El adquirente de buena fe y las limitaciones urbanísticas

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16 IURIS&LEX
17 ENERO 2014
[El urbanismo del siglo XXI]
El adquirente de buena fe
y las limitaciones urbanísticas
Los terceros adquirentes del edificio cuyo derribo se ordena
no están protegidos por el artículo 34 de la Ley Hipotecaria
Curiosamente, esta doctrina choca frontalmente con
la de la Dirección General de los Registros y del Notariado
POR FERNANDO ACEDO-RICO HENNING Registrador de la Propiedad*
osiblemente la cara más amarga del urbanismo la
encontramos en los expedientes que conllevan la
demolición de edificaciones por motivo de haber sido
declaradas ilegales, casi siempre originado por la anulación de la licencia de edificación.
No cabe ninguna duda de que las edificaciones ilegales nos
perjudican a todos los ciudadanos, ya que entre otras cosas,
eluden la participación de la comunidad en las plusvalías, no
cumplen con los deberes generados por la construcción de
viviendas en cuanto a la cesión del suelo para dotaciones
públicas o la justa distribución de beneficios y cargas entre
los propietarios del suelo. Es básico que las Administraciones
públicas defiendan al ciudadano de estos ‘ataques’ por parte
de los infractores y que sea estrictamente exigente a la hora
de racionalizar el suelo.
La figura que contempla la Administración para este control de ilegalidades es la denominada
Disciplina Urbanística. Su función es la de inspeccionar y controlador del cumplimiento de la normativa urbanística en los actos de edificación y uso del suelo. Estos funcionarios tienen la capacidad de requerir y examinar toda clase de documentación relativa a los planeamientos, para así
poder comprobar que se cumple con la normativa en los actos de edificación y uso del suelo que
se están realizando en una determinada zona sujeta a una normativa urbanística específica.
Desgraciadamente, en algunas ocasiones estos medios de control fallan, y nos encontramos
con construcciones totalmente terminadas y que han sido ejecutadas en zonas cuya calificación
urbanística era distinta a la de la edificación. Igualmente nos encontramos con edificaciones que
no cumplen las normativas establecidas en el suelo donde se ubican, sobrepasando todos los límites establecidos por la normativa vigente.
Pero el caso más grave lo encontramos cuando dichas edificaciones ilegales han sido transmitidas a terceros, mediante el otorgamiento de documentos públicos y debidamente inscritos en
el Registro de la Propiedad. Estos adquirentes que adquirieron el bien desconociendo por completo la situación irregular del inmueble, están protegidos por el principio de fe pública registral.
Existe diversa jurisprudencia sobre este tema, con su correspondiente polémica por el fallo dictado. Las últimas sentencias del Tribunal Supremo están aplicando la siguiente doctrina: “La demolición de lo construido es la consecuencia impuesta legalmente en el caso de anulación de
una licencia concedida con infracción de la normativa urbanística (…) Como hemos señalado en
otras ocasiones, ello es asíaunque el derribo (...) sea una medida gravosa y suponga en símisma
costes elevados”.
Son, sin duda, los invocados con base en los argumentos expresados, derechos respetables y argumentaciones dignas de consideración, pero sin potencialidad jurídica suficiente para enervar la
ejecución de una sentencia firme. Pero sin que en esta reflexión le falte razón al Tribunal Supremo,
lo que realmente genera la polémica interpretativa de la norma es cuando el citado Tribunal, en su
sentencia de 12 de mayo de 2006, manifiesta que “los terceros adquirentes del edificio cuyo derri-
Posiblemente la cara más amarga del urbanismo
la encontramos en los expedientes que conllevan la
demolición de edificaciones por motivo de haber sido
declaradas ilegales, casi siempre originado por la anulación de la licencia de edificación. No cabe ninguna duda
de que las edificaciones ilegales nos perjudican a todos
los ciudadanos, ya que entre otras cosas, eluden la
participación de la comunidad en las plusvalías, no
cumplen con los deberes generados por la construcción
de viviendas en cuanto a la cesión del suelo para dotaciones públicas o la justa distribución de beneficios y cargas
entre los propietarios del suelo.
P
bo se ordena, o de sus elementos independientes, ni
están protegidos por el artículo 34 de la Ley Hipotecaria,
ni están exentos de soportar las actuaciones materiales
que lícitamente sean necesarias para ejecutar la sentencia; su protección jurídica se mueve por otros cauces
(…) No están protegidos por el artículo 34 de la Ley Hipotecaria porque éste protege el derecho real, que pervive aunque después se anule o resuelva el del otorgante o transmitente; pero no protege la pervivencia de la
cosa objeto del derecho cuando esta, la cosa, ha de
desparecer por imponerlo asíel ordenamiento jurídico”.
Curiosamente esta doctrina choca frontalmente
con la de la Dirección General de los Registros y del
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Notariado, que siempre vela por la protección del adquirente de buena fe, como resulta de su últimas resoluciones de fecha 1 y 6 de marzo de 2013, y con la del
Tribunal Europeo de Derecho Humanos, ya que en el Convenio de Roma para la Protección de
los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, de 4 de noviembre de 1950, firmado por España el 23 de febrero de 1978 y ratificado el 27 de noviembre de 1990, en su artículo 1 hace constar que “toda persona física o moral tiene derecho al respeto de sus bienes. Nadie
podrá ser privado de su propiedad más que por causa de utilidad pública y en las condiciones
previstas por la Ley y los principios generales del Derecho Internacional.”
El artículo 34 de la Ley Hipotecaria es claro: “La buena fe del tercero se presume siempre
mientras no se pruebe que conocía la inexactitud del Registro”. No es la primera vez que
desde este foro manifiesto la necesidad imperiosa de la perfecta comunicación entre el Registro de la Propiedad y la Administración, el establecimiento de la obligatoriedad de la inscripción de las
actuaciones urbanísticas en el Registro de la PropieNo es la primera vez que desde este foro manifiesto la
dad. Si los planeamientos urbanísticos fueran de oblinecesidad imperiosa de la perfecta comunicación entre el
gatoria inscripción en el Registro, además de poder
Registro de la Propiedad y la Administración, el establecidar una publicidad real de la situación del bien al ciumiento de la obligatoriedad de la inscripción de las actuadadano, generaríamos una seguridad jurídica incomciones urbanísticas en el Registro de la Propiedad. Si los
parable al poder anotar mediante la anotación de deplaneamientos urbanísticos fueran de obligatoria inscripmanda las posibles ilegales urbanísticas promovidas
ción en el Registro, además de poder dar una publicidad
y seguramente evitaríamos muchos perjuicios al ciureal de la situación del bien al ciudadano, generaríamos
dadano que compra su vivienda y lo único que quiere
una seguridad jurídica incomparable al poder anotar
es disfrutar de ella.
* Fernando Acedo Rico-Henning es decano de Castilla-La Mancha
del Colegio de Registradores de la Propiedad y Mercantiles de
España, doctor en Derecho, profesor de Derecho Civil y consejero
de la Revista Derecho Urbanístico
mediante la anotación de demanda las posibles ilegales
urbanísticas promovidas y seguramente evitaríamos
muchos perjuicios al ciudadano que compra su vivienda.
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