JOSE-LUIS-P-TRINNO-SUDAFRICA-FAIR-PLAY-2013

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¿Fair play en el caso de la
séptima sustitución en el
partido Sudáfrica-España?
José Luis Pérez Triviño
Introducción
El reciente partido amistoso disputado en Johannesburgo por la selección
nacional española contra Sudáfrica como homenaje por el Campeonato del
Mundo obtenido en 2010 ha generado una interesante controversia acerca del
fair play 1 en el deporte y más en concreto en el fútbol, en el que incluso la
redacción de esta revista se ha pronunciado.
La causa de la disputa se produjo a raíz de la lesión del portero de la selección
española, Víctor Valdés, en el minuto 10 de la segunda parte. Esto en principio
no debería generar ningún problema, excepto que a esas alturas del partido el
seleccionador español ya había realizado los seis cambios que preveía la
normativa acordada por ambas federaciones. En ese momento, la reacción
inicial fue que un jugador de campo, Álvaro Arbeloa, se enfundaría la camiseta
de portero y jugara como tal, quedándose el equipo español con 10 jugadores.
Sin embargo, a instancia del banquillo español apelando al fair play se
preguntó al seleccionador sudafricano si se podía realizar un cambio adicional.
La respuesta de éste fue que debían dirigirse al árbitro quien finalmente, aceptó
y permitió dicho cambio. Al enterarse del permiso otorgado por el árbitro para
proceder al cambio, el seleccionador sudafricano mostró su malestar y hasta
realizó airadas protestas. Pero aceptó finalmente el cambio. Posiblemente el
1
Aunque el Diccionario panhispánico de dudas señala que es innecesario utilizar la
expresión inglesa fair play al existir en castellano juego limpio, dado el extendido uso
de aquélla en el ámbito deportivo, la usaré indistintamente.
incidente no hubiera ido a más dado que el partido lo ganó Sudáfrica, pero el
hecho de que la FIFA haya abierto una investigación puede suponer la
anulación a efectos del rankin FIFA de dicho partido y los puntos que obtendría
el equipo africano no le sería otorgados.
En cualquier caso, este episodio es una ocasión propicia no solo para discutir
estas anómalas circunstancias sino también para plantearse el sentido que
tiene una noción central al deporte
y si fue correctamente aplicada por el
seleccionador español y el árbitro del partido: la expresión fair play. Y es que a
ella recurrió aludió Vicente del Bosque para justificar su petición al árbitro de
permitir el séptimo cambio.
Los sentidos de Fair play
El fair play es considerado mayoritariamente como el núcleo moral del deporte.
Es una expresión que tiene una evidente y poderosa fuerza normativa y
emotiva que despliega sus efectos en la interpretación de las reglas del juego,
así como en los comportamientos que deben mantener los deportistas en los
terrenos de juego. En muchas ocasiones se utiliza indistintamente fair play y
espíritu deportivo. El fair play es el estandarte de una cierta comprensión del
fenómeno deportivo como una práctica social con una serie de rasgos
distintivos: colaboración, igualdad, respeto, ánimo lúdico, etc., que en general
se opone a otras formas de entender el deporte, entre las que destacan la
competitividad y el ánimo de obtener la victoria como fines primordiales.
Sin embargo a la par de su fuerza emotiva se encuentra su indefinición. Hay,
sin duda alguna, un uso inflacionario de dicho término que se explica porque
con él se trata mayoritariamente de lograr una autojustificación de acciones o
decisiones que pueden entrar en colisión con las reglas escritas o bien para
ganar prestigio frente a los rivales, las autoridades deportivas o los aficionados.
Con el objetivo de analizar y aportar alguna luz a este concepto central del
deporte propondré cuatro sentidos centrales que se le han atribuido: a) fair play
como respeto a las reglas; b) fair play como respeto al acuerdo (o contrato); d)
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fair play como respeto a las prácticas sociales; d) fair play como concepto
moral. A continuación examinaré estas distintas caracterizaciones para en el
apartado siguiente tratar de aplicarlas al caso de la séptima sustitución.
Fair play como respeto por las reglas
Un primer enfoque del fair play sostiene que debe caracterizarse como el
respeto a las reglas del juego: la adecuación de los participantes en una prueba
deportiva a la letra del reglamento. La justificación de esta perspectiva suele
basarse en la idea de que los deportes son creaciones institucionales,
actividades guiadas por reglas. Sin éstas no habría ni juegos ni deportes. Esta
posición por ejemplo es la que aparece en el artículo de la redacción de Iusport
“Injusta sanción a Sudáfrica” donde literalmente se dice:
“Deben saber los defensores en este caso del Fair play que éste lo ordena el
mismo reglamento que ellos han infringido.”
Sin embargo y más allá de si es una concepción aplicable justificadamente a
este caso, la objeción principal de la que se ha hecho acreedora esta forma de
entender el fair play es que ofrece una caracterización parcial del deporte.
Nuestras intuiciones compartidas acerca del fenómeno deportivo presuponen
que no hay deporte sin reglas, pero no reducen éste a las reglas escritas. Una
forma de expresar esto puede ser a través de un ejemplo. Imaginemos que se
tiene que disputar un partido de squash y una de sus participantes, Josie, se ha
olvidado su raqueta, lo cual significará, a tenor de las reglas, que perderá el
partido. Sin embargo, la contrincante utiliza el mismo tipo de raqueta, el mismo
modelo y talla y... tiene dos raquetas. Pero Josie es una gran rival que podría
ganarle el partido y hacerle perder el campeonato. ¿Qué debe hacer la rival?
Las reglas no obligan a dejarle la raqueta... pero el fair play parece sugerir lo
contrario.
Otro caso interesante donde también se puede ver la fuerza justificadora del
fair play en la interpretación y modificación de las reglas escritas es el
nacimiento de la ley de la ventaja en el fútbol. En efecto, los árbitros en el fútbol
empezaron a dejar de señalar ciertas faltas que un jugador provocaba para
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cortar el ataque del equipo rival. Y ello, a pesar de que la regla establecía
señalar cualquier infracción. Sin embargo, los árbitros interpretaron que tales
señalamientos en lugar de favorecer al equipo que había sufrido la falta, lo que
hacían era precisamente lo contrario, perjudicarlo. En un clara interpretación
más allá de la letra de la regla y atendiendo a su espíritu y al fair play, dejaron
de señalar tales infracciones dando lugar a “la ley de la ventaja”.
Vicente del Bosque podría apoyarse en esta crítica al fair play como
seguimiento de las reglas tratando de justificar que el caso ante el que se
encontraron al lesionarse Valdés no era una situación que el reglamento
contemplara. Era un caso difícil en tanto que habían circunstancias especiales,
y ante este tipo de situaciones, la apelación a las reglas no parecía una
solución razonable. Y es en estos casos en los que tiene sentido recurrir al fair
play que en tanto núcleo valorativo del deporte permitiría encontrar la respuesta
correcta al caso difícil concreto. Así pues, la concepción del fair play como
seguimiento de reglas no puede explicar aquellas acciones que no están
directamente cubiertas o reguladas por una norma escrita (o que cumpliendo
con su tenor literal contradicen los principios internos del reglamento deportivo)
pero respecto de las cuales es preciso dar una solución.
Fair play como acuerdo o contrato
Una segunda forma de entender el fair play en el deporte es explicarlo sobre la
base de un contrato o acuerdo. Sin duda alguna, el acuerdo de los
participantes es un elemento fundamental del deporte en su vertiente de
competición: los participantes acuerdan desde el inicio de forma tácita (o
expresa) la forma en que las respectivas habilidades van a ser medidas, así
como qué acciones y tácticas estarán permitidas en el juego. Sea de una
manera u otra, los atletas aceptan de forma consensuada someterse a las
reglas del juego, de forma que asumen autónomamente la autoridad de éstas y
de cualquier árbitro o juez que tenga el cometido de dirimir los conflictos entre
los participantes en la competición.
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En el supuesto examinado podría haberse dado el caso de que los dos
entrenadores hubieran consentido tal cambio. Esta pareció ser la intención de
Vicente del Bosque y de los jugadores españoles al dirigirse al seleccionador
sudafricano, aunque como ya se dijo anteriormente, éste desvió la resolución a
la decisión del árbitro. En cambio, la solución para el entrenador sudafricano
fue que el colegiado dirimiera el problema, procedimiento que también aceptó
la selección española.
No obstante, esta caracterización no ofrece una completa comprensión del fair
play, más allá de que suponga un avance respecto de la aproximación
examinada en el apartado anterior. Y es que la principal objeción a este
acercamiento es similar a la concepción del fair play como respeto por las
reglas: la idea del deporte guiado por contratos o acuerdos conduce a reducir el
fair play a la letra de los contratos, cuando en la aplicación concreta pueden
surgir problemas de lagunas o de contradicciones con el "espíritu del juego”
que necesitan ser solucionadas por mecanismos distintos a la apelación
estricta de las reglas.
Fair play como práctica social
Una interpretación del fair play cualitativamente distinta a las dos anteriores es
aquella que lo vincula basada con el deporte entendido como una práctica
social. Para esta concepción el deporte no puede ser reducido a las reglas
escritas. Es también un conjunto de prácticas sociales, lo cual significa que hay
bienes internos que son precisamente el principal objeto de respeto y de honra,
y a los que se puede recurrir para solventar los problemas de indeterminación o
de contradicción valorativa.
El fútbol como cualquier otro deporte consiste en seguir reglas, pero la práctica
no se acaba aquí, pues incluye aceptar unos modelos de excelencia y el
cumplimiento de ciertas convenciones propias e intrínsecas al juego. La
principal consecuencia de esta actitud hacia el deporte es que los atletas
cuando se inician en dicha práctica persiguen sus bienes internos o están
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mayoritariamente motivados por ellos, y no por otros factores o bienes
externos, como la fama o las recompensas económicas.
De esta caracterización del fair play como respeto por el deporte se pueden
obtener diversas implicaciones prácticas respecto a cómo deben ser
modelados los juegos en lo que concierne a las acciones permitidas y
prohibidas en el terreno de juego, las actitudes hacia los rivales y los propios
compromisos con el juego. Así, debe haber una cierta igualdad entre los
participantes, los cuales deben tratar de obtener lo mejor de sí mismos; el
resultado final de la competición debe ser fruto principalmente del despliegue
de las habilidades previstas por el propio juego; debe jugarse de acuerdo con
las reglas; no debe impedirse ilegalmente el despliegue de las habilidades del
rival; los oponentes no deben ser vistos como enemigos sino como facilitadores
del despliegue de las excelencias, etc.
Un ejemplo a través del cual puede entenderse las implicaciones de esta
concepción es el caso de las jugadoras de squash mencionado anteriormente.
Para una concepción del fair play como seguimiento de reglas o de los
acuerdos no está claro que Josie deba dejar la raqueta a su contrincante. Pero
para una concepción como práctica social hay razones suficientes para que le
deje la raqueta y así se pueda disputar el partido de squash. En efecto, si el
participante respeta el juego, entonces tiene motivaciones internas para jugar.
Llevar a cabo un partido es principalmente una oportunidad para disfrutar, para
poner a pruebas nuestras habilidades.
En el caso que estamos analizando Vicente del Bosque podría perfectamente
haber apoyado su reclamación en esta concepción del fair play como práctica
social. Que España se quedara con 10 jugadores y que además tuviera que
jugar con un jugador de campo como portero, colocaba a la selección española
en una situación análoga a la jugadora que había olvidado la raqueta. Pedir un
nuevo cambio era una apelación similar para que la contrincante le dejara la
raqueta.
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Sin embargo, el problema de esta concepción es que la práctica social puede
ser distinta en cada comunidad o incluso en cada disciplina deportiva. O al
menos, puede generarse una comprensión particular de los bienes internos del
deporte según los distintos contextos. Dicho de otra manera, esta concepción
corre el riesgo de caer en el relativismo, pues cada cultura o disciplina
deportiva puede ofrecer una lista de virtudes distintas en razón de partir de una
distinta concepción moral. A modo de ejemplo, Kalevi Heiniläs ha estudiado las
diferentes interpretaciones del fair play en la cultura deportiva de Inglaterra,
Suecia y Finlandia llegando a la conclusión de que no son las mismas
concepciones. Pero quizá sea más claro este punto a través de la anécdota
que explican Loland y McNamee en un partido de fútbol entre el Arsenal y el
Sheffield en el que tras la recuperación de un jugador del Sheffield que había
sufrido un golpe, un jugador africano recién fichado por el Arsenal, interceptó el
balón que un jugador del Arsenal devolvía a los defensores del Sheffield y en
lugar de devolver el balón lo condujo hacia la portería contraria y marcó un gol
ante la estupefacción del portero del Sheffield. La sorpresa ante tal reacción del
jugador africano se debió, claro está, a que dicho jugador no tenía el mismo
sentido del fair play que el resto de jugadores que en este tipo de situaciones
actúan de forma distinta: tratar de reanudar el partido en la situación anterior a
la lesión. La cuestión entonces sería cómo arbitrar tales discrepancias que
surgen de las diferentes tradiciones históricas y de los distintos contextos
sociales, sobre todo cuando el deporte es una actividad que se despliega en
distintas culturas. Por ello, este enfoque presenta un problema serio ya que no
ofrece un criterio defendible para decidir que características o acciones deben
caer dentro de las definiciones relevantes. Es decir, no aporta un método fiable
y estable para arbitrar entre pretensiones contradictorias.
El fair play como concepto moral
Una forma de evitar los problemas de la anterior concepción del fair play es
defender que su núcleo moral no descansa en una práctica social que puede
variar en el espacio, en el tiempo o según la disciplina deportiva, sino que se
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trata un valor intrínseco y objetivo. Esto es lo que defienden las concepciones
interpretativistas del deporte, para las cuales aquél no se reduce a las reglas
formales pero tampoco a las convenciones aceptadas por la comunidad de
practicantes, sino que lo que prima sería un conjunto de principios de innegable
vinculatoriedad que permiten concebir al deporte como una actividad
significativa y coherente.
El interpretativismo se caracteriza por dos tesis
conexas: una, que se podría considerar ontológica respecto al contenido del
derecho del deporte, la cual afirma que éste incluye además de las reglas
escritas una serie de principios (deportividad, juego limpio, no obtener ventajas
ilegítimas, etc.); la otra se refiere a la función judicial y sostiene que los árbitros
tienen competencia para moldear aquéllas y acomodarlas a los principios y
valores que lo dotan de identidad. En este sentido es bien conocida la
influencia de la teoría dworkiniana del derecho y el razonamiento jurídico sobre
el interpretativismo en la filosofía del deporte. En el examen de los casos
difíciles hay que tomar en cuenta los principios implícitos en el deporte, elegir
aquellos que están en juego y ponderar cual de ellos prevalece en el caso
concreto. La relevancia de esta “moralidad interna” es tan central al deporte
que en su defensa o promoción los jueces pueden legítimamente usar su
autoridad para clarificar y resolver ambigüedades en las reglas, añadir reglas o
incluso anular o ignorar algunas 2.
¿Fair Play en el séptimo cambio?
Como puede deducirse esta última concepción sería bien recibida por Del
Bosque y especialmente por el árbitro para justificar su decisión. ¿De qué
manera podría haber justificado el árbitro su solución de permitir una séptima
sustitución? Me parece que el argumento más factible habría sido señalar que
el caso concreto analizado no está resuelto de forma precisa por las reglas
pues había rasgos específicos que se dieron en este partido. Dicho de otra
2
No analizaré aquí otros problemas que se han señalado a esta concepción como por
ejemplo la dificultad de sostener desde un punto de vista filosófico una ontología de
valores morales o los problemas epistemológicos para identificar tales valores.
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manera, no se trataría de un caso fácil a tenor de las reglas implicadas y los
hechos acaecidos, sino de un caso difícil, con propiedades que examinadas
conjuntamente daban lugar a un supuesto no encajable (fácilmente) en el
sentido literal de las reglas. Y que ante tal situación sería factible que el juez
reconstruyera la voluntad del legislador tratando de descubrir qué solución le
hubiera dado en el caso de haberlo previsto. El argumento se apoyaría en los
siguientes elementos distintivos: 1) no era un partido de competición sino
amistoso; 2) el motivo del cambio fue una lesión; 3) el jugador cambiado no era
de campo sino el portero.
1) Parece fuera de duda que si este partido no hubiera sido amistoso, sino
oficial o de competición (y en lugar de haber agotado los seis cambios, se
hubieran ya realizado los tres cambios de jugadores de campo y el del portero),
a nadie del equipo técnico español se le hubiera ocurrido pedir un cambio
adicional. Tampoco el entrenador sudafricano hubiera remitido la respuesta al
colegiado, y por supuesto, éste tampoco habría permitido un cambio adicional.
La cuestión es que se trataba de un partido amistoso y no oficial, y parece que
en estos la normativa es más laxa. Es un partido de confraternización, no hay
en principio nada importante en juego y lo que cuenta es el disfrute del propio
juego. Es decir, no habría especiales impedimentos en modificar las reglas
sobre la marcha ya que ello solo afectaría a los equipos en juego. No habría
daños a terceros como sucedería en un partido oficial en el que se dieran los
mismos hechos.
2) En segundo lugar, es probable que en la iniciativa del cuerpo técnico
español y en la decisión del árbitro también jugara un papel la consideración
según la cual el cambio estuviera motivado por una lesión y no fuera
simplemente el deseo del entrenador español de que un futbolista más
disputara el partido. Se presupone en este argumento que es habitual que en
los partidos amistosos los entrenadores hagan frecuentes cambios para que
todos sus jugadores puedan disputar unos minutos y así disfruten del partido.
Pero en el caso que analizamos, la razón del cambio no fue caprichosa ni
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aleatoria, sino que tenía un fundamento real: la lesión de Valdés, que además
había sustituido a Iker Casillas en el medio tiempo.
3) Por último, la sustitución afectaba al portero, no a un jugador de campo, lo
cual añadía una desventaja adicional al equipo español, pues la portería debía
ser defendida ahora por un no especialista, por un jugador de campo.
Creo que son estas circunstancias las que motivaron la actuación de los
protagonistas así como su apelación al fair play: no había nada importante en
juego, y probablemente interpretaron que la normativa que rige este tipo de
partidos hubiera incluido una previsión normativa extraordinaria para permitir un
cambio adicional en tales eventualidades. Es decir, expresado en términos de
la teoría del derecho: había una laguna axiológica en la normativa y el árbitro la
solucionó de una forma que el propio legislador hubiera podido convalidar. En
la apelación al fair play estaba subyacente este razonamiento. Se trataba de un
caso difícil, no un caso fácil, y había elementos novedosos que justificarían una
respuesta distinta a la que se daría en un partido oficial.
Sin embargo, me parece que esta estrategia argumentativa no acaba de ser
suficientemente sólida para justificar la petición de V. del Bosque y mucho
menos, la decisión del árbitro. En primer lugar, si las dos últimas razones
fueran aceptadas, entonces no solo debería aplicarse a los partidos amistosos
sino también a los partidos oficiales. Es decir, debería permitirse un cuarto
cambio si la causa es la lesión de un jugador y a fortiori si éste es el portero.
Pero no parece que nadie hasta el momento haya pedido cambiar el
reglamento para solucionar este tipo de casos. Ni siquiera en el supuesto de
que el lesionado sea el portero. No son pocos los partidos donde ha ocurrido
esta eventualidad y hasta donde llega mi conocimiento, los afectados se han
quejado de la mala suerte pero nunca han pedido que se les conceda una
sustitución extraordinaria.
Y por último, desconozco si Del Bosque y sus ayudantes conocían en ese
momento, que el carácter amistoso no impide considerar que el partido forma
parte del calendario FIFA y como tal computa para el ranquin mundial de
10
selecciones nacionales. Al investigar la FIFA lo sucedido en el Soccer City la
conclusión podría ser que al incumplirse las normas establecidas respecto de
los cambios, el resultado no tendría validez y Sudáfrica, por tanto, perdería los
puntos logrados con la victoria 3.
Como moraleja final, vale la pena recoger la sugerencia de Rodríguez Ten de
que en el organigrama de la selección española se integrara un experto en las
distintas normativas futbolísticas y que así pudiera asesorar sobre estas
cuestiones a los técnicos que deberían limitar su tarea a los ámbitos sobre los
que son plena y satisfactoriamente competentes.
José Luis Pérez Triviño
Prof. titular de Filosofía del Derecho
Acreditado como catedrático
Universitat Pompeu Fabra (Barcelona)
Barcelona, noviembre de 2013
© José Luis Pérez Triviño (Autor)
© Iusport (Editor). 2013.
www.iusport.com
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Sudáfrica perderá puestos en el ranquin al no computar el partido. Pierde 13 puntos y
se queda con 541 en lugar de los 554 que hubiera obtenido con la victoria frente a
España.
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