JOSE-MANUEL-ORTIZ-LIBERTAD-EXPRESION-2014

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Régimen disciplinario y libertad
de expresión de los futbolistas
Por José Manuel Ortiz Cabanillas
Con la generalización del uso de redes sociales por partes de los futbolistas, cada
vez son más los que utilizan estos cauces no sólo para entablar contacto con sus
seguidores sino también en algún caso para realizar manifestaciones sobre
determinados temas atinentes a su profesión. Esto último también sucede con
ocasión de la realización de las tradicionales entrevistas en televisión, prensa o
radio. En ambos casos, particularmente cuando se salen de las típicas y tópicas
respuestas “futboleras”, los futbolistas, en cuanto ciudadanos, están haciendo
uso de su derecho fundamental a la libertad de expresión y difusión de
pensamientos, ideas y opiniones, en virtud del artículo 20.1.a de la Constitución
Española (CE).
Este derecho en el ámbito del futbol profesional también se encuentra
reconocido por el artículo 7.2 del Real Decreto 1006/1985, regulador de la
relación laboral especial de los deportistas profesionales, y por el artículo 39 del
Convenio Colectivo para la actividad del fútbol profesional suscrito entre la Liga
Nacional de Fútbol Profesional y la Asociación de Futbolistas Españoles. De
estos preceptos se desprende que estos profesionales tienen derecho a
manifestar libremente su pensamiento sobre cualquier materia y, en especial
sobre los temas relacionados con su profesión, sin más limitaciones que las que
se deriven de la ley y el respeto a los demás.
En los últimos meses, se han dado varios casos de declaraciones polémicas por
parte de algunos reconocidos futbolistas. Así, por ejemplo, las palabras del por
aquel entonces jugador del Valencia Adil Ramí cuando calificó de “pelotas” a
algunos compañeros de equipo asegurando también que su entrenador, Djukic,
“no hablaba a la cara”. También las realizadas en su cuenta de Twitter por el
zaragocista José María Movilla cuando decía textualmente “seré niño pero lo
que nunca seré es cínico, demagogo y mentiroso” en respuesta a unas previas
declaraciones del Director General del club García Pitarch en las que calificaba
de niño a Movilla por la forma en que había actuado al reclamar los salarios
adeudados por el Real Zaragoza. Pues bien, en el caso de Ramí, el Valencia CF
consideró sus declaraciones como merecedoras de reprobación en ejercicio de
su poder de dirección, sancionando dicha conducta con una semana de
suspensión de empleo y sueldo al ser considerarla infracción grave. En el caso
más reciente de Movilla, el Real Zaragoza ha sancionado con suspensión de
empleo y sueldo durante 30 días al futbolista al considerar su actitud como
constitutiva de infracción muy grave.
Estos hechos son ejemplos de conflictos de intereses entre la libertad de
expresión del futbolista y el poder de dirección y organización del club, como
empresario. Este derecho fundamental tiene que ser ejercido de acuerdo con los
límites establecidos por la ley y respetando en todo caso los derechos de los
demás. De lo contrario, el empresario tiene la facultad de ejercer su poder
disciplinario sancionando aquellas conductas consistentes en manifestaciones
de estos deportistas infractoras de dichos límites. Ahora bien, en ocasiones no es
fácil determinar si es legítimo el ejercicio del derecho de libertad de expresión
de los futbolistas o, por el contrario, lo es el ejercicio de la potestad
sancionadora por parte del club. En estos casos, como veremos, el profesional
de futbol, en tanto que trabajador, tiene la facultad de impugnar dicha sanción
ante la Jurisdicción Social, y será esta quien resuelva el conflicto de intereses.
Esto último ha sucedido en el caso de Movilla que se ha visto en la obligación de
demandar judicialmente ante la falta de acuerdo en sede conciliatoria.
Todas las infracciones y sanciones, incluidas las referidas a manifestaciones no
amparadas por la libertad de expresión, se encuentran establecidas en el
Reglamento General de Régimen Disciplinario incluido dentro del Convenio
Colectivo para la actividad del Futbol Profesional. Este reglamento es aplicable a
las relaciones laborales existentes entre los Clubes o SAD miembros de la LNFP
y sus jugadores. Sin perjuicio de lo establecido en dicho reglamento, estas
entidades deportivas pueden aprobar y de hecho aprueban sus propios
Reglamentos de Régimen Interno donde, entre otras materias, regulan las
faltas, sanciones disciplinarias y el procedimiento sancionador. Ahora bien,
estas normas internas tienen que respetar en todo caso lo establecido por el
Reglamento General y únicamente podrán establecer otro tipo de faltas o
infracciones, siempre de naturaleza leve, que en el ámbito de la organización del
propio Club/SAD sea necesario establecer, y sin que puedan ser sancionadas de
modo más grave que las faltas de igual naturaleza conforme al Reglamento
General.
Ambos Reglamentos gradúan las infracciones en leves, graves y muy graves. Por
ejemplo, en el caso del Valencia CF, entre las primeras incluyen la incorrección
en sus manifestaciones o actos con el público, árbitros, entrenadores, jugadores,
dirigentes o autoridades deportivas, siempre que no se altere el orden público.
Por lo que respecta a las graves, se hace referencia a las conductas consistentes
en realizar declaraciones injuriosas, difamantes o maliciosas que excedan del
derecho a la libertad de expresión o al ejercicio de la crítica, en la
desconsideración en sus manifestaciones o realización de insultos contra el club,
directivos, técnicos, jugadores, público y árbitros. También se prevé el hecho de
realizar manifestaciones en público cuestionando decisiones técnicas del
entrenador o aspectos generales del Club. También será falta grave la
reincidencia en la comisión de faltas leves. Por último, en lo que se refiere a las
muy graves se indica que serán merecedores de tal calificación, además de la
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reincidencia en las faltas graves, los graves y reiterados malos tratos de palabra
o, en su caso, la agresión grave a cualesquiera personas, siempre que se trate de
actos cometidos con ocasión del desempeño de la actividad profesional con
grave quebranto de la disciplina laboral.
Asimismo se prevén circunstancias modificativas de la responsabilidad del
futbolista tales como el arrepentimiento espontáneo, que para que produzca
efectos atenuantes tendrá que producirse antes de la notificación al jugador por
parte del Club/SAD de la incoación de las correspondientes actuaciones
disciplinarias, debiendo reparar o disminuir los efectos de su conducta, o en dar
adecuada satisfacción al ofendido, o en reconocer formal y expresamente el
hecho o hechos de que se trate y prestarse, en su caso, a efectuar una pública
rectificación. Por otro lado, serán agravantes la reincidencia en la comisión de la
misma falta o la reiteración en la comisión de faltas aunque de distinta
naturaleza. Si no se diesen circunstancias atenuantes ni agravantes, el Club/Sad
impondrá la sanción correspondiente en su grado medio. De acreditarse
únicamente atenuantes, la sanción se aplicará en su grado mínimo, y de tratarse
tan sólo de agravantes, en el máximo. Si concurriesen unas y otras, se
compensarán racionalmente según su número y entidad.
En cuanto a las sanciones, oscilarán en el caso de las faltas leves desde la mera
amonestación hasta la suspensión de empleo y sueldo de hasta un día, con la
imposición adicional de multa, si procede, de hasta un máximo de 886,69 €. En
el caso de las falta graves, suspensión de empleo y sueldo de dos a diez días en
función de las circunstancias concurrentes con la imposición adicional de multa
de hasta 3.546,78 €. Este fue el caso de Adil Ramí, sancionado con una
suspensión de empleo y sueldo de una semana debido a que el Valencia tuvo en
cuenta la atenuante de arrepentimiento por las declaraciones efectuadas contra
el entrenador y sus compañeros. En el supuesto de comisión de faltas muy
graves, podrán ser sancionados con el despido o con suspensión de empleo y
sueldo de once a treinta días, en función de las circunstancias concurrentes y
con la posibilidad de imposición de sanción de hasta 8.866,92 €. Esto ha sido lo
acontecido en el caso de Movilla en el que, tras la incoación del expediente y la
suspensión cautelar de empleo durante 10 días, el Real Zaragoza cerró el
expediente abierto con la imposición de una suspensión de empleo y sueldo
durante 30 días al jugador por sus reiterados comentarios en Twitter.
Con respecto al procedimiento sancionador, será preceptiva la instrucción de
expediente contradictorio previo en el caso de faltas graves o muy graves. El
procedimiento se iniciará con la notificación al imputado del acuerdo de
incoación del expediente por parte del Club/SAD. Dentro del plazo de los cinco
días hábiles siguientes se redactará el pliego de cargos, dándose traslado del
mismo al futbolista a fin de que, en el plazo de otros diez días hábiles, pueda
presentar su pliego de descargos alegando y proponiendo como prueba lo que
interese a su defensa. También se podrá dar traslado a la AFE del pliego de
cargos, si lo considera conveniente el expedientado. Presentado el pliego de
descargos, o transcurrido el plazo sin su articulación, el Club/Sad ordenará, en
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su caso, la apertura de un período de prueba de entre dos y cinco días hábiles
más. En el plazo de otros cinco días hábiles, el Club/SAD notificará por escrito
al futbolista la resolución del expediente contradictorio, lo que se hará mediante
comunicación escrita, de la que se cursará también copia a la AFE —a través de
la LNFP—.
Las sanciones impuestas a los jugadores serán objeto de cumplimiento, en
principio, una vez conste fehacientemente su firmeza. A estos efectos, la sanción
se considerará firme tan pronto como conste al Club/SAD, por escrito, la
aceptación expresa de la misma por parte del futbolista, o en su defecto, a partir
de los veinte días hábiles desde que haya constancia de su comunicación a este y
no quede acreditada la interposición de las acciones legales que, en su caso,
pudieran corresponder ejercer a éste. Señalar que dichas acciones serán las
previstas en la Ley de Jurisdicción Social, ya sean interpuestas, en su caso,
mediante el procedimiento previsto para el despido disciplinario (artículos 103
a 113) o a través del procedimiento de impugnación de sanciones (artículos 114 y
115).
Esto último es lo que ha hecho Movilla. Firmó el acuse de recibo de la
notificación haciendo constar expresamente su no conformidad e impugnó la
sanción. La conciliación previa a la vía judicial se celebró sin avenencia entre las
partes, manifestando la representación del futbolista su intención de demandar
judicialmente ante la Jurisdicción Social.
Será en la instancia judicial donde se resolverá el conflicto entre el poder de
dirección y organización del empresario, Club/SAD y la libertad de expresión
del trabajador. La jurisprudencia (particularmente relevante es la Sentencia del
Tribunal Constitucional Sala 1ª, S 10-1-1995 referida al futbol profesional) ha
señalado que para evaluar la ponderación entre los derechos del jugador y los
del Club para el que trabaja, es preciso recordar que, en general, el derecho a la
libertad de expresión no es ilimitado, debiendo coordinarse con otros valores,
entre ellos, los enunciados en el párrafo. 4º art. 20 CE (respeto al resto de
derechos fundamentales, a las leyes que lo desarrollen y, especialmente, al
derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la
juventud y de la infancia). Esta regla general, ha de enmarcarse, en casos como
los señalados, en las características del contrato de trabajo, cuando una de las
partes hace las manifestaciones respecto de la otra, pues la existencia de una
relación contractual entre trabajador y empresario genera un complejo de
derechos y obligaciones recíprocas que condiciona, junto con otros, también el
ejercicio del derecho a la libertad de expresión de modo que manifestaciones del
mismo que en otro contexto pudieran ser legítimas, no tienen por qué serlo
necesariamente en el ámbito de dicha relación. La buena fe intercurrente entre
ambas partes de la relación se erige, así, en un límite adicional al ejercicio del
derecho, inherente al contrato, fuera del cual aquél puede devenir ilegítimo.
Si bien esto es cierto no debe, sin embargo, olvidarse la trascendencia del
reconocimiento constitucional de los derechos fundamentales de la persona que,
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en cuanto titular de éstos, la acompañan en todas las facetas de la vida, incluido
en el seno de la relación laboral. Por ello, aunque la relación laboral tiene como
efecto típico la sumisión de ciertos aspectos de la vida del trabajador a los
poderes de organización y dirección del empresario, no basta con la sola
afirmación del interés empresarial, para comprimir los derechos fundamentales
del trabajador, dada la posición prevalente que éstos tienen en nuestro
ordenamiento jurídico. Por tanto, para que el ejercicio del poder disciplinario
por parte del empresario pudiera llegar ser legítimo para restringir el ejercicio
de aquéllos han de estar especialmente cualificados por razones de necesidad
estricta, que han de ser acreditadas por quien las alega.
De acuerdo con esta doctrina jurisprudencial, deben ser valorados, desde la sola
perspectiva del derecho fundamental, los hechos de que se traten. El Juez o
Tribunal analizará, dadas las circunstancias presentes, si las declaraciones son o
no lesivas, si el tono con que se realizaron fue o no ofensivo para aquella
persona o institución hacia quienes fueron dirigidas, admitiéndose como
ejercicio legítimo de la libertad de expresión cuando consistan en la mera puesta
de manifiesto el descontento del actor con el desenvolvimiento de su relación
contractual. Otro factor a valorar será la repercusión mediática de las
manifestaciones del futbolista.
Una vez analizado esto, habrá que apreciar si con las declaraciones se ha
comprometido algún interés del empresario, legítimo y acreditadamente
imprescindible para el normal desenvolvimiento de la actividad productiva, y,
por ello, que hubieran causado el daño específico que requiere la jurisprudencia
para entender excedidos los límites del razonable ejercicio de la libertad de
expresión en la relación de trabajo.
De entre los pronunciamientos posibles indicados por el artículo 115.1 de la Ley
de Jurisdicción Social, siendo objeto de litigio en este caso únicamente si la
sanción ha vulnerado o no un derecho fundamental, en la sentencia judicial
pueden dos situaciones:
- Confirmación de la sanción, cuando el Juez considere que ha quedado
acreditado que el futbolista ha excedido en sus manifestaciones los límites que
existen para la libertad de expresión causando un daño al Club/SAD así como
que la sanción impuesta lo ha sido de acuerdo al Régimen General Disciplinario
o Régimen Interno de la entidad deportiva. La confirmación será parcial cuando
la falta cometida no haya sido adecuadamente calificada, pero los hechos
constituyan infracción de menor entidad según las normas citadas, de no haber
prescrito la falta de menor gravedad antes de la imposición de la sanción más
grave. En este caso, el juez podrá autorizar la imposición, en el plazo de
caducidad de diez días siguientes a notificación de sentencia firme, de una
sanción adecuada a la gravedad de la falta, y la decisión empresarial será
revisable a instancia del trabajador, en el plazo igualmente de caducidad de los
veinte días siguientes a su notificación, por medio del incidente de ejecución de
dicha sentencia previsto en el artículo 238 de la Ley de Jurisdicción Social.
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- Declaración de nulidad de la sanción (pretensión ejercitada por José María
Movilla), si hubiese sido impuesta sin observar los requisitos formales
establecidos por la legislación aplicable o los Reglamentos Disciplinarios, o
cuando éstos presenten defectos de tal gravedad que no permitan alcanzar la
finalidad para la que fueron requeridos, así como cuando se produzca con
violación de derechos fundamentales y libertades públicas del trabajador. (Nota:
dejo al margen otros supuestos de nulidad no relacionados con el objeto de este
artículo). Lógicamente también conllevará la condena al Club/SAD al pago de
los salarios que hubieran dejado de abonarse en cumplimiento de la sanción.
Señalar que contra las sentencias dictadas en estos procesos no cabrá recurso
alguno, salvo en los casos de sanciones por faltas muy graves, apreciadas
judicialmente.
Si la sanción impuesta por infracción muy grave hubiera sido el despido del
futbolista, se seguirán los cauces establecidos para el procedimiento de
impugnación de despidos por los artículos 103 a 113 de la Ley de Jurisdicción
Social y 54 y 55 del Estatuto de los Trabajadores. En este caso, el despido podrá
ser declarado procedente cuando conste acreditado el exceso por parte del
futbolista de los límites señalados para el legítimo ejercicio del derecho a la
libertad de expresión; en cuyo caso, se declarará convalidada la extinción del
contrato que el despido produjo, sin derecho a indemnización ni a salarios de
tramitación. Por el contrario, si el Juez apreciara que las manifestaciones
realizadas por el deportista son susceptibles de amparo por el derecho a la
libertad de expresión y el despido se ha producido en vulneración de dicho
derecho fundamental, se declarará la nulidad del despido con la condena a la
inmediata readmisión del trabajador con abono de los salarios dejados de
percibir.
José Manuel Ortiz Cabanillas es Abogado.
Febrero de 2014
© José Manuel Ortiz Cabanillas (Autor)
© Iusport (Editor). 1997-2014.
www.iusport.com
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