PID 3100 Cuatro años después: desarrollo de la intimidad en las relaciones interpersonales de los jóvenes de Paraná de 17 a 20 años que cursan escuela media Facio, Alicia*; Micocci, Fabiana; Batistuta, Mercedes; Boggia, Paula Autoras: Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER). Contacto: [email protected] Resumen Se estudiaron las respuestas de una muestra aleatoria de 248 adolescentes de 17-18 y de 400 adultos emergentes de 18-20 –seguida longitudinalmente desde los 13-16 años- a una encuesta que incluía medidas de problemas emocionales (autoestima, autoconcepto, ansiedad, depresión) y de conducta (conducta antisocial, consumo de sustancias tóxicas) y medidas de conflictividad y apoyo percibidos en los vínculos con padres, hermanos, amigo íntimo y pareja amorosa. No se detectaron diferencias importantes entre ambas edades, excepto la declinación de la conducta antisocial y la importancia creciente de amigos y parejas como fuentes de apoyo en la adultez emergente. Se encontraron diferencias de género en casi todas las variables y a menor nivel económico-social de la familia, menor era la satisfacción con los vínculos íntimos. El divorcio de los padres se asociaba con una relación mucho peor con el padre, pero con diferencias sólo pequeñas o inexistentes en las variables restantes. La cualidad de los vínculos íntimos predecía el nivel de problemas emocionales y de conducta en forma concurrente y prospectiva y el grado de violencia hogareña y de satisfacción con la relación familiar a los 14-16 predecían la cualidad de los vínculos íntimos no-familiares a los 18-20. Palabras clave: adultez emergente, relaciones íntimas, problemas emocionales, problemas de conducta Objetivos propuestos y cumplidos 1) Describir los resultados típicos y las diferencias debidas a la edad (grupo que está en la etapa final de la adolescencia versus grupo que comienza la adultez emergente) en problemas emocionales (autoestima, autoconcepto, depresión y ansiedad) y de conducta (conductas antisociales y consumo de sustancias tóxicas) y nivel de intercambios negativos y de apoyo social en la relación con padre, madre, hermano/a, mejor amigo/a y pareja amorosa. 2) Describir la variación de dichas variables debidas a género, nivel económico-social y convivencia o no con ambos padres en el grupo adulto emergente. 3) Determinar si existen relaciones concurrentes y prospectivas entre la cualidad de las relaciones íntimas y el nivel de problemas emocionales y de conducta. 4) Determinar si existen relaciones prospectivas entre la cualidad de la relación con los padres y el grado de violencia hogareña en la adolescencia con la cualidad de las relaciones extra-familiares (mejor amigo y pareja) a los 18-20 años. 5) Relacionar estos hallazgos argentinos con los encontrados en otras áreas geográficas (Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, Escandinavia, etcétera) en las que se investigan profusamente estos temas y con los resultados de la cohorte nacida en 1974-75 estudiada por este equipo de investigación. Síntesis del marco teórico y metodológico El marco teórico utilizado en la presente investigación –y en todas las que este equipo ha llevado a cabo sobre el desarrollo socioemocional en la adolescencia y la adultez emergente- es el construido a partir de los aportes de Albert Bandura (1987), Urie Bronfenbrenner (1987), Richard Lerner (1998), Paul Baltes (1997), David Magnusson (1996), Glenn Elder (1998), etcétera. Este Universidad Nacional de Entre Ríos. ISSN 2250-4559. Eva Perón 24; 3260 FIB Concepción del Uruguay, Entre Ríos, Argentina. Tel: 54-03442-421558/421530, http://www.revistacdyt.uner.edu.ar/suplemento/ marco, denominado contextualismo del desarrollo, se caracteriza por investigar un contexto amplio del desarrollo humano. No estudia solamente la influencia de la familia en la juventud, sino el interjuego entre ésta, los amigos, la escuela, los medios de difusión, todos los cuales están, a su vez, insertos dentro de una red de influencias históricas, políticas y económicas. Como considera al desarrollo humano un proceso continuo, este marco teórico investiga los antecedentes en períodos previos de los cambios que ocurren, como asimismo sus consecuencias en las subsiguientes etapas de la vida. Para el contextualismo del desarrollo los individuos son agentes activos de su propio desarrollo, influidos por el ambiente y a su vez influyendo sobre él. La intimidad es uno de los desarrollos psicosociales de mayor importancia en el período adolescente. En el modelo propuesto por John Hill (1983) el estudio de la adolescencia se organiza en función de tres componentes básicos: los cambios fundamentales (transiciones biológicas, cognoscitivas y sociales), los contextos (familia, grupo de pares, escuela, trabajo y ocio) y los desarrollos psicosociales fundamentales en esta etapa: la identidad, la autonomía, la sexualidad, el logro y la intimidad. No sólo el contextualismo del desarrollo enfatiza la necesidad de articular los cambios que ocurren en una etapa con los que se producen en anteriores y posteriores períodos de la vida. En lo que respecta a la intimidad, la teoría del apego (Bowlby, 1976) constituye un invalorable marco teórico que también postula dicha articulación. Numerosas investigaciones han comprobado que un apego seguro en la infancia incrementa la probabilidad de un desarrollo emocional y socialmente equilibrado durante la niñez y continúa influyendo en la formación de relaciones íntimas satisfactorias tanto en la adolescencia como en la adultez. Las dificultades con los pares constituyen el eslabón entre las malas experiencias tempranas y las dificultades sociales posteriores. Quienes establecen durante la adolescencia relaciones íntimas saludables con la gente de su edad son más sanos psicológicamente y están más satisfechos con sus vidas en la adultez media. En general, los individuos que tienen un apego seguro durante la adolescencia o que describen de este modo sus apegos anteriores, tienen mayor competencia psicosocial y mejor salud mental que los jóvenes con apegos inseguros. Adultez Emergente Muchos de los jóvenes aquí estudiados ya han dejado atrás la adolescencia y atraviesan por su edad y circunstancias de vida- la etapa del desarrollo llamada adultez emergente. Arnett (2000, 2001) define la adultez emergente como el período del ciclo vital que establece un puente entre la adolescencia y la adultez joven, durante el cual las personas ya no son adolescentes pero tampoco han obtenido aún un completo estatus de adulto. Este período se extiende desde la última parte de la segunda década de la vida y a través de la tercera, con un foco en las edades 18-25. Se caracteriza por la exploración de distintas posibilidades con respecto al amor, el trabajo, la educación y la visión del mundo. Arnett afirma que la adultez emergente es un período distintivo, demográfica y subjetivamente, como así también con respecto a las exploraciones de la identidad. En los Estados Unidos y otros países industrializados, en décadas recientes, un porcentaje sustancial de gente joven ha pospuesto el matrimonio y la parentalidad hasta bien entrada la década de los 20 y ha continuado su educación algunos años después de graduarse de la escuela secundaria. Esto deja a los últimos años de la segunda década y a los primeros de la tercera disponibles para explorar distintas direcciones en la vida. La variabilidad demográfica que caracteriza a la adultez emergente refleja la cualidad exploratoria del período. Sin embargo, dice Arnett, la exploración en la adultez emergente -tanto en el área del trabajo como en la educación y el amor- es más seria y focalizada que las exploraciones de la adolescencia. En lo que respecta a la intimidad con una pareja amorosa, en la adultez emergente muchos se embarcan en una variedad de experiencias amorosas y sexuales previas a la entrada a compromisos más serios. Las relaciones de este tipo son, sin embargo, más íntimas y prolongadas que en la adolescencia. La pregunta que intenta responder el joven en esta etapa es, dada las características que definen la propia identidad, con qué clase de persona desea compartir la vida. Debe recordarse, sin embargo, que las exploraciones de la adultez emergente no sólo se realizan como una preparación para los roles adultos sino también para obtener una amplia variedad de experiencia de vida antes de asumir responsabilidades limitantes y duraderas. La adultez emergente es también distinta subjetivamente. Los adultos emergentes no se ven a sí mismos como adolescentes, pero muchos de ellos tampoco se consideran completamente adultos. Sólo en los tardíos 20 y en los tempranos 30 una clara mayoría piensa que ha alcanzado Ciencia, Docencia y Tecnología Suplemento, Vol. 1 | Nº 1 (2011) ISSN 2250-4559 la adultez. Criterios individualistas tales como sentirse responsable por uno mismo, tomar decisiones en forma autónoma y volverse financieramente independiente son los indicadores de adultez más frecuentemente planteados por las muestras estadounidenses (Arnett, 2000, 2004). Las capacidades familiares (para cuidar de los hijos, sostener una familia financieramente, manejar un hogar, etcétera) y la interdependencia (tener buen control sobre las emociones, ser menos egoísta, asumir compromisos de por vida con otras personas, etcétera) son también ampliamente mencionados como criterios de transición a la adultez. Arnett afirma que la adultez emergente es un período culturalmente construido: existe sólo en aquéllas culturas que posponen la entrada a las responsabilidades y a los roles adultos hasta bien entrada la tercera década. Por ello, es más probable que exista en países altamente industrializados o posindustrializados que requieren un alto nivel de educación para entrar a profesiones basadas en la información, en los cuales se posponen el matrimonio y la parentalidad hasta tiempo después de concluidos los estudios. Sin embargo, la investigación llevada a cabo por este equipo (Facio y Micocci, 2003) sobre la cohorte nacida en 1974-75 indica que este período de la vida existe en la Argentina, pese a que el país no cumple exactamente con los requisitos postulados por Arnett. Relaciones Íntimas Las relaciones humanas pueden variar en cuanto al grado de intimidad; ésta se define como un vínculo emocional estrecho entre dos personas, caracterizado por la preocupación por el bienestar mutuo, la disposición a comunicar información sobre asuntos privados –incluso dolorosos- y la posesión de intereses y actividades compartidos (Steinberg, 2008). En la adolescencia, las relaciones de amistad, de pareja y familiares se vuelven más íntimas, esto es, más cercanas, personalizadas y comprometidas emocionalmente. También se producen cambios significativos en el mundo social: en la adolescencia temprana los pares adquieren una importancia creciente y en la adolescencia tardía sucede lo mismo con las parejas amorosas. Por primera vez surgen las amistades centradas en el intercambio de confidencias más que en el compartir actividades. La investigación llevada a cabo durante las últimas décadas en los países del norte de América, del norte de Europa y en la Argentina (Facio y Resett, 2006, 2007) indica que la creciente intimidad entre el adolescente y sus amigos no se acompaña con un distanciamiento de los padres: al final de la etapa, los jóvenes continúan sintiéndose cercanos a sus progenitores, si bien las evaluaciones subjetivas de cercanía y las medidas objetivas de interdependencia entre padres e hijos decrecen a lo largo de la adolescencia, como así también la cantidad de tiempo que pasan juntos (Steinberg y Silk, 2002). Aunque la relación con los hermanos se ha investigado mucho menos que el vínculo con los padres, se sabe que los adolescentes los consideran importante fuente de compañía, intimidad y amor, aunque tengan con ellos más conflicto que con los amigos. Más aún, la relación fraternal positiva constituye una fuente de apoyo más allá de las aportes de los padres o de los pares. En lo que respecta a los amigos, se los percibe en la adolescencia como los más importantes proveedores de apoyo y la intimidad con ellos llega a su punto más alto en este periodo (Furman y Buhrmester, 1992; Facio y Resett, 2006; Facio, Resett, Mistrorigo y Micocci, 2006). En lo referente a las relaciones íntimas en la etapa adulta, una sustancial literatura empírica indica que en los países del primer mundo padres e hijos adultos típicamente conservan un vínculo estrecho y de interés mutuo a lo largo del curso de la vida (Umberson, 1992; van Wel, Linssen y Ruud, 2000). Por otra parte, en los primeros años de la adultez emergente la mayoría de los jóvenes estadounidenses están involucrados en un vínculo amoroso, el cual se vuelve rápidamente dominante en la jerarquía de relaciones interpersonales; el mundo social de quienes no tienen pareja difiere en cuanto al mayor contacto diario con familiares y amigos (Laursen y Williams, 1997). Investigaciones longitudinales (Reis, Lin, Bennett y Nezlek, 1993) indican que los jóvenes de 26-31 años pasan más tiempo en interacciones con el otro sexo y menos en interacciones con el mismo sexo, comparados con ellos mismos a los 18. Cuando, finalmente, la mayoría de los adultos emergentes se casa, los amigos pierden el primer lugar en la red de relaciones interpersonales. Hacia el final de la adultez emergente existe un mayor potencial para las relaciones íntimas. Una amplia evidencia empírica (Collins y Laursen, 2000, Facio y Micocci, 2005) indica que, si bien existe una transformación de las relaciones a favor del vínculo amoroso, padres y amigos continúan siendo importantes en la red interpersonal. Además, los vínculos con amigos, pareja, hermanos y padres –que seguían distintas trayectorias durante la mayor parte de la segunda década de la vida- pasan a constituir una estructura interpersonal integrada en los tempranos 20, de modo que el grupo más satisfecho con un tipo de lazo tiende a estarlo también con los otros FACIO, ALICIA y otros | Cuatro años después: desarrollo de la intimidad… tipos. La investigación llevada a cabo en los Estados Unidos (Furman y Buhrmester, 1992) muestra que, con la edad, se producen diferencias en lo que respecta a las fuentes de apoyo preferidas. La madre y el padre -los mayores proveedores en los niños de cuarto gradocompartían el primer lugar con el mejor amigo del mismo sexo en séptimo grado y caían al segundo y cuarto lugar, respectivamente, en el grado décimo. En los estudiantes universitarios, el apoyo de la pareja amorosa ocupaba el primer lugar, seguido por el de la madre; a muy poca distancia, el amigo íntimo; luego, un hermano/a y en quinto lugar, el padre. Por otra parte, la investigación también indica que las experiencias en el vínculo padreshijo/a se transfieren a las relaciones íntimas extra-familiares (pareja, amistad) y alguna evidencia sugiere que este efecto sería más fuerte en las mujeres que en los varones. Algunos estudios longitudinales han encontrado que las actitudes de los padres caracterizadas por alto apoyo y calidez y baja hostilidad y aspereza predecían –en el caso de las mujeres- un vínculo cálido, protector y poco conflictivo con la pareja amorosa (Conger, Cui, Bryant y Elder, 2000). Relaciones íntimas y problemas emocionales y de conducta en la adolescencia y la adultez emergente Innumerables investigaciones extranjeras han demostrado la validez y la utilidad de diferenciar en la niñez entre problemas internalizantes o emocionales o afectivos, por un lado, y externalizantes o de conducta, por el otro.. Los mismos factores se han encontrado en la adolescencia, etapa en la cual covarían, por un lado, “problemas externalizantes” como agresión, actividad delincuente, precocidad sexual, desinterés por la escuela, consumo de sustancias tóxicas (Jessor y Jessor, 1977) y “trastornos internalizantes” como depresión, ansiedad, pánico, fobias específicas, ideación suicida, trastornos de la alimentación, perturbaciones psicosomáticas, por el otro. También en la adultez se han encontrado ambas dimensiones (Achenbach y Edelbrock, 1987). Considerable evidencia empírica indica que la insatisfacción con los vínculos íntimos (poco apoyo, alta conflictividad, etcétera) constituye un factor de riesgo para los problemas emocionales y de conducta, tanto en la adolescencia como en la adultez. En lo referente a la depresión, se ha encontrado apoyo empírico para un modelo parental de la depresión en la adolescencia (Cole y McPherson, 1993); en esta etapa, una relación problemática previa con los padres puede volverse una fuente aún más notable de dificultades, ya que los intercambios interpersonales conflictivos y las fuertes expresiones emocionales tienden a incrementarse, poniendo a prueba la flexibilidad del sistema familiar (Collins, 1990). En la adultez, Umberson (1992) encontró que el contacto frecuente y el apoyo percibido por parte de las madres se asociaba con menores síntomas depresivos en los hijos adultos estadounidenses. Una investigación longitudinal llevada a cabo en Holanda (van Wel, Linssen y Ruud, 2000) comprobó que entre los 12-24 y los 18-30 años, la relación entre el vínculo con ambos padres y el bienestar psicológico no disminuía y su influencia estaba a la par de la que ejercían los lazos amorosos y amistosos. En lo concerniente a depresión y relaciones de pareja, la investigación indica que en la adolescencia tener un vínculo amoroso o haber tenido varios predice un incremento posterior en los síntomas depresivos tanto en las chicas como en los muchachos (Joyner y Udry, 2000; Davila, 2008). En la adultez, en cambio, se ha comprobado la asociación entre insatisfacción marital y depresión; por ejemplo, un estudio longitudinal mostró que las mujeres menos satisfechas con este vínculo evidenciaban mayor cantidad de síntomas depresivos un año después, por encima del nivel de depresión inicial (Beach, Harwood, Horan, Katz, Bloom y Roman, 1996). Mucho menos se ha investigado la relación entre vínculos íntimos y síntomas de ansiedad. Aunque los estudios longitudinales que examinan la influencia de los factores familiares son escasos, la evidencia proveniente de estudios transversales señala en forma consistente la presencia de un estilo de crianza crítico, rechazante y/o sobreprotector o sobrecontrolador por parte de los padres (Dadds y Roth, 2001). Con respecto a los vínculos extra-familiares, se ha comprobado que las dificultades con los pares en la adolescencia –burlas, rechazo- figuran entre los factores de riesgo para la ansiedad social. Poco se sabe hasta el presente sobre la relación entre las cualidades del vínculo amoroso en la adolescencia y la adultez y los síntomas de ansiedad. Una extensa literatura avala la alta correlación entre autoestima global, por un lado, y apoyo parental durante la niñez y la adolescencia, correlación que disminuye en intensidad durante la adultez emergente. A partir de la adolescencia, la aprobación de los pares y de la pareja Ciencia, Docencia y Tecnología Suplemento, Vol. 1 | Nº 1 (2011) ISSN 2250-4559 amorosa constituye un factor de creciente importancia (Harter, 1999). Poco se sabe, sin embargo, sobre la relativa contribución de la aprobación de padres, amigo íntimo y pareja al nivel de autoestima en la adultez emergente. En lo referente al uso de sustancias tóxicas, la investigación ha señalado que las creencias de los padres relativas al consumo, su tolerancia con respecto a la conducta desviada en general y la falta de apropiada supervisión y disciplina constituyen los predictores familiares más influyentes en la etapa de la adolescencia; pero la menor cercanía emocional con los padres también se incluye en la lista de factores de riesgo (Chassin, Hussong, Barrera, Molina, Trim y Ritter, 2004). En la adultez emergente, algunas investigaciones señalan que la aceptación por parte de los padres se asocia, entre otras ventajas, con menor abuso de sustancias tóxicas (Aquilino, 2006). En lo que respecta a la influencia de los pares, la dimensión que más se ha estudiado es la asociación con pares desviados (que abusan de las sustancias o que adhieren poco a las normas convencionales de la sociedad o que toleran el uso de sustancias); sin embargo, estar aislado de los coetáneos – característica que se asocia con los trastornos emocionalestambién aumenta el riesgo del futuro uso de sustancias. En lo que respecta a las conductas antisociales, una extensa evidencia empírica (Rutter, Giller y Hagell, 2000) señala que la indiferencia y el rechazo de los padres hacia el hijo pequeño se asocian a posteriores problemas de conducta que tienden a persistir a través del tiempo. Por otra parte, la investigación ha demostrado que el conflicto entre los padres y la violencia de éstos hacia el hijo -una disciplina dura, punitiva- predice la conducta antisocial y la delincuencia en la adolescencia y la adultez. En lo relativo a las relaciones con los hermanos, se han informado asociaciones concomitantes y prospectivas entre conflicto marital y conflicto fraternal; este último ligado, a su vez, con problemas de conducta. Sería de esperar, entonces, que en la adultez emergente las rupturas, alta conflictividad y bajo nivel de apoyo en la relación con padres y hermanos fueran frecuentes en aquéllos con mayores niveles de conducta antisocial y que las dificultades vinculares de la niñez y la adolescencia se reflejaran, también, en un mayor grado de conflicitividad en la relación de pareja (Dishion y Patterson, 2006). Metodología Esta es una investigación de tipo correlacional, con un diseño descriptivo longitudinal y transversal que utiliza la encuesta por cuestionario para la recolección de datos, con una medición a nivel predominantemente ordinal e intervalar y análisis estadístico uni, bi y multivariado de tipo inferencial para estimar las características de la población “todos los jóvenes de 17 a 20 años que en 1998 –a los 13-16- concurrían a primero, segundo y tercer año de las escuelas medias de Paraná”. La muestra aleatoria por conglomerados constituía el 7,5% extraído al azar de un listado de todas las secciones de 8º, 9º y 10º grado existentes en esa momento en las escuelas medias de Paraná. Como el método transversal no capta el cambio intraindividual y la mayoría de los investigadores del desarrollo psicológico considera que proporciona conclusiones sólo aproximadas acerca del mismo, esta investigación utiliza un diseño longitudinal: los sujetos estudiados en 1998 (Tiempo 1) se examinaron nuevamente en el año 2000 (Tiempo 2) y en 20022003 (Tiempo 3). En el Tiempo 2 se localizó al 95% de los encuestados y en el Tiempo 3 al 93%, lo cual constituye un excelente nivel de retención para un estudio longitudinal. En las tres recolecciones de datos los encuestadores fueron los integrantes del equipo de investigación y alumnos de la cátedra Psicología Evolutiva y de la Personalidad. Cuando el encuestador llegaba al curso, explicaba a los adolescentes el objetivo de la investigación y enfatizaba la confidencialidad de la información vertida. La tarea se realizaba en el aula, en horario de clase. En el caso de los desertores de la escuela media y de quienes ya habían egresado de ella, la encuesta se realizó en el domicilio o en otro lugar que el encuestado designara. El presente trabajo informa los hallazgos relativos al Tiempo 3. Por último, seguir a través del tiempo a una muestra que originalmente tenía entre 13 y 16 años permitió describir las trayectorias de dos grupos: el Grupo Adolescente (N = 248), estudiado desde la adolescencia temprana hasta los 17-18 años, y el Grupo Adulto Emergente (N = 400), desde la adolescencia media hasta el primer periodo de la adultez emergente. El grupo adolescente incluía a aquéllos de 18 años que todavía cursaban la escuela secundaria. Los instrumentos utilizados en la recolección de datos fueron: -Perfil de Autopercepción para Adolescentes de Harter e Inventario de Depresión para Niños de Kovacs para medir autoconcepto y síntomas depresivos en el grupo adolescente y Perfil FACIO, ALICIA y otros | Cuatro años después: desarrollo de la intimidad… de Autopercepción para Estudiantes Universitarios de Neemann y Harter e Inventario de Depresión de Beck versión II para evaluar los mismos constructos en el grupo adulto emergente. -Escala de Ansiedad de Rosenberg -Escalas de Conducta Antisocial y de Uso de Sustancias Tóxicas de Jakobsen, Rise, Aas y Anderssen -Inventario Red de Relaciones Interpersonales de Furman: en esta investigación se incluyeron subescalas relativas a cuatro suministros de apoyo (intimidad, aprobación, amor y alianza confiable) y dos dimensiones de intercambios negativos (conflicto y antagonismo) referidas al vínculo con madre, padre, hermano/a, amigo íntimo y pareja amorosa. -Escalas de Relación con Madre y con Padre: se confeccionaron a partir del promedio de dos preguntas de cinco alternativas cada una, una referida a la cualidad de la relación (desde muy mala a muy buena) y otra a sentirse incomprendido (desde nunca a siempre) por uno y otro progenitor. -Escala Relación con Hermanos: se confeccionó promediando dos preguntas de cinco alternativas cada una, referidas a la cualidad de la relación (iba de muy mala a muy buena) y a la frecuencia de las peleas (desde nunca a muy frecuentes). -Escala de Apoyo de los Padres: se construyó en base a ochos preguntas referidas a quién recurrirían por ayuda en caso de tener problemas de salud, adicciones, embarazo no deseado, estudio, sexualidad, amigos, etcétera. En cada una de ellas sólo podía elegirse una alternativa: madre, padre, hermano, primo, amigo, pareja, otra persona o “nadie”. Si el adolescente marcaba o madre, se asignaba 1 punto; si optaba por cualquier otra alternativas, 0 punto. Síntesis de resultados y conclusiones Las conclusiones de este trabajo se refieren a una muestra al azar de jóvenes de Paraná, Entre Ríos. Treinta y ocho porciento de ellos transitaban la etapa final de la adolescencia y los restantes, el primer tramo del período de la vida llamado adultez emergente. Sus edades iban desde los 17 hasta los 20 años; 50% de ellos eran varones y casi la mitad, provenían de hogares de clase media baja. Cuatro de cada cinco estudiaban, pero sólo la mitad de los adultos emergentes cursaban carreras pos-secundarias de cuatro o más años de duración. La inmensa mayoría vivía con sus padres y no tenía hijos. Dado que no existen en la Argentina estudios longitudinales de dimensiones fundamentales de la salud mental de la población, tales como ansiedad, depresión, autoestima, autoconcepto, conducta antisocial o consumo de sustancias tóxicas, este trabajo significa un aporte único a este respecto. Las conclusiones de esta investigación se presentan en ocho apartados: 1. Problemas emocionales y de conducta: diferencias debidas a la edad en el grupo que atravesaba la etapa final de la adolescencia versus el grupo que estaba al comienzo de la adultez emergente. 1.1 Con respecto a la autoestima global y la autopercepción La satisfacción con distintos dominios del autoconcepto no es pareja. En el caso de los adolescentes, los aspectos de la vida en los que se tenían más confianza eran la competencia para desempeñar un trabajo pago –aunque la mayoría de ellos no lo tenían-, para sostener vínculos amistosos íntimos y para caerle bien a la gente. Las áreas en las que mayor duda experimentaba respecto a su competencia eran la conquista de la persona que les interesara en sentido amoroso, el desempeño en la escuela y la habilidad deportiva. Se constataron grandes semejanzas con la muestra normativa estadounidense de Harter (1988), con la excepción de que los nuestros estaban más insatisfechos con su desempeño en la escuela y los estadounidenses, con la corrección de su comportamiento. En lo que respecta a la autoestima global, los adolescentes argentinos mostraban un nivel más alto. En los adultos emergentes, la amistad íntima, la corrección de su comportamiento y el sentido del humor eran los dominios del autoconcepto en los cuales experimentaban mayor satisfacción y la capacidad de atraer a quien les interesara románticamente, la inteligencia y la habilidad deportiva, aquéllos en los cuales se tenían menor confianza. Al compararlos con la muestra normativa estadounidense de Neeman y Harter (1986), éstos percibían a la relación con los padres, la amistad íntima y el sentido del humor como las áreas de mayor satisfacción y la capacidad para conquistar a la persona que les interesara románticamente, la competencia deportiva y la apariencia física como las menos satisfactorias. En general, entonces, a nuestros Ciencia, Docencia y Tecnología Suplemento, Vol. 1 | Nº 1 (2011) ISSN 2250-4559 jóvenes les gustaba más su apariencia y menos sus logros intelectuales que a sus pares del país del norte. En lo que respecta a la autoestima global, los adultos emergentes argentinos mostraban un nivel semejante al de los estadounidenses. Al comparar adolescentes tardíos y adultos emergentes, las diferencias debidas a la edad fueron pocas: los primeros tenían más confianza en su competencia laboral y en su habilidad para caerle bien a la gente que los segundos y éstos, mayor satisfacción con su buen comportamiento y con su competencia deportiva que los primeros. La literatura psicológica y sociológica sobre la transición a la adultez indica el paulatino “sentar cabeza” a medida que se deja atrás la adolescencia (Massoglia y Uggen, 2007); por otra parte, la disminución de la confianza de los adultos emergentes en los dos dominios antedichos puede resultar de la entrada al mundo laboral –un porcentaje mucho mayor de ellos trabajaba- y a un universo social más amplio que en el de la adolescencia. 1.2 Con respecto a depresión y ansiedad Como los adolescentes contestaron el Inventario de Depresión para Niños de Kovacs (1992) y los adultos emergentes, el Inventario de Depresión de Beck (1996) no fue posible establecer comparaciones entre ambos grupos. El nivel de depresión de los adolescentes argentinos resultó menor al presentado por Kovacs para el grupo normativo estadounidense de 13 a 17 años. En el caso de los adultos emergentes, al comparar al subgrupo que cursa estudios superiores con la muestra normativa de estudiantes universitarios canadienses ofrecida por Beck, se observaba un llamativo mejor nivel de ánimo en la muestra argentina; inclusive los jóvenes que no cursaban estudios superiores tenían un nivel de síntomas depresivos inferior al de la muestra canadiense. Las causas de estas diferencias deberían ser tema de posterior estudio. El nivel de ansiedad era el mismo en ambos grupos etáreos y menor en estos adolescentes argentinos que en los diez mil estudiantes secundarios estadounidenses estudiados por Rosenberg (1973). 1.3 Con respecto al Consumo de Sustancias Tóxicas y Conducta Antisocial El nivel de consumo de sustancias tóxicas era el mismo en los grupos adolescente y adulto emergente. En cambio, se detectaron importantes diferencias debidas a la edad en la conducta antisocial, con una llamativa disminución de la misma en el grupo de mayor edad, al igual que sucede en investigaciones longitudinales de Estados Unidos (Schulenberg y Zarrett, 2006) y del norte de Europa. 2. Diferencias en los trastornos emocionales y de conducta debidas al género, al nivel económico-social de la familia y a tener padres divorciados o que permanezcan juntos en los adultos emergentes de 18-20 años. 2.1 Con respecto al género En los adultos emergentes se detectaba un efecto importante del género sobre la autopercepción: tanto en la autoestima global como en siete de los doce dominios del autoconcepto las mujeres se percibían más negativamente que los varones. La investigación ha comprobado que en distintos países las mujeres se sienten menos satisfechas con su apariencia física que los varones, pero en la Argentina la diferencia era mucho mayor que en los Estados Unidos o Noruega y esto se debía a la mayor satisfacción de los varones con su aspecto y no a que nuestras jóvenes se consideraran más feas que sus contrapartes estadounidenses. Al igual que en los Estados Unidos, las chicas se percibían peor que los varones en competencia deportiva pero, a diferencia de las de dicho país, también estaban más descontentas con varias otras dimensiones del autoconcepto. Pese a sus superiores logros educativos, evaluaban su habilidad intelectual peor que los varones y estaban más insatisfechas con respecto a su atractivo amoroso y su creatividad. Un dato alentador, sin embargo, es que la brecha entre los géneros disminuía algo en las adultas emergente en comparación con las adolescentes, debido a un mejoramiento con la edad en la autopercepción femenina (Facio, Resett y Mistrorigo, 2005). El Gráfico 1 muestra el perfil de los distintos dominios de la autopercepción en adultos emergentes varones y mujeres. FACIO, ALICIA y otros | Cuatro años después: desarrollo de la intimidad… Gráfico 1: Perfil de los dominios de autopercepción de adultos emergentes, según género 3,40 Género Varón Mujer 3,20 Medias 3,00 2,80 2,60 2,40 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 Dominios de la autopercepción Dominios: 1. Apariencia física 2. Atractivo amoroso 3. Amistad íntima 4. Aceptación social 5. Moral 6. Competencia escolar 7. Competencia laboral 8. Competencia deportiva 9. Relación con los padres 10. Inteligencia 11. Humor 12. Creatividad En lo que respecta al bienestar psicológico, las adultas emergentes presentaban mayores niveles de depresión y ansiedad que los varones, un hecho constatado una y otra vez por la investigación en los países del primer mundo. La desventaja femenina era mayor en esta área que en la autoestima global. Por otra parte, y coincidentemente con los hallazgos de los Estados Unidos y el norte de Europa, las mujeres de esta edad mostraban una pequeña ventaja consistente en menor consumo de sustancias tóxicas y menor conducta antisocial que los varones. 2.2 Con respecto a la clase social de la familia La clase social se asociaba fuertemente con diferencias en los perfiles de autopercepción de los adultos emergentes. La satisfacción con dos vínculos fundamentales, los padres y la amistad íntima, aumentaba en función de la clase social; además, los jóvenes del nivel más bajo tenían menor confianza en sus habilidades sociales, buen comportamiento, desempeño académico e inteligencia que los de los otros dos niveles. Esto concuerda con lo hallado por numerosas investigaciones del primer mundo (Argyle, 1994). También se comprobaron diferencias, aunque más pequeñas, en el nivel de ansiedad y autoestima global, las cuales favorecían a los jóvenes del nivel más alto. Este hecho es similar a los hallazgos de una vasta investigación que ha comprobado la correlación positiva entre autoestima y nivel económicosocial (Wylie, 1979; Rosenberg y Pearlin 1978; Steinberg, 2008). Mientras en los países del primer mundo las clases medias experimentan mayor nivel de ansiedad que las clases trabajadoras (Dohrenwend, 1975), en esta muestra argentina son los jóvenes de menor nivel económicosocial los más ansiosos. No se encontraron diferencias en lo que respecta a la conducta antisocial y al consumo de sustancias tóxicas. Ciencia, Docencia y Tecnología Suplemento, Vol. 1 | Nº 1 (2011) ISSN 2250-4559 2.3 Con respecto a tener padres divorciados o que permanezcan juntos En la Argentina, país en el cual la unión familiar es un valor altamente estimado, la tasa de divorcio es mucho más baja que en naciones tales como los Estados Unidos y Gran Bretaña – aunque va en aumento en las últimas décadas-. La iglesia católica, religión con que se identifica la mayoría de la población, condena el divorcio. Además, éste se legalizó en fecha tan reciente como 1987. Considerando estas circunstancias, interesaba conocer si el impacto del divorcio era mayor en la Argentina que en los países del primer mundo, donde la investigación han detectado pequeños o nulos efectos negativos de la disolución matrimonial (Amato, 2001). Cuando los participantes tenían 13-14 y 15-16 años, el divorcio de sus padres no se asociaba con diferencias en los problemas emocionales ni de conducta de los varones. En cambio, en el caso de las chicas, se encontraron efectos diversos, aunque casi todos de pequeña magnitud (Facio y otros, 2006). También a los 17-18 sólo se detectaban pequeñas diferencias en el caso de las mujeres: su autoestima global, satisfacción con la apariencia física, conducta antisocial y nivel de ansiedad eran algo peores cuando sus padres no permanecían juntos. A los comienzos de la adultez emergente, el divorcio no se asociaba ya con diferencias en los problemas emocionales como así tampoco con los de conducta de los hijos/as, con la sola excepción de un mayor nivel de ansiedad en el caso de las chicas. En lo que respecta al autoconcepto, ellas mostraban menores niveles de satisfacción en distintos dominios tales como atractivo amoroso cuando se las comparaba con las hijas de padres no divorciados. Cuando la cohorte nacida en 1974-75 tenía 24-26 años, los hijos de padres divorciados ya no se diferenciaban en autoestima global ni en síndrome depresivo ni en las tres dimensiones básicas de la personalidad que en esa oportunidad se evaluaran: la predisposición a experimentar emociones positivas, la predisposición a experimentar emociones negativas y la predisposición a ser antisocial (impulsivo, agresivo, frío, impersonal, egocéntrico) (Facio y otros, 2006). En resumen, los hallazgos argentinos resultaron, en general, congruentes con los de los Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Gran Bretaña y otros países europeos: los hijos del divorcio no funcionan, en promedio, tan bien como aquéllos criados por dos padres que permanecen juntos, pero las diferencias tienden a ser modestas debido a la gran heterogeneidad de experiencias antes, durante y después del divorcio (Amato, 2001). 3. Comparación de las relaciones con padres, hermano/a, amigo/a íntimo/a y pareja amorosa entre sí y en los dos grupos etáreos El grado de satisfacción con las distintas relaciones íntimas era alto, tanto a finales de la adolescencia como a comienzos de la adultez emergente. Los niveles de conflicto se ubicaban entre “poco o nada” y “algo”. Los intercambios negativos eran más altos en el vínculo con los hermanos; seguidos por ambos padres y la pareja amorosa y, por último, el mejor amigo/a. Los niveles de apoyo percibido promediaban entre “mucho” y “muchísimo”; el mejor amigo y la pareja amorosa ocupaban el primer lugar, seguidos por la madre y el hermano/a que empataban en el segundo puesto y, finalmente, el padre. Por otro lado, se hacía evidente en esta etapa la creciente importancia afectiva de los amigos íntimos y también de la pareja amorosa en la minoría que tenía este lazo (35% de los adolescentes y 45% de los adultos emergentes). Adolescentes y adultos emergentes no diferían en los niveles de conflicto-antagonismo, intimidad, aprobación, amor y alianza confiable en las relaciones con la madre, el padre, el hermano/a y la pareja amorosa. En el caso del amigo/a íntimo/a, se observaba un pequeño incremento de su significación emocional en la adultez emergente: mayor intimidad, amor y confianza en que la relación perduraría que lo observado en el grupo adolescente. 4. Diferencias en los vínculos con padres, hermano/a, amigo/a íntimo/a y pareja amorosa según género, nivel económico-social de la familia y divorcio de los padres en los adultos emergentes de 18-20 años. 4.1 Con respecto al género A comienzos de la adultez emergente, cuatro de los cinco vínculos aquí estudiados diferían según el género. Con la sola excepción del padre –con quien los muchachos compartían más confidencias que las chicas- las mujeres eran más confidentes tanto con la madre como con el mejor amigo/a y la pareja. También las chicas mostraban mayor conflicto-antagonismo con ambos progenitores. Sólo en el caso de la amistad íntima la diferencia genérica alcanzaba un tamaño mediano. Los hallazgos a este respecto son compatibles con los de la literatura científica de otros países (Hyde, 1991). FACIO, ALICIA y otros | Cuatro años después: desarrollo de la intimidad… A lo largo de la adolescencia, las chicas se sentían menos cercanas al padre que los chicos en distintos indicadores y recurrían a la madre por ayuda y la admiraban en mayor medida que los muchachos. De las cuatro díadas posibles (madre-hijo, madre-hija, padre-hijo y padre-hija) era ésta última la menos cercana de las cuatro; las dificultades con el padre a los 13-14 producían un costo mayor en la salud mental posterior de las chicas que en la de los muchachos (Facio y Resett, 2007). La considerable brecha entre varones y mujeres en cuanto a la relación con el padre había disminuido a los 18-20; este hecho ya se había comprobado en la cohorte nacida en 1974-75 cuando fue estudiada a los 24-26 años. 4.2 Con respecto al nivel económico-social de la familia de origen A comienzos de la adultez emergente se detectaron diferencias debidas al nivel económico social en el apoyo percibido -pero no en la intensidad de los intercambios negativos- en los cinco vínculos íntimos aquí estudiados. El efecto era muy pequeño en el caso del vínculo amoroso y de mediana intensidad en las relaciones familiares y en la amistad íntima –el lazo más influido por el nivel socioeconómico-. En el caso de la madre y del amigo íntimo, a mayor estatus, mayor era la intimidad, aprobación, amor y alianza confiable que se percibía en dichos vínculos. Lo mismo sucedía en el caso del hermano/a, aunque no había diferencias en el nivel de intimidad. En el vínculo con el padre, los jóvenes del estrato más alto informaban mayor aprobación, amor y alianza confiable por parte del progenitor que los de los otros dos niveles. En la pareja amorosa, los del estatus más bajo indicaban menores niveles de intimidad, aprobación y amor que quienes pertenecían a las clases medio-baja y media. Este conjunto de hallazgos es bastante congruente con la literatura mundial. Al comparar los vínculos de las personas de clase media y de clase trabajadora, la investigación extranjera ha comprobado que en la primera los padres pasan más tiempo con sus hijos, muestran mayor calidez y se interesan más por ellos; que la gente de clase media posee más amigos y tiene más competencia social en cuestiones de amistad y que, en cuestiones románticas, son más comprensivos y empáticos con sus parejas que los provenientes de la clase trabajadora (Argyle, 1994). El Grafico 2 muestra el nivel de conflicto-antagonismo y de distintos suministros de apoyo del padre, según nivel económico-social de la familia. Gráfico 2: Conflicto-antagonismo y suministros de apoyo del padre en adultos emergentes, según nivel ecónomico-social 4,50 Nivel económico-social 4,00 Bajo Medio-bajo Medio Medias 3,50 3,00 2,50 2,00 1,50 Conflictoantagonismo Intimidad Aprobación Amor Alianza confiable Ciencia, Docencia y Tecnología Suplemento, Vol. 1 | Nº 1 (2011) ISSN 2250-4559 4.3 Con respecto a tener padres divorciados o que permanezcan juntos A comienzos de la adultez emergente no se encontraron diferencias ligadas al divorcio en la relación con la pareja amorosa; las halladas en el vínculo con madre y hermano/a fueron pequeñas y con el amigo/a íntimo, insignificantes. El gran costo del divorcio se reflejaba en el vínculo con el padre: los hijos/as informaban niveles mucho más bajos de amor y de aprobación del padre para con ellos, de confianza en que el vínculo perduraría aunque surgieran problemas y de menor intimidad con él que los jóvenes del otro grupo. Estudios previos realizados sobre esta muestra (Facio y otros, 2006) comprobaron que las dificultades con el padre ya estaban presentes a los 13-14 y 15-16; en dichas edades, el grado de satisfacción con la relación y el lugar ocupado por el padre entre las personas más queridas eran, en promedio, peores. Los varones recurrían a él por ayuda en menor grado que los hijos de matrimonios intactos; en las chicas, en cambio, esta diferencia no existía porque ellas preferían a la madre como proveedora de apoyo, estuvieran o no conviviendo los progenitores. A diferencia de lo postulado por algunos investigadores, el divorcio no deterioraba ni la satisfacción con la relación ni el lugar ocupado entre las diez personas más queridas por madre, hermanos, amigos y pareja amorosa, como tampoco el grado de apoyo encontrado en dichos vínculos. A los 17-18, la relación con el padre continuaba siendo peor en los hijos del divorcio: los jóvenes se sentían menos aprobados, menos amados y confiaban menos en que el vínculo con él continuaría existiendo aunque surgieran problemas. La relación con la madre se veía afectada solamente en el caso de los varones, quienes experimentaban mayor nivel de conflicto y se sentían menos aprobados y amados por ella, que los hijos cuyas madres permanecían casadas. Tampoco en esta edad el divorcio se asociaba con diferencias en la percepción que los jóvenes tenían de sus relaciones con hermanos, amigos o pareja amorosa. Los investigadores extranjeros, en cambio, han encontrado que algunos de los efectos del divorcio ocurrido en la niñez se manifiestan en la adolescencia en la esfera de los vínculos de pareja, sobre todo cuando éstos adquieren, con la edad, un mayor grado de compromiso emocional (Tasker y Richards, 1994). En nuestros estudios sobre la cohorte nacida en 1974-75, a los 24-26 años los hijos de matrimonios disueltos expresaban mayor insatisfacción con el vínculo paterno, aunque no con el materno ni con el fraternal. Asimismo percibían un poco más desfavorablemente el grado de unión existente entre los miembros de su familia de origen. En lo que respecta a la relación de pareja, aunque no surgían diferencias en cuanto al grado de satisfacción ni de consenso respecto a distintos temas, así como tampoco en lo referente a la expresión de afecto, los hijos del divorcio evidenciaban un compañerismo algo menor con sus novios/as o cónyuges que el otro grupo. Que el vínculo con el padre se deteriorara significativamente puede no deberse al divorcio en sí. Ya antes de que se produjera este acontecimiento, los jóvenes tenían una relación paternal menos satisfactoria e informaban mayores niveles de agresión física y verbal en la pareja -aunque no del padre para con ellos- que los hijos de los matrimonios que continuaron casados. También, como lo sugiere la investigación estadounidense y del norte de Europa, es de fundamental importancia el comportamiento del padre luego de la ruptura matrimonial (por ejemplo, 6% de la muestra aquí estudiada había perdido todo contacto con él luego de la separación). Por otra parte, los valores familiares no eran menores en los hijos del divorcio y 61% de los de 17-18 años que convivieron algún tiempo con su padre antes de la separación matrimonial, informaban mantener con él una relación muy buena o buena (Facio y otros, 2006). 5. Asociación entre vínculos íntimos y problemas emocionales y de conducta a los 18-20 años. Aunque el impacto de los vínculos amorosos sobre el bienestar emocional era mayor a comienzos de la adultez emergente que a finales de la adolescencia, la calidad de la relación con los padres continuaba asociándose al nivel de bienestar en los hijos de 18-20 años (Facio, Micocci y Resett, 2007). Estos resultados son semejantes a los de países del primer mundo, donde una sustancial literatura empírica sugiere que padres e hijos adultos mantienen un lazo estrecho a lo largo del curso de la vida y que, por otra parte, la calidad de dicho vínculo continúa siendo un componente tan importante del bienestar psicológico de los hijos como la relación con la pareja amorosa o con los amigos. Existían, sin embargo, diferencias según el género. Cuando los varones tenían una pareja amorosa, la autoestima global y la ansiedad se asociaban en mayor medida con este vínculo que con la calidad de la relación con los padres; la depresión, en cambio, se relacionaba en forma mediana con los distintos vínculos íntimos, sin que pareciera predominar ninguno de ellos. En el caso de las mujeres, si bien la pareja amorosa resultaba un predictor de mediana importancia de los problemas emocionales, una relación parental problemática estaba tan o más fuertemente FACIO, ALICIA y otros | Cuatro años después: desarrollo de la intimidad… relacionada con los tres problemas emocionales aquí estudiados que un vínculo amoroso difícil. Las razones que explican esta diferencia genérica deberían investigarse. La Tabla 1 resume los hallazgos estadísticos correspondientes. Tabla 1. Contribución del nivel de conflicto y de suministros de apoyo del padre, madre, ambos padres, hermano/a, mejor amigo/a y pareja amorosa a la predicción concurrente de los problemas emocionales a los 18-20 años, según género Autoestima Global Depresión Ansiedad V M V M V M Padre R² 6% R² 13% R² 6% R² 14% R² 4% R² 13% C: ns C: ns C: ns C: 0,23 C: ns C: 0,36 A: β 0,25 A: β 0,37 A: β -0,25 A: β -0,24 A: β -0,20 A: ns ns Madre R² 7% R² 9% R² 5% R² 10% R² 3% C: ns C: ns C: ns C: 0,20 C: 0,19 A: β 0,27 A: β 0,30 A: β -0,24 A: β -0,18 A: ns Padres R² 9% R² 13% R² 5% R² 16% R² 4% R² 14% Pa: ns Pa: ns Pa: 2% Pa: 5% Pa: 5% Pa: 8% Ma: ns Ma: ns Ma: ns Ma: ns Ma: 2% Ma: ns Hermano/a R² 6% R² 8% R² 7% R² 8% R² 3% R² 2% C: ns C: ns C: ns C: 0,20 C: ns C: 0,15 A: β 0,25 A: β 0,29 A: β -0,27 A: β -0,16 A: β -0,20 A: ns ns Mejor Amigo/a R² 12% R² 8% R² 7% R² 8% R² 5% C: ns C: ns C: ns C: 0,18 C: 0,18 A β 0,36 A β 0,29 A β -0,27 A β -0,23 A β -0,14 Pareja R² 26% R² 13% R² 7% R² 16% R² 21% R² 9% C: β -0,22 C: β -0,20 C: 0,30 C: 0,41 C: 0,46 C: 0,32 Amorosa A: β 0,42 A: β 0,26 A: β ns A: β ns A: ns A: ns C: Conflicto-antagonismo A: Apoyo Pa: Padre Ma: Madre V: Varones M: Mujeres Ns: no significativo al nivel 5% En cuanto a los problemas de conducta en la adultez emergente, en los varones el grado de conflicto con el hermano/a y la cualidad de la relación con la pareja amorosa resultaban los mejores predictores del nivel de conducta antisocial y consumo de sustancias tóxicas, respectivamente. En las mujeres, en cambio, era el conflicto con la madre el que se asociaba claramente con el nivel de conducta antisocial y en cuanto a consumo de sustancias, los distintos vínculos no contribuían mayormente a la predicción. En los problemas de conducta tendía a repetirse el cuadro de mayor importancia de la pareja en el caso de los varones y de los padres en el caso de las mujeres. 6. Predicción de los problemas emocionales y de conducta a los 18-20 años a partir de la violencia en el hogar y la relación con los padres a los 14-16 La evidencia muestra que el conflicto y el abuso marital, el maltrato infantil verbal y físico y altos niveles de agresión entre los hermanos tienden a ocurrir conjuntamente en determinadas familias. Así se comprobó en esta muestra argentina. El grado de violencia del hogar a los 14-16 contribuía modestamente a la predicción del nivel de autoestima y de consumo de sustancias tóxicas en los varones y de ansiedad y conducta antisocial en las mujeres cuando tenían 18-20 años. Este hallazgo es congruente con la literatura científica de los países del primer mundo, la cual señala que una relación familiar violenta es un factor de riesgo importante para la psicopatología, no sólo en la niñez y adolescencia sino también en la adultez emergente. La satisfacción con relación con el padre a los 14-16, pero no el vínculo con la madre, contribuía modestamente a la predicción de la ansiedad en los varones y mínimamente a la de la autoestima global de las mujeres de 18-20. Estos resultados no deben entenderse en el sentido de que la cualidad de las relaciones familiares en el primer tramo de la adolescencia sean casi irrelevantes para explicar los problemas emocionales y de conducta de los hijos adultos emergentes. Se informa acá de la contribución de dichos factores por encima de la que realizan las medidas de ambos clases de problemas a los 14-16. Esto es, la cualidad de la relación puede haber influido a lo largo de toda la niñez sobre el nivel de problemas emocionales y de conducta que presentaba el joven ya a los 14-16. Cuando una variable se agrega a la ecuación de predicción cumpliendo las condiciones antedichas, un Ciencia, Docencia y Tecnología Suplemento, Vol. 1 | Nº 1 (2011) ISSN 2250-4559 factor de riesgo que explique pequeñas proporciones de la varianza merece, igualmente, ser tenido en cuenta. 7. Predicción de la cualidad del vínculo con el mejor amigo y con la pareja amorosa a los 18-20 años a partir la cualidad de la relación con padres y hermanos en la adolescencia temprana y media La cualidad anterior de los vínculos familiares no resultaba predictiva del apoyo percibido en el vínculo con el mejor amigo como así tampoco con la pareja amorosa en el caso de los varones. En el caso de las mujeres, en cambio, los lazos familiares a los 16-18 se relacionaban con la calidad de las relaciones no-familiares a los 18-20. La cualidad del vínculo con la madre se asociaba con el nivel de apoyo del mejor amigo/a y del vínculo con madre y hermanos, con el apoyo recibido por parte de la pareja amorosa. Además, el lazo con el padre y con los hermanos realizaba un aporte importante a la explicación del grado de conflicto con el novio. En nuestros estudios sobre la cohorte nacida en 1974-75 ya se había comprobado que al predecir la cualidad de la relación de pareja a los 24-26 años -evaluada a través de la Escala de Ajuste Diádico de Spanier- la relación con los padres a los 13-14, con el padre a los 15-16 y con los hermanos a lo largo de la adolescencia ejercían un efecto importante en el caso de las mujeres y un efecto mucho más modesto en el caso de los varones (Facio y Micocci, 2006). 8. Predicción de la cualidad del vínculo con el mejor amigo y con la pareja amorosa a los 18-20 años a partir del grado de violencia doméstica a los 14-16 en hogares donde los padres permanecen juntos En las mujeres la violencia familiar constituía un factor de riesgo de intensidad mediana para la calidad de sus posteriores relaciones íntimas extra-familiares –amistosas y amorosas-. En los varones, en cambio, la violencia hogareña perjudicaba en forma más atenuada las relaciones extra-familiares en la adultez emergente y el efecto se manifestaba en el grado de conflictividad amistosa y, sobre todo, amorosa, más que en el nivel de apoyo percibido. Esto es coincidente con la investigación llevada a cabo en los países del primer mundo, que indica que las experiencias padres-hijo causan un impacto en las relaciones íntimas nofamiliares. Los procesos interactivos familiares afectan el desarrollo de las habilidades interpersonales las cuales, a su vez, inciden en la capacidad para la intimidad en las relaciones amorosas. Al igual que en la muestra que acá se informa, cierta evidencia extranjera sugiere que este efecto podría ser más fuerte en las mujeres que en los varones: estudios longitudinales encontraron que un estilo parental caracterizado por alto apoyo, calidez y supervisón y por baja hostilidad predecía un vínculo amoroso cálido, de mucho apoyo y poco conflictividad en las mujeres, pero no en los varones. La significativa diferencia entre los varones y las mujeres en lo que respecta a los vínculos no es algo propio de la adultez emergente, sino que se presentaba a lo largo de la adolescencia y, según la investigación llevada a cabo en otros países, también en etapas posteriores de la vida. Es que las mujeres están, en general, más orientadas a lo interpersonal que los hombres (Hyde, 1991) e incluyen sus relaciones significativas en la definición de sí mismas. Se preocupan en mayor medida por los sentimientos y el bienestar de los otros y están más interesadas en obtener aprobación social y en evitar la desaprobación. La conexión con los otros es un contexto primario para el crecimiento de las mujeres a lo largo de toda su vida y el sentimiento básico del propio valor está fuertemente vinculado con su habilidad para establecer relaciones mutuamente empáticas e igualitarias. Por todo esto, las mujeres son muy vulnerables a lo que los otros piensan de ellas y a las conductas que tienen para con ellas. El fracaso en encontrar mutualidad y comprensión en una relación representa un desafío para su identidad y les produce emociones desagradables tales como culpa y baja autoestima (Striegel Moore, 2003). Indicadores de producción Libros y capítulos de libros "Adolescentes Argentinos. Cómo piensan y sienten" (2006). ISBN 10:950-892-269-9. Buenos Aires, Lugar Editorial. Autores: Alicia Facio, Santiago Resett, Clara Mistrorigo y Fabiana Micocci. Capítulo “Argentina” (2006). En J. Arnett (Editor), Routledge International Encyclopedia of Adolescence. ISBN-10: 0415966671, ISBN-13: 978-0415966672. Nueva York, Routledge. Autores: Alicia Facio, Santiago Resett. Páginas 1-15. FACIO, ALICIA y otros | Cuatro años después: desarrollo de la intimidad… Publicaciones en revistas científicas extranjeras con referato “Emerging Adulthood in Argentina: an age of diversity and possibilities” (2007). Child Development Perspectives, 1, 115-118. Revista editada por la Society for Research in Child Development de los Estados Unidos. Autores: Alicia Facio, Santiago Resett, Fabiana Micocci y Clara Mistrorigo. “Desarrollo de las relaciones con padres y hermanos en adolescentes argentinos” (2007). Apuntes de Psicología, Vol. 25, número 3, páginas 255-266. ISSN 0213-3334. Revista editada por el Colegio Oficial de Psicólogos de Andalucía Occidental y la Universidad de Sevilla, España. Autores: Alicia Facio y Santiago Resett. Publicaciones en revistas y anales de congresos argentinos con referato “Relación con los padres y trayectorias de autoestima global desde la adolescencia hasta la adultez emergente” (2009). Investigaciones en Psicología, revista de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Año 14, Volumen 3, pp. 35-45. ISSN 0329-5893. Coautores: Fabiana Micocci, Paula Boggia y Laura Rasch. “El Perfil de Autopercepción de Harter para Adolescentes en jóvenes de Paraná, Río Gallegos y Buenos Aires” (2006). Investigaciones en Psicología, revista de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Año 11, Volumen 3, pp. 7-25. ISSN 0329-5893. Autores: Alicia Facio, Santiago Resett, Mónica Braude y Norma Benedetto. “La autoestima global desde la adolescencia hasta la adultez emergente” (2009). Anales de las XVI Jornadas de Investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires y V Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. ISSN 1667-6750. Tomo II, pp. 423-425. Buenos Aires, 6-8 de agosto. Autores: Alicia Facio, Fabiana Micocci, Santiago Resett y Paula Boggia. “Diferentes trayectorias de vida: adultos emergentes que cursan y que no cursan estudios superiores” (2008). Anales de las XV Jornadas de Investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires y IV Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Tomo II, pp. 399-401. Buenos Aires, 7-9 de agosto. Autores: Alicia Facio, Santiago Resett, Fabiana Micocci y Paula Boggia. “Aspectos negativos del autoconcepto en adolescentes y mujeres jóvenes argentinas” (2007). Anales de las XIV Jornadas de Investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires y III Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Buenos Aires, 9-11 de agosto. Autores: Alicia Facio, Santiago Resett, Clara Mistrorigo, Fabiana Micocci y Adrián Yoris. Tomo II, pp. 325-327. Buenos Aires, 10-12 de agosto. “Relaciones interpersonales y problemas emocionales y de conducta en adolescentes de 17-18 años” (2006). Anales de las XIII Jornadas de Investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires y II Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Tomo I, pp. 34-36. Buenos Aires, 10-12 de agosto. Autores: Alicia Facio, Santiago Resett, Fabiana Micocci, Clara Mistrorigo y Eugenia Di Liscia. Presentaciones en congresos internacionales “Staying at Home in Emerging Adulthood”. Trabajo integrante del Simposio por invitación “Independence and Interdependence of Emerging Adults and their Parents: Evidence from four Countries”, organizado por Wim Beyers (Universidad de Gantes, Bélgica) y Petr Macek (Universidad Masaryk, R. Checa). 12º Conferencia de la European Association for Research on Adolescence. Vilna, Lituania, 12-15 de mayo de 2010. Autores: Alicia Facio y Santiago Resett. “Romantic Partners, Parents and Friends: Relationship Change and Stability in Emerging Adulthood”. Trabajo integrante del Simposio “Socialization in Emerging Adulthood: Evidence for Diversity and Instability from Longitudinal Studies on Three Continents”, organizado por Wim Beyers (Universidad de Gantes, Bélgica); comentador Jeffrey Arnett (Universidad Clark, Estados Unidos). 13° Reunión Bienal de la Society for Research on Adolescence. Filadelfia, 11-13 de marzo de 2010. Autores: Alicia Facio, Santiago Resett y Fabiana Micocci. “Similar but Different: Argentinean Parent-Adolescent Relationship”. Trabajo integrante del Simposio “Similar but Different: Latin American Parent-Adolescent/Youth Relationship”, organizado por Silvia Koller (Universidad Federal de Rio Grande do Sul, Brasil); comentadora Marcela Raffaelli (Universidad de Illinois, Estados Unidos). 13° Reunión Bienal de la Society for Research on Adolescence. Filadelfia, 11-13 de marzo de 2010. Autores: Alicia Facio y Santiago Resett. “Staying at Home in Emerging Adulthood: The Argentinian case”. Trabajo integrante del Simposio “She’s Leaving Home…: Parents’ and Emerging Adults’ Perceptions of Autonomy Related to Developmental Tasks and Links to Adaptation”, organizado por Inge Seiffge-Krenke (Universidad de Mainz, Alemania); comentadora Nancy Galambos (Universidad de Alberta, Ciencia, Docencia y Tecnología Suplemento, Vol. 1 | Nº 1 (2011) ISSN 2250-4559 Canada). 4ta Conferencia sobre Adultez Emergente. Atlanta, 29-30 de octubre de 2009. Autores: Alicia Facio y Santiago Resett. “Happy Emerging Adults in Argentina: How do they make it?” Trabajo integrante del Simposio por invitación “Adolescent Transitions in Changing Societies”, organizado por Marion Kloep (Universidad de Glamorgan, Gran Bretaña). 11° Congreso Europeo de Psicología. Oslo, Noruega, 7-10 de julio de 2009. Autores: Alicia Facio y Santiago Resett. “Home Violence and Emotional and Behavior Problems in Argentinian Emerging Adults” Trabajo integrante del Simposio “Parenting, family and adolescent adjustment”, organizado por Elias Besevegis (Universidad de Atenas, Grecia) y Alfredo Oliva (Universidad de Sevilla, España); comentador Luc Goossens (Universidad de Lovaina, Bélgica). 10° Conferencia de la European Association for Research on Adolescence. Turín, 8-10 de mayo de 2008. Autores: Alicia Facio y Santiago Resett. “Argentinian Adolescents’ Implicit Theories of Misconduct”. 12° Reunión Bienal de la Society for Research on Adolescence. Chicago, Estados Unidos, 6-9 de marzo de 2008. Autores: Alicia Facio, Lauree Tilton-Weaver, Fabiana Micocci y Marie Tisak. “Forgotten Half: Argentinian Emerging Adults Not Attending College”. 115° Convención Anual de la American Psychological Association. San Francisco, Estados Unidos, 17-20 de agosto de 2007. Autores: Alicia Facio, Santiago Resett y Clara Mistrorigo. “Parents or Romantic Partners? Which Relationship Better Predicts Emotional Problems in Argentinian Emerging Adults?” Trabajo integrante del Simposio “Parent-child Relationships”, dirigido por Alicia Facio (Argentina). 3ra Conferencia sobre Adultez Emergente. Tucson, Estados Unidos, 15-16 de febrero de 2007. Autores: Alicia Facio, Fabiana Micocci y Santiago Resett. Presentaciones en congresos nacionales (además de las informadas como anales) Presentación del libro “Adolescentes Argentinos. Cómo piensan y sienten” en el 12° Congreso Argentino de Psicología. San Luis, 23-25 de agosto de 2007. Presentadora: Dra Claribel Morales de Barbenza (U.N. de San Luis). Presentación del libro “Adolescentes Argentinos. Cómo piensan y sienten” por invitación de la Universidad Adventista del Plata. Villa Libertador General San Martín, 17 de mayo de 2007. Presentadora: Lic. Nancy Espinosa (UAP). Presentación del libro “Adolescentes Argentinos. Cómo piensan y sienten” en el X Congreso Argentino de Psicodiagnóstico. Buenos Aires, 5 y 6 de octubre de 2006. Presentadora: Dra Mónica Braude (Universidad del Salvador). Presentación del libro “Adolescentes Argentinos. Cómo piensan y sienten” por invitación de la Universidad Católica de Santa Fe. Santa Fe, 10 de noviembre de 2006. Comentadora: Lic. Ruth Casabianca (UCSF). Presentación del libro “Adolescentes Argentinos. Cómo piensan y sienten” en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Paraná, septiembre de 2006. Comentadoras: Dra Mabel Embon (UNER), profesora Martha Benedetto y psicólogas Adelia Caneo y Ana Trossero (Asociación de Terapia Cognitiva y Conductual del Litoral). Bibliografía Achenbach, T. y Edenbrock, C. (1987). The Manual for the Youth Self Report and Profile. Burlington, University of Vermont. Amato, P. (2001). Children of Divorce in the 1990s: An Update of the Amato and Keith (1991) Meta-Analysis. 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