- Fundación Chile 21

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Serie: debates políticos y sociales N°2
Serie: debates políticos y sociales N°2
Reformas laborales para un Chile
moderno
Autores
Jaime Ensignia
M. Ángeles Fernández
Bárbara Figueroa
Carlos Montes
Raúl Requena
Rafael Urriola
Francisco Vidal
Santiago - Chile
Noviembre 2013
Indice
Serie: debates políticos y sociales N°2
Nº2 - Noviembre 2013
•
Presentación
•
Reformas laborales para un Chile moderno. Jaime Ensignia, director del
Proyecto Socio Político de la FES en Chile.
•
Nueva institucionalidad laboral en el próximo ciclo político. Bárbara Figueroa.
presidenta de la Central Unitaria de Trabajadores.
•
Por una reforma laboral verdadera: seis temas indispensables. Raúl Requena,
responsable del Programa Laboral-Sindical Candidatura Marco EnríquezOminami.
•
Es necesario resolver contradicciones internas para hacer la reforma laboral.
Francisco Vidal, encargado del programa, Partido la Democracia (PPD).
•
Un cambio cultural para las reformas laborales. Carlos Montes, diputado,
Partido Socialista de Chile (PS).
•
Empleo precario, políticas públicas y voluntad política. Rafael Urriola, director
del programa de Protección e Inclusión Social, Fundación Chile 21.
Serie: debates políticos y sociales
Presentación del documento
Este documento, el segundo de la serie Debates
Políticos y Sociales, es un aporte conjunto de las
fundaciones Friedrich Ebert y Chile 21, en el marco
del debate acerca de de los temas de mayor
preocupación en la sociedad chilena. En este caso
se examina la relevancia de las reformas laborales
para reducir las brechas de asimetría de poder entre
los actores sociales, especialmente entre trabajadores y empleadores. El texto –que intenta dar
cuenta de las diferentes perspectivas en torno al
tema- es una recopilación de las ponencias presentadas en el seminario “Las reformas laborales que
Chile necesita”. La actividad -realizada el 26 de
septiembre de 2013- fue organizada por el
programa de Nueva Economía Progresista de las
fundaciones Chile 21 y Friedrich Ebert, en conjunto
con el programa de Protección Social de Chile 21.
Los organismos especializados, en particular la Organización Internacional del Trabajo, han levantado la
idea del “Trabajo Decente”, lo cual es un mínimo, al
que debe aspirar una sociedad como la chilena si
quiere alcanzar el desarrollo.
El documento que tiene en sus manos aspira a reflejar
las alternativas de solución propuestas por protagonistas y analistas del sistema laboral chileno, aportando al
debate de un tema de tanta relevancia para el futuro
de la sociedad entera.
María de los Angeles Fernández
Directora Ejecutiva
Fundación Chile 21
Jaime Ensignia
Director Proyecto Socio Político
Fundación Friedrich Ebert
La transcripción de las ponencias estuvo a cargo de
Diego Soto. En tanto, el trabajo de edición correspondió a Rafael Urriola, director del Programa de
Protección e Inclusión Social de la Fundación Chile
21.
Una ya larga espera han tenido los trabajadores de
Chile para recuperar su participación en el devenir
nacional. Es común que las autoridades se reúnan
con empresarios y los consulten con asiduidad
cuando se trata de políticas económicas generales.
Curiosamente, es cada vez más raro que las organizaciones sindicales participen de estos diálogos. Las
sociedades modernas requieren consensos sociales
amplios entre los actores y esto no se ha logrado en
los 25 años de democracia pese a las expectativas
que se crearon en el primer tiempo. Es hora de
cambiar? A esto se abocan los panelistas de este
foro haciendo notar que temas de tanta relevancia
como el actual Código del Trabajo es una de las
tristemente célebres herencias de la dictadura.
?
Lo que nosotros demandamos –enfatizó la
presidenta de la CUT- es el fin del actual Código
del Trabajo y la formulación de una nueva normativa que en primer lugar, considere la opinión de los
trabajadores y que asegure como cuestión principal
aspectos como fortalecer la negociación colectiva y
la sindicalización.
Asimismo, es inconcebible que uno de los
empleadores que precarizan las relaciones laborales
sea el propio Estado que suele hacer contrataciones
“fuera” de la normativa general amparado en la
excepcionalidad del aparato público.
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Serie: debates políticos y sociales
Reformas laborales para un Chile Moderno
año electoral- presidencial. Qué mejor oportunidad,
que debatir este anhelo del movimiento sindical
chileno, cuándo éste, fue uno de los grandes actores
de la vuelta a la democracia, en un año, en el cual se
renovará la presidencia de la república.
* Jaime Ensignia, Director del Proyecto Socio Político
de la FES en Chile
Saludamos a nombre de la Fundación Friedrich
Ebert, en Chile, a todas y todos los participantes de
este seminario: Reformas laborales para un Chile
moderno. Nos complace profundamente, tener un
panel de expositores sobre los temas del trabajo de
gran nivel: contar con Bárbara Figueroa, presidenta
de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Raúl
Requena, responsable del área laboral-sindical de la
candidatura de Marco Enríquez Ominami, del Partido
Progresista (PRO), Francisco Vidal, miembro de la
Comisión Programa del Partido por la Democracia
(PPD) y al actual diputado y candidato a Senador
por la Región Metropolitana, Carlos Montes, del
Partido Socialista de Chile (PS).
Al respecto y remarcando el contexto del tratamiento
del tema laboral, María Ester Feres, abogada y
directora del Centro de Relaciones Laborales de
la Universidad Central señala lo siguiente “Los
principios definitorios del actual marco regulatorio
de las relaciones colectivas de trabajo muestran
la mantención inalterada de la matriz del Plan
Laboral (se refiere al Plan Laboral, 1979, del entonces
ministro del trabajo, José Piñera, hermano del actual
presidente de Chile, Sebastián Piñera) destinada a
impedir interferencias sindicales en el funcionamiento
del mercado de trabajo, a la protección a ultranza
de las facultades discrecionales del empleador como
proyección ilimitada de su derecho de propiedad… En
conclusión, si bien la matriz sociopolítica clásica chilena
fue destruida por la dictadura militar conjuntamente
con la implantación del proyecto neoliberal, ésta no
ha sido sustituida hasta ahora por otra alternativa,
producto de la persistencia de diversos enclaves
autoritarios, tanto políticos como del modelo socioeconómico” (Ver: Chile en la Concertación [19902010] Una mirada crítica, balance y perspectivas,
tomo I, pág., 213, 2010).
Queremos destacar, que los temas del mundo del
trabajo, la cooperación con las organizaciones
sindicales y gremiales de trabajadores (as), la
capacitación político sindical, la investigación y, por
cierto, la difusión del sindicalismo socio político, es
una de las tareas fundamentales de la Fundación
Friedrich Ebert, a nivel internacional, continental,
como nacional.
En el caso de Chile, es larga la historia de
acompañamiento de nuestras actividades para con
el movimiento sindical chileno, ya desde fines de 1960
hasta el Golpe Militar, luego en la solidaridad con un
sinnúmero de dirigentes sindicales en el exilio como
con aquellos que permanecieron en Chile durante los
largos 17 años de la dictadura militar, avalan nuestro
trabajo con el sindicalismo nacional. Previo al retorno
a la democracia y en los años finales del régimen de
Pinochet, la FES estuvo presente cooperando con la
rearticulación del movimiento sindical en la creación
de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y, en
los últimos 24 años, hemos estado permanentemente
presentes junto al movimiento sindical chileno.
La Gran Deuda
Al permanecer inalterada, en lo sustantivo, la matriz
neoliberal en lo concerniente a las relaciones laborales
y la enorme asimetría que se observa, entre el gran
poder del cual gozan los sectores empresariales, en
detrimento de las organizaciones y agrupaciones
sindicales, la necesidad de un nuevo pacto laboral
y, una nueva institucionalidad laboral, es una tarea
ineludible.
En este sentido, tal como lo señalan algunos
parlamentarios de la ex Concertación, al interior de este
conglomerado hubo sectores políticos transversales –y
siguen habiéndolos- que se opusieron a una reforma
laboral profunda, la cual debería haber saldado la
deuda que los gobiernos de la Concertación tuvieron
con el sindicalismo chileno.
El gran tema Ausente
Es sorprendente, que los temas laborales y sindicales
estén como ausentes en los programas de la gran
mayoría de las candidaturas presidenciales. Salvo
algunas excepciones, el tema de una profunda
reforma laboral a 24 años de regreso a la democracia,
no cuenta con la importancia que debería tener en un
En este contexto, si revisamos los programas de
gobierno de las diferentes candidaturas presidenciales
de los 4 presidentes (a) elegidos de la Concertación
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Serie: debates políticos y sociales
(1990-2010), en todo y en cada uno de ellos, la
reivindicación por una nueva reforma laboral y del
cambio de las reglas entre el capital y el trabajo, que
sustituyera el Plan Laboral de la dictadura militar,
estuvo siempre presente.
La sociedad chilena ha cambiado sustantivamente,
de ser así, más allá del argumento, de que no
todo puede hacerse de inmediato y, nuevamente
volver a la política del gradualismo o de la tan
mentada política de los consensos, lo cierto es, que
la gran mayoría de los actores sociales, entre ellos, el
movimiento sindical, no están dispuestos a esperar
otros 24 años para ver, en alguna medida cambios
profundos en sus anheladas y justas demandas.
Sin embargo, es menester reconocer, que
particularmente bajo los gobiernos del presidente
Aylwin y del presidente Lagos, hubo transformaciones
importantes en el código laboral, pero ellas, no lograron
desestructurar el meollo mismo de la arquitectura y
matriz neoliberal del modelo de relaciones laborales,
heredara de la dictadura militar.
El modelo económico, político y social está en una crisis
de proporciones insospechadas y, la clase política no
da cuenta o no quiere tomar cartas de esta situación.
Hay un jaque por parte de una gran mayoría de la
sociedad chilena al actual modelo. Se convertirá esto,
en un jaque mate, dependerá en gran medida de
la densidad política y social de los nuevos y “viejos”
actores sociales y políticos, en este nuevo ciclo político
abierto a partir del 2011 en adelante.
La Perspectiva
Las masivas demostraciones del movimiento social
en Chile, especialmente en los últimos años, han
mostrado una nueva cara del Chile de hoy, una cara,
dispuesta a luchar por sus intereses y reivindicaciones.
No parece fácil, por tanto, gobernar Chile, en el
futuro.
Son diversos los analistas que señalan, que ha llegado
la hora de hacer reformas estructurales profundas
en diferentes ámbitos: en lo educacional; en política
energética; en el término de los abusos del sector
financiero y del retail, esto, con una estricta fiscalización
por parte del Estado; la necesidad de una Nueva
Constitución, reformas políticas con un nuevo sistema
electoral; en lo referente a la gran estafa del sistema
previsional de capitalización individual; en el sistema
de salud y, por cierto; en el tema de las relaciones
laborales con una profunda reforma laboral y de
cambios de reglas en el binomio capital-trabajo.
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Serie: debates políticos y sociales
Nueva institucionalidad en el próximo ciclo
político
en las decisiones que afectan sus vidas, e igualdad
de oportunidad y trato para todas las mujeres y
hombres”.
* Bárbara Figueroa Sandoval. Presidenta Central
Unitaria de Trabajadores de Chile
Por lo tanto, si se piensa en esto del empleo de calidad,
hay que entender e incorporar la noción del trabajo
decente. Este, como lo señala la definición, reúne
aspectos que tienen que ver con lo productivo; con el
ingreso digno; con seguridad en el lugar de trabajo; la
protección social; mejores perspectivas de desarrollo
personal e integración; pero también, libertad para
que la gente exprese sus opiniones; organización y
participación en las decisiones que afectan su vida; e
igualdad de oportunidades y trato. Es decir, el desafío
de fortalecer el sindicalismo en nuestro país no es
ajeno al debate sobre trabajo decente. El trabajo no
es sólo el costo que se expresa por una remuneración.
La valorización del empleo es uno de los debates que
hoy se ha abierto en nuestro país. No tiene que ver
sólo con darle el valor que corresponde al trabajo
asociado a un costo producción; sino, también, el que
se entienda en su más amplio sentido.
Desde la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) el
esfuerzo que estamos haciendo en este período, es la
necesidad de que el tema laboral tenga un espacio no sólo
de reconocimiento, sino que prioritario en las reformas
hacia ese nuevo ciclo al que quiere transitar el país.
Estamos generando condiciones desde nuestro trabajo
sindical, que percibimos que se ha ido fortaleciendo
-prueba de ello fue la movilización del 11 de julio
de 2013- para poder incidir en materias del debate
laboral y del debate programático. Esto es poner en
la agenda nacional el tema laboral con el énfasis que
lo planteara en este foro Francisco Vidal.
No es posible comenzar un nuevo ciclo en el país de
manera mecánica; no basta con cerrar un ciclo de
larga transición para pasar a un estadio superior.
Eso sólo va a lograrse en la medida que las políticas
que se construyan efectivamente permitan avanzar
hacia un estado de mayor bienestar. Por lo tanto,
acá no hay garantía solamente a partir de una
nueva Constitución, una reforma tributaria, o una
reforma educacional, además de otras en materia de
políticas sociales. Es imprescindible que dentro de las
reformas esenciales también estén consideradas las
reformas laborales como un eje central, que permita
amortiguar las condiciones que han permitido la
profunda desigualdad en el país.
Algunos datos relevantes sobre Chile. Si en Francia, 98
de cada 100 trabajadores negocian colectivamente
con derecho a huelga, en Chile apenas lo hace 8
de cada 100. (Fundación SOL). Entre 2010 y 2011
sólo un 0,5% de los asalariados que potencialmente
pueden negociar colectivamente, participaron de
una huelga.
Estos datos reflejan las diferencias y que en Chile no
hay negociación colectiva. Esto no es sólo una traba,
sino tiene un impacto directo en la posibilidad de que
los trabajadores efectivamente podamos ejercer este
derecho. Entre el 2010 y el 2011 sólo un 0,5% de los
asalariados que potencialmente pueden negociar
colectivamente participaron de una huelga; esos son
los efectos de la asimetría en la relación laboral.
Si efectivamente queremos superar la desigualdad,
no basta con que tengamos un muy buen sistema
educacional o muy buenas políticas públicas, si
finalmente estamos condenando a los trabajadores
y las trabajadoras a vivir 40 o 50 años de empleo
precario.
Por eso nosotros decimos con tanta fuerza que el
Código del Trabajo y, más en general, la normativa
laboral en Chile está hecha a la medida del empleador.
Nuestra propuesta no es que se invierta la balanza
de tal modo que todo tiene que ser en favor sólo de
los trabajadores. Lo que nosotros postulamos es que
tiene que haber equilibrio. Es decir, en la legislación
laboral, efectivamente tiene que haber derechos,
deberes y garantías para el empleador (nadie está
diciendo que no) pero, con la misma fuerza, tienen
que existir esos derechos, garantías y deberes para los
trabajadores.
Y para eso nosotros partimos de una base, que es
la definición de la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) del trabajo decente: “contar con
oportunidades de un trabajo que sea productivo
y que produzca un ingreso digno, seguridad en el
lugar de trabajo y protección social para las familias,
mejores perspectivas de desarrollo personal e
integración a la sociedad, libertad para que la gente
exprese sus opiniones, organización y participación
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Serie: debates políticos y sociales
Si hoy el empleador cuenta con todos los instrumentos
para poder ejercer presión sobre el trabajador, el
trabajador hoy día, en la práctica, no cuenta con
ninguno. Excepto a través de la fuerza organizada
que ha permitido que, por ejemplo, se supere en
los hechos – y no en todos los casos- la negociación
colectiva inter-empresas, que si bien existe en la
normativa, está condicionada a que sea aceptada
por el empleador, por lo tanto, es dependiente de la
voluntad de éste que se pueda negociar de manera
inter-empresas. Cuando se ha logrado este tipo de
negociación no ha sido sólo por la buena voluntad del
empleador, sino por la capacidad de la organización
de trabajadores de poder imponerla.
debate de los $250.000 pesos era un debate de hoy,
no era un debate de mañana ni de más años.
Otro de los factores -muy nítidos- que refleja la
desigualdad en materia laboral, tiene que ver con las
diferencias de remuneraciones. La diferencia entre la
remuneración más alta y la más baja se estimaba en
5,6 veces en 2011; y, al año siguiente, esto es en 2012,
las mismas fuentes demuestran que ha aumentado
a 6,7 veces. Si a eso agregamos lo que ocurre en
términos de la diferencia de salarios entre hombres
y mujeres que, según una última encuesta del Centro
de Microdatos de la Universidad de Chile decía que
la diferencia entre hombres y mujeres a igual función
estaba en $191.000 pesos. Ustedes se imaginarán
que entonces, con esos datos a la vista, decir que la
desigualdad no tiene origen en el mundo del trabajo
sería tapar el sol con un dedo.
En efecto, en materias salariales, el 25% de los
trabajadores en Chile no está ganando más de
199.000 pesos, por eso para la CUT era tan importante
el debate del salario mínimo. No estamos hablando
solamente de un universo pequeño de trabajadores,
como ha dicho el Gobierno. Se estima entre
600.000 a 900.000 trabajadores con estos ingresos
independientemente de la forma del contrato.
Estos trabajadores ganan un diferencial muy menor
respecto del salario mínimo.
En este marco, nosotros sostenemos que nuestro país
requiere urgentemente una nueva institucionalidad
laboral que regule el mercado del trabajo para
aquel nuevo ciclo político que se debiera inaugurar.
Eso implica alinear la nueva institucionalidad
laboral con una nueva estrategia de desarrollo
para Chile. Estamos conscientes que con una nueva
institucionalidad laboral no resolvemos todo. Lo que
logramos resolver efectivamente es que en conjunto
con las otras reformas estructurales, la reforma laboral
puede inaugurar este nuevo ciclo en la perspectiva
de las transformaciones por un Chile más justo, más
democrático. Pero, para poder avanzar en mejores
condiciones de desarrollo, debe entenderse que la
nueva institucionalidad laboral debe ir vinculada a
una estrategia de desarrollo superior de nuestro país.
¿Eso por qué? Porque la fórmula del neoliberalismo
se agotó, la lógica de la flexibilidad se agotó: lo que
aquí se requiere es más regulación.
El Gobierno ha jugado con las cifras y se ha generado
un debate que empezando en marzo termina
finalmente en agosto y que significa restarles un mes
de reajuste a los trabajadores. Lo que está haciendo,
en el fondo, es desconocer a ese 25% de trabajadores
con las remuneraciones más bajas y, evidentemente,
también con todos los demás trabajadores que, aun
no recibiendo el salario mínimo, pueden aspirar a una
remuneración mayor en sus procesos de negociación
en la medida que efectivamente el reajuste salarial
sea atractivo.
En cualquier caso, con los salarios actuales no estamos
superando la línea de la pobreza. Si consideramos que,
para que un trabajador deje de ser pobre sus ingresos
hoy día significan al menos dos canastas básicas de
alimento, equivalente a cerca de $76.000 pesos. Eso
multiplicado por un núcleo familiar de cuatro nos da
un salario muy por sobre los $307.000 pesos, y eso es
a lo que uno idealmente debiera aspirar en materia
de remuneración en salario mínimo. Eso es lo que da
cuenta no sólo del buen criterio, sino que también es
acorde con los convenios internacionales, como el 131
de la Organización Internacional del Trabajo (OIT),
que establece que el salario mínimo debe ser igual a
la superación de la pobreza. En nuestro país estamos
muy lejos de ese debate. Por eso, para nosotros el
Debemos superar, como se dijo, la mirada del
trabajo sólo como mercancía y más bien debe
comprendérsele como un motor de la economía. No
es posible que el trabajo sólo sea entendido como un
costo de producción, sino que como un instrumento
de desarrollo y motor del desarrollo económico pero,
por cierto, también de la autonomía y de la soberanía
nacional. Debemos asumir que las desregulaciones
del mercado del trabajo exacerban las desigualdades
sociales y no a la inversa. A nuestro entender, si no
desatamos los amarres laborales, Chile no va a poder
transitar al nuevo ciclo político de una manera
completa como se aspira.
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Serie: debates políticos y sociales
Podrán decir que es un poco radical este planteamiento,
pero también tienen que entender que lo plantea la
CUT. Que nosotros tenemos la responsabilidad de
poner sobre la mesa estos elementos con la firmeza
y la convicción con que los hemos abordado. Pese
a que si uno revisa -y bueno fuera- el programa
de gobierno de Patricio Aylwin y revisara lo que se
establece en materia laboral, uno va a poder ver que
gran parte del debate que estamos haciendo hoy
día está contenido en ese documento. Gran parte de
las propuestas que se están haciendo hoy día como
propuestas de avanzada, están contenidas en ese
documento; lo que pasa es que no lograron avanzar.
La Dirección del Trabajo debe ser la herramienta
del Estado para defender al más débil en la relación
laboral, de los abusos y arbitrariedades de los
empleadores y no solo una instancia de mediación
frente a los conflictos. Solo con la intervención del
Estado podremos corregir las imperfecciones del
mercado del trabajo y el rol de la Dirección del
Trabajo, para comprenderla como una herramienta
del Estado que vuelva a su sentido más originario y
no sólo, como ha ocurrido particularmente en este
período, una instancia de mediación frente a los
conflictos. Sólo con la intervención del Estado es que
vamos a poder corregir imperfecciones que hoy día
se están generando en el mercado del trabajo. Esta
política de transformar la Dirección del Trabajo en
una suerte de Tribunales de Familia donde van a
mediar en una relación de absoluta simetría pierde
todo sentido si no generamos un nuevo marco
normativo de diálogo social.
De ahí entramos al problema político que se ha puesto
sobre esta mesa que tiene que ver con la correlación
de fuerzas favorables que nos permitan producir
estos saltos cualitativos y no queden sólo en la buena
intención de una propuesta programática.
En términos esenciales, ante un diagnóstico tan
enfático como el que sostenemos, uno debiera pensar,
bueno, ¿qué entonces es lo que pone sobre la mesa
la CUT?
También es necesario un nuevo modelo de negociación
colectiva que, a nuestro entender, tiene al menos los
siguientes puntos:
Primero, garantizar a todos los trabajadores el derecho
a negociar, tanto públicos como privados, y todos
aquellos que hoy no están dentro de la legislación;
trabajadores de la construcción; trabajadores de la
pesca; los trabajadores del campo; los temporeros,
que no son parte hoy día del Derecho. Entonces,
por lo tanto, lo primero que uno debería pensar,
garanticémosle a todo trabajador y trabajadora el
derecho a negociar.
Fin al Código del Trabajo; lo que nosotros
demandamos es el fin del actual Código del Trabajo
y la formulación de una nueva normativa que en
primer lugar, considere la opinión de los trabajadores
y que asegure como cuestión principal todos aquellos
aspectos que ya se han dicho acá: fortalecer la
negociación colectiva y la sindicalización. Es decir, un
nuevo trato con los trabajadores y las trabajadoras
de Chile. A esto le hemos denominado la Nueva
Institucionalidad Laboral porque tiene que ver con
un nuevo Código del Trabajo, pero también tiene que
ver con la protección y la construcción de normativas
que defiendan a los trabajadores del sector público.
Porque yo comparto lo que dice Francisco Vidal: si
hay un empleador que ha demostrado no estar a la
altura de las circunstancias, es el Estado. Y si el Estado
empleador no es capaz de estar a la altura de la
protección de los derechos de los trabajadores, ¿qué
esperamos para el resto? Por lo tanto, hay allí para
nosotros un elemento central.
Segundo, reconocer la negociación inter-empresas y
sectorial o ramal, sin este derecho a veto que tiene
que conceder el empleador para que ésta se pueda
efectuar bajo las normas legales o efectivas.
Tercero, validar al sindicato como el único
instrumento negociador; nosotros estamos por que se
termine con los grupos negociadores, nos parece que
es una práctica que en los hechos sólo ha venido a
desfavorecer la construcción de sindicatos fortalecidos,
que finalmente no tiendan a la atomización como ha
ido ocurriendo durante estos años.
Nuestro país requiere urgentemente una nueva
Institucionalidad Laboral, que regule el mercado
del trabajo en el nuevo ciclo político. Para esto se
requiere alinear la nueva institucionalidad laboral
con una nueva estrategia de desarrollo para Chile. El
neoliberalismo se agotó.
Cuarto, garantizar, que los beneficios ganados por
éste, por el sindicato, en los procesos de negociación
colectiva sólo sean efectivos para quienes sean parte
de la organización, es decir, titularidad de los derechos
negociados. Y reconocer que el piso de negociación
obtenido en el último proceso sea el que le dé el
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Serie: debates políticos y sociales
punto de partida al siguiente proceso de negociación,
y no comenzar cada vez de cero como ocurre en la
actualidad; que finalmente termina en la perversión
tan grande de que muchas veces los sindicatos van a
procesos de negociación, inician procesos de huelga, y
finalmente eso lo hacen sólo para apenas mantener o
no perder ninguno de los beneficios obtenidos.
Es necesario establecer un salario mínimo con fuertes
alzas durante los primeros años, desmintiendo el mito
de que el aumento del salario mínimo aumenta el
desempleo, Debe cumplirse, al menos, con lo que
establece el Convenio 131 de la OIT. Para el cálculo
del monto del salario mínimo es posible incorporar
variables como el IPC y la productividad; pero
también el valor real de una la canasta básica de
alimentos puede ser un elemento adicional que
venga a dar un salto cualitativo en el aumento del
salario mínimo, para no tener que esperar décadas
para llegar al estándar internacional.
Nos pasó en la huelga de los trabajadores de El
Mercurio de Valparaíso que ellos cuando entran
a negociar van con una serie de demandas, y la
contraparte lo que les responde es que a un piso
salarial de $400.000 pesos que ellos tenían se les
estaba bajando a 200.000 pesos. Al final del día,
en ese proceso de negociación lo que lograron fue
mantener las condiciones anteriores, pero no avanzar,
mayormente. Sabemos que ese es uno de los puntos
más difíciles por cierto en cualquier negociación que
se haga a futuro, pero no por eso nos parece que no
se tiene que mencionar.
Asimismo, hacer efectivo el reparto de utilidades a
través de la legislación de gratificaciones, en base
a las utilidades reales de la empresa. Por último,
es necesario reflexionar acerca de la protección del
empleo en tiempo de crisis económica.
A modo de síntesis
Estas son las materias que la CUT pone en el debate.
Ya se augura que no van a ser tiempos fáciles los
que vienen; pero eso no significa que siempre el
costo lo tengamos que pagar los trabajadores. Para
eso es posible establecer políticas y criterios que nos
permitan proteger un empleo, un trabajo decente,
un empleo de calidad.
Quinto, obligar a las empresas o empleadores a
asumir como tarea conjunta la capacitación y la
formación continua de los trabajadores. La legislación
laboral debe encargarse de poner las partes en
igualdad, protegiendo y dotando de mecanismos a
la parte más débil de la relación laboral que son los
trabajadores.
Si se quiere avanzar en una nueva institucionalidad
laboral que regula el mercado del trabajo, en línea
con una nueva estrategia de desarrollo, debemos
fortalecer el rol negociador de los sindicatos; y
fortalecer, por lo tanto, también la intervención estatal
en el mercado laboral. La nueva institucionalidad
laboral debe desatar los nudos impuestos al mundo
del trabajo, pues de lo contrario este nuevo ciclo
que todos reconocemos debiera iniciarse con el
primer gobierno que marcará este periodo; no podrá
comenzar verdaderamente a causa de las profundas
desigualdades sociales.
Sexto, por cierto, un elemento que se menciona poco,
proteger la libertad sindical aplicando sanciones
ejemplares a quienes despidan o practiquen acciones
contra los dirigentes sindicales pero que también ha
sido de dura pelea durante estos años; veamos el
caso de ANEF con 11.000 despidos a cuesta. Eso se ha
convertido en una práctica muy común y nosotros
también tenemos que abordarla porque no basta
con proteger el instrumento negociador, necesitamos
también proteger, fortalecer, y reivindicar el derecho
a ser dirigente y tener organización sindical dentro
de las empresas o dentro del Estado. Y ciertamente
que eso demanda también en una etapa prioritaria,
recuperar y fortalecer el fuero sindical evitando las
maniobras legales contra los dirigentes.
No habrá sido atacado el inicio del nuevo ciclo, si
no abordamos también los temas laborales. Eso, en
materia de la nueva institucionalidad laboral en el
próximo ciclo político que nosotros planteamos como
Central Unitaria. Ahora bien, entendiendo que esto es
lo que la CUT plantea, propone, sugiere, debate, y ha
debatido con sus propias bases; nosotros entendemos
que el cuadro político actual es un cuadro complejo,
que no es fácil poder avanzar en todo lo que nosotros
nos proponemos. Pese a que sabemos que cada una
de esas cosas son prioritarias para poder avanzar
en esta lucha contra la desigualdad. Por lo tanto,
En términos de las regulaciones económicas del
mercado laboral, que es otro aspecto importante en el
ámbito de las reformas en el área de los trabajadores
o de la sindicalización, cabe eliminar las formas
monopólicas y oligopólicas del mercado del trabajo
primario pues es notable la alta concentración que
caracteriza a estos mercados.
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Serie: debates políticos y sociales
aspiramos a que el debate que viene en materia
programática, si bien pudiera no considerar como
uno de sus ejes transversales el debate sobre reformas
laborales, sí nos parece que debe considerarlo como
uno de sus temas prioritarios. Y que no es posible
pensar que los próximos 100 días del gobierno que
venga no se hagan cargo en algunas medidas de los
planteamientos que aquí están expuestos.
Creemos que eso puede ser un esfuerzo y un
aporte interesante desde el movimiento sindical al
proceso que viene, entendiendo que nosotros somos
contraparte de los gobiernos; no somos parte de ellos.
Ustedes sabrán que cada uno en su fuero interno va
a votar por quien corresponda, cada uno de nosotros
tiene su definición; pero institucionalmente nuestro
esfuerzo central hoy es transformar este tema en un
tema de debate. Y para eso no sólo necesitamos la
buena voluntad de los partidos, de los comandos,
de los equipos programáticos, o de instituciones que
están debatiendo este tema; sino que también, la
capacidad que nosotros podamos demostrar como
movimiento sindical de hacer fuerza común con otros
sectores del mundo del trabajo para poner estas
demandas sobre la mesa.
Es evidente que no vamos a pretender que en 100 días
se construya un nuevo Código del Trabajo. Es evidente
que en 100 días no vamos a pedir que tengamos toda
una nueva institucionalidad laboral. Pero podemos
rescatar aquellos convenios internacionales que ya
han sido ratificados por nuestro país. Terminar con el
multirut y avanzar en otras pequeñas modificaciones,
en el marco del inicio de un próximo gobierno es ya una
señal clara y contundente. De lo contrario, se obligaría
a las organizaciones a tener que ejercer una función
de presión muy contundente para que se comprenda
la importancia de estos temas. Por eso también es
que en el marco de este debate desarrollamos en los
primeros días del mes de octubre, un seminario no sólo
con actores del mundo sindical, sino que también con
actores del gran empresariado, la CPC; y el mundo
de la pequeña y mediana empresa, agrupado en
CONUPIA, CONAPYME.
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Serie: debates políticos y sociales
Por una Reforma Laboral verdadera:
seis temas indispensables
se ha mostrado mucho más comprensiva con los
intereses empresariales que con las necesidades de los
trabajadores y se ha querido hacernos creer que si a
los empresarios les va bien, a todos nos irá mejor. La
prosperidad de las empresas no necesariamente es la
prosperidad de sus trabajadores, ya que sin derechos
laborales sólo queda resignarse a las condiciones de
salario y empleo que las empresas quieran ofrecer,
considerando sus propias expectativas de ganancia
y no las de quienes trabajan para ellas. La utilidad
empresarial puede lograrse reduciendo salarios
o manteniéndolos bajos, destruyendo empleos,
no compartiendo con trabajadores las rentas
empresariales u operando con trabajos inestables y
poco seguros. Que haya que recalcar esto luego de
más de 20 años de democracia revela cuán lejos
ha estado nuestra institucionalidad de proteger con
eficacia los derechos en el trabajo e incluso muchas
veces hemos estado cerca que la protección legal sobre
el trabajo empeore. La debilidad de los derechos del
trabajo se debe a un déficit de nuestra democracia:
se han protegido más los intereses de los empresarios,
especialmente los grandes, que los intereses de los
trabajadores.
* Raúl Requena – Responsable Programa LaboralSindical Candidatura Marco Enriquez-Ominami
1. La calidad de empleo
2. Inestabilidad laboral
3. Bajos salarios
4. Subcontratación Laboral
5. Concepto de Empresa
6. Negociación Colectiva y Derecho de Huelga
La última reforma laboral en serio fue hace más de
10 años (Ley Nº 19.759). Esa reforma fue presentada
como un gran esfuerzo político para acordar nuevas
reglas que modernizarían las relaciones de trabajo,
pero no lo logró. Es decepcionante constatar que los
temas que quedaron sin solución hace más de diez
años son los mismos que hoy nos impiden avanzar
en lograr más justicia en el trabajo y corregir los
altos grado de desigualdad social. Hace años que
el duopolio político nos han querido convencer que
basta con tener un empleo, sin importar su calidad,
para que las personas progresen. Pero ese progreso
se ha postergado una y otra vez y los trabajadores
y sus familias han tenido que endeudarse en exceso
como sustituto de una seguridad económica que no
obtienen con su trabajo.
La institucionalidad laboral vigente perpetúa
una debilidad endémica de los trabajadores para
aprovechar los productos de su trabajo. La ley no
entrega medios efectivos para que los salarios suban
proporcionalmente con el crecimiento económico
y el aumento de las utilidades de las empresas y
la inmensa mayoría de los empleadores se limita a
pagar los salarios que la ley ordena, ni un peso más.
En la agenda política de estos últimos 24 años han
primado los temas macroeconómicos centrados en
la promoción del crecimiento por sobre la protección
de los derechos de los trabajadores.. Los asuntos
laborales han sido abordados como un obstáculo
para el funcionamiento económico promovido desde
los gobiernos. En los hechos, se ha impuesto una visión
según la cual “cualquier empleo es mejor que nada”,
posponiendo indefinidamente el mejoramiento de la
calidad del trabajo, el aumento de los salarios y la
protección del empleo.
La negociación colectiva es en extremo minoritaria
y cuando la hay es muy débil: las grandes empresas
que se enorgullecen de tener sindicatos han
acumulado ganancias siderales los últimos años
(farmacias, bancos, afp, multitiendas, supermercados,
empresas de telecomunicaciones, forestales, mineras,
salmoneras, etc.) pero en sus negociaciones colectivas
no comparten siquiera una ínfima parte de sus
ganancias con sus empleados.
Que el salario medio que se paga en Chile no refleje
las ganancias empresariales no se debe a una
productividad que debiera mejorar, sino a que la
ley chilena no reconoce un real derecho a obtener
gratificación conforme a las utilidades verdaderas
de la empresa e impide que se ejerza de verdad
el derecho de huelga. Las remuneraciones de la
inmensa mayoría de los trabajadores son bajas
porque en nuestra ley laboral no existen medios
Desde el regreso a la democracia carecemos de
verdaderas soluciones a los graves problemas que
afectan al mundo del trabajo; sólo hemos conocido
medidas paliativas e insuficientes, que han eludido el
reconocimiento de mayor protección a los trabajadores.
Esa forma de enfrentar los problemas en el mundo
del trabajo no da para más. Nuestra institucionalidad
11
Serie: debates políticos y sociales
Primer Tema: No basta tener un empleo; la calidad del trabajo debe ser el
objetivo principal
para que los trabajadores puedan incidir en el
monto de los salarios que les pagan. Así de simple.
No es un problema económico, es un problema
político: nuestra ley permite ampliamente que las
empresas acumulen ganancias sin compartirlas con
sus trabajadores y eso no tiene nada que ver ni con el
mercado de trabajo, la productividad, el desempleo
ni el crecimiento económico. Es una debilidad laboral
garantizada por ley a las empresas, las que mientras
más grandes más provecho sacan de esa ventaja
legal. La orientación de nuestra ley laboral es que se
debe garantizar un derecho empresarial a ganarlo
todo sin ninguna contrapartida salarial más allá de
lo que buenamente quieran retribuir las empresas a
algunos escogidos y privilegiados trabajadores.
Los gobiernos de estos últimos 24 años nos han
acostumbrado a mirar el índice de desempleo como
único criterio para saber cuán bien o mal está el
trabajo, sin referencia alguna a su calidad, al salario
que se gana y a las posibilidades de prosperar en él.
Este ha sido la meta social exclusiva en Chile: estar
empleado, sin importar en qué ni para qué ni cuánto
se gana en esa ocupación. En realidad, no se trata
de promover prosperidad a través de trabajo sino
mantener ocupada a la mayor cantidad de gente
posible, para mostrar que el crecimiento sí permite
que la gente progrese.
Esta ley sigue vigente no porque existan buenas
razones económicas y técnicas para aceptarla sino
porque los intereses empresariales han estado sobre
representados en nuestra democracia los últimos 24
años. Los bajos salarios de la gran mayoría de nuestros
trabajadores es una consecuencia de la mala calidad
de nuestra democracia.
Precisamente por ello, el criterio primordial para
resistir cualquier mejora de los derechos laborales
ha sido presentar a la protección sobre el trabajo
como anti empleo. Esta idea es feroz: predica que la
única forma de prosperar en el trabajo es el sacrificio
personal, lo que no da garantías de mejorar el salario
ni el empleo, sino solo permitirá tener esperanzas de
mantenerse ocupado. O sea, el discurso dominante de
los gobiernos y los “expertos” ha sido: mejores derechos
laborales son una mala noticia para los trabajadores
y para quienes buscan trabajo. Solo aumentar la
productividad justificará mejores salarios y buenos
empleos, pero eso sólo se logrará a largo plazo con
mejoras en la educación. Y ya sabemos cómo nos ha
ido todos estos años con la educación…
Para empezar a resolver estos problemas es
imprescindible nivelar la cancha en el trabajo, es
decir, restituir poder negociador a los sindicatos para
que logren negociar de verdad con las empresas.
No hay otra forma de hacerlo. Los datos muestran
que los últimos 10 años la productividad no ha
dejado de subir, pero los salarios de la inmensa
mayoría de los trabajadores han crecido mucha
menos que la productividad, lo que significa que
las rentas empresariales han aprovechado con
vigor el crecimiento económico y el esfuerzo de los
trabajadores.
Hace diez años, cuando se discutió la reforma
laboral de 2001, se enfrentó el asunto del desempleo
incluyendo en la nueva ley varias iniciativas para
promover el empleo asalariado, en un escenario
de alta desocupación (ese año se registraron tasas
de desempleo en torno al 10%): se permitió la
polivalencia funcional de los trabajadores (hacer
dos o más funciones por el mismo salario), empleos
de jornada parcial (fueron expresamente admitidas
en la ley hace diez años y antes no estaban
prohibidas) y jornadas excepcionales autorizadas
por la Dirección del Trabajo. Además, la reforma no
atenuó la temporalidad de los contratos de trabajo,
ni creó nuevos medios para reducir la informalidad
ni atenuar la amplia subcontratación. Pese a toda
esta flexibilización laboral, difícilmente puede decirse
que esa reforma promovió más contrataciones, pero
tampoco puede afirmarse que con ella se entorpeció
la creación de empleo post crisis. En realidad, los
cambios legales en materia laboral no han influido
Necesitamos pues una reforma laboral de verdad, en
serio, que se haga cargo de los problemas de fondo
en el mundo del trabajo y nos coloque como país en
el nivel de reconocimiento de los derechos sindicales
que comparten las naciones civilizadas. No hay que
engañarse: este tema es más que un asunto laboral;
toca los hilos más sensibles de nuestro sistema político.
Quienes consideran que no es deseable que los
trabajadores puedan ejercer el derecho a huelga y
que son necesarias severas limitaciones para impedirlo,
tienen una noción muy débil de la democracia. El
derecho de huelga no debe evaluarse en tanto y
cuanto sus posibles (y habitualmente exageradas)
implicancias económicas sino como un estándar para
considerarnos democráticos.
12
Serie: debates políticos y sociales
mayormente en el comportamiento del empleo los
últimos años.
sistemas de protección clásicos del trabajo. Por otro
lado, el trabajo asalariado, asociado históricamente
con mayor probabilidad de formalidad y estabilidad
se ha precarizado progresivamente. Específicamente,
el 74% de la variación de los ocupados asalariados
en los últimos 12 meses corresponde a la modalidad
de subcontratación, servicios transitorios y suministro
de personal y enganchadores, lo cual es una señal de
mayor precarización e inestabilidad en el mundo del
trabajo.
No existe una correlación entre las principales
reformas laborales de los últimos 20 años y el empleo.
Por ejemplo, después del aumento en los costos de
despido en 1991, en que los años indemnizables por
despido subieron de 5 a 11, ¡se elevó la ocupación y
disminuyó la tasa de desempleo! Una situación similar
se observa luego de las reformas laborales de 2001,
cuando hubo una importante alza en la variación de
los ocupados por cuatro años seguidos, crecimiento
del PIB y mantención de la tasa de desempleo.
Finalmente, a partir de la entrada en vigencia
de la ley de subcontratación en el 2007, tampoco
se observan cambios negativos en el empleo y la
actividad económica, con excepción del año 2009,
cuando se sintieron con fuerza los efectos de la crisis
financiera mundial.
Las bajas tasas de desempleo del último tiempo
han llevado a algunos a creer que estamos cerca del
pleno empleo, no obstante, se está pasando por alto
el fenómeno del subempleo y de los trabajadores
desalentados, lo que junto al incremento de la
precariedad y la inestabilidad, nos permite concluir
que es fundamental preocuparse de la calidad del
empleo, ya que el desempleo no se derrota con trabajos
ocasionales y sin protección.
No sólo basta con crecer; la calidad del crecimiento y
la forma en que beneficia a la población mediante
la inversión, la creación de fuentes de trabajo
estables y el nivel de los salarios, también debe
considerarse. Actividades de peso importante en
el crecimiento del país no aportan lo suficiente al
empleo, a la inversión ni a los salarios. De hecho, la
deprimida situación salarial de los trabajadores es
más patente en sectores económicos que sólo han
prosperado durante los últimos 24 años: multitiendas
y cadenas de supermercados, construcción, industria
de salmones, agro-exportación e industria forestal.
En ellos, las grandes empresas se han beneficiado
enormemente con la apertura comercial, las
políticas gubernamentales y la estabilidad política,
transfiriendo, sin embargo, proporcionalmente muy
poca riqueza a sus trabajadores. Algunas de estas
actividades se concentran en regiones con altos
niveles de pobreza; la actividad empresarial exitosa
no ha traído bienestar directo a esas comunidades. En
todos esos casos, se ha logrado generar empleo, pero
los trabajadores siguen esperando por la prosperidad
prometida.
En suma, el comportamiento del desempleo los últimos
decenios no ha dependido directamente del grado de
regulación legal sobre el trabajo asalariado, sino de las
variaciones cíclicas de la economía. No tenemos una
política fiscal, de fomento, monetaria ni crediticia que
promueva el empleo (¿Qué están haciendo la banca
para promover el empleo? ¿Por qué el desempleo no
está dentro de las preocupaciones del Banco Central?).
Existiendo una batería de instrumentos que podría
tener impacto directo en el empleo, solamente nos
concentramos en el medio menos adecuado para ello: la
ley del trabajo. No podemos postergar indefinidamente
la protección de los trabajadores para promover su fácil
contratación y despido. Con eso sólo perpetuaremos el
desigual aprovechamiento del crecimiento económico
que hasta ahora ha beneficiado muchísimo más a
las grandes empresas que a la gran mayoría de las
personas. En cambio, sí podemos preocuparnos de crear
empleos y que a la vez sean de buena calidad, para
lo cual necesitamos políticas económicas al servicio de
este objetivo y no presionar los salarios y los derechos
laborales a la baja.
De acuerdo a los datos de la Nueva Encuesta de
Empleo, a pesar de que se registra una variación
de los ocupados de 487 mil entre el trimestre eneromarzo 2010 y enero-marzo 2011, el 45% de esta
cifra son trabajos “por cuenta propia”, “personal
de servicio doméstico”, “familiar no remunerado”,
o empleadores de microempresas de menos de 5
personas, es decir, que no están cubiertos por los
Un buen avance sería rediseñar las políticas de
promoción de la contratación para que otorguen una
ayuda más efectiva para mejorar la inserción de los
desempleados. Las numerosas iniciativas de los últimos
años para subsidiar la contratación y promover el
empleo asalariado, no han buscado mejorar las
condiciones de trabajo ni la estabilidad laboral,
sino combatir el desempleo con independencia de
la calidad de los empleos que se creen. De hecho, su
13
Serie: debates políticos y sociales
diseño ha procurado no incluir incrementos de costos
para los empresarios, descansando su financiamiento
en el Estado. En realidad, ha primado la idea de que
cualquier ocupación es mejor que ninguna y que
basta con subsidiar a las personas para que tomen
los empleos disponibles. Pero un número muy alto de
adultos ni siquiera busca un trabajo o el que obtienen
es de muy baja calidad.
En realidad, nadie sabe cuánto gastan las empresas
cada año en indemnizaciones por años de servicio. A
primado más la idea de derogar el sistema legal de
indemnizaciones que reunir datos acerca de cuánto
vale realmente despedir en Chile. El empeño que
ponen las asociaciones empresariales en derogar el
derecho legal a indemnizaciones parece revelar que
se trata de sumas considerables. En todo caso, nunca
lo sabremos: los “expertos” y los empresarios no están
interesados en revelar estas cifras.
Los subsidios a la contratación no han sido más que
paliativos para enfrentar períodos de crisis económica
y no reflejan una política sistemática y coherente de
aumento de las oportunidades de ocupación y de
mejoramiento de la estabilidad laboral. Esa es una
forma de garantizar que prosperen las empresas,
sobre todo las más grandes, pero no de que prosperen
las personas que trabajan para vivir.
La reforma laboral de 2001 mantuvo el
esquema vigente de terminación de contratos de
trabajo: libertad de despido con previo pago de
indemnizaciones, causales legales de caducidad de
contratos de trabajo sin derecho a indemnización y
causas legales de despido disciplinario también sin
derecho a indemnización. La innovación consistió
en aumentar los montos de las indemnizaciones por
despidos arbitrarios o injustificados que un juez puede
decretar, lo que supuso una fuerte crítica empresarial
de que así se desestimulaba la contratación. Sin
embargo, la contratación post crisis económica retomó
y mejoró los niveles anteriores. Lo que sí persistió y
aumentó fue la inestabilidad laboral. La Dirección del
Trabajo informa que cada año hay alrededor de un
millón de despidos, mientras que estimaciones de la
Superintendencia de AFP indican que en promedio
un 55% de los contratos de duración indefinida duran
menos de 12 meses.
No podemos seguir confiando en una ley laboral que
garantiza a las empresas contrataciones baratas e
inestables para reducir el desempleo, a la vez que no
reorientamos las políticas económicas para obtener
mejores capacidades laborales y mayor inserción. Los
planes de empleos y subsidios a la contratación deben
reorientarse a mejorar las oportunidades laborales de
los desempleados.
Segundo Tema: Combatir la inestabilidad Laboral
Los últimos años se ha difundido la idea de que los
costos asociados al despido en Chile son especialmente
altos y se ha sugerido cambiar el sistema legal de
indemnizaciones por la obligación empresarial
de depositar en una cuenta individual de cada
trabajador un monto mensual, para ser retirado por
él al momento del despido. Pero en realidad, despedir
no suele ser caro en Chile: como el empleador sólo
debe pagar directamente indemnización por despido
cuando invoca necesidades de la empresa, sólo el 7%
de las terminaciones de contrato al año dan derecho
directo a recibir compensación. Por añadidura, ya
existen normas legales que disminuyen el impacto del
pago de indemnizaciones por despido: lo que pagan
los empleadores como cotizaciones al seguro de
cesantía se descuenta del pago de indemnizaciones
y las que paguen al momento del despido pueden
pactarse en módicas cuotas. No es cierto que las
indemnizaciones por despido sean un gasto excesivo
imposible de administrar.
La generalizada inestabilidad del trabajo en Chile
es preocupante. Habitualmente se afirma que las
personas buscan incesantemente nuevas ocupaciones
y están dispuestos a dejar su empleo por otro, por
lo que la inestabilidad no sería necesariamente
mala. Pero los datos disponibles muestran que, en
realidad, los términos de contratos de trabajo por el
fin de la vigencia pactada en ellos o por el despido
decidido por el empleador, más que cuadriplican a
los casos de renuncia o mutuo acuerdo. Esto revela
que la alta inestabilidad laboral en Chile se debe
al acentuado uso empresarial de contrataciones de
duración limitada y a los frecuentes despidos, lo que
se ha instalado como un estilo dominante de gestión
empresarial del trabajo, muchas veces indiferente a
conservar parte importante del personal contratado
indefinidamente.
14
Serie: debates políticos y sociales
Cada vez que las empresas se desprenden de
trabajadores, las implicancias negativas para ellos, sus
familias y la sociedad son considerables. Las facilidades
para despedir y los bajos costos asociados a ello,
impiden que las empresas realmente compartan las
consecuencias negativas de la pérdida de empleos.
cabo, ser un empleado desechable se convierte en un
desestímulo para intentar cualquier mejoramiento en
el trabajo: sólo dependo de la buena voluntad de mi
jefe para seguir empleado y sólo él sabe hasta cuánto
durará su buena disposición para conmigo.
Tercer Tema: Los salarios bajos generalizados no son un problema técnico,
son un problema político
Estas consecuencias costosas para la sociedad han
permanecido ocultas frente al discurso que promueve
a ultranza la libertad empresarial de despido, ojalá al
menor costo posible para los empleadores. La forma
más adecuada de que las empresas se responsabilicen
de los costos sociales de sus decisiones de despido es el
régimen de indemnizaciones por término de contrato,
cuya finalidad es que el empleador retribuya en forma
directa, complementaria y solidaria, la dedicación
que le dedicó el trabajador, y además operan como
un estímulo a la permanencia en el empleo y una
prevención ante el despido arbitrario.
La mayoría de los economistas profesionales afirma
que el salario individual depende únicamente
de la productividad del trabajo que se paga.
En consecuencia, al contratar un trabajador los
empleadores pagaran sólo el salario que retribuya
su productividad. Pero como no es posible saber a
priori cuán bueno o malo será el trabajador que se
contrata, la solución es pagarle el salario de mercado
es decir, el salario promedio que se paga en general
para esa función.
Es claro que las empresas han maximizado
las oportunidades que actualmente brinda la
institucionalidad laboral para utilizar la fuerza de
trabajo en períodos cortos de tiempo y abaratar costos
laborales. En consecuencia, el objetivo primordial
debe ser mejorar la estabilidad laboral. La idea de
sustituir en los nuevos contratos la indemnización
por despido por el pago anticipado de ellas no va en
esa dirección: volvería flexibles e inestables a todos
los contratos de trabajo, lo que incrementaría aún
más la acentuada inestabilidad laboral. Todos los
contratos de trabajo serían desechables. En cambio,
sí pueden implementarse otras medidas como:
establecer requisitos legales para regular los despidos
masivos; que los subsidios a las contrataciones estén
condicionados a que los beneficiados permanezcan
en los empleos subsidiados; fiscalizar decididamente
los casos de renovación sucesiva de contratos a plazo
y regular legalmente de forma restrictiva el uso y
terminación de los contratos por obra o faena, el
tipo contractual más usado en el empleo asalariado
en nuestro país. Además, los programas de fomento
debieran exigir una duración mínima a los empleos
que se generen. También pueden considerarse
beneficios tributarios a las MYPES asociados a que
un porcentaje importante de la planilla conserve el
empleo por un mínimo de años.
Los economistas suelen afirmar que operan en el
mercado incentivos generosos para premiar a los
buenos trabajadores: pueden obtener empleos con
mejores salarios y existen remuneraciones variables
que premian el mejor trabajo: más productividad
se paga mejor. Por añadidura, mientras más crezca
la economía, dicen, habrá más empleos y mejores
salarios.
Pero los datos no acompañan a estas idealizaciones
optimistas acerca de los salarios. En realidad, el salario
de mercado no depende sólo de la productividad
promedio: los vaivenes económicos, el desempleo, la
escasez o abundancia de mano de obra, la calificación
laboral, las responsabilidades legales de las empresas
que emplean trabajadores y la fuerza negociadora
de los sindicatos inciden directamente en el nivel de
los salarios medianos.
De hecho, el salario de mercado en Chile ha sido
en extremo conservador al trasladar el crecimiento
económico a las remuneraciones medianas: ha
beneficiado desproporcionadamente a las empresas
más grandes y a la minoría de trabajadores más ricos.
Esto significa que el crecimiento económico beneficia
mucho más a los salarios más altos y a las utilidades
empresariales que a los salarios de la gran mayoría
de los trabajadores. Este es la base de las profundas
desigualdades que existen en Chile.
Por añadidura, promover amplias libertades
empresariales para despedir tiene un oculto interés
antisindical: sin que la permanencia en el trabajo esté
protegida, la utilidad de participar en organizaciones
sindicales se reduce considerablemente. Al fin y al
Existe más de una teoría económica acerca de qué es
lo que realmente se paga cuando se remunera a un
15
Serie: debates políticos y sociales
trabajador. En realidad, no está claro si los salarios de
la mayoría de los trabajadores son bajos porque su
productividad es baja o bien la productividad es baja
porque los salarios se mantienen bajos. De hecho, la
productividad ha subido pero no así los salarios de la
gran mayoría de los trabajadores.
La reforma laboral de 2001 estuvo marcada por la
misma doctrina dominante desde 1991: la ley no debe
ni puede aumentar los salarios ni es conveniente que
se otorguen medios legales para que los trabajadores
logren aumentar sus salarios; para mejorar las
remuneraciones sólo valen el rendimiento individual
y la disposición empresarial a retribuir mejor a
quienes lo merezcan. Los cambios legales en materia
laboral los últimos 24 años han estado determinados
por esta creencia. Esto es sorprendente ya que ni
siquiera la Constitución de Pinochet prohibió subir
por ley los salarios. De hecho lo permite: el Presidente
puede presentar un proyecto de ley para fijar las
remuneraciones mínimas de los trabajadores del sector
privado y también para subir sus remuneraciones (Art.
65 N° 4 de la Constitución). Si los salarios no suben
por ley ni las empresas aumentan sus remuneraciones
en proporción a lo que obtienen del esfuerzo de
sus trabajadores ¿Qué debería pasar para que los
salarios de la mayoría de quienes trabajan para vivir
aumenten?
Ese es el tema que realmente debe preocuparnos: los
salarios de la gran mayoría no reflejan el crecimiento
de la economía ni los aumentos de productividad. El
salario de mercado no está reflejando las ganancias
de los empleadores. Cuando la economía crece, los
empresarios y los pocos trabajadores ricos crecen
con ella, pero la inmensa mayoría de quienes deben
trabajar para vivir no lo hace.
Por añadidura, para un número muy significativo de
trabajadores, la paga que reciben no dice relación
con su productividad sino con el salario que la ley
obliga pagar al empleador. Una gran parte de los
trabajadores recibe como remuneración sólo el ingreso
mínimo mensual y la gratificación garantizada que
ordena pagar la ley, lo que revela que sus empleadores
no pagan más ni un peso más de lo que la ley ordena.
Para esos trabajadores, las posibilidades de subir sus
salarios son por un aumento legal de los mismos o por
negociación colectiva.
La única ocasión que en Chile se discute el monto
de los salarios es en la fijación periódica del salario
mínimo, pero los criterios que hasta ahora se han
utilizado para su fijación dicen relación con la lucha
contra la pobreza, esto es, no se trata de pagar
sueldos justos que reflejen el crecimiento económico y
las utilidades empresariales sino sueldos solidarios que
fijen un mínimo salarial para que las personas que
trabajan no sean pobres. La determinación del salario
mínimo se ha concebido como un complemento
a las políticas públicas contra la pobreza, pero no
como una oportunidad para mejorar la justicia en el
trabajo. Se parte de la base que quienes reciben el
salario mínimo tienen poca o ninguna productividad,
sin considerar que el número de trabajadores que lo
recibe es realmente significativo.
La ley laboral no entrega medios realmente efectivos
para que los salarios suban proporcionalmente con
el crecimiento económico y a las utilidades de las
empresas. Que el salario mediano que se paga en
Chile no refleje las ganancias empresariales, no se
debe a una productividad que debiera mejorar,
sino a que la ley chilena no reconoce un real derecho
a obtener gratificación conforme a las utilidades
verdaderas de la empresa sino a un porcentaje fijado
de las remuneraciones mensuales y no en proporción
a las ganancias del empleador. Las remuneraciones
de la mayoría son bajas porque en nuestra ley
laboral no existen medios para que los trabajadores
puedan incidir en el monto de los salarios que les
pagan. Así de simple. No es un problema económico,
es político: nuestra ley permite ampliamente que las
empresas acumulen ganancias sin compartirlas con
sus trabajadores y eso no tiene nada que ver ni con el
mercado de trabajo, la productividad, el desempleo
ni el crecimiento económico. Es una debilidad laboral
garantizada por ley a las empresas, las que mientras
más grandes más provecho sacan de esa ventaja
legal.
Cuarto Tema: Correguir las desigualdades en la subcontratación laboral
En el mundo del trabajo chileno hay abusos que
comúnmente sufren los trabajadores, que permanecen
asombrosamente invisibles en el debate de “los
expertos”. Quizás el abuso más descarado que existe y
a la vez el que ha permanecido más invisibilizado, sea
la muy difundida subcontratación laboral. Su uso ha
crecido tan rápido que es probable que en grupos de
trabajadores más jóvenes, los subcontratados ya sean
mayoría o estén a punto de serlo. Por cierto, ya lo son
en algunos sectores económicos, como la minería, la
construcción y la industria.
16
Serie: debates políticos y sociales
El proyecto original de la reforma laboral de 2001
incluía nuevas normas para la subcontratación
laboral. La discusión legislativa del proyecto fue tan
difícil, que el gobierno de la época decidió sacar esas
normas para tramitarlas en un proyecto aparte.
En la práctica, la gran mayoría de las veces los
trabajadores subcontratados son una fuerza de
trabajo secundaria, peor remunerada, disponible
para efectuar un reemplazo, colaborar ante un
incremento de demanda o para ser derechamente
incorporada en forma permanente al proceso
productivo, sustituyendo la contratación directa de
trabajadores por un costo menor. Es normal que
trabajadores subcontratados que realizan las mismas
funciones, en los mismos puestos de trabajo y en
las mismas jornadas laborales que los trabajadores
directamente contratados, ganen, sin embargo,
remuneraciones significativamente menores; incluso
recibiendo sólo el salario mínimo.
Ese nuevo proyecto se reactivó cuando la elección
presidencial lo colocó en la primera línea de la
preocupación pública. Entonces, el gobierno repuso
el proyecto sobre subcontratación en el Congreso y
finalmente se aprobó (Ley Nº 20.123, que entró en
vigencia en enero de 2007). No se trató de una nueva
reforma sino fue el último capítulo de la reforma de
2001, que tardó seis años en aprobarse.
La tramitación de esta nueva ley estuvo motivada por
los graves problemas que muestra la subcontratación:
cadenas productivas muy extendidas que diluyen la
responsabilidad legal de las empresas mandantes
respecto de los trabajadores subcontratados;
condiciones más inseguras bajo las que suele
desarrollarse el trabajo subcontratado; la habitual
subcontratación permanente de las funciones del
giro principal de las empresas mandantes, que suele
ocultar una subordinación directa de los trabajadores
subcontratados a la mandante y opera como un
sustituto más barato de la contratación directa;
y la notoria desigualdad salarial que afecta a la
gran mayoría de los trabajadores subcontratados,
que pese a realizar las mismas faenas que los
trabajadores directamente contratados, ganan
salarios considerablemente inferiores.
Existe tal grado de abuso de la subcontratación
que suele ocultar una subordinación directa de
los trabajadores subcontratados a la empresa
principal. Frecuentemente, la línea que separa la
subcontratación de servicios de producción de la
contratación de trabajadores para las tareas propias
de elaboración de productos es confusa. Es habitual
que trabajadores directamente contratados convivan
con trabajadores subcontratados, realizando las
mismas funciones, obedeciendo a los mismos jefes
y usualmente con las mismas responsabilidades
laborales.
La nueva ley de subcontratación de 2007 apuntó
a resolver solo dos de los graves problemas de la
subcontratación: mejoró los dispositivos legales para
responsabilizar a las empresas mandantes del pago
de salarios y cotizaciones de los trabajadores externos
que utilicen y las obligó a tomar medidas directas para
prevenir accidentes y enfermedades laborales de los
trabajadores externos que ocupen. Pero no mejoró la
situación jurídica de los trabajadores subcontratados
que laboran como directos en las faenas del giro de
las mandantes ni obligó a pagar salarios similares
a trabajadores que realicen iguales funciones para
una misma empresa. Fue una ley conservadora
que permitió sin restricciones la subcontratación
permanente en faenas de las empresas y eludió exigir
que la subcontratación respete el principio de igual
salario por igual tarea. Así, la subcontratación sigue
operando principalmente para eludir las obligaciones
laborales y eso explica que haya penetrado tan
profundamente en las tareas propias del giro de las
empresas que la ocupan: en muchas empresas los
trabajadores propios hoy son minoría.
Habitualmente se dice que la subcontratación es
buena para la especialización laboral y el aumento
de la productividad: con ella, empresas de menor
tamaño pueden especializarse en la prestación de
servicios específicos a otras empresas, que ante tal
oferta renunciarán a proveérselo directamente y
lo externalizarán. Esto puede ser cierto en servicios
complementarios a la producción o incluso respecto
a partes del proceso productivo que requieren
competencias especiales por su complejidad, pero
no explica la intensidad con que la subcontratación
laboral ha penetrado en las tareas propias del giro de
las empresas que la ocupan. Datos recientes indican
que la subcontratación de tareas de la actividad
principal es la más frecuente , cuya motivación
principal es la de ajustar los costos laborales; en esos
casos la subcontratación es una eficaz herramienta
para reducir remuneraciones y condiciones de
trabajo y para limitar severamente la sindicalización
y negociación colectiva.
Lo que necesitamos con urgencia son cambios legales
que promuevan el uso de la subcontratación laboral
17
Serie: debates políticos y sociales
para mejorar la productividad y la calidad del
empleo y no como un subterfugio que permita el
abaratamiento de la contratación de mano de obra.
Para ello, debe precisarse con claridad la facultad de
la Dirección del Trabajo para sancionar los casos en
que las empresas que utilizan contratistas actúan, en
la práctica, como sus empleadores directos. También
debe reconocerse expresamente el derecho legal de
los trabajadores subcontratados en faenas del giro
principal a recibir la misma remuneración base de los
trabajadores directamente contratados en las mismas
faenas, lo que pondría fin a la discriminación salarial
que hoy padecen.
despidos, mientras otra será la que facture las ventas
y acumule las utilidades.
Este concepto legal de empresa tiene dos efectos
nocivos para los trabajadores: dificulta la identificación
del empleador y, por lo tanto, permite que las
empresas contraten a los trabajadores bajo una razón
social y declaren las utilidades bajo otra, de forma tal
de impedir que los salarios aprovechen las ganancias
empresariales. Además, permite la fragmentación
sindical y la división de la negociación colectiva,
con lo que los sindicatos sólo pueden negociar con
cada una de las razones sociales por separado de
un holding o grupo empresarial, pero no pueden
constituirse en contraparte laboral de todo el holding
y negociar acceso a las utilidades de todo el grupo
empresarial. En la jerga gerencial a todo esto se le
llama “lograr que el pago de salarios no contamine
el reparto de utilidades”. Esta escandalosa ventaja
ha sido ampliamente aprovechada por grupos
empresariales que han creado sociedades a cargo de
la contratación de trabajadores mientras que otras
sociedades del grupo consolidan las utilidades pero no
pagan remuneraciones.
¿Qué gana el país permitiendo que grandes
empresas subcontraten a bajo costo faenas de su giro
principal?
Quinto Tema: Derogar el concepto legal de empresa de una vez por todas
El Código laboral define qué es empresa, asociándola
a la existencia de una razón social determinada. Esta
norma es una herencia del Plan Laboral; no existía
en la ley laboral anterior ni existe en la legislación
comparada. De hecho, ninguna otra ley en Chile
define qué es empresa. Ni siquiera la Constitución.
Sólo el Código del Trabajo garantiza a las empresas
decidir las razones sociales que deberán cumplir
las responsabilidades legales. Esto es sencillamente
escandaloso: en materia tributaria, comercial o civil,
las empresas no pueden escoger qué obligaciones
legales deben cumplir, pero sí pueden hacerlo en
materia laboral, decidiendo qué razón social pagará
las remuneraciones o las indemnizaciones por
El concepto legal de empresa del Código del Trabajo
es una garantía para los negocios y una amenaza
para los derechos laborales: la razón social que escoja
una empresa amarra a los trabajadores a exigir
sus derechos y presentar sus reivindicaciones ante
esa sola razón social, mientras que el empresario
puede libremente dividirse, coligarse, fusionarse o
transformarse, buscando el formato jurídico que más
convenga a su ganancia. La inequidad es evidente.
18
Serie: debates políticos y sociales
La reforma laboral de 2001 pretendió resolver las
implicancias negativas del concepto legal de empresa
derogándolo, lo que no prosperó en el debate
legislativo. Como paliativo, se optó por regular
algunos casos de abuso empresarial de las razones
sociales, creando un nuevo y complejo ilícito laboral:
el subterfugio empresarial para eludir las obligaciones
laborales y previsionales, que faculta a los jueces a
aplicar multas. En realidad, la jurisprudencia de los
tribunales ha encontrado vías más expeditas para
corregir los casos en que empleadores han intentado
esconderse detrás de varias razones sociales para
dificultar el pago de salarios y de indemnizaciones
por despidos.
Sexto Tema: Negociación colectiva y
derecho de huelga para todos los trabajadores
Hasta ahora, el problema de los multirut empresariales
se ha planteado, sobre todo, como casos puntuales
de fraude laboral, que debieran enfrentarse con
multas de mayor monto. Pero lo que en realidad
necesitamos es que la ley laboral otorgue un trato
justo a empresas y trabajadores, impidiendo que los
empleadores puedan libremente adoptar formatos
societarios para fragmentar la sindicalización, impedir
la negociación colectiva y lograr que los salarios que
pagan no aumenten con las utilidades que obtienen.
Para ello es imprescindible derogar el concepto de
empresa del Código del Trabajo, lo que no supondrá
una carga empresarial adicional ni un trato desigual
para ellas, sino simplemente que el tratamiento
legal a las empresas en materia laboral sea el mismo
que en todas las demás materias donde la libertad
empresarial para fusionarse, dividirse y filializarse no
les permite escoger las responsabilidades tributarias,
comerciales o bursátiles que deben cumplir.
El terror a la organización sindical se aprecia a lo
largo y ancho de nuestra legislación. La sensación de
amenaza atraviesa el texto legal como un fantasma:
que los sindicatos no existan, no hagan, no puedan, que
no se salgan con la suya. La ley trata a los sindicatos
como verdaderos enemigos de la libre empresa y
el crecimiento económico. Esta idea contradice los
valores de un sistema democrático de gobierno.
Nuestra legislación lisa y llanamente no cree en
la legitimidad y autenticidad de las experiencias
asociativas en el trabajo; desconfía de ellas, como una
amenaza a la libertad individual de los trabajadores.
Por ello, mal regula la libertad sindical, restringe las
manifestaciones auténticas de la misma, no logra
definir con claridad las formas en que ella puede ser
atacada y para normar los derechos de negociación
y huelga concibe un engendro monstruoso de
prohibiciones. Sólo Cuba prohíbe la huelga de la
misma forma en que lo hace Chile.
En realidad, la debilidad sindical en Chile es el
resultado directo de una legislación diseñada y
concebida precisamente para lograr ese fin. Su
doctrina es evidente: no existen colectivos organizados
sino sólo individuos, que sólo pueden participar
si son individualmente representados, ratifican
individualmente las decisiones de la asamblea y
nunca pierdan el derecho a separarse del colectivo.
Todo eso es incompatible con reconocer la existencia y
legitimidad de los derechos de acción colectiva. La ley
laboral chilena es, por definición, anti sindical y la única
forma de remediarlo es cambiando en su esencia ese
modelo anti sindical de relaciones laborales, dándole
protagonismo y poder efectivo de negociación a las
organizaciones sindicales. Cualquier otra solución
intermedia nos volverá una y otra vez al mismo
resultado: pocos y débiles sindicatos y virtualmente
ninguna negociación colectiva efectiva. Este es uno
de los nudos esenciales de la desigualdad en nuestro
país, y sin desatarlo no cambiarán esencialmente las
cosas para la gran mayoría de quienes deben trabajar
para vivir.
Durante la tramitación de la reforma de 2001, se
reveló el temor a que sin un concepto legal de empresa
sobrevendría una avalancha de reivindicaciones
laborales que apabullaría a muchos emprendedores,
especialmente a los más pequeños. Pero no existen
motivos reales para creer que la eliminación del
concepto legal de empresa generará una inseguridad
jurídica, abriendo insidiosamente las puertas a la
negociación colectiva supraempresa; su derogación
sólo permitiría la negociación colectiva conjunta en las
sociedades que conforman holdings, los que no están
formados por pequeños ni medianos emprendedores.
Para que la negociación colectiva sea posible en las
PYMES, se requieren modificaciones sustantivas a las
normas que regulan la negociación, lo que creemos
debe hacerse, pero por la vía de otorgar derecho de
negociación colectiva supra empresa.
19
Serie: debates políticos y sociales
Las imprescindibles reformas en materia colectiva son muchas. Todas
ellas deben apuntar a cambiar la
orientación ideológicamente antisindical de nuestra ley
• Existe la idea de instituir la sindicalización obligatoria
para mejorar la participación en sindicatos, pero tal
medida no empoderaría realmente a los sindicatos.
Pero la única forma en que los sindicatos sean protagonistas es que dispongan medios efectivos de negociación, o sea, defensa legal verdadera ante prácticas antisindicales, acceso a negociación colectiva y a
huelga. La afiliación sindical mejorará no porque la
ley la ordene sino porque los sindicatos tengan algo
que ofrecer a los trabajadores. Una medida mucho
mejor para lograrlo, es que todos los beneficios colectivos logrados por un sindicato deben aplicarse automáticamente a quién se asocie a él. La afiliación
automática, en cambio, no impedirá que los trabajadores se desafilien y en realidad, beneficiaría sobre
todo a los sindicatos tradicionales, subsidiando su representatividad tal y como lo hoy lo hace el sistema
binominal con los actuales legisladores.
• Todos los trabajadores deben tener derecho a negociar colectivamente, también los trabajadores
transitorios, a plazo o temporeros. Con esta medida se promovería la negociación en amplios sectores
como la construcción y la agroindustria, donde hoy
es prácticamente inexistente.
• Debe permitirse que los sindicatos interempresas negocien libremente con las empresas en la que laboran sus afiliados. De esa forma se promovería la negociación en las empresas de menor tamaño, en las
que se emplean la gran mayoría de los trabajadores.
Sin una medida legal como ésta no aumentará la ínfima cobertura de la negociación colectiva en Chile.
• Debe garantizarse el derecho de huelga efectivo, con
eliminación expresa del reemplazo de trabajadores
huelguistas y del descuelgue de los huelguistas de la
huelga. No habrá intervención real de los trabajadores en la fijación de salarios y condiciones de trabajo
sin un auténtico derecho de huelga. Todo lo que se
haga de forma incompleta en esta materia, hará
que todas demás reformas sobre derechos sindicales
sirvan de muy poco o no sirvan para nada.
• Un auténtico modelo de relaciones laborales exige
que las decisiones individuales de los asociados sean
necesariamente respetuosas con las decisiones de la
mayoría de los asociados, de otro modo nunca existirá la experiencia asociativa sino sólo un rejuntarse de
gente, que en cualquier momento se disgrega, sin lograr persistir como una contraparte colectiva para la
empresa. Por tal motivo deben derogarse los grupos
negociadores, la extensión empresarial de beneficios
colectivos a quienes no los han negociado y prohibir que los trabajadores puedan descolgarse individualmente de una huelga: la decisión de empezar
y terminar una negociación o una huelga, debe ser
colectiva no individual.
• Debe reducirse la vigencia máxima de cuatro a dos
años de los acuerdos colectivos. La ley no puede ofrecer un tiempo tan largo entre cada negociación colectiva: eso es un descarado subsidio a las empresas.
20
Serie: debates políticos y sociales
Es necesario resolver contradicciones
internas para hacer la reforma laboral
Tercero, el sindicato negocia colectivamente, y punto.
Y no esta cosa ridícula, que el sindicato negocia,
hace el costo y la mitad de los trabajadores, reciben
todos los beneficios de los que pelearon sin haber
aportado ni arriesgado nada; ni siquiera pagando los
descuentos por planilla. O sea, negociación colectiva
centrada en el sindicato.
* Francisco Vidal. Encargado de Programa Partido
por la Democracia
En primer lugar, si queremos de verdad abordar
la lucha contra la desigualdad, debe reconocerse
que ésta se sostiene y se reproduce, por una parte,
en el largo plazo, con la desigualdad de acceso a la
educación –que no corresponde profundizar en este
foro- y, en el corto plazo existe una desigualdad
cotidiana en la relación entre capital y trabajo: estas
son las normas laborales. En consecuencia, no hay
coherencia si no se atacan simultáneamente los dos
frentes: el frente educacional y el frente laboral; de
otro modo, queda como un combate a medias.
Cuarto, eliminación completa, sin ambigüedad
alguna, del multirut.
Quinto, avanzar hacia la negociación por rama
u holding, y romper el mito de que la diversidad
estructural de la economía chilena hace imposible
una negociación por rama. El modelo uruguayo en
América Latina y algunos modelos europeos nos
sirven como referencia.
Dicho eso, y aprovechándome del relato que hace
Carlos Montes respecto a lo que dice la derecha en
los pasillos. Yo creo también que la derecha y el
empresariado están disponibles para un aumento de
los impuestos, están disponibles para un nuevo sistema
electoral, pero no están disponibles para cambiar la
regla del juego en el campo laboral, ni siquiera en
un aspecto básico como la negociación porque de
allí surge que parte del excedente del capital pueda
eventualmente mejorar las condiciones del trabajo.
Sexto, merece un capítulo especial, la relación entre el
Estado y los trabajadores del sector público. Es decir,
no es más posible que el peor empleador de Chile es
el Gobierno de Chile, que tiene, entre los sistemas de
contrata y honorario, casi al 50% de la dotación.
En estos puntos, hay bastante consenso a nivel de
partidos; pero, reconozco lo que dice Carlos Montes,
que hay una cierta división transversal entre los
políticos. La reforma laboral sustantiva la hizo Aylwin
en 1991; hubo, luego, proyectos e intentos a fines del
2007-2008, pero entre la oposición interna de la
Concertación más la crisis económica internacional
(se juntaron las dos cosas) Osvaldo Andrade perdió
esa pelea cuando era Ministro de Trabajo, y eso es lo
que uno ve de las nuevas relaciones laborales.
En este sentido, la primera tarea de los partidos -en
este caso mi partido (PPD) y de la Nueva Mayoría-, es
colocar el tema en la agenda actual. Efectivamente,
lo que tenemos ahora es una reiteración, en
esta fuerza política, de tres prioridades (reforma
educacional, constitucional y tributaria). Pero, se abre
el camino para otras prioridades aunque no está aun
completamente definido que la reforma laboral, sea
de la misma importancia de las otras tres. Entonces,
de partida hay ya ahí, una lucha: incorporarla con la
misma importancia en la agenda.
Quiero, no obstante, enfatizar que la pelea va a
ser muy dura; mucho más dura que la reforma
tributaria y mucho más dura que el cambio del
sistema electoral. Pero cuando uno quiere dar una
batalla de esta envergadura tiene que tener claro,
obviamente al adversario y la relación de fuerzas en
su propio frente. Y aquí hay dos peleas por ganar
pues, no solo la del adversario, hay que ganar adentro
primero. Porque lo que no dijo Carlos Montes, pero se
lo he escuchado en otras oportunidades, que había
Diputados de la Concertación que no les gustaban
los proyectos de ley que a Carlos le gustaban; y esos
Diputados no estaban circunscritos a la Democracia
Cristiana, sino que estaban bastante “repartiditos”.
Lo segundo, es que la transformación en el ámbito
laboral tiene que ser sustantiva, porque para lograr el
equilibrio, en una historia de desequilibrios, el esfuerzo
es mayor. Desde el punto de vista de algunos partidos,
al menos del PPD pero que lo trasciende, nuestro
planteamiento es muy concreto, sin ambigüedades:
Uno, Sindicalización automática. Veremos después si
con desafiliación automática, voluntaria.
Segundo, derogación del reemplazo en la huelga,
sin titubeos, sin ambigüedades, sin gradualidades.
Cuando hay huelga, no hay reemplazo, punto.
Hay grandes economistas de la Concertación, hoy día
la Nueva Mayoría, que esto no les gusta. Entonces,
21
Serie: debates políticos y sociales
la pelea es interna y ojalá que trascienda a la
candidatura de la Nueva Mayoría. Yo he escuchado
algo, de lo que dice Marcel Claude que en este
sentido está casi en el extremo; he escuchado a Marco
Enríquez-Ominami que en esta en la misma dirección
que yo señalo. Esta entonces creo que es una de las
peleas más relevantes.
nivel que los otros temas tan relevantes es síntoma
de una derrota parcial. Entonces lo que quiero decir
es lo siguiente, al final esto es fuerza política y una
doble lucha. Pero no podemos empezar la lucha con
el adversario principal si no tenemos resuelta la lucha
fraterna, del fuego amigo por así decirlo, que de
repente es peor que el fuego enemigo.
Hoy, en mi opinión, no la estamos ganando, porque
el sólo hecho de que el tema no esté en el mismo
22
Serie: debates políticos y sociales
Un cambio cultural para las Reformas
Laborales
colectiva. Deben retomarse impulsando una cultura
de lo colectivo que otorgue más protección. Estas
reformas están vinculadas a los quórums que define
la Constitución y aluden a la ampliación del fuero y a
flexibilizar todas las formalidades.
* Diputado Carlos Montes
No soy un especialista en la materia, pero al final de
la dictadura estuve varios años apoyando a sindicatos
en negociaciones colectivas. En el Parlamento, sin
embargo, fue motivo de frustraciones tempranas, por
lo que no me mantuve en la discusión permanente,
sino sólo en las comisiones investigadoras que
propuse.
Las remuneraciones y los derechos individuales
también son motivo de debate. Seguimos teniendo
muchas denuncias por descuentos indebidos; lo que
concierne a las gratificaciones que se está poniendo
hoy día en la discusión porque se pagan en muy pocos
casos; el cumplimiento de los contratos, y todo lo
relacionado con los despidos; el concepto de empresa,
que solo lo nombro pero tiene que ver con los
llamados multirut; la seguridad laboral, que a partir
de la situación minera de 2010 quedó al descubierto;
con respecto a la institucionalidad y la fiscalización,
que alude al rol de la Dirección del Trabajo y las
atribuciones y la eficacia de sus procedimientos. En
definitiva, creo que el próximo gobierno tiene que
tener una política pública y legislativa muy favorable
a estas transformaciones.
Cuáles son las transformaciones que debemos hacer en
las condiciones laborales?. Una de las dimensiones de
la sociedad chilena donde la herencia de la dictadura
está más intacta es en el de las relaciones laborales.
Los pilares del plan laboral siguen instalados. Y,
lo peor, es que esta herencia no sólo es legal, sino
también cultural.
En los 20 años de la Concertación no se modificó
sustantivamente esta situación. La estrategia de
subordinar todo al crecimiento económico predominó
por largos años de tal manera que los derechos
laborales fueron vistos en los hechos como obstáculos a
éste. El resultado es que existe un fuerte desequilibrio
entre empleados y empleadores y una escasa o nula
capacidad de los trabajadores para incidir en la
distribución de la riqueza y en las decisiones sobre sus
propias condiciones de vida y trabajo.
En segundo lugar, sobre el nuevo modelo de relaciones
laborales hay mucho que reflexionar, y no pretendo
decir nada nuevo. Pero, lo claro es que hoy día no
existen los consensos, ni técnicos ni políticos, ni en el
diagnóstico ni en las soluciones, como para decir que
estamos llegando a una solución. Hablamos mucho
de trabajo decente, hablamos de un nuevo Código
Laboral como una aspiración; pero, para un nuevo
modelo, como se dice en el Manifiesto Laboral, hay que
partir de una constatación: es necesario reconocer la
divergencia de intereses en la relación capital-trabajo
y la legitimidad del poder de los trabajadores.
La desigualdad en Chile se explica en gran medida
por lo que ocurre en el trabajo y con los trabajadores.
El informe de la Fundación Sol señala que el 50% de
los que trabajan ganan menos de 250 mil pesos y esto
es el reflejo de la desigualdad; está claro también que
los aumentos de la productividad han sido mayores
que los aumentos de las remuneraciones reales en
todo este período.
Entonces la pregunta sobre las transformaciones
necesarias en el marco laboral puede tener distintas
aproximaciones. Primero, se requieren cambios
legales urgentes; segundo, hay que definir un nuevo
modelo de relaciones laborales por el cual luchar; y,
tercero, hay que instalar el tema en el lugar que debe
tener en la vida nacional.
Este es un punto de partida clave para abrir un debate
sobre una solución a los nuevos modelos de relaciones
laborales. Y este debe estar pensado en el marco de
coordenadas mucho más globales, como la necesidad
de vivir en una sociedad más justa e igualitaria.
Que su modelo de desarrollo no se base en exportar
recursos naturales no renovables, en el retail y en el
crédito; sino que éste recupere la idea de establecer
una política industrial y de innovación donde generar
valor agregado sea un objetivo fundamental y donde
las PYME’s se modernicen efectivamente.
Sobre los cambios legales inmediatos, hay que poner
mucho énfasis, y no están planteadas en la agenda
prioritaria en el país, en la sindicalización y negociación
La capacitación está tan atrasada que, ni siquiera,
corresponde al actual modelo de desarrollo, con mayor
razón, en relación a una política industrializadora.
23
Serie: debates políticos y sociales
Es necesario producir cambios culturales, políticos
y sociales para que la sociedad otorgue un lugar
significativo a los trabajadores para poder hacer
mucho más de lo que permite la transformación
legislativa. Los cambios legales no van a producirse a
base de un acuerdo puramente parlamentario. Tiene
que haber presión de la sociedad.
poco de las “utopías concretas” –en el lenguaje de
Jospin- o de las formas de mejorar nuestra sociedad.
En todo caso, queda claro que la transformación
es imposible sin un poderoso movimiento social y
sindical. Aquí, el modelo neoliberal va a resistir con
todo y la derecha nos dice constantemente en las
conversaciones cotidianas: “cualquier cosa menos
reforma laboral”, “eso no lo vamos a aceptar”.
Están dispuestos a reforma tributaria, a discutir la
Constitución, a una reforma educacional, pero la
reforma laboral, no!
Hay una subvaloración en la sociedad de lo que
ocurre con los trabajadores. La realidad concreta se
conoce poco, hay poca sensibilidad para asumir los
enormes abusos y desequilibrios entre el capital y el
trabajo. La hegemonía neoliberal cruza a toda la
sociedad. En el movimiento social del 2011, la lucha
por los derechos laborales no estuvo en el centro ni
tampoco la preocupación por dar a los trabajadores
un mejor lugar en la sociedad.
¿Cómo se crea un movimiento social y sindical de
la envergadura necesaria para resituar este tema y
lograr tales transformaciones?
Es muy difícil contestar esto, pero algunas ideas se
pueden desarrollar. Primero, hay que promover
lo colectivo como eje de la defensa de los derechos
laborales. Esto parece obvio pero no está instalado
como tal en la sociedad. Hay que hacer un inmenso
esfuerzo para elevar la sindicalización, y mejorar la
organización.
Califico esto como un atraso en la dimensión cultural.
En algún momento en el Parlamento dijimos “esto
es central” y nos dedicamos seis meses a estudiar
cómo era la realidad. Hicimos dos investigaciones
que emanaron sendos informes centrados en lo que
ocurre en la realidad. Se generó un debate, pero no
logró proyectarse más allá por la escasa sensibilidad
en la materia.
A modo de ejemplo, en mi zona distrital se están
permanentemente constituyendo sindicatos del retail,
y de inmediato se comienza la persecución. En estas
circunstancias es necesario un esfuerzo sistemático y
masivo para impedir la destrucción de lo logrado. Por
otra parte hay que salir de la trampa del engorroso
proceso de negociación colectiva que es legalista y
complejo, lleno de rigideces para obstaculizar los
logros, por lo tanto hay que luchar también desde
afuera, por la vía de la solidaridad, por la vía del
apoyo.
También hay un problema político. En los partidos
de la Concertación el tema laboral fue materia de
disputa. En 1991, con René Cortázar de Ministro del
Trabajo, se votó en la Cámara de Diputados, el
cambio del concepto de empresa y fue rechazado en
el Senado. También sobre sindicalización y negociación
colectiva hubo distintos intentos de reforma, aunque
a veces fuimos pocos los impulsores. Boenninger y
Foxley fueron siempre opositores a incorporar otras
maneras de enfrentar, por ejemplo, los reemplazos
de trabajadores en caso de huelga. Pero este
conflicto quedó encapsulado en el Parlamento, es
decir, no salió a la sociedad a discutirse y menos a
la universidad. Aunque, es necesario aclarar que esta
disputa no fue sólo entre democratacristianos y no
democratacristianos, sino dentro de todos los partidos.
Las discrepancias fueron transversales.
Y esta solidaridad hay que impulsarla desde todos
los flancos. La vieja alianza trabajadores-estudiantes
es fundamental. La huelga de los trabajadores del
“Plaza Vespucio de Salud” (Clínica Vespucio) que
tuvo lugar recién es un ejemplo. Los trabajadores de
esa empresa no lograron abrir la frontera ni siquiera
de los otros sindicatos.
Creo que es indispensable dar centralidad al
problema político del trabajo y los trabajadores. Ello
debe tener otro lugar en la agenda. No será fácil
hacer las reformas necesarias porque ya sabemos las
dificultades con las que nos encontraremos. Hasta hoy,
las propuestas políticas hacen énfasis en la generación
de más consumo de bienes y servicios y se habla muy
Asimismo, creo que la despolitización en las bases
de trabajadores es clave y eso tiene que ver con el
papel de los partidos en la base sindical. Hay una
despolitización muy fuerte, y persiste más bien la
idea de que hay que mantener mucha autonomía
sindical. Pero eso es un error, hay que recuperar y
buscar acuerdos con los actores políticos.
24
Serie: debates políticos y sociales
También me parece que en lo referente al mundo
laboral se requiere más investigación y propuestas.
Chile está bien atrasado, en ese sentido, con respecto
a América Latina. Es vergonzosa nuestra legislación
en relación con todo el resto de América Latina, en
sindicalismo, en negociación colectiva, derecho a
huelga, etc. Se requiere estar investigando y poner el
tema también en el debate universitario. Yo no me
voy a referir a la formación de dirigentes porque sé
que se hacen muchos esfuerzos, pero, creo que viene
una etapa que requiere impulsos nuevos por ese
camino.
la televisión digital, estamos bastante arrinconados
sobre todo desde los canales actuales que tratan de
imponer un modelo que les sirva.
Termino diciendo que me parece que éste es un tema
político de primera importancia. Que es necesario
hacer un gran esfuerzo de todos para ponerlo en el
centro en este período de campaña, pero también
después. En mi campaña a senador, en todas partes
hablo del tema laboral, pero reconozcamos que no
es el tema al que la gente presta más atención. No
es un tema que concite; no está puesto en la primera
prioridad en la gente, quizás porque no hay la
sensibilidad suficiente para plantearlo. A muchos les
parece que es un problema de otros, a pesar de que
muchas veces lo están viviendo en su familia.
Además, hay bloqueo de los medios de comunicación
y no todas las huelgas logran llegar a éstos. En el caso
de los funcionarios en huelga en Correos de Chile,
si no se meten dentro del río Mapocho y están una
hora dentro del río, no habrían salido en ninguna
parte. Y aún así, sale lo del río, pero no los contenidos
específicos del conflicto.
Por esto, se requiere una estrategia orientada
especialmente a fortalecer la capacidad cultural,
política y social para generar las transformaciones,
aunque también tengamos muy claras las reformas
legales más urgentes.
¿Cómo se rompe este bloqueo de los medios de
comunicación?
A mí, la verdad que me ha extrañado, que en la
discusión de la televisión digital no haya estado la
CUT, porque debería ser una de las que aspirara a
ser un actor del proceso. Como sea, en el debate de
25
Serie: debates políticos y sociales
Empleo precario, políticas públicas y
voluntad política 1.
empiezan a notar solamente en el nivel más alto
(desde educación superior completa). Más aún,
hay indicios que permitirían –dramáticamenteconcluir que la actual estructura económica y las
enormes desigualdades de ingresos harán inútil los
esfuerzos educacionales de miles de chilenos.
* Rafael Urriola U.
Sólo puede entenderse la protección social cuando
hay acciones deliberadas del Estado para amortiguar
los efectos catastróficos de eventos que afectan a
la población. Esto ha ocurrido, por ejemplo, con la
Ley de Seguridad Social de 1925, la ley de Accidentes
del Trabajo de 1908 y sobre todo la de 1968; la del
Seguro de Cesantía de 2002; la reforma Previsional
de 2008 o la Ley Auge de 2005. Justamente, los
pobres tienen menos posibilidades de enfrentar
estos acontecimientos y por ello es importante no
solo cuantificarlos sino encontrar las causas de esta
situación para definir políticas sociales adecuadas
para colaborar en la superación de la pobreza.
La versión de que superar la pobreza solamente
se consigue con más educación y más gente
trabajando pareciera que intenta, más bien,
trasladar el problema de la pobreza a las personas,
despreciando las responsabilidades estructurales
(que recaen en las autoridades socio-políticas que
definen las políticas públicas) de la desigualdad de
los ingresos y de la heterogeneidad de la estructura
económica.
Empero, hay consenso en que las causas de la pobreza
son múltiples. Educación; calidad del empleo; nivel de
ingresos y de educación de los padres; entorno social;
redes sociales (para obtener empleo especialmente);
lugar de residencia, entre otros, son elementos que
coexisten e incluso se retroalimentan entre sí. Para
otros, la pobreza sólo se reduce a algunos de estos
factores.
Esta heterogeneidad se manifiesta en la precariedad
de los empleos y por lo tanto de los ingresos de las
personas. Contreras et. al. (2004) utilizaron el
coeficiente de correlación de Pearson (que indica
la probabilidad de que una persona de un rango
determinado en un período permanezca en ese
rango posteriormente) entre el ingreso per cápita
de 1996 y 2001. Se obtiene que la correlación para
Chile es solo de un 0.37, muy por debajo de la misma
medición para Dinamarca y Alemania, países para
los cuales las correlaciones de ingresos para el período
1986-1991 fueron de 0.65 y 0.79, respectivamente.
Las explicaciones tradicionales parecieran argumentar
que los pobres al no tener educación no acceden a
empleos bien remunerados y que, incluso por ello,
hay menos personas que trabajan entre los pobres.
Los resultados de la Casen 20092. que se examinan
en detalle en la siguiente sección, conducen a
explicaciones diferentes.
.
.
En definitiva, al examinar los detalles en la
encuesta Casen se verifica que ambas aseveraciones
(educación y empleo) son condiciones necesarias
pero de ninguna manera suficientes para escapar
de la pobreza.
a.)La estructura económico-ocupacional de Chile, sin
duda mantiene sectores de baja productividad, de
autoempleo informal que impiden superar la pobreza; pero, es igualmente importante el efecto de los
bajos salarios o ingresos en empleos permanentes.
En general hay mitos simplificadores para explicar
la pobreza que ni siquiera resisten análisis en
profundidad. A continuación, a partir de la encuesta
2009 se examinan algunos de ellos.
b.)Asimismo, estudiar no es una condición suficiente
para aumentar los ingresos ya que las diferencias se
a) Con un ingreso no alcanza
Resulta simplista sólo destacar el impacto del
desempleo sobre la pobreza porque en realidad,
1.756.632 personas, el 69,5% de las afectadas por la
pobreza en 2009, viven en hogares en que no hay
desocupación. En estos casos la pobreza no se debe
a que no disponen de trabajo sino que los ingresos
que provienen de este trabajo no le son suficientes.
1.
Este artículo ha sido extraído fundamentalmente de
“Casen: más desigualdad que pobreza” (2010) del mismo
autor.
2.
Por las controversias de público conocimiento y no
resueltas acerca de la Casen 2012 no se actualizaron
estas cifras pero, sin duda, no transformarían las hipótesis
centrales de este documento.
26
Serie: debates políticos y sociales
La ocupación también depende de varios factores. Ni
el desempleo ni la pobreza se reducen simplemente
por “chorreo” del crecimiento económico como ha
insistido la visión liberal extrema por años. Al menos
esto no sucede de manera tan simple. Los crecimientos
del empleo actúan con rezago con respecto al repunte
económico porque no hay razón para que, a todo
evento, el empleo se incremente cada vez que hay
crecimiento económico. En efecto, si la reactivación
se concentra en ramas productivas de baja densidad
de mano de obra como es la minería, lo forestal o la
pesca industrial el empleo quedará rezagado.
en los países de América Latina, donde según el
Banco Interamericano de Desarrollo, el 83% de los
hombres trabaja y un 47.6% de las mujeres lo hace. Sin
embargo, en el caso chileno la participación laboral
de la mujer en el primer decil bordea solamente el
20%. El aumento del empleo de las mujeres en el
primer quintil ha sido en parte empleo formal pero la
mayor parte ha sido empleo informal: cuenta propia
más asalariados sin contrato. En el año 1990 un poco
más del 50% del empleo de las mujeres en el primer
quintil era formal, en el año 2006 menos de la mitad
del empleo es formal.
Los premios Nobeles de Economía de 2010 justamente
examinaron temas de empleo. Se destaca entre
los aportes de los Nobeles que hay una zona de
incertidumbre (la curva de Beveridge) en que hay
empleadores que no logran reclutar trabajadores
pese a que el desempleo es alto. De hecho, en todos
los tiempos hay permanentes procesos de destrucción
y de creación de empleos. No obstante, por ejemplo
las calificaciones de los despedidos pueden no ser las
que se están demandando en los nuevos empleos.
Pareciera entonces simple mostrar que un segundo
empleo -o más bien los ingresos de una segunda
persona en el hogar- es la principal manera de superar
la línea de la pobreza ya que en la mayoría de los casos
de pobreza, un solo ingreso no es suficiente. Nótese
que la relación de ocupados promedio es de 0,7 en los
hogares calificados como indigentes; de 1,1 trabajador
en los hogares pobres; y, de 1,6 personas que trabajan
en los hogares no pobres. Pero, al mismo tiempo, esta
relación da cuenta de las bajas remuneraciones3..
Dale T. Mortensen (2009), uno de los galardonados
en 2010, concluía que existe una relación lineal entre
el salario medio pagado y la productividad de las
empresas. Pero que sus investigaciones se dirigían
a examinar situaciones en que las empresas son
heterogéneas con respecto a la productividad, se
componen de muchos trabajadores, y se enfrentan
a la disminución de los rendimientos del trabajo. En
realidad –concluye- no existe un único equilibrio en
el mercado de trabajo y que esto depende de la
productividad de las empresas.
Si a esto agregamos que hay personas que aparecen
empleadas solo porque lo hicieron unas pocas horas a
la semana y otros que solo lo hacen temporalmente,
debemos reconocer que las políticas de empleo
terminan siendo “el pariente pobre” de las políticas
sociales.
Una visión exageradamente mercantilista -que
resurgió con todo vigor en los años ochenta- supone
que sólo el mercado es eficiente para asignar recursos
y crear empleos. Nada es menos cierto. Por ejemplo,
EE.UU. con frecuencia impone trabas no arancelarias
al ingreso de productos con alta composición de
empleo (como los de la agricultura). En España y
Francia se destinan recursos cuantiosos para reciclar
mano de obra mediante capacitación -con salarios
casi equivalentes al período previo a la cesantía- lo
que amortigua la tasa real de desempleo. En Chile,
hay numerosos programas públicos para fomentar el
empleo incluso subsidiando las nuevas contrataciones,
especialmente de jóvenes.
Por otra parte, podría suceder que la tasa de
incremento de nuevos entrantes al mercado de
trabajo sea mayor que la del efecto sobre el empleo
que provoque el crecimiento económico. En Chile hay
espacio para una demanda creciente de empleos,
especialmente femeninos, por: cambios en los patrones
culturales con aumento de los años de educación de la
población (incluso las mujeres superan a los hombres);
una sostenida reducción de la tasa de natalidad; y, los
bajos ingresos de los hogares.
En efecto, la participación laboral de las mujeres en
el período 1986-2006 -señala el informe del Consejo
Asesor Presidencial de Trabajo y Equidad (2008)- ha
subido de un 25% a un 38%. La participación de los
hombres y mujeres es inferior a la observada en los
países de la OECD. Además, es inferior a la observada
3.
El debate de si los diferenciales de salarios son sólo
explicado por los diferenciales de productividad o por las
capacidades de negociación de los agentes (o cuanto de
cada una) es trascendente pero no corresponde a este
trabajo.
27
Serie: debates políticos y sociales
buscar trabajo. Bastaría solamente que todas estas
personas resolvieran esta traba (y en el supuesto que
encontraran trabajo) para que la pobreza quedara
reducida a menos de 10% en el país. Pero, por cierto,
no se trata de decisiones individuales sino de la
incapacidad, sea del sector público para entregar
un sistema universal y adecuado de guarderías, o
bien de las empresas e instituciones para aumentar
los ingresos de tal modo que sus empleados puedan
pagar guarderías privadas.
b) ¿Por qué no trabajan más los Pobres?
En primer lugar, se trataría de entender por qué
–pese a los magros ingresos familiares- no hay más
personas intentando trabajar. De este modo, en la
Casen se consulta a quienes no trabajan por qué no
lo hacen. Como la proporción de los estudiantes y
personas que declararon quehaceres del hogar para
justificar no buscar trabajo entre pobres y no pobres
eran muy similares4. , entonces, fue necesario buscar
las explicaciones en otra parte. A partir del cuadro 1
se concluye que:
ii) En segundo lugar, el cuadro 1 muestra que la
diferencia más significativa proviene del monto
de la jubilación ya que, un 19% de los pobres que
no buscan trabajo es porque ya están jubilados;
asimismo, otro 15% tienen enfermedades crónicas
o invalidez. Es decir, aquí es necesaria una acción
pública que complemente y/o amplíe la cobertura
del bono solidario otorgado desde 2008 que, tuvo un
impacto notorio para reducir la pobreza pero no fue
suficiente.
i) El 20% de las personas pobres (y sólo el 10% de
los no pobres), en su mayoría mujeres, no buscan
trabajo porque “no tienen con quien dejar a los
niños”. Es entonces muy notoria la importancia de
las guarderías o sistemas similares. Podría inferirse
que si existiese institucionalidad de protección social
en este aspecto muchas mujeres puedan intentar
Cuadro 1.- Por qué no buscó trabajo en el último mes (1)
Consiguió trabajo, pero empezará en los próximos 30 días
Está esperando resultado de gestiones ya emprendidas
No tiene con quien dejar los niños
No tiene con quien dejar a adultos mayores de la casa
No tiene con quien dejar a un postrado, discapacitado o enfermedad
Un familiar se opone
Busca cuando realmente lo necesita o cuando ha sido necesario
No tiene dinero para cubrir los costos de buscar trabajo
Piensa que nadie le dará trabajo
No cuenta con la capacitación requerida para trabajar
Las reglas y horarios de los trabajos no le gustan o acomoda
Ofrecen sueldos muy bajos
Tiene trabajo esporádico
Se aburrió de buscar
Enfermedad crónica o invalidez
Jubilado(a), montepiada o pensionada
Rentista
No tiene interés en trabajar
Otra razón
(1)
Sólo para mayores de 14 años y que no estaban ocupados o desocupados
Fuente: Casen 2009
4.
En efecto, entre quienes no buscaron trabajo, las personas
dedicadas a los quehaceres domésticos eran cercanos al
16%, tanto entre pobres como no pobres; al igual que los
estudiantes en torno al 33%.
28
Indigentes
1,0%
1,6%
19,8%
1,3%
2,0%
1,8%
0,8%
0,6%
2,9%
1,4%
0,5%
2,0%
3,8%
1,7%
15,0%
7,1%
0,2%
13,1%
23,6%
100%
Pobres No pobres
0,6%
0,3%
1,8%
1,0%
21,6%
10,9%
2,0%
1,4%
2,6%
1,6%
1,0%
1,1%
1,4%
1,0%
0,3%
0,2%
1,8%
1,7%
1,3%
0,7%
0,2%
0,2%
0,8%
0,6%
1,7%
1,3%
2,5%
0,9%
14,5%
12,3%
19,4%
42,3%
0,2%
0,5%
10,8%
10,3%
15,5%
11,7%
100%
100%
Total
0,3%
1,1%
12,7%
1,5%
1,7%
1,2%
1,0%
0,2%
1,8%
0,8%
0,2%
0,7%
1,4%
1,2%
12,7%
38,0%
0,5%
10,5%
12,5%
100%
Serie: debates políticos y sociales
los no pobres pero, asimismo, más de la mitad de los
pobres cumplen jornadas completas y, aun así, no
logran que sus ingresos cubran las necesidades básicas
del hogar. Esto es únicamente porque los salarios o
ingresos son bajos.
c) ¿Por qué no trabajan más horas los pobres?
Algunos han sostenido que la causa de la pobreza es
porque en este segmento se trabaja poco tiempo pocas
horas. El cuadro 2 manifiesta que, efectivamente, hay
una diferencia estadísticamente significativa tal que
el conjunto de los pobres trabajan menos horas que
Cuadro 2.- Horas trabajadas por semana (1) según condición de pobreza
N° horas
Indigente
1-4 horas
2,8%
5- 15 horas
Pobre no Indigente
No pobre
Total
2,2%
1,0%
1,1%
12,2%
7,9%
5,0%
5,3%
16- 30 horas
13,9%
14,0%
9,9%
10,2%
31 -44 horas
14,0%
14,6%
17,4%
17,1%
45- 55 horas
38,1%
49,0%
52,8%
52,4%
56 y más horas
13,3%
9,5%
11,6%
11,5%
2,7%
2,3%
2,4%
100,0%
100,0%
100,0%
No sabe
TOTAL
(1)
100,0%
Sólo para trabajadores. Fuente: Casen 2009
Se indagó adicionalmente (cuadro 3), acerca
de las razones porque no trabajaban más horas
encontrándose lo siguiente:
ii) Además, según la misma Casen, por la precariedad
y los bajos ingresos de los empleos, cerca del 80% de las
chilenas y chilenos que ya trabajan jornadas completas
(al menos 44 horas) estarían dispuestos a trabajar
más si se lo ofrecieran. Esta es una manifestación de
la angustiosa insuficiencia de ingresos que perciben los
trabajadores del país.
i) Alrededor del 40% de los que trabajan menos de
45 horas no aumentan su jornada laboral solamente
porque “no consiguen más trabajo” (sombreado
amarillo del cuadro 3). En el cuadro 3 se observa que,
tres de cada cuatro personas quisieran trabajar más
pero se enfrentan a razones objetivas que dependen
de la oferta de trabajo disponible en el país; y no, a
una voluntad personal para no aumentar la jornada
laboral.
29
Serie: debates políticos y sociales
Cuadro 3.- Razones por las cuales no trabajaban más horas según duración actual de la jornada
laboral
¿Cuál es la razón por la cual no trabaja más horas?
No tiene con
quien dejar los
niños
Está estudiando
Porque no
consigue más
trabajo
La empresa no
dispone de más
horas de trabajo
No hay más
clientes;
temporada baja
Por otras
razones
Total
1 -4 horas
12%
8%
38%
7%
15%
20%
5- 15 horas
9%
6%
40%
13%
15%
17%
16- 30 horas
7%
4%
42%
19%
15%
13%
31-44 horas
5%
2%
33%
32%1
1%
16%
45- 55 horas
3%
1%
23%
47%
7%
20%
56 y más horas
3%
0%
36%
24%
12%
24%
total
5%
2%
32%
32%
11%
18%
Asimismo, los cuadros permiten concluir que los pobres
no están “desaprovechando” las oportunidades que
se le ofrecen sino, por el contrario, son víctimas de un
doble problema.
permanentes. Por lo mismo, para efectos del diseño
de políticas sociales y el uso de las estadísticas, es
importante destacar que la situación de pobreza
puede cambiar significativamente según el momento
del año en que se mida y de los seguros de cesantía,
entre otras medidas.
i) De una parte, que una mayoría de los pobres, pese
a trabajar de manera permanente y por horarios
completos, no logran satisfacer sus necesidades básicas
porque ganan muy poco; y,
En definitiva, cuando más del 50% de los trabajadores
que pertenecen a hogares pobres lo hacen por jornadas
horarias normales y en ocupaciones permanentes,
como se ratifica con el cuadro 4 (sombreado amarillo),
es necesario preguntarse acerca de la ética de los
salarios5. y la distribución de la riqueza en el país.
ii) que la estructura económica chilena es aún
precaria y, por lo tanto hay numerosos trabajadores
estacionales o temporeros y, a tiempo parcial u
ocasionales, que no disponen de ingresos regulares y
5.
En 1891, el Papa de entonces, León XIII, dio a conocer la primera encíclica social de la Iglesia Católica: la Rerum Novarum.
Una frase que da cuenta de lo ético de las relaciones patrones-trabajadores es la siguiente: “Y así, admitiendo que patrono y
obrero formen por un consentimiento mutuo un pacto, y señalen concretamente la cuantía del salario, es cierto que siempre
entra allí un elemento de justicia natural, anterior y superior a la libre voluntad de los contratantes, esto es, que la cantidad
del salario no ha de ser inferior al mantenimiento del obrero, con tal que sea frugal y de buenas costumbres. Si él, obligado por
la necesidad, o por miedo a lo peor, acepta pactos más duros, que hayan de ser aceptados -se quiera o no se quiera- como
impuestos por el propietario o el empresario, ello es tanto como someterse a una violencia contra la que se revuelve la justicia”.
Así, 120 años después, la iglesia católica chilena replantea este tema, justamente, por las enormes injusticias que se observan en
nuestra sociedad.
Recuérdese que la propuesta de la Conferencia Episcopal de instaurar un salario ético de $250.000 mensuales fue anunciada
en julio de 2007 y contó con el rechazo: del Ministro de Hacienda de la época, A. Velasco, quien se rehusó a reajustar el salario
mínimo de modo más generoso; del entonces candidato presidencial Sebastián Piñera; de la senadora UDI, Evelyn Mathei, quien
descalificó al Obispo Goic, por “no saber nada de economía” (como si para hablar de ética e igualdad hubiese que ser Doctorado
en tal disciplina).
30
Serie: debates políticos y sociales
Cuadro 4.- Tipo de ocupación según condición de pobreza
Indigente
Pobre no
indigente
No pobre
Total
Permanente
45%
57%
75%
74%
De temporada
26%
19%
11%
12%
Ocasional o
eventual
19%
17%
9%
9%
A prueba
1%
1%
1%
1%
Por plazo
o tiempo
determinado
7%
6%
4%
4%
TOTAL
100,0%
100,0%
100,1%
100,0%
d) Y después de 20106?
“Funcionarios de gobierno enviaban cartas al director
señalando que nuestros datos eran falaces. Evelyn
Matthei cuando era ministra del Trabajo hablaba de
que éramos extremistas por hablar de subcontratación
y el subempleo. Hoy esos datos parecen no haber sido
equivocados”, explica Karina Narbona, investigadora
de la organización en un artículo de prensa en El
Dínamo.
Según la Fundación Sol, especializada en temas
laborales, 7 de cada 10 empleos asalariados creados
desde 2010 son tercerizados. Es decir, mantienen
la precariedad que como se vio en las secciones
anteriores es un elemento central para impedir que
el país supere de manera estructural la pobreza.
Karina Narbona, investigadora de la organización,
indica que el aumento de la subcontratación no tiene
que ver con la “especialización” del mercado laboral
como ha explicado el gobierno.
¿Cómo ha sido el proceso de tercerización de
los empleos? Aquí algunos de los aspectos clave
explicadOs por la Fundación Sol y que corresponde
recordar.
En 2010 los trabajadores tercerizados representaban
un 11,5% del total de los asalariados. Hoy, octubre
de 2013, ya llegan al 17,3% y la brecha salarial con
los trabajadores de planta alcanza el 30%. Si se
analizan los más de 800 mil puestos de trabajo que
se han creado en el período, 45,5% corresponden a
subcontratación, pero si sólo se consideran los más de
550 mil empleos asalariados, la cifra se eleva a 68,2%.
Pese a que el gobierno no ha respondido a estos
cuestionamientos un estudio elaborado por la propia
Secretaría General de la Presidencia coincidió que
45% de los empleos creados desde 2010 corresponde
a subcontratación.
1. El origen de la legislación
Según explica Narbona, en 1979 se genera un plan
laboral, que es la raíz del actual Código del Trabajo,
que consta principalmente de dos leyes, una sobre
negociación colectiva y otra sobre sindicalización,
que lo que buscan es “marginar el poder de los
trabajadores en la relación capital-trabajo”, atacando
principalmente los derechos colectivos porque es
“donde más se obtiene una fuente de poder para el
trabajador”.
Estas leyes trajeron consigo una serie de decretos,
que permitieron, entre otras cosas, liberar la
subcontratación a todo tipo de actividades de la
empresa, ya que hasta esa fecha no se podía tercerizar
la actividad principal de la compañía. “Desde
entonces existen en Chile trabajadores de primera y
segunda clase, los que haciendo la misma función y
6.
Esta sección se basa esencialmente en http://www.
eldinamo.cl/2013/10/08/empleos-tercerizados-yprecarios-10-claves-para-entender-las-cifras-que-elgobierno-negaba/
31
Serie: debates políticos y sociales
realizando las mismas actividades tienen condiciones
de trabajo muy diferentes”, detalla Narbona.
de tener un empleo protegido. “No planteamos que
todos los empleos subcontratados sean precarios,
sino que aumenta la probabilidad de una manera
importante”, sostiene Narbona, y resalta que es
probable que en sectores de empresas más de punta o
de trabajadores más cualificados, la subcontratación
de ciertas actividades no necesariamente significa un
detrimento en sus ingresos.
2. Los tipos de tercerización
Según la organización SOL, “de los 550.937 empleos
asalariados que se han creado en los últimos 41 meses,
el 68,2% opera bajo la figura de la subcontratación,
suministro y enganche de trabajadores. Mientras la
subcontratación (15,6%) implica que la actividad
completa de una empresa se externaliza, el suministro
(52,1%) obedece a que ciertos puestos de trabajos
vacantes y puntuales son provistos por otra empresa.
En tanto, el enganche de trabajadores (0,5%), es una
figura más informal que se da en el mundo agrícola
y que corresponde cuando un grupo de trabajadores
son llevados por una persona a una empresa.
Asimismo, resalta que la tercerización es una
tendencia mundial, y es complejo plantear eliminarlo
completamente. Sin embargo, sostiene que lo que sí
se ha planteado en distintos países que han buscado
una protección más integral de los trabajadores, es al
menos, “eliminar la subcontratación en el giro de la
compañía. Eso como piso mínimo”.
De estos tres tipos, Narbona sostiene que el suministro
es la figura más preocupante, ya que allí se genera
el fenómeno del empleador de dos cabezas: mientras
una empresa los contrata o los despide, otra es la
encargada de darle las órdenes de cómo realizar su
trabajo.
De otra parte, como se señaló arriba, Narbona
actualiza los datos y ejemplifica ”hay 500 mil
trabajadores asalariados que incluso trabajando
45 horas a la semana son pobres” y además que
los salarios durante largo tiempo ni siquiera se han
ajustado a la productividad y han permanecido por
debajo de ella. Señala Narbona que “un análisis de
la productividad y los salarios en 1990 y 2010 arrojó
que la productividad aumentó cuatro veces por sobre
lo que fueron los aumentos salariales”.
3. Los efectos de la tercerización
“El principal efecto es la pérdida de poder de los
trabajadores”, dice la investigadora de la Fundación
Sol, lo que es una consecuencia de la fragmentación
que les impide negociar colectivamente. Con ello
también se ven afectados sus salarios porque
“no existen alzas importantes por medio de la
negociación”.
Para Narbona, “Hemos arrastrado por muchos años
una falta de voluntad política y un convencimiento
incluso de que no había que alterar el camino de
flexibilización que había tomado el país”, explica,
y agrega que si bien ha habido algunas mejoras
en términos de contratos individuales, los temas
medulares no han sido modificados.
A esto se debe agregar que los trabajadores
subcontratados no pueden acogerse a los beneficios
sociales -como planes de salud o becas por estudiosque suelen entregar las grandes empresas. “En un
país donde la salud y la educación están en crisis esos
beneficios son muy apreciados por los trabajadores”,
asegura.
A su juicio, la escasa voluntad política para realizar
cambios también queda patente en los programas de
gobierno de las candidaturas de la Nueva Mayoría y
de la Alianza. “En ambas partes ha faltado todavía
un pronunciamiento de los temas que son más de
fondo”, sostiene.
4. Tercerización y desprotección social
Para la Fundación Sol, los puestos de trabajos
tercerizados reducen en un 31,7% la probabilidad
32
Serie: debates políticos y sociales
Bibliografía
Consejo Asesor Presidencial Trabajo y Equidad. Hacia un Chile más justo: Trabajo, salario, competitividad y
equidad social (Informe Final). Chile, 2008.
Contreras Dante, Ryan Cooper, Jorge Herman Christopher Neilson. Dinámica de la Pobreza y Movilidad
Social: Chile 1996-2001. Departamento de Economía Universidad de Chile. Agosto 2004.
León XIII. Encíclica Rerum Novarum. 1891.
Mortensen Dale T. Wage Dispersion in the Search and Matching Model with Intra-Firm Bargaining. 2009.
Organización para el Comercio y el Desarrollo Económico (OCDE). Croissance et inegalités: distributions de
revenues et pauvreté en la OCDE. Paris, OCDE, 2008.
33
Serie. debates políticos y sociales
Reformas laborales para un Chile moderno
Editores
Este documento, el segundo de la serie
Debates Políticos y Sociales, es un aporte
conjunto de las fundaciones Friedrich
Ebert y Chile 21, en el marco del debate
acerca de de los temas de mayor
preocupación en la sociedad chilena.
En este caso se examina la relevancia
de las reformas laborales para reducir
las brechas de asimetría de poder entre
los actores sociales, especialmente entre
trabajadores y empleadores
Jaime Ensignia
Director Proyecto Socio-político
de la Fundación Friedrich Ebert
en Chile
Rafael Urriola
Director del Programa de
Protección e Inclusión Social de
la Fundación Chile 21
Santiago, 2013
Serie: debates políticos y sociales
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35
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