guía para la práctica de comentario de texto modelo pau

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GUÍA PARA LA PRÁCTICA DE COMENTARIO DE TEXTO MODELO PAU
1) RESUMEN:
A) ASPECTOS FORMALES. (Extracto de los documentos de la Coordinadora PAU utilizados en el prezi del que
disponéis)
Es muy importante tener en cuenta los criterios de evaluación de la PAU.
Hay que atender a todas las indicaciones, pero en el caso del texto que ahora nos ocupa (puesto que el Mito de
la caverna es un texto narrativo) nos afecta específicamente, la llamada a “recoger los sucesos narrados y los
símbolos o metáforas presentes”. No obstante, no se requiere aquí explicación de los símbolos, pues esa
explicación habrá de darse después en las “nociones”.
Notad que se pide el tema o problema principal específicamente planteado en el fragmento. Luego se os
advertirá del error de no tomarlo así.
ERRORES DE CONTENIDO:
ACLARACIÓN:
B) ASPECTOS DE CONTENIDO.
En las páginas 8 y 9 de vuestro documento sobre las teorías platónicas tenéis una primera aproximación al
Mito de la caverna. En ella encontráis un breve resumen del texto, así como una descripción de los principales
símbolos que contiene y la interpretación breve de algunos de los hechos allí narrados.
Es obvio que la interpretación cabal del mito no puede partir sino de la lectura y comprensión del texto
completo. Disponéis de él en un documento aparte.
En lo que sigue encontraréis claves que (además de otros recursos que se os han sugerido) os aportarán
elementos de provecho para la comprensión del texto platónico motivo de comentario.
Aunque no aparece en el texto, hay que tener en cuenta que el diálogo tiene lugar aquí entre Sócrates (el
que dirige) y Glaucón.
El contenido del mito se puede separar en dos partes bien diferenciadas:
1. La primera comprendería la descripción de la escena y el relato de los hechos que allí se dan (ello
ocupa los parágrafos I y II).
2. La segunda parte coincide con el último apartado formal (o sea, con el parágrafo III). En él Sócrates
extrae las conclusiones teóricas de lo relatado en forma simbólica en el apartado anterior y lo hace
remitiéndolo y a la luz de lo explicado en el Libro VI, dónde se ha expuesto el Símil de la línea. Se
cierra este apartado y el mito con una reflexión sobre el destino que aguarda a los filósofos que
deciden acomete la tarea de educar la sociedad.
Podemos aproximarnos a estas dos partes con sendas exposiciones resumidas:
PARTE 1:
En el comienzo del mito se hace alusión a su tema principal: la condición de los seres humanos con
respecto al conocimiento verdadero, que se va a mostrar de forma alegórica mediante una escena en la que
también se recogerán elementos simbólicos referidos al proceso educativo que se requiere para alcanzar tal
conocimiento.
Imaginemos una caverna, dice Sócrates, situada bajo la tierra a gran profundidad y conectada con la luz
del día por un largo corredor. En esta caverna hay hombres que han vivido allí prisioneros desde que eran niños.
Se hallan encadenados al suelo e incluso sus cabezas están sujetas de tal modo que forzosamente han de mirar
delante de ellos, hacia la pared de la caverna. Tras la línea de prisioneros arde una hoguera, y entre el fuego y los
prisioneros cruza un camino. Por este camino circulan personas mientras conversan entre sí y llevan objetos
diversos consigo. Los prisioneros verían sombras de estos objetos y las suyas propias, sombras que la luz del fuego
proyectaría sobre la pared de la caverna que tienen ante sus ojos. Y, suponiendo que esta pared tuviera un eco,
los prisioneros oirían sonidos que creerían procedentes de las sombras. Los prisioneros, en fin, supondrán que las
sombras son las cosas reales, ya que es lo único que verían y conocerían, pues ellos nada saben del fuego ni del
camino ni la gente que pasa a sus espaldas.
Ahora bien, supongamos que quitamos las cadenas a uno de los prisioneros y le hacemos que vuelva la
cabeza. Para sí esto será enormemente doloroso y aterrador; los movimientos de su cuerpo le harán daño y sus
ojos serán deslumbrados por el fuego. Y si le decimos que las cosas que ahora ve son más reales que las sombras
se negará a creernos y deseará volver a sentarse de cara a la pared de las sombras que él comprende.
Supongamos que llevamos nuestra experiencia más lejos y le arrastramos a la fuerza por el largo pasadizo hasta
llevarle a la luz del sol. Eso será aún más doloroso y aterrador; y cuando llegue a la superficie, el sol le cegará.
Pero poco a poco, imaginemos, se acostumbrará. Al principio, conseguirá ver las imágenes reflejadas en el agua.
Luego mirará las estrellas y la luna por la noche. Por último, conseguirá ver los árboles y las montañas a plena luz
del día y reconocerá que éstas, y no las sombras de la caverna, son las cosas reales. Y cuando se haya
acostumbrado a mirar alrededor suyo, se dará cuenta por fin de que la luz que hace que todo sea posible
proviene del sol.
Y entonces, naturalmente, sentirá pena por sus compañeros de cautiverio en la caverna y se considerará a
sí mucho más afortunado que ellos. Si de repente se le condujera de regreso a la caverna, sus ojos estarían
desacostumbrados a la oscuridad y ya no sería capaz de reconocer las sombras. Los demás prisioneros dirían que
sus aventuras le habían acarreado su perdición y le considerarían un insensato por haber salido a la luz del día.
PARTE 2:
Sócrates explica ahora el significado de esta parábola. La caverna se corresponde con la esfera de la
opinión; el mundo exterior se corresponde con la esfera del conocimiento. Y, por supuesto, el sol se corresponde
con la Idea del Bien. Cada paso que damos, desde el estado inferior de la esfera de la opinión hasta el estadio
superior de la esfera del conocimiento, es doloroso; pero una vez que hemos conseguido darlo, nos damos cuenta
que caminamos en la dirección correcta. Por otra parte, quienquiera que haya probado el conocimiento y haya
contemplado la Idea de Bien se debatirá entre “permanecer en las alturas” u ocuparse de los asuntos humanos;
siendo así, al contender con el resto de los hombres, parecerá un necio a aquellos que nunca han salido de la
esfera de la pura y simple opinión.
Acaba el mito haciendo una reflexión sobre las dos causas que ofuscan los ojos, al pasar de las tinieblas a
la luz y de la luz a las tinieblas. Ambas pueden ser motivo para la risa de aquellos hombres necios, pero que, al
menos, concluye, sería más insensato reírse de quien pasa de la luz a las tinieblas que de quien pasa de las
tinieblas a la luz.
SÍMBOLOS:
Caverna-prisión: Mundo físico, mundo sensible, o de las cosas. Su conocimiento pertenece al ámbito de la
doxa.
Oscuridad: Ignorancia, esclavitud, falta de educación.
Sombras: Nivel más bajo de conocimiento, la conjetura –eikasía- (el conocimiento indirecto del mundo
sensible).
Prisioneros: Nosotros, los seres humanos, en nuestra condición mortal.
Ataduras: Cuerpo como “cárcel” del alma.
Fuego: El sol del mundo natural.
Figuras que llevan los porteadores: Cosas materiales, en relación con el conocimiento representan el
siguiente nivel dentro de la caverna, la creencia –pistis- (el conocimiento directo de los objetos sensibles).
Liberación de las cadenas y salida del prisionero al exterior: ascesis del alma, purificación moral y
progreso intelectual.
Exterior de la caverna: Mundo no material, mundo inteligible o de las Ideas. Su conocimiento pertenece
al ámbito de la episteme.
Objetos reflejados en el agua: Objetos matemáticos. En relación con el conocimiento representan el
primer nivel de episteme –dianoia-.
Cosas del exterior miradas directamente: Ideas puras (éticas y estéticas). En relación con el conocimiento
representan el segundo nivel de episteme –dialéctica-.
Sol del exterior: Idea de Bien. Su conocimiento lleva a la noesis, máximo nivel de sabiduría.
2) NOCIONES:
Criterios generales de evaluación.
2.2. Explicación de dos nociones presentes en el fragmento
El alumno explicará el significado de estas nociones (sean conceptos, símbolos o ideas) teniendo
como referencia su uso en el fragmento. No se trata simplemente de definirlas; en la mayor parte de los
casos, es posible asociarlas o contraponerlas entre sí para aclarar mejor su significado. Con el mismo fin,
puede ser conveniente comparar éstas con otras nociones del autor o de otros autores.
Tres pares de nociones estructuran el propio contenido del texto: 1. Los prisioneros y las sombras 2. El
ascenso al mundo de arriba y el sol 3. El retorno a la caverna y las tinieblas.
1. Los prisioneros y las sombras.
Los prisioneros representan a la condición humana, no la verdadera naturaleza del hombre. Su condición
en tanto “encarcelados” en lo sensible y corporal (Dualismo antropológico “cuerpo como cárcel del alma”, que se
atribuye a la influencia pitagórica), cuya vida y universo se encuentra reducida al ámbito de lo sensible, esclavos
de la ignorancia, del engaño, del error, de la falta de educación.
El contenido relativo a la noción de los prisioneros debes completarlo con la información (podrás seleccionarla)
recogida en el punto 6 de la unidad (Antropología platónica, págs. 12 y 13).
A la entidad que representan los prisioneros corresponde, en el ámbito del conocimiento, lo que en el
mito representan las sombras: opiniones, es lo único que puede ser concebido en este mundo, y toda opinión,
incluso la verdadera, es incapaz de ofrecer garantías de verdad. Por dos motivos: el origen del conocimiento
(sentidos) y el objeto de conocimiento (las cosas materiales) (Opinión, doxa) Platón distingue dos niveles de
opinión:
El contenido relativo a la noción de las sombras debes completarlo con la información (podrás seleccionarla) del
epígrafe Los niveles o grados del conocimiento (págs. 9, 10 y 11), recogido en el punto 5 de la unidad (La teoría
del conocimiento).
2. El ascenso al mundo de arriba y el sol
La subida al mundo de arriba representa o simboliza la ascensión del alma al mundo inteligible o de las
Ideas. Esta ascesis del alma sólo es posible mediante un proceso de liberación de las ataduras corporales y para
ello es necesario el dominio progresivo de lo racional sobre lo irracional, que se consigue a través de la
purificación moral y el progreso intelectual. Ambas tareas no son fáciles (“la áspera y escarpada subida”) y
requieren esfuerzo y preparación. Por ello es fundamental el papel de la educación que posibilitará el ascenso a la
contemplación de los primeros principios; sin embargo no todos los individuos podrán acceder a esta cima del
conocimiento.
El conocimiento superior o episteme, que se da en el mundo inteligible, comprende dos etapas:
El contenido relativo a la noción del ascenso al mundo de arriba debes completarlo con la información (podrás
seleccionarla) del epígrafe Los niveles o grados del conocimiento (págs. 11 y 12), recogido en el punto 5 de la
unidad (La teoría del conocimiento).
El que accede a la cima del conocimiento habrá contemplado la idea de Bien, representada en el mito por
el Sol. (...) El Bien es un principio ontológico y gnoseológico.
Habrás de completar el contenido relativo a la noción de el sol con la información (podrás seleccionarla) del final
del punto 4 de la unidad, Ontología. La concepción de la realidad (pág. 7), de modo que quede justificada la
afirmación última que arriba se hace: “El bien es un principio ontológico y gnoseológico”.
3. El retorno a la caverna y las tinieblas.
El retorno a la caverna representa la obligación del esclavo liberado de hacerse cargo de la liberación
también de los hombres que permanecen en la caverna, esclavos de la ignorancia. La correlación ascensodescenso de y a la caverna muestra en una imagen cómo para el filósofo han de ser correlativos la liberación
individual y el compromiso social, desde una ética de la responsabilidad, debe descender a la vida cotidiana con el
propósito de liberar al grupo humano. La misión del esclavo liberado, de aquel que ha llegado a la cima del
conocimiento noético, no puede ser la de quedarse ahí en una especie de éxtasis contemplativo; al contrario,
venciendo esa inercia de permanecer en las alturas que podría ser lo natural, su fin sería ocuparse en los asuntos
humanos. En cuanto una persona conoce la bondad, necesariamente ha de hacer lo que pueda para “usarla como
un ejemplo mediante el cual ordenar su propia vida y la de su ciudad”. La dialéctica es, así un doble proceso
ascendente y descendente. Esto es lo que hace el prisionero cuando, habiendo visitado el mundo exterior, baja de
nuevo a la caverna para ayudar a sus compañeros a reconocer las sombras cuyos originales ha visto. El auténtico
saber dialéctico tiene, pues, fundamentalmente una dimensión práctica: contribuir al bien común. Aquí se
manifiesta la dimensión política que el mito atribuye al filósofo: es a ellos a quienes debe corresponder el
gobierno de la ciudad. Se aprecia aquí la influencia del intelectualismo socrático, el cual identifica el saber y la
virtud: solamente puede hacer cosas buenas, aquél que sabe lo que es el bien; o sólo puede obrar justamente,
aquél que sabe lo que es la justicia. Al mismo tiempo, se advierte la posición contraria al relativismo sofista,
también en materia política. El platonismo propugna un modelo ideal de gobierno en el que puede implantarse la
justicia. Para Platón la felicidad sólo se alcanza con el desarrollo pleno de la personalidad del hombre como ser
racional y, por tanto, moral, es decir con la relación armónica de las partes del alma.
Pero el proceso no está exento de dificultades. Se da una contraposición entre las tinieblas de la caverna y
la luz exterior, es decir entre la ignorancia y la educación. La consecución de aquella armonía es un proceso
costoso, pues el hombre tiende a dejarse llevar por sus instintos, por lo que el acceso a la verdad y el Bien
requiere esfuerzo y no se da de forma natural. Esta dificultad se ve incrementada por el rechazo que la sociedad
plantea al que se atreve a trascender el camino de la opinión y los prejuicios colectivos. Se da el hecho de que la
persona que desciende de haber contemplado la luz al lugar de las tinieblas, también se muestra torpe por
ofuscación, lo mismo que en el sentido contrario; aquí contiene el mito una referencia al maestro Sócrates y a su
vista con la justicia. Platón piensa que a pesar de todo siempre habrá hombres que crean en la supremacía de la
razón y que con una educación adecuada podrán conducir a la comunidad hacia la búsqueda del orden justo y,
por tanto, de la felicidad. La filosofía aparece, pues, siempre como pedagogía, y la preocupación del filósofo se
centra en los que viven en su sociedad, esa pedagogía es, en definitiva, política.
3) TEMAS:
Criterios generales de evaluación.
2.3. Síntesis teórica o doctrinal
El alumno expondrá un tema que guarda relación, directa o indirecta, con el fragmento propuesto;
por tanto, habrá de tener en cuenta lo que dicho fragmento dice o sugiere, pero no tendrá que limitarse al
mismo. Tomará en consideración el pensamiento del autor, incluso el de otros autores, en la medida en
que, por afinidad o por contraste, contribuya a una comprensión más clara del tema que desarrolla.
1. La teoría de las ideas.
Para explicar este tema se debe comenzar dando cuenta del porqué de esta teoría; la manera es
enlazándola con la problemática de los filósofos anteriores. De esto habla el comienzo del punto 4 de nuestra
unidad (La concepción de la realidad) en el apartado “Punto de partida” (pág. 4); se puede aligerar un poco el
contenido pero no se debe omitir ninguno de los intervinientes. Es importante dejar clara la polémica HeráclitoParménides: que para el primero la realidad está en permanente cambio, en un constante fluir, todo es mutable...
y para el segundo la realidad es el ser, un ser estático, inamovible, y de esa dicotomía se derivan consecuencias
para el conocimiento de la realidad que Platón pretenderá resolver. Tampoco debéis de dejar de hablar de los
sofistas que afirmaban la relatividad del conocimiento (no existe verdad absoluta, cada uno tiene su propia
verdad), que contra esto se revelaba Sócrates, para quien son necesarios los conceptos universales que expresen
la esencia de las cosas a través de la definición, haciéndose así posible el conocimiento de la realidad.
El último párrafo del apartado del “punto de partida” nos abre a los contenidos que hemos de abordar a
continuación: la realidad en Platón (ontología platónica), el conocimiento de esa realidad
(gnoseología/epistemología) y la cuestión que enlaza con la naturaleza del ser humano (antropología); la ética y la
política no la habremos de tocar, en tanto que se trataría en el siguiente tema de la educación platónica.
Estas cuestiones pueden extraerse de los apartados siguientes que corresponden. Una síntesis adecuada
de los mismos puede ser lo que sigue, amén de que pueda ser enriquecida en cualquier sentido que se considere.
“La doctrina central de la filosofía platónica es la Teoría de las Ideas (o Formas). Con ella plantea tanto la
cuestión del ser (qué tipos de realidad hay –Ontología-) así como la del conocer (cómo el ser humano llega a
conocerla –Gnoseología-). Esta doctrina consiste en la afirmación de que existen entidades inmateriales,
absolutas, perfectas, inmutables y universales, independientes del mundo físico: por ejemplo, la Justicia en sí, la
Bondad en sí, el Hombre en sí, las entidades y proporciones matemáticas en sí mismas; de ellas derivan su ser
todo lo justo, todo lo bueno, todos los hombres... No se trata de conceptos, es decir, de construcciones mentales;
se trata de realidades, más aún, de las únicas realidades en sentido pleno, ya que de ellas deriva todo lo que hay
de real en el mundo físico.
Propone pues, la concepción platónica de la realidad, la existencia de dos mundos, de dos niveles de
realidad (dualismo ontológico):
Por un lado existe el mundo de las ideas (mundo inteligible o suprasensible), un mundo perfecto,
inmaterial, inmutable, eterno. Es el mundo del ser (la permanencia del ser de Parménides), el mundo verdadero.
A este mundo no se accede por los sentidos sino por el pensamiento.
Por otro lado el mundo sensible, el de los seres materiales, de las cosas, el mundo del devenir, del cambio
y la pluralidad (el devenir de Heráclito). A este mundo pertenece todo lo que percibimos. No es conocido a través
del pensamiento sino que es propio del conocimiento sensorial (dualismo gnoseológico), y puesto que la realidad
física es solo apariencia y no nos da la auténtica realidad, el saber que se deriva de él no es verdadero
conocimiento, los sentidos son inseguros, nos engañan, no son auténtica fuente de verdad.
Lo que Platón sostiene al afirmar la separación del mundo físico es que las ideas no dependen en su ser,
en su esencia y en su permanencia, de las cosas sensibles, pero estas sí dependen de las ideas. Por ejemplo, una
acción es justa en la medida en que en ella se da la idea de Justicia. Pero si ideas y objetos pertenecen a mundos
diferentes ¿qué relación hay entre ellos?
Cada idea participa de las situadas en el plano superior, guardan entre ellas una relación de participación
(méthesis). Las cosas son lo que son porque participan de las ideas. Pero por otro lado, Platón marca la
trascendencia de las ideas respecto de las cosas presentando aquellas como modelos de las cosas. Estas tienden a
copiarlas en un proceso de imitación (mímesis) sin igualarlas nunca.
Las ideas están jerarquizadas y son la esencia y causa de las cosas. Platón presenta el mundo de las ideas
como una pirámide donde las ideas presentan una distribución jerárquica presidida por la idea de Bien, al que
compara con el sol. Bajo este están las ideas éticas y estéticas (justicia, verdad, belleza), más abajo los conceptos
matemáticos, que están por encima de los objetos materiales. A la pirámide en el orden de la realidad se
corresponde también una escala en los grados del conocimiento, siendo el mayor nivel de sabiduría la noesis, el
conocimiento de la idea suprema, el Bien. Ese conocimiento es el máximo grado de episteme (verdadera ciencia
que corresponde a la razón) y el orden del conocimiento de los objetos está considerado como doxa (opinión) que
se corresponde al conocimiento que proporcionan los sentidos. Estas dos fuentes de conocimiento, razón y
sentidos marcan una nueva línea en el dualismo platónico, la del dualismo antropológico: los sentidos se localizan
en el cuerpo y la razón en el alma. Cuerpo y alma son realidades de naturaleza distinta, el primero, de naturaleza
material, pertenece al mundo sensible, la segunda, de naturaleza inmaterial e inmortal, pertenece al mundo de las
Ideas. Con esta dualidad de sustancias contrapuestas en el hombre Platón tiene que explicar cómo se da en el ser
humano el conocimiento de las ideas y lo explica a través de la teoría de la reminiscencia (anámnesis). El alma es
preexistente al cuerpo y antes de habitar en él ha vivido en la contemplación de las Ideas, mundo del cual es
originaria, por ello, aunque el contacto con el cuerpo le hace “olvidar” lo contemplado, conocer las Ideas, para el
alma, significará recordar las Ideas contempladas con anterioridad. Platón traslada, pues, su teoría de las Ideas a la
realidad del hombre. Ha abierto un abismo también en el orden antropológico, entre el mundo del espíritu y el
mundo material.”
2. La educación platónica.
Ha debido atenderse a las instrucciones para la actividad en relación con el texto subido a la página, que
desarrolla este tema.
El texto es el que sigue:
“Platón concibe la educación en función de su ideal político. Hay una vinculación en el pensamiento
platónico entre lo que debe ser la educación de los individuos y el ideal de justicia que debe regir la polis. En La
República se presenta la idea de que la recta educación del individuo supone la realización de la justicia en sí
mismo y será aquella la que garantice la realidad del Estado justo. La base de este principio hay que asentarla
sobre la concepción antropológica platónica, de la que se derivará su doctrina ética y su correspondiente correlato
en el ámbito político. Platón vuelve la vista al alma del hombre en La República, para forjar sobre ella la doctrina
del hombre justo y feliz y la del buen gobierno de la ciudad.
La imagen de la caverna es una imagen del “estado en que se halla la naturaleza humana en relación con
la educación o la falta de ella”. El hombre pertenece, como ser natural, al mundo sensible, pero, en este mundo es
un ser imperfecto, su vida en este mundo es antinatural en la medida en que está encarcelado en lo sensible y
corporal. El ser humano está compuesto de un alma y de un cuerpo ontológicamente heterogéneos (dualismo
antropológico).
El alma es, principio vital que anima al cuerpo (por tanto, “superior” a él) y principio del conocimiento.
Ambas funciones son desempeñadas por facultades o potencias diferentes y que son fuentes de “deseos”
diferentes. La parte apetitiva: es fuente de los deseos relativos a la nutrición y la generación; la parte irascible: es
fuente de los deseos y pasiones nobles; la parte racional: fuente de los deseos de aprender, de saber y
comprender la verdad. La virtud (areté) consistirá en la armonía entre las tres partes de modo que, sin que
ninguna sea anulada, prevalezca la parte racional.
La verdadera educación (paideia) es el medio o camino por el que la naturaleza humana alcanza el bien, la
perfección o excelencia que le son propios. La educación hará posible el retorno a la auténtica naturaleza del
hombre, abandonando el “estado” en que nos lo presenta Platón en el Mito de la caverna, proporcionándole el
conocimiento de la verdad acerca de cómo debe vivir.
La concepción platónica de la educación es diametralmente opuesta a la de los sofistas. Según éstos, la
educación consistía en inculcar a los alumnos ciertos saberes necesarios para alcanzar el poder, el éxito en una
sociedad determinada; de manera que el conocimiento tenía para ellos un valor utilitarista y convencional,
limitado a situaciones concretas.
Frente a ellos, Platón entiende la educación como un auténtico arte de conducir el alma hacia la verdad. El
saber es, pues, una actividad animada por el deseo (eros) de búsqueda en una asociación entre lo conocido y lo
que todavía no se conoce, una anamnesis, en cuanto poseemos una comprensión implícita de todo lo que alguna
vez llegaremos a comprender.
El texto fundamental de la educación griega en tiempos de Platón eran los poemas de Homero, los cuales
no sólo proporcionaban relatos literarios de extraordinaria belleza, sino también todo un sistema de normas de
comportamiento. Sin embargo Platón creía que los efectos morales y teológicos de estos poemas dejaban mucho
que desear, y ello debido a dos razones fundamentales: la antropomorfización de los dioses no proporcionaba
modelos dignos de ser imitados y, por otra parte, contenían una cantidad de fragmentos que podían inducir al
joven a una conducta poco deseable. Platón pretende realizar en su sistema educativo una censura de toda la
literatura en la que los fines estéticos estén por encima de los fines morales; esto es debido a que considera que el
progreso intelectual debe implicar a la vez un proceso de purificación moral; el verdadero objetivo de la
educación es el conocimiento de la verdad y el conocimiento de la verdad es la garantía de una vida buena y
feliz.
Platón pretende en su proyecto de educación combinar el ejercicio físico y la música a fin de conseguir con
ello un desarrollo equilibrado del individuo, pero tanto la música como la gimnasia son meras técnicas y por ello se
encuentran lejos de la verdad. El alma necesitará para acceder a la verdad del auxilio de otras ciencias. ¿Cuáles
son estas disciplinas que sí podemos considerar verdadera ciencia?: Las matemáticas y la dialéctica.
El pensamiento matemático (dianoia) constituye la máxima aproximación al conocimiento de las Ideas,
pero no llega a conseguir su captación final. La dianoia ocupa una posición intermedia entre la opinión (doxa) y el
conocimiento filosófico (noesis). De la misma forma, los objetos matemáticos son algo intermedio entre las Ideas y
las cosas sensibles; pueden ser considerados como “particulares inteligibles”, constituyendo una clase especial de
inteligibles, superiores a los sensibles particulares, pero inferiores a los verdaderos universales o formas.
Por ello la matemática no llega a ser “dialéctica” y se queda a nivel de la dianoia o pensamiento
hipotético. Este tipo de razonamiento ayuda a la mente a desligarse de lo sensible y habituarse a lo inteligible pero
no le permite alcanzar verdadero conocimiento. Para ello es preciso ir más allá de las hipótesis sometiéndolas a
prueba a la luz de los primeros principios, y no descansando hasta alcanzar una verdad suprema a partir de lo cual
se pueda explicar todo lo demás.
La dialéctica, que sí cumple aquella función, es presentada por Platón como la última etapa de su
proyecto educativo, a la que sólo podrán acceder aquellos que habiendo dominado las ciencias matemáticas, se
encuentren ejercitados en pensar. A diferencia del conocimiento matemático, que partiendo de hipótesis no
fundamentadas argumentaba hasta llegar a una conclusión; la dialéctica se nos muestra como un tipo de
pensamiento que remonta los supuestos matemáticos dirigiéndose hacia los primeros principios y culminando con
la comprensión del Bien, primer principio no hipotético. Platón le da carácter de viaje ascensional desde las cosas
hasta las Ideas y sus interrelaciones hasta llegar a la Idea de Bien. Platón denomina al conocimiento dialéctico con
la palabra noesis: captación por la mente de lo universal por encima de lo particular, comprensión de las
realidades universales.
Al que llega a poseer este conocimiento de lo verdadero y lo bueno, no le queda sino intentar que el
mundo sensible se acerque lo más posible al ideal contemplado, por eso la dialéctica es también un proceso
dinámico de actuación sobre el mundo. En cuanto una persona conoce la bondad, necesariamente ha de hacer lo
que pueda para “usarla como un ejemplo mediante el cual ordenar su propia vida y la de su ciudad”. La dialéctica
es, así un doble proceso ascendente y descendente. Esto es lo que hace el prisionero cuando, habiendo visitado el
mundo exterior, baja de nuevo a la caverna para ayudar a sus compañeros a reconocer las sombras cuyos
originales ha visto. El auténtico saber dialéctico tiene, pues, fundamentalmente una dimensión práctica: contribuir
al bien común.
Platón asigna, según vemos, a la filosofía una dimensión política, en virtud de la cual la culminación del
proceso de conocimiento no se queda en la ascesis hacia la contemplación del Bien, sino que debe continuar en la
utilización de todos los conocimientos adquiridos por el filósofo para construir una sociedad justa. La educación
del filósofo tiene el cometido de que éste vuelva a la caverna y ponga sus conocimientos al servicio de la
comunidad. Así el Estado podrá estar gobernado por hombres sabios que realicen el ideal de justicia en la
comunidad política, gobernando ésta “en la vida privada como en la pública”.”
4) CONTEXTUALIZACIÓN:
Criterios generales de evaluación.
2.4. Contextualización del texto
El alumno, por último, remitirá el texto y el pensamiento del autor a los dos siguientes marcos de
referencia, de amplitud creciente:
a) Remisión del texto a la obra a que pertenece (división o estructura, forma, temas, significado general,
etc.), otras obras y el pensamiento del autor (pueden indicarse aquí los temas característicos, la evolución
y significado de su filosofía, incluso los aspectos más relevantes de su vida, etc.).
b) Remisión del pensamiento del autor a la historia de la filosofía (escuela o movimiento en que cabe
encuadrarlo, relación con otros autores, influencias, etc.) y/o a la época en que le tocó vivir (sociedad,
cultura, ciencia, etc.).
Es importante que los datos e informaciones que el alumno maneje en su respuesta a las preguntas
de contextualización sean pertinentes para entender mejor el texto y el pensamiento del autor.
No es en absoluto necesario contextualizar el texto en todos los marcos citados. Es, en cambio,
muy importante que los datos e informaciones que el alumno maneja sean pertinentes para entender mejor
el pensamiento del autor.
Debe tenerse en cuenta que las dos partes de la contextualización, se han de exponer de manera independiente
en el examen (4.1 y 4.2). No se debe olvidar que puntúan de modo independiente; cada parte se valora sobre 1,5
puntos.
4.1. La obra
El texto pertenece al libro VII de la obra platónica La República, subtitulada “Sobre la justicia”. Esta obra
es un diálogo compuesto de diez libros o capítulos. Platón escribe en forma de diálogo, en el que siempre hay un
personaje protagonista. De esta manera, Platón quiere enseñar cómo, mediante las preguntas adecuadas, es
posible conducir a los interlocutores para que encuentren la respuesta correcta. Este estilo lo mantendrá a lo
largo de toda su vida, aunque con ligeros cambios a medida que envejecía.
Los personajes locutores son reales. En la mayoría de los libros son exclusivamente Sócrates, Glaucón y
Adimanto quienes sostienen la conversación. Los dos últimos son hermanos del propio Platón. Y, Sócrates, a
quien Platón convierte en figura central de muchos de sus diálogos, al principio, piensa y habla como el Sócrates
histórico; pero luego termina transformándose en un simple portavoz de la filosofía de Platón. Así ocurre en el
diálogo al que pertenece el texto que comentamos aquí.
Por lo que se refiere a la estructura interna de la obra, cabe distinguir en ella hasta cinco partes:
La primera constituye una introducción al gran tema central: la justicia.
En la segunda trata Sócrates de definir y demostrar la esencia de la justicia, primero en el Estado, y luego
en el interior de cada individuo. Y, por añadidura, de la educación general, o en todo caso de la primera educación
(música y Gimnasia).
La tercera parte incluiría los libros V, VI y VII, en el que está incluido nuestro texto, se examinan las
condiciones de posibilidad del Estado perfecto, o lo que es lo mismo, de la perfecta justicia: la coeducación de
hombres y mujeres, la comunidad de hijos y mujeres y el gobierno de los filósofos, a los cuales, por tanto, debe
prepararse mediante una segunda y muy elaborada educación. Aquí aparece planteado el tema de la paideia
que, a su vez, obliga a discernir qué es la Idea de Bien, y los grados del conocimiento mediante el “símil de la
línea”. Estos últimos temas son los que se recogen de forma alegórica en nuestro texto, en el libro VII, al
tratar, en el Mito de la caverna, sobre la educación de los filósofos llamados a gobernar la ciudad; y extraer
finalmente, tras la descripción del mito, las conclusiones ontológicas, epistemológicas y ético-políticas que
se desprenden de todo ello.
En la cuarta parte se analizan las formas reales de gobierno: timocracia, oligarquía, democracia y tiranía,
todas ellas, en mayor o menor medida, “degeneraciones” de la Forma ejemplar de gobierno.
Por último, en la quinta parte, el libro X vuelve Platón al tema de la censura de la poesía (ya tratado en
libros anteriores) y a un tema tratado en otros diálogos (Fedón): la inmortalidad del alma.
En lo que respecta al conjunto de las obras platónicas permite distinguir cuatro periodos en su
pensamiento:
1) Periodo juvenil, en la que el personaje principal es Sócrates y su tema preferido son los problemas
éticos (Apología de Sócrates, Critón o del deber, Protágoras o de la sofística...); 2) Periodo de transición, en el que,
aún manteniendo su preocupación por las cuestiones éticas y su influencia socrática, ya Platón va incorporando
progresivamente pensamientos originales (Gorgias o de la retórica, Menón o de la virtud, Cratilo o del lenguaje...);
3) Periodo de madurez, en el que Platón emprende el camino de la investigación metafísica, desarrolla su teoría
de las Ideas, sobre la que fundamenta sus concepciones epistemológica y ético-políticas (El Banquete, Fedón o de
la inmortalidad del alma, Fedro o del amor y La República o de la justicia); y 4) Periodo de vejez, donde ejerce
autocrítica corrigiendo o explicando algunas de sus teorías; la figura de Sócrates desaparece y Platón se dedica a
resolver los problemas de su teoría (Parménides o sobre las Ideas, El sofista o del error, Timeo o del cosmos, Las
leyes, Cartas VII y VIII...).
En concreto, el diálogo que contiene nuestro texto pertenece, como queda dicho, a la época de madurez.
La República es, seguramente, el más importante de los diálogos de ese periodo platónico. Su objetivo principal
es mostrarnos cuál es el Estado político ideal en el que los hombres puedan ser mejores. La obra aparece, en
principio, como una constitución política, es decir, como un conjunto de normas para regular la convivencia
social, definiendo los distintos derechos de los ciudadanos. Sin embargo, La República se diferencia de cualquier
otra constitución por dos rasgos:
En primer lugar, la teoría del Estado y de la sociedad no sólo están fundamentadas en la ética (las
constituciones políticas suelen invocar valores superiores, de carácter moral libertad, igualdad, justicia, etc.), sino
en el conjunto de la filosofía. En este sentido, La República constituye un auténtico tratado de filosofía, en el que
son desarrolladas, aparte de una teoría ético-política, una teoría de la educación, una teoría del hombre, una
teoría del conocimiento y, fundamentalmente, una teoría de la realidad.
En segundo lugar, esta constitución política nunca se materializó históricamente, en un tiempo y espacio
reales. Platón nos habla, pues, de un Estado ideal, utópico, pensado e imaginado por él. Aun así, Platón no sólo
fue un teórico, sino también un activista político, que por dos veces intentó llevar a la práctica su pensamiento
social, en la corte de Dionisio II, tirano de Sicilia, con riesgo de su vida. Tal Estado estaría dirigido por una
aristocracia, en el significado etimológico de la expresión: “gobierno de los mejores”. Se trata de una aristocracia
del saber y de la virtud: la aristocracia de los filósofos.
La República tiene una especial significación en el conjunto de la obra platónica por haber quedado en
ella expuesta su teoría de las Ideas. Lo hace mediante símiles y alegorías, como el de la línea y el Mito de la
caverna. En esta última narración queda de manifiesto que hay dos mundos, el sensible y el ideal, y cómo es
posible alcanzar la visión de esas ideas, y con ella, la sabiduría y la justicia.
La teoría de las formas fue muy discutida por los contemporáneos de Platón, su mismo discípulo
Aristóteles le presentó un listado de fundadas objeciones, e incluso fue revisada por él mismo, porque vio lo difícil
que era intentar conectar ambos mundos. Esto último se pone de manifiesto en sus diálogos de autocrítica.
Con todo, el significado y repercusión de este diálogo han sido inmensos, dejándose sentir, no sólo en
toda la historia de la filosofía sino en todo el orbe cultural de Occidente.
4.2. a) Platón y la tradición filosófica griega. Platón en la filosofía posterior.
Visto desde un punto de vista histórico, el pensamiento de Platón constituye un esfuerzo para solucionar
los dos grandes problemas que él hereda de la filosofía anterior:
-
El problema presocrático, relativo a la naturaleza de las cosas: “¿cuál es el origen, la causa y el
fundamento de todo lo que existe?”
- El problema socrático, relativo a la naturaleza humana:” ¿qué es el hombre, y cómo debe comportarse
en función de su ser, tanto individual como socialmente?”
Pues bien, como hemos visto, la teoría de las Ideas soluciona, simultáneamente, ambos problemas. Las
Ideas, en efecto, son la esencia de las cosas; por otra parte, el hombre, cuya alma participa de la eternidad de las
Ideas, ha de reflejar, con su conocimiento y su acción, contra todo planteamiento relativista, esa validez eterna,
no sólo personal, sino colectivamente. Esto último supone reformar la Ciudad-Estado, organizándola de modo
que aquellas realidades, las Ideas, y con ellas la filosofía, como doctrina de las Ideas, obtengan allí el debido
reconocimiento.
Ahora bien, el pensamiento de Platón, en cuanto solución de los problemas de la tradición filosófica, está
influido a su vez por la filosofía de esa tradición. En este sentido, Platón efectuó una síntesis de la filosofía de
Heráclito y Parménides.
En efecto: la noción platónica de mundo inteligible, o reino de las Ideas, con sus caracteres de unidad y
permanencia, está claramente influida por la filosofía de Parménides, para quien el ser es uno e inmutable. Por el
contrario, la visión platónica del mundo sensible, depende del pensamiento de Heráclito, para quien el ser se
reduce al cambio o devenir.
Desde otra perspectiva, las ideas pueden ser consideradas como el equivalente platónico de los números
de los pitagóricos. De la misma manera, las Ideas también pueden ser entendidas como el resultado de otorgarle
realidad a aquellos conceptos, puramente lógicos, por cuya definición preguntaba Sócrates.
Por otra parte, Platón acogió el universalismo de Sócrates contra el relativismo de los sofistas e hizo del
intelectualismo moral de su maestro el eje sobre el que se articuló su concepción de la filosofía como agente
principal de la reforma política en favor de un Estado que gobernara para el bien de la colectividad.
En lo que se refiere a las repercusiones de la obra platónica destacamos la cita de N. Whitehead, quien
señaló que “La filosofía occidental puede reducirse a una serie de notas a pie de página en la obra del gran
Platón.” Puede decirse que la obra platónica, junto a la de su discípulo Aristóteles, proyectan las líneas para el
desarrollo del pensamiento que habrá de regir en la historia filosófica y cultural de occidente. A partir de estos
dos genios se posicionan las grandes corrientes de filosofía. Todos los idealismos o racionalismos son herederos
de Platón: Descartes, Hegel… Todos los materialismos o empirismos se posicionan frente al platonismo y siguen a
Aristóteles. El cristianismo que es la esencia de la cultura occidental se alimenta del platonismo, neoplatonismo y
secuelas en la filosofía de S. Agustín. Las traducciones de Aristóteles, especialmente la de Averroes causa el
averroísmo, donde S. Tomás hace una síntesis del platonismo de S. Agustín y el aristotelismo de moda. El
averroísmo causa el Renacimiento, vuelven a ser protagonistas las matemáticas que causan la revolución liderada
por Copérnico, Kepler, Bruno, Galileo… Después el racionalismo del XVII heredero de Platón, el empirismo del
XVIII discípulo de Aristóteles. Kant en el siglo XVIII fusiona los dos caminos idealismo/empirismo.
Especial repercusión tuvo por la vía idealista en las utopías del Renacimiento, en el socialismo utópico
francés e, incluso, en el mismo marxismo. Sin embargo, como nota negativa, al estatismo racionalista platónico,
que puede atentar contra la libertad del individuo, el pensamiento liberal siempre le ha criticado a Platón este
aspecto, llegándole a considerar como antecedente de los modernos totalitarismos.
De su importancia en la historia da muestra la vehemencia con que, en el s. XIX, F. Nietzsche arremete
contra el legado platónico en la cultura y el pensamiento europeo.
b) Época en la que le tocó vivir
Nótese y téngase en cuenta que las indicaciones sobre el apartado de la contextualización hacen mención a que
“No es en absoluto necesario contextualizar el texto en todos los marcos citados” y que en la referencia a
este apartado se dice: “y/o a la época en que le tocó vivir (sociedad, cultura, ciencia, etc.)”. Podemos
entender con esto que no es obligado hacer referencia, en particular, a este apartado en nuestra
contextualización.
Entre el 500 y el 479 tienen lugar las guerras médicas, que terminan con la victoria de los griegos sobre los
persas y consagran la supremacía de Atenas. El afianzamiento de la democracia en Atenas y la relativa
tranquilidad bélica, permitirá un desarrollo económico y cultural de Atenas, al amparo de su hegemonía política y
militar, durante varias décadas que sólo se verá frenado por el impacto negativo de la Guerra del Peloponeso, una
confrontación entre Atenas (de ideología democrática) y Esparta (de ideología aristocrática) que durará desde el 431 al −404, y que terminará con la derrota de Atenas. A consecuencia de ello, Atenas verá cómo su democracia
es desmantelada, imponiéndose la llamada tiranía de los Treinta, bajo la protección de Esparta, que realiza una
sangrienta persecución de los líderes demócratas. Pese a ello, la democracia será restaurada al año siguiente. La
democracia ateniense intentará reponerse de la derrota ante Esparta entrando en una fase en la que, desprovista
de líderes que consigan un consenso suficiente, la habilidad retórica de los ciudadanos marcará su devenir y la
toma de sus decisiones políticas. Destruida su flota por Esparta, Atenas no volverá a su anterior hegemonía.
La ciudad, al tiempo que es el centro económico, político y social, sirve también de refugio en situación de
guerra. En ella se encuentran el teatro, los gimnasios, los mercados, los templos y las instituciones políticas, pero
también los talleres artesanos y otros centros de actividad económica y cultural. Muchas de ellas, además, se
encontraban en la costa o cerca de ella, por lo que disponían de un puerto marítimo que facilitaba el desarrollo
del comercio. Atenas, siendo una democracia, disfrutaba de una organización social en la que estaban vigentes las
ideas de isonomía (igualdad ante la ley) y el consiguiente derecho a hablar ante la asamblea (isegoría). No todos
los habitantes de la ciudad son ciudadanos, sin embargo. Sólo los varones adultos que hubiesen terminado su
formación militar como efebos (que solía tener lugar entre los 18 y los 20 años) y que fueran descendientes
legítimos de ciudadanos atenienses, eran considerados ciudadanos. Tras las guerras del Peloponeso, en el siglo IV, se calcula que vivían en Atenas en torno a 250.000 personas, incluyendo a los esclavos, de las que menos de
30.000 eran ciudadanos (en total habría unos 100.000 atenienses, contando a los familiares sin derechos de
ciudadanía: mujeres y niños). Remunerados los cargos públicos desde Pericles, solían ser muchos, en las tres
instituciones principales de la democracia: la Asamblea (Ekklesía), el Consejo de los 500 (Boulé) y en los Tribunales
de justicia (Dikastería). La Asamblea tenía como funciones principales la de legislar, la de elegir cargos públicos y
la de juzgar delitos políticos. El interés por lo público y el sometimiento a la ley (nómos) prevalece frente al
individualismo. Durante los años que gobernó Pericles y las siguientes décadas, en Atenas se desarrollaron las
artes y las letras, fueron los años de la Acrópolis, del Partenón, Fidias… El teatro con las tra9gedias de Esquilo,
Sófloces y Eurípides, la comedia con Aristófanes. Tucídides y Heródoto grandes historiadores. El desarrollo
cultural del siglo V atrajo a filósofos de la talla de Anaxágoras, que formó parte del llamado círculo de Pericles, y
también de Demócrito, y a los sofistas, que gozaron de prestigio en Atenas, durante muchos años se encargaron
de la educación de los hijos de las más ilustres familias atenienses, enseñándole el arte de la oratoria y del debate
político, tan necesario para progresar en la vida política; Protágoras, Gorgias, Hipias…
(La CONTEXTUALIZACIÓN elaborada con un mayor nivel de concreción)
4.1. La obra
El texto pertenece al Mito de la caverna, que aparece en el libro VII de la obra platónica La República,
subtitulada “Sobre la justicia”. Esta obra es un diálogo compuesto de diez libros o capítulos. Platón escribe en
forma de diálogo, estilo que mantendrá a lo largo de toda su vida, aunque con ligeros cambios a medida que
envejecía. Los personajes locutores son reales. En la mayoría de los libros son exclusivamente Sócrates, Glaucón y
Adimanto quienes sostienen la conversación. En el mito al que pertenece el fragmento intervienen los dos
primeros; Glaucón prácticamente se limita a asentir al hilo de la exposición y los argumentos del maestro Sócrates.
Por lo que se refiere a la estructura interna de la obra, cabe distinguir en ella hasta cinco partes:
La primera constituye una introducción al gran tema central: la justicia. En la segunda trata Sócrates de
definir y demostrar la esencia de la justicia, primero en el Estado, y luego en el interior de cada individuo. La
tercera parte incluiría los libros V, VI y VII, en el que está incluido nuestro texto, se examinan las condiciones de
posibilidad del Estado perfecto. Aquí aparece planteado el tema de la paideia que, a su vez, obliga a discernir qué
es la Idea de Bien, y los grados del conocimiento mediante el “símil de la línea”. Estos últimos temas son los que se
recogen de forma alegórica en el libro VII, al tratar, en el Mito de la caverna, sobre la educación de los filósofos
llamados a gobernar la ciudad; y extraer finalmente, tras la descripción del mito, las conclusiones ontológicas,
epistemológicas y ético-políticas que se desprenden de todo ello. En la cuarta parte se analizan las formas reales
de gobierno, “degeneraciones” de la Forma ejemplar de gobierno. Por último, en la quinta parte, el libro X vuelve
Platón al tema de la censura de la poesía (ya tratado en libros anteriores) y a un tema tratado en otros diálogos
(Fedón): la inmortalidad del alma.
En lo que respecta al conjunto de las obras platónicas, en el que se suelen distinguir cuatro periodos
(juvenil, de transición, de madurez y de vejez), la República queda encuadrada en el periodo de madurez, periodo
en el que Platón emprende el camino de la investigación metafísica, desarrolla su teoría de las Ideas (El Banquete
y Fedón, pertenecen también a este periodo).
La República es, seguramente, el más importante de los diálogos de ese periodo platónico. Su objetivo
principal es mostrarnos cuál es el Estado político ideal en el que los hombres puedan ser mejores. La obra aparece,
en principio, como una constitución política, es decir, como un conjunto de normas para regular la convivencia
social. Constituye un auténtico tratado de filosofía, en el que son desarrolladas, aparte de una teoría éticopolítica, una teoría de la educación, una teoría del hombre, una teoría del conocimiento y, fundamentalmente,
una teoría de la realidad. Pero Platón do se limitó, en este terreno a los aspectos teóricos, fue también un activista
político, que por dos veces intentó llevar a la práctica su pensamiento social, en la corte de Dionisio II, tirano de
Sicilia, con riesgo de su vida. Tal Estado estaría dirigido por una aristocracia, en el significado etimológico de la
expresión: “gobierno de los mejores”. Se trata de una aristocracia del saber y de la virtud: la aristocracia de los
filósofos.
La República tiene una especial significación en el conjunto de la obra platónica por haber quedado en ella
expuesta su teoría de las Ideas. La teoría de las formas ha sido discutida aún desde el tiempo de Platón; su mismo
discípulo Aristóteles le presentó un listado de fundadas objeciones, e incluso fue revisada por él mismo.
Con todo, el significado y repercusión de este diálogo han sido inmensos, dejándose sentir, no sólo en
toda la historia de la filosofía sino en todo el orbe cultural de Occidente.
4.2. La historia.
Visto desde un punto de vista histórico, el pensamiento de Platón constituye un esfuerzo para solucionar
los dos grandes problemas que él hereda de la filosofía anterior:
- El problema presocrático, relativo a la naturaleza de las cosas: “¿cuál es el origen, la causa y el
fundamento de todo lo que existe?”
- El problema socrático, relativo a la naturaleza humana:” ¿qué es el hombre, y cómo debe comportarse
en función de su ser, tanto individual como socialmente?”
Pues bien, como hemos visto, la teoría de las Ideas soluciona, simultáneamente, ambos problemas. Las
Ideas, en efecto, son la esencia de las cosas; por otra parte, el hombre, cuya alma participa de la eternidad de las
Ideas, ha de reflejar, con su conocimiento y su acción, contra todo planteamiento relativista, esa validez eterna, no
sólo personal y privado, sino también en lo colectivo y público.
Ahora bien, el pensamiento de Platón, en cuanto solución de los problemas de la tradición filosófica, está
influido a su vez por la filosofía de esa tradición. En este sentido, Platón efectuó una síntesis de la filosofía de
Parménides y Heráclito (unidad, permanencia / pluralidad, devenir; episteme / doxa).
Además, desde otra perspectiva, las ideas pueden ser consideradas como el equivalente platónico de los
números de los pitagóricos. De la misma manera, las Ideas también pueden ser entendidas como el resultado de
otorgarle realidad a aquellos conceptos, puramente lógicos, por cuya definición preguntaba Sócrates.
Por otra parte, Platón acogió el universalismo de Sócrates contra el relativismo de los sofistas e hizo del
intelectualismo moral de su maestro el eje sobre el que se articuló su concepción de la filosofía como agente
principal de la reforma política en favor de un Estado que gobernara para el bien de la colectividad.
En lo que se refiere a las repercusiones de la obra platónica destacamos la cita de N. Whitehead, quien
señaló que “La filosofía occidental puede reducirse a una serie de notas a pie de página en la obra del gran
Platón.” Puede decirse que la obra platónica, junto a la de su discípulo Aristóteles, proyectan las líneas para el
desarrollo del pensamiento que habrá de regir en la historia filosófica y cultural de occidente. A partir de estos dos
genios se posicionan las grandes corrientes de filosofía. Todos los idealismos o racionalismos son herederos de
Platón: Descartes, Hegel… Todos los materialismos o empirismos se posicionan frente al platonismo y siguen a
Aristóteles. El cristianismo que es la esencia de la cultura occidental se alimenta del platonismo, neoplatonismo y
secuelas en la filosofía de S. Agustín. En el Renacimiento, vuelven a ser protagonistas las matemáticas que causan
la revolución liderada por Copérnico, Kepler, Bruno, Galileo… Después el racionalismo del XVII heredero de Platón,
el empirismo del XVIII discípulo de Aristóteles. Kant en el siglo XVIII fusiona los dos caminos idealismo/empirismo.
Especial repercusión tuvo por la vía idealista en las corrientes utópicas, desde las utopías del
Renacimiento, en el socialismo utópico francés e, incluso, en el mismo marxismo. Sin embargo, como nota
negativa, se ha criticado desde el pensamiento liberal, las posibles derivaciones totalitarias que han podido
desarrollarse históricamente con cierta inspiración de lo que aquellos consideran un excesivo estatalismo
racionalista platónico.
De su importancia en la historia da muestra la vehemencia con que, en el s. XIX, F. Nietzsche arremete
contra el legado platónico en la cultura y el pensamiento europeo.
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