Cómo internacionalizar la empresa: Francia, el primer destino

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Cómo internacionalizar la empresa: Francia, el primer destino natural
By Redacción - Domingo, agosto 05, 2012
Por Nuria Bové y Cristóbal Casado
Oficina de París, Cuatrecasas, Gonçalves Pereira
La globalización de la economía y la actual coyuntura económica que atravesamos
actualmente hacen que sea cada vez más evidente y necesario para las empresas
españolas, incluso las pequeñas empresas familiares, salir de su mercado doméstico
inicial y atacar otros mercados.
En nuestra calidad de asesores, ejerciendo en derecho francés de los negocios,
acompañamos a las empresas españolas que deciden vender o instalarse en
Francia y somos testigos de un fenómeno de internacionalización que empezó
tímidamente en la década de los noventa y que sigue ampliándose. Paradójicamente, la
crisis actual no parece afectar negativamente este movimiento, bien al contrario.
La cercanía geográfica y cultural entre España y Francia hace que el primer destino
natural desde la península ibérica el mercado francés. De hecho, los flujos
económicos de bienes y servicios entre Francia y España son ya muy importantes en
sectores muy diversos, como la ingeniería, el sector del automóvil, la maquinaria y
utillaje industrial, que van mucho más allá del sector agroalimentario histórico
tradicional, que es ya casi anecdótico.
Intentar penetrar el mercado francés es una opción no solo posible sino casi obligada
para iniciar el proceso de internacionalización y llegar, en una fase posterior, a otros
mercados del Norte de la Unión Europea.
Generalmente las empresas empiezan comercializando sus bienes y servicios a través de
una red de agentes comerciales o a través de un distribuidor local; continúan
desplazando trabajadores para realizar obras o trabajos específicos, para luego acabar
implantándose en Francia, ya sea a través de una filiar (en general una sociedad limitada
SARL, o una sociedad por acciones simplificada SAS) o una sucursal.
Las empresas españolas que han hecho sus deberes en términos de tecnología,
innovación y competitividad suelen llevarse gratas sorpresas a la hora de competir con
otras empresas, incluso multinacionales, en mercados desarrollados como Francia. En
nuestra experiencia como abogados podemos resaltar que las claves para asegurar el
éxito de la penetración del mercado francés o de la implantación empiezan por
llevar a cabo un estudio en profundidad del mercado para adaptar la oferta de
productos y servicios a las exigencias particulares del cliente francés.
Es capital también conocer y entender las particularidades de la reglamentación
en Francia. Aunque se trate de ordenamientos jurídicos con raíces en el derecho
romano y objeto de una armonización europea, siguen habiendo diferencias muy
importantes entre la reglamentación española y francesa que pueden sorprender al
empresario español, en ámbitos tan diversos como el derecho de sociedades, la
transmisión de la propiedad o el derecho laboral. Estos aspectos son muy importantes a
la hora de instalarse, comprar una empresa o enviar un equipo de trabajadores
desplazados para realizar una obra en Francia.
El derecho laboral es especialmente singular y se distingue por un régimen muy
formalista y reglamentado (condiciones imperativas de contratación, procedimiento
de despido detalladamente regulado,…). En lo referente a las relaciones colectivas, el
empresario suele verse sorprendido por las amplias prerrogativas de las que gozan los
representantes del personal (que junto con los representantes de las organizaciones
patronales componen los juzgados de lo social,) y su importante derecho de información
(cuya violación puede dar lugar a condenas penales por delito de obstrucción “délit
d’entrave”).
Los dos errores comúnmente tratados en el marco de nuestro asesoramiento, son el
envío de trabajadores a Francia (ej. Comerciales) mediante contrato INEM con
aplicación del derecho laboral español (ii).
En el primer caso, la falta de necesidad de una autorización de trabajo en un país
miembro de la UE y la brevedad del periodo de actuación (periodo que puede ser de
varias semanas o varios meses), hacen que se suela desplazar a los trabajadores sin
realizar ninguna gestión previa.
Sin embargo, antes del inicio de la prestación, debe aplicarse una reglamentación que
obliga al empleador a proporcionar una declaración previa de desplazamiento de los
trabajadores a la Inspección del Trabajo (Inspection du Travail) del lugar donde se
prestarán los servicios, en lengua francesa y mediante carta certificada con acuse de
recibo, fax o correo electrónico.
Durante este periodo de desplazamiento a Francia, los trabajadores se encuentran
sometidos a las reglas imperativas del ordenamiento jurídico francés (pago de la
remuneración mínima, duración de la jornada de trabajo…).
Con respecto a la contratación directa, en el segundo caso, resulta más oportuno firmar
un contrato francés que optar por el modelo facilitado por el INEM, para así no tener que
gestionar simultáneamente dos reglamentaciones nacionales. Aunque la ley aplicable
puede ser libremente elegida por las partes, siempre tendrán que valorarse las
disposiciones imperativas más favorables de la Ley natural aplicable…, en este caso, el
derecho francés.
En lo relativo a la seguridad social, a pesar de que no se hay creado una estructura
francesa, el empleador español deberá abonar las cotizaciones, cargas sociales y
patronales a un centro único y especifico del URSSAF (organismo encargado del cobro de
las cotizaciones de seguridad social), situado en Estrasburgo y dedicado a las empresas
extranjeras que no disponen de un establecimiento mercantil en Francia.
El empresario que esperaba encontrarse con una normativa similar a la suya podría
verse desanimado por este choque cultural y jurídico. Sin embargo, tal y como
mencionaba el representante de un importante grupo hotelero catalán durante el Foro
del pasado 11 de julio organizado por la Cámara de comercio francesa en Barcelona: “La
clave es estar bien asesorado. Un buen asesoramiento permite evitar sorpresas y darse
cuenta finalmente, de que el formalismo propio a la reglamentación francesa no es una
traba sino que al contrario, acaba siendo una garantía valiosa para un emprendedor, ya
sea francés o español”.
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