El ayer y el hoy de la suerte de varas

Anuncio
Documento
Acuarela de
Enrique
Pastor
El ayer y el hoy de la suerte
de varas
Por José Mª Moreno Bermejo
Durante estos días, dentro de las actividades culturales que se
desarrollan en los salones de Las Ventas, la Peña “El Puyazo”
organizó una conferencia, a cargo de José María Moreno
Bermejo, con el título “Suerte de varas. Divagaciones”.
Resultaron mucho más que divagaciones. En realidad se trató de
una inteligente y bien razonada defensa de una suerte capital en
la lidia, como es la de varas. Desde sus antecedentes en la
historia a la realidad de hoy, aportó datos y opiniones
significadas traídos en apoyo de la dignificación de esta suerte.
Al hilo de esta conferencia, abrimos nuestras páginas al trabajo
de Moreno Bermejo, que sirvió de base a esta conferencia.
“Es mejor regular con cortedad y que se cumplan las normas, que decretar
con minuciosidad permitiendo generosas excepciones”.
La Suerte de Varas (en plural, pues deberían ser más de una a cada
toro, en todos los casos), es, sin duda, la más vituperada y lacerada de las
tres fases de la Corrida. La deriva que dicha suerte ha cursado desde el año
1928, cuando se reguló como obligatorio el peto protector para la
integridad de los caballos de picar, ha sido muy negativa para la Fiesta; tan
negativa que muchos osan dudar de la necesidad de su existencia.
Varios factores han influido en este declive, y nadie ha sido (o hemos
sido) capaces de defenderla con el ahínco que merece la causa. Recuerdo a
mi maestro en “varas”, D. José Asensio Maestro, peñista de “El Puyazo”
desde su fundación en 1949 hasta su muerte en el 2009; presidente de la
peña durante más de 20 años. Admiré sus esfuerzos por comunicar a los
aficionados las virtudes de una Suerte de Varas bien ejecutada; los
perjuicios de los puyazos “asesinos”, como así definía a los traseros, caídos,
barrenados, etc. Recuerdo sus denodados esfuerzos por conseguir que en
la Escuela de Tauromaquia de Madrid existiese una disciplina para
picadores.
El deseo de que este trabajo sobre la suerte de picar clarifique algo
esa deriva destructora, es el que guía mi atrevimiento en estas
divagaciones que espero resulten atractivas para todos, y beneficiosas para
la Fiesta; que constituye una de mis aficiones más destacadas. Espero que
los profesionales y amantes del mundo del toro juzguen positivamente este
atrevimiento de una persona que jamás se subió a un caballo de picar, ni
cogió una muleta; que sólo como
aficionado desde su tendido lleva
más de 50 años disfrutando, y
padeciendo, una Fiesta que ama
cuando es íntegra.
El premio de pintura infantil
que patrocina la peña taurina “Los
Areneros” ha copilado este 2013
más de 350 dibujos; de todos ellos
sólo uno contempla la Suerte de
Varas. Los niños no consideran
importante
esta
suerte
fundamental del toreo. ¡Qué pena!
Pretendo mostrar aquí mis experiencias como espectador; los
conocimientos que he ido adquiriendo con el tiempo gracias a las
conversaciones con picadores “viejos”; las derivadas de la lectura de
tratados antañones y actuales. Quizás no esté equivocado en mis
planteamientos; de cualquier modo pido indulgencia por mi voluntad
constructiva, ingenua, quizás…
Taurologia.com
1
ANTECEDENTES DE LA SUERTE DE VARAS
El
tránsito del toreo a caballo[1] se fue realizando de una manera
natural en la que el ibero adapta su relación con el toro de acuerdo con la
evolución de la sociedad en que vive. Primero fue la caza, génesis de la
relación hombre –toro.; luego éste se sirve del caballo, desde el que es
más fácil lograr el objetivo de abatimiento y captura. Sigue acosándolo en
campo abierto, posiblemente con el objetivo de conducir la pieza a la cerca
en que puede ser controlada; quizás para seleccionar su reproducción,
amén de para consumo. De esa primera relación van fraguándose variados
juegos populares en los que los toros más fieros son seleccionados para
que el pueblo compita entre sí buscando los alardes más emotivos que
prestigien a los hombres más valientes.
Luego, los caballeros deciden tomar la iniciativa en estos juegos y
usan de sus monturas para ejercitarse en la lid contra el bravo; primero
alanceando, luego realizando toda suerte de rejoneo. Tras el abandono de
la aristocracia del festejo caballeresco a la llegada al Reino de España del
primer Borbón, Felipe V, el segundo tercio del siglo XVIII contempla en el
festejo taurino la coincidencia de varas de largar: varas largas utilizadas
por los varilargueros; rejoncillos de castigo; rejones de muerte; quiebra de
garrochones[2]… Y también comienzan a aparecer los picadores que paran
al toro, los que utilizan la pica en vara corta, ya dispuestos a ahormar al
cornúpeto para que sea adecuada su fortaleza y embestida al lucimiento de
los toreros de a pie, ya famosos: José Cándido, “Costillares” padre; luego el
trío fundamental del último tercio del siglo de las luces, “Costillares”, Pedro
Romero y Pepe Hillo.
La función del “varilarguero” fue fundamental mediado el siglo XVIII.
Primero por su importancia en el orden y transcurso seguro de la Corrida;
el “varilarguero” mantiene la seguridad del espectáculo, obligando al toro a
cursar hacia la posición de los toreros de a pie, y protegiendo a éstos de
situaciones de peligro. Luego el picador, con técnica adecuada procura
lograr el mejor aprovechamiento de las cualidades del bravo, ahormando
su embestida y matizando su fiereza; siempre con habilidad para dejar a
salvo su montura, desprotegida hasta casi dos siglos después, 1928. Esta
preponderancia del picador empezó a verse superada por la calidad de los
toreros de a pie citados; los que comenzaron a prestigiar el toreo,
desvinculándolo poco apoco de la actividad propia de los ganapanes y
atrevidos vividores que ofrecían su integridad física a cambio de unas
míseras propinas. La Corrida fue regulándose como pretendía Pepe Hillo
con su Tauromaquia o arte de torear, de 1793, editada en 1796; y acabó
por ser adecuadamente reglada con la “Tauromaquia” de Francisco Montes
“Paquiro”, de 1836. Los picadores, entonces, realizan su trabajo bajo las
premisas que les señalan los matadores de a pie.
La puya que se acopla al término de la vara de picar, fue
evolucionando desde su aparición en el último tercio del XVIII. Al sustituir a
Taurologia.com
2
puntas de lanzas y arpones, se diferencia de aquellas en que se le coloca
un cordaje que limita la penetración del palo en el cuerpo del cornúpeto.
Desde la de limoncillo que nos explica Daza en su “Arte del toreo” ya
citado[3]: Las Garrochas deven ser de fresnos de Vizcaya; quatro varas de
largo, sin nudos, repelos ni astillas, proporcionando el grueso a que lo ciña
bien la mano del que pique. Las puyas de tres filos vaciados en canal,
liadas con un fiscal de cáñamo poco torcido, descubierta la punta como dos
pulgadas y media, el más o menos crecida debe proporcionarse con el rigor
que se juzgue, a los toros del día, procurando que el tope del cordel no
quede muy abultado ni mui afilados los cuchillos de la porción que queda
descubierta; que estándolo y demasiado grueso el tope, cortan la piel, y
entra en el Toro suelto, y hará a su libertad daños que discurrir se dejan”.
Nos explica Daza los riesgos que una puya mal trabajada puede
malograr la integridad del toro; nos dice que debe dejarse una pequeña
parte de la puya libre, 2,5”, esto es, unos 6,35 cms. El resto de la vara no
entrará en el cuerpo del toro ya que se protegerá de un cordaje que en
forma de “limoncillo” hará de tope. Posteriormente fue evolucionando el
tope de la forma en que se observa en el dibujo de las puyas que
adjuntamos.
Con las formas de los topes ha ido evolucionando también la punta de
la puya que entra en el cuerpo del toro, y con la aparición del peto el
Taurologia.com
3
picador no comedido castiga en exceso al bravo sin pudor ni riesgo; y
cuando el toro no “colabora”, se le aplica el castigo de la carioca para que
no se vaya de rositas. Con ello, los puyazos son cada vez más perjudiciales
para la integridad del toro, y la merma que éste sufre en su agresividad,
locomotividad y duración, es motivo de preocupación para el aficionado.
Pero esto ha ido empeorando demasiado en los últimos lustros, tanto que
la mayoría de los aficionados, y aún de los profesionales, desconocen cómo
debe realizarse una buena suerte de varas; cómo citar; dónde colocar la
vara; cuánto apretar; cómo largar;…
Siendo la Suerte de Varas un tercio que muestra la parte más cruenta
de nuestra Corrida, debería ser mimado por los intervinientes en la misma,
y censurado debidamente por aficionados, ganaderos, comunicadores, e
incluso por los toreros, que tendrían que ser los más interesados en que
este tercio de la lidia cursase con limpieza, veracidad y efectividad. Es
decir, que se realizase de acuerdo con sus objetivos; que se hiciese con
ortodoxia y arte; y que se evitara la crudeza en lo que se pudiera.
Antes que nada se debe clarificar la procedencia de esta suerte en la
lidia; los objetivos que se pretenden con la colocación de la vara en el
morrillo del cornúpeto. Luego profundizar en las consecuencias de las varas
mal aplicadas; y también explicar la ortodoxia con que debe comportarse el
picador en su labor torera.
OBJETIVOS DE LA SUERTE DE VARAS
Una
de las labores más emocionantes de las que se realizan en el
campo bravo es la relativa a la tienta. En ella se trata de determinar el
grado de bravura de las reses con objeto de procurar la selección más
perfecta posible que mejore la calidad de la ganadería. Aquí nos limitamos
a la parte de la tienta que se refiere a la Suerte de Varas; esa suerte que, a
decir de los ganaderos es la más determinante para la selección de las
madres mejores. Esas que serán echadas a los sementales para perpetuar
su sangre en la ganadería.
Aunque algunos ganaderos actuales seleccionan sólo con miras a que
el toro aguante 50 pases de muleta que hagan feliz al matador de turno, y
no le importa que sus pupilos salgan de najas tras el picotazo en varas,
nosotros queremos destacar al sincero criador de toros que desea que sus
bravos ofrezcan carácter en los tres tercios, empezando por el de varas, el
que mide la bravura por la forma de ir al caballo; en cómo empuja en él;
en su fijeza y codicia; la alegría con la que repite los encuentros.
Repudiamos el toro que con un picotazo queda listo para esos 50
pases; sin duda muchos espectadores abogan por ese tipo de toros, pero a
nosotros nos repugna. Ese tipo de toros no produce emoción, concepto
mayor de la existencia de la Tauromaquia. El toro “chochón” que se deja no
debería ser ejecutado en plaza de toros bravos. Pérez de Ayala[4], confiesa
Taurologia.com
4
en una entrevista a Miguel Fernández: “Los toros son un arte y un drama.
Ahora son menos drama, menos peligrosos. Ni toreros ni caballos tiene
tanto peligro. El menor riesgo ha restado calidad a la fiesta,
indudablemente; no se puede admitir el toreo sin peligro”. Al mismo tema
se refiere D. Ramón en su obra: “Política y toros”[5], en la que declara: “Si
se aboliese la certidumbre de que el torero puede ser herido, la fiesta se
convertiría en un simulacro, para ejecutarlo en un tablado de baile
flamenco”.
José Mª Cossío contesta a Norberto Carrasco en la revista “El Ruedo”
[6]: “Es peligroso para la fiesta quitarle la peligrosidad y el riesgo. Si no
hay nada que dominar, no hay tampoco, por lo tanto, corridas de toros. Por
ello, todo lo que sea quitar defensas al toro es un fraude para el
espectador”.
D. José Ortega y Gasset, en su obra: “Velázquez”[7], nos dice: “Toda
evolución humana muere en el estilismo… El arte taurino, irremisiblemente,
está en la agonía por que desde hace un cuarto de siglo entró en la zona
etérea, remilgada y aniquiladora del estilismo”.
Si la Fiesta es la lid entre un bravo y un hombre, hay que dotar a
ambos de las capacidades que logren que esa lid pueda terminar en digna
muerte; no en una alevosa ejecución a un ser indefenso y claudicante. “Sin
toro no hay corrida”. Por ello, nosotros pretendemos explicar la Suerte de
Varas basados en la adecuación de un toro bravo para ser lidiado por un
torero; de un toro con poder que necesita ser ahormado para atemperar
sus embestidas, para que humille y facilite la belleza de su empuje y
nobleza; para verlo ir desde lejos al caballo, crecerse en el castigo,
empujar con brío, romaneando, no volviendo la cara; repetir el encuentro
con “valentía”, con bravura, con fijeza…
En el campo el ganadero repasa el comportamiento de sus vacas
poniéndolas en suerte, cada vez más lejanas al caballo desde el que el
picador cita. La fijeza, la prontitud, la forma e intensidad del empuje; cómo
repite… El ganadero exigente rechaza el ganado de menor nota; unos fijan
el límite en, por ejemplo, un 7; a otros les vale con un 5 sobre 10. De ahí,
de esa decisión, de esa “generosidad” o escrúpulo en la exigencia se deriva
la calidad de las futuras camadas.
Otros son menos exigentes en su selección, y sucumben ante la res
más dócil, la que durará más en la muleta, aunque huya del caballo. Así,
cuando éstas acudan al peto en las plazas, poco importará que empuje o
no; sólo se requiere que sea dócil y repetitiva en la muleta. Pero, ¿es esta
la tauromaquia que deseamos? ¿Es posible defender la muerte de un ser
casi domestico? La defensa de la Tauromaquia se fundamenta en la lidia y
muerte de un animal fiero adaptado a un toreo moderno que crea belleza,
sí, pero que no debe renunciar nunca al riesgo, pues moriría la verdad de la
Fiesta; por que no es admisible el dar muerte a una res que no puede
Taurologia.com
5
defenderse, que no crea peligro suficiente para justificarla. Y la Suerte de
Varas es la prueba más exigente para conocer la bravura de los toros.
Esa Suerte de Varas verdadera, la que va midiendo la bravura del
toro y ahormando sus embestidas, fue explicada ya en 1793 por Pepe Hillo
en su tauromaquia, publicada en Cádiz en 1796[8]; en ella se detalla
perfectamente la forma de picar y todo lo inherente a la Suerte de Varas,
conocimiento de los picadores de los diversos tipos de toros y de sus
querencias, etc. En las páginas 34 y 35 de dicha Tauromaquia; Pág. 34 y
35
<El conocimiento que debe tener el Picador consiste; en saber las
suertes; conocer los Toros, y las querencias naturales o casuales que
toman, y el espíritu en verlos llegar, recibirlos en suerte, cargarse sobre el
palo reunido con el Caballo, y hacer el mayor esfuerzo a el encontronazo:
cualidades tan precisas, que si no las reúne todas ellas, por casualidad
solamente escapará el Picador de en los cuernos del Toro.
Si aquél torea de capa, lleva mucho adelantado para saber tomar las
Suertes de a Caballo, pues conocerá mejor quando el Toro es franco,
quando seco y pegajoso, quando está levantado, quando se para, y quando
se aploma; pero si sólo ha toreado a Caballo será muy difícil que aprenda
bien las suertes de plaza, y quando acaso alcance este triunfo será a costa
de muchos días, y no pocas caídas y cogidas.
La Suerte de picar de frente a Caballo se executa, situándose el
Picador en la rectitud del terreno que ocupa el Toro; y luego que éste parte
y llega a jurisdicción, le pone la garrocha en el cerviguillo y abre al mismo
tiempo el Caballo por la izquierda, y cargándose sobre el Toro lo despide
por la cara de dicho Caballo, o en línea paralela con él. De esta definición
resulta que nunca es lícito a el Picador, ni salirse antes de tiempo, ni
atravesarse en la Suerte, ni dexar de ver llegar el Toro, y faltando a
cualquiera de estos preceptos, aunque tenga delante el más claro y
sencillo, le ha de dar precisamente una cogida.
Según sea la qualidad del Toro así ha de manejarse el Picador en la
citada suerte. Si es claro y boyante le cerrará la salida, si gana terreno se
la abrirá, y si remata sobre el bulto procurará safarse con tiempo con la
mayor ligereza.>
Aclara posteriormente que el “cerviguillo” es lo que llamamos
“morrillo”, que es la región carnosa muscular que se encuentra entre la
nuca y la cruz, y ocupa en toda su longitud el borde superior del cuello o
cerviz, por lo que también se denomina “cerviguillo”. Es éste el sitio en que
la puya logra los efectos más positivos para la lidia; por el contrario,
cuando no se aplica el puyazo en el morrillo, las consecuencias para la lidia
pueden ser determinantes negativamente.
Taurologia.com
6
La finalidad múltiple de esta “Suerte” se puede fijar en los siguientes
aspectos: 1º.- Observar la bravura de la res. 2º.- Conseguir ahormar la
embestida. 3º.- Regular el poder del toro para hacerlo apto para la lidia.
4º.- Rectificar posibles tendencias del burel templando su estrés. 5º.Posibilitar quites artísticos de los matadores. Como consecuencia, al asistir
el espectador a una Suerte de Varas bien ejecutada a un toro bravo, la
belleza de su carrera, la fijeza en la lucha y el poder y la tenacidad en el
empuje, logran un momento del máximo interés para el aficionado. Y
regulando el encuentro con el caballo, el largar de la vara y la mesura en el
castigo, se logra que lo que es la mayor parte de las veces un espectáculo
repulsivo se convierta en una bella epopeya entre la fuerza y la
inteligencia. Por el contrario, el castigo excesivo; la colocación inadecuada
de la puya; el exceso de sangrado; la mala puesta en suerte de la res; el
choque sin amortiguar del toro contra peto y caballo…; son errores que
luego se plasmarán en su comportamiento en los otros dos tercios. Es pues
imprescindible que el toro se selecciones mostrando su bravura en el
caballo de tientas; es primordial que sea bien medido el castigo en los
caballos de plaza.
LOS PUYAZOS EN EL MORRILLO. JUSTIFICACIÓN
La anatomía del toro no ha variado desde los tiempos de Pepe Hillo,
quizás desde los de Noé. Es por ello que en la evolución lógica y continuada
de nuestra Corrida, no debería haberse desechado las enseñanzas que el
torero sevillano nos legó en su tratado taurómaco. Sin embargo, en los
últimos tiempos, quizás en los 40 años anteriores, se ha ido asentando la
teoría de que el puyazo bien puesto es el que se aplica en la cruz, zona
inmediata a la cerviz tras el hoyo de las agujas, en la que convergen los
músculos del dorso y de los miembros anteriores. Por esta definición
anatómica se puede colegir que un puyazo en esa zona puede dañar
músculos esenciales para la movilidad del cornúpeto, amén de no lograr el
propósito fundamental de afectar el epiaxial, músculo responsable de los
movimientos de la cabeza. Tres catedráticos de la Universidad de Córdoba
(Sres. Barahona Hernández, Cuesta López y Montero Agüera), explican por
qué la vara en el morrillo es la ideal[9]:“…, por que interesa el borde dorsal
del cuello en su porción caudal, un poco anterior a su unión con la cruz,
que corresponde al nivel de la 4ª a la 6ª vértebras cervicales, y que lesiona
los músculos extensores (epiaxiales) responsables de los movimientos de la
cabeza, consecuentemente de la cornamenta, logrando así ahormar la
cabeza en sus movimientos para el toreo con la muleta”.
Es recomendable leer minuciosamente este estudio, así como el
realizado por los veterinarios de la Unión de Criadores de Toros de Lidia
(Fernández Sanz y Villalón González-Camino)[10] sobre el mismo tema,
coincidentes al 99%. Someramente ofrecemos unos datos de los citados
trabajos con los que podremos enriquecernos en el conocimiento de la
verdad, y la mentira, de la Suerte de Varas. Apenas unos datos: Los
primeros determinan en su trabajo, que se desarrolló tras el estudio de los
Taurologia.com
7
puyazos inferidos a 277 toros lidiados en las plazas de toros de Sevilla,
Madrid y Córdoba durante los años 1996 y 1997, que los puyazos colocados
en el morrillo fueron el 6,92%, infiriendo heridas de 25,03 cms, de
profundidad; en la cruz cayeron un 39,27%, con heridas de 24,66 cms; el
33,39% cayó aún más traseros de la cruz; un 12,97%, fueron puyazos
caídos, y 7,27% de ellos se infirieron en las paletillas. Los segundos,
revelan que: “Sólo un 4,7% de los puyazos se han administrado en la parte
trasera del morrillo (ninguno en la “pelota”, en la parte media). Los
tiempos en lo que el toro estuvo debajo del caballo con la vara dentro de su
cuerpo, fue de 30,84 segundos, esto es, 13,65 por vara. La “carioca” se
realizó en el 29% de las varas; se barrenó en el 8% y se infirió “”mete y
saca” en el 63 %. La profundidad media de cada vara fue de 31,5 cms, en
la 1ª y de 26,6 cms, en la 2ª. (Obsérvese que la longitud de los primeros
puyazos en Madrid son de 31,5 cms., un 27% mayor que los inferidos en
otras plazas, como la de Sevilla).
Es una pena que los citados estudios no profundizasen en la relación
causa – efecto, para poder comprobar toro por toro el comportamiento
posterior a las varas, dependiendo de la pulcritud con que ésta se realizó.
De cualquier manera, viendo lo que hoy vemos en las plazas, no podemos
tener dudas de que el deterioro que producen en el toro las varas mal
aplicadas se traducen en: falta de fuerzas; sangrado excesivo del que se
deriva la poca duración de las embestidas; pérdida de acometividad;
calamocheo y derrotes al final del pase; molestias en la motricidad;
gazapeo; no rectitud en la embestida…
Por el contrario, la vara bien puesta logra que el toro ahorme su
embestida al dificultarle el uso de los músculos epiaxiales con los que
soporta y mueve la cabeza; una embestida más templada al adecuarse un
correcto poder resultado de la sangre vertida en el puyazo y del esfuerzo
empleado en el encuentro con el jaco. La Suerte de Varas mal ejecutada
rebaja la dignidad del espectáculo, lo hace vejatorio para el toro, hiere la
sensibilidad de los espectadores y rompe en demasía a la res que, como es
lógico queda mermada en sus capacidades, tanto físicas como psíquicas.
“Los puyazos traseros son los que se colocan en la región del dorso. Son
criminales pues solamente lesionan músculos relacionados con el raquis y
más profundamente las costillas pueden ser también dañadas. El puyazo
trasero es inadecuado, no regulariza el acornear ni debilita su empuje, más
bien dificulta la locomoción. Al mismo tiempo la fuerza del cuerno
desarrollada en el empuje queda relegada contra el peto y el caballo, por lo
que su efecto es irregular, casual e incierto”. Nos dice el estudio citado.
Y continúa, sobre el puyazo en la cruz: “Este tipo de puyazo suele
colocarse sobre la reunión entre la línea del dorso y la imaginaria que reúne
las extremidades torácicas (lugar indicado para la estocada) A este nivel no
están los músculos más importantes de la cabeza, sino los músculos del
dorso y de los miembros anteriores. La puya en la cruz lesiona los
siguientes músculos: el trapecio en su porción torácica; el romboideo
Taurologia.com
8
torácico; espinal y semiespinal del tórax y cuello; el multífido del tórax y el
ligamento de la nuca en su porción ancha, afectando a la irrigación
sanguínea de las arterias intercostales”.
Tras esta deprimente realidad, el aficionado puede colegir fácilmente
que ésta es una de las causas del por qué se encuentra la Fiesta en la
situación actual. Es bien cierto, y nunca nos cansaremos de denunciarlo,
que no hay Fiesta si no hay toro íntegro, y que lo que se lidia ahora, tras la
clarividencia que aportan los estudios referidos, no puede considerarse
como una Corrida de Toros, sino como un sucedáneo licuado de un festejo
que otrora nos deleitó. Podemos convenir con Álvaro Martínez-Novillo que:
“La necesaria recuperación de la Corrida como espectáculo total pasa por la
revalorización del papel de los picadores y banderilleros que para ello
deben ser debidamente estimulados”.
RAZONAR UNA SUERTE DE VARAS CORRECTA
No
sólo en la colocación de la puya se perjudica o beneficia la
integridad de la Suerte de Varas; colocación del picador; puesta en suerte
del toro; choque del morlaco contra el peto, o contra el estribo protector
del pie derecho; manera de citar; largada de la vara; duración del puyazo;
barrenado; pesos del caballo, picador y peto; y algunos más etcéteras que
irán saliendo a lo largo de este trabajo; determinan el sí o el no de un
adecuado y bello episodio de la Corrida, crucial para el desarrollo de la lidia
y para la correcta definición de las cualidades de los toros bravos.
Un eximio picador recientemente fallecido, Raimundo Rodríguez
Sánchez, nos dejó unos apuntes escritos, y otros verbales, sobre su
manera de ver la Suerte de Varas, que luego publicamos en un libro con el
título: “La Suerte de Varas dicha y hecha por Raimundo Rodríguez
Sánchez”[11]. En él, amén del amor que el gran picador sentía por su
profesión, detalla el bueno de Raimundo sus constantes deseos de
aprender, su seriedad en el comportamiento en la plaza, la vocación
derivada por su amor al toro; su cariño por el caballo; también clama por
no defraudar a su matador. Y nos da una serie de sugerencias que él se
exigía para realizar una suerte perfecta. A continuación detallamos los
planteamientos más interesantes.
Trata Raimundo en sus confesiones, que luego trasladamos al libro
citado, de explicarnos su vocación temprana por el toro, por el caballo y
por ser picador. Nos explica sus deseos de superación para dar gusto a su
padre: “Hagas lo que hagas en la vida, procura ser el mejor en eso”. Y
desde pequeño se entregó a ello. Mucho ver a su picador ejemplo, “El
Aldeano”; preguntar a los mayores que picaban en la finca de “Valmayor”,
de los señores de Arriba; entrenarse de cutio, picando a las hojas de los
árboles, acertando en el canto de los maderos, en los troncos de las
encinas… Seguir los consejos de vida ordenada; sin alcohol; alimentos
adecuados antes de la corrida; descanso suficiente… Fijarse mucho y
Taurologia.com
9
siempre en aquellos que pueden enseñarle algo; buscar el conocimiento y
las aptitudes formativas. Y sobre todo amor al toro. “Gracias, señor toro”,
dice en varias ocasiones.
Además de las actitudes personales de cuidado y entrenamiento,
realiza con esmero las labores del cuidado de los materiales que utiliza;
habla del conocimiento del caballo que le toca en cada corrida, de su
entrenamiento previo a la misma; del cómo vestir debidamente a la
montura; cincha bien apretada, ni mucho ni poco, y explica el por qué;
recalca la colocación del estribo izquierdo, que esté más corto que el
derecho para que el apoyo al ejecutar el puyazo sea correcto; la salida del
pie derecho de la mona para picar con soltura; cómo coloca el caballo a
metro y medio de las tablas, más o menos, para evitar tener que poner
varas al relance; enfrontilar el caballo formando línea recta con el toro,
manejando la mano izquierda con suavidad para sesgar el caballo en el
momento del encuentro; llamar la atención del toro con la voz, moviendo la
vara o sonando el estribo; lanzar la vara en su momento, poner la puya
arriba, girarla un cuarto de vuelta colocándola en la axila para templar
mejor la embestida y evitar el topetazo contra el peto; poner la vara arriba,
empujando con justeza de acuerdo con el poder del toro; expulsar la res
por delante forzando la puya con el brazo y dirigiendo al caballo con la
mano izquierda. En el punto anterior está la síntesis del cómo picar con
ortodoxia. Lo dice un picador que consiguió los máximos trofeos por sus
éxitos en la plaza: Máximo triunfador de San Isidro en 3 ocasiones; años
70, 71 y 75; premios El Puyazo y Mayte Comodoro; ambos en tres
ocasiones.
De las enseñanzas de los viejos picadores nos planteamos cómo sería
la suerte de varas ideal. Tras su enunciado, nos preguntaremos por qué no
se pica bien siempre; a quién beneficia el sangrado excesivo, las varas
trasera y caídas, las puesta en suerte inadecuadas…
Por lo tanto, el picador, en las mañanas de las corridas, deberá
instruirse sobre las características principales de la ganadería que va a
picar. Debe conocer siempre el tipo de toro para adecuar el castigo a las
condiciones más destacadas de su casta. Incluso conviene ver el sorteo por
si alguna de las atribuciones de los toros a picar le aconseja una más
minuciosa colocación de silla, apriete de cinchas, precauciones
determinadas…
Ha de ver el caballo con el que el que va a picar más tarde; probar la
obediencia a las solicitudes del bocado; hacerlo andar hacia delante, hacia
atrás, desplazarlo lateralmente; calmar su inseguridad; observar los vicios
que puede haber adquirido con el tiempo; hablar con el experto de la
Cuadra para saber lo máximo sobre sus peculiaridades.
Vestirá al bruto con cuidado teniendo en cuenta las ya comentadas
atenciones: cincha apretada lo justo para que no se gire la silla y para
Taurologia.com
10
soportar el esfuerzo que al hinchar su cuerpo debe soportar. Probar el
estribo derecho para comprobar que la “mona” sale con facilidad y no
facilita el balanceo, que podría hacerlo topar con los pitones y deteriorarlos.
Igualmente medirá con cuidado la longitud del estribo izquierdo de forma
que al volcarse sobre la vara pueda apoyarse en él y así aplicar con su
cuerpo la fuerza que requiere cada puyazo. Probará el picador la obediencia
del jaco una vez bien enjaezado, para no ser sorprendido en la plaza por
alguna molestia que pudiera sufrir por la silla, bocado o peto.
Como todo buen profesional cuidará de que su estado físico y
psíquico sea adecuado. Conviene comida ligera y descanso suficiente. No es
recomendable la ingesta de alcohol que pueda alterar la tranquilidad
necesaria para su labor. Observar los tiempos necesarios para llegar a la
cita con la cuadrilla con puntualidad sin que los nervios aparezcan por
causa alguna.
Desde que el toro aparece en la plaza el picador debe estudiar sus
características, sus querencias y su poder. De acuerdo con el matador debe
prepararse para aplicar el castigo que necesite el cornúpeto. Una vez en el
ruedo para cumplir su actuación, el picador debe situarse en la
contraquerencia del toro, es decir, frente a chiqueros. Lo hará colocándose
a metro y medio de la barrera, perpendicular a ella, con objeto de no
obstaculizar la puesta en suerte del toro por el matador o banderilleros, y
de posibilitar el tránsito de éstos junto a la barrera. Así se evitan puyazos
al relance que suelen ser malos por imprevistos. Cuando el toro esté en
suerte, esto es, frente al picador y fuera del tercio, algo escorado a la
izquierda del picador, éste hará avanzar a su montura despacio blandiendo
la vara y llamando la atención del toro. Si tras varios intentos el toro quedo
no se abalanzara, tratará con su matador de ver si es necesario acercar el
caballo a la querencia para que entre mejor en la suerte. Si el toro acude a
la cita, el picador deberá mantener la vara corta y largarla cuando llegue a
sus dominios. Dirigirá el puyazo al morrillo y al llegar a éste dará un cuarto
de vuelta a su vara alojándola en su axila deteniendo al cornupeto y
evitando que se estrelle contra el peto. Meterá las cuerdas en el morrillo a
la vez que con la mano izquierda gire la cabeza del caballo para poder
sacar al toro sin peligro para el caballo. Si el toro es parado, el puyazo
debe evitar el choque de la res con el peto, largando pronto al toro para
que no se refugie en el caballo.
¿POR QUÉ NO SE PICA MEJOR?
Uno
busca explicaciones al porqué las cosas no se hacen siempre
bien, si ello no conlleva demasiadas complicaciones. Y sobre la Suerte de
Varas hemos de aportar nuestras teorías; algunas confesiones de viejos
picadores; desconcertantes contestaciones de los más jóvenes;
incoherencia en el sentir de los ganaderos; desconocimiento de toreros…
Veamos.
Taurologia.com
11
Acuarela de
Enrique
Pastor
¿Saben los picadores dónde hay que picar al toro y por qué? No;
rotundamente: NO. ¿Lo saben los toreros? Menos. Si vemos videos de hace
30 o 40 años, observaremos que la mayoría de los puyazos se colocaban
muy cerca del sitio correcto, es decir, del morrillo. Es cierto que los
picadores, atendiendo lo requerido por sus matadores, intentan sangrar lo
antes posible aunque, en su profesionalidad busquen colocar puyazos lo
más correctos que pueden. Las confesiones de estos picadores veteranos
son suculentas. Así nos narran la diferencia de ir con uno u otro matador.
Los matadores que estoqueaban corridas de las llamadas duras, solían
dejar a cargo de la experiencia de sus picadores el tipo de castigo que
necesitaba cada toro, además de permitirles realizar la suerte al albur de
su arte y capacidad. Algunos picadores veteranos nos han indicado la
diferencia entre este tipo de toreros y los llamados de arte, los que buscan
el toro moldeado para conseguir su lucimiento exclusivo. Esto, como puede
colegirse, trae consigo una minimización de nuestra rica tauromaquia. Se
pierde un tercio que siempre proporcionó emoción al aficionado; una
situación fundamental para conocer la bravura del toro; una ocasión ideal
para realizar quites en los que se estudie el estado en que queda el toro
para la posterior lidia; la medida en que el castigo pueda ser regulado.
En los tiempos actuales, la Suerte de Varas ha pasado a ser un
obligado tercio en el que se infringe al toro un castigo máximo en el primer
puyazo. Parece que el matador desea que su toro quede listo para que
pueda darle pases lucidos desde que comienza su actuación con la muleta.
Así evitan la lidia; huyen del conocimiento del cómo preparar el toro para la
muerte. Buscan el toreo de salón realizado en la plaza. Tétrico. Por ello, ni
banderilleros ni picadores cumplen debidamente lo que debería ser su
cometido, por que no hay LIDIA. La adecuación del toro para que el
matador le dé 100 pases se realiza en el caballo. Llega el toro al caballo, la
mayoría de las veces sin estar puesto en suerte debidamente, y el picador
le pone un puyazo trasero y caído que le produce de inmediato un sangrado
excesivo; la sangre caerá por el lomo izquierdo y del brazuelo para atrás.
Taurologia.com
12
Esa sangre no será la del morrillo, esa que no afecta a la circulación
principal de la res; esa sangre, roja brillante, deja sin fuerza al toro, le
quita poder y acorta la duración de su embestida. Además, por la ineficacia
y comodidad de la mayoría de los picadores, los encontronazos con el peto
y el caballo le producen otro castigo añadido, innecesario y pernicioso. ¿Por
qué no se hace mejor? Creo que la mayor parte de las veces es por que no
se sabe picar. Otras, por que el matador no sabe que la Suerte de Varas es
necesaria para templar la embestida; para ahormar “el acornear” de la res,
como deja dicho “Pepe Hillo” en su tauromaquia citada; para estudiar las
reacciones del cornúpeto; para evitar que el toro se rebrinque al final de los
muletazos; para que la res no quede lesionada en su sistema locomotor…
Estoy convencido de que si el torero supiese los beneficios que una
Suerte de Varas bien realizada aportaría a sus faenas, exigiría a sus
picadores actuaciones adecuadas. Por que el bien picar sólo trae buenas
consecuencias para la lidia. El castigo que el torero desee aplicar a su
oponente puede ser mejor medido si se aplica con pureza; si el valor del
coletudo es corto, podrá mandar a su picador que pique 2/3 o 4 veces
hasta que el poder de la res se acople a sus capacidades lidiadoras. Pero
siempre evitando lesiones en el aparato locomotor o hemorragias
perniciosas; ahormando el acornear lesionando los músculos que regulan la
elevación de la cabeza del toro; evitando que se rebrinque por que el
puyazo trasero afecte a vértebras lumbares, o a los cartílagos de las
escápulas… En fin, evitando lesionar indebidamente al cornúpeto.
EL NECESARIO MENSAJE POR LA
DIGNIFICACIÓN DE LA SUERTE DE VARAS
A nuestra manera de ver, la Suerte de Varas bien ejecutada no trae
nada más que beneficios para la lidia. No comprendemos la necesidad de
seguir realizándola en un monopuyazo alevoso con las deficiencias ya
explicadas. Para conseguir la regeneración de esta bella suerte del toreo
pedimos a todos los involucrados en la Corrida: matadores, picadores,
aficionados, medios de comunicación y autoridades, que se preocupen de
propalar la importancia de la misma y la necesidad de que sea bien
ejecutada.
En las escuelas de tauromaquia convendría que se impartieran clases
de anatomía del toro de lidia; de la correcta aplicación de la Suerte de
Varas; de las consecuencias negativas que traen consigo los malos
puyazos; explicar el perjuicio que para la Fiesta suponen los sangrados
excesivos; el castigo desmesurado; las lesiones por mala colocación de la
puya… En fin, dar a conocer para qué sirve la Suerte de Varas bien
ejecutada.
Por desgracia vemos cutio en las retransmisiones de corridas cómo
puyazos lejos del morrillo son ensalzados por algunos periodistas y sus
asesores toreros sólo por que se pusieron arriba. También se felicitan por
que algunos caen cerca de la cruz, y los llaman “delanteros”. No es normal
Taurologia.com
13
que uno caiga en el morrillo, aunque sea en su parte final, pero si se
produce alguno así lo denominarán “muy delantero”, como si en la
perfección se encontrara el error.
Cuando se habla con un joven picador sobre este tema, siempre
desean convencernos de que la vara bien puesta es la que se aplica en la
cruz. No saben que ahí es donde se encuentran los músculos que regulan el
movimiento de las manos de la res; desconocen que al profundizar la puya
en el toro por el empuje que éste realiza al encontrase con el caballo al
menos 25 centímetros de vara entran en su cuerpo, y que de estar la puya
caída o trasera llega a afectar a arterias, músculos o nervios necesarios
para el correcto transcurrir de la integridad de la res.
Otros explican que el picar en el morrillo es difícil por que la piel de
este lugar del toro es muy dura al no estar fatigada como la del resto de su
cuerpo, por que cubre una masa carnosa sin músculos que la soliciten.
Además, señalar en el morrillo es más complicado, hay que tener mucha
puntería, dicen. Pero no dicen que la vara bien puesta es la largada en el
momento del encuentro justo antes de que la testuz de la res llegue al
peto, parando con fuerza y maña la embestida evitando en lo posible que
se estrelle contra en caballo; largando la embestida hacia fuera tras sutil
movimiento de la mano izquierda librando al caballo de la salida de la res.
Nos gustaría que todos los estamentos que actúan o rigen la
Tauromaquia trasladasen al público en general las formas correctas del
buen picar; que explicasen las ventajas y los inconvenientes de los puyazos
que se dan al toro; que expusieran de forma fácilmente inteligibles cuándo
una vara está bien colocada, cuándo un puyazo es excesivo; cuándo es
aconsejable o no utilizar la “carioca”, y por qué. Que informen a los
aficionados de los datos visuales que definen un puyazo bien puesto: el no
borbotar de la sangre; su derrame paulatino por delante de los brazuelos,
por ambos lados, y no por el lado izquierdo, lo que supone puyazo caído
para sangrar antes y más. En fin, que cuando un espectador vea un puyazo
pueda identificarlo como bueno o malo por esas señales inequívocas y que,
al igual que chiflan al picador cuando traspasa la raya de protección lo
hagan al detectar esas señales claras. Si esas sencillas enseñanzas le llega
al público, ¡ya se privarán mucho los de a caballo de quedar mal! Y es que
ahora se aplauden tercios de varas sólo por que el picador realiza la suerte
con donosura: mueve el caballo con arte; cita con enjundia; o ¡no se cae
del caballo ante un achuchón del cornúpeto!;…, y ya no se juzga dónde cae
la puya. Recuerdo en la pasada feria de San Isidro cuando “Tito de
Sandoval” realizó una suerte preciosa picando a Flamenco; un “carriquiri”
negro de 633 Kgs., al que Javier Castaño puso en suerte 4 veces, con
generosidad y torería. Sandoval toreó a caballo con donosura, con belleza
estética y efectividad ya que el gran toro acudió a sus citas con prontitud y
claridad, aún desde más allá del centro del ruedo. Pero, a excepción de la
1ª vara, que cayó en la cruz, las demás fueron más traseras o muy
traseras, lo que sin duda motivó que el toro saliera de najas al ser
Taurologia.com
14
afectado, posiblemente, su raquis; no es lógico que un toro que acude al
castigo con la bravura que lo hizo “FLAMENCO”, saliera suelto del caballo al
sentir la vara, si no fuera por que ésta afecto a zonas nerviosas.
Exigir una capacitación adecuada a los aspirantes a picadores;
posibilitar una formación suficiente en escuelas y tentaderos; dar a conocer
a los toreros la anatomía del toro y la necesidad de evitar castigos
excesivos o inadecuados durante la Suerte de Varas, que perjudican la
imagen de la Fiesta y degradan la calidad del comportamiento del bravo;
son realidades a las que hay que enfrentarse con determinación. De esta
manera el ganadero podrá conocer mejor el comportamiento de sus reses
para tomar decisiones que mejoren su ganadería; los toreros mejorarán la
calidad de sus faenas; la Fiesta será más integra y lucida; la cruenta Suerte
de Varas perderá sadismo, sí, ese abuso del castigo cuyo único fin es la
supuesta comodidad del torero, al que le llega en muchos casos un toro
diezmado en su poder, indeciso en sus lánguidas embestidas, incapaz de
emocionar, y que sólo sirve para realizar el toreo de salón que podría
conseguirse sin su presencia…
CÓMO DETECTAR UNA SUERTE DE VARAS MAL EJECUTADA
La
mayoría de las veces, la única admonición que reciben los
picadores es debida a que el jaco traspasa la raya de protección del tercio;
algo que ve cualquier espectador claramente. Sin embargo, avisado el
aficionado debidamente, otras anomalías debieran ser más criticadas si se
supiera cómo debe transcurrir la suerte. Ejemplos:
1.- La colocación del caballo junto a la barrera, perpendicular a ella.
En esa posición el caballo no distrae al toro y permite que el matador lo
ponga en suerte adecuadamente. Desde esa posición, a un metro
aproximadamente de la madera, el cite es más ortodoxo, puede ser más
artístico y se prepara mejor el encuentro entre picador y toro, permitiendo
mejor ejecución del puyazo.
2.- Si el picador no ha acertado en la querencia adecuada en la que
ha colocado su montura, debe cambiar su posición con premura para evitar
que la res se resabie. No debe aceptarse tiempos muertos que perjudican
la lidia adecuada.
3.- El picador debe evitar el choque del toro con el peto. En esta
fuerza que opone el brazo del piquero está la razón del temple que debe
lograr la suerte. Recibir, calar, templar y largar, son las fases que logran el
objetivo del puyazo.
4.- El punto de encuentro
prolongación de las manos del toro
nunca el puyazo. Tras ese punto,
locomotor o afectar la irrigación
que forma la línea imaginaria de la
con la de su dorsal, no debe traspasarlo
la posibilidad de dañar algún músculo
sanguínea arterial de la res es muy
Taurologia.com
15
probable. Esos puyazos traseros los denuncia la caída de la sangre desde el
brazuelo hacia atrás. La sangre debe caer por ambos lados de la res entre
los brazuelos y la cabeza.
5.- Si el puyazo está detrás del morrillo, el ahormado de la
embestida, fundamento de la suerte de varas, no se logra ya que los
músculos epiaxiales no son afectados por nacer, precisamente, desde la
cruz a la testuz. Si además el puyazo afecta a alguna vértebra dorsal, la
posibilidad de que la embestida sea rebrincada es muy alta. Esto se
observa con claridad en los primeros muletazos que le da el matador.
6.- Las caídas de los picadores suelen ser debidas a dos
circunstancias:
A.- No monta debidamente posibilitando el apoyo del cuerpo en el estribo
izquierdo, con lo que el empuje del toro puede desplazarlo de su posición
ideal en la silla.
B.- La palanca que forma la fuerza de la vara con el empuje del toro
catapulta al caballero. El estribo izquierdo más corto evita el desequilibrio
en el choque, y posibilita el largado del toro con prontitud.
7.- No es adecuado el mete y saca, el barrenado ni la carioca; todo
esas malas artes se detectan con facilidad. Recibir, clavar en el morrillo
templando y corrigiendo las deficiencias de las embestidas previas, y el
largar al toro por delante del lado derecho de la cabeza del jaco, debe
realizarse con prontitud huyendo de mantener al toro excesivo tiempo en la
suerte.
Titánica misión tenemos los defensores del toro y de la Suerte de
Varas. Debemos recabar la ayuda de todos los estamentos del toreo:
ganaderos: que se quejen con vehemencia por la vejación que el abuso en
los puyazos infringen a sus toros; presidentes: que denuncien los puyazos
asesinos de los que hablan los veterinarios autores de los informes citados;
toreros: que al fin comprendan que una puya aplicada en el morrillo
midiendo el castigo en 2, 3 o 4 entradas es más positiva que el
monopuyazo alevoso y sangrante; público: que sepa que la dignidad de la
Fiesta está en que el toro a lidiar no esté vejado para que el torero esté
más cómodo; picadores: que disfruten con su labor bien realizada, medida
y adecuada a las condiciones del toro…
No me llamen ingenuo por perseguir esta ilusión. La belleza de la
Suerte de Varas se ha olvidado tras la generalización del puyazo asesino. El
dignificar este bello arte debe ser nuestro objetivo.
© José Mª Moreno Bermejo
[1]“La saga de los Merchante. El tránsito del toreo a caballo”. José Mª Moreno Bermejo,
Madrid 1910. Págs. 5 a 10. Madrid, 1910
[2] “Arte del toreo”, José Daza, 1778. Pág.160. Edita Unión de Bibliófilos Taurinos, 1959
[3]“Arte del toreo”, José Daza, 1778. Pág. 171.
Taurologia.com
16
[4]Entrevista de Miguel Fernández, Madrid, 1967; Juan Belmonte y los toros.
[5]Política y toros. Ramón Pérez de Ayala, Madrid, 1925. Pág.xxx
[6]Cossío y Norberto Carrasco, El Ruedo, nº 1390, 9/II/71
[7].Velázquez, Ortega y Gasset. Págs. 155/156
[8]“Tauromaquia o arte de torear”, Pepe Hillo. Pág. nº35. Cádiz, 1796.
[9]f.- Estudio publicado en: “Revista de estudios taurinos”, nº 9, de 1999; páginas 94/103.
Editada por la Fundación de estudios taurinos, de Sevilla. También se publica en: “Suerte de
Vara”, páginas 181 y siguientes, Luis F. Barona Hernández y Antonio E. Cuesta López.
Editado por la Diputación de Valencia, 1999. ISBN- 84-7795-224-8.
[10]Publicado en: “Revista de estudios taurinos”, nº 9, de 1999; páginas 104/139. Editada por
la Fundación de Estudios Taurinos, de Sevilla.
[11]“La Suerte de Varas dicha y hecha por Raimundo Rodríguez Sánchez”. Editorial Temple.
Madrid, 2012.
Taurologia.com
17
Descargar