Cierto día se organizó en el pueblo una gran fiesta. Todo

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CUENTOS MISIONEROS "EL BARRIL DE VINO"
"Cierto día se organizó en el pueblo una gran fiesta. Todo estaba preparado para el
gran evento. En la plaza del pueblo habían construido un gran barril para el vino.
Se habían puesto todos de acuerdo en que cada uno iba a llevar una botella de vino
para verterla en el gran barril, y así disponer de abundante bebida para la fiesta.
Se acercaba la noche, y Juan, viendo que llegaba la hora de partir hacia la plaza,
tomó su botella vacía para llenarla con vino de su barril. Pero de pronto lo asaltó un pensamiento: "Yo soy
muy pobre, y para mí es un sacrificio muy grande comprar el poco vino que hay en mi casa. ¿Por qué tengo
que llevar igual que todos los demás? Voy a hacer una cosa: llenaré mi botella con agua, y cuando llegue a la
plaza la verteré en el barril, así todos verán que hago mi aporte, y no vaciaré mi barril de vino. De todos
modos somos muchos, y mi poquitito de agua se mezclará con el vino de los demás y nadie notará la falta".
Así lo hizo. Llegada la noche, se acercó ante la vista de todos los vecinos y vació el contenido de su botella
en el barril de la plaza. Nadie sospechó nada. Todo el resto del pueblo fue aportando su parte de vino en el
gran barril.
Comenzó la fiesta, la música, la danza. Y cuando llegó la hora de servir el vino ¡oh sorpresa! Abrieron la
canilla del barril y... ¡salió solamente agua cristalina!. ¿Quién iba a pensar que a todos se les iba a ocurrir
pensar lo mismo que Juan? Y todos los del pueblo, avergonzados, agacharon la cabeza y se retiraron a sus
casas. Y la fiesta se terminó." En la tarea misionera todos aportamos nuestro granito de arena y, por pequeño
que parezca nuestro aporte, es importante. Todos tenemos un papel que jugar en la tarea evangelizadora,
pequeño o grande, pero el nuestro, y nadie puede hacerlo por nosotros.
"EL LAGO"
El lago no es sólo un gran charco de agua. Hay otros elementos diversos
y "personales" integrados en comunidad: la montaña, los árboles y
arbustos, pájaros, patos, insectos... y más adentro, en lo profundo, los
peces. En toda comunidad/lago se encuentran algunos de estos elementos.
Los ARBOLES: miran al lago de lejitos, se nutren de él pero no se
mojan... Son los que ven actuar al grupo pero miran de afuera, no se
animan a meterse mucho pues no sienten, no ven o no quieren compartir
el compromiso misionero. No obstante, algunos colaboran con apoyo
logístico para que el lago sea lo que debe ser. Los PAJAROS:
sobrevuelan la superficie, alegran con su canto, dan vida al paisaje. Pero también desde afuera. Dependen
mucho del mundo exterior. Y si el lago no les ofrece todo lo que pretenden, vuelan a otro, y así, migratorios,
más bien se sirven del lago de lo que procuran servirlo. Los PATOS: si bien en la superficie la mayor parte
del tiempo, sólo se meten zambulléndose para alimentarse. Y son de temporadas...
Los TABANOS: ¡qué molestos! Son los aguafiestas. Siempre zumbando alrededor. No saben alimentarse sin
molestar. Opacan alegrías, sobre acentúan las tensiones, ponen los nervios "de punta", y cuando se posann
sobre alguno, pican con dolor y hasta con posterior infección. Menos mal que duran poco, y si sopla un poco
de viento fresco, no molestan más. Los PECES: viven metidos en silenciosa convivencia, se mueven con
libertad, son los dueños del lago, están como en su casa. Pocos los ven, aunque muchos saben de su
presencia. Se nutren entre ellos y en su ambiente, y son también alimento para otros. No son tal vez muy
astutos, pero sí útiles y mansos en su mayoría. Cerca del lago, siempre está la MONTAÑA. Es el signo de la
Espiritualidad del grupo misionero, el encuentro del hombre con Dios. Es la presencia de Dios, viva y firme.
OREMOS AL DIOS QUE LLAMA Y ENVÍA
Desde la aurora de los tiempos Dios pronuncia su Palabra
llamando al hombre, a la mujer, a ti y a mí,
a ser, a amar, a continuar su obra creadora,
a ser testigos de su presencia en el tiempo.
Dios nos llama desde la aurora de los tiempos
y toda nuestra vida encuentra su sentido en esta llamada,
sin ella todo se vuelve absurdo.
Porque todo el que escucha experimenta qué es el amor
y el amor es la luz de los hombres,
y la luz ilumina la oscuridad,
pero quien vive en la oscuridad
no quiere reconocerlo.
Existieron muchos hombres que respondieron a su voz:
Abraham, Moisés, los profetas, Juan Bautista, Pedro, Santiago,
Juan, Francisco de Asís, Ignacio de Loyola,
Teresa y Juan de la Cruz,
Antonio María Claret, Juan XXIII…
Ellos fueron testigos de su Palabra,
testigos de su amor,
para que todos los hombres pudiesen escuchar,
para que todos los hombres encontrasen el camino de la verdad.
Ellos no fueron la luz,
sino testimonio de la luz de Dios.
Por ellos la luz de Dios se mantuvo en el mundo
porque con su vida y con su palabra proclamaron que:
Nadie conocía al Dios verdadero,
pero Jesús de Nazaret,
la Palabra del Padre que clama desde la aurora de los tiempos,
se hizo hombre
y habitó entre nosotros,
y con su entrega nos liberó
y nos abrió el camino del amor.
Y, ahora, Dios sigue llamando,
nos necesita, a ti y a mi,
como necesitó a esos hombres,
para que su luz no se pierda,
para seguir proclamando que el Dios de Jesús
es el Dios del amor y de la gracia,
el Dios de la solidaridad y de la misericordia,
el Dios de la entrega generosa para que todos los hombres tengan vida.
RECUERDA
SIEMPRE: TU VIDA
ES VALIOSA
Aunque no escribas libros, eres el escritor de tu vida.
Aunque no seas Miguel Ángel, puedes hacer de tu vida una obra maestra.
Aunque no entiendas de cine, ni de cámaras, tu existencia puede transformarse en un film primoroso con
Dios de productor.
Aunque cantes desafinado, tu existencia puede ser una linda canción, que cualquier afamado compositor
envidiaría.
Aunque no entiendas de música, tu vida puede ser una magnífica sinfonía que los clásicos respetarían.
Aunque no hayas estudiado en una escuela de comunicaciones tu vida puede transformarse en un reportaje
modelo.
Aunque no tengas gran cultura puedes cultivar la sabiduría de la caridad.
Aunque tu trabajo sea humilde, puedes convertir tu día en oración.
Aunque tengas cuarenta, cincuenta, sesenta o setenta años, puedes ser joven de espíritu.
Aunque las arrugas ya marquen tu rostro, vale más tu belleza interior.
Aunque tus pies sangren en los tropiezos y piedras del camino, tu rostro puede sonreír.
Aunque tus manos conserven las cicatrices de los problemas y de las incomprensiones, tus labios pueden
agradecer.
Aunque las lágrimas amargas recorran tu rostro, tienes un corazón para amar.
Aunque no lo comprendas, en el cielo tienes reservado un lugar...
Todo, absolutamente todo... depende de tu confianza en Dios y de tu
empeño en SER digno hijo Suyo. Y esto, sólo se puede hacer a través
de Nuestro Señor Jesucristo. Su Hijo amado, perfecto y santo.
No te olvides de poner, CADA DÍA, tu vida en Sus manos.
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