historia del arte 2º bachillerato

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EL ARTE BARROCO
HISTORIA DEL ARTE 2º BACHILLERATO
EL ARTE BARROCO
1. EL BARROCO. CONCEPTO Y CRONOLOGÍA
Cronológicamente el Barroco tuvo su origen en Italia, en el s. XVII. Se expandió inmediatamente por
Europa y América, con un desarrollo desigual que alcanza hasta la primera mitad del s. XVIII.
La utilización de la palabra Barroco con sentido cultural es antigua: la aplicaron los ilustrados, con
sentido peyorativo, para indicar algo extravagante y grotesco, sin sometimiento a reglas y opuesto al
ideal clásico. En la crítica histórica moderna hay varias maneras de interpretar el término Barroco:
Algunos estudiosos como Eugenio D’Ors consideran que “lo barroco” es una constante histórica,
el punto final del ciclo evolutivo de todo estilo artístico.
Los historiadores alemanes defienden que el barroco es anticlasicista, opuesto a lo clásico.
Hauser defendió la concepción sociológica, según la cual el término barroco alude a toda una
época histórica que tiene rasgos comunes en lo referente al pensamiento, a la religión y a las
condiciones económicas y sociales, pero que en lo artístico se caracteriza por la diversidad. Hoy
nadie duda día de la diversidad del barroco.
El Barroco fue, inicialmente, una reacción contra el manierismo, contra ese estilo de difícil
comprensión, elitista y aristocrático, que había surgido como un refugio erudito ante el desorden vital y
moral. El nuevo sentimiento barroco buscó la recuperación de la realidad y la verosimilitud.
Desde dos instancias importantes se propició esta búsqueda y recuperación de la realidad:
En los países católicos, tras la Reforma protestante, la Iglesia se vio obligada a reconstruir su
poder de convicción para reforzar las verdades religiosas. Necesitaba para ello un instrumento
de propaganda, que bien podía ser el arte. En aras de cumplir esta función el arte tenía, a la
vez, que ser fácilmente comprensible por los fieles, y asombrarles por su grandeza y
teatralidad.
En los países protestantes se produjo la misma tendencia a la verosimilitud apoyada, en este
caso, en la experimentación como base de la ciencia moderna: el empirismo científico.
Los monarcas absolutos también utilizaron el arte barroco, poniéndolo al servicio de la propaganda
oficial del poder de estado.
2. ARQUITECTURA BARROCA
2.1. Caracteres generales
La arquitectura barroca utiliza como punto de partida los elementos arquitectónicos del Renacimiento,
pero sustituye el orden, la proporción y la armonía clásicos, por el dinamismo, la teatralidad, la
complicación y los contrastes. Se concreta en:
Dinamismo que se manifiesta en las superficies ondulantes y en el entusiasmo por la línea curva.
Elementos constructivos de formas complicadas, como la columna salomónica, frontones rotos,
volutas, ventanas ovales, arcos mixtilíneos, cúpulas ovales o mixtilíneas, casetones multiformes.
Las plantas son elípticas, circulares, mixtilíneas... preferentemente centralizadas.
Abundan los elementos decorativos arquitectónicos, escultóricos y pictóricos, que se funden y
se mezclan en una aspiración integral.
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Efectismos lumínicos. La luz es un elemento esencial que crea dinamismo y movimiento tanto en
el exterior como en los interiores. La exuberante decoración carnosa y los profundos y bruscos
entrantes y salientes intensifican el claroscuro.
El espacio interior no tiene límites claros sino que muchas veces es sinuoso, indefinido y
dinámico. A ello contribuyen los recursos ilusionistas, como los trampantojos de las bóvedas.
Los volúmenes exteriores son poco sinceros, a veces atectónicos, dotados siempre de
movimiento y efectos de claroscuro.
El Barroco presta gran atención al urbanismo, trazando avenidas que engrandecen las ciudades y
facilitan los desplazamientos, diseñando plazas y ubicando los edificios en perspectivas urbanas.
2.2. Arquitectura barroca en Italia
La metrópoli de la arquitectura barroca fue la Roma de la Contrarreforma, después de que el concilio
de Trento hubiera fijado la doctrina frente a los protestantes. Recuperado su antiguo prestigio, la
Iglesia romana tiene que afirmar su autoridad y mostrarla triunfante al orbe católico. El vehículo de
difusión de esta imagen fueron las mejoras urbanísticas y la grandeza de sus monumentos.
Carlo Maderno terminó las obras de la basílica y diseñó la fachada de San Pedro del Vaticano:
convirtió la planta central de la iglesia en basilical prolongando las naves, y dotó a la fachada de
columnas y pilastras de orden gigante y la coronó con un robusto ático decorado por estatuas.
Lorenzo Bernini fue el gran escenógrafo del Barroco, como evidenció en la Plaza de San Pedro, del
Vaticano. Su forma elíptica parece un gran paréntesis que realza la cúpula de Miguel Ángel. La
columnata cuyos brazos acogen a los fieles y los encaminan hacia la Iglesia es un símbolo
contrarreformista. Los pórticos que la componen están formados por cuatro filas de columnas toscanas
de orden gigante que se coronan con esculturas.
Bernini decía que San Andrés del Quirinal era su arquetipo arquitectónico. La fachada es
sorprendente: tiene dos alas cóncavas que flanquean un cuerpo central mucho más alto, como un arco de
triunfo, coronado por un gran frontón sobre pilastras; la fachada se completa con un pequeño pórtico
semicircular convexo, adosado en el interior del arco y elevado sobre una escalinata. La planta es
ovalada y el interior muy barroco, resultado de la fusión de lo arquitectónico con lo escultórico y lo
pictórico.
Francisco Borromini creó una arquitectura compleja y dinámica. Entre sus obras destacan Santa Inés,
San Ivo y, sobre todo, San Carlos de las Cuatro Fuentes, una pequeña iglesia considerada arquetipo
del arte barroco. Tiene planta elíptica de perfiles sinuosos, como un óvalo deformado, muy dinámica. La
cúpula también es ovalada y lleva como decoración casetones hexagonales, octogonales y cruciformes
combinados. La fachada está formada por dos pisos y tres calles, con un efecto ondulante de
superficies cóncavas y convexas; para decorarla utiliza nichos con estatuas, cornisas salientes, una
balaustrada y un motivo oval en vez de frontón. Da la sensación de ser un edificio elástico.
Otros grandes arquitectos barrocos italianos fueron, en Turín Guarino Guarini (cúpula del Santo
Sudario), en Venecia Baltasar Longhena (Santa María della Salute) y en Roma Nicola Salvi (Fontana
de Trevi)
2.3. Barroco clasicista en Francia
El barroco francés del s. XVII fue un arte eminentemente cortesano y palaciego, con actividad
constructiva religiosa mucho menos intensa. En general se caracterizó por una estética clasicista en los
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exteriores y reservó el barroquismo decorativo para el interior. El clasicismo barroco francés alcanzó
su momento culminante al servicio de la monarquía absoluta, cuando Luis XIV empuñó las riendas del
poder en 1661, y su principal consejero, Colbert, montó todo el aparato administrativo al servicio de la
autoridad del monarca: la misión de las artes visuales consistió en glorificar al soberano, y se impuso
como "estilo oficial" el clasicismo.
El primer gran proyecto fue la terminación del palacio del Louvre con la imponente fachada este. Para
ello Colbert invitó a Bernini a París, quien elaboró hasta tres proyectos pero fueron rechazados por Luis
XIV. Finalmente la obra fue realizada por Le Vau y H-Mansart en un estilo netamente clasicista: el
pabellón central recuerda un templo romano y las columnatas laterales parecen los flancos del templo
desplegadas hacia fuera. Utilizó un único orden gigante de columnas, que albergan dos pisos, dispuestas
sobre una planta baja que parece el podio en que se apoyan.
La más ambiciosa construcción de la época fue el Palacio de Versalles, en que el clasicismo se combina
con rasgos barrocos, probablemente por el gusto personal del monarca. Las obras comenzaron en 1669,
dirigidas por Le Vau y a su muerte, casi inmediata, las continuó Hardouin-Mansart, que le dio la forma
definitiva. Es un gigantesco edificio con el núcleo central en forma de u, para el uso de carruajes, y con
la fachada monumental orientada hacia los jardines; ambos lados se prolongan perpendicularmente con
dos enormes alas: por todo ello predomina la horizontalidad. Tiene tres pisos, el inferior como
basamento, y el superior coronando la planta noble. La suntuosidad con que está decorado el Salón de
los Espejos es una muestra arquetípica de la decoración barroca al servicio del poder absoluto.
Otro aspecto sobresaliente de Versalles lo constituyen los jardines que se extienden a lo largo de
varios kilómetros. Su diseño fue obra de Le Nôtre como continuación del espacio arquitectónico, con
tres grandes avenidas radiales que parten del eje del palacio. Son jardines racionales, con terrazas,
estanques, juegos de agua, setos podados y estatuas, para servir de escenario a las presentaciones
públicas del monarca.
Bajo la dirección de H-Mansart se construyó también, en París, la iglesia de los Inválidos, de planta de
cruz griega con cuatro capillas en los ángulos: está inspirada en la de San Pedro, de Miguel Ángel. Su
único elemento barroco en planta es el santuario, que tiene forma ovalada. La cúpula refleja también la
influencia de Miguel Ángel y el vocabulario clasicista de la fachada recuerda al Louvre. Pero el conjunto
del exterior es inconfundiblemente barroco pues la fachada se quiebra repetidamente adelantándose al
modo de Maderno, y la esbelta cúpula se eleva en ininterrumpida curva desde la base del tambor hasta
la aguja.
3. ESCULTURA BARROCA
3.1. Escultura barroca italiana
a) Características
Está hecha en materiales lujosos (mármol, bronce), frecuentemente combinados.
Muestra gran variedad de temas:
Los motivos religiosos, propios de la Iglesia de la Contrarreforma, que se utilizan para mover a
la piedad el ánimo a los fieles.
El tema mitológico, suele llevar implícito un significado moral.
La escultura funeraria se concibe como monumento conmemorativo, triunfante, con una carga
moral y simbólica. A menudo aparecen figuras alegóricas.
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También se hacen retratos y monumentos urbanos.
La figura humana es naturalista y muy expresiva, con representación de las pasiones, los sentimientos,
el drama, el arrebato místico.
Buscan efectos pictóricos en las diferentes texturas, en las calidades táctiles de la piel y de las telas,
en los elementos de paisaje que incorporan a las figuras.
Se concede gran importancia a la luz, tanto la inmanente a las propias formas y texturas de la escultura
como la luz exterior; el escultor muestra interés por la escenografía incluso en obras situadas en
interiores.
El movimiento es en acto, captando el instante más representativo de la acción, el más efectista.
Aunque el cuerpo no se mueva, los ropajes o los cabellos parecen agitarse.
Las composiciones son abiertas, con escorzos, diagonales, aspas, etc. Las figuras muestran un decidido
desarrollo espacial.
b) Lorenzo Bernini
Estas características pueden observarse en Bernini, el más importante escultor barroco. Fue un artista
universal que escribió comedias, compuso, pintó, pero sobre todo destacó como arquitecto y escultor.
Se formó escultóricamente en el taller de su padre. En la gestación de su estilo influyeron las obras
helenísticas que conservaba el Vaticano, como El Laocoonte, y las del Alto Renacimiento, sobre todo las
de Miguel Ángel. Católico convencido, Bernini fue el mejor exponente del catolicismo triunfante de la
Contrarreforma y, entre sus mecenas, destacó el Papa Urbano VIII.
Obras de tema mitológico. El grupo de Apolo y Dafne está basado en Las Metamorfosis de Ovidio. La
obra, emotiva e intensa, capta lo momentáneo, el instante mismo de la transformación física de Dafne
en laurel y del cambio psicológico de Apolo desde el deseo hacia el asombro. Hay un magistral estudio
de las texturas como vemos en la transición de la piel brillante, suave y pulimentada de la ninfa, que se
convierte en áspera corteza de árbol.
Casi al mismo tiempo dio comienzo, por encargo de Urbano VIII, a los trabajos para decorar la iglesia
de San Pedro del Vaticano:
El Baldaquino, a medio camino entre la arquitectura y la escultura, es una gigantesca estructura
de bronce oscuro y dorado, en forma de dosel, sobre cuatro enormes columnas salomónicas por
las que trepan vides eucarísticas; del entablamento, como si fuera una tela, pende una movida
colgadura de bronce. Por encima de la cornisa hay figuras infantiles de ángeles que portan
símbolos de los apóstoles (tiara, llave, espada y libro); cuatro ángeles adultos sostienen
guirnaldas triunfales en las esquinas, y, desde ellas, brotan cuatro aletones en forma de volutas
que soportan el símbolo del orbe y la cruz. En el ábside, detrás del Baldaquino se encuentra la
Cátedra de San Pedro, de mármoles policromos, bronce dorado y estuco, realzada por la luz
amarilla de una vidriera.
La tumba de Urbano VIII, se convirtió en el modelo de monumento funerario pontificio del
Barroco. Elaborado en bronce dorado y mármol de dos colores, nos muestra la figura del
Pontífice en actitud triunfal. Un esqueleto escribe el nombre del Papa sobre la placa de la urna
y a cada lado, se reclinan las personificaciones de la Caridad y la Justicia.
Colaboró al embellecimiento de Roma con varios monumentos urbanos, entre los que destaca la Fuente
de los cuatro Ríos, en la plaza Navona. Nos muestra a los ríos personificados y los combina con
elementos paisajísticos y figuras de animales.
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Todos sus temas religiosos son importantes:
El David es muy diferente a los de Donatello y Miguel Ángel. Bernini lo representa en el
momento exacto de la acción y lo desfigura para dar más intensidad al movimiento, dejando de
lado la belleza del rostro. Todos los músculos manifiestan la tensión del instante de arrojar la
piedra con la honda.
El propio Bernini consideró que el Éxtasis de Santa Teresa era su obra maestra. Ejecutada en
1645, está en la capilla Cornaro de la Iglesia de Santa María de la Victoria. Representa a la
Santa, desfallecida sobre nubes, cuando un ángel situado frente a ella, apunta con una flecha a
su corazón. El color y la luz, que cae desde lo alto, logran efectos pictóricos. El rostro de santa
Teresa, muy expresivo, nos recuerda el de Laocoonte. La variedad de las texturas de los
movidos paños, de las nubes, del cabello y de la piel, logran dar verosimilitud y una intensa
sensualidad al milagro. Para completar la escenografía Bernini representó en los muros laterales
a los miembros de la familia Cornaro, los comitentes, contemplando la escena desde unos palcos
figurados.
4. PINTURA BARROCA
4.1. Características
Recuperación de la realidad, en reacción contra el Manierismo. Buscan la realidad cargada de riqueza
psicológica, de expresión de los contenidos anímicos.
Nuevo tratamiento del espacio, implicando al espectador en la obra con engaños ópticos, figuras
incompletas o movimientos que se prolongan fuera del lienzo.
Representación de lo instantáneo, mediante el predominio de lo cromático y la imprecisión de los
contornos. De esta forma, se acentúa la sensación de movimiento sorprendido en el tiempo. La pincelada
barroca es siempre suelta y libre.
La luz es un elemento fundamental que concreta la realidad sensible y contribuye a definir el espacio.
Unas veces crea focos concretos de atención en la escena (Caravaggio), otras globaliza el conjunto. A
veces, surge de las propias figuras (Rembrandt). Casi siempre tiene valor conceptual.
Cuidadoso estudio de la composición. En la mayoría de los casos se optó por esquemas compositivos
diagonales, ondulados, centrífugos; pero algunos autores también emplearon composiciones más
ordenadas y simétricas.
Hubo en la pintura barroca tres modos de reaccionar contra el Manierismo. Los tres buscaron la
realidad, pero por diferentes caminos: el Naturalismo aceptándola tal cual es, el Clasicismo
depurándola, y el Barroco decorativo magnificándola.
4.2. Pintura barroca en Italia
a) Naturalismo
Esta tendencia copia la realidad tal cual es, sin depurarla, aceptando todas sus imperfecciones. Se
sirve con frecuencia del tenebrismo que consiste en destacar las figuras, iluminándolas violentamente
sobre un fondo oscuro. La luz aísla las figuras y las modela. Es una luz determinada, intensa,
contrastada y conceptual, es decir, que potencia el tema que el pintor quiere subrayar.
El autor más importante, creador de la corriente, fue Caravaggio. Su obra se caracteriza por:
Pinta alla prima, sin dibujo preliminar.
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Los personajes son siempre seres reales e incluso vulgares. Fue un gran defensor de la verdad
directa, lo que le trajo no pocos problemas con la Iglesia Católica, su mejor cliente.
Suele adaptarse a esquemas compositivos sencillos.
Caravaggio se formó en Milán, su tierra natal, donde había surgido a finales del s. XVI una escuela de
pintura realista, como reacción al Manierismo. Allí se especializó en cuadros de flores y frutas,
haciendo del bodegón un tema independiente. Empleaba una paleta de colores claros como vemos en
Baco o en el Cesto de frutas.
Tras esta etapa, se establece en Roma donde comenzó a practicar el tenebrismo:
Para la iglesia de San Luis de los Franceses, pintó una serie de san Mateo. De una de estas
obras, San Mateo guiado por un ángel, tuvo que hacer una nueva versión al ser rechazado por
la Iglesia, ya que la consideraron demasiado vulgar porque representaba al santo con los pies
sucios. La obra maestra es La vocación de San Mateo.
Para la iglesia de Santa María del Popolo, ejecutó dos grandes lienzos, La crucifixión de San
Pedro y La conversión de San Pablo: el primero, con la composición en aspa; el segundo,
circular.
La muerte de la Virgen, fue una de sus últimas obras en Roma, ya que, debido a sus problemas
con la justicia, tuvo que exiliarse. El realismo es tan directo que fue rechazada: había tomado
como modelo el cadáver de una suicida ahogada en el Tíber.
El estilo de Caravaggio encontró fecunda continuación en muchos artistas italianos, holandeses,
franceses y españoles.
b) Clasicismo
El clasicismo barroco nació en Italia a la par que el naturalismo y por idéntica reacción ante el
Manierismo. En este caso, el objetivo era servir a un ambiente culto y refinado: el mundo universitario
de Bolonia. La familia Carracci, principales representantes de esta tendencia, fundaron una Academia
donde se enseñaba pintura y se iniciaba en las ciencias humanísticas.
Los clasicistas depuran la realidad evitando lo que esta tiene de feo y desagradable, eliminan lo vulgar
y se acercan a la belleza ideal del Renacimiento. Buscan el orden y la claridad compositiva. Sus
temas son religiosos, paisajes con pequeñas figuras y, a menudo, mitológicos con significación moral.
Aníbal Carracci, su máximo representante, realizó obras como El triunfo de Baco en la bóveda de la
Galería Farnesio. Guido Reni pintó La Aurora.
c) Barroco decorativo
Se desarrolló en la segunda mitad del XVII, centrándose en la decoración de grandes bóvedas y
lienzos murales de iglesias y palacios. Son obras dotadas de un sentido escenográfico y teatral, sobre
temas grandilocuentes, alegóricos o triunfales, que llaman la atención del espectador por su dinamismo
y riqueza cromática. Las figuras escorzadas vuelan en un espacio figurado y abierto que parece
horadar el edificio, engañando al espectador (trompe l’oeil). El barroquismo decorativo enlaza con el
pintor flamenco Rubens cuya grandilocuencia y dinamismo influyó mucho en esta corriente.
Los principales representantes del barroco decorativo fueron Pietro da Cortona (bóveda del Palacio
Barberini), el padre Pozzo que decoró la bóveda de la iglesia de San Ignacio y el napolitano Lucas
Jordán, que trabajó en España.
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4.3. Pintura barroca en Flandes: Rubens
Las convulsiones que sufrieron los antiguos Países Bajos en la segunda mitad del siglo XVI dieron lugar a
la división política, religiosa y artística. En consecuencia tenemos que hablar de dos escuelas pictóricas,
una flamenca y otra holandesa. La región de Flandes formaba parte de la Corona de España. Era
mayoritariamente católica, aristocrática y monárquica.
En la pintura flamenca barroca se cultivan tres modalidades:
Pintura de temática religiosa, al servicio de la Contrarreforma católica, que busca acercarse a
los fieles a través de grandes composiciones teatrales.
Pintura cortesana, al servicio del poder político. Los temas son el retrato, que resalta la
apariencia externa, lo superficial; y los asuntos mitológicos, para decorar los palacios.
Pintura popular, con naturalezas muertas (opulentas, auténticos monumentos a la gula), flores,
paisajes y escenas de género populares y bulliciosas.
La figura fundamental de la Escuela flamenca del XVII es Pedro Pablo Rubens. Hombre de sólida
formación, creó una pintura de gran dinamismo, apta por igual para satisfacer el impulso triunfal de la
Contrarreforma católica, con sus grandes lienzos de altar, como los deseos de pompa de los soberanos
y príncipes europeos, con los retratos, las alegorías, y los temas mitológicos. Tuvo un éxito tan grande
que en su taller había pintores especializados en paisajes, edificios, flores, etc. Los Archiduques
gobernadores de Flandes le confiaron misiones diplomáticas, actividad que simultaneó con la pintura.
Esto le permitió viajar a Italia, a España, a Inglaterra y a Francia, y contemplar las colecciones regias
de cada estado, así como propagar sus formas barrocas y aumentar su fama.
Características de su pintura:
Exuberancia y dinamismo logrado con ritmos curvilíneos.
Formas hercúleas y monumentales heredadas de Miguel Ángel.
Amor al desnudo: nacarado y de carnes blandas y opulentas en las mujeres; broncíneos y
musculosos los cuerpos masculinos.
Colorido veneciano, sensual y cálido, tomado de Tiziano.
Pinceladas largas y vibrantes sobre las que aplica pequeños toques sueltos, ricos en pasta.
Composiciones espectaculares, basadas en diagonales ondulantes, con un movimiento que
parece prolongarse más allá del límite del lienzo.
Obras:
Los retratos son aparatosos y superficiales. Destaca el retrato ecuestre del Duque de Lerma,
de acusado dinamismo.
Tema mitológico. En un paisaje que recuerda a la escuela veneciana, Las tres Gracias muestran
sus cuerpos de carnes nacaradas, que se ondulan con elegancia. Dos de los personajes tienen los
rostros de las dos esposas de Rubens, Isabel Brandt y Helena Fourment. El juicio de Paris es
un encargo por Felipe IV en el que de nuevo aparece el rostro de Helena. Las luces, el paisaje,
las ondulaciones y belleza de los cuerpos, todo está resuelto con una técnica libre y audaz.
Tema religioso. La adoración de los Magos, uno de los cuadros más suntuosas del autor, en que
articula la composición mediante una gran diagonal. El Descendimiento, de Amberes, es teatral
pero realista y con gran unidad de conjunto.
Pintura de género. La danza de aldeanos es un canto al dinamismo, con sus figuras
rítmicamente trabadas.
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Rubens ejerció una gran influencia en el barroco decorativo, en la pintura romántica del XIX y en
Renoir.
Van Dyck fue discípulo de Rubens y estuvo más tarde al servicio de la corte de Carlos I de Inglaterra.
Destacó en el campo del retrato, que ejecutaba con formas elegantes y figuras alargadas y un tanto
afectadas. El retrato de Carlos I, entonado en grises y platas, nos muestra un rey altivo y displicente;
el de Sir Endimion Porter y el pintor presenta un juego de contrastes netamente barroco.
Otros discípulos de Rubens se especializaron en pintura de género como Jordaens que se inclinó por lo
popular y cotidiano en cuadros que rezuman alegría de vivir (El rey bebe), y Teniers, que reflejó el
ambiente de las tabernas llegando incluso a representar personajes groseros.
4.4. Pintura holandesa barroca: Rembrandt
La pintura holandesa está relacionada con el auge de la burguesía, que impuso sus gustos y sus valores.
El estado holandés era calvinista y, por eso, escasea la pintura religiosa, mientras que abundan los
temas profanos en retratos individuales y colectivos, paisajes, cuadros de género y bodegones. Los
holandeses optaron por el realismo y por un sentido puramente pictórico, concediendo gran importancia
a la luz.
Frans Hals destacó como retratista de primera fila. En esa especialidad cultivó, con soluciones nuevas y
magistrales, los retratos de grupo, que los gremios y asociaciones encargaban para sus salas de
reunión. En estos retratos colectivos coloca los personajes en una composición horizontal, sin destacar
a ninguno de ellos, dando a todos la misma importancia y captándolos con un profundo estudio
psicológico. Su pincelada es muy suelta, preimpresionista, y la luz hace resaltar los rostros.
De sus pinceles salió el lienzo de Las regentes del asilo de Haarlem, que realizó siendo ya octogenario,
con un impresionante estilo directo.
La asombrosa fuerza expresiva de los rostros que pintaba Hals se manifiesta con más vigor, si cabe, en
los retratos individuales como La gitanilla.
El arte de Rembrandt es la culminación de la pintura holandesa. Autor genial, abarcó todos los temas,
siendo también uno de los mejores grabadores de todos los tiempos. Fue criticado por sus
contemporáneos, debido a que su obra es anticonvencional y subjetiva.
Características de su estilo:
Se inspira siempre en la realidad. Incluso en las escasas representaciones de tema religioso se
despega de la belleza idealizada del clasicismo.
Pincelada suelta y separada, contornos desdibujados, empastes densos en muchas zonas del
cuadro. Suele mezclar distintos tipos de pincelada en una misma obra.
La luz dorada es el elemento básico que resalta el tema y da valor al espacio. La luz es como un
resplandor envolvente, que parece proceder del propio sujeto. Desde sus primeras obras
Rembrandt se inclinó por un tipo de iluminación lateral, en diagonal.
Capta la interioridad del ser humano, que pone de manifiesto en la intensidad de las miradas.
Obras. Podemos ver estas características en sus numerosos autorretratos, en los retratos individuales
y, sobre todo, en sus retratos colectivos como Los síndicos de los pañeros, La lección de anatomía y
la Ronda de Noche. La Ronda es un cuadro fundamental en la historia del Arte, por lo novedoso de la
composición del retrato de grupo, por el maravilloso ejercicio de entonación cromática, por las
calidades táctiles y por la magistral utilización de la luz para crear un espacio unitario y verosímil.
También realizó pintura de género, temas como el buey desollado, temas bíblicos, de historia, etc.
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La pintura holandesa del barroco tuvo también grandes pintores de género, herederos de los
primitivos flamencos. Es el caso de Jan Steen, cuyas escenas familiares ofrecen un cuadro fiel de la
burguesía holandesa, en forma sugestiva y satírica. El maestro indiscutible de ese género es Vermeer.
Vermeer de Delft refleja casi siempre ambientes domésticos, interiores de los ordenados y luminosos
hogares de la ciudad de Delft. Poetiza la vida cotidiana inundándola de luz que resbala por las paredes
y los objetos. Busca el detallismo y la minuciosidad (como en La lechera). Su espíritu intimista alcanzó
también el paisaje con la Vista de Delft.
5. EL BARROCO ESPAÑOL
5.1. Contexto histórico
El siglo XVII es denominado en España Siglo de Oro. En él coincidieron la decadencia política y
económica con un desarrollo espectacular de la literatura y las artes plásticas. Los últimos reyes de la
Casa de Austria –los llamados Austrias menores: Felipe III, Felipe IV y Carlos II- vieron perderse
parte de sus posesiones europeas y gobernaron por medio de validos, en un clima de grave y constante
crisis económica. Con el siglo, acabó la Casa de Austria en España.
La monarquía hispana controlaba un inmenso territorio, que comprendía gran parte de América, pero la
Guerra de los Treinta años puso fin a la hegemonía política española en Europa. La situación económica,
en pleno declive, planteaba graves dificultades, que en el terreno artístico se manifestaban en el
empleo de materiales pobres, ocultos tras la riqueza decorativa. La sociedad estaba fuertemente
influida por la religiosidad de la Contrarreforma y el poder de la Iglesia se manifestaba tanto en su
patrimonio como en la capacidad para controlar ideológicamente las conciencias. El arte barroco español
está claramente al servicio de la monarquía absoluta y, sobre todo, de la Contrarreforma.
A principios del siglo XVII, Sevilla era la capital cultural y económica, por ser sede de la Casa de
Contratación y centralizar el comercio americano; pero desde mediados de siglo empezó su decadencia,
convirtiéndose Madrid en el centro más destacado. Madrid era una ciudad conventual y cortesana, que
crecía por su función de capitalidad, y en la que se construía mucho y mal. La arquitectura se hacía con
prisas y con materiales de mediocre calidad (cúpulas encamonadas, de madera y yeso, por ejemplo), por
la escasez de mano de obra cualificada y por los altos costes.
El siglo XVIII no supuso un radical cambio artístico, pero sí un cambio político trascendental. La
llegada de la dinastía Borbónica supuso, además de la influencia francesa, un mayor centralismo, el
resurgir económico, la internacionalización de la actividad artística y un cambio de gustos tendentes
hacia un refinamiento clasicista.
5.2. Arquitectura barroca en España
a) Arquitectura de la primera mitad del siglo XVII
En este periodo la arquitectura española se caracterizó por un barroquismo calmado, con predominio de
las formas herrerianas.
El arquitecto más importante fue Juan Gómez de Mora, discípulo de Herrera, al que se atribuyen:
o
El convento de la Encarnación, en Madrid, un edificio de gran sobriedad decorativa, que
tiene una fachada de tres cuerpos entre dos pilastras, coronada por un frontón.
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o
La Plaza Mayor de Madrid repite el tipo de plaza abierta iniciado por la de Valladolid. Un
incendio obligó a reconstruirla, ciento cincuenta y cinco años más tarde, dándole la actual
estructura cerrada.
b) Plenitud del barroco decorativo
Desde mediados del siglo XVII se abandona la austeridad anterior y se inicia una tendencia en que
predomina lo decorativo y la exaltación de formas. Chueca Goitia ha hablado de corriente nacional,
porque marcaría el verdadero carácter barroco del arte español. El barroco decorativo tuvo vigencia
hasta mediados del siglo XVIII. Se diferencian varios focos regionales con peculiaridades decorativas
propias.
En Madrid, Pedro Ribera fue el arquitecto favorito del Marqués de Vadillo, corregidor de la ciudad, en
el primer tercio del siglo XVIII. A él se deben el Puente de Toledo y la fachada del Hospicio. En esta
última, observamos su exaltado barroquismo en la abundante decoración de cortinajes, estípites,
huecos ovales, ménsulas, etc.
En Castilla, los hermanos Churriguera gozaron de tanto prestigio que dieron nombre al término
churrigueresco, con el que se suele evocar todo lo que de complicado y exaltado tiene el barroco. Benito
Churriguera fue el autor del retablo de San Esteban de Salamanca, con columnas salomónicas. De
Alberto Churriguera es la Plaza Mayor salmantina (1729), de estructura cerrada. Recuerda más al
plateresco que al modelo madrileño de Gómez de Mora.
A Narciso Tomé le corresponde una de las obras más complejas del barroco español, el Transparente
de la catedral de Toledo. Mezcla arquitectura, escultura y pintura con la luz natural que penetra por
una claraboya disimulada.
En Andalucía destacó Alonso Cano, cuya obra maestra es la fachada de la catedral de Granada ideada
como un gran arco de triunfo con tres hornacinas y una decoración de medallones, esculturas y
guirnaldas. La fantasía y exuberancia están patentes en la obra de Francisco Hurtado Izquierdo,
arquitecto de la sacristía de la Cartuja de Granada.
En Galicia se asienta una de las escuelas barrocas más fecundas. Los principales edificios están en
Santiago de Compostela, donde Casas Novoa diseñó, para la catedral románica, en 1738, la fachada del
Obradoiro, el conjunto más monumental del Barroco español. Elevó la fachada a gran altura, y la
enmarcó con dos torres, haciendo avanzar el cuerpo central como si de un retablo se tratase, mientras
los cuerpos laterales, menores y escalonados, producen un efecto de perspectiva. En conjunto crea un
acentuado dinamismo ascensional.
c) Arquitectura borbónica
En paralelo al barroco decorativo, se desarrolló en la primera mitad del siglo XVIII, la arquitectura
borbónica, al servicio de la nueva monarquía. Se caracterizó por la sencillez arquitectónica y la
sobriedad ornamental, ya que fue llevada a cabo por arquitectos extranjeros, franceses e italianos, que
no se dejaron influir por la corriente nacional. Construyeron el monumental Palacio Real de Madrid
(Juvara y Sachetti), de planta cuadrada, con un gran patio central y fachadas italianizantes decoradas
con almohadillado en su parte inferior y sobre ella pilastras y columnas de orden gigante. Otras obras
significativas son el Palacio de La Granja (Ardemans y Sachetti), cuyos jardines imitan los de
Versalles, y el Palacio de Aranjuez.
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5.3. Escultura barroca en España: los imagineros
a) Características
En España, predomina el tema religioso ya que el principal cliente era la Iglesia católica. La sociedad
española era decadente y venida a menos y, por ello, no hay iniciativa urbanística y apenas se encargan
monumentos funerarios. Los gremios y las cofradías impulsaron las procesiones (pasos) de Semana
santa.
La Iglesia buscaba provocar en los fieles sentimientos religiosos fáciles, populistas, en línea con la
Contrarreforma, por ello acude al realismo, huyendo de toda idealización.
El material preferido es la madera. La talla en madera presenta graves inconvenientes por las
dimensiones limitadas del bloque, los nudos y las vetas, las pequeñas oquedades, etc. Para resolver tales
problemas se hacen añadidos y se usa la policromía. Para policromar, primero entelan y cubren con yeso,
y después aplican el color, al temple. Los grandes escultores contaban con la colaboración de pintores
de calidad. También se siguió utilizando la técnica del estofado o bien se hacía a punta de pincel.
Capítulo importante eran los postizos para los ojos, pestañas, cabellos, dientes, uñas, coronas de
espinas, etc. Las lágrimas y los ojos se hacían de vidrio, las uñas muchas veces eran naturales. Usaban
corcho pintado para simular coágulos de sangre. Castilla fue, en general, menos inclinada que Andalucía
al empleo de postizos.
Fueron frecuentes también las imágenes de vestir, que tenían talladas únicamente las partes que
quedaban al descubierto, es decir, la cabeza, las manos y en ocasiones los pies.
En resumen, la escultura barroca española gusta de la expresividad y los efectos pictóricos.
b) Escuelas y autores
En la escultura española del siglo XVII, hay en España dos focos importantes, la escuela castellana y la
escuela andaluza:
La escuela castellana, tuvo su centro en Valladolid, continuando la tradición del siglo XVI. El
principal imaginero fue Gregorio Fernández que tuvo un prestigioso taller, con gran cantidad de
colaboradores. Sus tallas se caracterizan por el realismo patético y doliente, con el que
consigue una intensa expresividad dramática. Estudia el cuerpo humano con atención, logrando
reflejar sus calidades táctiles. La policromía mate, de excelente calidad, crea llagas, abre
heridas, en una palabra, confiere a las figuras un gran realismo. Los ropajes son convencionales
y angulosos, como acartonados. Hizo imágenes de procesión como la Piedad, y retablos como el
de la catedral de Plasencia. Los Crucificados, que llevan un paño de pureza muy movido, y los
Yacentes (El Pardo, Museo de Valladolid) son muy populares. Dejó numerosos discípulos cuyos
pasos desfilan en las procesiones vallisoletanas.
La escuela andaluza busca la emoción más que la tragedia. Aplica un mayor virtuosismo formal y
casi siempre idealiza las figuras. Las imágenes de vestir tuvieron más importancia que en
Castilla.
En Sevilla trabajaba Martínez Montañés. Gozó de gran prestigio en la ciudad, llegándosele a
llamar el Lisipo andaluz o el dios de la madera. Montañés tiene mayor clasicismo y serenidad que
Gregorio Fernández. Su influencia llegó hasta América, gracias a que Sevilla monopolizaba el
comercio de ultramar. Sus obras principales son la Inmaculada (conocida por La Cieguecita), la
Adoración de los pastores (en el retablo de Santiponce) y el Cristo de la clemencia,
representado vivo, con cuatro clavos y sin tragedia.
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El discípulo más importante que tuvo Martínez Montañés en Sevilla fue Juan de Mesa, cuyas
imágenes, de gran expresividad, como el Jesús del Gran Poder, gozan del fervor popular.
En Granada tenía su taller Alonso Cano que cultivó arquitectura, escultura y pintura, aportando
novedades en cada una de ellas. Cano se expresaba en el lenguaje de lo delicado, con dulzura y
un clasicismo moderado, rehuyendo todo lo patético. Destacó por su Inmaculada.
En el taller de Cano se formó Pedro de Mena, más expresivo, creador de tipos iconográficos de
gran tradición como las Dolorosas, santos místicos y penitentes (Magdalena penitente, San
Francisco).
En el siglo XVIII, en Murcia, Francisco Salzillo, hijo de un escultor napolitano, acercó la imaginería al
arte rococó. Sus imágenes son serenas, idealizadas. La policromía usa los tonos azules y rosas. Entre sus
pasos de Semana Santa destaca La Oración en el Huerto.
5.4. Pintura barroca en España
Aunque desde el punto de vista político, el siglo XVII es en España una etapa de decadencia, es el siglo
de Oro de la pintura española.
a) Características
De las tres grandes corrientes de la pintura barroca, fue la tendencia naturalista la que más arraigo
tuvo en España. El pleno barroco o decorativo sólo está patente en algunos grandes cuadros de altar,
llegando su influencia a España a través de Rubens y no de Italia. El clasicismo apenas tuvo éxito.
El tema más frecuente es el religioso, ya que el cliente más importante de los pintores era la Iglesia de
la Contrarreforma. Fue interpretado de forma variada: de manera más realista y dramática en Ribera;
más místico en Zurbarán; equilibrado en Velázquez; popular y amable en Murillo. El bodegón, aunque
escaso, tuvo dos autores de gran calidad: Zurbarán y Sánchez Cotán. El resto de los temas, como el
retrato, el paisaje o la mitología, apenas tuvieron cultivadores si exceptuamos a Velázquez por ser
pintor de Corte.
Los pintores españoles mostraron su preocupación por la luz, siendo el tenebrismo un punto de partida
para algunos, para otros una constante en toda su obra.
El gran maestro en la representación del espacio, mediante la perspectiva aérea, fue Velázquez.
b) Escuela valenciana
Se desarrolla en la primera mitad del siglo XVII. Es una escuela caravaggiesca, que tuvo el primer
representante en Ribalta. En su Cristo abrazando a San Bernardo observamos ya el interés por el
fuerte contraste de luz y sombra y por el realismo en las figuras.
José de Ribera es el protagonista más destacado del naturalismo español. El spagnoletto, como le
llamaban en Italia, se estableció en Nápoles desde muy joven. Admirador de Caravaggio, tomó de él la
visión de la realidad y el tenebrismo. La pincelada, cargada de pasta, alcanza las calidades táctiles en
plegados, arrugas, heridas, etc. En la obra de Ribera podemos distinguir dos etapas.
Una primera etapa de naturalismo tenebrista, con obras como sus series de filósofos
(Arquímedes, tratado como un mendigo) y santos (San Andrés, con el cuerpo viejo y decrépito),
o cuadros impactantes como la Mujer barbuda.
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El martirio de San Felipe marca la transición a su segunda etapa. Refleja los tensos
preparativos para el martirio, con el santo abandonado a la resignación. La obra es un juego de
diagonales y horizontales.
Naturalismo no tenebrista, etapa más pictórica, de pincelada suelta y cromatismo veneciano
como en El sueño de Jacob y La Inmaculada de Salamanca.
c) Escuela andaluza
En la primera mitad del siglo XVII, el artista más destacado fue Zurbarán, nacido en Badajoz pero
educado artísticamente en Sevilla. Maestro en el tema del bodegón, que compone de forma elemental y
austera, fue por encima de todo pintor de temas monásticos, que afronta como si fuera un místico.
Trabajaba deprisa y quizá por ello sus composiciones son torpes, con personajes no bien relacionados, y
sus perspectivas tienen graves errores estructurales; pero pinta con maestría la luz blanca, la paz
monacal y las calidades táctiles de las telas: todas estas características son patentes en La visión de
San Pedro Nolasco o en las series que hizo por encargo los monjes jerónimos y cartujos (San Hugo en
el refectorio). Se mantuvo dentro del tenebrismo pero no violento. A mediados de siglo pinta Alonso
Cano.
En la segunda mitad del siglo XVII, el prestigio de Zurbarán decayó en Sevilla debido al éxito de la
pintura amable y tierna de Murillo. Sus temas costumbristas de mendigos o pilluelos (Niños comiendo
fruta) muestran un mundo apacible que escapa a la realidad. Los temas religiosos son de gran dulzura;
bellas Inmaculadas, escenas familiares idílicas como en la Sagrada Familia del pajarito, Los Niños de
la concha, etc. Su factura fue haciéndose cada vez más suelta, llegando a la pincelada vaporosa. Por
ello contrasta tanto con su contemporáneo Valdés Leal, pintor de estilo desgarrado que incurre en
excesos casi expresionistas. Lo más conocido de su obra son Las Postrimerías.
d) Velázquez, pintor de corte
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez es una excepción dentro de la pintura española del XVII por la
cantidad y calidad de sus obras, por tratar temas muy variados (mitológicos, retratos, religiosos,
paisajes y cuadros de historia) y por sus condiciones de vida favorables a la producción artística,
gracias a la protección real de Felipe IV. No tuvo problemas económicos y pudo retocar cuidadosamente
las obras.
Características de su estilo:
Trabajó al óleo alla prima, pintando sin dibujo previo, con arrepentimientos frecuentes.
Como pintor barroco participó de la búsqueda de la realidad, exaltando al hombre concreto,
frente al ideal renacentista del arquetipo de belleza. Su genialidad consistió en descubrir lo
que había de excepcional en el mundo de lo cotidiano.
Participó de la corriente naturalista, utilizando el recurso del tenebrismo, y más tarde de la
corriente clasicista. Velázquez nunca llegó a lo desagradable y ennobleció a los personajes. Es
un pintor barroco, pero su barroquismo no es exuberante ni dinámico. Empleó el equívoco e
integró al espectador en la escena. Su obra es conceptual y difícil pues bajo la apariencia
realista, casi siempre subyace una segunda lectura intelectual.
Evolucionó a lo largo de su obra. Tras su primera etapa sevillana, los colores se irán aclarando y
la pincelada será cada vez más suelta, para convertirse, a partir de su segunda etapa madrileña
en pintor del tiempo, por detenerse en la captación de lo momentáneo, y pintor del espacio, por
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llegar a una perfecta representación de la perspectiva aérea. En sus últimas obras fingió la
tercera dimensión a base de pintar el aire, desdibujando los contornos, modificando los colores
e iluminando la escena escalonadamente con diversos focos e intensidades de luz.
Vida y evolución de su obra: Diego Velázquez nació en Sevilla (1599), que entonces era una ciudad
cosmopolita y activa, y sede de la Casa de Contratación de las Indias. A los doce años entró en el taller
de Pacheco, pintor, teórico de la pintura y veedor de la Inquisición; siete años después, Velázquez
casaría con Juana, la hija de su maestro.
Etapa sevillana (1617 - 1623)
Es una etapa naturalista, pero sin llegar a lo desagradable. Trata los temas de forma directa
y muestra preferencia por las medias figuras y el bodegón. Los tipos son de plasticidad dura,
dibujados con precisión y detalle. Emplea luz tenebrista que acentúa los volúmenes. Los
colores son terrosos y de aspecto mate, con abundancia del negro betún. A esta etapa
pertenecen la Vieja friendo huevos, El aguador de Sevilla y La Adoración de los Reyes.
Primera etapa madrileña (1623 - 1629)
En 1623 Velázquez se instaló definitivamente en la capital y en la corte. Dos años antes, había
subido al trono Felipe IV, quien le nombró pintor de cámara, con un sueldo de veinte ducados
mensuales, una cantidad por cada obra que pintara y derecho a médico, cirujano y botica.
Aunque en esta etapa mantiene su estilo sevillano, no deja de progresar, demostrando su
maestría sobre todo en los retratos. La obra más importante es El triunfo de Baco, Los
Borrachos, en la que vemos por vez primera, su visión crítica de la mitología.
Primer viaje a Italia (1629 - 1631)
Por consejo de Rubens, que había llegado a España en 1628, viajó a Italia. Visitó Venecia,
Roma y Nápoles y se dedicó a estudiar obras de grandes maestros como Tintoretto, Miguel
Ángel y Rafael. Su conocimiento de la pintura italiana hace que mejore el dibujo y que elimine
el negro de su paleta; su pincelada es más suelta y comienza a hacerse patente su
preocupación espacial conseguida mediante juegos de la luz. La obra más importante es La
fragua de Vulcano en que el asunto mitológico está tratado con dignidad y contención; los
bellos cuerpos, desnudos, modelados por la luz, denotan que ha asimilado el clasicismo
boloñés.
Segunda etapa madrileña (1631-1649)
Es una etapa de intensa actividad artística. La paleta se aclara y aparecen sus característicos
tonos plateados. La pincelada es suave y ligera, con poca materia. Todo en sus obras está
cohesionado para unir atmósfera, color en brillos titilantes y figuras que se alzan en el
espacio, como envueltas en él. Es el momento en que Velázquez empieza a comprender que el
ojo humano sólo puede apreciar el objeto que enfoca, mientras el entorno se vuelve borroso y
se desdibuja. Comprende que en la distancia los motivos van perdiendo precisión y los colores
se empañan, desapareciendo la brillantez inicial. A este periodo pertenecen varias obras
importantes:
o
Cuadros religiosos. El Cristo crucificado cuyo bello desnudo, muy clasicista, parece
irradiar luz sobre el fondo oscuro.
o
Para decorar el salón de Reinos del palacio del Buen Retiro realizó La Rendición de
Breda, llamada también Las Lanzas. Está inspirado en un episodio glorioso de las
campañas de Flandes, en el marco de la Guerra de los Treinta años. Los rostros
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aparecen fuertemente individualizados. El tema está tratado con una actitud clásica
en la que se exalta la hidalguía y la nobleza. El fondo del paisaje es muy bello, con una
lejanía luminosa de evocación veneciana. La composición contrapone dos grupos
compensados, abiertos al centro en dos semicírculos y dispuestos de manera que
llevan, por medio de planos, la vista del espectador hacia el fondo.
o
También para el Salón de Reinos pintó el retrato ecuestre del príncipe Baltasar
Carlos, que aparece representado con gran riqueza cromática, en verdes, azules, rojos
y plateados. Tiene como fondo el paisaje de la sierra madrileña. El retrato del Conde
Duque de Olivares presenta características comparables.
o
Retratos de bufones. Velázquez los retrata con un respeto admirable, buscando la
verdad pero destacando sus rasgos más nobles. Pablillos de Valladolid posee un
concepto de asombrosa modernidad, firmemente apoyado sobre un suelo inexistente,
con la sombra como única referencia espacial. Su preocupación por la condición
humana se pone de manifiesto en las representaciones de bufones y enanos como en el
Niño de Vallecas.
Segundo viaje a Italia (1649 - 1651). Viajó a Italia a comprar obras de arte para Felipe IV.
En esos años pintó varias obras maestras:
o
Retrato del papa Inocencio X, de gran penetración psicológica. Es conocido que al
Papa le pareció demasiado veraz y directo, y que por ello exclamó Troppo vero. En
realidad fue un elogio para un pintor amigo de la verdad.
o
La Venus del espejo adopta la postura de la estatua del Hermafrodita, como un
tributo a la escultura clásica. El amorcillo procede de Tiziano. El desnudo de la Venus
es naturalista y su cabeza impresionista. Mira al espectador a través del espejo,
rasgo barroco.
o
Los Paisajes de la Villa Médici son dos pequeños paisajes a pleno aire, en que los
rayos del sol se filtran entre las hojas. Es la captación del momento, al mediodía y por
la tarde, con espontaneidad impresionista. Luz y aire parecen flotar en el ambiente.
Tercera etapa madrileña (1651 - 1660)
De vuelta a Madrid, su estilo alcanzó la plenitud. Sigue con su pincelada suelta y abreviada y
se interesa más aún, si cabe, por la luz. Sus composiciones son meditadas y complejas. Es la
etapa en la que llega a la culminación la perspectiva aérea.
Las Meninas es una obra profundamente elaborada y de difícil explicación, que ha dado lugar
a distintas interpretaciones. La más tradicional alude a que Velázquez está retratando a los
reyes, Felipe IV y su esposa, que ocuparían el espacio del espectador y por eso se reflejan en
el espejo del fondo. La infanta Margarita, que curiosea el trabajo del pintor, tiene sed y sus
meninas le sirven agua. La acompañan dos enanos -Maribárbola y Nicolás Pertusato-, un perro,
la dueña y el guardadamas. Por la puerta del fondo, aparece José Nieto, aposentador de la
reina Mariana de Austria. Otra interpretación nos dice que Velázquez no está pintando a los
reyes sino que trabaja en su taller rodeado por la infanta y sus acompañantes. Los reyes han
entrado de repente y algunos personajes no se han dado cuenta pero sí la infanta que,
sorprendida, vuelve la mirada hacia sus padres; por eso, aparecerían dislocadas la posición de
la cabeza y la dirección de la mirada de la princesa.
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La segunda gran corriente de interpretación, supone que el lienzo es en realidad, más allá de
una escena cortesana, una alegoría de la creación artística con el que Velázquez quiere
defender la pintura como actividad intelectual.
El cuadro está realizado con manchas de color, mostrando un claro predominio de lo pictórico.
La gama cromática es muy variada, en platas, marrones, negros, verdes, rojos, amarillos… La
obra tiene, también, una serie de arrepentimientos.
Velázquez compagina en Las Meninas la perspectiva cónica frontal, cuyo punto de fuga está en
el personaje del fondo, con la perspectiva aérea. Los recursos que emplea son los sucesivos
planos de luz y de sombra, el desenfoque de las figuras y la pérdida de brillantez en el color
según se aleja del primer plano. El aire es protagonista de la obra.
Las miradas de los personajes recaen en el espectador que queda incluido en el cuadro. Se
confunden los límites de la realidad y del lienzo en una confusión típicamente barroca.
Las Hilanderas, sufrieron un deterioro importante en el incendio del Alcázar de 1734; en la
restauración se añadieron un trozo de lienzo en la parte superior y otros en los laterales.
Aunque a simple vista parece una escena de género, esconde un tema mitológico, la fábula
de Aracne, en concreto su competición con la diosa Minerva para decidir quién era mejor
tejedora. En primer plano vemos, en un taller de hilatura, a la diosa, disfrazada de anciana, y
a Aracne junto con otras tres trabajadoras. En el segundo plano, muy iluminado, Minerva,
recuperada ya la apariencia divina, levanta la mano para castigar la soberbia de Aracne porque
ha tejido un tapiz en que, burlándose de los dioses, había representado a Zeus
metamorfoseado en toro y raptando a Europa. Es otra vez el equívoco barroco, típico del
artista, nos presenta simultáneamente dos momentos del mito. Otra interpretación más
compleja nos habla de una exaltación de la monarquía absoluta que castiga implacable a
quienes desafían su poder.
Las dos figuras del primer término están basadas en dos de los ignudi de Miguel Ángel en la
Capilla Sixtina. El personaje central, en penumbra, nos enlaza con el fondo, marcando una
transición paulatina. Las Hilanderas es uno de los mejores exponentes de perspectiva aérea.
La técnica es prodigiosa: la pincelada suelta, el toque breve, el color armonizado y, sobre
todo, la perfección de la luz. Es admirable la destreza de Velázquez en lograr la sensación de
transparencia al captar la velocidad del giro de la rueca.
En junio de 1660 Velázquez murió en Madrid sin dejar verdaderos discípulos aunque, si hubiera que
hablar de continuadores, sin duda el mejor fue su yerno Martínez del Mazo.
Velázquez ha sido muy valorado en casi todas las épocas y especialmente por los pintores del XIX.
Baste como ejemplo que Delacroix, en 1832, a su regreso de un viaje a España, dijo, refiriéndose a la
pintura del sevillano, que allí se encuentra lo que he buscado desde hace muchos años.
e) Escuela Madrileña posterior a Velázquez
Aparte de su yerno Martínez del Mazo, destacan otros pintores que trabajan en Madrid, alrededor de
la Corte. El mejor fue Claudio Coello, cuyos retratos poseen gran penetración psicológica. En La
Adoración de la Sagrada Forma (Sacristía de El Escorial), nos muestra una verdadera galería de
retratos y aplica con maestría la perspectiva aérea.
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PREGUNTAS PAEG:
La arquitectura barroca. Bernini y Borromini. El palacio del poder: Versalles.
La arquitectura barroca española: de la plaza mayor al palacio borbónico.
La escultura barroca: Bernini.
La imaginería española.
La pintura barroca: italiana Caravaggio, flamenca Rubens y holandesa Rembrandt.
La pintura barroca española: Ribera, Zurbarán, Murillo.
La pintura barroca española: Velázquez.
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