fuentes para historia de grecia

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Unidad 2: La Herencia Clásica
Fuente: Textos Para la Historia del Mundo Griego en
http://www.unav.es/hAntigua/textos/docencia/grecia/practicas/textosgrecia.html de la
Universidad de Navarra
DOCUMENTOS
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Lugar geográfico.
Minos y la talasocracia cretense
Dioses griegos, descripción de Hesíodo
Descripción de la tiranía por Aristóteles
Sobre Esparta
La Liga Delio-Ática
La Guerra del Peloponeso
Alejandro III
1. Lugar geográfico.
Los pueblos que habitan en lugares fríos, y especialmente los de Europa, están llenos de
brío, pero faltos de inteligencia y de técnicas, y por eso viven en cierta libertad, pero sin
organización política e incapacitados para gobernar. Los que habitan el Asia son inteligentes y de
espíritu técnico, pero faltos de brío, y por tanto llevan una vida de sometimiento y servidumbre. La
raza griega, así como ocupa localmente una posición intermedia, participa de las características de
ambos grupos y es a la vez briosa e inteligente; por eso no sólo vive libre, sino que es la que mejor
se gobierna y la más capacitada para gobernar a todos los demás si alcanzara la unidad política.
Aristóteles, Política, VII, 1327 b 22 s.
2. Minos y la talasocracia cretense
Minos fue el más antiguo de los que conservamos recuerdo que se hizo con una escuadra y,
dominando la mayor parte del mar de Grecia, ejerció su poder en las Cícladas y fue el primer
colonizador de las más de ellas, expulsando a los carios y estableciendo como jefes a sus propios
hijos. Y, como es lógico, limpió el mar de piratas en la medida que pudo para que le llegaran mejor
los tributos.
Tucídides, I, 4
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3.- Dioses griegos, descripción de Hesíodo
Comencemos por las Musas que a Zeus padre con himnos alegran su inmenso corazón
dentro del Olimpo, narrando al unísono el presente, el pasado y el futuro. Ellas, lanzando al viento
su voz inmortal, alaban con su canto primero, desde el origen, la augusta estirpe de los dioses a los
que engendró Gea y el vasto Urano y los que de aquellos nacieron, los dioses dadores de bienes.
Luego, a Zeus padre de dioses y hombres, cómo sobresale con mucho entre los dioses y es el de
más poder. Y cuando cantan la raza de los hombres y los violentos Gigantes, regocijan el corazón
de Zeus dentro del Olimpo las Musas Olímpicas. Las alumbró en Pieria, Mnemósine, señora de las
colinas de Eleuter (...) Nueve noches se unió con ella el prudente Zeus subiendo su lecho sagrado,
lejos de los Inmortales. De las Musas y del flechador Apolo descienden los aedos y citaristas que
hay sobre la tierra; y de Zeus, los reyes.
Hesíodo, Teogonía, 37 ss.
En primer lugar existió el Caos. Después Gea la de amplio pecho, sede siempre segura de
todos los Inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo (...) Del Caos surgieron Erebo y la
negra Noche. De la Noche a su vez nacieron el Eter y el Día, a los que alumbró preñada en contacto
amoroso con Erebo. Gea alumbró primero al estrellado Urano para que la contuviera por todas
partes y poder ser así sede siempre segura para los felices dioses. También dio a luz a las grandes
Montañas, deliciosa morada de diosas, las Ninfas que habitan en los boscosos montes. Ella
igualmente parió al estéril piélago de agitadas olas, el Ponto, sin mediar el grato comercio.
Hesíodo, Teogonía, 117 ss.
4.- Descripción de la tiranía por Aristóteles
El tirano sale del pueblo y de la masa contra los elementos destacados para evitar que el
pueblo sufra injusticia por parte de ellos. Esto se pone de manifiesto en lo ocurrido, porque
prácticamente la mayor parte de los tiranos han nacido, por así decirlo, de demagogos que habían
obtenido la confianza del pueblo por sus ataques a la clase superior. En efecto, entre las tiranías
unas se establecieron de ese modo cuando ya las ciudades habían crecido; otras, anteriores a ésas,
surgieron de reyes que transgredían las normas tradicionales y tendían a un mando más despótico;
otras, de candidatos elegidos para las magistraturas principales (porque antiguamente las asambleas
nombraban a los magistrados, tanto civiles como religiosos, para mucho tiempo), y otras, de las
oligarquías, al elegir a uno solo para las principales magistraturas. Todas esas variedades de tiranía
tenían posibilidad de imponerse fácilmente sólo conque decidieran hacerlo, ya que contaban
previamente con la fuerza necesaria, unas las del poder real y las otras la de la magistratura en
cuestión. Así, Fidón de Argos y otros tiranos se constituyeron en tales siendo reyes; los de Jonia y
Falaris, a partir de las magistraturas; Panecio en Leontinos, Cípselo en Corinto, Pisístrato en Atenas,
Dionisio en Siracusa y otros igualmente, a partir de la demagogia.
Aristóteles, Política, 1310 b
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5.- Sobre Esparta
Cuando todo el mundo estaba reunido, no se permitía a ninguno presentar propuestas, sino
que el pueblo era soberano para decidir sobre las propuestas presentadas por los ancianos y los
reyes. Pero más tarde, cuando ya el pueblo por medio de supresiones y añadidos lograba adulterar y
tergiversar las propuestas, los reyes Polidoro y Teopompo añadieron la retra siguiente: 'Pero si el
pueblo habla de modo errado, los ancianos y los reyes deben oponerse'. Esto es, deberían dejar de
ratificar la decisión, rechazándola enteramente y disolver la asamblea sobre la base de que estaban
adulterando y transformando la propuesta en algo contrario al interés común.
Plutarco, Licurgo, 6
De su asiento todos se levantan cuando aparece el rey, pero no los éforos de los asientos
eforales. Se intercambian juramentos todos los meses, los éforos en nombre de la ciudad y el rey en
el suyo propio; el juramento implica para el rey reinar según las leyes establecidas en la ciudad y,
para la ciudad, mantener la monarquía inquebrantable, si aquel mantiene lo jurado.
Jenofonte, Constitución de los Lacedemonios, 15, 6 s.
Si alguien me pregunta si yo creo que las leyes de Licurgo permanecen inmutables aún hoy,
¡por Zeus!, ya no podría afirmarlo con seguridad. Realmente, sé que los lacedemonios antes
preferían vivir ellos solos en su patria disfrutando de sus moderados bienes, a ser harmostas de la
ciudad y, al ser adulado, caer víctimas de la corrupción. También sé que, antes, ellos temían que se
les viera con oro; en cambio, ahora, hay algunos que se enorgullecen de poseerlo. También conozco
que, antes, había expulsiones de extranjeros, y que no se permitía salir del país a los ciudadanos
para que no se contaminaran con la molicie de los extranjeros. Ahora, en cambio, sé que los que se
consideran los mejores, se esfuerzan en ser harmostas en el extranjero y que nunca llegue su cese.
Hubo un tiempo en que se preocupaban por ser dignos de mandar; en cambio, ahora se ocupan
mucho más de conseguir el mando, que de ser merecedores de él. En consecuencia, los griegos iban
antes a Lacedemonia y les pedían que tomaran el mando contra los que pretendían ofenderles; ahora
en cambio, son muchos los que se auxilian mutuamente para impedirles que vuelvan a tomar el
mando.
Jenofonte, Constitución de los Lacedemonios, 14
El principio de la corrupción y decadencia de la República de los lacedemonios casi ha de
situarse desde que, destruyendo el imperio de los atenienses, comenzaron a abundar en oro y en
plata. Con todo, habiendo establecido Licurgo que no se introdujese confusión en la sucesión de las
casas, y dejando en consecuencia el padre al hijo su lote (kleros), puede decirse que esta disposición
y la igualdad que ella mantuvo preservaron a la República de otros males. Pero siendo éforo un
hombre poderoso y de carácter obstinado y duro, llamado Epitadeo, por disensiones que había
tenido con su hijo, escribió una ley por la cual era permitido a todo ciudadano dar su lote en vida a
quien quisiese, o dejársela por testamento (...) Los poderosos adquirieron ya sin medida, arrojando
de sus lote a sus legítimos herederos y bien presto, reducidas las haciendas a pocos poseedores, no
se vio en la ciudad más que pobreza, la cual desterró las ocupaciones honestas, introduciendo las
que no lo son, juntamente con la envidia y el odio a los que eran ricos. Así es que no habrían
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quedado más que unos setecientos espartanos, y de éstos acaso sólo un centenar poseían tierras, y
todos los demás no eran más que una muchedumbre oscura y miserable, que en las guerras
exteriores defendía a la República tibia y flojamente, y en casa estaba siempre al acecho de la
ocasión oportuna para la mudanza y trastorno del gobierno.
Plutarco, Agis, 5
6.- La Liga Delio-Ática
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Tomando, pues, el mando los atenienses de esta forma por voluntad de los aliados por el
odio que tenían a Pausanias, señalaron las ciudades que debían aportar dinero para la guerra y las
que debían aportar naves; El motivo oficial era vengarse de los sufrido arrasando la tierra del Rey.
Fue entonces cuando los atenienses establecieron la magistratura de los helenotamías, que recibían
el tributo (phoros); pues así fue llamada la contribución de dinero. El primer tributo que se
estableció fue de cuatrocientas sesenta talentos, y el tesoro se guardaba en Delos, en cuyo templo se
celebraban las asambleas.
Tucídides, Hª de la Guerra del Peloponeso, I, 96
7.- La guerra del Peloponeso.
Tucídides el ateniense relató la guerra entre los peloponesios y los atenienses describiendo
cómo lucharon unos contra otros, y se puso a ello apenas fue declarada por considerar que iba a ser
grande y más famosa que todas las anteriores; se fundaba en que ambos bandos estaban en muy
buena situación para ella gracias a sus preparativos de todas clases, y en que veía que el resto de los
griegos se aliaba a uno u otro partido, unos inmediatamente y otros retrasando el momento. Pues fue
éste, efectivamente, el mayor desastre que haya sobrevenido a los griegos y a una parte de los
bárbaros, y, por así decirlo, a la mayoría de los hombres.
Tucídides, Hª de la Guerra del Peloponeso, I, 1
...Más que mirando a un jefe de batallón enemigo de los dioses, con sus tres penachos y su
capa de un rojo violento, que dice él que tiene un tinte de Sardes; pero si hay que combatir llevando
la capa, se queda entonces bañado de un tinte de Cízico y luego huye el primero como un caballogallo rubio sacudiéndose los penachos... Y cuando están en Atenas, hacen lo insoportable, a unos
alistan, a otros arriba y abajo les borran dos o tres veces. "Mañana es la partida". Uno no ha
comprado provisiones, porque no sabía que iba a salir él... Esto nos lo hacen a los campesinos, pero
a los de la ciudad mucho menos, esos que para los dioses y los hombres son... pierde-escudos... en
casa son leones, zorras en guerra.
Aristófanes, La paz, 1159-1190
Compruebo que todo ha experimentado tal progreso que nada de lo presente es semejante a
lo pasado, no obstante, considero que realmente nada ha cambiado ni progresado más que el arte de
la guerra. Pues, en primer lugar, oigo decir que los lacedemonios y todos los demás, durante cuatro
o cinco meses, en la estación veraniega propiamente dicha, invadían y devastaban el territorio
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enemigo con sus hoplitas y ejércitos de ciudadanos y luego retrocedían a su patria de nuevo... En
cambio, ahora, (...) oís decir que Filipo se encamina adonde quiere, no por llevar tras de sí una
falange de hoplitas, sino porque le están vinculados soldados armados a la ligera, jinetes, arqueros,
mercenarios, en fin, tropas de esa especie. Y una vez que cae sobre una ciudad afectada de discordia
interna, y que nadie sale en defensa de su país por desconfianza, instala sus máquinas de guerra y la
asedia. Y paso por alto el hecho de que no establece ninguna diferencia entre verano o invierno ni
tiene una estación reservada que deje pasar como intervalo.
Demóstenes, Filípicas, III, 48 ss.
Buscamos mandar sobre todos, pero no queremos ir a una expedición militar, y nos falta
poco para emprender la guerra contra todos los hombres, pero no nos ejercitamos a nosotros
mismos para ella, sino a hombres desterrados, desertores o que proceden de otras maldades, gente
que si uno les paga un sueldo mayor, irá con él contra nosotros (...) Hemos llegado a tal grado de
locura que, faltándonos el sustento cotidiano, hemos intentado mantener tropas mercenarias y
maltratamos e imponemos un tributo especial a nuestros aliados para proporcionar un sueldo a
enemigos comunes a todos los hombres. Somos tan inferiores a nuestros antepasados... que
aquéllos, si habían votado hacer la guerra a alguien, se creían en la obligación de poner en peligro
sus propias personas para defender su opinión, aunque la acrópolis estuviera llena de oro y plata.
Nosotros, en cambio, a pesar de haber llegado a tanta miseria y de ser tantos, utilizamos, como el
gran rey, tropas mercenarias.
Isócrates, Discurso sobre la paz, 46 ss.
8.- Alejandro III.
Sería mucho más justo considerar dios a Alejandro que hacerlo con Dióniso o Heracles... no
puede haber dudas acerca de que cuando Alejandro haya desaparecido los hombres lo honrarán
como a una divinidad; cuanto más justo sería, por lo tanto, que lo honraran en vida antes que una
vez muerto, ya que para entonces los honores de nada le valdrían.
Arriano, Anábasis, IV, 10, 6 s.
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