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Huellas
El Estado y la sociedad
civil en el horizonte de
las políticas públicas
Por
Alexander Vega Lugo*
Sucinta presentación de la transformación de la idea de Estado en la
tradición del pensamiento político moderno como la forma más avanzada y
legítima de organización política. El autor reflexiona acerca del concepto de
Modernidad, partiendo de la contribución de Maquiavelo y de pensadores
como Hobbes, Rousseau, Hegel, Marx, Gramsci, Weber y Hannah Arendt.
Los filósofos no han hecho más que interpretar
de diversos modos el mundo,
pero de lo que se trata es de transformarlo.
la modernidad. De igual manera, también nos remitiremos a algunos autores más recientes como Hegel,
Marx, Gramsci y Weber, quienes han enriquecido estas temáticas gracias a sus significativos aportes que
se fundamentan en la filosofía, la economía política, la
historia, el derecho y la sociología comprensiva.
Karl Marx, Tesis sobre Feuerbach, 1845
E
n este artículo tendremos la oportunidad de reflexionar acerca de un tema recurrente en la tradición
del pensamiento político moderno, me refiero al Estado. Destacaremos además su relación con la sociedad civil y las políticas públicas. Nuestras ideas recogen una viva tradición de pensamiento político que
se extiende desde Maquiavelo pasando por Hobbes y
Rousseau para comprender toda la temática del Estado, que es indudablemente la forma más avanzada y
legítima
de organización política en el horizonte de
__________
*
Profesor de Historia, Universidad del Norte.
21
Es bien conocido en la historia de Occidente que el Estado, como entidad política soberana, nace en los tiempos modernos y está asociado a una secularización de
la vida y sociedad europea de finales del siglo XV y
principios del XVI. Gracias al genio de Nicolás Maquiavelo, notable pensador florentino que vivió el ascenso
de los valores del Renacimiento y Humanismo de esa
época, conocemos en las ideas políticas el concepto
moderno de Estado. Correspondió a él difundir en el
lenguaje político la palabra “Stati”, es decir, Estado, tal
como se observa al inicio del capítulo uno de su conocida obra “El Príncipe”, publicada en el año de 1513: “Los
Retrato de Niccolò Maquiavelo, realizado por Santi di Tito
Estados y soberanías que han tenido o tienen autoridad sobre los hombres en un territorio han sido y son
o repúblicas o principados”. A partir de sus reflexiones
el pensamiento político adquiere una notable autonomía en relación con las ideas religiosas predominantes de la anterior época medieval. Maquiavelo tuvo
como marco de referencia en sus reflexiones a sus
grandes conocimientos de la historia como también a
su aguda capacidad de observación. Recordemos que
fue un gran historiador que admiraba a las antiguas
instituciones políticas de la República romana. Roma
siguió siendo para él su más importante espejo político. Además, su experiencia por largos años como
Secretario en la Cancillería de Florencia le reportó valiosos conocimientos del manejo de los asuntos públicos. De igual manera, su trato con algunos príncipes
del Renacimiento, le permitió comprender cómo es el
manejo real de la política, qué es lo que los hombres
acostumbran a hacer en nombre de la misma. Es por
eso que no encontramos en Maquiavelo una apología
de una determinada forma de gobierno de bases metafísicas o una idealización de una sociedad política
como ocurre con los escritos de Platón en la antigüedad. Sino más bien un retrato frío de lo que hacen los
príncipes para mantenerse como gobernantes. Estas
condiciones le permitieron realizar los más grandes
aportes al desarrollo del pensamiento político en la
primera mitad el siglo XVI. El problema sustancial que
se plantea el autor en esta obra es, ¿Cómo un príncipe
gobierna un Estado en circunstancias excepcionales?
Son inmensos los aportes a las ideas políticas realizados por Maquiavelo. Entre algunos de esos aportes se
encuentra su teoría sobre los conflictos políticos. Es
interesante observar cómo Maquiavelo da una valoración completamente positiva a los nacientes conflictos políticos derivados de los intereses que abrazaban
los Estados modernos. En esto es evidente su distanciamiento de esas concepciones medievales partidarias de una visión estática y no conflictiva del poder.
Por otro lado, Maquiavelo es quizás el primer intelectual político en tratar el complejo y polémico tema de
la “razón de Estado”. Por eso era partidario de que la
política reclame una autonomía en relación con la religión o la ética.
Estos aspectos hacen de Maquiavelo un pensador moderno. ¿Pero qué significa moderno, o mejor dicho,
modernidad? Si queremos discutir sobre el tema del
Estado tenemos que comprender lo que en historia se
entiende por modernidad. Esta hace referencia a una
época del mundo Occidental que se extiende desde el
siglo XV y XVI, en la que el hombre se reconoce como
sujeto, como individuo dotado de una conciencia individualista y donde las explicaciones sobre la realidad
las encuentra en la razón y experimentación científica,
alejadas de cualquier especulación religiosa. Además
por un creciente proceso de secularización o desacralización del mundo. El principio de esta época al decir
de Hegel es, la libertad de la subjetividad. La experiencia
de la modernidad es hija de Europa, y es en este con22
tinente donde tuvo como preámbulo al desarrollo de
una actitud moderna, la Reforma Protestante. Dicha
Reforma generó una conciencia más individualista
ante el tema de Dios y de la tradición del pensamiento
cristiano. Según el sociólogo alemán Max Weber en
una de sus más polémicas obras, La ética protestante y
el espíritu del capitalismo (1905), correspondió a las sectas puritanas calvinistas propiciar un ambiente espiritual favorable al desarrollo de la sociedad moderna
gracias al ascetismo (ética) intramundano que pusieron en práctica grupos protestantes a partir del siglo
XVI. Cabe agregar aquí también como pensadores y
reflexiones modernas, la especulación metafísica que
funda René Descartes con su cogito y duda metódica, y
en el plano de las ideas éticas y políticas a Immanuel
Kant, con su imperativo categórico, mayoría de edad y
la utopía de una paz perpetua entre los Estados.
Por otro lado, los sucesos políticos de la Revolución
Francesa, con su radical rechazo a las instituciones
del Antiguo Régimen, dieron origen a la idea de lo
público, idea que hoy cobra una importancia decisiva
en las políticas que buscan generar consensos entre
sociedad civil y los intereses del Estado. Una valiosa
herencia moderna nos dejaron los burgueses revolucionarios de fines del siglo XVIII: las ideas republicanas, la división de los poderes públicos, los derechos
del hombre y el sentido de ciudadanía. La historia nos
ha revelado que la extensión de lo público coincidió
con el surgimiento del Estado moderno. La idea de espacio público está asociada, al parecer, al momento en
el cual la cabeza del rey decapitado Luis XVI rodó ante
la plaza en las jornadas revolucionarias de Francia y
con ello se puso fin a la monarquía absolutista en esta
parte de Europa.
¿Cómo un príncipe gobierna un Estado
en circunstancias excepcionales?
Max Weber (1864-1920)
Volviendo a la época vivida por Maquiavelo, esta ha
sido muy bien estudiada por el gran historiador suizo, Jacob Burckhardt, quien vivió en Europa en el siglo XIX. Burckhardt es autor de una obra titulada La
cultura del Renacimiento en Italia y en ella describe
cómo eran las repúblicas italianas de ese entonces. En
su análisis sobre la patria de Maquiavelo afirma lo siguiente:
La máxima conciencia política y la mayor riqueza de
formas evolutivas las encontramos reunidas en Florencia. En este sentido Florencia merece en justicia
el título de primer Estado moderno del mundo (Burckhardt, 1860, p. 57).
Jacob Burckhardt (1818-1897). Historiador suizo.
23
El Estado moderno está ligado al proceso de ascenso del capitalismo mercantil, al fortalecimiento del
comercio, a la expansión de Europa por el orbe, a la
necesidad de controlar grandes territorios y pueblos
enteros, a las comunicaciones, al impulso tecnológico
y a un notable desarrollo de las estrategias de guerra,
como también a la formación de los primeros ejércitos nacionales. En esta dirección es pertinente señalar
que el nacimiento del Estado en la modernidad va ligado al desarrollo de un sentido de nación:
Una nación es una comunidad secular, basada en un
carácter ‘popular’ especial, en una forma de vida homogénea, en las costumbres, instituciones y formas
culturales especiales que surgen de la interacción de
estirpes populares específicas y la naturaleza de un
país (Kahler, 1943, p. 298).
Un segundo pensador que enriqueció con sus ideas
la tradición del pensamiento político ligado al tema
del Estado fue el inglés Thomas Hobbes. Él vivió una
época convulsionada por grandes tensiones derivadas
de las guerras religiosas y la secularización de la vida
pública. En su más importante obra, El Leviathán o la
materia, forma y poder de una república eclesiástica y
civil (1651), Hobbes nos presenta una original explicación sobre la génesis del Estado. Toma como punto de
partida la preexistencia de un estado de naturaleza en
el que los hombres se relacionan unos con otros como
meros depredadores. La violencia de las pasiones, el
impulso de destrucción, el egoísmo de las pulsiones
humanas y una incapacidad metafísica para amar a
los demás es la constante en este estado de “guerra de
todos contra todos”. Esto le permitió a Hobbes —al
igual que a Maquiavelo— abrazar una postura de pesimismo antropológico que va a justificar sus ulteriores teorías políticas. ¿Cómo el hombre llega a superar
semejante estado de cosas en la cual no es más que
un lobo para sí mismo? La respuesta se encuentra
invocando a Leviathán, que es el símbolo del Estado
moderno, concebido por este gran filósofo como un
“hombre artificial”, capaz de garantizar el orden y la
existencia racional de los individuos en el horizonte
de la política. Este Estado brota de un pacto o contrato
entre los hombres quienes son conscientes que de no
dar origen a un orden político podría entonces predominar una situación de guerra permanente y de exterminio colectivo. De ahí su famosa sentencia:
Fuera del Estado es el dominio de las pasiones, la guerra, el miedo, la pobreza, el abandono, el aislamiento,
la barbarie, la ignorancia, la bestialidad. En el Estado
es el dominio de la razón, la paz, la seguridad, la ri-
Los burgueses revolucionarios de fines
del siglo XVIII nos dejaron de herencia:
las ideas republicanas, la división de
los poderes públicos, los derechos del
hombre y el sentido de ciudadanía.
queza, la decencia, la sociabilidad, el refinamiento, la
ciencia, la benevolencia. (Hobbes, X, 1).
La concepción del Estado en Hobbes y en general de
sus ideas políticas ha merecido todo tipo de comentarios. Particularmente quiero destacar el de la filósofa
judía Hannah Arendt, quien escribió en el pasado siglo XX una obra titulada ¿Qué es la política?, donde es
evidente la influencia de Hobbes en sus razonamientos, sobre todo cuando insiste en que la política es algo
artificial, es decir, una creación de los hombres basada
en el reconocimiento de la diversidad y pluralidad entre ellos. Idea contraria a la que sostuvo en la antigüedad Aristóteles, quien señalaba que la política es algo
natural al hombre mismo:
La política nace en el Entre-los-hombres, por lo tanto
fuera del hombre. De ahí que no haya ninguna substancia propiamente política. La política surge en el
entre y se establece como relación. Así lo entendió
Hobbes (Arendt, 1997, p. 46).
En otro orden de ideas, en lo tocante al tema de la sociedad civil, es importante que miremos cómo esta
expresión ha sido abordada en la tradición del pensamiento político moderno. Pero preguntémonos lo
siguiente:
¿Qué es la sociedad civil? Es el lugar donde surgen
y se desarrollan los conflictos económicos, sociales,
ideológicos, religiosos, que las instituciones estatales
tiene[n] [la]misión de resolver mediándolos, previniéndolos o reprimiéndolos (Bobbio, 2004, p. 43).
Correspondió al filósofo alemán GWF Hegel presentar
la primera idea sobre este asunto. Como toda su filosofía impregnada de un elevado rigor conceptual, Hegel presenta una definición bastante compleja sobre
el tema de la sociedad civil. La sitúa como momento
intermedio de la eticidad, entre la institución de la fa24
milia y el Estado. En este sentido, el profesor Norberto
Bobbio, quien conocía bastante bien el pensamiento
de los grandes filósofos políticos, destaca lo siguiente:
Con respecto a la familia, la sociedad civil ya es una
forma incompleta del Estado, el ‘Estado del intelecto’;
con respecto al Estado, todavía no es el Estado en su
concepto y plena realización histórica (Ob. Cit. p. 51).
Siguiendo al mismo autor, más adelante formula lo
siguiente:
Más que ser, como fue interpretada después, el momento anterior a la formación del Estado, la sociedad
civil hegeliana representa el primer momento de la
formación del Estado, el Estado jurídico administrativo, cuya tarea es la de regular las relaciones externas, mientras que el Estado propiamente dicho es el
momento ético político, cuya misión es la de realizar
la adhesión íntima del ciudadano a la totalidad de la
que forma parte, tanto así que se podría llamar el Estado interno o interior (Ibíd. p. 53).
producción, las fuerzas productivas, la sociedad civil.
Luego, en la superestructura, ubica las ideologías, el
Estado –sociedad política–, la educación, el derecho,
etc. En este sentido es muy famosa su cita al respecto:
Mi investigación desembocaba en el resultado de
que, tanto las relaciones jurídicas como las formas
de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni
por la llamada evolución general del espíritu humano, sino que radican, por el contrario, en las condiciones materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel, siguiendo el precedente de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de ‘sociedad civil’, y
que la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla
en la Economía Política (…). En la producción social
de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad,
relaciones de producción, que corresponden a una
determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones
de producción forma la estructura económica de la
sociedad, la base real sobre la que se levanta la super-
En la tradición del pensamiento hegeliano, corresponde al Estado el momento culminante del desenvolvimiento del Espíritu Absoluto, donde los hombres
alcanzan su plena realización como individuos racionales, y por consiguiente, libres:
Esta es la realidad, en la cual el individuo tiene y
goza su libertad; pero por cuanto sabe, cree y quiere
lo universal. El Estado es, por tanto, el centro de los
restantes aspectos concretos: derecho, arte, costumbres, comodidades de la vida. En el Estado la libertad se hace objetiva y se realiza positivamente… Sólo
en el Estado tiene el hombre existencia racional… El
hombre debe cuanto es al Estado. Solo en este tiene
su esencia. Todo el valor que el hombre tiene, toda su
realidad espiritual, la tiene mediante el Estado (Grandes obras del pensamiento, 1994, Tomo I, pp. 100-101).
Como vemos, Hegel fundamenta sus reflexiones de la
filosofía política tomando como núcleo sustancial al
Estado. Muy seguramente las transformaciones de orden político que vivió la Europa de sus tiempos, como
la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas dejaron una profunda huella en su conciencia filosófica.
Posterior a él, su discípulo Karl Marx daría una interpretación diferente. En uno de sus escritos, Marx,
desde el materialismo histórico, divide en dos partes
la sociedad moderna o capitalista en: estructura y superestructura. En la primera, sitúa la base material
de la sociedad. El aspecto económico, los medios de
25
Thomas Hobbes (1588-1679). Filósofo inglés
estructura jurídica y política y a la que corresponden
determinadas formas de conciencia social (Marx,
1859, Prólogo).
Por otro lado, Antonio Gramsci, destacado intelectual
italiano y fundador del Partido Comunista de su país
y seguidor de las ideas de Marx, presenta una mirada diferente a la de este. Para él, la sociedad civil hace
parte de la superestructura y representa el momento
del consenso o hegemonía. En esa misma superestructura sitúa al Estado, al que identifica con el momento
del dominio (político). Esta es una interpretación muy
original que hace ya parte de la tradición del pensamiento marxista. En una de sus cartas escritas durante su permanencia en prisión y dirigida a su cuñada
Tatiana Schucht, con fecha de 7 de septiembre de 1931,
en la cual aborda el tema del papel de los intelectuales
en la sociedad, Gramsci presenta una serie de profundas reflexiones que merecen nuestra atención:
Este estudio lleva a ciertas determinaciones del concepto de Estado que por lo general es entendido como
sociedad política (o dictadura, o aparato coercitivo
para conformar la masa popular según el tipo de
producción y economía en un momento dado) y no
como un equilibrio de la sociedad política con la sociedad civil (o hegemonía de un grupo social sobre la
sociedad nacional entera ejercida a través de las organizaciones así llamadas privadas, como la iglesia,
los sindicatos, las escuelas, etcétera) y es precisamente en la sociedad civil donde operan especialmente
los intelectuales (por ejemplo, Benedetto Croce es
una especie de papa laico y es un instrumento altamente eficaz de hegemonía, aun si de vez en cuando
esté en contraste con uno u otro gobierno, etcétera)
(Gramsci, Cartas de la cárcel, 1926-1937, p. 329).
Posteriormente, en el siglo XX, se observan importantes cambios en materia política ligados al tema del Estado y la sociedad civil. El ascenso de los regímenes
totalitarios refleja todo el poder concentrado en la
institución del Estado, lo cual se tradujo en una completa anulación de la libertad de los individuos y en
gravísimas violaciones a los derechos humanos. Basta
recordar aquellos gobiernos fascistas, stalinistas, para
constatarlo en la historia sangrienta de la pasada centuria, particularmente en el desarrollo de la Segunda
Guerra Mundial. Fueron Estados dotados de grandes
poderes y dimensiones, inmensas burocracias que los
tornaron ineficientes para responder y satisfacer las
demandas de la sociedad. Un ejemplo de esta situación lo constituye hoy día el régimen de China, el país
más poblado del mundo. Su rígido sistema político
totalitario encarna la negación de libertades civiles y
políticas de sus ciudadanos, donde se les prohíbe su
derecho al disenso, a la libertad de expresión, o a tener ideas políticas distintas de las comunistas. Ante
esta circunstancia, los liberales reaccionaron de una
manera enérgica, cuestionando la legitimidad de esos
gobiernos totalitarios. Pensadores como Karl Popper
–notable filósofo austríaco– en obras como La sociedad
abierta y sus enemigos (1945) y La miseria del historicismo, muestran en el ámbito de las ideas, las tensiones
de ese momento en la historia del mundo. La crítica
procedente del liberalismo incluyó también a los Estados de Bienestar o Benefactores, que son Estados caracterizados por una intervención muy influyente en
los asuntos económicos, en el manejo de los bienes, en
la asignación de los recursos en el tejido social o en el
manejo tributario.
En consideración de lo anterior, esto ha traído entonces la defensa de regímenes políticos o sistemas de gobierno democráticos comprometidos con la defensa
de los derechos fundamentales, el respeto por las minorías, el reconocimiento por la diversidad, los temas
de género, la protección del medio ambiente, el tema
educativo, entre otros. Todo lo anterior dentro de un
horizonte de Estado fuerte, pero mínimo, con una reducida burocracia, eficiente y dotado de una vigorosa
racionalidad administrativa, técnica e instrumental,
en pocas palabras de un Estado no interventor. Es por
eso que vemos en los tiempos actuales, un desmonte
gradual en todo el mundo del Estado Benefactor y esto
ha traído un escenario político en el cual ha proliferado una variada gama de organizaciones no gubernamentales –las ONG’s–, fundaciones, corporaciones, institutos, organismos filantrópicos, grupos de derechos
humanos, etc., que asumen tareas de envergadura so-
El actual debate sobre las políticas
públicas tiene que ser situado en este
contexto de sociedad global, donde
no hay fronteras, donde existen
tensiones y problemas muy complejos
que ponen en riesgo una convivencia
civilizada entre los individuos
26
cial, lideradas por la sociedad civil, con el propósito de
satisfacer demandas que anterior y tradicionalmente
eran asumidas por el Estado.
El escenario de hoy nos invita a pensar que no toda la
responsabilidad de los asuntos de la sociedad deba ser
asumida por el Estado. Es aquí donde la sociedad civil
–entendida como aquel sector de la sociedad que no
hace parte de la estructura gubernamental– empieza a
jugar un papel decisivo en el horizonte de las políticas
públicas, que buscan dar una respuesta adecuada a las
demandas de los ciudadanos, en la esfera no-gubernamental.
Lo anterior también nos permite comprender todo el
ascenso del pensamiento neoliberal impulsado por
grandes personalidades como es el caso de Ludwig
von Mises, Federic von Hayek y Milton Friedman.
Ellos son partidarios de que el Estado no intervenga
en economía, sino que el mercado regule la asignación
de los recursos, de las privatizaciones de los bienes estatales, y que el sector privado asuma un mayor papel
en la generación del desarrollo de las naciones.
Es indudable que es un escenario muy diferente al que
imaginaron Hegel, Marx o Gramsci, cuando definieron e interpretaron en perspectivas diferentes entre
sí, la sociedad civil. Pregunto entonces, ¿esta situación
ha sido un retroceso o, por el contrario, un avance en
conquistas de tipo civil y social? Creo que el actual
debate sobre las políticas públicas tiene que ser situado en este contexto de sociedad global, donde no hay
fronteras, donde existen tensiones y problemas muy
complejos que ponen en riesgo una convivencia civilizada entre los individuos –la amenaza del terrorismo, las hambrunas en algunas regiones del planeta, el
cambio climático– por citar algunos ejemplos. Sobre
el concepto de políticas públicas, suscribo mis ideas en
las reflexiones del profesor Alejo Vargas, quien afirma
que la política pública es: (…) “el conjunto de sucesivas
iniciativas, decisiones y acciones del régimen político
frente a situaciones socialmente problemáticas y que
buscan la resolución de las mismas o llevarlas a niveles manejables (…) La política pública es la concreción
del Estado en acción, en movimiento frente a la sociedad y sus problemas”. (Vargas,¿Año?, p. 57)
No se trata de desconocer que el Estado con sus recursos se desentienda de todo lo social, sino más bien
se trata de repensar su rol ante la sociedad civil ¿Qué
tanto esta última puede articularse como vasos comunicantes con el Estado en el diseño de políticas públicas orientadas a generar desarrollo y calidad de vida
27
Karl Marx (1818-1883). Economista y filósofo alemán
ante los ciudadanos? Son muchos los interrogantes
que pueden surgir y de esa manera comprobar que las
relaciones entre Estado y sociedad civil siguen siendo
complejas, más aún en un mundo globalizado que explora posibilidades ante un mañana cargado de incertidumbres.
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