Nº 52, abril de 2016 Jurisprudencia Resoluciones judiciales e-Dictum 52 Por María Luisa Sánchez Paredes, profesora de Derecho Mercantil . Universidad Antonio de Nebrija 1. Tribunal Suupremo SENTENCIA DE LA SALA DE LO CIVIL DEL TRIBUNAL SUPREMO [Recurso 2784/2013] DE 2 DE FEBRERO DE 2016 [Ponente: Xavier O’Callaghan Muñoz] Doctrina jurisprudencial sobre la distinción del error-vicio y el error-obstativo: en el primero, aparece errónea la voluntad; en el segundo, lo erróneo es la declaración, divergente con la voluntad, de modo que falta el verdadero consentimiento, lo que determina la inexistencia del negocio. « […] La esencia de la quaestio iuris es, pues, si se trata de error vicio, en cuyo caso la acción estaría caducada: posición de la parte demandada y de la sentencia de primera instancia; o si se trata de error obstativo, que da lugar a la nulidad absoluta o, más precisa, inexistencia por falta de consentimiento, posición de la parte demandante y de la sentencia de segunda instancia. 2.- Sobre el primero es elocuente la sentencia del 21 mayo 2007: “siendo el error vicio de la voluntad que da lugar a la formación de la misma sobre la base de una creencia inexacta y que precisa ser esencial (determinante de la voluntad declarada) e inexcusable (que no pudo ser evitado mediante una diligencia media) lo contempla el artículo 1.266 y lo califica el 1.265 del Código civil como vicios del consentimiento que da lugar a la anulabilidad del contrato regulada en los artículos 1.300 y siguientes”. Y sobre el error obstativo, es clara la sentencia de 22 diciembre 1999 que expresa: “... El error obstativo es un caso de falta de coincidencia entre voluntad y declaración, en el negocio jurídico, con la característica de que tal desacuerdo es inconsciente y, como consecuencia, excluye la voluntad interna real y hace que el negocio jurídico sea inexistente... artículo 1.266 se refiere al error vicio y aquí nos hallamos ante un error obstativo; el ámbito de esta norma lo concreta el artículo 1.300: sólo se aplica al contrato que reúne todos los elementos (consentimiento, objeto y causa), es decir, a aquél en que ha habido error en la voluntad (error vicio) y no error en la declaración (error obstativo), aquél provoca la anulabilidad (por el vicio), éste la inexistencia (por la falta de uno de los elementos)”. TERCERO.- 1.- El recurso por infracción procesal se funda en el artículo 469.1.4º de la Ley de Enjuiciamiento Civil por vulneración del derecho fundamental de la tutela judicial efectiva, consagrado en el artículo 24 de la Constitución Española por haberse dado error patente en la valoración del informe de valoración de la Sociedad de Tasación S.A. que, según el propio recurso, supuso la revocación de la sentencia de primera instancia. No es así y el motivo se desestima. Las sentencias de 8 marzo 2013, 16 marzo 2013 y 7 mayo 2013 han recordado que el recurso por infracción procesal no incluye como motivo la revisión de la valoración de la prueba, salvo el caso del error patente, que es la existencia perfectamente concretada de una equivocación clara, indiscutible y manifiesta y que aparece sin duda alguna, sin que quepa confundir con una valoración de la prueba practicada, de acuerdo con sus intereses, como si de una tercera instancia se tratara, lo que no cabe plantear en esta Sala: así, sentencias de 25 junio 2010, 5 mayo 2011, 4 abril 2012, 6 mayo 2013, 24 octubre 2014. No es el caso presente. El informe a que se refiere el motivo no ha sido determinante de la resolución de la Audiencia Provincial. Es cierto que en el comienzo de su fundamento primero escribe que la adquisición de las fincas se adquirió como «consecuencia de la información» pero no sólo la prueba se basa en este informe de la «Sociedad de Tasación, S.A.», sino que en este mismo fundamento, más adelante en el antepenúltimo párrafo se concreta al error obstativo y no se basa como determinante, en aquel informe. Por tanto, el informe de la Sociedad Anónima lo tiene en cuenta la sentencia de la Audiencia Provincial y no es determinante de la resolución. Por ello, tampoco es relevante que el informe parcial o total sea anterior o posterior a la escritura de compraventa, siendo así que declara probada la actuación de la entidad bancaria («confianza depositada en la información facilitada por el vendedor», «datos suministrados equivocadamente»). www.dictumabogados.com 1 Nº 52, abril de 2016 En definitiva, la valoración del informe de la «Sociedad de Tasación, S.A.» no es determinante y decisivo para la consideración que finalmente lleva a la sentencia recurrida a la estimación de la demanda, sino que es una más de las razones tenidas en cuenta por la misma. probados en que la voluntad del demandante era una y la declaración (compra unas parcelas que ni quiere ni le interesan) fue otra. En definitiva, declaración distinta a la querida, ‘falta de coincidencia entre voluntad y declaración' dice la sentencia de 22 diciembre 1999. 2.- En consecuencia, se desestima este motivo y, por ende, el recurso por infracción procesal, con la consecuencia de la condena en costas a la sociedad bancaria recurrente y a la pérdida del depósito constituido. 2.- La consecuencia de ello es que falta el verdadero consentimiento, elemento esencial del negocio jurídico (artículo 1.261 del Código civil) lo que da lugar a la inexistencia del mismo y, por ende, a la ausencia de la posibilidad de prescripción y de caducidad, así lo dice expresamente la citada sentencia de 22 diciembre 1999. Todo ello, atemperado por los principios de responsabilidad y confianza, y partiendo de que la discrepancia recaiga sobre un objeto esencial. CUARTO.- 1.- El recurso de casación, también con un solo motivo, entra en el fondo de derecho material y, formulado al amparo del artículo 1.266.1 del Código civil y de cierta doctrina jurisprudencial, mantiene que se trata de un error vicio que, en consecuencia, tiene caducada la acción, tal como resolvió el Juzgado de 1ª Instancia. Se ha expuesto con anterioridad la doctrina jurisprudencial sobre la distinción del error-vicio y el error-obstativo. Se puede precisar que en el error vicio aparece errónea la voluntad y en el error obstativo, lo erróneo es la declaración, divergente con la voluntad. En el primero se declara con una voluntad equivocada (viciada) y en el segundo se quiere una cosa y se declara otra, se declara lo que no se quiso. Este es el caso presente, partiendo de los hechos probados. La persona demandante, compradora, declara comprar unas fincas, se le dice que son unas determinadas, se le exhibe un plano catastral, recibe información de una entidad, y como está probado ‘pensó equivocadamente' que compraba unas parcelas que incluso visitó ‘motivo fundamental por el que prestó su consentimiento' (también hecho declarado probado); parcelas que estaban en determinado lugar, próximo a otras de su propiedad. Más tarde, celebrada la compraventa, comprueba que las parcelas compradas y pagadas e identificadas en el Registro de la Propiedad no se corresponden a las parcelas catastrales que pertenecen a un tercero. Lo cual no es otra cosa que declarar la compra de algo, pensando equivocadamente que se trataba de un terreno y no era éste sino otro distinto. La realidad del error obstativo es clara. En el motivo de casación se citan como doctrina jurisprudencial dos sentencias de esta Sala. La de 28 septiembre 1996 trata de un error vicio consistente en su calificación urbanística pero no se trata de una declaración divergente de su voluntad, sino de una voluntad ‘viciada' por un error. La de 13 julio 2012 también califica el caso de error vicio ‘una vez examinados los hechos probados'. Nada de ello coincide con el caso de autos, a la vista de los hechos En el presente caso, ciertamente el comprador tuvo el error sobre la esencialidad del objeto (una finca por otra) y en la confianza en la parte vendedora (nunca se ha mencionado dolo) y sin falta alguna de su responsabilidad (que en nada faltó a la diligencia)». TRIBUNAL SUPREMO SENTENCIA DE LA SALA DE LO CONTENCIOSOADMINISTRATIVO DEL TRIBUNAL SUPREMO [Recurso 4066/2014] DE 3 DE FEBRERO DE 2016 [Ponente: Manuel Vicente Garzón Herrero] Sobre las notas características de la noción de empresario.La existencia de beneficios no es un presupuesto de la actividad económica. « […] Tres son las cuestiones de fondo que este recurso plantea, pues no se discute la identidad esencial de los supuestos de contraste, y que no concurren cuestiones formales que podrían ser obstáculo para el análisis material de las cuestiones litigiosas. En primer lugar, si la existencia de beneficios es un presupuesto de la actividad económica, de manera que su no concurrencia excluya la calificación de «actividad económica». En segundo término, si la permanencia de una actividad económica deficitaria durante siete años permite concluir que desde el punto de vista de la racionalidad hay que presumir que la actividad de estas características es irracional. Finalmente, si una actividad calificada de hobby puede ser excluida, por este solo hecho, de lo que se consideran como actividades económicas. www.dictumabogados.com 2 Nº 52, abril de 2016 Todo ello sin dejar de reconocer que el estudio conjunto de los problemas mencionados podría ofrecer una solución diferente a su análisis separado. pérdidas de los ejercicios iniciales y exigiría un esfuerzo probatorio superior al efectuado para demostrar su concurrencia. QUINTO.- Examen del alcance de la existencia de pérdidas De otra parte, la irracionalidad en el comportamiento humano, pese a las pérdidas, no se presume. Lo que se presume es la racionalidad, y la afirmación de la irracionalidad tiene que ser probada, mediante un razonamiento completo y acabado de su concurrencia en el ejercicio y desarrollo de la actividad económica examinada, lo que en este caso no se ha hecho. Es manifiesto que el artículo 25 de la Ley reguladora del IRPF no supedita la existencia de actividad económica a la obtención de ganancias o pérdidas en el ejercicio. El precepto invocado únicamente condiciona la existencia de actividad económica a la ordenación del trabajo y capital por cuenta propia con la intención de intervenir en el mercado de bienes y servicios. Queda, por tanto, excluido que la obtención de pérdidas en una actividad sea susceptible de eliminar, por sí misma, el ejercicio de una actividad de económica. SEXTO.- Sobre la relevancia de la persistencia de pérdidas económicas en la calificación de actividad económica No es dudoso, según lo razonado, que la concurrencia de pérdidas no excluye la existencia de actividad económica. La cuestión, ahora, es si la conclusión precedente puede sostenerse cuando las mencionadas pérdidas resultan mantenidas en diversos ejercicios. Por lo pronto, habrá de entenderse, desde el estricto punto de vista económico, y dado que los resultados económicos no son un elemento condicionante de la existencia de actividad económica, que la permanencia de estos durante varios ejercicios es irrelevante para mantener la calificación de «actividad económica» sujeta al régimen que para esta clase de actividades establece la ley, puesto que la ley no introduce esa circunstancia como elemento excluyente de la actividad económica. Es indudable, sin embargo, que si la esencia de toda actividad económica es la obtención de beneficio, es evidente que no puede sostenerse su existencia desde un punto de vista racional, cuando las pérdidas son constantes y mantenidas durante diversos ejercicios. Ahora bien, la conclusión precedente requiere un análisis exhaustivo y completo de la actividad que demuestre, tanto por los medios, de todo orden utilizados, como por los fines pretendidos, su irracionalidad. Este análisis no se ha realizado ni por la Administración ni por la sala de instancia, lo que comporta rechazar la irracionalidad pretendida, pues las meras afirmaciones apodícticas sobre la concurrencia de la irracionalidad no son de recibo. Conviene tener en cuenta que las actividades cuestionadas, «hípica» y «forestal» no producen beneficios inicialmente, lo que justificaría las Es decir, la actividad económica de «hípica», aquí cuestionada, no puede ser rechazada por la concurrencia de pérdidas de manera continuada en diversos ejercicios. Menos aún, si, como en este caso sucede, un órgano jurisdiccional ha excluido con anterioridad el pronunciamiento que la Administración y la sala de instancia formulan. SEPTIMO.- Sobre la calificación de «hobby» como elemento excluyente de la actividad económica En primer término, y prescindiendo de la admisión de este concepto «hobby» en castellano, es indudable que una actividad de «entretenimiento», pues hay que suponer que esta es la calificación que traduce dicha expresión, no puede ser excluida del ámbito de las actividades económicas por el solo hecho de ser «entretenimiento». Prueba de ello es que las actividades de «entretenimiento» cuando tiene resultados positivos no son excluidas del ámbito de las actividades económicas por la Administración. La mera invocación, casi reproche, que se hace a la actividad como de «entretenimiento» no justifica su exclusión del ámbito de las actividades económicas. OCTAVO.- Examen conjunto de los elementos analizados separadamente Resulta patente que el examen conjunto de los elementos analizados de modo separado, en este litigio, no ofrece resultados distintos cuando se efectúa conjuntamente. No se ha hecho ningún esfuerzo analítico, probatorio y lógico destinado a acreditar que las actividades examinadas en estos autos no tengan naturaleza económica y sean irracionales, pues la irracionalidad no resuelta de la mera existencia de pérdidas, y tampoco puede excluirse apriorísticamente la actividad que consista en «entretenimiento» del ámbito de las actividades económicas. NOVENO.- Alcance del razonamiento precedente www.dictumabogados.com 3 Nº 52, abril de 2016 Lo hasta aquí expuesto es aplicable tanto a la actividad «hípica» como a la «forestal» pues ambas tienen en común que en un periodo inicial necesitan de inversiones cuantiosas, cuyos resultados positivos puede retrasarse en el tiempo, e, incluso no llegar a producirse, si median circunstancias desfavorables. La prueba de la «irracionalidad» de las explotaciones, o de constituir un mero «entretenimiento», carente de finalidad económica, requiere un análisis de los medios puestos para la obtención de los fines pretendidos que acredite la inadecuación de unos y otros de donde pueda inferirse su irracionalidad. Tal prueba ha de ser completa y acabada, y no un mero apriorismo que es lo que aquí sucede». SENTENCIA DE LA SALA DE LO CIVIL DEL TRIBUNAL SUPREMO [Recurso 2363/2013] DE 25 DE FEBRERO DE 2016 [Ponente: Rafael Sarazá Jimena] Sociedades de capital: vulneración de las exigencias de la buena fe en el ejercicio de la acción de impugnación de un acuerdo social adoptado en cumplimiento de un pacto parasocial suscrito por todos los socios: es contraria a la buena fe la conducta del socio que participa en los negocios jurídicos de los que resulta una determinada distribución de las acciones y participaciones sociales y en los que se acordó un determinado régimen para los derechos de voto asociados a los títulos y, posteriormente, impugna los acuerdos adoptados por la junta en la que se ejercieron los derechos de voto conforme a lo convenido. «Los antecedentes relevantes para la resolución del recurso, tal como han sido fijados por la sentencia de la Audiencia Provincial, son los siguientes: i) CDC Hiacre, S.A. (en lo sucesivo, CDC Hiacre) tiene su capital dividido en 10.000 acciones: - 260 acciones (el 2,6 % del capital social) las posee la sociedad en autocartera. - D. Cornelio es titular de 4.870 acciones (48,7 % del capital social): de 4.037 acciones es pleno propietario; de las restantes 833 acciones es nudo propietario y su padre D. Isaac es usufructuario. - D. Eusebio es titular de otras 4.870 acciones (48,7 % del capital social): es pleno propietario de 4.036 acciones y nudo propietario de 834 acciones cuyo usufructo ostenta su padre, D. Isaac. Mediante escritura de compraventa de acciones, de 22 de noviembre de 2000, en la que intervinieron D. Isaac, D. Cornelio y D. Eusebio, se elevó a público el documento privado de 22 de julio de 1997, por el que D. Isaac vendió a sus hijos la nuda propiedad de las acciones de CDC Hiacre antes referidas (833 a su hijo Cornelio y 834 a su hijo Eusebio). En la escritura, el vendedor reconoce haber recibido el precio de la venta. El contrato privado de 22 de julio de 1997 se incorpora a la escritura. El pacto contractual que interesa en este litigio es el sexto, "Usufructo", que dice textualmente: «Don. Isaac como transmitente de la nuda propiedad de las acciones descritas se reserva el derecho de usufructo vitalicio de las mismas y tendrá todos los derechos inherentes a la condición de socio, especialmente derecho al voto, derecho a beneficios y los demás reconocidos por la Ley». Los estatutos de CDC Hiacre no contienen, antes ni después del contrato referido, ninguna previsión sobre atribución del ejercicio de los derechos políticos al usufructuario de las acciones en lugar de al nudo propietario. Es decir, el pacto parasocial entre los Sres. D. Isaac, D. Cornelio y D. Eusebio no se llevó a los estatutos de la sociedad. ii) Inverdelval, S.L. (en lo sucesivo, Inverdelval) tiene su capital dividido en 49.900 participaciones: - D. Cornelio es titular del 50 % del capital social: 16.633 participaciones de las que es pleno propietario y 8.317 participaciones de las que es nudo propietario y su padre, D. Isaac, usufructuario. D. Eusebio es titular del 50 % restante del capital social: 16.633 participaciones de las que es pleno propietario y 8.317 participaciones de las que es nudo propietario y su padre, D. Isaac, usufructuario. Mediante escritura de compraventa de participaciones, de 10 de mayo de 2001, en la que intervinieron D. Isaac, D. Cornelio y D. Eusebio, como únicos socios de Inverdelval, D. Isaac vendió a su hijo Cornelio la nuda propiedad de 8.317 participaciones sociales y a su hijo Eusebio la nuda propiedad de sus otras 8.317 participaciones en la sociedad. El pacto V de la escritura dice literalmente: «D. Isaac, como transmitente de la nuda propiedad de las participaciones sociales descritas se reserva el derecho de usufructo vitalicio de las mismas y tendrá todos los derechos inherentes a la condición de socio, especialmente el derecho al voto, derecho a beneficios y los demás reconocidos por la Ley». Los estatutos de Inverdelval se refieren expresamente a los derechos de usufructuario y nudo propietario. El artículo 10 de los estatutos vigentes en junio de 2010, dice: «En caso de usufructo de participaciones, la cualidad de socio reside en el nudo propietario, pero el usufructuario tendrá derecho en todo caso a los dividendos acordados por la Sociedad durante el usufructo». El pacto parasocial entre los Sres. Isaac, Cornelio y Eusebio, contenido en el acto de transmisión de las participaciones, no se llevó a los estatutos de la sociedad. iii) En el marco de distribución de capital descrito y en un contexto de enfrentamiento de las posiciones de los socios D. Cornelio y D. Eusebio sobre la gestión de las sociedades al tiempo de las juntas impugnadas, CDC Hiacre tenía un consejo de administración integrado por D. Cornelio, D. www.dictumabogados.com 4 Nº 52, abril de 2016 Eusebio y D. Isaac, éste último presidente; Inverdelval estaba administrada por esas mismas tres personas como administradores mancomunados-, tuvieron lugar las juntas generales objeto del juicio, de 28 de junio de 2010. En las juntas de las dos sociedades votó Don. Isaac, por medio del representante que había nombrado. En CDC Hiacre, todos los acuerdos sometidos a votación (cese de administradores; cambio del sistema de administración; nombramiento de administradores y, en su caso, administradores suplentes; modificaciones estatutarias correspondientes; aprobación de las cuentas anuales del ejercicio 2009; aprobación de la aplicación del resultado del ejercicio 2009; aprobación de la gestión del órgano de administración sobre el ejercicio 2009 y delegación de facultades para formalizar acuerdos) fueron aprobados con el voto a favor del 57,03 % del capital social (correspondiente a D. Isaac y D. Eusebio) y el voto en contra del 40,37 % (D. Cornelio). En Inverdelval, los acuerdos sometidos a votación (cese de administradores; cambio del sistema de administración; nombramiento de administradores titulares; cambio de domicilio social; modificaciones estatutarias correspondientes; aprobación de las cuentas anuales del ejercicio 2009; aprobación de la aplicación del resultado del ejercicio 2009; aprobación de la gestión del órgano de administración sobre el ejercicio 2009 y delegación de facultades para formalizar acuerdos) fueron también aprobados con el voto a favor del 66,66 % del capital social (correspondiente a D. Isaac y D. Eusebio) y el voto en contra del 33,34 % (D. Cornelio). 2.- D. Cornelio interpuso una demanda contra las sociedades CDC Hiacre e Inverdelval en la que impugnó los acuerdos adoptados en la junta general de accionistas de CDC Hiacre celebrada el 28 de junio de 2010 y los acuerdos adoptados en la junta general de socios de Inverdelval celebrada el mismo día. Fundaba las impugnaciones en el hecho de que, para aprobar los acuerdos, ejercieron el derecho de voto no solo los socios D. Cornelio y D. Eusebio, sino también D., Isaac, en calidad de usufructuario de un número determinado de acciones de CDC Hiacre y de participaciones de Inverdelval, de las cuales eran nudos propietarios sus hijos, los Sres. Cornelio y Eusebio. Según el demandante, se vulneraron el artículo 67 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades Anónimas (LSA) y el artículo 36 de la Ley de Sociedades de Responsabilidad Limitada (LSRL), aplicables por razón de la fecha en que se adoptaron los acuerdos, conforme a los cuales, en caso de usufructo de las acciones y de las participaciones, según el tipo de sociedad, y salvo disposición contraria de los estatutos, el ejercicio del derecho de voto corresponde al nudo propietario. 3.- El Juzgado Mercantil dictó sentencia en la que estimó la demanda de impugnación de los acuerdos, en los términos y por los motivos formulados por el demandante. 4.- CDC Hiacre, S.A. e Inverdelval, S.L., así como el socio D. Eusebio, que intervino voluntariamente en el proceso, apelaron la sentencia. La Audiencia Provincial dictó sentencia en la que estimó el recurso y, consiguientemente, revocó la sentencia del Juzgado Mercantil y desestimó la demanda. Las razones se contienen fundamentalmente en los fundamentos décimo y undécimo de la sentencia. La Audiencia afirma que conforme a una jurisprudencia consolidada, la mera infracción de un convenio parasocial no bastaría, por sí sola, para la anulación de un acuerdo social, pues el éxito de la impugnación dependería de que los acuerdos fuesen contrarios a la ley o a los estatutos o lesionasen, en beneficio de uno o varios socios o de terceros, los intereses de la sociedad. Pero en el caso objeto del recurso no se trata de que un socio impugne los acuerdos porque no respetan los pactos parasociales respecto de los cuales la sociedad es tercera. Se trata de una situación distinta, inversa. El socio D. Cornelio, en su demanda, combate precisamente que se haya cumplido lo estipulado en el pacto parasocial que le vincula y cuya validez y eficacia no cuestiona. Impugna que, en un ámbito societario plenamente coincidente con el del pacto parasocial, integrados uno y otro exactamente por las mismas personas (el padre, Isaac, y los hijos, Cornelio y Eusebio), se haya reconocido al usufructuario el derecho al voto, ese derecho que las tres personas citadas reservaron especialmente a D. Isaac en los tres contratos suscritos al efecto. Mediante la impugnación se solicita directamente el incumplimiento del pacto parasocial sin otra razón que la estrictamente formal de su carácter no estatutario. Que las reglas estatutarias, anteriores a los pactos parasociales, no hayan sido modificadas en este punto, no puede interpretarse, según la Audiencia, como una decisión de privar de eficacia a esos pactos o de dejar su cumplimiento al arbitrio de alguno de los contratantes. Por principio, ha de entenderse que las cláusulas de los contratos están destinadas a producir efectos, no a crear apariencias falsas o situaciones absurdas. La voluntad de reserva del derecho de voto al usufructuario consta de manera clara y constante en este caso y el demandante no aporta ningún argumento en sentido contrario, de modo que la Audiencia se inclina más bien por atribuir la no incorporación a los estatutos al contexto de confianza entre el padre y sus dos hijos. El demandante no cuestiona la validez y la eficacia de los pactos parasociales, eso sí, en la esfera interna de los socios firmantes. Sin embargo, ambas esferas coinciden en el caso. www.dictumabogados.com 5 Nº 52, abril de 2016 La Audiencia considera que el demandante ejercita la acción de impugnación de forma contraria a las exigencias de la buena fe (artículo 7 del Código Civil, artículo 11 de la Ley Orgánica del Poder Judicial y artículo 247 de la Ley de Enjuiciamiento Civil) e incurre en abuso de derecho (artículo 7.2 del Código Civil). La distinción entre la esfera societaria y la contractual, impecable en abstracto, no responde a la realidad en el caso enjuiciado, atendidas sus características específicas, y sirve de instrumento para impedir el cumplimiento del pacto que vincula al demandante. La Audiencia rechaza, por contraria a la economía procesal y a las exigencias de eficacia, la solución propuesta de que, terminado este juicio con la anulación de los acuerdos por haber votado el usufructuario, deba acudirse a un nuevo juicio en que se imponga al hoy demandante el deber de respetar el derecho de voto del nudo propietario. El pacto parasocial, cuya validez no se cuestiona en ningún momento, se cumplió pese a la voluntad incumplidora del demandante. Lo que se pretende con la demanda es revertir esa situación bajo el pretexto de una infracción estatutaria. Por tales razones, la Audiencia estimó el recurso de apelación, revocó la sentencia del Juzgado Mercantil y desestimó la demanda. 5.- El demandante ha interpuesto recurso extraordinario por infracción procesal y recurso de casación contra dicha sentencia. […] Recurso de casación. OCTAVO.- Formulación del primer motivo del recurso de casación. 1.- El primer motivo del recurso de casación se encabeza con el siguiente epígrafe: «Interés casacional por oposición de la sentencia recurrida a la doctrina jurisprudencial relativa la infracción de normas imperativas, por infracción del art. 6.3 del Código Civil en relación con el art. 115.1 de la derogada Ley de Sociedades Anónimas de 1989 y 56 de la también derogada Ley de Sociedades de Responsabilidad Limitada, en relación con los arts. 67.1 y 48 LSA 1989 y 36 LSRL por inaplicación». 2.- En el desarrollo del motivo, el recurrente alega que se infringen, por no aplicarlas, las normas de las leyes societarias que reconocen al nudo propietario la condición de socio y el ejercicio del derecho de voto y obligan al usufructuario a facilitar al nudo propietario el ejercicio de este derecho. El recurrente, alega, no impugna de forma directa ningún pacto parasocial sino que se limita a seguir el mandato legal de los preceptos legales que se estiman infringidos, y actúa así porque en realidad D. Isaac jamás ejerció su derecho de voto contenido en el pacto fundacional del usufructo. Según el recurrente, la sentencia de la Audiencia Provincial habría infringido también el art. 6.3 del Código Civil que establece la nulidad de las normas imperativas, como es el caso del art. 67.1 LSA , que obliga al usufructuario a facilitar al nudo propietario el ejercicio del derecho. NOVENO.- Decisión de la Sala. Vulneración de las exigencias de la buena fe en el ejercicio de la acción de impugnación de un acuerdo social adoptado en cumplimiento de un pacto parasocial suscrito por todos los socios. 1.- Las sentencias de esta Sala 128/2009 y 138/2009, ambas de 6 de marzo, definieron los pactos parasociales como aquellos pactos mediante los cuales los socios pretenden regular, con la fuerza del vínculo obligatorio, aspectos de la relación jurídica societaria sin utilizar los cauces específicamente previstos para ello en la ley y los estatutos. Como declaran esta sentencias, diversos preceptos de nuestro ordenamiento jurídico hacen referencia a estos pactos, en lo que aquí interesa, los arts. 7.1 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades Anónimas (Real Decreto Legislativo 1.564/1.989, de 22 de diciembre) y 11, apartado 2, de la Ley 2/1995, de 23 de marzo, de Sociedades de Responsabilidad Limitada, que eran los que estaban en vigor cuando sucedieron los hechos enjuiciados. Actualmente, es el art. 29 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades de Capital el que, bajo el título «pactos reservados» recoge el texto de los preceptos antes mencionados, que es el siguiente: «Los pactos que se mantengan reservados entre los socios no serán oponibles a la sociedad». 2.- El art. 6 de la Ley de Sociedades Anónimas de 17 de julio de 1951 declaraba la nulidad de este tipo de pactos. Este régimen legal cambió con el Texto Refundido de la Ley de Sociedades Anónimas aprobado por el Real Decreto Legislativo 1564/1989, de 22 de diciembre, y con la Ley 2/1995, de 23 de marzo, de Sociedades de Responsabilidad Limitada que, al igual que hace el actual Texto Refundido de la Ley de Sociedades de Capital, no prevé su nulidad sino su inoponibilidad a la sociedad. Las sentencias citadas parten de la validez de tales pactos. La posterior sentencia 616/2012, de 23 de octubre, afirma que estos pactos, en lo referente a su validez, «no están constreñidos por los límites que a los acuerdos sociales y a los estatutos imponen las reglas societarias -de ahí gran parte de su utilidad- sino a los límites previstos en el artículo 1255 del Código Civil». Pero el problema que se plantea con más frecuencia no es el de su validez sino el de su eficacia cuando tales pactos no se trasponen a los estatutos sociales. El conflicto surge por la www.dictumabogados.com 6 Nº 52, abril de 2016 existencia de dos regulaciones contradictorias, la que resulta de los estatutos (o de las previsiones legales para el caso de ausencia de previsión estatutaria específica) y la establecida en los pactos parasociales, no traspuestos a los estatutos, ambas válidas y eficaces. Los problemas derivados de esta contrariedad resultan más acusados cuando el pacto parasocial ha sido adoptado por todos los socios que lo siguen siendo cuando se plantea el conflicto. Es el denominado "pacto omnilateral". 3.- Cuando se ha pretendido impugnar un acuerdo social, adoptado por la junta de socios o por el consejo de administración, por la exclusiva razón de que es contrario a lo establecido en un pacto parasocial, esta Sala ha desestimado la impugnación. La sentencia 138/2009, de 6 de marzo, resolvió esta cuestión declarando lo siguiente: «Sin embargo, no se trata de determinar si el litigioso convenio, al que llegaron los socios fuera de los cauces establecidos en la legislación societaria y en los estatutos, fue válido ni cuáles serían las consecuencias que de su alegado incumplimiento se pudieran derivar para quienes lo hubieran incumplido. Lo que el recurso plantea es la necesidad de decidir si el acuerdo adoptado en el seno del órgano social puede ser declarado nulo o anulado por contravenir, si es que lo hace, lo pactado por los socios en aquella ocasión. Y la respuesta debe ser negativa a la vista de los términos en que está redactado el artículo 115.1 del referido Real Decreto 1.564/1.989 - aplicable a las sociedades de responsabilidad limitada por virtud de lo dispuesto en el artículo 56 de la Ley 2/1.995 -, ya que condiciona el éxito de la impugnación a que los acuerdos sean contrarios a la ley, se opongan a los estatutos o lesionen, en beneficio de uno o varios accionistas o de terceros, los intereses de la sociedad. »Consecuentemente, la mera infracción del convenio parasocial de que se trata no basta, por sí sola, para la anulación del acuerdo impugnado sentencias de 10 de diciembre de 2.008 y 2 de marzo de 2.009 -». En el mismo sentido se pronunciaron las sentencias 1136/2008, de 10 de diciembre, 128/2009, de 6 de marzo, y 131/2009, de 5 de marzo: en el régimen del art. 115 de la Ley de Sociedades Anónimas, aplicable también a este litigio, la mera infracción de un convenio parasocial no basta, por sí sola, para la anulación de un acuerdo social. Para estimar la impugnación del acuerdo social, es preciso justificar que este infringe, además del pacto parasocial, la ley, los estatutos, o que el acuerdo lesione, en beneficio de uno o varios socios o de terceros, los intereses de la sociedad. 4.- Ciertamente, algunas sentencias anteriores tuvieron en cuenta las particularidades que presentaba el caso enjuiciado para aplicar alguna de las cláusulas generales que sirven para evitar que la mera aplicación de ciertas reglas concretas del ordenamiento pueda llevar a un resultado que repugne al más elemental sentido jurídico. Estos mecanismos (la buena fe, en sus distintas manifestaciones actos propios, levantamiento del velo-, el abuso del derecho) no pueden utilizarse de una forma injustificada, sino que ha de atenderse a la función que desempeñan en el ordenamiento jurídico. 5.- El supuesto que es objeto del recurso no consiste en la impugnación de un acuerdo social por ser contrario a un pacto parasocial, como sucedía en las sentencias a que se ha hecho referencia. Se trata, como razona la sentencia recurrida, del supuesto inverso: en la adopción de los acuerdos sociales se dio cumplimiento al acuerdo parasocial omnilateral, consistente en que D. Isaac , al transmitir a sus hijos Cornelio y Eusebio sus acciones en CDC Hiacre y sus participaciones sociales en Inverdeval, se reservó no solo el usufructo vitalicio sobre las mismas sino también el derecho de voto derivado de dichas acciones y participaciones sociales, y en el cómputo de votos para la aprobación de los acuerdos se tuvo en cuenta el voto emitido por D. Isaac . El demandante no cuestiona la validez y eficacia de tales pactos parasociales, en los que son parte todos los que entonces y ahora detentan la propiedad, plena o nuda, de las acciones y participaciones sociales, y el usufructo sobre parte de ellas. Pero impugna los acuerdos sociales que se adoptaron dando cumplimiento a tales pactos porque estos pactos no se traspusieron a los estatutos sociales, y el voto del usufructuario no estaba reconocido en los estatutos sociales. En el caso de la sociedad limitada, Inverdelval, sus estatutos prevén en el art. 10 que en caso de usufructo de participaciones, la cualidad de socio (y por tanto el derecho de voto) reside en el nudo propietario. En el caso de la sociedad anónima, CDC Hiacre, los estatutos no contienen previsión alguna al respecto. Por tanto, sería aplicable el entonces vigente art. 67.1 LSA (actualmente, art. 127.1 TRLSC), conforme al cual, en estos casos de ausencia de previsión estatutaria, el ejercicio del derecho de voto corresponde al nudo propietario. 6.- La Audiencia Provincial no ha desestimado la demanda porque haya considerado que el acuerdo social sea acorde con la regulación estatutaria (o la legal supletoria para el caso de ausencia de previsión estatutaria) del ejercicio del derecho de voto en caso de usufructo sobre las acciones y participaciones sociales. La Audiencia se ha enfrentado con el problema de la contrariedad entre la regulación contenida en el pacto parasocial y en el régimen estatutario. Ha tomado en consideración las circunstancias concurrentes. Y ha concluido que la impugnación de los acuerdos sociales formulada en la demanda es contraria a las exigencias de la buena fe e incurre en abuso de derecho. www.dictumabogados.com 7 Nº 52, abril de 2016 7.- El demandante no ha cuestionado la validez y eficacia del pacto parasocial, perfectamente lícito, si bien considera que esa eficacia debe articularse a través de una reclamación entre los contratantes basada en la vinculación negocial existente entre los firmantes del pacto, pues este no tiene efectos frente a la sociedad ni, por tanto, en un litigio de naturaleza societaria como es el de impugnación de acuerdos sociales. 8.- El demandante, como el resto de las personas que como propietarios, plenos o nudos, y como usufructuarios ostentan derechos sobre las acciones y participaciones de una y otra sociedad, fue parte en los contratos en los que obtuvo un beneficio, la transmisión de la nuda propiedad de determinadas acciones y participaciones sociales que hasta ese momento eran propiedad de su padre, a cambio de una contraprestación, el pago del precio, y fijando ciertas condiciones relativas a la relación jurídico-societaria: mientras su padre viviera, el demandante solo ostentaría la nuda propiedad y su padre ostentaría el usufructo, con la particularidad de que este se reservaba el derecho de voto. Tal previsión se revela de especial interés puesto que como consecuencia de la transmisión, los dos hijos resultaban titulares de la mitad de las acciones y de las participaciones sociales de una y otra sociedad, por lo que el derecho de voto reservado al padre sobre las acciones y participaciones cuya nuda propiedad transmitía le permitiría solucionar situaciones de bloqueo como la que efectivamente se produjo. 9.- En esas circunstancias, ha de entenderse que la impugnación formulada por el demandante es efectivamente contraria a la buena fe (art. 7.1 del Código Civil) y, como tal, no puede ser estimada. Infringe las exigencias derivadas de la buena fe la conducta del socio que ha prestado su consentimiento en unos negocios jurídicos, de los que resultó una determinada distribución de las acciones y participaciones sociales, en los que obtuvo ventajas (la adquisición de la nuda propiedad de determinadas acciones y participaciones sociales) y en los que se acordó un determinado régimen para los derechos de voto asociados a esas acciones y participaciones (atribución al usufructuario de las acciones y participaciones sociales transmitidas), cuando impugna los acuerdos sociales aprobados en la junta en que se hizo uso de esos derechos de voto conforme a lo convenido. Quienes, junto con el demandante, fueron parte este pacto parasocial omnilateral y constituyen el único sustrato personal de las sociedades, podían confiar legítimamente en que la conducta del demandante se ajustara a la reglamentación establecida en el pacto parasocial. Lo expuesto determina que el motivo deba ser desestimado dado que los razonamientos contenidos en la sentencia de la Audiencia Provincial, reproducidos en lo sustancial en el primer fundamento de derecho de esta resolución, son correctos. DÉCIMO.- Formulación del motivo segundo del recurso de casación. 1.- El segundo motivo se encabeza con el siguiente título: «Interés casacional por oposición de la sentencia recurrida a la doctrina jurisprudencial relativa al ejercicio de los derechos conforme a las exigencias de la buena fe, estimándose infringido el art. 7.1 del Código Civil por indebida aplicación». 2.- El recurrente desarrolla el motivo afirmando que la tesis de la Audiencia Provincial parte de que tras la firma de los títulos constitutivos del usufructo D. Isaac ejercitó de forma pacífica su derecho de voto, pero ese hecho, afirma el recurrente, en absoluto ha quedado probado. Por el contrario, D. Isaac no ejercitó el derecho de voto desde la constitución del usufructo y generó de este modo en el demandante una confianza en ese actuar coherente y prolongado en el tiempo. UNDÉCIMO.- Decisión de la Sala. La buena fe y los pactos parasociales. 8 1.- El desarrollo del motivo tergiversa el contenido de la sentencia de la Audiencia Provincial. Lo que determina, según la Audiencia, que la impugnación de los acuerdos por el demandante sea contraria a la buena fe no es que tras la firma de los títulos constitutivos del usufructo D. Isaac hubiera ejercitado de forma pacífica su derecho de voto, afirmación que la Audiencia no realiza en ningún momento. Lo tomado en consideración por la Audiencia es que la conducta del demandante es contraria a la obligación que asumió en los pactos parasociales concertados con su padre y su hermano, cuya validez no es cuestionada. Por otra parte, que D. Isaac hubiera ejercitado o no su derecho de voto en las juntas de las sociedades resulta irrelevante a estos efectos, teniendo en cuenta el carácter familiar de las mismas y teniendo en cuenta que la reserva del derecho de voto a D. Isaac , padre de los dos únicos socios, sobre las acciones y participaciones sociales cuya titularidad les transmitió, reservándose el usufructo, cobraba sentido en el momento en que se produjera una situación de bloqueo por el enfrentamiento entre sus hijos. 2.- Aunque la jurisprudencia de esta Sala, como se ha visto al resolver el motivo anterior, haya afirmado que los pactos parasociales no pueden servir como fundamento exclusivo de una impugnación de los acuerdos sociales adoptados en www.dictumabogados.com Nº 52, abril de 2016 contradicción con tales pactos, cuando la situación es la inversa, esto es, cuando el acuerdo social ha dado cumplimiento al pacto parasocial, la intervención del socio en dicho pacto puede servir, junto con los demás datos concurrentes, como criterio para enjuiciar si la actuación del socio que impugna el acuerdo social respeta las exigencias de la buena fe. Y eso es lo que ha hecho la Audiencia en la sentencia recurrida. Por tanto, el motivo debe ser desestimado. […]». SENTENCIA DE LA SALA DE LO CIVIL DEL TRIBUNAL SUPREMO [Recurso 312/2014] DE 3 DE MARZO DE 2016 [Ponente: Javier O’Callaghan Muñoz] Obligaciones y contratos: cláusula penal. Moderación de la cláusula penal aunque estaba prevista para un supuesto de incumplimiento parcial al tratarse de una verdadera «cláusula de comiso», que incurre en un claro exceso pues, cualquiera que sea la cantidad satisfecha por el deudor, en el momento en que deja de pagar un plazo pierde la totalidad de lo entregado. «Los antecedentes fácticos y jurídicos del proceso, hoy en trámite de casación, parten del contrato de compraventa de cosa futura, una determinada vivienda por un precio cierto, de 11 agosto 2006, aunque a casación ha llegado tan sólo la cuestión de la moderación de la cláusula penal. El comprador, D. Máximo formuló demanda contra la vendedora Prosavi Promociones y Explotaciones Inmobiliarias, S.L. interesando la resolución por incumplimiento de ésta de la obligación de terminación y entrega de la vivienda en la fecha pactada y en cumplimiento del aval que exige la ley. A su vez, la demandada Prosavi Promociones y Explotaciones Inmobiliarias, S.L. se opuso a la demanda y formuló reconvención interesando asimismo que se declare la resolución a la que había requerido al comprador y declare a los demandados responsables de los daños y perjuicios causados a la misma como consecuencia de la falta de pago del precio pactado, concretando la suma de 172.393,05 €, declarando igualmente su derecho a retener y hacer suya dicha suma. 2.- El Juzgado de Primera Instancia n.º 3 de Marbella dictó sentencia en fecha 11 marzo 2011 desestimando la demanda formulada por el comprador y estimando la reconvención de la sociedad vendedora, declaró resuelto el contrato de compraventa y condenó al comprador, Sr. Máximo, reconvenido, a la pérdida de la suma entregada a cuenta del precio -172.393,05 €- que la sociedad vendedora tiene derecho a retener. La Audiencia Provincial, Sección 6ª, de Málaga, en sentencia de 4 octubre 2013, revocó la anterior y moderó la cláusula penal condenando a la vendedora Prosavi Promociones y Explotaciones Inmobiliarias, S.L. a abonar (rectius, devolver) al comprador, Sr. Máximo, la cantidad de 112.056,05 €. 3.- La cláusula penal cuya moderación se plantea en casación, se halla en la estipulación quinta del contrato de compraventa de 11 agosto 2006, cuyo texto literal de su primer párrafo es el siguiente: «La presente compraventa queda sometida a condición resolutoria para el supuesto impago en las fechas pactadas de algunas de las cantidades de precio aplazado, lo que es considerado expresamente por las partes como condición esencial del contrato. En consecuencia, si el comprador no satisface el precio aplazado en la forma y plazos estipulados, la vendedora quedará facultada para considerar automáticamente resuelta la presente compraventa y sin efecto alguno, sin necesidad de declaración judicial, mediante simple comunicación escrita al adquirente, con pérdida para el comprador de las cantidades entregadas hasta entonces, en concepto de cláusula penal». Efectivamente, es hecho probado que el comprador no compareció en la notaría ni pagó el precio aplazado. En la instancia se ha acordado la resolución, conforme con ambas partes y lo discutido en casación tan sólo es la moderación de la cláusula penal, que se ha planteado como único motivo del recurso de casación que ha formulado Prosavi. SEGUNDO.- 1.- El recurso de casación que ha formulado Prosavi se concreta a la infracción del artículo 1154 del Código civil y en la doctrina jurisprudencial que lo desarrolla, en el sentido de que no puede aplicarse la moderación que contempla esta norma si la cláusula penal está prevista para un determinado incumplimiento parcial; cita numerosas sentencias de esta Sala que así lo expresan (así, sentencias de 1 octubre 2010, 11 noviembre 2014). La sentencia de 2 julio 2010 se refiere a esta cláusula, diciendo: «Cláusula penal consiste en "otro tanto en concepto de daños y perjuicios" y tiene la función liquidadora propia de la misma y que expresa el primer párrafo del artículo 1152 del Código civil y, como dicen las sentencias de 26 de marzo de 2009 y 10 de diciembre de 2009, la pena convencional prevista en la cláusula penal tiene la función liquidadora de los daños y perjuicios que haya podido producir el incumplimiento, sin que sea precisa la prueba de los mismos». Y esta sentencia añade: «La modificación judicial de la pena en caso de incumplimiento parcial, que prevén el artículo 1154 del Código civil como modificación equitativa, reducción de la pena, según las circunstancias de cada caso y que tanta jurisprudencia ha producido: sentencias de 7 de febrero de 2002, 20 de junio de 2007 y 4 de octubre de 2007. En www.dictumabogados.com 9 Nº 52, abril de 2016 principio, no es revisable en casación, salvo casos un tanto excepcionales». Modificación que, según el mismo artículo 1154 se hará equitativamente, de acuerdo con el criterio judicial discrecional y las circunstancias de cada caso: sentencias del 28 febrero 2001, 7 febrero 2002, que destacan la equidad en su aplicación. 2.- En el presente caso, se ha producido, como dice la sentencia recurrida, un pago parcial de lo debido, objetivo e indiscutible. El pago del precio objeto de la compraventa se pagó una parte (importante) y sólo el resto quedó impagado. Ciertamente el pacto contractual -estipulación quinta- se refiere al impago del «precio aplazado» y la cláusula impone la pérdida «de las cantidades entregadas hasta entonces», pero objetivamente sigue siendo cierto que el pago del precio se hizo parcialmente; no hay un impago por entero. Ese argumento ha sido básico para la moderación que ha realizado la sentencia recurrida, que hace referencia a la sentencia de 10 marzo 2009, que dice: «Esta Sala ha reiterado que el uso de la facultad moderadora establecida en el artículo 1154 del Código Civil así como la decisión sobre la improcedencia de hacer uso de tal facultad, son facultades que no pueden ni deben ser alteradas en vía casacional cuando se basan en una valoración lógica y racional asentada en bases fácticas incontrovertibles (sentencias de 25 junio 1964, 6 marzo 1991, 13 julio 1999, 28 febrero 2001, 8 noviembre 2002, 17 junio 2004, 12 y 20 diciembre 2006, y 14 mayo 2008, entre otras). Dicha revisión casacional procede, sin embargo, en los supuestos en que lo denunciado es que tal moderación se ha producido pese a no concurrir las condiciones legalmente exigidas para ello, esto es que «la obligación principal hubiera sido en parte o irregularmente cumplida por el deudor», pues si se trata de una obligación totalmente incumplida no cabe la moderación en cuanto la facultad concedida a los tribunales no tiene por finalidad corregir la gravedad de la pena convencionalmente establecida, como destaca la sentencia de 20 diciembre 2006 al señalar cómo la doctrina ha afirmado que «la finalidad del precepto no reside en si se debe rebajar equitativamente una pena excesivamente elevada, sino que las partes al pactar la pena pensaron en el caso del incumplimiento total y evaluaron la pena en función de esta hipótesis». 3.- La estipulación que establece la cláusula penal es una verdadera «cláusula de comiso», que, aunque no se haya declarado abusiva, es un claro exceso en el sentido de que cuanto más haya pagado el deudor (comprador en el presente caso) en el momento en que deja de pagar un plazo, pierde las cantidades que haya entregado. Al efecto, dice la sentencia de 4 octubre 2007: «Es cierto que en el referido contrato se estableció una cláusula según la cual "el retraso de más de tres meses en el cumplimiento de cualquier obligación de las que corresponden al comprador, produce de pleno derecho la resolución de este contrato, quedando las cantidades hasta entonces satisfechas a favor de la entidad vendedora, como indemnización de perjuicios producidos" (condición general segunda, párrafo primero), no obstante lo cual la solución adoptada por la sentencia recurrida no viola lo dispuesto en los indicados artículos ya que, por un lado, no se niega efecto o valor vinculante a lo establecido por la mencionada cláusula según lo dispuesto por el artículo 1.091 del Código Civil , en cuanto se hace aplicación de la misma a efectos de decretar la resolución contractual por incumplimiento de los compradores, ni se niega que las partes contratantes estuvieran facultadas para incorporar al contrato la cláusula en la forma en que lo hicieron en uso de la facultad prevista en el artículo 1.255 del mismo código, con independencia de que como efectos de la misma no se reconozcan los pretendidos por la parte recurrente». A mayor abundamiento resulta sorprendente la desproporción entre la cláusula que se aplica al incumplimiento por el comprador y la que se aplica en la misma estipulación al incumplimiento del vendedor. 4.- A todo lo anterior, se suma que la parte vendedora, la promotora recurrente, no ha aludido ni intentado la prueba de los daños sufridos. Ciertamente, la función liquidadora de la cláusula penal es reconocida unánimemente (sentencias de 10 diciembre 2009, 10 noviembre 2010, 21 febrero 2012), pero en el presente caso en que es discutida su aplicación y constituye un motivo, el único, de casación, no se ha vislumbrado siquiera un posible perjuicio acreditado por parte de la vendedora. Lo cual se enlaza con el argumento esgrimido por la sentencia recurrida de que tampoco la vendedora ha cumplido escrupulosamente su obligación de entrega en tiempo y forma; dice literalmente: «Cabe su valoración a la obra de obtener un juicio de equidad sobre la exigencia al deudor de cumplimiento de la pena convencionalmente establecida, en base a la necesidad de atribuir algún efecto a tales incumplimientos parciales que, en caso de aplicación íntegra de la pena, quedarían sin sanción jurídica alguna, criterio de equidad que se encuentra presente en la propia dicción del artículo 1154 del Código civil en relación con el artículo 3. 2 del mismo código, viene en cierto modo a compensar los efectos del incumplimiento de la parte demandada, se determinan la aplicación de la cláusula penal, con los incumplimientos parciales atribuidos a la parte actora, para en definitiva llevar a cabo la moderación de la pena». 5.- Finalmente y a mayor abundamiento de todo lo expuesto, que justifica la moderación de la cláusula penal acordada por la sentencia recurrida, no es baldío recordar www.dictumabogados.com 10 Nº 52, abril de 2016 que la jurisprudencia ha sido reiterada en orden a que la moderación en la cláusula penal es «una facultad de los juzgadores de instancia» (sentencia de 9 octubre 2000), basándose en la equidad (sentencias de 28 febrero 2001, 7 febrero 2002), «facultad moderadora...son facultades que no pueden ni deben ser alteradas en vía casacional (sentencia de 10 marzo 2009 con cita de numerosas anteriores)». TERCERO.- 1.- Por todas las razones expuestas, se mantiene la moderación de la cláusula penal acordada por la sentencia recurrida, hasta tal punto que la sociedad recurrente, la vendedora, promotora, Prosavi, debe reintegrar al comprador, Sr. Máximo, la cantidad que señala el fallo de tal sentencia, sin aplicar automática y exageradamente la mencionada «cláusula de comiso», verdadero abuso que esta Sala no debe amparar». SENTENCIA DE LA SALA DE LO CIVIL DEL TRIBUNAL SUPREMO [Recurso 2467/2013] DE 4 DE MARZO DE 2016 [Ponente: Ignacio Sancho Gargallo] Concurso de acreedores.- La masa pasiva: subordinación de créditos de personas especialmente relacionadas con el deudor persona jurídica. El momento relevante para determinar la condición de persona especialmente relacionada de una sociedad del mismo grupo que la concursada es el momento de nacimiento del crédito. A estos efectos la noción de grupo se funda en el control, directo o indirecto, de una sociedad sobre otra u otras. «Para la resolución del presente recurso debemos partir de la relación de hechos relevantes acreditados en la instancia. i) La sociedad Promoción Inmobiliaria Edificarte, S.A. fue declarada en concurso de acreedores el 18 de julio de 2011. ii) Con anterioridad a febrero de 2009, Al Andalus Inmobiliario, S.A.U. (luego, Cajasol Inversiones Inmobiliarias, S.A.U.) era socia de Promoción Inmobiliaria Edificarte, S.A., con una participación en el capital social del 40%. Cajasol era socia única de Corporación Empresarial Cajasol, S.A.U., que a su vez era socia única de Al Andalus Inmobiliario, S.A.U. En febrero de 2009, Al Andalus Inmobiliario, S.A.U. incrementó su participación en Promoción Inmobiliaria Edificarte, S.A., y pasó a ser titular de acciones que representaban el 65% del capital social. iii) Con posterioridad, Cajasol fue absorbida por Banca Cívica, S.A., y luego ésta lo fue por Caixabank, S.A. iv) La administración concursal de Promoción Inmobiliaria Edificarte, S.A., clasificó el crédito de Banca Cívica, que ascendía a 49.047.444,75 euros, como crédito subordinado por tener la acreedora la condición de persona especialmente relacionada con el deudor, en la medida en que formaba parte del mismo grupo. v) Banca Cívica impugnó esta clasificación por entender que no concurría razón alguna para la subordinación, y por lo tanto que los créditos debían clasificarse de acuerdo con sus respectivas naturalezas: 23.746.005,20 euros como crédito con privilegio especial, por estar garantizado con hipoteca; 253.995 euros como crédito contingente con privilegio especial; 20.511.915 euros como crédito ordinario, por no estar garantizado por la hipoteca; y 4.529.437,54 euros, como crédito subordinado, por tratarse de comisiones e intereses ordinarios en la cuenta de crédito. vi) El nacimiento de estos créditos, cuya existencia no se discute y sí su clasificación como subordinados, según los tribunales de instancia fue con posterioridad a febrero de 2009. 2. Para determinar si los créditos de Banca Cívica (actualmente, Caixabank) tenían la consideración de subordinados por ser esta entidad una persona especialmente relacionada con la deudora concursada, el juzgado mercantil partió de que la norma aplicable era el artículo 93.2.3º de la Ley Concursal, en la redacción dada por el RDL 3/2009, de 27 de marzo, conforme al cual «(s)e consideran personas especialmente relacionadas con el concursado persona jurídica: […] 3.º Las sociedades que formen parte del mismo grupo que la sociedad declarada en concurso y sus socios, siempre que éstos reúnan las mismas condiciones que en el número 1.º de este apartado». Pero el juzgado mercantil lo interpreta de forma distinta a como lo hace Banca Cívica. Entiende que la condición de sociedad del grupo debe tenerse en consideración al tiempo de la declaración de concurso y no en el momento del nacimiento del crédito, pues la remisión del ordinal 3º del artículo 93.2 de la Ley Concursal al ordinal 1º lo es únicamente respecto de los socios y no de las sociedades del grupo. De tal forma que, como al tiempo de la declaración de concurso Banca Cívica controlaba indirectamente, a través de otras dos sociedades, el 65% del capital social de la concursada, debía subordinarse su crédito, conforme al artículo 93.2.3º. A mayor abundamiento, el juzgado razona que, en todo caso, los créditos reclamados eran posteriores www.dictumabogados.com 11 Nº 52, abril de 2016 a abril de 2009, de tal forma que, aunque se aplicara la interpretación pretendida por Banca Cívica, al tiempo del nacimiento de los créditos esta entidad ya tenía el 65% del capital de la concursada, por lo que no habría duda del control que ejercía sobre la sociedad concursada y por ello de su condición de persona especialmente relacionada con el deudor. 3. La Audiencia desestima el recurso del banco y confirma el criterio del juzgado. Ratifica la interpretación del artículo 93.2.3º, en el sentido de que la condición de sociedad del mismo grupo que la concursada debía darse al tiempo de la declaración de concurso y no al nacimiento del crédito: «(L)o decisivo para la subordinación del crédito, como resulta del tenor literal del artículo 93.2.3º de la Ley Concursal, es la existencia de esa situación al tiempo de la declaración de concurso, lo que supone una situación privilegiada, la posibilidad de haber tenido acceso a la información económica de la concursada y el potencial uso de esa información de cara al concurso». Pero aun cuando se entendiera lo contrario, que la condición de sociedad del mismo grupo debía darse al tiempo de nacimiento del crédito, la Audiencia razona que también concurría en este caso: «Con anterioridad al mes de Febrero de 2009, teniendo Al Andalus Inmobiliario, S.A.U., el 40% del capital social de "Promoción Inmobiliaria Edificarte, S.A., también pudo existir la situación de grupo de sociedades, que, aunque se presuma, conforme a lo dispuesto en el artículo 42 del Código de Comercio, teniendo una sociedad el 50 % de las acciones de otra, basta para su existencia, sin embargo, como resulta también del mismos precepto, que una sociedad ostente o pueda ostentar, directamente o indirectamente, el control de otra». Y, aunque se entendiera que los créditos eran anteriores a abril de 2009, también se daría aquella condición, pues el banco tenía el 40% del capital social de la concursada 4. La sentencia de apelación es recurrida en casación por Banca Cívica (hoy Caixabank), sobre la base de un único motivo. SEGUNDO.- Recurso de casación 1. Formulación del motivo. El motivo se funda en la «incorrecta aplicación del momento en el que debe concurrir el concepto de “grupo de sociedades” previsto en el apartado 3º del artículo 93.2 de la Ley Concursal para ser considerado “persona especialmente relacionada con el deudor”, conforme se indica en el artículo 92.5º de la misma Ley». En el desarrollo del motivo se añade que «la resolución recurrida infringe el artículo 93.2.3º de la Ley Concursal ya que partiendo del hecho de que la concursada y Cajasol aun cuando no formaban grupo en el momento de la constitución del derecho de crédito, sí lo era en el momento de la solicitud del concurso, lo considera, según su interpretación, suficiente para subordinar todos los créditos de esta entidad en el concurso». Procede desestimar el motivo por las razones que exponemos a continuación. 2. Interpretación del artículo 93.2.3º de la Ley Concursal: momento al que se refiere la condición de sociedad del mismo grupo. En atención a que el concurso de acreedores se declaró el 18 de julio de 2011, para la clasificación de los créditos regía la normativa entonces en vigor, en concreto, el artículo 93.2, por lo que respecta a quiénes tienen la consideración de personas especialmente relacionadas con el deudor persona jurídica, conforme a la modificación introducida por el RDL 3/2009, de 27 de marzo. En lo que ahora interesa, la redacción del artículo 93.2 de la Ley Concursal era la siguiente: «Se consideran personas especialmente relacionadas con el concursado persona jurídica: 1.º Los socios que conforme a la ley sean personal e ilimitadamente responsables de las deudas sociales y aquellos otros que, en el momento del nacimiento del derecho de crédito, sean titulares de, al menos, un 5% del capital social, si la sociedad declarada en concurso tuviera valores admitidos a negociación en mercado secundario oficial, o un 10 % si no los tuviera». […] 3.º Las sociedades que formen parte del mismo grupo que la sociedad declarada en concurso y sus socios, siempre que éstos reúnan las mismas condiciones que en el número 1.º de este apartado». El RDL 3/2009, de 27 de marzo, apostilló que los socios de la concursada y los de las sociedades del grupo tendrían la consideración de personas especialmente relacionadas con la sociedad concursada, siempre que fueran titulares del 5% del capital en el caso de sociedades cotizadas o del 10% en el resto, en el momento del nacimiento del derecho de crédito. www.dictumabogados.com 12 Nº 52, abril de 2016 La remisión, contenida en el ordinal 3º, a que concurran las condiciones previstas en el ordinal 1º se refiere claramente a los socios de las sociedades del mismo grupo, que al igual que si lo fueran de la sociedad concursada, debían tener como mínimo la participación del 5% o del 10%, según sea o no una sociedad cotizada, en el momento del nacimiento del crédito. La cuestión radica en si este mismo criterio se puede extender a las sociedades del mismo grupo, o dicho de otro modo, si la condición de sociedad del mismo grupo debe concurrir en el momento de la declaración de concurso o cuando nació el crédito que se pretende subordinar. En realidad, el precepto (art. 93.2.3º LC) no refiere esa condición del acreedor como sociedad que forma parte del mismo grupo que la sociedad concursada a un momento determinado. Por seguridad jurídica, en atención a las consecuencias negativas que puede conllevar la calificación de persona especialmente relacionada con el deudor concursado, es necesario precisar en qué momento debe darse aquella condición de sociedad del mismo grupo que la concursada. Podría pensarse que el momento relevante es la declaración de concurso, en cuanto que determina la formación de la masa pasiva con los créditos concursales en ese momento existentes (art. 49 LC), mediante su reconocimiento y clasificación. Pero frente a esta interpretación, nos parece más adecuado optar en su lugar por otra que atiende a la ratio que justifica esta condición de persona especialmente relacionada con la concursada. El artículo 93 de la Ley Concursal, que determina en qué supuestos alguien tiene la condición de persona especialmente relacionada con su deudor, es auxiliar de otros dos que acuden a esta condición con finalidades distintas. Por una parte, del artículo 92.5 para determinar que los créditos de estas personas especialmente relacionada con el deudor, con las salvedades introducidas por la Ley 38/2011, serán subordinados. Y por otra, del artículo 71.3.1º, para someter a la presunción iuris tantum de perjuicio los actos de disposición a título oneroso realizados a favor de una persona especialmente relacionada con el concursado dos años antes de la declaración de concurso, cuando se ejercite la acción rescisoria concursal. En ambos casos, salvo que esté expresamente fijada por Ley, la concurrencia de las circunstancias que justifican consideración de persona especialmente relacionada con deudor (ser una sociedad del mismo grupo que concursada), tiene más sentido que venga referenciada la la el la al momento en que surge el acto jurídico cuya relevancia concursal se trata de precisar (la subordinación del crédito o la rescisión del acto de disposición), que al posterior de la declaración con concurso. Si se subordina un crédito de un acreedor por tratarse de una sociedad del grupo es porque tenía esa condición en el momento en que nació dicho crédito. Lo que desvaloriza el crédito (la vinculación entre ambas sociedades, acreedora y deudora) debe darse al tiempo de su nacimiento. Todavía más claro se aprecia en el caso de la presunción iuris tantum de perjuicio, a los efectos de la acción rescisoria concursal, pues la sospecha de que aquel acto encierra un perjuicio para la masa activa deriva de la vinculación entre las sociedades en el momento que se realizó el acto de disposición, no después, pues en este caso también el desvalor de la acción debe concurrir entonces. De este modo, una interpretación sistemática del artículo 93.2 de la Ley Concursal con los artículos 92.5 y 71.3.1º, en cuanto que el primero es auxiliar de los otros dos, y teleológica, de la finalidad perseguida en cada caso, conduce a referir la condición de sociedad del mismo grupo que la concursada al momento en que el desvalor que encierra esta vinculación justifica la subordinación de un determinado crédito o la sospecha de perjuicio de un acto de disposición patrimonial. En el primer caso, el crédito nace en el contexto de esta vinculación, y en el segundo, el acto de disposición se realiza también bajo este contexto de vinculación. 3. Concepto de grupo a los efectos del artículo 93.2.3º de la Ley Concursal. Bajo la redacción originaria de la Ley 22/2003, de 10 de julio, concursal, no existía en nuestro ordenamiento jurídico mercantil un concepto unitario de grupo de sociedades, ni tampoco cabía entender que se empleara con el mismo sentido en la Ley Concursal. Así, a los efectos de la declaración conjunta de concurso de sociedades del mismo grupo, el artículo 3.5 de la Ley Concursal exigía que existiera «identidad sustancial de sus miembros y unidad en la toma de decisiones». Sin que esta exigencia necesariamente se tuviera que extender a la interpretación del artículo 93.2.3º, sino que en atención a la ratio de la justificación de la subordinación del artículo 92.5 o de la presunción de perjuicio del artículo 71.3.1º, podía atenderse a un concepto de grupo más adecuado, que justificara el desvalor que encierra la subordinación o la presunción de perjuicio. Este podía basarse en la existencia de un control, directo o indirecto, sobre la sociedad concursada. En cualquier caso, la Ley 38/2011, de 10 de octubre, para evitar equívocos sobre la noción de grupo de sociedades, introdujo la actual disposición adicional 6ª de la Ley Concursal, según la cual «a los efectos de esta Ley, se www.dictumabogados.com 13 Nº 52, abril de 2016 entenderá por grupo de sociedades lo dispuesto en el artículo 42.1 del Código de Comercio». Con esta remisión, ahora queda claro que la noción de grupo, en toda la Ley Concursal, viene marcada no por la existencia de una «unidad de decisión», sino por la situación de control, tal y como se prevé en el artículo 42.1 del Código de Comercio, tras la reforma de la Ley 16/2007, de 4 de julio. En el párrafo segundo, expresamente se afirma que «(e)xiste un grupo cuando una sociedad ostente o pueda ostentar, directa o indirectamente, el control de otra u otras». Y para facilitar la labor de detección de estos supuestos, pero sin ánimo de agotar la realidad, el artículo 42.1, a continuación, permite presumir: «que existe control cuando una sociedad, que se calificará como dominante, se encuentre en relación con otra sociedad, que se calificará como dependiente, en alguna de las siguientes situaciones: a. Posea la mayoría de los derechos de voto b. Tenga la facultad de nombrar o destituir a la mayoría de los miembros del órgano de administración. c. Pueda disponer, en virtud de acuerdos celebrados con terceros, de la mayoría de los derechos de voto. d. Haya designado con sus votos a la mayoría de los miembros del órgano de administración, que desempeñen su cargo en el momento en que deban formularse las cuentas consolidadas y durante los dos ejercicios inmediatamente anteriores. En particular, se presumirá esta circunstancia cuando la mayoría de los miembros del órgano de administración de la sociedad dominada sean miembros del órgano de administración o altos directivos de la sociedad dominante o de otra dominada por ésta. Este supuesto no dará lugar a la consolidación si la sociedad cuyos administradores han sido nombrados, está vinculada a otra en alguno de los casos previstos en las dos primeras letras de este apartado». De este modo, como afirmamos en la sentencia 738/2012, de 13 de diciembre, tras esta reforma legislativa, el grupo de sociedades viene «caracterizado en nuestro vigente ordenamiento por el control que ostenta, directa o indirectamente, una [sociedad] sobre otra u otras». Con esta referencia al control, directo o indirecto, de una sociedad sobre otra u otras, se extiende la noción de grupo más allá de los casos en que existe un control orgánico, porque una sociedad (dominante) participe mayoritariamente en el accionariado o en el órgano de administración de las otras sociedades (filiales). Se extiende también a los casos de control indirecto, por ejemplo mediante la adquisición de derechos o la concertación de contratos que confieran a la parte dominante la capacidad de control, sobre la política financiera y comercial, así como el proceso decisorio del grupo. Y la noción de «control» implica, junto al poder jurídico de decisión, un contenido mínimo indispensable de facultades empresariales. Para ilustrar el contenido de estas facultades, sirve la mención que en la doctrina se hace al Plan General Contable, parte segunda, norma 19, que, al definir las «combinaciones de negocios», se refiere al «control» como «el poder de dirigir las políticas financiera y de explotación de un negocio con la finalidad de obtener beneficios económicos de sus actividades». 4. Desestimación del motivo. Bajo esta noción de grupo, que ya operaba antes de la Ley 38/2011, respecto del artículo 93.2.3º de la Ley Concursal, debemos analizar si la concursada formaba parte del mismo grupo que Cajasol (que luego fue Banca Cívica y, más tarde, Caixabank), en cuanto que estaba sujeta a un mismo control directo o indirecto al tiempo en que nacieron los créditos concursales objeto de clasificación. Cajasol era socia única de Corporación Empresarial Cajasol, S.A.U., que a su vez era socia única de Al Andalus Inmobiliario, S.A.U., quien hasta febrero de 2009 tenía el 40% del capital social de la concursada, y a partir de febrero de 2009 pasó a tener el 65%. Con arreglo a las presunciones establecidas en el apartado 2 del artículo 42 del Código de Comercio, no hay duda de que a partir febrero de 2009 existía esa relación de control, pues poseía la mayoría de los derechos de voto. La sentencia de primera instancia, después de razonar por qué, expresamente declaró que los créditos concursales de Banca Cívica eran posteriores a febrero de 2009, aunque lo hizo al hilo de un razonamiento de refuerzo para justificar el carácter subordinado de los créditos de Banca Cívica. Esta declaración quedó ratificada por la Audiencia, al desestimar el recurso de apelación. Sin embargo, Caixabank (sucesora de Banca Cívica), sin impugnar aquella declaración y la justificación dada al respecto por el tribunal de instancia, al desarrollar el motivo de casación parte o se apoya en una premisa distinta (los créditos eran anteriores a 2005). Con ello incurre en una falacia, comúnmente denominada petición de principio (la proposición a ser probada se incluye implícita o explícitamente entre las premisas). www.dictumabogados.com 14 Nº 52, abril de 2016 Bajo la premisa de la que parten los tribunales de instancia de que los créditos son posteriores a febrero de 2009, en que Banca Cívica, a través de otras dos sociedades unipersonales, pasó a ser titular del 65% del capital social de la concursada, es claro que existía la relación de control que justifica, de acuerdo con la doctrina expuesta, la existencia de la relación de grupo. Por tanto, aunque tiene razón Caixabank (sucesora de Banca Cívica) en la interpretación del artículo 93.2.3º de la Ley Concursal, carece de efecto útil, y por ello debe desestimarse el motivo». SENTENCIA DE LA SALA DE LO CIVIL DEL TRIBUNAL SUPREMO [Recurso 2421/2013] DE 10 DE MARZO DE 2016 [Ponente: Rafael Sarazá Jimena] Sociedades de capital: responsabilidad de los administradores. Responsabilidad por las deudas sociales: interpretación del requisito de que la deuda sea posterior al acaecimiento de la causa legal de disolución. Al tratarse de una obligación restitutoria derivada del ejercicio de una facultad resolutoria, tal obligación no nace cuando se celebra el negocio que se pretende resolver, sino cuando acaece el hecho resolutorio y se produce el ejercicio por el interesado de la facultad resolutoria. Es ese el momento temporal que debe tomarse en consideración para determinar si la obligación es o no posterior al acaecimiento de la causa legal de disolución. Por tanto, cuando los administradores de la sociedad no hubieran promovido la disolución por concurrir una causa legal y, con posterioridad al acaecimiento de tal causa legal, la existencia de un hecho resolutorio hubiera dado lugar al ejercicio de la facultad resolutoria por quien contrató con dicha sociedad, y al nacimiento para esta de una obligación de restitución y, en su caso, de indemnización de daños y perjuicios, los administradores sociales serían responsables solidarios del cumplimiento de esa obligación. «Los hechos necesarios para la comprensión de las cuestiones planteadas en los recursos han sido fijados en la instancia del siguiente modo. El 14 de septiembre de 2006, Grupo Empresarial Hicsa, S.A. (en lo sucesivo, Hicsa) y Luma Desarrollos Inmobiliarios, S.L. (en lo sucesivo, Luma) suscribieron un contrato de opción de compra sobre seis fincas sitas en la localidad de La Joyosa. Se pactó un precio por la opción de 1.788.420 euros, 2.074.567,20 euros con el IVA. En el contrato se incluyó, como condición resolutoria, la exigencia de que las fincas estuvieran inscritas a nombre de Hicsa y que en el proyecto de reparcelación figurase una edificabilidad para 221 viviendas de tipo residencial libres aisladas o adosadas, condiciones que debían cumplirse en el plazo de tres años. De no cumplirse tales requisitos en ese plazo, la optante, Luma, podría elegir entre ejercitar el derecho de opción «o que el derecho de opción de compra quede automáticamente extinguido y las fincas libres del mismo, devolviendo en este último caso la concedente a la optante el importe percibido como precio de la opción, con sus intereses legales». El inicio del plazo de sesenta días concedido para el ejercicio de la opción de compra se fijó en el día siguiente a la inscripción en el Registro de la Propiedad de Zaragoza del proyecto de reparcelación. También se fijó, como precio de las fincas, la cantidad de 9.638.382 euros más IVA, de los que Luma abonaría la cantidad de 1.292.420 euros (más IVA) en concepto de anticipo, en el plazo de seis meses. El 14 de marzo de 2007, Luma abonó, en cumplimiento de lo pactado, a Hicsa la suma de 1.499.207,20 euros (IVA incluido) en concepto de anticipo del precio. El 6 de octubre de 2008, Hicsa remitió un burofax a Luma comunicándole que el proyecto de actuación ya estaba inscrito en el Registro, que había cumplido el resto de condiciones pactadas y que se iniciaba el plazo de 60 días que tenía para ejercitar la opción de compra. El 23 de octubre de 2008, Luma remitió a Hicsa un burofax en el que comunicaba su decisión de no ejercitar la opción de compra y le imputó no haber cumplido las condiciones pactadas a la vez que reclamó la devolución de las cantidades entregadas. Tal comunicación fue recibida por Hicsa el 27 de octubre de 2008. Hicsa desatendió el requerimiento y, en enero de 2009, Luma presentó demanda contra ella en la que solicitaba la resolución del contrato y la devolución del dinero entregado (3.573.774,40 euros, más los intereses legales desde el 27 de octubre de 2008 y las costas). El día 19 de noviembre de 2009, se dictó sentencia estimando las pretensiones de Luma, sentencia que fue confirmada ulteriormente por la Audiencia y alcanzó firmeza. En ejecución de la sentencia se tasaron las costas de primera instancia en la cantidad de 108.687,40 euros, y las de segunda instancia, en 80.693,11 euros. También se liquidaron los intereses en la cantidad de 198.760,71 euros. En la ejecución únicamente se consiguió el embargo de la cantidad de 180,74 euros, por lo que el importe total de lo adeudado por Hicsa a Luma asciende a la cantidad de 3.961.734,88 euros. El 15 de mayo de 2009, Luma instó el concurso de Hicsa, que no fue declarado al estimarse la www.dictumabogados.com 15 Nº 52, abril de 2016 oposición de ésta. El 5 de febrero de 2010, Hicsa presentó comunicación, al amparo del art. 5.3 de la Ley Concursal, del inicio de negociaciones con sus acreedores. Finalmente Hicsa dejó transcurrir con exceso el plazo de cuatro meses siguientes a la fecha de presentación de la solicitud y no solicitó ser declarada en concurso. 2.- Luma presentó demanda contra D. Pedro Miguel, Promociones Dream Park, S.L. (en lo sucesivo, Promociones Dream Park), D. Dionisio y D. Luis, en su calidad de administradores de Hicsa, en la que alegó ejercitar la acción de responsabilidad establecida en el art. 367, en relación con el 363.1 d), del Texto Refundido de la Ley de Sociedades de Capital. Como justificación de la acción ejercitada afirmaba que la sociedad Hicsa, de la que todos los demandados habían sido administradores, adeudaba a Luma la cantidad reclamada como consecuencia de la condena de que había sido objeto en un litigio anterior seguido en Zaragoza que resolvió las discrepancias surgidas entre las partes en relación con el contrato de opción de compra firmado el 14 de septiembre de 2006, sobre las seis fincas sitas en la población de La Joyosa, titularidad de Hicsa, contrato que finalmente quedó resuelto, con el resultado de que Hicsa resultó condenada a devolver a Luma las cantidades entregadas en concepto de precio por la opción (2.074.567,20 euros, IVA incluido) y de pago a cuenta de la futura compraventa (1.499.207,20 euros, IVA incluido), así como a sus intereses. En la posterior ejecución el pago no se hizo efectivo. 3.- La sentencia del Juzgado Mercantil estimó íntegramente la demanda al considerar acreditado que la causa legal de disolución de pérdidas concurrió en octubre de 2008, esto es, desde el mismo momento en el que la actora se dirigió a Hicsa resolviendo el contrato con base en la condición pactada y requiriéndola de pago. También consideró que, aunque es la propia deuda reclamada la que ha determinado que deba considerarse a Hicsa incursa en la causa legal de disolución, la fecha de la obligación no puede considerarse anterior a la concurrencia de la causa de disolución. 4.- Los demandados formularon recurso de apelación contra la sentencia de la Audiencia Provincial. Lo hicieron por separado, actuando conjuntamente solamente D. Pedro Miguel y Promociones Dream Park, por lo que se presentaron tres recursos de apelación. 5.- La Audiencia Provincial, tras considerar que la omisión del traslado de copias del recurso a una de las partes, posteriormente subsanada, no impedía la correcta admisión a trámite de la apelación, estimó en parte los recursos y solo mantuvo la condena de los administradores sociales al pago de las costas generadas en el litigio que se siguió a instancias de Luma contra Hicsa. En lo que aquí interesa, y de modo muy resumido, la Audiencia consideró que la concurrencia de la causa legal de disolución consistente en la existencia de pérdidas que dejen reducido el patrimonio a una cantidad inferior a la mitad del capital social concurrió en el cierre del ejercicio de 2008, momento en que debieron realizarse las oportunas correcciones contables una vez que Luma comunicó a Hicsa, en octubre de 2008, su voluntad de resolver el contrato de opción de compra por no haberse cumplido las condiciones pactadas. Asimismo, consideró que la obligación de pago del principal (prima de la opción y anticipo a cuenta del precio) era anterior al acaecimiento de la causa de disolución, pues debía considerarse como fecha de tal obligación la correspondiente al momento en que la sociedad asumió la obligación de la que trae causa la posteriormente declarada, esto es, la fecha de suscripción del contrato de opción de compra celebrado en 2006. Para la Audiencia, la deuda por intereses debía correr la misma suerte que la deuda por el principal, al tener un carácter accesorio. Solo las costas del proceso que Luma hubo de promover para que se declarara resuelto el contrato y se condenara a Hicsa a la restitución de la prima de la opción y la cantidad entregada a cuenta gozaban de cierta autonomía y podían ser consideradas como constitutivas de una obligación posterior a la concurrencia de la causa legal de disolución. 6.- Luma ha interpuesto un recurso extraordinario por infracción procesal, articulado formalmente en torno a dos motivos, y un recurso de casación, articulado formalmente en torno a tres motivos, que han sido admitidos a excepción del tercer motivo del recurso de casación. Recurso extraordinario por infracción procesal. […] Alega la recurrente, que además de causarle indefensión, la admisión del recurso de apelación le causó la «vulneración de los derechos del art. 24 CE». La falta de una mínima concreción sobre cuál de las diversas facetas del derecho a la tutela judicial efectiva que se protegen en dicho precepto constitucional resultó infringida y cómo lo fue, impide que pueda darse una respuesta a esta alegación. Tan solo procede recordar que cualquier irregularidad o infracción procesal no supone una vulneración del art. 24 de la Constitución. 3.- Una última razón es que el recurso carecería en todo caso de efecto útil, esto es, que aunque se estimara fundado y se www.dictumabogados.com 16 Nº 52, abril de 2016 considerara no admisible el recurso de apelación formulado por D. Pedro Miguel y Promociones Dream Park, ello no podría dar lugar a la revocación de los pronunciamientos de la sentencia de la Audiencia Provincial impugnados en este recurso extraordinario por infracción procesal. Además de ese recurso de apelación, hubo otros dos, interpuestos por otros demandados, que formularon también las impugnaciones que fueron estimadas por la Audiencia Provincial. Dado el carácter objetivo de las razones por las que el recurso fue estimado (inexistencia de responsabilidad en los administradores sociales por no ser la obligación social posterior a la concurrencia de la causa legal de disolución), incluso aunque no hubiera sido admisible el recurso formulado por dos de los demandados, los efectos expansivos de lo resuelto en el recurso de apelación habrían alcanzado también a los condenados solidarios no apelantes por virtud de la naturaleza del vínculo solidario entre quienes están colocados en idéntica situación procesal. La sentencia de esta Sala 448/2010, de 6 de julio, declaró: «Esta Sala tiene declarado que los codemandados condenados que se hallan en la misma posición que los recurrentes, se benefician de la actividad procesal de estos cuando existe una comunidad de actuación y se hallan en idéntica situación sustantiva y procesal, al entrar en juego la doctrina de la extensión de los efectos de la sentencia a las partes ligadas por los vínculos de solidaridad, al así exigirlo las más elementales reglas de la lógica, todo ello de conformidad con una reiterada doctrina jurisprudencial, habiéndose pronunciado en este sentido, entre otras muchas, la sentencia número 21/2005, de 28 enero (RJ 2005, 1829), y la número 200/2010, de 30 marzo (PROV 2010, 174026), y las en ellas citadas». Así lo ha declarado también este tribunal en el caso de condena solidaria de administradores sociales intervinientes en una misma acción en base a la cual se les exigió responsabilidad (sentencias 395/2012, de 18 de junio, 670/2010, de 4 de noviembre, y 952/2007, de 19 de septiembre). Ese es el supuesto objeto del recurso, puesto que la conducta de los demandados que daría lugar a su responsabilidad (sintéticamente, no haber promovido la disolución de la sociedad concurriendo causa legal de disolución) es común a todos los administradores demandados, tienen naturaleza objetiva y, por tanto, la absolución fundada en tal motivo había de afectar a todos ellos, hubieran o no recurrido. Recurso de casación. CUARTO.- Formulación del recurso de casación. 1.- El recurso de casación se articula formalmente en torno a tres motivos. El tercero, en que se denunciaba la infracción de las normas sobre imposición de costas, no fue admitido. Los epígrafes que encabezan los motivos primero y segundo son: «Primero.- El recurso de casación se interpone al amparo de lo dispuesto en el artículo 477.2.2º LEC al exceder la cuantía del presente procedimiento de los 600.000 Euros». «Segundo.- Infracción de los artículos 363 y 367 de la Ley de Sociedades de Capital. La obligación social reclamada es posterior a la causa de disolución». 2.- El primer motivo no constituye realmente un motivo de casación propiamente dicho, pues no tiene por objeto ninguna infracción legal, sino que se indica el cauce de acceso a casación. En el segundo se plantean varias cuestiones, fundamentalmente tres: i) la fijación por la Audiencia Provincial del momento relevante para considerar la obligación social anterior o posterior a la causa de disolución es incorrecta, pues la obligación es de octubre de 2008; ii) la fijación del momento en que acaeció esa causa legal de disolución es también incorrecta; y iii) la atribución a la obligación de pago de intereses del mismo régimen temporal que la obligación principal por su carácter accesorio es también incorrecta. 3.- Debe hacerse la precisión de que, habida cuenta del momento en que sucedieron los hechos determinantes de la acción ejercitada, no estaba en vigor el Texto Refundido de la Ley de Sociedades de Capital, aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/2010, de 2 julio, y que entró en vigor el 1 de septiembre de 2010, sino el de la Ley de Sociedades Anónimas, aprobado por el Real Decreto Legislativo 1564/1989, de 22 de diciembre. En este, los preceptos que actualmente se encuentran en los artículos 363 y 367 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades de Capital, se encontraban en los artículos 260 y 262.5. Este último, que es el verdaderamente relevante en las cuestiones planteadas en el recurso, ha de aplicarse en la redacción que le dio la disposición final 1ª 8 de la Ley 19/2005 de 14 noviembre, sobre la sociedad anónima europea domiciliada en España. No obstante, dada la práctica concordancia de la redacción de uno y otro precepto, carece de trascendencia que en las sentencias de instancia y en el recurso se invoque el art. 367 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades de Capital y no el art. 262.5 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades Anónimas. QUINTO.- Decisión de la Sala. Desestimación del motivo. Determinación del carácter posterior de la obligación social respecto del acaecimiento de la causa legal de disolución. 1.- La jurisprudencia de esta Sala, en sentencias que por su abundancia y reiteración es innecesario precisar, ha declarado que los recursos extraordinarios por infracción procesal y de casación no constituyen una tercera instancia www.dictumabogados.com 17 Nº 52, abril de 2016 que permita exigir la total revisión fáctica y jurídica de las cuestiones litigiosas, como sí es posible hacer ante un tribunal de apelación. Por el contrario, estos recursos extraordinarios constituyen un grado de enjuiciamiento jurisdiccional limitado y peculiar, que exige que el recurrente identifique con claridad y precisión la norma que entiende infringida y razone por qué se ha infringido, individualizando con claridad el problema jurídico planteado para que este Tribunal cumpla la función nomofiláctica que le asigna nuestro sistema. Ello obliga a los recurrentes a observar determinadas reglas exigidas por la configuración de estos recursos extraordinarios. La recurrente no ha respetado estas exigencias en buena parte de su escrito, pues ha pretendido plantear de nuevo toda la problemática fáctica y jurídica del litigio. Las infracciones legales denunciadas quedan diluidas en un aluvión de alegaciones en que se mezcla lo fáctico y lo jurídico, se hace referencia a cuestiones que no constituyen propiamente una infracción legal o no se delimita como se debiera los contornos precisos de la infracción denunciada, y se alega asimismo la existencia de infracciones procesales (incongruencia, infracción del deber de motivación clara, etc.) que, además de ser infundadas, no pueden ser planteadas en un recurso de casación. Alegaciones como la remisión genérica que hace la recurrente a «cuantos argumentos ha vertido esta parte tanto en su escrito de demanda iniciadora, como en el escrito de oposición a los recursos planteados, como a lo largo de todo el procedimiento» o la invocación del principio iura novit curia [el tribunal conoce el Derecho] en el último apartado del motivo segundo, son incompatibles con la naturaleza del recurso de casación, con las exigencias de precisión en la concreta identificación de infracciones legales, y con la función que el Tribunal Supremo tiene al resolver el mismo. Este Tribunal ceñirá su resolución a las cuestiones jurídicas sustantivas razonablemente delimitadas en el recurso que, como se han dicho, son tres. Por razones lógicas comenzaremos por la cuestión relativa al momento de la concurrencia de la causa legal de disolución para luego abordar la relativa al carácter anterior o posterior de la obligación principal respecto de la concurrencia de la causa legal de disolución y, finalmente, la misma cuestión pero referida a los intereses moratorios. 2.- En el motivo alega que la sentencia de la Audiencia Provincial fija incorrectamente el momento en que se produjo la causa legal de disolución, puesto que lo hace en el cierre del ejercicio 2008, mientras que la recurrente sostiene que ya concurría en 2006. Pero al hacerlo, no identifica una infracción legal en la que haya incurrido la sentencia y de la que se derive la incorrección denunciada, sino que propugna una revisión de la base fáctica, pues se remite al informe pericial aportado con la demanda «que detalla los asientos que Hicsa debió realizar para la correcta contabilización del pago de la prima efectuada por Luma», establece como presupuesto de su impugnación que «ha quedado acreditado que el precio de la opción debió ser contabilizado por Hicsa como un pasivo y no como un ingreso (un activo)», reitera los datos contables contenidos en la demanda a los que habría que atenerse puesto que lo contrario supondría una vulneración del art. 367 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades de Capital (en realidad, como se ha explicado antes, del art. 262.5 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades Anónimas ), y, en definitiva, cuestiona la base fáctica en la que se apoya la decisión de la Audiencia. 3.- Tal proceder es incompatible con la naturaleza del recurso de casación, que permite el control de la correcta aplicación de las leyes, los principios generales del Derecho y la jurisprudencia al supuesto de hecho sentado en la sentencia de la Audiencia Provincial, no al que interesadamente postule el recurrente. 4.- Sin haber formulado ningún motivo que denuncie una infracción legal en la interpretación del contrato celebrado entre Luma e Hicsa, la alegación de infracción de los arts. 363 y 367 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades de Capital (en realidad, 260 y 262.5 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades Anónimas) se basa también en una interpretación del contrato de opción de compra distinta a la sostenida por la Audiencia. Este proceder es también incompatible con el recurso de casación, en el que la Sala debe partir de la calificación e interpretación de los contratos hecha en la instancia, salvo que se formule expresamente en algún motivo de casación la existencia de infracción de alguna de las normas legales que regulan la interpretación de los contratos (art. 1281 a 1289 del Código Civil), con el limitado alcance que ello es posible en este recurso. 5.- Junto con lo anterior, el recurso plantea que la decisión de la Audiencia Provincial no se ajustó a lo afirmado por el Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas al resolver la consulta núm. 55 y que la prima de la opción y la parte del precio pagada anticipadamente fueron contabilizadas incorrectamente por Hicsa por lo que, de haberlas contabilizado correctamente, se encontraría incursa en pérdidas agravadas en el ejercicio 2006. El recurso de casación es un recurso extraordinario que tiene por función controlar la correcta aplicación de las normas legales, los principios generales del Derecho y la jurisprudencia que los interpreta y aplica, pero no la correcta aplicación de la técnica contable, de las resoluciones del Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas o del plan general de www.dictumabogados.com 18 Nº 52, abril de 2016 contabilidad. Dado que en estas alegaciones no se observa la existencia de una infracción legal, no pueden servir para estimar el recurso planteado y ha de estarse a lo declarado sobre esta cuestión en la sentencia de la Audiencia Provincial. 6.- La otra cuestión planteada en el recurso afecta a la determinación de cuál es el momento temporal a tomar en cuenta para decidir si la obligación es posterior al acaecimiento de la causa legal de disolución de la sociedad. La trascendencia de esta cuestión estriba en que tras la reforma operada por la Ley 19/2005 de 14 noviembre, sobre la sociedad anónima europea domiciliada en España, el art. 262.5 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades Anónimas ha restringido la responsabilidad solidaria de los administradores sociales establecida en dicho precepto a las obligaciones sociales posteriores al acaecimiento de la causa legal de disolución. Esta redacción ha pasado al texto del art. 367 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades de Capital. La Audiencia Provincial consideró relevante el momento en que la sociedad asumió la obligación de la que trae causa la posteriormente declarada, esto es, el momento de suscripción del contrato de opción de compra celebrado en 2006, de la que traería causa la obligación de restituir la prima de la opción de compra y el anticipo del precio al ejercitar Luma la facultad resolutoria. Los argumentos más relevantes de la Audiencia para fundar esta conclusión son los siguientes: «Lo que el legislador pretendió al establecer este requisito en la Ley 19/2005, de 14 de noviembre, fue que la responsabilidad que se pudiera imputar a los administradores se limitara a las nuevas obligaciones contraídas por la sociedad con posterioridad al conocimiento de la concurrencia de la causa de disolución. Esto es, que se hiciera responsable a los administradores únicamente por sus decisiones de seguir contratando después de conocer que la sociedad había ofrecido indicios de que no podía garantizar con su patrimonio la responsabilidad que pudiera surgir de esas nuevas deudas. Sin renunciar al carácter cuasi objetivo de esta responsabilidad, nuestro legislador decidió con esa reforma reducir su alcance introduciendo, siquiera tímidamente, un parámetro subjetivo de imputación de esa responsabilidad consistente en que únicamente se pudiera extender a las nuevas obligaciones contraídas por la sociedad. De forma que lo que se pretendía es penalizar exclusivamente la decisión de los administradores de hacer caso omiso de la obligación legal de disolver y continuar contratando en nombre de la sociedad, asumiendo nuevas obligaciones que pesaran sobre su patrimonio. [...]. En aplicación de esa norma hemos venido entendiendo que no debe estarse al momento en el que la obligación es exigible o al momento en el que se devenga o se declara sino que es preciso remontarse al momento en el que la obligación se contrae o del que trae causa, lo que resulta de particular trascendencia en el caso de obligaciones pecuniarias que traen causa de otras de carácter distinto. El momento relevante es el primero, esto es, el correspondiente al momento en el que la sociedad asumió la obligación de la que trae causa la posteriormente declarada. Creemos que esa es la interpretación que mejor se acomoda al espíritu y finalidad que informaron la reforma expresada». Por el contrario, la recurrente considera que el momento relevante es el de la remisión a Hicsa del requerimiento de resolución y restitución de las cantidades abonadas como prima del contrato de opción y anticipo del precio de la compraventa. 7.- Esta Sala considera que la obligación de Hicsa, consistente en restituir a Luma el precio de la opción de compra y el anticipo del precio abonados por esta, no nació cuando se firmó el contrato de opción de compra que contenía una condición resolutoria explícita, sino cuando, cumplida tal condición, Luma hizo uso de la facultad resolutoria que el contrato le otorgaba en tales casos y requirió a Hicsa para que le restituyera el precio de la opción de compra y el anticipo del precio que le había abonado. Las obligaciones sociales posteriores al acaecimiento de la causa legal de disolución, de las que los administradores sociales responden solidariamente con la sociedad conforme a lo previsto en el art. 262.5 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades Anónimas, hoy art. 367 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades de Capital, no quedan circunscritas a las de carácter contractual. La norma establece la responsabilidad solidaria de los administradores sociales respecto de cuantas obligaciones sociales sean posteriores al acaecimiento de la causa legal de disolución, si los administradores incumplen las obligaciones previstas en los cuatro primeros párrafos del art. 262 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades Anónimas, actualmente en los arts. 365 a 367 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades de Capital, sin circunscribirlas a las de carácter contractual. Por tanto, el argumento expresado por la Audiencia de que el precepto legal, tras la reforma operada por la Ley 19/2005, de 14 de noviembre, que introduce el inciso «posteriores al acaecimiento de la causa legal de disolución» referido a las obligaciones de las que hace responsables a los administradores solidariamente con la sociedad, busca hacer responsables a los administradores «únicamente por sus decisiones de seguir contratando después de conocer que la sociedad había ofrecido indicios de que no podía garantizar con su patrimonio la responsabilidad que pudiera surgir de esas nuevas deudas» no es exacto, por cuanto que solo contempla un tipo de obligaciones pero no toma en consideración que el precepto también hace responsable a www.dictumabogados.com 19 Nº 52, abril de 2016 los administradores sociales de las demás obligaciones de la sociedad posteriores a ese momento, tanto las nacidas ex lege, como las derivadas de la responsabilidad extracontractual o de la responsabilidad por hecho ajeno, etc. La función de la norma es incentivar la disolución o la solicitud de concurso de las sociedades cuando concurra causa legal para una u otra solución porque, de no adoptar las medidas pertinentes para conseguir la disolución y liquidación de la sociedad o su declaración en concurso, según los casos, si la sociedad sigue desenvolviendo su actividad social con un patrimonio sustancialmente menor a su capital social y que se presume insuficiente para atender sus obligaciones sociales, los administradores deberán responder solidariamente de cuantas obligaciones sociales se originen con posterioridad, tanto las de naturaleza contractual como las que tengan otro origen. Dentro de ese ámbito general, como concreción de esta función, tiene efectivamente un efecto desincentivador de la asunción de nuevas obligaciones contractuales por parte de la sociedad, pero no es su función única. Por tal razón, no es correcto remitirse, en base al razonamiento expresado por la Audiencia, para determinar si la obligación es anterior o posterior al acaecimiento de la causa legal de disolución, «al momento en el que la sociedad asumió la obligación de la que trae causa la posteriormente declarada», puesto que en tal caso lo que es anterior (o para ser más precisos, no es posterior) al acaecimiento de la causa legal de disolución no es la obligación de la que se pretende hacer responsables solidarios a los administradores, sino la relación jurídica previa de la que tal obligación trae causa o con la que está relacionada. Se trata de una antedatación excesiva de la obligación, por traer causa o estar relacionada con una obligación anterior, que consideramos no está justificada por la función de la norma contenida en el art. 262.5 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades de Capital (actual art. 367 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades de Capital), salvo que se dé una relación de accesoriedad o subsidiariedad tan pronunciada como la que, como veremos, se produce respecto de los intereses de demora, sin que el hecho de que la reforma operada por la Ley 19/2005, de 14 noviembre, sobre la sociedad anónima europea domiciliada en España, haya reducido el rigor de la norma que permita una restricción tan extrema de su ámbito objetivo de aplicación. 8.- En el caso de una obligación restitutoria derivada del ejercicio de una facultad resolutoria, tal obligación no nace cuando se celebra el negocio que se pretende resolver, por más que tenga una relación directa con el mismo, sino del acaecimiento del hecho resolutorio y del ejercicio por el interesado de la facultad resolutoria derivada del mismo. Es ese el momento temporal que debe tomarse en consideración para determinar si la obligación es o no posterior al acaecimiento de la causa legal de disolución. Por tanto, si los administradores sociales no hubieran realizado la conducta que les exigen los cuatro primeros párrafos del art. 262 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades Anónimas en orden a promover la disolución de la sociedad por concurrir una causa legal de disolución, y con posterioridad al acaecimiento de tal causa legal, la existencia de un hecho resolutorio hubiera dado lugar al ejercicio de la facultad resolutoria por quien contrató con dicha sociedad, y al nacimiento para esta de una obligación de restitución y, en su caso, de indemnizar los daños y perjuicios, los administradores sociales serían responsables solidarios del cumplimiento de dicha obligación. 9.- No obstante lo expuesto, la cuestión suscitada carece de trascendencia práctica en el presente caso, pues la solución a adoptar ha de ser la misma que la de la sentencia de la Audiencia Provincial, esto es, que los administradores sociales no son responsables solidariamente de la obligación de restitución de la prima de la opción de compra y del anticipo del precio, puesto que tales obligaciones nacieron con el ejercicio por Luma de la facultad resolutoria por el cumplimiento de la condición resolutoria previstas en el contrato (no inscripción de las fincas en el Registro de la Propiedad a nombre de Hicsa o no obtención de una determinada edificabilidad), y ello tuvo lugar en octubre de 2008, mientras que el acaecimiento de la causa legal de disolución tuvo lugar al cierre del ejercicio 2008, según resultó fijado por la Audiencia Provincial. 10.- Otro tanto ha de decirse de la obligación de pago de intereses de mora. En primer lugar, el marcado carácter accesorio que la obligación de pago de intereses de mora presenta respecto de la obligación principal cuyo cumplimiento tardío determina el devengo de los intereses, impide que, a efectos de lo previsto en el art. 262.5 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades Anónimas (hoy, art. 367 del Texto Refundido de la Ley de Sociedades de Capital), se le pueda aplicar un régimen distinto. Además, tal obligación nació cuando Hicsa se constituyó en mora, al ser requerida de pago por Luma en octubre de 27 de octubre de 2008, esto es, antes del acaecimiento de la causa legal de disolución, sin perjuicio de que tales intereses se siguieran devengando con posterioridad a dicho momento y su adeudo fuera declarado en una sentencia también de fecha posterior, por cuanto que, de no concurrir la nota de acusada accesoriedad a que se ha hecho referencia, lo relevante para decidir si la obligación es anterior o posterior sería la fecha de nacimiento de la obligación, no su completo www.dictumabogados.com 20 Nº 52, abril de 2016 devengo o exigibilidad ni la fecha de la sentencia que la declara». Por su parte, la Audiencia Provincial desestima el recurso de apelación formulado por C. y confirma el criterio del juzgado respecto de la interpretación del art. 90.1.6º LC: SENTENCIA DE LA SALA DE LO CIVIL DEL TRIBUNAL SUPREMO [Recurso 2068/2013] DE 18 DE MARZO DE 2016 [Ponente: Ignacio Sancho Gargallo] « (L)a prenda sobre créditos futuros solo es oponible frente a terceros dentro del concurso del pignorante, cuando no solo la relación jurídica o contrato fuente del crédito sea anterior al concurso, sino que además es necesario que el crédito dado en garantía nazca a la vida jurídica antes de la declaración judicial de la insolvencia. Concurso de acreedores.- La masa pasiva: clasificación de créditos. La prenda de créditos futuros confiere un privilegio especial siempre que en el momento de la declaración de concurso ya se hubiera celebrado el contrato o estuviese constituida la relación jurídica fuente de los créditos futuros pignorados. «Para la resolución del presente recurso debemos partir de la relación de hechos relevantes acreditados en la instancia. El 5 de septiembre de 2008, C., S.A. concedió un crédito a M., S.L. (…) para financiar la compra y puesta en funcionamiento de una instalación fotovoltaica de producción de energía eléctrica. Este préstamo fue afianzado por E., M. y R. El límite concedido era 238.000 euros. En garantía del anterior crédito, el 9 de febrero de 2010, mediante póliza intervenida por notario, se constituyó una prenda de los derechos de crédito correspondientes a la venta y entrega a I. de la energía producida en la instalación fotovoltaica. Esta pignoración fue notificada a I. mediante diligencias de 15 y 25 de febrero de 2010. El día 17 de mayo de 2012, M. fue declarada en concurso de acreedores. En ese momento, el crédito adeudado a C. ascendía a 137.755,79 euros (130.372,71 euros de capital y 7.383,08 euros de intereses). 2. En el concurso de acreedores de M., C. comunicó su crédito de 137.755,79 euros y pidió que se clasificara como crédito con privilegio especial del art. 90.1.6º LC. El juzgado mercantil tan sólo reconoció la clasificación de crédito con privilegio especial respecto de los intereses (7.383,08 euros), pero no respecto del capital. La sentencia de primera instancia interpreta el art. 90.1.6º LC en el sentido de que la prenda sobre créditos futuros sólo es oponible frente a terceros dentro del concurso del pignorante, cuando la relación jurídica o contrato fuente del crédito es anterior al concurso y, además, el crédito dado en garantía se encuentra nacido antes del concurso. »Se parte para ello de la base; por un lado, de que no en vano existe un principio de derecho según el cual los privilegios deben ser interpretados restrictivamente por constituir una excepción a la regla general (artículo 4.2 CCivil) y no extensivamente y la propia Ley Concursal en la Exposición de Motivos viene a marcar esta pauta hermenéutica cuando explica que una de las innovaciones más importantes que introduce es la regulación de la materia de clasificación de los créditos porque reduce drásticamente los privilegios y preferencias a efectos del "concurso", y que "el principio de igualdad de tratamiento de los acreedores ha de constituir la regla general del concurso y que las excepciones han de ser muy contadas y siempre justificadas"; y por otro lado, de que deben integrarse en la masa activa del concurso en aplicación de las reglas generales de la Ley Concursal los créditos que traen su causa de la continuación de la actividad profesional o empresarial del deudor concursado contemplada en el artículo 44 de la Ley Concursal debiendo ingresar en dicha masa sin gravamen porque cuando nacen ya no gozan de la plena y libre disponibilidad patrimonial del deudor, todo ello como acertadamente argumenta la sentencia apelada en el fundamento que hemos refrendado, siguiendo la tesis marcada por la Sentencia antes citada del Juzgado de lo Mercantil de Alicante, en la que extensa y meritoriamente se analiza la situación existente y antes y después de la reforma operada en la Ley Concursal por la Ley 38/2011.» 3. La sentencia de apelación es recurrida en casación por C., sobre la base de dos motivos. SEGUNDO.- Recurso de casación 1. Formulación de los motivos primero y segundo. El motivo primero se funda en que la sentencia recurrida ha basado «su decisión en la interpretación y aplicación del inciso final del art. 90.1.6ª de la Ley Concursal, introducido por la Ley 38/2011, de 10 de octubre, que entró en vigor el día 1 de diciembre de 2012», que considera errónea. www.dictumabogados.com 21 Nº 52, abril de 2016 El motivo segundo se funda en que la aplicación al caso, por la sentencia recurrida, del régimen del art. 90.1.6º LC introducido por la Ley 38/2011, de 10 de octubre, que entró en vigor el día 1 de diciembre de 2012, a la prenda de créditos futuros constituida por C. el 9 de febrero de 2010, constituye una aplicación retroactiva injustificada, de acuerdo con la Disposición Transitoria Cuarta del Código Civil. La Disposición Transitoria 4ª de esta Ley 38/2011, a la clasificación de créditos, y expresamente, en su apartado 2, dispone que el art. 90.1 LC modificado por esta Ley 38/2011: Procede desestimar el motivo segundo y estimar el motivo primero, por las razones que exponemos a continuación. Finalmente, la Ley 40/2015, de 1 de octubre, de Régimen Jurídico del Sector Público (BOE 2 de octubre de 2015), en su Disposición Final 5ª ha modificado el art. 90.1.6º, que pasa a tener la siguiente redacción: 2. Evolución normativa. En su redacción originaria, que estuvo en vigor hasta su modificación por la Ley 38/2011, el art. 90.1 LC, al enumerar los créditos con privilegio especial, en el número 6º se refería a: «1. Son créditos con privilegio especial: […] 6.º Los créditos garantizados con prenda constituida en documento público, sobre los bienes o derechos pignorados que estén en posesión del acreedor o de un tercero. Si se tratare de prenda de créditos, bastará con que conste en documento con fecha fehaciente para gozar de privilegio sobre los créditos pignorados». Con ello, expresamente admitía que el crédito garantizado con una prenda de créditos pudiera merecer la consideración, en caso de concurso de acreedores, de crédito con privilegio especial, y gozar de preferencia de cobro respecto de los créditos gravados. Y el único requisito formal que exigía la Ley Concursal para reconocer este privilegio era que la prenda constara en documento con fecha fehaciente. La Ley 38/2011, de 10 de octubre, reformó el art. 90.1 LC, y esta reforma afectó al ordinal 6º, relativo a la prenda de créditos, que pasó a tener la siguiente redacción: «6.º Los créditos garantizados con prenda constituida en documento público, sobre los bienes o derechos pignorados que estén en posesión del acreedor o de un tercero. Si se tratare de prenda de créditos, bastará con que conste en documento con fecha fehaciente para gozar de privilegio sobre los créditos pignorados. La prenda en garantía de créditos futuros sólo atribuirá privilegio especial a los créditos nacidos antes de la declaración de concurso, así como a los créditos nacidos después de la misma, cuando en virtud del artículo 68 se proceda a su rehabilitación o cuando la prenda estuviera inscrita en un registro público con anterioridad a la declaración del concurso.» «a los efectos de la clasificación de los créditos afectados (…), se aplicará a los concursos en tramitación, al tiempo de la fecha de su entrada en vigor, en los que aún no se hubiese presentado el informe por la administración concursal». «6.º Los créditos garantizados con prenda constituida en documento público, sobre los bienes o derechos pignorados que estén en posesión del acreedor o de un tercero. Si se tratare de prenda de créditos, bastará con que conste en documento con fecha fehaciente para gozar de privilegio sobre los créditos pignorados. Los créditos garantizados con prenda constituida sobre créditos futuros sólo gozarán de privilegio especial cuando concurran los siguientes requisitos antes de la declaración de concurso: a) Que los créditos futuros nazcan de contratos perfeccionados o relaciones jurídicas constituidas con anterioridad a dicha declaración. b) Que la prenda esté constituida en documento público o, en el caso de prenda sin desplazamiento de la posesión, se haya inscrito en el registro público competente. c) Que, en el caso de créditos derivados de la resolución de contratos de concesión de obras o de gestión de servicios públicos, cumplan, además, con lo exigido en el artículo 261.3 del texto Refundido de la Ley de Contratos del Sector Público, aprobado por Real Decreto Legislativo 3/2011, de 14 de noviembre». Esta nueva redacción del art. 90.1.6º LC entró en vigor, conforme al apartado 1 de la Disposición Final de la Ley 40/2015, a los 20 días de su publicación en el BOE, esto es, el 22 de octubre de 2015. 3. Normativa aplicable al caso. El motivo segundo de casación cuestiona que el art. 90.1.6º LC, tal y como quedó tras la reforma de la Ley 38/2011, resulte de aplicación, pues el derecho de prenda se constituyó el 9 de febrero de 2010, conforme a las exigencias formales vigentes entonces para su reconocimiento como privilegio especial en caso de concurso de acreedores. E invoca la Disposición Transitoria www.dictumabogados.com 22 Nº 52, abril de 2016 4ª del Código Civil, según la cual «las acciones nacidas y no ejercitadas antes de regir el Código Civil subsistirán con la extensión y en los términos que les reconociera la legislación procedente». Frente a ello, conviene advertir que esta norma (Disposición Transitoria 4ª CC) hubiera resultado de aplicación, si la Ley 38/2011 no hubiera previsto entre sus disposiciones transitorias ninguna norma específica respecto del art. 90.1.6º LC que reformaba. Pero, como hemos visto, la Disposición Transitoria 4ª de la Ley 38/2011 expresamente regula los efectos retroactivos del reformado art. 90.1.6º LC, en el sentido de que, a los efectos de la clasificación de los créditos afectados, se aplicará a todos los concursos que a la entrada en vigor de la ley no se hubiese presentado el informe por la administración concursal. Con ello el legislador ya previó que al introducir una modificación sobre las exigencias formales para la prenda de créditos futuros, esta afectaría, bajo las condiciones antes indicadas (que el informe no se hubiera presentado al entrar en vigor la Ley 38/2011), también a aquellas (prendas de créditos futuros) que se hubieran constituido antes. Existiendo una disposición transitoria específica, no cabe aplicar la supletoria del Código Civil. Por esta razón, procede desestimar el motivo segundo, y resolver el primero a la vista de la redacción aplicable al caso, el art. 90.1.6º LC con la redacción dada por la Ley 38/2011. 4. Interpretación del art. 91.1.6ª LC. Con anterioridad a la reforma, en una mención general que permanece hasta ahora sin haber sido modificada, el art. 91.1.6º LC tan sólo se refería en general a la prenda de créditos, que sometía, para que pudiera merecer el privilegio especial, que constara en documento con fecha fehaciente. La Ley 38/2011 introdujo una mención especial relativa a los créditos futuros, pero en unos términos que ha generado confusión o cuando menos un equívoco. Se refiere a la «prenda en garantía de créditos futuros», y respecto de esta garantía, advierte que sólo se reconocerá el privilegio respecto de los nacidos antes de la declaración de concurso y de los posteriores «cuando en virtud del artículo 68 se proceda a su rehabilitación o cuando la prenda estuviera inscrita en un registro público con anterioridad a la declaración del concurso». Como muy bien advierte la doctrina, una cosa es la «prenda de (o sobre) créditos futuros» y otra la «prenda en garantía de créditos futuros». En el primer caso, se refiere a los créditos objeto de la garantía, mientras que en el segundo a los créditos garantizados con la prenda. Siendo dos realidades jurídicas distintas, no hay razón para separarse de la interpretación literal del precepto y entender que la apostilla introducida con la Ley 38/2011 se refiere a la prenda de (sobre) créditos futuros. Con este añadido legal, se regula la prenda en garantía de créditos futuros, tal y como se desprende del tenor literal del precepto y lo corroboran las menciones posteriores. La norma prevé, con carácter general, que este privilegio se reconozca únicamente respecto de los créditos nacidos antes de la declaración de concurso, y, excepcionalmente, respecto de los posteriores en dos casos: «cuando en virtud del artículo 68 se proceda a su rehabilitación o cuando la prenda estuviera inscrita en un registro público con anterioridad a la declaración del concurso». Pues bien, el primer caso tiene sentido si, bajo la interpretación literal del precepto, entendemos que se refiere a la «prenda en garantía de créditos futuros», pues está pensando en créditos posteriores a la rehabilitación de un contrato de préstamo o cualquier otro de crédito en virtud del art. 68 LC, acaecida con posterioridad a la declaración de concurso. Sin embargo, esta mención a los créditos posteriores «cuando en virtud del artículo 68 se proceda a su rehabilitación» no tiene sentido si al comienzo de la frase sustituyéramos la expresión «prenda en garantía de créditos futuros», por «prenda sobre créditos futuros», pues entonces no casaría con la referencia posterior a que, excepcionalmente, se reconoce el privilegio respecto de los créditos posteriores a la declaración de concurso «cuando en virtud del artículo 68 se proceda a su rehabilitación». No casaría porque estos créditos objeto de rehabilitación en virtud del art. 68 LC necesariamente son créditos de un tercero frente al deudor concursado, y no créditos del deudor concursado frente a un tercer deudor. La salvedad referida a los créditos posteriores a la declaración de concurso «cuando en virtud del artículo 68 se proceda a su rehabilitación» guarda relación con la dicción literal del precepto, esto es, con la «prenda en garantía de créditos futuros». Y ello al margen de que nos pudiera parecer más o menos innecesaria esta específica referencia a la «prenda en garantía de créditos futuros», suprimida con la última reforma introducida por la Ley 40/2015, de 1 de octubre. 5. Lo anterior nos sitúa en un contexto normativo, aplicable al caso, en el que no existe en el art. 90.1.6º LC una mención específica a la «prenda de créditos futuros», y sí una mención genérica a la «prenda de créditos», tal y como se preveía en la redacción originaria de la norma, antes de la reforma de la Ley 38/2011. www.dictumabogados.com 23 Nº 52, abril de 2016 Conforme a esta regulación, si tenemos en cuenta que la garantía se constituyó el 9 de febrero de 2010, debemos responder a la pregunta de si cabía reconocer el privilegio especial del art. 90.1.6º LC a los créditos garantizados con una prenda sobre créditos futuros y en qué condiciones. Es muy significativo que en dos ocasiones hayamos admitido respecto de la cesión de créditos futuros que, «al menos en los casos en que se hubiera celebrado ya el contrato o estuviese ya constituida la relación jurídica fuente del crédito futuro objeto de la cesión anticipada, el crédito en cuestión –según la opinión doctrinal que parece más fundada- “nacerá inmediatamente en cabeza del cesionario, con base en la expectativa de adquisición ya transmitida mientras el cedente tenía aún la libre disposición del patrimonio”» (sentencias 125/2008, de 22 de febrero, y 650/2013, de 6 de noviembre). En la sentencia 125/2008, de 22 de febrero, después de concluir que, «desde el punto de vista del Derecho civil, habría que dar validez y eficacia a la cesión de crédito, en cuanto nazca, a favor de la entidad cesionaria», teniendo en cuenta que se enmarcaba en una relación contractual sinalagmática, añadimos: «(e)sta interpretación estaría en concordancia con el tratamiento que para la prenda de créditos se delinea en el artículo 90.6º, inciso segundo, de la Ley 22/2003, de 9 de julio, Concursal». de créditos y con la pignoración de créditos. Si se admite la validez de la cesión de créditos futuros y su relevancia dentro del concurso de acreedores, siempre que al tiempo de la declaración de concurso ya se hubiera celebrado el contrato o estuviese ya constituida la relación jurídica fuente del crédito futuro objeto de la cesión anticipada, bajo las mismas condiciones deberíamos reconocer el privilegio especial del art. 90.1.6º LC a la prenda de créditos futuros: siempre que al tiempo de la declaración de concurso ya se hubiera celebrado el contrato o estuviese ya constituida la relación jurídica fuente de los créditos futuros pignorados. Esta solución jurisprudencial que aflora bajo una normativa anterior a la Ley 40/2015, de 1 de octubre- en la que se reconocía explícitamente el privilegio especial de la prenda de créditos, siempre que constare en documento con fecha fehaciente, sin que existiera mención expresa a la prenda de créditos futuros, viene a coincidir con la solución aportada por la Ley 40/2015, de 1 de octubre, al regular expresamente la prenda de créditos futuros en el art. 90.1.6º LC. 6. Efectos de la estimación del motivo primero. La estimación del motivo de casación conlleva la estimación del recurso de apelación formulado por C. y la estimación íntegra de su demanda, en el sentido de reconocer que su crédito de 137.755,79 euros debe ser clasificado como crédito con privilegio especial del art. 90.1.6º LC». Para entonces, no había duda de que esa mención era la general, que todavía perdura: «(s)i se tratare de prenda de créditos, bastará con que conste en documento con fecha fehaciente para gozar de privilegio sobre los créditos pignorados». Y en la sentencia 650/2013, de 6 de noviembre, en este contexto de cesión de créditos futuros, distinguíamos entre la relevancia concursal que podía tener la pignoración de créditos y la cesión pro solvendo: «en el primer caso, el acreedor pignoraticio goza, en el procedimiento concursal, de la consideración de un acreedor con privilegio especial, con un derecho real de garantía, mientras que en el caso de la cesión, el cesionario tiene derecho a impedir que el crédito cedido forme parte de la masa activa y, en su caso, a reclamar su separación». Dicho de otro modo, la admisión de la cesión de créditos futuros va pareja a la admisión de la pignoración de créditos futuros, sin perjuicio de la distinta relevancia concursal derivada de los diferentes efectos generados con la cesión www.dictumabogados.com 24