1 PINTURA ESPAÑOLA - La pintura española del Renacimiento se podría resumir como una paulatina difusión de las formas italianas del Cinquecento y del Manierismo hasta la revolución estética protagonizada por la construcción y posterior decoración del Monasterio del Escorial. - La vinculación estilística más que evidente de la pintura española con la pintura flamenca inunda toda la primera mitad del siglo, en especial en Castilla y Andalucía que mantienen escuelas fructíferas de maestros muy relacionados con el estilo del siglo XV, la pintura hispanoflamenca. Predomina la composición religiosa, ejecutada con vivos colores, una fuerza plástica derivada de la linealidad del diseño y composiciones inestables, de figuras fuertemente expresivas y resaltando siempre la visión estrictamente dramática y devota de la representación. - Por otra parte la temática sigue siendo a lo largo del siglo eminentemente religiosa, vinculada a las grandes fundaciones monásticas, a los cabildos catedralicios y al mecenazgo nobiliar en capillas funerarias o en capillas privadas dentro de los grandes palacios y castillos. Así, géneros como la mitología o el paisaje no tuvieron eco hasta bien entrado el siglo cuando llegan algunos maestros de origen italiano a nuestro país. Los pintores españoles se dedican a elaborar grandes conjuntos sobre tabla, en especial, para retablos que debían presidir los diferentes altares. En este sentido siguen los modelos preexistentes variando simplemente el ornato arquitectónico del propio retablo. - Las técnicas más utilizadas fueron el óleo y el temple, al igual que en siglo anterior, y el soporte más normal seguirá siendo la tabla, si bien en el último tercio del siglo se incorpora el uso del lienzo de modo sorprendentemente rápido. Con respecto a las decoraciones murales siguen sin ser frecuentes, de modo que las obras más importantes en este campo donde se prefiere usar el fresco quedan en manos de 2 artistas procedentes del entorno italiano. El caso más instructivo en este sentido es la importación para las decoraciones del Escorial. - Por último, antes de iniciar el estudio de las diferentes escuelas, conviene subrayar cómo los artistas españoles o que trabajan en España comienzan a utilizar de modo masivo, práctica habitual en el Barroco, las estampas de composiciones famosas del mundo italiano y flamenco, para elaborar sus propias versiones sobre los asuntos religiosos. En este sentido la propia iconografía sufre variaciones sustanciales con respecto al siglo anterior. Las estampas de Durero, de Marco Antonio Raimondi y de los manieristas italianos circularon en un mercado abierto entre las diferentes escuelas. - Dentro del panorama estético español vamos a distinguir el grupo de pintores que enlazan directamente con el Renacimiento italiano, en la mayoría de los casos, debido a que su formación se llevó a cabo en el país transalpino. Después pasaremos al estudio breve de las escuelas principales y posteriormente a una breve descripción del panorama hispano tras los comienzos en la construcción escurialense. - Pintores estrictamente renacentistas: Casi todos ellos se formaron en Italia, o al menos el contacto con el arte italiano parece directo. Ello se percibe por el tratamiento del claroscuro, algunos estudios de luz y color o la concepción espacial más armonizada y elegante que la de sus compañeros. Pero conviene resaltar que se mantiene relativamente al margen de la lenta evolución de la pintura española 3 incluso en las regiones donde trabajan. El precursor de la entrada del Renacimiento en España fue Pedro de Berruguete, el único que se puede catalogar como artista o maestro del Quattrocento. Se formó sin duda en la corte de Urbino para la que trabajó a fines del siglo XV, colaborando sin duda con artistas tan importantes como Piero della Francesca o Melozzo da Forli. Regresa a España a fines del siglo y se asienta en el centro de la península, encontrándonos obras suyas importantes en Ávila (retablo mayor de la Catedral, tablas de Santo Tomás), Palencia (el Calvario de la Catedral, y sobre todo el conjunto de su pueblo natal, Paredes de Nava) y Burgos (Colegiata de Covarrubias y Cartuja). Su estilo nos aproxima al de su maestro en cuanto al uso que hace de la perspectiva lineal. Por el contrario el colorido, el detallismo y la elaboración de los ropajes, e incluso el uso del dorado en los fondos mantienen el apego a los modelos hispanoflamencos. También a fines del siglo llegan varios artistas que traducen las nuevas ideas al ámbito español. Interesante en Valencia son tres maestros: Paolo de San Leocadio, artista italiano conocedor del estilo de Ferrara, Florencia y Roma (por ejemplo, la Virgen de Montesa del Prado), y Fernando Yáñez de la Almedina y Fernando Llanos, formados seguramente en el taller de Leonardo y que arriban a Valencia donde pintan una obra maestra del nuevos estilo, el retablo mayor de la Catedral, con dieciséis tablas en las que muestran un conocimiento notable del estilo del maestro (amplios pliegues, buen uso de la perspectiva lineal y del concepto espacial, el claroscuro esfumado, el colorido suave, más pagado, sin la intensidad hispanoflamenca,...). Su obra maestra sigue siendo la Santa Catalina del Prado, obra del primero, y verdadero elogio a su maestro Leonardo da Vinci. Yáñez posteriormente se trasladó a Cuenca donde creó una interesante escuela. 4 En Toledo, durante el gobierno del Cardenal Cisneros recala Juan de Borgoña, quien decora en un estilo renacentista en el que introduce el paisaje y los fondos de arquitectura al modo de los florentinos los muros de la Sala Capitular de la Catedral de Toledo, en el que encontramos evocaciones más o menos evidentes del estilo de Ghirlandaio. Su estilo a través de sus discípulos se mantendrá hasta bien entrado el siglo XVI. Ya entrado el siglo XVI debemos de distinguir la importación del manierismo y de algunos aspectos de la pintura veneciana. Los artistas más notables de esta generación serían Alonso de Berruguete, asentado en Valladolid, Juan de Soreda, en La Alcarria y Soria, Gaspar Becerra en Madrid y Valladolid y Pedro de Machuca en Jaén, Úbeda y Granada. Alonso de Berruguete es sobre todo escultor, formado en Roma a principios de siglo e hijo del anterior. Sus pinturas destacan por la impronta del manierismo toscano, que conoció perfectamente (sobre todo de Pontormo) y del color y la luz leonardesca y de Beccafumi. Muy interesantes sus tablas del Museo de Valladolid. Juan de Soreda, desconocido prácticamente hasta nuestros días debió de formarse también en Italia, en el conocimiento de Rafael, al que copia literalmente en su obra maestra del Retablo de Santa Librada de la Catedral de Sigüenza, y en el influjo en su estudio del claroscuro de los modelos leonardescos (en este caso sobresalen sus tablas del Museo de San Gil en Atienza con grupos de profetas y sibilas). Gaspar Becerra se formó en Roma en el ámbito de Miguel Ángel, algo que se puede comprobar en un dibujo conservado en la Academia en el que representó la parte superior del fresco del Juicio Final de la Capilla Sixtina. Su obra conservada más destacada son los frescos para el Palacio del Pardo con escenas mitológicas. 5 Pedro Machuca resaltó como arquitecto del emperador Carlos V, entre sus pinturas se puede destacar sus imágenes de la Virgen con el Niño muy relacionadas con el manierismo toscano de Beccafumi y El Sodoma. - De las escuelas regionales españolas destacaremos algunos centros de interés. Quizá el foco más señalado donde mejor se trasmite el espíritu del nuevo arte se centre en Valencia, donde destacamos a Vicente Masip, buen conocedor de la pintura del Cinquecento, de Rafael y Sebastiano del Piombo, y su hijo Juan de Juanes, también muy relacionado con el estilo de Rafael. Su Última Cena del Prado muestra un buen conocimiento de las teorías humanísticas sobre la pintura de Leonardo y Rafael. En Castilla domina la estética flamenca, con algunos atisbos de los elementos renacentistas en arquitecturas y en modelos. Destaca en Burgos León Picardo, artista de formación flamenca y que extiende el estilo hispanoflamenco prácticamente hasta el final de siglo. En Toledo, la figura más importante a mediados de siglo es Juan Correa de Vivar, que mezcla los estilos de un modo muy elegante y ciertamente sobrio. En Extremadura, vinculado al Obispo de Badajoz, futuro Patriarca Ribera, surge una figura muy interesante, la de Luis de Morales "el Divino", artista que confiere al Manierismo un estilo muy personal de gran emoción mística sobre todo en sus figuras de la Dolorosa o sus Eco Homo. En Andalucía destacamos en Sevilla las figuras de Alejo Fernández en la primera mitad del siglo, artista de estilo flamenco como se puede ver en su Virgen de los Navegantes (Alcázar de Sevilla), Luis de Vargas, más 6 avanzado estilísticamente y conocedor de la estética mórbida llena de encanto y gracia de Correggio, y Pedro de Campaña, artista de origen nórdico que imprime una gran expresividad y fuerza a sus pinturas como la del Descendimiento de la Catedral de Sevilla. En Córdoba surge una figura muy interesante, el primer tratadista de nuestra pintura, que es Pablo de Céspedes, que desarrolla un estilo miguelangelesco, posiblemente aprendido en un viaje a Roma. - El Escorial: Sin duda estimuló el interés y la actualización de la pintura española en un estilo más internacional y aplicando todos los conocimientos y técnicas de la pintura manierista italiana. Para empezar llegó un numeroso grupo de artistas procedentes de Italia con la intención de decorar el Monasterio. Artistas como Federico Zuccaro, Peregrino Tibaldi, Rómulo Cincinatto, Luca Cambiasso, entre otros, decoraron con pinturas al fresco las principales dependencias del Monasterio, trayendo un buen número de colaboradores y desarrollando su actividad a los ojos de los artistas españoles que trabajaban en el Monasterio, o sencillamente se acercaban para estudiar las novedades y el estilo italiano de viva mano. Del grupo de españoles que sobresalieron de un modo más notorio conviene mencionar a dos: Navarrete el Mudo y Luis de Carvajal. Juan Fernández Navarrete el Mudo, originario de La Rioja y sordomudo como indica su apodo, debió de r3ecibir su formación en los talleres venecianos, aunque desconocemos muchos datos acerca de su vida. En cualquier caso de su obras firmadas en El Escorial se vislumbra una fuerte personalidad, posiblemente el primer artista de gran talento y de formación esmerada de lo que va a ser el Siglo de Oro de la pintura española. Su estilo recuerda el de los maestros venecianos, Tintoretto y los Bassano especialmente, con juegos de claroscuro, de luces y sombras, con una pincelada suelta y llena de efectos cromáticos admirables, en especial en los celajes de sus fondos. Un buen ejemplo de ello sería su Degollación de Santiago del Monasterio, o sus parejas de apóstoles para las capillas menores de la basílica. Luis de Carvajal sigue los modelos de Luca Cambiasso, de canon esbelto, y precisión en el dibujo. Existen algunos retablos del maestro en la basílica y el claustro. 7 - Otro género que destaca en la corte de Felipe II sería el retrato cortesano. El referente en este caso viene del norte, concretamente del retrato flamenco modernizado por la figura de Antonio Moro, quien se convierte en el modelo de los maestros españoles del género. Suele insertar su figura sobre un fondo negro neutro o en un marco palaciego sencillo donde coloca un bufete sobre el que dispone algunos objetos de escritorio. El rostro emerge entre los ropajes, verdaderos protagonistas, puesto que el artista vuelca toda su minuciosidad y detallismo analítico en lo puramente descriptivo, perdiendo de vista la apariencia psicológica del retratado. Los dos retratistas más interesantes del grupo serían Alonso Sánchez Coello y Juan Pantoja de la Cruz, que dejan una galería de retratos de enorme interés tanto del reinado de Felipe II como el de su sucesor Felipe III. sus discípulos mantienen las fórmulas quizá de un modo excesivamente estereotipado hasta la llegada a Madrid de Velázquez. EL GRECO (1541-1614) - Doménikos Theotocopoulos, más conocido por el sobrenombre del Greco, nació según él mismo afirma en Candía (Creta), isla griega en poder de la República veneciana en el momento de nacer nuestro artista. De su formación en la isla actualmente se conocen todavía escasos datos. Parece claro que debió de entrar en algún taller de pintor de iconos de estilo italobizantinos, donde se mezclaba la tradición del arte bizantino con ciertos logros del arte italiano del Quattrocento y del Cinquecento, en especial en el estudio más naturalista del claroscuro. Sabemos que llegó a ser maestro e importante en su isla natal, pero lo que no está nada claro es el motivo que empujó a un pintor acomodado como él para partir hacia Venecia en 1567, con 36 años de edad. En la ciudad italiana sabemos que se introdujo en los talleres de los artistas más notables. Él mismo en cierta ocasión afirmó en Toledo que aprendió su arte con Tiziano. Hoy en día sin embargo los estudiosos piensan que el pintor que más influencia ejerció sobre él debió de ser Tintoretto. Su gusto por las figuras alargadas, por los escorzos violentos, las composiciones llenas de efectos visuales de gran dinamismo, la ruptura del espacio tridimensional renacentista, o los colores irreales en tonos plata, rojos o verdes esmeraldas, proceden sin duda del magisterio de este maestro veneciano. Pero de Venecia sin duda lo que adquiere es el gusto por la pincelada suelta, el sentido sensual del color. En 1572 está documentada su estancia en la Academia de San Lucas de Roma, donde ingresa como pintor de miniaturas, el escalafón más bajo entre los pintores especialistas. En aquellos años de penuria en Roma al menos conoce a algunos dignatarios de la corte papal que le ponen en contacto con don Luis de Castilla, pariente de don Diego de Castilla, deán de la Catedral de Toledo, así como a los hermanos Covarrubias, Antonio y Diego, también de Toledo, y siendo el primero residente en Roma. En 1577 alentado por la edificación del Monasterio del Escorial y con el afán de ser uno de los decoradores que se pedían en Italia, El Greco llega con cartas de presentación a Toledo asentándose definitivamente en la ciudad del Tajo. Ese 8 mismo año recibe un encargo de la Catedral para la que pinta el Expolio (Catedral, Toledo), donde coloca la figura de Cristo en el centro a modo de pantocrátor en el centro cubierto por una túnica de un rojo carmesí intenso de gran fuerza plástica. Alrededor rompiendo las reglas de la perspectiva sitúa al pueblo judío. Al percibir el precio de la pintura comenzó la polémica que mantuvo toda su vida con el pago de los impuestos de la Alcabala y con el bajo precio al que se tasaban las pinturas en el entorno eclesiástico español; dicha polémica le acompañó el resto de su vida. El mismo año sin embargo, recibe otro encargo: pintar todos los lienzos del retablo mayor de Santo Domingo el Antiguo (1577-79), entre los que destaca el lienzo central (Instituto de Arte de Chicago, EE.UU.) con la imagen de la Asunción de la Virgen y el lienzo del ático, la Santísima Trinidad (Museo del Prado, Madrid), donde se inspira en un grabado de Durero pero tratando las figuras con la corpulencia y la monumentalidad miguelangelesca, especialmente en la figura de Cristo muerto. En 1579 es reclamado por los decoradores del rey en El Escorial. Allí recibe el encargo de su vida, un cuadro de grandes dimensiones para una de las capillas laterales y ejecuta el lienzo manierista más admirable, auténtica obra maestra: el Martirio de San Mauricio (1583, Monasterio del Escorial), donde por vez primera divide la escena en dos mitades, una inferior con la escena del santo aceptando el martirio en primer plano, y ejecutado en el fondo, y una superior con el rompiente de gloria por el que descienden unos ángeles con la palma y la corona del martirio. El Greco retrató a algunos de sus amigos toledanos acompañando al santo quien destaca con su armadura azul y su gesto de retórica manierista. El cuadro resultó para el gusto del rey excesivamente complejo de composición por lo que fue retirado de su altar; tras hacerle un pequeño encargo La Alegoría de la Santa Liga (Monasterio del Escorial) no recibió ninguno más por lo 9 que se vuelve a Toledo de donde nunca más volvió a alejarse. Allí casa con una mujer de familia hidalga, doña Jerónima de las Cuevas, quien muere en el parto del único hijo del maestro griego, Jorge Manuel en 1581. Desde entonces El Greco se convierte en el creador artístico más importante de la ciudad toledana, exportando sus obras a toda Castilla y Andalucía, y formando un taller con un grupo de pintores bastante numeroso, algunos de los cuales tendrán una vida artística independiente muy notable. En 1586 recibe el encargo que se constituye en su obra maestra, el Entierro del Conde Orgaz (158688, Iglesia de Santo Tomé, Toledo), todavía afortunadamente en el espacio para el que fue encargado. Representa el milagro que tuvo lugar en el entierro del famoso y santo noble toledano, el momento de ser depuesto en su tumba cuando descienden del cielo San Esteban y San Agustín a recoger su cadáver. Alrededor contemplan el prodigio algunos contemporáneos del cretense, retratos que se convierten en una galería de asombrosa captación psicológica de los amigos y del entorno humanista que le rodeó. En la mitad superior los santos y apóstoles interceden por el alma del difunto ante un espléndido Cristo resucitado que desciende entre nubes acompañado por la mismísima Virgen. El estilo de la mitad superior contrasta notablemente con el espacio inferior. Si la gloria está elaborada con una factura vaporosa, con una pincelada deslavazada y ágil, el espacio real, sensible inferior ha sido resuelto con un estilo descriptivo, minucioso, acorde a la realidad descrita, frente al mundo superior de contenido ideal. Desde entonces El Greco realiza numerosos encargos entre los que cabe destacar sus pinturas para el Hospital de la Caridad de Illescas (1600), el retablo para el Colegio de Doña María de Aragón de Madrid (1605-10), o los numerosos santos, Cristos o apostolados que pintó en numerosas ocasiones. Poco a poco su estilo pierde cualquier testimonio de naturalismo y se adentra en un mundo lleno de idealismo formal, donde las reglas de la perspectiva y del dibujo no tienen cabida. Sus pinturas tienen algo de iconos bizantinos puesto que suele excluir los fondos de arquitectura o de paisaje. Cuando éstos aparecen son versiones casi oníricas de la ciudad toledana, a la que pintó en un par de cuadros. Sus cuadros desarrollan efectos coloristas asombrosos, en los que el color toma un papel protagonista revelando una paleta llena de fuerza e intensidad emotiva. Desde luego su ideología neoplatónica debió de ejercer algún papel en la elaboración de su estilo puesto que 10 siempre parece representar no un mundo sensible, vinculado a la realidad visual, sino que proyecta en sus cuadros su idea de la Divinidad, la imagen o concepto de un mundo perfecto donde no rigen las leyes naturales. El Greco pintó conceptos, ideas, imágenes simbólicas, aspecto que le alejó de las corrientes naturalistas que se imponían en toda la Europa católica tras la Contrarreforma. Asimismo sus retratos adolecen de los mismos defectos y virtudes. No se puede descubrir parecido físico puesto que se busca la intensidad espiritual de los efigiados como los maravillosos retratos del Inquisidor Niño de Guevara (Metropolitan Museum, Nueva York) o el Fray Félix de Paravicino (Museo de Boston, EE.UU.). Otro ejemplo destacado en este género es su Caballero de la mano en el pecho (Museo del Prado, Madrid).