Límites a la acción de la autonomía colectiva en la modificación de

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Límites a la acción de la autonomía
colectiva en la modificación de
compromisos por pensiones de origen
convencional instrumentados a través
de contratos de seguro colectivo
BORJA SUÁREZ CORUJO*
U
no de los aspectos más complejos y,
quizá por ello, más controvertidos
de los regímenes complementarios
de pensiones es el relativo al ámbito de
actuación disfrutado por la autonomía colectiva en su modificación. Centrando mi atención en los compromisos por pensiones articulados a través de un contrato de seguro
colectivo, trataré de determinar en las próximas líneas en qué medida son modificables
los derechos de previsión social de origen
convencional, tarea para la cual se hace
imprescindible un estudio por separado de la
posición de éstos en los planos constitucional, legal y convencional.
* Profesor Ayudante del Área de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Universidad Autónoma de
Madrid.
1. LA TUTELA CONSTITUCIONAL DE LA
PERMANENCIA DE LOS DERECHOS
DE PREVISIÓN SOCIAL VOLUNTARIA
Y SUS LÍMITES: LOS PRINCIPIOS
CONSTITUCIONALES DE SEGURIDAD
JURÍDICA Y DE IRRETROACTIVIDAD
DE LAS DISPOSICIONES
RESTRICTIVAS DE DERECHOS
INDIVIDUALES
El primer aspecto a analizar es el relativo
a la tutela constitucional dispensada a los
derechos derivados de los regímenes complementarios de pensiones cuya fuente reside en
un convenio colectivo, lo que supone la identificación de los límites a los que se encuentra
sometido el poder normativo de la autonomía
colectiva. En este orden de cosas, la mirada
ha de dirigirse al artículo 9.3 CE, precepto
que reconoce dos principios de la máxima
importancia, cuales son el de irretroactividad
de las disposiciones restrictivas de derechos
individuales y el de seguridad jurídica. Aunque la relación entre ellos es muy estrecha 1,
1 Algo que corrobora la propia jurisprudencia constitucional: por todas, STC 65/1987, 21 de mayo (BJC
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procederé a su estudio por separado, con ánimo de reforzar la fundamentación de la tesis
que aquí se mantiene.
Comenzando por el más específico de
ellos, la interdicción de retroactividad de las
disposiciones restrictivas de derechos individuales, la clave para entender su trascendencia en este punto reside en esclarecer cuál es
el significado que se ha de atribuir a estos
últimos 2. Para ello es obligado antes apuntar
alguna cosa en relación con el contenido del
término «disposiciones» o, si se prefiere, con
los sujetos que las dictan y cuya actuación se
ve afectada por tal prohibición. Y es que
podría pensarse, dada la ubicación del comentado principio, que las disposiciones incumbidas son exclusivamente aquellas que emanan
de los poderes públicos, leyes y reglamentos 3,
quedando al margen cualquier otra clase de
disposición normativa, singularmente los
convenios colectivos: por un lado, el apartado
nº 74). Por otro lado, voces de la máxima autoridad
entienden que el principio de irretroactividad «... es de
algún modo consecuencia de la proclamación del principio de seguridad jurídica...» y añaden que «... si la
seguridad comporta certidumbre del derecho aplicable
a los actos, consecuentemente exige que el derecho
aplicable a unos actos sea el que exista en el momento
en que tales actos se realizaron a su amparo» [DÍEZ-PICAZO, L. y GULLÓN, A.: Sistema de Derecho civil (I), Tecnos,
Madrid, 1992 (8ª ed.), p. 114].
2 Hasta cinco posibles interpretaciones se recogen
en: LÓPEZ MENUDO, F.: «La irretroactividad en la jurisprudencia constitucional» [en: AA. VV. Estudios sobre la
Constitución. Homenaje al profesor García de Enterría
(Tomo I), Civitas, Madrid, 1991, pp. 487 ss.].
3 Algo así viene a insinuarse en la STC 8/1981, de
20 de marzo (BJC nº 3) cuando se afirma que los principios del artículo 9.3 CE «... son mandatos dirigidos a los
poderes públicos y, en especial, al legislador...». A juicio
de LÓPEZ M ENUDO, esta interpretación del término «disposiciones» es la que mejor concuerda con la tesis que
identifica los «derechos individuales» con los «derechos
fundamentales y libertades públicas», que pronto será
objeto de comentario («La irretroactividad...», op. cit.,
p. 493). Otros autores, en cambio, consideran que la
garantía de irretroactividad se limita a los Reglamentos:
GARCÍA DE ENTERRÍA, E. y FERNÁNDEZ, T. R.: Curso de Derecho Administrativo (I), Civitas, Madrid, 1997 (8ª ed.),
pp. 83 ss.
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anterior del mismo artículo 9 CE, el número
2, concierne únicamente a los poderes públicos; por otro, la conexión de este principio con
el artículo 25.1 CE es evidente y allí solo se
alude a la legislación 4.
A primera vista, tal sería una tesis perfectamente razonable; no en vano, uno de los
principios básicos del régimen jurídico de la
negociación colectiva es el de modernidad.
Sucede, sin embargo, que esta conocida negación de irreversibilidad en el ámbito de los
convenios no puede significar que se esté legitimando una intervención restrictiva de derechos con carácter retroactivo. Y es que, si el
propio legislador tiene vedada una acción de
este tipo, con mucha más razón debe afectar
tal restricción al poder normativo de los agentes sociales 5.
Hechas las anteriores precisiones, podemos
abordar la cuestión que aquí verdaderamente
importa, la relativa a la interpretación de la
expresión «derechos individuales». Es cierto,
en este sentido, que los primeros pronunciamientos constitucionales equiparaban tales
derechos a la idea de sanción, circunscribiendo
su aplicación al «... ámbito de los derechos fundamentales y de las libertades públicas o [de]
la esfera general de la protección de la persona» [STC 42/1986, 10 de abril (BJC nº 61)] 6. De
4
LÓPEZ MENUDO, F.: «La irretroactividad...», op. cit.,
p. 493.
5 Resulta interesante, en este punto, la reflexión
sobre este asunto de FAVOREU, L.: «À propos de l’arrêt
AGIRC: les limites du pouvoir normatif des partenaires
sociaux», Droit Social, nº 3 (2000), pp. 337 ss.
6 En sentido similar, la STC 27/1981, 20 de julio (BJC
nº 6) afirma que el precepto comentado «... alude a los
derechos fundamentales del título I...» [Véanse, igualmente: SsTC 8/1982, 4 de marzo (BJC nº 11) y 6/1983,
4 de febrero (BJC nº 23)]. Entonces habría que esclarecer si los derechos invocados son sólo los de la Sección
1ª o si cabría incluir también a los derechos de los ciudadanos de la Sección 2ª (VALDÉS DAL-RÉ, F.: «Mejoras
voluntarias de la Seguridad Social y negociación colectiva concesiva: los términos de un debate», Relaciones
Laborales, nº 4/2000, p. 6). A favor de la tesis más restrictiva se pronuncia LÓPEZ M ENUDO («La irretroactividad...», op. cit., pp. 488-489).
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donde resultaría que derechos sociales, como
los que podrían derivarse de cualquier régimen de pensiones complementarias, quedarían excluidos del disfrute de esta protección
singular, siendo posible, por tanto, disponer
libremente de ellos 7. Idea ésta muy ligada a
esa otra, según la cual, la invocación del principio de irretroactividad no es fundamento
válido para defender una inadmisible petrificación del ordenamiento jurídico [STC
99/1987, de 11 de junio (BJC nº 74)].
Con el paso del tiempo, el Tribunal Constitucional ha matizado su interpretación originaria al reconocer que la prohibición de retroactividad de las normas restrictivas de derechos individuales se extiende más allá de los
derechos fundamentales para alcanzar, en
general, a los derechos consolidados [STC
65/1987, de 21 de mayo (BJC nº 74) y, sobre
todo, la ya citada STC 99/1987, de 11 de junio
(BJC idéntico)] 8. Qué se haya de entender por
7 A este respecto, recuerdan DÍEZ-P ICAZO y GULLÓN
que en los trabajos parlamentarios de preparación de
la Constitución, se suprimió el término «sociales» que
acompañaba al de «individuales» como calificativo de
derechos, y estiman que de haberse mantenido, hubiera extendido el ámbito de aplicación del artículo 9.3
CE prácticamente a todo el Título I (Sistema..., op. cit.,
p. 115), de forma singular al Capítulo III. Algo que, en
opinión de otros autores, resulta inaceptable cuando se
parte de la cláusula del Estado Social en la interpretación
del precepto (GARCÍA DE ENTERRÍA E. y FERNÁNDEZ, T. R.:
Curso de..., op. cit., p. 86). Así, vendría a reafirmarse la
opinión de VALDÉS D AL-R É, para quien «.. no hay la
menor duda (de) que el derecho a la percepción de una
mejora voluntaria no integra la dicción constitucional
‘derechos individuales’ y, por consiguiente, no pesa
sobre él la prohibición de retroactividad» («Mejoras
voluntarias...», op. cit., p. 6). Sin perjuicio de los argumentos que se esgrimirán para sostener la aplicación del
principio de irretroactividad a los derechos derivados de
las mejoras voluntarias, cabe señalar, en este punto, la
cabida que podrían tener este tipo de derechos, de
indudable dimensión patrimonial, en el específico de
propiedad, reconocido en el artículo 33 CE.
8
No faltan opiniones discrepantes: «Los derechos
adquiridos, las situaciones individuales ya establecidas
en firme, no deben constituir un freno para la voluntad
superior del legislador, supuesto el carácter abierto del
sistema de ordenación social consagrado por la Constitución...» (GARCÍA DE ENTERRÍA, E. y FERNÁNDEZ, T. R.: Cur-
tales es asunto controvertido desde el
momento en el que se rechaza la aprehensión
de la teoría de los derechos adquiridos, a la
que se califica, sin reparos, de «huidiza» 9. Sin
llegar a abordar con detalle la definición de
tal concepto [se habla, simplemente, de aquellos integrados en el patrimonio del individuo
–SsTC 70/1988, 19 de abril, (BJC nº 85) y
99/1987, de 11 de junio (BJC nº 74), entre
otras–], el Tribunal adopta un criterio más
dinámico para la determinación de qué situaciones jurídicas merecen protección frente a
la posible retroactividad de las normas 10. Por
consiguiente, la irretroactividad de la norma
frente a la que protegería el artículo 9.3 CE es
la que incide sobre efectos jurídicos ya producidos que derivan de relaciones consagradas,
y no la que afecta a la proyección hacia el
futuro de esos derechos, es decir, la que se
extiende a los efectos todavía no consumados
so de..., op. cit., p. 87). Aplicado al ámbito de las relaciones laborales, se dice que «(l)a solución contraria
supondría en la práctica una excesiva rigidez, ya que el
convenio posterior se encontraría vinculado por el anterior, viéndose mermada su capacidad normativa» (ESCRIBANO GUTIÉRREZ, J.: Autonomía individual y colectiva en el
sistema de fuentes del Derecho del Trabajo, CES, Madrid,
2000, p. 152).
9 Señala el Tribunal Constitucional categóricamente
que «... el concepto de ‘derecho individual’ no puede
confundirse con el ‘ius quaesitum’...». Y añade que
nuestra Norma Fundamental no emplea en ningún
momento semejante expresión (derechos adquiridos),
lo cual ha de interpretarse como una decisión intencionada, puesto que «... la defensa a ultranza de los derechos adquiridos no casa con la filosofía de la Constitución, (ni) responde a exigencias acordes con el Estado de
Derecho que proclama el artículo 1...» [STC 27/1981,
20 de julio (BJC nº 6); citada también por: STC
108/1986, 26 de julio (BJC nº 64-65)]. Opinión, a mi juicio, no fácilmente compartible, que suscriben D ÍEZ PICAZO y GULLÓN (Sistema..., op. cit., p. 115).
10 En opinión de L ÓPEZ MENUDO, el Tribunal Constitucional se ha dedicado a forjar un concepto de retroactividad, «rehuyendo el camino sustancialista que pondera los aspectos materiales en juego (típicamente, doctrina de los derechos adquiridos)...», y, en cambio, optando «... por una vía formal [más] atenta al mecanismo
propio de la sucesión de las normas en el tiempo (doctrina de los ‘efectos inmediatos’; del tempus regit actum,
de los ‘grados’ de la retroactividad...)» [«La irretroactividad...», op. cit., p. 494].
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[SsTC 227/1988, 29 de noviembre (BJC nº 93),
100/1990, 30 de mayo (BJC nº 110) y
210/1990, 20 de diciembre (BJC nº 117), entre
otras ].
Así las cosas, cabría afirmar que no puede
hablarse de «... derechos adquiridos a que se
mantenga un determinado régimen regulador de unas prestaciones a obtener en el futuro...» [STC 97/1990, 24 de mayo (BJC nº 110)].
El Tribunal Constitucional admite un efecto
retroactivo de grado mínimo 11, lo que implica
que la nueva disposición se aplica a las
situaciones jurídicas creadas bajo el imperio
de la antigua, pero sólo respecto de los efectos
futuros 12, parecer compartido por algunos
autores 13. Desde esta posición podría llegar a
entenderse que en las relaciones de tracto
sucesivo, derechos consolidados o adquiridos
son solamente aquellos perfeccionados: en
concreto, el derecho a un complemento de
pensión debe haberse causado para poder
cobrar las prestaciones periódicas, pero únicamente las efectivamente devengadas pueden considerarse consolidadas; de tal forma
que la proyección hacia el futuro del régimen
de la pensión no pasa de ser una mera expectativa y, por consiguiente, no puede considerarse materia irreversible 14.
11 Así lo deduce también LÓPEZ MENUDO de algún
pronunciamiento como la STC 6/1983, 4 de febrero
(BJC nº 23) [«La irretroactividad...», op. cit., p. 491].
12
DÍEZ-PICAZO, L. y GULLÓN, A.: Sistema de..., op.
cit., p. 117.
13 TORTUERO PLAZA, J. L. y S ÁNCHEZ-URÁN AZAÑA, Y.:
La incapacidad temporal. Régimen jurídico y negociación
colectiva, Mapfre, Madrid, 1996, p. 83. Implícitamente,
tal parece ser también la opinión de: GALA D URÁN, C.: El
régimen jurídico de las mejoras voluntarias de prestaciones de Seguridad Social, José María Bosch, Barcelona,
1999, p. 251.
14 Subyace, pues, la idea de que la prestación de
tracto sucesivo se encuentra escindida en una porción
de prestaciones independientes, cada una de las cuales
posee, por así decirlo, una vida propia [D ÍEZ-PICAZO PONCE DE LEÓN, L.: Fundamentos del Derecho civil patrimonial (II). Las relaciones obligatorias, Civitas, Madrid, 1993
(4ª ed.), p. 324]. Concepción atomística que no resulta
admisible a ojos del ilustre profesor, cuya opinión se
comparte.
68
Desde mi punto de vista, semejante tesis
no es aceptable, en lo que aquí importa, por la
transgresión de lo que debe entenderse que
constituye el contenido propio del principio
de irretroactividad 15. Y es que en las obligaciones de tracto sucesivo (también denominadas relaciones obligatorias continuadas o
duraderas 16), como son las derivadas de compromisos por pensiones que mejoran las prestaciones de Seguridad Social, desde el
momento en que se produce el hecho causante y se satisfacen el resto de requisitos hay
que considerar que la situación jurídica se
consolida, sin que por ello importe que el pago
de las prestaciones se prolongue en el tiempo.
En otras palabras, los derechos surgidos en
aplicación de disposiciones convencionales
anteriores con vocación de prolongación en el
tiempo no son, en principio, modificables;
posición que durante un tiempo también
mantuvo el Tribunal Supremo en algunos
pronunciamientos 17.
A mayor abundamiento, no puede dejarse
de tener en cuenta que las pensiones empresariales constituyen un tipo especial de vínculo
obligacional en el que el beneficiario disfruta
15 Tesis ya sostenida por ÁLVAREZ CORTÉS y TRUJILLO
VILLANUEVA: [«Algunas reflexiones sobre el contenido
asistencial de los convenios colectivos tras la reforma
producida por la Ley 11/1994», en: CRUZ VILLALÓN, J.
(Coord.) Los protagonistas de las relaciones laborales tras
la reforma del mercado de trabajo, CES, Madrid, 1995,
pp. 292-293 y que parece compartir VALDÉS DE LA VEGA:
Mejoras voluntarias por edad de jubilación en la negociación colectiva, Tirant lo blanch («Colección laboral» nº
78), Valencia, 1999, pp. 97-98.
16 D ÍEZ-P ICAZO P ONCE DE L EÓN, L.: Fundamentos
del..., op. cit., p. 322.
17 Precisa el Alto Tribunal: «... para que un derecho
adquirido pueda considerarse existente, dentro de una
relación intertemporal o de sucesión de normas, tiene
que haberse producido la consolidación de una situación jurídica bajo el imperio del ordenamiento anterior...», siendo así que «... la consolidación de un derecho requiere la concurrencia de cuantos requisitos sean
necesarios...» [SsTS 7 de abril de 1993 (RJ 2916), 20 de
noviembre de 1993 (RJ 8919), 1 de diciembre de 1993
(RJ 9620), 18 de enero de 1994 (RJ 199), 24 de enero de
1994 (RJ 369) y 7 de julio de 1994 (RJ 7042)].
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de la prestación a partir del momento en el
que nada le liga al otro sujeto, el empresario.
Si se comparte la opinión, que luego se expondrá, de que los pensionistas, en cuanto beneficiarios del régimen de previsión social, no
pueden considerarse representados por los
órganos de representación de los trabajadores (al menos a estos efectos), entonces no
cabe admitir que éstos dispongan a través de
la negociación colectiva de derechos que se
han de considerar irrenunciables en tanto
situaciones jurídicas perfectamente definidas. Otra cosa supondría aceptar que los
agentes sociales tienen el poder normativo
suficiente para disponer de un derecho de
crédito que pertenece a un tercero.
El segundo de los principios llamado a condicionar la actuación de la autonomía colectiva es el de seguridad jurídica. Dotado de un
carácter mucho más general y abstracto, este
principio viene a amparar la razonable expectativa de que los titulares del poder normativo vayan a comportarse de tal manera, que
posibiliten a los ciudadanos la planificación
de sus acciones. Dos precisiones son inmediatamente pertinentes.
En primer lugar, no debería resultar controvertido que la aplicación de este principio
se extiende no sólo a las disposiciones emanadas de los poderes públicos, sino también a
aquellas derivadas del ejercicio de la potestad
normativa que la autonomía colectiva tiene
atribuida, esto es, a los convenios colectivos.
Junto a los argumentos expuestos anteriormente para defender una concepción amplia
de las disposiciones relacionadas con el principio de irretroactividad, es oportuno hacer
notar que carece de lógica alguna el que un
principio como éste afecte únicamente a
determinadas disposiciones normativas
(leyes y reglamentos), por mucho que sean las
más importantes, excluyendo mientras tanto
otras que gozan de la misma condición de norma (los convenios colectivos).
Por lo que se refiere a la segunda observación, de la misma forma que sucedía con la
irretroactividad, parece necesaria una aplicación flexible de este principio en aras de evitar
«... la congelación del ordenamiento jurídico
existente...» 18. En el ámbito concreto de los
convenios colectivos, esta excepcionabilidad
sirve a alguna autora para justificar la disponibilidad de los derechos adquiridos a mejoras
voluntarias por parte de la autonomía colectiva 19; y lo hace apelando a la doctrina constitucional, según la cual, en determinados casos
es necesaria la prevalencia de los intereses
colectivos sobre los individuales 20.
En principio, nada hay que objetar a esta
tesis que ensalza el valor de lo colectivo frente a lo individual, algo que subyace en el reconocimiento del derecho a la negociación colectiva y, en general, en cualquier concepción
mínimamente progresista de las relaciones
laborales 21: de este modo, se entiende que si
los trabajadores individuales se benefician de
las condiciones que colectivamente se consagran en el convenio, entonces es lógico que
también deban verse perjudicados por aquéllas que les resultan menos favorables. Ahora
18 Véanse, por todas, las SsTC 126/1987, 16 de julio
(BJC nº 76-77) y 210/1990 (BJC nº 117).
19 GALA D URÁN, C.: Las mejoras..., op. cit., p. 251.
20 La importantísima sentencia STC 58/1985, 30 de
abril (BJC nº 50) afirma, en este sentido, lo siguiente: «...
no puede en modo alguno negarse la capacidad de incidencia del Convenio en el terreno de los derechos o
intereses individuales, pues ello equivaldría a negar toda
virtualidad a la negociación colectiva, (...) y contradiría
el propio significado del Convenio en cuya naturaleza
está el predominio de la voluntad colectiva sobre la individual y de los intereses de la colectividad sobre los concretos de los individuos que la componen, siendo en
ocasiones precisa la limitación de algunos de éstos para
la efectiva promoción de aquéllos». Comentan esta sentencia: BAYLOS GRAU, A.: «Derecho al trabajo, política de
empleo y jubilación forzosa pactada en convenio», Relaciones Laborales, 1985-II, pp. 470 ss.; GARCÍA-PERROTE
ESCARTÍN, I.: «Nota a la sentencia TC Pleno 58/1985 de
30 abril», Relaciones Laborales, 1985-II, pp. 480 ss. Más
prolijamente en torno al asunto tratado: E SCRIBANO
GUTIÉRREZ, J.: Autonomía individual..., op. cit., pp. 55 ss.
21 RODRÍGUEZ-PIÑERO y BRAVO F ERRER, M.: «Principio
pro operario, condición más beneficiosa y autonomía
colectiva», Relaciones Laborales, 1991-I, p. 39; ESCRIBANO GUTIÉRREZ, J.: Autonomía individual..., op. cit., p. 233.
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bien, predominio de lo colectivo sobre lo individual no debe significar sometimiento total
de esto a aquello: ha de respetarse un espacio
intangible en el que la intervención de los
agentes sociales esté vedada, y tal es, precisamente, el configurado por los derechos adquiridos 22.
Así pues, lo que se plantea es un grave
problema de legitimidad de la acción de la
autonomía colectiva, que no podría ser superado a través de falaces apelaciones a la solidaridad 23. Permitir la alteración de situacio-
22 Se ha afirmado, en este sentido, que si bien es
lógico el predominio del interés colectivo sobre el individual, ello no puede suponer que las fuerzas colectivas
sometan al trabajador individual a una dependencia
opresiva [DE LA VILLA GIL, L. E.: «El principio de indisponibilidad de los derechos laborales» en: AA. VV.: Sistemas de ordenación de fuentes laborales, C.G.P.J.,
Madrid, 1993, p. 175. Más extensamente sobre esta
cuestión: DE LA VILLA GIL, L. E.: «El principio de irrenunciabilidad de los derechos laborales», Revista de Política
Social, 1970, pp. 7 ss., especialmente 44-45].
23 El caso francés es muy ilustrativo a este respecto.
A raíz de un acuerdo de reforma del régimen A.G.I.R.C.,
con fecha de 9 de septiembre de 1994, que venía a
reducir las prestaciones derivadas de este régimen complementario obligatorio de origen convencional, y de los
diversos pronunciamientos judiciales a los que dio lugar
[fundamentalmente, la sentencia de la Cour de Cassation de 23 de noviembre de 1999 (cotejable en Droit
Social, nº 3/2000, pp. 333 ss.), se suscitó una intensísima
polémica en torno a la legitimidad de los agentes sociales para modificar derechos ya causados. Sin entrar en
mayor detalle, sí es pertinente reseñar que uno de los
argumentos a favor de semejante posibilidad derivaba
del hecho de que se tratase de un sistema de reparto en
el que el componente solidarístico es esencial, de tal forma que se consideraba injusto que fueran los trabajadores en activo los que debieran asumir todos los sacrificios, fueran cuales fueren, en aras del mantenimiento
del nivel de prestaciones de los pensionistas. [Consúltese a modo de ilustración sobre el tema, entre otros: PRÉTOT, X.: «Révision, dénonciation et mise en cause des
conventions et accords collectifs intéressant la retraite et
la prévoyance», en: AA. VV. Révision, dénonciation et
mise en cause des conventions et accords collectifs de
travail, Litec, París, 1996, pp. 153 ss.; LANGLOIS, P.: «La
négociation collective d’un régime de retraite par répartition», Droit Social, nº 12/1997, p. 1025; BARTHÉLÉMY, J.
«Accord collectif de retraite et solidarité. Á propos de l’arrêt du 23 novembre 1999», Travail et Protection sociale,
70
nes jurídicas consolidadas aduciendo que
debe primar el interés colectivo no hace sino
debilitar injustamente los derechos derivados del compromiso por pensiones y, en el
fondo, el contenido de la negociación colectiva; porque esos derechos son individuales, sí,
pero tienen su origen en aquélla, circunstancia que le atribuye una dimensión colectiva
innegable. En suma, según la tesis criticada,
la situación de los pensionistas de este tipo de
regímenes no llega nunca a consolidarse (o a
constituirse definitivamente): los derechos
adquiridos a una mejora serían tan endebles
como las expectativas de derecho, pudiendo
considerarse entonces que el principio de
seguridad jurídica se vería transgredido de
forma flagrante.
El anterior posicionamiento crítico podría
ponerse en relación con otro principio, de origen alemán, que carece de plasmación en
nuestro texto constitucional: el de la confianza legítima (Vertrauensschutz). Dicho principio, sin llegar a bloquear de modo radical todo
intento de modificación normativa de situaciones preexistentes, sí sirve «... para impedir
el cambio brusco y por sorpresa, capaz de alterar de forma sensible una situación, en cuya
perdurabilidad podía legítimamente confiarse, sin dar tiempo ni medios al afectado para
reequilibrar su posición o adaptarse a la nueva situación, especialmente cuando no existe
un interés público perentorio que imponga el
cambio de un modo insoslayable» 24. Su íntima
nº 3/2000, pp. 4 ss.; DUPEYROUX, J.-J.: «Sur les régimes
complémentaires: bref rappel de quelques données de
base», Droit Social, nº 4/2000, pp. 409 ss.]. Una opinión
parecida se manifiesta en la doctrina italiana: BOSCATTI,
A.: «Succesioni di contratti collettivi e previdenza integrativa», Il lavoro nella giurisprudenza, nº 3/1997, p. 222.
Desde una perspectiva más general, en torno a la articulación en los ordenamientos jurídicos francés e italiano
de mecanismos que posibiliten las manifestaciones de
disenso frente a la negociación colectiva por parte de los
trabajadores individuales, vid. ESCRIBANO GUTIÉRREZ, J.:
Autonomía individual..., op. cit., pp. 226 ss.
24 GARCÍA DE E NTERRÍA, E. y F ERNÁNDEZ, T. R.: Curso
de..., op. cit., p. 89. Estos autores recogen una consolidada doctrina del Tribunal Europeo de Justicia en este
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conexión con los principios de seguridad jurídica y de irretroactividad fue puesta de relieve en el voto particular formulado por el profesor Rubio Llorente a la STC 208/1988, 10 de
noviembre (BJC nº 92) 25. Frente al parecer
mayoritario 26, considera que la reducción de
derechos adquiridos (ya reconocidos, causados) por determinados pensionistas como
consecuencia de una intervención legislativa
es una medida ilegítima: «La seguridad jurídica no exige, ciertamente, la petrificación
del ordenamiento, pero sí (...) el respeto a las
garantías enunciadas explícitamente como
tales». Por tal razón, entiende que el Estado
no puede abrogar libremente normas «... destinadas a dotar de una mínima garantía a
determinados grupos sociales»; hacerlo «...
implica una privación de un derecho patrimonial...», cuya garantía reside en la existencia
de una causa justificada de utilidad pública o
interés social y en el pago de la correspondiente indemnización, ex artículo 33.3 CE.
Aunque predicada de los poderes públicos
no parece que pueda objetarse la extensión de
esta doctrina al ámbito privado y, en concreto, a la actuación de la autonomía colectiva. Y
es que si la situación jurídica de los pensionistas con derechos causados merece protección frente a los poderes públicos, con más
razón se ha de ver constreñida la acción de los
agentes privados, cuando su vinculación con
quienes disfrutan de los derechos no es más
que indirecta.
En definitiva, los efectos negativos de una
tesis sostenedora de la reversibilidad de
situaciones jurídicas consagradas son tan
evidentes que debe ser rechazada. Y es que si
sentido, subrayando la importancia de la STJCE 16 de
mayo de 1979 (C-236/78, Rec. 1819) [ídem, p. 88].
25 Voto particular que reitera en la STC 75/1991, 11
de abril (BJC nº 121).
26 En la misma línea, entiende el Conseil Constitutionnel (Decisión nº 94-438, 3 de agosto de 1994) que
ningún principio constitucional permite defender en el
ordenamiento francés la intangibilidad de los derechos
causados a una pensión.
los derechos a complementos de pensiones de
naturaleza convencional pudieran ser renegociados por los agentes sociales en cualquier
momento, ello supondría que el coste de su
mantenimiento se convertiría en un arma
útil en manos del empresario que, de esta forma, vería reforzada (injustamente, a mi juicio) su posición frente a las reivindicaciones
de los trabajadores. Por ello, se ha de compartir la observación de Monereo Pérez, para
quien el proceso de «despublificación» que
sufre la protección social hace necesaria «...
una mayor exigencia de rigor y claridad...» en
cualquiera de los regímenes de que se trate,
en otras palabras, «... un cierto margen de
seguridad jurídica de que al menos los trabajadores pasivos con derechos a prestaciones
ya causadas no vean alterada su posición
jurídica» 27.
Sea como fuere, el hecho de que la cuestión
pueda considerarse abierta hace necesario el
descenso al plano legal con objeto de determinar en qué medida, si alguna, los derechos
derivados de un régimen complementario de
pensiones de origen convencional pueden
considerarse irreversibles.
2. LA REVERSIBILIDAD DE LOS
DERECHOS DE PREVISIÓN SOCIAL
2.1. Cuestión preliminar:
la representatividad ejercida por
los órganos de representación de
los trabajadores sobre los
pensionistas y beneficiarios de
regímenes privados de pensiones
Un aspecto esencial a la hora de analizar
la capacidad de incidencia que nuestro ordenamiento jurídico reconoce a la autonomía
colectiva en la novación de los compromisos
27 «El tratamiento de la relación post-contractual en
el marco de una negociación colectiva renovada», en:
AA. VV.: La negociación colectiva en el escenario del año
2000 (XII Jornadas de Estudio sobre la Negociación
Colectiva), MTAS, Madrid, 1999, p. 227.
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71
ESTUDIOS
por pensiones es el que se refiere a la facultad
de representación que los agentes sociales
ejercen sobre los beneficiarios de aquéllos.
Sin perjuicio de las limitaciones que, en su
caso, puede sufrir la acción novatoria sobre
los derechos de los trabajadores en activo (se
piensa en los derechos consolidados en un
plan de pensiones), resulta decisivo esclarecer si los pensionistas o beneficiarios quedan
incluidos en el ámbito de aplicación de los
sucesivos convenios colectivos que actúan
como fuente del citado tipo de compromisos,
siquiera a estos efectos.
Debe comenzarse por señalar que es hoy
opinión consolidada (si bien no exenta de crítica) la que mantiene que los trabajadores que
adquieren la condición de pensionistas de una
empresa para la que prestaron sus servicios
quedan sometidos a lo que determinen los
sucesivos convenios colectivos, o equivalente,
sobre la materia de previsión social complementaria 28. Y es que, visto desde otra perspectiva, no se duda en atribuir expresamente
a los sujetos negociadores del convenio estatutario la capacidad representativa de todos los
trabajadores activos y pasivos. De este modo,
se considera que la referencia a la relación
laboral, en cuanto elemento determinante del
ámbito personal del convenio, se hace in genere, abarcando tanto las presentes como las
futuras y pasadas, razón por la cual la regulación convencional es aplicable a los trabajadores de nuevo ingreso, aunque no tuvieran contrato de trabajo en la fecha de la firma del convenio, y, aquí con especial relevancia, a quienes anteriormente fueron trabajadores y cesaron al pasar a la condición de pensionistas 29.
28
Es importante matizar que, según la jurisprudencia, el alcance de la representación no se extiende a los
negociadores de un convenio extraestatutario: SsSTS 2
de junio de 1998 ( RJ 4942), 4 de febrero de 1999 (RJ
1588), 16 de febrero de 1999 ( RJ 1804), 17 de febrero
de 1999 (RJ 1809), 8 de marzo de 1999 (RJ 2118), 1 de
julio de 1999 (RJ 5272).
29 Consúltense, al respecto, las SsTS 28 de septiembre de 1994 (RJ 7258) y 26 de julio de 1995 (RJ 6326).
72
Si procedemos a un análisis pausado de la
cuestión, hemos de observar que jurisprudencia y doctrina fundamentan la inclusión de
los pensionistas en el ámbito de aplicación del
convenio colectivo con los siguientes argumentos: uno, que la pérdida de la condición de
trabajador en activo no significa que se extinga toda vinculación con la empresa, puesto
que persiste la relación, directa o indirecta,
en el campo de la previsión social 30; otro, que
su nuevo status de trabajador pasivo no
implica que los órganos legales de representación de los trabajadores carezcan de representatividad sobre el pensionista 31. Consi-
En esta última se atribuye a los sujetos negociadores
capacidad representativa de todos los trabajadores «...
presentes y futuros, activos y pasivos».
30 Así, la STS 14 de julio de 1995 (RJ 6255) manifiesta que «... los pensionistas perceptores de una prestación complementaria a cargo de la empresa (...) se
mantienen, indudablemente, vinculados a la citada
empresa, sin que les sea ajena, por tanto, la evolución
normativa desarrollada en el ámbito de las mismas» o,
en palabras de la STS 11 de marzo de 1997 (RJ 2309),
aunque «... ya no son en sentido estricto empleados de la
empresa (...) sí están incluidos en el ámbito personal del
Convenio Colectivo...». En la misma línea, la STS 20 de
diciembre de 1996 (RJ 9812) añade que «... ese vínculo
tiene su origen en el contrato de trabajo que, en su día,
unió a aquéllos [los trabajadores] y ésta [la empresa],
pues la percepción de esas pensiones tiene como única
causa y razón el hecho de que dichos pensionistas fueran trabajadores de la empleadora. Incluso es usual aplicar a éstos la denominación de trabajadores pasivos». En
fin, la STS 9 de febrero de 1999 (J 410) llega a afirmar
que la condición de jubilados (pensionistas, en general)
«... forma unidad con la vinculación laboral activa que
tuvieron en otro tiempo...».
31 Lo que, en otras palabras, significa «... que las
potencialidades representativas [de dichos órganos] no
se agotan en el ámbito de los trabajadores activos»
[ALONSO SAURA, J. L.: «Mejoras voluntarias y prestaciones complementarias de Seguridad Social en los convenios colectivos», Documentación Laboral, nº 32 (1990),
p. 92]. Por lo demás, doctrina y jurisprudencia mayoritarias coinciden en esta observación esgrimiendo, a su
vez, los argumentos que a continuación serán expuestos.
Vid.: BAYLOS GRAU, A.: «Derecho al...», op. cit., p. 475;
BAYLOS GRAU, A.: «Derecho al...», op. cit., p. 475; ARADILLA MARQUÉS , M. J.: «Convenio colectivo y trabajadores
pasivos», Temas Laborales, nº 40, 1996, p. 80; MONEREO
PÉREZ, J. L.: «El tratamiento...», op. cit., p. 217; VALDÉS
DAL-RÉ, F.: «Mejoras voluntarias...», op. cit., p. 2.
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BORJA SUÁREZ CORUJO
guientemente, hay que concluir que pueden
verse afectados, por la actuación de la comisión negociadora del convenio colectivo, dado
que no cabe atribuirles la cualidad de terceros respecto de éste [TSJ (Galicia) 19 de
febrero de 1998 (AS 1027)] 32. A su vez, este
último posicionamiento se realiza a partir de
una doble apreciación.
En primer lugar, se afirma en la STS 26 de
julio de 1995 (RJ 6722) que «[e]l equilibrio
32 Tal es la opinión de ARADILLA MARQUÉS : «... se
hace extensivo el convenio colectivo (...) a los llamados
trabajadores pasivos o jubilados en tanto sean beneficiarios de mejoras voluntarias concedidas por la empresa respecto de sus correspondientes pensiones» [La
indisponibilidad del convenio colectivo y sus límites,
Tirant lo blanch (Colección Laboral, nº 72), Valencia,
1999, p. 24-25)]. Dicho en palabras de M ONEREO PÉREZ,
«... el convenio colectivo, al poder regular materias de
previsión complementaria puede incidir sobre situaciones postcontractuales, sometiéndose éstas (...) en principio a las vicisitudes del convenio colectivo» («El tratamiento...», op. cit., p. 217). En el mismo sentido: ALBIOL
MONTESINOS, I.: El convenio colectivo en la jurisprudencia, Tirant lo blanch (Colección Laboral nº 65), p. 59.
Estos autores citan algunos de los pronunciamientos
que ratifican tal posición: SsTS 14 de julio de 1995 (RJ
6255), 26 de julio de 1995 (RJ 6722), 3 de junio de 1996
(RJ 4870) y 20 de diciembre de 1996 (RJ 9812). Pueden
añadirse otras sentencias de igual contenido: SsTS 30 de
noviembre de 1989 (RJ 8293), 24 de julio de 1995 (RJ
6326), 4 de febrero de 1999 (J 75), 16 de febrero de
1999 (J 179) y 17 de febrero de 1999 (J 181); SsTSJ
(Cataluña) 19 de mayo de 1993 (AS 2521) y 25 de febrero de 1999 (AS 2040), (País Vasco) 6 de abril de 1995 (AS
1405), (Madrid) 8 de abril de 1999 (AS 1080) y 7 de
noviembre de 1995 (AS 4364).
Con todo, debe destacarse que la jurisprudencia titubeó en un principio, emitiendo fallos de signo contrario.
Efectivamente, los primeros pronunciamientos del Tribunal Central de Trabajo (TCT) se declaraban contrarios
a la aplicación del convenio colectivo al personal jubilado [STCT 11 de marzo de 1985 (RJ 1743)], si bien muy
pronto el Tribunal Supremo iba a acoger la tesis contraria [STS 17 de diciembre de 1985 (RJ 6137)], posición
que sería seguida desde entonces por el TCT [SsTCT 25
de noviembre de 1986 (RJ 12368), 3 de marzo de 1987
(RJ 4840) y 13 de mayo de 1987 (RJ 11651)] y por el mismo TS y el resto de tribunales (véanse las anteriormente
citadas). Cotéjense, en todo caso, las manifestaciones en
torno a esta cuestión realizadas por: ARADILLA MARQUÉS,
M. J.: «Convenio colectivo...», op. cit., pp. 79 ss.
negocial que se consigue con la firma de un
convenio consiste en otorgar prestaciones y
contraprestaciones recíprocas, pero éstas no
se pueden contemplar aisladamente ni por
individuos, grupos, categorías o por la condición de activos o pasivos, sino que son los trabajadores y empresarios, que, en conjunto,
componen el ámbito personal de aplicación
los que se ven afectados...», de tal forma que
quienes «... suscribieron el convenio representan a todos los trabajadores y empresarios
del sector, incluida en los primeros la representación de los trabajadores pasivos...». En
este sentido, la representatividad de los órganos de representación unitaria respecto a los
pensionistas derivaría del reconocimiento
estatutario de su capacidad para negociar
convenios en los que puede regularse la materia «asistencial» [STCT 13 de mayo de 1987
(RJ 1165)]; y lo mismo sucedería con los
representantes sindicales, aunque a ellos tal
aptitud les viene reconocida, además, en la
LOLS [STS 14 de julio de 1995 (RJ 6255)].
Y es que, en segundo lugar, se estima que
la representatividad de los negociadores de
un convenio colectivo no se corresponde con la
concepción clásica del Derecho privado cuyo
fundamento último es la voluntad del mandante 33, sino que «... se estructura en la forma
y condiciones que se desprenden de lo que
ordenan los artículos 37.1 y 7 de la Constitución y 82 y siguientes del Estatuto» [STS 20 de
diciembre de 1996 (RJ 9812), aunque ya se
puso de relieve en la STS 23 de noviembre de
1992 (RJ 8828)], lo cual significa, en palabras
del Tribunal Constitucional, que se trate de «...
una representación institucional y, por tanto,
representación de intereses no de voluntades»
[STC 58/1985, 30 de abril (BJC nº 58)] o, lo que
es lo mismo, «... un poder ex lege de actuar y de
afectar las esferas jurídicas de otros» [SsTC
12/1983, 22 de febrero (BJC nº 23) y 57/1989,
16 de marzo (BJC nº 96)].
33
En torno a este asunto es referencia obligada: DIÉZ
PICAZO PONCE DE LEÓN, L.: La representación en el Derecho Privado, Civitas, Madrid, 1979.
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73
ESTUDIOS
Ahora bien, varias son las objeciones que
pueden hacerse a esta tesis y a los argumentos que la sustentan. En un plano general, y
sin perjuicio de la profundización que posteriormente se hará, la aplicación del convenio
colectivo a sujetos que han dejado de ser trabajadores supondría que los derechos de los
que éstos fueran titulares se verían afectados
por las modificaciones que sufriera la norma
convencional, «... cuando ni siquiera a nivel
teórico, esas personas se benefician de la
nueva regulación (...) expresiva de un interés
general que ya no comparten» 34. Ello parece
a todas luces injusto y constituye, en todo
caso, como señala González Ortega, una flagrante violación de los principios constitucionales de seguridad jurídica y de irretroactividad de las disposiciones restrictivas de derechos individuales, reconocidos en el artículo
9.3 CE 35, en línea con lo que antes se expuso
(supra 1).
En este mismo orden de cosas, no se desconoce que la aplicación de una o varias cláusulas de un convenio colectivo podría afectar
válidamente a terceros si se estima, como
pudiera parecer oportuno 36, que las manifestaciones de la negociación colectiva son subsumibles en el ámbito de aplicación del artículo 1257, párrafo segundo, del Código Civil
(CC), donde se establece lo siguiente: «Si el
contrato contuviere alguna estipulación en
favor de un tercero, éste podrá exigir su cumplimiento siempre que hubiese hecho saber
su aceptación al obligado antes de que haya
sido aquélla revocada». Pero, en realidad, es
34 G ONZÁLEZ O RTEGA, S.: «Contenido negocial y
sucesión de convenios», en: AA.VV. (coord. ALARCÓN
CARACUEL, M. R. y DEL REY GUANTER, S.) La reforma..., op.
cit., p. 117.
35 En palabras de este autor, tales principios «... se
verían dañados si, causado un derecho de naturaleza
permanente, en el marco de una norma convencional,
una posterior pudiera alterarlo de forma radical o incluso suprimirlo de forma absoluta» («Contenido negocial...», op. cit., p. 117).
36 ARADILLA MARQUÉS , M. J.: «Convenio colectivo...»,
op. cit., p. 80.
74
razonable considerar que la causación de los
derechos reconocidos convencionalmente
constituye una forma última de aceptación,
si es que ésta no se ha producido antes, de tal
manera que sería necesario a partir de ese
momento el consentimiento de los afectados
para poder disponer de los citados derechos.
Por tanto, la invocación de aquel precepto en
este punto, de ser posible, resulta irrelevante 37.
En un plano más concreto, el análisis de
cada uno de los argumentos que pretenden
sustentar la tesis criticada pone de manifiesto su endeblez. En primer término, respecto a
la alegación de la persistencia de un vínculo
entre empresario y pensionista después de la
extinción de la relación laboral, es evidente
que desde el momento en que los trabajadores
dejan de prestar sus servicios para la empresa que suscribe el compromiso por pensiones
y se convierten en pensionistas existe una
relación entre unos y otra 38, pero difícilmente puede ya calificársela de laboral, dado que
los trabajadores que fueron generando derechos han perdido su condición de tales, si es
37 SANGUINETI RAYMOND señala que «... el hecho de
que se incluya una determinada cláusula en un convenio colectivo en provecho de ciertos sujetos no parece
que de modo necesario e ineludible implique que la
condición de éstos deba ser asimilada a la de los trabajadores afectados por el mismo...». Concluye, sin embargo, que en el presente caso la estipulación a favor de tercero «... se encontraría sujeta (...) al régimen especial
previsto por los artículos 39 y 191 a 193 [LGSS]...» [«La
defensa de los jubilados y pensionistas frente a las cláusulas convencionales lesivas o ilegales. A propósito de las
SsTC 88, 89 y 90, de 3 de abril», Revista de Derecho
Social, nº 14 (2001), p. 145].
38 Sin perjuicio de lo que más tarde se dirá, no hay
duda de que la situación es algo diferente cuando el instrumento previsor es un plan de pensiones del sistema
de empleo. Y es que tal vínculo puede desaparecer sin
que los derechos de los, en este caso, partícipes resulten
en absoluto perjudicados: me estoy refiriendo al caso de
que el plan del que reciben sus prestaciones los beneficiarios se vea afectado por alguna de las causas de terminación; entonces habría de producirse una movilización de los derechos consolidados de dichos beneficiarios a otro plan del que ya no sería promotor el antiguo
empleador.
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BORJA SUÁREZ CORUJO
que llegaron a serlo 39. Es más, desde el establecimiento de la obligación de exteriorizar
los compromisos por pensiones tal vinculación ya no podrá ser más que indirecta, puesto que la instrumentación de éstos mediante
un plan de pensiones o un contrato de seguro
colectivo desplaza la intervención de la
empresa a un momento anterior al disfrute
de la pensión, siendo así que a partir de
entonces la única relación existente, en puridad, es la que une al pensionista con el plan o
la entidad aseguradora, sin que, en principio,
la empresa intervenga para nada.
El segundo argumento utilizado, el referido a que los órganos de representación de los
trabajadores también actúan en defensa de
los pensionistas, ha de ser objetado con la
misma contundencia 40: resulta inaceptable
que se reconozca a dichos órganos «... una ili-
39
Al pronunciarse sobre la naturaleza de mejoras
voluntarias distintas a los planes de pensiones, ARADILLA
M ARQUÉS mantiene que los beneficiarios «... pasan a
conformar una categoría cuya relación jurídica no es
contemplada en nuestro ordenamiento jurídico-laboral»
(«Convenio colectivo...», op. cit., p. 76).
40 Debe hacerse notar que esta cuestión ha dado
lugar a una agria polémica en Francia. La doctrina que
defiende la existencia de dicha representatividad se
encuentra consolidada a partir de la sentencia de la
Cour de Cassation de 23 de noviembre de 1999 [op. cit.,
posteriormente también el pronunciamiento del mismo
órgano de 31 de mayo de 2001 (cotejable en Droit
Social, nº 7-8/2001, pp. 749 ss.)]. Entre otros argumentos se esgrimen dos particularmente interesantes. Primero, se enfatiza que la naturaleza convencional de este
tipo de regímenes supone aceptar que el papel de los
agentes sociales se extiende a lo largo de su vigencia; así,
que los pensionistas se vean afectados por las decisiones
de aquellos es justamente consecuencia de tal circunstancia (LANGLOIS, P.: «La négociation...», op. cit., p. 1028).
Y señala el mismo autor, en segundo lugar, que una
representación común a trabajadores activos y pasivos
es la única de las soluciones posibles cuando el sistema
financiero es uno de reparto; en semejante caso, la oposición de intereses entre los dos colectivos, teniendo en
cuenta que son los activos quienes soportan la carga de
la financiación, condenaría al fracaso la negociación
colectiva y la gestión paritaria del régimen («Les effets
d’un accord révisant un régime complémentaire obligatoire», Droit Social, nº 4/2000, pp. 415-416).
mitada capacidad de disposición sobre los
derechos de un colectivo de aquel del que
derivan su representatividad y poder negociador, no sujeta además a ningún tipo de
control por parte de los integrantes del mismo» 41. Ahora bien, siguiendo el acertado criterio de algún autor, conviene considerar por
separado el tipo de representantes de que se
trate (unitario o sindical), pues las razones
que niegan su falta de representatividad,
siendo en ambos casos indiscutibles, lo son
más claramente en uno que en otro 42.
Por lo que se refiere a los representantes
unitarios, sostener que ostentan representatividad sobre los pensionistas resulta francamente difícil de admitir. Aparte de que la pérdida de su condición de trabajadores constituiría, seguramente, fundamento suficiente
para negar aquélla, cabe encontrar otra
razón bien sencilla. Y es que resulta notorio
que el vínculo entre el colectivo de trabajadores pasivos y los representantes unitarios es
muy débil, como demuestra el hecho de que la
elección de estos últimos se lleve a cabo por
los trabajadores en activo: los pensionistas no
participan ni como electores ni como elegibles
41
SANGUINETI RAYMOND, W.: «La defensa...», op. cit.,
p. 146. En esta línea, apunta este mismo autor que «... ni
los comités de empresa ni los sindicatos fundan su legitimación para negociar convenios colectivos en el hecho
de la afiliación en sí mismo y aisladamente considerado,
sino más bien en su condición de órganos electivos, en
el caso de los primeros, y en su audiencia electoral, en el
de los segundos. Circunstancias que para nada se tienen
en cuenta, como es de sobra conocido, en relación a los
jubilados» (ídem).
42 GETE CASTRILLO considera que «(c)uando los negociadores del convenio que minora o suprime los compromisos pensionísticos son el Comité de Empresa o los
Delegados de Personal, las dudas sobre la representatividad que ostentan sobre personas que ya no tienen relación laboral con la empresa son más fuertes...», lamentando que la jurisdicción siga «... huérfana de un pronunciamiento jurisprudencial explícito al respecto» [«La
disponibilidad convencional incondicionada de las pensiones privadas. Un factor de inseguridad social», en:
AA. VV. Pensiones sociales. Problemas y alternativas (IX
Congreso Nacional de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social), parte II, MTAS, Madrid, 1999, p. 274].
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en la designación de los órganos de representación regulados en el ET 43; falla, así pues, la
apelación a algo tan básico como el principio
democrático de representatividad 44. No debe
pasarse por alto, por lo demás, el hecho de
que ésta sea precisamente la alegación que se
hace para justificar la exclusión del personal
de alta dirección del ámbito de aplicación del
convenio colectivo; no existe, a mi juicio,
razón alguna que pudiera justificar un tratamiento tan dispar.
Más problemático puede parecer el caso de
la representatividad sindical sobre los pensionistas afiliados. En principio, se entiende
que ésta cuenta con un soporte jurídico sólido: no sólo el proporcionado por los artículos
7, 28.1 y 37.1 CE y 82 y siguientes ET, sino,
sobre todo, el que deriva del artículo 3.1 de la
Ley Orgánica de Libertad Sindical (LOLS)
donde se reconoce expresamente a los trabajadores que «... hayan cesado en su actividad
laboral, como consecuencia de su incapacidad
o jubilación...», el derecho a afiliarse a las
organizaciones sindicales constituidas 45, lo
que implicaría que a éstas corresponde también la defensa de los intereses de aquéllos,
incluyendo la sujeción al convenio colectivo
43 Cabe citar algún pronunciamiento jurisprudencial que defiende este planteamiento: la STSJ (Galicia)
12 de junio de 1992 (AS 3049) señala que «... el ámbito personal del Convenio se limita al personal en activo
y (...) obviamente los miembros del Comité de Empresa no pueden arrogarse más representación que la de
los trabajadores, nunca la de los pensionistas que se
hayan desvinculado de la empresa...». Esta sentencia
cita otras con el mismo contenido: SsTSJ (Galicia) 11 y
14 de julio de 1989, (Madrid) 6 de mayo de 1997 (AL,
1997.3, p. 2673).
44 A mayor abundamiento observa D ESDENTADO
BONETE cómo la falta de participación de los pensionistas
en la elección de los órganos unitarios implica indirectamente su exclusión para la determinación de la representatividad de los sindicatos («Cuestiones de enjuiciamiento en la modificación de las condiciones de trabajo», Revista del Poder Judicial, nº 57/2000, p. 502).
45 Lo único que se les prohibe es la fundación de sindicatos que tengan precisamente por objeto la tutela de
sus intereses singulares (mismo artículo 3.1 LOLS, in
fine).
76
correspondiente46, como pondría de relieve el
artículo 20 LPL al reconocer que «(l)os sindicatos podrán actuar en un proceso en nombre
e interés de los trabajadores afiliados a ellos
que así se lo autoricen, defendiendo sus derechos individuales y recayendo en dichos trabajadores los efectos de aquella actuación».
Sin embargo, debe hacerse alguna precisión
que sirve para rechazar esta tesis.
Antes de ello ha de advertirse que la controversia se plantea en un doble supuesto:
uno, cuando el instrumento regulador del
compromiso por pensiones es un convenio
colectivo de eficacia general negociado por
organizaciones sindicales con capacidad para
ello y otro, cuando el pensionista esté afiliado
a un sindicato que participa en la negociación
de un pacto de eficacia personal limitada. En
cambio, ninguna dificultad plantea el caso en
el que el pensionista no se encuentra afiliado
a la organización sindical que suscribe un
pacto colectivo extraestatutario que sólo produce efectos entre sus miembros y aquellos
individuos que voluntariamente se adhieran
a él 47.
Pues bien, se admite que la claridad de la
LOLS es meridiana al reconocer que el fin de
la vida laboral no significa la terminación de
la actividad sindical de un sujeto, dado que
sigue gozando del derecho a afiliarse a un sin-
46
Así lo entienden algunos autores, para quienes
ello tiene, a su vez, diversas implicaciones (SALA FRANCO,
T. y GOERLICH PESET, J. M.: «Sobre los derechos...», op.
cit., p. 611). Es, por lo demás, opinión jurisprudencial
consolidada, como se ha comprobado más arriba, lugar
al que remito. Desde la doctrina francesa, idéntica interpretación se sugiere del artículo L. 411.7 Code du Travail, que contiene una previsión similar a la anterior
(DUPLAT, J.: «Á propos de l’accord transférant le régime
de retraite des banques vers les régimes AGIRC et ARRCO», Droit Social, nº 7-8/2001, p. 744).
47 La misma STS 20 de diciembre de 1996 (RJ 9812)
reconoce indirectamente que en el caso de que un sindicato no reúna los requisitos previstos en los artículos
87 y 88 ET, salvo que el pensionista estuviera afiliado a
él, no puede estimarse que dicha organización sindical
ostente la representación de aquél, quedando imposibilitada su actuación en nombre de él.
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dicato y, por tanto, a ser representado por tal
organización. Dicho esto, no puede obviarse
que las materias sobre las que se puede
extender la acción representativa no son
entonces la totalidad de las que están contenidas en la libertad sindical: al igual que les
sucede a los desempleados (también sujetos
titulares del derecho de libertad sindical), los
pensionistas no pueden ejercer, por ejemplo,
el derecho de huelga (entendido en sentido
estricto) ni el de participación en la elección
de Comités de Empresa y Delegados de Personal, pues para ello resulta imprescindible
tener la condición de asalariado. A mi juicio,
debe entenderse que algo semejante sucede
con el ejercicio del derecho a la negociación
colectiva ya que, en general, para poder
«beneficiarse» de lo acordado resulta imprescindible ser trabajador.
A mayor abundamiento, no puede dejar de
reiterarse otro aspecto importante. Y es que
no siempre los beneficiarios de la pensión han
sido previamente trabajadores de la empresa
comprometida; en concreto, se está pensando
en prestaciones derivadas de la muerte del
trabajador. De este modo, pueden estimarse
existentes dos tipos diferentes de pensionistas: los que antes fueron trabajadores en activo de la empresa y los que nunca tuvieron
una vinculación laboral con ella. A partir de
este punto, alguna pregunta sería entonces
pertinente: ¿tendría sentido admitir la aplicación de una nueva regulación convencional
que modifique o, incluso, suprima los derechos adquiridos de unos sujetos cuyo vínculo
con el empresario no pasa de ser indirecto y
que, aun más, quizá nunca hayan sido trabajadores? No, desde luego, si tenemos en cuenta la naturaleza del convenio como norma que
resulta de la negociación desarrollada por los
representantes de los trabajadores y de los
empresarios y que obliga a todos aquellos
sujetos (los propios empresarios y trabajadores) incluidos en su ámbito de aplicación. Por
consiguiente, difícilmente puede rebatirse la
falta de representatividad de los órganos de
representación de los trabajadores sobre
estos pensionistas con calidad de terceros.
Más aún, ¿sería coherente incluir en el ámbito de aplicación del convenio a los pensionistas ex-trabajadores excluyendo a esos otros
que no hubieran gozado de tal condición? Evidentemente, no; de tal forma que se refuerza
la tesis que niega la existencia de la controvertida representatividad.
Debe tenerse en cuenta, por último, el efecto negativo que el sometimiento de los pensionistas a la representación de los trabajadores tiene para aquéllos a efectos procesales, dificultad que sólo ha sido parcialmente
salvada por el Tribunal Constitucional en los
pronunciamientos dictados con ocasión de la
resolución de tres recursos de amparo interpuestos por antiguos trabajadores del Grupo
Ercross [SsTC 88, 89 y 90/2001, 2 de abril
(BJC nº 241) 48]. La cuestión es que, al igual
que les sucede a los trabajadores activos, ni
individual ni colectivamente gozan dichos
pensionistas de legitimación activa, ex artículo 163 LPL, para impugnar un convenio colectivo que afecte peyorativamente a sus derechos causados: no son terceros («no se tendrá
por terceros a los trabajadores y empresarios
incluidos en el ámbito de aplicación del convenio») por lo que se les cierra la vía de la
impugnación por lesividad [artículo 163.1 b)
LPL] 49; ni pueden recurrir a la impugnación
48
Véase un interesante comentario de estas sentencias en: SANGUINETI RAYMOND, W.: «La defensa...», op.
cit., pp. 131 ss.
49 Así, la STS 9 de febrero de 1999 (J 410) declara
que los pensionistas «... carecen de legitimación activa
para impugnar el Convenio en cuanto puedan verse
incluidos en su ámbito de aplicación». En la STS 6 de
junio de 2001 (J 1396) se admite que una asociación de
viudas de los trabajadores de la empresa que asume el
compromiso por pensiones puede «... en abstracto
ostentar la condición de tercero, toda vez que no está
incluida expresamente en el campo subjetivo de aplicación del acuerdo», no obstante lo cual carece de legitimación activa para impugnar un convenio colectivo por
causa de lesividad, puesto que ello «... exige que una o
varias cláusulas (...) o la totalidad del mismo produzcan
un perjuicio grave e ilegítimo en intereses jurídicamente
protegidos del sujeto que plantea la impugnación»,
mientras que en este caso no es la asociación quien sufre
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por ilegalidad, dado que ésta se encuentra
reservada a «los órganos de representación
legal o sindical de los trabajadores, sindicatos
y asociaciones empresariales interesadas»
[artículo 163.1, a) LPL] 50.
El Tribunal Constitucional ya sostenía
desde hace años la aceptabilidad, entendida
en términos de adecuación al artículo 24.1
CE, de la tesis jurisprudencial contraria al
reconocimiento de legitimación activa a los
trabajadores individualmente considerados
en los procesos de impugnación de convenios
colectivos 51. La novedad introducida por las
sentencias aludidas es que se acoge la doctrina del Tribunal Supremo [paradigmáticamente, STS 20 de diciembre de 1996 (RJ
9812)], en virtud de la cual, también los pensionistas o beneficiarios de prestaciones complementarias de origen convencional se ven
privados de legitimación para impugnar un
convenio que dispone de las mismas. El argumento de fondo es el siguiente: «... en la medida en que existen sujetos colectivos que
encarnan el interés común y que representan
legalmente a los incluidos en el ámbito del
convenio, los representados en dichos convenios pueden ver limitada su capacidad de
impugnación de las normas pactadas», y se
añade que «(o)tra cosa pondría en duda, no ya
la norma legal (...) [artículo 163.1 LPL], sino
la mera existencia de la negociación colectiva» [SsTC 10 y 12/1996, ambas de 29 de enero (BJC nº 179) 5 2 , y más recientemente,
el perjuicio, sino sus asociados, quienes, en cambio, no
ostentan la condición de terceros.
50 Señala la STS 20 de diciembre de 1996 (RJ 9812)
que es «... incuestionable que la decisión de (...) negar
legitimación a los actores [pensionistas] (que son simplemente un grupo numeroso de personas físicas) (...) es
totalmente correcta y conforme a ley».
51 SANGUINETI RAYMOND, W.: «La defensa...», op. cit.,
p. 136. En tal sentido, cita este autor: SsTC 47/1988, 21
de marzo (BJC nº 84), 124/1988, 23 de junio (BJC nº 87)
y 10 y 12/1996, ambas de 29 de enero (BJC nº 179)
[ídem, pp. 136 ss.].
52 En torno a estas sentencias, véanse: G ALIANA
M ORENO, J. M.: «Legitimación para impugnar normas de
un convenio colectivo» [en: AA. VV. (Dir. M. ALONSO
78
90/2001, 2 de abril (BJC nº 241)], lo que
implica su consideración como exigencia
constitucional, no susceptible de tratamiento
distinto por el Legislador 53.
Así las cosas, parecería que nos encontráramos ante una situación de manifiesta indefensión de los pensionistas 54, si se estima
como hacen los Tribunales ordinarios y el
Constitucional, que los derechos causados de
aquéllos pueden verse alterados por lo dispuesto en sede convencional. La vía de tutela
ofrecida por el TC como solución pasa por no
impedir a los trabajadores, activos o pasivos,
una reacción consistente en la inaplicación de
aquellas normas del convenio que resulten
perjudiciales para sus intereses 55. En este
OLEA y A. M ONTOYA MELGAR) Jurisprudencia constitucional sobre Trabajo y Seguridad Social (Tomo XIV), Civitas,
Madrid, 1996, pp. 35 ss.]; CASARRUBIOS PANIAGUA, A.;
RIVERO GONZÁLEZ, J. y VALENTÍN GAMAZO, M.: «Remedios
jurídicos contra los convenios colectivos lesivos ilegales.
(A propósito de la Sentencia del Tribunal Constitucional
12/1996, de 29 de enero)», Revista Española de Derecho
del Trabajo, nº 82, 1997, pp. 271 ss.
53 SANGUINETI RAYMOND, W.: «La defensa...», op. cit.,
pp. 137-138. Véase, igualmente: DE LA PUEBLA PINILLA, A.:
La responsabilidad civil del sindicato, La Ley-Actualidad,
Madrid, 2000, p. 452.
54 DE LA VILLA GIL recuerda que en este asunto el riesgo que para la integridad de las mejoras voluntarias deriva de la validez de los pactos colectivos reductores o
supresores de ellas, se ve agravado por la utilización con
el mismo propósito de la vía conflictual colectiva («Estudio Preliminar», en: Pensiones Privadas, ACARL, Madrid,
1997, pp. XXXII-XXXIII). Véase la ilustración que se hace
del supuesto comentado.
55
Dicho en palabras de la STC 89/2001, 2 de abril
(BJC nº 241), que reproducen en este punto la STC
56/2000, 28 de febrero (BJC nº 227): «... esa falta de
legitimación de la parte actora para poder impugnar la
validez del convenio no le cierra las vías procesales para
la defensa de sus intereses legítimos afectado por dicho
pacto, pues puede reaccionar frente a concretas actuaciones de la empresa para que se declare que tales cláusulas le son inaplicables, pudiendo incluso entrañar que
el órgano jurisdiccional entre a valorar la posible nulidad
de éstas» [vid. GONZÁLEZ MOLINA, Mª. D.: «El control del
convenio colectivo a instancia de sujetos individuales:
nota a la Sentencia del Tribunal Constitucional 56/2000,
de 28 de febrero (BOE de 29 de marzo)», Documentación Laboral, nº 61, 2000, pp. 267 ss.]. De modo similar:
SsTC 88 y 90/2001, 2 de abril (BJC nº 241). Consúltense
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44
BORJA SUÁREZ CORUJO
sentido, el hecho de que semejante previsión
contribuya a «... abrir un espacio para el control de la actuación de los sujetos legitimados
para negociar, que permita equilibrar en
alguna medida la situación de plena disponibilidad con la que operan en la actualidad» 56,
no es suficiente para compensar las limitaciones derivadas de una concepción tan estrecha, como la expuesta, del «tercero» del artículo 163.1, b) LPL, lo que sirve de argumento adicional para rechazarla y resolver así el
problema procesal planteado.
Todo lo cual me lleva a entender que los
pensionistas no se encuentran representados
por los órganos de los trabajadores con tal
función, de manera que no les podría ser aplicado un convenio colectivo que redujera o
suprimiera sus derechos de previsión social 57.
Pero es que, aunque se estimara la existencia
de tal representatividad, ello no implicaría sin
más la reversibilidad de los derechos ya cau-
como precedentes más destacados los siguientes pronunciamientos: SsTC 65/1988, 13 de abril (BJC nº 85),
124/1988, 23 de junio (BJC nº 87) y 81/1990, 4 de mayo
(BJC nº 109); respecto de esta última: PALOMO BALDA, E.:
«Legitimación de un trabajador individual para impugnar un convenio colectivo. (Comentario a la Sentencia
81/1990, de 4 de mayo, del Tribunal Constitucional)»,
Revista Española de Derecho del Trabajo, nº 45, 1991,
pp. 139 ss.
56
SANGUINETI RAYMOND, W.: «La defensa...», op. cit.,
p. 147.
57 En el orden laboral estadounidense es comúnmente aceptado que los pensionistas no son trabajadores, pues no son subsumibles en la definición recogida
en la sección 2 (3) NLRA, quedando por ello excluidos
del ámbito de aplicación de esta ley. Así lo estableció la
Corte Suprema en: Allied Chem. Workers v. Pittsburgh
Plate Glass, 404 U.S. 157, 1 EB Cases 1019 (1971). Tal
decisión fue más allá al afirmar que ello suponía que los
beneficios sociales disfrutados por los jubilados conforme a lo establecido en un plan de pensiones no constituían una materia de negociación obligatoria, lo cual
habría de implicar, en opinión de algún autor, que el
empresario estaría legitimado para modificar las condiciones de disfrute de las prestaciones del plan en cualquier momento, incluso durante la vigencia del convenio colectivo, siempre que ello no supusiera una unfair
labor practice [HARDIN, P.: The Developing Labor Law,
BNA, Washington, D.C., 1992 (3ª ed.), p. 857].
sados: la aparente falta de obstáculos en este
punto no puede hacer ignorar los fehacientes
límites, incluso constitucionales, que se imponen a la negociación colectiva concesiva.
Por lo demás, un completo examen de esta
cuestión exige hacer referencia, siquiera de
forma puntual, a la aceptación en otros ordenamientos jurídicos de un deber de lealtad en
la representación desempeñada por los sindicatos a favor de los trabajadores (duty of fair
representation) 58 , el cual podría servir de
constricción a la acción concesiva de la autonomía colectiva 59. Parece difícil encontrar en
el sistema laboral español fundamento jurídico para sostener su aplicabilidad, dado que,
primero, el deber de negociar de buena fe,
58 Ha sido definido como «... el deber del representante a utilizar honestamente su función representativa a
favor de los intereses de todos y cada uno de sus representados...» [LANDA ZAPIRAIN, J. P.: Democracia sindical
interna. (Régimen jurídico de la organización y funcionamiento de los sindicatos), Civitas, Madrid, 1996, p. 259].
59 Particularmente interesante resulta el ordenamiento estadounidense, donde la necesaria observancia
de este deber [Steel v. Louisville & N. Ry., U.S. 192
(1944); Vaca v. Sipes, 386 U.S. 171 (1967); Mine Workers Health & Retirement Funds v. Robinson, 455 U.S.
562, 3 EB Cases 1129 (1982)] supone en el campo de los
planes de pensiones que un sindicato no está legitimado
para disponer de derechos consolidados (vested rights)
[Allied Chem. Workers v. Pittsburgh Plate Glass, 404 U.S.
157, 1 EB Cases 1019 (1971); Auto Workers v. Yard-Man,
Inc., 716 F.2d 1476, 4 EB Cases 2108 (6th Cir. 1983),
cert. denied, 465 U.S. 1007(1984); Hauser v. Farwell,
Ozmun, Kirk & Co., 299 F. Supp. 387 (D. Minn. 1969),
entre otros pronunciamientos]; véase: BANK, R. M. /
WOODRUFF, T. C.: «Protecting retired workers from inflation: collective bargaining for retiree benefits», Journal
of Law Reform, vol.14, 1981, pp. 212 ss. Cotéjese también la bibliografía recogida por PÉREZ YÁÑEZ, R.: El control judicial de los pactos colectivos, CES, Madrid, 1997,
pp. 236. Acerca de la posible y conveniente traslación
de este deber al ordenamiento italiano (se alude a un
dovere di rappresentanza leale), a pesar de las diferencias estructurales de los sistemas representativos, vid.:
LIEBMAN, S.: Individuale e collettivo nel contratto di lavoro, Dott. A. Giuffrè Editore, Milán, 1993, pp. 273 ss.;
SPAGNUOLO VIGORITA, L.: «Contratto collettivo, contratto
a favore di terzi, potere dispositivo del sindicato», Giornale di Diritto del Lavoro e di relazioni industriali, 1993,
pp. 150 ss.
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44
79
ESTUDIOS
recogido en el artículo 89.1 ET, incumbe
exclusivamente a los propios negociadores
entre sí, sin afectar a las obligaciones que
pudieran surgir entre los representantes y
los trabajadores representados 60; y, segundo,
que, como ya se dijo, nuestro sistema de
representación en el ámbito laboral lo es de
intereses y no de voluntades [STC 58/1985,
30 de abril (BJC nº 58)] 61. No obstante, la
interpretación del artículo 90.5 ET como una
manifestación de control del abuso del derecho a la negociación colectiva en que pueden
incurrir los sujetos firmantes del convenio 62,
podría legitimar una actuación de oficio de la
autoridad laboral denunciando ante la jurisdicción competente la lesión grave de los intereses de terceros, en este caso, de los pensionistas, quienes, cabe entender, no han sido
directamente representados durante la negociación del acuerdo.
los compromisos por pensiones, sino que mi
atención se ha de centrar, específicamente,
en aquellos instrumentados a través de un
contrato de seguro colectivo, por ser éste,
como se sabe, un cauce habitual tradicionalmente y hoy, junto a las mutualidades de previsión social, la única alternativa a los planes
de pensiones del sistema de empleo para la
instrumentación de los mismos. Además, se
ha de manifestar que la atención se centra
aquí en las mejoras de las pensiones públicas
reconocidas en un convenio colectivo, dejando
a un lado, sin perjuicio de puntuales alusiones, aquellas otras concedidas de forma unilateral por el empresario o pactadas individualmente con un trabajador, que se incorporan al contrato de trabajo. La especificación
es importante, puesto que, a diferencia de
estas dos últimas, la proyección hacia el futuro de las mejoras de origen convencional no
puede considerarse amparada por el principio de condición más beneficiosa 63.
2.2. La polémica doctrina acerca de la
reversibilidad de los compromisos
por pensiones instrumentados a
través de un contrato de seguro
colectivo
En concreto, lo que aquí interesa analizar
ha sido planteado por Valdés Dal-Ré de la
siguiente manera: «¿Los regímenes complementarios de Seguridad Social nacidos de un
acto de autonomía colectiva, pueden o no
modificarse e, incluso, suprimirse y, en caso
afirmativo, bajo qué condiciones y con qué
límites, si alguno, por un convenio colectivo
posterior?» 64. Se trata, en definitiva, de esclarecer cuál es la naturaleza jurídica de los
derechos derivados de un régimen de este
tipo, o, si se prefiere, de establecer los límites
del poder normativo de los agentes sociales,
esto es, de la negociación colectiva concesiva.
Como advertencia previa hay que señalar
que la doctrina que se expone a continuación
debió considerarse vigente, con carácter
general, hasta la aprobación de la LOSSP en
1995. Con la consagración de la obligación de
exteriorizar los compromisos por pensiones
que en tal norma se establece, el contexto
normativo se ha visto radicalmente alterado,
siquiera de forma transitoria, como se comprobará en las próximas líneas. En todo caso,
sí es importante poner de manifiesto que no
se pretende hacer un estudio general sobre
60
ESCRIBANO GUTIÉRREZ, J.: Autonomía individual...,
op. cit., p. 236.
61 En torno a la ausencia de medios de reacción de
los afiliados frente a una actuación del sindicato que
perjudique sus intereses, véase: DE LA PUEBLA PINILLA, A.:
La responsabilidad..., op. cit., pp. 442 ss.
62 PÉREZ YÁÑEZ, R.: El control..., op. cit., p. 236.
80
El Derecho común de la negociación colectiva consagra el principio de modernidad, en
virtud del cual, un convenio colectivo posterior puede disponer plenamente y en cualquier sentido, incluso in peius, de las condiciones y derechos reconocidos en un convenio
63
Cotéjese la cita jurisprudencial y bibliográfica
recogida infra 2.2.1.
64 «Mejoras voluntarias...», op. cit., p. 1.
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44
BORJA SUÁREZ CORUJO
anterior. Tal principio constituye la cara de
una moneda cuyo reverso es la negación de la
irreversibilidad de lo pactado 65 : el doble
hecho de que la sucesión de convenios suponga que el nuevo acuerdo derogue en su integridad al anterior, sin perjuicio de que se le
permita mantener expresamente vigentes
determinados aspectos (artículo 86.4 ET), y
de que pueda disponer de los derechos reconocidos en aquél (artículo 82.4 ET), viene a
consagrar un verdadero principio de disponibilidad colectiva en este ámbito del ordenamiento. Sin ánimo de entrar, por el momento,
en mayor detalle sobre el significado de cada
una de estas disposiciones estatutarias y de
la relación entre ambas, es evidente que la
conjunción de estos dos preceptos supone el
acogimiento de la regla de la derogación tácita, según la cual, la ley posterior deroga a la
anterior (lex posterior derogat anterior).
Pues bien, dado que las mejoras voluntarias pueden formar parte del contenido del
convenio, podría concluirse que, en principio,
esta solución es igualmente aplicable a ellas,
con todas las implicaciones negativas que ello
podría suponer para los trabajadores, especialmente para los pasivos. Sin embargo, tal
juicio es precipitado, al menos cuando se trata
de derechos ya causados, los cuales exigen que
se haya de acudir antes a la regulación particular de la materia contenida en el artículo
65
Ha señalado el Tribunal Supremo en este sentido
que «... no parece pueda ser actualmente considerado
como principio informador del Ordenamiento laboral el
llamado de irreversibilidad. Consiguientemente, el valor
normativo que corresponde a los convenios colectivos
estatutarios, determina, ante la sucesión de convenios
colectivos, la aplicación del vigente, pues esto es lo que
procede conformar al principio de modernidad» [STS 11
de mayo de 1992 (RJ 3542), opinión refrendada en
numerosas ocasiones posteriores: SsTS 17 de octubre
de 1992 (RJ 7650), 16 de diciembre de 1994 (RJ 10098),
10 de febrero de 1995 (RJ 1148), 26 de febrero de 1996
(RJ 1507), 20 de diciembre de 1996 (RJ 9812)]. Sobre
esta doctrina, puede consultarse el siguiente trabajo:
DURÁN LÓPEZ, F.: «Sucesión de convenios colectivos y
cambio de unidad de negociación», Revista Española de
Derecho del Trabajo, nº 61, 1993, pp. 675 ss.
192 LGSS, que actúa como lex specialis. En
definitiva, se trata de aclarar cuál es el grado
en el que los regímenes de mejoras voluntarias se ven afectados por el mentado principio
de modernidad, o, si se prefiere, la medida (si
alguna) en la que se ven inmunes a él.
Un análisis solvente de la cuestión hace
imprescindible trazar una línea divisoria
entre las dos posiciones jurídicas que pueden
ocupar los individuos frente al sistema de
protección social voluntaria instrumentado a
través de un contrato de seguro colectivo. Por
un lado, se ha de estudiar la relación entre los
trabajadores activos y dicho régimen de previsión, vínculo que, en principio, no pasa de
generar meras expectativas de derecho. Por
el otro, y quizá ésta sea la cuestión más compleja, debe considerarse la situación de los
trabajadores pasivos (pensionistas o beneficiarios) quienes tras haber causado o adquirido derechos a las prestaciones de mejora disfrutan de ella.
2.2.1. Disponibilidad colectiva sobre las
expectativas de derecho de los
trabajadores activos: la prevalencia
del principio de modernidad
Es opinión unánime en la doctrina que los
compromisos por pensiones que un convenio
colectivo reconoce a favor de los trabajadores
en activo constituyen meras expectativas de
derecho 66. Sin ánimo de profundizar en la
naturaleza que la doctrina civilista atribuye
a este tipo de figuras 67, cabría caracterizar
66 Por todas: GALLARDO M OYA, R.: «Las mejoras complementarias del Sistema de Seguridad Social en la negociación colectiva», Relaciones Laborales, 1991-II, p. 485.
67 Baste con apuntar, siguiendo a voces autorizadas,
que debe considerarse que estamos ante una expectativa de derecho «... cuando el hecho complejo se ha realizado ya en parte y existe la probabilidad, aunque
incierta aún, de que el derecho será adquirido. La
expectativa no es todavía un derecho, pero es un ius
infieri» [DÍEZ-PICAZO, L. y GULLÓN, A.: Sistema de..., op.
cit., p. 467].
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44
81
ESTUDIOS
dichos compromisos, en cuanto expectativas o
derechos eventuales 68, como situaciones jurídicas interinas en las que se encuentran
aquellos trabajadores en quienes no concurren los requisitos correspondientes para
causarlas 69, en tanto se mantenga la vigencia
del convenio colectivo que las regula 70.
Si se repara en que, como se verá, la controvertida aplicación del artículo 192, segundo párrafo LGSS no afecta más que a derechos ya causados, los que aún no lo han sido,
objeto de estudio en el presente apartado,
quedan a merced de los mecanismos propios
de la negociación colectiva. Es, por tanto, en
este ámbito donde hemos de encontrar las
claves de su régimen jurídico. Así las cosas, la
aplicación de la normativa estatutaria, artículos 82.4 y 86.4 ET, a estos derechos eventuales a pensiones complementarias no plantea mayor dificultad 71: un nuevo convenio
68
Esta última expresión, derecho eventual, es la utilizada por DÍEZ-PICAZO y GULLÓN, y parece la más acertada, pues, como observan estos autores, «(e)ntre el derecho y el no derecho no caben grados intermedios». Y
añade que desde el momento en que «... el interés de
una persona recibe una protección jurídica puede ya
hablarse de un derecho, aunque éste sea un derecho
eventual» (Sistema de..., op. cit., p. 467). En este sentido, no hay duda de que los compromisos por pensiones,
incluso los no causados, son protegidos por el ordenamiento, por lo que ningún obstáculo existe en calificarlos como derechos eventuales. Así, la STS 1 de julio de
1994 (RJ 7042) precisa que la mera expectativa supone
que el derecho ya ha nacido, pero no se ha consolidado
todavía.
69 Puede tratarse de un condicionante temporal
cierto (la jubilación) o de la actualización de un riesgo
incierto (incapacidad, muerte) [LUQUE PARRA, M.: «La
modificación o extinción unilateral de las mejoras voluntarias por parte del empresario», Relaciones Laborales,
1996-II, p. 459].
70 GARCÍA BECEDAS, G.: «La Seguridad Social complementaria en España», en: AA.VV. III Congreso Nacional
de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Tirant lo
blanch, Valencia, 1993, p. 39.
71 De igual manera lo estiman: ÁLVAREZ CORTÉS, J. C.
y TRUJILLO VILLANUEVA, F.: «Algunas reflexiones..., op. cit.,
p. 295; LUQUE PARRA, M.: «La modificación...», op. cit.,
p. 464; DE LA VILLA GIL, L. E.: «Estudio preliminar», op.
cit., p. XXX; ARADILLA MARQUÉS, M. J.: La indisponibilidad..., op. cit., pp. 31 ss.; GALA DURÁN, C.: El régimen...,
82
colectivo puede disponer con libertad de las
mejoras comprometidas en otro convenio
anterior y que no llegaron a causarse, sin que,
en principio, pueda apreciarse transgresión
alguna de los principios constitucionales de
seguridad jurídica e irretroactividad reconocidos en el artículo 9.3 CE 72. Sirva de ilustración la SAN 23 de junio de 1993 (AS 5607), un
supuesto de compromisos de mejora de los
que se predicaba que «... se encontraban en
curso de adquisición porque (...) no habían
entrado en el patrimonio de los beneficiarios
sino que sólo contenían una expectativa de
derecho sometida al cumplimiento de una
serie de circunstancias...».
A mayor abundamiento, y siempre en el
marco de la negociación colectiva, precisa
op. cit., p. 242; GETE CASTRILLO, P.: «La disponibilidad...»,
op. cit., pp. 273-274; M ONEREO PÉREZ, J. L.: «El tratamiento...», op. cit., p. 216; VALDÉS DAL-RÉ, F.: «Mejoras
voluntarias...», op. cit., p. 8.
Entre las numerosas sentencias que se expresan en
tal sentido cabe citar las siguientes: SsTS 12 de julio de
1989 (RJ 5462), 16 de mayo de 1990 (RJ 4344), 1 de
julio de 1994 (RJ 7042), 28 de septiembre de 1994 (RJ
7258), 16 de diciembre de 1994 (AS 10098), 14 de julio
de 1995 (RJ 6255), 24 de julio de 1995 (RJ 6326), 26 de
julio de 1995 (RJ 6722); SsAN 18 de julio de 1991 (AL
1156), 23 de junio de 1993 (AS 5607), 3 de septiembre
de 1993 (AS 5614); SsTSJ (Cataluña) 24 de enero de
1994 (AS 163) y 17 de marzo de 1994 (AS 1280), (Castilla-La Mancha) 31 de marzo de 1993 (AS 1639),
(Madrid) 18 de septiembre de 1997 (AS 2994) y 8 de
abril de 1999 (AS 1080), (País Vasco) 2 de noviembre de
1999 (AS 4211).
72 Véase la jurisprudencia constitucional: STC
108/1986, de 26 de julio (BJC, nº 64-65), donde se afirma que «... no pueden limitarse derechos que no existen...» (refiriéndose a las expectativas de derecho),
dado que «... sólo puede afirmarse que una norma es
retroactiva a los efectos del artículo 9.3 de la Constitución cuando incide sobre ‘relaciones consagradas’ y
afecta a ‘situaciones agotadas’...». Es de notar, igualmente, la opinión vertida en la STC 97/1990, 24 de
mayo (BJC nº 110), según la cual, no existe «... retroactividad cuando una norma afecta a situaciones en curso
de adquisición, pero aun no consolidadas por no
corresponder a prestaciones ya causadas». En sentido
similar: SsTC 27/1981, de 20 de julio (BJC nº 6),
99/1987, de 11 de junio (BJC nº 74) y 101/1989, de 5
de junio (BJC nº 99).
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García Becedas 73 que esta facultad de reversibilidad no puede verse constreñida por la
calificación de las mejoras como condición
contractual más beneficiosa 74 , ni tampoco
por su valoración como perjuicios sufridos y,
consiguientemente, indemnizables por el
empleador 75 . A ello habría que añadir el
hecho de que en nada influye que los trabajadores afectados hayan realizado contribuciones: se pierden sin más 76. Volveré sobre esta
cuestión más adelante.
El régimen jurídico al que se someten los
derechos eventuales correspondientes a los
compromisos por pensiones queda, pues, claro hasta este punto. La controversia surge, no
obstante, en aquellas situaciones en las que
ha de determinarse si un cierto compromiso
puede o no considerarse adquirido o consolidado. Se trata de esos supuestos en los que
algún aspecto futuro de la prestación se hace
depender de la fuente constitutiva y se piensa, en concreto, en el caso de la revalorización
de las prestaciones ya causadas: es necesario
determinar si debe aplicarse lo previsto por
73
«La Seguridad...», op. cit., p. 40.
Se cita como ejemplo la STCT 3 de diciembre de
1986 (RJ 13081). Igualmente: SsTCT 4 de abril de 1984
(RJ 3823), 24 de enero de 1985 (RJ 450), 8 de febrero de
1985 (RJ 868) y 12 de diciembre de 1985 (RJ 6942);
SAN 1 de junio de 1989 (AS 544); SsTS 23 de octubre de
1990 (RJ 7709), 22 de septiembre de 1995 (RJ 6789) y
10 de febrero de 1995 (RJ 1148). En esta última se declara, algo confusamente, que no cabe «... aceptar la conservación de condiciones más beneficiosas de origen
normativo, sino que la condición más beneficiosa no tiene su origen en una norma jurídica, concretamente en
convenio colectivo, pues incluso caben convenios
colectivos regresivos, sin que quepa sostener que el convenio colectivo sea fuente de condición más beneficiosa». Véanse, por lo demás: GALLARDO M OYA, R.: «Las
mejoras...», op. cit., p. 486; VALDÉS DE LA VEGA, B.: Mejoras voluntarias..., op. cit., p. 95.
75 Ilustrativamente: STS 23 de octubre de 1990 (RJ
7709).
76
Con lo que vendría a negarse el carácter salarial de
este tipo de aportaciones [SAN 23 de junio de 1993 (AS
5607), STS 17 de enero de 1996 (RJ 4121)]. Para un
mayor detalle sobre la cuestión: TORTUERO PLAZA, J. L. y
SÁNCHEZ-URÁN AZAÑA, Y.: La incapacidad..., op. cit., p. 69.
74
un convenio colectivo posterior en materia de
revalorización de una pensión complementaria causada o si, por el contrario, se ha de
mantener la regulación jurídica contenida en
el convenio conforme al cual se reconoció originalmente tal mejora. La razón por la que
abordo la cuestión en este epígrafe, y no en el
siguiente, reside en que unánimemente reciben el calificativo de meras expectativas de
derecho, al considerarse que aún no se han
integrado en el patrimonio de los pensionistas, por hallarse en curso de adquisición 77.
Sea como fuere, resulta bien ilustrativo repasar las razones que conducen a tribunales y
doctrina a alcanzar semejante conclusión.
Antes señálese que, en todo caso, no puede
ignorarse que constituye un supuesto peculiar, dado que el objeto afectado por la modificación o extinción son derechos eventuales de
pensionistas, trabajadores que ya no se
encuentran en activo por la previa extinción
de su vínculo contractual, planteándose así
un grave problema de representatividad ya
analizado.
Por una parte, cabe encontrar sentencias
en las que los tribunales trazan una línea de
separación entre la cuantía de la pensión a
partir del momento de su causación (considerada un derecho adquirido) y la revisión
periódica de dicha cuantía que, como expectativa o derecho eventual, no es más que una
cláusula convencional de la que la autonomía
colectiva puede disponer 78. Por otra, determi-
77 VALDÉS DE LA VEGA, B.: Mejoras voluntarias..., op.
cit., p. 98; TORTUERO PLAZA, J. L. y SÁNCHEZ-URÁN AZAÑA,
Y.: La incapacidad..., op. cit., p. 83. En palabras de
M ONEREO PÉREZ «... la revalorización anual de las pensiones no plantea propiamente un problema de retroactividad, sino de modificación hacia el futuro de las prestaciones» («El tratamiento...», op. cit., p. 219).
78 En palabras de la STS 26 de julio de 1995 (RJ
6722): «... no puede confundirse el complemento de la
pensión inicial y las revisiones de tal complemento, para
las que habrá de estarse a la normativa de cada momento (...) Lo que se rige, sin duda, por la normativa aplicable en el momento de la concesión es el derecho a la
pensión inicial, pero la revisión de los complementos de
pensiones se ordena por las normas que regulan dicha
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83
ESTUDIOS
nados pronunciamientos se limitan a aplicar
sin más la regla general de la sucesión normativa, esto es, el principio de modernidad 79.
Dicho en palabras de Valdés Dal-Ré, el razonamiento que fundamenta la supresión (o
modificación) de una cláusula de revalorización consiste única y exclusivamente en la
disponibilidad por el convenio colectivo de los
derechos establecidos en el acuerdo anterior
al que deroga 80.
La diferencia entre las dos posiciones no
por sutil puede calificarse de nimia: el tratamiento dado a la revalorización como derecho
eventual es el mismo en ambas; en cambio, la
primera proclama el obligado respeto de la
prestación principal en cuanto derecho
adquirido, cosa que no se hace en la segunda,
algo que, como pronto se verá, está anunciando la posibilidad de disponer colectivamente
de los derechos causados.
Hágase notar, por último, que la disponibilidad convencional sobre las mejoras, cuando éstas no son más que derechos eventuales
revisión». En igual sentido: SsTS 11 de mayo de 1992
(RJ 3542), 3 de noviembre de 1992 (RJ 5481), 28 de
septiembre de 1994 (RJ 7258), 14 de julio de 1995
(RJ 6255), 24 de julio de 1995 (RJ 6326), 26 de junio de
1996 (AS 6722), 26 de febrero de 1996 (RJ 1507); STSJ
(Galicia) 6 de febrero de 1996 (AS 922). Nótese que en
muchos casos resulta imposible conocer el importe de la
revisión, pues depende de datos variables: se hace más
patente en ese caso la falta de consolidación del compromiso revisor; buena ilustración de ello es la STSJ
(Cataluña) 11 de febrero de 1995 (AS 700).
79 El pronunciamiento más claro en este sentido es
la STS 26 de febrero de 1996 (RJ 1507), donde se afirma
con contundencia lo siguiente: «... pretender que se
sigan aplicando los incrementos de los convenios derogados equivale a petrificar los convenios colectivos, en
contra del principio de modernidad del convenio y de la
facultad que tiene el convenio posterior de disponer
sobre los derechos reconocidos en el precedente».
Vid., igualmente, las SsTSJ (Cantabria) 13 de abril de
1994 (AS 1784); (Comunidad Valenciana) 7 de febrero
de 1995 (AS 863); (Castilla y León) 16 de mayo de
1995 (AS 2050).
80 «Mejoras voluntarias...», op. cit., p. 8. Igualmente:
TORTUERO PLAZA, J. L. y SÁNCHEZ-URÁN AZAÑA, Y.: La incapacidad..., op. cit., p. 84.
84
o expectativas de derecho, no debe hacer olvidar que la fuerza vinculante de los convenios
colectivos durante su vigencia, ex artículo
82.3 ET, lleva consigo el preceptivo respeto
de las obligaciones en ellos establecidas,
entre las cuales se encuentran, naturalmente, las relativas al régimen de previsión
social voluntaria. Dos observaciones se me
antojan pertinentes: primero, es claro que el
empresario no puede suprimir ni modificar
unilateralmente el sistema de mejoras voluntarias pactado en un convenio vigente 81 .
Pero, de acuerdo con lo dicho hasta ahora,
ello no significa, en segundo lugar, que tales
alteraciones de los compromisos por pensiones (sigo refiriéndome a derechos eventuales) no sean posibles en ningún caso; las
diversas vías de modificación serán analizadas más adelante.
2.2.2. La discutible naturaleza de los
derechos de compromisos por
pensiones causados: la controvertida
interpretación del artículo 192,
párrafo segundo LGSS
Se trata ahora de analizar la naturaleza de
los derechos ya causados (derechos adquiridos o en curso de disfrute) derivados de compromisos por pensiones instrumentados a
través de un contrato de seguro colectivo.
Precisando algo más el objeto de estudio, mi
atención se ha de centrar en los derechos causados a prestaciones de tracto sucesivo de origen convencional disfrutados por trabajadores pasivos, esto es, pensionistas, o por terceros beneficiarios 82.
81 Cotéjese un completo estudio de la cuestión en:
LUQUE PARRA, M.: «La modificación...», op. cit., pp. 463 ss.
82 El hecho de situarnos al margen del contrato de
trabajo (frente a las mejoras voluntarias de las prestaciones de incapacidad temporal, por ejemplo) tiene notoria
importancia como pone de relieve: DEL REY GUANTER, S.:
«Autonomía individual y autonomía colectiva: algunos
puntos críticos a la luz del Texto Refundido del Estatuto
de los Trabajadores», Revista Española de Derecho del
Trabajo, nº 77, 1996, pp. 435-436.
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BORJA SUÁREZ CORUJO
En este orden de cosas, resulta bien conocida la previsión contenida en la LGSS por la
cual las empresas pueden mejorar la acción
protectora que el Régimen General dispensa
a sus trabajadores (artículo 39.1 LGSS). De
su regulación interesa aquí lo concerniente a
la extensión de la garantía de indisponibilidad consagrada en el artículo 192, párrafo
segundo LGSS: cuando «... un trabajador
haya causado el derecho a la mejora de una
prestación periódica, ese derecho no podrá
ser anulado o disminuido, si no es de acuerdo
con las normas que regulan su reconocimiento» 83. La interpretación de esta previsión ha
dado fuertes quebraderos de cabeza a la doctrina. Dos son, en concreto, las posturas sostenidas en torno a esta cuestión, pero previamente a su exposición conviene hacer alguna
puntualización.
Es importante dejar claro, en primer
lugar, que el objeto de la regulación contenida
en el citado artículo 192, párrafo segundo
LGSS son derechos causados (o «adquiridos»,
como señalan algunos 84) a las prestaciones, lo
cual significa que se han cumplido los requisitos necesarios para su disfrute, entre ellos,
fundamentalmente, la concurrencia de alguna de las situaciones de necesidad previstas
por el régimen de mejora, esto es, el acaecimiento del hecho causante, y que ello se haya
producido durante la vigencia del convenio
colectivo; sólo a partir de ese momento puede
considerarse que los derechos se integran en
la esfera patrimonial de los beneficiarios 85.
83 El artículo 13 de la Orden de 28 de diciembre de
1966, por la que se regulan las mejoras voluntarias de la
acción protectora del Régimen General de la Seguridad
Social, contiene la misma disposición bajo el expresivo
encabezamiento «Consolidación de los derechos reconocidos». Puntualícese, por otro lado, que el texto de la
LGSS de 1974 recogía esta previsión en el artículo 182,
sin que el contenido fuese distinto.
84 TORTUERO P LAZA, J. L. y SÁNCHEZ-URÁN AZAÑA, Y.:
La incapacidad..., op. cit., p. 83.
85
En palabras del Tribunal Supremo «... no basta
que el derecho haya nacido, ya que ello es una mera
expectativa, sino que tiene que haberse producido la
consolidación de la situación jurídica bajo el imperio del
De modo que al margen quedan los derechos
en curso de adquisición o expectativas de
derecho que como se acaba de ver, se rigen sin
más por el Derecho común de la negociación
colectiva, esto es, por las normas ordinarias
que regulan la sucesión de convenios.
Una segunda apreciación previa, no por
obvia menos necesaria, lleva a subrayar que
los derechos causados que aquí interesan
corresponden a prestaciones periódicas, de
tracto sucesivo; concretamente, derechos al
pago de rentas ya generados pero de efectos
aún no consumados o agotados. Con ello vienen a excluirse tanto aquellas mejoras de
tracto único, de pago de un capital, cuanto las
de tracto sucesivo ya abonadas (se piensa en
las rentas ya percibidas por los pensionistas),
las cuales por el hecho precisamente de
haberse consumado deben considerarse
intangibles en todo caso 86. En definitiva, del
tenor del precepto comentado se deduce, sin
duda alguna, la terminante prohibición de
una actuación retroactiva de grado máximo
que afectara a situaciones ya agotadas, tanto
si se trata del cobro de un capital como si es la
percepción de rentas periódicas; dicho de otro
modo, el problema se circunscribe a la proyección futura de derechos causados o adquiridos.
Finalmente, el que estos derechos estén ya
causados y pertenezcan, por consiguiente, a
los pensionistas supone afirmar que el asunto que nos ocupa se refiere a algo tan importante como los límites que afectan al poder
normativo de los agentes sociales: se trata, en
definitiva, de determinar si lo pactado en la
negociación colectiva puede afectar a sujetos
ordenamiento anterior...», algo para lo que se «...
requiere la concurrencia de cuantos requisitos sean
necesarios para el perfeccionamiento del acto, según las
exigencias de la anterior normativa...» [STS 7 de abril de
1993 (RJ 2916)]. Véase también: NAVARRO FAJARDO, J. J.:
«Sucesión de convenios colectivos, condición más
beneficiosa, retroactividad y derechos adquiridos»,
Actualidad Laboral, 1995.2, p. 496; ESCRIBANO GUTIÉRREZ, J.: Autonomía individual..., op. cit., p. 150.
86 PÉREZ YÁÑEZ, R.: El control..., op. cit., p. 226.
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85
ESTUDIOS
que no son (algunos ni siquiera lo han sido)
trabajadores en activo de la empresa que asumió el compromiso.
Dicho todo lo cual, podemos pasar al análisis de la primera de las interpretaciones del
segundo párrafo del artículo 192 LGSS. Es
opinión extendida en la doctrina, si bien no
tanto en la jurisprudencia, aquella según la
cual es la propia regulación de la mejora la
que tiene que contemplar la posibilidad de su
limitación o eliminación, es decir, que cuando
la mejora es de naturaleza convencional la
modificación o anulación de lo comprometido
sólo resulta posible si el acuerdo colectivo que
la estableció ha previsto este tipo de intervención expresamente, determinando además el
método pertinente para llevarla a cabo 87.
Dos argumentos servirían para sostener
esta tesis. Por una parte, el tenor literal del
precepto que hace referencia a «... las normas
que regulan su reconocimiento»: cabe considerar que tales normas son las que se contienen en la específica fuente original (el convenio colectivo, en este caso), no habiendo lugar
87 Entre los defensores de esta postura en la doctrina
destacan: ALONSO OLEA, M. y TORTUERO PLAZA, J. L.: Instituciones de Seguridad Social, Civitas, Madrid, 1997 (15ª
ed.), p. 521; ÁLVAREZ CORTÉS, J. C. y TRUJILLO VILLANUEVA, F.:
«Algunas reflexiones...», op. cit., pp. 294-295; DESDENTADO BONETE, A.: «Cuestiones de...», op. cit., p. 501;
GALLARDO M OYA, R.: «Las mejoras...», op. cit., pp. 486487; L ÓPEZ C UMBRE , L.: La prejubilación, Civitas,
Madrid, 1998, p. 498; LUQUE PARRA, M.: «La modificación...», op. cit., p. 461; TORTUERO PLAZA, J. L. y SÁNCHEZURÁN AZAÑA, Y.: La incapacidad..., op. cit., p. 90; VALDÉS
DE LA VEGA, B.: Mejoras voluntarias..., op. cit., pp. 97-98.
Por cuanto se refiere a la jurisprudencia, algunos de
los escasos pronunciamientos en este sentido son los
que siguen: STSJ (País Vasco) 2 de noviembre de 1999
(AS 4211), SsTS 12 de noviembre de 1981 (RJ 4494) y
12 de noviembre de 1993 (RJ 8687). Esta última aplica
el artículo 13 de la Orden de 28 de diciembre de 1966,
cuyo contenido es, como se dijo, sustancialmente el
mismo que el del precepto legal: «... habrá de estarse a
lo que en el convenio colectivo se disponga, pues se trata (...) de mejoras que pueden reducirse si las normas
que regularon su constitución o establecimiento así lo
disponen».
86
para la intervención de un instrumento equivalente (otro convenio), puesto que si así fuera se habría hecho alusión al «... procedimiento por el que fueron implantadas» 88. Por otra,
podría alegarse que la admisibilidad de una
libre disposición sobre los derechos causados
a la mejora al margen de lo establecido en el
convenio del que derivan no constituiría ninguna novedad, pues tal sería el resultado de
la dinámica ordinaria de la negociación colectiva; o, dicho de otro modo, el tratamiento dispensado a los derechos causados en nada
diferiría del que afecta a las expectativas de
derecho, elementos totalmente disponibles
para la autonomía colectiva, como se ha especificado.
Se mantiene, en este sentido, que lo establecido por este artículo 192, párrafo segundo
LGSS es una garantía de los derechos ya causados: se prevé, con carácter general, una cortapisa a la retroactividad de las normas limitativas futuras, consistente en que el régimen jurídico de la mejora pueda ser alterado
o suprimido en el futuro, pero habiendo de
mantener los derechos ya reconocidos 89. Y
ello a salvo de una excepción, según la cual, el
precepto permitiría la extensión de la acción
retroactiva a los efectos futuros de los derechos ya causados únicamente en el supuesto
de que se haga conforme a las hipotéticas previsiones al respecto contenidas en la fuente
original, bien entendido que, de no existir
esta habilitación legal, semejante intervención sería del todo imposible 90. Estaríamos,
88 VALDÉS DE LA VEGA, B.: Mejoras voluntarias..., op.
cit., p. 97.
89 D ESDENTADO BONETE, A.: «Cuestiones de...», op.
cit., pp. 501-502. De forma menos explícita, parece
compartir esta posición VALDÉS DE LA VEGA, quien se limita a descartar la aplicación de las reglas de sucesión de
convenios, pero dando a entender que los derechos
adquiridos no son inmodificables si se respeta lo previsto en las normas de reconocimiento (Mejoras voluntarias..., op. cit., p. 99).
90
Dicho en palabras de GALLARDO M OYA, «... el régimen jurídico bajo el que nació el derecho a una mejora
concreta le acompaña a lo largo de su vida» («Las mejoras...», op. cit., p. 487). TORTUERO PLAZA y SÁNCHEZ-URÁN
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BORJA SUÁREZ CORUJO
así pues, ante una regla de solución de conflictos intertemporales entre convenios colectivos aplicable específicamente a esta materia de las mejoras voluntarias 91.
La segunda posición en torno al artículo
192, párrafo segundo LGSS ha sido suscrita
casi unánimemente por la jurisprudencia y,
en cambio, por un sector más minoritario, si
bien relevante, de la doctrina 92. Es Valdés
Dal-Ré quien con mayor fortuna ha formulado esta interpretación alternativa, en virtud
de la cual, lo que dicho precepto viene a imponer es un «... principio de correspondencia
entre la fuente constitutiva y la fuente de
modificación» 93: así, para que la mejora pueda ser modificada o suprimida se requiere
una norma al menos del mismo rango que
aquella que la estableció inicialmente 94.
AZAÑA matizan esta opinión señalando que a partir de la
causación del derecho, la mejora se consolida «...
durante el tiempo que hubiese fijado el convenio, con
independencia de que en ese intervalo se publique uno
nuevo que la suprima», de tal forma que «... los derechos actualizados durante la vigencia de éste [el convenio anterior] perviven hasta su expiración natural» (La
incapacidad..., op. cit., p. 82). Tal interpretación puede
servir, discutiblemente, para las mejoras de incapacidad
temporal, por ejemplo (objeto de estudio en la obra de
estos autores), pero parece descabellada su aplicación a
la mejoras que consistan en rentas de carácter vitalicio.
91 VALDÉS D AL -R É, F.: «Mejoras voluntarias...», op.
cit., p. 5.
92 En lo que atañe a la jurisprudencia, acogen esta
tesis, entre otras, las siguientes sentencias: SsTS 4 de
julio de 1994 (RJ 6335), 17 de enero de 1996 (RJ
4121), 24 de julio de 1995 (RJ 6326), 20 de diciembre
de 1996 (RJ 9812), 4 de febrero de 1999 (J 75). SsTSJ
(Cataluña) 11 de febrero de 1995 (AS 700), 16 de abril
de 1997 (AS 2197), 25 de febrero de 1999 (AS 2040);
(Asturias) 6 de marzo de 1998 (AS 538); (Comunidad
Valenciana) 7 de octubre de 1997 (AS 3189); (País Vasco) 16 de febrero de 1999 (AS 2053).
Destacan en la doctrina: VALDÉS DAL-RÉ, F.: «Mejoras
voluntarias...», op. cit., pp. 5 ss.; GALA D URÁN, C.: El régimen..., op. cit., pp. 239 ss.; M ONEREO PÉREZ, J. L.: «El tratamiento...», op. cit., p. 216. Implícitamente: PÉREZ
ALONSO, M. A.: «Las mejoras voluntarias de la Seguridad
Social: su interpretación judicial», Actualidad Laboral,
nº 24/2001, pp. 513 ss.
93 «Mejoras voluntarias...», op. cit., p. 5.
94 La STS 17 de enero de 1996 (RJ 4121) determina
categóricamente que un sistema complementario de
Ello supone que si la mejora fue creada en
un convenio colectivo estatutario es evidente
que la novación del compromiso (no se olvide
que aquí se está haciendo referencia a derechos causados) sólo podría tener lugar a través del procedimiento previsto en el Título III
del Estatuto de los Trabajadores 95, incluyéndose, desde luego, los acuerdos en conciliación judicial ex artículo 154.2 LPL, cuando las
partes que concilien ostenten la legitimación
y adopten el acuerdo conforme a los requisitos exigidos por el artículo 82 ET. En cambio,
cuando el título constitutivo fue un pacto
extraestatutario la solución se presenta más
complicada: si estimamos que se trata de un
instrumento contractual, esto es, de una condición más beneficiosa, estará condicionada a
la aceptación por parte de cada uno de los
sujetos afectados o a su compensación por vía
de neutralización 96; mientras que si, por el
contrario, se considera que el pacto colectivo
tiene naturaleza normativa ex artículo 37.1
CE (posición aquí compartida), en ese caso
valdrá un convenio de eficacia general u otro
que incluya en su ámbito de aplicación, al
menos, a todos los trabajadores afectados.
Seguramente el argumento principal en
favor de la tesis de la «corresponsabilidad»
sea la experiencia práctica: los convenios
pensiones, en tanto mejora voluntaria de Seguridad
Social, es «... susceptible de modificación o supresión
mediante un instrumento equivalente al de su implantación...», que en este caso era, justamente, un convenio
colectivo. En sentido similar, la STSJ (Cataluña) 25 de
febrero de 1999 (AS 2040) establece que un complemento de Seguridad Social reconocido de naturaleza
convencional «... es disponible por la voluntad de los
sujetos colectivos, bien a través de la negociación estatutaria o de eficacia general o de Acuerdos suscritos con
tal carácter».
95 GALA DURÁN, C.: El régimen..., op. cit., p. 240. De
forma similar: MONEREO PÉREZ, J. L.: «El tratamiento...»,
op. cit., p. 214.
96 TORTUERO PLAZA, J. L. y S ÁNCHEZ-URÁN AZAÑA, Y.:
La incapacidad..., op. cit., p. 64. Lógicamente ésta es
también la solución correspondiente a los supuestos en
los que la mejora fue fruto de la concesión unilateral del
empresario o se pactó en el contrato de trabajo [vid. STS
25 de marzo de 1993 (RJ 2207)].
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87
ESTUDIOS
colectivos no contienen (es difícil encontrar
algún caso) un régimen específico de modificación o supresión de las mejoras, lo que
supone tratarlas como un elemento más del
convenio, sometido, sin perjuicio de las posibles limitaciones existentes, al poder normativo de los agentes sociales. Dicho de otro
modo, esta segunda interpretación traslada
la cuestión, cuando se trata de compromisos
por pensiones de origen convencional, al
ámbito del Derecho común de la negociación
colectiva 97.
Cabría sugerir como fundamento adicional
que la alusión a las normas de reconocimiento en presente (son las que regulan la mejora
en un momento dado) parecería estar más
cerca del tipo de norma (el convenio) que de la
regulación original; sin perjuicio del exceso
de rigurosidad en el que de seguro incurriría
semejante alegación, es preciso recordar que
el artículo 13 de la Orden de 28 de diciembre
de 1966 aludía a las normas que regularon
(verbo en tiempo pasado) su constitución,
expresión ésta que por su claridad meridiana
difícilmente da cabida a otro sentido.
Así las cosas, parece evidente que esta
segunda interpretación es mucho menos fiel
al tenor literal del artículo 192, párrafo
segundo LGSS, circunstancia que dificulta
enormemente su aceptación.
En verdad, si se afina un poco más, y
tomando inspiración en la STSJ (País Vasco)
2 de noviembre de 1999 (AS 4211), cabría sostener que las dos tesis son válidas, si bien
afectan a supuestos distintos. De este modo,
la corresponsabilidad de fuentes sería aplica-
97 Tal es la tesis que, sin perjuicio de matices, acoge
la sentencia de la Cour de Cassation de 23 de noviembre
de 1999 (op. cit.) al considerar que a los acuerdos colectivos de previsión social les resulta aplicable el artículo L.
132.7 Code du Travail en todos sus extremos (tal y como
vendría a confirmar el artículo L. 911 Code de la Sécurité Sociale). [Expresamente en contra de esta postura:
D UPEYROUX , J.-J.: «En marge du contentieux AGIRC»,
Droit Social, nº 7-8/1995, pp. 705 ss.].
88
ble a los derechos futuros, a los todavía no
causados, derechos a los que el artículo 192,
párrafo segundo LGSS no se refiere; y, en
cambio, los derechos adquiridos, objeto de
regulación en dicho precepto, sólo serían
modificables o suprimibles cuando se haya
previsto expresamente en el convenio original 98.
A nadie se oculta que, sea cual fuere la
opción interpretativa elegida, en ningún caso
parece defendible la afirmación de que nuestro ordenamiento consagra un principio de
irreversibilidad de los derechos causados a
una prestación derivada de un compromiso
por pensiones de origen convencional instrumentado a través de un contrato de seguro
colectivo. Sin perjuicio del juicio crítico que
ello puede merecer, también es notorio que
las implicaciones de una y otra interpretaciones son notablemente distintas, por lo que se
requiere un análisis más pausado.
Comenzando por la interpretación más
dudosa del citado precepto, aquella que sostiene la mera correspondencia de fuentes, su
aceptación nos conduce, como se dijo, a buscar
el régimen aplicable a los derechos causados en
el campo de la negociación colectiva 99. En este
98 Dice la citada sentencia que «[n]o se duda de la
cabal necesidad de que, por regla general, la fuente de
modificación o supresión del sistema de mejoras deba
coincidir, en sentido formal, con la de su creación, y
tampoco se duda de que, siendo dicha fuente la norma
convencional, una posterior de igual rango pueda disponer de dicho sistema, pues así lo prevén de manera
genérica los artículos 82.4 y 86.4 ET (...). Lo que aquí se
cuestiona, sin embargo, es el alcance de la posibilidad
de disposición sobre el sistema de mejoras voluntarias
de un Convenio Colectivo por otro posterior para los
pasivos que ya adquirieron o consolidaron su derecho,
para lo que no es bastante, por aplicación de la discutida norma contenida en el denunciado artículo 192.2
LGSS (sic), que dicha modificación se prevea en similar
fuente forma, sino que sólo cabe cuando la fuente de
creación al amparo del que el derecho se consolidó
hubiera previsto, a su vez, normas para ello...».
99 A un lado se deja la interpretación sugerida para
el caso de mejoras cuyo abono haya sido asumido unilateralmente por la propia empresa, según la cual, «...
podría justificarse el cambio unilateral de la obligación
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44
BORJA SUÁREZ CORUJO
caso, se ha de dirigir la atención, fundamentalmente, al significado de la previsión contenida
en el ya aludido artículo 82.4 ET, donde de nuevo encontramos dos posibles versiones interpretativas. Antes de su exposición, justo es
poner de manifiesto la estrecha relación existente entre este precepto y el artículo 86.4 ET;
si aquí me refiero sólo al primero es porque en
él se alude de forma específica a la eficacia de
los convenios sobre los derechos reconocidos, y
no simplemente a los efectos de la sucesión de
aquéllos, como ocurre en el segundo.
Por un lado, un sector de la doctrina se pronuncia a favor de la libre disponibilidad de los
derechos adquiridos, derechos causados pero
aún no disfrutados, de los trabajadores pasivos por parte de la autonomía colectiva, como
resultado de una interpretación literal del
tenor del artículo 82.4 ET, donde se proclama
que un convenio colectivo que sucede a otro
puede disponer de los derechos reconocidos
en él 100. Se entiende desde estas posiciones,
con un indubitado apoyo jurisprudencial, que
el principio de modernidad, esto es, de disponibilidad por el convenio posterior de los
derechos reconocidos en el anterior que viene
a derogar, también es susceptible de aplica-
empresarial, en tanto que puede considerarse que esta
obligación de pago está sometida a una condición implícita de sometimiento a la normativa en cada momento
dictada por el convenio colectivo en vigor» (D EL R EY
GUANTER, S.: «Autonomía individual...», op. cit., p. 436).
100
El precepto «... parece permitir la actuación
sobre derechos que desplieguen su eficacia temporal
más allá de la vigencia del convenio (...), desde luego no
sobre los derechos ya realizados, sino sobre las consecuencias que deben producirse después de la entrada
en vigor del nuevo contenido» [PALOMEQUE LÓPEZ, M. C.
y ÁLVAREZ DE LA ROSA, M.: Derecho del Trabajo, Ceura,
Madrid, 2000 (8ª ed.), p. 266]. Opinión que parece
compartir: GALA DURÁN, C.: El régimen..., op. cit., pp.
245 ss. Algún autor llega aun más lejos al afirmar que la
principal virtualidad de esta previsión es la de «... facilitar la eliminación de las mejoras voluntarias negociadas
en convenio colectivo, al constituirse éstas en importantes cargas para las empresas» [RIVERO LAMAS, J.: «Estructura y configuración de la negociación colectiva en la
Ley 11/1994. (Una aproximación interpretativa)», Documentación Laboral, nº 43/1994, p. 52].
ción a las mejoras voluntarias 101, hasta el
punto de llegar a afirmarse que «[n]o cabe
hablar (...) de derechos adquiridos de origen
normativo convencional» 102. Resulta singularmente ilustrativo en este punto el supuesto de hecho de la STS 20 de diciembre de 1996
(RJ 9812) en el que un acuerdo en conciliación judicial con eficacia de convenio colectivo
estatutario ex artículo 154.2 LPL establece
importantes reducciones en la cuantía de las
prestaciones complementarias causadas por
determinados trabajadores pasivos y que la
empresa debía abonar 103: aunque la reclamación de éstos se desestima por falta de legitimación, no parece que el Tribunal Supremo
ponga ningún obstáculo a semejante acto de
disposición colectivo 104.
Ahora bien, a partir de un pronunciamiento constitucional, la STC 58/1985, de 30 de
abril (BJC 50), algunos de estos autores
101 VALDÉS DAL-RÉ, F.: «Mejoras voluntarias...», op.
cit., p. 4; DE LA PUEBLA PINILLA, A.: La responsabilidad...,
op. cit., p. 448. Nadie discute, desde luego, la inexistencia de semejante principio de reversibilidad. Más bien la
objeción se centra, como se expondrá, en la consideración de que los derechos causados a una mejora voluntaria gozan de una naturaleza distinta que les confiere
una posición de inexpugnabilidad frente a la autonomía
colectiva. Por tal razón, los argumentos esgrimidos por
GALA D URÁN en contra de la irreversibilidad resultan
superfluos en este debate (El régimen..., op. cit., pp. 245246).
102
VALDÉS DAL-RÉ, F.: «Mejoras voluntarias...», op.
cit., p. 3.
103 Tan polémica decisión dio lugar a la interposición
de sendos recursos de amparo ante el Tribunal Constitucional que se ventilaron en las SsTC 88, 89 y 90/2001, 3
de abril (BJC nº 241), ya comentadas.
104 En tal sentido afirma que «... es evidente que la
regulación en convenio colectivo de pensiones complementarias y demás mejoras de la Seguridad Social, no se
limita a establecerlas o crearlas, sino que también puede
modificarlas, o incluso reducirlas o suprimirlas»; y va
incluso más allá para proclamar explícitamente que los
artículos 82.4 y 86.4 ET «... son totalmente aplicables a
las mejoras de la Seguridad Social establecidas en Convenio». Opinión también expresada en otros pronunciamientos: SsTS 12 de noviembre de 1993 (RJ 8687), 30
de septiembre de 1993 (RJ 7094); SsTSJ (Cataluña) 25 de
febrero de 1999 (AS 2040), (País Vasco) 16 de febrero
de 1999 (rec. nº 2575/98).
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ESTUDIOS
admiten la necesidad de modular el empleo
de dicho principio a través de la exigencia del
cumplimiento de unos criterios de «razonabilidad y proporcionalidad». Gala Durán llega a
esta segunda posición, más matizada, tras
comprobar el conflicto que se produce entre la
acción de disposición (reducción o supresión)
de los derechos adquiridos y los principios
constitucionales de seguridad jurídica y de
irretroactividad de las disposiciones restrictivas de derechos individuales 105. Me remito al
detenido estudio que de tales principios se
hizo, permitiéndome recordar que allí se acoge la tesis que los configura como un límite,
en principio, inexpugnable para la autonomía
colectiva [supra 1].
Mayor detenimiento merece la argumentación de Valdés Dal-Ré 106, que toma como
punto de partida la afirmación de que los
derechos individuales en curso de disfrute no
pueden ser considerados un límite infranqueable para la negociación colectiva; apoyándose en la sentencia del Tribunal Constitucional más arriba citada, proclama el predominio de lo colectivo sobre lo individual. En
la misma línea de ese pronunciamiento, añade inmediatamente, sin embargo, que semejante capacidad de incidencia de la autonomía colectiva sobre los derechos individuales
no debe considerarse «ni absoluta ni incondicionada», sino que ha de aplicarse un test de
razonabilidad que tenga en cuenta caso a
caso las circunstancias concurrentes 107. De
105
El régimen..., op. cit., p. 251. Idea que ya había
apuntado: D EL R EY GUANTER, S.: «Autonomía individual...», op. cit., p. 436.
106
«Mejoras voluntarias...», op. cit., p. 12.
107 Del mismo tenor es la opinión de L UQUE PARRA,
quien «... propone una construcción argumental fundamentada en la negación de la existencia de un principio
absoluto de intangibilidad de las mejoras voluntarias,
que pueda impedir la capacidad de reajuste empresarial
en aras de evitar su previsible despatrimonialización, así
como la aparición de una situación empresarial que produzca mayores perjuicios a los trabajadores que forman
parte de su plantilla por no haberse permitido actuar
sobre tales partidas económicas» («La modificación...»,
op. cit., p. 477).
90
esta forma, se estaría protegiendo la posición
de los individuos frente «... a todas aquellas
modificaciones que resulten arbitrarias,
caprichosas, discriminatorias o no fundadas
en causa objetiva y razonable» 108. Así, y aunque ninguna alusión se hace al respecto, no
hay duda de que el citado autor aceptaría la
idoneidad de vías de modificación o supresión
de derechos acogidas por el ordenamiento
jurídico laboral y que exigen la concurrencia
de circunstancias excepcionales y/o la observancia de un procedimiento singular: me
estoy refiriendo a lo previsto por el artículo 41
ET para la modificación sustancial de condiciones de trabajo y a la posibilidad de aplicar
la cláusula rebus sic stantibus.
El razonamiento seguido, no por bien trabado, resulta plenamente convincente. En
primer lugar, el ilustre profesor sitúa en plano de igualdad el principio de libre contratación colectiva (íntimamente conectado con la
naturaleza temporal inherente a los convenios colectivos) y la adquisición de derechos
sociales como fenómeno jurídico estrechamente ligado a los principios de seguridad
jurídica y de irretroactividad de disposiciones
restrictivas de derechos individuales.
Teniendo presente las implicaciones de estos
últimos, es claro a mis ojos que ningún conflicto existe entre la libertad de contratación
colectiva y los derechos sociales adquiridos,
porque como norma general aquélla tiene
vedada la negociación sobre este tipo de derechos. Dicho de otro modo, la autonomía privada colectiva (mucho menos la individual) no
puede invadir la esfera de las situaciones
jurídicas consolidadas, puesto que esa libertad para contratar sólo empieza a existir una
vez salvados los derechos adquiridos.
Como decía, el citado autor sí aprecia, por
el contrario, la existencia de un conflicto y,
108
VALDÉS D AL-RÉ, F.: «Mejoras voluntarias...», op.
cit., p. 13. «Tal es el límite que ha de respetar la negociación colectiva sucesiva que pretenda suprimir sistemas
de protección al amparo de los cuales hubieren sido
reconocidas pensiones complementarias de Seguridad
Social» (ídem).
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44
BORJA SUÁREZ CORUJO
siendo igualmente consciente de las drásticas
e injustas consecuencias que ello puede suponer, trata de evitarlas apelando a un ejercicio
ponderado de la facultad dispositiva. Pero no
nos llamemos a engaño: el test de razonabilidad no es más que un parche de utilidad muy
limitada, dado que no pasa de ser una excepción a lo que constituiría un principio de libre
disponibilidad de los derechos adquiridos; no
se trata más que de una isla que protege en
medio de un mar que desampara.
En segundo lugar, un análisis más pragmático de la cuestión, nos llevaría a sopesar
los efectos prácticos que se derivan (o podrían
derivarse) de la tesis expuesta. Así, cabe pensar, como supuesto más favorable a ésta, en
situaciones en las que los derechos adquiridos de unos pocos trabajadores pudieran
poner en peligro los intereses de la colectividad. Ello haría deseable, o justificaría desde
un punto de vista ético, una intervención de
la autonomía colectiva dirigida a restablecer
cierto equilibrio en beneficio del conjunto de
trabajadores afectados 109. Sin embargo, de
inmediato se plantea un problema: y es que,
al margen de la dificultad para fundamentar
jurídicamente una intervención de este tenor,
la admisibilidad de este tipo de acción hace
fácilmente previsible que su uso vaya a producirse de ordinario en perjuicio de los más
débiles. En este sentido, debe repararse en
que la incorporación de los derechos derivados de mejoras voluntarias al ámbito de lo
negociable en un convenio supone que el coste de su mantenimiento va a repercutir directamente en la satisfacción empresarial del
resto de reivindicaciones de los trabajadores.
De tal modo que puede concluirse que la disponibilidad colectiva de los derechos adquiri-
109 En palabras de D EL REY GUANTER, «... no parece
lógico (...) que el colectivo laboral en activo de una
determinada empresa acepte, por razones de crisis económica, descensos salariales para hacer visible la empresa y no pueda afectar a las mejoras convencionales disfrutadas por los trabajadores jubilados introducidas convencionalmente más allá de lo prescrito por la norma
estatal» («Autonomía individual...», op. cit., p. 436).
dos favorece, fundamentalmente, a los
empresarios en detrimento de sus empleados
activos y, sobre todo, de los pasivos o beneficiarios cuyo interés queda desplazado.
Aunque el resultado final es el mismo, la
tangibilidad o reversibilidad de los derechos
causados, hay que hacer referencia a una
variante de la tesis anterior, según la cual, en
las obligaciones de tracto sucesivo el mantenimiento de los pagos futuros correspondientes a una pensión goza de la condición de
mero «derecho expectante»: cada pago agota
una situación que deviene así en intocable,
pero estos abonos ya efectuados no consolidan los que aún no se han realizado 110. De
esta forma, las prestaciones futuras, causadas pero aún no devengadas, constituirían
derechos eventuales de los que puede disponerse con libertad, como ya se sabe; posición
que coincide con la mantenida por el Tribunal
Constitucional y que se expuso con ocasión
del estudio del principio constitucional de
irretroactividad (supra 1).
La insatisfacción de los resultados obtenidos hasta el momento debe llevarnos a buscar
una nueva tesis más convincente. Por lo que
se refiere a la otra interpretación del susodicho artículo 192, párrafo segundo LGSS
(aquella según la cual la modificación o
supresión sólo podrá tener lugar conforme a
lo específicamente previsto, en su caso, por el
convenio colectivo del que deriva la mejora),
viene a establecer que el régimen jurídico
bajo el que nació el derecho a la pensión
acompaña al beneficiario durante el tiempo
originariamente previsto, salvo disposición
en contrario; de esta forma, los derechos causados se han de considerar intangibles, irreversibles, excepto cuando expresamente se
haya previsto su disponibilidad, incluyendo
el procedimiento para llevarla a cabo.
110 VALDÉS DAL-RÉ, F.: «Mejoras voluntarias...», op.
cit., p. 8. En palabras de este autor, esta alteración no
constituiría «... un problema de retroactividad sino de
proyección hacia el futuro del régimen de la pensión»
(ídem).
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ESTUDIOS
Es evidente que, desde esta perspectiva, el
precepto tiene un doble contenido: una previsión general y una excepción. Respecto a la
primera, cabe constatar cómo diversas voces
doctrinales se pronuncian en general a favor
de la inexpugnabilidad de los derechos causados a una mejora voluntaria 111. Semejante
posición, también compartida por alguna
decisión judicial más aislada 112, reconoce que
los derechos derivados de la mejora han
entrado en el patrimonio del beneficiario tras
el cumplimiento de los requisitos pertinentes
y que, por tanto, ya no son atacables. Bien
pensado, ello supone otorgar un valor especial al momento de la liquidación de la pensión 113: a partir de entonces las condiciones
111 Véanse: G ARCÍA B ECEDAS , G.: «La Seguridad
Social...», op. cit., p. 40; CAMPS RUIZ, L. M.: La nueva regulación del mercado de trabajo, Tirant lo blanch, Valencia,
1994, p. 37; GONZÁLEZ ORTEGA, S.: «Contenido negocial...», op. cit., pp. 117-118; NAVARRO FAJARDO, J. J.:
«Sucesión de...», op. cit., pp. 495 ss.; TORTUERO PLAZA, J. L.
y SÁNCHEZ-URÁN AZAÑA, Y.: La incapacidad..., op. cit.,
p. 82; CORREA CARRASCO, M.: Convenios y Acuerdos Colectivos de Trabajo, Aranzadi, Pamplona, 1997, p. 116; ARADILLA MARQUÉS, M. J.: La indisponibilidad..., op. cit., p. 38;
VALDÉS DE LA VEGA, B.: Mejoras voluntarias..., op. cit., p. 96;
MONEREO PÉREZ, J. L.: «El tratamiento...», op. cit., p. 21.
112 Concretamente, las STS 17 de enero de 1996
(RJ 4122) y STSJ (País Vasco) 2 de noviembre de 1999
(AS 4211) proclaman la necesidad de respetar, en todo
caso, los derechos causados. En sentido parecido: SsTS
26 de julio de 1995 (RJ 6722) y 28 de septiembre de
1994 (RJ 7258).
113 El valor que se haya de atribuir a la liquidación de
la pensión es cuestión que ha suscitado una enorme controversia en Francia. Para algún autor, no se trata más que
de un episodio técnico destinado, por una parte, a marcar el cese de la realización de aportaciones y el comienzo de la percepción de la pensión, y, por otra, a determinar la cuantía de dicha pensión conforme a las normas
que rijan en ese momento, pero sin que ello suponga su
inmodificabilidad [L ANGLOIS , P.: «La révision des
accords collectifs de retraite après le jugement du Tribunal de grande instance de Paris 28 mars 1995», Droit
Social, nº 7/8 (1995), p. 701; LANGLOIS, P.: «L’intégration
du régime bancaire dans les régimes complémentaires
obligatoires», Droit Social, nº 9-10/2001, p. 878].
Otros estudiosos mantienen, por el contrario, que la
liquidación es consecuencia de situaciones jurídicas
pasadas que, habiendo producido sus efectos, devienen
definitivas. Por ello, más que un aspecto técnico, lo que
92
de disfrute pactadas resultan intocables,
intangibles 114, de tal modo que la intervención de la autonomía colectiva queda, en principio, terminantemente prohibida.
En este orden de cosas, un doble aspecto es
destacado por la importantísima STSJ (País
Vasco) 2 de noviembre de 1999 (AS 4211) 115:
uno, que el derecho causado de los pensionistas ha «... sido adquirido y consolidado, con
independencia de que, por su peculiar contenido, se haga efectivo de manera diferida en
el tiempo, mediante el abono de una prestación periódica»; y otro, que «... en caso de suce-
hace es transformar al deudor en acreedor y configurar
definitivamente su derecho a la pensión [D UPEYROUX, J.J.: «Sur les...», op. cit., p. 411; LAIGRE, P.: «La retraite
collective d’entreprise après la loi du août 1994», Droit
Social, nº 4/ 1995, pp. 11 ss.].
En realidad, esta segunda posición podría no aplicarse a todos los casos en función del tipo de régimen financiero de que se trate, de reparto o de capitalización (par
répartition o préfinancé). Cabría sostener que la intangibilidad derivada de la liquidación sí se produciría en los
segundos [LANGLOIS, P.: «Les accords de prévoyance»,
en: «Etudes offertés a Jacques Barthelemy: Sur l’entreprise et le droit social», Droit du Travail et de la protection
social (nº especial, 1994), p. 60] o rechazarlo en ambos
supuestos [LANGLOIS, P.: «Les effets...», op. cit., p. 415]. El
hecho de que la voz seguramente más autorizada en
este campo, el citado LANGLOIS, haya modificado (o, al
menos, matizado) su postura a este respecto pone de
manifiesto la complejidad del asunto.
114
GONZÁLEZ ORTEGA matiza, en cambio, que un «...
nuevo convenio puede cambiar algunas reglas accesorias que establezcan las características de tales derechos
y en la medida en que pudieran serles todavía de aplicación a sus titulares por cuanto regulan la dinámica concreta de los mismos», añadiendo que, en cualquier caso,
«... no puede suprimirlos o modificarlos de tal manera
que se vean afectados sus rasgos básicos» («Contenido
negocial...», op. cit., pp. 118).
115 Se lamenta profundamente que en el recurso de
casación para la unificación de doctrina interpuesto
contra esta sentencia el Tribunal Supremo no entrase en
el fondo, al no apreciar, discutiblemente, la contradicción propia de un recurso de casación para la unificación de doctrina: STS 23 de noviembre de 2000 (J 2620)
[MOLERO M ARAÑÓN, M. L.: «Una nueva oportunidad perdida para el TS para ejercer su más elevado y propio
cometido casacional. (Comentario a la STS 4ª de 23 de
noviembre de 2000)», Relaciones Laborales, nº 4/2001,
pp. 79 ss.].
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BORJA SUÁREZ CORUJO
sión normativa del artículo 86.4 ET (...) la disponibilidad de un Convenio sobre las mejoras
reconocidas en uno anterior es tan sólo relativa, no pudiendo afectar a las que ya se hubieran consolidado», pues otra cosa supondría
«... la vulneración de lo dispuesto en los artículos 1256 y 1258 del Código Civil...»; si aquél
determina que la validez y el cumplimiento
de los contratos no pueden dejarse al arbitrio
de uno de los contratantes, éste señala que
desde el momento de su perfección los contratos obligan, no sólo al cumplimiento de lo
expresamente pactado, sino también a todas
las consecuencias que, según su naturaleza,
sean conformes a la buena fe, al uso y a la ley.
En cambio, mucho más dudosa es la aceptabilidad del juego de la comentada excepción
a esta norma general. Dos puntos requieren
atención. Por una parte, la mera existencia
de una previsión de este tipo puede calificarse de poco satisfactoria, puesto que viene a
cuestionar la vigencia de un principio a priori tan básico y deseable como la intangibilidad de los derechos adquiridos en un campo
tan sensible como el de la protección social.
Es cierto que podríamos vernos tentados a
restar dramatismo a la situación arguyendo
que semejante previsión de disponibilidad es
poco frecuente (¿inexistente?) en la práctica,
lo que vendría a suponer cierta «inexpugnabilidad» de tales derechos en dicho plano. Sin
embargo, no hay duda de que la rareza de
este tipo de cláusulas es clara consecuencia
de la tendencia jurisprudencial a admitir la
facultad de disposición sobre las mejoras,
conforme a la interpretación alternativa ya
expuesta. De ahí que, ante un cambio de la
doctrina de los tribunales, sería previsible
una mayor preocupación empresarial por
incluir en la fuente convencional que da lugar
a la suscripción de un contrato de seguro
colectivo la correspondiente cláusula que
legitimara la libre disposición colectiva de los
derechos causados.
Por otra, lo más grave de la excepción
comentada no es su existencia, quizá razonable ante determinadas circunstancias, sino
su laxitud: la reversibilidad de los derechos
adquiridos es sólo una cuestión formal, libre
en cuanto a su contenido material 116. En este
sentido, sería conveniente que los tribunales
escrutaran con celo el ejercicio de esta previsión en aras de impedir una utilización abusiva de ella. Ciertamente, el abuso es circunstancia fácilmente concurrible si se repara en
la delicadeza del objeto en cuestión, derechos
sociales. En coherencia con lo dicho hasta
ahora, queda claro que la restricción de derechos que supone la disponibilidad colectiva de
este tipo de derechos debería ser mínima; así,
no debe extrañar que la prohibición de compromisos por pensiones instrumentados a
116 Más razonable es la solución alemana: la posición jurídica de los beneficiarios de un régimen de previsión es intocable, a salvo de la concurrencia de circunstancias extraordinarias que justifiquen su modificación peyorativa (MOLKENBURG, J. y ROSSMANITH, G.: «Mitbestimmung des Betriebsrats und Betriebsvereinbarungen in der betrieblichen Altersversorgung», Arbeit un
Recht, nº 11/1990, p. 337; HEITHER, F.: «Möglichkeiten
und...», op. cit., p. 229). Acerca de tales circunstancias:
HÖFER, R.; REINERS, A. y WÜST, P.: Gesetz zur..., op. cit.,
pp. 157 ss.; BLOMEYER, W. y OTTO, K.: Gesetz zur..., op.
cit., pp. 234 ss.
También resulta preferible el tratamiento dispensado
por el ordenamiento italiano para los regímenes complementarios de pensiones anteriores al D. Lgs. nº 124,
21 de abril de 1993, por el cual, los derechos causados
de los pensionistas son intangibles al considerarse que ya
han entrado a formar parte de su esfera patrimonial propia (CINELLI, M.: «Disciplina delle forme pensionistiche
complementari», Nuove Leggi Civile Commentate,
1995-I, p. 255; SPAGNUOLO VIGORITA, L.: «Obiettivi collettivi e strumenti contrattuali. I diritti acquisiti in tema di
pensione integrativa», Argomenti di Diritto del Lavoro,
nº 2/1995, p. 33; BOSCATTI, A.: «Fondi integrativi e succesione di contratti collettivi: diritto alla pensione di vecchiaia», Il lavoro nella giurisprudenza, nº 4/1996, p. 304;
BOZZAO, P.: «Brevi considerazioni sulla nozione di ‘diritto quesito’ nelle forme pensionistiche complementari»,
Il Diritto del Lavoro, 1997, p. 481). No falta quien estima
admisible la novación cuando cuenta con el consentimiento expreso del afectado (TULLINI, P.: «Sul recesso...»,
op. cit., p. 656), quien califica la solución de criticable
(T URSI, A.: «Riflessioni sulla...», op. cit., pp. 107-108), ni
quien, a partir del artículo 18.7 de la norma citada, considera que la tutela de la intangibilidad sólo se garantiza
para los regímenes que disfruten de salud financiera
(CECCONI, S.: «La previdenza...», op. cit., pp. 214-215).
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ESTUDIOS
través de fondos internos reduzca considerablemente el elenco de situaciones que podrían
dar lugar al uso de esta excepción.
En definitiva, se echa en falta una defensa
más firme de la inexpugnabilidad de los derechos causados que derivan de un compromiso
por pensiones instrumentado a través de
seguro colectivo. En verdad, cabe considerar
que el sostenimiento de esta tesis no es sólo
resultado de los argumentos que acaban de
expresarse, sino que deriva de las respuestas
que merecen otras dos cuestiones fundamentales ya abordadas. Primero, que los pensionistas no se hallan representados por los sujetos negociadores de un convenio colectivo por
parte de los trabajadores (representantes unitarios o sindicales). Y, segundo, el grado mínimo de retroactividad que alcanza la acción de
la autonomía colectiva en nuestro ordenamiento jurídico-constitucional por mor del respeto a los principios de seguridad jurídica e
irretroactividad de las disposiciones restrictivas de derechos individuales (artículo 9.3 CE).
2.3. Modificación del plan de pensiones
del sistema de empleo de origen
convencional: límites derivados de
la configuración de los derechos
consolidados y adquiridos
Analizadas las características de la acción
de la autonomía colectiva en la regulación de
los compromisos por pensiones articulados a
través de contrato de seguro colectivo, resulta
oportuno, por ilustrativo, abordar el estado
de la cuestión cuando el compromiso por pensiones se instrumenta específicamente a través de un plan de pensiones del sistema de
empleo. Y es que, si bien uno y otro constituyen cauces adecuados para la puesta en marcha de regímenes complementarios de pensiones, no puede ignorarse que los planes de
pensiones cuentan con un régimen jurídico
singular que permite ignorar las obsoletas
previsiones del artículo 192 LGSS.
Aunque en términos generales puede
hablarse de una subordinación del plan de
94
pensiones a lo dispuesto en sede convencional,
algo que tiene una plasmación concreta en el
nuevo artículo 6.3, párrafo segundo LPFP y
en el artículo 3.1, último párrafo RICP, no
cabe desconocer los decisivos condicionantes
que el régimen jurídico de los planes de pensiones impone al convenio colectivo. Sin
entrar en su análisis singular, importa destacar en este punto la consagración como pilares
básicos de la regulación de dichas figuras de
los principios de irrevocabilidad de las aportaciones y, sobre todo, de atribución de derechos
[artículo 5.1, apartados b) y c) LPFP, respectivamente]. Así, el hecho de que la titularidad
de los recursos patrimoniales afectos al plan
corresponda a los sujetos que participan en él
(y que luego disfrutan de sus prestaciones)
desde el mismo momento en que se realizan
las aportaciones, va a permitir diferenciar
tres posiciones jurídicas a partir de la puesta
en marcha del plan de pensiones.
En primer lugar, hay que aludir a las
expectativas de derecho que tienen aquellos
trabajadores en activo que no se han adherido todavía al plan: en el momento en que
cumplan los requisitos de participación aspiran a disfrutar, como mínimo, de las mismas
condiciones existentes entonces. Idéntica es
la situación de los ya partícipes sin derechos
en el plan por haberse diferido la primera
aportación empresarial y, en general, de
todos los partícipes que aspiren al mantenimiento de las condiciones de participación en
dicho instrumento que hasta el momento
han venido disfrutando. Sujeta a determinadas limitaciones a las que después haré referencia, lo cierto es que, en principio, pocas
dudas puede haber en torno a la perfecta disponibilidad de la extensión futura de los
compromisos por pensiones y de sus condiciones, es decir, resulta aceptable la modificación o supresión pro futuro del régimen de
aportaciones que el desarrollo del plan lleva
consigo 117.
117 Se comparte, pues, la opinión expresada por:
MONEREO PÉREZ, J. L.: «El tratamiento...», op. cit., p. 223.
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BORJA SUÁREZ CORUJO
En segundo término, seguramente la
característica más singular del régimen de
previsión articulado mediante un plan de
pensiones sea la posición de la que disfrutan
los trabajadores activos en cuanto partícipes
de éste. Como es sabido, no sólo son titulares
de los recursos acumulados (derechos consolidados), sino que además esta consolidación
de derechos se produce de forma inmediata.
Desde luego, ello supone que tales derechos
han entrado en la esfera patrimonial de los
partícipes; sin embargo, no debe estimarse
sin más que el valor de los recursos patrimoniales acumulados es intangible por cuanto
la situación no se agota hasta el instante en
que se actualiza la contingencia y se procede
a la consiguiente liquidación: así, durante
toda la fase de acumulación de recursos la
cuantía de los derechos consolidados va a
depender del resultado de las inversiones de
las aportaciones realizadas, o, dicho de otro
modo, hasta el acaecimiento del hecho causante y la subsiguiente liquidación de la
prestación el valor de aquéllos es variable,
con las singularidades propias de las modalidades de prestación, de aportación definidas
o mixtas.
Por último, el tercer elemento a considerar son los derechos adquiridos por los beneficiarios del plan de pensiones que se encuentran en curso de disfrute; a un lado quedan,
lógicamente, las prestaciones ya percibidas,
en tanto situaciones agotadas. Como decía, el
acaecimiento del hecho causante da lugar a
la liquidación de los derechos consolidados
hasta ese momento y a la consiguiente prestación, habiendo de considerarse que la posición jurídica de los pensionistas es inalterable a partir de ese momento, tal y como se ha
tratado de demostrar respecto de los compromisos por pensiones instrumentadas a través de seguro colectivo. Al igual que sucede
con éstos, también el hipotético compromiso
de revalorización de las prestaciones debe
El mismo criterio se aplica en el ordenamiento italiano:
PERSIANI, M.: «Aspettative e...», op. cit., p. 342.
estimarse intocable. Así las cosas, entiendo
que, a salvo de puntuales matizaciones, ha
de ser rechazada toda pretensión de la autonomía colectiva de introducir modificaciones
en una situación perfectamente definida,
algo que no debe extrañar si se repara en lo
siguiente.
En verdad, las relaciones existentes son
las que se establecen entre cada uno de ellos
(beneficiarios y promotor) y el plan/fondo de
pensiones, de forma que no hay un nexo de
unión directo entre aquellas dos partes, trabajadores pasivos y empresario. Tal vínculo
se encuentra mediatizado por el plan/fondo
de pensiones, que se presenta como figura
central de una doble conexión: de un lado,
esa que liga a ése con el empresario-promotor y, de otro, aquella que lo une con los beneficiarios de sus prestaciones, con los pensionistas, que es la que aquí interesa. Bien pensado, la naturaleza jurídica de esta última
relación (beneficiarios-plan/fondo de pensiones) se aproximaría más a la existente entre
los pensionistas del sistema público y la
Seguridad Social: estaríamos ante una relación de previsión o de protección social 118.
Ello habría de tener significativas consecuencias, de las cuales la primera y fundamental sería la de excluir a los pensionistas
de la aplicación del convenio colectivo, trasladándolos al campo normativo de los planes/fondos de pensiones. De esta forma, se
pondría de manifiesto cómo la soberanía del
convenio colectivo sobre el plan de pensiones
sufre importantes limitaciones que tienen su
origen en la regulación normativa de este
tipo de instrumentos.
118 Por analogía cabría citar la afirmación que hace
YANINI BAEZA al tratar la naturaleza jurídica de las mejoras
voluntarias concertadas a través de un contrato de seguro colectivo: «... el beneficiario es el sujeto titular de la
relación de protección que se establece con el seguro
colectivo» (Las mejoras voluntarias en la Seguridad
Social. Régimen del seguro colectivo laboral, EDERSA,
Madrid, 1995, p. 92).
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ESTUDIOS
3. VÍAS PARA LA MODIFICACIÓN DE
LOS COMPROMISOS POR PENSIONES
DE ORIGEN CONVENCIONAL
INSTRUMENTADOS A TRAVÉS DE
CONTRATO DE SEGURO COLECTIVO
El análisis de los compromisos por pensiones articulados a través de contrato de seguro colectivo ha permitido apreciar la diversa
naturaleza jurídica de las posiciones ocupadas por trabajadores activos y pasivos. Todo
ello ha de ser tenido en cuenta a la hora de
estudiar las posibles vías de modificación o
supresión de los derechos eventuales o firmes
que en tal marco se generan; dicho de otra
forma, se trata de analizar la posible incidencia que en las distintas posiciones jurídicas
descritas pueden tener acciones novatorias,
principalmente las que resultan de la negociación colectiva.
3.1. La modificación de expectativas de
derecho
Como se dijo, los trabajadores en activo
disfrutan de meras expectativas de derecho
lo que supone que la respuesta a la cuestión
planteada habrá de encontrarse en el marco
del Derecho común de la negociación colectiva, donde cabe encontrar diversas vías de
modificación (o supresión) posibles 119. Así,
junto a la alteración como resultado de la
sucesión de convenios, la cual incluiría lógicamente la modificación ante tempus, se han
de estimar admisibles aquellos mecanismos
previstos por el ordenamiento que vienen a
poner en cuestión la intangibilidad de dichos
convenios. Se está aludiendo, en concreto, al
119 G ETE CASTRILLO se refiere a una vía ordinaria y a
otra extraordinaria, esta última con dos alternativas («La
disponibilidad...», op. cit., p. 274). En general, un tratamiento detenido de los supuestos de quiebra de la
intangibilidad del convenio colectivo puede ser encontrado en: ARADILLA MARQUÉS, M. J.: La indisponibilidad...,
op. cit., pp. 43 ss.
96
procedimiento para la modificación sustancial de condiciones de trabajo (artículo 41
ET) 120, al procedimiento de descuelgue salarial (artículo 82.3 ET) 121 y, por último, a la
controvertida aplicación de la cláusula rebus
sic stantibus 122.
Es claro que la necesaria observancia de
unos cauces procedimentales supone un cierto grado de protección para los titulares de
las mencionadas expectativas; sin embargo,
no es más que un control formal, y no de fondo. Y ello merece ser criticado, pues si es lógico que los agentes sociales puedan disponer
del desarrollo futuro de un régimen de pensiones, no lo es tanto que tal acción afecte sin
más a expectativas de derecho ciertas generadas por los trabajadores en activo hasta ese
momento y que, de forma más o menos clara,
constituyen una contraprestación por el tra-
120 Justo es reconocer que tanto la doctrina [L UQUE
PARRA, M.: «La modificación...», op. cit., p. 464; ARADILLA MARQUÉS, M. J.: La indisponibilidad..., op. cit., p. 72;
; GETE CASTRILLO, P.: «La indisponibilidad...», op. cit., p.
275; D ESDENTADO BONETE, A.: «Cuestiones de...», op.
cit., pp. 500-501] como la jurisprudencia [véanse, con
carácter general: SsTS 7 de julio de 1994 (RJ 5746), 13
de marzo de 1996 (RJ 2069), 8 de julio de 1996 (RJ
5754), 27 de julio de 1996 (RJ 6424) y STS 19 de marzo
de 2001 (J 490)] admiten sin reparos la aplicación de
este procedimiento a las mejoras voluntarias.
121 Una interpretación literal de los artículos 82.3 y
85.2, c) ET dejaría a las mejoras voluntarias al margen de
la aplicación del descuelgue salarial. Sin embargo, es
preciso atender a su finalidad para admitir que puedan
verse inaplicadas: se trata de evitar que el mantenimiento de las condiciones económicas previstas en el convenio supraempresarial perjudique la estabilidad de la
empresa (TORTUERO PLAZA, J. L. y SÁNCHEZ-URÁN AZAÑA,
Y.: La incapacidad..., op. cit., p. 79; VALDÉS DE LA VEGA, B.:
Mejoras voluntarias..., op. cit., p. 91).
122 En realidad, la aplicación de esta cláusula no
sería necesaria para legitimar la actuación de la autonomía colectiva, pues como sabemos la disposición de
expectativas de derecho no plantea mayores obstáculos;
sí se necesitaría, en cambio, para permitir una acción
unilateral por parte del empresario. Más exhaustivamente sobre la cuestión: D ÍEZ-PICAZO PONCE DE LEÓN, L.: Fundamentos del..., op. cit., pp. 877 ss.; MANRIQUE LÓPEZ, F.:
«La modificación de la base del negocio jurídico convenido colectivamente», Revista Española de Derecho del
Trabajo, nº 21, 1985, pp. 72 ss.
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44
BORJA SUÁREZ CORUJO
bajo ya realizado 123. Por tal razón, podría sostenerse la necesidad del reconocimiento de
una acción de amparo adicional, que consistiría en el cobro de una indemnización en el
caso de que la modificación o supresión de
esas expectativas de derecho produzca unos
daños y perjuicios irrazonables y desproporcionados a quienes las ostentan 124. No debe
olvidarse que es justamente esta finalidad
indemnizatoria la que inspira la regulación
de supuestos muy concretos en los que, ante
la variación del compromiso, los trabajadores
afectados gozan de un derecho económico en
compensación por el perjuicio sufrido (vid.
artículos 29 y 32 RICP, norma reglamentaria
que desarrolla la D.A. 1ª LPFP).
123 En esta línea, la jurisprudencia alemana [por
todas: BAG 22 de mayo de 1990 (3 AZR 128/89)] establece que las modificaciones peyorativas de un sistema
de previsión introducidas por un acuerdo colectivo
deben respetar los principios de confianza legítima (Vertrauensschutz) y de proporcionalidad (Verhältnismassigkeit) [H EITHER , F.: «Möglichkeiten und Grenzen der
Änderung von Zusagen auf betriebliche Altersversorgung», Betriebliche Altersversorgung, nº 8/1991, p. 227].
A partir de esta idea se desarrolla una doctrina jurisprudencial (Drei-Stufen-Modell), en virtud de la cual, la protección dispensada a las distintas posiciones jurídicas
dependerá de la solidez de su fundamento (vid. HÖFER,
R.; REINERS, A. y WÜST, P.: Gesetz zur Verbesserung der
betribliche Altersversorgung. Kommentar. Arbeitsrecht,
Verlag Vahlen, 1995, pp. 195 ss.; BLOMEYER, W. y OTTO,
K.: Gesetz zur Verbesserung der betrieblichen Altersversorgung, Verlag C. H. Beck, Munich, 1997 (2ª ed.), pp.
256 ss.; ROSSMANITH, G.: «Die Kündigung von Betriebsvereinbarungen über betrieblice Altersversorgung», Der
Betrieb, 1999, pp. 636-637.
Por lo que se refiere al ordenamiento italiano, el artículo 18.7 del D. Lgs. nº 124, 21 de abril de 1993 establece que la fuente convencional puede renegociar la
configuración de los regímenes de pensiones constituidos antes de aquella norma y perjudicar así las expectativas de derecho que disfrutan los trabajadores en activo, pero ello sólo es posible ante la concurrencia de dificultades financieras (squilibri finanziari) [B OSCATTI, A.:
«Succesioni di...», op. cit., p. 226; CECCONI, S.: «La previdenza complementare e le sue vicende», Rivista Italiana di Diritto del Lavoro, 1996-I, p. 210; TULLINI, P.: «Sul
recesso dall’accordo istitutivo di un fondo di previdenza
complementare», Rivista Italiana di Diritto del Lavoro,
1996-II, pp. 656-657]. Critican duramente esta medida,
considerándola una ilegítima intromisión al derecho a la
negociación colectiva: TURSI, A.: «Riflessioni sulla nuova
disciplina della previdenza complementare», Lavoro e
Diritto, nº 1/1994, pp. 106-107; PERSIANI, M.: «Aspettative e diritti nella previdenza pubblica e privata», Argomenti di Diritto del Lavoro, nº 2/1998, p. 362.
124 DE LA VILLA GIL, L. E. y GARCÍA-PERROTE E SCARTÍN, I.:
«La modificación del convenio colectivo durante su
vigencia», Actualidad Laboral, nº 32/1992, p. 572. Véase, igualmente: ESCRIBANO GUTIÉRREZ, J.: Autonomía individual..., op. cit., pp. 156-157.
3.2. La modificación de los derechos
causados: el artículo 41 ET y la
cláusula rebus sic stantibus como
cauces de su reversibilidad
Más detenida consideración merecen los
derechos causados de los pensionistas. A partir de una interpretación concreta del artículo 192, párrafo segundo LGSS, se les ha atribuido una endeble inexpugnabilidad frente a
la negociación colectiva concesiva, dado que
la reversibilidad de los derechos causados
puede producirse, con lo matices hechos en su
momento, cuando se haya previsto expresamente en la norma de reconocimiento. Pero,
junto a este supuesto, cabría considerar la
posibilidad de que, por la concurrencia
extraordinaria de determinadas circunstancias, aquel principio general de intangibilidad se vea excepcionado. Teniendo en cuenta
que nos desenvolvemos en el ámbito de las
relaciones laborales, semejantes circunstancias se han de relacionar necesariamente con
la situación económico-financiera y la viabilidad de la empresa. En estos casos, el ordenamiento jurídico laboral prevé ciertos mecanismos que permiten la modificación de las
obligaciones derivadas de un convenio colectivo. Aunque en principio concebidos para su
aplicación a aspectos determinados de la
relación entre empresario y trabajador,
resulta imprescindible sopesar su extensión a
los derechos que disfrutan los pensionistas,
trabajadores pasivos, cuyo origen se encuentra en una antigua relación laboral y en su
regulación convencional. Estoy pensando,
concretamente, en la vía del artículo 41 ET
para la modificación sustancial de condicio-
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97
ESTUDIOS
nes de trabajo y en la polémica cláusula civilista rebus sic stantibus. A un lado queda el
procedimiento de descuelgue salarial previsto en el artículo 82.3 ET, dado que afecta únicamente a los empleados en activo.
3.2.1. La vía del artículo 41 ET
Ya se aludió a la posibilidad genérica de
recurrir al procedimiento del artículo 41 ET
para la modificación o supresión de los compromisos por pensiones en curso de adquisición por trabajadores en activo. Pues bien,
cuando se trata de derechos ya causados a
pensiones, esto es, derechos a prestaciones en
curso de disfrute, las dificultades de aplicación de aquél son a mi juicio insalvables, por
más que semejante acción haya sido admitida
por la jurisprudencia 125 y por un sector de la
doctrina 126.
Dejando a un lado la posible apelación al
artículo 192, párrafo segundo LGSS, cuyo
contenido ya ha sido exhaustivamente analizado [(supra b)], es evidente que la aplica-
125 Así lo entienden, entre otras muchas: SsTS 11 de
abril de 1991 (RJ 3262), 15 de abril de 1991 (RJ 3269),
24 de octubre de 1991 (RJ 8656) y 22 de enero de 1996
(RJ 117).
126
Se ha dicho, en este sentido, que «(e)n el fondo,
el art. 41 no es sino la legalización para el contrato de
trabajo de la ‘doctrina de la base del negocio’, esto es,
permitir que cuando existan causas (económicas, técnicas, organizativas o de producción) que lo justifiquen,
pueda procederse al descuelgue por parte de la empresa de sus anteriores obligaciones contraídas –entendidas
en sentido amplio– con sus trabajadores» (SALA FRANCO,
T.: «El alcance aplicativo del art. 41 del ET: las modificaciones sustanciales de las condiciones de trabajo», en:
VV. AA. Alteraciones en el Contenido de la Prestación y
en las Condiciones de Trabajo. (Cuadernos de Derecho
Judicial, XXV), Consejo General del Poder Judicial, 1996,
pp. 128-129). Implícitamente parece compartir esta
opinión: ARADILLA MARQUÉS, M. J.: La indisponibilidad...,
op. cit., pp. 70-71. No faltan, sin embargo, voces contrarias o que al menos expresan serias dudas al respecto
(GETE CASTRILLO, P.: «La indisponibilidad...», op. cit., p.
275; D ESDENTADO BONETE, A.: «Cuestiones de...», op.
cit., pp. 500 ss.).
98
ción de este procedimiento de quiebra del
convenio colectivo ante probadas razones
económicas, técnicas, organizativas o de producción, no se adapta bien al marco de la
relación afectada que es, en este caso, la que
une al empresario y al pensionista 127. Al respecto se ha observado que pierden sentido
algunas previsiones destacadas del régimen
del artículo 41 ET 128, pero, de modo mucho
más simple, la explicación de este posicionamiento crítico puede encontrarse en dos
aspectos: primero, en que la mejora afectada
no es en puridad una condición de trabajo,
puesto que los afectados ya no son trabajadores, sino pensionistas [STS 1 de julio de
1999 (J 1036)]. Y, segundo, en la desproporción de la acción, pues incluso si no considerásemos que las prestaciones derivadas de
un compromiso de este tipo son salario diferido (algo, en verdad, discutible), lo cierto es
que las pensiones se reciben a partir del
momento en el que el trabajador pierde su
condición de tal para convertirse en pensionista, en pasivo; dicho en otras palabras, el
derecho a una prestación de mejora se forma, en general, a lo largo de todo el desarrollo de la relación laboral para hacerse efectivo después de extinguida ésta 129. Sin perjuicio de que pueda pensarse en puntuales
casos en los que el interés individual causa
un serio perjuicio al de la colectividad, lo
cierto es que legitimar el sacrificio de derechos generados durante tanto tiempo, no
sólo crea una situación de inseguridad jurídica, sino que es manifiestamente injusto y,
por ende, inaceptable.
127 DESDENTADO BONETE, A.: «Cuestiones de...», op.
cit., p. 501.
128 En concreto, la que permite la resolución del
contrato de trabajo ex artículo 41.3, párrafo segundo ET,
y la que, ante modificaciones injustificadas, da lugar a la
reposición en las anteriores condiciones (artículo 41.3,
párrafo tercero ET) o la extinción de la relación laboral
conforme al artículo 50.1, a) ET (DESDENTADO BONETE, A.:
«Cuestiones de...», op. cit., p. 503; LÓPEZ CUMBRE, L.: La
prejubilación, op. cit., p. 630).
129 DESDENTADO BONETE, A.: «Cuestiones de...», op.
cit., p. 503.
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BORJA SUÁREZ CORUJO
Cabe apuntar, en todo caso, un argumento
aun más irrebatible. Desde el momento en el
que los compromisos por pensiones se
encuentren instrumentados a través de
mecanismos ajenos a la empresa (y aquí se
está pensando en un contrato de seguro colectivo –luego me referiré al plan de pensiones–), en cumplimiento de la conocida obligación de exteriorización prevista por la
LOSSP, difícilmente podría alegarse la concurrencia de las causas del artículo 41 ET
para modificar o suprimir derechos causados
a prestaciones de mejora voluntaria, por la
sencilla razón de que el vínculo verdaderamente relevante a estos efectos es el que liga
a los beneficiarios con la entidad aseguradora
o mutualidad de previsión social. Así, durante el transcurso de la relación laboral el
empresario va pagando las primas por las
contingencias protegidas, de forma que, si ha
satisfecho cumplidamente sus obligaciones,
cuando se produce el hecho causante la carga
económica para él es nula, sin perjuicio de
otras posibles responsabilidades 130.
3.2.2. Disponibilidad colectiva de los compromisos por pensiones por aplicación
de la cláusula rebus sic stantibus
Se ha planteado como segunda vía para
legitimar la disponibilidad de derechos ya
causados a prestaciones derivadas de mejoras voluntarias el recurso a la aplicación de la
cláusula rebus sic stantibus, en cuanto excepción al principio general pacta sunt servanda
y a los principios del Derecho común de obligaciones que lo refrendan (artículos 1091 y
1256 CC). Según aquélla, las obligaciones de
tracto sucesivo se entienden concertadas
130
YANINI BAEZA, J.: Las mejoras.., op. cit., pp. 273274. La imposibilidad de modificar las condiciones que
afecten a los trabajadores pasivos a través del procedimiento del artículo 41 ET es sostenida también por
LÓPEZ CUMBRE para los supuestos de prejubilación que
aquí pueden considerarse analógicos (La prejubilación,
op. cit., p. 630).
mientras las cosas continúen así 131; algo que
viene a reflejar, en palabras de Díez Picazo,
«... la influencia que ejerce en la vida de (...)
una relación obligatoria una modificación
sobrevenida de las circunstancias que las
partes habían tenido en cuenta, expresa o
implícitamente, como necesarias para su desarrollo y para alcanzar el fin por ellas perseguido» 132.
La cautela con la que esta construcción
doctrinal se aplica en el orden civil 133 no ha
impedido su traslado al más tuitivo orden
social, donde, si bien de forma aun más restrictiva, su empleo es admitido por la doctrina y la jurisprudencia, también en el específico ámbito de compromisos por pensiones de
origen colectivo, incluido el convencional 134.
131 D ÍEZ-P ICAZO P ONCE DE L EÓN, L.: Fundamentos
del..., op. cit., p. 875. Se habla de esta construcción doctrinal y no de otras existentes en el plan teórico, por
cuanto doctrina y jurisprudencia han abordado a través
de esta figura la modificación sobrevenida de las circunstancias (ídem, p. 879).
132 D ÍEZ-P ICAZO P ONCE DE L EÓN, L.: Fundamentos
del..., op. cit., p. 871.
133 El mismo D ÍEZ-P ICAZO P ONCE DE L EÓN recuerda
cómo la STS (1ª) 23 de abril de 1991 señala que la
admisión de la citada cláusula debe realizarse con
cautela, dada su peligrosidad (Fundamentos del..., op.
cit., p. 871). Vid., igualmente: BEJARANO HERNÁNDEZ, A.:
«La supresión o modificación unilateral de obligaciones pactadas en contrato de trabajo o convenio colectivo en aplicación de la cláusula rebus sic stantibus»,
Revista Española de Derecho del Trabajo, nº 96/1999,
pp. 520 ss.
134 Ilustrativamente: AA. VV. (dir. J. L. M ONEREO
PÉREZ) Comentario a la Ley General de Seguridad Social
(vol. II), Comares, Granada, 1999, p. 1681; ARADILLA
M ARQUÉS, M. J.: La indisponibilidad..., op. cit., pp. 88 ss;
GALA DURÁN, C.: El régimen..., op. cit., pp. 255 ss.; MANRIQUE LÓPEZ, F.: «La modificación...», op. cit., p. 59 ss.;
PÉREZ ALONSO, M. A.: «Las mejoras...», op. cit., p. 524;
TORTUERO PLAZA, J. L. y SÁNCHEZ-URÁN AZAÑA, Y.: La incapacidad..., op. cit., p. 64.
Por lo que se refiere a la jurisprudencia, son numerosos los pronunciamientos reseñables: SsTS 20 de mayo
de 1991 (RJ 3919), 4 de julio de 1994 (RJ 6335), 4 de
julio de 1994 (RJ 7043), 14 de julio de 1994 (RJ 6664),
27 de febrero de 1995 (RJ 1257), 26 de abril de 1995
(RJ 3736), 7 de noviembre de 1995 (RJ 9480), 23 de
febrero de 1996 (RJ 1503), 8 de julio de 1996 (RJ 5758),
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ESTUDIOS
En concreto, su aplicación al marco laboral
exige el cumplimiento de los siguientes
requisitos, a saber: «... una alteración
extraordinaria de las circunstancias materiales y económicas tenidas en cuenta por las
partes en el momento de la celebración del
contrato; imprevisibilidad de los acontecimientos posteriores determinantes de la
alteración; dificultad extraordinaria o excesiva onerosidad en el cumplimiento...» [STSJ
(Castilla y León–Valladolid) 13 de octubre de
1999 (J 1822)] 135.
Dicho lo cual, interesa delimitar claramente el supuesto abordado en este apartado.
Tras un largo recorrido se ha llegado a la conclusión de que los derechos adquiridos en el
marco de un compromiso por pensiones de
origen convencional son, en principio, intangibles, sin perjuicio de la previsión expresa de
otra cosa en la fuente genética. De las distintas excepciones que pudieran concebirse la
que ahora se plantea es aquella, en virtud de
la cual, la apelación a la doctrina de la cláusula rebus sic stantibus legitimaría que la
autonomía colectiva o, incluso, el empresario
de forma unilateral pudieran ante circunstancias extraordinarias disponer (modificar o
suprimir) de las prestaciones de un compromiso por pensiones en curso de disfrute. La
idea que subyace es que ante este tipo de
situaciones la posición que ocupan los trabajadores pasivos no puede considerarse inexpugnable [STSJ (País Vasco) 6 de abril de
1995 (AS 1405)]. Dos breves comentarios se
hacen pertinentes.
11 de marzo de 1998 (RJ 2562), 16 de abril de 1999 (RJ
4429); SAN 25 de enero de 1997 (AS 740); SsTSJ (País
Vasco) 12 de diciembre de 1994 (AS 4985), 6 de abril de
1995 (AS 1405) y 8 de octubre de 1996 (AS 3709), 7 de
febrero de 1997 (AL 1997, 964), (Cataluña) 25 de febrero de 1999 (AS 2040), (Castilla y León-Valladolid) 13 de
octubre de 1999 (J 1822); TCT 2 de noviembre de 1988
(RJ 7776).
135 En sentido muy similar: STSJ (País Vasco) 12 de
diciembre de 1994 (AS 4985). Asimismo, vid. LUQUE
PARRA, M.: «La modificación...», op. cit., p. 472.
100
En primer lugar, parecería cabal defender
la necesidad de que la aplicación de esta cláusula sólo tenga lugar con carácter excepcional, esto es, cuando no sea posible el recurso a
ningún otro mecanismo específicamente
laboral para la alteración de obligaciones de
origen convencional, como medio para lograr
el mayor amparo posible de los intereses de
los beneficiarios 136. Lo cierto es que, habiendo sido descartado el recurso al mecanismo a
priori más apropiado, lo previsto en el artículo 41 ET, y siendo inaceptable la libre negociación colectiva concesiva, hay que concluir
que sólo cabría, en su caso, una novación
peyorativa de los derechos causados a través
de la cláusula aquí comentada.
Como segunda puntualización, se ha de
tener bien presente que la hipotética aplicación de esta cláusula se restringe a casos muy
determinados de obligaciones de previsión;
en concreto, sólo cuando es la propia empresa
la que asume el pago de tales mejoras podría
plantearse su aplicación. La exteriorización
forzosa de los compromisos por pensiones
supone que, una vez causados los derechos a
las pensiones, la empresa se convierte en tercero ajeno a la relación entre el pensionista y
la entidad encargada de abonar las rentas.
No existe, por tanto, justificación alguna para
la alteración de los derechos ya causados en
el caso de una mejora articulada mediante un
contrato de seguro colectivo (los planes de
pensiones requieren alguna matización), al
menos, cuando tal cambio sea promovido por
la autonomía colectiva o por el empresario
unilateralmente; otra cosa es el régimen jurídico a aplicar a la entidad aseguradora externa que quiebra, por ejemplo. Así pues, sólo en
136
Posibilidad apuntada por la SAN 25 de enero de
1997 (AS 740), que viene a cuestionar LUQUE PARRA,
para quien la condición de trabajadores pasivos de los
afectados debería conducir a entender que «... ya no se
está ante una relación laboral que haría aplicable prioritariamente los mecanismos correctores de esta disciplina», lo que en su opinión despeja el camino para la aplicación de la cláusula rebus («La modificación...», op.
cit., pp. 472-473).
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el supuesto de fondos internos cabría la aplicación de esta cláusula rebus en el ámbito de
las relaciones laborales, lo cual tendría que
producirse de forma muy restrictiva, exigiendo una verdadera alteración de la base del
negocio jurídico para justificar la supresión o
modificación de los derechos sociales 137.
Sin entrar con más detalle en lo que esta
última afirmación podría significar, tarea
que queda en manos de los jueces, sí quisiera
apuntar la valoración que a mi juicio ha de
merecer un supuesto de crisis económicofinanciera de la empresa, como manifestación
ejemplificadora de lo que no significa. Podría
pensarse en una situación en la que la onerosidad de las prestaciones derivadas de determinados compromisos hicieran peligrar la
viabilidad empresarial, planteándose entonces una renegociación de tales compromisos
como única vía de solución. El fundamento de
una acción semejante residiría en el cambio
de circunstancias producido, tanto si el sujeto
137
BEJARANO HERNÁNDEZ, A.: «La supresión...» op.
cit., p. 526; ARADILLA MARQUÉS, M. J.: La indisponibilidad..., op. cit., p. 96. Subrayan este carácter restrictivo,
entre otras, las siguientes sentencias: SsTS 11 de marzo
de 1998 (RJ 2562) y 16 de abril de 1999 (RJ 4429).
es el empresario, como si la decisión se adopta conjuntamente con los representantes de
los trabajadores. Entiendo, sin embargo, que
no puede sostenerse que una situación de crisis financiera sea algo imprevisible en este
ámbito (recuérdese que la imprevisibilidad es
uno de los requisitos de aplicación de la cláusula), más bien se trata de algo «consustancial» a la actividad empresarial, de manera
que no resulta aceptable que se utilice como
instrumento para atacar situaciones jurídicas perfectamente consolidadas. Tal enfoque
parece ser compartido por la STS 8 de julio de
1996 (RJ 5758) cuando afirma que «(u)na
cosa es la alteración de circunstancias imprevista e imprevisible y otra diferente aquella
en que se trata de la transformación de circunstancias que fueron previsibles y que
estaban en la esfera de influencia del empresario» 138. Por tal razón, resulta sugerente la
idea de ligar la aplicación de esta cláusula al
principio de buena fe contractual 139.
138
A mayor abundamiento, precisa la misma sentencia que «(u)na cosa es la concurrencia de causas o
factores que incidan desfavorablemente en la rentabilidad de la empresa, que permita sostener que se da en
ella una situación económica negativa y otra diferente es
el alcance que esa situación tenga, por sí y sin más trámites, sobre las condiciones laborales...». Y añade que
semejante tesis «... conduciría, sin más, a convertir en
dispositiva la regla prohibitiva contenida en el artículo
1256 del Código Civil». En sentido similar se manifiesta
la SAN 25 de enero de 1997 (AS 740).
139
T ULLINI, P.: «Sul recesso...», op. cit., p. 650.
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101
ESTUDIOS
RESUMEN
102
La cuestión central abordada en el presente artículo es el análisis del papel de la negociación colectiva en la instrumentación de compromisos por pensiones y, en concreto, la determinación de su capacidad de incidencia en la configuración de éstos. Ello requiere un examen de la posición de los derechos de protección social de origen convencional en tres planos. Desde el primero, se estudia la tutela constitucional que reciben tales derechos: se
identifican los principios de seguridad jurídica y de irretroactividad de las disposiciones
restrictivas de derechos individuales como límites al poder normativo de la autonomía
colectiva. En el plano legal, la posición de los trabajadores activos y pasivos respecto de los
compromisos por pensiones no es la misma: para aquéllos son meras expectativas, mientras que para éstos constituyen verdaderos derechos, si bien no está claro hasta qué punto
se encuentran sujetos al régimen del artículo 192 LGSS. Tal cuestión es clave y depende en
buena medida del posible juego del principio de modernidad propio de la negociación colectiva, cuestión íntimamente ligada a la representatividad de los representantes de los trabajadores sobre los pensionistas y beneficiarios de compromisos por pensiones. En estrecha
relación con lo anterior queda, por último, el plano de la negociación colectiva en tanto
principal fórmula novatoria de los compromisos por pensiones, dedicando especial atención
al cauce del artículo 41 ET y a la aplicación de la cláusula rebus sic stantibus.
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