27 SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. COSTUMBRES 217 POPULARES. SL KOBBZXLO. UCHOS valientes, apellidados iríganíex por los soldados de Ausierliz y de Max^ , rengo, cuyo renombre y esfuerzo no nastó para domeñarlos, se cnconlraron en I 8 I 4 «ia tener Segunda se'ríe. —TOMO III que comer, después de haber contribuido á salvar la pafrí'», Sculado ya el principio de mi cuento, no me será difícil encontrar entre lautos valientes hambrientos como produjo aquella noble pai, un ambricnto valiente, cuyo tem11 de julio de I84I. V"','* SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. •pie de alma no era á propósito para resignarse á mendigar cisa. No tardó en bajar A la calle con una escopeta en la el sustento del cuerpo, después de hahcrsc acostumbrado á m a n o : el Morrillo dcsengachó la suya del p o t r o , y se fué ^ <juc los franceses le dejasen innumerables veces en pacífica á situar en la acera del frente. posesión de sus ollas de r a n c h o ; y este bravo entre los bra— ¿Quién escupe primero? dijo el jaque. vos era , si mis lectores no lo han por enojo, el nielo de — Los dos a l a par , respondió el Morrillo: á la una...,, u n alpargatero de Málaga, á quien sus camai-adas de m o n - á las dos.... á las tres.... 4aiia llamaban por mal nombre el Morrillo, aunque desS o l a s e oyó u n t i r o : la ronda tardó en acudir el tiemp u é s que su capitán le puso en las boca-mangas de la cha- po;necesario para que se efectuase una desgracia, porque íjueta dos galones de hilo blanco, le saludaban con el nom- ípara prevenirias:«iempre la ronda acude tarde, y encontró bre de mi cabo Sarmiento. Y en efecto, Sarm.icnto era- &á el cadáver del jaque que tenia dos balazos en la frente : á apellido. [íjsa Jado estaba la esgopela cargada con el cebo quemado. El Morrillo era natural de u n pueblcclllo d é ' l a costa • Quince ó veinte'3ias después entró una lancha de cuJ e Málaga, tierra famosa por sus p a s a s , por sus sedas y fr/Vrtoen el mal puerto de la Requejada, si puerto puede p o r sus trabucazos. Su padre Juan Sarmiento &e habia e n - llamarse una sucia ria de la costa de Cantabria, encajonariquecido corriendoelaire , como allí dicen, ó . traficando da entre dos montes, por uno de los cuales tiene que t r e en géneros de ilícito comercio, segun la elocuencia de nues- par el que desea conseguir la gracia de entrever á lo lejos 4ros empleados del resguardo, y vivia una vida regalada en una detestable taberna , en donde generalmente se encuenmedio de los apiñados toneles de su espaciosa bodega, ó. tra por única bebida el peor chacolí Ait las montañas de fumando su pipa en amor y compaña de otros vecinos, á Santander. En ella empinaban el jarro hasta diez brigánquienes referia con placer los arriesgados lances que habia tes, húsares de la división del herrero de la Puebla, y mas •corrido en su juventud. El Morrillo era niño cuando su adelante teniente general de los reinos de Valencia y M u r padre iba á G i b r a l t a r á ayudar á los ingleses 4 destruir cia, D. Francisco Tomás de Longa, cuando se les presentó nuestra i n d u s t r i a , y nunca le pasó por las mientes que u n arrogante mozo, que de la susodicha lancha habia d e -aquellos grandes fardos de mercancías ^sohre los cuales so- sembarcado.— ¿Quién vive? le dijo uno de ellos tirando del Jia encaramarse, podían contener su miseria ór su opulencia sable. —Me parece que he enconti-ao la horma de mi zapaf u t u r a . Cuando ya llegó 4 ser lo ;que ¡hoy llamamos u n t o , r e s p o n d i ó el mozo. ¿Sois v o l u n t a r i o s ? — S e r n o s ¿y qué? h o m b r e , Juan Sarmiento habia recogidovclas, retirándose —^Es que yo también quiero sentar plaza. — ¿Tienes ea/c'.?? al puerto como prudente p i l o t o , de modo;que no tuvo que — Bastantes pava convidaros.— Toca esos cinco, camarúa: ayudarle n i una sola vez á embarrancar el falucho , ni á Longa está eji Santillana, y esta tarde te presentaremos 4 •echar la carga en t i e r r a , ni á nivelarla en los lomos del él. ¿Cómo te l l a m a s ? — M a n u e l Sai-miento.—Famoso nomtordillo, ni á aparapctarse detrás de é l , para hacer frente b r e . — En mi tierra me conocen por el Mori-illo.~Viiei ¿ los guardas con trabuco en mano. Lo mas que pudo h a - hien Morrillo Sarmiento, nuestro eres, y te se dará el corcer , y lo que hizo en efecto, fue darse buena maña á gastar, respondiente caballo y armas, en cuanto nos reunamos con q u e p a r a esto todos la tenemos, y á n o perder coyuntura la compañía. Aquí n o hay mas s i n o , muera Pepe Bote¿ e presentarse en la Ciudad, es decir, en Málaga, luciendo llas y su hermano Napo-Ladron, y viva España, y viva •eljaleo sobre fogoso p o t r o , todo esperanzado de ablandar Fernando y vamos robando: m a t a r gavachos á porrillo, p o r su aquel ó por sus dádivas la voluntad de una a r r o - enamorar patroiias, y dejar que la bola ruede. P a t r ó n , sagante moza p o r la cual bcbia los vientos, habiéndola visto que V. cinco azumbres mas para esta gente h o n r a d a , en a l acaso cruzar u n dia por la plaza mayor. solcniá del alistamiento del Morrillo.— Requería de amores á esta moza, que bien lo mcrccia Bebieron hasla cerca del anochecer, y bebieran p r o b a p o r c i e r t o , un jaque de la tierra; y no hubo menester mas blemente toda la noche, á no llegar u n cspia á avisarles •el Morrillo, para j u r a r p o r el talle de Narcixa que le habia que el general Bonct, gobernador de Santander, acababa ^de romper la geta. La ocasión de las desventuras nunca tar- de hacer salir una partida de dragones franceses á reconod a en presentarse á los hombres, y pocos dias habian trans- cer el campo. Levantáronse lodos echando mil reniegos al •currido desde aquel en que los celos h.íbian picado el c o r a - tuerto gobernador que asi les aguaba el chacolí, montaron zón de nuestro terne, cuando dio vista á su rival que de 4 poco r a t o , el Morrillo subió 4 la grupa de uno de los casa.dc su prenda salía. caballos, y lomaron el trote hacia Santillana entonando Habia sonado ya la oración, hora en que el Morrillo aquella sabida copla : d a b a el último paseo con su poiro por delante de las v e n "Longa le dijo al caballo , t a n a s de Narciso, antes de retirarse al pueblo. Deiúvose Sácame de este a r e n a l , •al ver u n h o m b r e , conoció a\ Jaque, desmontó de un sallo, que me vienen persiguiendo fuese para e l , y trabándole del dormán le dijo, o tú, ó yo. los de la guardia imperial." Estas palabras en Madrid equivalen á un desafio en r e ^1a , con el correspondiente acompañamiento de padrinos,:, «e entiende, si el que las pronuncia y el á quien van d i r i Seguir val Morrillo tu. aquellas espcdiciones de camp» gidas pertenecen cuando menos ái la que llamamos gente raso y de m o n t a ñ a , en que cada dia era u n encuentro, y decente: si son aguadores ó gente así, de baja ralea, -Sue- cada cncucnlro una mortalidad, seria cuento largo. Ilallól e n ir acompañadas de algunos cubetazos ó cuchilladas. En j se en las principales jor-nádüs de la g u e r r a , fue uno de los , Málaga, y particularmente en los pueblos de aquella p r o - pocos que asaltaron el castillo de Pancorbo, y uno de los vincia , no se conocían en vida del Morrillo los duelos á la primeros que penetraron en Vitoria, cuando lodavia el i n extranjera, O tú ó yo queria decir poco mas ó menos lo si- truso rey José I , 4 cuya guardia ayudó 4 acuchillar á las :guiente: "chico, vamos á tirarnos aquí mismo un par de puertas del palacio del Campillo, bajaba mas muerto que escopetazos á boca de jarro antes que nadie nos vea," con vivo á esconderse en la calesa, que lo salvó milagrosamente l o cual quedaban designados arma, sitio, hora y distancia. por el camino de PoTTP/Vo/?». , >. , : YÁ jaque no era hombre de volverse atr.ls: adivinó de Pero el resultado fué que en ISl-} se e n c o n l r ó ^ m f T * JM« golpe, que solo los enamorados conocen, que el Morri~ dijimos a r r i b a , sin oficio ni beneficio; m:is aun, se encontró " i t o . g á l a n de fama, era su enemigo de a m o r e s , y hacién- sin pádre.y sin',haciehda,jpuesto que el primero m u r i ó de id«le seña de que aguardase, vbWióá entrar en casa de iVí«-- pesadumbre, poique los'franccsés le habiau r-obatlo y des< n. íli OSAQ- SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. t r u i d o la segunda; Recibió:estas Irislcs nuevas en S. Sebastian el mismo día q"^ ^^ entregaron en su cuartel la licencia absoluta,,y como hombre de pelo en pecho, formó su plan de operaciones. "Yo no debo ser el único, se dijo p r u dentemente, que lioy se vea á la luna de Valencia: e m b a r quémonos para Málaga, que tal vez la tierra me p r o p o r cionará algunos medios de pasar la vida; y sobre todo, si el rey no me dá blanca j preciso será buscarla: á la tierra pues y iaits deo." Dicho y hecho: u n quechcmarim le llevó 4 las playas queridas de su infancia. No quiso ir á su pueblo, sino que se quedó en Málaga, y trató de averiguar el paradero de Narcisa, causa inocente de los peligros corridos, y i la cual no había olvidado. Supo que estaba soltera, lo que no le causó estrañeza, por tener entendido que los años de guerra son años fatales p a r a m a t r i m o n i a r , y rebulléndole en el alma la esperanza, escribióla un papel adornado con mas de veinte corazones, .flechas y cupidos, scguu uso y cost u m b r e de militares ó encarcelados, en el cual le recordaba los pasados tiempos, cuando rondaba su calle, y las i n n u merables penalidades que por su hermosura habia a r r o s trado. Contestóle Narcisa, á fuer de agradecida, ó de a m a n te ó de cauisada de una larga y forzada abstinencia de amor í o s , y le pidió que luego, luego, la pidiese á su padre por mujer: pero el Morrillo, que tenia su poco de orgullo m e tido en el cuerpo, pensó, y pensó bien, que siendo el padre de su querida hombre de casa y tienda abierta, no recibirla con tanto gusto la petición de un cabo licenciado sin calzones, como sin duda hubiera recibido en otro tiempo la del hijo del rico Juan Sarmienio. Llegó también á sus oidos, que noticiosos los parientes ic\ja<¡i¡c, á quien dio muerte en hiicna ley, de su llegada á Málaga, pensaban d e latarle, por lo que sin perder momento avisó áiV«rc/,sa que se mantuviese firme y constante, asegurándola que no tardarían en verse cumplidos sus deseos. El amigo en cuya casa estaba en Málaga era u n c o n trabandista, de aquellos, si los h a y , que ni temen á Dios n i al diablo, y enterado de las cuitas del Monillo, le p r o puso que le acompañase á Gihrallar, á una cspediciou de honra y provecho. No se hizo de rogar nuestro héroe, y al dia siguiente partieron en u n falucho de aquellos que cort a n el aire con t u traidora vela latina. Al cabo de seis meses y de cuatro viajci de ida y vuelta ácsde Gibraltar hasta las playas de Velcz, ya el Morrillo habia salido de apuros. Montaba en sus correrlas por tierra n n arrogante bayo de rolliza cola y largas crines, sobre blando aparejo, cubierto por una magnífica sacamanla de airosos y sueltos flecos y bordada de sedas de colores: la tabczada, el pelral y el haticol eran anchos, guarnecido» de motas de felpilla azul y blanca, y de una baqueta forrada de terciopelo carmesí. En cuanto á su traje, era el de rigoroso lujo de los contrabandistas: zapato doble de punta r o m a ; botin ¿e gamuza bordado con sus correspondientes agugctas; calzón de punto de seda negro, cubiertas sus cost u r a s laterales por dos hileras de botonadura de plata; canana de cuero primorosaanentc trabajada, y que permitía asomar las orillas á una rica faja m o r u n a ; chalequillo de seda; corbata de lo mismo sujeta cinco dedos ma* abajo de la garganta por relumbrante topacio; camisa de chorreras; cuello vuelto; pañuelo cu la cabeza; fino calañés de copa gacha, y una elegante zamarra, que no la diera el por el mas rico de los grandes uniformes del rey José, que se cogieron en la batalla de Vitoria.. Sus armas eran pistolas y « n enorme naranjero que pendía de su airosa c i n t u r a , de modo que al verle atravesar los hermosos viñedos de Veles. Málaga oprimiendo lo» hijare» al bayo y ataviado con »u lucido traje confesaban todos no haber admirado jamás u n contrabandista tai» «puesto »» t a n atrevido» 218. Era la tarde de u n dia sereno y claro, cuando el Mor-rnllo salla de Málaga satisfecho de haber obtenido el conseno timiento del padre de Narcisa, para, que la boda, se verifi-f case dentro de tres dias; y seguramente se quedara aquell*., noche en la ciudd, si otros cuidados no le llamasen hacia la costa. En aquella noche debia desembarcarse u n rico contrabando de géneros de algodón ingleses, que una goleta, conducía á su b o r d o : el buque se había, mantenido todo e l día dando bordeadas á la vista de t i e r r a , y habia hecho'varias señales solo del Morrillo y de sus asociados en el carr gamento comprendidas: fuele-pucs preciso acudir á la cost» á la hora convenida, y en e l l a s e reunieron, hasta,treiata,ii' cuarenta í;-a¿uco.í, que á haber formado ^un solo cuerpo n o les entrara todo el resguardó del Mediterráneo, reunido. Mas no lo hicieron así, sino que c e b á d a l a carga en tierra, formaron con los fardos tantos lotes como interesados e r a n , y luego por el orden en que habian> acudido fueroncogienr do cada cual el s u y o , y colocándolos en los caballos a y u dándose mutuamente. Ninguno de ellos partió mientras hubo un fardo en tierra, mas al p u n t o que todos estuvieron acondicionados, el Morrillo dio la. señal con un silbido: montaron todos, y á las palabras salud y buena forluna que pronunció poco después, echaron á andar en distintas direcciones según aquella vez lo tenían acordado, ya ron el objeto de b u r l a r - m e j o r la vigilancia de sus perseguidores^ ya p o r no hacerse sombra unos á otros en. el despacho de, las mercancías. El Morrillo tomó por una vereda siguiendo la orillai del m a r : llevaba dos pesadísimos fardos que detenían algo mas de lo que el quisiera la marcha de su querido bayo-, y se proponía no salir de aquel camino basta que. la luna le advirtiese que podia internarse en la tierra sin peligro. Eraaquella la última espedicion de contrabando en que pensaba arriesgarse personalmente, y al paso que acariciaba cii.> Voz baja al caballo, animándole á sostener la fama de-andador que tenía adquirida en otras empresas no menos p e liagudas, su imaginación volaba á casa de Narcisa, á la cual pensaba .sorprender en breve con algunos regalos de las ricas telas que en los fardos conducía. Sacóle de estos alegres pensamientos la detonación de una arma de fuego; el Sayo rehiló las orejas y apretó el paso , señales ciertas para el Morrillo de que habia moros en la costa: un segundo tiro le confirmó roas aquella v e r dad , y ya no le fue posible dudar de que algunos de sus compañeros se veían perseguidos de los guardas. Antes d e que tuviese tiempo de reflexionar lo que debería hacer, s i n tió el galope de u n caballo que volvía en dirección opuesta al s u y o , y casi al mismo tiempo cruzó por su lado con la velocidad del rayo uno de los contrabandistas, quien reconociéndole al pasar, le gritó: Vuelve grupa.. Marrillo, y aligera que está encima el Raposo.. El Morrillo sacó del cinto una nabaja y corló las amarras que sujetaban los l a r d o s , los cuales v i n i e r o n . a l suelo, pudícndo el ginete colocarse á su sabor sobre-la. albarda, operación á que ellos dan el nombre de aligerar: mas n o bien la hubo ejecutado y vuelto grupa., cuando uno de los enemigos montados se le cchó.á los alcances, y a p u n t á n d o le con la carabina, le gritó: ríndete.al.re;)!. El Morrillo c o nociendo que era imposiblciescaparse de.la caraUna h u y e n d o , se detuvo de repente, y cuando «1 guarda estuvo i doce pasos, echó mano á una..de las pistolas, y hundiendo los talones en los hijares del Bayo, se- l a . descerrajó á su perseguidor con tal puntería que lo derribii del caballo al suelo. Volaba el Morrillo tn alas del Bayo., y juzgábase p o r entonces libre de todo azar, pero la suerte le tenia g u a r d a do para hacerle esperimenlar su rigor. El ruido de su p i s toletazo alarmó á U s c o r o p a S e r w i d c l herida g»*'^'^*» J t o - SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 220 dos le acosaron á un tiempo pox- todas direcciones. ¡Ah mi buen naranjcro\ dijo él cuando los vio llegar: ya es hora d e q u e hagas tú dehcr; quieto, Bayo, quieto; y a q u e m u e ras en la refriega, que sea con honor. Refriega fué en efecto la que el Morrillo sostuvo aquella noche aparapetado detras de su caballo, que en la i n movilidad pudiera competir con la mas fuerte m u r a l l a , y mas de u n trabucazo suyo hizo morder la tierra á mas de •un g u a r d a , y aun la hiciera morder á todos ellos, sin dos picaras halas de estos, que acertaron á d a r , una en la cabeza de nuestro héroe, y otra en la de su heroico caballo. Cayeron a m b o s , el Bayo m u e r t o , y e\ Morrillo herido: este fué conducido á Málaga, y aquel abandonado á la v o r a cidad de los cuervos. E l Morrillo curó de su herida, no para enlazarse en perpetuo nudo con la hermosa Narciso, sino para pasar del hospital á la cárcel. Formáronle la indispensable causa, pues aunque ningún genero de ilícito comercio le hallaron en su cuerpo ni en el de su caballo, fué mandado sumariar por haber hecho resistencia al rey en las personas de los dependientes del resguardo, y aun por haber herido á varios, al paso que dichos dependientes quedaron libres por haberle herido á él y matado al Bayo. Da esta causa r e sultó lo que hasta hace pocos aiios ha resultado en todas las causa.s de contrabandos, aunque no hubiese pruebas legales, con tal que no faltasen algunas apariencias de p r u e bas. El Morrillo fué sentenciado á seis años de presidio en el Peñón de la Gomera; Narcisa se casó con o t r o , ó no se casó, pues esto no ha llegado á mi noticia. Solo he sabido que al tomar el hijo de Juan Sarmiento, cabo primero licenciado de voluntarios patriotas, posesión del patio del Peñón, por no haber querido la patria darle que comer, dijo á los soldados que le hablan conducido estas palabras: amigos mios, es preciso desengañarse, el que nació para ochavo no puede llegar á cuarto. J. M. DE ANDUEZA. c K qué entre ruido y resplandor y encanto Mi inerte pecho en entusiasmo inunda ; A qué al pasar los pliegues de su manto Mueve en redor , con que mi sien circunda ? ¿A qué viene y quién es? las ricas flores Que en mágico tropel orlan su frente: ¿ En qué vergel de esplendidez y amores Dieron su esencia al perfumado ambiente ? ¿Qué sol vibró sus límpidos destellos, Sobre esos lauros que en redor la ciuen, En ondas mil orlando los cabellos , Que de su trenza al revolar desciñen? ¿Quién es y adonde vá? que si traspasa de los remotos siglos las tinieblas , Alli también las huellas de su paso Miro romper del porvenir las nieblas. ¿ Quién es y adonde vá? la incierta planta A dó ligera entre las auras guia ? ¿A dó el fulgor que mi pupila encanta Su ojo sagrado al entreabrir envía ? Grecia, Cartago, Koma, el tiempo hollando Cruzar la miro en misteriosa huida, Hombres tras hombres de su luz llevando En pos, el alma y la razón perdida, Y ella fué la que en Grecia las lejionej Guió del arma al sanguinoso estruendo; La que arboló los aúricos pendones, Que altiva Roma enarboló venciendo. La que el aliento entusiasmó de Atila ¡ La que inspiró sus cánticos á Homero; La que alumbró en la lánguida pupila De Sócrates el rayo postrimero. La que á David en cánticos sagrados Hizo romper %\\ inspiración divina : La que entreabrió los labios consagrados Del que ante el pueblo de Israel camma. GLO&IA. c 1 es la voz que en el ooiifiu resuena , De un eco en otro sin cesar rodando? ¿Cuya es la voz que al ánimo eoagcna, T el alma vá de su cstui>or sacando .^ ¿Cuyo es el son de mislerioso acento Que de la brisa en el alíenlo vaga, Dulce cual sop'o de amoroso viento Que en el regazo de la flor ¡.e apaga? ¿Do halló el raudal de mágica armonía Que asi en la mente al ánimo suspende? ¿Dó el susurrar de acorde melodía Que en entusiasmo al corazón enciende P ¿Cuya es la sombra alada y misteriosa, Que al alma encanta en su incesante vuelo, Al recorrer de incienso vagarosa, £ D sacra nube, el transparente cielo? La que á Aristarco remontó á la esfera Del Sol, á sorprender su ley velada. La que á Platón dictó, la luz primera Del aliento de Dios ser emanada. La que la mente entusiasmó de Apeles; La que sonó de Pindaro en la lira; La que guió el cincel de Praxiteles, Y ante el concurso á Cicerón inspira. Do quier la sigo en rededor contemplo Hombres que van soñando en sus fulgores. Hasta tocar la cumbre de su templo Dando eu sus aras lágrimas por flores. T yo también de mi entusiasmo en alas De tu fulgor en pos audaz me lanzo. Viviendo ¡ ay Dios! del álito que exalas, Sigo tu luz aunque jamás la alcanzo. ¿Es del dolor el genio que destila , La hiél que hierve en su nefando seuo , O el ángel del amor, cuya pupila B.adia del bien al respirar sereno ? T ora seas quimera de la mente, O ensueño que forjó mi fantasía, Siento una chispa en mi abrasada frente Que hacia tu luz á mi pesar me guia. ¿Es el aliento, el soplo espirituoso, Que el sacro Dios entre armonía exala O el de Luzbel aliento ponzoñoso Que de su labio entre la hiél resbala ? Mas si en pos de la luz que se eslabona En torno de tu sien he de ir en vano, Si no he de hallar jamás en tu corona Uo lar.ro que i mi sien ciña tu mano, SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. si no ha de hallar el véitigo que siento Calma jamás, ni término á su pena, Ahoga en mi sien mi altivo pensamiento, y al barro vil mi espirita encadena. §21 y fiados otros esclusivamente en la constancia de sus p a r r o quianos, sostienen entre sí una magnífica lucha, q u e d a por resultado el rápido vuelo del ingenio, la superioridad i n contestable que en este p u n t o tiene París sobre todas las capitales de Europa. — Asombraría verdaderamente á n u e s Corla i mi mente el ala que atrevida tros lectores si trasladásemos aquí el simple resumen del Remonta audaz tras la ilusión que alcanza, número infinito de individuos empleados alli en esla p r o y en el tendido oriente de mi vida fesión y sus dependencias; el cálculo aproximado de los caHunde por siempre el sol de mi esperanza. pitales invertidos en ello; el movimiento intelectual á que dá lugar y sus consecuencias sociales y políticas; pero presRAMÓN DE SATORRES. cindiendo por ahora de estas consideraciones que nos llevar í a n muy lejos de nuestro p r o p ó s i t o , descenderemos á las breves indicaciones que nos hemos propuesto de aquellos H X C U £ a D 0 3 D £ V I A J E (1). espectáculos, que dejan el mas grato recuerdo en la imaginación del viajero. X. Coloquemos en primera línea, y aun fuera de toda c o m paración, la Academia real de música, asombroso espectáPABIS. culo lírico, que, según decia Rousseau, es de todas las academias ¡a que mas ruido Jiace en el mundo. — E n este teat r o , como en todos los demás (aunque con muchísima m a yor importancia) , son tres los objetos que dividen justaE ha dicho, no sin fundamento, que al cs- mente la atención del observador ; á saber: el local de la ^° / y ) ^ v ^ tahlecer una nueva colonia, lo primero escena, los espectadores y el espectáculo. ^—En cuanto al "-""T"^ que hacian los españoles era fundar u n p r i m e r o , puede asegurarse que aquella sala es u n a de las convento, los ingleses una factoría, y los franceses un lea- mas ricas y elegantes que existen en E u r o p a , y aunque en tro; y siguiendo esta regla de proporción, la capital de F r a n - el eslcrior no ofrezca objeto de particular encomio , el i n cia debe tener, y tiene efectivamente, tantos espectáculos es- terior es bello, rico, suntuosamente decorado, y de una cénicos, como establecimientos mercantiles la de Inglaterra, eslension capaz de contener cómodamente sentadas dos mil como iglesias y conventos poseia hasta hace pocos años y cien personas, cuya entrada llena produce unos 12,000 nuestro Mad1^id. — Prescindiendo del aparato teatral de la francos (48,000 rs.). — La costumbre seguida en este como política que en aquella capital, madre de las revoluciones, en la mayor parte de los demás teatros de P a r í s , es dividir y aplicadora práctica de teorías, desplega su formidable as- el suelo de la sala en orquesta {t\ac son las primeras filas pecto civil ó militarmente según las ocasiones; dejando á inmediatas á esta, y cuesta diez francos cada asiento) y paru n lado también la escena viva de la sociedad, en la cual Ierre (que son los asientos de las demás filas, y cuestan cuacampea con todo su poder la inclinación, el instinto n o r - tro francos cada u n o ) ; y las localidades altas en balcón ó m a l de los franceses hacia los juegos escénicos y su u n - grada descubierta, que corre delante de los primeros palcos, gida declamación ; haciendo abstracción de las recepcio- en Ircs órdenes de cs\os, y otra cuarta que sirve de galería nes oficiales de la corte en que u n rey ciudadano (que r e - general, bajo los nombres de anfiteatro, paraiso &;c. El presenta felizmente su papel) contesta con largas peroi-a- balcón y los asientos de orquesta son los sitios privilegiados tas poéticas á las no cortas que le dirigen los públicos fun- de la elegante concurrencia ; los palcos ó aposentos , cuyos cionarios; ó vestido con el uniforme nacional estrecha e n - precios varían según su a l t u r a ó situación de frente ó de tre sus manos las de sus bravos camaradas que le hacen la costado (porque la forma circular ó elíptica de los teatros g u a r d i a , y gasta y destroza u n caballo y un sombrero p a - franceses establece una notable diferencia en perjuicio de los sando y repasando por entre sus filas; no cuidándonos tam- lados) son por lo regular ocupados por las familias; y en poco del clásico espectáculo que ofrece en el palacio del L u - las i-egiones elevadas, cuyo precio desciende en proporción xemburgo la cámara de los jParcs, ni del vital y romances- de su a l t u r a , asi como en los asientos de parterre; se coloco de la de diputados en el palacio B o r b o n ; no tomando can los aficionados cuyas módicas fortunas no pueden sufrir en cuenta las aristocráticas escenas mas ó menos públicas concurrencia con los guaníes amarillos del balcón. de los salones del cuartel de S. G e r m á n , las financieras de Ko es solo lo subido de los precios lo que hace molesta la Chause'e tt Aiiiin, ni las populares y plebeyas de las c a - la asistencia á aquellos grandes teatros ; sino la dificultad lles de S. Dionisio y S. Martin, en que todos los actores des- de obtener sitio , y las muchas diligencias que esta misma plegan u n a singular habilidad escénica, u n a vis cómica y dificultad exije. — Anunciase, por ejemplo, una buena fun-. aparato teatral que ofrecen gratis, por su dinero, al p e r e - cion para cualquiera de los dias l u n e s , miércoles ó viernes grino espectador; limitándonos, en fin, por ahora á los tea- únicos en que trabaja este teatro ; si al espectador le es t r o s y escenas propiamente t a l e s , con sus decoraciones de indiferente el precio, y si le sobra ademas tiempo para comc a r t ó n , y sus vestidos de oropel; á los actores fingidos que prometerse de a n t e m a n o , puede acudir la víspera ó el m i s representan delante de actores verdaderos; á las farsas del mo dia al despacho á retener su asiento, escogiéndole ó d e genio que lucen su habilidad delante del genio de la farsa, signándole en el plano del mismo teatro que está 4 la vista y se encargan de divertir al pueblo mas ávido de diversio- en la oficina; pero entonces tiene que pagar doce á quince nes que existe en el m u n d o , haremos una rápida reseña de francos por los asientos de diez , y asi á proporción. P e r » «líos con la misma conciencia y brevedad con que hemos si no gusta de prodigar su dinero ó su t i e m p o , y solo se tratado de los establecimientos de otras clases. acuerda del teatro pocas horas antes de empezar la reprePasan de treinta los espectáculos públicos que alimen- sentación, preciso lesera colocai-se modestamente en fila CB tan diariamente la insaciable curiosidad de los parisienses, el pórtico del coliseo, aguardar alli u n a 6 dos horas la a p e r y ayudados unos con las crecidas subvenciones del gobierno, t u r a del despacho, lomar su billete no n u m e r a d o , cuand» le loque llegar al ventanillo , y si aquel es , p o r cjcinplfl» ' {') 'Véanse l,is anteriores artículo» en los once últimos números de segundos palcos, subir apresuradamente la escalera par» ganar por la roano i los que vienen detrás, solicitar luego W Semanario. . 2áá SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. humildemcnie el ser colocado p o r las nada amables y veluslas.acomodadoras que guardan las llaves; recibir, por. lo r e g u l a r , de estas, una seca negativa, á pretesto de estar t o do l l e n o ; tener que bajar no menos rápidamente al dcspachor llamado de suplementos, donde pagando el csceso se le cambiará su billete por otro de superior categoría; acaso recibir nuevas negativas, y repetir otra y otra vez lá mism a operación, hasta que colocado, en fin, en u n rincón d<iun pequeño palco de cuatro asientos, y asestando oblictjamentc su anteojo p o r entre u n enorme gorro de señora y n í i a s fecundas melenas de galán, puede aguardar allí otra h o r a á que comience la rcprcsenlacion. Verdad es que para entretenerla tiene el Entreacto, el Vert-vert, el Puente-Nuevo y oíros varios periódicos literarios, que son en la m i s ma sala vendidos y pregonados en alta vox; ó el programa del especláculo, ó el libreto de la ópera: ó bien puede dejar sobre su asiento un guante, u n pañuelo , en señal de p o sesión (señal que en honor de la verdad debemos decir que es generalmente respetada), y marchar 4 pasearse, y hacer tiempo en el magnífico salón de descanso ifojer) que por Utanimacion y elegancia de la concurrencia es uno de los sitios mas curiosos de P a r í s ; una verdadera linterna mágica en donde suele ostentarse allcrnalivamciile todas las n o tabilidades políticas, literarias y artísticas de todos los paiscs del globo, desde los reyes presentes y prelcrilos hasla los genios futuros y eti albor. Para u n forastero (suponiendo á su lado un cicerone inteligente) es este uno de los espectáculos mas cniretenidos y sabrosos; para u n parisiense COTO' // /aut, c\ foyer y el balcón de la ópera son el verdadero teat r o ; la historia contemporánea literaria, política y galante, con'cuyo interés pretende en vano competir el del espectáculo artificial, por grandes que sean su primor y magniticcncia. Sonlo sin embargo en realidad, y puede asegurarse que \^ Academia real de música por la reunión de ios talentos artísticos que en ella se desplegan, por la importancia de lá gi'ande ópera y baile pantomímico que constituyen su espectáculo, por el mérito de cantores, bailarines y orquest a , y por el magnífico aparato en decoraciones y comparsas , es el mas admirable espectáculo escénico , la mas a r mónica agrupación de todos los adelantos en el arle teatral. G ) a efecto, después de citar las grandes óperas de iTn Rossin<, de un Mejerbeer, de u n Aubert, de un Sonnizeíi; Guillelmo Tell y Roberto el diablo, la Muda de Partid y la Favorita; los magníficos bailes pantomímicos de la Silfide, la Rebelión del Serrallo y el Diablo enamorado; los a d m i rables talentos y físicas dotes aplicadas al canto por el tenor Duprez, el bajo Barrouillet, madama Borus-Gras y otros infinitos; la singular habilidad, el mágico artificio de la» bailarinas Taglioni, Essler, y Paulina Lerroux; el talento mímico de los Elie, Mazuricr, &:c. &c.; después en fin de contemplar los preciosísimos c u a d r o s - d i o r a m a pintados p o r Cicerí, Philatre y Cambon, y las numerosísimas comparsas magníficamente ataviadas con toda la verdad h i s t ó rica; después de ver por ejemplo, los pintorescos lagos y montañas de la S u i í a , y la animada escena de la conjuración en la ópera dtGuillelmo Tcll; el bullicioso m c r eado y la admirable bahia de Ñapóles en la Muda de Pár'*"'; el claustro iluminado por la l u n a , y la escena de la m u r c c c i o n de las monjas, ó el interior de la catedral de Palermo en el Roberto el diablo; la vista de la ciudad de Colonia en los Hugonotes; el alcázar de Sevilla en la Favorita; el desfile del cortejo imperial al final del primero acto de la Jiulia; el baño de las odaliscas en los jardines de la Alh a m b r a en el baile de la Rebelión del Serrallo; el baile de m i í c a r a s en el Gastaba III; el vuelo admirable de las n i n fis «n la Silfide, el mercado de Ispahan, y el infierno, en el magnífico baile del Diablo enamorado; admirable especlá«ulí» que en el invierno úlliino ha cautivado la atcncicmde todo P a r í s , y formado una gran reputación de talento m í mico S la bailarina Paulina Lerroux, ¿qué otro espectáculo pudiera ya parecer grandioso, que nuevos goces exigir ya los sentidos? Hay sin embargo en el mismo. París Otro teatro que p o r sus circunstancias peculiares y aunque sin tantas p r e tensiones, divide justamente la atención de la sociedad escogida , y es el de la Ópera Italiana, que accidentalmente se halla situado en el teatro del Odcon, desde que hace pocos años pereció el suyo propio en un violento incendio.— El teatro actual está situado muy lejos del centro de P a r í s , y ni la disposición interior de su sala , ni el mérito de sus decoraciones, comparsas y aparato escénico, merecen el ma.'í mínimo elogio; pero para justificar la voga que disfruta y lo elevado de sus precios, baste decir que en él desplegan sus talentos los artistas Rubini, Tamburini, Lablache, la Julieta Grisi y la señora Persiani, que son considerados, con razón ó sin ella, como las primeras notabilidades líricas de Europa.—Vinculados, por decirlo asi, hace diez años en este teatro y en el i-cal de Londres, trabajan en París desde el dia 1.^ de octubre hasta el último de marzo , lo que está muy en armonía con las costumbres de la brillante i .sociedad que frecuenta aquel t e a t r o , y suele pasar en el campo los meses del estío; hasta que á la proximidad del invierno abandona sus quintas y castillos, y corren S": escuchar sus transalpinos ruiseñores. — Estos, por su parf-*' le, regresando de sus correrías á Londres y oirás capilalcsj • vienen cargados de laureles, de guineas, y florines, á reco'gcr nuevas coronas en su sala privilegiada, en su sala c o queta, aristocrática y perfumada del Odeon. — En ellaen**^^ cuentean reunida la sociedad mas brillante de Europa , láíj nobleza francesa, los diplomáticos y viajeros extranjeros,, los artistas y entusiastas aficionados que de regreso á SOSÍ hogares se encargan de difundir por todas parles la ^ama^ de aquellos genios de la armonía. Pero esla misma fanática* adoración (que tal puede llamarse) hace que aquellos artis^i las descuiden el aumentar su r e p e r t o r i o , y presentar al público parisiense las muchas novedades de la lira italiana; pues seguros como cslan, de sussescula, ochenta y cien mfli, francos anuales, y de ver todas las noches la casa llena de' especladorcs dispuestos á prodigarles sus bravos y laureles repiten couslantemeutclaspiczas mas conocida.'!, aunquebuc^ ñas, del antiguo reperlorio de Rossini y Bcllini; \s Gazzca ¡adra, \a Cenerento/a, II Barbicre, Moisés, Norma, IPü^ ritani. Pirata &c. &:c., y con dificultad olrcccn una maú moderna en toda la temporada, como ha sucedido en esttí" año último con sola la Lucrecia Borgia de Donizetti. Veto todo se les tolera, y hasla el completo descuido del aparato escénico y aun lo muy subalterno de las partes secundarias,, en gracia del eminente talento y facultades que despleg;a«i los cinco artistas ya citados. La Opera-cómica francesa es cl tercer teatro lírieo d« París; y ocupa un bellísimo edificio construido modcrnaí* mente sobre las ruinas del antiguo lealro italiano que « « incendió. P o r su situación, cu lo mas céntrico del boulév a r d , por la elegante disposición de su sala, y por cantarse en ella la ópera bufa y semlseria francesa con su músicapropia y nacional, sin mezcla de italiani.smo ó germanismo; como en la Academia real de música, es uno de los espectáculos mas frecuentados por el público propio parisiense; sf bien el extranjero no halla en aquella música motivos de entusiasmo, ni tampoco en la medianía de lo» cantante», entre los cuales figuraba en este año el bajo Botelli que- tuvimof hace anos en M a d r i d , y una bija de laSra. Loreto Garcia-i. t El Teatro francés, situado en u n o de los ángulos «lei ' palacio r e a l , es cl primero de declamación en aquella c a pital, y por el admirable conjunto de loa talcnto« artístico» q u e e n él se reHuen puede llamarse digno t r o n » d e a d e cao»* SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. m3 i í ^ a n n o W c m c n l c los ilustres genios de Moliéi-c, de Raciiic Ja. Y Ricardo Darlinglon, y cl teatro de la puerta de S a a (ly.de Conicille. — El que quiera ver hasta que p u n t o puede Martin ha vuelto á e n t r a r en su orden inferior, si Biea •.ijevarsc la verdad escénica, la dignidad y la nobleza en la conservando el privilegio de los reales adulterios, y fléiJbs •acción, la esprcsion sublime de las mas profundas emocio- mantos de p ú r p u r a arrojados en el lodazal. -iics del á n i m o , la pureza de la dicción y demás circunstanLos otros teatros del Boulevart llamado por esta r i fjíias que constituyen el encanto del arte t e a t r a l , no tiene zón del crimen, que reparten con el de la puerta de S a a -ianas que asistir en el /cíjíro/ra/ícc'.v de la calle de Richcllieu, Martin el abasto de las lági-imas frenéticas y de las c r i s iíAcualquicra de las tragedias ó comedias de la escuela clasi- paciones nerviosas, son el del Ambigú y el de la Alegría^ fica representadas por sus eminentes actores. — Descuellan al y en ellos lucen sus sanguinolentas novelas dialogadas lo* Vfcc'ile *!•= lodos ellos la célebre trágica Radie/ FeU.r,)óvcn Víctor Ducange, Bucbardy , Ancelot y otros. Allí está la ,«artisla que p o r u n don particular del ciclo se ha colocado originalidad de muchos de nuestros ingenios; de allí vienen ^iraprovisamcntc á una alluraisupcrior sobretodos losaclo- en lantástic,-» nube cl Jugador de los treinta años, el CamaiHes contemporáneos, y es el mas digno interprete que acaso panero de S. Pablo , Lázaro el pastor , Los perros de San ' (vbayan tenido u u n r a las sublimes concepciones de Corncillc Bernardo y otros infinitos héroes mas ó menos patibularios ?>:y de Racinc. No es fácil decir en cual de sus cualidades a r - ó cuadrúpedos que no contentos con eslasiar y hacer llorar A tísticas consiste su mérito principal; porque todo en ella lodo trapo á las grisetas parisienses, aprenden u n tantico >«s armonioso y conveniente, todo noble y verdadero. Dig- de lengua castellana-, bajo la dirección de cualquiera dfe .(Hidady magnifiro aplomo en la posición de la figura, de- nuestros literatos, y se introducen en las escenas de la calle coro y magestad en la acción, t e r n u r a y sublimidad en la de la Cruz ó del Príncipe para edificación de nuestro p u e TCsprcsion de los alectos, cscelcnte voz, p u r a y delicada dic- blo y encanto de nuestra sociedad. Federico Lemaiire es, .•cion ,-y u n cierto sabor antiguo y monumental que sabe en París cl actor tipo de aquellos d r a m a s , y uno de los -iprcstar á todas las grandes figuras que traslada á la escena, mas favoritos sino cl primero entre todos los que trabajan cirPhcdra , Camila, Ilermionc , Roxana y Eslher, que p r o - en los teatros de París. ,-iducen en el espectador u n sentimiento indefinible de sorEl Faudeville, comedia de costumbres populares q n e ' i - .'presa y de grata satisfacción.— A igual elevación aunque en tal punto de perfección han llevado los ingenio» franceses, fuélgéncro cómico-urbano de la alta comedia de Moliere, se y á su frente la célebre empresa lilcrario-mcrcantil c o n o filia sostenido constantemente hasta el invierno último en cida por la razón de Scribe y Compañía que lleva ya mas de (íque acaba de retirarse de la escena la célebre Sra. Marx, cuatrocientos dados á la escena, se reparte los teatros del r d a tradición viva de los recuerdos de la buena escuela, Gimnasio, el Vaudeville, las Variedades y el Palacioy_mie á despecho de la edad ha sabido sostener su inmensa real, y en todos ellos es mucho lo que hay que a d m i («reputación artística d u r a n t e medio siglo. Moliere y Beau- r a r en cl conjunto del desempeño p o r parte de los a c «lanarchais han perdido en ella su mejor intérprete, y los apa- tores; Bonfé, Lepcintre y la Sra. Brohan en cl Gimnasio, se -wionadosáCelimcna y á Susana renuncian ya al placer de ver- distinguen por la delicadeza y franca naturalidad de su eslas dignamente representadas. — E n t r e los actor-es del primer presión ; Odri y Vernet son los héroes de la farsa y del baja .•ícatro francés alcanzan en el género cómico la mayor altura cómico en cl teatro de las Variedades: Arnal es el tipo del íítos Sres. Moniosc ySamson, aquel, verdadero tipo del Fí- Vaudeville; y la Dcjacet la heroína de las picante» i n t r i -jgaro de Bcaumarchais, y de los Scapin de Moliere, y este cn- gas del Palacio real. •'•tcndido intérprete de los cuadros polílicos de Scribc, de-las En cuanlo al género dccslas composiciones nada diremos -difíciles creaciones de Bertrán de R a n z a w y del lord Bolin- por ser bario conocidas de nuestro público, y únicamente h a Lrolie. En el género trágico, el mas atrevido es Ligicr, el lla de eslraiio en ellas el cslranjcro la indiscreta mezcla d e cual en los Hijos de Eduardo y otras tragcdins modernas ba diálogos hablados y coplillas cantadas, lo cual ademas de suplido en lo posible el inmenso vacío que Taima dejó.— absurdo es ridículo cu boca de actores nada propios p a r a En segunda línea aparecen los Sres. yirmin, BnauviiUit, el canto. ' Saint Aulaíre y otros, y las Sras. No6lci, Mrnjaud, PlcAdemas de estos teatros hay otros muchos subaitcrnoa *•,«•/, la hermosa reina A n a , y Doce la licllísima Abigail en sin género propio, y viviendo por lo regular de las piezas el f^aso de agua, admirable comedia de Scribe que se e s - rehusadas por los demás: tales son los del Panteón y Lutrenó en aquel teatro el invierno último. xemburgo, las Locuras-dramáticas y cl Cafe' espcc/eículoy La escuela apellidada romántica que hace pocos afios oíros. — Hay también dos teatros infantiles, cl de Mr. levantó su turbulento pendón con la pretcnsión de hacer Comfe y cl Pequeño Gimnasio, en donde son niiios los a c olvidar y aun silbar como imbéciles las admirables p r o d u c - tores que demuestran lo que arriba dijimos, á saber; que ciones de Racinc y de Moliere, y sustituirlas por los deli- todo francés nace cómico, y que alli es naturaleza lo que c a rantes ensueños de una rica fantasía, iio pudiendo hallar otras parles producto del arle. Por último, son varios los fácil entrada en el templo de las artes clásicas, en el teatro teatrillos de figuras y sombras, entre los cuales los mas n o de la calle de Ilichellicu, que á duras penas se permitió tables son los de madama Saqui y el de Serafín. una muestra cu los mejores dramas de Víctor Hugo y ])uPero otro espectáculo existe en París que rivaliza en o s raas , Hfrnani, Antoniy Marión , se dirigió con todo su tentación con los primeros de la capital, y cscede casi á lodos aparato feudal de horca y cuchillo á uno de los teatros del en popularidad; y:este espectáculo es cl Circo Olímpico, soBouUvart, el de la puerta de S. Martin, donde pudo a m - bre cuya porlada se lee cl pomposo rótulo de Teatro Napliamente desplegar lodos sus gigantescos medios para elec- cional. n^iUcatio en efecto, á presentar al pueblo escenas de trizar y seducir á una generación descosa de grandes sen- magnífico aparato teatral y ecuestre, tomadas las mas veces saciones, 4 un público entusiasta y amigo de la novedad. El de su propia historia.contemporánea, y sobre lodo de la mas. gran talento que sin jusiida no pudiera negarse á Hugo, popular que es la del emperador Napoleón; reuniendo á sus 4 D u m a s , Soulié y á algún otro de los gefcs de aquella es- gr.mdiosas proporciones la pompa de su decoración, el n u cuela, unido al que desplegaban en la ejecución los actores meroso cortejo y habilidad cu hombres y caballos; y a u x i ÜQcage y Loh-oj, las ac'r'ces Geor-e,,, / j o r r o / y otros de liados por autores especiales que conocen el lenguaje y «a* " l e teatro, le hicieron contrarvalanccar y a u n eclipsar por' , inclinaciones del pueblo, y saben halagarlas, no es naüa algunos años la gloria del primei< teatro francés; en el dia I eslraiia la importancia ;tpie;dis^lrula aquel espectáculo, y q u e ^ autores romántico» e a l i a ya "^vfHm'úeZttcreciaíBor- l i t a s l a pretenda rivalizar con cl grau teatro de la calle L e - 2,24 SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. pellelier. — C o n efecto, á los coros y danzas de la Opera opone el Circo sus batallas formales, sus ejércitos n u m e r o sos, sus asaltos de fortalezas, sus ciudades incendiadas, sus ginetes, caballos y cañones; el aparato de Roberto el Diablo y de los Husonoícs en la ópera, tiene que ceder ante el que desplega el Circo en las mil escenas del Hombre del siglo, 6 El último voto del Emperador; y añádase á esto que alli la historia es cierta , los actores ciertos también. El Circo no es propiamente u n teatro; es u n campo de batalla: alli no se representa la comedia, alli se i-epite la historia: el actor que representa k Napoleón es el objeto del c n t u • siasmo de toda la compafiía: la guardia imperial es un a s censo en ella, y las filas de los auslriacos, ingleses ó rusos u n castigo; no hay que animar alli á los actores para c o r r e r al combate; por el contrario, hay que contenerlos para que no se maten de veras; escojidos casi todos ellos en!i-e las filas de los veteranos del ejercito, se entusiasman con sus recuerdos. Cuando suena el cañón, cuando huelen la p ó l v o r a , cuando ven delante de sí uniformes blancos ó colorados y un público que aplaude y les escita con los gritos de "viva la F r a n c i a , " "viva el E m p e r a d o r , " entonces no son ya actores, son verdaderos soldados, y el drama se ha convertido en historia. — E n este último invierno ha o c u pado al Circo la i-cpresentacion exacta y gigantesca de la traslación de las cenizas de Napoleón desde la isla de Sania Elena íi los Inválidos de P a r í s , y era cicrlamcnle original, ademas de lo grandioso del especláculo, el ver figurar y h a b l a r en el á varios de los personajes de la comisión db Sania E l e n a , de suerle que hubo noches que liub a un general B e r l r a n J entre los a d o r e s , y oiro entre los cspcciadorcs, u n Gourgaud en u n pairo, y oIro en la escena, un Lascasas h a b l a n d o , y otro oyéndole h a b l a r , y sino sacaron á la escena al mismo hijo del rey de los franceses, principe de J o i n v i l l e , fue porque no asistió á la exhumación. Otros muchos espectáculos reparten entre si el resto de ' la concurrencia, especialmente en invierno, en que lodos \ son pocos para el crecido n ú m e r o de aficionados.—Enlcc ellos sobresalen los conciertos públicos del Conservatorio, y del salón del pianisla I l e r l z , local suntuosísimo y elegante, capaz de ochocientas A mil personas de e n t r a d a , en donde se encuentra allcrnallvamenle á todas las notahiliJadcs filarmónicas de P a r í s , y pudiera decir de Europa, W A U K I U : lMi>riiiISlA 1>Ü i.\ pues de todas parles van alia á recibir lo que pudiéramos llamar la consagi-acion artística. En este invierno se ha oido alli con entusiasmo ademas de todos los cantantes de los teatros de la capital á la Señora Paulina García, hermana de la célebre Madama Malibran, y también han lucido sus talentos la Sra. Grisi mas joven, la Marieta Albini, tan célebre otro tiempo en Madrid, el Señor Piiig tan justamente íipreciado en nuestros salones particulares, el famoso pianista Listh, los violinistas célebres Vicuxlcmps, y Hauman, el arpista Labarre y otros nombres igualmente distinguidos Ga l a s a r l e s . — Hay ademas para recurso de los desocupados, y grato entretenimiento de las primeras horas de la noche dos conciertos instrumentales, públicos y diarios, en los estensos salones de las calles de Vivienne y de S. Honorato donde por u n franco de enlrada, se encuentra u n bellísimo local, una concurrencia constante y generalmente tina, y una orquesta numerosa que egecuta con p r i m o r las bellas composiciones de S l r a u s , Beltovcn, M u s a r d , Valentino, Jullieii, Fessi, y demás autores do moda. Siá todos estos espcctácnlos añadimos la multitud de bailes públicos, serios y burlescos , enmascarados y sin disfraz, campestres y villanos, en mil establecimientos inira y est r a m u r o s , decorados con los nombres exóticos y pomposos de TivoU, Frascati, Vauxall, Ranelahg, La Chaumiere, X' lile rf' emolir, Jdalia, el Prado, y el lieiiro; las v a rias csposiciones ópticas, como el diorama del Incendio de Moskou, el navalorama de las campañas marítimas; el cqsmorama, gcorama &c.; los experimentos de física, microscopios solares, linternas mágicas, electricidad y m a g netismo, somnambulismo y adivinación; los ventrílocuos y prestidigitadores, los indios juglares, c indianas bayaderas, los volatines intrépidos, y autómatas cubileteros; los m o n s truos h u m a n o s , las figuras de cei'a, perros sapientes, pájaros obreros, pulgas maravillosas, serpientes danzarinas, y ligrcs domésticos; los juegos de bochas, las i-iñas de gallos, los combales de fieras, y carreras de caballos , y otros mil ingeniosos espectáculos que á cada hora, á cada paso se r e producen sin cesar, habrá de convenirse en que aquel p u e blo es un verdadero laberinto de la imaginación, u n em-. brollo de los sentidos. EL CURIOSO YIUDA DE JORDÁN E HIJOS. PARLANTE.