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El régimen jurídico de la contratación laboral entre abogados
Comentario al RD 1331/2006, de 17 de noviembre (LA LEY 11133/2006), por el que se
regula la relación laboral especial de carácter especial de los abogados que prestan servicios en
despachos de abogados, individuales o colectivos, BOE 18 de noviembre de 2006
Ana de la Puebla Pinilla
Profesora Titular de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Universidad Autónoma de Madrid
Relaciones Laborales, Nº 1, Sección Legislación, Quincena del 8 al 23 Ene. 2007, Año XXIII, pág. 761, tomo
1, Editorial LA LEY
LA LEY 4378/2006
A punto de concluir el plazo concedido al Gobierno para regular la relación laboral especial de los abogados que
prestan servicios en despachos, se ha publicado el RD 1331/2006, de 17 de noviembre, en el que se contiene
dicha regulación. En las páginas siguientes se aborda su análisis con la intención de detectar qué consecuencias
derivan de las características que hacen de la relación laboral entre abogados una relación especial. Se trata en
definitiva, de llamar la atención sobre las novedades y especialidades del régimen jurídico aplicable a esta
peculiar relación laboral.
Disposiciones comentadas
I — INTRODUCCIÓN
La disp. adic. 1.ª en la Ley 22/2005 de 18 de noviembre (LA LEY 1623/2005)(BOE 19 de noviembre de 2005) (1) ,
por la que se creaba la relación laboral especial de los abogados, ya anticipaba que en el plazo máximo de doce
meses debía regularse mediante Real Decreto esta relación laboral especial. Frente a lo que es habitual en este
ámbito de los deberes legislativos, el Gobierno ha cumplido sus obligaciones y el esperado Real Decreto ha sido
publicado en el BOE justo al límite del vencimiento del plazo (RD 1331/2006, de 17 de noviembre (LA LEY
11133/2006), por el que se regula la relación laboral especial de los abogados que prestan servicios en despachos
de abogados, individuales o colectivos, BOE 18 de noviembre de 2006).
Siempre es de agradecer la diligencia en el cumplimiento de las tareas pero más en este caso porque eran muchas
las dudas e inquietudes generadas en torno a la regulación reglamentaria de esta relación laboral especial y las
relativas a las situaciones transitorias hasta que esta norma viera la luz (2) . La declaración de la especialidad de
la contratación laboral entre abogados determinó que de forma inmediata se convirtieran en laborales prestaciones
servicios que, hasta ese momento, se prestaban formalizadas como relaciones civiles o mercantiles. Sin duda, a
este cambio tranquilo en el régimen jurídico de un buen número de abogados, contribuyeron las medidas que en la
misma disp. adic. 1.ª Ley 22/2005 (LA LEY 1623/2005) se anticipaban en materia de Seguridad Social y que
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suponían una auténtica amnistía respecto de las cotizaciones de los cuatro últimos años correspondientes a los
abogados que prestaran allí servicios en régimen de ajenidad (3) . En todo caso, estas prestaciones o aquellas que
todavía se articulaban como civiles o mercantiles, pero en las que concurren las notas que identifican la
laboralidad, quedan automáticamente reconvertidas en relaciones laborales especiales y reguladas por el RD
1331/2006 (LA LEY 11133/2006), sin perjuicio del respeto a «las condiciones más beneficiosas que tuvieran
pactadas con anterioridad». Esta última precisión permitirá preservar condiciones más ventajosas que ya se
disfrutaban en el marco de la anterior relación entre el despacho y el abogado pero no parece que su eficacia
puede llegar a amparar el mantenimiento del régimen jurídico laboral ordinario como condición más beneficiosa. Y es
que la declaración de la relación entre abogados y despachos como especial y su regulación conforme a lo previsto
en la norma reglamentaria se configuran como normas no disponibles para las partes.
Como se anticipaba en una primera aproximación a esta nueva relación laboral (4) , su especialidad no deriva tanto
de las características de la actividad profesional del profesional abogado —que reclaman su actuación en
condiciones de independencia, integridad y confidencialidad— ni de la circunstancia de que trabajen para otro y en
el ámbito de su organización sino, sobre todo, las características de la organización que le emplea (un bufete de
abogados) y los servicios que éste presta a su clientela, que explicaría una diferenciación de tratamiento respecto
a los demás abogados trabajadores de otros empleadores y a los trabajadores no abogados de despachos de
abogados. Esta impresión se confirma en el texto de la norma reglamentaria. En esta dirección, el RD 1331/2006
(LA LEY 11133/2006)reitera la exclusión de su ámbito de aplicación de las prestaciones de servicios de abogados
para otro tipo de entidades distintas a los despachos. En el mismo sentido, el Preámbulo del Real Decreto describe
con detalle las peculiaridades de la contratación laboral entre abogados y despachos y que derivan, en buena
medida, de las particulares obligaciones que el abogado asume en su trato con la clientela y en los deberes éticos
y deontológicos que necesariamente deben regir su actuación. Estas especialidades determinan una mayor
autonomía, independencia técnica y flexibilidad en la organización y dirección del trabajo del abogado, una
limitación de las facultades de dirección y control de los titulares del despacho, mayores exigencias en cuanto al
cumplimiento de los deberes específicos de diligencia y confidencialidad y, finalmente, un más estricto respeto a los
principios de buena fe y recíproca confianza. Sobre esas peculiaridades pivota el régimen jurídico previsto para
esta relación laboral especial.
El RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) es una norma con un amplio articulado (25 artículos, 4 disposiciones
adicionales y una final) organizados en 8 Capítulos cuyas rúbricas remiten a prácticamente todas las instituciones
básicas de la relación laboral y respecto de las cuales parece que la norma reglamentaria prevé una regulación
específica y concreta.
Pero, al final, las novedades son muchas menos de las que cabía esperar. El RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) no
desplaza del todo la aplicación del derecho laboral «común» del Estatuto de los Trabajadores (LA LEY 1270/1995) y
ello no sólo por las numerosas y continuas remisiones en bloque que se hacen al Estatuto (5) sino también porque
éste aparece en definitiva como norma supletoria (disp. adic. 4.ª RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006)). Y allí donde
la norma podía y debía haber incorporado previsiones expresas para resolver problemas específicos no lo ha hecho.
La norma reglamentaria atribuye un papel esencial en la regulación de la relación laboral especial al convenio
colectivo —un específico convenio colectivo de franja, de aplicación exclusiva a los despachos de abogados— al
que efectúa constantes llamadas, pero deja huérfanos de regulación aspectos esenciales como los derechos de
representación colectiva y de procedimiento de negociación (6) , lo cual resulta especialmente reprochable dada la
práctica ausencia de estructuras con tradición negociadora en este ámbito.
El presente comentario va precedido, en este mismo volumen, de un editorial sobre el mismo tema elaborado por D.
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Miguel RODRÍGUEZ-PIÑERO. Las más elementales reglas de la prudencia profesional aconsejan guardar silencio
sobre aquellos aspectos que han sido analizados y valorados por quien primero lo ha hecho con mayor y mejor
criterio. En otros casos, el mejor comentario al Real Decreto pasa necesariamente por la remisión a las reflexiones
que en dicho Editorial se recogen.
Esto explica que las páginas que siguen se detengan especialmente en aspectos puntuales del régimen jurídico de
la relación laboral especial de los abogados, aquellos donde se advierte la incorporación de novedades o
especialidades relevantes o aquellos en los que bajo la apariencia de un régimen específico se ocultan meras
adaptaciones o modulaciones del régimen laboral ordinario. Se omiten, sin embargo, mayores referencias a
aspectos tales como el sistema de fuentes que regulan la relación laboral especial, al papel del convenio colectivo
y a las dificultades prácticas para su negociación, o a las especialidades que sobre el poder de dirección derivan de
la independencia con que los abogados han de desarrollar su actividad profesional. Aspectos estos últimos que
reciben amplio y magistral tratamiento en el mencionado Editorial.
II — EL ÁMBITO DE APLICACIÓN DE LA RELACIÓN LABORAL ESPECIAL DE LOS ABOGADOS: LOS
INTENTOS CLARIFICADORES DE LA NORMA
La delimitación del ámbito subjetivo de la relación laboral especial se anticipaba ya en la disp. adic. 1.ª Ley
22/2005 (LA LEY 1623/2005), cuando se señalaba que tendría la consideración de relación laboral de carácter
especial «la actividad profesional de los abogados que prestan servicios retribuidos, por cuenta ajena y dentro del
ámbito de organización y dirección del titular de un despacho de abogados, individual o colectivo». El propio
precepto se cuidaba de matizar que no se consideran incluidos los abogados que ejerzan la profesión por cuenta
propia, individualmente o asociados con otros, ni las colaboraciones que se concierten entre abogados cuando se
mantenga la independencia de los respectivos despachos.
La aclaración que introducía la norma no resultaba, sin embargo, suficiente para determinar con absoluta seguridad
cuándo la prestación de servicios de un abogado debía considerarse sujeta a la relación laboral especial. En buena
medida, ello se explica por la diversidad y pluralidad de fórmulas a través de las cuales se puede articular la
prestación de servicios de un abogado. Ello obligó a indagar en estas fórmulas para ensayar una tipología de
supuestos excluidos de la relación laboral especial (7) .
En este sentido se apuntaba, siguiendo el dictado de la ley, la exclusión de los abogados que ejerzan la profesión
por cuenta propia, individualmente o asociados con otros, y se interpretaba que tal exclusión integra la actividad
de aquellos abogados que desarrollen su actividad por cuenta propia, considerando como tales, en los términos del
art. 27 Estatuto General de la Abogacía, a los titulares de su propio despacho que ejercen la profesión en solitario,
y a los que se agrupan con otros con la finalidad de compartir los locales, instalaciones, servicios u otros medios,
pero manteniendo la independencia de sus bufetes, sin identificación conjunta de los mismos ante la clientela. Este
tipo de agrupaciones constituyen lo que se denomina sociedades de medios o sociedades instrumentales a través
de las que se persigue compaginar un óptimo nivel de eficacia y competitividad con el ejercicio individual de la
profesión mediante un instrumento jurídico que les permite utilizar conjuntamente con otros los medios auxiliares
necesarios para el desarrollo de su actividad profesional (local, biblioteca, ordenadores, personal administrativo...)
pero manteniendo independiente su actividad profesional (8) .
La exclusión afectaba también al ejercicio colectivo de la abogacía, que supone el acuerdo o agrupación de dos o
más abogados para ejercer su actividad en un mismo despacho, articulando su relación a través de cualquiera de
las formas permitidas en derecho, incluidas las sociedades mercantiles, en la medida en que ello no excluye que la
prestación se efectúa de forma autónoma o por cuenta propia de modo que también las relaciones creadas entre
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los socios del despacho están excluidas del ámbito de la relación laboral especial.
Se consideraban asimismo excluidas las colaboraciones que se concierten entre abogados cuando se mantenga la
independencia de los respectivos despachos. Se trata del supuesto contemplado en el art. 27.1 d) Estatuto
General de la Abogacía que remite a los casos en que se mantenga una relación de colaboración entre despachos
basada en el arrendamiento de servicios, contrato civil por el que una persona se compromete a «prestar algún
servicio» a otra, en la expresión del art. 1544 CC (LA LEY 1/1889), o través del arrendamiento de obra que, a tenor
de lo dispuesto en el art. 1588 CC (LA LEY 1/1889), permite la contratación de «la ejecución de una obra
conviniendo que el que la ejecute ponga solamente su trabajo o su industria, o que también suministre el material».
Fenómeno que quedaría también excluido de la regulación de referencia sería en las uniones de despachos con el
objetivo de sumar sinergias pero que carecen de dirección global. En este caso cada despacho conservaría su
plena autonomía laboral manteniéndose relaciones únicamente mercantiles entre los mismos.
Entrando ya en el ámbito del ejercicio de la abogacía por cuenta ajena, se excluían del ámbito subjetivo de la
relación laboral especial, aunque no se señalara expresamente en la disp. adic. 1.ª de la Ley 22/2005, (LA LEY
1623/2005) la prestación de servicios por abogados en régimen de ajenidad para empleadores públicos o privados
que no revistan el carácter de despacho de abogados. En efecto, el hecho de que la norma quede referida a «la
actividad profesional de los abogados que prestan servicios retribuidos, por cuenta ajena y dentro del ámbito de
organización y dirección del titular de un despacho de abogados, individual o colectivo», excluye de su ámbito de
aplicación las relaciones laborales comunes que puedan concertarse con empresas públicas o privadas (9) . Es
obvio que en estos casos se aplicarán las reglas de la Ley del Estatuto de los Trabajadores (LA LEY 1270/1995)
siempre que cumplan con los presupuestos del art. 1.1 ET (LA LEY 1270/1995) que configura al trabajador como
sujeto del contrato de trabajo y siempre que «voluntariamente preste sus servicios retribuidos por cuenta ajena y
dentro del ámbito de organización y dirección de otra persona, física o jurídica, denominada empleador o
empresario» (10) .
Lo mismo, aunque por razones distintas, puede decirse de los abogados que, ejerciendo o no la profesión,
pertenezcan a cuerpos de funcionarios públicos, o a escalas administrativas de personal estatutario, presten
servicios retribuidos a las Administraciones Públicas correspondientes. En este caso, la exclusión deriva de la más
genérica del ámbito laboral de «la relación de servicio de los funcionarios públicos, que se regulará por el Estatuto
de la Función Pública, así como la del personal al servicio del Estado, las Corporaciones Locales y las Entidades
públicas autónomas, cuando al amparo de una Ley dicha relación se regule por normas administrativas o
estatutarias» [art. 1.3 a) ET (LA LEY 1270/1995)].
También se consideraban excluidos de esta relación laboral especial los licenciados en derecho no colegiados
cualquiera que sea su actividad profesional incluso si prestan sus servicios en despachos de abogados. En este
caso, la razón de la exclusión se explica porque la relación especial incluye a los «abogados», concepto éste que
remite a la obligatoria colegiación, tal y como señala el art. 6 Estatuto General de la Abogacía. Igual suerte corrían,
por fin, las actividades de formación y el régimen de pasantías.
El RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006)viene a confirmar expresamente buena parte de estas consideraciones (11) .
Su art. 1 no se limita a reiterar en positivo la delimitación ya contenida en la Ley 22/2005 (LA LEY 1623/2005) y a
excluir, como hacía también la Ley, la prestación de servicios de los abogados que ejerzan la profesión por cuenta
propia o las colaboraciones profesionales que se concierten entre abogados. A estas previsiones añade una larga
enumeración de las prestaciones que no están incluidas en el ámbito de aplicación de la relación laboral especial
(12) . Posiblemente, la opción de la norma reglamentaria no haya sido la mejor de las posibles dado que la lista de
exclusiones no puede considerarse exhaustiva ni puede considerarse que los supuestos en ella recogidos se
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delimiten con la suficiente precisión como para evitar cualquier género de dudas (13) .
Finalmente, el art. 1.3 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006), excluye de su ámbito de aplicación a los abogados que
prestan servicios en despachos con cuyo titular tengan una relación familiar y convivan con él, salvo que se
demuestre su condición de asalariados. El precepto recoge así la excepción del trabajo familiar para dejar fuera de
su régimen jurídico a las prestaciones profesionales que se desarrollan por los integrantes de una familia en los
bufetes familiares.
La regulación del ámbito de aplicación de la relación laboral especial se completa con las previsiones del art. 4 RD
1331/2006 (LA LEY 11133/2006) sobre las partes del contrato de trabajo. Éstas son, por una parte, en concepto
de trabajador, los sujetos que están habilitados para ejercer la profesión de abogados y por otra, como
empleadores, quienes sean titulares de un despacho de abogados, individual o colectivo. Una única puntualización
respecto al trabajador: la habilitación para ejercer como abogado remite hoy exclusivamente a exigencias
vinculadas con la colegiación pero no debe pasarse por alto que la entrada en vigor de la Ley 34/2006, de 30 de
octubre (LA LEY 10470/2006), sobre el acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales (BOE
31 de octubre de 2006), aunque pospuesta cinco años, modificará este régimen (14) .
La delimitación del sujeto empleador puede plantear mayores problemas porque, tras identificar como tales a los
titulares de un despacho de abogados, individual o colectivo, en términos idénticos a los que empleaba la disp.
adic. 1.ª Ley 22/2005 (LA LEY 1623/2005), el RD 1331/2006, (LA LEY 11133/2006) describe qué debe entenderse
por despachos colectivos (15) y, lo que puede generar mayores dudas de legalidad, aclara que «tendrán la
consideración de despachos de abogados los despachos multiprofesionales legalmente constituidos que incluyan
entre los servicios profesionales que ofrezcan a sus clientes, los correspondientes al ejercicio profesional de la
abogacía, siempre que se cumplan las condiciones establecidas para esta forma de ejercer la profesión de
abogados en las normas que regulan la misma». Esta última afirmación supone la aplicación del Real Decreto que
regula la relación laboral de los abogados a los que presten servicios en estos despachos multiprofesionales lo que,
como ya ha sido advertido con rotundidad, puede determinar no sólo una extralimitación respecto a la delimitación
que la Ley 22/2005 (LA LEY 1623/2005) hacía de la relación laboral especial sino una diferencia de trato no
justificada entre los profesionales que presten servicios dentro de la organización multiprofesional (16) .
III — FORMA Y MODALIDADES CONTRACTUALES EN LA RELACIÓN LABORAL DE LOS ABOGADOS.
LAS ESPECIALIDADES, POCAS, DEL CONTRATO DE TRABAJO EN PRÁCTICAS
Tres preceptos, amplios, dedica el RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) a la regulación del contrato de trabajo. Y,
sin embargo, las novedades que se contemplan cabrían en apenas unas líneas: exigencia de forma escrita (art. 7.1
RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006)), delimitación expresa del contenido mínimo del contrato (art. 7.2 RD
1331/2006 (LA LEY 11133/2006)) (17) y previsión de la duración máxima del periodo de prueba en defecto de
convenio colectivo diferenciando en función del carácter indefinido o temporal del contrato (art. 8.2 RD 1331/2006)
(LA LEY 11133/2006). El resto de las novedades, que tampoco son muchas, se refieren al contrato de trabajo en
prácticas.
En efecto, en la regulación de esta modalidad contractual se advierte de nuevo que las novedades y
especialidades de esta relación laboral tienen menor calado del que inicialmente cabía esperar (18) . Y ello a pesar
de que el RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) le dedica un amplio y extenso precepto que permitía imaginar muchas
más novedades de las que finalmente ofrece.
El art. 9 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) comienza reconociendo la posibilidad de celebrar contratos de trabajo
en prácticas con quienes estando habilitados para ejercer la profesión de abogado deseen iniciarse en el ejercicio
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profesional de la abogacía y adquirir el aprendizaje práctico de dicha profesión, colaborando o participando en la
actividad profesional del despacho. La regulación del contrato se hace por remisión al art. 11 ET (LA LEY
1270/1995) que, de esta forma, se convierte en la norma básica que ha regir el contrato en prácticas entre el
abogado y el despacho. El art. 9 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) identifica algunas peculiaridades de esta
modalidad contractual pero, de hecho, muchas de las que aparecen como especialidades no tienen ese carácter
pues bien se limitan a reproducir condiciones o deberes ya previstos y aplicables en la normativa común del
contrato en prácticas, bien responden a una finalidad puramente didáctica y clarificadora.
Lo primero es lo que ocurre, por ejemplo, con la previsión de que «la actividad laboral que el trabajador desarrolle
en el despacho deberá permitir adquirir el aprendizaje práctico de la profesión de abogado» [art. 9.2 b) RD
1331/2006 (LA LEY 11133/2006)] (19) . Lo mismo puede decirse del contenido del art. 9.4 RD 1331/2006 (LA LEY
11133/2006), que se limita a reiterar la obligación, común a todos los contratos de prácticas, de que el empleador
emita un certificado en el que conste la naturaleza de las actividades realizadas, el grado de las prácticas y su
duración (20) .
Por su parte, la previsión de que «si el trabajador continúa prestando servicios después de agotar la duración
máxima del contrato, éste se transformará en indefinido y se seguirá rigiendo por lo dispuesto en este Real
Decreto» [art. 9.2 e) RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006)] no es sino aplicación de lo previsto en el art. 20 RD
488/1998 con la aclaración de que la relación laboral se convierte en indefinida pero sigue teniendo carácter
especial. También el art. 9.3 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) responde a la finalidad de evitar dudas o
divergencias interpretativas sobre determinados supuestos en los que se niega tajantemente la posibilidad de
celebrar el contrato en prácticas. Así, se prohíbe celebrar contrato en prácticas con quienes hubieran estado
vinculados con el mismo u otro despacho con otro contrato de trabajo en prácticas que haya agotado su duración
máxima; con quienes hubieran estado vinculados con el mismo u otro despacho con un contrato de trabajo de los
regulados en el RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) durante un periodo superior a dos años y, finalmente, con
quienes hubieran ejercido con anterioridad la profesión de abogado por cuenta propia o en virtud de contrato
suscrito con empresas o entidades que no tengan el carácter de despachos por un período superior a dos años. En
definitiva, se trata de excluir la posibilidad de que se celebre contrato en prácticas con quienes ya han adquirido la
experiencia profesional mediante el desarrollo de la profesión, al margen del despacho donde hayan prestado sus
servicios y del título jurídico en virtud del cual se haya prestado la actividad. Tales previsiones no dejan de ser
concreciones específicas de la regla general fijada en el art. 11.1 c) ET (LA LEY 1270/1995) tal y como éste ha
sido interpretado por la doctrina judicial (21) . Leído en positivo el art. 9.3 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006),
debe entenderse que la prestación de servicios como abogado en los términos allí contemplados no impedirá la
celebración de un contrato en prácticas cuando no se haya superado el período de dos años, debiendo deducir
dicho tiempo de la duración máxima de contrato en prácticas. A estos efectos, tiene especial importancia lo
previsto en la disp. adic. 2.ª RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) que aclara que la realización de prácticas en el
marco de los programas formativos dirigidos a la obtención de título habilitante para ejercer la profesión de
abogado no impide que, obtenida la habilitación legal, se puedan concretar con el mismo trabajador contratos en
prácticas de cuya duración se deducirá el tiempo de realización de aquellas (22) .
La misma finalidad clarificadora posee la previsión de que el plazo de cuatro años a que se refiere el art. 11 ET (LA
LEY 1270/1995) «se empezará a contar desde la fecha en que se hubiera obtenido el título que habilite para el
ejercicio de la profesión de abogado». Sin duda, esta última previsión debe ponerse en relación con la nueva Ley
34/2006, de 30 de octubre (LA LEY 10470/2006), sobre el acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de
los Tribunales, en la que se establece la obligación de obtener el título profesional de abogado para desempeñar la
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asistencia letrada en procesos judiciales y extrajudiciales y, en todo caso para prestar asistencia letrada o
asesoramiento en Derecho utilizando la denominación de abogado. Dicha Ley contempla el procedimiento para la
obtención de este título profesional exigiendo, entre otros requisitos, que los licenciados en derecho reciban
formación especializada y superen la evaluación exigida para acreditar la capacitación profesional. Una vez que la
Ley 34/2006 (LA LEY 10470/2006) entre en vigor, a efectos de computar el plazo de cuatro años durante el cual
se puede celebrar el contrato en prácticas lo relevante no será la fecha de la obtención del título de licenciado en
Derecho sino la del título profesional (23) .
De este modo, las novedades que ofrece el contrato de trabajo en prácticas para los abogados quedan reducidas a
dos. Por una parte, la obligación de asignar al trabajador un tutor que debe ser un abogado del despacho con más
de cinco años de antigüedad en el ejercicio de la profesión [art. 9.2 c) RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006)] y, por
otra, la expresa previsión de que el trabajador tiene derecho a adaptar su jornada y horario de trabajo para asistir
a actividades formativas externas que tengan la misma finalidad [art. 9.2 d) RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006)].
La concreción de este último derecho se deja en manos del convenio colectivo o del contrato de trabajo.
Ninguna referencia añade el art. 9 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006)sobre los efectos que la regulación del
contrato en prácticas puede tener sobre la figura de los pasantes. Quizás debe ser así porque la pasantía no es
una figura laboral. Pero ello no impide apreciar que la regulación del contrato en prácticas, por una parte, y la
futura exigencia de prácticas externas como condición para adquirir el título profesional de abogado, por otra,
dejan poco espacio a esta figura. Difícilmente puede admitirse la validez de la pasantía realizada por quien ya ha
adquirido el título profesional pues, en ese caso, se tratará de una situación de hecho que, en la medida en que es
asimilable al contrato en prácticas debe ser reconducida a tal figura, de modo que lo que procede es que la
colaboración del pasante se articule mediante el contrato de trabajo en prácticas. La pasantía quedaría reservada,
ahora, para estudiantes de derecho y en un futuro próximo, cuando entre en vigor la Ley 34/2006 (LA LEY
10470/2006), para licenciados en derecho mientras carezcan de título profesional de abogado. Pero para estos dos
segmentos de futuros abogados existen otros instrumentos jurídicos que permiten articular adecuadamente la
colaboración en el despacho. Para los primeros, las becas concedidas en el marco de los Programas de Cooperación
Educativa regulados en el RD 1497/1981, de 19 de junio (LA LEY 1319/1981), actualizado por RD 1845/1994, de 9
de septiembre (LA LEY 3615/1994)). Para los segundos, las prácticas externas a que se refiere el art. 6 de la
citada Ley 34/2006 (LA LEY 10470/2006).
IV — ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO Y RÉGIMEN DE PRESTACIÓN DE LA ACTIVIDAD LABORAL
En el listado de deberes del abogado que recoge el art. 5.3 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006), se encuentra el
de «no concurrir profesionalmente con la actividad del despacho, en los términos previstos en este real decreto, en
el convenio colectivo o en el contrato». A partir de esa declaración inicial, hay varios pasajes del RD 1331/2006
(LA LEY 11133/2006) en los que se destila la preocupación por asegurar, por una parte, que la prestación de
servicios del abogado sometido a esa relación laboral especial se realice en régimen de exclusividad y, por otra, por
evitar conductas del abogado que supongan competencia profesional. Ejemplos de ello son, entre otros, el que la
exclusividad en la prestación de servicios se configure como regla general en el art. 10 RD 1331/2006 (LA LEY
11133/2006), o la causa de extinción contemplada en el art. 20 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006), que prevé la
pérdida de derecho a la readmisión cuando el abogado, durante el disfrute de un período de excedencia voluntaria,
ejerce la profesión en otro despacho si autorización.
Pero, al margen de estas referencias a la exclusividad y a la prohibición de competencia diseminadas en el texto del
RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006), éste dedica un capítulo específico a estas cuestiones bajo el título genérico
de «La organización del trabajo y el régimen de prestación de la actividad laboral». Sin duda, este especial interés
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del legislador por la regulación de estas materias viene determinado por la constatación de que la sujeción de los
abogados a las normas éticas y deontológicas que rigen su profesión les dota de una mayor autonomía e
independencia en el desarrollo de su prestación laboral pero, a la vez, determina «mayores exigencias a los
abogados en la ejecución de su actividad laboral en cuanto al cumplimiento de los deberes específicos de diligencia
y confidencialidad y de los plazos que se establecen en las normas procesales», así como «un más estricto respeto
entre los titulares de los despachos y los abogados de los principios de buena fe y recíproca confianza» (24) .
1. La exclusividad como regla distintiva de la relación laboral especial de los abogados
Frente a la premisa de la que parte el art. 21 ET (LA LEY 1270/1995) —inexistencia de exclusividad—, el art. 10 RD
1331/2006 (LA LEY 11133/2006) establece como regla general en el contrato especial de los abogados la
exclusividad en la prestación de servicios (25) . La regla tiene dos excepciones: cuando el contrato sea a tiempo
parcial —en cuyo caso habrá de entenderse que juega la regla contraria de no exclusividad— y cuando se haya
pactado lo contrario.
La plena dedicación del abogado al despacho ha de ser compensada económicamente —de acuerdo con lo que fije
el convenio colectivo o, en su defecto, el contrato— y se delimita en términos estrictos pues excluye la posibilidad
de que el abogado ejerza su profesión laboral para otros despachos, pero también por cuenta propia o para
cualquier otro tipo de entidades mediante contrato de trabajo. Sólo quedan expresamente fuera de la prohibición la
prestación de asistencia letrada y defensa jurídica derivada del turno de oficio o la que afecte a familiares en los
términos del art. 5.2 d) RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006). Aunque no se mencione expresamente, no parece que
este régimen de exclusividad impida al abogado colaborar altruistamente con ONG o entidades sin ánimo de lucro,
en la medida en que este tipo de actividad no está sometida a contrato de trabajo ni supone el desarrollo de una
actividad económica.
Expresamente señala el art. 10.3 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) que también es compatible con la regla de
exclusividad la realización de actividades docentes, representativas o de similar naturaleza. Precisión innecesaria
porque la regla general de incompatibilidad se refiere a actividades consistentes en el ejercicio de la profesión de
abogado, entre las que no se incluyen las de aquel carácter, en tanto que la incompatibilidad con otras actividades
profesionales ha de ser expresamente pactada [art. 10.2 a) RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006)].
2. Remisiones y novedades en la regulación de los pactos de permanencia y de no competencia
postcontractual
Especial atención se dedica también al pacto de permanencia, aunque su regulación presenta escasas novedades
frente a la que, con carácter general, se diseña en el art. 21.4 ET. (LA LEY 1270/1995)Las únicas precisiones
contempladas en el art. 11 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) remiten a un mayor papel del convenio colectivo a
quien se atribuye las tareas de determinar las condiciones necesarias para que el pacto sea válido y de delimitar
los criterios de cálculo o la cuantía de la indemnización a que tiene derecho el despacho en caso de que el
abogado lo abandone antes de terminar el periodo de permanencia pactado. No obstante, a estos últimos efectos,
la norma fija como límite de tal indemnización la cuantía de «los gastos que hubiera soportado el despacho como
consecuencia de la formación o especialización». La fijación imperativa de este tope indemnizatorio y la llamada al
convenio colectivo para que regule las cuestiones mencionadas pueden, sin duda, contribuir a evitar la imposición
de condiciones abusivas por el despacho en el pacto de permanencia.
En todo caso, no puede olvidarse que la expresa remisión al art. 21.4 ET (LA LEY 1270/1995) supone la aplicación
de las condiciones generales allí previstas tal y como han sido interpretadas por la doctrina judicial. Esto significa,
entre otras cosas, que la formación que recibe el abogado ha de serlo para poner en marcha proyectos
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determinados o para realizar trabajos específicos, lo que excluye la formación profesional ordinaria proporcionada a
todo trabajador como causa del pacto de permanencia, y exige para la legítima celebración del mismo una
formación singular o cualificada con un coste para el despacho (26) . No parece que la llamada al convenio
colectivo para regular las condiciones de validez del pacto permita eludir estas condiciones.
Por lo que se refiere al pacto de no competencia postcontractual, donde también juega la remisión al art. 21.2 ET
(LA LEY 1270/1995), lo más destacado tiene que ver con la delimitación del contenido del pacto que la propia
norma impone. Lógicamente, el pacto supone la posibilidad de prohibir al abogado desarrollar determinadas
actuaciones profesionales una vez terminada la relación laboral especial con el despacho. La peculiaridad del art.
21 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006)es que restringe las actividades prohibidas exclusivamente a aquellas
relacionadas con los clientes del despacho o con asuntos en que hubiera intervenido el abogado durante su
relación contractual. De este modo, sería nulo el pacto por el que se prohíba la realización de actividades
profesionales más allá de estos límites (27) .
Finalmente, se declara el derecho del abogado a que se le reconozca la clientela que haya aportado al despacho al
inicio de la relación laboral. De nuevo, la norma se remite al convenio o, en su defecto, al contrato para determinar
las fórmulas de compensación económica por la clientela.
V — LA REGLAMENTACIÓN DEL CONTENIDO DE LA RELACIÓN LABORAL: TIEMPO DE TRABAJO,
RETRIBUCIÓN, FORMACIÓN Y PROMOCIÓN PROFESIONAL
Algunas previsiones contiene también el RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006)en relación con la jornada de trabajo.
Se trata de precisiones que tratan de acomodar las peculiaridades del contenido de la relación laboral de los
abogados con los límites generales de duración de la jornada contemplados en el ET (LA LEY 1270/1995). Ya se
anticipaba esta intención en el Preámbulo de la norma reglamentaria cuando se advierte que uno de los aspectos
necesitados de modulación o adaptación es precisamente el tiempo de trabajo «en la medida en que la realización
de la actividad profesional de los abogados requiere, por parte de estos, disponer de un mayor margen de
flexibilidad en la utilización y distribución del mismo».
La norma reglamentaria fija mínimos a respetar y criterios a tener en cuenta pero remite a la negociación colectiva
la especificación de la duración de la jornada, la decisión sobre su distribución y la aclaración sobre los tiempos
computables como de trabajo.
El art. 14 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006)precisa que se «considerará tiempo de trabajo el tiempo que los
abogados permanezcan en el despacho realizando actividades propias de su profesión y el que dediquen fuera del
despacho para la asistencia y defensa de los clientes». Esta delimitación del tiempo de trabajo, que lo identifica
como tiempo efectivo de trabajo y no como mera presencia en el puesto de trabajo, se ajusta a los principios que
informan la normativa comunitaria sobre jornada (Directiva 2003/88/CE, de 4 de noviembre, por la que se
establecen disposiciones mínimas en materia de seguridad y salud en materia de ordenación del tiempo de trabajo)
y la regulación interna (RD 1561/1995, de 21 de septiembre, sobre jornadas especiales de trabajo) (28) . Continúa
el art. 14.1 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) señalando que «no se computará a efectos de la duración máxima
de la jornada de trabajo, sin perjuicio de su compensación económica, el tiempo que empleen los abogados en los
desplazamientos o esperas, salvo que durante los mismos realicen actividades propias de su profesión». Se evita
así, con esta última previsión, que el tiempo empleado por el abogado en esperas en el juzgado hasta la
celebración de un juicio o los desplazamientos para gestionar trámites y documentación o para entrevistarse con
clientes, peritos o testigos se compute como tiempo de trabajo. De esta forma, se trata de impedir que se supere
con facilidad la jornada máxima de trabajo cosa, que ocurriría de computarse estos períodos señalados. Ello, sin
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perjuicio, por supuesto, de la remuneración o compensación económica que proceda por estos tiempos de
dedicación. Al convenio colectivo se le asigna la tarea de identificar los supuestos concretos de desplazamientos y
esperas que no se computarán a efectos de la duración máxima de la jornada, lo que, de cumplirse
adecuadamente, facilitará sensiblemente la prueba de los tiempos que no deben considerarse como de trabajo.
También por convenio podrá disponerse la distribución irregular la de jornada que, en cualquier caso, deberá
garantizar el servicio a los clientes y el cumplimiento de los plazos procesales. Estas mismas prioridades deben
también respetarse a efectos de la fijación de las vacaciones y del disfrute de los descansos, fiestas y permisos
que, por otra parte, serán los mismos que disfrutan el resto de los trabajadores.
En materia de retribución, al que se destina el art. 18 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006), tampoco se aprecian
especialidades de trascendencia. El salario se pacta entre despacho y abogado con respeto a las previsiones
legales y convencionales. El resto del precepto se destina a proclamar expresamente lo que son consecuencias
directas de la ajenidad que, en sus diferentes manifestaciones, caracteriza a la relación laboral. Ajenidad en el
riesgo, cuando se señala que el despacho debe abonar las retribuciones acordadas a los abogados aunque los
clientes no hubiesen realizado pago alguno y ajenidad en los resultados, cuando se advierte que los abogados «no
devengarán ni podrán facturar a los clientes del despacho honorarios por los servicios prestados por los mismos».
También contempla la norma reglamentaria las cuestiones relacionadas con la formación del trabajador. El genérico
derecho a la formación continua de los trabajadores asalariados se materializa en la relación laboral especial de los
abogados mediante la formulación del derecho-deber de «obtener la formación continua necesaria para mantener
un nivel adecuado de capacitación técnica y profesional y en el ejercicio de su profesión y con ello prestar un
mejor servicio a los clientes» (art. 16 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006)) (29) . La eficacia de este derecho se
favorece estableciendo el deber del titular del despacho de proporcionar o facilitar la indicada formación y fijando
el derecho de los abogados a obtener permisos retribuidos para concurrir a actividades formativas para el reciclaje
y perfeccionamiento profesional y no retribuidos para otro tipo de actividades formativas.
Finalmente, el art. 17 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006)aborda la clasificación y promoción profesional de los
abogados. En este aspecto, sorprende la rotundidad con que se afirma que «los abogados que presten servicios en
los despachos se integrarán en una única categoría profesional», asumiendo la norma una decisión que corresponde
a la autonomía colectiva sin que existan motivos que justifiquen tal intromisión. Al margen de esta previsión, la
norma remite al convenio para que éste fije los términos en que debe hacerse efectiva la promoción profesional y
económica pero identifica algunos criterios que deben ser tomados en cuenta por el convenio. Por una parte, la
promoción debe producirse dentro de esa única categoría mediante la progresión en los grados que se establezcan
para la carrera profesional, teniendo en cuenta para ello el nivel de perfeccionamiento profesional y de rendimiento
alcanzado, los puestos ocupados en los despachos y los cometidos o responsabilidades desempeñadas; criterios
que coinciden con los previstos en el art. 24 ET (LA LEY 1270/1995)salvo en lo que se refiere a la antigüedad que
no aparece mencionado en la relación laboral especial de los abogados.
VI — RÉGIMEN JURÍDICO DE LA EXTINCIÓN DE LA RELACIÓN LABORAL ESPECIAL DE LOS
ABOGADOS: MENOS ESPECIALIDADES DE LAS ESPERADAS
En materia de extinción del contrato, el art. 21 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) comienza por remitirse a los
arts. 49 (LA LEY 1270/1995) a 56 ET (LA LEY 1270/1995), que constituyen el derecho común de la extinción del
contrato de trabajo, y que resultan, salvo puntuales matizaciones, aplicables a la relación laboral especial tanto en
lo que se refiere a las causas que pueden determinar la extinción del contrato como en cuanto a los efectos que
derivan de la misma.
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No obstante, el art. 21 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006)anticipa que dicho régimen jurídico de extinción de los
contratos está sujeto a las modulaciones o adaptaciones que el mismo Real Decreto contempla. Se trata de
peculiaridades derivadas de las notas que determinan la especialidad de esta relación laboral: la fiducia o confianza
entre las partes y las peculiares condiciones de independencia en que se desarrolla la prestación de servicios por el
trabajador... Pero, además, en la regulación de la extinción del contrato se advierte la especial incidencia que en la
prestación laboral de los abogados tiene la existencia de los clientes y la relación de confianza que su trato
requiere. Posiblemente ese triángulo formado por el despacho, el abogado y el cliente, al que se refiere el
Preámbulo del RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006)como circunstancia que condiciona el desarrollo y regulación de
la relación laboral especial, sea la causa que explica algunas de las especialidades que rodean la regulación de la
extinción. Es lo que ocurre, por ejemplo, con las previsiones relativas a los plazos de preaviso en caso de extinción
por voluntad del abogado o del despacho.
En todo caso, en la fijación de las especialidades no se ha llegado hasta el final ni se han asumido todas las que
podrían derivarse de las notas señaladas. Ello se advierte con claridad al constatar que, finalmente, el RD
1331/2006 (LA LEY 11133/2006) no contempla la posibilidad de libre desistimiento por el despacho y la pérdida de
confianza queda limitada a una causa objetiva de extinción con un régimen de prueba que la hace prácticamente
inviable.
La primera especialidad se refiere a los efectos del despido. Al respecto, el art. 21.2 RD 1331/2006 (LA LEY
11133/2006) prevé que la readmisión del trabajador será obligatoria «en caso de despido de un representante legal
o sindical de los abogados o cuando el despido se hubiera declarado nulo por ser discriminatorio o haberse
vulnerado derechos fundamentales». La razón de esta previsión es «la especial confianza que caracteriza a esta
relación laboral especial». Sorprende, sin embargo, que en atención a este factor fiduciario la decisión por la que
se opte es por asegurar la readmisión del abogado en los casos señalados cuando en otra relación caracterizada
igualmente por la confianza, como es la de los altos cargos, la solución es precisamente la contraria (art. 11.3 RD
1382/1985 (LA LEY 2054/1985)). La posibilidad de la no readmisión no queda, sin embargo, cerrada. La referencia
al «acuerdo al que puedan llegar las partes» que recoge el art. 21.2 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) supone
que la readmisión no es imperativa para abogado y despacho ni siquiera en los casos de nulidad por discriminación
o lesión de derechos fundamentales o en despidos de representantes legales de los trabajadores.
1. Extinción por voluntad del abogado: dimisión, resolución y protección de los intereses de la
clientela
Algunas peculiaridades presenta también el régimen de extinción del contrato por voluntad del abogado (art. 22 RD
1331/2006) (LA LEY 11133/2006). La norma contempla la posibilidad de que el abogado solicite la resolución judicial
de la relación laboral por las causas y con los efectos previstos en el art. 50 ET. (LA LEY 1270/1995) La única
peculiaridad añadida se refiere a la obligación del trabajador de informar al titular del despacho sobre la situación
en que se encuentren los asuntos que tuviera encomendados y de poner a su disposición la documentación
correspondiente, todo ello con la finalidad de que el despacho pueda encauzar los asuntos y dar continuidad al
asesoramiento y defensa de la clientela. El propio Real Decreto prevé el efecto que deriva del incumplimiento de
esta obligación y que no es otro que la responsabilidad indemnizatoria del abogado por los daños y perjuicios que
deriven de dicho incumplimiento. Se trata de una responsabilidad que, en todo caso, está condicionada a que el
despacho acredite y demuestre la existencia y cuantía de los daños (30) .
La misma exigencia se reproduce para los casos de dimisión del abogado. También aquí pesa sobre el trabajador la
obligación de informar al despacho en los términos y con las consecuencias que acaban de comentarse. Además,
para estos casos de extinción por voluntad del abogado, la norma reglamentaria establece con precisión los
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términos en que debe cumplirse el deber de preaviso. Lo que en la regulación del ET (LA LEY 1270/1995) se
resuelve con una mera remisión a lo previsto en los convenios o en la costumbre del lugar [art. 49.1 d) ET], aquí se
precisa con detalle señalando que la duración del preaviso será la que determine el convenio o, en su caso, el
contrato de trabajo, pero en ningún caso podrá ser inferior a cuarenta y cinco días ni superior a tres meses. El art.
22.3 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) prevé que también el incumplimiento del deber de preaviso podrá dar lugar
a la correspondiente reclamación de daños y perjuicios por parte del despacho. En las relaciones laborales
ordinarias el incumplimiento del preaviso puede generar derecho a indemnización de daños y perjuicios a favor de la
parte afectada siempre que se pruebe el daño y de acuerdo con las reglas de responsabilidad previstas en los arts.
1101 (LA LEY 1/1889)y ss. CC. Algunas relaciones laborales especiales prevén plazos específicos de preaviso y
fijan la indemnización que corresponde por su incumplimiento (31) . El RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) se ha
limitado a declarar la posibilidad de exigir responsabilidad pero no ha concretado la cuantía de la misma ni ha fijado
criterios orientativos. En todo caso, a efectos de calcular la procedencia y cuantía de la indemnización debe
tenerse en cuenta la finalidad del preaviso que, además de la genérica de evitar el perjuicio que una extinción
sorpresiva puede generar, en esta relación laboral especial cumple una concreta función cual es la de permitir que
el titular del despacho pueda adoptar las medidas que resulten necesarias para evitar perjuicios a los intereses de
los clientes y a los del despacho (art. 22.1 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006)). Es pues el interés de la clientela
y del despacho el que explica este singular plazo de preaviso y el que puede orientar el cálculo de los daños
generados por su incumplimiento.
2. La resistencia a admitir el libre desistimiento y la difícil ubicación de la pérdida de confianza
como causa extintiva
Finalmente, el capítulo de la extinción del contrato se cierra con el art. 23 bajo la rúbrica de «extinción del
contrato por voluntad del titular del despacho». El precepto comienza por reconocer la posibilidad de que el
empleador extinga el contrato por cualquiera de las causas contempladas en los arts. 49 y ss. ET (LA LEY
1270/1995), lo que significa una remisión en bloque a las normas reguladoras del despido disciplinario, del despido
colectivo o del fundado en causas objetivas así como a las demás causas extintivas allí contempladas.
Se añaden, no obstante, dos nuevas causas de despido que han de formalizarse y compensarse en los términos
previstos en el art. 53 ET. (LA LEY 1270/1995) Se trata de la posibilidad de que el despacho extinga el contrato,
por una parte, «cuando exista manifiesta y grave quiebra de la confianza entre el abogado y el titular del despacho
que tenga su origen en la actuación profesional el abogado o en su relación con los clientes y así se acredite por el
titular del despacho», y, por otra, «cuando se acredite asimismo, por el titular del despacho, que el abogado no
mantiene un nivel profesional adecuado y, en consecuencia, no puede ejercer la profesión con plenas garantías
para los intereses de los clientes». En estos casos se exige que en la comunicación escrita del despido se indiquen
con claridad y detalle las actuaciones profesionales o las relaciones con los clientes en que se base la pérdida de
confianza o el inadecuado nivel profesional y que se le de al abogado un preaviso de al menos cuarenta y cinco
días.
La naturaleza y la aplicación práctica de estas dos causas de extinción resultan cuestiones muy delicadas. Dada la
tramitación y efectos que la norma atribuye a estas causas de despido, las mismas deberían considerarse como
causas objetivas de despido y, siendo así, quedarían fuera del supuesto las conductas del abogado que
constituyan un incumplimiento de sus obligaciones contractuales, pues en ese caso deberían y podrían tramitarse
como despido disciplinario. Parece pues que la intención del legislador ha sido la de introducir nuevas causas de
extinción vinculadas con la pérdida de confianza del despacho respecto del abogado. Pero la resistencia a regular
esta causa de extinción como libre desistimiento con compensación tasada ha conducido a una solución poco
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eficaz, dadas las rigurosas exigencias de prueba y acreditación, y que incluso puede resultar perjudicial para el
propio abogado, en la medida en que supone formular por escrito y calificar formalmente como incorrectas,
improcedentes o inadecuadas actuaciones profesionales lo que pueden ser meras desavenencias o desacuerdos en
la gestión de los asuntos, con el consiguiente perjuicio para la imagen profesional del abogado.
Finaliza el art. 23.4 del Real Decreto indicando que en estos casos de despido por pérdida de confianza o falta de
nivel profesional, el abogado, al margen de si decide o no impugnar la decisión extintiva, tiene idénticas
obligaciones de informar al despacho sobre la situación de sus asuntos y de poner a su disposición la
documentación correspondiente que las previstas para los casos de dimisión o resolución por justa causa (32) .
Dada la finalidad de estas obligaciones, que como se señaló más arriba pretenden que el despacho pueda distribuir
y organizar los asuntos encomendados al abogado despedido y dar continuidad al asesoramiento y defensa de los
clientes, no se entiende por qué no se exige expresamente para todos los casos de extinción de la relación
especial.
3. Otras causas de extinción: novedades en el régimen de la suspensión del contrato y regulación
del régimen disciplinario
Para concluir el análisis de las especialidades que presenta la extinción del contrato de los abogados no pueden
dejar de mencionarse algunas previsiones del RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) que, aunque fuera de los
preceptos destinados a la regulación de la extinción, afectan directamente a esta cuestión. Se trata, por un lado,
de las previsiones que sobre la suspensión del contrato de trabajo ofrece el art. 20 RD 1331/2006 (LA LEY
11133/2006) y, por otro, de las contenidas en el art. 24 de la misma norma sobre régimen disciplinario.
Por lo que se refiere a la suspensión, la lectura del art. 20 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) deja claro que las
especialidades allí previstas afectan al régimen extintivo más que al suspensivo. Y es que en efecto, por lo que se
refiere a la suspensión en sentido estricto el precepto no ofrece demasiadas novedades. El art. 20 se remite al art.
45 ET (LA LEY 1270/1995)a efectos de identificación de las causas y efectos de la suspensión y se limita a
concretar dos matizaciones respecto de la regulación común.
Por una parte, se incorpora como nueva causa de suspensión del contrato, no contemplada en el ET (LA LEY
1270/1995), el paso del abogado a la condición de socio del despacho. En estos casos, el art. 20.1 RD 1331/2006
(LA LEY 11133/2006)prevé que la relación laboral especial se suspenderá hasta un plazo máximo de dos años. Si
esta nueva vinculación se prolonga durante un período superior al señalado, se extingue el contrato de trabajo
especial sin derecho a obtener ninguna indemnización. Se contemplan así los efectos de la promoción organizativa
del abogado para evitar que perjudique a la relación laboral, garantizando su subsistencia durante un plazo máximo
de dos años (33) . La norma favorece al abogado, pues le protege frente a decisiones torticeras del despacho
pero, a la vez, permite que, superado el plazo de dos años, el contrato se extinga automáticamente sin coste
alguno para el despacho y evitando el recurso a un pacto extintivo que podría estar teñido de dudas sobre su
carácter abusivo.
La otra novedad se refiere al supuesto en que durante la excedencia voluntaria el abogado ejerza la profesión para
otro despacho sin la correspondiente autorización. Para estos casos, el RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) prevé,
como se comentó anteriormente, que el trabajador pierde el derecho al reingreso, lo que determinará la extinción
del contrato. Obvio es decir que la norma, aun incluida en la regulación de la suspensión, formula una causa
específica de extinción asimilable a la transgresión de la buena fe contractual.
Por su parte, los arts. 24 (LA LEY 11133/2006)y 25 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006), bajo la rúbrica de
«régimen disciplinario» declaran la sujeción de los abogados a la responsabilidad disciplinaria laboral y su
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compatibilidad con otras exigibles, remiten al art. 54 ET (LA LEY 1270/1995) para fijar las causas allí contempladas
como motivos de sanción disciplinaria y fijan algunos requisitos del procedimiento sancionador. La primera de estas
previsiones, relativa a la compatibilidad de la responsabilidad laboral con otras, se antoja totalmente insuficiente.
La referencia a otras responsabilidades remite inevitablemente a las que deriven de los deberes y obligaciones
colegiales, de los códigos éticos y deontológicos aplicables y, por supuesto, a las responsabilidades civiles que
terceros o el propio despacho puede reclamarles por los daños y perjuicios generados a la clientela en el ejercicio
de su actividad laboral (34) . La posibilidad de que de una misma conducta o comportamiento deriven tal pluralidad
de responsabilidades hace recomendable que se hubiera abordado con mayor detalle la coordinación entre ellas
máxime.
Prácticamente la única novedad de la regulación recogida en estos preceptos es que se especifican algunas
conductas como incumplimientos susceptibles de ser sancionados con el despido, orientando así la tarea de los
convenios en la elaboración de las tablas de faltas y sanciones. Tales conductas, que no dejan de ser expresiones
de los incumplimientos contemplados en el art. 54 ET (LA LEY 1270/1995) como desobediencia o como transgresión
de la buena fe contractual, remiten al contenido de la actividad propia de los abogados y al régimen de prestación
que diseña el RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006). Así, se califican como infracciones: «a) el incumplimiento de los
deberes de confidencialidad, secreto profesional y fidelidad; b) la negativa infundada a asumir los asuntos
encomendados por el titular del despacho; c) la negativa a informar al titular del despacho de la situación de los
asuntos que le hubiera encomendado, y d) girar minutas de honorarios u otros gastos a los clientes por los asuntos
en que hubieran intervenido».
(1)
La denominación completa de la Ley es la siguiente: Ley 22/2005 de 18 de noviembre (LA LEY 1623/2005), por la que
se incorporan al ordenamiento jurídico español diversas directivas comunitarias en materia de fiscalidad de productos
energéticos y electricidad y del régimen fiscal aplicable a las aportaciones transfonterizas a fondos de pensiones en el
ámbito de la Unión Europea.
Ver Texto
(2)
Inquietudes que han animado la realización de tempranos y completos estudios sobre el contenido de la relación
laboral especial. Vid. SEMPERE NAVARRO, A. V. y ARETA MARTÍNEZ, M., La contratación laboral (especial) entre abogados:
Presente y perspectiva, Aranzadi, 2006.
Ver Texto
(3)
La Resolución de 21 de noviembre de 2005 (BOE 23 de noviembre de 2005), de la Dirección General de Ordenación
de la Seguridad Social, por la que se imparten instrucciones para la inclusión en el Régimen General de los abogados
que mantienen relación laboral de carácter especial, en aplicación de lo previsto en la disp. adic. 1.ª de la Ley
22/2005, de 18 de noviembre (LA LEY 1623/2005), concretó estas previsiones.
Ver Texto
(4)
Vid. DE LA PUEBLA PINILLA, A., «La nueva relación laboral especial de los abogados que prestan servicios en
despachos, individuales o colectivos», Relaciones Laborales, tomo I-2006, pág. 851.
Ver Texto
(5)
Sin ánimo exhaustivo: en la forma del contrato y en las modalidades contractuales; en la regulación del contrato en
prácticas; en las previsiones sobre los pactos de permanencia y no competencia postcontractual; en el régimen de
jornada y salario, o, finalmente, en las previsiones sobre suspensión y extinción del contrato.
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Ver Texto
(6)
Sólo el art. 19 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) se refiere lacónicamente a que «los abogados que trabajan en los
despachos tienen los derechos colectivos reconocidos a los trabajadores en la legislación vigente» y añade que «los
convenios colectivos específicos de los despachos de abogados podrán establecer la forma y condiciones en que se
podrán ejercer los indicados derechos colectivos teniendo en cuenta el carácter especial de la relación laboral que se
establece entre los despachos y los abogados».
Ver Texto
(7)
Vid. al respecto, PRADO LAGUNA, J. L., «Algunas notas sobre la creación de una nueva relación laboral de carácter
especial: la de los abogados que prestan servicios en despachos de abogados», Revista de Derecho Social, núm. 32,
2005; ESTEBAN LEGARRETA, R., «Algunas reflexiones a propósito de la futura regulación laboral especial de los
abogados», Revista Jurídica de Catalunya, núm. 3, 2006, págs. 692-698; y DE LA PUEBLA PINILLA, A., «La nueva
relación laboral especial de los abogados que prestan servicios en despachos, individuales o colectivos», cit.
Ver Texto
(8)
Vid. al respecto, ORTEGA REINOSO, G. «Ejercicio en sociedad de la profesión de abogado», Actualidad Civil, núm. 22,
2004.
Ver Texto
(9)
Así y por estos motivos, no estará incluida en la relación laboral especial la prestación de servicios por un abogado
para el Servicio de orientación jurídica constituido en el Colegio de Abogados al que pertenece, al margen de las
dudas que suscita la calificación de esta relación como laboral o civil. Al respecto, vid. STSJ Madrid 21 de septiembre
de 2004 (R.º 2013/2004) y STSJ Castilla-La Mancha 22 de enero de 2003 (R.º 1463/2002).
Ver Texto
(10)
Como ocurre en los supuestos contemplados en la STS 3 de mayo de 2005 (R.º 606/2004) en el que se declara la
laboralidad de la relación entre un abogado y la empresa para la que ejercía funciones de asesoramiento jurídico, en
la STSJ Canarias/Las Palmas 28 de septiembre de 2004 (R.º 352/2003) en la que se declara también la existencia de
un contrato de trabajo entre una abogada y la Administración pública (Servicio Canario de Salud) para la que
prestaba servicios profesionales o las SSTSJ País Vasco 18 de enero de 2005 (R.º 2287/2004) y de 23 de noviembre
de 2004 (R.º 1989/2003).
Ver Texto
(11)
Algunas anticipadas ya por el Proyecto de Real Decreto por el que se regula la relación laboral especial. Vid. un
exhaustivo análisis al respecto, en PURCALLA BONILLA, M. A., «Abogados, relación laboral especial y prestación de
servicios profesionales», Diario La Ley, núm. 6588, 10 de noviembre de 2006.
Ver Texto
(12)
Se excluyen así, expresamente, a) «El ejercicio en común de la profesión de abogado como socio a través de
sociedades profesionales constituidas de acuerdo con lo previsto en el ordenamiento jurídico»; b) «las relaciones que
concierten los abogados con empresas o entidades, públicas o privadas, que no tengan el carácter de despachos de
abogados»; c) las que «se establezcan entre abogados que se limiten a compartir locales, instalaciones u otros
medios o servicios de cualquier naturaleza, siempre que se mantenga la independencia entre ellos...»; d) «Las
relaciones que se establezcan entre los despachos y los abogados cuando la actividad profesional concertada a favor
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de los despachos se realice con criterios organizativos propios de los abogados y la contraprestación económica
percibida por éstos por dicha actividad profesional esté vinculada enteramente a la obtención de un resultado o a los
honorarios que se generen para el despacho por la misma. Se exceptúan de este supuesto las relaciones en las que
se garantice a los abogados por la actividad profesional concertada, periódicamente, unos ingresos mínimos»; e) «las
actividades profesionales que desarrollen los abogados contratados por un despacho, con autorización de éste, a
favor de sus propios clientes cuando cobren los honorarios devengados por tales actividades profesionales
directamente de los mismos», y f) «Las actividades profesionales que realicen los abogados contratados por un
despacho derivadas del turno de oficio».
Ver Texto
(13)
Sobre los problemas que esta enumeración plantea, vid. RODRIGUEZ-PIÑERO, M., «La Relación Laboral Especial de los
Abogados que prestan Servicios en Despachos», publicado en este número.
Ver Texto
(14)
La Ley 34/2006, de 30 de octubre (LA LEY 10470/2006), sobre el acceso a las profesiones de Abogado y Procurador
de los Tribunales, condiciona el ejercicio de la abogacía a la obtención por los licenciados en Derecho del denominado
«título profesional de abogado» y establece el procedimiento y requisitos para ello.
Ver Texto
(15)
Dice el art. 4.2 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006), que «A efectos de lo previsto en este Real Decreto, se entenderá
por despacho colectivo aquel cuya titularidad corresponda conjuntamente a dos o más abogados agrupados, en
régimen societario o bajo cualquier otra forma admitida en derecho, para el ejercicio profesional de la abogacía de
forma conjunta, siempre que así aparezcan identificados ante los clientes y se atribuyan a la sociedad que
eventualmente pudieran constituir los derechos y obligaciones inherentes a la relación establecida con los clientes».
Ver Texto
(16)
Vid. al respecto, RODRIGUEZ-PIÑERO Y BRAVO FERRER, M., «La relación laboral especial de los abogados que prestan
servicios en despachos», Diario La Ley, núm. 6605, 5 de diciembre de 2006.
Ver Texto
(17)
El precepto establece que en el contrato deberá constar, como mínimo: la identidad de los contratantes; el objeto y
la modalidad del contrato; su duración y la del periodo de prueba, en su caso; el régimen de jornada, horarios,
vacaciones y descansos; la remuneración convenida; el régimen de prestación de los servicios y, en su caso, el pacto
de no competencia postcontractual. No se explica por qué se menciona expresamente este pacto y no el de
permanencia que, de existir, debe constar también necesariamente por escrito (art. 11.2 RD 1331/2006 (LA LEY
11133/2006)).
Ver Texto
(18)
Entre otras cosas, porque en la escueta disp. adic. 1.ª Ley 22/2005, de 18 de noviembre (LA LEY 1623/2005), por la
que se decidía la creación de esta relación laboral especial, se contenía una expresa referencia a la posibilidad de
celebrar con los abogados contratos de trabajo en prácticas.
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(19)
Que reproduce lo previsto con carácter general para los contratos de prácticas en el art. 11.1 a) ET.
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Ver Texto
(20)
Recogida con carácter general para todos los contratos de prácticas en el art. 4 RD 488/1998, de 27 de marzo, por el
que se desarrolla el art. 11 ET (LA LEY 1270/1995)en materia de contratos formativos.
Ver Texto
(21)
El precepto estatutario se refiere únicamente a la imposibilidad de celebrar contrato de prácticas cuando el
trabajador ya ha estado contratado con esa modalidad en la misma o en otra empresa por tiempo superior a dos
años pero la doctrina judicial ha excluido la posibilidad de celebrar el contrato en prácticas cuando el trabajador ya
posee la experiencia práctica suficiente por considerar que, en estos casos, se incurre en fraude de ley (STS 15 de
marzo de 1996, R.º 3077/1994).
Ver Texto
(22)
La Ley 34/2006, (LA LEY 10470/2006) exige como condición para acceder a las evaluaciones conducentes a la
obtención del título profesional de abogado la superación de una formación especializada que necesariamente ha de
incluir un periodo de prácticas externas (arts. 4.2 (LA LEY 10470/2006)y 6 Ley 34/2006 (LA LEY 10470/2006)).
Ver Texto
(23)
Recuérdese, no obstante, que la Ley 34/2006 (LA LEY 10470/2006), entrará en vigor a los cinco años de su
publicación en el BOE (31 de octubre de 2006) de modo que, hasta entonces, el título habilitante para el ejercicio de
la abogacía continua siendo la licenciatura en Derecho o el título de grado que la sustituya.
Ver Texto
(24)
Tal y como señala el Preámbulo de la norma reglamentaria.
Ver Texto
(25)
Fijando una regla similar a la prevista para los altos cargos en el art. 8 RD 1382/1985 (LA LEY 2054/1985).
Ver Texto
(26)
El propio art. 11.1 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) prevé que la formación recibida por el abogado con cargo al
despacho ha de consistir en «una formación o especialización profesional durante un cierto tiempo y un determinado
coste».
Ver Texto
(27)
Expresamente se señala que «en ningún caso la no competencia postcontractual que se establezca puede actuar
como limitación general del ejercicio de la profesión de abogado ni como limitación para actuar en los campos o
especialidades del derecho a que se dedique el despacho».
Ver Texto
(28)
Así lo constata el Dictamen de 16 de noviembre de 2006 (Referencia 2206/2006) del Consejo de Estado sobre el
Proyecto de Real Decreto por el que se regula la relación laboral especial de los abogados.
Ver Texto
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(29)
Ese doble carácter se refleja también en el art. 5 RD 1331/2006 (LA LEY 11133/2006) cuando, entre los derechos del
abogado, se menciona expresamente el de «recibir durante el desarrollo de la relación laboral la formación necesaria
para mantener un nivel adecuado de capacitación técnica y profesional, en los términos previstos en este Real
Decreto, en el convenio colectivo de aplicación o en el contrato de trabajo» y, posteriormente, en el listado de
deberes de estos trabajadores, se incluye el de «completar y perfeccionar su formación y capacitación profesional
siguiendo las directrices del titular del despacho».
Ver Texto
(30)
En lo demás, la extinción por resolución judicial solicitada por el trabajador con fundamento en el incumplimiento por
el titular del despacho de sus obligaciones se rige por lo previsto en el art. 50 ET.
Ver Texto
(31)
Así ocurre en el caso de los altos cargos para los que se fija un plazo de tres meses de preaviso y una indemnización
equivalente al salario correspondiente a la duración del periodo incumplido (art. 11 RD 1382/1995 (LA LEY
2054/1985)).
Ver Texto
(32)
Previsión lógica dado que, se impugne o no la extinción, el abogado dejará, al menos hasta que se resuelva la
controversia judicial, de prestar servicios en el despacho.
Ver Texto
(33)
El régimen de coordinación entre la relación laboral especial y la relación societaria recuerda al previsto en el art. 9
RD 1382/1985 (LA LEY 2054/1985)para los altos cargos aunque en este caso la relación que queda en suspenso es la
laboral ordinaria.
Ver Texto
(34)
Por los daños generados a terceros, incluidos los clientes, por los abogados sujetos a relación laboral especial,
responden solidariamente el propio abogado y el despacho, este último en concepto de daños generados por sus
auxiliares o dependientes, sin perjuicio de la posterior acción de repetición frente al abogado causante del daño.
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