Las indemnizaciones por accidente de tráfico en caso de fallecimiento y su consideración independiente de la herencia del finado Resumen: Se analiza en el presente artículo la situación jurídica en la que deben quedar las cantidades a las que tienen derecho los beneficiarios de las sumas indemnizatorias que les corresponden en los casos de fallecimiento de un familiar y si esas cantidades forman parte de la herencia; es decir, si las reciben los familiares en concepto de herederos, o bien directamente por derecho propio. En la misma línea se analiza si las sumas que constan en las pólizas de seguro de vida se reciben por los beneficiarios directamente o por vía de herencia por el fallecimiento del asegurado. Palabras clave: Herencia, indemnización por fallecimiento, seguro de vida. Abstract: There is analyzed in the present article the juridical situation in which there must stay the quantities to which they have the beneficiaries of the sums right indemnizatories that correspond to them in the cases of death of a relative and if these quantities form a part of the inheritance; it is to say, if the relatives receive them with a view to inheritors, or directly for own right. In the same line it is analyzed if the sums that consist in the insurance policies of life are got by the beneficiaries directly or by route of inheritance by the death of the policyholder. Keywords: Inheritance, indemnification for death, life insurance. VICENTE MAGRO SERVET Presidente de la Audiencia Provincial de Alicante. Doctor en Derecho I. INTRODUCCIÓN La casuística en materia de accidentes de circulación no deja de sorprendernos y, así, son innumerables los temas que llegan a los tribunales de justicia que enriquecen los temas y materias que rodean a los supuestos que surgen en el derecho de la circulación. Hasta el punto de que en muchas ocasiones ya hemos reclamado desde estas mismas páginas de la revista Tráfico y Seguridad Vial de La Ley una auténtica Ley integral de la circulación que aglutine debidamente todas las materias que se relacionan con esta amplia área del derecho. En las presentes líneas vamos a analizar un tema realmente interesante, y sobre el que solo se da uno cuenta de los problemas conceptuales que surgen si se da el caso concreto y es preciso analizarlo detenidamente. Así, nos estamos refiriendo a la naturaleza con la que se reciben las indemnizaciones derivadas de accidentes de tráfico por quienes tienen derecho a recibirlas en los casos de fallecimiento de una persona de la que surge el derecho por parte de los que constan en el baremo del R.D. 8/2004 como personas que lo deben recibir con exclusión de las que no tienen ese carácter, y en unos casos de forma conjunta con otras. Pero el problema que nos planteamos en las presentes líneas surge en torno al concepto jurídico por virtud del cual se reciben esas cantidades, si lo es por derecho propio, o si lo es por virtud de un derecho hereditario que alteraría notablemente las situaciones en quienes tienen derecho a recibirlas, ya que, por ejemplo, de recibirse por derecho hereditario podría resultar que el causante fallecido en un accidente de tráfico tuviera deudas y los acreedores pudieran ejercitar su crédito contra estos derechos indemnizatorios con perjuicio o en detrimento de los derechos de los perjudicados a percibir sus indemnizaciones directamente. Por otro lado, también nos encontramos con un problema en relación a las pólizas de seguro de vida que contratan muchas personas y en las que constan una serie de beneficiarios que son los que recibirían las cantidades que se han pactado para el caso de que ocurra el siniestro del fallecimiento cuyo riesgo es objeto de cobertura. Así, debemos analizar si esas cantidades se reciben también en concepto de beneficiarios directos por constar su expresa designación en la póliza de seguro de vida, o bien deben pasar por el tamiz del derecho hereditario y, en consecuencia, estar por todas las vicisitudes del derecho a aceptar la herencia y concurrir, incluso, con las deudas del causante. Precisamente, este último aspecto es el capital para tomar una decisión al respecto con relación a cómo debemos concebir o conceptuar este derecho a que tienen acceso los perjudicados o beneficiarios de las cantidades pactadas en una póliza de seguro de vida para el caso de que la persona sobre la que se suscribe la póliza fallezca, por ejemplo, en un accidente de circulación, o las que se fijan en el denominado «baremo de circulación» del RD 8/2004. Y ello, porque la diferencia es tan abismal que depende de cómo lo conceptuemos así podremos evitar que estas cantidades queden minoradas, o incluso anuladas, para el caso de que el causante tenga deudas que sean reclamadas por los acreedores y puedan éstos, o no, entrar a reclamar las sumas que se fijan por el juez en un accidente de circulación para los perjudicados o las que también tienen derecho a recibir los que constan como tales en una póliza de seguro de vida para el caso de fallecimiento. De ser positiva la respuesta acerca del derecho de los acreedores del causante nos encontraríamos con la circunstancia de que, efectuada la reclamación por estos acreedores, podrían postular y reclamar la traba de los derechos económicos indemnizatorios derivados del accidente de tráfico de quien era deudor y ha fallecido, teniendo una respuesta negativa esta pretensión de los acreedores si entendiéramos que los derechos indemnizatorios derivados de un accidente de circulación se reciben directamente de los perjudicados y/o beneficiarios sin tener que pasar por el filtro y cauce del derecho hereditario. II. LOS DERECHOS INDEMNIZATORIOS DE UN ACCIDENTE DE CIRCULACIÓN. CONSIDERACIONES ACERCA DE SU NATURALEZA JURÍDICA E INDEPENDIENTE DEL DERECHO DE HERENCIA 1. Consideraciones previas Efectuadas estas consideraciones previas, a fin de centrar lo que va a ser objeto de análisis, vamos a analizar, en primer lugar, la naturaleza del derecho que tienen los perjudicados por el fallecimiento de un familiar en un accidente de circulación. Así, recordemos que el art. 1.2 del R.D. 8/2004 por el que se aprueba el texto refundido de la Ley sobre responsabilidad civil y seguro en la circulación de vehículos a motor viene a contemplar la toma de referencia del baremo que consta en el Anexo para fijar y calcular las cantidades que tienen derecho a cobrar los que constan como beneficiarios en el propio baremo recogido en el Anexo y, así, señala este apartado 2º que: 2. Los daños y perjuicios causados a las personas, comprensivos del valor de la pérdida sufrida y de la ganancia que hayan dejado de obtener, previstos, previsibles o que conocidamente se deriven del hecho generador, incluyendo los daños morales, se cuantificarán en todo caso con arreglo a los criterios y dentro de los límites indemnizatorios fijados en el anexo de esta ley. Pues bien, en el caso de que ocurra un fallecimiento por causa de muerte de una persona en un accidente de circulación sabemos que nos tenemos que remitir al Anexo del Baremo en cuya Tabla I se disciplinan las siguientes listas de personas que se consideran beneficiarios ex lege en cada caso y atendiendo al supuesto concreto1 conforme se sitúe en cada caso, cada supuesto, atendiendo a lo que consta en cada uno de los cinco grupos de la Tabla I del Anexo. En estos grupos constan, como sabemos, una serie de personas que tienen derecho al percibo de una serie de cantidades por ley, no porque se consideren que lo reciben directamente de la persona que ha fallecido, sino porque se trata de un derecho adquirido en virtud del vínculo familiar que tenían con la persona que ha fallecido y en virtud del cual tiene derecho a recibir una suma indemnizatoria concreta y exacta que se gradúa con unos factores de corrección fijados en la tabla II del Anexo. Pero lo importante de este análisis es que es inviable considerar que esas partidas indemnizatorias se reciben por esta persona, que tiene la condición de «perjudicado» por ley, en virtud de un derecho hereditario, ya que, aunque coincida y/o concurra la naturaleza o condición de heredero de la persona que ha fallecido, no se reciben estas cantidades que constan en el Anexo por virtud de una herencia, sino que se reciben en virtud del derecho directo que tiene el perjudicado por estar incluido en el Anexo por su condición. Es un derecho de naturaleza propia y directa del perjudicado y no adquirido por delegación de tercero, lo que evita que tenga que aceptarse la herencia del finado para poder llevar a cabo el cobro de las sumas indemnizatorias a la aseguradora en virtud de la previa reclamación del art. 7.2 del R.D. 8/2004. En consecuencia, las indemnizaciones derivadas de un accidente de circulación no forman parte del caudal relicto del causante, a fin de que se proceda a la división del caudal hereditario y a la adjudicación a cada uno de los herederos del causante. Las indemnizaciones por accidente de circulación son partidas que son recibidas directamente por los perjudicados sin tener que pasar por el filtro o cauce del derecho hereditario. Y precisamente por ello se trata de una adjudicación directa por pago directo de la compañía de seguros del responsable del siniestro a la persona que por su condición de perjudicado ex lege tiene derecho a recibirlo. No se trata, en consecuencia, de unas cantidades que pasan por los derechos económicos del causante, ya que si esas indemnizaciones fueran personalísimas del fallecido sí podríamos estar hablando de un derecho hereditario, y, en consecuencia, sí formarían parte del caudal relicto que es preciso valorar y repartir a los herederos. No obstante, se trata de un derecho directo y personalísimo de los perjudicados que constan en la lista de los cinco grupos de la tabla I antes mencionada y que reciben directamente por el cauce que citamos a continuación. 2. ¿Cómo reclama el perjudicado las indemnizaciones que le corresponden con arreglo a derecho? Los perjudicados por un accidente de circulación no reciben el importe por el cauce del causante, ni se trata, por ello, de partidas indemnizatorias sobre las que los acreedores del causante puedan acceder a ellas. Y ello, por la sencilla razón que no pasan en ningún momento por el caudal del causante, ni forman parte en ningún momento de su patrimonio. Por ello, los acreedores del causante no pueden en ningún momento solicitar judicialmente la intervención o embargo de las partidas indemnizatorias que tienen derecho a recibir los perjudicados. Sí podrían hacerlo en su caso los acreedores directos de los perjudicados, a fin de asegurarse el percibo de cantidades que adeuden éstos a los primeros, pero no los acreedores del causante, ya que las indemnizaciones que se contemplan en la Tabla I y II no le corresponden al fallecido, sino a los que constan como perjudicados. Y ello, aunque tengan la naturaleza jurídica de herederos, pero ello lo es para otro concepto y para integrar la lista de los que tendrán derecho a recibir los bienes repartidos de lo que forman el caudal relicto. Pero en ningún caso los acreedores del causante acceden a estas partidas indemnizatorias. Recordemos, además, a estos efectos, que la forma por virtud de la que acceden los perjudicados a las partidas reflejadas en la Tabla I y II es por la propia aseguradora del responsable del siniestro. Y además directamente, ya que en primer lugar existe una obligación ex lege del asegurador de satisfacer las cantidades a que los perjudicados tuvieren derecho a recibir, ya que se lo impone el art. 7 del R.D. 8/2004, a cuyo tenor: «1. El asegurador, dentro del ámbito del aseguramiento obligatorio y con cargo al seguro de suscripción obligatoria, habrá de satisfacer al perjudicado el importe de los daños sufridos en su persona y en sus bienes. El perjudicado o sus herederos tendrán acción directa para exigirlo. Únicamente quedará exonerado de esta obligación si prueba que el hecho no da lugar a la exigencia de responsabilidad civil conforme al artículo 1 de la presente Ley. Prescribe por el transcurso de un año la acción directa para exigir al asegurador la satisfacción al perjudicado del importe de los daños sufridos por éste en su persona y en sus bienes». También el art. 73 de la Ley de Contrato de Seguro 50/1980, de 8 de octubre, contempla esta obligación de atención directa de la aseguradora del vehículo causante del siniestro a los perjudicados, lo que determina que la relación lo es de la aseguradora con quien tiene derecho a recibir por ley la indemnización y sin tener en cuenta si el asegurado ha fallecido a consecuencia del siniestro, ya que los perjudicados por su vínculo familiar con éste tienen un derecho autónomo a percibir sus indemnizaciones. Y así este art. 73 señala que: «Por el seguro de responsabilidad civil el asegurador se obliga, dentro de los límites establecidos en la Ley y en el contrato, a cubrir el riesgo del nacimiento a cargo del asegurado de la obligación de indemnizar a un tercero los daños y perjuicios causados por un hecho previsto en el contrato de cuyas consecuencias sea civilmente responsable el asegurado, conforme a derecho». También señala o impone a los beneficiarios de las indemnizaciones a percibir por un accidente de tráfico sufrido por un familiar el deber de comunicar y reclamar a la aseguradora en sus justos plazos el siniestro ocurrido y sus circunstancias y así lo impone el art. 16 de la Ley de Contrato de Seguro 50/1980, de 8 de octubre, que señala que: «El tomador del seguro o el asegurado o el beneficiario deberán comunicar al asegurador el acaecimiento del siniestro dentro del plazo máximo de siete días de haberlo conocido, salvo que se haya fijado en la póliza un plazo más amplio. En caso de incumplimiento, el asegurador podrá reclamar los daños y perjuicios causados por la falta de declaración». Incluso, el art. 18 de esta Ley impone a la aseguradora del vehículo responsable que, en cualquier supuesto, el asegurador deberá efectuar, dentro de los cuarenta días, a partir de la recepción de la declaración del siniestro, el pago del importe mínimo de lo que el asegurador pueda deber, según las circunstancias por él conocidas. Sabemos que en condiciones normales estos retrasos conllevarán el devengo por la mora en la satisfacción puntual si el perjudicado ha llevado a cabo la reclamación en forma por la vía del art. 7.2 R.D. 8/2004. Es decir, que los perjudicados, que pueden tener también la condición de herederos, tienen derecho a recibir esas cantidades directamente, y el art. 7 del R.D. 8/2004, incluso les otorga acción civil para reclamarlas, pero nótese que el precepto habla de «perjudicados o herederos», lo que quiere decir que hasta los herederos del perjudicado, si por lo que fuera éste también fallece después, y por circunstancias distintas al siniestro, tendrán este derecho, aunque aquí ya sí lo harían en virtud de un derecho hereditario, ya que las cantidades son o deben ser percibidas por los perjudicados ex lege de quien ha fallecido en un accidente de circulación, pero si estos perjudicados fallecen posteriormente por circunstancias distintas sin haber percibido sus cantidades sí que se integraría en el caudal relicto del perjudicado que ha fallecido, de tal manera que, aquí sí, si este perjudicado tuviera deudas con terceros estos sí que podrían instar la adopción de medidas cautelares sobre los derechos indemnizatorios que tiene derecho a recibir el perjudicado, o si éste fallece, sus herederos. Y en tal caso los herederos del perjudicado podrían ver trabados los derechos en casos de deudas del causante y perjudicado respecto al fallecimiento de una de las personas incluidas en los cinco grupos de la Tabla I. Por otro lado, no hay que olvidar que la mecánica para acceder al percibo de estas cantidades por parte de los perjudicados es la ya conocida y explicada en estas mismas páginas de la «reclamación del perjudi- cado del art. 7.2 del R.D. 8/2004», en virtud del cual: «2. En el plazo de tres meses desde la recepción de la reclamación del perjudicado, el asegurador deberá presentar una oferta motivada de indemnización si entendiera acreditada la responsabilidad y cuantificado el daño, que cumpla los requisitos del apartado 3. En caso contrario, o si la reclamación hubiera sido rechazada, dará una respuesta motivada que cumpla los requisitos del apartado 4 de este artículo». Es decir, que fallecida una persona por accidente de tráfico y fijados quienes son los que tienen la condición de perjudicados ex lege éstos acudirían a llevar a cabo la reclamación directamente a la compañía de seguros. Y aunque erróneamente el R.D. 8/2004 no fija en el art. 7 los requisitos que debe reunir una «reclamación del perjudicado» en regla para ante la compañía de seguros, ya hemos recordado en estas mismas páginas que el perjudicado debe acudir al art. 7.3 R.D. 8/2004 para reflejar el cumplimiento de todos los requisitos que el legislador contempla. Sin embargo, para la oferta motivada, porque entendemos que difícilmente la aseguradora podrá realizar una buena oferta motivada si el perjudicado no aclara y concreta lo que reclama, y lo que es más importante al objeto que ahora nos interesa, la condición en virtud de la cual lo reclama, en este caso es obvio que el perjudicado deberá poner el concepto específico de la Tabla I con total y absoluta claridad para que la compañía aseguradora esté en condiciones de aceptar como legitimado al percibo de las cantidades reclamadas al perjudicado que así, y en este concepto, reclama su condición de tal. Nótese que cuando el perjudicado le reclama una suma concreta por la Tabla I lo hace por su ubicación en la misma en un concepto determinado y en concurrencia con otros perjudicados con los que se podrá graduar la cantidad que tiene derecho a percibir el perjudicado. Pero la aseguradora no puede efectuar ninguna retención de cantidades si recibiera una petición de acreedores del difunto para que les sean satisfechos de forma preferencial a ellos las sumas reclamadas por el perjudicado a la aseguradora, por cuanto hemos visto que las reciben los perjudicados directamente y en su condición de tal, y lo único que podría ocurrir es que coincidieran en la reclamación con otros perjudicados ex lege, que también pudieran tener la condición de herederos del fallecido y concurrir con éstos en los derechos derivados de su fallecimiento. Pero, obviamente se refiere a una concurrencia de herederos en su condición de perjudicados del fallecido en el accidente de tráfico, y su concurrencia posterior en la herencia lo será con respecto a los bienes y derechos del fallecido, pero excluyendo las sumas indemnizatorias derivadas del accidente a la que tienen acceso los perjudicados sin pasar por el tamiz de la herencia. La cuestión es importante por cuanto los perjudicados en su condición de herederos pueden ser reacios a aceptar la herencia en los casos en los que existan deudas con terceros, ya que éstos podrían ejercitar las acciones a que tuvieren derecho contra los herederos aceptantes de la herencia, pero ya hemos precisado que no lo pueden hacer con respecto a las sumas que la aseguradora vaya a entregar a los perjudicados, por cuanto esta entrega se verifica directamente. En cualquier caso, ya hemos señalado que los acreedores directos de los perjudicados sí que podrían ejercitar acciones judiciales en las que solicitar medidas cautelares contra las partidas que tuvieran derecho a recibir de la aseguradora, solicitando al juez que se dirija a la misma a fin de efectuar la retención de la entrega en virtud de la reclamación dineraria que ha realizado contra el perjudicado que ha reclamado a la aseguradora una indemnización por su condición de tal a consecuencia del fallecimiento de un familiar en un accidente de tráfico. III. LOS DERECHOS INDEMNIZATORIOS DE UN ACCIDENTE DE CIRCULACIÓN EN LOS CASOS DE SUSCRIPCIÓN DE UNA PÓLIZA DE VIDA DEL FALLECIDO. CONSIDERACIONES ACERCA DE SU NATURALEZA JURÍDICA E INDEPENDIENTE DEL DERECHO DE HERENCIA 1. Consideraciones previas La misma problemática que estamos analizando concurre en los casos de pólizas de seguro de vida concertadas por una persona y en las que se instituye beneficiario a sus herederos para el supuesto que concurra el evento cuyo riesgo es objeto de cobertura. Y en estas circunstancias hay que señalar que la respuesta es la misma que estamos exponiendo, por cuanto cuando una persona suscribe con una aseguradora en el ramo de vida una póliza de vida lo lleva a cabo para que en el caso de que ocurra la situación que está asegurando, cual es la de su fallecimiento, la compañía de seguros tendrá que abonar las cantidades previamente pactadas a los beneficiarios que hayan sido incluidos en la póliza que podrán ser los herederos directos señalados o cualquier persona recogida en las condiciones de la misma como beneficiaria. Pero al igual que en el caso anterior, en ningún momento el fallecido en un accidente de tráfico es el beneficiario de las sumas fijadas en una póliza de vida en la que se pacta que para el caso de que fallezca el tomador de la póliza la compañía de seguros deberá satisfacer unas cantidades a las personas previamente fijadas en la misma. Por ello, de igual manera que en el caso anterior las cantidades que tienen derecho a recibir los beneficiarios no pasan por el patrimonio del tomador de la póliza en ningún momento, sino que éste solo tiene una obligación, cual es la de seguir abonando en los plazos y forma prevista las cantidades a que se comprometió al firmar la póliza y la compañía corre con la paralela obligación de hacer frente y abonar las cantidades fijadas a las personas que constan como beneficiarias en la póliza de vida. 2. Su reflejo en la Ley de Contrato de Seguro. La autonomía del derecho del beneficiario Que en los casos de seguros de vida nos encontramos en la misma situación antes descrita en los supuestos de aplicación de las indemnizaciones del baremo a los perjudicados lo demuestra la propia dicción del art. 83 de la Ley de Contrato de Seguro 50/1980, de 8 de octubre, que señala que: «Por el seguro de vida el asegurador se obliga, mediante el cobro de la prima estipulada y dentro de los límites establecidos en la Ley y en el contrato, a satisfacer al beneficiario un capital, una renta u otras prestaciones convenidas, en el caso de muerte o bien de supervivencia del asegurado, o de ambos eventos conjuntamente. El seguro sobre la vida puede estipularse sobre la vida propia o la de un tercero, tanto para caso de muerte como para caso de supervivencia o ambos conjuntamente, así como sobre una o varias cabezas». Nótese que en este caso también la compañía aseguradora tiene la obligación de satisfacer las cantidades pactadas por el tomador a los beneficiarios, y esta entrega se les hace, obviamente, directamente a ellos sin tener que pasar por el patrimonio del asegurado cuyo fallecimiento era objeto de cobertura. Así pues, acaecida la muerte del asegurado por un seguro de vida y llegado el evento cuyo riesgo es objeto de cobertura surge la obligación de la compañía de seguros de abonar a los beneficiarios las cantidades pactadas en la póliza de vida. Y sin que éstas tengan por qué pasar por la cuenta corriente del finado, ya que una cosa es el tomador de la póliza que pacta con la compañía que llegado un determinado evento tenga la compañía aseguradora que abonar unas cantidades y otra bien distinta, la cualidad de quien tiene derecho a percibirlas, que son los beneficiarios especificados en la póliza. Y estos reciben directamente estas indemnizaciones una vez que se han acreditado e identificado ante la compañía de seguros y probado el derecho a percibir las mismas. Con ello, en modo alguno forman estas cantidades parte de la herencia del finado, por cuanto aunque este haya sido quien ha satisfecho las sucesivas primas por la vigencia y mantenimiento de la póliza de seguro, ello no le otorga el derecho a percibir él en su patrimonio la indemnización, sino que esta debe ser ingresada íntegramente y con arreglo a prorrata de las que así se hubieren fijado en las condiciones de la póliza para entregar a los beneficiarios, por lo que éstos no tienen que acudir a la vía de la herencia del finado y aceptar la herencia para cobrar las indemnizaciones que les correspondan por consecuencia del fallecimiento y la existencia de la póliza de seguro de vida, porque de forma clara y específica señala el art. 83 antes citado que una vez ocurra el fallecimiento se obliga la aseguradora a satisfacer al beneficiario un capital, una renta u otras prestaciones convenidas, en el caso de muerte o bien de supervivencia del asegurado, o de ambos eventos conjuntamente. Ninguna duda puede existir con esto en que el finado no es el que recibe las cantidades indemnizatorias pactadas en la póliza, ya que a éste solo le quedaban obligaciones y no derechos en los casos de seguros de vida, ya que tiene obligación de pagar en vida por la vigencia de una póliza de seguro de la que al final se van a beneficiar las personas que consten en el contrato, pero nunca él, por la sencilla razón de que en los casos de seguros concertados para que se reciba una indemnización en los casos de fallecimiento del tomador la indemnización la reciben terceros ya prefijados y el propio asegurado en los supuestos en los que lo que se pacte es el pago de una suma por alcanzar una edad determinada, que no es el caso que ahora estamos analizando. 3. La designación de beneficiario en la póliza evita que las indemnizaciones pasen por el patrimonio del tomador. Art. 84.3º Ley de Contrato de Seguro Además, otra de las claves para mantener la posición que sostenemos nos lo da el art. 84 de la Ley de Contrato de Seguro 50/1980, de 8 de octubre, que señala en su párrafo 2º, que: «La designación del beneficiario podrá hacerse en la póliza, en una posterior declaración escrita comunicada al asegurador o en testamento». Ello determina que el tomador especificará en la póliza la identidad del o los beneficiarios, que son los que reclamarán en su momento las cantidades fijadas como derechos indemnizatorios. Y al mismo tiempo, en el párrafo 3º se contempla que: «Si en el momento del fallecimiento del asegurado no hubiere beneficiario concretamente designado, ni reglas para su determinación, el capital formará parte del patrimonio del tomador». Quiere esto decir que sólo en los casos en los que no se hubiere designado directamente beneficiario, sí que en estos casos la Ley especifica con claridad que el capital formará parte del patrimonio del tomador. Con ello, damos con este párrafo clara explicación a la cuestión que es objeto de análisis en este estudio, ya que a sensu contrario si el tomador ha especificado en la póliza el listado de beneficiarios el capital no formará parte del patrimonio del deudor, sino de los que han sido designados como beneficiarios y serán éstos los que lo reclamarán, pero sí que se integra en el patrimonio del tomador si no hay beneficiario designado. En tal concepto si el fallecido tiene deudas previas, los acreedores podrían acudir al patrimonio del finado en virtud de la vía de la aceptación de la herencia por los herederos y en consecuencia ejercitar las acciones sobre la herencia en razón a lo que le corresponda. Pero al formar parte la indemnización por muerte del patrimonio del finado la aceptación de la herencia por los herederos que no constaban como beneficiarios de la indemnización, estos deberían aceptar la herencia para tener derecho a ella, pero con la circunstancia de que existen acreedores del finado que tienen derecho a resarcirse en su derecho crediticio con esta indemnización, pero no en los supuestos en los que el tomador ha designado directamente beneficiarios y en estos casos sí que estos perciben las cantidades directamente y no por vía de herencia. Por otro lado, en cuanto a la forma de llevar a cabo las designaciones de beneficiarios, la Ley de Contrato de Seguro sí especifica cómo llevarlas a cabo y cómo hacerlo, así como los derechos que para los beneficiarios se derivan de esta designación, ya que recordemos que es solo la ausencia absoluta de tal designación lo que permite que la indemnización pase a su patrimonio, pero no cuando exista designación de beneficiario, sea la forma en que ésta se produzca. Así, los arts. 85 y 86 de la Ley de Contrato de Seguro señalan varias circunstancias concurrentes para que proceda la división de las sumas indemnizatorias a la hora de poder definir quienes son los beneficiarios, a saber: En caso de designación genérica de los hijos de una persona como beneficiarios, se entenderán como hijos todos sus descendientes con derecho a herencia. Si la designación se hace en favor de los herederos del tomador, del asegurado o de otra persona, se considerarán como tales los que tengan dicha condición en el momento del fallecimiento del asegurado. Si la designación se hace en favor de los herederos sin mayor especificación, se considerarán como tales los del tomador del seguro que tengan dicha condición en el momento del fallecimiento del asegurado. La designación del cónyuge como beneficiario atribuirá tal condición igualmente al que lo sea en el momento del fallecimiento del asegurado. Los beneficiarios que sean herederos conservarán dicha condición aunque renuncien a la herencia. Es importante, también, la última mención recogida en la letra e) y es que la prueba que también avala el derecho independiente de recibir la indemnización por fallecimiento del tomador-asegurado lo es que incluso aunque los beneficiarios-herederos renuncien a la herencia siguen manteniendo su derecho a percibir esta indemnización. Y ello, por la sencilla razón que venimos manteniendo, porque es una cuestión absolutamente distinta la herencia del derecho que como beneficiario tiene una persona y que la concurrencia con el de heredero al mismo tiempo no determina que esta partida pase por el patrimonio del finado para que pueda heredarla, porque eso ocurre solo cuando no hay designación ni específica ni genérica de beneficiarios. En cuanto a la forma de llevar a cabo la distribución de la suma, el art. 86 de la Ley de Contrato de Seguro señala que: «Si la designación se hace en favor de varios beneficiarios, la prestación convenida se distribuirá, salvo estipulación en contrario, por partes iguales. Cuando se haga en favor de los herederos, la distribución tendrá lugar en proporción a la cuota hereditaria, salvo pacto en contrario. La parte no adquirida por un beneficiario acrecerá a los demás». También es clave para la admisión de la respuesta que estamos dando, la dicción del art. 87 de la Ley de Contrato de Seguro, en virtud del cual: «La prestación del asegurador deberá ser entregada al beneficiario, en cumplimiento del contrato, aun contra las reclamaciones de los herederos legítimos y acreedores de cualquier clase del tomador del seguro. Unos y otros podrán, sin embargo, exigir al beneficiario el reembolso del importe de las primas abonadas por el contratante en fraude de sus derechos». Más claridad que este precepto para apoyar la tesis que mantenemos es imposible por cuanto se especifica que los acreedores del causante no podrán dirigirse a las cantidades indemnizatorias fijadas en la póliza y que como el propio art. 86 destaca se entregan directamente a los beneficiarios. Y además se añade que la suma que debe entregar el asegurador como consecuencia del contrato del seguro de vida tras el fallecimiento del asegurado se entregan directamente a los beneficiarios en tanto en cuanto estos acrediten su condición y especifica claramente el artículo que ello se hará por el asegurador aun contra las reclamaciones de los herederos legítimos y acreedores de cualquier clase del tomador del seguro. La única situación que les queda a los acreedores es reclamar el importe de las primas abonadas por el finado en fraude de sus derechos, pero entendemos que es un precepto inaplicable en la práctica, ya que difícilmente se puede demostrar que el pago de las primas de una póliza de seguro de vida van a llevarse en detrimento del derecho de un acreedor a percibir su derecho de crédito, ya que salvo que la suma sea desorbitada no apreciamos la viabilidad de esta reclamación posible que puedan llevar a cabo los acreedores. En consecuencia, con mucha claridad de este art. 87 y del 84.3, a sensu contrario se demuestra la tesis que mantenemos de la no transmisión al patrimonio del asegurado de estas sumas, sino directamente a los beneficiarios. 1 Grupo I Víctima con cónyuge Grupo II Víctima sin cónyuge y con hijos menores Grupo III Víctima sin cónyuge y con todos sus hijos mayores Grupo IV Víctima sin cónyuge ni hijos y con ascendientes Grupo V Víctima con hermanos solamente