en la particular coyuntura histórica por la que atraviesa Argentina, parece sencillo enumerar una serie de objetivos no explicitados que, más allá de su finalidad específica de remodelar el sistema de cobertura de la atención médica en la Seguridad Social debe alcanzar la nueva ley de Obras Sociales para contribuir al éxito del Proceso de Reorganización Nacional: Retirar a los sindicatos uno de sus más impor* tantes canales de obtención de recursos. * Paralelamente, retirarles la posibilidad de brindar a los miembros de su gremio una serie de beneficios que aumentan el poder de convocatoria de las organizaciones sindicales y la cohesión en el interior de la clase obrera. * Asegurar a la totalidad de la población trabajadora una cobertura mínima de salud que aleje el peligro de aparición de tensiones referidas a ese terreno. Al mismo tiempo, cerrar toda posibilidad de organización democrática de la comunidad en defensa de sus condiciones de vida. * Asegurar al sector asalariado con alta capacidad de consumo la posibilidad de optar por una CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - * * * * OCTUBRE DE 1982 atención más sofisticada y costosa —no necesariamente de mejor calidad— aumentando así la clientela de las grandes empresas médicas. Debilitar también al gremio médico, estableciendo las condiciones para que se ahonde la escisión entre un grupo minoritario de empresarios de la salud y el conjunto de los trabajadores, algunos retribuidos mediante salarios, otros relativamente en mejores condiciones, que recibirán los honorarios que puedan pagar las obras sociales con los magros recursos provenientes de débiles porcentajes tomados sobre salarios en franco retraso con respecto al movimiento general de precios. Asegurar al capital financiero el desarrollo de una nueva y muy atractiva forma de inversión: los seguros privados de salud. Brindar a potenciales nuevos inversores una mano de obra disciplinada y barata, garantizando al mismo tiempo la desmovilización del movimiento obrero, obtenida primero por la represión y la violencia, luego mediante la imposición de formas de organización tendientes a conducirlo a la atomización. Liberar al presupuesto fiscal de toda responsabilidad por la salud de la población, inclusive del sostenimiento del hospital público al que se otorga la posibilidad de financiamiento mediante la contratación con las obras sociales. CONCLUSIONES Françoise Steudler resume de la siguiente forma las condiciones que provocan el surgimiento de la Seguridad Social: “La evolución del sistema de salud parece estar regida, por una parte, por las exigencias propias de la estructura económica (el progreso social está vinculado a la política de salud, la seguridad social es un elemento de equilibrio económico, la estructura y la orientación del consumo están vinculados a los mecanismos de redistribución del ingreso nacional y el equilibrio político está garantizado por la supresión de los peligros que las enfermedades representan para aquellos cuyos ingresos son escasos); y por la otra, por la relación de fuerzas que se establece entre los distintos grupos sociales (partidos políticos, sindicatos, grupos de presión) y el Estado, para obtener mejoras en materia de salud. Así se puede considerar que la creación de la Seguridad Social es el resultado de las exigencias del sistema económico y el resultado de la lucha política”32. Los elementos a considerar para tener una idea integral de las funciones que cumple la seguridad social serían, conforme a dicha concepción: progreso social, equilibrio económico, estructura y orientación del consumo, equilibrio político, lucha entre los diferentes sectores de la sociedad civil y el Estado. Respecto al primer punto, el progreso social, el mecanismo sería el siguiente: el creciente costo de la atención médica impide el acceso a sus servicios a amplios sectores productivos de la sociedad, cuyos ingresos no resultan suficientes para pagarlo. El obre- Políticas estatales y Seguridad Social en Argentina ro enfermo, marginado del sistema de atención médica, queda también marginado de la producción. Los servicios de salud organizados por mutualidades, sindicatos o el propio Estado, representan el medio de reintegrar al mercado de trabajo a las personas que, por las condicionas en que viven, enfrentan frecuentemente el peligro de disminuir o perder su capacidad laboral; la clase obrera, como advierte Laura Conti33, ha conseguido defender —desde el punto de vista médico— sus propias condiciones de competencia. La dinámica de la atención médica aparece así enmarcada e impulsada por las contradicciones propias de la sociedad capitalista. La medicina liberal ve seriamente trabado su desarrollo por el aumento de sus costos, propio de la complejización de la tecnología utilizada y otros factores que no es necesario destacar aquí. El profesional se ve afectado por la reducción del mercado de trabajo que se restringe debido a la creciente tendencia, propia del funcionamiento del capitalismo, a concentrar la riqueza cada vez en menos manos y a empobrecer (al manos relativamente) a sectores sociales cada vez más numerosos. Es así como progresivamente menos personas están en condiciones de financiar individualmente la atención médica que requieren. Dicho proceso conduce a la aparición de ciertas formas socializadas de la medicina que permiten mantener la productividad de la fuerza de trabajo y realizar el valor de cambio de la atención médica, con lo cual se restablece, en este sector, el equilibrio económico perturbado. Respecto al mecanismo de orientación del consumo, el Estado capitalista, en su función de mantener la cohesión de la formación social, está llamado a cumplir un importante papel a este respecto. Desde ese punto de vista se deben entender las dimensiones de las “políticas sociales” destinadas a proporcionar consumos específicos tales como educación, salud, habitación, etc. Su finalidad reside en justificar la desigualdad social como una desigualdad que tiene su fundamento en el plano de la distribución de los bienes de consumo, y por consiguiente, “representan un mecanismo potencial de atenuación de los conflictos sociales, en la medida en que corresponda a una desviación hacia la exclusiva esfera del consumo de los antagonismos identificables a nivel de la producción”34. Sin embargo, considerada históricamente, la ampliación de los servicios de salud no ha sido nunca una concesión gratuita del Estado. Desde muy antiguo, los sectores sociales de menores ingresos han incluido en sus plataformas de lucha, reivindicaciones relacionadas con la modificación de condiciones de trabajo insalubres o con la ampliación de la siempre limitada atención médica que reciben. La Seguridad Social se financia en la mayoría de los países con el aporte de tres sectores: obreros, empleadores, Estado. Por lo tanto, tal como afirma Bronstein35 “la seguridad social se sigue financiando en su mayor medida por cotizaciones salariales a cargo directa o indirectamente de los asalariados, toda 15 vez que las cotizaciones a cargo de los empleadores, en principio, repercuten sobre los salarios reales o, en última instancia, sobre los precios al consumidor constituyendo los asalariados el principal grupo de consumidores”. En lo referente a la contribución del Estado, representa una forma más de subsidio al capital, dado que significa la canalización de fondos públicos, no a la solución de problemas de toda la población, sino de un sector clave de la acumulación capitalista. Por último, es necesario considerar también los beneficios excepcionales que ciertos grupos profesionales pueden obtener de la Seguridad Social. Si como resultado de la colectivización del riesgo, el consumo de prestaciones médicas deja de estar limitado por su costo, cada miembro de la comunidad consumirá en adelante de acuerdo a sus necesidades. Esta ampliación de la demanda beneficiará a los sectores prestadores de los servicios en cuestión, médicos, miembros de profesiones paramédicas, servicios hospitalarios, industria farmacéutica, etc., produciéndose nuevamente un reforzamiento de la situación de la medicina privada, en particular de los sectores en mejores condiciones de competir en el mercado de oferta de servicios. En síntesis: el objeto de la seguridad social es proteger las condiciones de venta de la fuerza de trabajo, liberando al salario individual de sus costos de conservación y reproducción y haciéndolos incidir sobre el salario social. Pero al mismo tiempo, puesto que el sistema tiene su dialéctica interna propia, a través de los mecanismos de redistribución del ingreso que posibilita la Seguridad Social se pretende dar respuesta a las exigencias sociales de mayor bienestar de amplios sectores de la población, incapaces económicamente de satisfacerlas por sus propios medios. Si el Estado no satisficiera esas exigencias aunque sea en forma parcial, se agudizarían las tensiones sociales, con serio peligro de romper el equilibrio del sistema, del que el Estado es responsable. En lo que respecta a nuestro país, desde las primeras iniciativas grupales de trabajadores y comunidades extranjeras hasta la actualidad, en que el desarrollo de las obras sociales ha llegado ya a la atomización, se recorre un vasto espacio histórico donde las reivindicaciones sociales se concretaron en buena medida a través de la acción del Estado, que las encauzó según los criterios ideológicos dominantes. Es posible reconocer dos períodos en la evolución de la seguridad social en Argentina: el primero se abre en la década del 40, momento en que cobra impulso la organización de obras sociales, el segundo a partir de la promulgación de la ley 18.610 en 1970. Caracteriza el primer período, tal como hemos dicho, el surgimiento de un grupo importante de obras sociales, al mismo tiempo que se produce el hecho, aparentemente paradójico, de que el Estado, a la vez qua estimula la organización de obras sociales gremiales, aumenta considerablemente su capacidad instalada. Este desarrollo paralelo de los dos sectores, destinados a brindar una medicina diferente a diferentes estratos sociales, durará poco tiempo. Muy pron- 16 CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - to el sistema estatal mostrará signos de debilitamiento, que se acentuarán progresivamente. Su característica distintiva parece ser, en nuestro país, el desequilibrio existente entre la capacidad instalada y los recursos financieros. El 73 % de la capacidad instalada —camas— en todo el país corresponde al Estado, el 3,7 % a las obras sociales y mutuales y el 23,3 % al sector privado. Sin embargo, la mayor capacidad financiera pertenece a las obras sociales, que cubren, por lo menos teóricamente, los gastos en salud del 80 % de la población. Se llega de este modo a una situación en la que el Estado, dueño de la capacidad física, no destina fondos suficientes para mantener y desarrollar el sistema sanitario, lo que trae el inexorable deterioro del material de equipamiento, deterioro que puede atribuirse no solo a la escasez de recursos, sino también a la ineficiencia y mala utilización de los existentes, y que se evidencia y agrava paulatinamente en los últimos años. La creciente debilidad del sector estatal, puede considerarse como uno de los condicionamientos que llevaron en la última década al fortalecimiento del sistema de obras sociales, intentándose, al mismo tiempo, organizar y racionalizar la cobertura otorgada por el mismo. Se abre así el segundo período que hemos mencionado, iniciado a partir de la promulgación de la ley 18.610, que determina la obligatoriedad del aporte de trabajadores y empresarios, y del Estado sólo cuando actúa en carácter de empleador, a las respectivas instituciones, manteniendo el sistema profesional múltiple. Se consagran así definitivamente las características principales del “modelo criollo de la seguridad social”: falta de universalidad, atención médica no igualitaria y un sistema de cobertura que está dirigido exclusivamente a la población económicamente activa, quedando marginados del mismo varios millones de personas con excepción de jubilados y pensionados. Se debe señalar, además, que en razón de la escasa capacidad instalada propia de tales organismos (aproximadamente el 4 % de las camas del país) el sistema de cobertura se organizó mediante la contratación de servicios a los gremios profesionales y sanatorios particulares. Como consecuencia de ello, el principal beneficiario fue el sistema privado de prestación de servicios que vio así asegurada su supervivencia, amenazada por las dificultades de vastos sectores de la población para acceder a la medicina privada en razón de sus elevados costos. REFERENCIAS 1. 2. 3. 4. 5. Neri Aldo. Las Obras Sociales. CESS, Rosario 1977. Confederación Médica de la República Argentina. “La profesión médica organizada y la seguridad social argentina”. Cuadernos Médico Sociales, 17: 53-61, junio 1981. Neri Aldo. “Perspectivas de la atención médica en Argentina”. Primer Congreso Argentino de Salud Pública, Santa Fe, 1972. Veronelli Juan Carlos. “¿Hacia dónde va la Seguridad Social Argentina?”. 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Estos 4.561 medicamentos y sus 6.332 formas terapéuticas son por otra parte, todavía algo menos de la mitad de los medicamentos registrados ya en 1972 (eran 13.000 los productos entonces registrados) y seguramente en este lapso, no han hecho más que aumentar su número. Estas cifras configuran la mejor síntesis que puede expresarse con relación a la irracionalidad del mercado del medicamento argentino que, como en casi todos los países occidentales, crece en forma anárquica e interesado exclusivamente en su objetivo esencial: los beneficios que la industria farmacéutica puede obtener al final de cada ejercicio. Sería necesario referir que, frecuentemente, expertos sanitarios y farmacéuticos del mundo han expresado que con no más de 150-200 drogas se pueden resolver el 95 % de los problemas de salud de la comunidad (H. Mahler, OMS 1979) a pesar de las manifestaciones en contrario de los interesados en seguir ampliando este increíble mercado farmacéutico (CAEME entre otros)1. Debe recordarse que en el mercado del medicamento la competencia se muestra particularmente efectiva en la diferenciación de productos, vale decir, en poner constantemente en circulación nuevas formas farmacéuticas, y aún nuevos productos, que permitan a las empresas ensanchar su mercado y con él la perspectiva de incrementar sus ganancias. Por eso la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales, que agrupa especialmente o casi exclusivamente a las empresas extranjeras, eleva su voz contra la necesidad de racionalizar la oferta, incluso dentro de los límites científicamente aceptados y comprobados. En realidad, la industria utiliza un mecanismo más fino para ensanchar su capacidad de ventas. Se * ** Recibido para su publicación el 10/05/1982. Especialista en Salud Pública. trata de producir aceleradamente nuevos productos y particularmente nuevas formas farmacéuticas que constituyan una atracción selectiva para los médicos que deben recetarlas, y a su vez retirar del mercado aquellas otras que han perdido su calidad de novedosas o de atractivas. Todo ello realizado en los últimos años con la velocidad de giro por producto y fórmula farmacéutica, que caracteriza este esquema competitivo y de búsqueda de lucro de las empresas. En base a esta conducta, resultan mucho más irracionales los 4.561 productos y 6.332 formas farmacéuticas de hoy, que los 5.100 productos y 10.400 fórmulas farmacéuticas del año 1973; porque la vida comercial media de cada medicamento ha disminuido en forma elocuente. Egos lanzamientos continuos y veloces de los productos actuales, muchos de ellos absolutamente injustificados y carentes del mínimo respaldo técnicocientífico para su calificación de “novedad terapéutica” y mucho menos de “necesidad farmacológica”, causan serios deterioros en los ingresos de la población, al tiempo que aseguran el incremento de la renta del capital invertido en la industria, más allá de lo tolerable. Todos estos productos y formas farmacéuticas eran producidos y comercializados por alrededor de 350 empresas en 1976, “de las cuales 280 serían nacionales; 34 norteamericanas y 36 europeas”. En ese año “solo tenían significación económica unas 200, dado que las restantes solo abarcaban el 0,45 % del mercado”2 y en 1981, año que corresponde a los 4.561 medicamentos y 6.332 formas farmacéuticas que se comercializaron, sólo 134 empresas cubrieron el 99,20 % de ese mercado y el resto, seguramente ahora menos de 100 empresas, comercializaron el 0,80 % del total. Es también necesario recordar que, para incorporar al mercado nuevos productos, la industria far- 2 macéutica multinacional generalmente utiliza aquellos países que ofrecen menos escollos en controles de fiscalización y seguridad. En 1975, sobre 443 lanzamientos de medicamentos nuevos en EEUU, sólo el 11 % se realizaron allí y en Canadá, “en tanto que un 35 % se efectuó en Europa, un 34 % en Latinoamérica y un 20 % en Asia África y Australia”3. Se combinan los bajos niveles de controles administrativos y técnicos, con la amplitud y perspectiva del mercado potencial de cada producto. En esa combinación y por esos términos económicos financieros, se eligieron trágicamente otros países que los EEUU para la puesta en marcha de la “Talidomida”. Asimismo esos 4.561 medicamentos y las 6.332 formas farmacéuticas del mercado argentino están producidos y distribuidos por una industria nacional claramente dependiente, “en la medida que entre el 70 y el 80 % de las drogas y principios activos básicos que utiliza esa industria son de origen importado”4 y aún más, todos esos productos y formas farmacéuticas requieren alrededor de 1.000 drogas y de ellas, sólo 50 se elaboran en el país. Aquí la dependencia cualitativa llega más allá del 95 %. En fin; los medicamentos, la forma más clara, sutil y recia de la penetración tecnológica en el campo sanitario, constituye uno de los mecanismos que el mercado facilita para que las empresas rijan o al menos determinen con amplitud el rumbo y la proyección de la Atención Médica en nuestro medio, acompañando su sentido competitivo y cientificista y derrumbando la perspectiva de la implantación de una medicina identificada con los auténticos requerimientos y necesidades de nuestra población. Con los medicamentos, quizás más claramente que con la otra tecnología, se evidencia el rumbo de la medicina del capital, lucrativa y sin solidaridad social. Para ello, desde las escuelas de Medicina y particularmente apenas graduados, las empresas farmacéuticas desarrollan un programa de seducción y conquista de los profesionales, que funciona a la perfección. El médico, con un tipo de práctica que concluye casi inexorablemente con la recomendación constante de uno o varios medicamentos por consulta realizada, es acosado cotidianamente por los Laboratorios medicinales, por sus agentes, por su propaganda, por sus regalos, por su participación en estudios multicéntricos bien pagados, por sus viajes dispendiosamente ofrecidos, cuanto más es la capacidad de recetar o de influir sobre la receta que tiene cada profesional; por sus beneficios ante las “investigaciones clínicas” que realiza sobre determinados medicamentos que necesitaban de la “valoración nacional” para su registro; en fin por la seducción de viajes gratis a Congresos nacionales e internacionales, en nuestro suelo o en cualquier lugar del mundo. Congresos que en todos los casos fueron tendenciosamente financiados por los laboratorios multinacionales que buscaron en esos eventos la consagración “científica” de determinados productos para seguir ali- CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - ENERO DE 1982 mentando el impulso de sus ruedas vendedoras en todo el planeta. Este acoso hacia los profesionales que por otra parte no es resistido, ni rechazado por ellos, sino por el contrario, buscado y esperado, constituye parte de los mecanismos de propaganda y publicidad que requieren los productos farmacéuticos para subsistir y brindar nuevos márgenes de utilidad a las empresas comerciales, que entre sus negocios está también fabricar medicamentos. Más aún, constituyen la base de sustentación de buena parte de la medicina del mundo capitalista, que en este caso particular, requiere del médico, su agente de ventas, la adhesión cotidiana y permanente a sus productos, porque tal empresa sabe que cada nuevo médico que se incorpora al mercado de la salud, con sus prescripciones, añade a la factura médica nacional, al gasto en salud para cada país, por lo menos tanto como adiciona en EEUU y en Gran Bretaña, es decir alrededor de 250.000 dólares al año en EE UU y 75.000 libras en Gran Bretaña5. Por todo esto, suenan casi trágicamente las palabras del Director Médico Norteamericano de uno de los grandes laboratorios del mundo occidental, porque desde la propia vereda de las empresas farmacéuticas indica casi desaforadamente esta condición subalterna y dependiente del médico en el ejercicio de la Atención Médica de nuestros países. Dice que “si la mayoría de los médicos en ejercicio son cautivos de la industria de los remedios y las organizaciones medicas están constituidas por médicos cautivos, se deduce que las organizaciones médicas también están en la misma condición. La cuestión real consiste, no en si están atrapados por la industria farmacéutica, sino más bien el grado en que lo están”6. Para valorar este grado diferencial sirvan estos ejemplos nacionales: la Sociedad Argentina de Cardiología y su cautiverio con Merck, Sharp y Dohme; la Asociación Médica Argentina, la AMA, y Roche; el Servicio de Oncología del Hospital Central Militar y Montedison; Smith Kline y el Bonorino Udaondo, etc. EL GASTO EN MEDICAMENTOS Resulta conveniente señalar que las apreciaciones que siguen con respecto al Mercado del Medicamento están referidas a las ventas en el mercado local y no tienen en cuenta particularmente la exportación de productos farmacéuticos fabricados en el país (en este campo de las exportaciones estaban interesados sobre todo Squibb Arg., Cyanamid Arg., ambas extranjeras), ni la venta de productos veterinarios, o la de productos para ser comercializados por otras empresas (caso Pfizer, Ciba-Geigy, también extranjeras) o las exportaciones de empresas nacionales (siempre en minoría, como Bagó por ej.). En el campo estrictamente médico en 1980 se han comercializado medicamentos por valores cercanos a los dos mil millones de dólares. Parece de interés realizar algunas estimaciones estadísticas, tendientes a observar como ha evolucionado el mercado nacional, particularmente al 3 Los medicamentos en Argentina: un enfoque global amparo del gasto per capita en medicamentos que se ha producido a lo largo del tiempo. Hemos logrado algunos datos desde 1913 y sus valores referidos en pesos moneda nacional y con las cifras conocidas de población para cada año hemos podido obtener el gasto per capita en nuestra moneda. A simple título de unificación de valores nos ha parecido de interés trasladar esas cifras a dólares per capita. Como los valores originales estaban brindados en pesos ley del año 1970 (CAEME, Publ. 1973) también hemos equiparado a esos pesos ley a valor dólar 1970 (1 dólar = 3.791. Ámbito financiero, 13/III/79). Esta equiparación corresponde a los años que la tabla incluye entre 1913 y 1973. En cambio el consumo total de 1980 lo expresamos en dólares de ese año. Con estos artificios estadístico-matemáticos estamos utilizando una hipótesis comparativa de mínima, dado que los consumos médicos en dólares para los períodos de 1913 a 1973 serían aún de menores niveles. De todas formas estos son los resultados, del consumo total en medicamentos y por habitante. Año Consumo total en millones de $ (1970) Población Total Dólar por habitante 1934 1945 1953 163.777,8 1.053.804,1 1.267.007,5 13.044.000 15.654.000 18.202.000 8,89 16,29 1980 Dólares 1.995.830.844 21.445.000 23.364.000 1,11 5,98 6,17 27.000.000 73,91 1913 1963 1973 46.651,0 2.150.547,3 4.292.980,0 7.885.000 0,52 Es lícito reconocer la diversidad de traducciones económicas de esta tabla, así como las dos fuentes a las que recurrimos para el consumo total (CAEME y P. M. Arg.). Hemos usado valores exageradamente menores para la comparación de 1913 a 1973 y el sentido último de este análisis permite estas licencias estadísticas, dado que en última instancia hará aparecer a los resultados obtenidos como simples hipótesis de mínima, que resultarán tan elocuentes, que al menos en tales condiciones bien vale la pena de tenerlos en cuenta. En los 67 años que median entre 1913 y 1980 el gasto per capita, medido en dólares se incrementó en un 14.113,5 %. De esta manera el aumento por año llegó al 206 %. En EEUU en cambio, entre 1929 y 1977, el gasto per capita en medicamentos creció un 22,1 % anual6. Así la República Argentina tuvo un crecimiento anual del gasto per capita de un 936,3 % mayor que el gasto por habitante que soportaron los estadounidenses. En estas diferencias porcentuales, aunque estimativas y con imprecisiones, se esconden todas las circunstancias concretas que definen a un país en situación dependiente y que como tal soporta en cada habitante la expoliación por sus necesidades aunque éstas sean requerimientos de salud y necesidades vitales. Allí, dentro de tal 936,3 % mayor del incremento del gasto per capita están las ganancias despiadadas de las empresas metropolitanas, patentes, marcas, las sobrefacturaciones de los insumos importados y todos los otros elementos que configuran la situación técnicamente definida para la industria del país, como la de “una industria farmacéutica dependiente y encadenada” a los designios de las multinacionales del medicamento. LAS VENTAS DE MEDICAMENTOS Las empresas dedicadas a las ventas del medicamento en la República Argentina deben ser consideradas en base a la integración de sus capitales, como empresas nacionales y empresas extranjeras. De cualquier manera cuando se considera la producción de los medicamentos es necesario tener en cuenta que todas las empresas que actúan en el país trabajan con “materias primas importadas que cubren entre el 45 y 53 % del total de materias primas que usa la industria”7. Con esta salvedad y recordando constantemente esta afirmación, que le otorga a la industria del medicamento argentino la indiscutida condición de industria dependiente, vamos a observar el comportamiento del mercado nacional. Observemos la situación para 1979/1980. Años 1979 1980 Unidades $ Argentinos 416.444.322 374.790.358 20.689.842.208 37.120.807.925 Dólares 1.493.294.845 1.995.830.844 La distribución de las ventas en farmacia según las veinte principales industrias farmacéuticas actuantes en el país fue para 1980 la siguiente expresada en miles de dólares y en porcentaje sobre las ventas totales (continúa en página siguiente): Laboratorio TOTAL Miles de Dólares Bagó (Argentina) Roche (Suiza) Roemmers (Argentina) Merck Sharp Dohme (EEUU) Abbott (EEUU) Hoechst (Alemania) Boehringer Ing. (Alemania) Essex (EEUU) Johnson & Johnson (EEUU) Bayer (Alemania) Pfizer (EEUU) Labinca (Argentina) Ciba (Suiza) 1.995.831 100.399 99.530 75.219 60.595 51.753 48.273 42.057 42.004 41.587 41.494 37.957 36.819 36.480 % sobre Venta Total 100,00 5,03 4,99 3,77 3,03 2,60 2,42 2,10 2,10 2,08 2,08 1,91 1,85 1,83 4 CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - (Continuación del cuadro) Sandoz (Suiza) Lepetit (EEUU) Geigy (Suiza) Glaxo (Inglaterra) Montedison (Italia) Montpellier (Francia) Byk-Liprandi (EEUU) 33.541 32.482 32.145 31.841 31.125 30.101 29.741 Las 5 mayores 1962 1965 1968 1971 1974 1976 1980 16,2 16,5 15,4 16,8 17,7 21,3 19,42 15 mayores 35,9 35,4 34,8 37,0 37,4 41,5 39,10 Resto 64,1 64,6 65,2 63,0 62,6 58,5 60,90 Para 1980 la concentración del mercado total argentino, medido en dólares fue la siguiente: Empresas Primeras Primeras Primeras Primeras Primeras Primeras Primeras Primeras Primeras Primeras Primeras % 5 10 15 20 30 40 50 19,42 30,20 39,10 46,88 60,27 70,88 78,66 70 80 100 200 88,64 91,75 96,33 99,97 A los efectos de analizar con más precisión las tendencias concentradoras del mercado nacional se han estudiado las diez clases terapéuticas de mayores ventas en 1980. Ellas fueron: N° 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 Clase terapéutica Gastrointestinal Cardiovascular Antibióticos Ap. Respiratorio Psicofármacos Vitaminas Vasodilat. periféricos Antiinflamat. y antirreum. Corticoides Analgésicos Totales Miles de Dólares 254.684 235.229 231.778 169.578 149.907 129.178 127.175 123.754 84.512 76.482 1.582.277 1982 representan casi el ochenta por ciento del mercado total en el país. A estas diez clases terapéuticas las hemos transformado en nueve sumando a los medicamentos cardiovasculares, los vasodilatadores periféricos. Entonces las clases terapéuticas tienen ahora este orden porcentual decreciente: 1,68 1,63 1,62 1,60 1,56 1,51 1,49 Al analizar la concentración y participación porcentual de los laboratorios en el mercado de ventas del país, puede ofrecerse el siguiente cuadro: Año ENERO DE % del Total 12,77 11,79 11,62 8,50 7,52 6,47 6,37 6,20 4,23 3,83 79,30 Como se ve estas diez clases terapéuticas 1 2 3 4 5 6 7 8 9 Cardiovascular Gastrointestinal Antibióticos Ap. respiratorio Psicofármacos Vitaminas Ap. Locomotor Corticoides Analgésicos 18,16 12,77 11,62 8,50 7,52 6,47 6,20 4,23 3,83 TOTAL % % % % % % % % % 79,30 % Resulta de mucho interés ver cómo se comportan cada uno de estos diferentes mercados de clases terapéuticas, porque con tal conocimiento puede evidenciarse con mayor exactitud la concentración en las ventas farmacéuticas. Comencemos con los medicamentos cardiovasculares. Las cinco empresas de mayor venta de tales productos son: Empresas Ciba-Geigy Johnson & Johnson Merck Sharp & Dohme Hoechst Sandoz Total Miles de Dólares 26.193 24.317 22.789 21.440 21.434 % de la clase terap. 7,23 6,71 6,29 5,92 5,91 116.173 32,06 Miles de Dólares % de la clase terap. Cinco empresas venden el 32,06 % del total de los medicamentos cardiovasculares. Sigamos con los medicamentos gastrointestinales. Del total de 254.684.000 dólares vendidos por estos medicamentos en 1980, la participación de las cinco empresas de mayores ventas fueron: Empresas Roemmers Bagó Boehring Ing. Finadiet Byk-Liprandi Total 17.481 16.921 11.596 10.046 7.597 63.641 6,88 6,66 4,56 3,95 2,99 25,04 En cuanto a los antibióticos, las cinco empresas mayoristas en las ventas alcanzan el 40,29 por ciento del mercado antibiótico. Ellas son: 5 Los medicamentos en Argentina: un enfoque global Empresas Bagó Abbott Roche Lepetit Total Miles de dólares 33.950 17.443 13.023 12.572 93.081 % de la clase terap. 14,70 7,54 5,64 5,44 40,29 Para los medicamentos del aparato respiratorio las distribución fue: Empresas Bagó Boehring Ing. Abbott Promeco Roemmers Total Miles de Dólares 7.967 7.929 7.864 6.885 6.407 37.052 % de la clase terap. 4,69 4,67 4,63 4,06 3,77 21,82 Empresas Miles de Dólares % de la clase terap. En cuanto a los medicamentos psiquiátricos, cinco laboratorios concentran el 45,62 por ciento de las ventas totales de esta clase terapéutica, y uno solo de ellos, Roche, casi alcanza a vender un cuarto del total de estas ventas. Roche Wyeth Casasco Labinca Hoechst Total 35.114 11.642 8.115 6.950 6.596 68.417 23,42 7,76 5,41 4,63 4,40 45,62 Para las vitaminas, los cinco laboratorios más vendedores, llegan casi a cubrir el 50 por ciento de las ventas totales de estos medicamentos. Ellos son: Empresas Roche Bagó Abbott Merck Argent. Raffo Total Miles de Dólares 32.613 10.788 7.977 6.635 5.383 63.396 % de la clase terap. 25,24 8,35 6,17 5,13 4,16 49,05 En cuanto a los medicamentos para el aparato locomotor (antiinflamatorios, antirreumáticos, miorrelajantes, antigotosos) esta es su distribución para las empresas de mayores ventas: Empresas Ciba Geigy Byk Liprandi Merck S. Dohme Exa Rovafarm Total Miles de Dólares 18.005 10.411 8.631 5.802 5.427 48.276 % de la clase terap. 14,55 8,41 6,97 4,69 4,38 39,06 Con relación a los corticoides esta es su distribución: Empresas Essex Merck S. Dohme Squibb Lepetit Pfizer Total Miles de Dólares 18.685 8.873 7.633 6.709 4.218 46.118 % de la clase terap. 22,10 10,50 9,03 7,94 4,99 54,46 Empresas Bayer Hoechst Bagó Montpellier Roemmers Total Miles de dólares 17.106 9.804 7.377 5.801 4.895 44.983 % de la clase terap. 22,36 12,82 9,64 7,58 6,40 58,80 Empresas Extranjeras Miles de Dólares 414.307 % de la clase terap. 71,29 Cinco empresas, todas extranjeras, cubren el 54,46 % de las ventas totales de corticoesteroides en el país. También con relación de los analgésicos, las cinco empresas de mayores ventas absorben más del 50 por ciento de las ventas totales de esta clase terapéutica. Ellas son: Como puede observarse compusieron el ranking de las cinco empresas más vendedoras para estas nueve clases terapéuticas, 28 firmas extranjeras (62,3 %) y 17 argentinas (37,7 %). En cuanto al volumen económico de las ventas para estas clases terapéuticas, esta es su división, siguiendo siempre las ventas de las cinco mayores empresas en cada caso. Argentinas Total 166.830 581.137 28,71 100,00 De esta forma puede evidenciarse con gran nitidez la concentración en las ventas, decididamente favorables a las empresas extranjeras en las clases terapéuticas de mayor peso comercial. Si se distribuyen los porcentajes correspondientes a las cinco empresas más vendedoras en estas nueve clases terapéuticas, según sean nacionales o extranjeras, también puede verse la predominancia del capital extranjero en la mayoría de estas clases. Esta es su distribución porcentual: Clase terap. Cardiovascular Gastrointestinal Antibióticos Ap. Respiratorio Psiquiatría Vitaminas Ap. Locomotor Corticoides Analgésicos Empresa Nacional — 17,49 14,70 12,52 10,04 17,64 9,07 — 23,62 Empresa Total Extranj. 5 Empresas 7,55 25,59 9,30 25,04 40,29 21,82 54,46 35,18 54,46 58,80 32,06 35,58 31,41 29,93 32,06 45,62 49,05 39,00 6 CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - Todavía se puede analizar la composición del mercado desde otro punto de observación. Así, si estudiamos la concentración de las ventas de 1980 para las veinte empresas de mayores volúmenes comercializados veremos que este es el resultado: 20 Empresas 4 Argentinas 16 Extranjeras Total Miles de Dólares 242.538 692.609 935.147 % del Total 25,94 74,06 100,00 De las veinte empresas que, como se ha visto, comercializan el 46,88 % de las ventas totales de 1980, absorben el 74,06 de tal negocio las empresas extranjeras, en tanto que las nacionales apenas cubren un cuarto del total. 25 Empresas 6 Argentinas 19 Extranjeras Total Miles de Dólares 199.963 778.769 978.732 % del Total 27,76 72,24 100,00 Todos estos análisis permiten comprobar que las empresas farmacéuticas de capitales extranjeros tienen una evidente predominancia en la absorción del mercado de ventas del medicamento en nuestro país. Por otra parte, además de esta concentración en la captación de las ventas en las bocas de expendio, es necesario tener siempre presente que las materias primas con las que se fabrican estos medicamentos, son a su vez por lo menos en un 50 % de origen extranjero. De aquí que también valga la extensión del concepto y pueda definirse a esta rama de la industria manufacturera del país, como una industria cautiva, a cuya atadura todavía contribuyen otras circunstancias tan limitantes como las señaladas, entre las que deben mencionarse: los contratos de licencia, patentes, royalties, la importación de drogas e insumos intermedios asociados a dichos contratos con sobrefacturaciones de elocuentes significados; las cláusulas atadas que limitan o imposibilitan las posibilidades de compra a otros proveedores; en fin la silenciosa compra parcial o total de empresas nacionales por capitales extranjeros, etc.10, 11. ALGUNAS TRAMPAS DEL SECTOR Hay por lo menos cuatro circunstancias en el campo de la industria del medicamento, que constituyen áreas elegidas para consolidar la hegemonía indiscutida de las empresas multinacionales a expensas de los consumidores locales. Estas cuatro trampas del sector medicamentos pueden sintetizarse como: a) Transferencia de tecnología. b) Precios de los insumos y de los productos importados. c) Renta monopólica. d) Gastos de promoción y ventas. ENERO DE 1982 Comencemos por la transferencia de tecnología. Siguiendo la clasificación utilizada por el sistema de Intercambio de Información Tecnológica (TIES) podemos obtener ocho formas de “colaboración” que prestan los proveedores de tecnología a quienes adquieren sus productos. Ellas son12: 1 — Licencias Son acuerdos de carácter especial que comprende una diversidad de elementos mediante los cuales el licenciatario compra o alquila el usufructo de ciertos derechos de propiedad industrial y/o conocimientos técnicos no patentados. 2 — Know How Se trata de información secreta sobre fórmulas procesos y técnicas industriales. 3 — Marcas de Fábrica Utilización exclusiva de nombres, expresiones, símbolos, que diferencien los productos. 4 — Patentes: Derecho de propiedad sobre: a) la sustancia química descubierta. b) las fórmulas farmacéuticas que contienen esa sustancia. c) el proceso para fabricarla. d) los métodos de la prescripción médica que derivan de las propiedades de tal sustancia. 5 — Asistencia Técnica Prestación de servicios permanentes al licenciatario en materia de asistencia científica, de ingeniería, de proceso de industrialización, etc. 6 — Ingeniería básica Datos técnico-científicos, patentados o no, sobre el proceso de producción, las capacidades de industrialización etc. tanto en el esquema global o de detalle, para su producción o evaluación, control de calidad, etc. 7 — Servicios administrativos Estudios de gestión, análisis de mercado, procedimientos administrativos, promoción de ventas, etc. 8 — Capacitación Formación y capacitación del personal que el licenciatario incorpora al proceso de fabricación, distribución y venta del producto. En este campo de la transferencia tecnológica la discusión acerca de su utilización puede esquematizarse de esta manera13: 1) La industria monopólica sostiene que las transferencias tecnológicas, las patentes, otorgan un dominio limitado, que proporciona el estímulo indispensable para la investigación sin originar precios excesivos, y agrega que con la adhesión a este sistema internacional de defensa de patentes se podrá atraer hacia los países que así lo hagan las inversiones y la tecnología que les permitan desarrollar su propia tecnología y mejorar su balance de pagos. 2) Los críticos de estos derechos sobre la transferencia de tecnología expresan que los mismos constituyen un monopolio de exportación a todos los países, que les permite obtener precios altamente redituables sobre sus productos. 7 Los medicamentos en Argentina: un enfoque global En nuestro país hasta 1977, el criterio sostenido se inscribía especialmente en una política de contralor y restricción destinada a provocar limitaciones a la libre y expansiva tendencia de contratación de tecnología. En ese campo y en tal tesitura se expresaba la última ley sobre este particular, la ley 20.794, que entre otros detalles consolidó el Registro Nacional de Contratos y Licencias y Transferencias de Tecnología. En 1977 se dicta la ley 21.617 “que significó un importante avance hacia la libertad en la materia” y eliminó las restricciones que la anterior ley establecía para la importación de tecnología. En 1981, la ley 22.426, avanza aún más y disuelve el Registro Nacional, eliminando el requisito de la autorización previa para la validez de los contratos, salvo entre empresas vinculadas, pero en este caso porque como lo dice su defensor y por tal, el defensor del criterio de las multinacionales en cuanto a la libertad para introducir en los países contratantes, “porque las regalías tienen un tratamiento impositivo más beneficioso que el que se otorga a los dividendos”14. Aún más favorable para las empresas multinacionales. Ahora se mantiene la obligación de registrar el contrato en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial, pero a simple título informativo. El levantamiento del Contralor y la supervisión del proceso, permitió a las empresas multinacionales pasar de 116 contratos aprobados en 1976 por 32 millones de dólares, a 510 contratos en 1979 por 321 millones de dólares y a casi 207 contratos por 164 millones de dólares en el primer semestre de 1980. Se cumplió así con los requerimientos casi máximos de las empresas monopólicas de la tecnología, más allá inclusive de la posición “comprensiva y moderna” de caminos intermedios que sus propios consultores y amigos le proponen15. Argentina y sus gobiernos dependientes, han llegado a ser en este terreno de la transferencia tecnológica más flexibles que las exigencias de las multinacionales, sobrepasando aún los pedidos actuales de esas empresas. Esta es la situación estadística de los contratos de importación tecnológica para nuestro país en todos los sectores. Fecha Hasta 31/12/72 (165) Desde 12/8/77 (166) 1978 1979 1980 seis meses N° de Contratos Regalías en u$s 1.484 76.089.430 2,51 68 18.839.668 3,50 164.492.726 3,47 323 510 227 157.934.176 321.496.806 Tasa de regalías 3,51 3,49 Para 1972 la industria farmacéutica giró al exterior 9.029.320 dólares en concepto de regalías con una tasa efectiva de 6,94 % que se aleja claramente del promedio total de la tasa efectiva devengada por dichos conceptos y que fue para el año del 2,8 %. Esta tasa es en 1980, para la transferencia de tecnología total contratada, 3,47 %, estimándose que para el sector farmacéutico podrá estar en el orden del 4 %, siempre teniendo en cuenta que se trata de los contratos inscriptos a partir de la sanción de la ley 21.617 y que los importes analizados “se refieren a los montos totales estimados por las empresas para el total del período contractual”. Ha resultado altamente complejo llegar a contar con la información actualizada del precio que el país está solventando por su dependencia tecnológica. Los trabajos conocidos en los tiempos posteriores a la vigencia de la ley 21.617 han involucrado al sector de la industria farmacéutica dentro del rubro general denominado “Fabricación de sustancias químicas y productos químicos, derivados del petróleo y carbón, de caucho y plástico”, y como queda dicho las cifras dadas a conocer sólo se refieren a los contratos posteriores a la ley y en cifras proporcionadas, estimativamente, por las propias empresas. Estas son las cifras, para el número de contratos y los dólares devengados por tales compromisos, en transferencia de tecnología: Sector Total 5 meses 1977 N° u$s 68 18.839.665 Fab. Sust. Químicas, etc. 10 4.452.731 N° 1978 u$s N° 1979 u$s 6 meses 1980 N° u$s 323 157.934.176 510 321.496.806 227 164.497.726 68 55.713.008 107 90.886.774 59 34.628.834 Los técnicos del INTI estiman que computando las cifras totales producidas en este período, desde agosto de 1977 hasta concluido el primer semestre de 1980 el sector farmacéutico participa en un 14 % aproximadamente de las cifras correspondientes a Fabricación de sustancias y productos químicos derivados del petróleo y del carbón que hemos consignado. Como se desprende de lo expresado, se trata de estimaciones aproximadas para el sector farmacéutico, sobre las cifras de todo este período de casi tres años para el sector que lo involucra y que, a su vez, también sus cifras corresponden a las estimaciones que las propias empresas involucradas en este proceso han proporcionado a las autoridades nacionales. Como si estas imprecisiones fueran pocas, es necesario recordar que en los valores que hallaremos para el sector farmacéutico al igual que para los demás sectores, quedan sin contabilizar y, lo que es peor aún, sin conocerse las cifras que por transferencia tecnológica estamos pagando sobre los contratos en vigencia antes de la aplicación de la ley 21.617, que con tanta coherencia con el programa de desna- 8 CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - cionalización de la industria argentina, hiciera sancionar por intermedio de Martínez de Hoz, el gobierno de las FFAA. Coherencia exacta para expandir la libertad de las empresas extranjeras. Observando entonces estos 1.128 contratos y suponiendo que todos los contratos han sido denunciados, porque tal denuncia favorece a las empresas por el tratamiento impositivo más favorable, y descartando que pudieran existir contratos cuyas cláusulas internas fueren más beneficiosas para las empresas extranjeras que tal tratamiento impositivo, y aceptando la estimación del 14 % que le corresponde al sector farmacéutico, dentro de la fabricación química, ésta sería la situación de los niveles pagados por transferencia de tecnología a partir de agosto de 1977, en el sector farmacéutico. 5 meses de 1977 ____________________u$s 1978 ______________________________u$s 1979 ______________________________u$s 6 meses de 1980 ____________________u$s ______ 623.382 ____ 7.799.821 ____ 12.724.144 ____ 4.848.036 Este drenaje de divisas, al que debe sumársele el que resulta de los otros contratos en vigencia antes de agosto de 1977 y que el país desconoce, en realidad sólo resulta el telón de frente por el cual se oculta la verídica situación de dependencia que caracteriza a la industria farmacéutica, y que se evidenciaría si pudieran ser conocidas las cláusulas internas de tales transacciones, particularmente las que implican ataduras hacia proveedores exclusivos, las sobrefacturaciones de los insumos importados y hasta las subfacturaciones de las exportaciones, como parte de las transferencias ocultas de fondos, de las filiales hacia las casas matrices. La suma de esta sangría económica resulta ser el precio que define en el mercado tecnológico a nuestra industria farmacéutica, como una industria altamente obligada a las transacciones cautivas, es decir “aquellas que se producen dentro del mismo conjunto económico y que se realizan a precios determinados por decisión de las casas matrices que no representa necesariamente los costos y rentabilidad de la producción para tales bienes”19. Todo lo dicho sobre esta dependencia tecnológica es aún mucho más doloroso, si se tiene en cuenta que el país no paga verdaderamente por el factor de innovación tecnológica, sino que realmente está pagando por alquiler de marcas, por adquisición de los mecanismos de distribución o, cuando mucho y solo en una pequeña dimensión, por los procesos de control de calidad. Cada una de estas circunstancias está dictada por la empresa matriz quien regla las condiciones conforme a sus requerimientos y conveniencia sin que las empresas nacionales puedan auténticamente aprender tal tecnología y lograr ascender algunos escalones en el rumbo hacia su independencia fabril. Los contratos en su totalidad no se refieren a la síntesis de los productos químicos activos, sino mez- ENERO DE 1982 quinamente a los llamados procesos de preparación final del producto, o a aspectos complementarios del mismo, o a la evaluación de calidad de los productos. Se trata efectiva y dolorosamente de una industria cautiva, que los royalties, patentes, marcas, en fin, la importación de la tecnología, sirven para mantener en tal estado. Particularmente mejor después de las facilidades y ventajas que se les otorga a las empresas extranjeras a partir de las leyes 21.617 y la 22.426 que, como queda dicho, dejan al país casi impunemente en manos de tales empresas, en cuanto al conocimiento y validez de los contratos sobre transferencias tecnológicas. Pero esta situación es aún más grave, y así aparecería si se pudieran medir los resultados que en el tiempo han producido los esfuerzos que el país ha realizado para comprar esa tecnología, seguramente comprada con la esperanza de utilizarla e incorporarla paulatinamente a su acerbo industrial. La transferencia tecnológica significa precisamente que a través de los años, el país pagó los derechos de invención y de desarrollo de los productos, con la perspectiva de poder ir agregando a su capacidad generadora industrial dicha tecnología y construir nuestra propia industria farmacéutica, por lo menos en los niveles que el desarrollo industrial argentino lo hiciera posible. Contamos con un ejemplo casi dramático para demostrar que todo ese esfuerzo se está desmoronando, precisamente desde tales modificaciones de las leyes de tecnología y del avance incontenible de la industria extranjera sobre nuestro país. Nos referimos a la fabricación de antibióticos en la Argentina. Este sector de la industria farmacéutica que llegó a pagar regalías del orden del 10 %20 y que aún contaba con una muy importante cantidad de bienes intermedios importados para su producción, expresaba una tendencia interesante hacia la obtención de un horizonte nacional en tal rubro de medicamentos. El pago de las regalías, de los insumos importados a lo largo de tantos años, podía hacer pensar que esos esfuerzos consolidarían un sector creciente para la producción nacional. Estos son los resultados de la producción de antibióticos desde 1965 hasta 197921 expresada en kilos: Años 1965 1970 1971 1972 1973 1974 1975 1976 19771978 1979 Uso Humano 130.747 296.853 284.763 326.480 327.950 338.960 274.099 284.475 296.760 235.832 115.223 Uso Veterinario Uso específico 31.529 22.442 18.548 8.685 5.541 877 31.460 15.283 25.767 31.497 43.577 31.713 27.736 12.342 Total 12.390 12.930 162.207 324.526 323.460 - 305.596 328.052 328.473 - 366.694 355.229 350.375 263.568 127.565 9 Los medicamentos en Argentina: un enfoque global Y estas son las cifras de los obreros y empleados ocupados en esta fabricación de antibióticos en esos mismos años22: 1965 1970 1971 1972 1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 __________________________________________ 1.609 __________________________________________ 1.524 __________________________________________ 1.517 __________________________________________ 1.691 __________________________________________ 1.765 __________________________________________ 1.829 __________________________________________ 1.831 __________________________________________ 1.824 __________________________________________ 1.798 __________________________________________ 1.589 ____________________________________________ 973 Enmarquemos dos exactitudes previas: Está claro que tanto las empresas argentinas como las extranjeras que actúan en este mercado tienen como objetivo la ganancia y el incremento constante de la misma. Está también claro que la producción que el país realiza en este rubro se encuentra seriamente comprometida por los insumos importados, que seguramente abarcan un porcentaje substancial de la producción. De esta forma se quiere destacar que nadie se engaña cuando observa con seriedad las cifras del crecimiento de la producción de antibióticos, pero también comprender que los esfuerzos para el desarrollo de tal mercado los ha pagado la comunidad. Este ejemplo sirve para mostrar la esterilidad de los pagos por transferencias tecnológicas, que al menos en la cuenta de los antibióticos poco ha tenido que ver con el establecimiento de una auténtica industria nacional al servicio de la comunidad, y muestra elocuentemente que en los países dependientes, por voluntad de las casas matrices, en general por propia decisión o por decisiones que les dictan a los funcionarios nacionales a sus servicios y órdenes, la industria farmacéutica sigue estando en manos de las grandes multinacionales del medicamento. Estas pueden permitir ciertas expansiones, pueden favorecer determinados crecimientos, pero en el momento justo señalan con exactitud el papel que le corresponde a cada uno en este negocio de los remedios. Los antibióticos también demuestran la clara dependencia de la Argentina con relación a las grandes empresas multinacionales y en los últimos años, mucho más elocuentemente. Vamos ahora a los precios de los insumos y de los productos importados. La gran proporción de las importaciones de los insumos requeridos por la industria farmacéutica en el país corresponden a operaciones realizadas por las filiales locales a la casa matriz extranjera o bien a una empresa asociada. En tal caso estas operaciones “intracorporación multinacional” presentan valores comerciales que nada tienen que ver con el verdadero precio de los mismos. Por esta vía se generan flujos de dinero que en casi ningún caso han sido declarados como ganancias. En un cálculo de la renta producida por esta sobrefacturación en nuestro país, para una muestra del 20 % de las importaciones de insumos, el sobreprecio alcanzó al 680 %, particularmente influenciada por los valores de importación de psicofármacos. En este caso por ejemplo el Diazepam alcanzaba una sobrefacturación del 1.500 % que para el caso del Librium de Roche todavía subía a un sobreprecio del 1.900 %23. En una estimación conservadora este autor sugiere que en la República Argentina debe estimarse en no menos del 50 % la sobrevaluación de las importaciones de materias primas farmacéuticas. Estimaciones similares realizaron Krieger Prieto y Piñón24 observando que el valor pagado por las importaciones es alrededor del 39 % superior al valor obtenido a partir del precio mínimo observado en el mercado internacional. Estas son algunas de las diferencias porcentuales: Productos Antibióticos Provitaminas y vitaminas Sueros de animales y humanos Hormonas Alcaloides vegetales, naturales o de síntesis Diferencias Porcentuales 48,23 32,12 72,50 5,32 76,59 Esta situación observada para la industria nacional es común con la que soportan otros países que también padecen la circunstancia de contar con una industria cautiva del medicamento. Así Vaitsos C ha demostrado en un estudio global de los sobreprecios de los productos que importa la industria farmacéutica colombiana, a través del análisis de 15 empresas que absorben el 40 % de las ventas totales, que estos sobreprecios alcanzan un nivel del 155 %25. Estas 15 firmas declaran utilidades, a efectos del control impositivo, del 6,7 %, en tanto que su verdadero nivel de ganancias, teniendo en cuenta estas maniobras del sobreprecio de los insumos importados debería ser de 126 %. También experimentan estos mecanismos de sobreprecios Filipinas, Pakistán, la India, Chile donde puede oscilar entre el 30 y el 700 %, según sea la clase terapéutica; en Perú que va del 50 al 300 %, en Ecuador del 75 al 200 %, etc.26. Esta situación también se ha probado en Inglaterra, donde la Comisión Sainsbury que estudió la relación de la industria farmacéutica especialmente con el Servicio Nacional de Salud puso en evidencia claras diferencias entre los precios genuinos y los valores exigidos por las empresas extranjeras al Servicio Nacional. Varios años después de esta investigación se estimaba que aún los beneficios 10 CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - incluidos en el precio de transferencia ascendían a 400 millones de libras esterlinas por año. En el caso particular del laboratorio Roche en Gran Bretaña, la Comisión de Monopolios de ese país estableció que, sostenida por este juego de las sobrefacturaciones en los productos importados, la rentabilidad de esta empresa, que había sido declarada por ella en el orden del 5 % del capital empleado (1973), correspondía en cambio a un 70 % del capital invertido27. En este mismo rumbo de los precios de los medicamentos, el informe Kefauver producido por la Comisión del Senado de EEUU con relación a la industria farmacéutica de ese país, mostró en forma indubitable los manejos discrecionales de tales empresas para con sus productos, que en este caso aparecían como particularmente agresivos para los pacientes de ese país, demandantes de tales medicamentos. Entre otros son ya clásicos los desbordes demostrados por esta comisión sanatorial para los productos de Schering, Pfizer, Lederle, Upjohn, etc.27. Todas estas circunstancias ilustran la realidad de las empresas transnacionales, que en el caso de aquellas cuyos capitales preferenciales son norteamericanos, muestran en sus declaraciones de utilidades altos márgenes, en buena medida aún por encima de los obtenidos por otras ramas de la industria. Así para cuatro años seleccionados estos han sido los porcentajes de las ganancias de las industrias farmacéuticas norteamericanas, cuyos negocios en su mayor porcentaje se realizan en otros países (ventas de más de 10 billones de dólares en el extranjero y de casi 7 billones en el país). Año 1963 1970 1973 1976 % de Ganancias Ind. Farmaceut. 14,7 15,5 18,1 15,8 % de Ganancias de todas las industr. 9,1 9,5 12,4 13,3 Con excepción de los años 1974 y 1976, las ganancias de estas empresas norteamericanas del medicamento han resultado en la última década un 45 % más altas que la media de las 500 empresas mayores de ese país, sostenidas muy particularmente por sus negocios en el extranjero y preferentemente con sus filiales. Todas estas empresas tienen que ver con el negocio de las transferencias tecnológicas y las consecuencias inmediatas del mismo, las sobrefacturaciones, los precios de los productos terminados en la casa matriz y exportados a sus filiales, los manejos con las exportaciones inter-filiales y todos los otros aspectos que hacen a la conducción “inteligente y lucrativa” de estos negocios con las empresas cautivas, de cuyo cautiverio las casas matrices tienen aún hoy mucho que expresar y los estudiosos e investigadores del tema mucho que descubrir. Las casas matrices están a su vez cada año ENERO DE 1982 más ligadas al sector financiero, a punto tal que en 1976 el número de directores de las empresas farmacéuticas que provenían de tal sector financiero era un 80 % más alto que el registrado en 1961. Más del 80 % de todas estas empresas norteamericanas tienen hoy operaciones comerciales con el exterior y más del 35 % de sus activos se encuentran radicados en el extranjero. Por eso no es de extrañar que en la década del 70 más de la mitad de las ventas se realicen en otros países, para las empresas farmacéuticas mayores, y en cuanto a las ganancias obtenidas en tales territorios extranjeros, pueden ser consideradas excelentes dado que en promedio superan el 20 % del capital invertido. Se trata del porcentaje de ganancia denunciado por las empresas y cuando se lo compara con las ganancias obtenidas en los mismos países por el grupo de empresas generales norteamericanas allí radicadas, se comprueba que sólo han sido superadas por el grupo de empresas proveedoras de equipamiento administrativo, de oficina y computación. Dos detalles más. Uno de localización y el otro de procedimiento. El primero sirve para expresar que el mayor número de subsidiarias de la industria americana del medicamento se encuentra radicada en América Latina. Al final de 1973 esa industria tenía localizadas en esta reglón 110 fábricas, 107 plantas procesadoras, 115 oficinas de ventas y 36 plantas y oficinas de venta. De esta forma con 368 establecimientos las empresas americanas radicaron en Latinoamérica el 35,6 % del total de sus negocios en el extranjero. El segundo detalle señala algunos de los “procedimientos” utilizados por las empresas norteamericanas, como pagos extralegales para lograr facilidades, compras fáciles, urgentes tramitaciones administrativas, en fin “procedimientos de soborno” a efectos de mantener una de sus tendencias crecientes en sus negocios, que se producen alrededor de las ventas a los sistemas públicos de Atención Médica de los países extranjeros, especialmente del Tercer Mundo. Hay ya demasiadas pruebas sobre el particular y las empresas involucradas han terminado por admitir tales procedimientos a los que han denominado “comisiones” o “compromisos de ventas”. Solo a simple título de certeza puede mencionarse a Merck, Johnson and Johnson, Abbott, American Home Products, Morton Norwich, etc. quienes en diferentes oportunidades reconocieron este tipo de procedimientos particularmente dirigidos a lograr la “buena voluntad” de funcionarios y empleados públicos de diversos rangos28, 29, 30. Es conveniente reparar que todo este juego de las sobrefacturaciones en los insumos, los precios de los productos terminados que se comercian por sus filiales y aun en el país de origen, los manejos con las exportaciones entre filiales y casa matriz y, en fin, todos los mecanismos de ventas señalados y otros que mencionaremos más adelante, son parte de los importantes porcentajes de rentabilidad que obtiene la industria farmacéutica. Los medicamentos en Argentina: un enfoque global Aquellos que defienden a la industria farmacéutica y sus niveles de rentabilidad (repetimos es del orden del 20 % anual del capital invertido, al menos en los países extranjeros donde actúan) frecuentemente han utilizado el argumento del riesgo que estas empresas corren en sus operaciones de investigación y desarrollo de nuevos productos. Este mismo argumento es el que utilizan sus defensores y las empresas multinacionales para justificar el sistema de patentamientos, royalties, marcas de fábrica, etc. Como se ve ganancias, rentabilidad del capital, sistema de patentamiento, marcas, royalties, etc. terminan siendo circunstancias asimiladas, mejor diríamos, aspectos similares del crecimiento y desarrollo de las multinacionales del medicamento, al menos cuando se observa el porcentaje anual de sus rentabilidades. Sin embargo cuando se ha estudiado detenida y profundamente la variable riesgo empresario, tanto en lo que hace a la justificación insoslayable del derecho a las patentes, royalties, etc., como a las cifras casi inusuales de ganancias anuales según el capital invertido, se ha podido comprobar que los factores que determinan las ganancias y la capacidad de investigación de nuevos productos no tienen que ver con el riesgo entre las variables más significativas. Además es conveniente recordar que la investigación clave sobre este tema de las utilidades y el riesgo en la industria farmacéutica corresponde a la Comisión Federal de Comercio de los EEUU, entidad gubernamental que desmitificó con precisión tales argumentos31 utilizados por los defensores de las altas proporcionalidades en la rentabilidad de estas empresas. En realidad es, entonces, necesario retener como básico el concepto que expresa que las ganancias de la industria farmacéutica, elevadas sensiblemente con respecto a la industria general, se deben a su situación monopólica y al manejo “inteligente y de corte colonialista” que hacen de su actividad internacional, con clara especulación de los factores emocionales y sociales que acompañan al medicamento. Ese manejo “inteligente y colonialista” incluye especialmente como argumento para los elevados niveles de rentabilidad, las sobrefacturaciones en los precios de los insumos entregados a la industria dependiente, como en los productos finales exportados, y las operaciones de cualquier naturaleza que las casas matrices efectúan con sus filiales, particularmente del mundo en vías de desarrollo. Observemos ahora el tercer eslabón de este proceso de consolidación de la hegemonía de las empresas multinacionales, con respecto a las comunidades nacionales que padecen su accionar. Se trata de la renta monopólica que consiguen a través de simples mecanismos contables en los que especulan sobre las facturaciones de las materias primas y el precio de la tecnología, a los que ya nos hemos referido. Justamente estos dos simples elementos de 11 discriminación monopólica de los precios, en un caso de insumos o productos y en el otro de transferencia tecnológica, resumen terminantemente la condición de nuestro mercado. Este se encuentra sometido a las exigencias de las multinacionales en condiciones que pueden hasta ser adecuadamente medidas y que en última instancia demostrarán en todos los casos el manejo discrecional de las multinacionales del medicamento que actúan en nuestro medio. Por eso resulta apropiado denominar a este despojo que sufre nuestra comunidad “renta monopólica de las empresas extranjeras en la República Argentina”. En los primeros años de la década del 70 esta renta monopólica era considerada para el mercado nacional como comprendida entre el 10 y el 20 % de sobredimensionamiento. Este sobredimensionamiento surge de la necesidad de incorporarle a los dos factores originales descriptos para esa renta monopólica, los gastos de promoción y propaganda, particularmente con los excesos que en nuestro medio son conductas corrientes de las empresas. En tales condiciones puede imputársele, en tales años, un 4 % del valor total a las sobrefacturaciones de insumos importados conforme las exigencias impuestas por las casas matrices; un 3 % por el costo agregado por la transferencia de tecnología y el resto al mayor gasto de promoción y propaganda a que se ve sometido el mercado nacional del medicamento por parte de estas empresas. De seguir dándose estas condiciones en nuestro mercado la “renta monopólica” de los laboratorios estaría en 1980 comprendida entre los 200 y los 400 millones de dólares. Algunas apreciaciones tanto más exigentes en cuanto a precisión porcentual, estiman que para 1980 estos niveles pueden ser considerados en 5 % para las sobrefacturaciones, 2 % para la transferencia de tecnologías y entre el 5 y el 7 % para el sobredimensionamiento en promoción y propaganda. De esta manera la renta monopólica en el año del comienzo de la década del 80 le costó a nuestro país entre el 12 y el 14 % de las ventas totales del medicamento. De tal manera que los laboratorios de productos medicinales recibieron entre 239 y 279 millones de dólares que a través de los precios fueron pagados por la comunidad nacional que consumió medicamentos. Puede comprenderse fácilmente que los dos componentes mencionados en primer término, con respecto a la renta monopólica, es decir sobrefacturaciones de insumos y materias primas, como transferencias de tecnología, se incorporan en su totalidad a las empresas extranjeras que operan bajo tales condiciones. El porcentaje referido a publicidad y promoción de sus productos también tiene que ser imputado en su parte correspondiente a las empresas nacionales, que utilizan de tales mecanismos para imponer sus productos. De todas formas en este campo las industrias multinacionales desarrollan programas publicitarios y tareas de promoción especialmente superiores a las 12 nacionales, de manera que aún sin conocer el volumen anual de sus presupuestos para estas acciones, no es improbable que los mismos signifiquen cifras similares al predominio porcentual que señalábamos en cuanto a la concentración monopólica del mercado en lo referente a las “clases terapéuticas” de mayor nivel de ventas. El cuarto aspecto de contribución a los márgenes de predominancia insoslayable de las empresas multinacionales del medicamento, es precisamente su capacidad para el desarrollo de estas actividades de promoción y propaganda. El volumen casi increíble de las cifras que gasta la industria farmacéutica en promoción de sus productos, ha constituido en los últimos años una preocupación constante de los estudiosos de estos temas y que se encuentra reflejada en los documentos básicos que en los distintos países se ocupan de esta industria, particularmente después de las investigaciones de Kefauver en los EEUU y de Sainsbury y la Comisión de Monopolios en Inglaterra. Estos gastos publicitarios superan holgadamente cuatro, cinco y aún más veces los gastos destinados a investigación y desarrollo y en muchos países occidentales están aumentando en forma indeclinable a partir de la última década, de tal manera que ahora puede estimarse que sus niveles llegan al menos a un cuarto (25 %) de las ventas totales de los medicamentos. No es difícil asignarle a estas actividades publicitarias de la industria farmacéutica el carácter de pilar esencial para el acrecentamiento de los niveles de utilidades de estas empresas. Este objetivo lo debe cumplir la industria en la conquista del comprador efectivo del medicamento, aquel que produce la receta y que como tal se transforma en el verdadero gestor de las ventas exigidas por las mismas para aumentar sus ganancias. La publicidad tiene entonces un claro y definido destinatario, el médico, a quien somete a lo largo de su vida a una preparación constante, para contar su incondicional apoyo. Esta preparación y acondicionamiento rinde los resultados esperados y por eso este mecanismo se mantiene y aun se acrecienta cuando circunstancias propias del mercado o laterales al mismo, hacen percibir a las empresas que sus ventas pueden estancarse o aún disminuir. En el estímulo casi robotizado del médico en el mundo occidental, producido incesante y casi despiadadamente por la publicidad, reside el cumplimiento exacto de los niveles de ganancias esperados y programados para cada producto y en cada tiempo. Para ello cuentan las empresas con innumerables condiciones que favorecen sus designios, sumándose a esta gran trampa, que resulta en casi la totalidad de las circunstancias, este movimiento operativo de la promoción y la publicidad. Comencemos por algunos. Así puede referirse la insuficiente capacitación farmacológica, que las diferentes escuelas de medicina de nuestro mundo otorgan a sus egresados para enfrentarse con esta actividad cotidiana de recetar. Esta formación insufi- CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - ENERO DE 1982 ciente del médico no es ni remotamente casual, obedece a toda una política científica y económica que favorece las líneas históricas de las empresas que saben lo que hacen, cuando lanzan a la circulación un recurso humano con una formación terapéutica limitada y así apropiado para cumplir con los impulsos que su publicidad y promoción impondrá. No por nada, por lo menos en los países en vías de desarrollo, esta actividad publicitaria comienza, aún antes de la graduación del futuro médico y el mensaje que las empresas farmacéuticas entregan a estos alumnos, nada tiene que ver con los escasos conocimientos que sus Escuelas de Medicina le han entregado en materia de medicamentos. Pero estos mensajes tienen la precisión y el objetivo claro y premeditado, de contactar al estudiante con el mundo real del consumo farmacéutico en los términos y nombres con los que se enfrentará de inmediato, apenas concluya su ciclo de pregrado. Esta actividad de pregrado también está ordenadamente planificada y es por ello que sigue rindiendo sus claros resultados positivos para la industria, comercialmente, sin errores en sus objetivos. Aún antes de nacer el producto final, cuando todavía resulta un tierno elemento casi indefenso ya cae sobre su arsenal formativo el mensaje interesado de la industria, que por estar inteligentemente dirigido, con más puntos de contacto con la realidad diaria, con mucha mayor intencionalidad, rápidamente rendirá sus resultados. Posteriormente, ya con el médico actuando en el medio social elegido, el despliegue de las empresas en materia de publicidad y promoción resulta incontenible. Piénsese que, por ejemplo, no hace muchos años, cuando se midió el esfuerzo publicitario de industrias líderes estadounidenses, la industria farmacéutica registró la cuota más alta destinada a tales fines. Es que la publicidad y promoción resulta la operación casi imprescindible de su operación global. Por eso se puede entender la preocupación casi fatalista de otros autores, cuando se preguntan si sólo la industria farmacéutica cuenta con los recursos necesarios para una promoción efectiva y agregan: “Cómo podría la divulgación corriente competir con las cuidadosamente calculadas distorsiones enviadas a domicilio por correo cada semana y su efecto de martillo, las visitas regulares de los vendedores de remedios, los avisos a páginas desplegadas que aparecen seis veces seguidas en el mismo diario? Y ello sin mencionar las insistentes invitaciones a cócteles y fiestas, ni los equipos de golf completos obsequiados, incluyendo tres pelotas con el nombre del doctor y de la firma impresos en colores contrastados”33. De igual manera pensaba un representante de la Confederación Médica Argentina cuando recientemente decía que debía suprimirse “uno de los factores determinantes en el incremento del costo de las especialidades medicinales, que es la promoción médica, con su corte de visitadores, folletos a veinte colores, regalos de lapiceras, cuando no de casset- 13 Los medicamentos en Argentina: un enfoque global tes, grabadores, o una estadía en el hotel Llao-Llao, para el lanzamiento de un producto”34. Por extensión este cautiverio que la publicidad hace del médico, se completa con sus instituciones, sus organismos científicos, gremiales, sociales, etc. Las empresas farmacéuticas que lanzan cotidianamente a sus visitadores, sus folletos y sus muestras gratis sobre todos y cada uno de los componentes del cuerpo médico, completan con inteligencia su entretejido incorporando a sus organizaciones dependientes, a sus instituciones cautivas, a todas y también cada una de las sociedades, agrupaciones, asociaciones, academias, etc., que rigen la opinión y actividad de la profesión médica. Caen en este cautiverio desde la Academia de Ciencias de Nueva York hasta los Círculos Médicos de los poblados más distantes de los centros claves del mundo médico. Todos quedan atrapados en este entretejido que la industria farmacéutica describe como una función social, en tanto y en cuanto constituye su prédica una forma de comunicación y actualización terapéutica para los médicos, cuando en realidad adosa sin escrúpulos debajo de esta función aparente, sus objetivos comerciales, que constituyen siempre la finalidad esencial para su capacidad de incremento en la rentabilidad de sus inversiones. Otra condición que favorece los designios comerciales de las empresas farmacéuticas está referida a la cantidad de nombres comerciales que imperan en cada mercado terapéutico, contribuyendo con el crecimiento publicitario respectivo a las serias distorsiones en las que opera este negocio de los medicamentos. Cada empresa desarrolló el máximo trabajo promocional para convencer al médico que su marca es la mejor y la más eficaz, sin reparar con harta frecuencia, en los medios que utiliza para cumplir con esa finalidad y mucho menos con los argumentos que le propone al médico para destacar a su marca como la única e imprescindible. Lo hace frecuentemente exagerando su bondades, otra ocultando sus contraindicaciones o sus efectos colaterales y en la mayoría de los casos, ofreciendo una información distorsionada que poco tiene que ver con la seriedad y dimensión del tema en tratamiento. No es tampoco casual que en casi todos los países occidentales la industria farmacéutica tenga en el mercado siempre en vigencia entre cinco y veinte mil formas farmacéuticas, cuyas denominaciones, dosis y usos justifican esta alienante actividad promocional, que como dejamos dicho significa entre un cuarto y un tercio del total de las ventas de medicamentos en tales países. Cuando cualquier organismo o entidad nacional ha salido a luchar contra este factor de nombres, dosis, formas terapéuticas, en fin, contra este bosque impenetrable que por algo existe, las empresas han sabido a través de sus prédicas o de las cámaras que las agrupan, invocar el espíritu del mundo occidental, el de las libertades individuales y otros argumentos similares, para garantizar la expansión de sus negocios. Para ello no han reparado en adversario, así se trate de la Confederación Médica de un país cuando quiere introducir su Referencia Terapéutica Nacional (COMRA, 1980), de las autoridades de un hospital o de una obra social que deseen implantar un vademecum operativo, o de la propia Organización Mundial de la Salud cuando recomienda las 150-200 drogas básicas necesarias para la terapéutica de más del 95 % de la patología conocida. En este último caso, suele utilizarse una acusación ideológica para desacreditar esta posición, señalando que así la OMS demuestra estar influenciada por “las iniciativas que surgen de países enrolados fundamentalmente en la línea del Tercer Mundo, o quizás Cuarto Mundo”. Este argumento raya en lo increíble y puede hacer pensar en delirantes conceptos racistas, que las empresas y sus organizaciones son capaces de utilizar, cuando ya parecían desterrados al fondo de los tiempos. Sobre todo cuando para reafirmar lo expresado agrega el representante de la industria farmacéutica extranjera con actividad en nuestro país, que nosotros no pertenecemos al tercer mundo, dado “que no nos podemos comparar con Bolivia u otro país centroamericano, ni Pakistán o la India...”35. Otras veces las empresas farmacéuticas o sus voceros suelen utilizar como argumentos comprobatorios para sostener este mercado infinito de formas farmacéuticas y con ello la expansión constante de la publicidad y promoción para dárselo a conocer al médico, la existencia de iguales o mayores números de especialidades medicinales en otros países. Así por ejemplo para justificar en 1977 la existencia de las 8.448 presentaciones existentes en nuestro país, se informaba que en otros países, esta era su realidad36. Países Suiza Italia Canadá Bélgica Inglaterra Francia España Brasil Especialidades 5 12 8 4 3 3 4 7 mil mil mil mil mil mil mil mil Presentaciones 16.000 21.000 17.000 9.000 9.000 8.000 12.000 11.000 Como se comprueba en esta lista, el argumento resulta nimio porque quien lo utilizaba, olvidaba expresar que en todos esos países, además de la minoritaria participación de la industria nacional, quienes particularmente componen el espectro de los creadores de tales números de presentaciones farmacéuticas, son precisamente las empresas multinacionales, que obviamente también actúan en nuestro medio. Además esta característica que enmarca a los mercados farmacéuticos de nuestro mundo, es la consecuencia de uno de los requerimientos comer- 14 ciales del desenvolvimiento de los capitales invertidos en la fabricación de medicamentos. El lanzamiento de nuevos productos y/o de nuevas presentaciones farmacéuticas ha sido caracterizado como “un instrumento de la competencia oligopólica entre firmas”, al tiempo que, contando ya con la inversión del capital en equipos y recursos humanos, el lanzamiento de nuevos productos mejora “la performance tecnológica”37 con los resultados económicos esperados para el aumento de las utilidades. Asimismo, frecuentemente, en los medios donde los gobiernos han establecido precios máximos para la venta de los remedios este mecanismo de lanzamiento de nuevos productos y/o formas terapéuticas es un recurso apropiado para eludir tales precios, dado que, en estos casos, esos medicamentos que apenas significan mínimas innovaciones terapéuticas pueden ser lanzados al mercado con precios también nuevos, que no se someten al freno de los precios máximos. Es común comprobar que cada empresa dominante de una clase terapéutica, coloque en el mercado todas las formas posibles de dosis, condiciones, combinaciones y presentaciones comerciales. Este es un requerimiento del negocio para el mantenimiento de su liderazgo en tal clase y, al tiempo que cierra premeditadamente toda ingerencia de otras empresas en sus dominios, o al menos la dificulta con claridad, acrecienta la capacidad vendedora y consolida la concentración económica de su participación en el mercado. Lógicamente, para el logro de tales objetivos, que en definitiva confluyen en el aumento de las ventas y con ello en las ganancias con relación a la inversión, necesita desplegar una máxima actividad promocional y publicitaria. Así se encadenan las utilidades empresarias, el capital invertido, las formas terapéuticas del mercado farmacéutico y este fundamental aspecto de la penetración de los medicamentos que es la promoción, en todos los casos destinada a crear en el médico el hábito de una receta amplia y siempre presente. Por eso el volumen creciente de los gastos en publicidad y promoción que las empresas imponen a los consumidores. El hilo conductor de los niveles crecientes de gastos debe seguirse especialmente en el acrecentamiento de la competencia oligopólica de la industria, particularmente observando la división del mercado en clases terapéuticas. En los últimos tiempos estas batallas se libran con preferencia en el campo de los antibióticos (ampicilinas y similares), de los antiulcerosos (cimetidinas), de los analgésicos y antiinflamatorios (piroxican, etc.), de los tranquilizantes (diazepoxidos) e hipotensores (beta-bloqueantes). La política publicitaria agresiva, que cotidianamente soportan los médicos del país, en todas sus formas lícitas y un poco más, empujada por estas empresas que concentran la mayor participación en el negocio de las clases terapéuticas, ha conseguido CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - ENERO DE 1982 mantener el predominio en la concentración participatoria que le viene correspondiendo a cada una de ellas en la década del 70. De igual forma ha conseguido acrecentar constantemente el valor anual de las ventas de medicamentos que ya superan los dos millones de dólares anuales. Su agresividad, notoria y creciente en el último quinquenio tiene además otro objetivo agregado. Las empresas están enfrentadas con la crisis económica que padece la comunidad nacional y aunque han defendido con creces sus requerimientos de rentabilidad, especialmente por vía de los precios de sus productos y de todos los mecanismos contables y empresariales que hemos mencionado, han visto decrecer la capacidad adquisitiva de remedios por parte de nuestra población. Así se puede evidenciar al observar esta serie estadística de consumo de unidades medicinales en todo el país38, 39. Año 1973 1974 1976 1977 1978 1979 1980 1981 Unidades vendidas Consumo p/habitante 506.563 414.136 399.677 374.794 379.044 345.690 324.057 24,1 469.563 19,3 12,8 11,5 Los valores resultan elocuentes, desde un consumo per capita de 24,1 unidades en 1974, se llega en 1981 a 11,5. Ese tramo, que la falta de capacidad adquisitiva de nuestra población señala en esos ocho años, constituye uno de los acontecimientos que justifican este desorbitado mecanismo publicitario que se despliega sobre la clase médica argentina. Al amparo de ganancias aseguradas, por los mecanismos indicados, las empresas multinacionales en especial intentan recomponer esos valores, conociendo el significado económico que ello acarreará y reconociendo en el médico a su agente directo para lograrlo. En este campo la situación imperante no parece modificable en el corto plazo, sin embargo, estas empresas además de consolidar sus ganancias, como en verdad está sucediendo, se esfuerzan por revertir esta tendencia del mercado. Uno de los medios en uso para esta finalidad vuelve a ser precisamente la publicidad y promoción incesante y agresiva. Teniendo en cuenta las cifras y porcentajes expresados con relación al negocio de los medicamentos en la Argentina, es posible aceptar que en 1980 los médicos argentinos estuvieron sometidos a estímulos publicitarios y promocionales que requirieron alrededor de quinientos millones de dólares para tales actividades. Así las empresas farmacéuticas gastaron en un año el mismo nivel de dólares que es Los medicamentos en Argentina: un enfoque global necesario para comprar el total de las turbinas del proyecto Yacyretá-Apipé. Esta comparación económica pone claramente en evidencia la dimensión de este aspecto del negocio del medicamento. DOS PUNTUALIZACIONES MÁS Ya hemos dejado establecido que las necesidades de salud, como las necesidades de medicamentos en particular, no son atributos de personas aisladas, de pacientes puros, desconectados de la historia cotidiana y estructural. Por eso también en el consumo de medicamentos, como en todas las necesidades humanas, se hace necesario reconocerlas a partir del marco histórico social en el que se producen y en el ejercicio de sus relaciones complejas con dicho marco. En el consumo de medicamentos de estos tiempos, la totalidad social en la que se produce impregna esos requerimientos, y precisamente al generarse ante tamaña desigualdad entre las necesidades de las clases trabajadoras y las apetencias de la industria farmacéutica amparada por un poder político que le es aliado, las relaciones de fuerza resultante ofrecen un panorama desalentador para el cumplimiento de esas necesidades. Este panorama queda evidenciado al seguir el consumo per capita de medicamentos, tal como ya lo dejamos dicho. Con esas cifras se evidencia una vez más que la relación producción-consumo es una realidad compleja y articulada y de ninguna manera una relación simple de causa a efecto. También pueden actuar sobre ellas fuerzas contradictorias que influenciarán el sentido y la dimensión del vector social resultante. En este caso y a pesar de la extensión de la cobertura para la adquisición de medicamentos que implican las Obras Sociales, su nivel de cobertura y las condiciones socio-económicas de la realidad argentina del comienzo de la década del 80 justifican ese decrecimiento en el consumo por habitante. De cualquier manera resulta interesante evidenciar las fuerzas contradictorias que ejercen influencia sobre este consumo. Así por ejemplo la denominada extensión de la cobertura juega favoreciendo el consumo de medicamentos y, si eso fuere un indicador en favor de la salud, puede representar tal incremento una elevación de las condiciones de mayores posibilidades para las clases necesitadas. Tal vez sea por ello que precisamente alcanzar mayores niveles de cobertura en salud es una premisa preciada por los trabajadores argentinos, particularmente en estos años, donde la tendencia de la realidad histórica muestra la declinación continua de ese nivel de cobertura social. Por otro lado esa extensión de la cobertura ha significado una soberbia ampliación del mercado nacional del medicamento y con ello se cumple con algunas de las exigencias esperadas para la acumulación de capital y ganancias de la industria farma- 15 céutica, y en esta acumulación es indiferente la condición de industria extranjera o nacional, porque cuando del incremento lucrativo se trata, ambas entidades resultan fieles al objetivo esencial de la sociedad competitiva. En esta contradicción tan evidente se pone en claro la compleja relación de la realidad estructural en el campo de una de las necesidades de salud. Al mismo tiempo deja en su seno innumerable cantidad de contradicciones internas, como ser, consumo de medicamentos versus no medicamentos; eficaciaineficacia de determinados fármacos; subconsumo y ganancias; publicidad y sobreconsumo; nuevas acciones de promoción y nuevos medicamentos, etc. Al mismo tiempo surge de este ejemplo de las condiciones dialécticas de la relación producciónconsumo de medicamentos, más clara aún la condición de necesidades sociales que tiene ese consumo de fármacos. No se trata de una necesidad biológica, sino de una necesidad alimentada por un largo proceso histórico de la salud-enfermedad, que como hemos dicho también, hunde sus raíces en la relación de las clases sociales. Inclusive el médico, cuando receta, también se sumerge en la atmósfera concreta de normas y acciones enmarcadas por esas clases sociales. Por eso no es inútil acumular a las condiciones económicas de esta relación, las situaciones sociales, políticas, ideológicas que la práctica del consumo del medicamento tiene. Pero esta acumulación debe tener primordialmente en cuenta la determinación dominante de la realidad económica de la producción, para no perder de vista al motor esencial de su generación y desenvolvimiento. Esta precisión conceptual nos parece de valor, porque si bien es cierto que debe reconocerse todo esfuerzo tendiente a crear mejores condiciones concretas para el consumo de medicamentos y de otros bienes; por parte de las clases trabajadoras, vale decir disminuir el peso de las exigencias del capitalismo tanto nacional como extranjero sobre la fuerza de trabajo, no debe olvidarse que tales objetivos son sólo parciales y a veces anestesiantes. Lograr mejores niveles de consumo, aunque sea de medicamentos, es solo una conquista efímera si las condiciones básicas de las relaciones sociales permanecen inalteradas. Por eso importa el concepto de determinación dominante, en el sistema productivo, que incluye al de los medicamentos. La contradicción ejemplificadora que hemos utilizado al comentar la extensión de la cobertura para medicamentos estará resuelta si tal extensión se produce en el seno de unas relaciones sociales justas y equitativas, por la transformación del esquema básico de la producción social para Argentina, en este o en otro año. Seguramente que, dada esa situación, la realidad alcanzará nuevas interrelaciones y nuevas contradicciones. Pero eliminada la condición esencial de la sociedad competitiva y creada la relación solidaria 16 CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - de una comunidad sin apetencias lucrativas, el mayor consumo de medicamentos y otros bienes alcanza dimensión de verdadera conquista social. De la otra forma solo es una ilusión que la sociedad competitiva suele conceder, primero para que nada cambie y segundo, lo que es más trágico, para acrecentar sus ganancias y consolidar su régimen histórico. La otra puntualización se refiere a un problema interno del consumo de medicamentos. Hace a la convalidación de la eficacia-ineficacia de los remedios recetados por los médicos argentinos. Veamos, con nombres propios, cuáles han sido los veinte medicamentos más recetados en 1980, con sus valores en dólares, dentro del llamado mercado ético: Producto Laboratorio Total — Trifacilina Hydergina Lexotanil Pantomicina Tagamet Amoxidal Atiansil Sermion Stugeron Voltaren Bactrin Sibelinn Gentamina Buscapina Compositum Aldomet Trapax Venoruton Bil 13 Novalgina Inderal Bagó Sandoz Roche Abbott SKF Valores Porcentuales En miles de sobre el u$s total de ventas 1.914.382 100,00 18.274 17.443 16.205 0,96 0,91 0,85 12.526 12.223 12.219 0,65 0,64 0,64 26.073 19.387 Roemmers Roemmers Montedison 14.316 13.454 13.202 J. and Johnson SHC Boehring MSD Wyeth Ciba Bagó Hoechst ICI 11.791 11.699 11.596 11.451 11.321 11.344 10.051 9.804 9.434 J. and Johnson Geigy Roche 1,36 1,01 0,75 0,70 0,69 0,62 0,61 0,60 0,60 0,59 0,59 0,52 0,51 0,49 Estos 20 medicamentos cubren el 14,30 % del total de la venta del año 1980. Sin entrar en la órbita intelectual de la crítica parcial y superficial de la medicalización de la sociedad (I. Illich) resulta conveniente observar esta lista porque en ella están expresadas las tendencias de esas fuerzas predominantes para tal consumo. En ella puede verse la predominancia porcentual de los antibióticos justificando una conducta terapéutica que la industria se ha encargado de determinar. Tal vez aquí sea necesario remarcar la cantidad importante de observaciones sobre esta reconocida sobreprescripción, que además de constituir un hábito de la profesión médica argentina, es una consecuencia que la promoción y publicidad de esa industria busca e influye con su presión cotidiana. ENERO DE 1982 En este rubro del consumo mayoritario, hay argumentos técnico-científicos suficientes para demostrar la exageración de ese consumo, así como el acentuado nivel de ineficacia de su utilización, precisamente por la inoportunidad de su indicación. En segundo término, remarquemos que en esta lista de los 20 medicamentos más vendidos aparecen cuatro vasodilatadores cerebrales. Entre los diez primeros, hay tres de esos vasodilatadores. Los cuatro vasodilatadores cerebrales indicados le costaron a los pacientes a quienes se les prescribió, casi 57 millones de dólares. Todos los especialistas del mundo saben de la ineficacia (incapacidad de solución para el logro de los objetivos) y la de ineficiencia (al menos en la relación costo-beneficio) de estos productos frente a los cuadros nosológicos donde especialmente se indican. Los estudios desinteresados económicamente, que sobre este particular se han efectuado, ratifican aquello que cotidianamente los médicos vemos con estos medicamentos. Las empresas farmacéuticas, en este caso para los cuatro remedios indicados, empresas extranjeras, conocen estas realidades y el fracaso constante de su uso. Sin embargo la artillería promocional y publicitaria no tiene barreras. Nadie la controla ni le indica los límites que permiten evidenciar esos resultados constantemente repetidos. La eficacia de sus métodos de venta está a la vista y la industria farmacéutica extranjera consigue con sus métodos colocar cuatro de estos cuestionados medicamentos, dentro de los veinte más vendidos en el país. Este ejemplo del consumo argentino de 1980 brinda la reconocida complejidad de las situaciones por las que se expresan las relaciones sociales de nuestro tejido comunitario, pero pone en evidencia una vez más, la significación de la sobredeterminación que las fuerzas productivas ejercen sobre dichas relaciones. REFERENCIAS 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. Cámara Argentina de Especialidades Medicinales (CAEME). Dialog. 1 N° 2. Bs. As., 1973. Krieger Mario y Prieto Norma. “Comercio exterior, sustitución de importaciones y tecnología en la industria farmacéutica Argentina”. Desarrollo Económico. Bs. As. 66 17/VI/77, p. 180. 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Un cierto número de factores, sin embargo, limita su influencia: a) las insuficiencias en las profesiones de salud y en la sociedad para comprender la primacía de la prevención, b) la renuencia a aceptar la validez de los descubrimientos epidemiológicos y c) el poder de los intereses privados. Estos factores pueden actuar individualmente, o, más a menudo, en forma conjunta. Una gran cantidad de alabanzas se dedican a la prevención; en la actualidad, la sociedad hace relativamente poco por ella. En 1977 el total del gasto nacional en salud en los EEUU fue de 162 mil millones de dólares, o el 8,8 % del Producto Nacional Bruto. Casi la totalidad de este gasto se dedicó a atención médica; un 5 % fue gastado en investigación y construcción de instalaciones médicas, mientras sólo el 2 % se gastó en actividades de salud pública del gobierno1. Este grave desequilibrio refleja la orientación casi completamente terapéutica de las profesiones médicas y paramédicas, cuyas actitudes se alinean, con relativamente raras excepciones, desde una clara indiferencia hasta una abierta hostilidad hacia la epidemiología, la medicina preventiva y la salud pública. La incapacidad para apreciar la primacía de la prevención no se limita a las profesiones de salud. Desafortunadamente es compartida por el público en general que gasta grandes sumas en servicios curativos, construyendo grandes complejos —los centros médicos urbanos— como monumentos a su creencia en la importancia del tratamiento. Se han construido nuevos hospitales en cada rincón de la tierra como símbolos secundarios de esta fe. Grandes ejércitos de trabajadores médicos satisfacen la demanda de atención médica. Los héroes públicos, endiosados en libros, revistas, películas * ** y programas de televisión, son los cirujanos y otros clínicos que realizan milagrosas curas en las instalaciones hospitalarias. Aquellos que detentan el poder en los asuntos de salud son generalmente los jefes de los servicios clínicos, los representantes de las sociedades médicas, los directores de hospitales, los administradores de programas de atención médica. Si sometemos a análisis crítico este punto de vista fervientemente apoyado por el público respecto a la atención médica, estamos obligados a presentar conclusiones más calificadas. La relevancia de la atención médica para la salud pública está determinada fundamentalmente por su impacto sobre la mortalidad y morbilidad. Cien años atrás la atención médica era ampliamente inefectiva en estos términos, y la mayoría del progreso subsiguiente en la disminución de la enfermedad y la muerte surgió de la actuación de otros factores. Enfermedades infecciosas Según el censo de mortalidad de 1850, aproximadamente tres quintos de todas las muertes en los EEUU eran causadas por enfermedades infecciosas, incluyendo (en orden de importancia) tuberculosis, disentería y diarrea, cólera, malaria, fiebre tifoidea, neumonía, difteria, escarlatina, meningitis, tos convulsa, sarampión, erisipelas y viruela. Como afirma Smillie, la mayor proporción de estas muertes se debía a “factores desfavorables del medio ambiente, aguas contaminadas, sistemas indescriptibles de eliminación de excretas, hacinamiento, con condiciones de vivienda vergonzosas, leche mala, comida mala, moscas por millones, alimentación escasa, largas horas de sobretrabajo y gran ignorancia y descuido”2. El cólera, la disentería y la diarrea, y la fiebre tifoidea desaparecieron principalmente como resultado de medidas de control del medio ambiente dirigidas al agua, la leche y al suministro de alimentos. La Traducido de “Epidemiology as a guide to health policy”. Annual Review of Public Health 1980; 1: 323-44. Profesor del Departamento de Medicina Preventiva y Comunitaria, New York Medical College. 2 diarrea infantil sucumbió gracias a estas medidas de control del medio ambiente, al desarrollo de clínicas infantiles independientes de los servicios de atención médica, a la educación sanitaria y a la extensión de la atención médica para incluir atención preventiva del niño sano. La declinación de la malaria fue fundamentalmente un fenómeno social, causado, como Smillie señala por “una transición desde condiciones pioneras a un cultivo de la tierra mejorado, mejor alojamiento rural, más ganado, mejor drenaje de los suelos, transporte rápido, sustitución del molino de la aldea y su estanque por una molienda centralizada, y todos los demás componentes de una civilización adelantada”. En años más recientes, la malaria ha sido expulsada de sus últimos reductos por medidas planificadas de control ambiental. La difteria, la varicela, la tos convulsa y el sarampión han sido controlados por programas públicos de inmunización. La Neumonía, la escarlatina, la meningitis y la erisipela pueden haber retrocedido por cambios sociales de largo término incluyendo la mejora de la vivienda con una consiguiente declinación del hacinamiento. La intervención médica comienza a ser efectiva solo con el uso profiláctico y terapéutico de antibióticos durante las décadas pasadas. La tuberculosis ha declinado fundamentalmente debido a la elevación del nivel de vida, ayudada por medidas de control de salud pública tales como aislamiento y programas de detección de casos. Aquí la atención médica cumple una función preventiva aislando a las personas infectadas en los hospitales para tuberculosos. Más recientemente, el tratamiento con nuevas drogas ha capacitado a la atención médica para ser más eficaz en la reducción de la infección, la morbilidad y la mortalidad. El tratamiento de la sífilis con drogas efectivas, ha jugado un rol muy importante para controlar la infección y por lo tanto prevenir la diseminación de la enfermedad y reducir la mortalidad y morbilidad. Por otro lado, la atención médica probó ser ampliamente menos eficaz para enfrentar el tétano y la poliomielitis, enfermedades que están siendo virtualmente eliminadas por programas de inmunización de salud pública. La fiebre puerperal fue controlada inicialmente mediante al control del medio ambiente hospitalario; este fue al factor preponderante junto con al establecimiento de clínicas públicas de salud prenatal y la mejora de la atención obstétrica, en la reducción de la mortalidad materna. En resumen, pues, las fuerzas principales que actuaron para bajar la morbilidad y mortalidad proveniente de enfermedades infecciosas durante los últimos 100 años han sido los cambios económicos y sociales, las medidas de control del medio ambiente, la inmunización, la educación sanitaria y otras actividades de salud pública. La atención médica por sí misma ha jugado un rol secundario, limitado en su mayor parte a dos funciones principales: el alivio del sufrimiento, una notable contribución de la atención médica para todas las enfermedades, y que no puede CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - OCTUBRE DE 1982 ser sobrevaluado en cualquier consideración de la relevancia de la atención médica para la salud de la población y la reducción de la severidad de la enfermedad a través de medidas de apoyo, una función que la atención médica realiza con éxito diverso sobre enfermedades específicas. Fue sólo durante las ultimas décadas que el advenimiento de nuevos agentes quimioterapéuticos y antibióticos ha capacitado a la atención médica para superar estas funciones y realizar una mayor contribución para la salud de la población mediante el tratamiento definitivo y la curación de las enfermedades infecciosas. Enfermedades no infecciosas Cuando dirigimos nuestra atención a las enfermedades no infecciosas, encontramos considerablemente menos éxito en la reducción de la mortalidad y morbilidad, con dos áreas de excepción importantes: a) las enfermedades por deficiencia nutricional, incluyendo escorbuto, raquitismo, pelagra, bocio endémico y otras, que han sido ampliamente eliminadas en EEUU y otros países industrializados mejorando los niveles de vida y mediante el enriquecimiento y la suplementación de la alimentación, y la educación sanitaria de la población; b) las enfermedades ocupacionales, que han sido sustancialmente reducidas por el desarrollo de programas de salud pública y la utilización de leyes compensatorias para el obrero, para proporcionar un estímulo a la prevención. La atención médica ha comenzado a ser cada vez más eficaz para la reducción de la morbimortalidad por traumatismos, ya sea debido a accidentes o violencia. Sin embargo los accidentes siguen siendo una causa importante de muerte. La inmensa matanza a través de las dos grandes guerras mundiales es un triste recordatorio de que la única respuesta definitiva para el control de los traumatismos se relaciona con los medios sociales de prevención. La intervención quirúrgica tiene un incuestionable valor para una variedad de enfermedades que incluye, entre otras, hipertiroidismo, úlcera péptica, apendicitis, colecistitis, y colelitiasis, hernia y hemorroides. La terapia de sustitución ha reducido la mortalidad y morbilidad por enfermedades como la diabetes mellitus, el hipotiroidismo, la enfermedad de Addison y la anemia perniciosa. La diabetes mellitus, sin embargo, sigue siendo una importante causa de muerte en los EEUU. El valor de la terapia para el cáncer varía con respecto a la localización, tipo histológico y estado de evolución de la enfermedad; el cáncer sigue siendo la segunda causa de muerte en los EEUU. La eficacia del tratamiento varía para otras importantes causas de enfermedad. En asma y otras enfermedades alérgicas, el enfoque más valioso es prevenir el contacto con antígenos, aunque la terapia de desensibilización puede ser útil cuando es imposible evitar tal contacto; sin embargo, no hay una cura real. La úlcera péptica, la gota y la epilepsia son enfermedades crónicas en las cuales el tratamiento La Epidemiología como guía para la Política de Salud de ataques agudos debe ser seguido por terapia preventiva destinada a reducir el número y severidad de las recurrencias. A pesar de la declinación de la enfermedad del corazón de etiología sifilítica y reumática, y de la contribución de la cirugía para corregir ciertos defectos cardíacos congénitos y producidos por el reumatismo, la enfermedad del corazón sigue siendo la causa principal de enfermedad y muerte. El tratamiento de la enfermedad coronaria permanece siendo sólo moderadamente efectivo a pesar de los dramáticos avances en el tratamiento de los corazones afectados. No existe todavía disponible una terapia efectiva para problemas mayores como artritis, enfermedad cerebrovascular y bronquitis crónica. El tratamiento preventivo con litio ha probado ser efectivo para limitar la recurrencia de la psicosis maníacodepresiva. No existe cura, sin embargo, para la esquizofrenia. Esta revisión, necesariamente breve indica que la contribución de la atención médica para mitigar el peso de las enfermedades no infecciosas es sustancial pero limitada; aunque curativa para algunas, es solamente parcialmente efectiva en la mayoría de estas enfermedades. La debilidad es ampliamente inherente a la atención médica ya que cuando los cambios patológicos han alcanzado el estadio en el cual producen síntomas que requieren tratamiento, las posibilidades de revertir la situación quizás han dejado de existir. Como en las enfermedades infecciosas, el mayor potencial para mejorar la salud de la población se relaciona con la prevención. La exactitud de esta afirmación se hace evidente si tomamos en cuenta estos hechos: la eliminación de enfermedades por deficiencia nutricional y el control de las enfermedades ocupacionales, el éxito de la epidemiología y la salud pública para disminuir la prevalencia de caries dentales por fluoridación, y las significativas y continuas contribuciones de la epidemiología para una mejor comprensión de las causas y medios de prevención de las principales enfermedades no infecciosas. La segunda revolución epidemiológica Durante las últimas décadas, se han realizado enormes avances a partir de estudios epidemiológicos de cáncer, enfermedad cardíaca, accidente cerebrovascular y otras enfermedades no infecciosas importantes. Los epidemiólogos han forjado efectivas armas de control, armas que ahora deben ser esgrimidas por los departamentos de salud y dirigidas a nuestros objetivos tradicionales de prevenir la enfermedad, la incapacidad y la muerte. La significación de esas ramas puede ser comprendida revisando su impacto potencial sobre las principales causas de muerte. La principal causa de muerte —enfermedad del corazón— responde del 38 % de todas las muertes. El noventa por ciento de las muertes cardíacas son el resultado de enfermedad isquémica del corazón. La investigación epidemiológica ha identificado tres principales factores de riesgo —colesterol sérico alto, 3 hipertensión y hábito de fumar— que incrementan las tasas de incidencia y mortalidad de la enfermedad isquémica del corazón. Los estudios epidemiológicos han mostrado también que cada uno de estos factores es susceptible de cambios: por ejemplo el colesterol sérico puede ser disminuido por la sustitución de una dieta de ácidos grasos no saturados, la presión sanguínea alta puede ser controlada por drogas apropiadas y el hábito de fumar puede ser reducido gracias al impacto de conocimiento adecuado. Estamos alcanzando la etapa final del período de investigación y el comienzo del tiempo para la acción de los departamentos de salud locales, estatales y federales. El cáncer responde por el 18 % de todas las muertes, muchas de las cuales todavía no pueden ser prevenidas. Para algunos tipos de cáncer, sin embargo, se ha logrado un progreso considerable a través de la investigación epidemiológica. Sabemos que el hábito de fumar produce cáncer de pulmón, boca, faringe y laringe. Y hay evidencia creciente de que el consumo del alcohol está relacionado a cáncer de boca, faringe, esófago, laringe e hígado. La importancia del papel de los rayos X y otras fuentes de radiación en la etiología de la leucemia y otras formas de cáncer ha sido demostrada, y los efectos de una variedad de carcinógenos industriales ha sido comprobada. Se han desarrollado métodos efectivos de screening para el cáncer de mama y el cervical. Las enfermedades cerebrovasculares, que suman el 11 % de todas las muertes y constituyen la tercera causa de muerte, eran completamente no prevenibles 25 años atrás. Ahora sabemos que la incidencia de tales enfermedades —causadas fundamentalmente por hipertensión y arterioesclerosis— puede ser reducida significativamente mediante tratamiento a largo término de la hipertensión y presumiblemente también mediante la prevención de la arterioesclerosis. Los accidentes constituyen una causa de mortalidad particularmente trágica porque a menudo afectan a niños y personas jóvenes. En realidad constituyen la principal causa de muerte por debajo de los 35 años de edad. Para todas las edades, se ubican en el cuarto lugar de importancia, si la atención que se les otorga estuviera relacionada con su significación para la salud de la nación deberían, indudablemente, ser retirados de la lista de las principales causas de muerte. La investigación epidemiológica ha profundizado nuestra comprensión respecto al huésped, agente, y factores ambientales involucrados en diferentes tipos de accidentes, e indicado las medidas preventivas que pueden ser utilizadas. Un importante hallazgo puede ser citado como ejemplo: el descubrimiento de niveles altos de alcohol en sangre en el 50 % de los conductores responsables de accidentes automovilísticos con resultados fatales. Las implicaciones de este hallazgo con claras, pero efectivas acciones de salud pública tienen todavía que ser tomadas en los EEUU. La influenza y la neumonía, quintas en importancia, continúan en declinación, presumiblemente 4 por el uso de vacunas contra la influenza para individuos de alto riesgo y por las mejoras en la terapia con antibióticos. La bronquitis, enfisema y otras enfermedades pulmonares crónicas obstructivas —en sexto lugar entre las causas de muerte— resultan fundamentalmente del hábito de fumar y de la polución del aire. La mayoría de estas muertes podrían indudablemente ser prevenidas por acciones efectivas de salud pública contra estos agentes. Por otro lado no puede esperarse una significativa declinación en la tasa de mortalidad por diabetes mellitus, que está en séptimo lugar en la lista, con el conocimiento y los métodos disponibles actualmente. La cirrosis hepática, que no apareció entre las diez principales causas de muerte en 1965, fue la décima causa en 1969 y ha sido la octava desde 1973. Este rápido aumento entre las causas de mortalidad ha sido mostrado por los epidemiólogos como una función del consumo de alcohol. En la medida en que aumenta el consumo de alcohol en la población, también aumenta el índice de mortalidad por cirrosis, y cuando el consumo cae, lo mismo sucede con la tasa de mortalidad. La arterioesclerosis figura novena en la lista, y es prevenible mediante las mismas medidas recomendadas para la enfermedad isquémica del corazón. La última es distocias y traumatismos del parto, y otras causas de mortalidad en la temprana infancia, que han continuado disminuyendo, presumiblemente por la mejora de las prácticas obstétricas y pediátricas. A medida que se revisan las diez principales causas de muerte, y los tratamientos para su control que los profesionales han diseñado para nosotros, resulta evidente que grandes declinaciones de la mortalidad no son sólo posibles sino inevitables, en virtud de ataques decididos de la salud pública sobre las causas de muerte vulnerables. Sin embargo, poderosas barreras obstruyen el camino. Obstáculos “científicos” para la política de salud Entre los obstáculos que se presentan a la epidemiología para actuar como una guía de la política de salud, se encuentran los puntos de vista de los clínicos que no desean aceptar la validez de los descubrimientos epidemiológicos. A comienzos de siglo, por ejemplo, cuando el Departamento de Salud de la Ciudad de Nueva York declaró que la tuberculosis era una enfermedad trasmisible y propuso una serie de medidas para prevenir su contagio, la Junta Médica del Dispensario Alemán del WestSide adoptó resoluciones referidas a que la declaración de la tuberculosis como enfermedad contagiosa “no es enteramente correcta y no es la opinión de muchos clínicos distinguidos”3. Uno de los principales obstáculos para la aceptación de los hallazgos epidemiológicos por parte de los clínicos se relaciona con al carácter de la evidencia. Esto fue verdad durante la primera revolución epidemiológica, el control de las enfermedades infecciosas, y lo es nuevamente ahora, durante la segunda, cuando el problema se relaciona con las enfermeda- CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - OCTUBRE DE 1982 des no infecciosas. A mediados del siglo XIX, John Snow llegó a conclusiones extremadamente seguras respecto a la etiología y prevención del cólera mediante la utilización de evidencia “meramente estadística” (que constituye el término de menosprecio para la epidemiología por parte de clínicos y legos, es decir el estudio de la enfermedad en grupos humanos de población); solo más tarde hubo confirmación por la así llamada ciencia real, es decir el estudio de la enfermedad en ratas, ratones y cobayos. El experimento natural de Snow en el mundo real de Londres tuvo que ser validado más de un cuarto de siglo después por experimentos llevados a cabo en laboratorios. Y lo mismo sucede hoy. Los epidemiólogos han llegado a conclusiones notablemente seguras sobre la etiología y prevención de múltiples enfermedades, tales como cáncer de pulmón, enfermedad cardíaca isquémica y enfermedad cerebrovascular, mucho antes de que los científicos de laboratorio tengan éxito en descubrir los mecanismos patológicos precisos que se encuentran involucrados. Puesto que, como en la época de John Snow, la última información todavía no está disponible, los epidemiólogos tienen dificultades para obtener la aceptación de sus conclusiones científicas y sus recomendaciones para la acción preventiva. La controversia sobre el cáncer de pulmón es tal vez el ejemplo más dramático de las luchas que los epidemiólogos han tenido que desarrollar para superar ese obstáculo. Intereses creados y política de salud A menudo es verdad que las así llamadas objeciones científicas frente a los hallazgos epidemiológicos reciben un poderoso apoyo de intereses privados comprometidos en gran medida con el posible uso de tales hallazgos como una guía para la política de salud. En 1897, cuando la Junta de Salud de la ciudad de Nueva York convirtió a la tuberculosis en enfermedad notificable, la profesión médica condenó la acción —no solo las sociedades médicas del condado de Nueva York y del condado de Kings sino también la Academia de Medicina de Nueva York se opusieron oficialmente—. El Medical Record reaccionó con un editorial que afirmaba, “lo realmente odioso de esta reforma al código sanitario es su carácter ofensivamente dictatorial y desafiadoramente obligatorio... La profesión como un todo ha considerado con ojos celosos, los abusos de la Junta ante privilegios anteriormente bien reconocidos de los médicos”. En un editorial posterior, las objeciones fueron más explícitas: “No hay objeción en informar los casos pulmonares para propósitos estadísticos... Sin embargo, la función extraordinaria asumida por la Junta resulta ominosa y amenazante —el deseo de asumir el control oficial de los casos después de haber sido reportados, y no sólo esto, por medio de edictos bacteriológicos alarmantes interferir con el médico en el diagnóstico y tratamiento del paciente, y además, por la creación de una sospecha pública de su ignorancia, privarlo posiblemente de uno de los medios de legítima subsistencia—”3. La Epidemiología como guía para la Política de Salud En nuestros días, tal vez el más evidente ejemplo de intereses privados que intentan impedir la aceptación de hechos epidemiológicos es el establecimiento del Comité de Investigación de la Industria del Tabaco. La historia de la salud ocupacional está repleta de tales casos. Estas actividades no se detienen en el nivel científico: las industrias poderosas y otros intereses privados son capaces de ejercitar considerable influencia para prevenir que la epidemiología cumpla su rol como guía de las políticas de salud gubernamentales. El único antídoto contra su poder es una comunidad informada y movilizada. Como escribió Hermann Bigss en el Monthly Bulletin del Departamento de Salud de la ciudad de Nueva York, aproximadamente una década después de su victoria en la campaña contra la tuberculosis: “La enfermedad es ampliamente un mal extirpable. Continúa afligiendo a la humanidad, no solo debido a un incompleto conocimiento de sus causas y la falta de higiene individual y pública adecuada, sino también a que es extensivamente fomentada por condiciones industriales y económicas duras y por viviendas miserables en comunidades congestionadas. Estas condiciones y consecuentemente las enfermedades que surgen de ellas, pueden ser extirpadas por una mejor organización social. Ningún deber de la sociedad, actuando a través de sus agencias gubernamentales, es superior a esta obligación de atacar las causas de enfermedad removibles. El deber de liderar este ataque y concientizar a la opinión pública sobre el hecho de que la comunidad puede comprar su propia protección de salud corresponde a todos los individuos, organizaciones y personal de salud interesados en los movimientos de Salud Pública. La necesidad de la provisión de más y mejores instalaciones para la protección de la salud debe provenir en último análisis de la educación de la opinión pública de manera que la comunidad comprenda vívidamente tanto sus necesidades como sus poderes”3. Obstáculos ideológicos a la política sanitaria Es obvio que la segunda revolución epidemiológica, al igual que la primera requerirá acciones gubernamentales de diferente tipo dirigidas a proteger la salud del público. Una de tales acciones es la imposición de barreras financieras frente al tabaco, al alcohol y otras substancias perjudiciales. Quizás la más frecuente e importante pregunta que se formula sobre dicha acción se refiere a su efecto sobre las libertades civiles. ¿No es éste otro ejemplo de actitud de “Hermano Mayor”, de interferencia gubernamental en la libertad personal y la libertad de los individuos para hacer con sus vidas lo que deseen? La respuesta a esta pregunta tiene cierto número de facetas. Una es que el individuo tendrá libertad de elección. Si realmente quiere fumar o beber, nadie se lo impedirá. Puede pensarlo dos veces antes de gastar más dinero en este tipo de cosas, pero solo dependerá de él si las compra o no. 5 Otro aspecto se relaciona con el hecho de que, cuando las compañías petroleras incrementan fuertemente el precio de la gasolina, nadie levanta la cuestión de las libertades civiles o la palpable interferencia con la libertad de los individuos para hacer lo que quieran con sus coches, sus fines de semana o sus vidas. Aún más serio es el actual incremento sin precedentes en el precio de la comida y otros artículos de primera necesidad, que amenaza la libertad de elección tanto como la salud del pueblo de este país, si no de todo el pueblo, al menos de aquellos en circunstancias pobres o moderadas. Todavía no se protestó contra este aumento sobre la base de su interferencia con la libertad de los individuos, aún cuando estuvo causado en gran medida por la política del gobierno federal, que ha sido incapaz de tomar medidas efectivas contra la inflación. Debemos entonces plantear la pregunta: ¿Qué inflación y con qué propósito? ¿Nuestra libertad como pueblo soberano para defendernos del cáncer de pulmón y otros, de la bronquitis crónica, del enfisema pulmonar y de la enfermedad coronaria, y de tener literalmente millones de vidas castigadas por la enfermedad, la incapacidad y la muerte? ¿O la libertad de las compañías de tabaco, entre otras, para continuar realizando ganancias sobre los cuerpos de sus víctimas? Estas víctimas no son una abstracción. Probablemente ninguna persona que lea este artículo habrá dejado de tener algún pariente cercano o amigo que haya muerto innecesariamente y demasiado temprano, a menudo en la flor de la vida, como resultado del hábito de fumar. Si permitimos que esta situación continúe, dando libertad a las compañías de tabaco y a otras, para que difundan su mensaje mientras rechazan la intervención con la excusa de la libertad, seremos cómplices de las consecuencias letales. Además, estaremos traicionando la tradición de la salud pública, una tradición que destruyó la libertad de las compañías de agua para vender agua contaminada, que prohibió a los granjeros y distribuidores la venta de leche no pasteurizada, y que incluso convirtió en obligación para los niños la vacuna contra la viruela. Nuestros predecesores en la salud pública dejaron de lado la libertad individual no sólo de tener viruela, sino también de enfermarse de cólera, fiebre tifoidea y otras enfermedades difundidas por el agua y la leche. Lo hicieron privando a los individuos de su libertad para beber agua contaminada y gustar la leche natural que, como todos sabían en aquellos días, era mucho más sabrosa que el producto pasteurizado. Necesitamos actuar en nuestro propio tiempo con la visión y el coraje que los primeros trabajadores de la salud pública demostraron cuando establecieron una libertad más grande. La libertad de gozar de la salud y la vida, como una obligación fundamental del gobierno. El enfoque del estilo de vida para la política de salud Un resultado de las presiones de intereses privados, 6 y de los obstáculos ideológicos creados por esos intereses, es el desarrollo de un enfoque para la política de salud que, esencialmente, afirma que no se necesita política de salud. El economista Víctor Fuchs, por ejemplo, toma la posición razonable de que la prevención de la enfermedad es más importante que la atencién médica para la salud, pero lleva el argumento aún más lejos en términos de su filosofía: “El énfasis sobre la responsabilidad social puede aumentar la seguridad, pero puede ser la seguridad de un zoológico —comprada a expensas de la libertad—... El mayor potencial actual para mejorar la salud del pueblo norteamericano debe encontrarse en lo que ellos hacen y lo que no hacen, para y por ellos mismos. Las decisiones individuales sobre dieta, ejercicio y hábito de fumar son de crítica importancia, y las decisiones colectivas relacionadas con la polución y otros aspectos del medio ambiente, también son relevantes”4. Para Fuchs, las decisiones individuales son de importancia crítica; las decisiones sociales son “también relevantes” pero limitadas a problemas tales como la polución. Fuchs utiliza el término “estilo de vida” para describir lo que considera como el más importante determinante de la salud y la enfermedad. Tal vez el ejemplo más ampliamente conocido de enfoque de estilo de vida es el informe escrito por Mark Lalonde, el anterior ministro canadiense de Salud y Bienestar. En un interesante intento por ampliar las bases teóricas y prácticas de la salud pública en Canadá, Lalonde propone que el área de la salud debe ser abierta en cuatro elementos: biología humana, medio ambiente, estilo de vida y organización de la atencién médica. Después de revisar los principales problemas de salud de Canadá concluye que, además del sistema de atención médica y el problema colectivo del medio ambiente, “debe aceptarse la culpa individual para muchos de los efectos deletéreos sobre la salud de los respectivos estilos de vida. La vida sedentaria, el hábito de fumar, la sobrealimentación, la conducción bajo estímulo alcohólico, el abuso de drogas y el no uso de cinturones de seguridad, figuran entre las muchas contribuciones a la enfermedad física y mental sobre las cuales los individuos deben aceptar alguna responsabilidad y en relación a las cuales deberían tratar de corregirse”5. La mayor debilidad de este enfoque es que concibe los estilos de vida individuales como si existieran en un vacío. La sociedad no tiene nada que ver en el asunto. Además, la sociedad no tiene ninguna responsabilidad; como afirma Lalonde “debe aceptarse la culpa individual” o como dice Fuchs cerrando su libro, “el mayor potencial para mejorar la salud se relaciona con lo que las personas hacen y no hacen para y por sí mismos. La elección es nuestra”4. Por ello Fuchs tiene mucho que recomendar sobre la organización social de la atención médica, pero nada sobre medidas sociales para cambiar estilos de vida. Lalonde tiene una larga lista de recomendaciones CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - OCTUBRE DE 1982 para influenciar estilos de vida, pero parecen consistir ampliamente en moderados programas de educación sanitaria, y unas pocas propuestas regulatorias muy débiles. En realidad, esta falta de un programa para medidas sociales efectivas es inevitable dada la fundamental ideología del enfoque sobre el estilo de vida. Esta ideología que pone el acento sobre la culpa de los individuos y por consiguiente libera de responsabilidad a la sociedad, ha logrado una buena dosis de popularidad en los años recientes entre aquellos que aconsejan un “descuido benevolente” de los problemas de pobreza. En una refutación cuidadosamente razonada de estos puntos de vista, William Ryan las caracteriza como “Culpar a la Víctima”6. La técnica de “culpar a la víctima” no es nueva en la sociedad norteamericana, y simplemente se ha vuelto más sofisticada. La salud pública en nuestro país ha sido estorbada por diferentes versiones del enfoque de estilos de vida desde sus primeros comienzos. Hablando en la Legislatura del Estado de Nueva York en 1865, Stephen Smith señalaba que la primera entre las causas señaladas de la alta mortalidad en la ciudad de Nueva York era la gran inmigración extranjera. El consideraba que los inmigrantes eran víctimas propiciatorias, y los defendía del informe del Inspector de la Ciudad en 1860: “La mayoría de los niños que llegan a esta ciudad desde puertos extranjeros, si bien sufriendo los efectos de un prolongado viaje, malos alojamientos y peor comida, no traen ninguna enfermedad determinada más allá de aquellas que, con adecuada atención, alimento y aire saludable, pueden ser fácilmente superadas. Las causas de esta excesiva mortalidad deben ser buscadas en esta ciudad, y son fácilmente relacionables con las miserables habitaciones en las cuales padres e hijos están obligados a habitar; en los angostos callejones, las casas de alojamiento, con sus cientos de ocupantes, donde cada uno cocina, come y duerme en una sola habitación, sin luz o ventilación, rodeados por la suciedad, una atmósfera pestilente, fétida y mortífera, con nadie para consolarlos o aconsejarlos, o para prestarles ayuda cuando la enfermedad los ataca”7. Culpar a la víctima es tan injustificado hoy como hace 120 años. Es difícil aceptar la idea que fumar en un asunto individual cuando es bien conocida que la propaganda de los cigarrillos que cuesta más de 300 millones de dólares por año, transformó el hábito de fumar de una adicción menor a una importante; que el mercado femenino fue desarrollado por una propaganda cuidadosamente diseñada, y que el mercado juvenil fue el siguiente en ser abierto por una campaña sistemática dirigida a los periódicos colegiales y las revistas para jóvenes. Las industrias de bebidas alcohólicas han mejorado en gran medida las campañas propagandísticas de la industria del tabaco. El siguiente extracto muestra cómo los estilos de vida individuales son creados. Proviene del The New York Times del 26 de diciembre de 1974: La Epidemiología como guía para la Política de Salud “Las compañías de licores son igualmente grandes clientes de la Colege Marketing and Research Corporation... Una de las primeras actividades de la Corporación es “organizar reuniones para probar licor en los “campus” universitarios. Se hicieron 400 el año pasado, siendo la mayor para 4.000 personas, y una en el Estado de Florida, donde sólo se sirvió un “Mexican Sunrise” con tequila José Cuervo... La Corporación está extendiendo estas reuniones de prueba a los complejos de departamentos y a la Cámara Junior de Comercio, lo que aumenta su amplitud demográfica pasando de jóvenes entre 18 y 24 años a los que se ubican entre 18 y 34”8. Si el consumo de alcohol es simplemente un asunto de elección individual, es difícil explicar el hecho que en Gran Bretaña las mayores tasas de muerte por cirrosis hepática se produzcan en la clase social 1, la clase más rica, mientras en los Estados Unidos las tasas más altas se encuentran en el grupo más pobre, los trabajadores no calificados de la clase social 5. Los estilos de vida individuales no pueden explicar por qué la adicción a las drogas en los EEUU está ampliamente confinada a los barrios bajos y a los ghetos en los que habitan los grupos minoritarios. O por qué los hombres negros tienen menos infartos de miocardio que los blancos. O por qué diferentes tipos de accidentes tienen tan netas divisiones y diferentes tasas de ocurrencia en diferentes segmentos de la población. El problema con el enfoque del estilo de vida es que tiende a desconocer la epidemiología, dado que reduce todo a un singular factor o hábito y su uso o no uso; no se otorga ninguna atención a las otras variables en el medio ambiente social que afectan dicho uso. Tal vez esto refleja una reacción auto-protectora, porque la maquinaria social requerida para cambiar las variables significativas es difícil de lograr. Las industrias cuyos intereses son amenazados por programas preventivos tienen grandes recursos financieros disponibles para bloquear la acción gubernamental efectiva. Sin embargo, esa acción puede y debe ser realizada en interés de la salud de la población porque eventualmente el público comprenderá y la demandará. UNA POLÍTICA DE SALUD BASADA EN LA EPIDEMIOLOGÍA Si la epidemiología es utilizada como una guía para la política de salud, esta última deberá estar basada en la primacía de la prevención. Como representativos del público, los departamentos de salud tendrán como principal objetivo el desarrollo de programas para prevenir las principales causas de muerte. Los programas tendrán tres componentes básicos: Protección del medio ambiente, detección de casos y educación sanitaria. Excepto para inmunización, estos son los principales enfoques utilizados efectivamente en las campañas contra las enfermedades trasmisibles durante la primera revolución epidemiológica. Es solo el contenido lo que será diferente. 7 Control del medio ambiente Durante la primera revolución epidemiológica, el control del medio ambiente estaba dirigido principalmente contra vehículos y vectores de agentes vivientes, mientras actualmente los agentes son fundamentalmente de naturaleza físico-química. La estrategia fundamental, sin embargo, sigue siendo la misma: crear barreras ambientales entre agente y huésped. Una amplia variedad de métodos fueron utilizados en el primer período, tales como construcción de sistemas de provisión de agua y sistemas de depuración, fumigación de viviendas, regulaciones exigiendo la pasteurización de la leche, y hospitalización de individuos con tuberculosis y otras enfermedades infecciosas. Durante el período actual, las medidas disponibles para control del ambiente pueden ser agrupadas en aquellas que son regulatorias por naturaleza, y aquellas que están basadas en consideraciones financieras. Entre las primeras pueden estar las siguientes: 1. Leyes que proscriban toda propaganda de cigarrillos y alcohol, y prohíban fumar en las áreas públicas. 2. Leyes que exijan que solo se utilicen grasas no saturadas para la cocina comercial y que las etiquetas especifiquen el monto y grado de saturación de las grasas contenidas en las comidas empaquetadas. 3. Reglamento para prevenir la polución del aire y el agua, accidentes y exposición a la radiación, carcinógenos y otras substancias tóxicas en la industria, en las instalaciones de atención médica, en la comunidad en general y en el hogar. 4. Reglamento exigiendo la instalación de dispositivos de seguridad en vehículos de motor, que disminuya las velocidades máximas permitidas en las autopistas, y revoque los permisos de conducir de las personas que sean descubiertas conduciendo bajo la influencia del alcohol. Las medidas financieras son de dos tipos: aquellas que crean una barrera financiera ante un agente, y aquellas que subsidian su remoción o sustitución. En el primar grupo se puede incluir: a) un aumento en el impuesto de cigarrillos y alcohol para llegar a un aumento de su precio del 400 ó 500 % y b) un impuesto sobra las comidas con alto contenido de grasas saturadas para aumentar su costo relativo. El segundo grupo incluiría: c) ayuda a los granjeros para cambiar la alimentación del ganado de manera de producir carne con bajo contenido de grasa saturada, d) subsidios para bajar el precio relativo de las comidas ricas en grasas no saturadas, y e) apoyo financiero y de otro tipo para ayudar a los granjeros a transferir el uso de su tierra de tabaco y alcohol hacia cosechas no letales. Una simple lectura de estas medidas propuestas convencerá aún al más ingenuo que será difícil legislar e implementarlas. Aquellos que se oponen a ellas tienen mucha más influencia que los médicos y comerciantes del pasado, quienes, temiendo perder su comercio, resistirán las actividades de salud públi- 8 ca y las regulaciones para la prevención de enfermedades infecciosas. Entre ellos se puede incluir la industria del tabaco, la industria de las bebidas alcohólicas, vino y cerveza, y la industria en general en razón de los costos de prevención de las enfermedades ocupacionales y los accidentes y el control de la producción ambiental. A menos que el cambio hacia cosechas no letales sea subsidiado, existirá una seria oposición por parte de los granjeros. Si la pérdida de ingresos en propaganda derivada de la prohibición de la publicidad sobre tabaco y alcohol no es compensada por un uso equivalente de los medios de comunicación de masas para educación sanitaria sobre substancias letales, habrá una fuerte oposición de los fabricantes de opinión en los periódicos, revistas e industrias publicitarias. Existe poca duda, por lo tanto, de que cualquier intento serio para cumplir la promesa de la segunda revolución inmediatamente enfrentará al interés público —la salud del pueblo de los EEUU— contra formidables intereses privados. El resultado de dicha confrontación dependerá ampliamente de que los departamentos de salud se movilicen para asegurar el apoyo de los ciudadanos de la nación. Ese apoyo puede ser logrado y la resistencia puede ser superada porque la preocupación pública sobre estos temas es muy grande. Una vez que el público comprenda realmente este punto, será difícil para cualquiera, no importa cuán poderoso sea, continuar demorando la implementación de la exigencia sobre las medidas efectivas de salud pública que deben ser tomadas. Detección de casos Durante la primera revolución epidemiológica, la detección precoz y tratamiento de la enfermedad fue ampliamente utilizada en el control de tuberculosis y sífilis. En las enfermedades no infecciosas, el concepto ha sido extendido hasta incluir no solo la detección de la enfermedad sino también la identificación de factores de riesgo. Ejemplos detección de enfermedad incluyen el uso de la citología para cáncer de cuello, examen clínico y mamografía para cáncer de mama y determinación de la presión sanguínea para hipertensión. La determinación del nivel de colesterol sérico, y las historias de hábitos de fumar y de beber son ejemplos de detección de factores de riesgo. La detección de casos es valiosa si los test son relativamente baratos, fáciles de realizar, y señalan bien la sensibilidad y la especificidad. Desde el punto de vista de la prevención como algo diferente de la investigación epidemiológica, los test deberían ser hechos sólo si la enfermedad que ellos descubren puede ser tratada en forma efectiva. Estudios controlados de resultado han demostrado ya el valor de la detección para la hipertensión y el cáncer de mama. Para los factores de riesgo en la enfermedad isquémica del corazón los estudios de resultados se están realizando ahora. No se han hecho estudios controlados de cáncer de cuello, pero evidencias crecientes indican una significativa correlación entre la declina- CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - OCTUBRE DE 1982 ción en incidencia y mortalidad con tasas anuales de screening citológico. No puede desarrollarse aquí una discusión completa del valor de la detección para una amplia variedad de enfermedades. Debería señalarse, sin embargo, que la detección puede ser utilizado efectivamente para la detección y corrección de deterioros. La detección de defectos visuales es particularmente útil por la facilidad de la prueba y la disponibilidad en la mayoría de los casos de lentes correctivos relativamente baratos. El tratamiento después de la detección del caso presenta problemas especiales. Cuando el paciente busca atención por una enfermedad, la motivación para aceptar el tratamiento es relativamente alta. Cuando no existe una enfermedad manifiesta y cuando el tratamiento debe ser mantenido durante un largo período de tiempo, como es común en los programas de detección de casos, la motivación depende de una comprensión de posibles resultados futuros por parte del paciente que sea equivalente, o casi equivalente, a la del médico. La educación, por lo tanto, se vuelve esencial. Igualmente importante se hace la remoción de impedimentos para el tratamiento tales como los pagos según honorarios por servicio, largos períodos de espera, y falta de atención personal. Debe ser asegurado el fácil acceso a los servicios; por esta razón, el tratamiento a largo plazo y la supervisión serán probablemente más efectivos en el lugar de trabajo. Los servicios de salud ocupacional deberán tomar, por lo tanto, una nueva dimensión durante la segunda revolución epidemiológica. Educación sanitaria Resulta claro de la discusión que hemos entrado en un nuevo período en la historia de la salud pública en el cual la educación sanitaria ocupará nuevamente una posición central más que periférica. Los nuevos programas para prevenir la cardiopatía isquémica, el cáncer, las enfermedades cerebrovasculares, los accidentes, la cirrosis hepática y las enfermedades obstructivas pulmonares crónicas, deberán estar estrechamente relacionadas con la educación para la salud. Esta relación tiene dos aspectos principales. El primero es la necesidad de educar al público para comprender la base científica de los nuevos programas de salud. Sin una opinión pública bien informada será imposible contrarrestar la oposición de intereses privados que ubican su propio bienestar económico por encima de la salud de las personas. El segundo aspecto es la necesidad de educar a los individuos para cambiar su conducta en interés de la prevención de le enfermedad. Esto puede hacerse con mucha más efectividad si la contraeducación, tal como la propaganda de tabaco y alcohol, es prohibida. Además, el presupuesto para educación sanitaria en los niveles local, federal y estatal necesita ser por lo menos equivalente a los presupuestos anuales de propaganda de las compañías de tabaco y alcohol que presumiblemente alcanzan los 500 millones de dólares. La Epidemiología como guía para la Política de Salud Estos fondos deben ser utilizados para tareas mucho más complejas que la venta de cigarrillos o whisky. El cambio de los hábitos alimenticios no es fácil de lograr aunque debe recordarse que esto ya ha sido realizado una vez en este siglo. La tabla “básica 7” que adornó cada departamento clínico de salud y cada consultorio de enfermería de salud pública debe servir como un recordatorio de que la educación para la salud juega un importante papel en el cambio de la dieta americana desde la carne, el pan y las papas hacia una dieta más balanceada en la cual la leche, las frutas y los vegetales tengan un lugar importante. Una tarea aún más difícil, quizás, es educar a los individuos para que realicen tratamientos durante años aun cuando no tengan síntomas de enfermedad. En hipertensión, por ejemplo, el tratamiento debe ser continuado a lo largo de la vida del individuo aunque su única justificación sea una medición tomada por un médico. La magnitud de la tarea está indicada por el hecho de que alrededor de un sexto de la población de 18 años y más sufre hipertensión. El serio problema de la dependencia del tabaco, alcohol y otras drogas es reconocidamente difícil de tratar. El éxito que una considerable proporción de médicos norteamericanos e ingleses han tenido para abandonar su hábito de fumar, sin embargo, indica que la dependencia puede ser superada. Dado que no se puede considerar que los médicos tengan una mayor voluntad que sus semejantes en otras ocupaciones, se debe concluir que en la base de su éxito están su mayor conocimiento y comprensión. Claramente, existe un futuro para la educación sanitaria de aquellos que ya son adictos, pero aún mayor importancia tendrá el uso de la educación para la población joven, destinada, en primer lugar, a prevenir la dependencia. Cuando enfrentemos esas responsabilidades, será necesario impartir la educación sanitaria con criterio humano, entendida como un intercambio entre individuos. Esta advertencia no debería ser necesaria, pero vivimos en una nación en la cual las máquinas parecen haber dominado y deshumanizado a hombres y mujeres. Ejemplo de ello es el intento de resolver los problemas de brindar atención médica decorosa al pueblo norteamericano, por medio de buena administración, investigación operativa, análisis de sistemas y computarización de todo lo que está a la vista. No comentamos aquí el mismo error volviendo todo hacia la televisión; si lo hacemos, quedaremos completamente desilusionados. Los medios masivos deben ser utilizados, por supuesto, incluyendo televisión, radio, periódicos, revistas y pósters. Pero, además necesitaremos herramientas sencillas, tales como folletos y boletines de información en diferentes idiomas, películas, diapositivas, exhibidores y materiales didácticos para los maestros. Lecturas, charlas, grupos de estudio, sesiones de preguntas y respuestas, y sobre todo entrevistas personales para la educación de pacientes individuales deberían comenzar a ser prácticas comunes para enfermeras de salud 9 pública, enfermeras de hospitales y clínicas, educadores en salud, nutricionistas, dietólogos e, incluso, los médicos. En efecto, podríamos referir el ejemplo del Servicio Sanitario Nacional de la Unión Soviética, donde se exige a todos los trabajadores de la salud dedicar por lo menos cuatro horas al mes para la educación sanitaria, y donde se establece que los estudiantes de todas las escuelas médicas, al igual que en otras escuelas para trabajadores de salud, reciban clases y entrenamiento de campo en educación para la salud. POLÍTICA SANITARIA BASADA EN LA EPIDEMIOLOGÍA: BENEFICIOS Y COSTOS En 1971-73, la tasa de muerte por cardiopatía isquémica en los EEUU fue de 327 por 100.000 habitantes9. Un cierto número de países, más o menos comparables a los Estados Unidos en distribución por edades de la población y desarrollo industrial, tuvo índices considerablemente menores durante el mismo período: Suiza, 109; Italia, 137; Bélgica, 186; Holanda, 190 y Canadá, 22910. Es difícil atribuir que esto se deba a diferencias genéticas, el peso de la evidencia señala como responsables diferencias en los hábitos alimenticios y en otras diferencias ambientales. Si en EEUU se adoptaran medidas de salud pública eficaces con respecto a los principales factores de riesgo como el colesterol sérico, hipertensión y hábito de fumar, no sería exagerado suponer que la tasa pueda ser reducida por lo menos en un tercio, para aproximarla a las tasas relativamente altas de Bélgica, Holanda y Canadá. Existe también una buena razón para creer que si llevamos a cabo seriamente una investigación para cubrir y tratar la hipertensión a escala nacional, el porcentaje de la incidencia de la enfermedad cerebrovascular puede disminuir, por lo menos, en un tercio. Un éxito modesto en retirar del medio ambiente el cigarrillo y otros elementos carcinógenos podría resultar en una declinación del 10 % en la incidencia de neoplasmas malignos. La mortalidad por accidentes, envenenamientos y causas violentas puede ser fácilmente disminuida en un tercio, aplicando el conocimiento que ya existe sobre la epidemiología y control de diferentes tipos de traumatismos. Esta posibilidad no es utópica, entre 1973 y 1975 la tasa de mortalidad por accidente en vehículos automotores disminuyó un 21 %, de 26,5 por 100.000 en 1973 a 20,9 en 1975, como resultado de la nueva legislación, relacionada con la escasez de gasolina, que estableció un límite máximo de velocidad de 55 millas por hora en las carreteras nacionales9. El control del consumo de alcohol puede jugar un papel principal en la disminución de la morbimortalidad debida a accidentes, envenenamientos y violencia. Además, podría reducir fuertemente el porcentaje relativo a la octava causa de muerte: cirrosis hepática. Mediante medidas gubernamentales apropiadas dirigidas fundamentalmente a aumentar el 10 precio del alcohol, el Reino Unido bajó sus tasas de mortalidad por cirrosis de 10 por 100.000 en 1915 a 3 en 1933, un 70 % de declinación en menos de 20 años; la tasa ha permanecido en este nivel desde entonces. Similar acción es muy necesaria en los EEUU, dado que nuestra tasa de 15 por 100.000 en 1975 fue un 25 % más alta que el índice de 12 por 100.000 en 1973. Tal acción podría indudablemente salvar miles de vidas y bajar considerablemente el enorme costo engendrado, no sólo por la cirrosis, sino por todas las consecuencias sociales y para la salud del consumo de alcohol. Las enfermedades pulmonares obstructivas crónicas, que constituyen la sexta causa de muerte en EEUU, son causadas principalmente por el hábito de fumar. La importante mortalidad por estas enfermedades se podrá reducir en la medida en que un programa en contra del tabaquismo de carácter preventivo tenga éxito. Una evaluación parcial y tentativa de los costos de enfermedades prevenibles puede ser hecha utilizando los datos preparados por Cooper & Rice sobre los costos de amplias categorías de enfermedad en los EEUU en 197211. Hay sólo aproximaciones groseras, pero que indican que un programa preventivo efectivo podría, según una estimación conservadora, salvar cada año por lo menos 400.000 vidas, 6 millones de años-persona en vidas humanas y 5 mil millones en costos médicos. ¿Cuáles serían los costos para poner en práctica este programa? Esto puede y debe ser estimado pero en este punto los datos todavía no están disponibles. Sabemos que los programas de prevención secundaria, tales como control de hipertensión, generalmente serán más caros que aquellos dirigidos a medidas preventivas primarias. El costo de bajar el límite máximo de velocidad a 55 millas por hora ha sido mínimo, y sin embargo, esta sola medida salvó 11.000 vidas en 1975. Además, algunas de las medidas propuestas, tales como una mayor imposición a cigarrillos y alcohol para aumentar su precio, son en realidad productoras de ingresos, aunque este no sea su objetivo. Tal ingreso puede y debe ser destinado para el programa preventivo total. Con un ahorro anual estimativo de por lo menos 400.000 vidas, 6 millones de años-persona y 5 mil millones en costos médicos, es difícil concebir que los costos de la prevención puedan, ni siquiera remotamente, acercarse a los beneficios, sin considerar cuán comprehensivo y costoso pueda ser el programa. Se ha objetado, sin embargo, que el programa preventivo simplemente salvará a personas que morirán más tarde con un presunto mayor costo para la sociedad. Desde este punto de vista, el análisis de costo beneficio debería ser longitudinal en vez de transversal. En este método está implícita la duda relacionada con el valor de añadir 10 ó 20 años a una vida individual, junto al temor de que la persona implicada terminará siendo una carga para la sociedad. Esta actitud negativa hacia la prevención está CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 22 - OCTUBRE DE 1982 basada en una consideración estática de costos y beneficios. Los beneficios del programa preventivo pueden volverse sorprendentemente mayores de los que ahora pensamos. Por ejemplo, la prevención de la aterosclerosis puede tener un efecto altamente significativo sobre la función cerebral en la vida posterior. Si esto ocurriera, gran parte de la patología de la conducta y la insuficiencia mental en los grupos de mayor edad puede desaparecer y el alargamiento de la vida resultar también en una existencia mucho más fructífera y feliz. Similares consideraciones pueden aplicarse a las deficiencias físicas causadas por enfermedad cerebrovascular, que indudablemente declinarán como resultado de los programas de control de la hipertensión y la aterosclerosis. Estos cambios afectarán también el rubro costos del análisis de costo-beneficio, porque una disminución de la incapacidad física y mental disminuirá su peso sobre la sociedad. Resulta riesgoso, por consiguiente, llevar a cabo un análisis de costo-beneficio que base los costos o beneficios futuros sobre la experiencia actual, real o presunta. Aún si los datos de la experiencia actual son seguros, el análisis tiende a ser tan poco válido como lo sería el uso de una tabla de vida basada en las tasas de muerte específicas por edad de 1980 para predecir la expectativa de vida de los niños nacidos en ese año. Financiación de la política Hay dos enfoques posibles para financiar una política nacional efectiva basada en la epidemiología. Una requiere un cambio en el interior del área de la salud, la otra un cambio en áreas externas a la salud. Grandes sumas están disponibles potencialmente en el interior del área salud para financiar la prevención. En 1940 el total de los gastos nacionales de salud fue de 3.900 millones de dólares, o sea 4,1 % del Producto Nacional Bruto. Para 1977 habían llegado a 162.000 millones, o sea el 8,8 % del PNB1. Casi la totalidad de la última suma se dedicó a atención médica; el 5 % fue gastado para investigación y construcción de instalaciones médicas, mientras solo el 2 % se destinó a actividades gubernamentales de salud pública. Desafortunadamente, los gastos masivos de atención médica han sido solo parcialmente productivos; los médicos han desaparecido de las áreas rurales y los sectores pobres de las ciudades, la atención médica primaria se ha vuelto difícil de obtener aún para los pudientes, y la falta de servicios para algunos ha sido balanceada por una plétora de servicios innecesarios, tanto quirúrgicos como clínicos, para otros. Los 154 mil millones de dólares gastados en atención médica en 1977 se destinaron fundamentalmente a la atención proporcionada por médicos en una práctica individual, un tipo de práctica que ha sido superada por lo menos desde hace cuarto de siglo. Estos fondos son gastados casi completamente sobre una base de honorario por servicio, una forma de pago en la cual el fenómeno negativo descrito anteriormente es inevitable, en la cual el honora- 11 La Epidemiología como guía para la Política de Salud rio tiende a crecer más que el servicio, y en la cual el médico tiende a resultar enriquecido por encima de su genuino y bien reconocido valor para la sociedad. Una buena cantidad de derroche se produce en los fondos gastados en atención médica y es necesario tomar un camino sensible para salir de este pantano. En lugar del pago por honorario por servicio, los médicos en el área salud deberían ser pagados, como la mayoría de los norteamericanos, recibiendo salarios acordes con su formación, trabajo y mérito. En interés de la calidad de la atención, es preciso que ellos trabajen junto con otro personal sanitario en centros comunitarios de salud que están relacionados con hospitales y otros servicios para conformar una red racional de atención médica que sirva a las comunidades en cualquier lugar del país. Mediante este tipo de sistema racional, será posible proporcionar servicios efectivos de salud para toda la nación por mucho menos del 8,8 % del PNB. Es difícil estimar cuánto puede ahorrarse. Cualquiera sea el monto, por lo menos una parte de los fondos debe dedicarse al sector salud, no sólo para pagar el programa preventivo, sino para mejorar los servicios de salud. Será esencial, construir centros de salud, para asegurar mayor equidad en la atención hospitalaria, transformando las salas en habitaciones de una o dos camas, crear en cada comunidad un servicio médico de emergencia que responda a su nombre, desarrollar un serio programa de educación de postgrado no sólo para médicos sino para todo tipo de personal de salud, y establecer programas comprehensivos en las áreas descuidadas de enfermedades crónicas y envejecimiento, enfermedad mental y atención odontológica. La otra alternativa es buscar fuera del área salud los fondos para financiar la prevención. Sería desafortunado que el personal de salud pública tuviera que competir con el de otras agencias que cubren las necesidades de la población. Educación, bibliotecas, vivienda, bienestar, recreación, parques —todas— tienen un impacto importante sobre la salud, y ellas y las agencias de salud pública trabajando en forma conjunta forman una verdadera asociación para la defensa de la salud. Los individuos y agencias que están relacionados con el financiamiento de la salud y otros servicios humanos enfrentan un obstáculo importante en la aparente santidad del presupuesto militar. En el año fiscal 1973, el último año de la guerra de Vietnam, el presupuesto militar fue de 74 mil millones de dólares. En el año fiscal 1979, un año en que no hubo guerra, el presupuesto militar fue de 115 mil millones, o sea alrededor de un 55 % más alto que en 1973. La propuesta presidencial de presupuesto militar para el año fiscal en 1980 es de 126 mil millones de dólares, 10 % mayor que en 197912. Una significativa reacción ante este aumento es la afirmación del Reverendo Theodore M. Hesburgh, Presidente de la Universidad de Notre Dame: “Me siento mal cuando las prioridades sociales deben ceder el lugar a las prioridades militares”12. Un enfoque modesto para cambiar las prioridades es la enmienda Transfer, que propone tomar 12 mil millones del presupuesto militar y utilizarlos para necesidades internas13. Otro consiste en adoptar una política nacional de reducción de fondos federales para atención médica según honorarios por servicio, y reasignarlos a las actividades de salud pública del gobierno. Semejante enmienda de Transferencia en Salud podría ser utilizada para duplicar el 2 % de fondos de salud disponibles para prevención. En 1977 esto hubiera creado un presupuesto de salud pública de 7.460 millones de dólares1 y hubiera hecho posibles los primeros grandes pasos hacia la realización del potencial de la segunda revolución epidemiológica. Estas propuestas de transferencia son eminentemente razonables. Indudablemente, salvarían cientos de miles de vidas norteamericanas. Pero ellas no prosperarían sin dirección y educación de la opinión pública. Hermann Biggs, el creador del eminentemente practico refrán: “La Salud Pública es Comprable” tiene una profunda comprensión de la dinámica de las victorias en salud pública. Todos los que están interesados en prevención y en el desarrollo de una cuidadosa política de salud basada en la epidemiología, necesitan pensar y actualizar su análisis: “Ningún deber de la sociedad, actuando a través de sus agencias gubernamentales, es superior a esta obligación de atacar las causas removibles de enfermedad. El deber de dirigir este ataque y movilizar la opinión pública sobre el hecho de que la comunidad puede comprar su propia protección de salud corresponde a todos los funcionarios de salud, organizaciones e individuos interesados en movimientos de salud pública. La provisión de instalaciones más numerosas y mejores para la protección de la salud pública debe provenir en último análisis de la educación de la opinión pública, de manera que la comunidad comprenda vívidamente tanto sus necesidades como sus poderes”3. REFERENCIAS 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. Gibson RM, Fisher CR. 1978. “National health expenditures, fiscal year 1977”. Soc. Secur. Bull. 41: 3-20. Smillie WG. 1952. “The period of great epidemics in the United States (1800-1875)”. In: The History of American Epidemiology. St. Louis, Mosby. Winslow CEA. 1929. The Life of Hermann M. Biggs Philadelphia, Lea & Febiger. Fuchs VR. 1974. Who Shall Live? Health. Economics, and Social Choice. New York, Basic. Lalonde M. 1974. A New Perspective on the Health of Canadians, A Working Document. Ottawa, Gov. of Canada. Ryan W. 1971. Blaming the Victim. New York, Vintage. Smith S. 1973. The City That Was. NY Acad. Med. Repr. Metuchen, NJ, Scarecrow Repr. Corp. 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