Régimen disciplinario y libertad de expresión de los futbolistas Por José Manuel Ortiz Cabanillas Con la generalización del uso de redes sociales por partes de los futbolistas, cada vez son más los que utilizan estos cauces no sólo para entablar contacto con sus seguidores sino también en algún caso para realizar manifestaciones sobre determinados temas atinentes a su profesión. Esto último también sucede con ocasión de la realización de las tradicionales entrevistas en televisión, prensa o radio. En ambos casos, particularmente cuando se salen de las típicas y tópicas respuestas “futboleras”, los futbolistas, en cuanto ciudadanos, están haciendo uso de su derecho fundamental a la libertad de expresión y difusión de pensamientos, ideas y opiniones, en virtud del artículo 20.1.a de la Constitución Española (CE). Este derecho en el ámbito del futbol profesional también se encuentra reconocido por el artículo 7.2 del Real Decreto 1006/1985, regulador de la relación laboral especial de los deportistas profesionales, y por el artículo 39 del Convenio Colectivo para la actividad del fútbol profesional suscrito entre la Liga Nacional de Fútbol Profesional y la Asociación de Futbolistas Españoles. De estos preceptos se desprende que estos profesionales tienen derecho a manifestar libremente su pensamiento sobre cualquier materia y, en especial sobre los temas relacionados con su profesión, sin más limitaciones que las que se deriven de la ley y el respeto a los demás. En los últimos meses, se han dado varios casos de declaraciones polémicas por parte de algunos reconocidos futbolistas. Así, por ejemplo, las palabras del por aquel entonces jugador del Valencia Adil Ramí cuando calificó de “pelotas” a algunos compañeros de equipo asegurando también que su entrenador, Djukic, “no hablaba a la cara”. También las realizadas en su cuenta de Twitter por el zaragocista José María Movilla cuando decía textualmente “seré niño pero lo que nunca seré es cínico, demagogo y mentiroso” en respuesta a unas previas declaraciones del Director General del club García Pitarch en las que calificaba de niño a Movilla por la forma en que había actuado al reclamar los salarios adeudados por el Real Zaragoza. Pues bien, en el caso de Ramí, el Valencia CF consideró sus declaraciones como merecedoras de reprobación en ejercicio de su poder de dirección, sancionando dicha conducta con una semana de suspensión de empleo y sueldo al ser considerarla infracción grave. En el caso más reciente de Movilla, el Real Zaragoza ha sancionado con suspensión de empleo y sueldo durante 30 días al futbolista al considerar su actitud como constitutiva de infracción muy grave. Estos hechos son ejemplos de conflictos de intereses entre la libertad de expresión del futbolista y el poder de dirección y organización del club, como empresario. Este derecho fundamental tiene que ser ejercido de acuerdo con los límites establecidos por la ley y respetando en todo caso los derechos de los demás. De lo contrario, el empresario tiene la facultad de ejercer su poder disciplinario sancionando aquellas conductas consistentes en manifestaciones de estos deportistas infractoras de dichos límites. Ahora bien, en ocasiones no es fácil determinar si es legítimo el ejercicio del derecho de libertad de expresión de los futbolistas o, por el contrario, lo es el ejercicio de la potestad sancionadora por parte del club. En estos casos, como veremos, el profesional de futbol, en tanto que trabajador, tiene la facultad de impugnar dicha sanción ante la Jurisdicción Social, y será esta quien resuelva el conflicto de intereses. Esto último ha sucedido en el caso de Movilla que se ha visto en la obligación de demandar judicialmente ante la falta de acuerdo en sede conciliatoria. Todas las infracciones y sanciones, incluidas las referidas a manifestaciones no amparadas por la libertad de expresión, se encuentran establecidas en el Reglamento General de Régimen Disciplinario incluido dentro del Convenio Colectivo para la actividad del Futbol Profesional. Este reglamento es aplicable a las relaciones laborales existentes entre los Clubes o SAD miembros de la LNFP y sus jugadores. Sin perjuicio de lo establecido en dicho reglamento, estas entidades deportivas pueden aprobar y de hecho aprueban sus propios Reglamentos de Régimen Interno donde, entre otras materias, regulan las faltas, sanciones disciplinarias y el procedimiento sancionador. Ahora bien, estas normas internas tienen que respetar en todo caso lo establecido por el Reglamento General y únicamente podrán establecer otro tipo de faltas o infracciones, siempre de naturaleza leve, que en el ámbito de la organización del propio Club/SAD sea necesario establecer, y sin que puedan ser sancionadas de modo más grave que las faltas de igual naturaleza conforme al Reglamento General. Ambos Reglamentos gradúan las infracciones en leves, graves y muy graves. Por ejemplo, en el caso del Valencia CF, entre las primeras incluyen la incorrección en sus manifestaciones o actos con el público, árbitros, entrenadores, jugadores, dirigentes o autoridades deportivas, siempre que no se altere el orden público. Por lo que respecta a las graves, se hace referencia a las conductas consistentes en realizar declaraciones injuriosas, difamantes o maliciosas que excedan del derecho a la libertad de expresión o al ejercicio de la crítica, en la desconsideración en sus manifestaciones o realización de insultos contra el club, directivos, técnicos, jugadores, público y árbitros. También se prevé el hecho de realizar manifestaciones en público cuestionando decisiones técnicas del entrenador o aspectos generales del Club. También será falta grave la reincidencia en la comisión de faltas leves. Por último, en lo que se refiere a las muy graves se indica que serán merecedores de tal calificación, además de la 2 reincidencia en las faltas graves, los graves y reiterados malos tratos de palabra o, en su caso, la agresión grave a cualesquiera personas, siempre que se trate de actos cometidos con ocasión del desempeño de la actividad profesional con grave quebranto de la disciplina laboral. Asimismo se prevén circunstancias modificativas de la responsabilidad del futbolista tales como el arrepentimiento espontáneo, que para que produzca efectos atenuantes tendrá que producirse antes de la notificación al jugador por parte del Club/SAD de la incoación de las correspondientes actuaciones disciplinarias, debiendo reparar o disminuir los efectos de su conducta, o en dar adecuada satisfacción al ofendido, o en reconocer formal y expresamente el hecho o hechos de que se trate y prestarse, en su caso, a efectuar una pública rectificación. Por otro lado, serán agravantes la reincidencia en la comisión de la misma falta o la reiteración en la comisión de faltas aunque de distinta naturaleza. Si no se diesen circunstancias atenuantes ni agravantes, el Club/Sad impondrá la sanción correspondiente en su grado medio. De acreditarse únicamente atenuantes, la sanción se aplicará en su grado mínimo, y de tratarse tan sólo de agravantes, en el máximo. Si concurriesen unas y otras, se compensarán racionalmente según su número y entidad. En cuanto a las sanciones, oscilarán en el caso de las faltas leves desde la mera amonestación hasta la suspensión de empleo y sueldo de hasta un día, con la imposición adicional de multa, si procede, de hasta un máximo de 886,69 €. En el caso de las falta graves, suspensión de empleo y sueldo de dos a diez días en función de las circunstancias concurrentes con la imposición adicional de multa de hasta 3.546,78 €. Este fue el caso de Adil Ramí, sancionado con una suspensión de empleo y sueldo de una semana debido a que el Valencia tuvo en cuenta la atenuante de arrepentimiento por las declaraciones efectuadas contra el entrenador y sus compañeros. En el supuesto de comisión de faltas muy graves, podrán ser sancionados con el despido o con suspensión de empleo y sueldo de once a treinta días, en función de las circunstancias concurrentes y con la posibilidad de imposición de sanción de hasta 8.866,92 €. Esto ha sido lo acontecido en el caso de Movilla en el que, tras la incoación del expediente y la suspensión cautelar de empleo durante 10 días, el Real Zaragoza cerró el expediente abierto con la imposición de una suspensión de empleo y sueldo durante 30 días al jugador por sus reiterados comentarios en Twitter. Con respecto al procedimiento sancionador, será preceptiva la instrucción de expediente contradictorio previo en el caso de faltas graves o muy graves. El procedimiento se iniciará con la notificación al imputado del acuerdo de incoación del expediente por parte del Club/SAD. Dentro del plazo de los cinco días hábiles siguientes se redactará el pliego de cargos, dándose traslado del mismo al futbolista a fin de que, en el plazo de otros diez días hábiles, pueda presentar su pliego de descargos alegando y proponiendo como prueba lo que interese a su defensa. También se podrá dar traslado a la AFE del pliego de cargos, si lo considera conveniente el expedientado. Presentado el pliego de descargos, o transcurrido el plazo sin su articulación, el Club/Sad ordenará, en 3 su caso, la apertura de un período de prueba de entre dos y cinco días hábiles más. En el plazo de otros cinco días hábiles, el Club/SAD notificará por escrito al futbolista la resolución del expediente contradictorio, lo que se hará mediante comunicación escrita, de la que se cursará también copia a la AFE —a través de la LNFP—. Las sanciones impuestas a los jugadores serán objeto de cumplimiento, en principio, una vez conste fehacientemente su firmeza. A estos efectos, la sanción se considerará firme tan pronto como conste al Club/SAD, por escrito, la aceptación expresa de la misma por parte del futbolista, o en su defecto, a partir de los veinte días hábiles desde que haya constancia de su comunicación a este y no quede acreditada la interposición de las acciones legales que, en su caso, pudieran corresponder ejercer a éste. Señalar que dichas acciones serán las previstas en la Ley de Jurisdicción Social, ya sean interpuestas, en su caso, mediante el procedimiento previsto para el despido disciplinario (artículos 103 a 113) o a través del procedimiento de impugnación de sanciones (artículos 114 y 115). Esto último es lo que ha hecho Movilla. Firmó el acuse de recibo de la notificación haciendo constar expresamente su no conformidad e impugnó la sanción. La conciliación previa a la vía judicial se celebró sin avenencia entre las partes, manifestando la representación del futbolista su intención de demandar judicialmente ante la Jurisdicción Social. Será en la instancia judicial donde se resolverá el conflicto entre el poder de dirección y organización del empresario, Club/SAD y la libertad de expresión del trabajador. La jurisprudencia (particularmente relevante es la Sentencia del Tribunal Constitucional Sala 1ª, S 10-1-1995 referida al futbol profesional) ha señalado que para evaluar la ponderación entre los derechos del jugador y los del Club para el que trabaja, es preciso recordar que, en general, el derecho a la libertad de expresión no es ilimitado, debiendo coordinarse con otros valores, entre ellos, los enunciados en el párrafo. 4º art. 20 CE (respeto al resto de derechos fundamentales, a las leyes que lo desarrollen y, especialmente, al derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia). Esta regla general, ha de enmarcarse, en casos como los señalados, en las características del contrato de trabajo, cuando una de las partes hace las manifestaciones respecto de la otra, pues la existencia de una relación contractual entre trabajador y empresario genera un complejo de derechos y obligaciones recíprocas que condiciona, junto con otros, también el ejercicio del derecho a la libertad de expresión de modo que manifestaciones del mismo que en otro contexto pudieran ser legítimas, no tienen por qué serlo necesariamente en el ámbito de dicha relación. La buena fe intercurrente entre ambas partes de la relación se erige, así, en un límite adicional al ejercicio del derecho, inherente al contrato, fuera del cual aquél puede devenir ilegítimo. Si bien esto es cierto no debe, sin embargo, olvidarse la trascendencia del reconocimiento constitucional de los derechos fundamentales de la persona que, 4 en cuanto titular de éstos, la acompañan en todas las facetas de la vida, incluido en el seno de la relación laboral. Por ello, aunque la relación laboral tiene como efecto típico la sumisión de ciertos aspectos de la vida del trabajador a los poderes de organización y dirección del empresario, no basta con la sola afirmación del interés empresarial, para comprimir los derechos fundamentales del trabajador, dada la posición prevalente que éstos tienen en nuestro ordenamiento jurídico. Por tanto, para que el ejercicio del poder disciplinario por parte del empresario pudiera llegar ser legítimo para restringir el ejercicio de aquéllos han de estar especialmente cualificados por razones de necesidad estricta, que han de ser acreditadas por quien las alega. De acuerdo con esta doctrina jurisprudencial, deben ser valorados, desde la sola perspectiva del derecho fundamental, los hechos de que se traten. El Juez o Tribunal analizará, dadas las circunstancias presentes, si las declaraciones son o no lesivas, si el tono con que se realizaron fue o no ofensivo para aquella persona o institución hacia quienes fueron dirigidas, admitiéndose como ejercicio legítimo de la libertad de expresión cuando consistan en la mera puesta de manifiesto el descontento del actor con el desenvolvimiento de su relación contractual. Otro factor a valorar será la repercusión mediática de las manifestaciones del futbolista. Una vez analizado esto, habrá que apreciar si con las declaraciones se ha comprometido algún interés del empresario, legítimo y acreditadamente imprescindible para el normal desenvolvimiento de la actividad productiva, y, por ello, que hubieran causado el daño específico que requiere la jurisprudencia para entender excedidos los límites del razonable ejercicio de la libertad de expresión en la relación de trabajo. De entre los pronunciamientos posibles indicados por el artículo 115.1 de la Ley de Jurisdicción Social, siendo objeto de litigio en este caso únicamente si la sanción ha vulnerado o no un derecho fundamental, en la sentencia judicial pueden dos situaciones: - Confirmación de la sanción, cuando el Juez considere que ha quedado acreditado que el futbolista ha excedido en sus manifestaciones los límites que existen para la libertad de expresión causando un daño al Club/SAD así como que la sanción impuesta lo ha sido de acuerdo al Régimen General Disciplinario o Régimen Interno de la entidad deportiva. La confirmación será parcial cuando la falta cometida no haya sido adecuadamente calificada, pero los hechos constituyan infracción de menor entidad según las normas citadas, de no haber prescrito la falta de menor gravedad antes de la imposición de la sanción más grave. En este caso, el juez podrá autorizar la imposición, en el plazo de caducidad de diez días siguientes a notificación de sentencia firme, de una sanción adecuada a la gravedad de la falta, y la decisión empresarial será revisable a instancia del trabajador, en el plazo igualmente de caducidad de los veinte días siguientes a su notificación, por medio del incidente de ejecución de dicha sentencia previsto en el artículo 238 de la Ley de Jurisdicción Social. 5 - Declaración de nulidad de la sanción (pretensión ejercitada por José María Movilla), si hubiese sido impuesta sin observar los requisitos formales establecidos por la legislación aplicable o los Reglamentos Disciplinarios, o cuando éstos presenten defectos de tal gravedad que no permitan alcanzar la finalidad para la que fueron requeridos, así como cuando se produzca con violación de derechos fundamentales y libertades públicas del trabajador. (Nota: dejo al margen otros supuestos de nulidad no relacionados con el objeto de este artículo). Lógicamente también conllevará la condena al Club/SAD al pago de los salarios que hubieran dejado de abonarse en cumplimiento de la sanción. Señalar que contra las sentencias dictadas en estos procesos no cabrá recurso alguno, salvo en los casos de sanciones por faltas muy graves, apreciadas judicialmente. Si la sanción impuesta por infracción muy grave hubiera sido el despido del futbolista, se seguirán los cauces establecidos para el procedimiento de impugnación de despidos por los artículos 103 a 113 de la Ley de Jurisdicción Social y 54 y 55 del Estatuto de los Trabajadores. En este caso, el despido podrá ser declarado procedente cuando conste acreditado el exceso por parte del futbolista de los límites señalados para el legítimo ejercicio del derecho a la libertad de expresión; en cuyo caso, se declarará convalidada la extinción del contrato que el despido produjo, sin derecho a indemnización ni a salarios de tramitación. Por el contrario, si el Juez apreciara que las manifestaciones realizadas por el deportista son susceptibles de amparo por el derecho a la libertad de expresión y el despido se ha producido en vulneración de dicho derecho fundamental, se declarará la nulidad del despido con la condena a la inmediata readmisión del trabajador con abono de los salarios dejados de percibir. José Manuel Ortiz Cabanillas es Abogado. Febrero de 2014 © José Manuel Ortiz Cabanillas (Autor) © Iusport (Editor). 1997-2014. www.iusport.com 6