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Senado de la Nación
Secretaría Parlamentaria
Dirección General de Publicaciones
(S-0293/09)
PROYECTO DE LEY
El Senado y Cámara de Diputados,..
ARTÍCULO 1º.- Modifícase el artículo 1.271 del Código Civil, el que
quedará redactado de la siguiente manera:
“ARTÍCULO 1.271 – Pertenecen a la sociedad como gananciales, los
bienes existentes a la disolución de ella, si no se prueba que
pertenecían a alguno de los cónyuges cuando se celebró el
matrimonio, o que los adquirió después por herencia, legado, donación
o con frutos de bienes propios.”
ARTÍCULO 2º.Modifícase el artículo 1.272 del Código Civil, el que
quedará redactado de la siguiente manera:
“ARTÍCULO 1.272 – Son también gananciales:
1°) Los bienes que cada uno de los cónyuges, o ambos adquiriesen
durante el matrimonio, por cualquier título que no sea herencia,
donación o legado.
2º) Los bienes adquiridos durante el matrimonio por compra u otro
título oneroso, aunque sea en nombre de uno solo de los cónyuges.
3º) Los adquiridos por hechos fortuitos, como lotería, juego,
apuestas, etcétera.
4º) Los frutos naturales, industriales y civiles de los bienes comunes
devengados durante el matrimonio, aunque sean percibidos con
posterioridad a su disolución.
5º) Los frutos civiles de la profesión, trabajo, o industria de ambos
cónyuges, o de cada uno de ellos.
6º) Lo que recibiese alguno de los cónyuges, por el usufructo de los
bienes de los hijos de otro matrimonio.
7º) Las mejoras que durante el matrimonio, hayan dado más valor a
los bienes propios de cada uno de los cónyuges.
8º) Lo que se hubiese gastado en la redención de servidumbres, o
en cualquier otro objeto de que sólo uno de los cónyuges obtenga
ventajas.
Los derechos intelectuales, patentes de invención o diseños
industriales son bienes propios del autor o inventor, pero el producido
de ellos durante la vigencia de la sociedad conyugal es ganancial.”
ARTÍCULO 3º.La presente ley entrará en vigencia al día siguiente
de su publicación en el Boletín Oficial, y será de aplicación a todas las
sociedades conyugales que al momento de la entrada en vigencia de
la misma, no se hubieren disuelto de conformidad al Capítulo XII,
Título II, Sección III del Libro II del Código Civil.
ARTÍCULO 4º.-
Comuníquese al Poder Ejecutivo.
Adolfo Rodríguez Saá.- Juan C. Romero.-Roberto D. Urquía.- Liliana
T. Negre de Alonso. - Gerardo R. Morales.- Roberto Basualdo. – Delia
Pinchetti de Sierra Morales.- Elena M. Corregido.- Guillermo R.
Jenefes.- Carlos A. Rossi.- María E. Estenssoro.FUNDAMENTOS
Señor Presidente:
La actual redacción del artículo 1.271 del Código Civil exceptúa del
principio de ganancialidad sólo a aquellos bienes respecto de los que
se pruebe que pertenecían a alguno de los cónyuges cuando se
celebró el matrimonio, o que los adquirió después por herencia, legado
o donación. Por su parte, el artículo 1.272 vigente, considera como
gananciales a los frutos naturales o civiles de los bienes comunes, o
de los propios de cada uno de los cónyuges, percibidos durante el
matrimonio o pendientes al tiempo de concluirse la sociedad.
Las modificaciones que proyectamos son dos: una de orden formal,
que consiste en la sistematización y mejor ordenación del artículo
1.272 del Código de Vélez, y otra sustancial, la exclusión del carácter
de gananciales de los frutos de los bienes propios de los cónyuges,
reforma ésta que se refleja en una nueva versión de ambos artículos
aludidos.
En cuanto a la redacción del cuarto párrafo del artículo 1.272, se
recogieron las críticas de la doctrina argentina respecto de dos
aspectos no menores: la inclusión de los frutos industriales, además
de los naturales y civiles, por un lado, y la sustitución de la fecha en
que los frutos son “devengados” –y no “percibidos” como reza la actual
redacción– para considerar su carácter de propio o ganancial.
En primer lugar, siguiendo a Azpiri, “es preciso recordar que el Código
Civil distingue entre frutos naturales, industriales y civiles, pero si bien
los frutos industriales no han sido mencionados en la norma, no hay
razón para considerarlos excluidos”.
“También resulta conveniente recordar que son frutos naturales las
producciones espontáneas de la naturaleza. Los frutos que no se
producen sino por la industria del hombre o por la cultura de la tierra,
se llaman frutos industriales. Son frutos civiles las rentas que la cosa
produce, tal como resulta del art. 2424 del Cód. Civil” (Cfr. AZPIRI,
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Jorge O., Régimen de los bienes en el matrimonio, Hammurabi, Bs.
As., 2002, p. 93).
En cuanto a lo segundo, Belluscio lo apuntó décadas atrás: “Lo
ganancial son los frutos devengados durante la sociedad conyugal, y
no los percibidos durante el matrimonio, porque si se hubieren
devengado antes de la celebración de éste, serían propios por ser
anterior su causa de adquisición, aunque se perciban después;
mientras que si se devengasen después de la disolución de la
sociedad conyugal no serían gananciales aunque persistiese el
matrimonio” (Cfr. BELLUSCIO, César Augusto, Manual de Derecho de
Familia, T. II, Depalma, 3ª ed. actualizada, Bs. As., 1985, p. 65).
En sentido coincidente, se ha dicho con razón que “será necesario
tomar en cuenta el momento en que se han devengado y no percibido,
como dice la norma, porque ése es el instante en que se genera el
derecho a su incorporación” (Cfr. AZPIRI, op. cit., p. 93).
Ahora bien, en lo que respecta a la reforma más profunda que
proyectamos, hacer propios los frutos de los bienes propios, es dable
replantearse ciertos paradigmas que nuestro derecho ha venido
acarreando por más de un siglo.
En alusión al régimen de la sociedad conyugal, el mismo Vélez
Sarsfield dijo: “Casi en todas las materias que comprende este título,
nos separamos de los códigos antiguos y modernos. Las costumbres
de nuestro país, por una parte, y las funestas consecuencias, por otra,
de la legislación sobre bienes dotales, no nos permiten aceptar la
legislación de otros pueblos de costumbres muy diversas y nos ponen
en la necesidad de evitar los resultados de privilegios dotales…” (Cfr.
GLIKIN, Leonardo G., Matrimonio y patrimonio, Emecé, Bs. As., 1999,
p. 30).
La reflexión es correcta cuando se sostiene que la palabra del
codificador “aun ejerce una enorme influencia, ya que, casi un siglo y
medio después, la Argentina sigue teniendo un sistema diferente del
de la mayor parte de los otros países, en especial más rígido, y que
confiere poca libertad a las personas, tanto en lo que concierne al
patrimonio matrimonial, como a la disposición de bienes por herencia o
legado.
Hasta tal punto es así, que actualmente existe en el matrimonio un
único régimen legal de los bienes.
El sistema diseñado por Vélez Sarsfield cumplió una función
trascendente en la formación del sistema familiar argentino y fijó
fuertes pilares para la transformación de la propiedad entre las
generaciones.
3
Probablemente fue un sistema apto para poblar un país con un
inmenso territorio y escasos habitantes, ya que ha servido para
consolidar los vínculos de parentesco.
La cuestión que hoy se plantea es si aquellas pautas siguen siendo
representativas en la Argentina del siglo XXI” (Cfr. GLIKIN, op. cit., pp.
30 y 31).
En nuestro país no se admite que los esposos antes o durante el
matrimonio, opten por un régimen patrimonial matrimonial distinto al
establecido la legislación civil, a diferencia de lo que ocurre en la
mayoría de las legislaciones extranjeras, en donde se prevé un
régimen básico aplicable de modo residual, en caso de ausencia de
expresión de la voluntad por parte de los contrayentes.
Pero más allá de eso, no debe perderse de vista que “tanto en los
sistemas de comunidad, en que los cónyuges comparten la propiedad
de los bienes que adquieren, como en los de comunidad diferida, en
los que, al disolverse el matrimonio, se consideran de carácter
ganancial todos los bienes adquiridos durante su vigencia, los bienes
propios van a cada uno de los titulares, y los restantes, a la masa
común.
Muchas veces, se produce entonces una verdadera injusticia: cuando
alguno de los esposos ha contribuido más que el otro al
enriquecimiento de la comunidad, o cuando, al contrario, ha sido más
negligente en el cumplimiento de los deberes y cargas matrimoniales,
o cuando no puede probar fehacientemente el aporte realizado en un
bien del otro, el reparto igualitario no refleja lo que realmente
correspondería desde un punto de vista de justicia y equidad” (Cfr.
GLIKIN, op. cit., p. 47).
Es en este estado de situación en que la reforma que proponemos
pretende irrumpir, en orden a lograr una corrección en la situación
injusta que normalmente se da al considerar como gananciales a
bienes que han sido adquiridos no con el fruto del esfuerzo compartido
de ambos cónyuges –en cuyo caso tal calificación es coherente y
equitativa–, sino con el producido de bienes propios de uno de los
cónyuges, cuyo goce de suyo lo mantendrán ambos durante el
matrimonio, pero cuyo reparto igualitario a causa de la disolución de la
sociedad conyugal es a todas luces inicuo.
Incluso, sucede que en muchos casos la única masa existente al
momento de la división de la sociedad conyugal es la renta
proveniente de los frutos de bienes propios de uno de los cónyuges.
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Además de ello, pesa una razón de lógica jurídica, cual es que lo
accesorio sigue la suerte de lo principal. Luego, siendo lo principal un
bien propio, los frutos del mismo deben mantener el mismo carácter.
Así las cosas, se aprecia con claridad que la conjunción de los dos
factores expuestos demuestra la enorme injusticia del actual sistema,
pues estando imposibilitados los cónyuges a elegir un determinado
régimen patrimonial, se les aplica directamente la normativa que,
desnaturalizando la génesis de los bienes, reputa como gananciales el
producido de los bienes propios.
En suma, las consideraciones precedentes nos llevan al
convencimiento de que no es sano seguir manteniendo normas
pensadas por nuestro codificador para situaciones bastante diversas y
distantes a casi siglo y medio de los tiempos que corren.
En ese orden de ideas, una demostración de los anhelos correctivos
de la injusticia del actual régimen lo constituyó el proyecto elaborado
por la comisión designada por Decreto 486/92, que “propuso sustituir
la regulación de la sociedad conyugal actualmente vigente por otra
que permitiese a quienes van a contraer matrimonio (e, incluso, a los
cónyuges después) la posibilidad de optar entre los regímenes de
comunidad de gananciales, de separación de bienes y de
participación, quedando el primero de ellos –esto es, el de
comunidad–como régimen legal y supletorio a falta de convención
matrimonial” (Cfr. ZANNONI, Eduardo A., Derecho de familia, Astrea,
T. I, 5ª ed. actualizada y ampliada, Bs. As., 2006, p. 468). Y años más
tarde, el proyecto elaborado por la comisión designada por el Decreto
685/95, que comparte los lineamientos de aquél, “aunque suprime el
régimen de participación” (Cfr. ZANNONI, op. cit., p. 469)
Así las cosas, la reforma que pretendemos se refleja en una nueva
versión de los artículos 1.271 –inclusiva como excepción al principio
de ganancialidad, además de los supuestos de adquisición por
herencia, legado o donación, el de aquella que se perfecciona
mediante los frutos de bienes propios– y 1.272 –que excluye como
gananciales a los frutos de los bienes propios–.
A guisa de conclusión, las modificaciones que proponemos encarnan
esa tesitura en lo específico del tema que nos convoca, los artículos
1.271 y 1.272 del Código Civil, en orden a lograr una adecuación de
equidad a los innumerables supuestos de palmarias injusticia que se
suceden a diario con el sistema vigente.
Por último, el artículo tercero del presente proyecto establece que las
modificaciones propuestas serán de aplicación a todas las sociedades
conyugales que al momento de la entrada en vigencia de la eventual
ley, no se hubieren disuelto de conformidad al Capítulo XII, Título II,
5
Sección III del Libro II del Código Civil; disposición que es respetuosa
de las pautas de aplicación temporal de la leyes y que en nada vulnera
los derechos de los cónyuges.
Por todo lo expuesto, solicitamos la aprobación del presente Proyecto
de Ley.
Adolfo Rodríguez Saá.- Juan C. Romero.-Roberto D. Urquía.- Liliana
T. Negre de Alonso. - Gerardo R. Morales.- Roberto Basualdo. – Delia
Pinchetti de Sierra Morales.- Elena M. Corregido.- Guillermo R.
Jenefes.- Carlos A. Rossi.- María E. Estenssoro.-
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