FILOSOFÍA HOY: “RESPETOS HUMANOS Y PERSONALIDAD” HIPOCRESÍA EN LA PERSONALIDAD ADOLESCENTE JUAN TAMAMES GRECH POR AHORA NO HAY TÍTULO Permítanme que enuncie un hecho manifiesto: El ser humano en su adolescencia está perdido, confuso, y por ello se comporta de manera impredecible; es ese joven que cree ser moralmente superior a los demás y que dice “tolerar y respetar” la opinión del resto, pero que jamás da su brazo a torcer ni pone la otra mejilla, pues él es poseedor de la única verdad. Comúnmente se llega a la conclusión de que el adolescente rige su conducta en función de lo que haga el grupo para poder sentirse integrado. Permítanme que les diga que la causa fundamental del comportamiento adolescente es, sin duda, mucho más ardua que esa generalización convertida en ley. Intentaré llegar hasta las raíces del, en ocasiones, tramposo comportamiento de los adolescentes y proponer a su vez, soluciones orientadas a la coherencia. Hemos de dejar claro a los jóvenes que por muy magullados y heridos que estén, aún no han sido vencidos. No hay mayor distinción que la de ser uno mismo. El principal perjuicio en la personalidad adolescente tiene su origen en la aclamada revolución sexual del siglo XX. No hace falta entrar en machismos ni feminismos para darse cuenta de que se desencadenó la liberación salvaje del sexo y de las normas morales, además de la implantación del método anticonceptivo, llamado así suavemente para que la gente no se escandalizase al oír la palabra aborto. Todo ello es la causa fundamental de la dignidad denigrante que se le concede hoy en día al ser humano y que produce en los adolescentes la búsqueda nihilista del egoísmo personal que les lleva, de manera irremediable, a comportarse de manera farisaica durante toda su vida, ocasionando así una cadena de causa-efecto sin fin, en una sociedad cada vez más decaída que con el paso del tiempo va disminuyendo en límites morales. La hipocresía y el egoísmo son tales, que se implanta el uso de eufemismos para evitar que el individuo sea plenamente consciente de lo que hace o dice, y que de esa manera, no pueda sentirse mal consigo mismo. Por ejemplo, una gran cantidad de jóvenes que rondan la mayoría de edad no saben que el preservativo no evita el contagio de una ETS, y el Estado no les advierte ni les informa totalmente, por lo que es obvio que desconocen en gran medida las posibles consecuencias de sus actos y lo hacen sin responsabilidad alguna. Este tipo de situaciones evidencian que la realidad del problema radica en que se nos enseña a ser hipócritas, todos los días observamos actitudes conformistas de aquellos que querían cambiar el mundo y vemos también, cómo vamos a la deriva por esas personas que no solo no denuncian los males de la sociedad, sino que conviven con ellos con absoluta POR AHORA NO HAY TÍTULO normalidad. Todo ello provoca que el adolescente, que no ha sido enseñado a autodeterminarse retos, toma el camino fácil, el camino de la resignación. Pablo Neruda, en su lucha contra la violación de los derechos humanos en América, nos dejó un verso que decía: “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera” y aunque por mucho que ciertas personas se empeñen en seguir echando sal sobre la tierra, hay que seguir sembrando, aunque eso signifique a veces volver a empezar de nuevo. El problema radica en que si el sembrador vago no planta la semilla buena con interés, la flor estará podrida y condenada al fracaso. Y es por ello que a los adolescentes de hoy no se les enseña a pensar, no se les enseña a adquirir un espíritu crítico para que analicen el porqué de las cosas, y por ello se ven obligados a orientar sus convicciones como si fueran veletas movidas por el viento. El joven de hoy tiene que aprender a formar sus propias opiniones, a exponerlas y a sobresalir entre la masa social, y no por vanidad ni vedetismo, sino porque esa masa inerte seguirá, como viene siendo habitual, a esos tréboles de cuatro hojas que sobresalen de entre las malas hierbas del jardín. Sin embargo, habrá inconvenientes, habrá obstáculos, es evidente, pero el ser humano busca la felicidad y por ello hay que presentarle metas mejores, hay que proponer soluciones, en vez de simplemente destruir. Hemos de estar decididos a hacerlo, pues cuando un hombre sabe a dónde se dirige, los demás se apartan y dejan libre el camino. Hay que sustituir la hipocresía palpable que reina en el ambiente, por la coherencia. No le faltaba razón a Albert Einstein cuando dijo que “si juzgas a un pez por su capacidad para trepar un árbol, pasará toda su vida creyendo que es estúpido”. Es evidente que hay que tratar a cada persona por lo que es en sí misma y es por esta razón que los jóvenes, por medio de su personalidad, han de demostrar su valía. Puede parecer que ese proceso no conlleva un esfuerzo muy grande, pero a día de hoy, en una sociedad en la que el individuo es solamente la base y no el fin de la misma, el sujeto adolescente se encuentra apabullado ante cantidades ingentes de mensajes que no hacen más que deformar su criterio y provocar que en su toma de decisiones haya incongruencias. Por ahora, puede parecer que los adolescentes somos solo inocentes víctimas colaterales de la sociedad, pero no somos nada más ni menos que los culpables en primer grado de asesinar la personalidad y de comportarnos como un árbol endeble que se parte al mínimo soplo de viento. Cuando los adolescentes nos enfrascamos en la búsqueda de POR AHORA NO HAY TÍTULO qué ser a nivel personal, nos olvidamos de quienes realmente somos. Por ejemplo, el caso del joven en plena pubertad que se centra solamente en la admiración que causa en los demás y se olvida de su esencia, se olvida de ser para parecer. Ese joven está abogado a la perdición de su personalidad y de sus objetivos, ya que malogra por completo la noción de su interior personal y traza su “ideal de éxito” en función de lo que él cree ser pero que en verdad solo parece. Ese joven no solo no posee una personalidad desarrollada sino que es hipócrita consigo mismo ya que si se para a pensar, cosa a la que no ha sido enseñado, descubrirá que no tiene ni la menor idea de quién es. No es lo que un día quería ser, ni es lo que un día fue. No podemos estar satisfechos mientras los adolescentes funcionemos mejor con odio que con bondad. No podemos estar satisfechos mientras un adolescente no se comporte como quien realmente es, una persona con sus propias ideas, una persona que se permite analizar punto por punto todos los aspectos que le rodean, en definitiva, un hombre que sea capaz de sentarse en la mesa de la humanidad y que no solo se dedique a comer. Nosotros los adolescentes, como individuos constitutivos de la sociedad, debemos reivindicar nuestro derecho a querer pensar, a que nos enseñen a ello. Como personas coherentes que intentamos ser, queremos que no nos eduquen en la hipocresía. Nosotros, los adolescentes, tenemos deseos de superación, tenemos un carácter trascendente que ha de eclosionar, pero ha de ser dirigido, de lo contrario, podría ser tan impredecible como estamos habituados a ver. Tomemos como ejemplo la película Los Chicos del Coro1, la historia de unos chicos huérfanos que ante la intransigencia dictatorial que se respira en su orfanato no tienen reparos en organizar escándalos y su comportamiento deja bastante que desear; sin embargo, cuando llega su nuevo profesor, este se da cuenta de que canalizando su frustración a través de la música, el comportamiento de los chicos mejora a pasos agigantados. Ahora, somos nosotros los que a pasos agigantados hemos de llevar la coherencia hasta las cumbres de la sociedad para poder empezar a ser caminantes sobre un mar de nubes2.Debemos reivindicarnos porque “no es una guerra fácil de ganar, pero si algo merece la pena ganar es esto”3. 1 Les Choristes, de Christophe Barratier. Referencia al cuadro Caminante sobre un mar de nubes, de Caspar David Friedich. 3 Extracto del poema Nadie sino tú, escrito por Charles Bukowski. 2