La Psico-neuro-inmuno-endocrinología: “la interrelación manda” Quien mejor para poner el contexto de este capítulo que aquel a quien considero, además de amigo, un excelente profesional de la Terapia Ortomolecular, Luis Arnaiz Duró de Paradís, Médico involucrado “hasta la médula” con la Bioquímica cerebral y su Terapéutica Nutricional. En el número 3 de la revista INFO-INCA (Mayo 2002) presentó brevemente un recordatorio de cómo se han ido entretejiendo diferentes disciplinas para dar a luz a la Psico-neuro-inmuno-endocrinología, que como el mismo indica es otra forma de expresar la necesidad de una medicina más integral del individuo. Veamos... Los recientes avances en neurofisiología, biología molecular y bioquímica fruto de las investigaciones llevadas a cabo por equipos multi e interdisciplinarios en los campos de la Neurología, Psiquiatría, Psicología, Inmunología y Endocrinología, está creando una perspectiva científica cada vez más integral del individuo, una relación mente-cuerpo, que hasta no hace mucho tiempo era negada sistemáticamente por nuestros científicos. ¡Qué poco nos sorprende esto a los que practicamos o estamos de alguna manera, inmersos en cualquiera de las terapias alternativas!. -¿Cómo nos va a sorprender si siempre hemos contemplado al individuo con esa visión global y holística?-. Pues bien, nosotros (médicos, nutricionistas y terapeutas), que trabajamos con la nutrición y medicina Ortomolecular, podemos y tenemos que aportar (porque estamos moralmente autorizados para ello) la experiencia que hemos adquirido en treinta y cinco años de observación y experimentación; desde que en 1.967 se editara the Journal of Schizophrenia (desde 1.986 se le cambió el nombre por el de Journal of Orthomolecular Medicine con el cual se edita hoy en día) no puede ni debe desvincularse de un campo tan próximo al nuestro como es la Neurociencia Voy a daros unas pocas y breves reseñas históricas para ilustrar nuestras conclusiones: En el año 1.968 el matrimonio de investigadores formado por Ron y Janice Kiecolt-Glaser, iniciaron sus experiencias y descubrimientos in vitro de cómo el estrés agudo afecta directamente al sistema inmunitario; pero les faltaba el hecho esencial, y era constatar cómo ocurría esto realmente en nuestro cuerpo, por qué medio o sistema se establecía la comunicación. Hasta que en 1.988, veinte años después y por casualidad, Suzane Felten con un microscopio electrónico pudo observar y demostrar, cómo el cerebro transmite información a un linfocito mediante las células nerviosas. Estos fueron los padres de la Neuro-PsicoInmunología Los posteriores estudios de Ed Blalock sobre el efecto del estrés crónico en las hormonas, siguiendo los trabajos de Hans Seyle sobre el Síndrome General de Adaptación que publicó en 1.936, han sido también de una importancia vital para desarrollar otra gran alianza: la NeuroEndocrinología Sigmund Freud (que no debemos olvidar, era neurólogo y sus razonamientos iniciales partieron de esa base) se distanció intencionadamente de los aspectos cerebrales, en buena medida porque el conocimiento disponible que se tenía entonces sobre el cerebro resultaba insuficiente para intentar cualquier aproximación a una psicobiología coherente. Un siglo después, y gracias a las nuevas técnicas de neuro-radiología (TEP y SPECT), tenemos la oportunidad de seguir el rastro y la huella de las emociones en nuestro cerebro "quemando" o utilizando más cantidades de neurotransmisores excitatorios y azúcares, (trazándolos con isótopos radioactivos) y cómo nuestro cerebro utiliza una metodología de aprendizaje para compensarlas mediante otros neurotransmisores inhibitorios y proteínas, se ha encontrado la relación directa entre el modelo de psiquismo que propuso Freud, la función de las áreas cerebrales y la bioquímica de las emociones. A esta disciplina se la denomina NeuroPsicoanálisis Hay otras especialidades dentro de la psicología que contemplan otras áreas, como por ejemplo las de la percepción, cognitivas, sensoriales y de inteligencia, pero entendiendo que siempre depende del estado afectivo interno (El cerebro emocional según Joseph E. Le Doux), y de la influencia de la genética, que transfiere unos rasgos psicológicos determinados, a los que llamamos "instinto". A esta especialidad le llamamos Psicobiología y su objetivo será el estudio de la conducta. Podemos entender, por tanto, que la Psiconeuroinmunoendocrinología sea considerada como una rama de la medicina que tiene por objeto el estudio entre los cuatro sistemas de control que tiene el organismo humano: el psicológico, el neurológico, el inmunológico y el endocrinológico. Comprende el estudio de los mecanismos de regulación y de control del organismo, entendiendo que La comunicación entre sus integrantes implica la puesta en marcha de señalizaciones moleculares que expresan distintos idiomas: un idioma psíquico-neurológico dado por los neurotransmisores, otro inmunológico, dado por las interleuquinas y otro endocrinológico dado por las hormonas. Estos sistemas se interrelacionan, se automodulan y sus productos se sintetizan y actúan en cualquiera de los tres sistemas implicados (cerebro, hipófisis, tejidos glandulares y células del sistema inmune). Aunque estamos hablando de una visión profundamente científica de la salud y la podemos concebir como rama de la medicina, hay que reconocer que la llamada “medicina oficial” todavía está alejada de esta concepción de la salud, insistiendo tanto desde la formación académica como desde su filosofía de trabajo en las especialidades, donde, como ya he dicho y escrito en innumerables ocasiones, se pierde el sentido de la globalidad y de interrelación entre órganos y sistemas. Pongo como ejemplo la insignificante importancia que en Psiquiatría o Psicología se le concede al afecto de la dietética y la nutrición sobre la salud mental, a pesar de pruebas científicas reiteradas y habituales que lo demuestran, como las comentadas en el capítulo anterior y otras muchas que desarrollaré a lo largo de esta obra. ¿Paradigma dual o visión global? Desde los planteamientos de R. Descartes (1662) Julien Offroy de la Mettrie (1748) Claude Bernald, (1865) el acercamiento epistemológico a la salud, parte de la creencia de que el hombre es una realidad dual (psique - cuerpo). La lógica argumental que acompaña este planteamiento, es que la salud es producto del óptimo funcionamiento de las piezas del organismo, con un conjunto de relaciones entre ambos, pero cuyo análisis se puede hacer prescindiendo de alguno de sus espacios, es decir, se puede hacer una aproximación hacia el cuerpo, o hacia la psique o a las relaciones entre ambos, sin tener en cuenta la realidad total. En el siglo XVII, Claude Bernald, quien publica “Introducción al Estudio de la Medicina Experimental” (1865), enfatizó el ejercicio de la medicina centrado en la materia en sus diferentes unidades de análisis, apoyado en la medida de los fenómenos, en la experimentación, y desligándola de la realidad social, de las dimensiones subjetivas del hombre; porque estas cualidades, decía Bernald, no tienen nada que ver con la ciencia. Estas creencias dualistas, mecanicistas, se mantienen aún en nuestros días, de tal manera que la formación académica de los profesionales que se orientan al estudio del hombre como realidad física, biológica, se realiza en las Facultades de Medicina y los que lo estudian como una realidad humana, prescindiendo del cuerpo, se forman en las Facultades de Humanidades. En este siglo hemos observado y experimentado las consecuencias de este paradigma: hablar de salud es referirse en términos operativos, concretos, a la ausencia de enfermedad, reducida estrictamente al ámbito individual, al espacio clínico hospitalario, al cuidado del cuerpo que padece, centrado en el estudio y combate de la patología, tal como ha sido considerada tradicionalmente por la medicina curativa, con un marco de referencia biomédico, reduccionista, anatomoclínico. En este pragmático espacio no tienen cabida las realizaciones cotidianas del hombre, su condición intrínsecamente social, ni su mundo interno, poblado de subjetividad, fantasía, sueños y creencias. A partir de los años 70 se ha acumulado un gran volumen de investigaciones que demuestran la interacción entre los diferentes sistemas y situaciones vitales humanas que se traducen en una amplia gama de componentes bioquímicos y celulares del sistema inmunológico que pueden ser alterados por situaciones vivenciales de las personas en la gestión de sus vidas, en el libre juego con sus emociones o, como se denomina técnicamente: eventos estresantes y la forma de afrontarlos, ya que implican un aumento en las demandas al individuo y, frecuentemente, conducen a distonías neurovegetativas. Por ejemplo, se ha demostrado que, frente a un evento estresante, particularmente si éste es vivido como amenaza, daño o pérdida (Lazarus y Folkman 1986) y acompañado de una reacción emocional de: ansiedad, depresión, angustia y desesperanza, sin la posibilidad de un afrontamiento del evento estresante por imposibilidad de control, unido a un pobre manejo de las emociones; se activa el eje hipotálamo–pituitaria–adrenal (eje HPA) que conduce a la liberación de cortisol y catecolaminas en las glándulas suprarenales que son fuertes supresores de la respuesta inmune (Manuck y col., 1990; Stein, Miller y Trustman, 1991; Dhabthar, F.S. 1998). Las evidencias clínicas y experimentales dejan claro que todos los sistemas del cuerpo humano y su psique componen una “persona”, que actúa como una totalidad compleja, donde la interrelación es absoluta y donde las partes tienen su visión y análisis dentro de la “suma” y no en independencia. Desde esta visión no podemos concebir la enfermedad como un accidente fortuito, o la “quema de un fusible que hay que cambiar” y que irrumpe en nuestra vida, sino más bien como una manifestación de un desequilibrio del ser humano en su totalidad, con todos sus condicionantes: afectivos, existenciales, sociales, dietéticos, conductuales, bioquímicos, constitucionales, etc. Es indudable que el afianzamiento del modelo médico del capitalismo, apoyada en un enfoque reduccionista, se resiste a cambiar su mirada restringida a la ausencia de enfermedad como mercancía, que le ha permitido el desarrollo de una industria tecnomédica altamente sofisticada y un mercado farmacológico cada vez más poderoso que moviliza millones de dólares anuales en el gran negocio de la enfermedad. Esta realidad tecno-mercantil de generación de capitales por medio de la enfermedad ha distorsionado la producción de medicamentos por la sed de lucro, hasta el punto que... ”La O.M.S. ha señalado que con sólo 250 productos esenciales se podría atender la gran mayoría de los problemas médico-sanitarios de cualquier país”... (sin embargo hay más de 50 mil marcas en el mercado) (Bracho F. 1992 ). Evidentemente, apreciado lector, el reflexionar en este concepto humano y holístico de la salud hace que cualquier persona con sentido común, libre de “las ataduras” del paradigma de la medicina mecanicista, se plantee seriamente lo sensato o inteligente de la manera de construir todo el sistema sanitario moderno. Obviamente reconozco los logros y la necesidad de una medicina institucionalizada como base para dispensar asistencia primaria, medicina de urgencia, cirugía, etc., al menos por que “en el país de los ciegos el tuerto es el rey”. Ese “tuerto” (no hay mala intención en esta alegoría) admito que en ocasiones son auténticos profesionales de la salud, que se preocupan por “la persona” que les consulta, y que tratan de utilizar su pericia y años de formación en la realización de un bien social. Y aunque esto cada vez es más escaso “haberlos haylos”, pero siguen siendo “tuertos”, en su mayoría, por “no ver” al paciente en su globalidad, tratarlo como tal o, como dice el Dr. Seignalet por no disponer de una cultura de la salud más amplia, que simplemente la clínica. Además, lo son en el “país de los ciegos” dado que desde la formación académica, como dije anteriormente, hasta las instituciones, administraciones públicas y gubernamentales, de casi todos los países, se “legaliza” solo el modelo mecanicista, donde únicamente los pioneros, grupos multidisciplinarios o aquellos que han superado el miedo a ser tachados de “herejes” siguen, o seguimos, luchando por una medicina más humana, integradora e integral, una medicina científica, pero no cientificista. En medio de este “país de ciegos” surgen en ocasiones planteamientos revolucionarios ya que combinan la visión holística o global y humana, con el respaldo científico y experimental. La Psiconeuroinmunoendocrinología pone los cimientos, desde los que construyen la Terapia Ortomolecular y particularmente la versión más integradora de la misma, que yo he querido acuñar como Psicoenergética Ortomolecular, y que como ya expliqué en el capítulo 1, entiendo debe tener cabida toda disciplina que tenga en común esos dos requisitos: apoyo científico (que lo pueden dar las pruebas clínicas, pero también la tradición histórica, las experiencias empíricas contrastadas o la medicina de observación...) y la visión completa y global del ser humano, donde las “moléculas de la vida”, los nutrientes ortomoleculares, desempeñan un papel vital. Todo este trabajo integrador con un objetivo claro, el indicado en el título de esta obra: SENTIRSE BIEN Extraído del libro ‘”COMER SÍ DA LA FELICIDAD” Felipe Hernández Ramos. RBA 2009.