DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 1 DOLENTIUM HOMINUM N. 63 – año XXI – N. 3, 2006 REVISTA DEL PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PASTORAL DE LA SALUD DIRECCION CORRESPONSALES S.EM. CARD. JAVIER LOZANO BARRAGÁN, Director S.E. MONS. JOSÉ L. REDRADO, O.H., Redactor Jefe P. FELICE RUFFINI, M.I., Secretario COMITE DE REDACCION BENEDETTINI P. CIRO BOLIS DRA. LILIANA CUADRON SOR AURELIA D’ERCOLE P. GIOVANNI EL-HACHEM DRA. MAYA GRIECO P. GIANFRANCO HONINGS P. BONIFACIO IRIGOYEN MONS. JESÚS JOBLIN P. JOSEPH MAGNO P. VITO NEROZZI-FRAJESE DRA. DINA PLACIDI ING. FRANCO SANDRIN P. LUCIANO TADDEI MONS. ITALO BAUTISTA P. MATEO, Bolivia CASSIDY MONS. J. JAMES, U.S.A. DELGADO P. RUDE, España FERRERO P. RAMON, España GOUDOTE P. BENOIT, Costa de Marfil LEONE PROF. SALVINO, Italia PALENCIA P. JORGE, México PEREIRA P. GEORGE, India VERLINDE SRA. AN, Bélgica WALLEY PROF. ROBERT, Canadá TRADUCTORES CHALON DRA. COLETTE CASABIANCA SRA. STEFANIA FARINA SRA. ANTONELLA FFORDE PROF. MATTHEW QWISTGAARD SR. GUILLERMO Dirección, Redacción, Administración: PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PASTORAL DE LA SALUD, CIUDAD DEL VATICANO; Tel. 06.698.83138, 06.698.84720, 06.698.84799; Fax: 06.698.83139 www.healthpastoral.org - e-mail: [email protected] Publicación cuatrimestral. Suscripción: 32 € comprendidos los gastos de envío Impreso en la Editrice VELAR, Gorle (BG) En la cubierta: vidriera de P. Costantino Ruggeri Poste Italiane s.p.a. Spedizione in Abbonamento Postale - D.L. 353/2003 (conv. In L. 27/02/2004 nº 46) art. 1, comma 2, DCB Roma DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 2 Sumario 4 7 Mensaje de Su Santidad con ocasión de la XV Jornada Mundial del Enfermo Benedicto XVI Ante la supresión directa de un ser humano no puede haber ni componendas ni tergiversaciones Benedicto XVI ARGUMENTOS 2 10 Los derechos de los enfermos mentales P. Pierluigi Marchesi, O.H. 13 La Iglesia católica y la sexualidad conyugal P. Bonifacio Honings, O.C.D. 17 Dolor y sufrimiento: ¿Un nuevo enfoque? P. Jesús Conde Herranz 35 Dimensión antropológica del derecho a la salud Prof. Francesco D’Agostino 40 La figura del asistente eclesiástico P. Armando Aufiero Felice Di Giandomenico TESTIMONIOS 44 Testigos del amor en el sufrimiento S.E. Mons. José L. Redrado, O.H. 57 Sanidad y utopía ¿La humanización de la sanidad es una utopía? Prof. Pietro Quattrocchi 66 Ginecólogos y obstetras al servicio de la vida Mons. Jean-Marie Mpendawatu 68 El ancla de la vida Centro de Voluntarios del Sufrimiento 37 Acciones pastorales para defender y promover el derecho a la salud P. Mariano Steffan 70 El camino de la Oficina para la Pastoral de la Salud de la Archidiócesis de Bari-Bitonto con la consigna de la creatividad P. Leonardo Nunzio Di Taranto 77 La Pastoral de la salud en Polonia S.E. Mons. Władysław Ziołek Las ilustraciones de este número proceden del volumen: The high Tatras di Jerzy Choinacki Publicado por Wydawnictwo Secesja DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 3 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 4 Mensaje de Su Santidad Benedicto XVI con ocasión de la XV Jornada Mundial del Enfermo Seúl, Corea – 11 febrero 2007 Queridos hermanos y queridas hermanas: El 11 de febrero de 2007, día en que la Iglesia celebra la memoria litúrgica de 4 Nuestra Señora de Lourdes, se desarrollará en Seúl, Corea, la Decimoquinta Jornada Mundial del Enfermo. Se realizará una serie de encuentros, conferen- cias, reuniones pastorales y celebraciones litúrgicas con los representantes de la Iglesia en Corea, con el personal sanitario, los enfermos y sus familiares. Una vez más la Iglesia manifiesta su solicitud por los que sufren y llama la atención sobre los enfermos incurables, muchos de los cuales están muriendo debido a enfermedades en fase terminal. Los encontramos en cada uno de los continentes, especialmente en los lugares en donde la pobreza y las dificultades causan una inmensa miseria y dolor. Consciente de dichos sufrimientos, estaré presen- te espiritualmente en la Jornada Mundial del Enfermo, en unión con quienes se reunirán para discutir sobre la plaga de las enfermedades incurables en nuestro mundo y animarán los esfuerzos de las comunidades cristianas que atestiguan la ternura y la misericordia del Señor. El hecho de enfermar trae consigo, inevitablemente, momentos de crisis y una seria confrontación con la propia situación personal. A menudo, los progre- sos en las ciencias médicas proporcionan los instrumentos necesarios para afrontar este reto, por lo menos en lo que concierne a los aspectos físicos. De todos modos, la vida humana tiene sus límites intrínsecos y antes o después termina con la muerte. Se trata de una experiencia a la que está llamado y debe prepararse el ser humano. A pesar de los avances de la ciencia, no existen trata- mientos para todas las enfermedades y, por tanto, en los hospitales, en los hos- DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 5 picios y en las casas en todo el mundo nos enfrentamos con el sufrimiento de numerosas hermanas y hermanos nuestros incurables y en fase terminal. Ade- más, muchos millones de personas en el mundo viven en condiciones de vida insalubres y no pueden acceder a recursos médicos muy básicos con el resultado de que el número de seres humanos en cuanto “incurable” ha aumentado considerablemente. La Iglesia quiere sostener a los enfermos incurables y a los que se encuentran en la fase terminal exhortando a políticas sociales equitativas que contribuyan a eliminar las causas de muchas enfermedades y pide con urgencia una mejor asistencia a favor de los moribundos y de los que no cuentan con algún cuidado médico. Es necesario promover políticas capaces de crear condiciones para que los seres humanos sobrelleven incluso las enfermedades incurables y afronten dignamente la muerte. Al respecto, es necesario subrayar una vez más la nece- sidad de contar con más centros para los cuidados paliativos que brinden una asistencia integral, proporcionando a los enfermos la ayuda humana y el seguimiento espiritual necesarios. Este es un derecho del ser humano que todos debemos tener el empeño de de- fenderlo. Deseo animar los esfuerzos de las personas que trabajan cotidianamente para garantizar una asistencia adecuada y amorosa a los enfermos incurables y a los que se encuentran en la fase terminal, lo mismo que a sus familias. Siguiendo el ejemplo del Buen Samaritano, la Iglesia siempre ha mostrado una particular solicitud por los enfermos. Mediante cada uno de sus miembros y de sus instituciones, sigue permaneciendo junto a los que sufren y a los mori- bundos, tratando de preservar su dignidad en estos momentos significativos de la existencia humana. Muchas de estas personas, personal sanitario, agentes de pastoral y voluntarios, e instituciones en todo el mundo, sirven incansablemen- DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 5 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 6 te a los enfermos, en los hospitales y en las unidades para cuidados paliativos, en las calles de las ciudades, en el ámbito de los proyectos de asistencia domiciliaria y en las parroquias. Ahora, me dirijo a vosotros, queridos hermanos y queridas hermanas que su- frís de enfermedades incurables y que estáis en la fase terminal. Os animo a contemplar los sufrimientos de Cristo crucificado y, en unión con El, a dirigiros al Padre con total confianza ya que toda la vida, y la vuestra en particular, está en sus manos. Sabed que vuestros sufrimientos, unidos a los de Cristo, serán 6 provechosos para las necesidades de la Iglesia y del mundo. Pido al Señor que refuerce vuestra fe en su amor, especialmente durante las pruebas que estáis afrontando. Espero que, en cualquier parte os encontréis, halléis el estímulo y la fuerza espiritual necesaria para alimentar vuestra fe y os conduzca más cerca de Dios, Padre de la vida. Por medio de sus colaboradores de pastoral, la Iglesia desea sosteneros y estar a vuestro lado, ayudándoos en el momento de la nece- sidad y, por tanto, haciendo presente la amorosa misericordia de Cristo hacia el que sufre. Finalmente, pido a las comunidades eclesiales en todo el mundo, y en parti- cular a las que se dedican al servicio de los enfermos que, con la ayuda de María, Salus Infirmorum, continúen proporcionando un testimonio eficaz de la solicitud amorosa de Dios, nuestro Padre. Que la Beata Virgen, nuestra Madre, consuele a los enfermos y apoye a los que dedican su vida, como Buenos Samaritanos, a curar las heridas físicas y espirituales de los que sufren. Unido a vosotros con el pensamiento y la oración, os imparto de corazón mi Bendición Apostólica como prenda de fuerza y de paz en el Señor. Desde el Vaticano, 8 de diciembre de 2006. BENEDICTO XVI DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 7 Ante la supresión directa de un ser humano no puede haber ni componendas ni tergiversaciones DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI A LOS PARTICIPANTES EN UN CONGRESO INTERNACIONAL SOBRE EL TEMA: “LAS CELULAS ESTAMINALES: ¿CUAL ES EL FUTURO CON RESPECTO A LA TERAPIA?” ORGANIZADO POR LA ACADEMIA PONTIFICA PARA LA VIDA, SALA DE LOS SUIZOS, PALACIO APOSTÓLICO DE CASTELGANDOLFO SÁBADO 16 DE SEPTIEMBRE DE 2006 Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio; ilustres señores; amables señoras: Os dirijo a todos mi saludo cordial. El encuentro con científicos y estudiosos como vosotros, dedicados a la investigación destinada a la terapia de enfermedades que afligen profundamente a la humanidad, es para mí motivo de particular consuelo. Doy las gracias a los organizadores de este congreso sobre un tema que ha cobrado cada vez mayor importancia durante estos años. El tema específico del simposio está formulado oportunamente con un interrogante abierto a la esperanza: “Las células madre: ¿qué futuro para la terapia?”. Agradezco al presidente de la Academia pontificia para la vida, monseñor Elio Sgreccia, las amables palabras que me ha dirigido también en nombre de la Federación internacional de asociaciones de médicos católicos (FIAMC), asociación que ha cooperado a la organización del congreso y está aquí representada por el presidente saliente, profesor Gianluigi Gigli, y por el presidente electo, profesor Simón de Castellví. Cuando la ciencia se aplica al alivio del sufrimiento y cuando, por este camino, descubre nuevos recursos, se muestra doblemente rica en humanidad: por el esfuerzo del ingenio aplicado a la investigación y por el beneficio anunciado a los afectados por la enfermedad. También los que proporcionan los medios económicos e impulsan las estructuras de estudio necesarias comparten el mérito de este progreso por el camino de la civilización. Quisiera repetir en esta circunstancia lo que afirmé en una audiencia reciente: “El progreso sólo puede ser progreso real si sirve a la persona humana y si la persona humana crece; no sólo debe crecer su poder técnico, sino también su capacidad moral” (Entrevista concedida a Radio Vaticana y cuatro cadenas de televisión alemanas, 5 de agosto de 2006: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de agosto de 2006, p. 6). Desde esta perspectiva, también la investigación con células madre somáticas merece apro- bación y aliento cuando conjuga felizmente al mismo tiempo el saber científico, la tecnología más avanzada en el ámbito biológico y la ética que postula el respeto del ser humano en todas las fases de su existencia. Las perspectivas abiertas por este nuevo capítulo de la investigación son fascinantes en sí mismas, porque permiten vislumbrar la posibilidad de curar enfermedades que comportan la degeneración de los tejidos, con los consiguientes riesgos de invalidez y de muerte para los afectados. ¿Cómo no sentir el deber de felicitar a los que se dedican a esta investigación y a los que sostienen su organización y sus costes? En particular, quisiera exhortar a las instituciones científicas que por inspiración y organización tienen como referencia a la Iglesia católica a incrementar este tipo de investigación y a establecer contactos más estrechos entre sí y con quienes buscan del modo debido el alivio del sufrimiento humano. Permitidme también reivindicar, ante las frecuentes e injustas acusaciones de insensibilidad DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 7 DH n.63 spa 1-80 8 29-01-2006 8:53 Pagina 8 dirigidas contra la Iglesia, el apoyo constante que ha dado a lo largo de su historia bimilenaria a la investigación encaminada a la curación de las enfermedades y al bien de la humanidad. Si ha habido – y sigue habiendo – resistencia, era y es ante las formas de investigación que incluyen la eliminación programada de seres humanos ya existentes, aunque aún no hayan nacido. En estos casos la investigación, prescindiendo de los resultados de utilidad terapéutica, no se pone verdaderamente al servicio de la humanidad, pues implica la supresión de vidas humanas que tienen igual dignidad que los demás individuos humanos y que los investigadores. La historia misma ha condenado en el pasado y condenará en el futuro esa ciencia, no sólo porque está privada de la luz de Dios, sino también porque está privada de humanidad. Quisiera repetir aquí cuanto escribí hace algún tiempo: “Aquí hay un problema que no podemos ignorar: nadie puede disponer de la vida humana. Se debe establecer una frontera infranqueable a nuestras posibilidades de actuar y experimentar. El hombre no es un objeto del que podamos disponer, sino que cada individuo representa la presencia de Dios en el mundo” (J. Ratzinger, Dio e il mondo, p. 119). Ante la supresión directa de un ser humano no puede haber ni componendas ni tergiversaciones; no es posible pensar que una sociedad pueda combatir eficazmente el crimen cuando ella misma legaliza el delito en el ámbito de la vida naciente. Con ocasión de recientes congresos de la Academia pontificia para la vida reafirmé la enseñanza de la Iglesia, dirigida a todos los hombres de buena voluntad, acerca del valor humano del recién concebido, aunque sea antes de su implantación en el útero. El hecho de que vosotros, en este congreso, hayáis expresado el compromiso y la esperanza de conseguir nuevos resultados terapéuticos utilizando células del cuerpo adulto sin recurrir a la eliminación de seres humanos recién concebidos, y el hecho de que los resultados estén premiando vuestro trabajo, constituyen una confirmación de la validez de la invitación constante de la Iglesia al pleno respeto del ser humano desde su concepción. El bien del hombre no sólo se ha de buscar en las finalidades universalmente válidas, sino también en los métodos utilizados para alcanzarlas: el fin bueno jamás puede justificar medios intrínsecamente ilícitos. No es sólo cuestión de sano criterio en el empleo de los recursos económicos limitados, sino también, y sobre todo, de respeto de los derechos fundamentales del hombre en el ámbito mismo de la investigación científica. A vuestro esfuerzo, ciertamente sostenido por Dios, que obra en todo hombre de buena voluntad y obra para el bien de todos, deseo que él le conceda la alegría del descubrimiento de la verdad, la sabiduría en la consideración y en el respeto de todo ser humano, y el éxito en la investigación de remedios eficaces para el sufrimiento humano. Como prenda de este deseo os imparto de corazón a vosotros, a vuestros colaboradores y familiares, así como a los pacientes a los que se aplicarán vuestros recursos de ingenio y el fruto de vuestro trabajo, una afectuosa bendición, con la seguridad de un recuerdo especial en la oración. DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 9 Argumentos Los derechos de los enfermos mentales La Iglesia católica y la sexualidad conyugal Dolor y sufrimiento: ¿Un nuevo enfoque? Dimensión antropológica del derecho a la salud Acciones pastorales para defender y promover el derecho a la salud La figura del asistente eclesiástico DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 10 Los derechos de los enfermos mentales 1. La dignidad del enfermo mental 10 La preocupación por los derechos referentes a los discapacitados mentales significa ocuparse de un gran número de personas a menudo olvidadas por los sistemas sanitarios y por las administraciones del Estado. Para la Iglesia, cuya misión es salir al encuentro de los pobres, los enfermos mentales son la parte privilegiada de la familia de los necesitados a los que se destina la pastoral sanitaria. En efecto, los trastornos mentales afectan a cerca de mil millones de personas en el mundo e inciden en aproximadamente el 10% en el gasto sanitario de los países industrializados, como lo recuerda el World Development Report del 2000. Según la clasificación de la OMS, quizás dichas patologías interesan a más de mil quinientos millones de personas, involucrando a sus familias en problemáticas asistenciales a menudo bien difíciles de enfrentar. Más exactamente, según los datos presentados en 19961 en la Conferencia Internacional promovida por el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud sobre el desorden de la mente humana, los disturbios del comportamiento unidos a los casos de enfermedad mental en cuanto tal, afectan a más de la mitad de la población mundial con consecuencias gravísimas para el equilibrio espiritual de las familias y de sostenibilidad para la economía sanitaria. En su afán de garantizar los derechos de todos los ciudadanos, los diferentes Estados han tratado de formular leyes específicas para proteger al enfermo mental como sujeto de derecho y como miembro de la sociedad, del que hay que tener en cuenta en la vida civil. Queda el hecho que también hoy, en diferente grado según las varias culturas y civilizaciones, el enfermo de mente y sus familias son consideradas co- mo algo aparte y a menudo quedan encerrados en una soledad insoportable que lleva a la exclusión social. A esto se añade la excesiva medicalización que con el tiempo conlleva la separación de los cuidados sanitarios del sostén psicológico, social y emotivo con consecuencias deletéreas para el enfermo que se debe rehabilitar y para su familia. Finalmente, los mismos instrumentos legislativos creados para proteger al enfermo de mente, tienen como efecto hacer aún más difícil su inserción social porque no garantizan la participación cuando se deben tomar decisiones referentes a su persona. El objetivo de la enunciación de los derechos específicos del enfermo de mente debería ser compartido con los objetivos mismos de toda la organización social que debe orientarse al bien común, a la protección y a la promoción de todas las personas sin distinción de raza, religión, sexo o de condición social. Como base de la convivencia civil está el derecho a la tutela la dignidad de cada persona humana como fundamento de todos los demás derechos individuales y sociales. Sin una adhesión convencida al valor que representa la persona humana en cada fase de la vida y en toda condición de salud, el derecho en sí y los derechos corren el riesgo de ser reducidos a puros y simples enunciados de buenas intenciones que no inciden sobre la efectiva organización y funcionamiento de las instituciones. Junto a la formulación de cada uno de los derechos en las varias legislaciones, se debe tener siempre en cuenta la cuestión moral de la dignidad del enfermo mental que, siendo persona humana, es portador de derechos. De esta convicción ética nace una cultura de los derechos humanos concebidos como expresión de exigencias del desarrollo de cada persona que se traducen en clave de deber-deDOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 recho. Sin la cultura ética, se corre el riesgo de anular el valor mismo del derecho que tiende a regular la vida de todos los ciudadanos para alcanzar una convivencia pacífica en el respeto de todos. En el caso específico del enfermo de mente, la OMS coloca la cuestión de los derechos en el centro de su atención hacia los enfermos mentales. En la Conferencia de 1997 ya citada, el Dr. Hiroshi Nakajima afirmaba: “Cualesquiera que sean las incapacidades o los trastornos mentales que afectan a una persona, ésta tiene el derecho de recibir atención y cuidados médicos así como un apoyo social, psicológico y humano que le permitan acceder a la máxima autonomía y bienestar”2. Para hacer efectivo este derecho la OMS aconseja no encerrar a los enfermos en estructuras de custodia, sino acogerlos en lugares de atención adecuados a su condición. Esto representa un paso importante en la defensa de los derechos porque tiende a considerar al enfermo como un ser con sus facultades intelectuales y capaz de ponerse en acción si se encuentra en un contexto “humanizado”. 2. Derechos y tutela del enfermo de mente Teniendo en consideración las afirmaciones de principio de la OMS, desde hace más o menos veinte años las Asociaciones de Psiquiatría, de familiares y a veces de ex pacientes, han formulado una serie de declaraciones de derechos: 1. el derecho del enfermo de mente a gozar de los mismos derechos fundamentales de todos los demás ciudadanos, incluido el de conducir una vida en lo posible lo más normal. 2. el derecho a cuidados apropiados al tipo de patología presentada y con finalidades exclusivamente terapéuticas; 3. el derecho a la protección del enfermo sometido a trata- DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 11 miento sanitario obligado, de posibles abusos terapéuticos y del prolongarse de un injustificado tratamiento cohercitivo; 4. el derecho a ser informado sobre el tipo de terapia al cual es sometido, y al consiguiente derecho de disentir, aunque en los límites impuestos por la patología mental del sujeto; 5. la salvaguarda de los mismos derechos para los enfermos mentales internados en los manicomios judiciales3. En estos principios se inspiran las Cartas Constitucionales en las que se fundan las leyes de las democracias modernas, y consideran como un fin institucional del Estado precisamente la salvaguarda del bien común. En particular, en el caso del enfermo mental, el derecho a cuidados adecuados debe incluir el derecho de no ser alejado de su lugar de residencia habitual y de sus seres queridos salvo en casos particulares y excepcionales. En el ámbito de estos derechos se debe incluir y se debe tomar en consideración el derecho a la participación activa en la vida civil y, por tanto, a la rehabilitación laboral. La mención hecha antes sobre el tratamiento médico finalizado exclusivamente con fines terapéuticos, pone en claro el riesgo de prescripciones que pueden definirse punitivas o de cómodo. Como tales se configura a veces cuando se recurre excesivamente a psicofármacos usados en sustitución de los viejos métodos de contención, que no siempre tienen como objetivo reducir el trastorno del enfermo. El derecho de los cuidados médicos apropiados alcanza dos órdenes de temáticas diferentes, el primero se refiere a las experimentaciones que en el enfermo mental deben tener sobre todo un fin terapéutico y no de pura y simple investigación científica, en salvaguarda de su potencial rehabilitación. El segundo se refiere a la idoneidad del cuidado al tipo de desorden mental presente en el sujeto y no a otra tipología o a una enfermedad mental genérica. Surge claramente el hecho de que los derechos tienden a tutelar a la persona en su constitución más íntima y no sólo en defensa de la sociedad de eventuales desórdenes producidos por la presencia de los enfermos de mente en el tejido social. En materia de capacidad al consentimiento, es necesario subrayar que únicamente en un número limitado de casos podemos encontrar la total incapacidad del enfermo y dar un consenso al mejor tratamiento propuesto. Al respecto, es lícito afirmar que, en la mayor parte de los casos, es deber de los médicos en colaboración con los psicólogos, educadores, enfermos y asistentes sociales, informar a la persona con trastorno mental en los términos más sencillos y accesibles sobre los cuidados que se van a llevar a cabo y sobre su derecho a aceptarlos o rechazarlos. En fin, el respeto de la dignidad del enfermo mental se manifiesta en la tutela del secreto profesional: se trata de un preciso derecho del enfermo y de su familia que se garantice su privacidad con el fin también de evitar el perpetuarse del estigma social sobre su persona y sobre su grupo de pertenencia. A estos derechos originales que equiparan justamente el enfermo de mente a cualquier otro ciudadano, siguen otros derechos específicos. El primero de todos es el derecho a no ser considerado un sujeto peligroso para sí y para los demás, como se ha pensado durante mucho tiempo, aun cuando la intervención del poder público puede encontrar justificación y fundamento para el tratamiento sanitario obligado. Precisamente, de la correcta DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 interpretación de esta forma de tratamiento se deduce la intención de los legisladores que tiende a tutelar ante todo la salud de la persona con dificultad mental y por esto reduce temporáneamente su libertad sólo al período de cuidados que se brindan con carácter de urgencia. De la misma naturaleza son el derecho a la tutela civil y a la tutela penal del enfermo de mente. La tutela civil se manifiesta con una serie de disposiciones que tienden a proteger tanto al enfermo como a las demás personas de consecuencias jurídicas de actos civiles realizados por el enfermo. A este capítulo de la legislación pertenecen las figuras jurídicas de la interdicción y de la inhabilitación que se han introducido para proteger los bienes y los haberes del mismo enfermo. La tutela penal, en cambio, consiste fundamentalmente en una serie de normas que consideran a la persona tanto como autora que como víctima de un delito. El primer aspecto concierne fundamentalmente a la imputabilidad y al tratamiento de los sujetos que han sido absueltos por enfermedad mental y para los cuales puede ser necesario el internamiento en un hospital judicial. El segundo aspecto se refiere sustancialmente a la incapacidad del sujeto, que sea enfermo de mente, de proporcionar un consentimiento jurídicamente válido. Por tanto se configura el derecho sancionado por normas adecuadas para ser tutelado en caso de violencia carnal, en la relación médico-paciente y en temas relacionados como el consentimiento para fines de trasplante, el aborto o cualquier acto que suprima la conciencia de la persona con dificultad mental. Por último, mencionamos el derecho a la tutela de seguro del enfermo de mente que se concentra en el derecho al resarcimiento de pensión en caso de enfermedad adquirida, o agravada, por causas de trabajo, además del derecho de gozar de asistencia social prevista para la rehabilitación y la reinserción social de la persona portadora de minusvalidez que no debe sufrir discriminación 11 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 12 De la cuestión de los derechos se pasa, pues, a la más amplia problemática de carácter ético. Por esta razón publicamos aquí algunos artículos de documentos internacionales a favor de los derechos del enfermo mental de los cuales trasluce netamente el inseparable vínculo entre derechos y ética, entre deontología y moral. 3. Declaración de Hawai 12 Con la intención de puntualizar las precisiones deontológicas de la profesión y para que sirva como guía para cada psiquiatra, son indispensables algunas reglas escritas. Con ocasión de la Asamblea General de la Asociación Mundial de Psiquiatría se establece para los psiquiatras del mundo entero las siguientes normas éticas: 1. El objetivo de la psiquiatría consiste en promover la salud, así como la autonomía personal y el desarrollo de los individuos. 2. A todo paciente se le debe ofrecer la mejor terapia disponible, y tratarlo con la solicitud y el respeto que se debe a la dignidad de cualquier sujeto humano, respetando su autonomía sobre su vida y su salud. 3. La relación terapéutica entre paciente y psiquiatra se funda en el mutuo acuerdo. Este requiere confianza, secreto profesional, franqueza, cooperación y responsabilidad recíproca. 4. El psiquiatra debe informar al paciente acerca de la naturaleza de su afección, del diagnóstico propuesto y de los procedimientos terapéuticos, y del pronóstico. 5. No debe realizarse ningún proceder ni administrarse ningún tratamiento contra el deseo del paciente o independientemente de él, a menos que el sujeto carezca de capacidad para expresar su propia voluntad. Sólo en estos casos y por graves razones, se recurrirá al tratamiento sanitario obligado. 6. Tan pronto como no tengan aplicación las condiciones expresadas más arriba, el tratamiento obligado debe ser suspendido para permitir al enfermo expresar su propio consentimiento a dicho tratamiento. 7. El psiquiatra nunca debe usar las posibilidades de su profesión para maltratar a individuos y grupos, y nunca debe permitir que sus prejuicios, sentimientos o deseos interfieran con el tratamiento. 8. El psiquiatra está obligado siempre al secreto profesional, salvo que el paciente mismo o intereses de naturaleza superior, no lo liberen de dicho deber. 9. Para aumentar y extender los conocimientos de la psiquiatría se requiere la participación activa de los mismos pacientes. Por tanto, es preciso contar con el consentimiento informado del interesado antes de presentar su caso o para publicar los resultados de una experimentación. De todos modos, se debe garantizar el anonimato y salvaguardar la reputación personal del sujeto. madas. El deber del psiquiatra es facilitar al paciente la información relevante y significativa que le permita tomar decisiones racionales de acuerdo con su propio código, valores o preferencias. Sólo de este modo se puede combatir el estigma y la discriminación. Desde este punto de vista hay que reconsiderar las infinitas situaciones particulares referentes al internamiento obligado, a la investigación y al tratamiento. Si la psiquiatría y las neurociencias en general, son capaces de superar las barreras contra la enfermedad mental, de activar la comunicación con los más alienados entre los alienados, de buscar la verdad con los que están dominados por una verdad autística, entonces será posible la investigación. Si sucede lo contrario, entonces la psiquiatría desaparecerá como disciplina y como práctica y las neurociencias irán a la deriva, habiendo perdido el sentido de su misión (Sociedad Mundial de Psiquiatría, 1966)5. P. PIERLUIGI MARCHESI, OH 10. Todo paciente es libre de retirarse, por cualquier razón y en cualquier momento, de cualquier tratamiento voluntario o de cualquier programa de investigación o de un programa didáctico en curso. Dicha decisión no limita su derecho a los cuidados (Honolulu, 26 de agosto de 1977)4 4. Declaración de Madrid Conclusión El paciente debe ser aceptado en el proceso terapéutico como un igual por derecho propio. La relación terapeuta-paciente se debe basar en la confianza mutua y en el respeto, y es la que permite al paciente tomar decisiones libres e infor- DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 El Padre Pierluigi Marchesi, O.H., nos dejó y regresó a la casa del Padre en el 2001; fue Prior General de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios (Fatebenefratelli) durante doce años, miembro del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud desde su fundación y presidente de la Asociación Internacional de los Institutos Sanitarios Católicos – AISAC. Se ocupó de la formación para los profesionales de la salud y sus escritos han sido editados en el 2006 bajo el título: “Umanizzazione: storia e utopia”, ed. Velar-Elledici. Notas 1 J.M. BERTOLOTE, Enfermedades mentales en el mundo: datos epidemiológicos, en Dolentium Hominum n. 34, p. 40-43, 1997. 2 H. NAKAJIMA, Programas y actividades de salud mental de la OMS, Dolentium Hominum n. 34, p. 11-12, 1997. Es de gran interés al respecto la Mesa Redonda: Legislaciones sobre las enfermedades mentales, Alemania, República China, Argentina y Gabón. Dolentium Hominum n. 34, p. 218-132, 1997. 3 AA.VV. “The protection of persons suffering from mental disorders”, A.I.D.P., Siracusa, 1981. 4 WORLD PSYCHIATRIC ASSOCIATION, Hawaii Declaration (1977, 1983) Selare nº 82, p. 42-45, marzo 2000. 5 WORLD PSYCHIATRIC ASSOCIATION, Madrid Declaration (1996), citato en Dolentium Hominun, n. 34, p. 58, 1997. DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 13 La Iglesia Católica y la sexualidad conyugal EL CUERPO HUMANO CUMBRE DE LA MATERIA CREADA Movida por la admiración ante sus propios descubrimientos y su poder, a menudo la humanidad plantea problemas angustiosos en torno a la evolución actual del mundo, al puesto y a la misión del hombre en el universo, sobre el sentido de sus esfuerzos individuales y colectivos, y más aún, sobre el destino último de las cosas y de los hombres1. Por un lado, el pluralismo de las concepciones de la vida y del mundo, el historicismo con el consiguiente relativismo de la verdad, la desconfianza en la capacidad del hombre de alcanzar la verdad absoluta, y, por el otro, la confianza en la ciencia y en el progreso científico-técnico, considerado capaz de resolver todos los problemas de la humanidad, han cambiado la certeza de la cultura religiosa y el rostro de la civilización cristiana del continente europeo2. De manera específica y en forma cada vez más preocupante, se nota una pérdida del sentido y del significado de la sexualidad en general y, sobre todo, de aquella conyugal y familiar. Basta pensar en las convivencias libres y “de hecho” comparadas a los matrimonios “de iure”, al aumento de los divorcios, a la legalización civil de los matrimonios gay con el derecho de adopción; y más recientemente, a la discusión que muchas veces no corresponde con la verdad científica y menos aún con criterios éticos, sobre la procreación asistida, sobre la clonación y sobre el empleo terapéutico de los embriones congelados, etc. Frente a esta situación y a la luz del Documento final del X Congreso de la FEAMC en Bratislava3, me ha parecido útil presentar algunos puntos-clave de la enseñanza de la Iglesia católica con respecto a la sexualidad conyugal. En primer lugar revelaré que el cuerpo humano es el culmen de la materia creada; luego indicaré algunas características de la sexualidad conyugal, para pasar al tercer pun- to: un no absoluto al divorcio y un sí a la anulación del matrimonio; como cuarto punto precisaré los dos significados inseparables del acto conyugal, en cuanto expresión propia, específica y exclusiva del amor conyugal. El cuerpo humano hecho a imagen de Dios “Entonces Yahvéh Dios formó al hombre con el polvo del suelo. E insufló en sus narices aliento de vida; y resultó el hombre un ser viviente” (Gn 2, 7). Estas son las palabras del Génesis con las que Dios mismo revela que el cuerpo del hombre es partícipe de la dignidad de “imagen de Dios” ya que está animado por un alma espiritual. Para la sexualidad en general y aquella conyugal en particular, hay que poner de relieve que este valor de la imagen de Dios es válida tanto para el cuerpo del hombre que para el cuerpo de la mujer. “Y creó Dios el hombre a imagen suya, macho y hembra los creó” (Gn 1, 27). Al respecto, el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) precisa: “‘Ser hombre’, ‘ser mujer’ es una realidad buena y querida por Dios: el hombre y la mujer tienen una dignidad que nunca se pierde, que viene inmediatamente de Dios su creador. El hombre y la mujer son, con la misma dignidad, ‘imagen de Dios’. En su ‘ser hombre’ y su ‘ser mujer’ reflejan la sabiduría y la bondad del Creador”4. Para evitar cualquier equivocación, precisemos de inmediato que Dios no es a imagen del hombre. Dios no es ni hombre ni mujer; Dios es espíritu puro y, por tanto, en Él no hay ninguna diferencia de sexo. Por tanto, cuando afirmamos que el hombre y la mujer son hechos a imagen de Dios, entendemos decir que “las perfecciones” del hombre y de la mujer de algún modo reflejan algo de la infinita perfección de Dios: las de una madre y DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 una esposa y las de un padre y de un esposo5. “Al designar a Dios con el nombre de ‘Padre’, el lenguaje de la fe indica sobre todo dos aspectos: que Dios es origen primero de todo y autoridad trascendente y que es, al mismo tiempo, bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Esta ternura paternal de Dios se puede expresar también mediante la imagen de la maternidad que indica de modo más expresivo la inmanencia de Dios, la intimidad entre Dios y su criatura. El lenguaje de la fe se sirve así de la experiencia humana de los padres que son, en cierta manera, los primeros representantes de Dios6 para el hombre. Pero esta experiencia muestra también que los padres humanos son falibles y que pueden desfigurar la imagen de la paternidad y de la maternidad. Conviene recordar, entonces, que Dios trasciende la distinción humana de los sexos. El es Dios. Por tanto, trasciende la paternidad y la maternidad humanas, aunque sea su origen y medida: nadie es padre como lo es Dios”7. Nos interesa poner en primer plano que el cuerpo humano, refleja un lenguaje “divino”, que es propio y específico de la sexualidad conyugal de un hombre, esposo y padre, y de una mujer, esposa y madre. “Creados a la vez, el hombre y la mujer son queridos por Dios el uno para el otro. La Palabra de Dios nos lo hace entender mediante diversos acentos del texto sagrado. “No es bueno que el hombre esté sólo. Voy a hacerle una ayuda adecuada (Gn 2, 18). Ninguno de los animales puede ser este ‘vis-à-vis’ del hombre. La mujer que Dios ‘forma’ con la costilla quitada al hombre y presenta a éste, despierta en él un grito de admiración, una exclamación de amor y de comunión: ‘Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne’ (Gn 2, 23). El hombre descubre en la mujer como un otro ‘yo’, de la misma humanidad”8. En el di- 13 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 14 seño divino, esto es ante todo y sobre todo verdadero y se puede verificar en la relación sexual entre los dos cónyuges. La sexualidad conyugal 14 Es muy significativo que la Sagrada Escritura no sólo inicie con la narración del hombre y de la mujer hechos a imagen de Dios, sino que también se cierre con la visión de las “bodas del Cordero” (Ap 19, 7.9). La Palabra de Dios nos habla siempre del matrimonio y de su “misterio”, de su institución y del sentido que Dios le dio. La Sagrada Escritura nos habla de su origen y su fin, de sus diferentes realizaciones “histórico-salvíficas”, de sus dificultades, que nacen del pecado original y de los pecados personales, pero también de su renovación sacramental en la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia”9. Dios Creador es el autor de la íntima comunión de vida y de amor conyugal. La vocación al matrimonio está inscrita en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, tal como lo hizo el Creador. No obstante los numerosos cambios a lo largo de los siglos, en las varias culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales, existe en todas las culturas cierto sentido de la grandeza de la unión conyugal. Es importante hacer resaltar que los padres del Vaticano II subrayaron estas características comunes y permanentes: “El bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligado a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar”10. La vocación al matrimonio está inscrita por el Creador en la naturaleza de la mujer y del hombre. De hecho, Dios, que ha creado al hombre por amor, también lo ha llamado al amor, vocación fundamental e innata de cada ser humano. Dios que es Amor (cfr. 1 Jn 4, 8. 16), habiendo creado al hombre, macho y hembra, a su imagen, quería revelar a través del amor recíproco de ellos, su amor absoluto e indefectible con el que ama a todo ser humano. El autor de la Humanae vitae escribe: “El matrimonio no es, por tanto, efecto de la casualidad o producto de la evolución de fuerzas naturales. Es una sabia institución del Creador para realizar en la humanidad su designio de amor. Los esposos, mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus seres en orden a un mutuo perfeccionamiento personal para colaborar con Dios en la generación y en la educación de nuevas vidas”11. Con esta concepción “personalista” de la sexualidad conyugal, el Papa Montini desenmascara la falsedad de toda crítica “biologista” al magisterio auténtico de la Iglesia católica y de su moral oficial. La concepción de la Iglesia coloca en primer plano principalmente la donación interpersonal de la mujer, esposa, y del hombre, esposo, y sólo después pasa, poniendo el acento de que se trata de una colaboración con Dios, a la generación y a la educación de los hijos. En otros términos, la recíproca donación personal de los cónyuges tiene como finalidad principal el perfeccionamiento recíproco. Esto demuestra que todos los que acusan a la Iglesia de “procreacionismo” falsifican la enseñanza de la Iglesia. La moral “de la sexualidad conyugal” está perfecta y totalmente en sintonía con el relato del Génesis: “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” (Gn 2, 24). Ahora, no es difícil entender de que el matrimonio denota ser como propiedad intrínseca una unidad indefectible de dos existencias humanas, iguales como personas, pero diferentes sexualmente. Por lo demás, el Señor mismo lo muestra al recordarnos cual fue “originalmente” el designio del Creador: “Y los dos se harán una sola carne” (Mt 19, 6). “En su predicación Jesús enseñó sin ambigüedad el sentido original de la unión del hombre y la mujer, tal como el Creador la quiso al comienzo: la autorización, dada por Moisés, de repudiar a su mujer era una concesión a la dureza de corazón (cfr. Mt 19, 8); la unión matrimonial del hombre y la mujer es indisoluble: Dios mismo la estableció: ‘Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre” (Mt 19, 6)12. DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 No al divorcio y sí a la anulación Por tanto, la legalización del divorcio con el explícito derecho a nuevas bodas, contradice claramente esta voluntad explícita de Dios. De aquí que la Iglesia Católica, aunque trata de entender cada vez mejor la dramaticidad de ciertas situaciones conyugales en crisis, nunca llegará a compromisos con la cultura divorcista actual. La única cosa que puede hacer, y lo está haciendo desde hace tiempo, es ver si Dios realmente ha unido ciertos vínculos conyugales. La única posibilidad para declarar una unión conyugal “nula”, es decir, que nunca ha existido, es el camino maestro para resolver ciertas convivencias conyugales ya comprometidas de modo irreversible. De hecho, consciente de que la sexualidad ejerce una influencia en todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma, el Magisterio de la Iglesia otorga un valor particular a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de modo más general, a la actitud de entablar relaciones de comunión con los demás13. Merece tener en cuenta que esta valoración corresponde, totalmente, a la dignidad de cada ser humano, precisamente como persona. “Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es sólo algo, sino alguien. Es comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar”14. Esta dignidad de persona es, además, el don divino para el hombre y la mujer, porque ambos son persona en el mismo grado y fueron creados a imagen del Dios personal15. Me doy cuenta que estoy yendo contra corriente, pero resulta evidente la importancia de la vocación a la castidad, es decir, a la integración positiva de la sexualidad en la persona. “La sexualidad en la que se expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se hace personal y verdaderamente humana cuando está DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 15 integrada en la relación de persona a persona, en la donación mutua total y temporalmente ilimitada del hombre y de la mujer. La virtud de la castidad, por tanto, entraña la integridad de la persona y la totalidad del don”16 y, por consiguiente, la unidad interior del hombre, macho y hembra, en su ser corporal y espiritual. En lo que concierne a la integridad de la persona, precisemos que la castidad conserva la integridad de las fuerzas de vida y de amor que están en el hombre y en la mujer, asegurando no sólo la unidad de la persona, sino oponiéndose también a todo comportamiento que podría herirla. No tolera ni la doble vida, ni el doble lenguaje17. La dignidad personal del hombre y de la mujer requiere, de hecho, que ellos actuen conforme a elecciones conscientes y libres, es decir animados e inducidos por convicciones personales, y no por un ciego impulso o por una simple imposición externa18. En fin, la castidad exige la adquisición del dominio de sí, que es pedagógica para la verdadera libertad humana. Este dominio de sí mismo, y es lo que nos interesa, está ordenado a la integralidad del don de sí mismo. La castidad hace que el hombre y la mujer que la practican sean tesigos de la fidelidad y de la ternura de Dios. He aquí los criterios para valorar una comunión de vida y de amor conyugal, unida a Dios y, por tanto, indisoluble o anulable. Con razón Pablo VI afirmaba en 1968: “En esta ocasión deseamos llamar la atención de los educadores y de todos aquellos que tienen incumbencia de responsabilidad, en orden al bien común de la convivencia humana, sobre la necesidad de crear un clima favorable a la educación de la castidad, es decir, al triunfo de la libertad sobre el libertinaje, mediante el respeto del orden moral”19. Es por esto que he tratado de presentar una recta concepción de la sexualidad en general y de la sexualidad conyugal en particular. Permanece una sólida convicción sobre los verdaderos valores de la vida y de la familia, sobre todo en lo que se refiere al problema de la procreación responsable. Dos significados inseparables de cada acto de amor conyugal “El problema de la natalidad, como cualquier otro referente a la vida humana, hay que considerarlo por encima de las perspectivas parciales de orden biológico o psicológico, demográfico o sociológico, a la luz de una visión integral del hombre y de su vocación, no sólo natural y terrena sino tambien sobrenatural y eterna”20. Lo ante- DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 rior evidencia que la creación del hombre y de la mujer está ordenada, de manera propia y específica, al amor conyugal del hombre y de la mujer. La intimidad corporal de los esposos se vuelve, en su vínculo conyugal, un signo y una prenda de una comunión espiritual entre dos personas, al mismo tiempo, iguales y diferentes. Sus actos se refieren al núcleo íntimo de su ser persona humana como tal. Por tanto, la sexualidad conyugal se realiza en forma realmente humana sólo si forma parte integrante del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente uno hacia el otro hasta la muerte”21. Entonces sus actos no sólo favorecen el significado de la donación recíproca, sino también producen un enriquecimiento mutuo a nivel personal en una gozosa gratitud. “El Creador mismo estableció que en la recíproca donación física total los esposos experimentasen un placer y una satisfacción del cuerpo y del espíritu. Por tanto, los esposos no hacen nada malo procurando este placer y gozando de él. Aceptan lo que el Creador ha querido para ellos”22. De este modo el Creador quiso que mediante su unión los esposos realicen el doble fin del amor conyugal: el bien propio y la transmisión de la vida. “No se pueden separar estas dos significaciones o valores del matrimonio sin alterar la vida espiritual de los cónyuges ni comprometer los bienes del matrimonio y el porvenir de la familia. Así el amor conyugal del hombre y de la mujer queda situado bajo la doble exigencia de la fidelidad y la fecundidad”23. En lo que se refiere a la fecundidad, por su naturaleza el amor conyugal tiende a ser fecundo. “El niño no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos: brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es fruto y cumplimiento”24. De esta natural fecundidad paterna y materna del amor que une un esposo y una esposa, la Iglesia que “está de parte de la vida”25, “enseña que cualquier acto matrimonial debe permanecer destinado a la transmisión de la vida”26. Los esposos, al ser llamados a transmitir la vida, participan 15 DH n.63 spa 1-80 16 29-01-2006 8:53 Pagina 16 del poder creador y de la paternidad de Dios. Por tanto, los cónyuges son cooperadores responsables e intérpretes del amor de Dios creador. Esta doctrina, expuesta continuamente por el magisterio de la Iglesia, se funda en la unión inseparable querida por Dios, y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto de amor conyugal: el significado unitivo y el significado procreador27. Salvaguardando ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mútuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre y de la mujer a la transmisión responsable de la vida. Es precisamente esta maternidad y paternidad responsable que Dios les ha confiado al crear al hombre, macho y hembra. El hijo no es algo debido, no existe un derecho al hijo, sino sólo al acto conyugal destinado a la procreación de un hijo. Es el hijo que posee el derecho natural de parte de Dios no sólo de ser el fruto del acto específico, propio y exclusivo del amor conyugal de sus padres, sino también a ser respetado como persona desde el momento de su concepción28. Con esta reflexión no deseo subestimar el sufrimiento de las parejas que se descubren estériles; antes bien, no sólo quisiera animar las investigaciones que tienen como finalidad reducir la esterilidad, sino les deseo también resultados inesperados. Se me permita honrar al Papa Wojtyla, de venerada memoria, concluyendo con las palabras de su Exortación Apostólica Familiaris consortio, 28: “Dios, con la creación del hombre y de la mujer a su imagen y semejanza, corona y lleva a perfección la obra de sus manos; los llama a una especial participación en su amor y al mismo tiempo en su poder de Creador y Padre, mediante su cooperación libre y responsable en la transmisión del don de la vida humana: ‘Y bendíjolos Dios y les dijo: <Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla> (Gn 1, 28). Así el cometido fundamental de la familia es el servicio a la vida, el realizar a lo largo de la historia la bendición original del Creador, transmitiendo en la generación la imagen divina de hombre a hombre”. Tenemos claramente marcado el criterio ético de valor de la procreación responsable, es decir, la originalidad del generar humano, que deriva de la originalidad misma de la persona humana. Juan XXIII no dudó al decir: “La transmisión de la vida humana está confiada por la naturaleza a un acto personal y consciente y, en cuanto tal, está sujeto a las santísimas leyes de Dios: leyes inmutables e inviolables que se deben reconocer y observar”29. Este acto personal es la íntima unión de amor de los esposos que, en una mutua donación total, donan a su vez la vida. Es un único e indivisible acto al mismo tiempo unitivo y procreativo, conyugal y parental30. Por tanto, la aplicación al hombre de biotecnologías, deducidas de la fecundación de animales, con la intención de realizar varias intervenciones sobre la procreación humana, plantea graves cuestiones de liceidad moral. En efecto, las diferentes técnicas de reproducción artificial, que aparentan estar al servicio de la vida y pocas veces son practicadas con esta intención, en realidad abren la puerta a nuevos atentados contra la vida, porque no son dignas del procrear humano, en cuanto cuerpo humano, que es imagen de Dios y representa la cumbre de la materia creada31. P. BONIFACIO HONINGS, O.C.D. Profesor Emérito de las Universidades Pontificias Lateranense y Urbaniana, Roma, Italia Notas Cfr. Gaudium et spes, 3. Cfr. Episcopado Italiano, L’Evangelizzazione del mondo contemporaneo. Elle Di Ci, Torino 1974, n.4. 3 Cfr. Orizzonte Medico, julio-agosto, 2004, p. 23. 4 CIC, 369. 5 Cfr. CIC, 370. 6 La prueba de esta representación nos lo ofrece y confirma el cuarto mandamiento del Decálogo. De hecho, “el cuarto mandamiento abre la segunda tabla de la ley. Indica el orden de la caridad. Dios quiso que, después de El, honrásemos a nuestros padres a los que debemos la vida y que nos han transmitido el conocimiento de Dios. Estamos obligados a honrar y respetar a todos los que 1 2 DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 Dios, para nuestro bien, ha investido de su autoridad” (CIC, 2197). 7 CIC, 239. 8 CIC, 371. 9 Cfr. CIC, 1602. 10 Concilio Ecuménico Vaticano II, Gaudium et spes, 47. Cfr. también CIC, 1603. 11 PABLO VI, Humanae Vitae, 8, 12 Cfr. CIC, 1614. 13 Cfr. CIC, 2332. 14 CIC, 357. 15 JUAN PABLO II, Carta apostólica Mulieris dignitatem, 6. 16 CIC, 2337. 17 Cfr. CIC, 2338. 18 Cfr. CIC, 2339. 19 PABLO VI, Humanae vitae, 22. Presento la reacción que el autor de la Humanae vitae quiso suscitar: “Todo lo que en los medios modernos de comunicación social conduce a la exitación de los sentidos, al desenfreno de las costumbres, como cualquier forma de pornografía y de espectáculos licenciosos, debe suscitar la franca y unánime reacción de todas las personas, solícitas del progreso de la civilización y de la defensa de los supremos bienes del espíritu humano. En vano se trataría de buscar justificación a estas depravaciones con el pretexto de exigencias artísticas o científicas, o aduciendo como argumento la libertad concedida en este campo por las autoridades públicas” (ibidem) 20 PABLO VI, Humanae vitae, 7. 21 Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Familiaris consortio, 11. 22 PIO XII, Discurso del 29 de octubre de 1951, citado en el CIC, 2362. 23 CIC, 2363. 24 Cfr. CIC, 2366. 25 JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Familiaris consortio, 30. 26 He utilizado a propósito la expresión “debe permanecer destinado a la transmisión de la vida”, por dos razones: la primera porque el Papa Montini la emplea explícitamente: “Ut quilibet matrimonii usus ad vitam humanam procreandum per se destinatus permaneat” (HV 11). La segunda razón es de orden moral: porque evita cualquier biologismo, por lo demás recurrir a los períodos no fecundos comporta precisamente la falta de apertura. 27 Cfr. CIC, 2366-2367. 28 Cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe, Intrucción Donum vitae, II, 8; ver también CIC, 2378. 29 JUAN XXIII, Encíclica Mater et Magistra, III, en AAS 53, 1961, 447. 30 Cf. JUAN PABLO II, Audiencia general, 16 de enero de 1980, en Insegnamenti III/1, 1980, 148 ss. 31 Cf. JUAN PABLO II, Encíclica Evangelium vitae, 14. DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 17 Dolor y sufrimiento: ¿Un nuevo enfoque?1 1. La propia experiencia como punto de partida Muy pocos aspectos de la realidad humana han sido, son y serán tan vividos, contemplados, descritos, estudiados, meditados y expresados en sus diversas manifestaciones como el sufrimiento. Las ciencias, la literatura, las artes plásticas y escénicas, la filosofía, la teología, la expresión religiosa, litúrgica o popular y, desde su implantación masiva, los medios de comunicación constituyen escenarios en los que aparece una y otra vez el sufrimiento como un ingrediente de la condición humana, tan obvio e inseparable de ella como resistente a una comprensión racional satisfactoria. Sin embargo, y sin dar de lado a esa abundantísima fuente de información, quiero dejar bien clara desde el principio mi convicción de que no es posible llegar a conocer de verdad lo que es el sufrimiento más que asomándose a su hondura, que puede llegar a ser abismal, y entrando en ella por la vía de la experiencia2 al vivo, bien experimentándolo en uno mismo, bien mediante la presencia asidua junto a los sufrientes. Por eso, brindar una reflexión sobre un asunto tan universal, complejo y enigmático requiere de entrada, pienso yo, situar esa experiencia en el contexto personal de quien la ofrece, es decir, dejar bien claro el terreno que pisa quien se decide a afrontar una tarea semejante, y la perspectiva o perspectivas desde las que va a hacerlo. En mi caso concreto, el terreno en el que estoy afincado y en el que me muevo es el de la vivencia del cristianismo desde la perspectiva de mi condición de presbítero, con casi 35 años de andadura en este ministerio, la práctica totalidad de los cuales ha discurrido por el cauce de la asistencia pastoral a los enfermos y a sus cuidadores, en el marco de la sanidad pública y al compás de su evolución significativa y constante durante todo ese periodo de tiempo. Pastoral católica y sanidad son, pues, los dos referentes fundamentales que han alimentado y alimentan mi experiencia del sufrimiento. Lo que voy a decir sobre él es lo que yo mismo he experimentado a lo largo de los años junto a las personas enfermas, y junto a sus cuidadores – familiares, profesionales sanitarios, agentes pastorales o voluntarios – cuando éstos permiten que aquellas les transfieran una parte de sus padecimientos. Por supuesto, esta experiencia creciente me ha llevado a una reflexión que se ha nutrido y sigue nutriéndose no sólo de lo vivido en la relación personal con los mencionados sufrientes, sino también de los testimonios del pasado y del presente que aportan los escenarios aludidos en el párrafo anterior. En último término, son los frutos, maduros o no, de esa reflexión los que ofrezco a quienes lean este escrito. 2. El sufrimiento filtrado o percibido a distancia He comenzado adrede destacando la experiencia personal e inmediata como la vía para mí genuina de percepción del sufrimiento, porque estamos siendo cada vez más invadidos por una visión comercializada3 del mismo, puesta al alcance de todos, y que es la que nos ofrecen a diario la prensa, la radio, la televisión y el cine, a través de noticias, reportajes o películas, en las que aparecen en primer plano personas sufriendo intensamente por accidentes, catástrofes naturales, procesos de enfermedad atípicos o simplemente llamativos, conflictos en las relaciones humanas o formas extremadas de violencia. DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 Una característica que me interesa resaltar aquí de esta visión comercializada es que, a pesar del enorme dramatismo que irradian muchas de esas imágenes o relatos, casi siempre son transmitidas y contempladas como meros sucesos, es decir, como experiencias filtradas – incluso no pocas veces manipuladas por los medios que las convierten en noticia4 y las transmiten – y percibidas por los lectores o espectadores, a distancia de quienes las sufren en su propia carne. En consecuencia, lo que ocurre con dicha visión es que, a pesar de los horrores que presenta no pocas veces en primerísimo plano, nos permite seguir haciendo nuestra vida normal sin grandes problemas, al menos en apariencia, porque nos induce a pensar que el sufrimiento siempre les toca a los otros. Craso error que no pocas veces se acaba pagando muy caro. ¿Sucede, sin embargo, lo mismo cuando uno vive el sufrimiento en la propia carne, o cuando toca asistir a enfermos muy sufrientes y a sus allegados? Indudablemente no aunque, en el caso de los cuidadores sanitarios, pastorales o voluntarios, la gente suela creer que ya están acostumbrados a ver sufrir. 3. La confusión semántica entre dolor y sufrimiento Al término sufrimiento le pasa algo parecido a lo ya mencionado respecto a experiencia (cf. nota 2): tampoco está libre de confusiones en cuanto a la asignación de su significado, sobre todo a causa de que en el lenguaje habitual suele ser intercambiado sin más con el término dolor, hasta el punto de aparecer uno y otro como sinónimos. Tal intercambio semántico parece incluso consagrarlo el Diccionario de la Lengua Española, que define el vocablo sufrimiento en términos de padeci- 17 DH n.63 spa 1-80 18 29-01-2006 8:53 Pagina 18 miento, dolor, pena. Dentro del campo de la medicina se habla con toda naturalidad de sufrimiento fetal en Obstetricia, y de dolor espiritual en Medicina Paliativa. Y lo mismo ocurre con el lenguaje usado por el magisterio de la Iglesia Católica, tan cuidadoso de precisión expresiva: sin ir más lejos, el título de la Carta Apostólica del Papa Juan Pablo II sobre el tema que nos ocupa es: Salvifici doloris, sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano5. Hasta las ciencias y saberes que tratan de esclarecer con la mayor precisión posible la índole propia de las realidades significadas por estas dos palabras no parecen arrojar mucha más claridad al respecto. La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) define a éste como una sensación desagradable y una experiencia emocional asociados con una lesión tisular, actual o potencial, o descrita en términos de dicha lesión6; la teología católica más reciente considera, por su parte, que el sufrimiento consiste en un sentimiento de pérdida, daño o carencia, sea físico o espiritual 7. cabe la expresión – de un daño por el que se siente afectada una persona en todos los rincones de su ser. A partir de ahí hay quienes denominan sufrimiento al padecimiento humano de origen o repercusión predominantemente espiritual, y reservan el término dolor para aludir al padecimiento de orden predominantemente somático. Yo mismo he adoptado esa terminología durante bastante tiempo, pues tal distinción ayuda a valorar, por ejemplo, la índole diversa de los padecimientos humano y animal, respectivamente. Pero lo que más me interesa ahora es ayudar a distinguir con mayor precisión el valor humano y humanizador, benéfico o maléfico, del dolor y del sufrimiento. Y pienso que en aras de esta pretensión cabe aún hilar un poco más fino. Tal como yo lo he contemplado y percibido desde mi él, lo convierte en doliente y paciente. Al expresar el dolor, yo he visto a los dolientes percibirse a sí mismos mucho más como objetos de afectación pasiva que como sujetos activos, dotados de espontaneidad e iniciativa. Sus exclamaciones suelen ser, por ejemplo: me duele la cabeza, la herida, la indiferencia de los que me rodean, la desatención de mi familia, el abandono de Dios ... Así es como he oído y oigo expresarse a los enfermos afectados de dolores orgánicos o anímicos: poniendo como sujeto del dolor a su propio organismo o a personas, cosas o circunstancias distintas de ellos mismos; sintiéndolo como una realidad extraña hasta su aparición, imprevista y rechazable. Y, mirando a los dolientes desde esta perspectiva, he llegado a la convicción de que una perso- experiencia pastoral y sanitaria a lo largo de los años, el dolor es sobre todo el padecimiento producido por el impacto e invasión de una realidad que sobreviene, hiere y daña a quien afecta; una realidad nociva que en principio no viene generada por quien la padece – salvo en casos de psicopatologías declaradas – aunque provenga a veces de su propio interior. Es un daño que, contra la voluntad de quien se siente atrapado por na sólo es responsable del dolor que se infiere conscientemente a sí misma o del que provoca en otras personas, cuando actúa sobre ellas como agente nocivo. En resumen, y trasladando a este campo la terminología aplicada a la enfermedad por el maestro Pedro Laín Entralgo8, yo veo en el dolor un desorden padecido y sentido como daño y aflicción. Con el sufrimiento ocurre, a mi modo de ver, lo contrario. 4. Padecimiento, dolor y sufrimiento No quisiera pecar de un atrevimiento rayano en la petulancia, pero creo posible intentar alguna mayor claridad y precisión en el uso significativo de estas expresiones porque, de lograrla, desharía o mitigaría algún malentendido y equívoco que se ha producido – y se sigue produciendo – en la valoración humana y humanizadora del dolor y del sufrimiento. Al menos, voy a intentarlo pues el asunto bien merece ese afán de precisión, y a propósito de la claridad ya dijo Ortega y Gasset que debe ser la cortesía del filósofo. En aras de la aludida precisión, y partiendo de la consideración integradora del ser humano según la cual todo en él repercute en todo él, voy a llamar padecimiento a la percepción genérica – en bruto si DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 19 Mi experiencia me lleva a verlo como la reacción dolorida que la mayoría de los afectados por el dolor generan en y desde sí mismos para combatirlo hasta anularlo, o bien para intentar disminuirlo a límites tolerables si ven que no pueden erradicarlo por completo, y aceptar luego la convivencia con esa dosis de dolor que acaban intuyendo o comprobando que va a ser su inevitable, aunque no deseable, compañera en adelante. Las expresiones que a lo largo de los años he escuchado a las personas sufrientes tienen en abrumadora mayoría una estructura gramatical significativamente distinta a las mencionadas antes respecto del dolor. En ellas la persona sufriente es el sujeto activo, mientras que el dolor y su causa quedan relegados a la condición de complemento indirecto o circunstancial: Sufro por mi dolor de cabeza, a causa de la herida que tengo, por la indiferencia de los que me rodean, por el abandono de Dios ... El cambio semántico no puede ser, a mi modo de ver, más significativo. Parafraseando a Thomas Sydenham9, que describía la enfermedad en términos de conamen naturae, esfuerzo de la naturaleza para erradicar el daño producido por el agente morboso que la provoca, cabe decir que el sufrimiento es el conamen personale, el esfuerzo de toda la persona para hacer frente a la agresión e invasión del dolor. De lo dicho yo deduzco que en el ámbito del dolor lo sustantivo es la agresión nociva y el padecimiento consiguiente; en el ámbito del sufrimiento el protagonista es la persona que, padeciendo el dolor, no se resigna a quedarse en mero paciente sino que reacciona para combatirlo como sujeto activo. El dolor es, en principio, azaroso e imprevisto; el sufrimiento es, por el contrario y en principio también, reactivo, original, autodeterminado. El dolor suele tener siempre la iniciativa; en el sufrimiento la tiene, de entrada, nuestro organismo y tantas veces detrás de él nuestros resortes psíquicos, sociales y espirituales, es de- cir, nuestra persona entera. El dolor, desde su origen, se nos impone; sobre el sufrimiento podemos llegar a mandar. Y en una reflexión sobre éste en clave de humanizar la salud, el dolor se me aparece, al menos, como prehumano, azaroso, involuntario e irresponsable, mientras que veo al sufrimiento surgir de la entraña humana, susceptible de ser querido o rechazado, modulado y orientado mediante el ejercicio de la inteligencia, la voluntad y una libertad limitada pero con suficiente margen de maniobra y, por tanto, de responsabilidad. Un soneto de José Luis Martín Descalzo expresa mejor que yo cuanto acabo de decir, pues lo hace con la precisión y hondura propias del lenguaje poético, mucho más revelador que el científico o el filosófico cuando se trata de abordar la descripción de las interioridades humanas. Por eso no me resisto a transcribirlo, pues es la expresión sufriente de un enfermo dolorido. Nunca podrás, dolor, acorralarme. Podrás alzar mis ojos hacia el llanto, secar mi lengua, amordazar mi canto, sajar mi corazón y desguazarme. Podrás entre tus rejas encerrarme, destruir los castillos que levanto, ungir todas mis horas con tu espanto. Pero nunca podrás acobardarme. Puedo amar en el potro de tortura. Puedo reír cosido por tus lanzas. Puedo ver en la oscura noche oscura. Llego, dolor, a donde tú no alcanzas. Yo decido mi sangre y su espesura. Yo soy el dueño de mis esperanzas. Dejo al lector la tarea, pienso que sencilla y gratificante, de hallar la correspondencia entre lo manifestado por mí sobre la diversa índole del doDOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 lor y el sufrimiento, y el contenido del poema10. Y creo que las puntualizaciones que he hecho al respecto previamente, aunque sean parcas y someras, sirven de pórtico para plantear desde la perspectiva del mundo de la salud la gran cuestión que, junto con la forzosidad de la muerte, ha preocupado y preocupa a toda persona en su andadura por la vida en este mundo: si dolerse y sufrir a causa de las enfermedades nos hace más humanos o, por el contrario, nos deshumaniza. 5. Dolor y sufrimiento como factores de humanización Esquematizando quizá demasiado el preámbulo de la respuesta que trato de ofrecer, se me ocurre apuntar en primer término dos observaciones que – siempre desde mi experiencia – constituyen otros tantos datos perfectamente constatables: ante todo, la conciencia que toda persona tiene, en el uso normal de sus capacidades perceptivas e inteligentes, de que tanto el dolor como el sufrimiento son dos ingredientes inseparables de la condición humana: nacemos, vivimos y morimos agredidos por el dolor y, en consecuencia, generando sufrimiento, sin que podamos evitar ninguno de nosotros algún grado de convivencia con dichos ingredientes11. Ser humano implica, entre otras cosas, dolerse y causar dolor, sufrir y hacer sufrir a otros. Desde este punto de vista, el dolor y el sufrimiento son dos realidades genuina y obstinadamente humanas, por más que resulten indeseables en muchos casos. La pertinaz e irrenunciable aspiración humana a la salud, a la felicidad o, al menos, a la dicha pasajera no está en contradicción con lo que Garcilaso de la Vega, Azorín y Pedro Laín Entralgo denominan el dolorido sentir que afecta a toda persona, por el hecho de serlo y de vivir como tal. La segunda observación tiene que ver con el para mí también hecho evidente de que, a 19 DH n.63 spa 1-80 20 29-01-2006 8:53 Pagina 20 la hora de buscar significado y sentido al dolor y al sufrimiento, cabe dividir a los humanos en dos grandes categorías: la de aquellos que no ven en uno y otro ningún significado ni sentido benéfico; y la de aquellos otros que, aun reconociendo que el dolor debe ser siempre y en principio combatido con todos los recursos al alcance de quien lo padece, puede generar, y de hecho genera a menudo, un sufrimiento llamémosle, de entrada, saludable. No hay, pues unanimidad, sino muy honda y variada división de opiniones respecto del carácter humanizador o deshumanizador, benéfico o maléfico, del dolor y el sufrimiento. 6. Entréme donde no supe y quedéme no sabiendo, toda sciencia trascendiendo12 (San Juan de la Cruz) Me ha venido a la mente esta estrofa del místico abulense mientras pensaba cómo preparar al lector para comprender adecuadamente lo que intento manifestar a continuación. Si la he recordado y la transcribo aquí, es porque describe cabalmente cómo me he sentido yo a menudo ante los dolientes y sufrientes que descorrían ante mí el velo de su intimidad, mostrándome un panorama de dolor sin luz13, de noche oscura del sentido y del espíritu14 o de lo que un himno del Oficio divino denomina, usando una bella metáfora, dolor creyente15. Asomarse al mundo del dolor y el sufrimiento humano provocado por enfermedades, desde la ventana de quienes los experimentan en sí mismos, en sus seres queridos o en aquellos a los que asisten, constituye una experiencia susceptible de convertirse en dato científico y, por tanto mensurable, en lo que se refiere a los planos orgánico y – hasta un cierto punto – psíquico de aquélla. A partir de ahí, sin embargo, dicha experiencia cabalga a lomos alternativamente de lo evidente y lo nebuloso, de lo expresable y lo inefable, del saber y el no saber. Los gestos, ademanes, com- postura y expresiones de los dolientes y sufrientes ayudan a quien los observa y comparte con detenimiento, a medir la índole e intensidad de sus padecimientos, y a brindarles los remedios que el cuidador de turno ha ido acumulando en anteriores oportunidades de encuentro o, en el caso de los profesionales sanitarios, los remedios que con eficacia creciente suministran las investigaciones farmacológicas, clínicas, quirúrgicas, psicológicas o psiquiátricas. De ello me ocuparé brevemente más adelante. Pero esas mismas manifestaciones de dolientes y sufrientes advierten también a quienes van dirigidas de su carácter simbólico, es decir, de que más allá de los datos mensurables, expresan con mucha menos claridad ideas y sentimientos no reductibles al puro razonamiento. El símbolo, decía acertadamente Cassirer16, es el lenguaje del espíritu y quien lo ve o escucha percibe que a través de él se le invita a penetrar donde no sabe orientarse de modo diáfano, si echa mano sólo de los medios introspectivos humanos al uso. Por ello, barrunta que va a quedarse no sabiendo una parte considerable, al menos, de aquello que se le presenta precisamente para que no queden en suspenso los ojos suplicantes17. Así me he encontrado y me sigo encontrando ante dolientes y sufrientes de envergadura, cuando ante mí dejan asomar su padecimiento interior: sumido en una ambivalencia cognoscitiva y práctica, fruto de la perplejidad en que me coloca lo que tengo ostensiblemente delante y, desde ello, lo que he de barruntar a tientas. Por eso, la oferta de mi experiencia que hago a los lectores, me exige compartir con ellos este problema que me sigue saliendo al paso, y las vías de solución que ante él he ido adoptando al compás de mis años de cuidador pastoral, es decir, humano, espiritual y religioso. El problema, tal como a mí se me plantea, tiene este enunciado: ¿Está el cuidador de dolientes y sufrientes preparado y dispuesto a prestarDOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 les ayuda desde un saber no sabiendo, trascendiendo toda sciencia? Yo lo veo como un problema clave de humanización en la salud del dolor y el sufrimiento. Reduciéndolo a los términos del lenguaje sanitario actual y predominante, se trata de un problema de desproporción entre la magnitud de las necesidades y la limitación de los medios humanos al uso destinados a satisfacerlas; expresándolo en términos de Pastoral de la Salud, el problema es el de la capacidad concreta de ajuste – tanto por los dolientes y sufrientes, como por sus cuidadores – entre la humildad que reclaman la flaqueza, limitación y desamparo humanos, y la osadía también humana, fruto de nuestro irrenunciable impulso a la autotrascendencia, a ir más allá en todos los órdenes de nuestro ser y existir. 7. El desacuerdo radical respecto a la capacidad humanizadora del dolor y el sufrimiento Nunca ha dejado de producirme un gran desconcierto la constatación que surge al repasar la cantidad de testimonios vivos, escritos o en imagen que uno puede abarcar – cantidad muy exigua dentro de la inmensidad de manifestaciones que ofrecen tanto el tiempo presente como la historia pasada – acerca del significado y sentido, o sinsentido, del dolor y el sufrimiento. Se trata de la constatación no ya de las numerosísimas diferencias entre muchos de esos testimonios respecto al asunto que nos ocupa sino, más aún, de las posturas diametralmente opuestas y hasta irreconciliables que aparecen en ellos. Dada la extensión limitada del escrito que se me ha encomendado, me veo obligado a mencionar sólo algún ejemplo ilustrativo. Pongo ante los lectores, en primer lugar, a Job, el prototipo del enfermo doliente en la literatura universal y en las Sagradas Escrituras judeocristianas. Contradiciendo la convicción que el Satán expone ante Yahvéh, acerca del in- DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 21 menso apego que los humanos tienen por la vida, al decir: ¡Todo lo que el hombre posee lo da por su vida (Job 2, 4), el doliente Job, abrumado por la cantidad y desmesura de sus padecimientos, maldice el día en que nació, añora no haber sido un aborto18 y, en el colmo de su desesperación exclama: ¡Preferiría el estrangulamiento, la muerte antes que estos dolores! (7, 15). Sin llegar a expresiones tan tremendas como las del personaje bíblico, yo he sido testigo del lamento amargo de muchos enfermos, expresado en términos muy parecidos a los que Guadalupe Amor usa en este breve poema: Noches con ojos abiertos, noches de vuelos terribles, congoja y ansia indecibles sueños en sombra despiertos. Desbordados mis latidos, mis pasiones desbordadas. mis ansias, ¡ay!, no colmadas, casi muertos mis sentidos. Todo en la noche girando, filtrándose por mi alma. Ya clamo por tener calma: ¡Mi Dios, mi Dios, hasta cuándo!19 er a colación otros que, sin ocultar ni un ápice la extensión, la hondura y el dramatismo de los padecimientos vividos por sus protagonistas, dejan un pequeño resquicio o una salida abierta a un horizonte de esperanza, porque irradian un halo de serena y humanizadora pesadumbre. Como ejemplo significativo propongo, junto al poema ya citado de José Luis Martín Descalzo, este otro de Amado Nervo, en el que vuelca sus sentimientos de duelo por la pérdida del ser querido: Dios mío, yo te ofrezco mi dolor; ¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte! Tú me diste un amor, un solo amor, ¡un gran amor! Me lo robó la muerte ... y no me queda más que mi dolor. Acéptalo, Señor: ¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte! Pero una vez constatada, aunque sea de un modo tan breve y esquemático, la disparidad radical en la valoración humana y humanizadora del dolor y el sufrimiento, creo llegado el momento de ofrecer mi respuesta a la cuestión que me ha sido planteada. Educado para asistir en el mundo de la asistencia sanitaria, voy a abordar dicha respuesta presentando, en primer término, un cuadro clínico de los dolientes y sufrientes que acuden a mí en petición de ayuda. 8. Cuadro clínico-pastoral de los pacientes Para todos aquellos dolientes que coinciden de un modo u otro con la situación patológica y anímica de Job, el dolor es un mal abominable y atroz que habría que combatir a cualquier precio, y el sufrimiento que genera resulta también un precio injusto, inhumano, radicalmente insoportable, en definitiva, deshumanizador. Sin embargo, frente a este tipo de testimonios puedo tra- Comienzo haciendo tres salvedades. En primer lugar, mi convicción de que, en rigor, no hay enfermedades sino enfermos, ni dolor sino dolientes, ni sufrimiento sino seres humanos que sufren; la segunda salvedad es que veo a cada ser humano único e irrepetible en su modo de dolerse y de reaccionar sufriendo frente a sus dolores; la tercera es, por ello, invitar al lector a considerar las observaciones que vienen a continuación un mero boceto DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 general, o retrato robot, que les ayude inicialmente a percibir cómo viven los enfermos sus padecimientos. Cuando la enfermedad irrumpe y se instala en cualquier ser humano, constituye, en primer término, una dolorosa sorpresa y, en seguida, un parón obligado en el curso de la vida. La primera constatación dolorosa a la que ha de enfrentarse quien ha caído enfermo es que le ha sobrevenido algo con lo que no contaba; algo que, además, amenaza cambiar el estilo de vida con el que estaba familiarizado hasta ese momento; algo que uno había contemplado ya en otros pero ahora tiene que afrontar en sí mismo, con el agravante de que hoy se vive más penosamente que en otras épocas la enfermedad, pues estamos menos preparados para asumirla20. Poco a poco va el enfermo exteriorizando y dando forma a la convulsión que provoca en su interior la enfermedad que lo ha postrado y, junto al conocimiento del diagnóstico emitido por el facultativo – no siempre de manera clara y asequible al grado de cultura o al estado de ánimo del enfermo – éste percibe sensaciones nuevas provenientes de su cuerpo. Este ya no es el compañero silencioso y obediente con el que el enfermo se había acostumbrado a contar cuando estaba sano, sino una especie de intruso molesto y rebelde que muestra aspectos amenazadores y desconocidos antaño, y que exige al enfermo que le preste mucha más atención que cuando disfrutaba de salud: una atención preñada frecuentemente de dolores físicos más o menos intensos y de angustias o zozobras anímicas. Y, a partir de ahí, el enfermo comienza a añorar la salud perdida, que implicaba para él lo que Laín Entralgo llama la no sensación del cuerpo y el silencio de los órganos21. Pero no es sólo el cuerpo el que muestra al enfermo su flaqueza; todo él se siente falto de firmeza, frágil y vulnerable. Además, la índole propia de una enfermedad duradera, y la lentitud en la provisión de 21 DH n.63 spa 1-80 22 29-01-2006 8:53 Pagina 22 las pruebas diagnósticas y de los tratamientos terapéuticos, tan frecuente en nuestro sistema sanitario, hacen que el enfermo pase de tener una vida tan ocupada, estando sano, que apenas le permitía relacionarse consigo mismo, a disponer de mucho tiempo para observarse, percibirse y sentirse mucho más detenidamente. E indefectiblemente acaba por cuestionar la imagen que de sí mismo se había fabricado antes de enfermar. Así comienza un doloroso itinerario que puede llevar al enfermo a hundirse, o a crecer y a madurar. No somos nadie, dicen a menudo muchos enfermos; pobre de mí, ¿quién me librará de este cuerpo mío que me está matando, se preguntan, como San Pablo (Rom 7, 24) ante la constatación de lo perecedero de su condición. Y, situados ante sí mismos, ven cómo les brotan las preguntas más hondas que antes no habían podido, o no habían sabido, o no habían querido hacerse: ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿por qué he caído enfermo? ¿qué he hecho yo para acabar así? ¿qué sentido tiene sufrir como estoy sufriendo? ¿qué va a ser de mí? ¿cómo puede Dios permitir ésto? ¿por qué, Señor? La búsqueda de ayuda ante su situación global, y la búsqueda de interlocutores que le ayuden a responder a tales preguntas y a descargar la angustia que generan, obligan al enfermo a salir de sí mismo y a observar a los demás muy atentamente, porque se siente mucho más dependiente de ellos que antes. Y el sentimiento de dependencia puede ser doloroso por su propia índole, pero puede serlo aún mucho más cuando quienes rodean al enfermo (familiares, amigos, profesionales sanitarios, agentes de pastoral o voluntarios) no cumplen adecuadamente lo que aquél espera de ellos. Hay ocasiones en que él pide más de lo que los otros están en disposición de dar, sobre todo en los momentos en que el enfermo está embargado por un gran sentimiento egocéntrico, y cree que es el único que sufre. Pero otras veces sucede que los encargados de atenderle no están a la altura que requieren sus necesidades. Y esto provoca en él lógicas reacciones de amargura, despecho, desconfianza y frustración. Además, hoy el enfermo sufre no sólo por la eventual incomprensión de sus interlocutores, sino por el tipo de asistencia que le ofrece un sistema sanitario organizado a partir de un conjunto de estructuras susceptibles, por desgracia, no sólo de brindar eficacia y calidad asistencial, sino también de oprimir o mal-tratar precisamente a quienes deben procurar el máximo restablecimiento o alivio posibles. La relación asistencial entre el enfermo y sus cuidadores corre el riesgo de ser hoy cada vez más distante e instrumental, menos humana, cercana e interpersonal. Los avances de la medicina han traído consigo grandes ventajas en lo tocante al tratamiento de los síndromes y síntomas dolorosos, pero también han conducido a un debilitamiento psicológico, social y espiritual ante el dolor y el sufrimiento. 9. Cuadro clínico-pastoral de los familiares de los pacientes En la mayoría de las familias la enfermedad duradera de uno de sus miembros produce casi siempre una herida penosa en todo el cuerpo familiar, un manojo de dolores y sufrimientos de diversa índole. Algunas de sus formas son un puro reflejo y prolongación de los dolores y sufrimientos del enfermo, pero hay otras formas que brotan espontáneamente de la propia familia y que, en resumen son las siguientes. En primer lugar, el padecimiento que aflora en bastantes familias bien dispuestas a ayudar hasta donde puedan a sus allegados enfermos, y cuyas causas pueden ser la falta de recursos materiales, la inadecuación de las viviendas, el horario laboral más o menos incompatible con dicha ayuda, etc.22; pero otras veces esas causas son de índole estricta- DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 mente personal. El enfermo no cambia sólo ante sí mismo sino también ante los suyos, a los que a menudo resulta difícil comprender las reacciones y alteraciones de ánimo que antes, cuando estaba sano, no veían en él. No es infrecuente oír a un familiar decir con pesar, aludiendo al enfermo: No le conozco, ya no es el que era. Sin llegar a tales extremos, una enfermedad duradera supone para la familia una acumulación constante de padecimientos que provienen, ya de los contemplados en el enfermo y que a menudo no saben cómo aliviar, ya de los abiertamente transferidos por él a aquellos que considera los más idóneos, en principio, para poderlos compartir. En este sentido la familia necesita una ayuda mayor aún que el propio enfermo, ayuda que, cuando se presta, revierte además en beneficio de éste. Y, por último, cabe mencionar la necesidad que la familia tiene de encontrar un sentido trascendente tanto a los padecimientos del enfermo como a los suyos propios. V. Frankl ha dejado bien claro lo destructivo que es el padecer sin sentido23. 10. Cuadro clínico-pastoral de los sanitarios, en cuanto pacientes Es opinión común de la gente que los sanitarios están por regla general por encima de los dolores y sufrimientos de los enfermos a quienes asisten, así como de los que afectan a sus familiares. De hecho, ya mencioné antes que no es raro oír decir a unos y otros, dirigiéndose convencidos a los sanitarios: Ustedes ya están acostumbrados a ver sufrir. Las causas de tal opinión parecen ser tres. En primer lugar, la imagen que la sociedad tiene de los sanitarios, a los que contempla como puros técnicos de la salud y de la curación, cuya eficacia ha de comportar por sistema una fría objetividad, insensible al dolor y sufrimiento ajenos. Por otro lado, la misma edu- DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 23 cación recibida por ellos, en la que ha primado hasta ahora el cultivo de las disciplinas científicas sobre las implicadas en la asistencia personal, dentro de sus programas de formación. Por último, la actitud de no pocos de ellos tendente a convertir el uniforme y la compostura en una barrera inmunizadora frente a la enormidad de padecimientos que a diario contemplan y tratan. Sin embargo, la mayoría de los sanitarios no saben dar un cauce anímico satisfactorio a la transferencia de padecimientos que reciben de los enfermos y sus familiares, ni a des-ahogarse adecuadamente de ellos, inhabilidad por la que pueden llegar a pagar un precio psíquico y anímico muy alto. Además, el colectivo sanitario es uno de los que más quejas recibe en nuestra sociedad, tanto a través de los medios de comunicación y ante las instancias jurídicas (Defensor del Pueblo, tribunales de justicia, cartas en diarios y revistas), como de forma directa del público. Algunas de esas quejas obedecen a verdadera negligencia o mala práctica de los sanitarios, pero la mayoría son debidas a los defectos estructurales y funcionales del sistema sanitario, que ellos mismos también padecen en primera línea y a cada momento. Por ello se sienten incomprendidos y hasta maltratados, y así lo suelen manifestar, con razón. 11. Cuadro clínico-pastoral del voluntariado asistencial y pastoral El interés actual por el voluntariado asistencial, y su demanda creciente, no suelen ir acompañados de una preocupación suficiente – a menudo ni siquiera existente – por el cuidado, apoyo y seguimiento que necesitan estos cuidadores para restañar las heridas que reciben al asistir, y para des-ahogar los padecimientos que les son transferidos por aquellos a quienes asisten. Y es éste un problema del que tanto las instituciones sanitarias seculares como la Iglesia y las comunidades cristianas no han tomado aún la debida conciencia. Quede simplemente apuntado este comentario, forzosamente breve por no alargar la extensión de este escrito. 12. Las posibilidades de humanizar el dolor y el sufrimiento A pesar de lo dicho más arriba24 acerca de la confusión semántica entre dolor y sufrimiento en el campo de las ciencias médicas, y de la limitada capacidad de éstas para DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 comprenderlos y tratarlos25, es ahí donde se está logrando una mayor precisión sobre el conocimiento de la naturaleza del dolor en sus vertientes orgánica y psíquica, y de los remedios terapéuticos aptos para combatirlo con una eficacia cada vez más concluyente. 12.1 La medicina ante el dolor26 La medicina ha logrado enormes avances en el estudio y el tratamiento del dolor corporal. Resumiendo los hallazgos y resultados de dicho estudio puede decirse que el dolor clínico debe ser dividido en dos categorías: agudo y crónico. Las diferencias entre ellos son tan peculiares, que deben ser considerados como dos entidades totalmente diferentes. Se denomina agudo al dolor de comienzo brusco, que es causado por lesión traumática o por enfermedad. El dolor agudo ejerce una importante función biológica: avisa al individuo y le pone en guardia de que algo anda mal y de que, por tanto, debe buscar ayuda médica. Para el médico, el dolor agudo tiene una gran utilidad diagnóstica. La mayor parte de los problemas asociados con el dolor agudo pueden ser controlados adecuadamente con fármacos, anestésicos, inhalatorios, bloqueos nerviosos u otro tipo de tratamiento. Con tales remedios – o espontáneamente – el dolor agudo tiende a desaparecer con el tiempo al compás del proceso de cicatrización – si ha sido provocado por una herida – o por desaparición del estímulo nocivo irritante en los demás casos. Por el contrario, el dolor crónico no tiene ningún valor biológico, sino que actúa como un proceso corrosivo que impone un severo estrés físico, emocional, espiritual y hasta económico al individuo que lo padece, así como a su familia y a la sociedad. Cualquier situación dolorosa que no responde a las medidas convencionales de tratamiento, y que dura seis o más meses, es considerado dolor crónico. 23 DH n.63 spa 1-80 24 29-01-2006 8:53 Pagina 24 El dolor crónico puede, a su vez, dividirse en dos tipos: benigno y maligno. En el dolor crónico benigno los síntomas están relacionados con un problema orgánico que no es progresivo y no representa una amenaza para la vida del individuo. El dolor crónico maligno es el asociado a enfermedades potencialmente terminales o fatales, siendo su ejemplo típico el dolor que acompaña a diversas formas de cáncer. En estos casos, el dolor es una señal del deterioro progresivo de la salud del paciente. Psicológica y anímicamente, este dolor llega a ser causa y símbolo de hondo sufrimiento y hasta de desesperación. Últimamente ha aparecido otra clasificación del dolor clínico, la que lo divide en somático y visceral27, haciendo hincapié en este último, que sería el producido por lesiones y enfermedades que afectan a los órganos internos. Se trata de un síntoma habitual en la mayor parte de los síndromes dolorosos agudos y crónicos de interés clínico. Su neurofisiología es aún poco conocida, pero la distinción entre este tipo de dolor y el somático ha sido propuesta porque se considera relevante y necesaria, ya que resalta el origen de la lesión y pone de manifiesto que los mecanismos neurofisiológicos del dolor visceral son distintos de los correspondientes al somático. El enfoque terapéutico del dolor visceral va encaminado a entenderlo como una entidad dolorosa en donde pueden confluir distintos tipos de dolor, desde el puramente visceral al neuropático y osteomuscular. Hoy se augura ya que la genómica individualizará el tratamiento del dolor visceral, aunque es éste un frente de investigación todavía por descubrir. 12.2 El alivio, antídoto del dolor Todas las respuestas médicas al padecimiento humano tienen – o deben tener – como finalidad el alivio del paciente, entendiendo por tal la acción o efecto de atenuar, miti- gar, aligerar o hacer menos pesada – nunca de erradicar por completo – la carga de padecimientos de diversa índole asociados a la vivencia de enfermedades. Por ahí va, cuando es cabalmente comprendido, el célebre dicho que la medicina está volviendo por fortuna a convertir en su santo y seña: Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre. El alivio así entendido es, por parte de quien lo ofrece y de quien lo experimenta, una realidad efectiva pero humilde en sus pretensiones, de efecto positivo pero siempre limitado, nunca completo en la erradicación del sufrimiento humano28. Y parece que la mentalidad de la medicina clínica así lo va entendiendo, superando con ello la quimera de la erradicación total del dolor y el sufrimiento por medios técnicos, que mereció críticas muy severas en la década de los años setenta del pasado siglo29. Hoy día las Unidades del Dolor y la Medicina Paliativa consiguen eliminar el dolor crónico maligno, o reducirlo a limites perfectamente tolerables, en la absoluta mayoría de los casos tratados según estas dos modalidades médicoasistenciales. En esa eficacia creciente veo yo el cumplimiento real de las aspiraciones que al respecto ya albergaba la medicina antigua por boca de algunos de sus más ilustres representantes30. 12.3 El consuelo, acicate y vehículo del sufrimiento Antes que nada vuelvo a remitir al lector a mi modo de entender el sufrimiento como reacción frente el dolor; sólo así se comprende que describa el consuelo como su acicate y vehículo. Dicho ésto, he de añadir que no conozco mejor definición del consuelo que la que aparece al comienzo del capítulo 40 del libro del profeta Isaías: Consolad, consolad a mi pueblo, hablad al corazón de Jerusalén (Is 40, 1). Consolar es, según este texto y sus numerosos paralelos, saber hablar al corazón, es decir, al mundo interior31 DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 de un ser humano atribulado por el dolor. El consuelo, en contra de la opinión superficial que se suele tener del mismo, no consiste en pronunciar palabras amables y poco comprometedoras a los dolientes, sino en poseer el arte32 necesario para no dejar en suspenso los ojos suplicantes. Requiere – antes que habilidad verbal persuasoria – disponibilidad, magnanimidad y entrega personal, en definitiva, amor desbordante. El consuelo va dirigido a prestar ayuda, aliviar (cf Lam 1, 16s) al desconsolado mediante la invitación que el consolador le hace de buscar un fortalecimiento espiritual, y la oferta de sus energías personales, sobre todo interiores. Es, por ello, el recurso que sigue manteniendo su vigencia incluso cuando fracasan los demás antídotos frente al dolor. En resumen, el consuelo es el acicate con que suave, firme y pausadamente se anima al doliente a generar una reacción de sufrimiento liberadora frente al dolor, o el vehículo mediante el que se ayuda a aquél a encauzar dicha reacción, una vez que él la ha suscitado en su persona. En el ejercicio del consuelo pueden entrar en juego los medios aliviadores ya mencionados que proporcionan con creciente eficacia las investigaciones médicas y las estrategias psicológicas, pero se quedan a lo sumo en ayudas de base sin llegar a constituir su auténtico núcleo pues éste es el fruto – y vuelvo a hablar desde mi experiencia personal – de una sabiduría adquirida mediante el cultivo y puesta en práctica de los valores espirituales que tienen que ver con el supremo aprecio del prójimo menesteroso. En pocas palabras, el consuelo es la cristalización efectiva del amor de efusión, al que el Nuevo Testamento llama agape o caridad, y de sus consecuencias: la paz interior y la maduración personal. Desde el punto de vista de la asistencia cristiana y pastoral, el consuelo es la gran respuesta humanizadora frente al dolor, el fruto más granado y maduro del sufrimiento. DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 25 12.4 La comprensión poética y sapiencial del dolor, el sufrimiento y el consuelo Con lo que acabo de decir estoy introduciendo al lector en un mundo de realidades y significaciones, cuya percepción y comprensión rebasa por completo el ámbito del saber científico-tecnico y, en algunos aspectos, también del saber filosófico. Pero ése es el mundo en el que más propiamente se mueve mi experiencia acerca del dolor y el sufrimiento. Por eso, antes de seguir adelante creo apropiado aclarar a qué tipo de saberes me atengo sobre todo para adquirir y comunicar dicha experiencia. De la mano, una vez más, del maestro Laín33 me pongo a ello. Para expresar adecuadamente la impresión de realidad en un determinado aspecto de ella – el hecho de vivir, el amor, un paisaje, el dolor, el sufrimiento, la muerte...– tres caminos se ofrecen a la mente: la descripción objetiva de lo que se percibe, la creación de conceptos y la invención de metáforas y de símbolos. Entre metáforas y símbolos existe un estrecho parentesco. La metáfora es el más esencial y casi constante de los elementos formales del lenguaje poético. Ya dejó dicho Ortega que la poesía es metáfora, añadiendo que la metáfora es un procedimiento intelectual por cuya mediación conseguimos aprehender lo que se halla más lejos de nuestra potencia conceptual. Lo que esencialmente ofrece la verda- dera poesía – junto a su carga estética y desde ella – es un peculiar modo de acceder a la realidad y penetrar mentalmente en ella. El poeta, ante el fondo insondable de la realidad, toma del habla común palabras a las que él y su lector no suelen conceder habitualmente más significación que la tópica, pero al hacer poesía estas palabras son empleadas para nombrar realidades muy distintas de las que nombraba el habla común procurando, eso sí, que la relación entre el significado vulgar de tales palabras y el que adquieren por su traslado al poema no sea arbitraria y absurda, sino susceptible de comprensión certera por parte del lector. Por eso, yo echo mano habitualmente de poemas para comprender y dar a entender mis vivencias y mi experiencia en relación con realidades humanas como el dolor y el sufrimiento. Sin menospreciar el lenguaje científico-tecnico que oigo, por ejemplo, a los profesionales sanitarios con quienes colaboro tantas veces en la atención a los enfermos, y con quienes comparto también parte de su terminología, el modo de expresión más propio de mi vocación y quehacer asistencial es el del lenguaje poético34 y más aún, como señalaré a continuación, el llamado también por Laín, lenguaje sapiencial. Saber de salvación llamó Max Scheler a aquel que, cualesquiera que sean los presupuestos religiosos y éticos del que lo busca o lo posee, tiene como fin primario la recta orientación hacia el cumplimiento del sentido último de la vida. Yo, dice Laín Entralgo, me atrevo a llamarlo saber sapiencial. Toda la literatura religiosa, en su sentido más amplio – ascética, parenética, filosófica o teológica, entendida ésta última como itinerarium mentis in Deum35 – trata de suscitar el saber sapiencial en el alma del lector. Todos los demás saberes – científicos, filosóficos o poéticos – tienen por definición un sentido penúltimo. Sólo cuando se plantean la búsqueda o el hallazgo del sentido último de la DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 realidad, o de las realidades a las que se aplican36, adquieren los antedichos saberes la condición de saber sapiencial, de vía de acceso a la salvación personal e incluso a la salvación general de la humanidad y del cosmos. Es éste último saber precisamente el que yo he recibido, aceptado y cultivado como el que cabalmente se ajusta al modo en que yo concibo la realización de mi vida, y el que se me ha encomendado transmitir a otros, y ayudarles a desarrollarlo con tanta decisión por mi parte como discreción y respeto. Lo cual me lleva a enfilar la parte postrera de este escrito, en la que ofrezco al lector lo más genuino y apropiado de mi experiencia sobre el dolor y el sufrimiento; aquello que, bebiendo año tras año en las fuentes de mi fe cristiana37, contrastándolo con quienes formo una comunidad de creyentes en el espacio y en el tiempo, y con quienes, aún no asumiendo mi misma fe, comparten conmigo la tarea de asistir a los enfermos en un ambiente, gracias a Dios, cada vez más interdisciplinar, y la tarea de reflexionar sobre diversos aspectos de dicha asistencia: todo eso es lo que con mayor o menor fortuna expresiva voy a intentar redactar. Al hacerlo, espero no ser ni incomprensible ni traductor traidor del significado cristiano del dolor y el sufrimiento. 12.5 La comprensión pastoral del dolor y del sufrimiento a) En la Biblia. La primera fuente de mi fe es la revelación de Dios que, encarnada en el lenguaje humano, viene a iluminar desde los escritos bíblicos los rincones más oscuros de la humanidad. Y mi lectura asidua de la Biblia me hace ver hasta qué punto el Libro se toma en serio la realidad del dolor humano. No trata de escamotearlo, camuflarlo, o minimizarlo sino que lo señala, de entrada, como un mal que no debiera existir, y compadece a quien es afectado por él. Desde la Escritura se eleva un inmenso clamor 25 DH n.63 spa 1-80 26 29-01-2006 8:53 Pagina 26 de gritos y lamentos, tan frecuente que dio origen a un género literario propio: la lamentación. Los salmos están llenos de esos gritos de aflicción, y esta letanía provocada por el dolor se prolonga hasta el gran clamor y las lágrimas de Cristo ante la muerte (Heb 5, 7). Tal rebelión de la sensibilidad parte de la constatación de que el dolor es un mal universal38, ante el que nadie se resigna en principio. Con este panorama de fondo, la Biblia, tan profundamente sensible y sincera ante el dolor, no trata de excusar a Dios por tal motivo sino que, por el contrario, sostiene que nada escapa a su control39. La tradición israelita no abandonará nunca el atrevido principio formulado por Amós: ¿Sucede alguna desgracia en una ciudad sin que Dios sea su autor? (Am 3, 6; cf Ex 8, 18-22). Y afirmaciones como ésta desencadenaban reacciones extremas40 ante el espectáculo del dolor como exponente paradigmático del mal en el mundo. Los israelitas sabían distinguir entre las causas del dolor derivado de enfermedades aquellas que son naturales, como determinadas heridas o los achaques de la vejez; pero también lo atribuían a la existencia de poderes malignos presentes en el universo y hostiles al ser humano, sobre todo al pecado, al que se consideraba el origen de toda desgracia, tal como lo manifiestan reiteradamente los amigos de Job en sus interpelaciones a éste. Sin embargo, ninguna de estas causas: ni la naturaleza, ni el azar, ni la influencia universal del pecado, ni la maldición, ni siquiera el Satán se sustraían en la conciencia del Antiguo Testamento al poder de Dios. La realidad lacerante del dolor ponía a Dios en entredicho: Él era sobre todo quien quedaba implicado en tal escándalo. Por eso, los profetas no podían comprender la felicidad de los impíos y la desgracia de los justos41, y Job entabló un proceso contra Dios y le pidió explicaciones42 escandalizado por sentirse destinatario de un dolor no merecido. Profetas y sabios del Anti- guo Testamento, abrumados por el dolor pero sostenidos por su fe, fueron entrando progresivamente en el enigma y misterio de aquél43. Descubrieron el valor purificador y educativo44 del sufrimiento generado por el dolor, y acabaron por ver en tal sufrimiento incluso un efecto de la benevolencia divina45. Así explica el AT el sentido de la muerte prematura del sabio (Sab 4, 17-20) y la bienaventuranza de la mujer estéril y del eunuco (Sab 3, 13s). Gracias a esta comprensión progresiva, Jeremías pasó de la rebelión a una nueva conversión46. Finalmente, por lo que respecta al Antiguo Testamento, en el sufrimiento fue apreciado un valor de intercesión y de redención, tal como aparece en la oración dolorida de acepta echar sobre sí las dolencias y el sufrimiento que les tocaba a los demás y, con ello, les ofrecía paz y curación. Así es como el escándalo supremo se convertía, a los ojos del autor bíblico de los poemas del Siervo, en la maravilla inaudita de Dios, en la revelación de su bondad47 imparable, aunque misteriosa por sus caminos. Pasando al Nuevo Testamento, lo primero que los evangelios muestran con toda claridad es el hecho de que Jesús no podía ser testigo de los padecimientos humanos sin quedar profundamente conmovido48. Las curaciones y resurrecciones que realizó eran signos tanto de su carácter compasivo como de su misión mesiánica (Mt 11, 4; cf Lc 4, 18s), y preludios de la victoria Moisés (cf Ex 17, 11ss; Nu 11, 1s) y, sobre todo, en la figura del Siervo de Yahvéh. El Siervo conoció el dolor y generó el sufrimiento bajo sus formas más tremendas y escandalosas, hasta no provocar ya ni siquiera compasión, sino horror y desprecio. La causa de este sufrimiento eran los pecados, pero no del Siervo, sino de otros, lo cual llevaba el escándalo hasta el colmo. Ahora bien, ahí es donde radica precisamente el núcleo del mysterium doloris: el designio de Dios se realiza mediante la voluntad con que el Siervo definitiva que él predicaba sobre el dolor y la superación del sufrimiento. El cumplió la profecía del Siervo49, y a sus discípulos les dio el poder de curar en su nombre (Mc 15, 17). Sin embargo, Jesús no erradicó del mundo ni el dolor ni, consiguientemente, la necesidad del sufrimiento. No los suprimió pero se dedicó a consolar a los dolientes y sufrientes que encontraba a su paso, y a afirmar la fuerza del consuelo50. Dejó bien claro que no tiene por qué existir necesariamente un nexo causal entre el pecado y la enfer- DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 27 medad51, y sus secuelas de dolor y sufrimiento, llegando incluso a afirmar que el sufrimiento puede ser manifestación de la obra terapéutica y consoladora de Dios52. Pero Jesús no fue un mero espectador y asistidor de dolientes y sufrientes. Mucho antes de su pasión ya le resultaban familiares a Jesús el dolor y el sufrimiento. Sufrió a causa de la gente53 y al sentirse desechado por los suyos54, lloró ante Jerusalén55 y a sus discípulos les advirtió varias veces que tenía que sufrir mucho56 a pesar del escándalo que tal declaración provocaba en ellos. Cuando llegó la hora de su pasión, el sufrimiento de Jesús se convirtió en una aflicción mortal57, en una verdadera agonía58 provocada por el miedo y la angustia, al presentir la concentración de dolores por la que habría de pasar y que, aparte las torturas físicas, abarcaron desde la traición del discípulo hasta el sentimiento del abandono de Dios59. Pero la pasión reveló que Jesús era y es capaz de socorrer a los que son probados por el dolor, y de identificarse con los que sufren60. Con la llegada de la Pascua y la fe en el Resucitado, una ilusión amenazaba a los discípulos: que el dolor y el sufrimiento tocaban a su fin. Tal ilusión traía consigo el peligro de que la fe de los discípulos naufragara al seguir experimentando inexorablemente las realidades penosas que comporta la existencia en este mundo, entre ellas de modo eminente las enfermedades. Pero los escritores del Nuevo Testamento dejan bien claro que la resurrección de Jesús no vino a derogar el mensaje del Evangelio sobre el dolor y el sufrimiento, sino a confirmarlo. La alusión de las bienaventuranzas a los que lloran (Mt 5, 5)61 y la exigencia de llevar cada día la cruz que a cada uno puede tocarle (Mt 16, 24 y par), conservan toda su vigencia a la luz del destino del Señor en este mundo: si el Maestro pasó grandes tribulaciones, sus discípulos habrán de seguir el mismo camino (cf Lc 24, 25s; Mt 10, 24s). Tal camino, según San Pa- blo, lo han de compartir con Jesús los cristianos en el dolor y en el gozo62, en el sufrimiento y en el consuelo. Porque si un cristiano quiere poder llegar a decir, con San Pablo: Es Cristo quien vive en mi (Ga 2, 20), ha de saber que sobre él van a rebosar los sufrimientos de Cristo (2 Cor 1, 5), ya que cristiano es quien ha entregado libremente su pertenencia a Cristo y quien, por ello, toma conciencia de su persona, de la fuerza de su resurrección y de la solidaridad con sus padecimientos (Fil 3, 10). Por eso, la Carta a los Hebreos dice que, igual que Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, ofreció oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, y... sufriendo aprendió a ser fiel (Heb 5, 7ss), del mismo modo es preciso que nosotros corramos con fortaleza en la prueba que se nos presenta, fijos los ojos en el iniciador y consumador de nuestra fe, Jesús que, en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz, sin miedo a la ignominia (Heb 12, 2). Cristo, que se solidarizó con los dolientes y sufrientes, dejó a los suyos el mismo encargo. Compartir la vida de Cristo, según Pablo, implica alegrarse con los que se alegran, llorar con los que lloran (Rom 12, 15; cf 1 Cor 12, 26). Pablo podía decir, por propia experiencia y en nombre de todos los cristianos, que si compartimos sus sufrimientos es señal de que compartiremos su gloria (Rom 8, 17); por eso, estamos apurados pero no desesperados, acosados pero no abandonados ... paseamos continuamente en nuestro ser la tribulación de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro ser (2 Cor 4, 10). Y podía decir también que a vosotros se os ha concedidos el privilegio de estar junto a Cristo, no sólo creyendo en El, sino sufriendo por El (Fil 1, 29), es decir, esforzándose con Él para combatir el dolor que aflige a los humanos. b. En los testimonios de la Tradición cristiana. En este punto voy a limitarme, por ra- DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 zón de espacio y de mi propia limitación documental, a mencionar sólo una ínfima muestra de los innumerables testimonios que dentro de la tradición cristiana han ido reafirmando su mensaje original sobre el dolor y el sufrimiento, y ahondando en sus afirmaciones fundamentales. Los que cito a continuación, y otros, me han servido de gran ayuda tanto en el plano de mi maduración personal, como a la hora de asistir espiritualmente a quienes de un modo u otro me lo han pedido63. Comienzo con unas palabras de San Gregorio Nacianceno, que siempre me han parecido ilustrativas de la distinción entre el dolor y el sufrimiento que propuse en el apartado 4.: Sufro dolor en mi enfermedad y me alegro, no por el dolor, sino porque enseño a otros a sobrellevar paciente y resignadamente el suyo (Epist. 36). Aunque la intención expresa del santo enfermo capadocio no coincida con la mía, y sin pretender hacer una exégesis forzada de sus palabras, creo que muestran con suficiente claridad la índole de la distinción que hago entre una y otra forma de padecimiento: el carácter paciente de quien se duele, y el carácter reagente de quien sufre, manifestado aquí éste en la paciencia, la resignación y hasta la alegría. Dando un gran salto de más de quince siglos, pero sin salir de la comunidad humana, que está unida a través del tiempo en la vivencia del padecer, yo veo muy bien expresada la universalidad del dolor y su fuerza destructora y extenuante en este poema de Blas de Otero, enfermo dolorido y creyente, al fin y al cabo: Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte, al borde del abismo, estoy clamando a Dios. Y su silencio, retumbando, ahoga mi voz en el vacío inerte. Oh Dios, si he de morir, quiero tenerte despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo oirás mi voz. Oh Dios, 27 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 28 estoy hablando solo. Arañando sombras para verte. Alzo la mano y tú me la cercenas. Abro los ojos: me los sajas vivos. Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas. Ésto es ser hombre: horror a manos llenas. Ser – y no ser – eternos, fugitivos, Ángel con grandes alas de cadenas. 28 Universalidad que posee también el sufrimiento, la reacción dolorida con la que respondemos al padecimiento infligido por las enfermedades, como lo atestiguan estas palabras de Juan Pablo II: El sufrimiento es un tema universal que acompaña al hombre a lo largo y ancho de la geografía... lo que expresamos con la palabra sufrimiento parece ser particularmente esencial a la naturaleza del hombre. Es tan profundo como el hombre, precisamente porque manifiesta a su manera la profundidad propia del hombre y de algún modo la supera. El sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre; es uno de esos puntos en los que el hombre está en cierto sentido destinado a superarse a sí mismo, y de manera misteriosa es llamado a hacerlo... de una forma o de otra, el sufrimiento parece ser, y lo es, casi inseparable de la existencia terrena del hombre64. Dando un paso más adelante, y aludiendo a mi observación previa acerca de la brecha que divide a los seres humanos en cuanto al modo opuesto de valorar el dolor y el sufrimiento65, me parece ejemplar el siguiente soneto de Juan José Domenchina, poeta español del siglo XX, porque expresa la radicalidad de dicha oposición, y cómo hunde sus raíces, ante todo, en quien ha de hacer frente al padecimiento de una grave enfermedad: Aquí en mi jaula estoy, con mi jauría famélica. El escaso nutrimiento de mi carne no sirve de sustento a la voracidad en agonía de este tropel devorador que ansía mi cotidiano despedazamiento y que ataraza, en busca de alimento, mis huesos triturados noche y día. Pero no me lamento, no podría dolerme yo, Señor, de mi tormento junto a tu cruz, que blasfemar sería. Múltiple fue tu compadecimiento – por todos tu sufrir – ... y en mi agonía no cabe más dolor que el que yo siento. Un punto muy importante en la tradición de la Iglesia Católica ha sido el esmero constante en ponderar el valor dado a los diversos medios y estrategias conducentes a combatir el dolor, y a impulsar en quienes lo padecen un alivio y un sufrimiento constructivo. El catolicismo auténtico nunca ha planteado una oposición valorativa, sino de mutua complementariedad, entre ciencia y fe, medicina y religión, asistencia técnica y asistencia pastoral, alivio corporal y consuelo espiritual. Así lo expresan diversos párrafos de un documento emblemático sobre la Pastoral de la Salud, que releo cada poco tiempo: Toda la atención que cordialmente se presta a los enfermos, sean quienes sean los que así procedan, deben considerarse como una preparación evangélica y, de algún modo, participan en el misterio reconfortador de Cristo... Todo el inmenso esfuerzo de los hombres de todas las culturas por superar la enfermedad, el progreso de la medicina y los avances insospechados de la cirugía, son reconocidos por la Iglesia como el cumplimiento de un designio de salvación plena trazado por Dios, si bien los trasciende, al mismo tiempo, al iluminar a la luz de la fe el verdadero y último destino del hombre66. Y, por lo que se refiere directamente a nuestro tema, DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 ambos documentos citados en la nota aluden una y otra vez al cuidado del cuerpo y del espíritu, al tratamiento simultáneo e integrado de uno y otro, a la ayuda mediante medios físicos y consuelos espirituales que ha de ser prestada a los enfermos. Sin embargo, ésto último no es óbice para que la tradición cristiana vuelva constantemente por sus fueros y deje bien claro el carácter misterioso del ser humano y, por ello, de su dolor y sufrimiento. De ahí que sus expresiones resultan ser para quienes las escuchan sólo en clave científicotécnica un nosequé que quedan balbuciendo67 los dolientes y sufrientes. Por eso, el lenguaje que usa la Tradición cristiana para hablar del tales realidades es el propio de los llamados por Laín saber poético y saber sapiencial68. Ambos saberes coinciden, además, expresivamente en los salmos y lamentaciones del Antiguo Testamento, así como en los himnos69 del Oficio divino de la Liturgia de las Horas. Desde todos estos escritos brotan exclamaciones humanas que gritan o se lamentan por el dolor, piden ayuda para sufrir, o dan gracias por el alivio o el consuelo conseguidos. Característica también propia y distintiva de esta Tradición es la relación de Dios con el dolor y el sufrimiento y su modo de presentarse ante la humanidad dolorida y sufriente. Frente a una imagen de la divinidad insensible, apática e inaccesible en otras tradiciones religiosas o filosóficas, el cristianismo proclama que la imagen que el Dios verdadero ha revelado de sí mismo lo muestra sufriente, corporal y amigo, sobre todo a partir del momento en que esta imagen es revelada por, en y desde la humanidad de Jesús de Nazaret. Sirva de muestra, bellamente poética y densamente teológica a la vez, este otro himno del Oficio divino: Así: te necesito de carne y hueso ... ¡Un fuego vivo necesita el alma y un asidero! Hombre quisiste hacerme, no desnuda DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 29 inmaterialidad de pensamiento. Soy una encarnación diminutiva ... ¡encarnación es todo el universo! ¡Y el que puso esta ley en nuestra nada hizo carne su Verbo! Así: tangible, humano, fraterno. Ungir tus pies que buscan mi camino, sentir tus manos en mis ojos ciegos, hundirme, como Juan, en tu regazo y – Judas sin traición – darte mi beso. Carne soy y de carne te quiero. ¡Caridad que viniste a mi indigencia, qué bien sabes hablar en mi dialecto! Así, sufriente, corporal, amigo, ¡cómo te entiendo! ¡Dulce locura de misericordia: los dos de carne y hueso!70 Para la Tradición cristiana las claves valorativas respecto del dolor y el sufrimiento no son sólo un enigma que hay que ir desvelando mediante los procedimientos de análisis y percepción suministrados por las ciencias humanas e ir tratando con sus hallazgos científicos o filosóficos. Esas claves pertenecen también, y más propiamente, al ámbito misterioso del espíritu humano, en cuanto que éste es lo divino en el hombre71, lo que le constituye en todo su ser como imagen, interlocutor y potencial amigo de Dios, Por eso, en Jesucristo, síntesis su- peradora de la dialéctica entre lo divino y lo humano por la integración en su persona de estos dos mundos, se hallan para la Tradición cristiana las claves valorativas de la humanización del dolor y el sufrimiento. Jesucristo es Dios enfermado, doliente, sufriente y exultante en la humanidad de Jesús, en la cual habita corporalmente la plenitud de la divinidad72; por eso, Él es la clave velada y desvelada, patente y al mismo tiempo misteriosa, que hay que conocer para responder teórica y prácticamente al problema planteado por la humanización del dolor y el sufrimiento. Aludiré a dicha clave en las conclusiones. Pero antes me queda aún hacer una breve reseña de la revelación del consuelo en la Biblia y en la Tradición de la Iglesia. 12.6 La comprensión pastoral del consuelo en la Biblia y en la Tradición cristiana a. El consuelo, expresión del modo de ser de Dios. Para el creyente del Antiguo Testamento, el consuelo era mucho más que una actitud humana; era la expresión conmovedora y confortadora del Espíritu, es decir, del modo mismo de ser de Dios73. En otras palabras, era la expresión de su misericordia74, que se traducía en una actitud divina de gracia sobre todo al contemplar las tribulaciones de su pueblo75. Dios es el primero y principal consolador76; así lo sentía el israelita sumido en el dolor y el sufrimiento77. Expresión de este sentimiento generalizado y arraigado hondamente en el pueblo era asimismo la convicción de que la era mesiánica sería el tiempo definitivo de la dicha, gracias al consuelo previo recibido de Dios y traído por el Mesías78, al que se le daba el título – entre otros – de menahem, consolador. b. El consuelo, misión de Jesucristo. Pero es sobre todo en la persona divino-humana de Jesucristo donde Dios consolador salió y sigue saliendo al encuentro de los atribulados. Ya el anciano Simeón re- DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 conoció en él al Mesías que venía para cumplir la esperanza de los que aguardaban la consolación de Israel (Lc 2, 25) y el mismo Jesús, a quien acudían en busca de ayuda y consuelo los pacientes de muy diversas enfermedades, anunció expresamente que el tiempo del consuelo que él inauguraba: Venid a mí todos los que os sentís rendidos y abrumados, que yo os aliviaré (Mt 11, 28). Jesús reiteró que el Espíritu – el ser arcano y misterioso de Dios que habitaba en él – es Consolador (Paráclito), y prometió a sus discípulos que les sería enviado (Jn 14, 16.26) para que pudieran ser testigos (cf. Hech 1, 8) y portadores del consuelo divino. A ellos les encomendó ir haciendo realidad la bienaventuranza: Dichosos los que lloran, porque serán consolados (Mt 5, 5). c. El consuelo, tarea reconfortadora encomendada a la Iglesia. De tal consuelo estaba impregnado el clima en el que vivían las primeras comunidades cristianas según el testimonio del libro de los Hechos79, hasta el punto de que tal vivencia dio pie a San Pablo para esbozar una teología del consuelo al comienzo de su segunda carta a los corintios80. Allí traza brevemente pero con toda claridad el itinerario salvífico del consuelo, el cual fluye desde Dios Padre a Jesucristo, de éste a sus discípulos y de ellos a las comunidades cristianas donde, gracias a la presencia del Espíritu, ha de ser una realidad suscitada, comunicada y compartida. d. El consuelo, asistencia del Espíritu ante el dolor y el sufrimiento. Comencé hablando del Espíritu como el modo de ser de Dios consolador, y ahora concluyo de nuevo con Él: Ven, Espíritu divino, fuente del mayor consuelo. Así reza el himno secuencial de la liturgia eucarística correspondiente al domingo de Pentecostés, añadiendo que es dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo... gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos, y con- 29 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 30 teniendo más adelante esta súplica: Sana el corazón enfermo. Y, si la liturgia es la expresión simbólica por antonomasia de los contenidos propios de la asistencia pastoral, he aquí el tema cardinal que debe inspirar desde sus mismas raíces la concepción y desarrollo ulterior de la relación de ayuda pastoral a los dolientes y sufrientes. 13. La humanización del dolor y el sufrimiento en el mundo sanitario desde una experiencia pastoral: conclusiones teóricas y operativas 30 Llega el momento de concluir, y lo hago ofreciendo estas conclusiones al juicio y discernimiento de los lectores en forma de una serie de tesis, para mí suficientemente com- probadas desde los criterios de mi ser cristiano y mi quehacer de asistencia pastoral en el campo sanitario, es decir, desde la experiencia que invoqué al comienzo como forma de conocimiento cabal del dolor y el sufrimiento. 13.1 El dolor81 y el sufrimiento, su reacción inseparable, son ineludibles. Constituyen dos experiencias humanas universales con cuyo encuentro toda persona tiene forzosamente que contar a la hora de transitar por su vida y de tener que ir haciéndola, desde el sufrimiento fetal – en alguna medida – y el llanto del nacer hasta el dolor espiritual en los aledaños de la muerte. Vivir sanamente implica de raíz aceptar esta forzosidad y saber convivir con ella; no hacerlo es sintomático de un vivir enfermizo. Desde esta perspectiva inicial tanto el dolor como el sufrimiento son ya ocasiones de humanización82. 13.2 El dolor y el sufrimiento afectan a los seres humanos por entero. Sean cuales sean sus causas en cada caso, repercuten con mayor o menor intensidad en todos los rincones de su ser. El dolor producido por un osteosarcoma induce en el ánimo del enfermo un malestar comparable al estremecimiento que susci- ta en su cuerpo la notificación del diagnóstico de cáncer que le da el facultativo. No hay remedio terapéutico capaz de anular por entero ese dolor plurifacético. Ni el control paliativo del dolor crónico maligno logra aquietar por completo el ánimo del enfermo, ni el consuelo espiritual disuelve del todo su desasosiego corporal. La utopía de la aniquilación del dolor83 por medios antiálgicos, técnicas de control psíquico o tácticas esotéricas falsamente espiriDOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 tuales, es sólo una quimera engañosa y, por ello, deshumanizadora. 13.3 El dolor es siempre, en principio, un mal que ha de ser evitado, o combatido hasta su eliminación o control, porque agrede y daña a quien afecta. En sus afectaciones más intensas llega a hacer insoportable la vida. La lucha contra el dolor evitable constituye, pues, una forma de humanización liberadora, y hasta redentora84. 13.4 El dolor no evitable o combatible por completo, puede ser aliviado con la ayuda y combinación de recursos de médicos, psicológicos, sociales o espirituales. El alivio del dolor permite al doliente reaccionar ante él de modo humano, es decir, generando un sufrimiento constructivo, y no descontrolado. Tal sufrimiento es para quien lo genera y construye en sí uno de los más altos factores de humanización, entendida ésta en clave de maduración personal, de salud espiritual. 13.5 La capacidad humana de sufrimiento constructivo es limitada. La intensidad y duración en el tiempo de ciertos dolores como, por ejemplo, el crónico maligno o el producido por un proceso de duelo, agotan a veces la capacidad de sufrir que las personas albergan en sí mismas, y hacen totalmente necesaria la compasión activa de otras personas. La compasión es la fuente de la que brotan el alivio y el consuelo. Suscitarla es lo que convierte a los dolientes en estímulos de humanización para sus aliviadores y consoladores. 13.6 El enfermo doliente es un pedagogo, las más de las veces involuntario e inconsciente, para quien no pasa de largo ante él, sino que se coloca junto a él y se interesa por su situación. Con su cuerpo, compostura, ademanes y lenguaje, aquél le dice a éste, de modo casi siempre tácito: Aprende de mí, de mi estado, de mis dolores, de mi sufrimiento... Cualquier doliente DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 31 nos da, para bien o para mal, lecciones de humanización, si las sabemos percibir y las queremos aprender. Saber sufrir es una de las asignaturas que tenemos pendientes, de entrada, la mayoría de los humanos aún ilesos de dolores patológicos graves. 13.7 La compasión activa convierte siempre a los aliviadores y consoladores en terapeutas heridos, es decir, en dolientes y sufrientes a su modo propio. Aliviar y consolar, cuando se hacen a conciencia, implican en mayor o menor grado echar sobre sí parte del dolor de los dolientes y dar de sí un sufrimiento creativo, frente al padecido por ellos. Es la lección del Siervo de Yahvéh85 que Jesús de Nazaret convirtió en su modo humano-divino de redimir el dolor mediante el propio sufrimiento86. Y es el precio humano que han de pagar los terapeutas por humanizar aliviando y consolando. 13.8. Dolor y sufrimiento son experiencias que tienen siempre algo de insondable, indescriptible, inefable. Karl Jaspers87 las llamaba, junto a otras, situaciones límite porque empujan hacia la trascendencia. Por eso hay que echar mano de los saberes poético y sapiencial, los únicos capaces de expresar mediante símbolos el mundo humano del espíritu, para comprender tales situaciones en todo su espesor y tratarlas mediante la sabia combinación del alivio corporal y psíquico, y el consuelo espiritual. 13.9 El encuentro con el dolor y la vivencia del sufrimiento afectan a la imagen de Dios, o de los sustitutivos de Dios en quienes no son creyentes. El dolor desmesurado y sentido como inmerecido o altamente desproporcionado, ha sido y es un factor detonante de fervientes conversiones religiosas o de flagrantes apostasías. No hay argumentos racionales que expliquen exhaustivamente ni la causa ni la crueldad inherente a determinados dolores. Hasta el saber filosófico encauzado hacia la llamada teología natural tiene aquí un obstáculo insalvable para quienes no se deciden a reconocer la existencia del misterio. La gran pregunta que plantea el dolor desde Job hasta Ramón Sampedro: ¿Es Dios el gran Inhumano y Deshumanizado o es, por el contrario, el sumo Bien y Consuelo? no ha tenido ni tiene respuesta racional enteramente satisfactoria. La razón pura enfrentada con el dolor anda siempre buscando a Dios entre la niebla, al decir de Antonio Machado. 13.10 Tenemos un Pontífice capaz de compadecerse de nuestras debilidades... por estar él también envuelto en flaqueza (Heb 4, 15; 5, 10). La respuesta que el cristianismo da al problema-misterio del dolor y el sufrimiento no es un puro discurso epistemológico o hermenéutico sino un modelo humano vivo: Jesucristo. Él ofrece en su persona la imagen integrada de la pasión de los hombres, que prolonga su pasión en el tiempo, y muestra en su acción cuál es el sufrimiento constructor que en Él y por Él impulsa Dios, sufriente, corporal y amigo. Mediante la vida – y finalmente la Pasión – de Jesús Dios muestra cómo ha de ser el sufrimiento que humaniza el dolor humano. 13.11 La Iglesia, Cuerpo doliente y sufriente, enfermo y asistencial, de Cristo. Así concebimos a la Iglesia de Jesucristo quienes, en su nombre, nos dedicamos a la pastoral de la Salud: como un paradigma de la humanidad doliente a causa de males físicos, psíquicos, sociales y espirituales de los que somos a veces víctimas, y a veces agentes nocivos; pero también el paradigma de la fuerza desde la debilidad que se manifiesta en todos cuantos no pasan de largo junto a los dolientes sino que, movidos por la compasión88, proporcionan alivio y consuelo. P. JESÚS CONDE HERRANZ Delegado de la pastoral de la salud de la diócesis de Madrid, España DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 Bibliografía citada o reseñada JESÚS ÁLVAREZ GÓMEZ, “...Y Él los curó” (Mt 15, 30). Historia e identidad evangélica de la acción sanitaria de la Iglesia, Pub. Claretianas, Madrid 1996. EMMANUEL BUCH CAMÍ, Sufrimiento, en Diccionario de Pensamiento Contemporáneo, Mariano Moreno Vila (Dir.), Ed. San Pablo, Madrid 1997, p. 1126-30. ERIC J. CASSELL, The nature of suffering and the goals of medicine, Oxford University Press. 1991. JESÚS CONDE HERRANZ, Aspectos espirituales del sufrimiento, en La Bioética en la encrucijada, doc. del I Congreso de la Asociación de Bioética Fundamental y Clínica, Madrid 1997, p. 7789. JESÚS CONDE HERRANZ, El sufrimiento y el sentido de la vida, en Dolentium Hominum, Iglesia y Sanidad en el Mundo, nº 31, 1996, p. 127-132. Comisión Episcopal Española de Liturgia, Oficio Divino. Liturgia de las Horas según el rito romano, 4 vol. 1981. 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(VV.AA.), Aspectos científicos y asistenciales del dolor y del enfermo terminal, en Sobre el dolor y el derecho 31 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 32 a una muerte digna, nº 222, monográfico de Labor Hospitalaria, Octubre a Diciembre de 1991. (VV.AA.), SOFFERENZA, en Dizionario di Teología Pastorale Sanitaria, Ed. Camilliane, 1997, p. 1164-1230. (VV.AA.), Vivir sanamente el sufrimiento, Reflexiones a la luz de experiencias de enfermos, Edice, Madrid 1994. 32 Notas 1 El texto de este artículo fue publicado con el título de Sufrimiento en el libro 10 palabras clave en humanizar la salud, de Ed. Verbo Divino, en 2002. Ahora ha sido revisado para su pulicación en la revista Dolentium hominum, del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud. 2 Palabra de significado aparentemente claro pero en realidad difuso por ser, como ahora se dice, polisémica, es decir, por ser usada en varios sentidos tales como la aprehensión de una realidad por un sujeto, una forma de ser, un modo de hacer, una manera de vivir, la enseñanza adquirida por la práctica, ... El Diccionario de la Lengua Española agrupa y resume esos sentidos diciendo que la experiencia es la enseñanza que se adquiere con el uso, la práctica o el vivir. A esta definición me atengo. 3 Visión comercializada porque, junto a la pura información, lo que pretenden las agencias de noticias, y los medios de comunicación social en general, es el más alto rendimiento económico posible dentro del News Business. Por ello, es perfectamente legítimo afirmar que se comercia con el sufrimiento hasta en el plano de la simple noticia. 4 Frente a la opinión común, una noticia no es un hecho sin más sino un hecho seleccionado, entre otros muchos, por los profesionales de la información y presentado por ellos a través de los medios, con arreglo a sus propios criterios. 5 No obstante, en el caso del magisterio de la Iglesia Católica hay un factor determinante que le exceptúa de la aludida confusión semántica. La lengua oficial de los documentos magisteriales es el latín, y en ella no hay un equivalente terminológico al vocablo español sufrimiento, que procede del verbo latino suffero el cual no tiene forma sustantivada, ni significa lo mismo que sufrir en lengua española. El latín usaba como sinónimos sustantivos de sufrimiento los vocablos dolor, passio, aegrotatio ... De ahí el uso en el título de la Carta Apostólica del término latino dolor y del español sufrimiento. 6 Cf. Definición citada por KATHELEEN M. FOLEY: Pain Assessmen and cancer pain syndromes, en Oxford Textbook of Palliative Medicine, p. 149. 7 Cf. J.M. MCDERMOTT: Sufrimiento, en Diccionario de Teología Fundamental, p. 1395. 8 Cf. P. LAÍN ENTRALGO: Antropología médica para clínicos, p. 204. 9 Sobre Thomas Sydenham, cf. P. LAÍN ENTRALGO: Antropología médica ... p. 216; e Historia de la Medicina, p. 315. 10 Tomado de Testamento del Pájaro solitario, Ed. Verbo Divino, 1991, p. 68. 11 Por ahí va una de las derivaciones fundamentales de lo que la doctrina católica llama las consecuencias del pecado original, y que los teólogos escolásticos definían en términos de vulneratio in naturalibus, herida en la naturaleza humana, expresión que ya usaba Beda el Venerable. 12 Cf. CRISÓGONO DE JESÚS: Vida y Obras de San Juan de la Cruz, BAC 1955, p. 1311. 13 Expresión sacada de un conocido poema de Manuel Altolaguirre que comienza así: De ojos que ya nada ven / brotan lágrimas tan negras / que se olvidan de su oficio / de ser en la noche estrellas. 14 San Juan de la Cruz escribió su obra Subida al Monte Carmelo para describir el itinerario hacia la unión mística con Dios, que se inicia en una noche oscura cuya primera parte consta, a su vez, de una noche activa del sentido y una noche activa del espíritu-entendimiento. Ambas se caracterizan por lo que San Juan de la Cruz llama suma desnudez sensorial e interior (Cf. CRISÓGONO DE JESÚS, o. c. p. 506-512.550). 15 Para quien conoce la Liturgia de las Horas de la Iglesia Católica, se encuentra en el himno de laudes del viernes de la segunda semana del tiempo ordinario. 16 Filósofo alemán neokantiano que vivió durante el último cuarto del siglo XIX y la primera mitad del XX. Una de sus aportaciones más importantes fue la de establecer puentes de mutua comprensión entre las ciencias positivas y la filosofía, a cuyo objeto escribió su obra principal, la Filosofía de las formas simbólicas. 17 Libro del Eclesiástico, o de Jesús Ben Sira, 4, 1. 18 No me resisto a transcribir algunas de las expresiones contenidas en el capítulo 3: Perezca el día en que nací, y la noche que dijo: Un varón ha sido concebido ... Porque no me cerró las puertas del vientre donde estaba, ni ocultó a mis ojos el dolor ¿Por qué no morí cuando salí del seno o no expiré al salir del vientre? Pues ahora descansaría tranquilo, dormiría ya en paz, O ni habría existido, como aborto ocultado, como los fetos que no vieron la luz ... ¿Para qué dar a luz a un desdichado, la vida a los que tienen amargada el alma, a los que ansían la muerte que no llega y excavan en su búsqueda más que por un tesoro ... Como alimento viene mi suspiro, como el agua derramada mis lamentos (v. 3.10s.13.16. 20s.24). Tremendas palabras y sumamente actuales, mirando a los debates que hoy tienen lugar sobre el aborto o la mal llamada muerte por compasión. 19 Tomado de Hombre y Dios (vol. II), Cien años de poesía hispanoamericana, ed. por P. Maicas García-Asenjo, M. E. Soriano Pérez-Villamil y A. Lorente Medina, BAC, 1996, p. 75. DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 20 Comisión Episcopal de Pastoral: La asistencia religiosa en el hospital. Orientaciones pastorales, Madrid 1987, nº 2. 21 LAÍN: Qué es la salud: el criterio subjetivo, en Antropología ... p. 193. 22 Todas esas causas son ahora tenidas crecientemente en cuenta por la asistencia sociosanitaria, que se convierte así en un recurso paliativo de dolores añadidos a las enfermedades. 23 Cf. VIKTOR E. FRANKL: El hombre doliente. Fundamentos antropológicos de la psicoterapia, Ed. Herder 1990. 24 En los dos últimos párrafos del apartado 3. 25 Cf. 7. par. 2 y 3. 26 Tomo los apuntes sobre el dolor agudo y crónico, benigno y maligno del artículo de J. L. Madrid Arias: Clínicas del dolor intolerable, en Labor Hospitalaria, nº. citado en la bibliografía, p. 287-291. También pueden encontrarse numerosos datos y referencias en el Oxford Textbook of Palliative Medicine. 27 Cf. Diario Médico.com, 3 de Abril de 2001. 28 El Diccionario de la Lengua Española resulta esclarecedor cuando dice: aliviar es disminuir o mitigar las enfermedades, las fatigas del cuerpo o las aflicciones del ánimo. 29 Se ha convertido en clásica a este respecto la referencia a Ivan Illich: The killing of pain, en Limits to Medicine. Medical Nemesis: The expropriation of Health, Penguin Books 1977; p.140160. 30 El escrito hipocrático Sobre el arte (L. IV, 14) se expresa en estos términos: La medicina tiene por objeto librar a los enfermos de sus dolencias, aliviar los accesos graves de las enfermedades, y abstenerse de tratar a aquellos que ya están dominados por la enfermedad, puesto que en tal caso se sabe que el arte no es capaz de nada. Para los médicos antiguos el combate contra el dolor tenía una relevancia tanto clínica como religiosa. Así lo declara un apotegma latino: Divimun opus sedare dolorem, es obra divina calmar el dolor; y en el mismo sentido se manifiesta un texto del libro del Eclesiástico, hablando del médico y del farmacéutico: Suplicarán al Señor que les ponga en buen camino hacia el alivio y hacia la curación (38, 14). Muchos siglos más tarde, Sir Francis Bacon se hacía eco de estas aspiraciones: El oficio de médico no sólo consiste en restaurar la salud, sino también en mitigar los dolores y tormentos de las enfermedades; y no sólo cuando ese alivio conduce a la recuperación, sino también cuando, habiéndose disipado toda esperanza de recuperación, sólo sirve para que el paso a la otra vida resulte fácil y justo. 31 Según el significado antropológico del término bíblico leb. En la antropología bíblica el corazón es lo interior del hombre en cuanto distinto de lo que se ve. Es la sede de las facultades y de la personalidad, de donde nacen los pensamientos y sentimientos, las palabras, decisiones y acciones. 32 Por tal motivo ha de ser bien aprendido y constantemente cultivado, para no caer en el reproche de Job a sus acompañantes: ¿Por qué me consoláis con tonterías, con argumentos llenos de engaño? (21, 34); reproche tantas veces justificado en otras tantas pretendidas relaciones de ayuda, que descorazonan más que ayudan a los enfermos dolientes por su falta de voluntad sincera, de preparación adecuada o de esfuerzo suficiente. 33 Las observaciones sobre el saber poético y el saber sapiencial las he tomado casi literalmente de su libro Cre- DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 33 er, esperar, amar, Ed. Círculo de Lectores - Galaxia Gutenberg, 1993, p. 74-80, ya que las hago mías por entero. 34 En cuanto simbólico y, por tanto, propio del espíritu (cf. lo dicho en 6. par. 3). 35 Camino de la mente hacia Dios. Expresión que sirvió de título a una célebre obra teológica del franciscano medieval San Buenaventura. 36 Por ejemplo, el sentido último de la salud o de la curación, del dolor y el sufrimiento, del deterioro, del morir, la muerte, o la asistencia sanitaria. 37 Soy consciente de que la aproximación al dolor y al sufrimiento varía mucho de una a otra cultura y de que, precisamente hoy, a causa de los movimientos masivos de migración y de la globalización de las informaciones e intercambios culturales, hemos de convivir con otras patovisiones diferentes de la cristiana, por ejemplo, la islámica, la budista o la hinduísta. Pero mantengo la convicción de que, precisamente en un mundo cada vez más plural, es tan necesario como conveniente y constructivo presentar con la máxima fidelidad y sencillez los hallazgos de la propia tradición religiosa al respecto, pues en ese dar de sí estriba la contribución más valiosa al patrimonio espiritual común de la humanidad presente y futura. 38 Cf. por ejemplo, Job 14, 1s.5: El hombre nacido de mujer, corto de días y harto de pesares ... Como flor brota y se marchita, se esfuma como sombra pasajera. Sab 7, 5s: Yo también soy un mortal como todos ... y mi primera voz fue la de todos: lloré. Una es la entrada para todos en la vida y una misma es la salida. 39 Is 45, 7: Yo soy Yahvéh y no hay ninguno otro; yo hago la luz y creo las tinieblas; hago la felicidad y provoco la desgracia. 40 Sal 10, 4: ¿Por qué te escondes, Yahvéh, en las horas de angustia? El impío dice en su corazón: ¡No hay Dios! Job 2, 9: Maldice a Dios (le dice a Job su mujer). Y otros muchos textos). 41 Jer 12, 1-4: Tú llevas la razón, Yahvéh, cuando discuto contigo; no obstante, voy a tratar contigo un punto de justicia. ¿Por qué tienen suerte y son felices los malvados? Los plantas y arraigan en seguida, van a más y dan fruto ... ¿Hasta cuándo estará de luto la tierra? Por la maldad de los que moran en ella han desaparecido bestias y aves. Porque han dicho: No ve Dios nuestros senderos. Hab 1, 13: ¿Por qué callas cuando el impío engulle al que es más justo que él? 42 13, 18-23: He preparado un proceso consciente de que tengo razón. Sólo dos cosas te pido que me ahorres, y no me esconderé ante tu presencia: que retires tu mano que pesa sobre mí, y que no me espante tu terror. Arguye tú, y yo responderé, o bien hablaré yo, y tú contestarás: ¿Cuántas son mis faltas y pecados? Házmelo saber. 43 42, 1-6: Respondió Job a Yahvéh: Sé que eres omnipotente y que ningún proyecto es irrealizable para ti. Era yo el que empañaba el Consejo con razones sin sentido. Sí, he hablado de grandezas que no entiendo, de maravillas que me superan y que ignoro ... Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos. Por eso, me retracto y arrepiento. 44 Dt 8, 2s.5: Yahvéh te ha hecho andar durante cuarenta años por el desierto para humillarte, probarte y conocer lo que había en tu corazón: si ibas o no a guardar sus mandamientos. Te humilló, te hizo pasar hambre, te dio a comer el maná... para mostrarte que no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Yahvéh ... Te corregía como un hombre corrige a su hijo. Prov 3, 11s: No desdeñes la instrucción de Yahveh, no te dé fastidio su reprensión, porque Yahvéh reprende al que ama, como un padre al hijo querido. 2 Cro 32, 31: Dios le abandonó – a Ezequías – para probarle y descubrir todo lo que tenía en su corazón. 45 2 Mac 6, 12.16: Estos castigos buscan no la destrucción, sino la educación de nuestra raza... nunca retira de nosotros su misericordia: cuando corrige con la desgracia, no está abandonando a su propio pueblo. 46 Jer 15, 18s: ¿Por qué ha resultado mi penar perpetuo, y mi herida irremediable, rebelde a la medicina? ... Entonces Yahvéh dijo: Si te vuelves porque yo te haga volver, estarás en mi presencia, y si sacas lo precioso de lo vil, serás como mi boca. 47 Merece la pena leer entero el cuarto canto del Siervo: Is 52, 13 - 53, 12. 48 Mt 9, 35s: Viendo a la gente, le daba lástima porque andaban maltrechos y extenuados como ovejas sin pastor. Mt 14, 14: Vio Jesús mucha gente, le dio lástima y se puso a curar a los enfermos (cf 15, 32). Lc 7, 13: Al verla el Señor – a la viuda de Naím – le dio lástima de ella y le dijo: No llores. Jn 11, 33.35s: Viendo Jesús llorar a María y a los judíos que la acompañaban, se conmovió y ... se echó a llorar.. 49 Mt 8, 16s: Al anochecer le llevaron muchos endemoniados; El expulsó con su palabra a los espíritus inmundos y curó a todos los enfermos para que se cumpliese lo que dijo el profeta Isaías: El tomó sobre sí nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades (cf Is 53, 5). 50 Mt 5,5: Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Ap 21, 4: Dios enjugará las lágrimas de sus ojos y ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor (cf 7, 17; Is 25, 8). 51 Jn 9, 1-4: Vio Jesús un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron: Maestro, ¿quién pecó, él o sus padres, para que naciera ciego? Jesús contestó: Ni pecó él, ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que trabajar en las obras que nos encarga el que me ha enviado. 52 Jn 5, 16s: Los judíos comenzaron a perseguir a Jesús, que hacía aquellas cosas – las curaciones – en sábado. Jesús les declaró: Mi Padre hasta el presente sigue trabajando y yo también trabajo (Jn 5, 16s). 53 Mt 17, 17: ¡Gente pervertida y sin fe! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros, hasta cuándo tendré que soportaros? 54 Mc 3, 21: Acudieron sus parientes para llevárselo con ellos, porque decían que no estaba en su sano juicio. Jn 1, 11: Vino a su casa, y los suyos no le recibieron. 55 Lc 19, 41s: Al acercarse y ver la ciudad, dijo llorando: ¡Si al menos comprendieras en este día lo que lleva a la paz! Pero no, no tienes ojos para verlo (cf Mt 23, 37ss). 56 Mt 16, 21ss: Entonces por primera vez manifestó Jesús a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, padecer mucho... ser ejecutado... Pedro lo agarró y se puso a regañarle: ¡No lo permita Dios, Señor; eso no puede pasarte. Jesús se volvió y dijo a Pedro: ¡Quítate de mi vista, Satanás! Eres un peligro para mí, porque tus miras no son las de Dios, sino las de los hombres (cf 17, 22s; 20, 17ss). 57 Mt 14, 33-38: Se llevó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y empezó a DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 sentir horror y angustia; y les dijo: Me muero de tristeza; quedaos aquí y velad conmigo. Y, adelantándose un poco, cayó a tierra, pidiendo que, si era posible, se alejara de él aquella hora; decía: ¡Abba, Padre! tú lo puedes todo; aparta de mí este trance, pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú. Se acercó a sus discípulos, los encontró adormilados, y dijo a Pedro: ¿Estás durmiendo, Simón? ¿No has podido velar ni una hora? Estad en vela y orad para no caer en la tentación; el espíritu es animoso, pero la carne es débil. 58 Lc 22, 44: Al entrarle tan gran angustia, se puso a orar con más insistencia. Le chorreaba hasta el suelo un sudor parecido a goterones de sangre. 59 Mt 27, 46: A media tarde, Jesús gritó muy fuerte: Elí, Elí, lemá sebaktaní, es decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 60 Heb 2, 10-18: Convenía que Dios, proponiéndose conducir muchos hijos a la gloria, consumara por el sufrimiento al pionero de su salvación, pues tanto el santificador como los santificados son todos del mismo linaje. Por eso, él no tiene reparo en llamarlos hermanos ... como los suyos tienen todos la misma carne y sangre, también él asumió una como la de ellos para, con su muerte, reducir a la impotencia al que tenía dominio sobre la muerte ... y liberar a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos. Por eso, tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser compasivo y fiel. Pues, por haber pasado la prueba del dolor, puede ayudar a los que ahora la están pasando. 61 Alusión que en Lucas va dirigida directamente a los dolientes y sufrientes: Bienaventurados los que lloráis ahora (6, 21). 62 Cf. Rom 12, 15: Alegraos con los que se alegran, llorad con los que lloran. 63 Adrede no presento estos testimonios con criterios de orden histórico o de sistemática teológica, sino sólo con criterio de expresividad pastoral. Creo haber dejado ya suficientemente claro que no soy – y por tanto no escribo como – un teólogo sistemático, en este caso una especie de patólogo de la teología, sino un clínico pastoral, es decir, alguien que toma como referente a la teología y a otras expresiones de la tradición cristiana para realizar con el mayor esmero posible una asistencia consoladora desde la pastoral católica. 64 Cf. Salvifici doloris, 2 y 3. El Papa ya había experimentado la generación del sufrimiento en su propia carne cuando escribió esta carta apostólica, que es posterior al atentado de la Plaza de San Pedro y a su convalecencia en el Policlínico Gemelli. Se trata, pues, también en este caso, del testimonio de un enfermo doliente y sufriente. 65 Cf. 5. par. 3. 66 Cf. PRAENOTANDA del Ritual de la Unción y de la Pastoral de los Enfermos, y ORIENTACIONES DOCTRINALES Y PASTORALES DEL EPISCOPADO ESPAÑOL contenidas en él, Ed. Litúrgicos 1986, nº 32 y 43. 67 Cf. SAN JUAN DE LA CRUZ: Cántico espiritual, en CRISÓGONO DE JESÚS, o. c. p. 904. 68 Cf. 12.4 par. 1-4. 69 Muchos de los cuales están tomados de poetas cristianos clásicos y actuales. 70 Himno de laudes del viernes I del tiempo ordinario. 71 Haciendo la quizá innecesaria salvedad de que la dimensión espiritual incluye a todo el hombre, exterior e interior. Él es cuerpo y es espíritu en todo 33 DH n.63 spa 1-80 34 29-01-2006 8:53 Pagina 34 su ser; es carne espiritual o espíritu encarnado. 72 San Pablo en la carta a los Colosenses 2, 9. 73 Is 57, 18: Yo le consolaré a él y a los que con él lloraban. Is 51, 3.12: Cuando Yahvéh haya consolado a Sión... regocijo y alegría se encontrarán en ella, alabanza y son de canciones. Is 52, 9: Prorrumpid a una en gritos de júbilo, porque Yahvéh ha consolado a su pueblo. 74 Recordar, entre otros, el salmo 118 que repite una y otra vez la fórmula: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. 75 Cf, por ejemplo, Ex 3, 7: He visto la aflicción de mi pueblo, he escuchado su clamor y conozco sus sufrimientos. Voy a bajar para librarles... Jue 2, 18: Yahvéh se conmovía de los gemidos que proferían ante los que los maltrataban y oprimían. Jue 10, 16: Y Yahvéh no pudo soportar el sufrimiento de Israel. 76 Is 49, 15: Como un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo. Os 11, 8: ¿Cómo voy a abandonarte, Efraím?... Mi corazón está trastornado y se estremecen mis entrañas. Is 49, 13: Yahvéh ha consolado a su pueblo y se ha compadecido de sus pobres. Is 51, 12: Yo soy tu consolador. 77 Sal 94, 14: En el colmo de mis cuitas interiores, tus consuelos recrean mi alma. Sal 119, 50: El consuelo en mi miseria es que tu palabra me da vida. 78 Así, por ejemplo, en los pasajes mesiánicos de Isaías 61, 1-3: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a vendar los corazones desgarrados ... a consolar a los que lloran, a darles diadema en lugar de ceniza, óleo de gozo en vez de vestido de luto, alabanza en lugar de ánimo abatido. 79 Hech 9, 31: Las Iglesias ... estaban llenas de la consolación del Espíritu Santo. 80 2 Cor 1, 3-6: Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios que es todo consuelo; Él nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que nosotros podamos consolar a los que se encuentran atribulados, con el mismo consuelo con que nosotros somos consolados por Dios. Pues, igual que abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, así también por Cristo abunda en nosotros el consuelo. Si sufrimos, es para vuestro consuelo y salvación; si somos consola- DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 dos, lo somos para que vosotros recibáis el consuelo que os hace soportar con paciencia los mismos sufrimientos que nosotros soportamos. 81 En cualquier caso, no me refiero a la simple molestia, que el Diccionario de la Lengua Española define, entre otras formas, como desazón originada por leve daño físico o falta de salud. 82 Es oportuno recordar al respecto el poema de Amado Nervo citado en 7, al final del par. 4. 83 El killing of pain mencionado en la nota 29. 84 El Catecismo de la Iglesia Católica dice de los Cuidados Paliativos que constituyen una forma eminente de la caridad. Por eso deben ser alentados (nº 2279). 85 Cf. 12.5 par. 4. 86 Es la interpretación que da el evangelista Mateo de la actividad curadora de Jesús (cf. cita en nota 49). 87 Médico psiquiatra, filósofo existencial y, durante la última etapa de su vida, enfermo de cáncer. 88 Cf. Lc 10, 33. Cf. también JUAN PABLO II: Salvifici doloris, donde la figura del Buen Samaritano ejemplifica el llamado por el Papa evangelio del sufrimiento. DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 35 Dimensión antropológica del derecho a la salud 1. Considerar el derecho a la salud como uno de los derechos humanos fundamentales no sólo constituye una realidad (que se puede encontrar empíricamente partiendo de las innumerables Cartas de los derechos que se refieren a él), sino ante todo un principio interpretativo del tiempo que vivimos, una cifra (según la expresión de Jaspers) que nos permite centrar mejor no sólo el entendimiento de las dinámicas jurídico-sociales presentes en la época moderna, sino más en general, también nuestra misma autocomprensión. Como se sabe, se trata de una adquisición sociológico-cultural (y quizás también espiritual) relativamente reciente, pero absolutamente muy radicada en la conciencia de la modernidad. 2. ¿Cuál es el fundamento del derecho a la salud? No debemos considerar como ingenuo este tipo de pregunta, ni se eluda con un simple llamamiento al sentido común que coloca el “estar bien” en la cumbre de cualquier posible e imaginable jerarquía de “valores”. Se trata de una pregunta esencial, por lo menos porque es prioritaria a cualquier análisis que se haya realizado sobre este derecho ya sea de carácter jurídico (por ejemplo si dicho derecho es individual o colectivo, de promoción o represivo, o sea “justiciable”, etc.) o de tipo sociológico (esto es, en qué medida la defensa y/o la promoción de este derecho posee un carácter real de efecto en el momento histórico actual y en cuáles ámbitos geopolíticos). Además, hay que notar que la misma elaboración científica de parte de los juristas de la categoría “derecho a la salud” a menudo carece de una plena conciencia de lo que es su específico ámbito epistemológico: un ámbito “constitutivamente relacional” (expresión en la que el acento debe caer en el término “constitutivamente”). Ambito que inicialmente podría aparecer como absolutamente insignificante y autoe- vidente y precisamente por esto puede dar lugar como consecuencia a posibles e indeseables malos entendidos. De hecho, es evidente que ante una consideración inmediata (y superficial), la manifestación de la enfermedad – al menos en ciertos niveles relevantes – abre obvias dinámicas relacionales (entre quien tiene necesidad de atención y quien asume la responsabilidad del cuidado, entre quien provoca un daño y quien sufre este daño, etc.), que tienen igualmente obvias consecuencias jurídicas. Pero no son dinámicas relacionales constitutivas: antes bien, de algún modo aparecen como derivadas y secundarias. De hecho, no obstante las apariencias, se nota que ellas insisten en un escurridizo apriori auto- referencial: en efecto, ante un análisis riguroso, el estar bien así como el estar mal aparecen como estados absolutamente personales y subjetivos, cuya comunicabilidad misma interpersonal se presenta muy ardua, si se enmarca en la perspectiva de la objetividad. En otras palabras, no existe un metro común para calificar el bienestar producido por la “salud” o el malestar producido por la “enfermedad”. Lo que se logra calificar no es el “bienestar” en sí, sino el bienestar o el malestar inducidos por dinámicas relacionales que por cualquier razón aparecen como sancionables. Cuando está llamado a establecer el resarcimiento en favor de un sujeto DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 por el daño causado a su salud, por un acto – considerado injusto – de parte de un tercero, como bien se sabe el juez está obligado a recurrir a criterios absolutamente extrínsecos (la duración del internamiento hospitalario, el porcentaje de pérdida de funciones orgánicas, etc.), y es evidente que no podría ser de otra manera. Cuando (es una hipótesis más rara) es llamado a establecer, en caso de controversia, el justo honorario que un médico está legitimado a solicitar al paciente bajo tratamiento, el juez adopta criterios fundamentalmente sociológico-económicos, que en la práctica no tienen ninguna correspondencia con la especificidad del diagnóstico hecho por el médico y con la relevancia existencial de la terapia indicada al paciente y practicada por él (por ejemplo, un diagnóstico correcto de pulmonía y la aplicación de una terapia coherente – que se resuelvan por ejemplo en un número limitado de visitas domiciliarias – por un lado, en el plano del desarrollo “histórico” de los hechos, pueden salvar objetivamente a la vida del paciente, pero, por el otro, en el plano estrictamente jurídicosocial, no parecen legitimar al médico para que pretenda honorarios principescos). En fin, es como si el estar bien o el estar mal se refiriesen en sí y de por sí a una experiencia absolutamente privada de la persona; bajo el aspecto social lograrían relevancia no estos fenómenos en sí, sino su reflejarse en dinámicas relacionales. O para ser aún más precisos: es como si estar bien o estar mal fuesen dinámicas estrictamente naturalistas y por tanto pre-jurídicas y pre-sociales; y lograsen importancia jurídica y social sólo cuando se elevasen como contenidos efectivos de experiencias interpersonales ex contracto o ex delicto. Este es el paradigma que es el fundamento de uno de los modelos bioéticos más difundidos de nuestro tiempo, aquel elaborado por H.T. Engelhardt Jr.1 35 DH n.63 spa 1-80 36 29-01-2006 8:53 Pagina 36 3. Este paradigma ya no se puede sostener hoy. El carácter relacional del derecho a la salud posee una connotación más profunda y al mismo tiempo más radical. Se trata de la característica que explica el ingreso en el núcleo de los derechos humanos fundamentales y su difusión universal. Parafraseando a Rawls2, podríamos decir que si es un hecho que algunos gozan de buena salud y otros de mala salud (cualquiera que sean los motivos) no es posible calificarlos como justo ni como injusto: se trata de dinámicas que es preciso referirlas a la suerte o para emplear la expresión de Rawls, a la “lotería natural”. En cambio, lo que se puede calificar como justo o injusto es el modo como se tratan estos hechos en el sistema global de las relaciones sociales. Independientemente del por qué o de cual sea eventualmente la razón del malestar de una persona, es el hecho mismo de la existencia de este malestar que logra en la conciencia de nuestro tiempo una nueva y absoluta importancia, como problema de justicia. La caracterización relacional del ser humano – que cada vez más parece elevarse como rasgo constitutivo de la antropología contemporánea – comporta que la enfermedad, así como la salud, según los casos ya no sean consideradas como desgracias o como beneficios “privados” que arrollan a los individuos debido a una “naturaleza” ciega y obtusamente activa. La salud y las enfermedades califican a nuestro ser en el mundo como personas en relación y son índices no de nuestra posibilidad de presentarnos ante el mundo (elevada en el caso de la salud, baja o por lo menos ausente en el caso de la enfermedad), sino de la misma constitución general del mundo. En otros términos, la enfermedad y la salud no se dan en el choque en la esfera personal de los sujetos, sino se dan en el reflejo de la posibilidad de que en general haya sujetos, como sujetos que sólo a partir de la relacionalidad (y del grado de los efectos de ésta) logran construir un mundo de significados, lo cual comporta que la salud y la enfermedad no precedan a la relación, sino la constituyan; o, si se prefiere, que es posible nombrar salud y enfermedad sólo porque existen sujetos en relación3. De este modo, el derecho a la salud adquiere una nueva dimensión, que probablemente ya entró definitivamente en la conciencia colectiva, aunque no siempre salga a flote explícitamente: es aquella por la cual entra en juego la misma identidad de la persona. Reivindicamos la salud como derecho, en último análisis el sujeto reivindica el derecho de ser reconocido en su identidad, como derecho que se funda no en la naturaleza, sino en la relacionalidad; reconociendo a la salud como derecho humano fundamental, el ordenamiento jurídico (partiendo del ordenamiento jurídico internacional) reconoce y toma en serio la sujetividad común equivalente de todos los seres humanos. El nuevo paradigma de la subjetividad que tenemos que considerar aquí a través de la referencia al derecho a la salud, no tiene un peso ético primario, ni siquiera un peso político-pragmático. Tiene un peso epistemológico. La puesta en juego inmediata no es “humanizar” la medicina, sustrayéndola o reduciendo la fría imagen de un abstracto saber científico, para reconducirla parenéticamente al ámbito mucho más abrigado de una cultura de la acogida4: se debe perseguir éste y semejantes objetivos, obviamente deseables, pero serán mucho más alcanzables cuanto más se funden en una imagen adecuada del homDOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 bre desde el punto de vista epistemológico. El paradigma del derecho a la salud, como derecho humano fundamental, nos ayuda a construir correctamente esta imagen. No debemos reconducir al espíritu de compasión y ni siquiera más generalmente a la solidaridad fraterna el fundamento del derecho a la salud: a la compasión y a la solidaridad se les proporciona como prerrogativa espacios muy amplios de operatividad, pero que no coinciden tout court con el ámbito antropológico de lo jurídico y de lo social. Este ámbito – el único en el que el discurso sobre los derechos posee un sentido o aparezca practicable – es el ámbito de nuestra identidad como identidad relacional: aquella que cada cual logra en su referencia con el otro, a través del otro y con el otro, y en la que logra todo su alcance antropológico nuestra historia físico-biológica personal. Prof. FRANCESCO D’AGOSTINO Profesor Ordinario de Filosofía del Derecho en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Roma “Tor Vergata” Miembro de la Pontificia Academia para la Vida, Italia Notas 1 Cfr. Su muy conocido Manuale di Bioetica, tr. it., Milano 1991 2 J. RAWLS, Una teoria della giustizia, tr. it., Milano 1982, p. 99. 3 Esto comporta que las mismas categorías de “salud” y de “enfermedad” son categorías antropológicas, que sólo por analogía pueden extenderse a los vivientes no humanos. No implica alguna desvalorización de la vida y de la dignidad animal al afirmar que, propiamente dicho los animales no se enferman, así como propiamente dicho no se mueren, porque les falta no sólo la posibilidad de elaborar como experiencia anticipada el no-estarmás, sino en general la conciencia del carácter patológico (en el sentido de innatural) de su eventual “estar mal”. Dado que para los animales no es congruo hablar de relacionalidad en sentido propio, como tampoco lo es atribuirles alguna experiencia o alguna característica que requiera precisamente la relación como su apriori necesario. 4 Al respecto, son importantes las consideraciones de F. BOTTURI: La medicina como praxis de la cultura de la acogida, en AA.VV., Modelli di medicina. Crisi e attualità della professione, a cargo de P. CATTORINI y R. MORDACCI, Milano 1993, pp. 105-112. DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 37 Acciones pastorales para defender y promover el derecho a la salud El Vaticano ha puesto una vez más a la atención de la toda la humanidad la norma suprema de la “ley divina, eterna, objetiva y universal, por medio de la cual Dios con un diseño de sabiduría y de amor ordena, dirige y gobierna el mundo entero y los caminos de la comunidad humana”1. Teniendo en cuenta este dato fundamental la Iglesia advierte la obligación de proclamar el derecho a la salud inspirándose en el evangelio de Cristo y decir una palabra de su competencia no sólo en torno a la prevención de la salud integral de la persona humana, sino también acerca de las múltiples formas más o menos veladas, que atiene al diagnóstico, al tratamiento y a la rehabilitación, que no la favorecen y que provocan daño al hombre al afectar a su equilibrio psicofísico y espiritual2. Por tanto, si la búsqueda de la verdad debe responder “a la dignidad de la persona humana y a su naturaleza social”3, se deduce que también en lo que concierne a cada acción sanitaria no se puede prescindir de la misión de la Iglesia cuya tarea específica requiere que se vuelva actual la redención de Cristo y se favorezca su plena realización orientando a la humanidad hacia la salvación en Cristo. Mediante su ayuda, con su enseñanza y con el diálogo, en esta búsqueda la Iglesia hace un precioso e insustituible servicio al hombre, sano o enfermo, además que a su propia e irrenunciable obligación de dar una respuesta al ministerio de salvación. Debido a que el concepto de salud recuerda concretamente todo lo que concierne a los ámbitos operativos de la sanidad – como las estructuras, la programación, la legislación, las políticas, las inversiones – la Iglesia no puede renunciar, antes bien reclama y exige para que todos los Estados garanticen su presencia en los lugares públicos de sanación4 y para que pueda hacer sentir a la humanidad su palabra que infunde esperanza. Al intensificar su acción pastoral, la Iglesia advierte que sus principios doctrinales no sólo pueden ser anunciados, sino deben ser constantemente recordados, corregidos y verificados en la práctica para favorecer en cada nivel de reflexión y de praxis la comunión de la Iglesia con las personas que sufren y llegar así a incidir en la mentalidad y en las costumbres del hombre moderno. Esto porque – como advierte el Pontífice – “lamentablemente la beneficiosa acción de protección y de defensa de la salud encuentra obstáculos no sólo en los múltiples factores patógenos, antiguos y recientes, que acosan la vida en la tierra, sino a veces incluso en la mentalidad y en el comportamiento de los hombres”5. Acción pastoral a favor de la salud Frente a los numerosos retos y múltiples problemas emergentes en campo sanitario6, ¿cuáles son, en lo positivo, las acciones específicas de la Iglesia que salvaguardan, protegen y promueven en cada hombre o mujer el derecho a la salud? 1. La acción pastoral crea sanas relaciones con Dios y con los hombres entre sí En primer lugar, la Iglesia considera su programa como la continuación de la obra de Cristo, que ha venido al mundo para dar la vida en abundancia7 y con esta vida, que es luz, disipar el “misterium iniquitatis” que multiplica las inquietudes y los sufrimientos de la humanidad. Por tanto, dicha acción eclesial tiende a hacer circular la vida de Dios, en su verdadera naturaleza de ágape, manifestándola en expresiones concretas de servicio al hombre, ya sea en relación con sus necesidades primarias – como el hambre, la enfermedad, el vesDOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 tido, la vivienda – así como también en expresiones culturales que lo ennoblecen, o espirituales que cada vez más lo hacen plenamente conforme a su “ser hijo de Dios”. Lejos de ponerse como obstáculo para el verdadero progreso, la acción de la Iglesia se pone con renovado empeño al servicio y en diálogo con la humanidad en camino, con la esperanza de llegar a dar una respuesta adecuada a los problemas teóricos y prácticos de la medicina, con el fin de iluminar los aspectos morales de la enfermedad y, elaborar con la reflexión y la praxis una adecuada asistencia espiritual, ya sea en lo que concierne a la educación y al mantenimiento de la salud como en su plena recuperación. La Iglesia está plenamente convencida de que la vida de cada criatura humana que conlleva dolores, enfermedades, sufrimientos y muerte, culminará en la resurrección, es decir, en la participación plena en la vida de Cristo; una vida que de algún modo es percibida y participada por el creyente desde ahora en la fe que lo trasciende y en la realidad del Cuerpo místico en el que está insertado. En esta perspectiva cristiana la acción pastoral no es sólo solidaridad, y menos aún simple asistencialismo, sino “personalismo de comunión” que armoniza en sí todas las dimensiones humanas y mira al hombre como Dios lo ha querido: a su imagen y semejanza8, es decir, lo considera un ser-en-relación con Dios y con los hombres. 2. La acción pastoral de la Iglesia humaniza la salud La Iglesia que, siguiendo el modelo de Jesús y alimentada por la potencia del Espíritu Santo, con su presencia y acción en defensa y promoción de la salud desea ser liberadora, sanante y salvadora, se propone ofrecer el específico aporte de profunda y calurosa 37 DH n.63 spa 1-80 38 29-01-2006 8:53 Pagina 38 humanidad. Tal como el divino Samaritano es el verdadero promotor de la vida sana, “así también la Iglesia circunda de afectuoso cuidado a los que están afligidos por el sufrimiento humano, antes bien [...] desea servir a Cristo en ellos”9. Saber reconocer la imagen de Cristo sufriente, pobre y crucificado y querer servirlo con todo medio en el hombre que se encuentra en tales situaciones, es para la Iglesia una tarea que se renueva el mandato de su fundador que no se puede reducir a simple acto benéfico, sino que contiene en sí un “poder que viene de lo alto”, una fuerza divina que extirpa las raíces del mal presentes en los múltiples y diversificados sufrimientos de los que es víctima la humanidad. Por tanto, el sujeto de la acción pastoral de la salud es la Iglesia, y dicha acción tiene como punto firme “la prioridad de las realidades trascendentes y espirituales, premisas de la salvación escatológica”.10 Por su naturaleza la Iglesia tiene un fundamento espiritual, nace del Espíritu y del Espíritu recibe alimento y vida. Su acción dentro y fuera de ella, tiene lugar a imagen de la Trinidad. Por tanto, la Iglesia, el Cuerpo místico, en cuyas venas corre la vida de Cristo, se mantiene en salud según como dicha vida circula en sus miembros, que se manifiesta al mundo como amor que emana un dinamismo pascual de salvación. La acción de la Iglesia es liberadora, sanante y salvadora si en su íntimo es sana, ya que ha sido liberada y ya se ha vuelto, aunque aún no plenamente, pueblo conquistado por Dios que proclama sus obras maravillosas, porque ha obtenido misericordia11. De este estado existencial de carácter divino las actividades eclesiales de defensa y promoción de la salud12 parten de las motivaciones de fe y abrazan al hombre en todas sus dimensiones humanas y espirituales, iniciando o perfeccionando en todas partes el proceso de humanización. 3. La pastoral de la salud incide en las transformaciones sociales y culturales A partir del Concilio Vaticano Il la Iglesia ha querido estimular el diálogo con el mundo moderno que en este período histórico manifiesta profundas y rápidas transformaciones sociales y culturales13. En la tentativa de querer hacer propias sus angustias y esperanzas y como respuesta a las profundas aspiraciones que el hombre moderno lleva consigo, ella quiere promover la cultura de la vida e indicar a cada hombre el camino de Cristo, llave de solución de los interrogantes actuales y punto de referencia a fin de que en él resplandezca la altísima vocación propia del hombre como ha sido querido y pensado por Dios. La acción pastoral de la Iglesia no puede eximirse de realizar una honesta confrontación cultural con las ideologías que implican comportamientos que ofenden la dignidad de la persona humana y, además, está llamada a crear una “cultura del pueblo” que influya en los comportamientos sociales que apagan los deseos del corazón humano. La vida de Cristo es siempre el camino para el hombre que busca la verdad, por lo que para eliminar con la fe el misterio del hombre y para promover su salud plena, no son suficientes las ideas, sino más bien son las ideas que se vuelven concretas como testimonios de vida. En una época en la que es cada vez más evidente la utilidad de proceder con sinergia en toda actividad laboral, el testimonio de una acción pastoral de la Iglesia a favor del bien inestimable de la salud hace entrever el alba de DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 una nueva cultura que expresa una acción coral de la comunidad unida por el amor de Cristo. Por tanto, no se puede pensar en un actuar eclesial aislado sino unitario con respecto a la reflexión, a la confrontación, a la verificación, a la programación y al proyecto, y conducido no con inútiles paralelismos, sino en colaboración con el mundo moderno. Los logros científicos, las técnicas de intervención, los módulos operativos, las legislaciones en acto o in fieri que encontramos en varios países en la sanidad actual, si son iluminadas por la fe, cuyo fundamento está en la revelación y se vuelve explícita en el Magisterio, logran un sentido valorial inestimable, respetuoso del valor sagrado de la vida y promotor de una sociedad más acogedora y humana especialmente hacia los que según una mentalidad eficientista son considerados los “últimos” mientras Jesús los consideró como privilegiados. 4. Una acción pastoral promueve el valor del “ser” frente al “hacer” Una pastoral que se propone los mencionados objetivos está constantemente en contacto con los profesionales de la salud y sus respectivos proyectos socio-sanitarios, con los enfermos y sus familias. De aquí la necesidad de que en este ámbito tan delicado de la salud, se favorezca o se incentive la formación adecuada y la actualización constante de los agentes de pastoral, para que sea expresión auténtica del amor de Cristo y para llevar a cabo una mediación transparente de su obra salvífica. Dicha formación tiene necesidad de requisitos teóricos y prácticos. La eficacia pastoral se verifica si existen las personas idóneas que hayan experimentado en sí mismas al menos una parte de los efectos benéficos de la curación salvífica de Cristo. Todo hombre, necesitado de redención, por un don de la gracia se descubre redimido, conforme acepta en plena libertad la señoría de Dios en su vida. Acompañar a otros en este proceso, especialmente durante la enfermedad o en cual- DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 39 quier otro tipo de sufrimientos, requiere la plena implicación personal embebida de los mismos sentimientos de compasión, turbamiento, de lucha y de respuesta que son propios de Jesús. Estos requisitos de idoneidad se pueden identificar en el agente de pastoral cuando se constata al mismo tiempo una madurez humana, capacidades relacionales sociales y psicológicas, un nivel de crecimiento espiritual capaz de integrar los valores trascendentes. En ese sentido se puede afirmar que, a través de personas que se consagran al servicio de los enfermos, realmente Cristo descubre el hombre al hombre y lo ayuda a entender que nada lo puede separar de él. Para lograr esta prioridad del ser sobre el hacer hay que tener presente y vivir más integralmente la espiritualidad mariana. Se ha escrito que “sin mariología el cristianismo corre el riesgo imperceptible de ser inhumano”14. La integración de lo masculino y de lo femenino requiere operativamente saber ir más allá de afiliaciones propias de ciertas ideologías, a fin de que toda la humanidad se convierta en “oblación aceptada por Dios”15. Si las visiones parciales y limitadas encierran a los cristianos, corren el riesgo de reducir a la Iglesia a una praxis sin alma, a un eficientismo capaz únicamente de crítica amarga, polémica y estéril de la que las personas huyen, mientras que la fe convencida y el testimonio tienen mayor eficacia pastoral. A la formación de los agentes de pastoral hay que añadir también la formación de los agentes sanitarios. A ellos se dirige la acción capilar que crea una conciencia nueva, una formación profesional cada vez más digna del hombre. La visión antropológica cristiana, en su acepción más atendible, no puede ser comparada con una de las muchas ideologías pasajeras, sino nace y se perfecciona en Cristo, el Viviente. El profesional de la salud mejora aquí sus competencias y pone su profesionalidad al servicio y en comunión con todas las demás competencias sanitarias, ya sea en orden a la prevención que al cuidado. 5. Acción pastoral, oración y sacramento de sanación Un poder de la acción pastoral, que ciertamente no se puede dejar de lado, está contenido en la oración. Todos los signos actuados por Jesús que manifiestan las maravillosas obras de Dios – milagros, curaciones, resurrecciones – parten de una oración de petición, se desarrollan en plena unidad con el Padre y se concluyen con una oración de agradecimiento. Sobre este esquema la acción pastoral a favor de la salud está llamada a verificarse. Es espontáneo para el hombre poco atento pasar por alto algunos de estos pasajes o esperarse formas de mesianismo no adecuadas. En la parábola de los diez leprosos16, Jesús nos pone en alerta ante estas actitudes superficiales. La acción pastoral que sabe mantener la unión con Dios tanto en la oración como en el apostolado, se manifiesta siempre como contemplación, reconociendo a Dios en la intimidad de la propia alma como en el corazón de cada hombre, especialmente cuando éste está afligido por varias pruebas y con él goza cuando los signos de la gracia están presentes. Una acción pastoral evangelizadora es la premisa indispensable a fin de que los sacramentos, especialmente la Eucaristía, la Reconciliación y la Unción de los enfermos produzcan los efectos benéficos que contienen. El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación, el de la Unción de los enfermos y la Eucaristía como viático, la Iglesia los considera como “sacramentos de curación”, que manifiestan la constante actitud de Jesús, médico de las almas y de los cuerpos, actitud que la Iglesia debe saber continuar en su praxis17. La vida que Jesucristo, mediante su encarnación y el misterio pascual, ha venido a derramar en abundancia sobre la humanidad, se realiza plenamente en sus miembros cuando estos, movidos por la obra de curación y salvación, son reconducidos al Padre. El camino terreno, pues, es vivido en una constante tensión entre la carne y el espíritu18 un camino DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 a través de gestos que expresan una constante conversión19, a fin de que en todos los que hacen experiencia de las realidades celestiales tenga lugar una transformación personal completa, que llegue al corazón del ser humano y conduzca hacia la futura resurrección. Y este dinamismo, aún removiendo desde sus raíces el misterio del hombre para purificarlo y colocarlo en el misterio divino, no puede ser sino obra de Dios que ha amado por primero y que al final de la vida espera a sus hijos para darles la corona de gloria, si han sabido tomar su cruz de cada día. P. MARIANO STEFFAN Notas 9. 1 2 Dignitatis Humanae, 3. Cfr. Carta de los Agentes Sanitarios, Dignitatis Humanae, 3. Cfr. Juan Pablo II, Mensaje a los Jefes de Estado firmantes del Acta final de Helsinki (1 de agosto de 1975), en AAS 72 (1980) 1256. 5 Juan Pablo II, Las ideologías totalitarias que han degradado al hombre como objeto encuentran preocupantes enfrentes en ciertas manipulaciones de la vida, en L’Osservatore Romano, 138 (1998/57). 6 El Pontífice habla de “atentados a la vida” debidos a causas humanas como “la prepotencia, la violencia, la guerra, la droga, los secuestros de personas, la marginación de los inmigrados, el aborto y la eutanasia….” (ivi). 7 Jn 10,10. 8 Gn 1, 27. 9 Lumen Gentium, 8. 10 Redemptoris missio, 20. 11 Cfr. 1P 2, 9-10. 12 La Redemptoris missio enumera algunas como “el diálogo, la promoción humana, el compromiso por la justicia y la paz, la educación y el cuidado de los enfermos, la asistencia a los pobres y a los pequeños…” n. 20. 13 Cfr. Gaudium et spes, 4-10. 14 H.U. Von Balthassar, Punti fermi, Milano 1972, 130. 15 Gaudium et spes, 38. 16 Cfr. Lc 17,11 -19. 17 Catecismo de la Iglesia Católica, 1421. 18 Cfr. Rm 8,5 –11. 19 Los gestos de reconciliación nombrados por el Catecismo de la Iglesia Católica son: “La solicitud hacia los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho, el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, la perseverancia en la persecución a causa de la justicia” (n.1435). Estas actitudes son muy expresivas y pastoralmente provechosas para el propio crecimiento espiritual, así como para sostener a los demás en la prueba, y para la misma salud del Cuerpo místico de Cristo. 3 4 39 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 40 La figura del asistente eclesiástico 40 “Se elijan cuidadosamente sacerdotes idóneos y bien formados para ayudar a las formas especiales del apostolado de los laicos. Los que se dedican a este ministerio, en virtud de la misión recibida de la Jerarquía, la representan en su acción pastoral; fomenten las debidas relaciones de los laicos con la Jerarquía adhiriéndose fielmente al espíritu y a la doctrina de la Iglesia; esfuércense en alimentar la vida espiritual y el sentido apostólico de las asociaciones católicas que se les ha encomendado; asistan con su prudente consejo a la labor apostólica de los laicos y estimulen sus empresas. En diálogo continuo con los laicos, averigüen cuidadosamente las formas más oportunas para hacer más fructífera la acción apostólica; promuevan el espíritu de unidad dentro de la asociación y en las relaciones de éstas con las otras” (Apostolicam Actuositatem, 25). “En las organizaciones y asociaciones en las cuales brindáis vuestro servicio – ¡no os equivoquéis! – la Iglesia quiere que seáis sacerdotes y los laicos che vosotros encontráis os quieren sacerdotes y nada más que sacerdotes. La confusión de los carismas empobrece a la Iglesia; por nada la enriquece. (...) En el interior de estas asociaciones... sed artífices de comunión, educadores en la fe, testigos del absoluto Dios, verdaderos apóstoles de Jesucristo, ministros de la vida sacramental, especialmente de la eucaristía, animadores espirituales” (Juan Pablo II, Discurso a los asistentes eclesiásticos de las organizaciones internacionales católicas, 13 de diciembre de 1979). A la luz de estos textos, el documento del Pontificio Consejo para los laicos, Los sacerdotes en las asociaciones de fieles (Roma 4-8-1981), traza algunas líneas de gran importancia. La identidad y la misión del servicio sacerdotal en las asociaciones de fieles: a) Identificación e identidad del asistente eclesiástico La finalidad del servicio sacerdotal consiste siempre en hacer posible el encuentro entre el Señor y cada cristiano o la comunidad, un encuentro que actúa la salvación. b) Su tarea en cuanto sacerdote Cada asociación presenta roles definidos: están los “fundadores”, los “directores” y el “asistente eclesiástico” que debe dar una orientación teológica, espiritual o pastoral. Otros podrán ocuparse de cuestiones referentes a la organización y a la estructura de la asociación. El trabajo del sacerdote debe consistir en anunciar el Evangelio y en administrar los sacramentos. Es precisamente con este servicio que él mantiene viva la conciencia del pueblo de Dios, esto es, ser “un linaje elegido, un sacerdocio real, gente santa, pueblo adquirido” (1P 2,9). La designación del asistente eclesiástico La existencia y el trabajo del asistente eclesiástico no son legitimados por la asociación en la que él realiza su servicio. Si fuese así, significaría que es la asociación la que “llama” o “delega” al asistente. En cambio, el ministerio es un don que Cristo ha conferido a su Iglesia a favor de la comunidad. El asistente eclesiástico es nombrado, pues, por los ministros oficiales y responsables de la Iglesia. Participa en la misión del obispo para con las asociaciones de laicos a las que se les otorga una autonomía y una responsabilidad propia en la realización de sus objetivos apostólicos. Además, el hecho de ser nombrado explícitamente por la autoridad eclesiástica competente no se opone a que el asistente participe plenamente en la vida de la asociación a la que ha sido enviado para que brinde su servicio. A fin de que su misión dé frutos, debe DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 ser capaz de insertarse, como sacerdote, en la asociación, colaborando, con respeto y fidelidad, con los responsables laicos. Comprender los objetivos, los programas y la pedagogía de la asociación, situándolos en el contexto de la misión de la Iglesia. Proporcionar la debida atención pastoral a la sociedad en la que realiza su actividad la asociación. Por tanto, es oportuno que para la elección y designación del asistente eclesiástico sea ésta la que proponga una lista de candidatos expertos y competentes. Aspectos fundamentales de su servicio: a) Artífice de unidad El asistente eclesiástico tiene como misión ayudar a la asociación a profundizar su convicción de ser miembro de la Iglesia, y hacer tomar conciencia de las orientaciones pastorales de la Iglesia, así como de las tareas y de las principales preocupaciones de los pastores. Una de sus preocupaciones es que la asociación se inserte en la pastoral orgánica según características y fines propios. El asistente eclesiástico es artífice de unidad, incluso cuando ayuda a otros responsables de la pastoral de la Iglesia a conocer mejor la naturaleza, los objetivos y las actividades de las demás asociaciones y a analizar en común las varias experiencias. El asistente eclesiástico es, pues, aquel que de modo visible, sirve como trámite entre la Iglesia universal y la asociación. Lleva en el seno mismo de esta última la preocupación pastoral de los sacerdotes unidos al obispo, la preserva del sectarismo y la abre a la catolicidad. b) Educador en la fe El asistente eclesiástico debe estimular continuamente a los miembros de la asociación, en el plano personal y comunitario, para que se oriente hacia Jesucristo, con el anuncio de la Palabra y el servicio sacra- DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 41 mental (especialmente la Eucaristía). c) Verdadero apóstol de Jesucristo La gracia de Dios no es solo un don, sino también una tarea. Por tanto, el asistente eclesiástico es un verdadero apóstol de Jesucristo, es decir, un “diligente cooperador del obispo”. En cuanto tal está llamado al servicio del apostolado, fortificando la fe de los miembros de la asociación, a fin de que Dios sea siempre su criterio absoluto para superar toda incertidumbre. Su fe se vigorizará conforme salga al encuentro de los problemas y de las esperanzas de cada hombre. d) Animador espiritual El asistente eclesiástico debe introducir a todos los miembros de la asociación a la realidad misteriosa y fascinante de la presencia de Dios. Debe tratar de leer con ellos los “signos de los tiempos”. Para el crecimiento espiritual de las personas y de la comunidad, debe hacer que el carisma de la asociación y de sus miembros, logre su rasgo característico. e) Testigo del absoluto de Dios Siendo “testigo del absoluto de Dios”, el asistente eclesiástico garantiza la dimensión religiosa de las motivaciones y de los fines de la asociación. Aplicaciones prácticas referentes a su inserción en la estructura eclesial: a. Generalmente, toda asociación tiene un solo asistente eclesiástico en cada uno de sus niveles (diocesano, nacional, internacional). Ella puede tener necesidad de otros sacerdotes, que pueden ser miembros de la Asociación o pueden haber sido estimulados por ella a brindar varios servicios que dependen de su ministerio, como por ejemplo asegurar la reflexión teológica o la animación espirituales. En este caso la asociación elegirá a los sacerdotes que necesita con el parecer del asistente eclesiástico y con la autoridad competente. b. Un sacerdote puede ser asistente eclesiástico de varias asociaciones que, por ejemplo, trabajan en el mismo campo o en el mismo ambiente social, armonizando la recíproca colaboración. c. Es deseable que el asistente eclesiástico sea seguido y sostenido por el obispo o por los respectivos superiores. d. Es preferible que los asistentes eclesiásticos no sean nombrados a tiempo indeterminado o “de por vida”, sino con un mandato con vencimiento definido. ¿Qué tipo de estilo? La figura de Saúl: estilo equivocado El rey Saúl es la imagen del hombre rico de dones, de cualidades, de valentía, incluso rico de heroísmo. Ante todo, como leemos en la Biblia Saúl tiene muchas capacidades. Es un hombre potente, fuerte, revestido del espíritu de Dios: “Tomó Samuel el cuerno de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl, y después le besó diciendo: “¿No es Yahvéh quien te ha ungido como jefe de su pueblo Israel? Tú regirás al pueblo de Yahvéh y le librarás de la mano de los enemigos que le rodean” (1S 10, 1). Por tanto, Saúl es consagrado, tiene todos los dones necesarios para su ministerio. Incluso el versículo 6 dice que, además de los dones de presidencia, le fue concedido el don profético: “Te invadirá entonces el espíritu del Señor, entrarás en trance con ellos y quedarás cambiado en otro hombre”. En el versículo 23 se subraya también su porte físico: “Corrieron y lo sacaron de allí DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 y, puesto en medio del pueblo, les llevada a todos la cabeza”. Saúl es un hombre que tiene todas las características para imponerse como líder. Sin embargo, presenta defectos de estilo que hacen que se equivoque, lo malogran. En primer lugar, no obstante una gran apariencia, Saúl muestra ser una persona miedosa y también sospechosa. Ya en el capítulo 10, 21 maravilla leer la forma de su elección. Llegaron, echando la suerte, a la tribu de Benjamín y a su familia, hasta identificar a Saúl hijo de Quis, “le buscaron pero no le encontraron. Entonces volvieron a interrogar a Yahvéh: ‘¿Ha venido ése?’ Dijo Yahvéh: ‘Aquí le tenéis escondido entre la impedimenta.’ Hay la impresión de que Saúl es consciente de su poder pero al mismo tiempo es desconfiado. Dicha desconfianza se volverá sospecha, una característica dominante de su temperamento. En el capítulo 18, hablando de David se narra: “Las mujeres, danzando, cantaban a coro: ‘Saúl mató sus millares y David sus miríadas.’ Se irritó mucho Saúl y le disgustó el suceso, pues decía: ‘Dan miríadas a David y a mí millares; sólo le falta ser rey’ (v. 7-8). Tomó demasiado en serio un canto muy retórico, precisamente por su actitud de sospecha que le encerraba en sí mismo y le volvía rígido. La segunda característica es que Saúl, aún teniendo poder, carisma, capacidad de líder, se ilusiona sobre sus posibilidades y se vuelve precipitoso. No se da cuenta de que exigen paciencia las condiciones a las que es sometido su reinado sobre Israel. En el episodio narrado en el capítulo 13, mientras todo el pueblo estaba atemorizado por los filisteos, Saúl tenía apuro de celebrar un sacrificio que estimulase a la gente. Viendo que Samuel no llegaba, él mismo dio la orden: ‘Acercadme el holocausto y los sacrificios de comunión’, y ofreció el holocausto. Acababa de ofrecer el holocausto, cuando llegó Samuel, y Saúl le salió al encuentro para saludarle. Samuel dijo: ‘¿qué has hecho?’ Y Saúl respondió: ‘Como vi que el ejército me aban- 41 DH n.63 spa 1-80 42 29-01-2006 8:53 Pagina 42 donaba y se desbandaba, que, por otro lado, tú no venías en el plazo fijado, y que los filisteos estaban ya concentrados en Mikmas, me dije: Ahora los filisteos van a bajar contra mí en Guilgal y no he apaciguado a Yahvéh. Entonces me he visto forzado a ofrecer el holocausto.” Samuel dijo a Saúl: ‘Te has portado como un necio. Si hubieras cumplido la orden que Yahvéh tu Dios te ha dado, entonces Yahvéh hubiera afianzado tu reino para siempre sobre Israel” (v. 9-13). Saúl pensaba realizar lo que no le competía, se propone sueños superiores a sus prerrogativas y al final es descalificado incluso por los que le habían conferido la unción. Otra característica típica de su temperamento es la melancolía, la tristeza. Al respecto, existen muchos episodios. En 1S 16, 14-15 leemos: “El espíritu de Yahvéh se había apartado de Saúl y un espíritu malo que venía de Yahvéh, le perturbaba. Le dijeron, pues, los servidores de Saúl: ‘Mira, un espíritu malo de Dios te aterroriza’”. Buscaron, pues, a un hombre capaz de tocar la cítara para consolarlo y le llevaron a David que, tocando la cítara, lograba calmarlo. Asimismo 1S 18, 10 narra que un espíritu malo se apoderó de Saúl que “deliraba en medio de la casa; David tocaba como otras veces. Tenía Saúl la lanza en la mano. Blandió Saúl la lanza y dijo: ‘Voy a clavar a David en la pared.’ Pero David le esquivó dos veces”. Así inició el conflicto dramático con David que se concluirá solamente con la muerte de Saúl. En Saúl todas las dotes, las capacidades las posibilidades, se agotan por un estilo equivocado. La figura de Bernabé: el estilo perfecto El libro de los Hechos 4, 3637 introduce el modo de ser de Bernabé: “José, llamado por los apóstoles Bernabé (que significa: ‘hijo de la exhortación’), levita y originario de Chipre, tenía un campo; lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles”. Bernabé es descrito como un hombre generoso, que toma en serio la palabra de Dios y, por tanto, por ella mide su vida hasta vender el campo, que lo hacía rico, sin temor y preocupación. Además de la generosidad, tiene la característica de la consolación que le merece el sobrenombre de “hijo de la exhortación”. En efecto, es capaz de consolar, de abrir perspectivas y horizontes. No es simplemente uno que de manera rígida para con su persona vende el campo, sino es aquel que abre el corazón y la mente, como demostrará toda su obra. Por ejemplo, leemos en Hechos 9, 26-28 que, después de su conversión, Pablo “trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo. Entonces Bernabé le tomó y le presentó a los apóstoles y les contó como había visto al Señor en el camino y que le había hablado y cómo había predicado con valentía en Damasco en el nombre de Jesús”. Bernabé es el hombre que siembra confianza en las relaciones entre la sospechosa comunidad de Jerusalén y Pablo. Es el hombre que abre los caminos en una ciudad difícil, en la que los cristianos todavía eran muy pocos y en la que se acaba de realizar una persecución y se vive aún en el temor. Asimismo en Hch 11, 21s, Bernabé logra recuperar a Pablo al ministerio: “Cuando llegó y vio la gracia de Dios se alegró y exhortaba a todos a permanecer con corazón firme, unidos al Señor, porque era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe”. Bernabé sabe captar el bien incluso si no es realizado por él y sabe DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 animar: “Partió para Tarso en busca de Saulo, y en cuanto le encontró, le llevó a Antioquia. Estuvieron juntos un año entero en la Iglesia y adoctrinaron a una gran muchedumbre. En Antioquia fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de ‘cristianos’”. El acto más grande de Bernabé es ciertamente haber descubierto a un nuevo evangelizador: Pablo de Tarso. El último pasaje es realmente singular: Hch 13, 7s. Habiendo comprendido que Pablo poseía dones más grandes que los suyos, Bernabé se coloca en segundo plano. Intuye que precisamente el primado de la Palabra, que tenía en gran consideración, requería que fuese Pablo quien asumiese la responsabilidad de la misión y lo sigue. Sabemos que las dotes de Bernabé no le impedirán cometer errores, tanto en la disputa con Pablo en lo referente a la segunda misión, como cuando se opone a Pablo en lo referente al problema de la comunidad de mesa con los que se han convertido del paganismo. Sin embargo, sigue siendo una de las figuras más animadoras y más abiertas de las primeras comunidades cristianas. En síntesis, retomemos los cuatro puntos: – el estilo de Bernabé es animador. En la actualidad la gente y el apostolado nos piden certeza, comprensión, sostén, consolación; – Bernabé sabe ver el bien y toda cosa desde el lado de sus posibilidades, de las fuerzas positivas. Tiene una gran visión de fe en la victoria de Cristo; – Bernabé sabe valorar a los demás, a todas las personas, a todas las fuerzas que obran en la comunidad; Bernabé sabe dar un paso atrás frente a Pablo: es la actitud de quien vive reconociendo el primado de la Palabra y de la gracia de Dios y, por tanto, trata de sanar todas las asperezas entre las personas llamadas al servicio. P. ARMANDO AUFIERO FELICE DI GIANDOMENICO Centro Voluntarios del Sufrimiento Italia DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 43 Testimonios Testigos del amor en el sufrimiento Sanidad y utopía ¿La humanización de la sanidad es una utopía? Ginecólogos y obstetras al servicio de la vida El ancla de la vida El camino de la Oficina para la Pastoral de la Salud de la Archidiócesis de Bari-Bitonto con la consigna de la creatividad La Pastoral de la salud en Polonia DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 44 Testigos del amor en el sufrimiento PONENCIA DE S.E. MONS. JOSÉ L. REDRADO, OH, EN EL VII CONGRESO DE AFAR – “ASSOCIAZIONE FATEBENEFRATELLI PER LA RICERCA” – BRESCIA, 14 DE SETIEMBRE DE 2006 44 “El sufrimiento es... un gran símbolo humano que encierra en sí mismo los contrarios: el silencio y la palabra de Dios, la miseria y el esplendor del hombre, el absurdo más oscuro y el significado más luminoso, la blasfemia y la alabanza. Por tanto, es el riesgo en el que, antes o después, todos nos encontramos implicados y arrollados”.1 “Un buen día el sufrimiento, huésped inevitable de la humanidad, llega sin avisar, entra en nuestra vida sin pedir permiso, se acomoda en casa, se convierte en compañero forzado de nuestro viaje… Su molesta presencia rompe la cotidianidad de la existencia (...). El sufrimiento hace relativas nuestras aparentes seguridades. Rompe nuestra integridad, quiebra los cimientos en los que basamos el desarrollo de nuestra vida, hace vanos nuestros proyectos (...). El sufrimiento – digámoslo – se ríe de nuestras máscaras, de nuestros orgullos, de nuestras experiencias exteriores, de nuestros títulos o cargos públicos (...). Es como una estrella negra en el firmamento de nuestra vida. Más que un problema, es un misterio. El problema es una dificultad que se puede resolver y de la que es posible liberarnos. El misterio forma parte de la realidad humana y maduramos al tomar conciencia de ello (...). El sufrimiento es un río de preguntas, de gritos. Muchos son los momentos de soledad, las noches en blanco, aquellas acumuladas sin sentido, los sentimientos de impotencia, los interrogantes en búsqueda de un sentido que silenciosos retornan al corazón herido (...). Dejar espacio al corazón herido (...), dar espacio al dolor, quiere decir dar espacio al amor”2. 1. El sufrimiento, lugar de evangelización El Evangelio: Buena Nueva, Dios me ama, Dios me salva. Pero ¿cómo el Evangelio puede ser una Buena Nueva para el hombre que sufre, para el que no tiene ni casa ni trabajo, para aquel a quien debido a un accidente se le ha amputado una pierna? ¿Cómo puede ser Buena Nueva para el niño que inicia su vida con una enfermedad, o para aquel cuya madre tiene un cáncer al seno? O, ¿para los que están constantemente en los ambulatorios, sometidos a una infinidad de pruebas, que se plantean grandes interrogantes sobre su salud sin saber qué les está ocurriendo? En fin, ¿cómo puede ser una Buena Nueva para el hombre que pasa la mayor parte de su vida en una cama de hospital o de su hogar? ¿Es Buena Nueva el Evangelio en una casa donde hay un enfermo de SIDA, un inválido o drogodependiente? No es fácil dar una respuesta a tantos interrogantes. Una sociedad que busca desenfrenadamente el bienestar, el poseer, el ser jóvenes y bellos, una sociedad que abusa de drogas y cosméticos para aparentar, solamente por la imagen física... una sociedad de la prisa, de las obligaciones “imprescindibles”, del estrés, del creerse importante, del tener que hacer muchas cosas, no está preparada para la dificultad, para la enfermedad, para el sufrimiento y para la muerte. La enfermedad es una desgracia que te puede suceder, pero es mejor no pensar en ello... y es así que cuando llega de improviso, todo precipita. Indudablemente, debemos anunciar que la Buena Nueva de Jesús pasa por la cruz, el dolor y el sufrimiento. La cruz no es un “pedazo de madera”, DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 sino la imitación de Cristo, el ser testigo, paciente y perseverante, es ir contra corriente según los mandamientos de Dios: son sufrimientos las incomprensiones y la marginación; es cruz el mal físico: catástrofes, enfermedades, muerte, consecuencia de nuestra finitud, y también el mal moral provocado por nuestra conducta – guerras, opresión –, consecuencia del mal uso que hacemos de la libertad. Dios no quiere esta cruz y estos dolores para nosotros. Dios no es un sádico que se ensaña contra el hombre. Dios no quiere que suframos. Dios es Padre lleno de amor, de misericordia y perdón y no nos envía enfermedades. Sin embargo, ¡el hombre sufre y sufre mucho! He visto muchos rostros doloridos, rostros de sufrimiento. Rostros del hambre, de la pobreza y de la desocupación, rostros de pueblos en guerra, rostros aterrorizados, rostros sin identidad, anónimos, rostros de madres desoladas, de mujeres marginadas, rostros de niños explotados, rostros de enfermos (de cáncer, de SIDA...), rostros de moribundos. Sufrimiento, enigma, misterio y, frente al misterio, el silencio, la admiración, nos faltan datos para formarnos una opinión; “ahora” vemos de manera confusa, “luego” veremos cara a cara (1Co 13, 12). ¿Podemos liberarnos del sufrimiento? Por más conocimiento que tengamos y por más amor que podamos tener hacia los que sufren, sólo somos capaces de aliviarlo y, a lo más, eliminarlo de modo parcial. Por tanto, el hombre debe dar sentido al sufrimiento, debe saber por qué sufre y cómo debe sufrir a fin de que tenga sentido la realidad de la vida. Una llave para lograrlo es la DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 45 del amor y de la resurrección. La cruz – sufrimiento – sin amor no tiene sentido. El viernes santo sin domingo de Pascua no tiene sentido, así como no lo tiene el domingo sin el viernes. La expresión cruz – dolor, sufrimiento – comprende muchos conceptos, no podemos permanecer en la materialidad de la palabra. No creo que cuando los Padres de la Iglesia hablan de la cruz, de la liturgia o de los mensajes eclesiales, no tengan presente que esta cruz no es sólo dolor y viernes santo sino, antes también y sobre todo, la consideran como lugar de amor y camino hacia la resurrección. El misterio pascual es cruz y resurrección, es viernes y domingo. Sin embargo, en muchos momentos de la vida el hombre experimenta una más que otra, a veces el viernes más que el domingo. Pero una no existe sin la otra. Ambas estuvieron presentes en Cristo y cuando fue levantado en la cruz, no fueron los sufrimientos, los clavos, los latigazos, la cruz materialmente hablando, los que nos salvaron, sino su amor. Un Dios que nos ama infinitamente y que, misteriosamente, elige un camino que, a simple vista, nos sorprende, no comprendemos, se nos presenta como un misterio. Y unido a este misterio pascual de Cristo, el cristiano sufre con, muere con y resucita con, dando así sentido a su propia cruz y sufrimiento, porque sufre, muere y resucita con Cristo. Este ideal no siempre es fácil, pero en el camino del sufrimiento encontramos a personas con gran disponibilidad, que saben integrar la enfermedad, la muerte y el sufrimiento, muestran poseer una gran interioridad y están bien consigo mismas y con los demás. La literatura y los testimonios presentados como ejemplo y modelo en el curso de esta intervención son numerosos y significativos. Pero cuando el sufrimiento es vivido de modo negativo, en continua rebelión o pasivamente, como algo que “debe” acontecer, entonces la vida pierde sentido y valor. La investigación, la espe- ranza, el amor y la capacidad de dar sentido a nuestro sufrimiento son la estrategia que tenemos a disposición y que nos hace participar en un proceso de transformación y de crecimiento interior. Lo encontramos en muchas experiencias: ¡cómo aumentan el amor, la solidaridad, la confianza y la apertura a los grandes valores! Pero en muchos momentos de sufrimiento está presente también la cólera, la depresión y el cansancio. Por esto es necesario transformar esta vivencia de fragilidad en espacio que dé perspectiva, horizonte y sentido pleno de la vida. Dicho espacio es el amor que ilumina, vivifica y da sentido al sufrimiento humano. Cuando es aceptado con fe y amor, el sufrimiento se transfigura, se transforma hasta el punto que en él podemos llegar al gozo y a la acción de gracias. También se puede alabar a Dios con las lágrimas en los ojos y el sufrimiento en el cuerpo o en el espíritu. “El que siembra en lágrimas recogerá con gozo” (Salmo 125). “Nosotros llevamos este tesoro en vasos de barro, para que aparezca que la extraordinaria grandeza del poder es de Dios y que no viene de nosotros” (2 Co 4, 7-15). También Pablo recurrió al Señor para que lo liberase, alejando de él el sufrimiento. Pero el Señor le dijo: “Mi gracia te basta; que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza” (2 Co 12,9). Tu fuerza es la mano del Señor: “Vosotros habéis luchado en tierra: yo seré vuestra recompensa” (antífona del Oficio de las Lecturas, común de uno o más mártires). A la luz de estas expresiones “explicativas” sobre el sentido del sufrimiento, comprenderemos mejor los textos de la Escritura, los Mensajes de la Iglesia y los testimonios que presentamos a continuación. amor que muriendo, Jesús nos ha mostrado. En la vida de Cristo, cruz y sufrimiento son realidades siempre presentes. Su enseñanza está marcada por una invitación a vivir una actitud clara con respecto al dolor: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lc 9, 23). – Cristo no sólo invita a sus discípulos a “tomar su cruz” sino que les anuncia que El mismo deberá sufrir y morir por nosotros, por nuestro bien supremo (cf Lc 9, 44); “debe sufrir mucho y ser reprobado” (Lc 9, 22). Su sufrir nos ha abierto las puertas del Reino de los Cielos. Buena Nueva: puertas que se abren incluso en esta vida, con la única llave de nuestra aceptación personal de la cruz, es decir, del dolor. Jesús lo anunció con el ejemplo del grano de trigo que debe caer en la tierra y morir para producir fruto (cf Jn 12, 24). 2. Anuncio y realidad en Cristo En este anuncio de Cristo vemos, pues, a la luz del Evangelio la necesidad de tener en cuenta el mismo nexo existente entre sufrimiento y alegría, entre muerte y vida; y La cruz nos habla de amor y de perdón. En la “locura” de la cruz está la victoria del DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 – Al respecto, Cristo se manifiesta con mucha claridad con sus apóstoles. Hasta el punto que cuando Pedro muestra su desacuerdo cuando el Maestro dice que debe morir y resucitar, El le contesta: “¡Quítate de mi vista, Satanás! Tropiezo eres para mí, porque tus pensamientos no son de Dios, sino los de los hombres!” (Mt 16, 23). 45 DH n.63 spa 1-80 46 29-01-2006 8:53 Pagina 46 mientras muy a menudo el hombre no puede hacer nada para evitar el dolor, la enfermedad y la muerte, Cristo anuncia que en ellos podemos vivir una experiencia de paz y de vida profunda, en virtud de su cruz. Jesús no sólo anunció el valor redentor del sufrimiento, sino que lo vivió hasta el extremo de su pasión, crucifixión y muerte, acompañadas por la angustia moral del Getsemaní: “Mi alma está triste hasta la muerte” (Mc 14, 34). En este sufrimiento redentor está radicada la verdad y auténtica evangelización: “Vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros, como oblación y víctima de suave aroma” (Ef 5, 2). ¡Esta es la Buena Nueva para el género humano! Naturalmente, no es posible comprender el sacrificio de Cristo si no está unido al amor del Padre por nosotros: “En efecto, tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito, para que el que crea en El no muera, sino tenga la vida eterna” (Jn 3, 16). “El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con El graciosamente todas las cosas?” (Rm 8, 32). “Todavía le quedaba uno, su hijo querido: les envío a éste el último, diciéndose: ¡Respetarán a mi hijo!” (Mc 12, 6). Jesús nos enseña el modo perfecto de vivir el sufrimiento: Con generosidad: “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15, 13). En el fondo, ésta es la razón: el amor extremo conduce al don total; su amor divino llevó a Cristo a la crucifixión y a la muerte, por todos los hombres. Con humildad: “Se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Flp 2, 8). 3. Dolor, sufrimiento y evangelización de los apóstoles De hecho, bajo la guía del Espíritu Santo, la misión fuera del territorio hebreo inicia con la persecución de parte de los hebreos en Jerusalén (Hch 8), no obstante que Jesús resucitado les había consolado: “Recibiréis fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda la Judea y la Samaría y hasta los confines de la tierra” (Hch 1, 8). A partir de este momento Lucas narra la conversión de Pablo y desde este momento comienza plenamente la misión a los paganos. Como Jesús, también los apóstoles se sirven de las ocasiones de curación para proclamar el Evangelio. La historia de los Apóstoles y particularmente la de Pablo está llena de dolor y de sufrimiento, como muestran los Hechos de los Apóstoles y sus cartas. La síntesis de la vida de Pablo se puede resumir del modo siguiente: mente entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida” (2 Co 4, 7-12). La huella de generosidad total en el dolor, abierta por la sangre de Cristo, luego que los apóstoles lo comprendieron gracias a la Pentecostés, se vuelve camino de luz para la Iglesia naciente. Por esto el apóstol Pablo exclama: “Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo que es la Iglesia” (Col 1, 24). “Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo” (2 Co 4, 10) “Pero llevamos este tesoro en vasos de barro para que aparezca que la extraordinaria grandeza del poder es de Dios y que no viene de nosotros. Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; derribados, mas no aniquilados. Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Pues aunque vivimos, nos vemos continua- Este espíritu se difunde entre los discípulos como fuego que atravesará los siglos de supervivencia heroica y de expansión de la Iglesia en el mundo griego-romano. DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 4. En los mártires “La sangre de los mártires es semilla de cristianos” (Tertuliano, Apologeticus, 50: PL 1, 534). Durante los primeros siglos DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 47 del cristianismo, los binomios dolor-gozo, muerte-gloria, están presentes con una inmensa fuerza vital entre los creyentes que cada día vivían bajo las persecuciones en peligro de ser conducidos al tribunal o martirizados por su fe; pero ella los consuela y el Evangelio, a través de su sangre y de su sufrimiento, penetra poco a poco no sólo en los caminos y en la cultura del Imperio, sino también en los corazones de los hombres, testigos de un gran dolor vivido con amor, en una misma fe: “Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con El para ser también con El glorificados” (Rm 8, 17). Los cristianos de los primeros siglos conservaban la frescura de las palabras del Maestro que los impulsaba a abrazar con espíritu nuevo toda experiencia dolorosa. 5. Reavivar hoy la llamada original Tal como lo hizo la primera evangelización, también la nueva pasa necesariamente a través del sufrimiento ya que esta experiencia es común a todos los hombres y Dios ha elegido así la redención para nosotros. El Papa Juan Pablo II ha recordado claramente que “la evangelización no sería auténtica si no siguiera las huellas de Cristo que fue enviado a evangelizar a los pobres”3. Por esto la Iglesia confía en el valor del sufrimiento de cada cristiano para la salvación del mundo: “(…) El Evangelio del sufrimiento (…) habla con las palabras de esta extraña paradoja: los manantiales de la fuerza divina brotan precisamente en medio de la debilidad humana. Los que participan en los sufrimientos de Cristo conservan en sus sufrimientos una especialísima partícula del tesoro infinito de la redención del mundo, y pueden compartir este tesoro con los demás”4. La nueva evangelización nos debe anunciar que “los pobres están siempre con noso- tros”, que la enfermedad no es un mal, que la cruz es un signo de salvación. No sólo lo debe anunciar, sino también testimoniar. No sólo debe hablar del sufrimiento, sino también experimentarlo, padecerlo en sí, es decir, sufrir. 6. Testimonios5 El dolor, la enfermedad, el sufrimiento, son un puesto de observación, una escuela, una universidad, una ocasión para un nuevo acercamiento a la vida y, a veces, también para una auténtica conversión y para el apostolado. Para demostrar esta afirmación, presento dos grupos de testimonios: el primer grupo está formado por santos que han cambiado su vida entrando en contacto con el dolor y el segundo formado por personas de toda condición. a. Santos Algunos de ellos han vivido la experiencia de la enfermedad en carne propia; otros, la mayoría, les ha servido dicha experiencia para encaminar su vida, su vocación, y la han vivido estando en contacto con las personas que sufren. Entre los primeros encontramos a San Ignacio de Loyola que, convalesciente de su herida, encontró a Dios y le ofreció su vida. Entre los segundos, es justo citar a los dos grandes campeones de la caridad: Juan de Dios y Camilo de Lelis. Ambos vivieron una experiencia negativa en el hospital, por el modo con el que se trataba a los enfermos; esta experiencia les llevó a fundar los respectivos Institutos religiosos a fin de que sean expresión de un tratamiento más humano y caritativo hacia los enfermos. b. Mi experiencia vivida como capellán de un hospital pediátrico Lo que más sorprende, lo más precioso en la experiencia de la evangelización es la vida, la sorpresa de vivir cotidianamente interrogándonos sobre la vida de aquellos niños que, recién nacidos, están DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 amenazados por el sufrimiento y por la enfermedad. La sorpresa es ver a muchas madres – a muchas familias – a los pies de la cruz de sus hijos en el dolor. Cuánta resistencia, cuánta fuerza, cuánto dolor, cuántos interrogantes, cuánto misterio. Nuestro servicio religioso no es una organización y ni siquiera una presencia fría y cronometrada; antes bien, es una vida, un signo. Lo vemos en muchas manifestaciones de los familiares. Permítanme indicar sólo algunas como recuerdo: – “Mil gracias Elvira, me has ayudado mucho”. Es la frase de una madre a la visitadora después de las exequias de su niña. – Recuerdo la angustia de una joven pareja ante la enfermedad de su niño que murió a los tres meses: ¡cuánto tiempo pasaban en la capilla entre esperanza y desánimo! – Y la mamá de Jordi, ¡con cuánto amor y esperanza atendía a su niño! – Cuántas familias esperan que vayamos a visitarlas y a menudo nos dicen: ¡Les estábamos esperando! – Y ese padre, Paco, desilusionado, desesperado por su hijo con la espina bífida y que no creía en nada, que decía haber perdido la fe... Lo hemos animado a salir de la oscuridad, de la tristeza y después de algunos días hemos notado más luz y tranquilidad en esa habitación y en esa pareja junto a su niño. – ¿Qué decir de Alice de 12 años, de Juan de 8, de Gemma de 9 años enferma de leucemia, de José Manuel de 6, y de María de 3 años? – Miguel Angel es un niño de 7 años con tumor maligno. Es un caso desesperado. El niño está mal, lo siente, y con una conciencia de persona grande repite con cierta frecuencia entre sollozos: “¡Mamá, mamá, mátame, hazme morir!”. Hablamos con los padres, tratamos de estar junto a ellos, pero no tenemos tiempo para una conversación sin interrupciones. Todo está despedazado. ¡Es tan difícil, hay tanta angustia! – Esta es la reflexión de un 47 DH n.63 spa 1-80 48 29-01-2006 8:53 Pagina 48 padre: “En el trabajo yo me siento distante y no tengo confianza en mis colegas. Siempre he creído que en la gente hubiese mucha maldad, pero después de muchos días de hospital he descubierto que hay gente muy buena que se dedica a quien sufre, he descubierto este valor humano en los agentes sanitarios, en los voluntarios, en el servicio religioso. Estoy contento no obstante mi hijo siga enfermo. ¡El hospital es una sorpresa!”. – Y otro padre: “A nosotros, padres desmoralizados y asustados por la enfermedad incurable de nuestra hija, nos consolaron sólo las palabras del sacerdote que celebró el bautismo y las exequias de nuestra niña”. – Permítanme narrarles el testimonio de una niña de ocho años que sufrió un accidente junto con su prima y a la que visitamos con cierta asiduidad. Después de haber sido dada de alta, un día nos visita en el hospital y entre las diferentes cosas trajo esta carta: “Querido San Juan de Dios, mi abuela te ofrece este ramillete de flores por haber curado a mi prima. Cura a todos los niños de este hospital. Ayuda a Yolanda y a Gustavo, a Rafa, etc. para que se sanen como tú has hecho con nosotros. Mi abuela te envía este ramillete de flores para que sanes a otros niños. Quiero que tú les des una lección a estos cocineros que preparan un alimento muy malo que a los niños hospitalizados no les gusta. Te dejo mis muletas porque ya no me sirven porque tú me has curado. Te las dejo por si acaso otro niño tuviese necesidad de utilizarlas, pero te pido que ninguno en el mundo las use. Porque yo creo que no es necesario que la gente muera y sufra, porque si no existiesen estas cosas horribles, todo el mundo viviría feliz. Te lo dice con cariño, Isabel María”. c. Un río de testigos (Fellini, Carreras, Paul Claudel, Mounier y muchas historias de personas que han sufrido). Presentamos a continuación dos testimonios significativos de personas de nuestros días, muy conocidas en el mundo de las artes contemporáneas, que han experimentado el dolor. Nos referimos al famoso director cinematográfico Federico Fellini y al tenor José Carreras. • Comenzamos transcribiendo las declaraciones dadas por Federico Fellini al periódico de Barcelona “La Vanguardia” el 29 de agosto de 1993 cuando estaba internado en una clínica de Rimini: “He descubierto que un hospital es un modo estupendo para meditar sobre los propios proyectos y sobre la propia vida”. La entrevista proseguía: – Ahora bien, para usted ¿qué es el temor? – En primer lugar, le diré que he tenido temor. – ¿Ha rezado en esos días? – Sí he rezado. – ¿Qué es la oración? – Un modo muy racional e inteligente de colocar en el suelo las cargas más pesadas de la vida y confiar a alguien el peso de las angustias y de las dudas. – ¿Ha pensado en Dios? – ¿Cómo sería posible vivir sin pensar en El? • Ese mismo diario, recogió en otra ocasión las declaraciones del tenor José Carreras: “Como consecuencia de mi enfermedad, he aprendido a valorar el aspecto religioso, cierta mística, cierto tipo de reflexión y ésta es una de las experiencias positivas que me ha quedado de esa situación... He madurado más como hombre y debido a este episodio de mi vida ahora veo las cosas de manera más profunda”. Paul Claudel y Emmanuel Mounier nos han dejado bellísimos testimonios sobre el sufrimiento6: “Dios no ha venido para eliminar el sufrimiento, y ni siquiera para explicarlo. Ha venido para llenarlo de su presencia”, dice Paul Claudel. Y prosigue: “El dolor es una presencia, por lo que exige nuestra presencia: una mano se ha juntado a la nuestra y nos tiene agarrados”. Y Mounier, con ocasión de la enfermedad de su hija DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 Françoise, escribía a su mujer: “No debemos pensar en esta enfermedad como si fuese algo que donamos con el objetivo de no perder el mérito – la gracia – de este ‘pequeño Cristo que está en medio de nosotros...”. No quiero que perdamos estos días olvidando que son días llenos de gracia desconocida”. • Son muchos los ejemplos y testimonios vividos y escritos; son manifestaciones de vida que se vuelven camino y experiencia. Entre muchos ejemplos merece recordar el libro “Testimonios de enfermos” que fue presentado al Papa Juan Pablo II en Sevilla con ocasión del Congreso Eucarístico Internacional (7-3- junio de 1993). Se trata de un trabajo realizado por el Departamento Nacional de Pastoral Sanitaria en España. Un libro con muchas preguntas, experiencias, vidas transformadas. Un libro lleno de vida en el sufrimiento. • He aquí otro fuerte testimonio de sufrimiento y de amor. Inicia así: “Nosotros, padres de Alice, hemos tocado con mano una experiencia muy fuerte de sufrimiento y amor, hemos conocido a niños que han logrado y otros que no han podido derrotar al “gran dragón”. Dedicamos esta carta a todos los que no se detienen sólo a derramar una lágrima, sino que desean ir más allá y esperamos que esta experiencia nuestra sirva a otros padres que como nosotros han vivido o están viviendo este doloroso camino. Alice, tú has sido la primera que ha sabido aceptar con valor toda dificultad de nuestro recorrido, en efecto, a menudo nos ha tranquilizado diciendo: “Mamá, si se debe hacer, hay que hacerlo” y con estas palabras nos transmitías de inmediato mucha energía para seguir. Sólo pocas veces cuando el desánimo te asaltaba, te ha ocurrido decir: “Estoy cansada de estar buena”, pero luego aceptabas toda situación con tu acostumbrada tenacidad. Tu optimismo y entusiasmo hacia DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 49 la vida han sido muy preciosos para nosotros y nos han donado la fuerza para seguir adelante. Tus grandes pasiones eran la escuela, tus amigos y la danza, lo que más deseabas era regresar a vivir y a soñar con los que tanto te han amado, de un amor puro, simple e incondicional. A ellos un agradecimiento especial. En el período que estabas más golpeada por la enfermedad, hemos redescubierto una poesía que declamábamos juntos, porque te gustaba mucho: “Un día mientras el niño jugaba a escondidas ninguno lo buscó y él se durmió.” Ahora queremos creer, como dijo Jesús: “Si el grano de trigo caído en tierra no muere permanece solo, si en cambio muere produce mucho fruto” (Jn 12, 24). Y tú, pequeña hija nuestra, no obstante tus once años, de frutos ya has traído tanto porque siempre has tenido en el corazón a Jesús. Has sido un gran ejemplo de vida para todos, has hecho descubrir a muchas personas el gozo de la oración, nos has hecho entender que las cosas verdaderas vienen desde adentro y has encendido en muchos corazones la llama de la solidaridad. Por esto queremos agradecer a todas las personas que han estado a nuestro lado con la oración, con simples pero grandes gestos de vida cotidiana, con sonrisas y palabras de consolación que han aliviado nuestro dolor. Gracias a todos los que como nosotros creen que la esperanza tenga necesidad del aporte de cada una de las personas, porque el sufri- miento crea en el corazón una nueva luz. Gracias Alice por tus ganas de sonreír, de vivir y de amar”. (Mamá y Papá) • Testigos de la cruz y del gozo7. Es el título de un libro en italiano Se trata de un camino espiritual recorrido por un grupo de enfermos de cáncer, hombres y mujeres que, con su vida cargada de sufrimientos debido a la enfermedad, pero llena de gran amor, nos transmiten un mensaje auténtico y precioso. • La enfermedad es también lugar de encuentro para Manuel Lozano Garrido, para Jaime, para Juana, para el P. Ildebrando Gregori y para muchos más, innumerables historias llenas de vida: Manuel Lozano Garrido, “Lolo”, periodista e inválido, cuando la Iglesia lo proclamará santo, será un santo de nuestros tiempos, víctima de una enfermedad contraída en juventud de la que se enfermó para toda la vida. Como periodista “entrevía las huellas de Dios en las teleimpresoras”, mientras iba dejando olor de santidad. Aunque ciego, no interrumpió su trabajo de periodista y literato, ni siquiera en los momentos peores de su enfermedad o en los días de mayor dolor. Creó y dirigió una revista dedicada a los enfermos que ofrecían su enfermedad por los periodistas, por los diarios, por la información. Un día veremos en los altares a un periodista, a un enfermo, un modelo de apostolado”8. Jaime, inválido, ofrece su testimonio: “También yo creo que Dios me ama. Me ama en mi sufrimiento y en mi minusvalidez. He vivido una fuerte experiencia de Dios que ha transformado mi vida y me ha hecho vivir para El, no sólo en mi invalidez física, en la que Dios ha venido a encontrarme, sino también en mi entrega a los demás y quiero que sea un reflejo del amor de Dios que he experimentado”9. Juana, también ella inválida, narra su experiencia: “He DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 trabajado en un hospital hasta la edad de 22 años, cuando un tumor a la médula espinal me inmovilizó en una silla de ruedas. Hasta ese entonces había considerado el dolor como un castigo, en cambio, poco a poco a lo largo de mi enfermedad creo haber encontrado a Dios y desde entonces, desde cuando tengo fe, el dolor ha representado para mí una auténtica liberación”10. El Revdo. Ildebrando Gregori, fundador de las Hermanas Reparadoras del Santo Rostro de N.S.J.C., tenía una inmensa preocupación que a menudo repetía, la de “enjugar las lágrimas y enjugó muchísimas”11. Para él, servir a Cristo en el hombre significaba servirlo en su sufrimiento extremo, síntesis y compendio de todos los sufrimientos, físicos, morales y espirituales. d. Experiencia de mi doble enfermedad La primera llegó en el mes de junio de 1995. La segunda diez años después, en marzo del 2005. • Primera experiencia: junio de 199512 Nunca en mi vida – 59 años – había tenido una experiencia de enfermedad, sólo pequeñas cosas; pero de repente, sentí que el cuerpo me decía que algo no funcionaba; es verdad, después de las investigaciones el diagnóstico fue claro: “úlcera duodenal, más vagotomía selectiva”; y todo con “urgencia”: hospitalización, intervención. Comenzó mi via crucis, no por el dolor del cuerpo que no he sentido, sino por el “fastidio” de numerosos controles médicos que no acababan. Me planteaba muchos interrogantes frente a dos realidades: la enfermedad – el trabajo; acostumbrado a una forma de vida muy activa, tenía la sensación de una gran pérdida de tiempo; sentía el apoyo de la técnica, estaba en “buenas manos”; sentía la cercanía de muchas personas, hasta el punto que mi experiencia la describí con este título: “Nunca me he sentido tan acompañado”. Mi en- 49 DH n.63 spa 1-80 50 29-01-2006 8:53 Pagina 50 fermedad fue ocasión para una nueva relación con Dios; como religioso y como sacerdote; puedo decir que vi a Dios de cerca de través de cosas numerosas y pequeñas. La enfermedad me sirvió para dar mayor vigor a la salud, la mía y la de otros; creo gané en sensibilidad, a fiarme más de Dios y a hacer relativas muchas cosas que aparentemente parecen importantes y que, en cambio, no lo son. Vi que, especialmente en los momentos más agudos de la enfermedad, la oración no es fácil, especialmente la oración ritual, aquella de todos los días, aquella del breviario era difícil para mí en el momento que atravesaba. Mi oración en la cama, primero, y luego en la pequeña capilla de la comunidad estaba formada generalmente por jaculatorias. Frecuentemente invocaba a Dios con este grito: Señor, se haga tu voluntad, pero dame la fuerza para seguirla. Recuerdo que un día, luego de la segunda recaída, recé al Señor con el Salmo 136: “¿Cómo cantar los cantos del Señor en tierra extranjera?”. Y me dije: es verdad, es difícil y lo apliqué a mí mismo, porque la tierra extranjera en ese momento era mi enfermedad, eran mis dudas; la tierra extranjera era no poder seguir la vida normal; la tierra extranjera eran tantos exámenes médicos, tantos análisis, numerosas inyecciones. Me identifiqué también con el clamor del salmista: “Señor Dios mío, clamé a ti y me sanaste” (Salmo 29). Otro momento fuerte de la oración fue la fiesta de los santos Pedro y Pablo; sentí cerca el gozo, el valor y la fuerza apostólica: “Sé de quien me he fiado, he combatido bien mi batalla, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe... la gracia de Dios está siempre conmigo” (antífona de Laudes). “Mi fuerza y mi poder es el Señor, El ha sido mi salvación” (Antífona 2a. Laudes, I semana). “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios... confiadle todas vuestras preocupaciones, pues El cuida de vosotros” (1 Pt 5, 6-7). Al final de todo, esto es lo que te queda, esta es la sustancia de la vida. En esos días llegó a mis manos la hoja del Oficio de la lectura de los 71 Beatos de la Orden, mártires de la hospitalidad durante la guerra española, y sentí como un escalofrío al leer algunos textos; vi en dichos mártires la generosidad, el amor hacia los enfermos, la fe en Dios, la intrepidez en los momentos difíciles y me dije: ¡Animo! Y vi que era verdad, que la vida humana y cristiana maduran con el sufrimiento. Sentí cerca como nunca la oración de los demás; muchos me decían que cía haberlo perdido. Curado, lo reencontré. Os cuento mi experiencia. oraban por mí y realmente sentí este “empuje”, esta fuerza y pensé: si los hombres están junto a ti, ¿cómo no lo estará Dios? No obstante te den muchos consejos, vuelves a la vida normal, como si nada hubiera sucedido, y funcionas porque tu cuerpo ha sido “arreglado”. De modo que, no adviertes nada, crees que todo va bien, hasta que de nuevo – después de diez años – tu cuerpo nuevamente no funciona, algo te está sucediendo. • Segunda experiencia: marzo de 2005 La publiqué en el número 60 de la Revista “Dolentium Hominum” con el siguiente título: He recobrado mi cuerpo “perdido” por la enfermedad Este era mi clamor, precisamente el 22 de marzo, Martes Santo de 2005. Después de un proceso de enfermedad – contraje la malaria – me hice con mi cuerpo, lo sentí mío después de un mes que me pare- DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 Hace diez años Era el año 1995 y, como acabo de narrar, después de un viaje a la India comencé a sentirme mal, el cuerpo que no anda bien, que lo sientes, que te pasa algo: “Ulcera duodenal” fue el diagnóstico. Luego una operación de urgencia que me llevó a cuidados intensivos, pasé días en el hospital, sometido a numerosos controles, hasta que me dijeron: “Estás curado”. ¿Qué me sucede? No obstante mil viajes a Africa, sin prevención alguna, nada había sucedido. Pero esta vez, concluida la celebración de la Jornada Mundial del Enfermo – 11 de febrero – me vine del Camerún con la malaria. Los primeros pasos fueron de despiste, pensando en la DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 51 gripe que “rondaba” por esas fechas, hasta que, al fin, decidí ir a Urgencias donde iniciaron pruebas y más pruebas, hasta que me dijeron que debía hospitalizarme porque había contraído la Malaria da Plasmidium Falciparum, según pude leer en los numerosos papeles. Comencé así un tratamiento fuerte, pasando primero por la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), donde permanecí durante una semana, y después en Planta de medicina por varios días más. Iter de mi enfermedad Durante toda la cuaresma y la Semana Santa me sometieron a controles médicos y a asistencia de enfermería. Como decía el Papa en esos días, estaba “enfermo entre los enfermos”, controlado, “vigilado”, a fin de que nada escapase. La primera etapa – Cuidados intensivos. Inicialmente casi no me daba cuenta, incluso me preguntaba: ¿tan grave estoy que me “prohiben” recibir visitas, llamadas telefónicas, etc.? Dicen que sudaba un mar; será verdad porque cuando me dieron de alta me encontré con un montón de pijamas; tantos cambios, tantas pruebas y controles médicos, ahora esto, después lo otro y había que “obedecer” porque la situación era grave. Me lo traducía el cuerpo sin fuerzas, sin ganas de nada, ya no era mío, estaba muy cansado, tenía necesidad de todo, pertenecía a los demás, a los médicos, a las enfermeras... Aunque no sentía dolor físico, nada podía hacer por mi cuenta, me faltaban las fuerzas y era completamente dependiente en todo de los demás, incluso para llevar el alimento a la boca; ayer tan fuerte y autónomo, y hoy, enfermo, tan dependiente. No era la misma persona. Después, el cuerpo reaccionó, los resultados de la técnica, la medicación, los controles..., pronto dieron resultados positivos que advertía en el cuerpo y éste, aunque necesitado de apoyo, comenzaba a reaccionar, a recuperar las fuerzas. Segunda etapa. Me dieron de alta de Cuidados Intensivos y fui trasladado a la Planta en la Sección de Medicina, pero seguido por el servicio de enfermería de Ortopedia, 4ª Planta; fui internado aquí, quizá para estar cerca de la vivienda de la comunidad y de mi habitación. Aquí me siguieron meticulosa y puntualmente, todo era registrado y anotado; comencé a notar una fuerte mejoría; comenzaron quitándome los tubos, las sondas...; logré levantarme pero con ayuda hasta que, como por milagro me sentí fuerte y sin tener necesidad de sostén para levantarme y administrar mi cuerpo..., una liberación. He recobrado mi cuerpo le decía al médico y a las enfermeras. Comencé a ser autónomo. Me lo decía mi cuerpo y los demás lo apreciaban: el color, la voz, menor cansancio. El cuerpo comenzaba a ser mío. Pero las palabras del médico eran “no hay que correr” y lo mismo lo decían otras voces amigas. Era necesario ir despacio y recuperar las fuerzas perdidas. Llegado a este momento y una vez que me dieron de alta, pasé a la tercera etapa, ahora en comunidad, en mi habitación, pero siguiendo rigurosamente lo indicado por el médico, diría que seguía siendo “controlado”. Tardé un poco antes de retomar mi vida ordinaria. Pero la batalla contra la enfermedad fue vencida y agradezco a Dios, a los médicos, a las enfermeras. Vivencia En el párrafo anterior – “Iter de mi enfermedad” – ya manifesté una parte de mi experiencia, los primeros pasos dados, lo que advertía de mi cuerpo como si fuese otro, diferente, enfermo. Encuentro entre técnica y humanidad. Al pasar como enfermo en nuestro hospital de la Isola Tiberina – Roma, he vivido fuertemente el alcance y el saber técnico; cuánta técnica, cuánta ciencia ponen a tu disposición, un bombardeo; ésta ha sido una de las realidades que “toqué con mano”; y DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 si esto es una realidad que te da seguridad, otro tanto debo decir de las personas que encontré en los diversos servicios y que para mí fueron la mejor medicina; junto a la preparación técnica aprecié la responsabilidad profesional, la acogida y cordialidad, el respeto a la persona, la humanización de la asistencia y la disponibilidad. Mi Pascua 2005. Yo también, “enfermo entre los enfermos”, según la expresión del Papa, hice mi experiencia pascual, sin ser “protagonista”, celebrante o co-celebrante; por primera vez, he vivido desde la enfermedad tanto la cuaresma, como la semana santa y los primeros días de Pascua, con sólo alguna presencia menos fatigosa en las celebraciones. Pero lo he vivido con serenidad, con paz, pidiendo al Señor que viniera en mi ayuda, porque mi corazón palpitaba más de lo ordinario y me faltaban las fuerzas (Salmo 21 y 37). Clamé al Señor y El me curó (Salmo 29). Mi viernes santo se transformó en domingo de Pascua. No asistí a la Vigilia Pascual, pero celebré la Eucaristía con los enfermos el domingo de Pascua por la tarde. Tenía “ganas” de anunciar que Cristo había resucitado, y era verdad, yo mismo lo notaba en mi cuerpo mejorado. La Iglesia, contenta del triunfo de Cristo, cantaba llena de gozo: “Resplandece el Sol de Pascua, exulta de alegría la tierra..., el Señor ha resucitado”. Resucitad con el Resucitado, corred, haced experiencia. Está vivo. Ha resucitado. Esta realidad pascual coincidió con mi rápida curación, con el anuncio, muchas veces repetido por los médicos de que los resultados eran positivos; eran anuncios de vida, de resurrección, lo notaba en mi propio cuerpo, cada vez más mío. En la enfermedad descubres otros valores. En una carta de agradecimiento, que envié a la Dirección del hospital, decía que la enfermedad había sido “beneficiosa” para mí, porque me había ayudado a reflexionar, había sido ocasión para 51 DH n.63 spa 1-80 52 29-01-2006 8:53 Pagina 52 detener la vida agitada, ‘estresada’, y también porque había sido ocasión para la amistad y para darme cuenta de que, en mi alrededor, existen muchas personas buenas. Se descubren personas nuevas en el hospital, en la propia comunidad, en la vida de trabajo. Durante mi enfermedad me han acompañado los Superiores de la Orden Hospitalaria a la que pertenezco; he tenido muy cerca a las tres comunidades de la Isola Tiberina, al Servicio Pastoral, a los Superiores y compañeros de trabajo del Pontificio Consejo, en Vaticano, a muchas comunidades religiosas y a laicos que han rezado por mi causa; he sentido cerca un “río” de oraciones, mucha solidaridad, muchos amigos - todos medicina del cuerpo y del espíritu - que me han ayudado a superar la enfermedad con paz y serenidad. El dolor y la enfermedad suscitan oraciones, son un momento para elevar súplicas al Señor. Como decía, yo he sentido que mucha gente ha rezado por mi curación. Yo también rezaba, como se reza cuando el cuerpo está roto, enfermo. Todos los días, durante la oración, pasaban por mi mente infinidad de rostros e instituciones. Lo hice nuevamente de modo particular el primer día que comencé a incorporarme en el trabajo, el 4 de abril, ofreciendo la Eucaristía en acción de gracias por mi curación y por todos los que habían contribuido a la misma: médicos, enfermeras, comunidades, familia, personas amigas que estuvieron cerca de mí con la técnica, con la solidaridad, con la amistad. Recé por todos. Terapia mediante la lectura y la música. Me encanta leer. Termino el año con unos 50 libros leídos, pequeños y grandes. La lectura es tan necesaria como los alimentos. Decía San Bernardo que “un buen libro te enseña lo que has de hacer, te instruye sobre lo que has de evitar, y te muestra el fin a que has de aspirar”. Un vez pasada la primera “tormenta” de la enfermedad y ya recuperado, comencé poco a poco, con lecturas suaves, re- vistas informativas, los dos documentos últimos del Papa, a los sacerdotes y a los responsables de las Comunicaciones Sociales, Ravasi sobre la semana santa con textos de Bernanos, Claudel, Unamuno, Turoldo...; la carta al Papa de Paolo Mosca; “Memoria e identidad...”. Como “no tenía nada que hacer”, sino sólo cuidar mi salud, ésta fue una ocasión “privilegiada” para leer y también para escuchar buena música. He hecho un recorrido por los grandes maestros de la música: Mozart, Beethoven, Bach, Vivaldi..., coros y órganos, cantos populares rusos, música de meditación y relajación. Canto gregoriano, trozos clásicos de Semana Santa y Pascua (Mandatum novum, Ubi caritas, Exultet, el Mesías, Aleluya de Händel...) ¡Cuánto me ha ayudado la música a “distraerme”, a serenarme, a elevar el espíritu, a curarme! ¡Cuánto cura la buena música! Es un buen medicamento. “¡Mi fuerza y mi poder es el Señor, El fue mi salvación!”. Durante el período más crítico y duro de la enfermedad, uno experimenta una gran impotencia, no sólo en el cuerpo, sino en toda la persona. No tienes ganas de nada, ni siquiera de rezar “oficialmente”, se te cae el libro de las manos, no está tu cuerpo, ni tu mente, ni tu espíritu para la cantidad de salmos, lecturas y oraciones. Apenas se eleva tu oración entrecortada, sencilla, ayudada por breves pensamientos de la Escritura, a veces por frases de santos. Recuerdo que, ya en la Planta de hospitalización, cuando comenzaba a leer un poco, sin que se me nublaran los ojos, fui a mi despacho y cogí el libro de las Confesiones de S. Agustín; me caía “simpático” y apropiado eso de “tarde te amé...,” o “nos has hecho para ti y nuestro corazón no tiene paz hasta que no descanse en ti”. Asimismo S. Agustín: “¿Por qué te has de preocupar? Quien te hizo, cuida de ti.” Y más tarde en las Obras completas de Santa Teresa de Avila busqué con avidez eso de “Nada te turbe”, la poesía 30 de la Santa, donde invita a DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 elevar el pensamiento, a desear el cielo. Estaba transcurriendo yo un tiempo bueno, positivo, de reflexión, de oración, y repasé, lentamente, varias veces esta poesía de la gran Teresa: Nada te turbe, Nada te espante, Todo se pasa, Dios no se muda, La paciencia Todo lo alcanza; Quien a Dios tiene Nada le falta: Sólo Dios basta. Fue para mí en esos momentos como una medicina espiritual. Si es verdad que he confiado mucho en la medicina, en las personas de saber, y me he “agarrado” para salir lo antes posible de la enfermedad, es igualmente verdadero que he experimentado la presencia de Dios en mí a través de tantas “mediaciones”, de muchas personas que he encontrado en esos días de mi vida, que me han animado y aconsejado. Dichas “mediaciones”, esos textos breves de la Escritura y de otros autores, han sido una medicina, porque me han dado fuerza, esperanza, ganas de caminar. No puedo dejar de citar aquí un pensamiento de Teilhard de Chardin que lo he “rumiado” varias veces. Dice así: “No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío. QUIERE LO QUE DIOS QUIERE. Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz. Que nada te altere. Haz que brote, y conserva siempre en tu rostro, una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor continuamente te dirige. Cuando te sientas apesadumbrado, triste, ADORA Y CONFIA.” Podría seguir con mi experiencia, páginas y páginas. Pero creo haber tocado aquello que más me ha sorprendido y DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 53 he vivido con mayor intensidad. Experiencia y recuerdos compartidos. Muchas cosas humanas, pero también muchas cosas de Dios. Como decía el Papa Luciani, El escribe “no en bronce o en mármol, sino en el polvo de la tierra, para que quede bien claro que todo es obra, todo es mérito sólo del Señor”. e. Un testigo excepcional: Juan Pablo II Deseo ahora concentrar la atención sobre un testigo excepcional en el campo del sufrimiento en estos últimos años. Estoy hablando de Juan Pablo II, un Papa que ha “viajado” en el mundo del sufrimiento, que lo ha experimentado en su propia carne, durante las varias veces que ha estado internado en el Policlínico Gemelli. Este Papa pasará a la historia por sus numerosos viajes, por la apertura al Este, por la tenacidad en la búsqueda de la unidad y de la paz; osaría decir que será recordado de manera especial por su relación con el sufrimiento y con los enfermos. Nuestro Dicasterio ha recogido este testimonio en un hermoso libro13 con temas y títulos llenos de realismo: Juan Pablo II, un Papa que viene del sufrimiento, heraldo del Evangelio del sufrimiento, un Papa que explica el sufrimiento, que está al servicio de quien sufre, un Papa que ama a los enfermos, un Papa que sufre. Un Papa que ha dirigido a la Iglesia una Carta Apostólica, Salvificis doloris, sobre el sentido cristiano del dolor humano (11 febrero 1984). Un Papa, además, que ha instituido el Dicasterio para la Pastoral de la Salud (con el Motu Proprio Dolentium Hominum, del 11 de febrero de 1985) y la Jornada Mundial del Enfermo (13 mayo de 1992). También es un simbolismo, antes bien, un ejemplo, un testimonio viviente. Su Pontificado nace, se desarrolla y termina “inclinado” al dolor. El hermoso libro sobre el pontificado se abre con una página que es una vida. Al día siguiente de su elección, Juan Pablo II hizo visita a su amigo gravemente enfermo. El diario L’Osservatore Romano (19 octubre 1978), publica la noticia con el siguiente título: “Juan Pablo II entre los enfermos del Policlínico Agostino Gemelli”. Y al título siguen las palabras del Papa recogidas siempre por el diario de la Santa Sede: “Deseo agradecer a todos los que me han guiado y también salvado porque, por el gran entusiasmo manifestado, podía suceder también que el Papa se quedase de inmediato en este hospital para ser curado. Pero sobre todo – ha proseguido luego de la breve interrupción impuesta por el aplauso de los presentes – pienso que todo esto sea algo debido a la Divina Providencia. He venido para visitar a un amigo mío, a un colega obispo: Mons. Andrea Deskur, Presidente de la Pontificia Comisión para las Comunicaciones Sociales. A él debo muchas cosas buenas, mucha amistad. Desde hace muchos días, casi en la vigilia del Conclave, él se encuentra en este hospital y realmente está en graves condiciones. He querido visitarlo, y no sólo a él, sino también a todos los demás enfermos”. El Santo Padre ha proseguido luego recordando lo que en la mañana había dicho a los Padres Cardenales, acerca de su voluntad de “apoyar mi ministerio papal sobre todo en los que sufren y que al sufrimiento, a la pasión, a los dolores, unen la oración”. “QueDOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 ridos hermanos y hermanas – ha dicho el Papa – quisiera confiarme a vuestras oraciones”. Juan Pablo II ha recordado a los enfermos que, no obstante debido a su condición física, fuesen débiles y enfermos, también son “muy poderosos, así como es poderoso Jesucristo crucificado”. ‘Sí, vuestro poder está en vuestra semejanza a El. Tratad de emplear ese poder para el bien de la Iglesia, de vuestros vecinos, de vuestras familias, de vuestra patria y de toda la humanidad. Y también para el bien del ministerio del Papa que es, según otros significados, incluso muy débil”. Al agradecer a Dios por esta significativa ocasión – ha dicho el Santo Padre al concluir – y por este encuentro tan precioso para mí, y pienso para todos, deseo agradecer también a todos los que sirven a los enfermos en el hospital de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, a los profesores, a los médicos, a las religiosas, al personal de servicio y a todos. Cristo se encuentra entre vosotros, en los corazones de los ‘Samaritanos’ que sirven a los enfermos. Sea alabado Jesucristo. A los más débiles, a los pobres, a los enfermos, a los afligidos, es a ellos especialmente que, en el primer instante del ministerio pastoral deseamos abrir nuestro corazón. De hecho ¿no sois vosotros, hermanos y hermanas, que con vuestros sufrimientos compartís la pasión del mismo Redentor y de alguna manera lo completáis? El indigno Sucesor de Pedro, que se propone descubrir las insondables riquezas de Cristo, tiene gran necesidad de vuestra ayuda, de vuestra oración, de vuestro sacrificio, y por esto humildemente os lo pide’. Así se pronunció Juan Pablo II en su discurso programático dirigido ayer desde la Capilla Sixtina a los hombres de todo el mundo mundo”. Un gran programa basado en los pobres, en los enfermos, en la debilidad, pero con la “fuerza del sufrimiento”. Será un iter constante en la pastoral de Juan Pablo II. El libro de su 53 DH n.63 spa 1-80 54 29-01-2006 8:53 Pagina 54 vida se cierra con el mismo testimonio de la fuerza presente en el sufrimiento. Desde el Policlínico Gemelli, aún convaleciente dio al mundo el siguiente testimonio: “En estos días de enfermedad he tenido ocasión de comprender aún más el valor del servicio que el Señor me ha llamado a dar a la Iglesia como sacerdote, como obispo, como sucesor de Pedro: él pasa a través del don del sufrimiento, mediante el cual es posible completar en la propia carne ‘lo que falta a los padecimientos de Cristo a favor de su cuerpo que es la Iglesia’ (Col, 24)” (13 octubre 1996). Juan Pablo II es un Papa que ha hablado mucho del sufrimiento, que ha visitado a muchos enfermos, pero su fuerza y el testimonio están en el hecho de haber sufrido mucho. Ha sido un Papa con una gran experiencia de sufrimiento. “El dolor del Papa, símbolo de nuestro tiempo”, ha escrito Rocco Buttiglione en un hermoso artículo (Il Tempo, 19 setiembre 1996). de extraordinaria fecundidad espiritual15. El Evangelio, que es escuela de amor, como Dios es amor, es también escuela de fuerza en el sufrimiento. El hombre y también la Iglesia sufre; cada persona debe afrontar la propia cruz y cada cristiano está invitado por Cristo a recorrer un camino de doble vía: la de asumir y compartir con El su dolor, y la de la generosidad ayudando a los demás a llevar su cruz16. Por esto el mundo de la salud y de la enfermedad son un terreno privilegiado de testimonio de la nueva evangelización, porque el sufrimiento humano – lo repito con las mismas palabras del Papa – no tiene otro objetivo sino el de minos de la Palestina, Jesús os ha dirigido una mirada llena de ternura; su amor nunca disminuirá’ (Discurso a los enfermos y a los que sufren, Tours, 21 de setiembre de 1996, 2, en L’Osservatore Romano 23/24 de setiembre de 1996, p.4). Sed testigos generosos de este amor privilegiado a través del don de vuestro sufrimiento, de grande alcance para la salvación del género humano”18. Sí, realmente son innumerables los testimonios en materia de sufrimiento; basta acercarnos a los hospitales o entrar en muchas casas, donde numerosas familias desde hace años asisten a una persona querida enferma para darnos cuenta de la fuerza del sufrimiento para “expandir amor, para hacer nacer obras de amor hacia el prójimo, para transformar toda la civilización humana en la civilización del amor”17. “Amados enfermos, sabed encontrar en el amor ‘el sentido salvífico de su dolor y las respuestas válidas a todos vuestros interrogantes’ (Carta Ap. Salvifici doloris, n. 31). Vuestra misión es de altísimo valor tanto para la Iglesia como para la sociedad. ‘Vosotros que llevais el peso del sufrimiento estáis en los primeros puestos que corresponden a los que ama el Señor. Del mismo modo como hizo a todos los que El encontró en los ca- cambiar y transformar a las personas, para dar testimonio y decir a los demás que el Señor es bueno y que la fuerza del ser humano no siempre coincide con una buena salud, pero que incluso en la debilidad, en la enfermedad él puede manifestar una gran fuerza. Si en la vida práctica abunda este tipo de ejemplos, a veces escondidos, no menos copiosa es la literatura que narra por escrito estas vidas19. Algunas expresiones sacadas de testimonios de enfermos nos revelan esta dinámica del sufrimiento, no sólo para los que la viven, sino también como fuerza evangelizadora: f. Sufrimiento y amor: un encuentro fecundo Es una gran realidad la afirmación que encontramos en la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi de Pablo VI: “El hombre contemporáneo escucha con más gusto a los testigos que a los maestros, y si escucha a los maestros, lo hace porque son testigos” (n. 41). Esto tenía gran validez para los primeros cristianos por su fe viva y activa pero es y debe ser válido también en la Iglesia de hoy, sobre todo para el sufrimiento, como campo privilegiado para generar testimonio, para evangelizar. El Cardenal Fiorenzo Angelini delineó bien la importancia del sufrimiento como generador de vida cuando es compartido: “Es dolor que puede generar vida lo que proviene del compartir el sufrimiento del otro, mediante la capacidad de poner al servicio de los demás la gran lección recibida de nuestro sufrir personal”14. La convicción del valor del sufrimiento unido al amor favorece un encuentro DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 55 – Jamás, dolor, podrás cerrarme. Puedo amar en el caballete de tortura (Martín Descalzo). – Murió a veinte años, agobiada por el dolor. “Nunca la vieron cansarse de sufrir” (María Teresa). – Doy gracias a Dios, porque me ha dado la fuerza para ver mi realidad (María Dolores). – “Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos” (Jb 42, 5). – En mi enfermedad he visto más cercana la paternidad de Dios y Jesús como amigo y compañero (Martín Descalzo). – Estoy contento no obstante mi hijo siga enfermo. El hospital es una sorpresa (un padre). Reflexion final Para concluir, deseo presentar cuatro voces amigas, cada una de ellas ha vivido experiencias personales de sufrimiento o cercanas a quien sufre: sus palabras y su modo de vida son también lugar de encuentro y de evangelización. • Primera voz: P. Pierluigi Marchesi (+2002) Gran defensor de los enfermos, hombre de frontera y con una gran visión profética; durante el Sínodo sobre la Reconciliación del 1983, frente al Papa y a los Padres Sinodales, se expresó en los siguientes términos: “Siempre es edificante llevar a los enfermos a los Santuarios, al menos a los que pueden hacerlo, aunque no siempre son los que tienen mayor necesidad: hoy es necesario sobre todo que la Iglesia emprenda una peregrinación en los hospitales donde, en muchos países, se dirigen más personas que a nuestras parroquias y donde es viva la presencia de Cristo que desea la reconciliación”. Concluía así su intervención: “… No olvidemos que un día todos perteneceremos al pueblo de los enfermos y de los moribundos, también nosotros; será un modo inevita- ble de encontrar a Cristo que nos reconcilia y nos invita a su Pascua”. • Segunda voz: vida y muerte de Anania (+2003) Su cuerpo murió, su vida no. Sabía de lágrimas y de sufrimiento, pero los llevó siempre con fuerza de ánimo y de valor. Fue luz que ilumina sin ofender, abriga sin quemar. Murió con estilo de campeón. Sólo le dimos un adiós temporal. Una cruz de piedra y hubo silencio de palabras sabias, y vida depurada de la muerte, y amor más fuerte que la muerte, y Dios por abrazar después de 95 años, y amar para siempre. Así vivió y así se fue nuestro hermano Anania, padre de un amigo mío, Rude. Su muerte fue llena de vida. Su testimonio nos infunde gozo y esperanza. • Tercera voz: un obispo narra su experiencia (D. Fernando Sebastián, obispo de Pamplona. Cfr. “La verdad del Evangelio” Ed. Sígueme, pág. 793-794) “… Vuestro obispo se ha enfermado; nada de grave, pero será algo largo y complicado... La primera enseñanza que te da la enfermedad es caer en la provisoriedad y en la fragilidad de nuestra vida. La enfermedad es siempre algo repentino que no está presente en nuestra agenda. Cuando estamos sanos, damos por descontado que seguiremos siendo sanos y fuertes. Pero llega el día en que el cuerpo no responde y nos damos cuenta que nuestra fuerza aparente se apoya sobre un cúmulo, sobre una pirámide de maravillas, que nosotros no controlamos y que muy poco conocemos. Esta fragilidad forma parte también de la verdad de nuestra vida, por esto la enfermedad nos ayuda a conocernos con mayor realismo y nos ayuda a conocer mejor la verdad de nuestra sociedad. […] Somos muchos, valemos mucho, pero lo que somos y valemos se basa en algo que no depende de nosotros, que es anterior a nosotros y que DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 escapa a nosotros. La salud, la vida, todo lo que somos es un don. […] La enfermedad nos hace apreciar también lo que recibimos de los demás. Alguien debe estar a tu lado para ayudarte a vivir. […] En los días de la enfermedad se reza mucho más, se siente más cercana la presencia de Dios que nos consuela y nos refuerza, se vuelven más claras las palabras de Pablo: ‘Te basta mi gracia’. ‘La fuerza de Dios se manifiesta en nuestra debilidad’. La aceptación de la propia debilidad ayuda para dar mayor valor a las posibilidades de los demás y sobre todo la gran fuerza del amor de Dios que nunca falta. La enfermedad es un tiempo previsor. Se comprende mejor el misterio del dolor, la fuerza del amor, la necesaria solidariedad, sabiduría definitiva de la cruz de Cristo, amor inocente realizado en el dolor como camino de libertad y salvación. Mi experiencia se ha reforzado por la enfermedad y por la muerte de dos amigos y hermanos muy cercanos, los obispos Conget y Osés. Ellos nos han llevado hasta el fondo de la experiencia y han entrado por la puerta estrecha de la muerte hasta el encuentro glorioso con el Dios del amor y de la vida. De ellos hemos aprendido a morir y a vivir cerca de este Dios que nos espera con paciencia y misericordia”. • Cuarta voz: Jesús Burgaleta reflexiona de este modo: En Cristo el sufrimiento “está unido al amor” (SD, 18). Ya que el sufrimiento es un hecho, es posible vivirlo humana y positivamente. La evangelización del enfermo debe ayudar a vivir de modo constructivo la experiencia del dolor. ¿Cómo? – tomando conciencia de nuestra limitación y de nuestra finitud – preparando el encuentro con Dios como compañero silencioso – enseñando a acoger la 55 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 56 muerte, es decir, a terminar la vida como un acto de donación, de entrega, de confianza total, de fusión con los demás y con Dios. 56 Sólo el amor vivido en la enfermedad puede dar sentido a ésta y sólo el amor, la donación puede dar sentido total a la muerte, que puede ser transformada en el “acto vital por excelencia”: “Me amó y entregó a sí mismo por mí” (Gal 2, 20). El amor es también la fuente más rica sobre el sentido del sufrimiento, que es siempre un misterio, Dios ha dado esta respuesta al hombre en la cruz de Jesucristo (SD 13). do sanitario: un reto a los religiosos de la sanidad, en “Curate infirmos” (Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud), p. 113-115. AA.VV.: Vivir sanamente el sufrimiento – Reflexiones a la luz de experiencias de enfermos, Conferencia Episcopal Española, Departamento de Pastoral de la Salud, Col. Iglesia y Mundo de la salud, n. 3. RICCARDA LAZZARI, Testimoni della croce e della gioia. Ed. Camilliane, Torino 1997. ENRICO AITINI, SANDRO BARNI, “Caro maledetto dottore” (una carta sobre el cáncer), EDB Bologna 2001. S.E. Mons. JOSÉ L. REDRADO, O.H. Secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud Santa Sede Notas 1 GIANFRANCO RAVASI, “Fino a quando, Signore? Un itinerario nel mistero della sofferenza e del dolore”, p. 21 2 MATEO BAUTISTA, Para mi amigo enfermo, Ed. San Pablo, Buenos Aires 1994, pp. 7-9 3 JUAN PABLO II, Homilía durante la celebración de la Palabra, Viedma (Argentina), 7.4.1987. 4 Salvifici doloris, 27. 5 REDRADO JOSÉ L., Evangelización y mundo sanitario: un reto a los religiosos de la salud, en Curate infirmos y la vida consagrada, Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, Ciudad de1 Vaticano 1994. 6 Revista Labor Hospitalaria, n. 235/1995. Cartas sobre el dolor, p. 5256. 7 RICCARDA LAZZARI, Testimoni della croce e della gioia, Ed. Camilliane, Torino 1997. 8 Cfr. Un ejemplo concreto, Rev. Ecclesia, Madrid 7 setiembre 1996. 9 JOSÉ L. REDRADO, Curate infirmos, p. 121. 10 O.c., p. 119. 11 FIORENZO ANGELINI, L’eremo e la folla, p. 111. 12 Revista Dolentium Hominum, n. 35 13 Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, Giovanni Paolo II e la sofferenza, Ed. Velar. Bergamo 1995. 14 FIORENZO ANGELINI, Quel soffio sulla creta, p. 148. 15 O.c., p. 160. 16 Cristo ha enseñado al mismo tiempo al hombre a hacer el bien con el sufrimiento y a hacer el bien a quien sufre. En este doble aspecto El ha revelado profundamente el sentido del sufrimiento SD, 30. 17 O.c., 30. 18 JUAN PABLO II, Mensaje para la V Jornada Mundial del Enfermo, 1997, n. 4. 19 Cf. JOSÉ VICO PEINADO, Profetas en el dolor, Ed. Paulinas, Madrid 1981. JOSÉ L. REDRADO, Evangelización y mun- Bibliografía JUAN PABLO II, Carta apostólica Salvificis doloris, 11.2.1984. JUAN PABLO II, Motu Proprio Dolentium Hominum, 11.2.1985. ANGELINI F., L’uomo delle beatitudini, Tip. Pol. Vaticana, Roma, 1986. ANGELINI F., Quel soffio sulla creta, Tipografia Vaticana, 1986. ANGELINI F., El Evangelio del sufrimiento y la primera evangelización en Chile. Conferencia en la Pontificia Universidad de Chile, 25 de setiembre de 1992. ANGELINI F., El amor hacia los que sufren, llave de la evangelización. 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Sin recurrir a los llamamientos periódicos, a menudo alarmantes, de parte de los diferentes observadores públicos o privados en torno al sistema sociosanitario, debemos tomar conciencia de la situación en la que se encuentran los hospitales. Lo hace con un lúcido y apasionado análisis una Nota pastoral oficial de la Conferencia Episcopal Italiana, Predicad el Evangelio y sanad a los enfermos, Roma 2006, que en esta sección de nuestra reflexión lo tomamos como un texto de referencia precisamente por su fidelidad a la realidad y por su evidente objetividad y neutralidad. Quisiera partir del amplio horizonte de las afirmaciones contenidas en la encíclica Deus caritas est, sobre las cualidades de los agentes sanitarios, tal como son retomadas por la CEI: “Por lo que se refiere al servicio que se ofrece a los que sufren es preciso que sean competentes profesionalmente... Un primer requisito fundamental es la competencia profesional, pero por sí sola no basta. En efecto, se trata de seres humanos, y los seres humanos necesitan siempre algo más que una atención sólo técnicamente correcta. Necesitan humanidad. Necesitan atención cordial…” (Benedicto XVI, Deus caritas est 31, Roma 2005). La afirmación iluminante sobre la imprescindible alianza entre ciencia y humanización permite valuar los contextos de deshumanización que aún están presentes en los servicios sanitarios. La CEI no titubea al reconocer una situación que se ha vuelto inaceptable no sólo para los creyentes, y ni siquiera para las personas que viven en la sociedad esperando un servicio equitativo y respetuoso de la dignidad humana. Veamos ahora de cuantas maneras se presenta la deshumanización en una escala que parte desde la “carencia de humanidad” hasta la “degradación de humanidad”. Son palabras como piedras que nos deben hacer reflexionar: “El tema sobre la carencia de humanidad en el servicio que se brinda al enfermo está lejos de haberse concluido. Se advierte una profunda necesidad de personalizar el acercamiento, de pasar del curar a la atención, a considerar la persona en la totalidad de su ser” (Nota pastoral CEI, cit. n. 14). El contexto de referencia es la crisis actual de la asistencia a las personas que se encuentran en condiciones de fragilidad psíquica, y ocuparse de ellas no se debe reducir al simple suministro de medicamentos. La verdadera atención debe tener en cuenta la escucha y la acogida de toda la persona de parte de agentes que sean motivados, solidarios y orientados a través de una formación específica. “Las iniciativas que tienen como fin hacer más humano el servicio al enfermo alcanzan su significado en la perspectiva de la hospitalidad. Se trata de un contexto en el que hay tensiones, conflictos, dificultad de diálogo y de comunicación entre las personas nuevas que se ocupan de la DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 asistencia al enfermo” (ibid. N. 25). En este caso el contexto de referencia es el hospital actual en el que junto a la discriminación de las relaciones interprofesionales y, quizás como consecuencia de ésta, crece la deshumanización del servicio. De hecho, la única cuestión que se agita hoy en el debate sobre la sanidad es en torno a la sostenibilidad económico-financiera. Esta dimensión de gran importancia para la supervivencia de los sistemas sanitarios y sociales, ha generado una lluvia de reivindicaciones cada vez más miopes y pobres de humanidad, que de hecho ponen en segundo plano la centralidad de la persona enferma y de sus necesidades que merecerían una atención diferente. “La Iglesia considera que la humanización del mundo sanitario es una tarea urgente y por tanto la incluye en el ámbito de la acción pastoral convencida del alcance evangelizador de cada iniciativa que tiende a imprimir un rostro más humano a la asistencia y al cuidado de los enfermos” (ibid. N. 26). Aquí podemos advertir el fuerte llamamiento de carácter ético para reconocer y promover, mediante gestos de atención y de asistencia, la dignidad inherente al enfermo que incluso ante la degradación del cuerpo, mantiene su valor como hijo de Dios. Todos los gestos que se realizan con esta motivación poseen una carga interior que los supera y permite el surgimiento de interrogantes en torno al sentido y a la apertura de espacios de entendimiento que ayudan para acceder al Evangelio de la vida. “Leyendo el fenómeno inquietante del degrado de humanidad presente en los servicios al enfermo – como el prevalecer de intereses políticos y económicos, la excesiva burocratización, la ineficiencia administrativa, el deterioro de la escala de los valores, la escasa consideración del enfermo como per- 57 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 58 sona – la Iglesia invita a considerar la raíz de la deshumanización en el pecado” (ibid. N. 27). La invitación de la CEI, como eco del llamamiento más fuerte a las estructuras del pecado de la encíclica Evangelium vitae, dirigido a todos los responsables es aquel de conciliar los aparentes opuestos de la ética y de la eficiencia. El llamado a la conversión del corazón para pensar de manera “diferente” las reformas sociales y sanitarias impone adherir a los valores y la intención de adherir a un proyecto en el que la regla de vida sea la caridad a fin de que se realice una posible civilización del amor. 58 yunción que de hecho obra entre las necesidades del hombre y las de la técnica, que la fascinación que ejercen las performances de la técnica defienda y salvaguarde la dignidad del hombre. El paciente tiene temor ante las múltiples máquinas tanto diagnósticas como de intervención, parece como si él mismo estuviera reducido a una prótesis artificial: encuadrado, diagnosticado y tratado siguiendo las únicas leyes de la física y de la química. Lamentablemente, como a menudo se evidencia por ciertas tas técnicas y por la impresión de omnipotencia que procuran, no ponen al hombre como centro, sino el servicio. El triunfo de la técnica, entonces, produce una cierta caída del sentido humanista de la medicina que se supervalora hasta el punto de sustituirse a la naturaleza: lo artificial tiende a sustituir lo natural construyendo un mundo totalmente manipulable. Pero una ciencia médica tecnologizada que pone semejante confianza en su poder sobre la naturaleza hasta prometer la curación de la salud para todos y teorías económicas y por ciertos modelos sanitarios, se olvida que el hombre no es una máquina que puede funcionar más o menos bien, no es un producto casual de la evolución, sino un don de Dios que debe ser respetado y tutelado en su dignidad espiritual y corporal. Inicialmente, la técnica biomédica no es neutral – es decir buena o mala – sino debe ser considerada como instrumento y potencialidad de acción que de por sí también puede estar no orientada al bien. Ciertas técnicas modernas, por ejemplo la fertilización in vitro, la clonación de embriones, la producción de embriones finalizada únicamente al empleo de las células estaminales y las mismas técnicas anti conceptivos, prevén desde el inicio acciones inaceptables en sí desde el punto de vista de la bioética y de la moral católica. Los médicos, cada vez más fascinados por los logros de es- casi la victoria sobre la muerte, es requerida para realizar los “milagros” más portentosos en nombre de un derecho al goce de todo lo que es técnicamente factible. La cuestión del sentido y de la vocación del hombre queda completamente alejada, e incluso se llega a afirmar el recurso a la eutanasia cuando técnicamente no hay más remedios actuales. Junto con la “caída” del significado elevado que tiene la medicina, se produce también la “caída” del valor ético de la profesión médica, que se reduce simplemente al empleo categórico de las técnicas disponibles: sin tener en cuenta el verdadero bien del enfermo y la relatividad o parcialidad de los mismos medios técnicos empleados. El daño mayor es precisamente el de la transformación del hombre-persona en puro objeto del poder tecnocrático y, quizás, medio inconsciente de 2. Retos de la modernidad a la humanización1 Se sabe que la cultura de la modernidad se funda en el descubrimiento del individuo – el sujeto de los filósofos – y en la preeminencia del método científico con la afirmación de la empresa tecnocientífica. De este modo se ha determinado una civilización-cultura materialista que identifica el progreso con el desarrollo científico y técnico y descuida el “crecimiento” de la humanidad que no es precisamente una mercadería de intercambio. La cultura sanitaria ha corrido el riesgo de deshumanizarse porque mistifica o tecniciza los problemas vitales del hombre, limitando la relación médicoenfermo a un encuentro de roles, personal curante-paciente. De aquí la invasión tecnológica que parece sustituir incluso las decisiones humanas con aquellas automatizadas de la robótica. De hecho, ninguno puede negar que la empresa técnicocientífica ha impuesto hoy una transformación tanto en la organización sanitaria como en el ejercicio de los servicios médicos dentro y fuera del hospital. Pero este desarrollo ha conducido a un predominio de la técnica que se pone en cierta tensión con la concepción humanista de la medicina clásica. Dicha oposición dialéctica entre la exaltación de la técnica y la ética médica, parece ser hoy el reto verdadero y real lanzado a la humanización de la tecnología. Parece difícil, en la dis- DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 59 una transformación finalizada a la manipulación de la misma identidad humana. En mi opinión, aquí reside el reto mayor de la modernidad hacia la medicina; por un lado consiste en considerar el hombre solo como un compuesto material y, por el otro, en producir la deshumanización de las relaciones. En la historia humana y en la vida social de todos los días están presentes la tentación y el riesgo de que los hombres retrocedan hacia un estadio de deshumanidad. Aún resuenan en el espíritu de los contemporáneos las palabras de la encíclica Evangelium vitae (1995) con la que Juan Pablo II alertaba contra la cultura de muerte que impregna ciertas esferas de nuestra civilización, produciendo una falsa cultura de los derechos humanos y el ansia de eliminar a las personas no productivas de la sociedad: recién nacidos prematuros, personas diversamente hábiles o los ancianos, introduciendo el aborto y la eutanasia como un derecho. Precisamente contra la deriva de la separación entre razas, la discriminación en categorías sociales opuestas y el prevalecer de los intereses económicos sobre la búsqueda del bien común, el movimiento cultural de la humanización aparece como la propuesta para una nueva visión del hombre-en-sociedad que desea embargar los saberes y las técnicas operativas capaces de cambiar la cultura utilitarista en modelos actuales de vida social. En efecto, los servicios sanitarios, insertados necesariamente en las dinámicas socio-económicas reguladas por las leyes y administradas por la política, no pueden considerarse como obras altamente humanizantes, si no se coloca el respeto de cada hombre y de todo el hombre como centro de toda institución social. En esta línea nos impulsaba proféticamente Juan Pablo II cuando, al introducir los trabajos de la X Conferencia Internacional del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, declaraba en 1996: “El campo sanitario y de la salud... ofrece innumerables confirmaciones de la posibilidad concreta de un fecundo sodalicio entre razón y fe para construir, en las libertades y en el pleno respeto de la persona humana, la civilización de la vida que, para ser realmente tal, debe ser también civilización del amor” (Dolentium Hominum, ibid. p. 8) 3. Puntos fuertes de un mensaje profético por actuar La oportunidad para profundizar nuestro tema nos lo ofrece la reciente publicación de un volumen titulado Umanità. Storia e utopia que recoge los escritos del Hno. Pierluigi Marchesi definido por sus contemporáneos como el “profeta de la humanización”. Bajo la aparente facilidad de sus escritos se esconden, como bajo la punta de un iceberg, una amplitud y una profundidad de pensamiento y de pasión que implican al que trate de sumergirse para sacarlos a relucir. Su pensamiento y pasión provienen de muy lejos, han compenetrado la vida y la acción del autor, han obligado a los hermanos religiosos y al mundo laico sanitario para que en primer lugar cambien su planteamiento mental y afectivo, y luego aquel operativo, con el fin de emprender luego un renovado entendimiento y una saludable relación con el enfermo. Los escritos abarcan también los años difíciles para la sanidad y son el testimonio del tormento de un religioso hospitalario que ve la separación y a veces incluso la incoherencia existente entre la profecía y la realidad, y con todas las dificultades para implantar los valores de la humanización en la vivencia cotidiana de la realidad sanitaria. Su mensaje nos provoca para salir de la limitada y a menudo mezquina rueda de las obras, de las familias religiosas e instituciones a las cuales pertenecemos e impone una mirada a 360 grados sobre las nuevas y variadas necesidades de los hermanos enfermos. Según el P. Luigi Marchesi, la humanización se debe convertir en ideal de la política que supere los límites del cálculo financiero y de la simple gestión de budget, para reproponerse DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 dentro de una ética política en un mundo como el nuestro que quizás ha perdido la visión del objetivo fundamental de la promoción humana, él emplea el martillo de su palabra para presentar el razonamiento ético en cada una de sus intervenciones. Citamos algunos pasajes de la antología que recoge dichos textos en sucesión cronológica, como puntos de referencia para actuar un proyecto de humanización.2 a. Humanización: alianza con el hombre (1981) La propuesta de «humanización» no es una ideología ni una filosofía, sino representa un proceso para reiniciar nuestra alianza con el hombre que sufre, alianza que corre el riesgo de perderse porque quizás hemos perdido aquella con Dios. Nosotros que creemos en el misterio, que creemos en Dios por fe y no por una adhesión conformista y ritualista, debemos admitir que nuestro «servicio por amor al prójimo» proviene de nuestro ser cristiano en sentido pleno. Ahora bien, siguiendo las huellas de nuestro Fundador, nuestro prójimo son directa y prioritariamente los hombres que sufren. Por consiguiente, nuestra vida tiene una orientación precisa desde el momento que hemos elegido entrar en la vida religiosa de los Hermanos de San Juan. Debemos admitir que es fatigoso mantener dicha orientación y si hemos perdido incluso una parte de ella, es fatigoso recuperarla. Pero no tenemos otra alternativa. Es esta reconquista, es este vínculo «de sangre» entre nosotros y el enfermo que yo denomino «humanización». La Iglesia, en cuanto somos miembros vivientes de ella, nos anima a fin de que nuestras obras y actividades «sigan manifestándose como lugares privilegiados de evangelización, de testimonio de la caridad auténtica y de promoción humana» – discurso del Papa a las religiosas brasileñas –, (Umanizzazione, storia e utopía, p. 44). b. Humanidad: un fármaco que es preciso utilizar El hospital-empresa se reconoce de inmediato: en él se ha- 59 DH n.63 spa 1-80 60 29-01-2006 8:53 Pagina 60 bla de provecho, de cantidad de presencias, de niveles de retribución, de habitaciones equipadas, de moquete en las oficinas, de preocupaciones económicas: nunca se habla del enfermo, salvo considerarlo como objeto que debe garantizar una satisfacción económica en los balances de la obra. No hay necesidad de ser contrarios a la modernización del hospital. Antes bien, es bueno que muchos concedan la debida importancia a la modernidad, a la eficiencia, a la respuesta técnica y espacial a nuestras obras. La eficiencia ciertamente es un valor, un gran valor. Pero no es el único. ¿Qué cosa distingue una empresa de un hospital? El hecho de que el hospital produce salud y no sólo resultados económicos. Desea producir bienestar para un hombre que se encuentra en un estado de malestar. La deshumanización del hospitalempresa es difícil verla a primera vista. En general el hospital es bello, moderno, construido hace poco, rico de enfermos. Pero ¿dónde está la humanidad? ¿Dónde está la humanidad si se dedican horas para hacer balances y pocos minutos para discutir sobre los enfermos, acerca de sus problemas incluso asistenciales? El hospital-empresa no es nuestro modelo, es parcial, insuficiente y, por tanto no es aceptable. La más alta eficiencia posible nunca jamás debe constituir un pretexto para sustraer al enfermo nuestra atención personal y la de nuestros colaboradores. «De modernidad se puede morir» dice un slogan actual. En cambio, de humanidad se vive, se espera y se sana. Y cuando no se logra curar, se muere en paz. Porque la humanidad no es solo algo bueno que hay que dar en forma paternalista, sino un verdadero recurso, es una competencia que tiene valor terapéutico, es un «fármaco» a veces el mejor que está a disposición del hospital (o.c. p. 61). c. Humanización: acto de justicia y de caridad (1981) Cuando hablamos de humanización, no podemos limitarnos simplemente a decir que junto a nuestra hospitalidad debemos insertar el amor, la Hu- manitas: debemos recordar que nuestra hospitalidad tiende a acoger al que está afligido por las tribulaciones, además que por la falta de alimento y de fármacos; que la humanización tiene su colocación más auténtica en el carisma de la hospitalidad, y, por tanto, aquí está ese algo más, o mejor, ese algo diferente, por lo que nuestro hospital debe ser no sólo una clínica, un hotel, una oficina, sino un lugar abrigado por el «afecto» y donde el enfermo ve satisfechas sus exigencias morales, espirituales, sobrenaturales, además que psicológicas y sociales. En nuestras obras – a menudo financiadas por leyes civiles, por lo que la asistencia corporal y técnica está asegurada – cometemos un pecado muy grave si nos limitamos únicamente a custodiar al enfermo (función carcelaria) o a garantizarles una buena eficiencia (función empresarial). Es el pecado contra la justicia y contra la caridad. Nuestra tarea es garantizar la justicia al enfermo con un tratamiento rico de competencias. Pero también es tarea nuestra, fuera de las leyes humanas, respetar el derecho sagrado que tiene el hombre que sufre de obtener respeto, entrega, amor, comprensión, transparencia y solidaridad. Es a favor del hombre que debemos inflamarnos y no para mantener poder o conquistar diplomas: a veces nos animamos por las cosas y nos enfriamos por el hombre. No debemos dar solamente el pan, sino también nuestra persona. A la pregunta si la humanización es un acto de justicia o de caridad respondería de inmediato: hoy es lo uno y lo otro. Es de justicia, porque de este modo respetamos el derecho del hombre sancionado por las leyes humanas; es de caridad, porque respetamos una necesidad, la atención, que ninguna ley puede regular e imponer. La caridad, el amor caritativo, debe subvenir aún más allí donde el derecho humano aún no ha llegado a proteger al hombre en sus necesidades y marcar el camino, indicar y favorecer el advenimiento de la justicia. De este modo la caridad se convierte en instrumento de justicia mucho más eficaz que cualDOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 quier reforma o revolución social (o.c. p. 100). d. Humanizarse para humanizar (1981) Humanizar el hospital comporta por cierto modificar las estructuras. Ante todo comporta la modificación de nuestra relación con los agentes, con los parientes y, finalmente, con el enfermo. Nosotros debemos aprender a asumir nuestra humanidad para ofrecerla al enfermo y a identificar nuestra deshumanidad para detenerla, para disminuirla, con la ayuda de una vida de oración, de estudio, de formación permanente que, digo una vez más, contemple no sólo nuestro saber sino también nuestro ser. Nuestro punto central es tratar con determinación proponernos en modo diferente al enfermo, de manera que lo coloquemos como centro del hospital y de la atención de todos los agentes. Puede parecer que es muy poco afirmar y sostener en la práctica la centralidad del enfermo, pero estoy seguro que en muchos de nuestros hospitales esta centralidad está ofuscada. Pues bien, si este diagnóstico fuese confirmado, nosotros no podremos dormir tranquilos hasta que el enfermo no regrese a su lugar, a aquel lugar que San Juan de Dios lo identificó muy bien. Y nosotros sus secuaces, valientemente, listos incluso a transgredir viejas costumbres y comportamientos que ya no están orientados, podemos y debemos renovar cada día nuestra antigua alianza con el hombre que se dirige a nosotros aún a sabiendas que de nosotros puede recibir esa colocación central que difícilmente encontraría en otras partes. La humanización del hospital no se realiza fuera de nuestra humanización. ¡Aún no existe en comercio el fármaco que puede humanizar al hospital! Si es verdad que el hospital humanizado es un hospital diferente, radicalmente diferente, en cuanto a comunicaciones, poder, estilo de decisión, vida afectiva, etc., es igualmente verdad que para ser diverso, tiene necesidad sobre todo de religiosos maduros, o que se comprometan a ser tales, y de una DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 61 comunidad rica, siempre pronta al crecimiento humano y espiritual (o.c. p. 110). e. Hospitalidad encarnada en la historia (1986) Nuestro carisma nos invita, pues, a entrar en el templo del hombre concreto, hoy. Nos advierte también que debemos cambiar según el tiempo y el hombre, sin garantizar que dicho cambio sea sin dolor. Quizás es más fácil afrontar los riesgos de la sabana o del desierto que anunciar nuestro carisma a gente instruida, con facultades críticas considerables, pero con nuevas necesidades por satisfacer «en el ambiente tecnicizado y consumista de la sociedad moderna en la que se descubren cada día nuevas formas de marginación y de sufrimiento; nuestro apostolado hospitalario es plenamente actual». Lo leemos en nuestras Constituciones. Somos nosotros, queridos hermanos, que corremos el riesgo de no ser actuales si no fijamos la mirada en las marginaciones y en los sufrimientos del hombre contemporáneo. Debemos aliarnos, por tanto, con quienes – incluso colaboradores laicos – desean crecer junto a nosotros y a menudo caminan delante de nosotros. Juntos responderemos mejor a nuestra llamada, a la nueva cultura del Hombre, del Tiempo y de la Vida, un esfuerzo de investigación y de experimentación que quizás nunca nuestra Orden ha tenido que afrontar de modo tan urgente (o.c. p.127). f. Los religiosos en la sanidad: guía y conciencia crítica (1986) Ya he mencionado en las partes iniciales del documento que además de ser testigos y guías morales, nosotros debemos intervenir también de manera crítica en el mundo de la sanidad. De hecho, no es suficiente trabajar duramente en nuestros hospitales, es necesario dedicar tiempo al estudio de los fenómenos vinculados con el proceso sanitario, para orientarlos hacia el máximo bienestar de la persona. En el documento anterior sobre la humanización, he buscado exponer algunos conceptos al respecto. Aquí quisiera insistir más bien en el hecho de que hoy se tiende a tener una excesiva confianza en los recursos técnicos que (y no siempre por razones humanitarias) se ponen a disposición del mundo sanitario. Esto explica también la facilidad con la que algunos gobiernos y parlamentos han promulgado leyes en materia de aborto, de eutanasia y de intervenciones para manipular las estructuras genéticas. Debemos contrastar dichas tendencias. Pero para hacerlo de modo eficaz es necesario estar al día, conocer a fondo los diferentes problemas, evitando acusaciones estériles o posiciones defensivas rígidas abstractamente. Y sobre todo cuando vemos amenazada la sacralidad del hombre, de cualquier parte provenga la amenaza, debemos tener el valor humano y religioso de intervenir. No podemos callar frente a injusticias, traiciones, perezas, ante soluciones deformadas de lo que la humanidad y la fe nos sugieren. Está de por medio nuestra vocación, nuestro compromiso como aliados de la humanidad que sufre. Callar en estos casos equivale a otorgar. Pero una vez más para hablar, para indicar caminos nuevos y justos, debemos poseer una preparación adecuada para estar a la altura de la tarea. Lamentablemente no siempre es así. Y regresamos a la indispensable colaboración de los laicos. Para afrontar victoriosamente los retos del tiempo, nos sirve una conexión, un intercambio continuo con expertos de las diferentes materias: profesionales de las ciencias médicas, biológicas y humanas, que sean capaces de DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 garantizarnos aquella preparación que no podemos dejar de contar, hoy (o.c., p. 170). g. Humanización de la muerte (1986) Pero detengámonos sobre un tercer aspecto ya mencionado. Frente al enfermo grave, a menudo también nosotros perdemos las esperanzas, nos sentimos inútiles y lo abandonamos en espera de que llegue el momento inexorable. ¡Qué visión corta de la vida y de la muerte, qué modo de apegarse a un papel de agentes técnicos que se olvidan que el término salud significa también «salvación», es decir vida del alma! Por esta razón el hospital se ha convertido hoy en un lugar de muerte solitaria. Un corazón que se detiene no hace rumor, sin embargo en nosotros debería suscitar un fuerte eco. La muerte, como la vida, no es un acto exclusivamente individual. También aquella de los demás de algún modo nos toca de cerca. Corresponde a nosotros, dentro de nuestros límites humanos que ciertamente no pueden cambiar los destinos, eliminar ese sentido como de «salvaje» en la imagen de la muerte solitaria con los tubos de plástico, que clamorosamente hace revivir el antiguo horror del cadáver putrefacto abandonado en el campo. ¿Qué civilización sería sino aquella en que cambiaran las formas del horror, pero no la sustancia? (o.c. p. 211). h. Humanización del hospital (1988) El enfermo que es internado en un hospital espera ser curado confiando que la medicina moderna piensa en la “recuperación” de la salud. Espera informaciones accesibles a su comprensión y no veladas por una terminología indescifrable. No quiere verse tratado como un número anónimo, como el caso patológico x/y, sino como un individuo que sufre de una determinada enfermedad, como persona irrepetible que es respetada en su enfermedad. El enfermo desea sentirse acogido en una atmósfera llena de calor humano”. Se nos permita preguntar 61 DH n.63 spa 1-80 62 29-01-2006 8:53 Pagina 62 aquí: ¿en qué medida los médicos son esclavos de la convicción que postula la salud como factibilidad, en qué medida se abusa del cuerpo reduciéndolo a una máquina y considerando a los órganos humanos como elementos de esta máquina? (Discurso del Santo Padre dirigido a los participantes en el II Congreso Internacional de los Colaboradores Laicos – Roma, marzo 1988). ¿Cómo se define la salud? ¿Quién la define? La salud, algo factible, esta es la idea (no) pronunciada por el médico que por un lado parece movido cada vez más por hilos invisibles de la tecnología en la medicina y que, por el otro, se da cuenta cada vez menos que se las da de Dios. El médico “moderno“ absorto totalmente por la aplicación de su medicina mecánica al objeto órgano, cuerpo u hombre corre el riesgo de volverse a entregar a la “presión de conformarse a Dios”, el concepto ha mites del cuerpo humano. En lo que concierne a esta división entre el decir y el hacer la medicina mecánica niega la existencia de confines antepuestos a la ciencia y a la conciencia. Los confines antepuestos en defensa de la dignidad de la persona humana y de la inviolabilidad del misterio de su cuerpo y de su alma son violados de manera brutal. Prisionero inexorablemente en la “máscara” del hombre de ciencia, el médico nunca podrá admitir abiertamente su impotencia entendida en sentido positivo (o.c. p. 260). i. Humanización y psiquiatría (1988) La persona afectada por una enfermedad psíquica tiene necesidad de ser reconocida como persona enferma, como paciente, como ser humano atormentado, como persona que padece el dolor. El enfermo psíquico a menudo “experimenta” las pe- asomarse al mundo de la vivencia personal del enfermo, Aventurarse en su locura, luchar junto con el enfermo contra su locura partiendo desde su mundo alucinado y contraponer un sentido auténtico a este mundo. Solamente de este modo también es posible responder a su necesidad de concebir su enfermedad psíquica como curable, como enfermedad con la cual (y contra la cual) se puede vivir. Así como para las enfermedades físicas, también en el ámbito de las enfermedades psíquicas existen formas curables y formas incurables, incluso si se considera el concepto de “individuo” (que significa ser invisible) no existe ni la enfermedad física “pura”, ni aquella exclusivamente psíquica. El paciente tiene necesidad que su ambiente acepte su enfermedad sin “si” y sin “pero”, sin mistificaciones (obsesionado, poseído por un espíritu, endemoniado) y sin estigmatizaciones (“Lo ha querido, no me da pena por nada, no quiere ser ayudado...”). Una vez curado, rehabilitado, en posesión de su salud, la enfermedad no debe convertirse en una marca para el interesado y para su familia (o.c. p. 270). l. Humanización de los profesionales (1996) sido tomado en préstamo al filósofo Markquard. La dignidad de la persona humana es inviolable. Pero “al reparar”, esta medicina que está reducida a pura y simple intervención de reparación, ignora el alma, la psique, incluso cuando a menudo habla de unidad entre cuerpo y alma, y aún cuando recurre fácilmente al empleo del término “psicosomático”. Hablar de unidad del cuerpo y del alma sirve como cobertura para la manipulación casi sin lí- sadillas y los tormentos de un mundo imaginario cruel. Como paciente tiene, pues, un fuerte deseo de amor, de atención y comprensión. A su deseo “loco” de entendimiento se podrá responder sólo si estamos dispuestos a acoger su tormento en aquella dimensión y en aquella complejidad que él nos comunica absteniéndonos de toda tentativa de valorar racionalmente su vivencia desde su punto de vista. Compartir significa entonces DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 En los últimos treinta años nos hemos esforzado, quizás con grandes éxitos, para definirnos con respecto a todas las figuras de trabajadores que pueblan la ciudad y han conquistado fatigosamente el derecho a ser representados oficialmente en los lugares en donde se toman las decisiones sobre las suertes políticas de una sociedad civil. Si deseamos mirar al futuro debemos renunciar al orgullo de las definiciones. Debemos asumir actitudes y comportamientos que determinen un nuevo saber sobre la enfermedad, sobre la salud y sobre las condiciones de vida del hombre. Debemos imponernos un camino renovado de humanización en el que nosotros mismos somos objeto de nuestros propios cuidados. Ante todo humanizándonos y no humanizando sólo nuestras prácticas profesionales. DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 63 El problema que se plantea en la post-modernidad para nosotros, es decir en la época en la que la falta de reglas precisas para las instituciones y los organismos sociales hacen que el tejido social sea más fluido, es el de reconocernos ante todo como humanos y congéneros (o.c., p. 342) m.La mujer consagrada en el servicio de humanización (1990) Al romper con las tradiciones judías, Cristo confirió a las mujeres un puesto fundamental en la percepción del mensaje (Lucas 1, 42) así como en la transmisión profética (Juan 4, 42). Por tanto, a la mujer corresponde prioritariamente un carisma de compasión que debería ser reconocido y ejercido en la Iglesia como un verdadero ministerio. En la Iglesia primitiva las diaconisas (Rm 16, 1; Tm 3, 11) asumían ante todo un servicio de oración y de compasión hacia pobres y enfermos, así como también un papel litúrgico en el bautismo de las mujeres. María de Nazareth sigue siendo la mujer, signo humilde y eterno de aquella maternidad en el espíritu cuyo perfume ha llenado toda la casa del Rey, como las plantas de rosas (Sir, 24, 14; Ct 1, 12). Según S. Pablo (ICo 12, 4) el ministerio y el carisma se rehacen en Cristo y en el Espíritu, respectivamente. La relación que hay entre ellos como respuesta diferenciada a una idéntica vocación, fue retomada por Juan Pablo II durante la vigilia que se realizó en París en 1980: “La experiencia de dos milenios nos enseña que en esta obra fundamental, la misión de todo el pueblo de Dios, no existe diferencia esencial alguna entre el hombre y la mujer. Cada uno en su género según las connotaciones específicas de la femineidad y de la masculinidad, se convierte en este hombre nuevo, es decir, este hombre para los demás, y como hombre se convierte en la gloria de Dios. Si esto es verdad como es verdad que la Iglesia en su jerarquía está dirigida por los sucesores de los Apóstoles y, por tanto, por hombres, es aún más verdadero que en el sentido carismático las mujeres la guían como los hombres y quizás aún más. Os invito a pensar a menudo en María, madre de Cristo” (o.c., p. 366). n. La vocación al servicio de los enfermos (1990) Restituir el sentido de profecía a las actividades que promueven las vocaciones al servicio de los enfermos debe imponer un cambio radical de las orientaciones dadas hasta ahora a demasiadas formas de reclutamiento. Debemos tener el valor de no poner más al centro de las actividades la “economía”, la gestión de cada uno de los institutos religiosos o la “supervivencia” de cada una de las familias religiosas, sino finalmente las nuevas y diversas necesidades de nuestros hermanos enfermos (o.c., p. 384). o. Humanización y retos para el futuro (1991) Me parece que es justo tomar conciencia del hecho que no se puede reducir el futuro a una ruptura con el presente. Este presente debe ser vivido como futuro posible. Por tanto, los retos del futuro son los retos del presente. En lo que se refiere al servicio a los enfermos y necesitados es necesario considerar los sistemas sanitarios integrados en el más amplio sistema socioeconómico-político. De hecho, las soluciones de los problemas de salud de una población no se pueden afrontar ni siquiera lejanamente si no hay una solidaridad humana en los proyectos políticos y un coherente empleo de los planes económicos y financieros (cfr. Juan Pablo II, Centesimus annus, 1991). La lucha al SIDA constituye hoy un terreno importante de esta interrelación que no se puede eliminar. Y no habrá soluciones eficaces si no se construye una red capaz de mejorar las condiciones de vida de las personas con comportamientos desviadores. Es imposible afrontar la complejidad de los sistemas con la mentalidad dogmática y con la simple buena intención; se necesitan nuevas mentalidades y nuevas culturas que den espacio a las capacidades personales y abran caminos nuevos de coDOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 municación entre ética y saber científico, entre humanización y práctica médica, entre conciencia privada y profesiones, entre fe y militancia en las instituciones. A este proceso revolucionario de síntesis entre teoría y praxis hay que vincular la búsqueda de la paz y la integración de todos los hombres en un movimiento ecuménico que construya la unidad de la humanidad. Tenemos necesidad de cristianos adultos que sean capaces de proyectar el futuro (o.c., p. 411). p. Pietas, religión y humanización (1992) El término pietas es para nosotros diferente de los significados que asume generalmente el término italiano pietà a menudo asimilado a la compasión o a la conmiseración. Su raíz más antigua nos remonta a la misma raíz de la palabra religión, porque es pío el hombre que reconoce a la divinidad – a su Dios – una prioridad y una trascendencia a la cual venerar e invocar, propiciar y contactar, precisamente a través de la religión. El hombre pío, al contrario del impío, es el que atestigua su humanidad como “significativa y significante” por la relación con Dios a quien bendecir y alabar, reconocer y amar. En esta referencia a la piedad religiosa, la humanitas logra las connotaciones no de una abstracción teórica, sino de un conjunto existente, individual y experimentable de personas humanas autónomas pero vinculadas y sostenidas por la trascendencia. Cuando digo hombre y humanización, quiero decir trascendencia, inteligencia y espiritualidad, es decir, conexión estructural con el mundo de lo divino. No puedo reconocer a Dios si no reconozco la dignidad del hombre, sobre todo del necesitado. Me habéis provocado como hermano para recordar que Juan de Dios fundador de los frailes hospitalarios identificó en este vínculo constitutivo entre humanitas y pietas, la base para una atención religiosa diferente hacia los enfermos y la razón para construir un hospital propio. 63 DH n.63 spa 1-80 64 29-01-2006 8:53 Pagina 64 La revolución evangélica, que él condujo hasta las consecuencias extremas, consiste precisamente en identificar los destinos del hombre, sus necesidades, sus errores y turbamientos, sus deseos, sus programas, su cuerpo sano o enfermo, como objetivos de un proyecto en el que está implicado Dios mismo. El amor de Dios al cual corresponde la pietas que nos une a Dios y a los hombres. Por tanto, para mí humanización significa pietas, pero también misericordia, promoción de la humanidad del hombre en toda estructura de lo social y en la vida civil organizada, transformación continua de las estructuras al servicio de la dignidad del hombre especialmente enfermo y por tanto intrínsecamente necesitado. Y esto como “servicio” a Dios (o.c. p. 433). q. Humanización y valor de las técnicas (1992) Ninguno puede negar hoy que la empresa técnico-científica ha venido a transformar radicalmente no sólo la organización sanitaria en su conjunto, sino sobre todo el ejercicio de cada uno de los servicios médicos hospitalarios o no. La técnica, que a través de la tecnología se conjuga con la ciencia, se ha constituido como un conjunto de sistemas autónomos que se afirman de modo autónomo por otros sistemas como aquellos sociales, éticos, económicos. La esencia del método técnico-tecnológico es realizar el efecto querido con el máximo de eficacia. En cuanto tal, debemos reconocer que el hombre pone en juego los valores de los conocimientos y de la creatividad en las invenciones y aplicaciones de la técnica. Refiriéndose a la presencia humana en el campo de la distribución de los bienes, el Papa escribió en la Centesimus annus: “Existe otra forma de propiedad, concretamente en nuestro tiempo: es la propiedad del conocimiento, de la técnica y del saber. Organizar ese esfuerzo productivo, programar su duración en el tiempo, procurar que corresponda de manera positiva a las necesidades que debe satisfacer, asumiendo los riesgos necesarios... Así se hace cada vez más evidente y deter- minante el papel del trabajo humano, disciplinado y creativo, y el de las capacidades de iniciativa y de espíritu emprendedor, como parte esencial del mismo trabajo (CA 4, 32). Bastaría comentar este texto para ver el valor de las técnicas. Pero creo que se puede voltear también aquí la perspectiva y preguntarnos si debe haber una relación entre ética y técnica y por tanto hablar de valores en la técnica (Umanizzazione: Storia e utopía, 438). De hecho, si es verdad que la técnica es un modelo creativo de transformación de la naturaleza, debe ser verdadero que el mundo de la técnica es imputable a nosotros agentes técnicos, en todos los niveles. Ante las capacidades de la técnica que son cada vez más eficaces e “invasivas” como se dice en medicina, debemos darnos cuenta que la previsión de los riesgos y la memoria del futuro deben ser inseparablemente reconocidos como principios por respetar en el actuar médicotecnológico. Aquí se identifica el papel de la política en la sanidad con su capacidad de confrontar las necesidades reales de la gente con las realizaciones de la técnica para intentar establecer las responsabilidades existentes entre sistemas técnico-sanitarios y sistemas atropo-sociales (o.c. p. 438). r. Ser formadores para la humanización (1992) Pues bien, sigamos predicando la importancia de la humanización, pero comencemos a idear al menos nuevos modelos de formación para nosotros religiosos y para los agentes sanitarios a fin de identificar estrategias y métodos válidos para cambiar la existencia del enfermo en el hospital y en la sociedad. Una formación que saque a relucir los principios necesarios no sólo para ayudar al enfermo, sino para dar un papel positivo en la protección de la salud, es decir, hacer formación a favor de la medicina del día antes y no del día después. Debemos diseñar nuevos perfiles profesionales para que dentro y fuera del hospital se realicen concretamente iniciatiDOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 vas, acciones y programas de educación, de prevención y de rehabilitación. Teniendo la convicción de que la salud es un estado de equilibrio entre exigencias del cuerpo y del alma, debemos formar a formadores que sean capaces de ir más allá de la técnica y de cada una de las ciencias para identificar objetivos formativos más completos (o.c., p. 455). s. Ideas para definir la humanización (1992) Llegados a este punto tratemos de definir la “humanización”: algo muy complejo en palabras y más sencillo en la acción; entre muchas, podemos intentar esta primera formulación. La humanización consiste en una actitud mental, afectiva y moral que obliga al agente a repensar continuamente sus esquemas mentales y a remodelar las costumbres de intervención y sistemas terapéuticos y asistenciales para que se orienten al bien del enfermo que es y sigue siendo una persona en dificultad y por tanto vulnerable, incluso porque no siempre es capaz de formular de modo correcto y directo la propia necesidad auténtica. Mucho más articulada y estimuladora aparece la definición que da el Papa Juan Pablo II en un célebre congreso “Humanización de la medicina” que se realizó en Roma en 1987: a) «En el ámbito de la relación individual, en que humanización significa apertura a todo lo que puede predisponer para entender el hombre, su interioridad, su mundo, su cultura. Humanizar esta relación comporta al mismo tiempo un dar y un recibir, es decir, crear aquella comunión que es “participación ”total”». b) «En el plano social, la instancia de la humanización se traduce en el compromiso de todos los agentes sanitarios que tiende a promover, cada uno en su propio ámbito y según sus competencias, condiciones idóneas para la salud, para mejorar estructuras inadecuadas, para favorecer la justa distribución de los recursos sanitarios, para hacer que la política sanitaria en el mundo tenga como fin solamente el bien de la persona humana». DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 65 De este modo la inteligencia y la racionalidad del pueblo de Dios están llamadas a actuar la humanización como modo de relacionarse con el enfermo. En síntesis, el modo mejor para humanizar la medicina consiste en tratar a los pacientes como personas, respetar su dignidad, hacerles partícipes de las decisiones que conciernen su vida y su salud (o.c., p. 462). t. Hospitales católicos y estilo de servicio (1999) Los profesionales sanitarios y los voluntarios hospitalarios católicos deben asumir la tarea de rediseñar un nuevo pacto de solidaridad entre las instituciones y los ciudadanos, si no se quiere correr el riesgo de destruir la unidad de la sociedad humana. Para concluir, no puedo callar sobre lo que en este futuro próximo debe ser el papel de los hospitales católicos: “católicos”, es decir, universales por su vocación. Nuestros hospitales deben encontrar la forma como expresar la unicidad y la originalidad de su vocación. Un hospital católico, inspirado por la caridad de Dios hacia el hombre, debe reconocer aquel estilo de comunión que curando los cuerpos se preocupa de la salvación de las personas, para construir la comunidad de los salvados. Debemos animarnos a encontrar líneas comunes de acción que, retomando algunas reflexiones sobre la identidad católica desarrolladas en otros sectores, quisiera sintetizarlas como sigue: la catolicidad de una estructura es la palanca, de manera crítica, sobre el compromiso de su personal para concebir la asistencia sanitaria como ministerio. En esta perspectiva son vitales tres factores: el cuidado de la calidad, la búsqueda de la justicia social y la solicitud hacia los pobres (o.c. p. 511). u. Juan de Dios, modelo de humanización (1995) Juan de Dios, fundador de los religiosos hospitalarios, identificó en este vinculo constitutivo entre humanitas y pietas la base para una diferente solicitud religiosa hacia los enfermos y la motivación para construir un hospital propio, signo papable del alma del carisma de hospitalidad. La revolución evangélica que llevó a cabo, consiste precisamente en identificar los destinos del hombre, sus necesidades, sus errores y turbamientos, sus deseos, sus programas, su cuerpo sano y/o enfermo, como objetivo de un proyecto en el cual está implicado Dios mismo: el amor de Dios a quien corresponde la pietas que nos une a Dios y a los hombres. En nuestra tradición, pues, humanización significa pietas, misericordia, promoción de la humanidad del hombre, orientación de las instituciones a la promoción de la dignidad humana: y todo como “servicio” a Dios. Mi orientación desea ser un método orientado lógicamente como meditación de tipo religioso. S. Juan de Dios tuvo la inspiración en un modo preciso de servir a Dios en los enfermos; propuso un modelo coherente de hospitalidad capaz de inspirar otros modelos de humanización, pero que no se puede explicar sin una referencia al Dios “Padre de Nuestro Señor Jesucristo” (o.c., 516). v. Humanización y fe en Dios (1997) Retomando el modelo terapéutico, que fue denominado por los históricos como método de dulzura, hemos reinterpretado la rehabilitación como instrumento de verdadera humanización y no sólo como una ejecución técnica de protocolos... Siguiendo las convicciones teóricas de los modelos de rehabilitación debemos evitar homoDOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 logar a todos los pacientes en historias paralelas o que se pueden sobreponer siguiendo ante todo las desviaciones individuales más que nuestras propias recetas técnico-científicas. El hombre, incluso el demente, es hecho a imagen de Dios y debe ser respetado precisamente por su debilidad extrema que constituye la vulnerable originalidad. El hombre siempre es hecho a imagen de Dios sobre todo cuando en él se pierden los rasgos físicos y espirituales de aquella inteligencia sublime que nos ha creado precisamente a imagen y semejanza suya. Osaría decir que si falta esta fe en el Dios débil y herido, capaz de sufrir en sus criaturas, faltaría el presupuesto mismo de la igualdad y de la solidaridad entre los hombres. Si se me permite dirigir un llamamiento final a los hombres de ciencia y a los políticos interesados en el tema, quisiera decir que el enfermo mental tiene necesidad hoy sobre todo de este reconocimiento del Dios herido que camina en medio de nosotros. Formemos a personas humanas capaces de captar su clamor y comprender su gesto. Dios está en medio de nosotros en los dementes, en los pobres desheredados, en el sufrimiento así como en las conquistas de la ciencia y en el gozo de vivir (o.c. p. 554). ¿La humanización de la Sanidad es una utopía? Sí, realmente; pero la convierten en realidad los hombres de valentía, de profecía y de amor como fue este religioso de los Hermanos de San Juan de Dios, Pierluigi Marchesi. Prof. PIETRO QUATTROCCHI Responsable del Servicio de Bioética del Hospital Fatebenefratelli Isola Tiberina, Roma Notas 1 Para entender mejor estas temáticas cfr. De Hipócrates al Buen Samaritano, Dolentium hominum, n. 31, 1996, 1. 2 Hno. Pier Luigi Marchesi, cuyo nombre era Valentino (1929-2002). Religioso de los Hermanos de San Juan de Dios desde 1947, será Prior General de la Orden desde 1976 hasta 1988. El volumen del cual provienen los pasajes se titula: Umanizzazione. Storia e utopia, Elledici Velar, 2006. 65 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 66 Ginecólogos y obstetras al servicio de la vida EN LA APERTURA DE LOS TRABAJOS DEL IV CONGRESO INTERNACIONAL DE GINECÓLOGOS Y OBSTETRAS CATÓLICOS DE MATER CARE INTERNATIONAL, QUE SE HA DESARROLLADO EN ROMA DEL 11 AL 14 DE OCTUBRE DE 2006, MONS. JEAN-MARIE MPENDAWATU, OFICIAL DEL PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PASTORAL DE LA SALUD, EN NOMBRE DE ESTE DICASTERIO HA DIRIGIDO EL DISCURSO QUE PUBLICAMOS A CONTINUACIÓN 1. El ginecólogo es médico al servicio de la vida de la madre y del niño 66 La CARTA DE LOS AGENTES SANITARIOS del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, define al médico como a un agente al servicio de la vida; naturalmente, se trata de la vida, como gran don de Dios, donada al hombre y de la cual éste es únicamente custodio responsable y abraza todo el arco de la existencia humana, desde la concepción hasta el término natural; el ginecólogo y el obstetra tienen como profesión la misión de ocuparse de la vida desde su inicio, en el arco de su crecimiento natural, hasta el nacimiento en el momento del parto. Queridos amigos médicos, habéis recibido este gran don de Dios para ayudar a las familias y en particular a las madres, con vuestra competencia profesional y vuestra práctica médica, para llevar adelante este don grande y maravilloso de la providencia que es la vida humana, el misterio fascinante de cada uno de nosotros y de la humanidad de ayer, de hoy y del futuro. Como agentes sanitarios, tratad de servirla con inteligencia y entrega, particularmente cuando corre el riesgo de diferentes patologías y amenazas que pueden afectar tanto a la madre como al nascituro. ¡Qué honor pero también qué responsabilidad para vosotros, amigos ginecólogos y obstetras, llamados a colaborar en un acontecimiento humano y divino tan grande y misterioso! Lamentablemente, el contexto cultural en el que desarrolláis vuestra profesión no es favorable al respeto de la vida; antes bien, cada vez más se va afirmando una cultura agresiva contra la vida en sus varios momentos y expresiones; manipu- lando la vida, algunos hombres de ciencia la banalizan y subestiman, y contribuyen en la creación de condiciones psicológicas, sociales y culturales no sólo para despenalizar los crímenes como el aborto y la eutanasia sino también para promover leyes claramente favorables al aborto y a la eutanasia, que a menudo se presentan como dispositivos de civilización en la sociedad moderna. En la actualidad, se va afirmando cada vez más en algunos ambientes favorables al aborto un pseudo-derecho que reconocería a la madre el poder de vida o muerte sobre el nascituro, por la simple razón de que éste depende de ella porque lo lleva en su regazo o con el pretexto de la diferencia del desarrollo corporal del nascituro; de este modo, se trata de establecer una desigualdad de derechos tan radical, que se atribuye a la madre un poder discrecional sobre su hijo. Creo que es oportuno reafirmar que la libertad de la madre está limitada por los derechos propios del sujeto que lleva en su seno y que las autoridades públicas deberían velar haciéndolos respetar. No es posible mantener el silencio sobre la situación de muchos ginecólogos “moralmente obligados” a practicar el aborto para no correr el riesgo de perder su empleo, o aquella de los practicantes que deben hacer la misma cosa en muchas clínicas, para evitar el riesgo de ser excluidos del diploma al final de sus estudios; considero que vosotros, ginecólogos y obstetras católicos, debéis reaccionar y encontrar formas de disenso adecuadas para hacer valer el derecho a la objeción de conciencia y trabajar para que nuestras universidades sean las primeras que dan el ejemplo. Por tanto, os invito, queridos DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 médicos ginecólogos y obstetras: – a no ser sumisos a chantajes de cualquier tipo; – a no ejercer vuestra profesión según los intereses de los más fuertes o por un interés social; – a no ser mercenarios corruptos y sin sentido de responsabilidad; – a no renunciar al carácter hipocrático de vuestra profesión que os compromete siempre y en todo momento a no contribuir en la muerte de inocentes, sino para respetarlos incondicionalmente desde la concepción hasta el término natural de su existencia. 2. El aporte del ginecólogo y obstetra a favor de la vida naciente en el ámbito del programa de prevención de la transmisión vertical del VIH/SIDA El VIH/SIDA es una emergencia de alcance planetario. En 20 años se ha convertido en la primera causa de mortalidad en Africa. Según fuentes de UNAIDS, en el 2005 de 40,3 millones de seropositivos en el mundo 25,8 millones son africanos; de 2,1 millones de niños enfermos de SIDA en el mundo, cerca de 1,2 millones son africanos. Podría continuar describiendo el cuadro dramático de la situación del VIH/SIDA en el mundo y especialmente en el continente africano, pero me detengo aquí. Sin embargo, quisiera proporcionar una cifra significativa: el 35% de los adultos en Botswana son seropositivos. En Abidjan, Costa de Marfil, el SIDA se ha convertido en la primera causa de mortalidad y Sudáfrica cuenta con el número más elevado de seropositivos en el mundo, es decir, 5 millones de personas. DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 67 Todos estamos invitados a brindar nuestro aporte para detener esta terrible pandemia; como ginecólogos y obstetras, el campo en el que podéis hacer mucho es la prevención de la transmisión vertical o maternofetal y en el que se puede reducir de manera significativa el número de niños que nacen con el virus de VIH, gracias a intervenciones simples y poco costosas en el plano médico y farmacológico; en iglesias jóvenes de misión, hay grandes e impelentes necesidades e instancias de los obispos locales, para ser ayudados a enfrentarse a tan importante emergencia que, al final permite evitar el riesgo de posteriores abortos a raíz del temor de las madres seropositivas de dar a luz a niños enfermos. Como pueden observar, también aquí se trata de estar al servicio de la vida, haciendo que desde su concepción ella sea y nazca sana. Pienso que sin grandes esfuerzos podéis hacer mucho si en vuestra programación incluiréis también esta noble iniciativa, que interesa directamente a muchas madres, sobre todo en los países en desarrollo. 3. El ginecólogo y el obstetra católico frente a la ideología de la salud reproductiva En ámbito internacional existe actualmente una cues- tión ideológica seria que ha tenido su mayor momento de afirmación sobre todo en las conferencias mundiales de El Cairo y de Beijing. Es la cuestión de la denominada “salud reproductiva”. La famosa Declaración del Milenio otorga mucho espacio a esta ideología serpeante; me da gusto que también ella será objeto de vuestro estudio. Acerca de los 8 objetivos del Milenio para el desarrollo, 3 se refieren a la salud: reducir la mortalidad infantil (objetivo 4), mejorar la salud de la madre (objetivo 5), y combatir el HIV/SIDA, la malaria y otras enfermedades (objetivo 6). Cada vez más en los gobiernos y las clínicas sobre todo universitarias, se ofrecen servicios de salud a favor de la madre y del niño que, además de los servicios ordinarios clásicos de ginecología y de obstetricia, incluyen también aquellos referentes a los medios y a los instrumentos de contracepción y abortivos, en clave ideológica para una limitación demográfica. En este contexto, cada vez más se habla del derecho a la salud reproductiva, para indicar el concepto de salud reproductiva real y verdadero junto a una serie de derechos conexos. Todo se configura como un aspecto nuevo en el panorama de los derechos humanos fundamentales y en particular en lo que se refiere a la dimensión de DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 la salud humana y de los respectivos derechos. En el ámbito internacional, la salud reproductiva está vinculada a la procreación, así como a otros ámbitos fuertemente debatidos como, por ejemplo, el de la discriminación positiva por sexo (gender perspective) o de la orientación sexual (sexual orientation). En otras palabras, la salud reproductiva está vinculada con el perfil de la igualdad y de la desmarginalización de las mujeres, así como está ligada también a los aspectos educativos de los jóvenes y de los adolescentes, acrecentando de elementos conflictuales las relaciones inter-generacionales (derecho/deber de los padres frente a los derechos de los adolescentes). Queridos médicos, os invito a profundizar este problema e informar a la categoría, a fin de que evitéis servir inconscientemente a los mercaderes de muerte que ciertamente no faltan en vuestro campo. Los ginecólogos y los obstetras católicos no pueden permanecer pasivos ante esta ideología que está contagiando a muchas estructuras nuestras, así como también a muchos agentes sanitarios en el mundo. Mis mejores deseos y buen trabajo. Mons. JEAN-MARIE MPENDAWATU Oficial del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud Santa Sede 67 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 68 El ancla de la vida UNA ESPERANZA A LA CUAL AFERRARSE PARA VENCER EL SUFRIMIENTO (CF. HEB 6,19) CVS: una misión que nace a los pies de la cruz 68 El CVS (Centro de Voluntarios del Sufrimiento), es una confederación internacional de asociaciones diocesanas, fundada por Mons. Luigi Novarese en 1947. A las particulares asociaciones se adhieren laicos y clérigos que efectúan un apostolado para valorizar integralmente la persona que sufre. En la acción pastoral y social desarrollada por la asociación se pone en primer plano la presencia y la operatividad personal y directa de las personas discapacitadas. El apostolado del CVS nace como respuesta al drama del sufrimiento y a la petición de oración y penitencia presentes en la espiritualidad mariana de los santuarios de Lourdes y de Fátima. Una respuesta nacida a los pies de la cruz de Jesús, donde el evangelista Juan describe la presencia de la Madre y del discípulo amado (Jn 19, 25-27). La muerte y resurrección de Jesús, don de sí mismo por la salvación del mundo, ofrece el mismo sentido de vida y de salvación a la existencia de la madre y del discípulo, en su recírpoca confianza. Sólo en la comunión con Cristo, el dolor, la fatiga, el sufrimiento, pueden adquirir sentido y esperanza. A los pies de la cruz, el apostolado del CVS reconoce la propia identidad, mirando al mundo del sufrimiento como a la “tierra” de la propia misión y proponiendo a todo ser humano una opción de vida abierta a la salvación. De la unión con Cristo crucificado y resucitado, no deriva solamente el sentido, la esperanza, la consolación para la vida del que sufre, sino también su compromiso misionero. Es el compromiso, propio de todo bautizado, anunciar el Evangelio al mundo. Tal conciencia del propio compromiso bautismal se convierte en el CVS en una elección “voluntaria”: en el ofrecimiento de la propia vida, en la acción apostólica, en el testimonio del amor que salva. Toda persona, conciente de los compromisos bautismales, es sujeto activo y responsable de la actividad desarrollada por el CVS. Aferrar la esperanza «…Dios, queriendo mostrar más claramente a los herederos de la promesa la irrevocabilidad de su decisión, inter- La dignidad del hombre en todos los momentos de su vida, el deber que el cristiano tiene de asemejarse y configurarse con Cristo redentor, llevando con él junto a María Santísima, nuestra madre espiritual, la propia cruz, en beneficio de toda la sociedad, son los principios fundamentales de los que parte y se desarrolla todo nuestro trabajo apostólico. Mons. Luigi Novarese DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 viene con un juramento para que gracias a dos actos irrevocables, en los cuales es imposible que Dios mienta, nosotros que habíamos buscado refugio en El tuviéramos un gran ánimo aferrándonos firmemente a la esperanza que nos ofrece. En ella, de hecho, tenemos como un ancla de vida, segura y firme...» (Hb 6, 17-19). La carta a los Hebreos define la esperanza como el ancla de nuestra vida, un signo que nos habla de seguridad y estabilidad. La imagen bíblica evoca la escena de un naufragio o de una nave agitada por las olas en la tempestad. La esperanza cristiana es presentada como un ancla segura de salvación a la cual aferrarse en los momentos de crísis, de lucha. La esperanza cristiana, que realiza y supera el significado obvio de esta imagen, es Jesús resucitado. El sufrimiento marca inevitablemente el inicio de un tiempo de crisis, de una tempestad que golpea la fragilidad de la persona y la zarandea profundamente. El cristiano, sin embargo, cuando se siente perdido, como un náufrago, en el gran mar de la propia existencia, no se deja agitar de la furia de la tempestad. La referencia al ancla, subraya la fuerza del cristiano en el tiempo de la prueba. Esta fuerza suya consiste en el aferrarse a Jesucristo, en el enraizar profundamente la propia comunión de vida con El. Es esta, para un cristiano, la manera de reaccionar frente al sufrimiento. El apostolado del CVS promueve la vocación bautismal de todo cristiano. En particular el CVS se dirige a todas las personas que se reconocen marcadas por el sufrimiento, invitándolas a aferrarse a la esperanza como respuesta al propio dolor. Todos los que formamos la asociación estamos llamados, en virtud del propio bautismo, a ser testigos y DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 69 anunciadores de Jesús resucitado, esperanza del mundo. Como Jesús junto a los discípulos de Emaús (Lc 24, 1335), todos los que se adhieren al CVS saben estar presentes junto a quien sufre, acompañándolos y sosteniéndolos en el camino de la vida. Del mismo modo la Virgen Inmaculada, como madre y hermana, se hace presente con sus apariciones de Lourdes y de Fátima en la historia de los hombres. La Madre de Dios es aquella que muestra en su Hijo el camino por hacer, es guía y sostén para el camino de cada persona. Vencer el sufrimiento Las personales experiencias de enfermedad, aislamiento y marginación, tienen necesidad de encontrar sentido y novedad en el encuentro con Cristo. Para hacer visible esta meta, los que han vivido personalmente las dificultades de este camino están particularmente cualificados y son creíbles. La acción apostólica del CVS se expresa a través de un precioso y paciente “hacerse compañeros de viaje” en el camino de la vida. Es un comportamiento que se funda en el encuentro “tú a tú”, en la amistad, en el contacto directo y fraterno. La acción apostólica del CVS involucra enfermos y sanos en el compartir del mismo ideal. El CVS reconoce la plena responsabilidad de la persona discapacitada en el testimonio del Evangelio y en la acción concreta, social y pastoral, que implica. Todos los adherentes del CVS están comprometidos en una clara actitud espiritual y en una específica acción apostólica centrata en las actividades de grupo. De aquí nace el empeño para activar todos los recursos sociales y eclesiales útiles para promover la dignidad de toda persona. El sostén fundamental para esta acción articulada está constituido por el pequeño grupo presente en la parroquia. El grupo es el lugar de la formación y de la coordinación de todas las actividades útiles para la promoción integral de la persona que sufre, que es El fundador de la obra, Mons. Luis Novarese, nacido en Casale Monferrato el 29 de Julio de 1914, junto a la personal experiencia de enfermedad, siente la necesidad de superar la falta de sentido y la consiguiente irresponsabilidad. Habiendo madurado desde la infancia una tierna y filial devoción a la Madre de Dios, marcó todo el camino de crecimiento cristiano con una constante referencia a la presencia y a la acción de la Virgen Santa. Tal dimensión mariana se evidencia expresamente en la fundación del CVS (1947), que hace junto con la Hermana Myriam Psorulla. Curado después de una Novena a María Auxiliadora y a San Juan Bosco (1931), Luis Novarese puede continuar los propios estudios, deseando ejercer la profesión de médico al servicio y alivio de los enfermos. La muerte de la madre (1935) lo lleva a una decisión definitiva. Descubre en la vocación sacerdotal el camino para ofrecer una ayuda más radical y decisiva a los enfermos, se ordena sacerdote (1938) y prestó su servicio en la Secretería del Estato Vaticano de 1942 a 1970. Desde 1964 a 1977 dirige la Oficina para la asistencia espiritual hospitalaria de la CEI (Conferencia Episcopal Italiana). Muere en Rocca Priora (Roma) el 20 de julio de 1984. Los “Silenciosos Operarios de la Cruz” son una Asociación privada internacional de fieles, reconocida por el Consejo Pontificio para los Laicos, a la cual se pueden adherir laicos de ambos sexos y sacerdotes. En la imitación de Cristo “llamado y mandado” por el Padre (cf. Hb 10,58) a cumplir su voluntad de vida y de salvación para el mundo, los Silenciosos Operarios de la Cruz viven el total don de sí como respuesta a la consagración bautismal en la prática de los consejos evangélicos. En el amplio y articulado mundo del sufrimiento, los Silenciosos Operarios de la Cruz actúan en sí mismos y comparten con todas las personas, un camino de crecimiento y de maduración en la fe, para que en la luz de la Pascua todos se descubran llamados a encontrar y anunciar el sentido del propio sufrimiento y la alegría de la salvación. Los Silenciosos Operarios de la Cruz actúan personal y directamente con gestos concretos de servicio a la persona y buscan cumplir su objetivo mediante todos los medios de apostolado requeridos por las diferentes situaciones socioculturales y ambientales. Desarrollan actividades pastorales (animación, edición, estudio), socio-rehabilitación y asistencial. En particular coordinan la Confederación internacional CVS, que agrupa todas las asociaciones diocesanas del Centro de Voluntarios del Sufrimiento, con la intención de trabajar por la promoción integral de la persona que sufre. una insersión activa en la Iglesia, en la familia y en la sociedad. La actividad del grupo acoge y promueve todo aquello que acompaña el camino de fe de todo inscrito, hacia la plenitud de la vida y de la gloria en Jesús, Señor. Para cualificar y hacer crecer la formación de los inscritos, la asociación trabaja por sectores de edad: niños, adoDOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 lescentes, jóvenes, adultos y ancianos. Toda asociación diocesana desarrolla cursos de ejercicios espirituales y retiros, encuentros formativos y culturales, sin descuidar los otros aspectos que tienen que ver con los que sufren: desde el mundo del trabajo hasta los momentos rereativos. CVS 69 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 70 El camino de la Oficina para la Pastoral de la Salud de la Archidiócesis de Bari-Bitonto con la consigna de la creatividad 1986/2006: VEINTE AÑOS AL SERVICIO DE LA IGLESIA LOCAL INTRODUCCIÓN: dos frases iluminadoras de dos pastores de la Iglesia local 70 Todavía es vivo en mi memoria el recuerdo del encuentro con Mons. Marino Magrassi, arzobispo de nuestra iglesia local de Bari/Bitonto, que tuvo lugar al final de la mañana de un día no festivo de la segunda mitad de setiembre de 1985. Sin rodeos y con extrema inmediatez, me dijo el pastor: “He pensado confiarte la responsabilidad de la pastoral sanitaria diocesana, pues desde hace muchos años estás comprometido en este campo”. Ante mi perplejidad de inadecuación a esta tarea, al despedirme añadió paternalmente: “Haz lo que puedas y elige válidos colaboradores”. El nombramiento para este cargo me llegará a fines de mayo del año siguiente, ya que en la curia se habían “olvidado” añadir esta ratificación jurídica1. Después de 20 años puedo afirmar conscientemente que en este cargo “he hecho lo que he podido” y he tenido la gracia de encontrar a muchos y “válidos colaboradores” que han permitido que nuestra diócesis cumpla un largo camino de diaconía en el campo de la pastoral de la salud, sostenidos por la ayuda y por la luz del Espíritu. Aún más nítido fue el encuentro con Mons. Francesco Cacucci, actual pastor de nuestra archidiócesis, en el Oasis “S. María” de Cassano Murge (BA), con ocasión de un encuentro de directores de las Oficinas diocesanas a mitad de setiembre del año 2005. Durante el almuerzo, luego de mi comunicación referente a la meta de los veinte años de vida del organismo pastoral dirigido por mi persona, el obispo me dijo: “Entonces este año termina la fase de pionera de la Oficina: ahora la pastoral de la salud se debe convertir en una dimensión de la pastoral ordinaria de cada comunidad”. Me parece que esta indicación puede ser el mejor camino en el cual continuar nuestro servicio a la iglesia diocesana. EL CONTEXTO: el nacimiento de la Oficina, una verdadera intuición profética He querido recordar estas dos indicaciones de nuestros pastores, que han contribuido de manera determinante en la vida de la Oficina, porque ayudan a colocar en su verdadero contexto su nacimiento y su desarrollo. Cuando se instituía la Oficina en nuestra archidiócesis ya se había publicado la carta apostólica “Salvifici doloris” sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano, de Juan Pablo II (11 de febrero de 1984), y con el motu proprio “Dolentium Hominum” había recién nacido el organismo que hoy se llama “Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud” (11 de febrero de 1985). En el ámbito italiano desde los años 60 estaba en actividad la Consulta Nacional para la Pastoral de la Salud, con reuniones periódicas y la organización de congresos nacionales: muchos años después ella encontrará un punto de referencia institucional estable en la Oficina nacional CEI, instituida en setiembre de 1996, con un director y una sede en Roma2. En esos mismos años (198485) iniciaron los primeros acercamientos de colaboración entre las cuatro órdenes religiosas comprometidas en el ámbito sanitario-hospitalario (Camilos, Frailes Menores CaDOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 puchinos, Hermanos de San Juan de Dios, Frailes Menores), que en noviembre de 1986 habrían confluido al nacimiento de una asociación que hoy se denomina “Asociación Italiana de Pastoral Sanitaria” (A.I.Pa.S.)3. En 1987 inició su actividad didáctica el Instituto Internacional de Teología Pastoral Sanitaria “Camillianum” de Roma, afiliado al “Teresianum”, que otorgaba títulos académicos de licenciatura y de doctorado en dicha disciplina. En los años 80 eran pocas las Consultas diocesanas y regionales para la pastoral de la salud, ya constituidas y operantes. El nombre de la Oficina ni siquiera circulaba; lo comprueba el hecho de que en la Nota CEI “La pastoral de la salud en la Iglesia italiana” (1989), entre los organismos de comunión y de animación, no se había previsto en varios niveles las Oficinas, sino únicamente las Consultas4. La atención y la actividad hacia los enfermos estaban absorbidas y desarrolladas por Caritas. En efecto, antes de la institución de la Oficina, desde los años setenta hasta la primera mitad de los años 80 nuestra diócesis había sido muy activa en su servicio a los enfermos y a los discapacitados a través de las iniciativas beneméritas de Mons. Giuseppe Natale primero y sobre todo del P. Vito Diana, después. A este respecto es un deber recordar no sólo los frecuentes viajes organizados por UNITALSI a Lourdes, sino también la Jornada diocesana anual del enfermo colocada durante los festejos de san Nicolás en el mes de mayo, la promoción del voluntariado socio-sanitario en colaboración con el OARI, las primeras tentativas sin éxito para constituir una Consulta, las iniciati- DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 71 vas de formación de los agentes de pastoral, el esfuerzo para brindar particular solicitud a favor de los enfermos con ocasión de la visita del Papa a Bari en febrero de 1984, ya sea ofreciéndoles un puesto especial durante las celebraciones litúrgicas o con la visita del ilustre pastor al Policlinico Consorziale de la ciudad5. Por tanto, la propuesta que el P. Vito Diana, infatigable director de Caritas diocesana por muchos años, hiciera a Mons. Mariano Magrassi sobre la creación de una nueva Oficina para la pastoral del sufrimiento y de los enfermos, como se llamaba ordinariamente en esos años, hay que considerarla realmente como una intuición profética y el mérito hay que atribuirlo a ambos. SIN UN MODELO: con la consigna de la búsqueda y de la creatividad Los primeros pasos de la nueva Oficina recibieron siempre el sostén de la buena voluntad, el sentido práctico de las personas, las intuiciones que tenía cada vez el director y los primeros colaboradores: no pudo ser de otra manera. No teniendo un modelo de referencia y faltando aún las orientaciones prácticas del magisterio eclesial, todo se realizó con la consigna de la búsqueda y de la creatividad, que comprenden también la oración, la disponibilidad al soplo del Espíritu Santo, la confrontación con las demás oficinas bien consolidadas por la praxis, las primeras iniciativas comunes tomadas con ellas. Pero es bueno recordar algunos elementos iniciales y permanentes que han caracterizado el trabajo de todo el recorrido en estos veinte años: El entusiasmo personal y la curiosidad juvenil para echar puentes de conocimiento y de amistad con personas calificadas en el sector, caracterizó la acción pastoral y organizativa: al respecto, no se puede dejar de lado el acontecimiento providencial del encuentro con algunos padres camilos, calificados en el sector de la pastoral sanitaria, que desde el inicio ofrecieron un fuerte aporte a la realización de la formación de los agentes de pastoral en diócesis (para recordar los principales: Angelo Brusco, Arnaldo Pangrazzi, Rosario Messina, Giuseppe Cinà, Domenico Casera, Luciano Sandrin). Otro elemento importante ha sido el compromiso de una presencia activa en la vida de la Iglesia local, especialmente en los momentos importantes y fundamentales de la comunidad diocesana, de las parroquias y de las asociaciones de y a favor de los enfermos: dicha presencia ha servido para hacer conocer la existencia de un organismo joven y a las personas encargadas de hacerlo crecer. Se ha elegido la política de los pequeños pasos en la programación y en la proyectualidad: la sabiduría y la preocupación permitían proponer y realizar aquellas iniciativas concretas proporcionadas a las fuerzas humanas y a los medios disponibles. Desde el inicio el horizonte operativo de la Oficina ha sido respirar a dos pulmones: atendiendo e implicando a las iniciativas de la Consulta regional y aquellas en ámbito nacional, ha sido posible caminar junto con las demás iglesias diocesanas y con la iglesia italiana. En fin, nunca ha faltado la reflexión personal y comunitaria sobre las experiencias pastorales realizadas y la consiguiente verificación: esta actitud ha permitido examinar eventuales equivocaciones cometidas y mirar con esperanza hacia un futuro inmediato. En el horizonte de estas líneas constantes del camino de la DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 Oficina, hemos descubierto y recorrido con valentía y constancia los siguientes caminos principales de su crecimiento o incluso podríamos hasta definirlos más exactamente como “senderos”: la firme convicción de la necesidad de la formación de los agentes de pastoral, la importancia de los organismos de comunión y de participación, la preciosidad del voluntariado socio-sanitario y pastoral, la utilidad de conservar la memoria de todo lo que se iba realizando. PRIMER SENDERO: formación inicial y permanente de los agentes de pastoral Nuestra Oficina creyó de inmediato en la importancia y en la necesidad de la calificación profesional inicial y permanente de los agentes de pastoral. No es un caso que, apenas nombrado director, el interesado sintió la necesidad de realizar en Verona, en el Centro Camilo de Pastoral, un mes intensivo de Educación Pastoral Clínica (Clinical Pastoral Education: CPE) en setiembre de 1986: esta oportunidad de formación resultó providencial y fundamental y su derrame se hizo visible en el planteamiento de la organización general del trabajo de la Oficina, en la metodología por emplear en la programación anual, en las etapas concretas de la realización de los proyectos identificados. La acción formativa a la comunidad diocesana se hizo concreta a través del estudio de la Salvifici doloris con un curso trienal (1988-1990), cuyas clases fueron confiadas a docentes del lugar y con un sorprendente número de participantes. Contemporáneamente o en los años sucesivos, se organizó un curso de bioética (noviembre - diciembre 1988) destinado sobre todo a los estudiantes de las Escuelas de enfermeros profesionales (1989), un curso de “Relación de ayuda” de primer, segundo y tercer nivel (1988-91) bajo la guía del profesor A. Brusco, un curso sobre la Animación de grupo, y numerosos encuentros con los consejos vicariales para ilustrar 71 DH n.63 spa 1-80 72 29-01-2006 8:53 Pagina 72 las iniciativas culturales de la Oficina. Seguidamente, en los primeros años 90, la oficina preparó cursos específicos sobre “Los sacramentos del tiempo de la enfermedad” (1991), “Evangelizar y dar testimonio de la caridad en el tiempo de la enfermedad” (1992). Contemporáneamente, comenzaban a marchar los encuentros anuales destinados a los Ministros extraordinarios de la Santa Comunión, como formación permanente y en preparación a la Jornada mundial del enfermo: resultó una iniciativa muy participada por los destinatarios, que hasta ahora conserva el objetivo de profundizar el tema de la misma Jornada, para sugerir un abanico de iniciativas de animación del acontecimiento, de distribuir el material para la propia comunidad de pertenencia. Los resultados fueron óptimos, porque se vio concretamente la repercusión en la celebración de la Jornada a través de los informes escritos que llegaban a la Oficina. La formación inicial de los nuevos Ministros extraordinarios siempre tuvo el aporte de la Oficina en los cursos organizados por las parroquias o por las vicarías, con intervenciones sobre temas específicos del sector. Desde hace algunos años, se organizan congresos anuales de pastoral sanitaria: en el 2006 ya estamos en el tercero. También nuestro arzobispo está involucrado en ellos y ofrece su aporte de reflexión sobre el tema que se afronta cada vez. De esta actividad formativa se han redactado las respectivas Actas, que están a disposición de las personas interesadas y se conservan en el archivo de la Oficina diocesana6. En 1996, después de un año de encuentros y de reflexión con la Consulta, maduró el proyecto de la Escuela de pastoral sanitaria, que precisamente este año ha alcanzado la meta de los diez años de vida y de actividad a favor de la comunidad diocesana. En colaboración con el Camillianum de Roma, que desde un comienzo aseguró el sostén y la ayuda de sus docentes más calificados. Esta Escuela, que en el curso de los años ha asumido el nom- bre de “Bienio de ética y humanización”, ha ofrecido también al personal sanitario (médicos y enfermeros) la oportunidad de una formación en los ámbitos de la ética y de la humanización, tan necesarias para mejorar el servicio sanitario y los lugares de curación. Lo que la Nota de la CEI afirma sobre el asistente religioso hospitalario refiriéndose a la formación, se puede aplicar en lo concerniente a la preparación de cada agente de pastoral: “Para un desarrollo adecuado de su misión al lado de los enfermos, además de mer presupuesto para un servicio eficaz y fecundo de la comunidad eclesial al hombre y a la comunidad. una profunda espiritualidad, el capellán debe poseer competencia y preparación profesional que le permitan conocer adecuadamente la psicología del enfermo y establecer con él una relación significativa, así como practicar una válida colaboración interdisciplinaria. Es en el fundamento de una abrigada humanidad que se encuentra su primer apoyo el seguimiento pastoral del enfermo. Respetando las necesidades y los tiempos del paciente, el capellán propondrá también una consolación y una esperanza que vienen de la palabra de Dios, de la oración y de los sacramentos”7. Esta elección sigue aún hoy, porque la formación permanente, junto con la ayuda del Espíritu, es el pri- tán al servicio de los agentes pastorales, de las asociaciones y de las instituciones, como instrumento de comunión y de animación para el logro de las finalidades pastorales comunes en el mundo de la salud”8. Debido a esto, la constitución de la Consulta fue prioritaria en las preocupaciones iniciales del director: buscando a los responsables de las asociaciones de y para los enfermos, invitando a los capellanes de las instituciones sanitarias, estimulando a las religiosas hospitalarias, pidiendo a los vicarios zonales sus propios representantes, lentamente se formó un grupo de colaboradores y de animadores que han compartido los primeros pasos del camino de la Oficina que poco DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 SEGUNDO SENDERO: organismos de comunión y de participación Siguiendo el consejo del amado pastor, Mons. Mariano Magrassi, el segundo sendero recorrido por la Oficina ha sido buscar colaboradores y crear las estructuras de la pastoral de la salud, indicadas en la Nota de la CEI de 1989, que “es- DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 73 a poco se ha ido desarrollando cada vez más. Para crear un sentido de pertenencia de los miembros y para profundizar juntos el conocimiento del ámbito pastoral de la propia competencia resultó útil y vencedora la estrategia de convocar una vez al mes la Consulta, cuyos encuentros, precedidos por una carta de invitación a la participación y un orden específico del día, siempre se han caracterizado por la seriedad y por un trabajo comunitario concreto. Todas las reflexiones y las consiguientes decisiones comunitarias tomadas en las reuniones mensuales han sido recogidas por una sola secretaría que ha redactado un acta leída y distribuida a los participantes. En los años posteriores, los encuentros de la Consulta han tenido una duración bimestral, como sigue siendo hasta ahora, en vista de que ya no hay la finalidad original. Por lo demás, la actividad anual se ha fijado en un programa con los objetivos y las iniciativas principales para lograrlos; una vez impreso dicho programa, siempre se ha distribuido a los miembros de la Consulta y, en los últimos años, también a los párrocos. Mensualmente, la Oficina siempre ha tenido su espacio fijo en el “Noticiero diocesano”, donde se hacen conocer las citas y las iniciativas. Al final de cada año pastoral se hace una verificación del camino realizado, de los retrasos experimentados y de las respectivas causas, de los objetivos alcanzados y del compromiso a mirar siempre hacia adelante, para el año siguiente. El informe anual escrito de las actividades desarrolladas ha servido para hacer conocer lo realizado a toda la comunidad diocesana, a través de su publicación en el Boletín diocesano. Asimismo, hay que reconocer honestamente que, a través del ecónomo, cuando ha sido necesario la diócesis nunca ha hecho faltar los recursos financieros para realizar las actividades culturales y formativas de la Oficina. En el curso de los años el orgánico de la Oficina ha encontrado su lugar a través de la elaboración y la aprobación de un Reglamento interno de la misma Consulta: sirve para delinear mejor la identidad del organismo participativo, las finalidades por alcanzar, los criterios de pertenencia, la estructura interna, la distribución de las tareas. En los últimos años se ha instituido la Junta formada por un estrecho número de miembros, que son convocados por el director cada vez que es necesario o lo impone la urgencia de los acontecimientos. Y desde el inicio del nuevo milenio, por solicitud del mismo director, el arzobispo ha nombrado a un vice-director de dicha Oficina. Desde hace un año se ha asignado también una sede para la Oficina, situada en el Seminario diocesano que acoge también las demás oficinas: se asegura una presencia diaria de un voluntario de la Consulta, que está a disposición de quien tenga necesidad de los servicios específicos. Siguiendo su evolución, podemos afirmar que la Oficina se presenta hoy con un organigrama preciso, que pone en claro que no se identifica con una sola persona, sino que implica en varios niveles y con diferentes responsabilidades a una multiplicidad de sujetos pastorales. Mantiene contactos y participa asiduamente en las reuniones de la Consulta regional y en aquella nacional, y brinda su aporte concreto en las varias sedes en las que está implicada. Nunca deja de participar con un buen número de agentes de pastoral en los congresos de pastoral sanitaria tanto en Puglia como en los que organiza la Oficina nacional en Chianciano (provincia de Siena) o la Asociación Italia de Pastoral Sanitaria (A.I.Pa.S.), dentro de la cual están implicados con diferentes responsabilidades algunos miembros de nuestra iglesia local. Para concluir, podemos afirmar que los organismos de comunión y de participación de la Oficina son un instrumento válido para realizar las tareas que se le ha confiado: estimular a las diversas realidades eclesiales y a las estructuras sanitarias ante las problemáticas de la salud y de las necesidades de los enfermos y de sus familias; coordinar y favorecer una acción común y compartiDOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 da entre las varias asociaciones, grupos y organismos que obran en la diócesis; asumir iniciativas de formación y de actualización en el sector9. TERCER SENDERO: atención y promoción del voluntariado10 La Iglesia ha manifestado siempre su atención hacia el voluntariado a través de las intervenciones del Magisterio y de la promoción de asociaciones específicas que aseguran el servicio concreto en el tiempo del sufrimiento físico, psicológico y espiritual. Gracias a los varios tipos de voluntariado – ha afirmado Juan Pablo II – “los valores morales fundamentales, como el valor de la solidaridad humana, el valor del amor cristiano del prójimo forman el marco de la vida social y de las relaciones interhumanas, combatiendo en este frente las diversas formas de odio, violencia, crueldad, del desprecio por el hombre, o las de la mera ‘insensibilidad’, es decir, la indiferencia hacia el prójimo y sus sufrimientos”11. Los obispos italianos por su parte han afirmado en las Orientaciones pastorales del último decenio que “la experiencia cada vez más difundida del voluntariado es otro testimonio fuerte del servicio de nuestras iglesias como respuesta a las diferentes pobrezas y un signo de la vitalidad ética y social del evangelio de la caridad”12. Contemplando el mundo hospitalario la Consulta nacional CEI para la pastoral de la sanidad ha subrayado que “además de insertar directamente a los cristianos en el contexto social, el voluntariado desarrolla implícitamente una obra de pre-evangelización y de evangelización”12. Sobre estos fundamentos teológicos y eclesiológicos, la Oficina diocesana se ha comprometido de manera directa en el mundo del voluntariado para responder concretamente a la invitación explícita hecha por el arzobispo, Mons. Mariano Magrassi, en el mensaje pascual “Demos a la vida – La realidad sanitaria en la tierra de Bari” (1991), que animaba 73 DH n.63 spa 1-80 74 29-01-2006 8:53 Pagina 74 a la comunidad eclesial a “promover y formar un voluntariado que intervenga en la línea de la gratuidad como signo de la Iglesia que sirve entre los hermanos”. En diciembre del mismo año nacía la asociación “Voluntarios de Bethesda”, que se inspiraba en los principios cristianos y se proponía obrar dentro de las estructuras hospitalarias públicas, ofreciendo su propio aporte específico por la humanización del mundo de la sanidad, colocando siempre en el centro de cada programa a la persona enferma con sus necesidades físicas, psicológicas y espirituales y trabajando en sintonía con el personal hospitalario pero conservando la especificidad de las propias intervenciones. Durante un decenio, la Oficina ha sido guiada por el mismo director en calidad de presidente; en este cargo ha podido insertar el desarrollo de la asociación en el camino de la iglesia local y se ha esforzado encarnar los valores de la fe y de la caridad a través de la formación de base y permanente de los mismos voluntarios a través de la presencia operativa en los pabellones junto a los enfermos, a sus familiares y a los agentes de pastoral. Actualmente, los “Voluntarios de Bethesda” son más de 170 y están presentes y desempeñan su obra en las tres grandes instituciones sanitarias de la capital de la Puglia (Policlinico-Consorziale, Juan XXIII y Di Venere), mantienen buenas relaciones con los agentes de pastoral del servicio religioso y algunos de ellos son cristianos practicantes o ministros extraordinarios de la Santa Comunión. Como es obvio, en la Consulta de la Oficina confluyen también las experiencias de otras asociaciones de voluntariado católico, que tienen la forma de confrontarse y de enriquecerse periódicamente entre ellos, de implicarse conjuntamente en el camino pastoral de la iglesia diocesana, de ser puentes de comunión con los varios ambientes parroquiales, familiares y sociales. Hacia fines de los años 90 la Oficina diocesana aceptó el reto de la experiencia de la Capellanía Hospitalaria Mixta (C.O.M.), un nuevo organismo pastoral del mundo hospitalario que, aún reconocido oficialmente por la Iglesia italiana desde 1989, tiene dificultad para afirmarse en cada una de las diócesis. Ella se coloca dentro del tema del voluntariado pastoral. En el Policlinico Consorziale de Bari, en diciembre de 1997 inició la experiencia de la Capellanía hospitalaria, con la coordinación del director de la Oficina diocesana que actúa como capellán dentro de la misma estructura14. Después de dicha capellanía han surgido otras en las entidades sanitarias o los presidios hospitalarios, aún conservando cada una fisonomía propia y diferente. En noviembre del 2005 hemos tenido el primer encuentro de los agentes de pastoral de las Capellanías hospitalarias de nuestra diócesis. Para comprender mejor el alcance de la experiencia de la C.O.M. es bueno recordar que ella tiene su fuente de inspiración y su fundamento en la eclesiología de comunión que maduró en el Concilio Vaticano II, y define a la Iglesia ante todo como misterio y como pueblo de Dios. A la luz del recorrido realizado hasta ahora, la Capellanía hospitalaria se puede definir realmente como un laboratorio de comunidad eclesial donde se experimenta un modo original de servicio pastoral con la implicación y el compromiso real de todos los componentes del pueblo de Dios, cada uno según su carisma. sable. Por cierto la catalogación de los documentos se ha hecho de modo simple, pero en el momento oportuno y con personas calificadas se hará una selección de la documentación de modo que se conserve lo más válido y oportuno. En el archivo de la Oficina se encuentran más de veinte carpetas, dos por cada año pastoral, subdivididas en fascículos de los diferentes sectores de la actividad: encuentro de la Consulta, programación anual, citas mensuales, correspondencia de llegada y de partida, Escuela de pastoral sanitaria, intervenciones del director, material de la Jornada mundial del enfermo, congresos de Collevalenza, etc. Se ha preparado y conservado copias de las Actas de los cursos y de los congresos realizados en la diócesis, mientras que el director se ha ocupado de una sección de la Biblioteca provincial de los Frailes Menores Capuchinos de S. Fara en Bari, reservada a la pastoral de la salud, que cuenta con cerca de mil volúmenes publicados en estos veinte años, subdivididos en secciones. Se ha activado un sitio Internet en nombre de la Capellanía hospitalaria del Policlinico Consorziale (www.cappellaniapoliclinicobari.it), dentro del cual ha encontrado lugar el trabajo pastoral de la Oficina. Esperamos abrir una sección de la misma Oficina en el sitio de nuestra archidiócesis (www.odegitria.bari.it), donde se incluirán los link de cada capellanía hospitalaria. CUARTO SENDERO: conservación de la memoria (archivo) MIRANDO HACIA ADELANTE: hacia el futuro Conservar la memoria de la vida de un organismo y, por tanto, de una comunidad significa no dispersar la riqueza multiforme de una experiencia vivida y dejar un patrimonio cultural a los que vienen después, para que puedan continuar el camino recorrido en la fidelidad a la tradición y en atención a los signos de los nuevos tiempos. Desde el inicio de su actividad la Oficina ha tenido un archivo seguido por un respon- DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 Al final de este panorama que ha permitido recordar y hacer conocer la historia de nuestra Oficina, es necesario mirar hacia el futuro y mencionar los nuevos recorridos de la pastoral de la salud que se presentan delante de la iglesia de Bari-Bitonto: Desarrollo de la misionaridad de la pastoral de la salud – El cuidado de los enfermos y la promoción de la salud integral no pueden permanecer encerrados dentro de las institu- DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 75 ciones sanitarias, sino deben pasar al compromiso de las comunidades eclesiales parroquiales mediante la animación del territorio. De este modo la pastoral de la salud, como otros tipos de pastoral, debe transformarse en dimensión cotidiana de la pastoral ordinaria. Este camino ya ha sido indicado por los obispos italianos en la Nota pastoral “El rostro misionero de las parroquias en un mundo que cambia”15. En este documento se presentan varias pautas: por ejemplo la acogida a todos (n. 4), la respuesta a los interrogantes de fondo del corazón humano (n. 6), la atención a los hermanos más débiles (n. 7), la presencia en los momentos de dificultad de las familias (n. 9), la solicitud para con los últimos (n. 10). Nuevas ministerialidades en la pastoral de la salud – Al respecto, el mismo documento de la CEI arriba mencionado contiene una frase iluminadora: “Los sacerdotes deberán verse cada vez más dentro de un presbiterio y dentro de una sinfonía de ministerios y de iniciativas: en la parroquia, en la diócesis y en sus articulaciones. El párroco será el hombre menos del hacer y de la intervención dirigida y más el hombre de la comunión; y por tanto tendrá particular cuidado de promover las vocaciones, los ministerios y los carismas. Tendrá como pasión hacer pasar los carismas de la colaboración a la corresponsabilidad, a través de figuras que den una mano a personas que piensan en conjunto y caminan en el marco de un proyecto pastoral común. Su ministerio específico de guía de la comunidad parroquial debe ser ejercido tejiendo la trama de las misiones y de los servicios: no es posible ser parroquia solos”16. Como ejemplo, podemos recordar algunos ministerios que deberían instituirse después de un tiempo adecuado de experimentación: el ministerio de la consolación, la pastoral a favor de los ancianos, el seguimiento de los moribundos y la pastoral del luto. Mayor profesionalidad de los agentes de pastoral sanitarios – Dicha profesionalidad se obtiene con la formación básica y permanente tanto de los sacerdotes como de todos los demás agentes de pastoral. Hoy la realidad sanitaria y hospitalaria es muy compleja y diversificada; los problemas se multiplican en demasía, las solicitudes de los enfermos se han vuelto más exigentes y más profundas. Por estas razones los sacerdotes y los agentes de pastoral deben sentir la necesidad de calificar profesionalmente sus intervenciones para alcanzar “relevancia” y “significado” en la comunidad sanitaria. Cuanto más serán formados en su sector, tanto más su servicio pastoral será eficaz y fecundo. Por otro lado, los agentes de pastoral no pueden justificar su presencia simplemente con la distribución de la santa Comunión, sino están llamados a vivir aquella pastoral de la salud que el Papa Juan Pablo II calificó como “una acción capaz de sostener y de promover atención, cercanía, presencia, escucha, diálogo, participación y ayuda concreta para con el hombre en los momentos en los que la enfermedad y el sufrimiento ponen a dura prueba no sólo su confianza en la vida sino también su misma fe en Dios y en su amor de Padre”17. Si permanecemos en ámbito de Europa, a nivel político y económico, se debería comenzar a pensar a escala europea también en el campo de la pastoral de la salud, que ya prevé en algunos países los estándar formativos de los agentes de pastoral. Promoción de los organismos pastorales de comunión – Son conocidos los de las instituciones sanitarias: la CapellaDOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 nía hospitalaria y los Consejos pastorales hospitalarios. Por tanto, es indispensable convertirse concretamente a la Iglesia como “comunión”, que pone en primer plano la dignidad de cada bautizado y la misión recibida de la gracia sacramental de contribuir al mandato evangélico de evangelización y de promoción humana. En palabras pobres, vivir la Iglesia-comunión significa ver la unicidad y la riqueza de cada persona que forma parte de ella, reconocer la contribución específica que aporta cada uno de sus miembros, crecer con la convicción de que trabajar juntos por un objetivo común, significa también estar convencidos de que el primer testimonio eficaz que la comunidad cristiana puede ofrecer a la sociedad de hoy es precisamente el ser uno en la Trinidad y ser “un solo corazón y una sola alma”. Es necesario, además, que de la comunión aflore gradualmente la colaboración y la corresponsabilidad del equipo pastoral: los agentes pastorales no son simples ejecutores de disposiciones, sino cristianos maduros y responsables que contribuyen, cada uno según su propia y específica vocación, en la misión común de la comunidad eclesial. CONCLUSION Para concluir, podemos afirmar que, de manera descriptiva, la Oficina para la pastoral de la salud puede ser definida como “el organismo que manifiesta la solicitud amorosa y la presencia operativa de la Iglesia hacia los enfermos, el mundo de la sanidad, la problemática de la salud y de la enfermedad, para llevarles la luz y la gracia del Señor con el evangelio de la vida, del sufrimiento y de la Caridad. Por esto se compromete a favor de una pastoral ordinaria de la comunidad sanante en sus estructuras sanitarias y en el territorio, fundada en los enfermos y los que sufren, como sujetos activos y responsables de la obra de evangelización y de salvación; en la iluminación cristiana de los problemas del mundo sanitario (formación, humanización, inves- 75 DH n.63 spa 1-80 76 29-01-2006 8:53 Pagina 76 tigación científica, etc.) y en la animación del territorio a las problemáticas de la sanidad (dignidad de la persona humana, respeto y defensa de la vida, promoción de la salud); en la sensibilización de la comunidad cristiana y, en particular, de las parroquias, de los grupos y de las asociaciones, de los organismos pastorales, para con la asistencia holista del enfermo y de sus familiares”18. En una palabra, el compromiso primario y fundamental de la Oficina es aquel de promover el valor de la vida y la dignidad de la persona tanto en el estado de salud como de sufrimiento, desde el momento de su concepción hasta su conclusión natural, en la visión cristiana propuesta por la Iglesia con su historia y su magisterio. La iglesia local de Bari-Bitonto tiene la gracia de gozar del servicio de dicha Oficina desde hace veinte años: ¡Alabemos y demos gracias al Señor! P. LEONARDO NUNZIO DI TARANTO Notas Cfr. Carta del arzobispo Mons. Mariano Magrassi al P. Leonardo Nunzio Di Taranto nombrándolo como Responsable de la pastoral sanitaria por la archidiócesis de Bari (Prot. n. 20/86 del 26 de mayo de 1986). Entre otros, el arzobispo escribía: “El trabajo es grande, porque el sufrimiento hace que los hombres se acerquen más a Dios, que sean más semejantes a Jesús y más despegados del mundo. La moral sanitaria te hará encontrar todas las clases sociales, y en varias circunstancias. Con profunda bondad dispón a todos a la sonrisa de la gracia humana y divina, y continúa en la Diócesis ese trabajo que ya has hecho con los Capellanes de tu Orden” (en “Archivo de la Oficina diocesana para la pastoral de la salud”, Iª carpeta 1986/87). 2 Cfr. GHILARDI G., La Consulta Nacional para la Pastoral Sanitaria, pp. 5562, en “Insieme per servire”, revista de la Asociación Italiana de Pastoral Sanitaria, año XX, n. 1, enero-marzo 1996, Actas del congreso Nacional AIPaS “Tres rostros de la esperanza: reflexión, colaboración, proyectualidad”, Collevalenza (PG), 9-13 de octubre de 1995; DI TARANTO L. N., La iglesia en el mundo de la sanidad que cambia, Camilliane, Torino 2002, pp.11-19. 3 Cfr. DI TARANTO L., A.N.C.R.O. Una asociación nueva para un servicio antiguo, en “Insieme per servire”, o.c., año I, n. 1, pp.3-12. 4 Cfr. CONSULTA NACIONAL CEI PARA LA PASTORAL DE LA SALUD, La pastoral de la salud en la iglesia italiana: PSCI, 65-78. 5 Cfr. los Boletines diocesanos de esos años, contienen las principales iniciativas pastorales realizadas en ese período: lamentablemente el director de la nueva 1 DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 Oficina ha recibido una documentación escrita muy escasa. 6 La sede de la Oficina diocesana para la pastoral de la salud está ubicada en el Seminario diocesano en Corso A. De Gasperi, 274/A en Bari. 7 PSCI, 40. 8 IDEM, 65. 9 Cfr. PSCI, 78. 10 Para esta parte de la intervención saco de DI TARANTO N. L., La Oficina para la Pastoral de la salud para la Promoción de la Vida en la Archidiócesis de BariBitonto, en “CAMILLIANUM”, revista del Instituto Internacional de Teología Pastoral Sanitaria – CAMILLIANUM, año V – Primer cuatrimestre 2005 – número 13 nueva serie, pp. 163-173. 11 JUAN PABLO II, Salvifici doloris, o.c., 29. 12 CEI, Evangelización y testimonio de la caridad – Orientaciones pastorales del Episcopado italiano para los años 90, 8 de diciembre de 1990, 48. 13 PSCI, 59. 14 DI TARANTO L. N., La Capellanía hospitalaria mixta - Una novedad eclesial en las instituciones sanitarias, Camilliane, Torino 1999. 15 CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA, El rostro misionero de las parroquias en un mundo que cambia, 30 de mayo de 2004. 16 IDEM, 12. 17 JUAN PABLO II, Christifideles laici – Exhortación apostólica postsinodal sobre “Vocación y misión de los fieles laicos en la Iglesia y en el mundo” (30 de diciembre de 1988), 54. 18 Cfr. DI TARANTO L. N., La Iglesia en el mundo de la Sanidad que cambia, Camilliane, Torino 2002, pp. 40-41. Todo el segundo capítulo del libro está dedicado a la Oficina diocesana para la pastoral de la salud (pp. 21-56). DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 77 La Pastoral de la salud en Polonia Deseo manifestar mi gratitud a los superiores del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud y a sus más estrechos colaboradores por la actividad que realizan para hacer conocer la solicitud pastoral de la Iglesia por los enfermos, ayudando a los que desarrollan un servicio a favor de los enfermos y los que sufren, de modo que el apostolado de la misericordia responda cada vez mejor a los retos del Tercer Milenio. Habiendo participado en calidad de miembro del Dicasterio en dos Asambleas Plenarias del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, he podido constatar personalmente cuan importante sea esta pastoral en el mundo actual que promueve la civilización de la muerte oponiéndose con fuerza a la cultura de la vida que tanto auspició el inolvidable y amado Papa, el Siervo de Dios Juan Pablo II. Además de los importantes documentos del Magisterio de la Iglesia, para promover la Pastoral de la Salud en nuestras iglesias locales, gran ayuda encontramos a través de la experiencia de los encuentros y el “Plan de Trabajo 20022007” del Pontificio Consejo. diócesis una Oficina diocesana para la pastoral sanitaria con un sacerdote como guía. Luego de esta premisa, deseo presentar los puntos más sobresalientes de la amplia actividad que desarrolla nuestra Comisión de la Pastoral de la Salud. 1. Formación permanente La formación ocupa un puesto de primera línea en nuestra actividad, porque somos conscientes de que la enfermedad y el sufrimiento son fenómenos que, si son investigados profundamente, ponen siempre interrogantes que van más allá de la misma medicina para tocar la esencia de la condición humana en este mundo (cfr. Dolentium Hominum, 2). Con esta finalidad, el primer domingo después de Pascua de cada año, en Niepokalanow (cerca de Varsovia) se organiza un curso de formación para numerosos sacerdotes (60) responsables de La Pastoral de la Salud en Polonia está organizada en la forma siguiente: En ámbito nacional: La Comisión de la Conferencia Episcopal para la Pastoral Sanitaria promueve, coordina y orienta a todos los sectores de la Pastoral de la Salud en Polonia. El Obispo Encargado para la Pastoral de la Salud, está coadyuvado por un grupo de estrechos colaboradores entre los cuales: a. El Responsable nacional para la Pastoral de los Agentes Sanitarios b. El Responsable nacional para el Apostolado de los Enfermos c. El Responsable nacional para los Hospices En ámbito diocesano: En Polonia existe en cada la pastoral sanitaria en sus diócesis, en el que participa siempre el Obispo Encargado. Dicho encuentro – al que se invitan a los mejores ponentes, especialistas en varias materias, desde la teología hasta la bioética – ayuda a entender que no es posible una pastoral de la salud sin una profundización teológica, una pastoral separada de Cristo: Salud y Salvación. DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 En esos días de formación, los sacerdotes captan mejor que no es suficiente el amor compasivo y filantrópico. No es esta la misión de la Iglesia. Hay que responder a las cuestiones más profundas que tocan la esencia de la vida humana y de la fe cristiana, lo cual no es posible sin una reflexión teológica sólida y profunda. Se han realizado también otros encuentros además del mencionado, así como también conferencias de actualización y profundización sobre los documentos elaborados por el Pontificio Consejo o sobre otros temas específicos que interrogan hoy a las conciencias de los cristianos, como por ejemplo el aborto, la eutanasia, el SIDA o la droga. Dichas conferencias han contado con la participación de quienes trabajan en el campo de la salud y del sufrimiento. Deseo subrayar también que en la formación permanente promovida por nuestra Comisión episcopal, tienen gran importancia los ejercicios espirituales y la peregrinación nacional de los agentes sanitarios. Dicha iniciativa se ha convertido ya en una larga tradición desde hace más de 60 años, incluso durante el régimen comunista. A los pies de la Virgen Negra, en la última semana del mes de mayo de cada año, acuden todos los agentes sanitarios (médicos, farmacéuticos, enfermeros, religiosos comprometidos en el campo de la salud). A dicha peregrinación participan cerca de 500 mil personas y en el retiro espiritual toman parte más de 1000 agentes sanitarios. 2. Jornada Mundial del Enfermo La Jornada del Enfermo en Polonia se celebra en forma solemne. Es un momento de particular significado e importancia para nuestra pastoral. Se celebra solemnemente en las parroquias, en los hospitales y en los diferentes lugares de curación católicos y no católicos. Los capellanes y los pastores 77 DH n.63 spa 1-80 78 29-01-2006 8:53 Pagina 78 de las almas organizan en su territorio momentos de oración, reflexión y estudio, en los que participan los agentes sanitarios, los enfermos y sus familiares. A nivel nacional, una de las tareas de la Comisión episcopal es preparar la Jornada, transmitir el Mensaje del Papa y material apropiado. Desde hace algunos años los medios de comunicación: TV y varias redes radiofónicas católicas y no católicas dan mucho espacio a la celebración de la Jornada Mundial del Enfermo. También nos preocupamos de que en las celebraciones oficiales promovidas por el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud esté presente una delegación de Polonia. La Celebración de la Jornada no se concluye con el 11 de febrero, sino se trata de poner en práctica durante el año lo que se ha dicho y realizado. 3. El apostolado de los enfermos Dentro de nuestra Comisión episcopal existe un sector dedicado al Apostolado de los Enfermos que cuenta con un Responsable a escala nacional; fue fundado el 12 de mayo de 1930 por el Arzobispo Metropolita de Lviv, S.E. Mons. Bolesław Twardowski. El Secretariado Nacional promueve la oración de los enfermos y para los enfermos, la oración litúrgica y aquella no litúrgica y tiene a su cargo la publicación de la revista mensual titulada: “El Apostolado de los Enfermos”. Se promueven también peregrinaciones a los santuarios marianos, ejercicios espirituales, etc. Tiene gran importancia la peregrinación al Santuario de Częstochowa que se realiza el 6 de julio, con ocasión de la Fiesta Patronal de la Virgen de la Salud de los Enfermos. Además, se nota su viva participación espiritual y física con ocasión de la Jornada del Enfermo o en otros momentos difíciles de cada una de las naciones. Los miembros de dicho Apostolado ofrecen gustosos sus oraciones y donan sus sufrimientos por el ministerio petrino del Santo Padre y por la Iglesia universal. 4. Médicos católicos El fruto inmediato de la celebración de la II Jornada Mundial del Enfermo en el Santuario de la Virgen Negra de Częstochowa, el 11 de febrero de 1993, fue la fundación de la Asociación de Médicos Católicos Polacos. El Presidente de la Asociación, a la que pertenecen más de 3000 médicos, es la Dra. Anna Gręziak de Varsovia. Dicha Asociación tiene sedes filiales en casi todas las diócesis. En los últimos años ha promovido una serie de acciones a favor de la vida. Se han hecho simposios sobre la Encíclica Evangelium Vitae y la Carta de los Agentes Sanitarios, publicada por el Pontificio Consejo. Debo decir que, con la participación de algunos representantes, la Asociación sigue atentamente las conferencias internacionales o los encuentros que promueve el Dicasterio. Un representante de la Asociación tomó parte también en el X Congreso de la FEAMC, que se desarrolló en Bratislava, Eslovaquia, del 1 al 4 de julio, en el que Vuestra Eminencia hizo una ponencia magistral sobre el tema “Nuevos retos para la medicina y los agentes sanitarios en Europa”. Como es obvio, su actividad se desarrolla en estrecha colaboración con la Comisión episcopal para la pastoral sanitaria. Es un deseo nuestro que se inscriban a la Asociación numerosos médicos católicos polacos que siguen siendo óptimos profesionales y cristianos. 5. Enfermeros y comadromas católicos La Asociación que se constituyó el 27 de mayo de 1995 tiene como uno de sus objetivos la formación cristiana y ética de sus miembros, así como el encuentro y la comunicación entre ellos. La sede central se encuentra en Varsovia. El Presidente de la Asociación que reúne a más de 700 enfermeras y comadronas es la Dra. Iwona Stanis. Existen ya 19 secciones que permanecen en estrecho contacto con el delegado diocesano para la pas- DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 toral sanitaria. La Asociación es muy activa en el campo profesional, religioso y humano. 6. Capellanes católicos hospitalarios Luego de la caída del régimen comunista en 1989 nació la nueva y positiva situación para organizar la asistencia espiritual a los enfermos y a los agentes sanitarios en los hospitales y en los demás lugares de curación. En la actualidad, el status del capellán está reconocido por el Estado y por tanto los sacerdotes capellanes son asumidos en las estructuras sanitarias católicas o no católicas y trabajan a tiempo completo o part-time según los acuerdos que se hayan tomado. Los párrocos, se ocupan de la asistencia espiritual de los enfermos en sus respectivas parroquias. En cada parroquia, el primer viernes o sábado del mes los sacerdotes visitan a los enfermos y a los ancianos en sus casas llevándoles la comunión o administrando el sacramento de la Unción de los Enfermos. Por tanto, se puede decir que en pocos años se ha logrado tener una buena coordinación de los capellanes católicos hospitalarios. Entre las diferentes iniciativas, se promueve para ellos cursos de formación y de actualización. En un encuentro formativo que se realizó en Danzig en 1999 participó el Cardenal Javier Lozano Barragán con una prolusión magistral sobre Fides et Ratio. Es de esperar que en el futuro se logre crear una Unión de Capellanes Católicos Hospitalarios a escala nacional (en los hospitales y en otros lugares de sanación, ofrecen su asistencia espiritual más de 1500 sacerdotes) que podría formar parte de la Unión de Capellanes hospitalarios a escala internacional, que tanto desea el Pontificio Consejo. 7. Hospitales católicos, hospices, estructuras de sanación y de asistencia social Como en el caso de los capellanes Hospitalarios, a partir de 1989 la Iglesia en Polonia se está organizando en este campo. DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 79 Actualmente existen 5 hospitales católicos de propiedad de Ordenes Religiosas: Hermanos de San Juan de Dios, Camilos, Religiosas de Santa Elizabeth y de San Carlos Borromeo. Dichas estructuras, su personal médico y paramédico dan testimonio en el campo del Evangelio del sufrimiento. En el ámbito de nuestra competencia se está promoviendo también su unión a escala nacional con el fin de poder llegar a una colaboración efectiva en AISAC. Además de las estructuras hospitalarias católicas, la Iglesia posee hoy 38 Hospices, bien estructurados desde el punto de vista organizativo y sobre todo se garantiza la asistencia espiritual, humana y profesional de los enfermos moribundos así como también de sus familiares. Polonia cuenta con más de 100 Hospices. La Iglesia administra también 34 casas de asistencia social y en especial para los ancianos, para las jóvenes madres y para los homeles, 97 lugares de curación y asistencia y de rehabilitación, así como cerca de 70 centros sanitarios no públicos. 8. Voluntariado sanitario católico Poco a poco el voluntariado católico en el campo de la salud comienza a estar presente en las estructuras católicas y en la Caritas de la Iglesia Católica. De gran ayuda para promover el Voluntariado ha sido el Simposio Mundial sobre Voluntariado Católico en la Salud, que se desarrolló en el Vaticano del 30 de noviembre al 1º de diciembre del 2001. Se distribuyó las Actas del Simposio y otro material que nos transmitió el Pontificio Consejo. Sin embargo, tratándose de una realidad nueva y que aún tiene mucho que aprender. Lo que es importante es que las asociaciones actúen realmente en su servicio los valores cristianos y que sean non profit. 9. Publicaciones y distribución del material especializado Los temas y las problemáticas tomadas en consideración por la revista del Dicasterio “Dolentium Hominum. Iglesia y salud en el mundo”, que es muy preciosa para nuestra pastoral, se comunican a los Responsables interesados y luego se difunden a escala nacional. Ya se ha traducido en polaco el Manual del Pontificio Consejo, de gran actualidad, titulado “Iglesia, Droga y Toxicomanía” que próximamente lo publicará Pallotinum. Actualmente, en Polonia tenemos cinco revistas que ayudan a promover la Pastoral DOLENTIUM HOMINUM N. 63-2006 de la salud y de la enfermedad en ámbito nacional: “El Apostolado de los Enfermos”, “El Paciente”, “El Ancla”, “Carta a los enfermos” y “Levántate”. Conclusión Los datos presentados por mí sobre la Pastoral de la Salud en Polonia nos llenan de satisfacción y de gozo porque, a partir de 1989 realmente se ha realizado mucho para promover, coordinar y orientar la pastoral sanitaria. Sin embargo, los obispos polacos son conscientes de que no es posible dormir tranquilos porque existen muchos retos y peligros, sobre todo contra la vida, que es sagrada y como tal hay que defenderla desde su concepción hasta su término natural. Por tanto, deseamos continuar en el futuro con más fervor el camino emprendido, que hasta ahora está dando buenos resultados, para dar testimonio cada vez con mayor fuerza del Evangelio del Sufrimiento del que nuestro amadísimo Papa el Siervo de Dios Juan Pablo II, se volvió icono S.E Mons. WŁADYSŁAW ZIOŁEK Arzobispo-Metropolita de Łódź Obispo Encargado para la Pastoral de la Salud Polonia 79 DH n.63 spa 1-80 29-01-2006 8:53 Pagina 80 www.healthpastoral.org - e-mail: [email protected]