Ludwig WITTGENSTEIN

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Filosofía Contemporánea
Ludwig WITTGENSTEIN
Ludwig WITTGENSTEIN
1. Contextualización del texto propuesto.
Las Investigaciones filosóficas, publicadas en 1953, pertenecen al llamado segundo
Wittgenstein, y en ellas aborda de nuevo los problemas del lenguaje y la actividad filosófica.
Entiende ahora que el lenguaje es una actividad, un conjunto de juegos regidos por unas reglas de
uso muy variadas, ya que se insertan en formas de vida diferentes. Tanto, que el significado de las
proposiciones está siempre vinculado al contexto en el que se producen.
De lo anteriormente expuesto tratan los epígrafes escogidos: del lenguaje cotidiano, del
significado como uso, del contexto, de los juegos del lenguaje y de la filosofía como terapia.
En el fragmento propuesto…
2. Síntesis sistemática de su pensamiento.
Austriaco nacido en 1889, es a la vez uno de los filósofos de mayor influencia -especialmente en el
ámbito anglosajón- y de más extraña personalidad del siglo XX. Dedicado originalmente a la
ingeniería, a los veintitrés años decidió consagrarse a la filosofía y a la lógica
por influencia de Bertrand Russell. De temperamento artístico y carácter
depresivo, se retiró a vivir en completa soledad en 1913, 1936 y, finalmente
en 1947, momento en el que renunció a su cátedra en Cambridge. Murió de
cáncer en 1951.
El diferente estilo y contenido de sus obras más conocidas,
Tractatus logico-philosophicus (1921) e Investigaciones filosóficas (1953), ha
llevado a hablar de un “primer” y un “segundo” Wittgenstein. Sin embargo,
ambas mantienen cierta continuidad tanto en la importancia concedida al
lenguaje como en la tarea asignada a la filosofía, entendida como una
actividad.
En el Tractatus, Wittgenstein comparte las tesis más importantes del atomismo lógico
desarrollado por Russell, que pueden resumirse del siguiente modo: la estructura de los hechos se
corresponde con la estructura o forma del lenguaje (“lenguaje-retrato”); el recurso a un lenguaje
ideal es lógicamente deficiente y con frecuencia encubre la forma lógica; la interpretación
referencialista del significado; y la postulación de la existencia de objetos simples que constituyen
el significado de los términos simples del lenguaje. A pesar de estas coincidencias, existen, sin
embargo, notables diferencias entre ambos. Así, mientras Russell parece interesado en la
construcción de un sistema filosófico, la intención última de Wittgenstein parece dirigirse a
determinar los límites del lenguaje y a establecer cuál es la función específica de la filosofía.
En el Tractatus se establece una distinción fundamental entre “decir” y “demostrar”, que
viene exigida por la concepción del lenguaje como retrato o figura de la realidad. Un retrato no
puede retratar la semejanza que existe entre él y el objeto retratado, pero sí mostrarla. Del mismo
modo, tampoco es posible “decir” la forma lógica que es común al lenguaje y a la realidad, pero en
el lenguaje se muestra, aunque no se diga, la forma lógica común al propio lenguaje y al mundo. La
contraposición entre “decir” y “mostrar es insistente en la obra antes citada. Lo que queda más allá
de los límites del lenguaje “se muestra”, pero no puede ser dicho. Este ámbito -al que pertenecen
los valores éticos y estéticos, la religión y el sentido de la vida-, es denominado por el vienés como
“lo místico.”
Acerca de la concepción de la filosofía en el “primer” Wittgenstein, podemos afirmar que,
para él, la filosofía no es una ciencia al lado de las demás ciencias, no puede considerarse como
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una ciencia natural, puesto que su objeto propio de investigación no es comparable. En general,
puede decirse que no existen problemas filosóficos específicos que hayan de ser investigados por
métodos filosóficos y, por tanto, la filosofía no puede consistir en un conjunto de teorías acerca de
la realidad, en un conjunto de proposiciones explicativas de lo real. En efecto, para Wittgenstein la
filosofía es una actividad que consiste en clarificar el lenguaje.
Por lo que se refiere a los problemas que tradicionalmente han sido considerados
“filosóficos”, su diagnóstico es tajante: provienen de confusiones y de falta de claridad en el
lenguaje. Tales problemas no tendrían lugar en un lenguaje ideal, lógicamente perfecto.
Las Investigaciones filosóficas suponen una ruptura con el proyecto del Tractatus, si bien
ambas obras comparten el protagonismo asignado al lenguaje como objeto de la actividad
filosófica. La diferencia radical entre las concepciones del lenguaje del “primer” y el “segundo”
Wittgenstein son el resultado del abandono de estas tesis tres fundamentales en el Tractatus, que
exponemos a continuación.
Los hechos tienen forma lógica, están configurados lógicamente, tesis que constituye el
pilar fundamental de la teoría del isomorfismo, del “lenguaje-retrato” de la realidad.
Los hechos elementales (atómicos) constan de elementos simples; tesis esencial del
atomismo lógico, era una exigencia lógica del concepto mismo de hecho atómico y de su correlato
lingüístico, la proposición elemental, cuyos componentes designan elementos simples y no
analizables ulteriormente. Esta segunda tesis es rechazada al afirmar que el concepto de elemento
simple no es absoluto, sino relativo a determinados contextos; es el contexto (el “juego lingüístico”)
quien determina lo que ha de considerarse simple o complejo.
Por último, la tercera tesis afirma que el significado de un término es su referente
extralingüístico, es decir, aquello a lo que el término se refiere (interpretación referencial o
denotativa del significado). Para el autor, resulta evidente, en las Investigaciones, que el significado
de un nombre no es el objeto nombrado, en otras palabras, no puede confundirse el significado de
un nombre con el “portador” del mismo.
Ahora bien, si es absurdo buscar el significado de un nombre en su referente
extralingüístico, ¿dónde hacerlo? Wittgenstein concluye que lo que
en realidad nos interesa entender no es el significado de las
palabras, sino cómo se usan.
Una vez introducida la idea de uso como criterio del
significado, queda abierta la puerta a la pluralidad de usos
lingüísticos, ya que el uso de una expresión no es sino el juego
lingüístico en el que se inserta y funciona. A su vez, el juego o los
juegos lingüísticos, no son sino las palabras y las acciones con las
que las palabras se dan unidas. Esta nueva concepción lingüística,
supone la negación de la total del “primer” Wittgenstein, según la cual la esencia del lenguaje
reside en su función descriptiva. Es cierto que el lenguaje se usa para describir, pero también se
usa para otras muchas actividades. Como consecuencia de lo anterior, en lugar de la concepción
del lenguaje como retrato de la realidad, Wittgenstein propone ahora una teoría del lenguaje como
conjunto de múltiples y variados instrumentos o herramientas utilizables en las más variadas
formas.
Todo ello nos lleva a la decisiva cuestión del papel de la filosofía con respecto al lenguaje
así descrito. Es evidente que la filosofía no puede dedicarse ya a descubrir la forma lógica correcta
de las proposiciones. Los juegos lingüísticos funcionan, y funcionan bien: la gente habla y se
entiende. En definitiva, ha de reconocerse que el lenguaje está bien como está. No se trata, pues,
de corregir las sentencias desde las exigencias de un lenguaje ideal, sino de entender el modo en
que se usan en cada caso, ya que por más que están en regla, ciertas expresiones lingüísticas
pueden ser mal entendidas. La filosofía esta esencialmente ligada a esos malentendidos de la
siguiente forma. En primer lugar, los problemas filosóficos surgen del mal entendimiento de ciertos
usos lingüísticos, bien por confundir un juego lingüístico con otro (por ejemplo el lenguaje religioso
y el científico), bien por considerar algún juego lingüístico particular como el único legítimo
existente (como el uso descriptivo en el Tractatus). En segundo lugar, la tarea de la filosofía
consiste en disolver los problemas filosóficos mediante esta comprensión de los usos lingüísticos,
tarea que es meramente descriptiva. Entendida de esta manera, la actividad filosófica hace
desaparecer los problemas filosóficos mostrando la causa de su aparición, que no es otra que la
confusión lingüística. Esta tarea terapéutica exige la comparación de unas expresiones con otras,
de unos juegos lingüísticos con otros, con el fin de esclarecer sus semejanzas y desemenjanzas.
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3. Contexto histórico, sociocultural y filosófico de su época
Wittgenstein fue testigo de las tensiones sociales y políticas de los últimos años del Imperio
Austrohúngaro, que culminaron, tras la Primera Guerra Mundial -en la
que el autor luchó como soldado-, con Austria, Hungría y
Checoslovaquia convertidas en repúblicas independientes. También la
Revolución Rusa de 1917 marcó el inicio de una nueva realidad sociopolítica, que se completó con el ascenso de los fascismos en Italia y
Alemania, preludio de la guerra civil española y de la Segunda Guerra
Mundial.
Estas revoluciones y guerras, las más sangrientas que ha
conocido nunca la humanidad, coinciden en el tiempo con el crecimiento de las ciudades, donde
las clases medias, al imponer sus gustos en lo social e influir decisivamente en lo político, acaban
adquiriendo una gran influencia, incluso mayor que la alta burguesía y el proletariado.
Aunque el “malestar de la cultura” es un síntoma de la época, las manifestaciones
culturales de la Viena de los últimos veinticinco o treinta años del Imperio fueron las más
destacadas de la Europa de su tiempo, desde la música de Schörenbach o Mahler, la literatura de
Musil, el periodismo de Kraus o el psicoanálisis de Freud, hasta la pintura de Klimt y Kokoschka, la
arquitectura de Loos, la matemática de Hertz o la concepción científica de Mach.
Desde los inicios del siglo XX, comenzaron a observarse con prevención muchas de las
aportaciones de la ciencia y de la técnica, sobre todo por las consecuencias catastróficas de su uso
inadecuado y por sus aplicaciones bélicas. Los avances en física, biología, genética,…,
sustituyeron la visión newtoniana de la realidad por una concepción mucho más relativista y
compleja.
La diversidad es la característica principal en el ámbito filosófico. El historicismo de Dilthey,
al mantener el carácter histórico de toda realidad, cae en el relativismo histórico y junto con el
vitalismo, heredado de Nietzsche, influirá en Ortega y Gasset. El pragmatismo se desarrolla en
Estado Unidos, basándose en el principio de que una idea es verdadera si es útil para la resolución
de los problemas que tiene planteado el ser humano. La fenomenología de Husserl intenta una
fundamentación alternativa al positivismo, al considerarlo fracasado. De ella surgen el pensamiento
de Heidegger y el existencialismo de Jaspers y Sartre. Por otra parte, la Escuela de Frankfurt, con
Horkheimer, Adorno, Marcuse,…, renueva la interpretación del marxismo. Los desarrollos lógicos
de Frege y Russell influirán de forma decisiva en los intereses filosóficos de Wittgenstein y del
Círculo de Viena.
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