Ocho Aportaciones Clínicas de Freud sobre la Voz

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Araceli Colín Cabrera
OCHO APORTACIONES CLÍNICAS DE FREUD SOBRE
LA VOZ
Oito Contribuições Clínicas Freud na Voz
Artigo Original
Eight Clinical Freud’s Contributions of Voice
Huit Apports Cliniques de Freud sur la Voix
Resumen
El objetivo de este texto es mostrar los avances de una investigación sobre la voz. En este
caso se trata de exponer algunos de los aportes y observaciones clínicos de Freud. En la
medida que no hizo de la voz un concepto Freud oscila entre la noción de voz como fenómeno
y la noción de voz como resto irrepresentable y por tanto separado de la palabra. Agrupamos
las observaciones de Freud en ocho apartados. Se subraya la importancia de la voz para que
resuene en el cuerpo, generalmente comprometida con los afectos y desligada en un primer
tiempo de la palabra. La voz será indispensable para la constitución de la pulsión.
Palabras clave: voz, juicio de atribución, juicio de existencia, escisión entre voz y palabra,
pulsión, alucinación auditiva.
Resumo
O objetivo deste artigo é mostrar o progresso de uma investigação sobre a voz. Aqui se
trata de apresentar algumas das contribuições e observações clínicas de Freud. Como ele
não considerou a voz um conceito ele oscila entre a noção de voz como um fenômeno e a
noção de voz como um resto irrepresentável e, portanto, separado da palavra. Agrupamos as
contribuições de Freud em oito seções. Se enfatiza a importância da voz enquanto ressonante
no corpo, geralmente comprometida com os afetos e separada, em um primeiro momento, da
palavra. A voz será essencial para a formação da pulsão.
Araceli Colín Cabrera(1)
1)
Psicoanalista. Es licenciada
y maestra en psicóloga clínica por la
Universidad Autónoma de Querétaro y
doctora en Antropología por la Universidad
Nacional Autónoma de México. Es docente
e investigadora de la Facultad de Psicología
de la Universidad Autónoma de Querétaro.
Palavras chave: voz, julgamento de atribuição, clivagem entre a voz e a palavra, julgamento
de existência, pulsão, alucinação auditiva.
Abstract
The goal of this text is to highlight the progress of an investigation on voice. This is exposing
some of the clinical Freud’s observations. As he did not theorize this notion, he oscillated
between considering the voice sometimes as a phenomenon and in other occasions as a
remainder, and therefore impossible to be represented. The voice will remain separated from
the word. Freud’s contributions were classified into eight sections. The importance of voice
is emphasized because it resonates in the body; it is usually committed with the affections
and detached from the word in the first time of the judgment. The voice will be essential for
the formation of the drive.
Recebido em: 08/07/2013
Revisado em: 15/06/2015
Aceito em: 22/06/2015
Keywords: voice, judgment, split between voice and speech, drive, auditory hallucination.
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Revista Subjetividades, Fortaleza, 15(1): 142-152, abril., 2015
Ocho Aportaciones Clínicas De Freud Sobre La Voz
Resumé
Le but de cet article est de mettre en évidence les progrès d’une
recherche sur la voix. Dans ce cas, on expose quelques-unes des
observations cliniques de Freud. Comme il n’a pas conceptualisé
la notion de la voix, Freud oscille entre la notion de la voix comme
un phénomène, objective, et la notion de la voix comme un reste
et donc irreprésentable, séparé de la parole dans un première
temps. On regroupés les apports de Freud en huit sections. On
remarque l’importance de la voix parce qu’elle résonne dans le
corps, généralement engagé avec les affections et détaché de la
parole dans un premier temps du jugement. La voix est essentielle
pour la constitution de la pulsion.
Mots-clés: voix, jugement d’atribution, jugement d’existence,
clivage entre la voix et la parole, pulsion, hallucination auditive.
¿Qué es la voz para Freud? No es una noción que él
haya teorizado. El interés de ir a buscar sus observaciones
y aportes deriva de la formalización que hizo Lacan de la
voz como un soporte del objeto a causa de deseo. Lacan fue
quien acuñó el término pulsión invocante y quien avanzó
en la relación de la voz con el goce. Extraje exclusivamente
aquello que se diferencia de la palabra. Freud oscila entre
(1) considerar la noción de voz como fenómeno (sonoro o
insonoro), (2) considerarla como algo que puede separarse
de la palabra (hipnosis o canto), (3) La versión castellana
traduce pasajes de textos de Freud con el término “voces”
para referirse a palabras, frases o fragmentos de frases,
dichas por los padres y otros, acepción en la que no me
detendré en este texto; y (4) considerar las vicisitudes de
la voz, por un lado como un resto inasimilable producido
por la primera organización psíquica, y otra parte de la voz
que se incorporará para que el niño tenga su propia voz.
La cuarta perspectiva es la de mayores consecuencias. Lo
planteado en el punto cuatro es una construcción resultado
de hacer dialogar algunos textos de Freud. Por limitaciones
de espacio sólo me referiré aquí a ocho aportaciones.
Voz viene del latín vox, vocis, para la lengua castellana
y según el Diccionario de la Real Academia es un sonido
que el aire, expelido de los pulmones, produce al salir de
la laringe, haciendo que vibren las cuerdas vocales. Para
el psicoanálisis la voz trasciende la dimensión sonora.
La opinión de los psicoanalistas se divide en este punto.
Quedará en reserva discutir, para el futuro, esta cuestión
porque rebasa los propósitos de este trabajo. Al final de
este artículo emitiré mi opinión sobre si la voz tiene o
no significación, como una conclusión provisional, y
exclusivamente en relación con Freud.
La voz es un recurso fundamental de la subjetivación
y es un vehículo de la comunicación de los afectos. Es
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difícil disfrazar un afecto en la voz. Ya sea cólera, tristeza,
angustia o júbilo, producen brillantez u opacidad, variación
en el timbre, en el volumen, en el ritmo, y transmiten a otro
algo que no está en el decir, y más allá de la voluntad de
quien la emite. Su carácter evanescente es lo que hace que
se preste para expresar lo inconsciente y para dejar algo en
el enigma, y en el equívoco.
En mi opinión el punto nodal de las aportaciones
de Freud es el juicio pues permite organizar sus otros
hallazgos. El juicio opera en dos tiempos. El primero que
produce un resto de la voz del semejante, inasimilable, y
el segundo, otra voz que podrá ser simbolizada y enlazarse
a la palabra. La revisión de esta importante cuestión de la
voz, relativa al juicio, se debe a los aportes de Vives (2001)
con quien encontré algunas coincidencias. He buscado no
hacerle decir a Freud cosas que no dijo. Pero sí extraer
consecuencias de sus observaciones y hallazgos.
De la escisión entre voz y enunciado en la
sugestión e hipnosis
Freud destacó tempranamente el carácter seductor que
la voz tiene y la eficacia simbólica efímera del ensalmo, de
decisiva influencia en la sugestión y en la hipnosis. Advirtió
que la voz puede comunicar una intención distinta, a la frase
de la orden hipnótica, por el tono. Si el hipnotizador no está
seguro de hipnotizar lo delatará su voz, aunque la orden
diga otra cosa. Entonces la hipnosis no se logrará. La voz
entonces comunica algo que va más allá del enunciado, y con
frecuencia puede revelar una contradicción o simplemente
un mensaje muy distinto a lo dicho con palabras (Freud,
1891/1986a, p. 137). Y más tarde daría argumentos para
pensar que esa separación entre la voz y la palabra es
consecuencia de ser sujetos divididos. Voz y enunciado
juntos constituyen una enunciación.
Para el infante la voz del adulto sin palabra (como grito,
interjección, gemido, etc.) puede permanecer como enigma,
como huella no ligada. Y estas experiencias tempranas con
la voz del adulto que indujeron estados afectivos se reactivan
en la hipnosis y en la masa. El hipnotizado y el miembro
de una masa regresionan a momentos de desvalimiento
(1921/1984d, pp. 111, 116-117).
Más de dos décadas después Freud volvería a la cuestión
de la hipnosis y la sugestión para analizar el fenómeno de la
masa como una entidad que sufre regresiones a fases de la
vida de un gran desamparo y luego de una gran dependencia
y que por eso demanda un líder que hable por ella. La
voz del líder y lo que ella transmite, devienen recursos
indispensables en la relación con una masa.
La situación es la misma que si el hipnotizador hubiera
dicho a la persona: «Ahora ocúpese usted exclusivamente
de mi persona; el resto del mundo carece de todo
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interés». Desde el punto de vista técnico, sin duda,
sería inconducente que el hipnotizador pronunciara
esas palabras; ellas arrancarían al sujeto de su actitud
inconsciente y lo estimularían a la contradicción
consciente. Pero al par que el hipnotizador evita que el
pensar consciente del sujeto se dirija sobre sus propósitos,
y este se absorbe en una actividad a raíz de la cual el
mundo no puede menos que vaciársele de interés, ocurre
que inconscientemente concentra en verdad toda su
atención sobre el hipnotizador, se entrega a la actitud del
rapport, de la trasferencia, con el hipnotizador. (Freud,
1921/1984d, p. 120)
A propósito de la extraordinaria transformación
que un individuo pensante sufre al estar en una masa
Freud reflexiona sobre la identificación. La identificación
tiene una función de lazo vinculado al ideal del yo y está
implicada con la inducción recíproca de los afectos (Freud,
1921/1984d, p. 80). Esto nos remite a una de las razones
de la regresión. Desde el Proyecto de una psicología para
neurólogos (Freud, 1950/1986g) consideró que los afectos
eran un resto de las vivencias de satisfacción y dolor.
¿Acaso puede haber ideal del yo sin una voz que actualice
para el niño lo que se espera de él? Esa estructura de la
relación entre un yo y un ideal del yo se recrea en la masa.
La eficacia del dominio sería difícil pensarla si el líder sólo
tuviera enunciados sin voz. La película El discurso del Rey
dirigida por Hooper (2010), ofrece claramente la evidencia
de que un gobernante, por tartamudear, no puede hablarle
a su pueblo, no hace lazo en acto, no se puede constituir
propiamente en un líder. Podrá transmitir un discurso a
través de terceros, pero ya no tiene el mismo efecto.
De la voz y la pulsión.
La importancia que tiene para el infans la voz del
semejante se puede deducir de su texto matricial: En el
Proyecto del 1895 [1950]. Freud no destaca la voz de manera
explícita, pero es uno de los rasgos del complejo perceptivo
del semejante y seguramente el más importante. Cuando se
refiere a esos rasgos dice “registros visuales, auditivos y de
movimiento” (Freud, 1950/1986g, p. 377). De ese complejo
perceptivo extraemos que la palabra y voz de la madre van
a formar parte de la acción específica una vez que ella ha
localizado lo que cancela la tensión del infante.
La inervación lingüística es originariamente una vía de
descarga que opera a modo de una válvula para ψ, a fin de
regular las oscilaciones de Q ʼn; es un tramo de la vía hacia
la alteración interior, que constituye la única descarga
mientras la acción específica esté todavía por descubrirse
(…) Dicha vía cobra una función secundaria, pues llama la
atención del individuo auxiliador (por lo común, el objeto
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deseo mismo) sobre el estado anhelante y menesteroso del
niño, y a partir de entonces sirve para el entendimiento
{comunicación}, siendo así incluida dentro de la acción
específica. (Freud, 1950/1986g, p. 414)
El término que emplea Freud y que se tradujo como
entendimiento es Verständigung. Otras acepciones de dicho
término son: notificación, comunicación, recepción. La
voz de la madre va a ser un objeto a incorporar junto con
el pecho. La voz es lo más cercano a la pulsión oral. La
incorporación del pecho provee el molde de la incorporación
de la voz. El llanto, como esbozo de su voz, está dirigido a
la madre, o como dice Freud “al semejante que auxilia al
infante”. La voz materna es un objeto de primer orden para
la constitución de la pulsión.
Una primera organización sexual pregenital es la oral o,
si se prefiere, canibálica. La actividad sexual no se ha
separado todavía de la nutrición, ni se han diferenciado
opuestos dentro de ella. El objeto de una actividad
es también el de la otra; la meta sexual consiste en la
incorporación del objeto, el paradigma de lo que más
tarde, en calidad de identificación, desempeñará un papel
psíquico tan importante. (Freud, 1905/1978b, p. 180)
En el Manuscrito G (Freud, 1895/1986c, p. 242) ofrece
su único esquema de la pulsión al que le pone tres puntos
que organizan un circuito y no un concepto dicotómico
fronterizo entre cuerpo y psique, como generalmente se le
ha transmitido. Si hay tres puntos del circuito pulsional, el
que es organizador es el objeto que procura el semejante
auxiliador con su “acción específica” (Freud, 1950/1986g,
p. 362). Esta acción específica no es un contexto del objeto
es un factor constituyente del mismo, acción por excelencia
diferenciadora y soporte del sistema simbólico. Del
semejante provendrá voz, mirada, nutrientes y libido (que
lo coloca como “His Majesty the baby”) para la experiencia
de satisfacción, así como también, tendencias adversas a la
misma satisfacción.
Freud plantea el carácter especular en que la voz se
pone en juego, así sea bajo la forma del grito. Cuando
digo especular, me refiero a que Freud considera que el
niño asocia el grito del adulto con el suyo propio, y le
hace recordar vivencias dolorosas. “(…) por eso se puede
hablar de un valor imitativo de una percepción” (Freud,
1950/1986g, p. 379), una suerte de mimetismo, lo mismo
dice de los movimientos corporales. Esa alteridad de la
presencia del otro no es alteridad aún para el niño pero se
constituirá más adelante. El grito del adulto le hace recordar
vivencias displacenteras asociadas a su propio grito (Freud,
1950/1986g, p. 377). Es un esbozo del transitivismo. En un
inicio, el grito del infante es una reacción refleja, pero para
la madre es la voz del niño, gracias a eso, el grito tendrá
estatuto de llamado para invocar y para hacerse escuchar.
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Ocho Aportaciones Clínicas De Freud Sobre La Voz
Para que el infante tenga su propia voz, para hacerse
escuchar, es preciso haber escuchado, en un tiempo lógico
anterior, la voz de su madre. Luego se pondrán en juego
para el infante, la pulsión escópica, mirar-ser mirado, la
pulsión de comunicar (Freud, 1905/1986j, p.137), la de ser
reconocido; esta consiste en llamar, hacerse escuchar, ser
escuchado, estas operaciones no las hace el infante solo, es
un circuito pulsional con su madre. La idea de un circuito
pulsional es originalmente de Freud. Su esquema está
direccionado con flechas (Figura 1).
Si seguimos fielmente el gráfico de Freud, la pulsión
tiene tres registros, no dos, (Drang, Vorstellung y Objeckt).
Esa tercera localización (Objeckt) comprende voz, palabra,
(Freud, 1919/1984c, pp.54, 60; 1923/1984e, p. 42).
El juicio como operación que separa una voz como
resto y otra que se enlazará a la palabra.
Freud consideró que el juicio es la operación que funda
el psiquismo y se produce en dos tiempos. Su reflexión
sobre el juicio también la realizó en dos tiempos: (1)
el Proyecto de 1895 y (2) en La negación de 1919. Del
constante contraste entre la percepción del adulto y las
vivencias de dolor y satisfacción del infante, logrará separar
el complejo perceptivo del semejante en dos partes y operar
una distinción yo-no yo.
Y así el complejo del prójimo se separa en dos
componentes, uno de los cuales impone por una
ensambladura constante, se mantiene reunido como una
cosa del mundo, mientras que el otro es comprendido por
un trabajo mnémico, es decir puede ser reconducido a una
noticia del cuerpo propio. (Freud, 1950/1986g, p. 377)
Figura 1. Esquema de la pulsión (Freud, 1895/1986c, p.242)
mirada, y lo que la madre le entrega como don, es la fuente
de todo el circuito. Para que la voz del adulto deje de ser
un mero fenómeno y adquiera la cualidad repetitiva que
organizará la posibilidad de que él tenga voz, se requiere la
operación del juicio. Más tarde integró la pulsión de muerte,
a la que considerará silenciosa; participará como repetición
en la pulsión de reconocimiento por su mezcla con eros
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Al componente permanente, Freud le llama “neurona
a”, también “complejo sujeto”, o Das Ding traducida como
“cosa del mundo”. Consiste en un conjunto de neuronas
constantemente investidas, son restos que se sustraen de
la apreciación judicativa, no pueden ser comprendidos por
huellas mnémicas (Freud, 1950/1986g, pp. 368, 377, 379 y
432). Das Ding es entonces irrepresentable. Al componente
variable, le llama “neurona b”, actividades o predicados,
son comprendidos por un trabajo mnémico y remitidos a
una noticia del propio cuerpo, sí pueden ser comprendidos
por un trabajo de pensar. También plantea que la totalidad
de investiduras ψ (es decir de memoria), en que un
componente permanente se ha separado del componente
variable, es a lo que denominará “yo” (Freud, 1950/1986g,
pp. 368, 373, 377 y 432); podemos entender entonces que
el yo comprenderá investiduras de memoria excepto en su
núcleo o Das Ding.
¿Qué es lo perceptible del semejante? Freud no hace
explícito el término voz, pero sí se refiere a los rasgos
perceptivos del semejante, entre ellos los auditivos, visuales
y de movimiento. Comprende su imagen, especialmente su
rostro y manos, su voz (tono, timbre, volumen, acento), su
mirada, su tacto, su “holding” y, agreguemos nosotros, sus
afectos. Algo de la voz materna será simbolizado y algo
pertenecerá al Das Ding. La voz puede representar algo del
objeto y del propio dolor de su cuerpo que el eyecta como
un no-yo “Toda vez que ante el dolor no se reciban buenos
signos de cualidad del objeto, la noticia del propio gritar
sirve como característica del objeto.” (Freud, 1950/1986g,
p. 415) Ese dolor puede ser un malestar físico, o puede ser
un afecto displacentero producido por los propios afectos
de la madre u otro adulto. De esto se infiere que la voz como
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el cuerpo es transitivo; primero el grito formará parte del
no-yo, pero en el segundo tiempo del juicio integrará lo que
había eyectado.
La voz del semejante sustraída de todo registro mnémico
será su forma más arcaica (Unheimlich) y desligada por
supuesto de la palabra. El recuerdo del infante de la voz
del adulto va a tener un carácter alucinatorio durante un
tiempo prolongado, mientras no se pone en marcha el
proceso secundario (Freud, 1950/1986g, p. 430). La voz
desligada de la palabra generará motivos compulsivos y
puede ser un aspecto que resignifique un trauma, como es
el caso de la viñeta referida en el Proyecto: la joven que
tenía miedo de entrar sola a una tienda. Es la risa (como voz
más la sensación corporal) la que detona la resignificación
y conecta la primera escena con la segunda; risa ligada a la
sensación sexual y al sentimiento de sentirse atraída. La voz
desligada de la palabra estará sustraída de la simbolización
es un resto perceptivo, al igual que los afectos que son restos
de una vivencia ya sea de satisfacción o de dolor (Freud,
1950/1986g, p. 366). Lo no ligado será materia prima de la
fantasía que aparecerá hacia el sexto mes de vida (Freud,
1897/1986f, p. 285). Se conforma con restos cruzados de
cosas oídas y de cosas vistas. Es decir, se creerá haber visto
lo que en realidad se escuchó y se creerá haber oído lo que
en realidad se vio. La mirada entonces puede subrogar la
voz y viceversa.
En el primer tiempo del juicio o juicio de atribución,
“El yo-placer originario quiere, introyectarse todo lo bueno,
arrojar de sí todo lo malo (Freud, 1925/1984g, p. 254).
Y, en el juicio de existencia, “(…) no sólo es importante
que una cosa del mundo (objeto de satisfacción) posea la
propiedad ‘buena’, y por tanto merezca ser acogida en el
yo, sino también que se encuentre ahí, en el mundo exterior,
de modo que uno pueda apoderarse de ella si lo necesita”
(Freud, 1925/1984g, p. 255). El infante recompone lo que
originalmente había eyectado y reconoce que el semejante
auxiliador es, a la vez que nutriente y proveedor de
satisfacción, también es frustrante y ocasionador de dolor.
El clivaje se produce de ambos lados, del lado del infante
y del lado del semejante. Lo no simbolizado de la voz y
la mirada maternas, de alta significatividad, en el primer
tiempo del juicio, permanecerán sin ligadura con un carácter
enigmático e incomprensible y alimentarán la fantasía. El
segundo tiempo del juicio recogerá otros aspectos de voz y
mirada que sí estarán ligados a palabras.
Síntomas que toman como lugar de expresión los
fenómenos relativos a la voz o la voz misma.
Freud descubrió tempranamente en su clínica el papel
de la voz en los síntomas histéricos, sea la tartamudez, la
afonía, los tics, la tussis hysterica, la inhibición espástica, el
chasquido, el grito, y distintos tipos de sordera psicógena.
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Muestra esto en varios casos: Emmy von N, Anna O, Sra.
P., Rosalía, Cecilia M, Cäcilie, Dora, y otros que refiere sin
nombre. Anna O. no reconocía en sus estados hipnoides
la voz de Breuer y sólo se aseguraba de estar frente a él
hasta que le tocaba las manos (Freud, 1893/1985a, p. 55).
En otros momentos su mutismo involuntario y sus tensos
ensayos para hablar, no lograban producir sonido alguno
(Freud, 1893/1985a, p. 50). Sus estados de angustia, a
veces, se expresaban como afasia histérica.
En otras ocasiones el síntoma que recaía sobre la voz
no alcanzaba la propia voz sino la de quienes la rodeaban
y en particular la de Breuer, para quien tuvo una sordera
selectiva. A partir de lo observado por Breuer, la voz
es un objeto separable de quien la emite y puede faltar,
los afectos no son indiferentes en este mecanismo. Ella
presentaba distintos tipos de sordera: no oír, no comprender
cuando hablan, no oír ruidos que la atemorizan, ponerse
sorda por mucho escuchar y espiar (Freud, 1893/1985a,
p. 60). Ésta última da una clave de las otras por el efecto
traumático que produce la voz en la formación de la fantasía
(y particularmente por escuchar demasiado lo que no le
concierne). La voz siempre transmite algo más, enigmático,
no explícito. Sordera o incapacidad de hablar, la voz emerge
ahí como el objeto pulsional en cuestión. Es frecuente que
las pacientes histéricas no puedan hablar en periodos de
crisis, o que cualquier ser humano interrumpa su decir
cuando está al borde del llanto (que es otra forma de la voz),
la angustia u otra intensa manifestación afectiva.
En el caso de Rosalía H. (Freud, 1895/1985b, p. 182),
se trataba de una conversión histérica que se expresaba en
la joven cantante. Su voz no le obedecía en ciertas escalas.
Sentía ahogo y opresión en la garganta y las notas sonaban
estranguladas. La perturbación era intermitente. El análisis
mostró que su tío había abusado sexualmente de ella cuando
quedó huérfana. Ese tío maltrataba a su mujer y a sus hijos;
y al morir la tía, ella protegió a los niños. Sofocando su odio
y desprecio por el tío, se generó la opresión en la garganta.
Así se consolidó el vínculo entre el cantar y la parestesia
histérica. La sofocación de la expresión del odio parece ser
el factor desencadenante. Si hay una pasión que resiste a la
simbolización es el odio. Otra vez tenemos aquí un intenso
afecto que afecta la voz.
La pertinaz tussis hysterica es otra forma de la voz.
Freud se ocupó de ella en Psicología de las Masas para
referirse a la identificación en un internado: donde una
joven con tos recibe una carta de un amado secreto; luego
las jóvenes que son sus compañeras, tienen tos, revelando
así el deseo de estar en la misma situación. La elección
de objeto regresa hasta la identificación que, en este caso,
es parcial y limitada pues toma un único rasgo (Freud,
1921/1984d, p. 101).
La tos como voz histérica confiesa su elección
identificatoria, su lugar en la escena de su fantasía, aunque
se desconozca lo que está en juego. La afonía de Dora
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Ocho Aportaciones Clínicas De Freud Sobre La Voz
le reveló el peso que tenía en ella una voz para hacerse
escuchar, pues si el Sr. K no estaba, hablar perdía todo
interés. Así la afonía aparecía en ausencia y revelaba su
amor por él (Freud, 1905/1978a, pp. 35-36). El silencio
pone de relieve la importancia de la voz como suscitada por
el amado. En cambio la tos de Dora parecía estar dirigida al
padre y comprometida con una fantasía oral de realización
sexual (Freud, 1905/1978a, p. 43). Freud no habló de pulsión
invocante (término que Lacan propone) pero sí habló de
pulsión de ser reconocido (Freud, 1919/1984c, p. 39). Es
con la voz que el ser humano busca hacerse escuchar, ser
reconocido.
Emmy von N., célebre por más de una razón, presentó
síntomas en los que se ponía de manifiesto el compromiso
con la voz: la inhibición espástica y el tartamudeo, y que
en ella no reconoció un símbolo mnémico propiamente
sino la inhibición convulsiva del acto de hablar (Freud,
1895/1985c, p. 111). Destaca Freud que lo que detona los
motivos compulsivos es lo que no se puede traducir (Freud,
1896/1986e, p. 277).
La voz en la asociación libre como vía de acceso a
la verdad del analizante
El carácter evanescente de la voz y su extraordinaria
agilidad para hacer variar una letra y enlazarse a otras
sílabas de las palabras son productores de sentidos. La voz
permite el paso de un lapsus, y de cualquier enunciación que
dice más de lo que pretende decir y, que se pretende decir
de un modo y se escucha de otro. Sin la voz del paciente y
del analista no hay psicoanálisis, y esto tuvo consecuencias
para el método pues así nació la asociación libre y como
consecuencia la transferencia. La voz permite el paso de
significantes. Y aunque Freud no propuso esta noción sí
localizó significantes en sus casos. Al menos tenemos
evidencia explícita de los significantes escuchados con
Elizabeth de R. (Freud, 1895/1985b, pp. 165-167). Freud
descubrió que lo inconsciente desfila por medio de palabras
fragmentadas, por fonemas que la voz vehiculiza en la
enunciación. Freud estaba alerta a las inflexiones, tonos,
matices, ritmo y volúmenes de la voz de sus pacientes
que, en ocasiones se ponen al servicio de la defensa, y en
ocasiones le imprimen al decir una significación particular.
Cuando relata sus casos no deja de describir esta gama de
expresiones que dan cuenta de la vida afectiva “(…) Esto
nos lleva a aquellas perturbaciones del habla que ya no se
pueden caracterizar como deslices porque no afectan a las
palabras individuales, sino al ritmo y la pronunciación del
dicho entero; por ejemplo, el balbuceo y tartamudeo que
se producen en estado de turbación” (Freud, 1901/1986i,
p. 102).
En uno de sus llamados escritos “técnicos”, (Freud
1912/1986m) habla de lo que singulariza a la escucha
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analítica. No se trata sólo de oír las palabras. Escuchar
supone algo más, algo que está entre palabra y voz; y
aunque la metáfora que emplea no es muy afortunada, sin
embargo deja ver una intuición de Freud para mostrar ese
más allá de la palabra:
(…) el médico (…) debe volver hacia el inconsciente
emisor del enfermo su propio inconsciente como órgano
receptor, acomodarse al analizado como el auricular del
teléfono se acomoda al micrófono. De la misma manera
en que el receptor vuelve a mudar en ondas sonoras las
oscilaciones eléctricas de la línea incitadas por ondas
sonoras, lo inconsciente del médico se habilita para
restablecer, desde los retoños a él comunicados de lo
inconsciente, esto inconsciente mismo que ha determinado
las ocurrencias del enfermo. (Freud, 1912/1986m, p. 115)
Lo inconsciente no sólo habla con la palabra, habla
también más allá de ella gracias al auxilio de la voz. La
voz produce deslizamiento entre los fonemas, entre otros
efectos. Se trata en suma de escuchar lo que escapa al
pensamiento de vigilia regido por el proceso secundario.
Sin voz no hay actualización del legado
transgeneracional.
Como ya se mencionó en el apartado dos, la
incorporación es precursora de la identificación. La función
de la voz es unir el cuerpo del niño con una lengua (la de
su región, etnia o país) y con el discurso transgeneracional.
Se incorpora lo que hace falta. El infante incorpora el seno
materno, el alimento, pero también la voz. Un legado se
organiza en torno a una falta. Lo que inserta al infante
en una genealogía es “(…) la identificación primera y de
mayor valencia, del individuo: identificación con el padre
de la prehistoria personal (...)” (Freud, 1923/1984e, p. 33),
registro primero del superyó que es el núcleo del yo (Freud,
1927/1986p, p. 160). La prehistoria es altamente singular,
de lo contrario, toda la humanidad tendría la misma
identificación. No se trata del padre totémico, sino de
aquel que es transmitido en el mito familiar. Freud empleó
el término prehistoria, (1) a veces, como sinónimo de
filogénesis, (2) a veces como sinónimo de primera infancia,
anterior a la latencia, y (3) en el caso del Hombre de las
Ratas, apreciamos otro modo de entender la prehistoria:
está ligada al modo como el padre de este paciente decide
su matrimonio, y al discurso familiar que presiona al hijo
(Ernst Lanzer) a repetir lo que el padre hizo: casarse por
interés económico. (Freud, 1909/1986k, p.156)
Consideremos el mito del padre de la horda como
un recurso lógico e ilustrativo. Como bien destaca Vives
(2001, pp. 160-161) el tema de la identificación en el
advenimiento de la propia voz está claramente explícito
147
Araceli Colín Cabrera
en su texto Tótem y Tabú. Ahí indica que el lazo, con el
padre de la horda “(…) no es otra cosa que la vida de la
víctima, víctima que mora en su carne y en su sangre (…)”
gracias al banquete sacrificial (Freud, 1913/1986n, p. 140),
tiempo de la incorporación luego de la cual vendría una
“(…) identificación que pasaría en parte por una imitación
de esencia vocal (…)” cuando los miembros del clan gritan
la onomatopeya del animal totémico pretendiendo hacerse
reconocer como hijos del muerto (Vives, 2001, p.160).
Muerto el padre, el miembro de la fratría puede usar su voz
para invocar. Es necesario haber perdido un objeto para
acceder a la propia voz. La doble presencia del padre, por el
sacrificio primitivo, como dios y luego como tótem (Freud,
1913/1986n, p. 149) corresponden al primer y segundo
tiempos del juicio respectivamente.
Freud estableció una relación lógica entre el totemismo
y el Edipo. El superyó encarnaría la ley que prohibiría la
repetición del asesinato. Se trata de una instancia que encarna
la ley y la filiación. El superyó, en su primera inscripción,
será una instancia necesaria para hablar. Llama la atención
que Freud, en El yo y el ello, emplee como sinónimos
tanto al superyó como al ideal del yo. En ese texto le da
un lugar importante a la cuestión de la voz al localizar en
su aparato psíquico (segunda tópica) un casquete auditivo
o calota acústica (Hörkappe) (Freud, 1923/1984e, p. 26)
sobre el lado izquierdo, del mismo lado donde ubicará al
superyó hasta un esquema de 1933 (Freud, 1933/1986q, p.
73) (figura 2), pues el superyó está constituido por restos de
cosas oídas. Por eso en su segunda tópica la relación entre
el ello y el superyó es muy cercana y claramente dice que el
superyó hace resucitar figuras yoicas más antiguas (Freud,
1923/1984e, p. 40), mismas que no podrían resucitar sino
por una voz que las actualiza.
Freud plantea que el superyó es un subrogado del
ello (Freud, 1924/1984f, p. 172) y que clínicamente es
difícil de reconocer la diferencia entre ambos. El ello es lo
no subjetivado, el superyó en cambio, se teje a partir de
una primera identificación. Tanto la idea de un ello que
alberga innumerables existencias-yo, como la segunda de
que el superyó es un sustituto del ello, serían imposibles
sin la voz como objeto pulsional por excelencia. La voz
actualiza lo “heredado”. El superyó procura un recorte
singular distinto para cada integrante de una familia. Esta
perspectiva interroga también por supuesto la noción de
ello como reservorio pulsional originario1, pues si la pulsión
es altamente singular no habría un ello dado desde el origen,
si entendemos que la pulsión supone una trabazón corporal
que se produce gracias a las vivencias. Una conclusión
que emana de esta reflexión es que, entonces, el modo de
recoger un legado generacional de naturaleza discursiva,
que comprende también lo que está a medio decir gracias
a la voz, ocurre inicialmente por vía del superyó y luego
de la pulsión. Y no del ello como instancia a menos que
entendamos a éste como sede del mito familiar.
La voz, lo mal-escuchado o incomprendido y la
formación de la fantasía.
El hallazgo de Freud sobre la participación de la voz en
la fantasía es muy temprano. Se lo encuentra en sus cartas
a Fliess y en sus manuscritos. Las fantasías se forman
con restos de cosas oídas y mal comprendidas, que fueron
resignificadas con posterioridad. Lo oído, gracias a la voz,
1
Esta noción es solidaria con la idea de “pulsiones congénitas”
de las que Freud habla en su apartado VI de “Más Allá de principio del
placer” que es el menos psicoanalítico de todos los apartados de ese texto
pues no se apoya en lo que encuentra clínicamente sino en trabajos de
biólogos. Aunque ciertamente Freud osciló entre esta perspectiva más
filogenética y considerar al ello como un “ello que habla en el sujeto” en el
sentido en que lo propuso Groddeck.
Figura 2. Segunda tópica (Freud, 1923/1984e, p.26) (Freud, 1933/1986q, p. 73)
148
Revista Subjetividades, Fortaleza, 15(1): 142-152, abril., 2015
Ocho Aportaciones Clínicas De Freud Sobre La Voz
inscribirá luego la palabra cuando ya haya representaciones
y proceso secundario. Pero sin la voz no habría forma de
que se vinculara el cuerpo con el lenguaje.
La hiperestesia auditiva de algunos insomnes adultos
está relacionada con épocas muy tempranas de la infancia,
cuando el sujeto cohabitaba en la misma habitación de los
padres y tenía ocasión de ver mucho y oír mucho más,
cuando aún no había alcanzado la capacidad de hablar.
Así, con la primera polución nocturna, se resignifican
esas fantasías onanistas con el tiempo primero traumático
de la escena primaria, resultado de lo cual se produce un
insomnio como formación de compromiso: por un lado,
una defensa contra esas percepciones nocturnas y por otra,
un deseo de conservar la vigilia en que pudo espiar esas
impresiones (Freud, 1939/1986r, pp. 75-76). Entonces
uno de los efectos traumáticos de la fantasía de la escena
primaria retorna en algunas formas de insomnio. Traumático
porque no se puede ligar. La voz en la escena primaria no
tiene como función principal ser vehículo de la palabra sino
del goce (gemido, llanto, y vocalizaciones que no tienen
sentido para el infante). El infans estuvo incluido en esa
escena negligentemente como “testigo”, a la espera de que
luego las palabras de los padres y sus intersticios, pudieran
transmitir qué querían de él.
La conjunción de cosas vivenciadas, sentidas y oídas
se expresa también bajo los fenómenos conocidos como:
“dejà vecu” (lo ya vivido), “dejà vu” (lo ya visto), y
“dejà raconté” (lo ya platicado), “dejà entendu” (lo ya
escuchado), dejà sentí (lo ya sentido). Freud lo explica así:
En un momento anterior hubo una percepción inconciente,
que sólo ahora bajo el influjo de una impresión nueva
reanima la anterior y alcanza la conciencia, pero no aún
el sentido que está en juego. Esta idea la tomó de Grasset
(Freud, 1914/ 1986o, p. 208) y la constató en su clínica.
Estos hechos que se presentan bajo este fenómeno son
de gran significatividad (Freud, 1914/1986o, p. 209). Se
relacionan con fantasías insusceptibles de conciencia. Estos
fenómenos constituyen un retorno al primer tiempo del
juicio donde el clivaje aún no se producía y el infante reunía
en su yo lo bueno y expulsaba lo malo.
Las voces en la alucinación auditiva.
Sobre la alucinación se encuentran en la obra de Freud
muy pocas referencias. Y las alucinaciones auditivas que
tuvo ocasión de referir eran de sus histéricas y de algunos
casos de paranoia que atendió en su juventud, o su reflexión
sobre el caso Schreber, donde analiza los enunciados del
delirio sin la voz, puesto que analiza un documento escrito.
Afirmaba Freud que persona sana sólo hace resonar
quedamente lo que ha escuchado, en cambio la excitabilidad
anormal recrea lo oído de modo alucinatorio como una
sensación auditiva real. Plantea que no todos los fenómenos
Revista Subjetividades, Fortaleza, 15(1): 142-152, abril., 2015
de la histeria son ideógenos, pues no siempre tienen que ver
con representaciones-palabra (Freud, 1895/1985d, p. 202).
El primer registro de la voz escapa a la representaciónpalabra; es signo de percepción. Los tonos de voz inducen
determinados afectos como en el caso de la Sra. P (Freud,
1896/1986h, p. 179). Freud tenía en ese tiempo la hipótesis
de que la alucinación se producía, o bien porque el
paciente había reprimido el afecto, o bien porque no había
representación de ello y que retornaban como alucinaciones
de voces que le hacían reproches. En el manuscrito K
dirigido a Fliess se refiere a las alucinaciones auditivas en
la paranoia.
Por tanto, el síntoma primario así formado es la
desconfianza (susceptibilidad frente a los demás).
Mediante este proceso, un auto-reproche queda privado
de todo crédito. Podemos presumir que existen distintas
formas, según que sólo el afecto haya sido reprimido por
proyección o también se haya reprimido el contenido
de la vivencia. En tal caso, el retorno comprenderá
únicamente el afecto penoso o, junto con él, el recuerdo
correspondiente. En el segundo caso, único que conozco
con cierta precisión, el contenido de la vivencia retorna
como una simple ocurrencia o como una alucinación
visual o sensitiva. El afecto reprimido parece retornar
invariablemente en la forma de alucinaciones con
percepción de voces. (Freud, 1896/1986d, p. 267)
En 1915 planteó que los afectos no se reprimen (Freud,
1915/1984b, p. 174). En cualquier caso, los afectos están
comprometidos con la voz, y específicamente, según
observó en la Sra. P, con el tono de voz.
En sus Estudios sobre la Histeria planteó que la
alucinación consiste en un pensamiento sonorizado y que
en el pensar normal se escucharía esa voz des-sonorizada
(Freud, 1895/1985d, p. 203). La representación de una
voz, se haría resonar quedamente en el “oído interior”, lo
contrario es resultado de una excitabilidad anormal, un
fenómeno patológico. De las clases con Charcot extrajo
una enseñanza: que la fase alucinatoria de las histéricas
(denominada attitudes pasionelles) se trataba de la
reviviscencia alucinatoria de una escena significativa para
la contracción de la neurosis (Freud, 1894/1986b, p. 171).
Lo visto y lo oído están ahí combinados de modo particular;
es el tiempo de la fijación del trauma. Es fijación de lo
incomprensible pues no está ligado a la palabra. Afirmó que
la alucinación es un fenómeno que emerge como movimiento
regrediente, pues es de los primeros mecanismos que realiza
el infante frente a la tensión y la búsqueda de descarga: la
alteración interior, expresión de las emociones, berreo e
inervación vascular (Freud, 1950/1986g, p. 362). De nuevo
destacamos aquí la relación entre la voz y los afectos. La
animación del deseo produce inicialmente en el bebé el
mismo efecto que la percepción, es decir: una alucinación
149
Araceli Colín Cabrera
(Freud, 1950/1986g, p. 364). La alucinación es resultado
de un estado no ligado también llamado proceso primario.
La voz alucinatoria aparece como algo separado del
contexto. Tiene, dice Freud, un lugar equivalente al de la
voz del superyó. Sólo que no bajo la forma del tú sino en
tercera persona. “La queja de la paranoia muestra también
que la autocrítica de la conciencia moral coincide en el
fondo con esa observación de sí sobre la cual se edifica.”
(Freud, 1915/1984a, p. 93)
Por el trabajo de Freud sobre los escritos de Schreber
podemos advertir que la voz, como un objeto que puede
separarse de quien lo emite, está comprometido con
el cuerpo fantasmático. En este caso, es la fantasía de
emasculación: “Tales exteriorizaciones son decisivas para
situar el delirio de emasculación y, así, para entender el
caso mismo. Agreguemos que las ‘voces’ escuchadas por
el paciente nunca trataron la trasformación en mujer de otro
modo que como una injuria sexual, en virtud de la cual se
consideraban autorizadas a burlarse del enfermo.” (Freud,
1910/1986l, p. 20)
También planteó que la alucinación es de los primeros
mecanismos que realiza el infante frente a la tensión y
la búsqueda de descarga, y que con frecuencia tenían
un carácter imperativo en la paranoia. Este rasgo de las
alucinaciones es compartido con la voz del superyó.
Discusión y conclusiones.
¿Qué era la voz para Freud después de este recorrido?
Aunque hemos planteado en algunos apartados inferencias
o conclusiones provisionales podemos recapitular aquí las
ideas principales. La voz es un componente de la enunciación
junto con la palabra. Es de los primeros rasgos perceptivos
del semejante que, por la operación del juicio, quedará
separado en un resto irrepresentable, no ligado, traumático
y que puede retornar como alucinación y una segunda parte
que quedará enlazada a la palabra. La escisión entre palabra
y voz retornará en todo acto enunciativo. En el caso del
normo-hablante lo sonoro sí cuenta en la enunciación, de
lo contrario no podríamos escuchar, pero no es la sonoridad
sola sino dialogando con la palabra, con el silencio, con el
tiempo, con el ritmo, con el contexto del decir, etc. No es
el sonido el que aporta la significación, pero tampoco sólo
la palabra. Es algo que está en el encuentro entre ambos
registros y considerando el diálogo con el silencio y en un
contexto específico. En la medida en que hay pulsación,
escansión, contraste con silencios hay significación además
de sentido. Hablamos porque hay falta, algo queda sin
decir, a medio decir, hay enigma. La actualización del
legado generacional, ocurre gracias a la voz, pero no a la
voz sola sino en tanto es vehículo de la palabra. Por la voz
se escuchan y aíslan fragmentos de enunciaciones emitidas
por los padres. Es el modo como el infante toma noticia
150
de lo que sus padres quieren de él. En el caso del hipoacúsico su voz no es sonora, está hecha con gestos de su
cara y manos que constituyen signos (lenguaje de señas),
pero que componen su enunciación por la singularidad con
la que cada hipo-acúsico habla al introducir la dimensión
temporal. Los hipo-acúsicos también son sujetos de lo
inconsciente. Algunos hablarán con lenguaje de señas. Ahí
la voz es subsumida por la mirada de quien lo “escucha” y
así la posibilidad de percibir un lapsus.
La voz es el objeto de la pulsión que invoca al semejante
para ser auxiliado, reconocido, nutrido y amado. La voz es
la expresión misma de la invocación, es temporal y por ello
evanescente, da cuenta de la condición de ser seres en falta.
Es una dimensión singularísima comprometida con los
afectos y ligada al lugar de libidinización que asignaron los
padres al infante. Es un aspecto central de la enunciación
por su costado más real y vehículo de la palabra en el habla,
cualquiera que sea su forma (sea en normo-hablantes o en
hipoacúsicos). Sin la voz no hay resonancia en el cuerpo,
no habría pulsiones. La voz actualiza en una enunciación
los enigmas de los deseos de los antepasados, es la vía por
la cual la pulsión se teje con la fantasía.
De los hallazgos y observaciones clínicas de Freud
sobre la voz, el más importante es: el juicio, que produce la
escisión entre palabra y voz y que tiene repercusiones sobre
el modo de considerar la pulsión, el superyó y la alucinación.
Las teorizaciones que realizó son un punto de partida. Sobre
el núcleo del yo Freud dijo cosas diferentes al menos en tres
ocasiones: en el Proyecto, El yo y el ello y en El humor.
Queda para seguir reflexionando cómo resolver que, en el
Proyecto, Das Ding sea el núcleo del yo y por otro lado
que en un texto posterior, El humor (Freud, 1927) el núcleo
del yo sea el superyó. En ambas teorizaciones Das Ding y
superyó son irrepresentables, no ligados, corresponden al
juicio de atribución.
Freud aporta luz sobre las voces de la alucinación,
más allá de descripciones, si consideramos los dos tiempos
del juicio. Las voces hablan en tercera persona, lo que les
aporta la cualidad de lo siniestro (Unheimlich), a diferencia
de su registro y clivaje del segundo tiempo del juicio que se
registrarán como en segunda persona, como un tú que sería
la forma del superyó. Ahí la alteridad ya está integrada, en
el corazón mismo del yo, gracias a la represión.
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10.3917/cm. 063.0157
Endereço para correspondência:
Araceli Colín Cabrera
Endereço: Cerro de las Campanas, s/n Colonia Las
Campanas Querétaro, Qro. C.P. 76010
Email: [email protected]
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