Número de registro: 18624 Novena Época Instancia: Tribunales

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AMPARO DIRECTO 395/2004.
Número de registro: 18624
Novena Época
Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito
Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta
Tomo: Tomo XXI, Febrero de 2005
Página: 1501
AMPARO DIRECTO 395/2004. FERNANDO CASTILLO RODRÍGUEZ Y OTRA.
CONSIDERANDO:
QUINTO. Son esencialmente fundados los conceptos de violación antes transcritos.
Para así estimarlo, conviene realizar las siguientes precisiones:
Como quedó reseñado en el considerando que antecede, la litis de primera instancia quedó
integrada con la pretensión de cobro en la vía ejecutiva mercantil deducida por el actor ante
el impago del documento de crédito que acompañó como fundatorio de su acción; en tanto
que los demandados sustentaron sus excepciones en la falsedad de las firmas que se les
atribuyen contenidas en el citado título mercantil, y para acreditar ese extremo ofrecieron la
prueba pericial en grafoscopía, designaron perito de su parte, acompañaron el cuestionario de
puntos concretos al tenor del cual debía desahogarse el citado medio de convicción y
señalaron qué firmas debían servir como indubitables a efecto de realizar el cotejo respectivo;
en tanto que el actor por su parte propuso perito y se abstuvo de adicionar el cuestionario al
tenor del cual se desahogaría la prueba sin que hubiere hecho algún señalamiento en cuanto a
las firmas propuestas como indubitables. Una vez rendido el dictamen de los peritos de las
partes, se hizo la designación de uno tercero en discordia y se recibió su dictamen.
La Juez a quo estimó procedente la acción deducida en juicio por José Ángel Romero Díaz al
haber exhibido un pagaré como documento fundatorio de su pretensión y al examinar la
excepción de falsedad consideró que la pericial careció de valor en atención a la fecha en que
se estamparon las firmas propuestas como indubitables para el efecto del desahogo de dicha
probanza; dicha Juez sostuvo que tales firmas no podían servir de base a los dictámenes
rendidos por los peritos designados, en virtud de que los oferentes pudieron haber realizado
una firma distinta de aquella que ordinariamente utilizan con la única finalidad de obtener un
dictamen pericial favorable a sus intereses; que para que la firma fuera indubitable era
preciso que fuera de fecha anterior a la de la suscripción del pagaré exhibido en juicio. Al
caso invocó la aplicación de la tesis aislada que aparece publicada en el Semanario Judicial
de la Federación, con el rubro: "PRUEBA PERICIAL CALIGRÁFICA O GRAFOSCÓPICA
EN EL JUICIO DE AMPARO. NO DEBE CONSIDERARSE COMO FIRMA
INDUBITABLE BASE DEL COTEJO, LA CONTENIDA EN UN DOCUMENTO
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POSTERIOR AL CUESTIONADO, PUES ELLO RESTA CONFIABILIDAD A LOS
DICTÁMENES DE LOS PERITOS Y EL JUZGADOR, SEGÚN EL CASO, PUEDE
DESESTIMARLOS.", indicando sus datos de publicación y texto.
Contra esa determinación, los ahora quejosos expresaron como agravios en apelación, en
síntesis, que la tesis invocada por la a quo, además de ser aislada, se refiere a una materia
distinta a la mercantil, esto es, a la de amparo que de suyo tiene y le son aplicables reglas
procesales distintas; en cuanto a la tasación de la prueba pericial, sostuvieron que si bien el
Juez cuenta con amplias facultades estimatorias, el arbitrio judicial conferido debe utilizarlo
sin infringir las reglas de la lógica, con igualdad y de manera relacionada con todas las
pruebas aportadas al juicio; que la razón o sustento de su agravio radica en que fue incorrecto
el examen de la prueba pericial, por ser insuficiente la consideración vertida por la a quo
responsable a efecto de negarle eficacia demostrativa; aludieron al contenido y explicación
metodológica del dictamen del perito tercero en discordia y en atención a ello señalaron que
las firmas estampadas ante la presencia judicial sí resultan aptas y confiables para realizar el
cotejo, durante el desahogo de la prueba de mérito, además de que así lo prevé el artículo
1247, fracción V, del Código de Comercio; finalmente, señalaron de manera separada el
valor que en su concepto merece cada uno de los dictámenes rendidos durante la prosecución
del juicio, así como las razones que a su juicio deben tomarse en consideración para tal
efecto.
La autoridad responsable al emitir su fallo, estimó infundados los agravios ante ella
expresados, para tal efecto, después de transcribir el artículo 1247 del Código de Comercio
consideró acertado que la a quo, a su vez, estimara que no todas las firmas que se estampan
ante la presencia judicial merecen el carácter de indubitables; que en atención a la
experiencia se puede establecer que quien plasma una rúbrica puede variarla de manera
deliberada para hacerla distinta de aquella que ordinariamente utiliza con la única intención
de obtener un dictamen favorable; en sustento de su postura refirió haber acudido de manera
directa al examen de las constancias de autos; adicionó dicha consideración con el hecho de
que no deben tenerse como referencia para el desahogo de esta prueba las firmas de los
demandados realizadas ante la presencia judicial ya que a simple vista esas firmas difieren de
las estampadas en su escrito de contestación de demanda, de las impresas en diversos escritos
que presentaron durante la prosecución del juicio en su primera instancia, de la que aparece
en la propia identificación del codemandado Fernando Castillo Rodríguez, así como de las
que se aprecian al final de su escrito de apelación; invocó al caso la aplicación de la tesis
sustentada por el Tercer Tribunal Colegiado en Materia Civil del Sexto Circuito de rubro:
"FIRMA INDUBITABLE, NO SIEMPRE TIENE ESA CALIDAD LA ASENTADA ANTE
EL JUEZ.", con la referencia de que sirve de sustento al criterio sostenido por la a quo, por
tanto, el agravio en el que se cuestionó la aplicabilidad de la invocada en el fallo apelado,
devino infundado; estimó acertada la desestimación de la prueba pericial ofrecida por los
demandados en tanto carece de eficacia por estar sustentada en firmas que no tienen el
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carácter de indubitables; en concordancia con lo anterior desestimó el agravio en que se
propusieron las bases para efectuar el análisis del citado medio de convicción, por ser
innecesario su análisis.
Ahora bien, en los conceptos de violación formulados por los quejosos, en esencia, se aduce
que la Sala erró al atribuir al artículo 1247 del Código de Comercio estricta aplicación para el
caso de objeción de documentos privados ante su falsedad; que la excepción de falsedad de
las firmas contenidas en el pagaré cuyo pago se les exigió se refiere sólo a la formulada para
cuestionar documentos públicos o privados autentificados, pues así se desprende de la tesis
cuyo rubro refiere: "DOCUMENTOS. OBJECIONES. EN MATERIA MERCANTIL LA
APERTURA DEL INCIDENTE A QUE SE REFIEREN LOS ARTÍCULOS 1247 Y 1250
DEL CÓDIGO DE COMERCIO, SÓLO PROCEDE CUANDO SE TRATA DE
DOCUMENTOS PÚBLICOS O PRIVADOS AUTENTIFICADOS."; que la autenticidad o
falsedad de las firmas contenidas en el documento base de la acción incoada en su contra no
puede resolverse con un simple cotejo o confrontación, esto es, por el análisis comparativo
efectuado visualmente entre las firmas que aparecen en determinadas actuaciones judiciales
frente a las cuestionadas, ya que para ello se debe desahogar la prueba apta para brindar
ilustración al Juez en torno a la referida cuestión, pues el cotejo requiere de elementos
científicos y técnicos que no pueden sustituirse por una confrontación efectuada a simple
vista, practicada por el juzgador, en apoyo de su postura invocaron la aplicación de las
jurisprudencias emitidas por el Segundo y Primer Tribunales Colegiados especializados en
Materia Civil, ambos del Tercer Circuito y la tesis aislada sostenida por el Primer Tribunal
Colegiado en Materia Civil del Sexto Circuito, de rubros: "FIRMA, PARA DETERMINAR
SU AUTENTICIDAD SE REQUIERE PRUEBA PERICIAL GRAFOSCÓPICA.";
"DOCUMENTOS PRIVADOS, PRUEBA DE LA FALSEDAD DE LA FIRMA DE LOS
(LEGISLACIÓN DEL ESTADO DE JALISCO)." y "PERITOS. SU FUNCIÓN COMO
AUXILIARES EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA (LEGISLACIÓN DEL
ESTADO DE PUEBLA)."; que en mérito a lo así razonado sí se puede atribuir el carácter de
firmas indubitables a las estampadas ante la autoridad judicial, por ser aptas e idóneas de
tomarse en consideración como base del estudio correspondiente, en virtud de que la prueba
pericial de mérito tiene por objeto analizar el conjunto de rasgos que caracterizan la escritura
y ello permite afirmar que el perito al realizar el análisis encomendado puede establecer que
aunque se firme de manera diferente, los rasgos siempre serán los mismos y ello le permite
constatar a quién pertenecen, por lo que mediante esa prueba se puede saber si una firma fue
puesta o no por una persona, para el caso de que las firmas indubitables sean impresas ante la
presencia judicial; en atención a lo dicho deviene ilegal que la Sala haya sostenido que de
diversas constancias se obtenga que no pueden tomarse como base para un dictamen pericial
las firmas ejecutadas ante la presencia judicial; que es una conjetura aquella consideración en
que se alude a la experiencia jurídica para establecer que quienes estampan firmas como las
aquí señaladas como indubitables de manera deliberada pudieron variarlas con la intención de
obtener la emisión de un dictamen favorable a sus intereses; que al existir el señalamiento de
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aquellas firmas que debieron considerarse como indubitables, la valoración de los dictámenes
respectivos debió emprenderse, sin embargo se omitió su tasación; que de sostener el criterio
de la Sala se llegaría al extremo de desconocer el principio de legalidad, pues la ley mercantil
resulta clara al establecer como indubitable para efectos del cotejo la firma estampada en
presencia del secretario del juzgado, de conformidad con lo establecido en los artículos 1247
y 1250 del Código de Comercio; y que la Sala estaba obligada a emprender la valoración de
la tantas veces citada prueba pericial, de acuerdo con las circunstancias del caso y al tenor de
los agravios expresados para tal efecto en esa instancia.
Lo fundado de los asertos de los quejosos estriba en que, el actuar de la responsable, al
desestimar por infundados los agravios expresados ante ella y compartir el criterio de la a
quo, sobre la base de que válidamente debe omitirse el análisis de los dictámenes emitidos en
el desahogo de la prueba pericial ofrecida por los demandados en el juicio de origen, infringe
lo establecido en el artículo 1247, tercer párrafo y fracción V, del Código de Comercio,
además de que también les asiste la razón al expresar que para establecer la falsedad o la
autenticidad de una firma no debe estarse a un simple cotejo que el juzgador pueda efectuar
del elemento gráfico cuestionado, ya que para ello se requiere necesariamente de la
apreciación de la prueba pericial.
Lo anterior es así en virtud de que por un lado, esta potestad federal ha estimado que si bien
es cierto, el juzgador goza de amplias facultades para apreciar el valor probatorio de los
juicios periciales que ante él se rinden, ello no lo faculta para dejar de hacer el análisis de los
mismos y de expresar las razones por las cuales les otorga o les priva de eficacia probatoria,
pues la finalidad de la prueba pericial es precisamente la de auxiliarlo en cuestiones o
aspectos técnicos que requieren conocimientos especializados para su apreciación; por tanto,
para proceder al análisis sobre la falsedad o autenticidad de una firma y establecer si puede o
no atribuirse a determinada persona, o bien, si los elementos considerados para tal efecto son
o no suficientes para obtener tal conocimiento o certeza, se requiere necesariamente la
opinión técnica o profesional de los peritos en la materia; en tal virtud, si en el caso particular
se cuenta en autos con la opinión vertida por los expertos propuestos por las partes y la del
tercero en discordia, resulta ilegal lo considerado por la ad quem, al ocuparse del agravio ante
ella expresado, en el que se cuestionó el proceder de la a quo y haber robustecido tal postura
sobre la base de que, una vez efectuado el análisis directo de las firmas impresas en diversas
promociones suscritas por los ahí apelantes y en atención a la experiencia a la que aludieron,
arribaran a la conclusión de que las firmas propuestas como indubitables para efectuar el
análisis pericial, por su fecha de elaboración, no debieron ser consideradas como tales y, por
ello, los dictámenes carecieron de eficacia probatoria. En otras palabras, lo incorrecto del
proceder de la Sala responsable radica en que el conocimiento de ciertos hechos y
circunstancias, que por su propia naturaleza requieren de elementos técnicos y científicos,
que sólo aportan los expertos en la materia de que se trata, no puede ser reemplazado,
sustituido o adquirido a través de una confrontación a simple vista que efectúe el juzgador
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sobre los elementos sujetos a análisis sin antes haber estimado los dictámenes rendidos en el
juicio de origen; por tanto, las consideraciones analizadas, en lo que se refiere a la
desestimación de la prueba pericial en función de la apreciación directa de diversas firmas
estampadas por los demandados, implica una renuncia injustificada para emprender la
justipreciación de ese medio de convicción, que resulta contraria a lo establecido en el
artículo 1301 de la legislación mercantil.
Sobre este particular cobra aplicación la tesis sostenida por este Tribunal Colegiado, anterior
a su especialización en materia civil, al resolver los juicios de amparo directo 481/98, 538/99,
507/2000 y 186/2003, consultable en el Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta,
Novena Época, Tomo VIII, diciembre de mil novecientos noventa y ocho, página mil
cuarenta y nueve, de rubro y texto siguientes: "FIRMAS, FALSEDAD DE LAS, EN
MATERIA MERCANTIL. PRUEBA PERICIAL NECESARIA. En materia mercantil, la
falsedad o autenticidad de firmas es una cuestión que no debe resolverse por el simple cotejo
que el juzgador personalmente puede hacer, sino a través de la apreciación de una prueba
pericial desahogada con ese objeto, según se infiere de lo dispuesto por el artículo 1301 del
Código de Comercio."
Al margen de lo anterior, cabe decir que la consideración realizada por la ad quem, en cuanto
a la divergencia que advirtió al consultar de manera directa las firmas impresas en las
promociones que indicó, la de la copia de la identificación del demandado Fernando Castillo
Rodríguez, y su confrontación con las contenidas en el propio pagaré base de la acción, para
posteriormente desestimar las propuestas como indubitables por los oferentes de la prueba,
deviene en sí misma inconsistente pues, por un lado, no puede servir de base para motivar el
cotejo visual efectuado por la responsable, las propias firmas objeto de impugnación de
falsedad, ya que es incorrecto utilizar el elemento gráfico tachado de falso, para establecer
que en atención a las diferencias que guarda con las firmas propuestas como indubitables,
estas últimas no deban considerarse con tal carácter, ya que precisamente ése es el sustento
de la objeción formulada por los reos. Por otra parte, pero en el mismo sentido, la firma
contenida en la copia de la credencial de elector del demandado no puede sustentar una
postura como la adoptada por la ad quem, en la medida de que no se trata de un documento
apreciado por esa instancia en original, sino de su reproducción o fotocopia, por tanto,
deviene en un elemento documental inidóneo para efectos del cotejo.
Sobre este último aspecto, cobra aplicación, en lo conducente, la tesis de la que fuera la
Tercera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, consultable en el Semanario
Judicial de la Federación, Séptima Época, Volúmenes 205-216, Cuarta Parte, página ciento
cuarenta y siete, de rubro y texto siguientes: "PRUEBA PERICIAL GRAFOSCÓPICA,
VALORACIÓN DE LA (LEGISLACIÓN DEL ESTADO DE JALISCO). No obstante que
según el artículo 410 del Código de Procedimientos Civiles del Estado de Jalisco el Juez está
facultado para valorar la prueba pericial, según su prudente arbitrio; tratándose de la pericial
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grafoscópica, debe desestimar los dictámenes que no se ajusten al interrogatorio formulado a
los peritos y éstos, al contestar las preguntas respectivas, tendrán que examinar y confrontar
el original de la firma dubitada y expresarlo así en sus dictámenes, porque no basta el examen
y confrontación con una copia fotostática de esa firma, dado que es obvio que se aprecian con
mejor pericia las características de la firma en el original que en la copia fotostática de la
misma; además, los dictámenes, para ser tomados en cuenta, se referirán precisamente al
juicio en que se ofreció esa prueba y no a otro. Por otra parte, si la firma dubitada consiste en
el nombre de una persona, debe tenerse como indubitable no sólo la rúbrica que según dicha
persona use normalmente en todos sus asuntos que requieran de ella, sino que también es
necesario tener como indubitable aquella consistente en la escritura de su nombre, con su
puño y letras, para la confrontación respectiva, y así poder establecer técnicamente las
características y diferencias de dicha escritura."
También asiste razón a los quejosos en cuanto aducen que la Sala infringió lo establecido en
el artículo 1247 del Código de Comercio al estimar que la firma estampada ante la presencia
judicial no merece ser conceptuada como indubitable "pues por experiencia jurídica se puede
establecer que la parte que la estampó pudo haber variado su rúbrica de forma liberada de la
que ordinariamente usa en sus negocios, con la única finalidad de obtener un dictamen
pericial favorable a sus intereses".
Para así advertirlo, conviene transcribir el texto de la citada disposición legal, vigente a partir
de la reforma efectuada al Código de Comercio en mayo de mil novecientos noventa y seis.
"Artículo 1247. Las partes sólo podrán objetar los documentos dentro de los tres días
siguientes a la apertura del término de prueba, tratándose de los presentados hasta entonces.
Los exhibidos con posterioridad podrán ser objetados en igual término, contado desde el día
siguiente a aquel en que surta efectos la notificación del auto que ordene su recepción. En
ambos casos se hará en forma incidental. Podrá pedirse el cotejo de firmas y letras, siempre
que se niegue o que se pongan en duda la autenticidad de un documento privado o de un
documento público que carezca de matriz. La persona que pida el cotejo designará el
documento o documentos indubitables con que deba hacerse, o pedirá al tribunal que cite al
interesado para que en su presencia ponga la firma o letras que servirán para el cotejo. Se
considerarán indubitables para el cotejo: I. Los documentos que las partes reconozcan como
tales, de común acuerdo; II. Los documentos privados cuya letra o firma haya sido
reconocida en juicio por aquel a quien se atribuya la dudosa; III. Los documentos cuya letra o
firma haya sido judicialmente declarada propia de aquel a quien se atribuye la dudosa; IV. El
escrito impugnado en la parte en que reconozca la letra como suya aquel a quien perjudique,
y V. Las firmas puestas en actuaciones judiciales en presencia del secretario del tribunal por
la parte cuya firma o letra se trata de comprobar. El Juez podrá hacer por sí mismo la
comprobación después de oír a los peritos revisores y apreciará el resultado de esta prueba
conforme a las reglas de la sana crítica, sin tener que sujetarse al dictamen de aquéllos, y aún
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puede ordenar que se repita el cotejo por otros peritos."
Tal como puede advertirse de la transcripción hecha con anterioridad, el legislador mercantil,
no plasmó en la ley que la firma estampada ante la presencia judicial, para ser considerada
como indubitable, necesariamente requiera ser de alguna fecha en particular, o bien, que su
realización sea coetánea o, incluso, anterior a la de la cuestionada, para entonces merecer
dicha consideración -como lo sostuvo la Sala-. Antes bien, el carácter de indubitable de una
firma para efectos del cotejo pericial, en términos de la citada disposición, se obtiene del
hecho de haberse estampado ante el funcionario investido de fe pública, esto es, por la
certeza alcanzada en cuanto a la identidad de la persona que comparece ante el funcionario
judicial y que ésta es quien desarrolla el ejercicio caligráfico propuesto, pero de manera
alguna en función de la fecha en que se practique esa actuación.
Por su exacta aplicación, hace cita la tesis sostenida por la extinta Tercera Sala del Máximo
Tribunal del país, de la Sexta Época, publicada en el Semanario Judicial de la Federación,
Cuarta Parte, Volumen CXXI, página cincuenta y ocho, que a la letra dice: "FIRMA,
COTEJO DE, CON LAS PUESTAS ANTE AUTORIDAD JUDICIAL.-El cotejo que se
realiza con firmas puestas en actuaciones judiciales ante la presencia del juzgador, por la
persona cuya firma o letra se pretende comprobar, es idóneo, porque legalmente se
consideran esas firmas indubitadas."
Es cierto que una persona puede intentar disimular su firma al momento de imprimirla en
alguna actuación judicial, sin embargo, esa intención no priva de autenticidad a la grafía
estampada, pues aun ante la presencia del aludido dolo, no hay duda de que emana de su
puño y letra, esto es, que se trata de un signo autógrafo y, en tal caso, precisamente a través
del juicio que emitan los expertos en la materia podrá el juzgador allegarse de aquellos
elementos de juicio que le permitan arribar a alguna conclusión sobre si la firma cuestionada
tiene o no el mismo origen gráfico que la propuesta como indubitada, precisamente en
atención al estudio de los rasgos y caracteres que les son comunes, o bien, de aquellos que los
hacen diferentes.
Por tanto, deviene incorrecto que la Sala hubiere privado del carácter de indubitables a las
firmas que los enjuiciados en el procedimiento de origen estamparon ante la presencia
judicial, con motivo de la fecha de su realización y la posible intención que existió en su
ejecución a efecto de disimular sus gestos gráficos, pues como se ha visto, tal conjetura
infringe lo establecido en el artículo 1247 del Código de Comercio y de modo alguno faculta
al juzgador ordinario para omitir la valoración de la prueba pericial, como ocurrió en la
especie.
Al caso, por identidad jurídica sustancial se invoca la tesis sustentada por el Cuarto Tribunal
Colegiado del Vigésimo Primer Circuito, consultable en el Semanario Judicial de la
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Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XVI, octubre de dos mil dos, página mil
cuatrocientos treinta y dos, cuya sinopsis indica: "PRUEBA PERICIAL CALIGRÁFICA O
GRAFOSCÓPICA EN EL PROCEDIMIENTO LABORAL. LA CIRCUNSTANCIA DE
QUE SE CONSIDERE COMO FIRMA INDUBITABLE BASE DEL COTEJO, LA
ESTAMPADA ANTE LA PRESENCIA JUDICIAL, AUN CUANDO SEA POSTERIOR
AL DOCUMENTO CUESTIONADO, POR SÍ SOLA NO HACE INEFICAZ EL
DICTAMEN RELATIVO.-El artículo 811 de la Ley Federal del Trabajo establece que si se
objeta la autenticidad de algún documento en cuanto a contenido, firma o huella digital, las
partes podrán ofrecer pruebas en relación con las objeciones; por tanto, si el actor en un juicio
laboral ofrece la prueba pericial caligráfica o grafoscópica para acreditar la falsedad de la
firma contenida en un documento (renuncia o contrato de trabajo), los peritos, al emitir sus
dictámenes pueden válidamente considerar como firma indubitable base del cotejo la que el
oferente estampe ante la presencia judicial, aunque sea de fecha posterior a la del documento
cuestionado, ya que por ese hecho adquiere relevancia jurídica, porque a través de dicha
diligencia se tiene la certeza no sólo de su autenticidad, sino también de la anuencia de quien
la puso, además de que el experto en la materia, al efectuar el análisis de las firmas, puede
establecer si pertenecen o no a una determinada persona, aunque haya firmado de manera
diferente, en virtud de que ciertos elementos característicos de la escritura siempre serán los
mismos; máxime que a través de la mencionada prueba es posible determinar si la firma
cuestionada proviene o no del puño y letra de la persona que plasmó la que fue base del
cotejo, aunque sea de fecha posterior y el suscriptor haya pretendido disimular su grafismo
habitual."
Al resultar fundados los conceptos de violación analizados, lo procedente es conceder el
amparo y protección de la Justicia Federal para el efecto de que la autoridad responsable, en
reparación de la violación cometida deje insubsistente la resolución reclamada y, en su lugar,
emita otra en la que, al atender los agravios de los apelantes y siguiendo los lineamientos
contenidos a lo largo de este considerando, se abstenga de negar el carácter de indubitables a
las firmas estampadas ante la presencia judicial por los enjuiciados en el procedimiento
mercantil de origen; declare fundado aquel en que se planteó la ilegalidad cometida por la a
quo en cuanto a la renuncia de valorar los dictámenes periciales; y, con libertad de
jurisdicción, de conformidad con las reglas que sobre valoración de pruebas rigen su
actuación, de ser el caso, conceda o niegue eficacia probatoria a los citados medios de
convicción, en atención a que de tal pronunciamiento sólo puede ocuparse la autoridad
responsable.
La concesión otorgada debe hacerse extensiva a los actos de ejecución reclamados, al no
haberlos impugnado por vicios propios, de conformidad con lo establecido en la
jurisprudencia 338 emitida por este tribunal, consultable en la página sesenta y nueve, de la
Gaceta Número 83 del Semanario Judicial de la Federación, correspondiente al mes de
noviembre de mil novecientos noventa y cuatro, que dispone: "AUTORIDADES
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EJECUTORAS, ACTOS DE. NO RECLAMADOS POR VICIOS PROPIOS.-Si la sentencia
de amparo, considera violatoria de garantías una resolución, igual declaración debe hacerse
respecto de los actos de autoridad que pretenda ejecutarla, si no se reclaman, especialmente,
vicios de tal ejecución."
Por lo expuesto, y con fundamento en los artículos 107, fracciones III y IX, de la
Constitución General de la República, 46 y 158 de la Ley de Amparo y, 35 y 37, fracción I,
inciso c), de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, es de resolverse y se
resuelve:
ÚNICO.-Para los efectos precisados en la parte final del último considerando de este fallo, la
Justicia de la Unión ampara y protege a Fernando Castillo Rodríguez y a Teresa Hernández
Martínez, en contra de los actos que reclaman de la Segunda Sala en Materia Civil del
Tribunal Superior de Justicia del Estado de Puebla y Juez Noveno de lo Civil de esta capital,
consistentes en la sentencia dictada por dicha Sala el veinte de septiembre de dos mil cuatro,
en el toca de apelación número 971/2004, que confirmó el fallo de quince de abril del mismo
año, pronunciado por la referida Juez, en el expediente 476/2002, relativo al juicio ejecutivo
mercantil promovido por José Ángel Romero Díaz, en contra de los hoy quejosos; concesión
que se hace extensiva a los actos de ejecución reclamados de la mencionada Juez.
Notifíquese; remítase testimonio de esta resolución a la Sala responsable, devuélvanse los
autos y, en su oportunidad, archívese el expediente.
Así, por unanimidad de votos, lo resolvió el Segundo Tribunal Colegiado en Materia Civil
del Sexto Circuito, integrado por los Magistrados Raúl Armando Pallares Valdez, Gustavo
Calvillo Rangel y Ma. Elisa Tejada Hernández. Fue ponente el segundo de los nombrados.
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