EL PRINCIPIO DE IGUALDAD EN LA FAMILIA Encarna Serna Meroño Profesora Titular de Derecho Civil Universidad de Murcia RESUMEN: La Constitución Española contempla el principio de igualdad con diversos contenidos, tanto desde un punto de vista de igualdad jurídico-formal, como de igualdad real. En gran medida, se constata que la aplicación del principio de igualdad en la regulación de las relaciones jurídico-familiares respeta la igualdad formal. Sin embargo, todavía nos queda un importante camino por recorrer para alcanzar la igualdad real. Hoy todavía subsisten importantes diferencias entre hombres y mujeres, pues es una realidad que en la sociedad española las mujeres no ejercitan sus derechos en las mismas condiciones que los hombres. 144 ABSTRACT : The Spanish Constitution provides for the principle of equality with different content, both from a standpoint of formal legal equality, and real equality. To a large extent, it appears that the principle of equality in the regulation of legal relations is an equal formal family. However, we still have a long way to achieve real equality. Today there are still important differences between men and women, in fact in Spanish society women do not exercise their rights under the same terms as men. EL PRINCIPIO DE IGUALDAD EN LA FAMILIA136 Encarna Serna Meroño SUMARIO: 1. Principio de igualdad y Constitución Española de 1978. 2. El Principio de igualdad en la familia a. En las relaciones conyugales. b. En las relaciones de filiación. 3. Reflexiones finales. 4. Bibliografía. 1. PRINCIPIO DE IGUALDAD Y CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1978. La Constitución de 1978 recoge el principio de igualdad en diferentes artículos y no todos con el mismo alcance. Para una correcta dimensión en la interpretación de estos preceptos se debe tener presente lo dispuesto en el artículo 1.1 donde se establece que “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”, La posición adoptada por el Tribunal Constitucional, como intérprete supremo de la Constitución, se constata en diversas sentencias donde ha señalado que la igualdad se configura en nuestro sistema jurídico como un valor superior o lo que es igual un parámetro axiológico equiparable a la libertad, la justicia y el pluralismo político137 . Por su parte, el artículo 14 dispone que “los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”, es este precepto el principio de igualdad se configura como igualdad jurídico-formal, dentro de la más pura tradición liberal y con el mismo alcance que encontramos en casi todas las Constituciones surgidas durante el siglo XX138. 136 Este trabajo se enmarca dentro del Proyecto de investigación financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación “Capacidad jurídica, discapacitados e incapacitación. Bases para la adecuación del Derecho español a la Convención de Nueva York (DER 2010-20873). 137 Así se expresaba ya en sus inicios, entre otras, en las sentencias n.º 8/1983, de 18 de febrero; la n.ª 63/1983, de 20 de julio y la n.º 3/1983, de 3 de agosto todas ellas de 1983. En parecidos términos en otras sentencias más recientes tales como la nº 201/2007, de 24 septiembre de 2007 y la nº 143/2008 de 31 de octubre. 138 Vid en CARBONELL, M. “Estudio preliminar. La Igualdad y los Derechos Humanos” en El Principio constitucional de igualdad, Comisión Nacional de los Derechos Humanos, México, 2003, pág. 12 145 La sencillez en la redacción de este enfoque, contrasta con la dificultad de su aplicación posterior, pues como se ha señalado139 la igualdad no puede ser interpretada como la exigencia de que la ley tiene que ser siempre y necesariamente igual para todos los ciudadanos porque eso no sería igualdad, sino «identidad», que en cierta manera sería inviable, salvo circunstancias muy particulares. Sobre este presupuesto, hay que saber que el principio de igualdad formal hace referencia a la universalidad de la ley, pero no prohíbe que el legislador contemple la necesidad o la conveniencia de diferenciar situaciones distintas y de darles un tratamiento diverso, que puede incluso venir exigido, en un Estado social y democrático de Derecho, para la efectividad de los valores que la Constitución consagra. El contenido esencial de la igualdad no se encuentra en la prohibición de establecer tratamientos normativos diferenciados, sino en la exclusión de normas diferenciadas no justificadas, que pudieran ser arbitrarias o discriminatorias, el quid por tanto no radica en la «no diferenciación», sino en la «no discriminación». El propio Tribunal Constitucional ha definido el principio de igualdad como la prohibición de toda diferencia de trato que carezca de una justificación objetiva y razonable, y también ha afirmado el carácter vinculante de este principio tanto para el legislador (igualdad en la ley), como para los órganos aplicadores del Derecho (igualdad en la aplicación de la ley) y los particulares (igualdad horizontal). También ha establecido los criterios que permiten distinguir entre una diferencia de trato justificada y otra discriminatoria y, por tanto, constitucionalmente inadmisible y ha otorgado a las condiciones personales explícitamente enunciadas en el artículo 14 el tratamiento de “categorías sospechosas de discriminación”, de tal modo que todo trato desigual basado en alguna de esas circunstancias debe ser sometido a un escrutinio especialmente riguroso, necesitando un plus de fundamentación de su objetividad y razonabilidad para superar el test de constitucionalidad. Todavía, el artículo 9.2 dispone que “Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integran sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social”. Se declara en este importante precepto la exigencia de una igualdad material o sustancial donde se logre una igualdad real y efectiva entre todos los ciudadanos componentes de la comunidad. La igualdad sustancial implica el reconocimiento de diversas diferencias de trato jurídico a favor de personas o grupos concretos, a los que incluso se alude a algunos de ellos en el propio texto constitucional, como por ejemplo la familia, consumidores, etc., en función de criterios de desigualdad jurídicamente razonables y válidos. La redacción del precepto permite que con la finalidad de ir eliminando las dificultades para alcanzar la igualdad real el legislador ordinario pueda dictar medidas de acción positiva. Hay que entender por tal aquellas medidas específicas en favor de determinadas personas con el fin de corregir situaciones patentes de desigualdad. Estas medidas serán aplicables en tanto subsistan dichas 139 En este sentido ver en GARRORENA MORALES, A. “Igualdad jurídica e igualdad real y efectiva en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional” en Anales de Derecho n.º 6 (1984), Secretariado de Publicaciones e Intercambio Científico de la Universidad de Murcia, 1984, pág. 38 y ss. 146 situaciones de desigualdad, esto es, siempre con carácter temporal y en todo caso habrán de ser razonables y proporcionadas en relación con el objetivo perseguido en cada caso140. La diversidad de contenidos de estos preceptos constitucionales ha llevado a afirmar a algunos autores que la igualdad constitucional es contemplada desde una triple condición: como valor superior del ordenamiento jurídico (art. 1.1), como principio (art. 14 - primer inciso-), cuya realidad y efectividad corresponde promover a los poderes públicos (art. 9.2), y como derecho fundamental (art. 14 -segundo inciso-) con tres dimensiones: de libertad, democrática y social, en su ámbito liberal, la idea de igualdad conlleva la prohibición de arbitrio, tanto en el momento de creación de la norma que introduce la diferencia como en el de su aplicación. La igualdad, desde la perspectiva del principio democrático, excluye que ciertas minorías o grupos sociales en desventaja puedan quedarse “aislados y sin voz”. Desde el punto de vista social, la idea de igualdad legitima un derecho desigual a fin de garantizar a individuos y grupos con desventajados una igualad de oportunidades141. Por su parte, el Tribunal Constitucional142 ha mantenido que el art. 1.1 de la Constitución proclama la igualdad como uno de los valores superiores de nuestro ordenamiento jurídico (inherente, junto con el valor justicia, a la forma de Estado Social que ese ordenamiento reviste, pero también, a la de Estado de Derecho) que no solo se traduce en la igualdad de carácter formal contemplada en el art. 14 y que, en principio, parece implicar únicamente un deber de abstención en la generación de diferenciaciones arbitrarias, sino asimismo en la de índole sustancial recogida en el art. 9.2, que obliga a los poderes públicos a promover las condiciones para que la de los individuos y de los grupos sea real y efectiva”. En otros términos, “el art. 9.2 CE expresa la voluntad del constituyente de alcanzar no solo la igualdad formal sino también la igualdad sustantiva, al ser consciente de que únicamente desde esa igualdad sustantiva es posible la realización efectiva del libre desarrollo de la personalidad; por ello el constituyente completa la vertiente negativa de proscripción de acciones discriminatorias con la positiva de favorecimiento de esa igualdad material”. Del art. 9.2 CE, y de la interpretación sistemática del conjunto de preceptos constitucionales, deriva la justificación constitucional de que los cauces e instrumentos establecidos por el legislador faciliten la participación de todos los ciudadanos, removiendo, cuando sea preciso, los obstáculos de todo orden, tanto normativos como estrictamente fácticos, que la impidan o dificulten y promoviendo las condiciones garantizadoras de la igualdad de los ciudadanos. En este punto cabe añadir que la igualdad sustantiva no solo facilita la participación efectiva de todos en los asuntos públicos, sino que es un elemento definidor de la noción de ciudadanía. En atención a estos presupuestos, el legislador ordinario ha aprobado diversas normas en donde se protege el derecho a la diferencia, esto es, a poder seguir siendo personas diferentes 140 Cfr. Art. 11 de LEY ORGÁNICA 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres. En este sentido se pronuncia la mencionada ley que describe el alcance de las acciones positivas que se pueden adoptar con el fin de lograr la igualdad efectiva entre mujeres y hombres. 141 Vid. en BILBAO UBILLOS, J. M. y REY MARTINEZ, F. “El principio constitucional de igualdad en la jurisprudencia española” en CARBONEL, M. El Principio constitucional de igualdad, Comisión Nacional de los Derechos Humanos, México, 2003, pág. 106. 142 En este sentido, se pueden ver, entre otras, la STC n.º 216/1991, de 14 de noviembre; la n.º 12/2008, de 29 de enero; la n.º 13/2009, de 19 de enero. 147 a las demás en un plano de igualdad real, dando así cumplimiento a uno de los preceptos esenciales de nuestro texto constitucional que exige el respeto a la dignidad de la persona, a los derechos inviolables que le son inherentes, al libre desarrollo de la personalidad, así como el respeto a la ley y a los derechos de los demás (Cfr. Art. 10.1 CE). 2. EL PRINCIPIO DE IGUALDAD EN LA FAMILIA Los cambios producidos en el ordenamiento jurídico español respecto a la regulación de la familia tienen su antecedente inmediato en los preceptos constitucionales. Es preciso recordar las afirmaciones de PERLINGIERI143 en cuanto que el análisis de toda materia jurídica, solo puede hacerse a la luz de lo establecido en la máxima ley del Estado, porque ya sea a través de una aplicación indirecta, por la presencia de una legislación ordinaria, de una normativa específica, de cláusula general, o bien por una aplicación directa en ausencia de un enunciado normativo ordinario, la norma constitucional termina por aplicarse siempre. La norma constitucional se convierte en la razón primaria y justificadora de la relevancia jurídica de las relaciones personales y socioeconómicas constituyendo parte integrante de la normativa en que ellas bajo el perfil funcional, se sustancian. Los principios constitucionales suponen no solo reglas hermenéuticas necesarias y útiles para una correcta interpretación de las normas, sino también, una verdadera norma jurídica que regula los comportamiento, idónea para incidir también sobre el contenido de las relaciones jurídicas inter subjetivas que quedan funcionalizadas a los valores constitucionales. Junto a los preceptos constitucionales de carácter más general ya citados en el apartado anterior, también encontramos normas más específicas referidas a las relaciones jurídicas familiares. Nuestro actual texto constitucional sigue el modelo ya fijado en la Constitución Republicana de 1931 y sienta las bases de unas nuevas relaciones jurídicas familiares y las remodela dando un giro copernicano respecto a la regulación anterior. También la mayoría de las Constituciones elaboradas después de la II Guerra Mundial de manera más o menos amplia aluden a la familia144. El artículo 39.1 señala que “Los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia”. Esta disposición encuadrada dentro del Capítulo Tercero referido a los principios rectores de la política social y económica deberán de informar la legislación positiva, la práctica judicial y la actuación de los poderes públicos, lo que evidencia su importancia, pero su infracción no podrá ser objeto de recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional, puesto que solo podrán ser alegados ante la Jurisdicción ordinaria de acuerdo con lo que dispongan las leyes que los desarrollen145 . La familia a la que alude el texto constitucional es una familia nuclear, esto es, la que 143 PERLINGIERI, P. «Il diritto civile nella legalità costituzionale» ESI, Napoli, 1984, pág 218 144 Referencias a la familia podemos encontrar, entre otras, en la Constitución Italiana de 1947 en el artículo 29. También en el Preámbulo de la Constitución de la IV República Francesa (vigente en la Constitución de 1958) y en el artículo 6.1 de la Ley Fundamental de Bonn. 145 Cfr. artículo 53.3 CE. 148 constituyen los padres y los hijos menores y solo excepcionalmente otros parientes y con un modelo plural, puesto que los constituyentes adoptaron una posición eminentemente práctica y, en tal sentido, no se interesaron en mantener la tradicional institución familiar, fundada sobre la base del matrimonio, sino que se preocuparon de garantizar que la principal “función” asignada a la familia quedara resuelta, esto es, el contenido fundamental que une a padres e hijos no estuviera subordinado a la preexistencia del matrimonio, porque también en la familia de hecho los progenitores aseguran el complimiento de las funciones de mantenimiento, instrucción y educación de los hijos en forma responsable y eficaz146. En este sentido el Tribunal Constitucional ha mantenido en reiteradas sentencias147, que el tipo de familia contemplado en nuestra Constitución es un modelo plural y la familia a la que manda proteger admite distintas modalidades. Es evidente que en esta materia ha habido una especial consideración al principio constitucional de respeto al libre desarrollo de la personalidad y la aceptación por parte de los poderes públicos de una sociedad plural que admite pautas de convivencia muy diferentes. a. En las relaciones conyugales. Dentro de los diferentes modelos sobre los que se puede establecer una familia está el que se funda sobre la base de un matrimonio y que el texto constitucional contempla de forma expresa en el artículo 32 donde en su primer apartado dispone que “el hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica”. La inclusión de este artículo evidencia que la igualdad entre mujer y hombre no solo debe extenderse al momento de constitución del matrimonio, sino también durante el mismo y hasta su extinción, lo que implicó un notorio avance en cuanto exige que ambos, la mujer y el hombre van a ser titulares de idénticos de derechos, obligaciones y cargas, plasmándose en su contenido la voluntad del constituyente de promover las condiciones sociales, políticas y económicas que permitan la convivencia entre mujeres y hombres en igualdad de condiciones y sin que prime ningún tipo de dependencia o sometimiento, se exige el máximo y recíproco respeto a cualquiera de los cónyuges, a de su dignidad e integridad. De todos es sabido, que el desarrollo del texto constitucional motivó la publicación de las Leyes 11/1981, de 13 de mayo y 30/1981 de 7 de julio que modificaron la regulación 146 Vid. SERNA MEROÑO, E. «La Reforma de la Filiación», Ed. Montecorvo, Madrid, 1985, pág. 163 y 164. 147 Vid. Entre otras, la STC 222/1992, de 11 de diciembre que resolvió la cuestión de inconstitucionalidad elevada por el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 4 de Fuengirola con el fin de que se resolviera si el art. 58 de la Ley de Arrendamientos Urbanos de 1964 (L.A.U.) era contrario a los arts. 14 y 39 de la Constitución, donde en el FJ 5 sostiene que « Nuestra Constitución no ha identificado la familia a la que manda proteger con la que tiene su origen en el matrimonio, conclusión que se impone no solo por la regulación bien diferenciada de una institución y otra (arts., 32 y 39), sino también, junto a ello, por el mismo sentido amparador o tuitivo con el que la Norma fundamental considera siempre a la familia, y en especial en el repetido art. 39, protección que responde a imperativos ligados al carácter social de nuestro Estado (arts. 1.1 y 9.2), y a la atención, por consiguiente de la realidad efectiva de los modos de convivencia que en la sociedad se expresen. El sentido de estas normas constitucionales no se concilia, por tanto, con la construcción del concepto de familia a la de origen matrimonial, por relevante que esta sea en nuestra cultura -en los valores y en la realidad de los comportamientos sociales- esa modalidad de vida familiar. Existen otras junto a ella, como corresponde a una sociedad plural, y ello impide interpretar en tales términos restrictivos una norma como la que se contiene en el art. 39.1, cuyo alcance, por lo demás, ha de ser comprendido también a la luz de lo dispuesto en los apartados 2 y 3 del mismo artículo». En parecidos términos la STC 116/1999, de 17 de junio que resolvió el recurso de inconstitucionalidad presentado a la Ley 35/1988, de 22 de noviembre, sobre técnicas de reproducción asistida. 149 del Código civil en materia de Derecho de Familia. Con estas leyes termina, al menos formalmente, la tradicional desigualdad de la mujer casada siempre sometida al marido, lo que se traducía, entre otras cosas, en que el marido fuera su representante legal, el único titular y administrador de los bienes de la sociedad de gananciales, etc. El mandato constitucional es claro y preciso al ordenar la eliminación de toda discriminación de la mujer casada y en atención ello se establece una igualdad de trato para ambos cónyuges en relación a las exigencias para contraer matrimonio, a los derechos y deberes de ambos cónyuges tanto en las relaciones personales como patrimoniales, en esta última materia dando lugar a significativos cambios en los regímenes económicos matrimoniales, pero también respecto a la patria potestad tanto en lo relativo a su titularidad como a su ejercicio. En el artículo 32 no existe una definición acerca de lo que es matrimonio, y además su segundo párrafo dispone que “la ley regulará las formas de matrimonio, la edad y capacidad para contraerlo, los derechos y deberes de los cónyuges, las causas de separación y disolución y sus efectos”, esta circunstancia ha facilitado las adaptaciones hacia un diferente sistema matrimonial. Es necesario destacar, que cuando se incluyó en la Constitución de 1978 el artículo 32, nada hacía presagiar que, en menos de tres décadas se iba a producir un cambio tan radical del sistema matrimonial, hasta el punto de admitir el matrimonio entre personas del mismo sexo. En efecto, la Ley 13/2005, de 1 de julio modifica el Código civil en materia de derecho a contraer matrimonio y permite la posibilidad de contraer matrimonio a las personas del mismo sexo. Parece conveniente recordar que el Consejo de Estado en su Dictamen sobre el Anteproyecto de la mencionada ley puso de manifiesto que el texto del artículo 32.2 garantiza el derecho a contraer matrimonio al hombre y la mujer, y no a las parejas del mismo sexo. Ahora bien, la referencia expresa al hombre y la mujer no supone, por sí misma, que se reserve a las parejas heterosexuales el acceso al conjunto de derechos y deberes que integran el estatuto matrimonial, sino que, entre las legítimas opciones de política legislativa, cabe la posibilidad de que el legislador lo extienda a las parejas integradas por personas del mismo sexo148. Parece conveniente recordar que en la Legislatura anterior a la que se aprueba la Ley 13/2005 se habían presentado en Las Cortes Generales varios Proyectos de Ley encaminados a regular, con carácter general, la convivencia entre personas unidas por vínculos de afectividad similares al matrimonio, sin que se llegara a aprobar ninguno iniciativa. El fracaso de una regulación con carácter estatal pudo motivar que se produjera una proliferación de Leyes dictadas por los Parlamentos autonómicos donde, con una constitucionalidad más que discutible, se regula la convivencia de parejas de hecho, o uniones libres (la denominación es variada) donde en la gran mayoría se establecía una regulación equiparada para todas las parejas unidas con un vínculo de afectividad análogo al matrimonio 148 Vid el Dictamen del Consejo de Estado de la sesión celebrada el 16 de diciembre de 2004 sobre el Anteproyecto 150 con independencia de su orientación sexual149. La regulación de las uniones de parejas homosexuales se justificaba en atención a dar respuesta a la demanda social de los colectivos de gays y lesbianas que reclamaban se les permitiera contraer matrimonio. Se pretendía por este medio satisfacer sus pretensiones mediante la regulación de un régimen jurídico, también para las uniones homosexuales, que se aproximara lo más posible al contenido de la unión matrimonial. El legislador introduce un cambio de política legislativa y elige remover los obstáculos legales para aquellas parejas que no podían contraer matrimonio y prefiere respetar de manera escrupulosa la libertad personal. Por ello se admite que en una sociedad plural, existan parejas que unidas por vínculos de afectividad puedan optar, según su voluntad, bien por contraer matrimonio o por permanecer al margen de toda regulación jurídica y todo ello con independencia de su identidad sexual. La Ley 13/2005 ha sido objeto de un recurso de inconstitucionalidad interpuesto por el Partido Popular donde, entre otros motivos, se alega que vulnera el artículo 32. Hasta que no se pronuncie el Tribunal Constitucional no quedarán despejadas todas las dudas sobre este tema. No obstante, no son pocas las voces que abogan por la constitucionalidad de la Ley 13/2005 sobre el presupuesto de que si bien nuestra Constitución garantiza la institución matrimonial entre un hombre y una mujer, sin embargo, no define al matrimonio ni describe cuáles son sus caracteres intangibles y por lo tanto consideran perfectamente constitucional que el legislador pueda determinar las formas y requisitos de capacidad para contraer matrimonio de acuerdo con su criterio político, y pueda regular, junto al tradicional matrimonio entre un hombre y una mujer, el matrimonio entre personas del mismo sexo recogiendo así las nuevas realidades sociales150. 149 La primera de ellas se aprobó en Cataluña Ley 10/1998 y regulaba en capítulos separados las uniones de las parejas heterosexuales y las de homosexuales, (aunque con posterioridad el Parlamento Catalán aprobó una modificación de esta Ley a fin de equiparar el tratamiento legislativo a todas las parejas sin distinción). Con posterioridad, se publicaron otras leyes autonómicas en Aragón ( Ley 6/1999, de 26 de marzo de parejas estables no casadas); en Navarra ( Ley 6/2000, de 3 de julio, para la igualdad jurídica de las parejas estables); en la Comunidad de Valencia (Ley 1/2001, de 6 de abril, por la que se regula las uniones de hecho); en las Islas Baleares (Ley 18/ 2001, de 19 de diciembre, de Parejas Estables); en la Comunidad de Madrid (Ley 11/2001, de 19 de diciembre, de Uniones de Hecho de la Comunidad de Madrid); en Asturias (Ley 4/2002, de 23 de mayo, de Parejas Estables); en Andalucía (Ley 5/2002, de 16 de diciembre, de Parejas de Hecho); en Canarias (Ley 5/2003, de 6 de marzo, para la regulación de las parejas de hecho de la Comunidad Autónoma de Canarias); en Extremadura (Ley 5/2003, de 20 de marzo, de parejas de hecho de la Comunidad Autónoma de Extremadura); en Cantabria (Ley 1/2005, de 16 de mayo, de parejas de hecho de la Comunidad Autónoma de Cantabria); en Galicia (Ley 2/2006, de 14 de junio, de Derecho Civil de Galicia modificada posteriormente por la Ley 10/2007, de 28 de junio de reforma de la DA 3.ª de la Ley 2/2006). 150 En este sentido, GARCIA RUBIO, M.ª P, «Viejos y nuevos apuntes sobre la constitucionalidad del matrimonio homosexual» en Estudios de Derecho de Familia y de Sucesiones. Santiago de Compostela, 2009, pág. 192. También se pronuncia a favor de la constitucionalidad de la ley VALPUESTA FERNANDEZ, R. «La encrucijada de la familia: entre la realidad social y el Derecho» en Libro- Homenaje al Pr. Puig Ferriol, Vol. II, Tirant lo blanc, Valencia, 2006, pp. 2414 y ss. Por otra parte, un interesante análisis de las distintas legislaciones sobre el matrimonio de personas del mismo sexo lo podemos ver en DIEZ-PICAZO, L.M. «En torno, al matrimonio entre personas del mismo sexo» en InDret, 2/2007, disponible en www.indret.com. 151 Por otra parte, es significativo que en la Exposición de Motivos de la Ley 13/2005 se haga especial énfasis en justificar la opción reflejada en la ley en atención a fundamentos constitucionales que deben ser tenidos en cuenta por el legislador, tales como “la promoción de la igualdad efectiva de los ciudadanos en el libre desarrollo de su personalidad (artículos 9.2 y 10.1 de la Constitución), la preservación de la libertad en lo que a las formas de convivencia se refiere (artículo 1.1 de la Constitución) y la instauración de un marco de igualdad real en el disfrute de los derechos sin discriminación alguna por razón de sexo, opinión o cualquier otra condición personal o social (artículo 14 de la Constitución) en cuanto que son valores consagrados constitucionalmente cuya plasmación debe reflejarse en la regulación de las normas que delimitan el estatus del ciudadano, en una sociedad libre, pluralista y abierta”. Hay que señalar, que si bien cuando se publicó la Ley 13/2005, España era el cuarto país del mundo que admitía el matrimonio entre personas del mismo sexo, tras Holanda (año 2000), Bélgica (año 2002) y Canadá (año 2005), en la actualidad son diversos los países que han modificado su legislación para admitir la posibilidad de matrimonios de personas del mismo sexo, así podemos citar Sudáfrica (desde 2006), Noruega (desde 2009) Suecia (desde 2009); Portugal (desde 2010); Islandia (desde 2010); Argentina (desde 2010). En otros países, si bien carecen de una legislación estatal, el matrimonio de personas del mismo sexo es legal en seis jurisdicciones de Estados Unidos: Massachusetts (desde 2004); Connecticut (desde 2008); Iowa (desde 2009); Vermont (desde 2009); Nuevo Hampshire (desde 2010); Washington, D.C. (desde 2010). Y en una jurisdicción de México: México, D. F. (desde 2010). b. En las relaciones de filiación Respecto a las relaciones de filiación el texto constitucional recoge en el artículo 39. 2 que “Los poderes públicos aseguran, asimismo, la protección integral de los hijos, iguales éstos ante la ley con independencia de su filiación, y de las madres, cualquiera que sea su estado civil. La ley posibilitará la investigación de la paternidad. El mandato constitucional era claro y por tanto las discriminaciones existentes en la redacción primitiva del Código civil para con los hijos habidos fuera del matrimonio tenían necesariamente que desaparecer. Sobre estos presupuestos afrontar un nuevo régimen jurídico de filiación planteaba dar solución a dos cuestiones fundamentales: su determinación y sus efectos. El legislador ordinario fue claramente conservador, puesto que solo tuvo presente el principio de equiparación de todas las filiaciones para regular sus efectos, esto es, los derechos atribuidos a los hijos. Pero, en los medios para determinar la filiación estableció importantes diferencias entre los hijos habidos en relaciones matrimoniales o extramatrimoniales. La explicación que se dio en su momento fue que si bien la circunstancia de que la filiación se produzca dentro o fuera del matrimonio debe ser irrelevante para atribuir derechos a los hijos; pero, no debe olvidarse esta situación para la determinación de la filiación puesto que el matrimonio confiere certeza a la paternidad. La Exposición de motivos de la Ley de 13 de mayo de 1981 pone de manifiesto esta situación y afirma que las diferencias substanciales en la regulación de las acciones de filiación se deben a querer hacer “más fácil la reclamación de una filiación matrimonial y más difícil su impugnación”. Aunque en todas las acciones se tiene en cuenta la existencia 152 de posesión de estado para darle un mayor alcance a la legitimación para el ejercicio de la acción, se hace evidente la diferencia de tratamiento entre la filiación nacida del matrimonio y la habida fuera151; solo en el supuesto de la acción declarativa del artículo 131 se les da un tratamiento idéntico, que hace posible que existiendo posesión de estado y no teniendo determinada filiación alguna, cualquier persona con “interés legítimo” tenga acción para que la situación manifestada en la realidad social se convierta también en realidad jurídica. Por otra parte, también se ha señalado152 una posible discriminación del padre, respecto a la madre, en concreto en la redacción del artículo 124 del Código civil al regular el reconocimiento del hijo menor o incapaz cuando se contempla la posibilidad de que la madre pueda suspender la eficacia del reconocimiento realizado por el padre153. Resulta curioso observar que con anterioridad a la Ley 13/1981 la Dirección General de los Registros y del Notariado en diversas resoluciones ya apuntaba con carácter de “lege ferenda” esta posible solución para los casos en los que el reconocimiento del padre fuera posterior al realizado por la madre y ésta manifestaba su oposición al reconocimiento de la paternidad154. Parece evidente, que la opción propuesta por este Centro Directivo no obedecía a comprometerse con posiciones “feministas” que hoy acaso podríamos calificar de “acción positiva”, sino que más bien lo que trataba de resolver era una cuestión fáctica. Por ello, no me parece correcto calificar como discriminatoria la posibilidad de suspensión de la inscripción de la paternidad, porque su justificación hay que encontrarla más bien en la propia realidad social, en cuanto que en un porcentaje mayoritario es la madre quien primero establece el vínculo jurídico con su hijo y parece lógico que se pueda oponer a reconocimientos realizados por presuntos padres que a veces pueden no ser los verdaderos padres biológicos y otras dichos reconocimientos acaso podrían lesionar los intereses del hijo. Sin embargo, sí que me parece discriminatorio para la mujer los últimos cambios producidos en relación a la forma de determinación legal de la maternidad regulada en el artículo 120.4 del Código civil. 151 Las diferencias más notables se encuentran en la regulación de las acciones de impugnación, así en los arts. 136 y 137 referidos a la filiación matrimonial se da legitimación para impugnar solo al padre, hijo y a la madre en cuanto representante legal del hijo menor o incapaz y el plazo para su ejercicio es de un año. Por el contrario, en el artículo 140 referido a la filiación no matrimonial la legitimación la tienen “a quienes perjudique” siempre que no haya posesión de estado y habiendo posesión de estado la tienen el hijo, el progenitor y los herederos forzosos. Además el plazo de ejercicio es de cuatro años. 152 En este sentido, se pronuncia GARCIA CANTERO, G. “La reforma de la filiación” en RGLJ, 1983, pág. 149. RUIZ CARBONELL, R “El principio de igualdad entre hombres y mujeres. Del ámbito público al ámbito jurídico-familiar” TDR- Universidad de Murcia, 2009, pág. 316. 153 El artículo 124 dispone que “La eficacia del reconocimiento del menor o incapaz requerirá el consentimiento expreso de su representante legal o la aprobación judicial con audiencia del Ministerio Fiscal y del progenitor legalmente conocido. No será necesario el consentimiento o la aprobación si el reconocimiento se hubiere efectuado en testamento o dentro del plazo establecido para practicar la inscripción del nacimiento. La inscripción de paternidad así practicada podrá suspenderse a simple petición de la madre durante el año siguiente al nacimiento. Si el padre solicitara la confirmación de la inscripción será necesaria la aprobación judicial con audiencia del Ministerio Fiscal” 154 Así se pronunciaban las RDGRN de 10 de enero y 9 de marzo ambas de 1979 en ADGRN, pág. 371 y 382 respectivamente. 153 Esta modalidad de determinación legal de carácter extrajudicial referida solo a la maternidad ha estado justificada porque la prueba de la maternidad ha sido siempre más sencilla que la prueba de la paternidad puesto que viene demostrada por un hecho objetivo, el parto y por ello el Código civil dispone que la filiación quedará determinada respecto a la madre, cuando se haga constar la filiación materna en la inscripción de nacimiento practicada dentro de plazo, de acuerdo con la legislación del Registro civil. En este punto, se hace una remisión a los artículos 47 y ss. de la LRC y a los artículos 183 y ss. del RRC. Así, en la inscripción de nacimiento constaba la filiación materna siempre que en ella coincidiera la declaración y el parte o comprobación reglamentaria que se exige para llevar a cabo la inscripción del nacimiento, sin que hubiera necesidad de ningún reconocimiento de la madre. Pero, para evitar que la filiación materna no matrimonial quedase determinada solo por la declaración de terceros (ya fuera el padre o la persona que tramitara la inscripción de nacimiento del niño) se preveía, que al no constar el matrimonio de la madre ni el reconocimiento de la misma, el encargado del Registro civil, sin demora, notificaría a la madre tal circunstancia o, en su caso, a sus herederos. Esta notificación tenía por objeto el que la designada como madre pudiera desconocer dicha maternidad y, para el caso de que así lo hiciera, se suprimiría del asiento de inscripción cualquier mención a su persona siempre que confirmara su voluntad de desconocimiento ante el encargado del Registro civil en el plazo de 15 días. La supresión de la mención a la filiación materna era notificada al inscrito o a su representante legal y para el caso de que hubiera fallecido a sus herederos y si su representante legal era desconocido, al Ministerio Fiscal. Ahora bien, la STS de 21 de septiembre de 1999, en su fundamento 5.º derogó por inconstitucionalidad sobrevenida el articulado de las normas registrales que permitía, por la mera voluntad de la madre, que se pudiera quedar la filiación materna como desconocida. Se alegó en su argumentación que si bien en los momentos de la redacción de la legislación registral, a mediados de los años 50, las razones que justificaban estas normas en atención a que así se evitaban abortos e infanticidios por parte de madres deseosas de evitar la divulgación de su maternidad extramatrimonial, hoy esas normas ya no podía seguir vigentes. Nuestro más Alto Tribunal señalaba que tras la Constitución española de 1978 una limitación elusiva a la constancia clínica de la identidad de la madre ha quedado derogada por su manifiesta oposición a lo establecido en ella. Se constata que esta situación pugna con el principio de libre investigación de la paternidad y con el de igualdad, además de erosionar gravemente el artículo 10 al afectar a la dignidad de la madre y del hijo. Se argumenta que la coincidencia entre filiación legal y paternidad y maternidad biológica debe ser total y ésta es la base por la que se mantiene que debe decaer la regulación reglamentaria permisiva de tal ocultación. Se dice que de seguir manteniendo esta regulación la madre se situaría en una posición relevante frente al padre, e incluso frente al mismo hijo, ya que al padre se le puede imponer coactivamente la paternidad, en tanto que la madre, que puede determinar libremente si va a continuar la gestación o cortar por completo sus relaciones con la persona nacida, tiene el camino despejado para eludir sus obligaciones. Además el hijo biológico perdería por completo el nexo que permitiría, en su momento, conocer su verdadera filiación, debido a un acto voluntario de la madre, expresivo de su no asunción de la maternidad y sus responsabilidades inherentes. 154 No me parece que el Tribunal Supremo estuviera muy acertado en los razonamientos recogidos en esta sentencia, a mi juicio, al derogarse la mencionada legislación registral se le está dando un tratamiento diferente al padre y a la madre, pues en los casos en los que los progenitores no estén casados entre sí, el padre, salvo cuando se interpusiera una acción de reclamación de la filiación paterna no matrimonial y la sentencia pudiera establecer la filiación paterna, solo verá establecida su filiación en aquellos casos que voluntariamente quiera mediante el reconocimiento. Por el contrario, la filiación materna podría estar determinada incluso contra la voluntad de la madre, puesto que la inscripción de la filiación materna se formalizaría siempre que la identidad de la madre resultare del parte o comprobación exigidos para la inscripción de nacimiento del hijo y solo quedaría sin efecto tal inscripción cuando así lo señalara una sentencia firme. Todavía, se ha señalado155 que se produce una situación paradójica cuando se observa que en nuestra legislación se regula el anonimato del hombre que dona su material genético para que pueda ser almacenado en bancos para su utilización en la práctica de las técnicas de reproducción asistida. Por ello, se considera totalmente desafortunada la supresión de la mencionada legislación registral que ocasiona un claro perjuicio para la mujer y una manifestación más del trato discriminatorio que sigue sufriendo la mujer. Acaso en este punto podría haber sido más adecuado dejar la regulación registral existente y haber recogido la posibilidad de que quedara constancia de la identidad de la madre, con el fin de que el hijo, siempre que se dieran unos determinados presupuestos, pudiera conocer su origen, aunque sin necesidad de establecer legalmente la filiación. Aún tenemos que señalar un tratamiento totalmente diferenciado de la maternidad y la paternidad y es cuando se utilizan técnicas de reproducción asistida y ello por la peculiar naturaleza de estas técnicas. En efecto, la mujer puede establecer un vínculo jurídico con su hijo ya que por sí sola puede ser usuaria de las técnicas de reproducción asistida y con ello ser madre con independencia de su circunstancia personal, esto es, puede estar casada, soltera, divorciada o incluso ser discapacitada156. Sin embargo, el hombre no puede establecer su sola paternidad con el hijo nacido a través de las técnicas de reproducción asistida porque en España están prohibidos los contratos por el que se conviene la gestación, con o sin precio, a cargo de una mujer que renuncia a la filiación materna a favor del contratante o de un tercero, esto es, la llamada maternidad subrogada157. Con independencia del juicio que merezca la prohibición de estos contratos, esta circunstancia evidencia una diferencia en el tratamiento seguido para el padre y la madre. 155 · DURAN RIVACOBA, R. “El anonimato del progenitor” en Libro Homenaje al profesor Manuel Albaladejo García, Vol. II, Colegio de Registradores de la Propiedad y Mercantiles de España. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia, Murcia, 2004. pp. 1361 y ss. 156 Cfr. Artículo 6 de la Ley14/2006, de 26 de mayo, sobre Técnicas de Reproducción Humana Asistida y el análisis que realiza SERNA MEROÑO, E. “Comentarios al artículo 6” en Comentarios a la Ley 14/2006, de 26 de mayo, sobre Técnicas de Reproducción Humana Asistida, Thomson-Aranzadi, Pamplona, 2007, pág. 187 y ss. 157 Cfr. Artículo 10 de la Ley14/2006, de 26 de mayo, sobre Técnicas de Reproducción Humana Asistida y el análisis que realiza GARCIA PEREZ, C. “Comentarios al artículo 10” en Comentarios a la Ley 14/2006, de 26 de mayo, sobre Técnicas de Reproducción Humana Asistida, Thomson-Aranzadi, Pamplona, 2007, pág.353y ss. 155 Pero, a mi juicio, no supone discriminación del hombre con respecto a la mujer sino que este tratamiento obedece a cuestiones puramente biológicas y porque la admisión de los llamados “vientres de alquiler” estaría propiciando la creación de un nuevo “proletariado” o para ser más precisos de una “mujer proletaria” en el más estricto significado del término, es decir, la mujer pobre que solo adquiere importancia por su prole158, y ello sí que supondría una odiosa discriminación por motivos económicos 3. REFLEXIONES FINALES En el breve recorrido que se realiza en los apartados anteriores del presente trabajo se constata que en el ordenamiento jurídico español y especialmente en lo referente al Derecho de Familia, el principio de igualdad, al menos en su aspecto, jurídico-formal está consolidado, pues salvo las situaciones puntuales señaladas en el ámbito de las relaciones de filiación no se advierte que el legislador utilice ninguna de las condiciones personales explícitamente enunciadas en el artículo 14 para realizar un tratamiento discriminatorio. Sin embargo, todavía nos queda un importante camino por recorrer para alcanzar la igualdad real. Hoy todavía subsisten importantes diferencias entre hombres y mujeres, pues es una realidad que en la sociedad española las mujeres no ejercitan sus derechos en las mismas condiciones que los hombres y por ello el propio legislador consciente de esta situación ha aprobado, con acierto, la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres. En la propia Exposición de Motivos de la Ley se señala que el reconocimiento de la igualdad formal ante la ley, aun siendo decisivo, resulta insuficiente. En el contexto social actual nos encontramos con una arraigada violencia de género, una discriminación salarial, una discriminación en las pensiones de viudedad, un mayor desempleo femenino, y todavía una escasa presencia de las mujeres en puestos de responsabilidad política, social, cultural y económica. En el ámbito de la familia, es cierto que hoy existen normas donde se regula, entre otros asuntos, la cogestión en la administración y disposición de los bienes comunes de los cónyuges, incluso donde se imponen deberes de información recíprocos sobre la situación y rendimiento de la actividad económica de los cónyuges, pero en no pocos casos son posibilidades de actuación que aún reconociéndose a ambos cónyuges, las mujeres no ejercitan. Con los problemas de conciliación entre la vida personal, laboral y familiar es donde se pone de manifiesto cómo la igualdad plena, efectiva, entre mujeres y hombres, es todavía una tarea pendiente que precisa de nuevos instrumentos jurídicos. Se precisa superar que lo relacionado con la familia sea una tarea que afecte de manera primordial a la mujer, pues en gran medida esta idea es la que ha servido, en muchas ocasiones, para legitimar la desigualdad de la mujer, en la familia no solo debe estar implicado el hombre, sino también toda la sociedad. Solo así se podrá lograr una familia más igualitaria donde se respeten los derechos de todos sus miembros y con ello una sociedad más justa. 158 Vid. proletario en el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española, T. II, ed. 21. Madrid, 1995. 156 BIBLIOGRAFÍA: BILBAO UBILLOS, J. M. y REY MARTÍNEZ, F. “El principio constitucional de igualdad en la jurisprudencia española” en CARBONEL, M. El Principio constitucional de igualdad, Comisión Nacional de los Derechos Humanos, México, 2003. CARBONELL, M. “Estudio preliminar. La Igualdad y los Derechos Humanos” en El Principio constitucional de igualdad, Comisión Nacional de los Derechos Humanos, México, 2003, DÍEZ-PICAZO, L.M. “En torno, al matrimonio entre personas del mismo sexo” en InDret, 2/2007, disponible en www.indret.com. DURÁN RIVACOBA, R. “El anonimato del progenitor” en Libro Homenaje al profesor Manuel Albaladejo García, Vol. II, Colegio de Registradores de la Propiedad y Mercantiles de España. 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