Iglesia e Imperio en el tratado de la “Penitencia” de Ambrosio de Milán

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RAE.
1. TIPO DE DOCUMENTO: Trabajo de grado para optar por el título de LICENCIADO
EN TEOLOGÍA.
2. TÍTULO: Iglesia e Imperio en el tratado de “La Penitencia” de Ambrosio de Milán: Un
diálogo entre Política y Religión.
3. AUTOR: Daniel Antonio Fuentes Sánchez
4. LUGAR: Bogotá, D.C.
5. FECHA: Diciembre de 2011
6. PALABRAS CLAVES: persecuciones, edictos, arrianismo, concilios,
emperador,
ortodoxia, herejía, exilio, excomunión, penitencia, pecado.
7. DESCRIPCIÓN DEL TRABAJO: La finalidad del trabajo tiene como objetivo
descubrir las coyunturas políticas y religiosas que se gestaron en la segunda mitad del siglo
IV abordando el Tratado de Ambrosio de Milán sobre la Penitencia.
8. LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN: Biblia, teología y educación.
9. FUENTES CONSULTADAS: Almudena López, Alba, “Teología política y polémica
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Antiguo. Barcelona: Ediciones Universidad de Barcelona, 2004. Ambrosio de Milán. La
Penitencia, [Introducción, traducción y notas de Manuel Garrido Bonaño, OSB] Madrid:
Editorial Ciudad Nueva, 1999.
10. CONTENIDOS: es a través del Tratado de “La Penitencia” de Ambrosio de Milán que
podemos hacer un acercamiento a las coyunturas doctrinales de la tradición politeísta
romana que se suscitaron a finales del siglo IV. De manera consecuente, la obra sobre la
penitencia es netamente una exhortación catequética que nos lleva a preguntarnos: ¿Qué
incidencia tiene la obra en las confrontaciones doctrinales? ¿A quién está dirigida? ¿Qué
implicación tendría un Tratado de talante religioso en la política imperial? ¿Qué
desempeños obtienen los obispos después de los Concilios? ¿Qué significaba la penitencia
y la excomunión para este momento histórico? Con este marco referencial, sondearemos las
consecuencias que tuvieron las corrientes heréticas con la postulación de las sanciones
legislativas de carácter político-eclesiástico recogidas en el Código Teodosiano, para hacer
que la Religión Cristiana Católica fuese la religión oficial del Imperio. Por ello, se propone
como objetivo general: analizar en el Tratado de la “Penitencia” de Ambrosio de Milán, las
relaciones entre las religiones y la política en la segunda mitad del siglo IV, para conocer el
proceso legislativo creado al interior de la Iglesia en relación a las controversias
doctrinales.
4
11.
METODOLOGÍA: investigación
histórico-crítica, en la cual se consultaron
diversas fuentes bibliográficas y se brindaron aportes de la evolución histórica con énfasis
en la práctica sacramental de la obra “La Penitencia” de Ambrosio de Milán. Además ésta
investigación será fuente de consulta para aquellos que indaguen sobre cuestiones
pertinentes al campo dogmático, litúrgico y exegético a partir de la perspectiva patrística.
12.
CONCLUSIONES: los conflictos políticos-religiosos que se gestaron a finales del
siglo III fueron una medida disciplinaria que repercutió en los edictos imperiales para
robustecer su identidad religiosa a favor de la Tradición ancestral romana. Debido a los
intentos por mantener la estabilidad política, el estamento imperial fusiono a la religión,
como un elemento sustancial para regular la vida cívica. Es por esta razón, que a través de
las persecuciones que se generaron contra el cristianismo por evitar toda ruptura con los
ritos y tradiciones, hizo de la antigua Roma un modelo de sociedad integrada. Sin embrago,
las usurpaciones y la inestabilidad política fue evolucionando hasta que asumiera el poder
Constantino y es a través de su representación como Pontifex maximus que fortalecerá la
formulación de una Teocracia al asumir los dos poderes: político y religioso. Además, la
estructura imperial a principios del siglo IV favoreció al cristiano en el campo social,
político, cultural y religioso; esta predominancia por el cristianismo va a ser fundamental
para que Constantino interfiera de manera decidida en el Primer Concilio Ecuménico de
Nicea año 325 d.C con la pretensión que los líderes de las corrientes ancestrales llegarán a
un acuerdo en materia de fe y doctrina. Es así como se consolida la idea del Cesaropapismo
con la finalidad de dictaminar las sesiones conciliares condenando al exilio a todos aquellos
que no estuvieran de acuerdo con las formulaciones doctrinales. De este modo, surge el
arrianismo que se difundió hasta finales del siglo IV y fue un punto de referencia para la
historia eclesiástica, generándose así los diversos litigios por los emperadores que se
acogieron tanto al arrianismo como al cristianismo. Con este referente, comprenderemos la
evolución de las prácticas políticas y religiosas que se implantaron por parte de los
emperadores, fusionando las élites eclesiásticas al estamento imperial. Asimismo, en la
segunda mitad del siglo IV la figura del Obispo adquiere un rango destacado en las
políticas imperiales, por tanto, asociamos a Ambrosio, Obispo de Milán, y su influencia con
5
los emperadores cristianos, en una lucha desmedida por mantener la jerarquía eclesiástica
propiciando que a través del concilio de Constantinopla en el año 381d.C y el Edicto de
Tesalónica logrará suprimir a todas las manifestaciones religiosas atribuyéndole las
sanciones civiles y religiosas. En último lugar, el Tratado de “La Penitencia” del obispo de
Milán refiere a la autoridad moral al cuestionar la brutal masacre del emperador Teodosio
en la ciudad de Tesalónica.
6
IGLESIA E IMPERIO EN EL TRATADO DE “LA PENITENCIA” DE AMBROSIO
DE MILÁN: UN DIÁLOGO ENTRE POLÍTICA Y RELIGIÓN.
DANIEL ANTONIO FUENTES SÁNCHEZ
UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA
FACULTAD DE TEOLOGÍA
BOGOTÁ
2012
7
IGLESIA E IMPERIO EN EL TRATADO DE “LA PENITENCIA” DE AMBROSIO
DE MILÁN: UN DIÁLOGO ENTRE POLÍTICA Y RELIGIÓN.
DANIEL ANTONIO FUENTES SÁNCHEZ
Trabajo para obtener el título de Licenciado en Teología
Director
José Fernando Rubio Navarro
UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA
FACULTAD DE TEOLOGÍA
BOGOTÁ
2012
8
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo es fruto del semillero de investigación llevado a cabo en la Universidad de San
Buenaventura, donde pude desempeñar mi labor investigativa en el área de los textos
patrísticos, por tanto es resultado de una ardua y pausada reflexión.
En especial doy gracias por la motivación y el interés del Tutor de la carrera en la
Licenciatura de Teología, José Fernando Rubio, que con su paciencia y dedicación
encaminó la consolidación y término de este proyecto.
También quiero agradecer a la Comunidad de Misioneros Claretianos, fundamentalmente al
Padre Omar Velásquez quién con su disposición me acompañó en la corrección de este
trabajo.
Asimismo, doy gracias a mis compañeros de comunidad y al cuerpo docente de la
Universidad que ampliaron mis conocimientos en el campo patrístico, cristológico,
pastoral, litúrgico y dogmático.
9
ÍNDICE
Página
Introducción…….……………………………………………....…………………………..5
Capítulo I: contexto Histórico-Teológico…………………...…………………………….8
1.1 Antecedentes históricos – políticos……………….…………………………….8
1.1.1 Reinado de Diocleciano………………………………………………….9
1.1.2 Últimas persecuciones……………………………………………….....12
1.1.3 Evento Constantino…………………………………………………….14
1.1.4 El Cesaropapismo………………………………………………………17
1.2 El Arrianismo……………..…………………………………………………....19
1.3 Concilio de Nicea 325………..……………………………………………........21
Capítulo II: Teodosio I y Ambrosio de Milán……………………………..……………26
2.1 Teodosio (Flavius Theodosius)………………………………………………..27
2.2 Ambrosio de Milán……………………………………..……………………...30
2.2.1 Elección de Ambrosio como Obispo………………………………...…33
2.3 Relación Iglesia- Imperio………………………………………………..….…35
2.3.1 Magno Máximo y Ambrosio……………………………………..…….35
2.3.2 Altar de la diosa Victoria……………………………………………….37
2.3.3 Basílica Porciana…………………….…………………………………38
2.3.4 Quema de la sinagoga de Callínigo……………….……………………40
2.4 Represión contra las corrientes heréticas………………………………...…..42
2.4.1 Edicto de Tesalónica…………………………………………………...47
Capítulo III Tratado de “La Penitencia” de Ambrosio de Milán……………………...52
3.1 Análisis temático de la obra………..……………………………………….…57
3.2 Imposición de la Penitencia al Emperador Teodosio……………………..…61
3.2.1 La masacre en Tesalónica………………………………………………61
3.2.2 La oración fúnebre del Emperador Teodosio………………………….66
CONCLUSIONES…………………………………………………………………...……69
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………...…………………..76
10
INTRODUCCIÓN
La presente investigación hará referencia al Tratado de “La Penitencia” de Ambrosio de
Milán vinculando un diálogo entre la religión y la política operante en la segunda mitad del
siglo IV. Desde este referente indagaremos sobre los edictos establecidos por los
emperadores cristianos Constantino y Teodosio I que encausaron una repercusión en la
cosmovisión religiosa de la antigua Roma en sus cultos politeístas. Desde estas perspectivas
se establece una teología política implementada por los emperadores con la finalidad de
entrar en oposición contra las posturas heréticas que iban en contra de los dogmas
instaurados en los concilios ecuménicos de Nicea 325 y Constantinopla 381.
Es a partir de la segunda mitad del siglo IV que la actuación del obispo de Milán, en su
labor apologética, dictaminará el realce que adquiere el clero en su función de legislar en
asuntos civiles y en cuestiones religiosas, con la pretensión de resguardar la integridad del
Imperio en lo que compete a buscar estrategias jurídicas para condenar y erradicar toda
postura que estuviese en contra del poder imperial y del status religioso alcanzado por el
cristianismo.
En este contexto podemos entablar una relación Iglesia-Imperio bajo el auspicio del obispo
de Milán, quien se interpuso afanadamente ante los privilegios de las otras formas de
asumir el Kerigma (cristianismos) que no estaban sujetas bajos los estatutos de los
Concilios. Con estas consideraciones, Ambrosio emitirá serias acusaciones contra las sectas
heréticas, en esencial contra el arrianismo, de allí se desprenderán medidas rigurosas que se
hacen evidentes a partir del derecho que los emperadores obtienen para legislar en asuntos
eclesiásticos. Son contundentes los fundamentos de orden jurídico e ideológico para
condenar y perseguir a todas aquellas corrientes proselitistas tildadas de heréticas, pues
bajo categorías del Derecho Romano engloba una definición de carácter legal a las
creencias ortodoxas según la tradición episcopal.
Asimismo, los cultos paganos se comprendieron como crimen público bajo la acusación de
herejía o apostasía. No obstante, la Iglesia cristiana recurre al concepto jurídico para
entrometerse en asuntos civiles y religiosos. Resulta oportuno resaltar que a causa de las
11
cuestiones legales y religiosas, el gobierno imperial terminó por influir entrañablemente en
una cohesión política.
Ahora bien, durante este recorrido de carácter histórico-crítico convergen las prescripciones
morales en torno a la penitencia pública que suscita una interpretación de carácter vital,
pues integra un eje temático en cuanto a la relación político- religiosa. De allí brota una
cuestión que intentaremos responder a partir de la penitencia atribuida al emperador
cristiano Teodosio I, a decir: ¿Qué elementos importantes del Tratado de “La Penitencia”
de Ambrosio de Milán permiten ver el diálogo y la relación entre Imperio e Iglesia?
En lo que respecta al método patrístico postula un marco de interpretación de la edad tardoromana, específicamente el siglo IV, que tiene como objeto hacer un análisis, no sólo en la
esfera de tipo religioso o político, sino que también abre un marco de comprensión en el
campo litúrgico que está ligado a la composición de las sedes eclesiásticas, el componente
jurídico de los edictos imperiales, la apertura hacia el valor sacramental como
instrumentalización del poder, entre otros. Por tal razón indagar sobre las fuentes patrísticas
en los tiempos modernos suscita otra manera de comprender una cultura que infundió una
visión teológica en cuanto a lo literario e histórico, reconstruyendo así los cimientos de una
interpretación más acertada de los textos bíblicos y hermenéuticos; recurso que avala el
pensamiento de los Padres de la Iglesia como lo refiere Ambrosio de Milán en su Tratado
de “La Penitencia” determinando el contextos social y religioso en la cual nace la obra.
Por otra parte, la estructuración del trabajo inicia con la concepción de las tetrarquías bajo
el gobierno de Diocleciano. De allí se desprende un cambio sistemático al imponerse otro
sistema de valores religiosos instaurado por Constantino quién asume al cristianismo como
un poder avasallante, rompiendo todos los esquemas de la tradición ancestral. Llegado a
este punto, Constantino busca a toda costa la libertad religiosa y así pone fin a las cruentas
persecuciones que por décadas habían marcado la historia romana.
Desde esta lectura histórica evidenciamos la idea del Cesaropapismo encumbrando la obra
teológica de Eusebio de Cesarea que acreditó al emperador la idea de la divinización. Por
consiguiente, tras el apoteósico resurgimiento del cristianismo se ve amenazado por las
12
doctrinas imperantes de la antigua Roma como el arrianismo; es así que durante este
episodio se convoca el primer Concilio ecuménico de Nicea 325 para restablecer la armonía
del imperio.
Un aspecto a destacar es la multiplicación de la controversias teológico-dogmaticas que van
a ser un factor decisivo en la segunda mitad del siglo IV; esta eventualidad va a dar pie para
establecer la relación entre el emperador Teodosio I y Ambrosio obispo de la diócesis de
Milán implementando una estrategia defensiva en la cual involucra un ordenamiento
religioso y legislativo. Seguidamente, se postulan las consecuencias que contrajeron el
edicto de Tesalónica y el reforzamiento que tiene el concilio de Constantinopla del año 381.
Tras estos hechos se impone, a través de la fuerza, medidas cautelares y bajo la
prescripción de edictos se generan los exilios y las excomuniones eclesiásticas.
Además, Ambrosio desempeña la administración imperial en su diócesis, lo cual lo
facultaba en una celosa defensa del cristianismo, ya que bajo su regencia tenía que
aconsejar a los emperadores cristianos y es allí donde radica su evolución episcopal al
confrontarse con el estamento imperial como la emperatriz Justina quién apoyaba
decididamente al arrianismo; así como las confrontaciones de orden político que generó las
basílicas.
En último lugar, se hace el análisis al Tratado de “La Penitencia” de Ambrosio de Milán
que está unida intrínsecamente a la masacre ocurrida en la ciudad de Tesalónica. Este hecho
fundamenta la excomunión eclesiástica, lo que suponía un castigo religioso, político y
moral e implicaba una separación de la comunidad de los creyentes y, posiblemente, la
incapacidad de ejercer su labor política. Tras el tratamiento de la “penitencia pública” a
Teodosio I, Ambrosio logra que éste, de manera contundente, se afiance por el cristianismo
y así se establezca en la legislación romana un cercenamiento de las corrientes heréticas
con la impronta de hacer de la religión cristiana la religión oficial del imperio.
13
CAPÍTULO I
CONTEXTO HISTÓRICO- TEOLÓGICO
La primera parte de esta investigación tendrá como objetivo ahondar los conflictos políticos
y religiosos que indujeron a un cambio social a finales del siglo III y principios del siglo
IV, a los que se les suman las diversas persecuciones en el reinado de Diocleciano. Desde
este punto de vista indagaremos los aspectos militares que llevaron a la imposición de un
orden tetrárquico para mantener la preeminencia de su identidad cultural- religiosa de la
civilización grecorromana. También hay que añadir que para este momento histórico, el
Imperio se enfrenta a la creciente adhesión hacia el cristianismo y su posterior tolerancia
religiosa que se gesto a través del conocido Edicto de Milán del año 313 d.C, bajo la
regencia de Galerio. Estos indicios remiten a unos lineamientos políticos- religiosos que se
asentaran con imposición legítima de Constantino al trono y su vinculación del poder
amparada en la divinidad. De manera progresiva, se potenciará un drástico cambio, al
someter al Imperio a unas modificaciones de orden jurídico e institucional al promover el
primer Concilio Ecuménico (año 325 d.C), suscitando así la confrontación doctrinal entre
nicenos y arrianos. Ahora bien, es necesario separar la historia política y eclesiástica para
comprender las trasformaciones políticos-religiosas en la primera mitad del siglo IV.
1.1 Antecedentes históricos – políticos
Los antecedentes de la estructura pública de la antigua Roma se vieron interrumpidos por la
emulación del aspecto religioso que avasalló, no sólo sus principios fundamentales de
politización (adoración a los dioses griegos), sino que suscitó una reforma del sistema
político debido a que estaba trastocada por la degradación y el descontento de siglos de
persecución. Tras este itinerario vamos a dilucidar los mecanismos ideológicos de corte
contestatario, como son las usurpaciones militares, frente a las tetrarquías que desde sus
inicios y por décadas condenaron al cristianismo. Además, dentro de este ámbito
resaltaremos las últimas persecuciones, la asunción de Constantino al trono, la relación
indisoluble entre la Iglesia y el Imperio como punto central que explicita el Cesaropapismo.
14
Con tal marco de comprensión, la iniciativa del primer obispo cristiano dará lugar a un
proceso político de gran envergadura para este periodo histórico del siglo IV, debido a la
convocación del Concilio de Milán 313 y la licitud del cristianismo. Por otra parte, también
abordaremos la densidad del tejido episcopal que adquiere gran significación como medida
para establecer la argumentación de la autoridad frente a otras posturas doctrinales como el
arrianismo, producto de la acción que establece el
primer Concilio ecuménico de la
cristiandad. Es así que las leyes imperiales toman un giro sobresaliente y entrelazan la
legitimidad de la autoridad episcopal con la finalidad de mantener un orden en la
civilización romana unificando una sola creencia en materia de fe y doctrina.
1.1.1 Reinado de Diocleciano.
“Diocleciano subió al trono en el año 284, ascendiendo desde un origen humilde en
Dalmacia, hasta el mando de los domestici, la guardia imperial. Fue, por tanto, uno de los
soldados-emperadores de Iliria que llegaron al poder tras la muerte de Galeano en el año
268”1. Era natural de Dalmacia y se llamaba Diocles, de donde se originó el nombre que
figura en sus inscripciones oficiales: Caius Aurelius Valerius Diocletianus. Parece haber
llegado al poder con un proyecto completo de reorganización.
Se instituye así un nuevo sistema político denominado régimen tetrárquico o también
llamado el ‘Dominado’, basado en un reparto de poder entre cuatro emperadores que
compartían el poder sin romper la unidad del imperio: dos en Oriente y dos en Occidente.
Diocleciano para Oriente y Maximiniano para Occidente con sus Césares respectivamente,
Constancio Cloro para Occidente y Galerio para Oriente.
Cabe señalar que, al inicio de su gobierno, tuvo que hacerle frente a la restauración de las
bases políticas, económicas y sociales, a causa de problemas militares y religiosos y en
consecuencia, el imperio había estado a punto de desmoronarse por la anarquía militar de
los años precedentes.
1
Averil Cameron, El Bajo Imperio Romano (284-430 d.C) (Madrid: Ediciones Encuentro, 2001), 40.
15
La cuestión de seguridad militar era cómo poner fin a la frecuente sucesión de
emperadores. Entre los años 235-284 el ritmo fue muy rápido. “En el año 235 muere
asesinado Alejandro Severo y se inicia el período de la anarquía militar, es decir, que se
desencadenaron guerras civiles entre los jefes militares de provincias; la anarquía militar se
extiende por un periodo aproximado de cincuenta años.”2
Las consecuencias fueron inminentes, la media del tiempo de permanencia en el poder fue
de dos años y medio. Ahora bien, el asesinato de emperadores, las usurpaciones y los
levantamientos militares, fueron frecuentes, lo que repercutió en la inestabilidad política del
imperio.
Para esta corta etapa de la historia de romana contamos con 27 emperadores
legítimos y una larga serie de aspirantes al trono que contaban con el respaldo de
algún ejército. La gran mayoría de estos emperadores fueron jefes militares
proclamados por el ejército y depuestos y asesinados por las mismas legiones.
En su nombramiento, raramente, participó el senado y en ocasiones ni siquiera
se solicitó su ratificación oficial. Lo que demuestra que el poder de elección
radicaba en las legiones encargadas de la defensa del imperio3
A raíz de esta crisis se desataron, al interior del imperio, las denominadas persecuciones de
Decio, Valeriano y Diocleciano que hicieron un intento de erradicar el cristianismo. “Hizo
de su figura la reencarnación de Júpiter y se atribuyó, además, los títulos de dominus, deus
y jovius, con los que sacralizando su persona, trató de obtener la fidelidad de los súbditos a
su figura carismática”4. En este sentido, Diocleciano llevó hasta últimas consecuencias la
sacralización de la figura imperial, ya que los emperadores venerados como dioses
adquieren un carácter sagrado que fortalece el poder imperial.
Diocleciano desarrolló todo una teología política, reforzando el carácter divino
de los emperadores e instaurando un absolutismo teocrático […] La religión
tradicional romana jugaba un papel fundamental en esta nueva concepción del
poder y los cristianos se vieron afectados por el decreto o edicto que se impone
en el año 303 que afectaba el ejercicio de sus creencias religiosas5
2
Fernando Betarcourt, Derecho Romano Clásico. Colección Manual Universitario N° 33, Universidad de
Sevilla (2007): 80.
3
Joaquín Pantoja Gómez, Historia antigua (Grecia y Roma). (Barcelona: Editorial Ariel, 2009), 764.
4
César García Rascón, Manual de Derecho Romano (Madrid: Editorial Tecnos, 1992), 255.
5
Manuel Sotomayor y José Fernández Ubiña, Historia del cristianismo. I. El mundo antiguo. (Madrid:
Editorial Trotta, 2003), 312.
16
Es evidente entonces que, el enfrentamiento entre el cristianismo y el poder político
imperial se ensanchará por la incompatibilidad de los cultos tradicionales politeístas, con la
emergente religión que matizó su identidad a través del monoteísmo y su contundente
rechazo al culto imperial. Esta incidencia hará que Diocleciano ejecute un ordenamiento o
medida represiva para avasallar al cristianismo a través de la destrucción de las Iglesias y la
quema de las escrituras cristianas.
De igual manera, “la imposición imperial de Diocleciano ordena que aquellos cristianos
que ostentaban cargos públicos fueran despojados de su rango”6. Se tiene en cuenta que la
persecución estuvo relacionada con el hecho de que los cristianos se negaron a tomar parte
en los sacrificios oficiales prescritos en todo el imperio.
Con referencia a lo anterior, “se decreta la prohibición de las asambleas cultuales, además
se insta a los clérigos y a los súbditos a hacer sacrificios en honor a los dioses romanos y a
los emperadores, bajo pena de muerte, cárcel o condena a trabajos forzosos”7. Esta
determinación imperial se fue agravando de manera progresiva siendo la represión más
violenta y duradera que se extiende hasta el “edicto de tolerancia” del 313.
Tras estos decretos, encontramos la intencionalidad y el pensamiento que compagina con el
carácter moral de la sociedad romana. La religión pública se compone de un complejo
orden de divinidades, fiestas y ritos, controlados por el Imperio y requería la aceptación de
todos los ciudadanos. De estas circunstancias nace el hecho que los sacrificios a los dioses
ancestrales, expresaba públicamente la lealtad al emperador y por ende, se convertía en un
acto político.
En otras palabras, los cristianos fueron perseguidos porque amenazaban la seguridad de
Roma, negándose a rendir a los dioses el debido culto. Por este motivo, se manifestaba
6
7
Averil Cameron, Op. Cit., 53.
Manuel Sotomayor y José Fernández Ubiña, Op. Cit., 313.
17
como signo de impiedad la no adhesión a estas prácticas y se interpretaba como
inconformismo y resistencia política8.
Se explica así una simbiosis religión-política en la sociedad romana, significando que toda
actividad política tiene una dimensión religiosa. Es decir, se plantea la idea de pax deorum,
también especificada como la benevolencia de los dioses:
Se basa sobre la creencia de que la prosperidad del imperio y la eternidad de
Roma no dependen de las fuerza de los hombres, sino de la vigilancia benéfica
de los dioses […] estos ritos tradicionales, financiados por el imperio y dirigidos
por los magistrados, eran la garantía de la salvación de Roma, mientras que la
negligentia deorum suponía la derrota militar y demás males de origen divino,
tales como epidemias y otras catástrofes naturales9
1.1.2 Últimas persecuciones.
Entre los años 303-311 d.C las persecuciones fueron las más severas y se abre un debate
sobre la tolerancia religiosa para poner fin a las persecuciones. Cabe señalar, que se emite
el primer edicto de tolerancia en Nicomedia por Galerio en el 30 de abril del año 311 d.C,
dando a los cristianos el derecho legal de existir y a reconstruir sus lugares de culto. El
edicto promulga: “En pago a nuestra indulgencia, los cristianos deberán rogar a su dios por
nuestra salud, por el imperio a fin de que la república goce de su perfecta prosperidad y
ellos puedan vivir con prosperidad”10. Esto explica la decisión imperial de poner fin a las
persecuciones, las cuales intentaban hacer volver a quienes habían desertado de sus propios
dioses inmortales a través de castigos. Por tal razón, el edicto de Milán comienza con una
declaración de los motivos que impulsan al legislador a declarar el cristianismo como
religión lícita en el imperio.
Una vez que se emitieron los edictos que se establecían su retorno a las creencias
tradicionales, además, la inclinación de los emperadores al perdón, extendiendo
también a los cristianos su <<indulgencia>>, de modo que puedan existir
8
El intento de controlar creencias y prácticas refractarias se ajustaba muy bien a la ideología de la tetrarquía.
La adopción de Diocleciano y Maximiniano de los títulos de Jovio y Herculio formaban parte del énfasis en la
sanción moral y religiosa de su autoridad, y cualquier signo de ofensa a los dioses se interpretaba como algo
peligroso para el futuro del Imperio. Cf. Averil Cameron, Op. Cit., 55.
9
Mar Marcos, “Ley y Religión en el Imperio Cristiano (s. IV y V)”, en Ley y religión: Revista de ciencias de
las religiones. Anejos. XI-(2004): 52.
10
Aurelio Castillo Yepez, Roma, El Edicto de Milán Antecedentes y relaciones (Caracas: Universidad
Católica Andrés Bello, 1995), 198.
18
libremente y reconstruir sus lugares de culto, siempre y cuando no perturben el
orden público […] (se permite a los cristianos orar y permanecer seguros en sus
hogares), así como una manifestación de las virtudes imperiales de la clemencia
y la indulgencia, contrarias a la tiranía y la violencia11
Después de las consideraciones anteriores, hay que añadir el desarrollo del edicto de Milán
(313) siendo la reafirmación del edicto de tolerancia de todas las religiones, promulgado
por Galerio:
Si el edicto de Galerio reconoce al cristianismo como religio licita, el edicto de
Milán le confiere plena igualdad de derechos con la religión tradicional e incluso
cierta preferencia [...] En el trascurso de las conferencias que Constantino
mantuvo en Milán, en febrero del año 313, con Licinio, quedó convenido que no
sólo se pondrían fin a las persecuciones contra los cristianos, sino que les serían
restituidos los bienes que les habían sido confiscados12.
Con la tolerancia religiosa (Edicto de Milán) se van gestando ciertos lineamientos que
acrecientan la estabilidad de los cristianos entre los estamentos del imperio, en la cual
priman, la devolución a los cristianos de sus bienes secuestrados, como Iglesias y
cementerios. Como ya se indicó, el edicto de tolerancia constituyó un legado a favor de los
cristianos, siendo el primer paso político privilegiándolos en el orden legislativo. Esto
permitió que la Iglesia alcanzara un favoritismo, entre las demás religiones que imperaban
en el imperio, dando un alcance excepcional en desarrollo y autonomía.
Prohibición a los judíos, bajo la pena de fuego, de lapidar a los correligionarios
suyos que se pasasen al cristianismo; la prohibición en los municipios paganos
de obligar a los cristianos a celebrar sacrificios, dispensa de “munera” para los
clérigos. Añade el permiso de testar a favor de la Iglesia, descanso obligatorio el
domingo. Abolición de las penas establecidas contra el celibato, jurisdicción
civil dada a los obispos13.
A partir del reconocimiento del cristianismo como religión licita14 se afectó de manera
directa a la religión ancestral romana, sellando así una extraordinaria trascendencia
histórica. Podemos decir, que el cristianismo era una más de tantas religiones de origen
11
José Fernández Ubiña y Mar Marcos, Libertad e Intolerancia Religiosa en el Imperio romano en: Revista de
ciencias de las religiones. Anejos. XVIII-(2007): 75-76.
12
Mar Marcos, Op. Cit., 55.
13
Aurelio Castillo Yepez, Op.cit., 199.
14
Constantino y Licinio decidieron conceder, para provecho y utilidad públicas, libertad de culto tanto a los
cristianos como a todos en general, con el fin de que la divinidad siguiera otorgando a los emperadores su
benevolencia. Se suprimen todas las restricciones a la libertad de culto y se reitera el derecho a todos a hacer
la elección religiosa según su voluntad. Cf. José Fernández Ubiña y Mar Marcos. Op. Cit., 80.
19
Oriental que generó un importante influjo hacía el monoteísmo. Esto la distinguía y la hacía
entrar en oposición con la antigua religión, que desde sus raíces era una forma de
religiosidad política pues dentro de su fundamento se inserta la creencia en la paz, el
bienestar y la protección de los dioses estatales como fuente de poder.
Ahora bien, la ascensión de Constantino al trono va a cambiar la concepción ancestral,
adoptando la conciliación de los cultos del dios Sol y de Cristo, y así implementar una fase
teocrática, como elegido de Dios para regir el destino del imperio. Constantino utilizó la
religión como instrumento para apoyarse en el poder, es así que la promulgación del Edicto
de Milán 313 va a constituir un puente para la adopción del cristianismo.
1.1.3 Evento Constantino.
Surge un cambio de perspectiva en la consolidación de un imperio cristiano. Como se
puede constatar, la Iglesia potenció un dinamismo social y cultural que integró el factor
político distanciándose del poder moral que caracterizaba a las tetrarquías15.
Esta época se caracteriza por la formación de un Imperio cristiano, pues sus
leyes civiles recogen las normas básicas morales del cristianismo y, mediante la
fuerza coercitiva de la sanción penal, protegen sus reglas religiosas y
eclesiásticas, al mismo tiempo la jerarquía garantiza la subordinación a los
gobernantes a través de la legitimación religiosa de los comportamientos
políticos que les garantice el consenso16.
A primera vista, la evolución política, social y religiosa del imperio busca otro esquema de
poder que se fundamenta sobre el monoteísmo cristiano y así establecer una monarquía
imperial. Constantino establece la monarquía absoluta del derecho divino, afirma ese
carácter en el momento que margina el modelo tetrárquico y las referencias a Júpiter y
Hércules como dioses protectores. Efectivamente, si el politeísmo convenía a la tetrarquía,
el monoteísmo era el fundamento de la monarquía de Constantino tal como lo relata
Eusebio de Cesarea quien fue su ideólogo político. En resumen, la concepción político15
El emperador Constantino ya había optado en el 312 por resarcir a la Iglesia de las persecuciones
tetrárquicas y hasta parece muy probable que también se hubiera decidido a servirse de ella como elemento
vertebrador de su política de reconciliación social y religiosa. Cf. Manuel Sotomayor y José Fernández Ubiña,
Op. Cit., 339.
16
M. Filoramo, M. Massenzio, M. Raveri y P. Scarpi, Historia de las Religiones (Barcelona: Editorial
Crítica, 2007), 161.
20
religiosa de Constantino fundamentaba el imperio unificado y sometido bajo la autoridad de
un solo emperador elegido por Dios.
Para comprender la concepción de la política imperial o mejor teológicopolítica, elaborada por Eusebio de Cesarea, Constantino, el basileus era el
Kosmos-Krator o emperador es decir, como representante de la Divinidad
cósmica que administraba de manera vicaria el orden político[…] De esta
manera, se conjuga política y religión en la medida que la teoría política consiste
en garantizar la nueva pax augusta, ahora pax christiana, basada
fundamentalmente en la unidad política y religiosa, ya que ella es la garantía de
la renovación imperial.17
De cualquier modo, Constantino no concibió una separación entre el campo político y
religioso pero tampoco aspiraba imponer la exclusividad del cristianismo frente a otras
religiones. Es natural que no renunciara al cargo de sacerdote de la religión pagana estatal
(Pontifex Maximus). Esta iniciativa establecería que el paganismo no fuese perseguido y
que la tradición pagana siguiera ostentando altos cargos.
De igual manera, las ceremonias paganas se mantuvieron, oficialmente, junto con las
cristianas, pues el emperador en su vida terrena aceptaba los honores divinos como
encarnación del dios sol. Así se comprende que Constantino no llevó al Cristianismo a
religión oficial y única del imperio sino que reafirmó su situación de religión lícita frente a
las demás religiones dentro del imperio.
La aceptación por Constantino del cristianismo tuvo una gran influencia en la ley romana,
puesto que el emperador la revisó a la luz de las ideas cristianas. “Se abolió la crucifixión
como medio de ejecución, también se abolieron los juegos de gladiadores que tantas
personas asociaban con el martirio cristiano.”18 Así se gestan nuevos privilegios para los
cristianos, el clero cristiano fue eximido de las prestaciones personales y recibe el derecho a
juzgar en asuntos eclesiales.
Constantino que pretendía fortalecer al imperio, consiguió la autoridad moral
del pueblo gracias a una nueva religión que sustituía al desfasado paganismo, al
mismo tiempo se contaba con el apoyo de la emergente Iglesia, hecho que a su
17
Florencio Hubeñák. El Hispano Teodosio y la cristianización del Imperio En: Revista Hispania Sacra.
Enero-junio (1999): 6.
18
Isaac
Asimov;
“Constantinopla
el
Imperio
Olvidado”,
Historia
Antigua,
(1983),
http://webquest.infoespacio.net/IMG/pdf/Asimov_Isaac_-_Constantinopla.pdf :18.
21
vez otorgaba al emperador la lealtad de los feligreses. Como contrapartida,
destacar la pérdida de independencia del Imperio con respecto a la Iglesia en
forma de cesión de bienes, concesiones fiscales y jurídicas19
Estas medidas le permiten afirmar una autoridad aunada a la visión de carácter religioso en
la que se otorgan prebendas a la fe nicena, adquiriendo cierto estatus en la sociedad. En
efecto, durante la etapa de monarquía absoluta (324-337) se fue desplazando
paulatinamente la religión romana y prohibiendo sus ceremonias de carácter supersticioso.
Aunque Roma mantuvo una actitud de respetuosa precaución con respecto a las
divinidades que no formaban parte del culto estatal, la lesión de estos derechos
podía conducir a la ruptura de la Pax deorum, siempre se distinguió entre lo que
era aceptable, religio, y lo que era inaceptable […] Superstitio, un término que
tiene varios significados y que evoluciona con el tiempo. Superstitio se refiere a
las prácticas religiosas irregulares, que no siguen las costumbres estatales;
también puede referirse a un compromiso religioso excesivo, una especie de
adicción a los dioses, que muchas veces se entendía que era motivado por un
deseo inapropiado de conocimiento20
En relación con estos acontecimientos, Constantino formula un tono catequético propio de
un monarca pues su pensamiento religioso mantuvo en todo momento una dimensión
política muy acentuada. Cabe destacar, que la intromisión del imperio en asuntos
doctrinales repercutía directamente en asuntos políticos. Es así que se iniciará un intenso
proceso de expansión del cristianismo hacia afuera del imperio, coincidiendo así con la
multiplicación de Iglesias, enalteciendo la glorificación de los mártires sacrificados tras las
persecuciones desatadas contra el cristianismo.
Constantino no se bautizó hasta el momento de su muerte en el 337, todo parecía
indicar que se propuso promover un amplio sincretismo religioso con el
cristianismo y que pretendía que ese proyecto religioso admitiese a mayor
número de súbditos, para hacer del cristianismo la base ideológica de su política
unificadora21
La aparición del cristianismo representó una gran fuerza de carácter social siendo la
causante de una creciente división de la sociedad romana. En primer lugar, subsistió un
rechazo del cristianismo de coexistir o de igualarse a una divinidad por los debates
19
David Barreras y Cristian Duran, Breve historia del Imperio Bizantino (Madrid: Editorial Nowtilus, 2010),
42.
20
Mar Marcos, Op. Cit., 54.
21
Ramón Teja, El Cristianismo Primitivo en la Sociedad Romana (Madrid: Ediciones Istmo, 1990), 39.
22
filosóficos y en segundo lugar, las contiendas de una u otra facción que se presentaban ante
el emperador con la finalidad de encontrar el amparo imperial y el subsidio económico
ligado a estar en altos cargos, lo que implicaba su permanencia en la sociedad.
Por lo general, la preferencia religiosa de Constantino por adherirse a la religión cristiana
contribuyó notablemente para que la sociedad romana buscara la unificación exclusiva de la
creencia religiosa y así de manera creciente, se suscitó la intolerancia a otros grupos
religiosos siendo el factor decisivo que socavó los pilares de la tradición romana. Ahora
bien, no descartamos que el triunfo de la nueva religión cristiana, por imposición imperial,
nos lleve a pensar en una instrumentalización del paganismo que favoreció a la religión
emergente.
1.1.4 El Cesaropapismo.
Se emplea el término Cesaropapismo para denotar la intromisión del imperio en los asuntos
eclesiásticos. Como puede apreciarse, Constantino convocó el primer Concilio Ecuménico
para buscar la unidad entre las religiones existentes en el Imperio y procurar que no se
desarrollen las disensiones y los cismas.
A raíz de la tolerancia religiosa, se inaugura una nueva etapa en la relación entre
Iglesia e Imperio que conocemos con el nombre de Cesaropapismo y que se
caracteriza por reconocer sólo en el emperador la cualidad de intermediario entre
Dios y sus súbditos, actitud que implicaba la existencia de una serie de
prerrogativas imperiales en materia religiosa y la subordinación de la Iglesia a
los designios del imperio22.
Las relaciones entre el emperador y la Iglesia esta mediada por las funciones del soberano
como vicario de Dios, procurando la universalización del imperio y su ostentación del
poder hace que esté por encima del Imperio y de la Iglesia. No cabe duda, que el emperador
está en relación directa con Dios, posibilitándole ser el vicario legítimo de la divinidad,
confiriéndole el más alto grado en el ejercicio eclesiástico y así despliega la función de
Alba Almudena López; “Teología política y polémica antiarriana en la época de Constancio II” Facultad de
Geografía
e
Historia,
Universidad
Complutense
de
Madrid
(2010)
Tomado
de:
http://eprints.ucm.es/11713/1/T32475.pdf.
22
23
obispo universal cuya particularidad le permite gestionar tanto en magisterio, ministerio y
gobierno23.
Constantino al hacerse presente en todas las sesiones del primer Concilio Ecuménico, en
Nicea en el año 325 hizo un intento de reunir a todos los obispos dejando claro que la
decisiones que allí se tomaran, las respaldara la mayoría y los obispos que se resistieran
serían enviados al exilio siendo así una condena imperial antes que eclesiástica24.
La teología política de Eusebio de Cesarea, proporciona el sustrato ideológico a la
monarquía constantiniana aunando una conciencia político-religiosa. En consecuencia, toda
concepción política del poder imperial va a tener una repercusión inmediata en el orden
legislativo haciendo de estas características el origen del poder divino25.
En la época de Constantino se le reconocía un sacerdocio particular, fuera del
ámbito propiamente litúrgico, que tuvieron el propio Melquisedec del Génesis, o
de Saúl, David o Salomón, predecesores de los basileis que encabezaron a un
pueblo elegido […] La historiografía siempre ha privilegiado, por unas razones
culturales que ocultan sólidos prejuicios, aquellos que procedían de la
Antigüedad26
Pudiera creerse que su ideólogo político, Eusebio de Cesarea, inmortalizó las políticas
religiosas de Constantino, dándoles sentido de santidad equívoca, pues al generalizarse la
imposición de la hostilidad decayó esta fundamentación de la santidad. De manera
23
La concepción política del poder imperial va a tener una repercusión inmediata en el orden legislativo,
dictaminando constituciones y decretos encausando así que los emperadores podían nombrar y destituir a los
obispos también, convocar concilios ecuménicos, interviniendo además activamente en ellos. Al mismo
tiempo, podían tomar parte personalmente en los debates teológicos, y publicar obras de materia doctrinal. Cf.
Averil Cameron. El Mundo Mediterráneo en la Antigüedad Tardía (395-600) (Barcelona: Editorial Crítica,
1998), 80.
24
Las consideraciones que nos remiten a los exilios característicos del siglo IV se dan por motivos netamente
religiosos. Todo esto parece confirmar la más temprana y manifiesta intolerancia cristiana. La intolerancia
entendida como una cuestión de principios y no de hechos, es decir, como una disposición para poner en
marcha medidas violentas y represivas. Cf. José Fernandez Ubiña y Mar Marcos. “Libertad e Intolerancia
Religiosa en el Imperio Romano” La intolerancia religiosa de Constantino II: Algunas puntualizaciones sobre
el exilio de los adversarios En: Revista de ciencias de las religiones. Anejo. XVIII-(2007): 118.
25
La concepción providencialista del Imperio, que ahora se introduce, atribuye a Dios- el único Dios de los
cristianos- la titularidad del poder político, convirtiendo así el imperio en una teocracia: en consecuencia, el
emperador es el representante de Dios en la tierra y debe su investidura a la gracia divina, no de la
comunidad. Cf. Raquel López Melero. Sobre el carácter de la Institución Real en el mundo Grecorromano En:
revista Instituto de Historia Antigua y Medieval Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires.
Tomo 26.N° 88, 1984.
26
Gilbert Dragon, Emperador y Sacerdote: Estudio sobre el Cesaropapismo Bizantino (Granada: ediciones
Gallimard, 2007), 20.
24
semejante, se ha evocado con excesiva exclusividad la sacralidad de los reyes helenísticos,
y se ha concedido una importancia exagerada al título de Pontifex Maximus que ostentaban
los emperadores paganos27.
Conviene distinguir que hay una separación entre el emperador y el sacerdocio, debido a
los rasgos culturales, puntualizando que Constantino quedó excluido del libro ‘Constitutum
Constantini’; a partir de esta divergencia se cerraron las puertas de la santidad a sus
sucesores. Podemos equiparar que la construcción de la concepción del poder, implantada
por Constantino, radica en la sumisión de la Iglesia al imperio pues desde el punto de vista
de la tradición política era normal aceptar al emperador cristiano como Pontifex Maximus,
pero no desde la óptica del evangelio, debido a las causas públicas que no le permiten al
emperador permanecer en la santidad de la ley eclesiástica.
1.2 El Arrianismo
La Iglesia se convierte en un factor social y político, repercutiendo en la injerencia
imperial, para mantener la paz en materia de fe y creencias. Por esta razón, Constantino
impone su criterio de ortodoxia a través de la fuerza pública. En este período la Iglesia
cristiana ha de enfrentarse a las contiendas doctrinales y rivalidades, originando cismas y
herejías, que desencadenan disturbios al interior del imperio y exigen una actuación
imperial.
A partir de la conversión de Constantino y la proclamación de la paz de la
Iglesia, después de las persecuciones, coincidió con el surgimiento de
controversias, disensos y cismas en el seno de la comunidad cristiana sobre
cuestiones disciplinares y de teología28
Entre estas cuestiones disciplinares el “cisma arriano” comenzó por un altercado teológico
y es así que en el año 318 el presbítero Arrio de la Escuela de Antioquía, fue excomulgado
27
En realidad, el Antiguo Testamento pesó infinitamente en la antigüedad pues con la consolidación del
cristianismo se modificaron tanto las coordenadas políticas como las religiosas. Ese peso era particularmente
determinante en Oriente, porque allí se encontraba Jerusalén, allí vivían comunidades judías mejor
estructuradas, estas hipótesis corresponden a que los emperadores del Bizancio Cristiano heredaron de los
reyes veterotestamentarios un poder no sólo sagrado y divino, tal como ya era el poder helenístico-romano,
sino la atribución de un carácter sacerdotal. Cf. Ibíd., 20- 21.
28
Manuel Sotomayor y José Fernández Ubiña, Op. Cit., 399.
25
por un Sínodo celebrado en Alejandría, a causa de ciertas doctrinas discrepantes sobre la
naturaleza de Cristo. Cabe agregar, que con la apertura del cisma arriano progresivamente
se desencadena un conflicto de orden político que sacudirá la estructura imperial.
El Fundamento de la teología arriana:
...era la fe en la unidad y la trascendencia de Dios y, en consecuencia, la
convicción absoluta de que Dios, ser único e indivisible, principio ingenerado
(agénetos arché) de todo lo que existe, no puede compartir con otro su propia
esencia (ousía). En consecuencia, el Hijo no puede ser de la misma substancia
que el Padre. En tanto que generado, el Hijo no comparte ni la eternidad ni la
esencia del Padre […] En síntesis, la relación entre el Padre y el Hijo era la
negación de la divinidad plena y auténtica de Cristo, al que reduce, en tanto que
el hijo de Dios, a la categoría de criatura29.
De las consideraciones anteriores, podemos afirmar que el Padre es diferente al Hijo porque
existe sin origen ingénito y, por tanto, se le atribuye una filiación artificial. Además, el
postulado de Arrio nos permite comprender que el Hijo no comparte la misma esencia del
Padre equiparándolo a una criatura.
La exposición de la doctrina arriana estaba aferrada a una serie de pasajes bíblicos, en una
fuerte discusión con los nicenos mediante la interpretación del Prólogo del evangelio de
Juan. Sin embargo, “la tesis de Arrio explicita a Dios, en sentido pleno, aludiendo a que el
Hijo y el Espíritu son grados inferiores que permanecen en sentido creatural, por lo que,
visto así, el Padre es el verdadero Logos y verdadera sabiduría, en tanto que el Hijo recibe
estos apelativos por participación con el Padre”30.
A diferencia de los postulados de Arrio, la fe nicena difundió que el Hijo como verdadera
persona, es también verdadero Dios y de la misma esencia del Padre, porque se constituyó
en su esencia, antes de todos los tiempos, en un proceso inmanente a la Divinidad y no por
creación. Así se derriban las aseveraciones de la teología del Lógos que negaba de manera
categórica el dogma de la trinidad y en consecuencia, la divinidad de Cristo.
29
30
Ibíd., 422.
Alba Almudena López, Op. Cit., http://eprints.ucm.es/11713/1/T32475.pdf
26
Por su parte, Constantino quiso a toda costa conseguir la paz y la unidad en la Iglesia y por
consiguiente, la reconciliación social. En últimas, aprovechó la ocasión para develar los dos
grandes objetivos de su política: unificar las opiniones religiosas de todos sus súbditos, para
lo cual era necesario que los clérigos recobrasen la armonía perdida; y en segundo lugar,
resanar las heridas tras años de guerras en las persecuciones, por tanto, requería un clima de
paz religiosa.
Sobran razones para pensar que el cisma religioso (arrianismo) representaba una amenaza a
la unidad del Imperio pues podía desembocar una guerra civil. Por ello, la intervención del
imperio en materia eclesiástica se hace evidente por las constantes luchas políticoeclesiásticas de los emperadores y más aún por las oposiciones de las escuelas teológicas.
1.3 Concilio de Nicea 325
El objetivo del Concilio era poner fin a la controversia arriana, recién iniciada, que
comenzaba a dividir a los cristianos en dos bandos irreconciliables y a establecer una fecha
en torno a la celebración de la pascua.31
El conflicto doctrinal, con su extensión por el imperio se convirtió en un
problema político y exigió la intervención del propio Constantino. A instancia
del emperador y bajo la Inspiración de Osio, obispo de Córdoba, se reunieron en
un concilio Ecuménico en Nicea (325) En él, se condenó la doctrina de Arrio y
se promulgó un símbolo de profesión de fe, que definía la auténtica ortodoxia
católica: Jesucristo, Hijo de Dios y Consustancial al Padre32.
Desde otro punto de vista, los arrianos no abandonaron su propuesta de fe y durante varios
siglos mantuvieron su enfrentamiento con los cristianos. Las diferentes sectas refractarias
acudieron al emperador para solicitar su opinión. Cada una de ellas esperaba convencer a
Constantino de la verdad expuesta en sus enseñanzas y de esa manera, poder hacer
prevalecer su posición y acabar con las variantes falsas.
31
La nueva religión cristiana, la cual, incluso llegará a adaptar ciertas fechas de su calendario litúrgico para
hacerla coincidir con eventos importantes de los cultos religiosos paganos de Roma y, de esta forma, poder
reemplazarlos de una manera menos traumática para la plebe. El mejor ejemplo lo constituye la celebración
del 25 de diciembre que de ser el día de Saturno en época pagana se transformará en el día del nacimiento de
Jesucristo. Cf. David Barreras y Cristian Duran, Op. Cit., 42.
32
José Manuel Roldán Hervás, Historia de Roma (Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1995),
500-501.
27
La controversia arriana, que además de ser un debate teológico, un conflicto
entre las sedes eclesiásticas, una disputa entre individualidades y un contraste
entre preferencias culturales, fue también un enfrentamiento entre el emperador
y los obispos, un antagonismo en el que zanjaba la distribución del poder en el
nuevo imperio cristiano33
Dadas las condiciones que anteceden, la injerencia del emperador en los asuntos
eclesiásticos y el dinamismo de la formación doctrinal que reivindica la libertad religiosa
del 313, configura pautas para establecer una política de consolidación en el Concilio de
Nicea (325), siendo la ortodoxia cristiana el eje fundamental entre lo religioso y lo político.
En esta medida, ninguna doctrina puede llegar a ser ortodoxa, al menos que tenga éxito
político, por tal razón el binomio entre Iglesia-imperio va ser el sustrato para que se lleve a
cabo el florecimiento del cristianismo.
Las decisiones conciliares, planteadas en Nicea, determinaron leyes civiles que recogen las
normas básicas morales del cristianismo. Esto supone que mediante la fuerza coercitiva de
la sanción penal protegen sus reglas religiosas y eclesiásticas. Así pues, el emperador debe
asegurar la ortodoxia y suprimir toda postura contraria a corrientes heréticas.
Es oportuno señalar que el Concilio promulgó la primera declaración formal de la fe
Ortodoxa que por sus orígenes pasó a ser el credo de Nicea, otorgándole el rango de herejía
al arrianismo, como una creencia desviada, por no estar de acuerdo con las posturas
cristológicas asumidas en el Concilio34.
Se puede interpretar que a partir de Constantino se utilizaron las leyes como medida
coercitiva para marginar socialmente al herético. “Constantino enfrentó la controversia
arriana implementando la ley como medida para reforzar la autoridad del obispo con el
33
María Victoria Escribano Paño, Vivir en Tierra Extraña, Emigración e Integración cultural en el Mundo
antiguo (Barcelona: Edición Universidad de Barcelona- Colección instrumenta n° 16, 2004), 256.
34
La Ortodoxia deriva del griego Orthos (recto-justo) y Doxa (opinión o doctrina). A medida que las
comunidades cristianas iban estructurándose guiada por una autoridad encargada de vigilarlas, el obispo (de
Epískopos, vigilante), se va estableciendo un control tendiente a distinguir entre las doctrinas rectas y las que
aparentemente no lo son. Posteriormente, el significado de la ortodoxia tenderá a restringirse y designará
concretamente la recta interpretación de la Escritura, que sólo los ortodoxos interpretan correctamente,
mientras los herejes la deforman. Cf. M. Filoramo, M. Massenzio, M. Raveri y P. Scarpi, Op. Cit., 162.
28
reconocimiento de la audientia episcopalis, pues era una facultad y privilegio decisivo en la
configuración del obispo como líder”35
Cabe agregar que el I Concilio Ecuménico del año 325 d.c matiza tres ideas fundamentales:
a) Consolidar una fe universal; b) recuperar la autoridad de las principales Iglesias y sedes
apostólicas que habían perdido su importancia política; c) recoger, por medio de los
concilios, acuerdos en materia de doctrina y autoridad eclesiástica como principio de
jerarquía. No es casualidad que “la política religiosa de Constantino provocó innumerables
problemas, tanto en la Iglesia como en el Imperio, ya que cada facción eclesiástica se
consideraba a sí misma la única católica y ortodoxa, y reclamaba para sus clérigos la
protección y los beneficios del Imperio.”36
Fueron sucesivos los concilios entre ellos: Cesarea, Tiro y Jerusalén. Por ello, los
enfrentamientos entre arrianos y nicenos ilustran el papel del emperador en esta resolución,
dando lugar a sentencias conciliares e imperiales contra la disidencia religiosa. “El
emperador se vio obligado a someter a todos sus súbditos a las decisiones conciliares so
pena de exilio y de confiscación de bienes, más aún para los recalcitrantes y sectarios
obispos”37.
Por otra parte, el arrianismo se extendió en todo el ámbito del imperio. Su predicación se
extendió a Palestina, Siria y Asia Menor. Posteriormente, esta tendencia herética alcanza su
plenitud en los sínodos de Sirmium (357), y Rimini (359), durante el reinado de Constancio
II que declara el arrianismo religión del imperio, al igual en el 364 con Valente recibe su
apoyo para ocupar la mayor parte de las Sedes episcopales en Oriente hasta su muerte en el
378.
Como conclusión de este recorrido histórico podemos decir que a finales del siglo III y
principios del IV se dieron grandes trasformaciones a nivel político y religioso con
repercusiones en la organización del Imperio romano. Parte de esta eventual trasformación
35
Manuel Sotomayor y José Fernández Ubiña, Op. Cit., 400.
Ibíd., 353.
37
Pedro Quiroga López y Francisco Lomas Saltamonte, Historia de Roma (Madrid: Editorial Akal, 2004),
560.
36
29
se le atribuye a la reconocida tetrarquía como modelo adoptado por el imperio para su
expansión militar, con el propósito de mantener la unidad del imperio resguardando sus
tradiciones ancestrales y por ende, su estructura religiosa.
Producto de estos postulados, la incipiente comunidad cristiana fue protagonista de las más
severas medidas tomadas por los emperadores, que promulgaron decretos y leyes,
desatando así las más violentas persecuciones. Hay que destacar que el pensamiento
romano estaba guiado por una concepción hacia las deidades y cultos paganos que afectó de
modo directo al cristianismo ante la polis romana, pues este grupo disidente era
considerado como políticamente subversivo.
Sin embargo, tras el reconocimiento del edicto de Milán (313) se da la aceptación de la
religión cristiana como religión lícita, que va a ser el preámbulo para que germine una
nueva propuesta de sociedad, emergiendo así la consolidación del poder imperial a partir de
Constantino. Esta iniciativa será el pilar para que el emperador tome la decisión de
adherirse a la religión cristiana dándole gran realce y hegemonía en el campo jurídico.
La figura del emperador contribuyó para que se acreditara una política eclesiástica, dando
paso al primer Concilio Ecuménico, desarrollado en Nicea en el año 325, de allí se
desprenderán controversias, en lo dogmático y también en lo litúrgico, en la jerarquía y sus
miembros. Las consecuencias del Concilio de Nicea fue la eminente condena del
arrianismo como tendencia herética.
Por último, los acontecimientos que se desarrollaron en la primera mitad del siglo IV
tuvieron una ascendente influencia para el establecimiento de un poder no sólo político sino
religioso, pues las transformaciones lideradas por Constantino a través de sanciones
conciliares establecerán una imposición coercitiva, para hacer de la religión cristiana parte
de las estrategias políticas, implementando ‘la ortodoxia’ como fuente para mantener la
unidad de la Iglesia y la armonía al interior del imperio.
30
CAPÍTULO II
TEODOSIO I Y AMBROSIO DE MILÁN
A continuación vamos a adentrarnos en la composición legislativa y judicial que fue el
legado político-religioso que generó a partir de las determinaciones de Constantino, en
hacer del cristianismo un modo de vida, ejecutando una valoración de la vida social y
resguardando su identidad a través de la emulación de la ley, elevando su autoridad no sólo
política sino también una especial intromisión en asuntos eclesiásticos con la finalidad de
estandarizar su aceptación en todos los confines del imperio. Con estas posturas, alcanzó la
unidad social, revocando a partir de los concilios y sínodos toda oposición en cuestiones
litúrgicas, dogmaticas y jerárquicas. Esta disposición en materia religiosa es la que sanciona
al arrianismo como tendencia herética, lo muestra como un problema que afecta a las
esferas políticas y religiosas38.
De esta manera, plantearemos cómo la evolución de los dictámenes imperiales afectaron la
configuración de la sociedad en el mundo tardo-romano. Así tendremos como precedente al
emperador cristianos Teodosio I que paradigmáticamente concreto una fusión del poder
político-religioso con la ayuda de Ambrosio, obispo metropolitano de la sede de Milán. En
la que ratifica: la adopción del edicto de Tesalónica, el segundo Concilio Ecuménico de
Constantinopla y la episcopalis tradi, ésta explica la hegemonía de los obispos valiéndose
de los lineamientos en materia civil y religiosa para lograr su mayor antagonismo en la que
aparece implícitamente la relación sobre la penitencia, excomunión y exilio.
En lo que se refiere a la continuidad de las transformaciones político- religiosas en la
segunda mitad del siglo IV, mencionaré que existe una conexión recíproca en la lucha por
la primacía del poder, desde la muerte de Constantino hasta la asunción de Teodosio al
38
La evolución de la relación entre Iglesia e Imperio en el siglo IV, contempla a través de su progreso en el
arco temporal que va entre la tolerancia decretada en Milán por Constantino y Licinio hasta la supeditación
del poder temporal al religioso que se opera, de un modo teórico y práctico bajo Teodosio y Ambrosio de
Milán, reúne una serie de particularidades indispensables para comprender la nueva teología política que
surge tras la fase de la clandestinidad y persecución de la Iglesia. Cf. Alba López Almueda, Príncipes y
tiranos, Teología política y poder Imperial en el siglo IV d.C. (Madrid: Edición Signifer, 2006), 12.
31
gobierno imperial. Por tal motivo, el imperativo del estamento religioso está en proporción
con las sucesiones dinásticas que generaron las continúas guerras civiles.
Es oportuno afirmar que la división del Imperio por los hijos de Constantino desembocaría
en conflictos militares y tras estos acontecimientos revaluaría la adhesión del arrianismo o
de la fe nicena a uno u otro emperador, lo que elevaría una trastocada disolución de pugnas
que favoreciera la decisión imperial de acatar por una doctrina religiosa favorable para el
mantenimiento del imperio.
No hay que perder de vista que los años precedentes a la muerte de Constancio II lo sucedió
Juliano el apostata, quién intentó la restauración del paganismo. Estos cambios van a ser
reiterativos a la asunción de los hermanos valentiniano I (364-375) y Valente (364-378) que
van a ser elegidos por la aclamación del ejercito39.
Dentro de este contexto, la muerte de Valente en Adrianópolis (378) hizo a Graciano
emperador único y en enero del año siguiente asoció al trono, para el gobierno de la parte
oriental del imperio, a Teodosio I (379-395). Éste fue proclamado Augusto en Sirmio y
bautizado en la confesión nicena en Tesalónica. Con él comenzó la declinación del
arrianismo en Oriente.40
2.1 Teodosio (Flavius Theodosius)
El será la última figura imperial que impone una nueva política unitaria en materia
religiosa. El emperador Teodosio I puso fin a la línea de los emperadores arrianos y bajo su
39
A pesar del acuerdo que reinaba entre ambos, Valente era partidario del arrianismo y valentiniano de la
ortodoxia. Pensando en hacer política dinástica, Valentiniano nombró en el 367 un tercer augusto, su hijo
Flavio Graciano, que contaba con ocho años de edad, y cuando éste llegó a la adolescencia, su padre le casó
con la hija de Constancio II, Constancia, para fortalecer sus derechos al trono. A pesar del acuerdo que
reinaba entre ambos, Valente era partidario del arrianismo y valentiniano de la ortodoxia. Pensando en hacer
política dinástica, Valentiniano nombró en el 367 un tercer augusto, su hijo Flavio Graciano, que contaba con
ocho años de edad, y cuando éste llegó a la adolescencia, su padre le casó con la hija de Constancio II,
Constancia, para fortalecer sus derechos al trono. Cf. Rafael Ballester, Historia de Roma de la España
Romana (Barcelona: Editorial Hora, 1989), 341.
40
Manuel Sotomayor y José Fernández Ubiña, Op. Cit., 485.
32
dirección se destaca el primer Concilio de Constantinopla (381). Finalmente condenó todas
las formas de arrianismo estableciendo una legislación favorable para el Cristianismo.
Fue designado emperador el 19 de enero del 379, tras varios meses de vacancia
con motivos de la trágica muerte de Valente. Tenía entonces alrededor de treinta
y tres años de edad y había nacido en la provincia de Segovia (cerca a
Valladolid)41.
Hubeñak F. sigue ofreciendo datos de su composición familiar. En el 376, Teodosio, se
casó con Elia Flavia Flaccilla, hija de Flavius Claudius Antonius, personaje en la corte de
Graciano y prefecto del Pretorio en las Galias (376-378). Con ella tuvo tres hijos: Arcadio
(nacido en Cauce en el 377), Pulquería (nacida el 378 y muerta a los seis años de edad) y
Honorio (nacido en Constantinopla). Con su segunda esposa (Gala) tuvo tres hijos pero
solo sobrevivió Gala Placida. Afectada por la muerte de su hija, la emperatriz Flaccilla
murió el catorce de agosto del mismo año.
Después de la muerte de su padre42, presuntamente víctima de un complot, Graciano lo
eligió como asesor y estratega en sus milicias; los historiadores atribuyen varias razones
para esta decisión, a decir: el remordimiento de su padre asesinado, la presión militar por
las simpatías que gozaba en las legiones y la cercanía eclesiástica al hispano Dámaso
entonces obispo de Roma43.
A finales del siglo IV existía una sensibilidad religiosa y Teodosio pudo comprobar
personalmente las grandes divergencias que se producían entre los cristianos de la fe nicena
y los arrianos. Este es el primer indicio para comprender la evolución religiosa y política
41
Florencio Hubeñak. El Hispano Teodosio y la Cristianización del Imperio. Revista de Historia Eclesiástica
51 (1999): 8.
42
Su padre fue un hábil militar y rico terrateniente de origen hispano, de la provincia de Galaecia. Ascendió
velozmente bajo valentiniano I a partir de una victoria establecida por tierras donadas por el emperador y que
cultivaban tributos. Convertido en el militar más importante de su tiempo fue designado magister equitum y
en el 373 reprimió las revueltas del moro Firmus y de los circumcelliones en el norte del África
convulsionada por la crisis económica- sociales y el movimiento donatista. Cf. Ibíd., 9.
43
Luego a la edad de 27 años se retiró a sus posesiones en Hispania para atenderla como terrateniente
(soldado o agricultor) y estudiar los clásicos, especialmente históricos […] Allí intentó permanecer
inadvertido, trascurrido dos años hasta que le convocó el emperador Graciano después de la derrota de
Adrianópolis y nombrarle magister equitum partió a las orillas del Danubio para combatir a los invasores
sármatas, que presionados quizá por los visigodos de Athanaric, habían cruzado el Danubio; allí obtuvo una
importante victoria a fines del 378, que favoreció su candidatura imperial. Cf. Ibíd., 10-11.
33
que acarreo la designación del emperador cristiano en una formación religiosa y actitud
política.
Teodosio al trasladarse a la parte Oriental (asentó su corte en Tesalónica, capital
de la diócesis de Macedonia), pudo comprobar personalmente las grandes
divergencias que se producían entre cristianos y paganos, arrianos o nicenos y
aún cristianos, paganos o judíos, como también observa que uno de los aspectos
que agravaba las disputas religiosas era la atmósfera del oriente, más afín a las
discusiones racionalistas griegas que acentuaban y hacían casi permanentes las
disputas religiosas44.
Ahora bien, la modificación política y eclesiástica repercutierón decisivamente al interior
del Imperio; en consecuencia, se desató la lucha ideológica contra las doctrinas religiosas
que entraban en confrontación con el orden establecido en la sociedad romana. “El 27 de
febrero del 380, ambos emperadores promulgan en Tesalónica, el célebre edicto Cunctos
populos, por los cual el cristianismo pasaba hacer religión oficial”45
Teodosio ha pasado a la historia como el emperador que convirtió al cristianismo en la
religión oficial del Imperio romano apoyado en la legislación, dictaminando un edicto de
ordenamiento en la ciudad de Tesalónica integrando a sus funcionarios, los obispos, al
aparato estatal a fin de reforzar y salvaguardar la fe nicena.
Comprendemos que la Iglesia va a jugar un papel incisivo frente a la postura arriana pues
en primer lugar, va a restablecer su unidad imperial y en segundo lugar, mantener su
política eclesiástica. Destaquemos de manera enfática, la estrategia política y eclesiástica
que enaltece la autoridad imperial para exaltar la ortodoxia como símbolo de fe para todo el
Imperio. No podemos descartar que para este momento histórico también entraron en
confrontaciones otras posturas religiosas y se postula una medida cautelar. Así enumeramos
las tendencias heréticas como los pelagianos, monofisitas, maniqueos y donatistas lo cual
44
Ibíd., 15.
Una vez convertido el cristianismo en la religión oficial del Imperio, la necesidad de profundizar en la
afinación de las creencias (dogmas) provocó divergencias internas en la comunidad eclesiástica conocidas
como las herejías, las que atentaran contra la unidad religiosa y, por extensión, socio-política. Evidentemente,
para los emperadores, ansiosos de lograr y preservar la unidad, el Dios de los cristianos era uno solo y no
podía ser entendido más de una sola manera, aquella en que lo entendía la Iglesia institucionalizada e
incorporada a la estructura del Imperio. Cf. Ídem.
45
34
potencio que se llevará a cabo la arremetida contra estos grupos sectarios a través de la
legislación romana.
De manera comparativa, podemos establecer una relación entre Constantino y Teodosio,
pues las obras iniciadas con la licitud del cristianismo en el (313) van a ser el punto de
partida para que se consolide por Teodosio el reconocimiento del cristianismo como
religión oficial. Durante los ochenta años transcurridos aproximadamente entre el
denominado edicto de Milán (313) y la promulgación de la legislación antipagana de
Teodosio I, culmina aproximadamente en (391-392), donde la Iglesia cristiana y sus
obispos fueron ganando una posición fortísima dentro del Imperio. Más aún, la Iglesia le
otorgó a Teodosio el apelativo del “Grande” pues favoreció a la ortodoxia católica a causa
de las medidas legislativas por imposición imperial que lograrían su objetivo bajo el edicto
de Tesalónica y el Concilio de Constantinopla del 381 con el objeto de restablecer la unidad
Imperial.
2.2 Ambrosio de Milán.
La figura de Ambrosio fue de gran realce para la Iglesia a partir del año 374, fecha en la
cual se convirtió en obispo metropolitano de la ciudad de Milán. Éste intervino en las
principales controversias políticas contra la lucha del arrianismo. Al mismo tiempo, fue
consejero influyente de tres emperadores: Valentino II, Graciano, y Teodosio I.
Su padre habría sido Aurelius Ambrotius, prefecto de las Galias, que residía en Tréveris,
desde donde gobernaba cuatro diócesis y veinte provincias que incluían las regiones de
África Tingitana, Hispania, Galia, Bélgica, Germania y Bretaña bajo el Gobierno de
Constantino II. A la muerte de éste, en el 354, su aristócrata familia se trasladó a Roma.
Allí, realizó estudios de retorica para orientarse hacia el derecho y así prepararse para la
carrera de funcionario; obtuvo una buena formación clásica latina, dominando también el
griego46.
46
En el siglo IV la retorica dominaba la educación, como la lógica en el Medioevo y la literatura en el
Renacimiento; abría camino a la riqueza y poder. Como complemento, debió seguir cursos de dialéctica,
sistemas filosóficos y ciencias naturales. Fue fraguando una actitud intelectual que se caracterizaba en
35
Concluidos sus estudios comenzó su carrera administrativa en la estructura
imperial en el 365 como adscripto a la prefectura en Sirmio[...] Después de
aproximadamente cinco años de aprendizaje en el 370 fue promovido a
gobernador- administrador (consularis de Liguariae et Aemiliae) Cuatro años
después, el gobernador es elegido obispo de Milán donde ejercerá durante
veintitrés años una considerable influencia sobre la Iglesia y los emperadores de
Oriente y Occidente. Sin embargo, como consular Ambrosio pasaba a integrar el
Senado romano y obtenía el título de clarissimus, el tercero de la jerarquía civil
de Emilia-Liguria. Residía en Milán, devenida ciudad cosmopolita y de hecho,
en el siglo IV residencia imperial47.
Antes de la llegada de Ambrosio a la Sede episcopal de Milán se presentaron coyunturas de
orden político-religioso que afectaron considerablemente la dirección socio-cultural de su
tiempo, por ejemplo, en Italia las sedes de Milán48 y Aquileia tenían una representación
excepcional del episcopado. Por tanto, para comprender esta situación hay que hacer una
mirada retrospectiva al nombramiento de Ambrosio al cuerpo eclesiástico. Por esta razón,
aludiremos al emperador Constancio II que obtuvo una injerencia en los asuntos
eclesiástico, ajustando la elección de los obispos de las sedes más importantes con la
finalidad de alcanzar el control de las controversias teológicas por medio de la imposición
del poder.
Constancio II implemento una política de exilio de las sedes episcopales
ortodoxas y sobre todo, por la instalación de los arrianos […] La formación de
un partido de obispos heréticos ligados al emperador resultaba operativo para su
propósito de lograr una hegemonía del cuerpo eclesiástico49.
adelante por su hostilidad a la dialéctica, por la filosofía e interés por la ética. El preceptor escogido para
completar su instrucción en la religión cristiana fue probablemente el mismo presbítero Simpliciano al que
años después rogó que viniese a Milán para prepararle al bautismo y ordenación y que le llegó a ser su
sucesor en el episcopado. Cf. Ramón Trevijano, Patrología (Madrid: Editorial Biblioteca de Autores
Cristianos, 1998), 275.
47
Florencio Hubeñak,.Religión y Política en Ambrosio de Milán. En Revista Española de Derecho Canónico
Vol. 57 n° 149 Madrid, (2000):441-442.
48
El declive de la importancia de Roma se debió a que, en tiempo de la Tetrarquía, la administración y el
gobierno del imperio ya no estaba con el senado de Roma, sino que se encontraba allá donde estuviera el
emperador en cada momento. De hecho, la administración imperial se convirtió en un vasto cuerpo migratorio
que requería una infraestructura considerable para atender a sus necesidades, lo que propició que algunas
ciudades de Europa asumieran, cuando menos de manera temporal el papel de capital imperial en Occidente.
Entre éstas estaba Milán, residencia imperial desde el reinado de Maximiniano y que a partir del año 373, se
convirtió con Ambrosio, el principal centro cristiano de Occidente. Cf. Edward Bispham, Europa Romana,
Historia de Europa Oxford (Madrid: Editorial Critica, 2008), 312.
49
Hugo Andrés Zurutuza, Vivir en Tierra Extraña, Emigración e Integración Cultural en el Mundo Antiguo
(Barcelona: Ediciones Universidad de Barcelona, 2004), 181.
36
El punto central de estos acontecimientos nos sitúa en la Italia del siglo IV donde el
Concilio de Milán (355) va a dictaminar que Constancio II rompa su alianza con los
obispos ortodoxos en especial con el Obispo de Alejandría, Atanasio. Esta disolución hace
que convoque a los obispos del occidente de Milán para subsanar la crisis. Sin embargo, los
obispos nicenos rehúsan a romper relaciones con Alejandría y por esta causa son
condenados al exilio.
Los sucesivos exilios de los obispos disidentes durante la polémica arriana del
siglo IV permitirá no solo reconocer las formas que asuma el alejamiento
coercitivo en el derecho tardío cuando se aplica al herético fundamentalmente el
exilio temporal o relegatio, la deportación y la repatriación sino también
evidenciar la estrecha vinculación entre la disidencia religiosa y persecución
política en el trascurso de la controversia arriana con la incorporación de la
marginación espacial como estrategia para neutralizar o erradicar tanto las
rivalidades religiosas como la eliminación de los adversarios políticos50.
Ante la vacante de la cátedra Milanesa los arrianos propusieron a Auxencio51 (355-373), la
extensión de su episcopado duro veinte años. Evidentemente, con la regencia Valentiniano I
(364-375) Occidente mantuvo cierta estabilidad religiosa hasta que Roma entra en conflicto
acarreando una guerra civil en las dos partes del Imperio. “En el año 366 a la Muerte del
Papa Liberio, el emperador Valentiniano I había sostenido a través del (subsidio) al partido
del obispo Dámaso (366-375)52 y este apoyo fue un intento de buscar la unidad ideológica
entre los epíscopos partidarios de la fe nicena”53. Es por esta razón, a la muerte del arriano
Auxencio, Dámaso apoyaría la elección a cargo de obispo a Ambrosio ya consular de
Emilia-Liguaria de origen senatorial romano.
Hugo Andrés Zurutuza. “La Intolerancia religiosa de Constantino II: algunas puntualizaciones sobre el
exilio de los adversarios”. En: Libertad e intolerancia religiosa en el imperio romano. Revista de ciencias de
las religiones. Anejos. XVIII-(2007):118-119.
51
Auxencio de Milán era originario capadocia y se alzó con el control de Milán y del norte de Italia gracias al
polémico Concilio de 355. Trató de evitar en la medida de lo posible las confrontaciones dogmáticas a fin de
consolidar su posición de poder en la Iglesia. Paralelamente a su muerte en el año 374 surgen las disputas por
las Sedes eclesiásticas de manos de los arrianos dado que “la jurisdicción episcopal de la sede milanesa
comprende todo el espacio de lo que es la diócesis civil de Italia es decir: Emilia, Liguria, Venecia, los Alpes,
Piceno y Flaminia. Cf. Alba Almudena López, Op. Cit., http://eprints.ucm.es/11713/1/T32475.pdf
52
El 24 de septiembre del 366 había muerto el obispo Liberio y se producía la tumultuosa elección que llevó a
la sede Romana a Dámaso. Además apoyó la elección de obispo Ambrosio en el año 374. Cf. Florencio
Hubeñak, Religión y Política en Ambrosio de Milán, Op Cit., 446.
53
Hugo Andrés Zurutuza, Vivir en Tierra Extraña, Emigración e Integración Cultural en el Mundo Antiguo,
Op. Cit., 182.
50
37
En octubre del 374 en plenos disturbios por la provisión de las sede episcopal de
Milán, a la muerte del obispo arriano Auxencio, Aurelio Ambrosio, el
gobernador de la Emilia-Liguria, que había intervenido para restaurar el orden,
fue aclamado por la multitud para ocupar el cargo vacante. La mayoría de
autores coinciden en sostener que se trataba de un noble romano del orden
consular, hijo del prefecto del pretorio de las Galias; nacido en el 340 en
Tréveris54.
Además la recuperación de las sedes ocupo en gran escala la lucha entre ambos bandos
nicenos y arrianos55. La injerencia de los nicenos en las sedes episcopales representaba una
interacción entre lo religioso y lo jurídico. Se comienza así la intensificación de la labor
pastoral (la producción literaria, la homilética y la epistografía) producto del cambio
político.
2.2.1 Elección de Ambrosio como Obispo.
La existencia en esta época de numerosos obispos influyentes en el campo político permitió
la organización social del Imperio. El precedente lo sentó el propio Constantino, al
concederle jurisdicción secular, a los obispos, alcanzaron así hegemonía tanto en las
políticas civiles y religiosas56. Especialmente, los obispos para el tiempo de Ambrosio son
los encargados de afrontar los conflictos de Orden social pues adquirieron privilegios
(económicos, políticos y jurídicos) concibiendo así una autoridad legitimada por el Imperio.
54
Florencio Hubeñak, Religión y Política en Ambrosio de Milán, Op. Cit., 441.
En la segunda mitad del siglo IV, el número de sedes episcopales se había prácticamente cuadruplicado,
hasta reunir un número cercano a doscientos cincuenta, con una fuerte disparidad regional. Sin embargo, más
allá de la vitalidad de una iglesia misionera, la existencia de situaciones regionales, la mayor parte de las
cuales explicarían las causas de la creación de las nuevas cátedras episcopales. Esta creación se debió
ciertamente al ejercicio de un fuerte pragmatismo por parte de los obispos frente a las diversas coyunturas que
alteraban la estabilidad del espacio sagrado, como las complicadas relaciones jerárquicas establecidas entre
ellos mismos agudizadas por los conflictos teológicos que los dividían poniendo en permanente riesgo la
unidad episcopal. Cf. Hugo Andrés Zurutuza, Vivir en Tierra Extraña. Emigración e Integración Cultural en
el Mundo Antiguo, Op. Cit., 179.
56
Basta apreciar una mirada histórica, en lo referente a las iglesias cristiana, pues la tolerancia religiosa
otorgada por Constantino en el año 313 y que comportó, el final de la última y más dura persecución llevada
a cabo por el emperador Diocleciano, permitió no solo la libre expansión del cristianismo sino que también la
nueva religión adquiriese una mayor papel político. Así pues, cada vez más los obispos, sobre todo aquellos
que ocupaban las sedes más importantes y las más próximas al poder imperial tuvieron una gran influencia en
la política del imperio. Al mismo tiempo, algunas de estas sedes episcopales fueron destacándose entre las
demás, convirtiéndose en metropolitanas y ejerciendo una preeminencia sobre el resto. Cf. Jorge Pisa
Sanchez, Breve Historia de Hispania (Madrid: Ediciones Nowtilus, 2009), 209.
55
38
Ahora bien, los mecanismos de la élite eclesiástica cristiana, tenía como punto de partida
una contención de toda postura distinta a la formulación de los concilios y leyes imperiales.
De esta manera, encontramos los indicios que asume el obispo de Milán para legitimar su
autoridad bajo las prescripciones de la audientia episcopalis, elevando así su competencias
más allá del ámbito geográfico.
Estas perspectivas apuntan que la elite episcopal no sólo dominaba el campo eclesiástico
sino que también incidieron para amortizar la descomposición social que atravesaba el
imperio en relación al orden público. Así, Ambrosio se distinguió por hacer que las
medidas legislativas de los emperadores favorecieran a los obispos en cuanto a la capacidad
de legislar tanto en prescripciones civiles como en cuestiones de orden doctrinal.
Los obispos cristianos eran perfectamente conscientes de la importancia que
tenía la comunicación; por ello, desarrollaron el arte de la oratoria y la docencia;
en el que escribieron diversos tratados para ganar para la comunidad desde el
personaje más culto hasta el más ignorante. A pesar de todo, el nivel alcanzado
en el terreno de los desplazamientos y de la actividad epistolar por determinados
círculos eclesiásticos y por sus seguidores de clase superior fue tan alto, que
ideas e influencias llegaron a propagarse con suma rapidez; no es extraño, que
obispos de la talla de Agustín, Ambrosio o Jerónimo mantuvieran entre sí
contacto para determinar objeciones en asuntos doctrinales57
Con el transcurso del tiempo, la importancia de los obispos, lejos de disminuir fue
aumentando. Por lo general procedían de clases altas más cultas y a menudo recibían una
esmerada educación en el terreno de la retorica clásica, que seguía constituyendo el núcleo
esencial de la enseñanza superior. Comprendamos que la injerencia entre el poder civil y la
destacada importancia del obispo ya respondía a las rivalidades entre las Sedes eclesiásticas
y facciones religiosas coincidiendo con la manifestación del poder en sus distintas facetas,
mezcla que se hizo imprescindible con la autoridad dogmática.
La tradición imperial romana determinó el uso de la ley como instrumento
dirigido ahora para favorecer el poder episcopal frente a la comunidad, y el
patrocinio imperial de los Concilios, cuyos acuerdos y sentencias fueron
impuestos por la coerción del imperio58
57
Averil Cameron, El Mundo Mediterráneo en la Antigüedad Tardía (395-600), Op. Cit., 75.
Hugo Zurutuza, La Intolerancia religiosa de Constantino II: algunas puntualizaciones sobre el exilio de los
adversarios, Op. Cit., 118.
58
39
La figura de Ambrosio como obispo se destaca como un hombre de acción, pues su firmeza
moral matizada por sus singular dignidad y elevación que le aseguro una posición única
entre sus contemporáneos.
Su tarea episcopal se centraba en la administración de los sacramentos de
iniciación, la dirección de las obras sociales de la Iglesia, la disciplina del clero y
también la atención a las causas civiles que habían pasado por este tiempo a la
magistratura episcopal59.
Ambrosio ataca la religión tradicional de Roma con mayor decisión que cualquier otro
eclesiástico de su tiempo. Es relevante, tuviese claro los objetivos de su política religiosa en
la que pretende que el Imperio proteja y apoye exclusivamente el culto católico. Más aún,
que le ayude a la Iglesia en su lucha contra el paganismo y la herejía. De manera semejante,
desarrolló una teología bíblica para responder a las fundamentaciones de los arrianos. De
acuerdo con lo planteado diremos que “el epistolario ambrosiano contiene 91 cartas es una
de las fuentes más importantes para el conocimiento del autor de su actividad y de su
situación política y religiosa de su tiempo.”60
2.3 Relación Iglesia- Imperio
De acuerdo con los razonamientos que se han venido realizando, referiré algunos hechos
puntuales de la actuación político- religiosa de Ambrosio de Milán las cuales encumbran su
autoridad eclesiástica al confrontarse con la corte imperial; descubriendo así los diferentes
tratados teológicos que fueron predominantes para configurar la defensa de la fe nicena.
Entre estos aspectos: Asunción de Máximo al poder, el altar de la diosa Victoria, la Basílica
Porciana, quema de la sinagoga de Calínico y la Matanza de Tesalónica.
2.3.1 Magno Máximo y Ambrosio
En el año 383 Máximo, proclamado Emperador por sus legiones en Bretaña, usurpa el
poder. Graciano salió a las Galias a combatirle y halló la muerte en Lyon el 25 de agosto
del mismo año. En efecto, “Vencido y muerto Graciano, Magno Máximo requirió de la
59
Averil Cameron, El Bajo Imperio Romano (284-430 d.C), Op. Cit., 83.
Angelo Di Berardino, Diccionario Patrístico y de la Antigüedad Cristiana. Tomo I (Salamanca: Ediciones
Sígueme, 1998), 98.
60
40
corte de Milán, en la que residía Justina con Valentiniano II, ahora único emperador en la
parte occidental del imperio.”61
La segunda esposa de Graciano, la emperatriz Justina, se doblegó a las aspiraciones
hegemónicas de Máximo sobre la península itálica, quién exigía que su hijo Valentiniano
II, de solo catorce años de edad, se dirigiera a Tréveris para establecer una especie de
tutela. Por su parte, Justina se sitúa en Milán colocando a su hijo bajo la influencia de
Ambrosio, Justina consideraba que su autoridad eclesiástica podía influir sobre el
usurpador62.
La reseña de Lomas Javier menciona, que la misión política asumida por un obispo será el
pilar para comprender la mediación de funciones de carácter eclesiástico que tendrán una
injerencia en el plano político dentro de las estructuras del imperio. Es decir, es el obispo de
Milán, a través de su actuación diplomática, quien interviene para que Máximo solamente
adquiera la prefectura gálica, dejando a Valentiniano II la prefectura italiana y a Justina la
gobernación de la prefectura central del Ilyricum. Asimismo, Máximo fue formalmente
reconocido Augusto e instalado en Tréveris. A partir de este momento, se inicia el conflicto
contra Máximo por la tutela del joven Valentiniano por parte de Teodosio.
Tuvo éxito la misión de Ambrosio y evitó una intervención imperial en Italia y
en otros territorios occidentales. El éxito obtenido le permitió intervenir en la
corte haciendo fracasar estrepitosamente las reivindicaciones religiosas de la
aristocracia romana pagana, al actuar como portavoz de los senadores cristianos
que a él se dirigieron a través de Dámaso de Roma.63
Desde este punto de vista, la muerte de Graciano trajo consigo sus repercusiones políticas
religiosas. Entra en vigor las posturas paganas y por ende el arrianismo que trata de ganar
terreno en esta coyuntura, pues en el senado romano los cristianos no tenían aún la mayoría
y tras la sucesión del soberano podían intentar reivindicar su estatus religioso comenzando
por Roma. La oposición de Ambrosio se materializa en su autoridad episcopal y en una
61
Manuel Sotomayor y José Fernández Ubiña, Op. Cit., 504.
Era la primera vez que un prelado actuaba en una misión diplomática, la corte de Milán arriana
encomendándose a un prelado católico para que aplacase la ambición del nuevo emperador, surgido de una
usurpación. Cf. Ibíd., 504-505.
63
Ibíd., 505.
62
41
lucha desmedida por imponer la ortodoxia primero en su Sede de Milán y luego en todo el
imperio.
2.3.2 Altar de la Diosa Victoria.
La divinidad de la diosa de la Victoria representa desde la antigüedad un símbolo ineludible
para el Senado Romano. Tenía como objeto conmemorar los triunfos obtenidos tras las
batallas bélicas transformándose así en un símbolo hegemónico de adoración y fidelidad a
los emperadores64. El símbolo estatal se convirtió en el culto imperial dándole la grandeza a
Roma, (Roma aeterna). Los diligentes del Senado Romano antes de tomar sus cargos tenían
como tradición ofrecer sacrificios (incienso y vino) además de hacer juramento de fidelidad
por la prosperidad del imperio.
El Altar de la Diosa Victoria instalado por Augusto en la Curia del senado para
simbolizar la fortuna del Imperio romano, se le ofrecían sacrificios. Suprimido
por Constancio II, restablecido por Juliano el apóstata, mantenido por
Valentiniano I, fue nuevamente suprimido por Graciano. Los senadores paganos
lo echaban de menos como símbolo tutelar, y habían pedido en varias ocasiones
su restablecimiento. Tras la muerte del joven emperador Graciano (383),
fallecido en las Galias en la guerra contra el usurpador Máximo, los senadores
romanos renovaron su trámite con una solicitud elocuente, presentada por el
prefecto de Roma, Símaco.65
Graciano que tenía por consejero a Ambrosio ya en el año 382 había adoptado ciertas
medidas restrictivas: como la de suprimir el Título de ‘Potifex Maximus’ de la
nomenclatura imperial, en segundo lugar, quitar el altar de la Victoria del Senado y último,
privar a los colegios sacerdotales paganos y vestales de las subvenciones e inmunidad de
que gozaban.
Los senadores romanos renovaron su trámite con una solicitud elocuente,
presentada por el prefecto de Roma Símaco. “Quinto Aurelio Símaco en el año
“Fue el emperador Augusto (Cayo Julio César Octavio) quién mandó a colocar en la sala de sesiones del
Senado Romano un altar de la Victoria en recuerdo de su guerra naval contra Antonio en Actium (Grecia) el
año 31 a.C; victoria que le permitió el dominio del mundo anexando Egipto a Roma. Este altar quedo anexado
al culto imperial sobre todo cuando el mismo Senado confirió a Octavio el título religioso de Augusto (27
a.C) y cuando en el año 12 a.C se convirtió en Pontifex Maximus. Cf. José Luis Martinez Moreno. “El Altar
de la Diosa Victoria y el Pluralismo Religioso” en: “La luz de los Padres”, Temas Patrísticos de la actualidad
eclesial. Instituto Teológico San Idelfonso (salamanca- 2005): 230.
65
Henri-Xaviern Arquilliére, El Agustinismo Político, Ensayo sobre la Formación de las Teorías política en
la Edad Media (Granada: Universidad de Granada, 2005), 85-86.
64
42
384 detentaba la prefectura (el cargo imperial supremo de la ciudad), y recibió
el encargo de redactar el escrito de petición. Era el literato y retórico más
famoso que Roma tenía entonces […] Símaco defiende los recuerdos e
instituciones bajo los que la venerable Roma había sido grande en otros tiempos.
Subraya que la Victoria también fue protegida por emperadores cristianos, a
cuyo reinado había sido de utilidad”66.
Con referencia al altar de la diosa victoria Símaco escribe al emperador con la pretensión
de devolverle a Roma su hegemonía y esplendor, propone al emperador la siguiente
petición: Roma tiene necesidad de sus cultos ancestrales, conceder a sus sacerdotes y
vírgenes vestales subsidios.
La petición del Senado por su prefecto (Símaco) es increpada por el obispo de Milán quién
ante tales pretensiones escribió una primera carta a Valentiniano II haciéndole saber que
debía de guarda la religión cristiana y en caso que omitiera a tal petición se vería en la
necesidad de expulsarle de la Iglesia confiriéndole la excomunión si cedía a los privilegios
del Senado. Ante la amenaza de “excomunión” el emperador sería expulsado
definitivamente de la comunidad cristiana trayendo consecuencias de gran magnitud entre
ellas el exilio. Esto significaba que la elite eclesiástica estaba por encima de las leyes
imperiales. De igual modo, el emperador temía a una revuelta generalizada por los adeptos
de la fe nicena al igualar a la aristocracia romana con la tradición ortodoxa.
2.3.3 Basílica Porciana.
También este episodio se conoce como la lucha de las basílicas, todo parece indicar que
“Teodosio I expulsara de la diócesis en Duorostorom (Mesia), al obispo arriano MercurinoAuxencio, que fue bien recibido por Justina, que gozaba de una autoridad acrecida tras la
muerte de Graciano. Su llegada provocó un conflicto que enfrentó a Ambrosio con la corte
Imperial”67. En este propósito, se presenta la tensión que se agudizo con la llegada del
66
Hans Von Campenhausen, Los Padres de la Iglesia, Padres Latinos Tomo II (Madrid: Ediciones cristiandad,
2001), 144-145.
67
Manuel Sotomayor; José Fernández Ubiña, Op. Cit., 507.
43
obispo Auxencio, quién llevo a Justina a definir su posición religiosa favorable al
arrianismo e inclinar al joven emperador Valentiniano II a su favor68
A comienzos del 385 Ambrosio fue invitado en nombre del emperador a
entregar una basílica para el culto arriano. El obispo se negó y fue convocado a
un consistorio imperial donde se discutió vehementemente la cuestión. Como
resultado de esa polémica, se genera la nueva ley reiterando la entrega de una
basílica, ahora legitimada. La corte temerosa de ocuparla por la fuerza, esperaba
que el obispo la entregase, pero éste en cambio convocó a sus obispos
sufragáneos y al clero de la diócesis para conseguir apoyo. En medio de la
reunión se presentó el tribuno Dalmacio (un legado imperial) sugiriendo un
arbitraje entre ambas partes eclesiásticas ante un consistorio imperial, esperando
que ante una demanda de Auxencio, hubiese un pronunciamiento imperial
favorable a los arrianos69
Los acontecimientos se agravaron en vísperas de la pascua, cuando el joven emperador,
disgustado con el rebelde obispo, consideró intolerable la resistencia contra su poder y
dispuso que la basílica fuera ocupada por la fuerza pública. “Los soldados cercaron la
basílica y algunos, ante la amenaza episcopal de la excomunión, depusieron sus armas y se
sumaron al pueblo”70. Ante esos eventos Ambrosio incita al pueblo mostrando resistencia
mediante sermones, alocuciones y cánticos religiosos. Debido a la arremetida imperial, el
pueblo se levantó tras una revuelta violenta causando la muerte de un sacerdote arriano.
Al año siguiente, Justina en un acceso de irá encargó al magister Benevolo
redactar una ley que confirmarse la profesión de fe de Rímini. Dicha ley,
promulgada el 23 de enero del 386 (CTh. XVI, 1,4) y al regresar Valentiniano II
a Milán, otorgó la libertad de cultos a los seguidores de la fe de Rímini,
Confirmada con el Concilio de Constantinopla del 360 y la interdicción bajo la
pena de muerte a quienes se opusieran a la ejecución de esta ley71
68
Un reducido grupo de arrianos, en su mayoría exiliados, convencieron a Justina, madre del emperador
Valentiniano II, que también era arriana, para que defendiera la causa del arrianismo y obligara a Ambrosio a
entregar la basílica Porciana a los arrianos. Ambrosio rechazó respetuosamente la demanda del emperador,
pero la multitud de fieles amenazó con invadir el palacio imperial […] sin embargo, una multitud de fieles
invadió y ocupó la basílica en litigio. Así se impusieron onerosas multas a los comerciantes y numerosos
católicos fueron encarcelados promulgándose una ley (el 23 de enero del 386) en la cual amenazaba a muerte
a cualquiera que ocasionara disturbios y que se opusiera a la libertad de culto concedida a los partidarios del
credo de Rídimi (de carácter arriano). Cf. Jean Laporte, Los Padres de la Iglesia, Padres Griegos y Latinos en
sus textos (Madrid: Editorial San pablo, 2004), 211.
69
Florencio Hubeñak. Religión y Política en Ambrosio de Milán. Op. Cit., 460-461.
70
Manuel Sotomayor y José Fernández Ubiña, Op. Cit., 509.
71
Florencio Hubeñak, Religión y Política en Ambrosio de Milán, Op. Cit., 460.
44
El obispo se opone rotundamente ceder ante las pretensiones de la emperatriz a restablecer
el arrianismo y entregar las principales basílicas de la ciudad. Éste en calidad de dirigente
diplomático de la corte se vale de la inmunidad eclesiástica decretada por Valentiniano I
que ratificaba que en materia de fe o disciplina eclesiástica que si un obispo era acusado por
su conducta moral debería ser juzgado por los obispos y no por un juez de dignidad
inferior.
Ambrosio le envió una carta al emperador valentiniano II (Epist. XXI) negando la capacidad
de ser juzgado en un consistorio imperial. Es así que le aclara al emperador que no está por
encima de las normas eclesiásticas y por tanto debe ajustarse a ellas. Este es el primer paso
que da la jerarquía eclesiástica para ratificar su autoridad por encima de las prescripciones
legislativa del emperador.
El obispo de Milán se niega rotundamente a asistir al tribunal civil. Esta
ratificación de no someterse a la imposición de un obispo arriano ni a los
caprichos del emperador aún adolescente y que sólo era un catecúmeno72.
Por su parte, Ambrosio le envió una carta al emperador Valentiniano II (Epist. XXI)
negando la capacidad de ser juzgado en un consistorio imperial. Es así que le aclara al
emperador que no está por encima de las normas eclesiásticas y por tanto debe ajustarse a
ellas. Este es el primer paso que da la jerarquía eclesiástica a rectifica su autoridad por
encima de las prescripciones legislativa del emperador.
Posteriormente, durante la crisis política que sobrevino en el año 387 los designios bélicos
de Máximo obligaron a Valentiniano II a huir a Tesalónica junto al emperador Teodosio.
Este suceso es descrito en la ‘Apología de David’ que Ambrosio pronuncia en pentecostés
haciendo alusión a Máximo. “Fue el basileus Teodosio quién se hizo cargo de la expedición
de castigo contra el usurpador […] Máximo fue derrotado y muerto en Aquileya el 28 de
agosto del 388”73.
72
73
Ibíd., 460.
Ibíd., 468.
45
2.3.4 Quema de la Sinagoga de Callínigo.
La relación entre Teodosio y el obispo de Milán tuvieron serios altibajos donde Ambrosio
puso a prueba su influencia y su autoridad episcopal. La llegada de Teodosio a Italia va a
ser determinante para establecer la superioridad de la Iglesia cristiana.
En diciembre del 388, en la localidad de Callínico 74, ciudadela militar fronteriza
al sur de Éufrates, al noroeste de Palmira y en la ruta de caravanas de Cilicia, un
grupo de monjes cristianos, molestos por ser disturbados en su procesión
tradicional el 11 de agosto y presumiblemente instigado por el obispo,
quemaron una sinagoga y una capilla de Gnósticos valentinianos75
El asunto de la sinagoga motivó al emperador Teodosio a tomar la decisión que el obispo
de Callínico reedificara la sinagoga y que fuesen sancionados los monjes que violentaron a
los valentinianos. La dura reacción escrita de Ambrosio en la carta XL dirigida a basileus
Teodosio, le advierte del peligro de un sacrilegio76. El imperio había sido públicamente
humillado por la Iglesia al increpar personalmente al emperador Teodosio, en una homilía
manifestada por el obispo, reivindicando la acción del obispo de Callínico y la de los
monjes requiriéndole la impunidad.
Por los acontecimientos de Callínico habrían influido en Teodosio para
promulgar el 2 de septiembre del 390, en Verona una ley que prohibía a todos
los monjes la estadía en las ciudades y les obligaba a retirarse al desierto,
conforme a los principios del monacato77
Tras estos acontecimientos, Teodosio, indignado por haber trascendido cuestiones tratadas
en el consejo imperial, decidió implantar en secreto las reuniones consistoriales. Impidió al
obispo milanés regresar a la corte so pena de muerte.
74
Es preciso señalar la derrota del emperador Máximo por Teodosio I en el año (388) que lo convirtió en el
único dueño del Imperio. Pero hay que centrar la atención en los hechos acaecidos en Kallinikon, los
cristianos habían quemado la sinagoga de los judíos y unos monjes habían incendiado igualmente el edificio
litúrgico de la secta herética de los valentinianos. Al enterarse de tales destrucciones, Teodosio decidió que el
obispo de Kallinikon reconstruyera la sinagoga. Lo que causo indignación a Ambrosio y se sublevó contra esa
orden imperial. Cf Henri-Xavier Arquilliére, Op. Cit., 88.
75
Florencio Hubeñak, Religión y Política en Ambrosio de Milán, Op. Cit., 469.
76
No hay lugar a la reconstrucción de la sinagoga, lugar de perfidia, casa de impiedad, receptáculo de la
locura; Ambrosio se complace que hayan incendiado la sinagoga, pues a fin de cuentas es el lugar donde se
niega a Cristo, precisamente porque los judíos no creen en su llegada ni en su pasión. Cf. Manuel Sotomayor
y José Fernández Ubiña, Op. Cit., 511.
77
Florencio Hubeñak, Religión y Política en Ambrosio de Milán, Op. Cit., 472.
46
Este tiempo fue favorable para el obispo milanés y su producción literaria entre
(389-390) escribió algunas de sus obras más importantes: el Comentario del
Salmo CXVIII, el Tratado de los deberes del clérigo De Officis y el Comentario
sobre el Evangelio de San Lucas, los sermones De Helia, De Tobia sobre la
usura y sobre Naboth. Como también el tratado contra los novacianos De
Paenitentia78
A manera de colofón, el eje trasversal de las actuaciones diplomáticas del obispo milanés
está en consonancia con los controvertidos episodios sucedidos en relación al problema de
las basílicas y a la implicación de la excomunión eclesiástica para aquellos emperadores
que estuvieran en contra de la doctrina cristiana. Con base en los postulados que indicamos,
se ajusta al privilegio de Ambrosio de estar en la corte o en la administración imperial
confiriéndole no sólo un control del orden social sino que interfiere incisivamente para
disminuir el riesgo que el poder imperial amparase otra postura religiosa distinta a la
cristiana. Precisamente, las estrategias políticas de Ambrosio están guiadas por la
moralización de la ley divina que repercutía de manera enfática sobre los emperadores
cristianos.
2.4 Represión contra las corrientes heréticas
Es imprescindible conocer los parentescos conceptuales que fueron configurando un
panorama no sólo cultural sino también político-religioso. Por ello referiré a los términos
como: herejía y ortodoxia. Con estos precedentes abordaremos el alcance que tuvo la
legislación imperial con sus rasgos más característicos: medidas represivas contra los
heréticos en el siglo IV.
Herejía deriva de una transliteración de hairesis que significa ‘elección’ y que la
cultura greco-helenística se aplicaba a una escuela filosófica, sin connotaciones
negativas […] Ya en las cartas de Pablo, (hairesis se utiliza en sentido de
escisión, de división en el seno de la comunidad, con el valor que tendrá luego,
al igual que su derivado hairetikós, ‘el que provoca disenciones’ en la Epístola a
los Gálatas 1, 8-9, escrita hacía el año 54, Pablo establece que quien anuncie un
evangelio distinto del suyo sea anatema, un término técnico que responde al
hebreo herem; fórmula solemne de condena que podía conllevar a la expulsión
de la comunidad79
78
Ibíd., 471.
Mar Marcos, Herejes en la Historia (Madrid: Editorial Trotta, Colección estructura y procesos serie
religión, 2010), 11.
79
47
Para comprender más minuciosamente la herejía catalogada por el cristianismo del siglo II
considerada de origen diabólico pues, cuestionan sus prácticas rituales, errores de orden
doctrinal volviéndose así en conspiradores de la sociedad80. Por estas determinaciones se ha
identificado a la herejía como una enfermedad contagiosa o algún tipo de locura con la
pretensión de corromper a la Iglesia. Por otra parte, la Ortodoxia etimológicamente refiere
“creencia recta” basada en la tradición apostólica garantizada por la sucesión episcopal.
Ahora bien, esta tendencia se vale de un conjunto ético y disciplinar con la suma autoridad
que le permite corregir y condenar a la disidencia.
“La iglesia ortodoxa se constituyó como una organización patriarcal y jerarquizada cuya
autoridad está en manos de un obispo, legítimamente nombrado”81. Por ende, su autoridad
eclesiástica se impone como un elemento desestabilizador de las tendencias heréticas, pues
el rigor determinaba sus errores de orden doctrinal y paulatinamente su eventual refutación
a través de los tratados teológicos.
En la Roma arcaica, el derecho romano no preveía la persecución judicial por falsas
creencias. Sin embargo, “con la licitud y posterior oficialización del cristianismo se produjo
un giro fundamental en la interpretación del término herejía, convirtiendo un tema religioso
en una cuestión vinculada con la seguridad del Imperio”82. En este sentido, la
categorización de la creencia religiosa tuvo una normativa legislativa para sancionar a la
disidencia con una aplicación de medidas que implantó el régimen imperial. Los edictos
tuvieron gran repercusión para hacer volver a todos aquellos que se apartaron de la doctrina
verdadera, valiéndose de los ordenamientos coercitivos implementando trabajos forzosos y
la imposición de la pena al exilio.
Antes de Constantino, la desviación de la recta creencia no estaba tipificada como delito
civil o criminal. Pero a medida que la Iglesia adquiere su reconocimiento como una de
80
En el siglo II se consolida una definición más acertada a partir de las obras de Ireneo y tertuliano pues en
ellos, la herejía ya es sinónimo de falsa doctrina. A finales del siglo III todavía la podríamos considerar como
una “opiniones” (elección) pero en el siglo IV al proclamarse el cristianismo como religión oficial del
imperio, éste asumió la defensa de la única religión. Cf. Florencio Hubeñak; “El concepto de Herejía en el
Pasaje de la Romanidad a la Cristiandad” en Revista Española de Derecho Canónico 64 (2007): 611-612.
81
Mar Marcos, Herejes en la Historia, Op. Cit., 15.
82
Florencio Hubeñak, El concepto de Herejía en el Pasaje de la Romanidad a la Cristiandad, Op. Cit., 627.
48
tantas religiones del imperio recurre a la sombra del poder imperial para prohibir al hereje
que haga proselitismo, privándole de sus bienes y derechos cívicos, es aquí donde radica ya
las represalias del estamento legislativo como elemento de sanción.
A lo largo del siglo IV, religio pasará a significar la devolución del Dios
verdadero y superstitio adquiere el significado de religión falsa. Son términos
que se trasladan al lenguaje jurídico y que en el código teodosiano y en otras
colecciones de leyes del bajo imperio. Religio pasa a designar al cristianismo y
desde Teodosio I el término aparece en las leyes como un compuesto
(catholica/vera religio), mientras que superstitio se refiere al paganismo y a las
herejías, junto con una larga lista de otros términos derogatorios (error, crimen,
insania, dementia, furor, contaminatio, pestis, venenum)83.
La descalificación semántica a los heréticos fue un método denigratorio en el plano moral y
religioso. La amplitud y la variedad de terminología que le atribuye al hereje tienden a un
desprestigio de orden social. Por lo general, la herejía es una enfermedad relacionada con
ser criminal o pecador. Precisamente para evitar que contaminara a la población con sus
doctrinas era necesario aislarlo84.
La aparición de las sectas y herejías sólo es posible en el seno de una creencia
monoteísta. La fe en una sola divinidad exige siempre una única e inalterable
doctrina religiosa (dogma) una estructura de poder autoritario que evite toda
desviación85.
Concertamos que las minorías sectarias o tendencias heréticas, tenían una repercusión en el
campo político social y cultural representando cierta cohesión social. Esta filiación se vio
truncada, siendo víctimas de la represión que sopesó por los cambios políticos-religiosos de
la legislación imperial y los concilios. Además, con la oficialización del cristianismo se
83
Mar Marcos, Ley y Religión en el Imperio Cristiano (s. IV y V), Op. Cit., 55.
En la época tardía, la cancillería imperial es la que derogaba en cuestiones del derecho y de la ley aplicada a
través del lenguaje del poder […] El análisis jurídico y formal del texto, de la Constitutio XVI, 5,6 Tenía una
doble finalidad política y jurídica: extender al Illírico el nicenismo y corregir el llamado edicto de tolerancia
de Graciano, condicionar los debates del previsto concilio de Aquileya y limita la capacidad jurídica de los
arrianos prohibiéndole reunirse y privándolos del derecho a poseer iglesias. Pero además la norma en cuestión
perseguía un propósito metajurídico: proyectar una imagen irracional, inmoral y patológica del herético y
provocar tanto su anulación, cuanto la aversión social. Cf. María Victoria Escribano Paño, La Imagen del
Herético en la Constitutio XVI, 5,6 del Codex Theodosianus En Antigüedad y Cristianismo, monografía
histórica sobre antigüedad tardía XXIII. Ed. Blanco Gonzales Antonino (Murcia: Editada universidad de
Murcia, 2006), 498.
85
Gonzalo Bravo y Raúl Salineros, Minorías y Sectas en el Mundo Romano” En: Actas del III coloquio de la
asociación interdisciplinar de estudios romanos, Monografías y estudios de la antigüedad Griego y Romana
(Madrid, 2006.), 11.
84
49
afianzaron los dos poderes Político-religioso en tiempos de Teodosio I. Con este propósito,
la imposición de la ortodoxia religiosa había socavado de manera directa el apoyo del poder
imperial a los grupos sectarios. Estas posturas darían una configuración política que
dependía de una unidad ideológica y religiosa86.
Las dificultades para definir la ortodoxia frente a la herejía tienen que ver con
los distintos modos de conversión. Desde Constantino, ser cristiano es ser leal al
emperador […] estas dificultades para definir la identidad cristiana se tornaron
un aspecto negativo para el herético. Su reducción a una determinada topografía
que es del ámbito privado o la extraurbana y la del exilio, era una forma de
expulsarlo de la comunidad política y social, de relegarlo al mundo marginal y,
de este modo, precisar los límites de la propia identidad87
Por las consideraciones anteriores, surge la ordenación de una nueva estructura imperial
debido a la oficialización del cristianismo, que contrarresto a toda disgregación herética
apoyándose en la pena capital del exilio como un dictamen de exclusión social. Con estos
razonamientos, el fenómeno de represión que afronta la herejía supera el campo de lo
religioso y se inserta en una preocupación imperial de orden socio-político88.
También hay que incluir otro sentido de represión ejercido por la élite eclesiástica,
aludiremos a la excomunión (fuera de la comunidad cristiana), otra forma de marginación.
Por tal razón, Teodosio otorgó a los obispos plena capacidad jurídica para deportar a todos
aquellos que no aceptaran la autoridad eclesiástica.
Dentro de las diferentes variables, los obispos bajo las normativas de la episcopalis
audientia eran los garantes de hacer valer la justicia divina siendo el mediador para
La asociación de herejía con superstición y de su tratamiento legislativo […] Los emperadores cristianos,
inclinados por hacer prevalecer el credo niceno, identificarán con superstición, además de la herejía, la
religión gentilicia y el judaísmo. Cf. Florencio Hubeñak, El Hispano Teodosio y la Cristianización del
Imperio, Op Cit., 16.
87
María Victoria Escribano Paño, Vivir en Tierra Extraña, Emigración e Integración cultural en el Mundo
antiguo, Op. Cit., 261.
88
Cabe acotar, que frente a herejes y judíos sobre los cuales sólo se aprueban medidas de condena y
segregación. Detrás de esta convivencia, y como requisito fundamental de la misma, subyacía la
identificación social y política entre gentiles y cristianos, muy especialmente entre sus clases dirigentes. Así
se observa en la cristianización de las élites urbanas, de sus magistrados, sacerdotes, terratenientes y
esclavistas, sectores a los que presta especial atención los concilios, mientras que al pueblo llano y a los
sectores serviles sólo se alude para censurar su apego a las viejas tradiciones o para recordar que tienen
vetado el acceso a la clericatura. Cf. José Ubiña Fernández; “Los orígenes del cristianismo hispano, algunas
claves sociológicas”. En: revista Hispania sacra, LIX- 120, julio-diciembre (2007): 437.
86
50
mantener la concordia a través de la persuasión del poder que se le ha conferido. Por
consiguiente, el cuerpo eclesiástico encabezado por los obispos no sólo reprendía o
corregían delitos de orden civil sino que imponían una conducta moralizante para todos
aquellos que atentaran contra la ley divina en tal caso, se atribuía con severidad la idea de
pecado que tenía connotaciones de dolor, sufrimiento y muerte.
Bajo estas normativas eclesiásticas las comunidades cristianas se sometieron al control
ideológico, social y político donde predominaba un excesivo temor al castigo divino. De tal
manera, se hizo necesaria una institucionalización eclesiástica en relación a la penitencia
con la finalidad de absolver los pecados. No obstante, los pecados o delitos se corregían a
través de la penitencia pública o la excomunión eclesiástica.
Correspondería a los obispos; hombres religiosos de Dios, detectar los delitos,
reprender y enseñar con su autoridad para corregir los espíritus profanos de los
herejes y la superstición pagana. Pero, no por ello, nuestras leyes han dejado de
ser válidas para restablecer, aunque sea por el temor al castigo, a los que se
desvían de la devoción de Dios todopoderoso por que las herejías destruyen a
muchas personas en el presente y lo hará en el futuro. Las leyes van dirigidas a
los funcionarios civiles y son los gobernadores de cada provincia los encargados
de ponerlas en práctica89
Debido a esto, la injerencia del emperador en los asuntos eclesiales tendrá total control para
la elección de obispos de las sedes más importantes con la intensión de resolver las
controversias teológicas. Ahora bien, el bagaje de las conceptualizaciones inherentes a los
herejes, precisó el desenvolvimiento y los alcances que la política imperial obtuvo mediante
el ordenamiento civil para cercenar a las refractarias elites heréticas.
Ahora bien, la contextualización del Edicto de Tesalónica será la ratificación de la
legislación imperial Tardo-romana a finales del siglo IV que argumenta su acento jurídico,
certificando la oficialización del cristianismo al poder imperial con Teodosio I (379-395).
En este contexto político-religioso, caracterizado por la amenaza militar externa (invasión
bárbara) y la división religiosa interna, se gestó en Tesalónica la “Cunctos populos”,
dirigida al pueblo de Constantinopla que es el preámbulo condenatorio a los grupos
heréticos.
89
Mar Marcos, Ley y Religión en el Imperio Cristiano (s. IV y V), Op. Cit., 62.
51
2.4.1 Edicto de Tesalónica
El Edicto de Tesalónica fue dado por Teodosio I el 28 de febrero del 380, y había sido
considerado no solo el texto decisivo para la interpelación de su política religiosa, sino
también un hito, fundamental en la historia del cristianismo90. Precisamente este sistema
legislativo afectó las esferas religiosas desintegrando por completo la tradición ancestral
prohibiendo los ritos paganos y condenando toda forma de credo cristiano distinto del
catolicismo serán excluidos, sancionados y perseguidos.
La primera disposición de Teodosio en materia legislativa fue el edicto llamado de
Tesalónica más conocido como el Cunctos populos. Teodosio pretendía que, mediante
este edicto, quedarán zanjadas por una ley imperial todas las diferencias religiosas
(ideológicas) para todos los pueblos sin distinción, heréticos y paganos. A su vez la ley
impone la fe católica, en cuanto establece sanciones en caso de inobservancia: no sólo
reclamaba el castigo divino, sino dispone la sanción terrena, la cual encuentra reiterada
en el código Teodosiano (XVI, 2,25)91.
El Edicto de Tesalónica tenía fuerza de ley y manifestaba la extrema decisión de Teodosio
de poner fin, antes que nada por razones políticas, a la eterna división oriental entre
arrianos y nicenos. El arrianismo, que había contado con el favor imperial de Valente
comenzó a desaparecer rápidamente salvo en el Illyricum y en Milán por el aire que le dio
la emperatriz Justina.
Como precedente, Graciano había dado un edicto de libertad de cultos, ejerciendo el
patronazgo imperial sobre las Iglesias de las diócesis de Dacia y Macedonia protegiendo a
los arrianos92. Teodosio convocó un concilio en la ciudad del Bósforo, restringiendo a los
90
El texto anunciaba el programa de restauración nicena basado en la teología occidental y constaba de dos
partes. El primero expresaba el deseo de que los súbditos vivieran en la religión que el apóstol Pedro había
trasmitido a los romanos. En la segunda contenía la disposición por el cual se ordenaba el nombre de católicos
cristianos a los que siguieran tal religio, y se amenazaba con la infamia es decir, con la exclusión del oficio
público y sus funciones y la pérdida de sus iglesias a los heréticos. Cf. Manuel Sotomayor y José
Fernández Ubiña, Op. Cit., 444.
91
Florencio Hubeñak, El Hispano Teodosio y la Cristianización del Imperio, Op. Cit., 18.
92
En la época tardía, la cancillería imperial es la que derogaba en cuestiones del derecho y de la ley aplicada a
través del lenguaje del poder […] El análisis jurídico y formal del texto, de la Constitutio XVI, 5,6 Tenía una
doble finalidad política y jurídica: extender al Illírico el nicenismo y corregir el llamado edicto de tolerancia
de Graciano, condicionar los debates del previsto concilio de Aquileya y limita la capacidad jurídica de los
arrianos prohibiéndole reunirse y privándolos del derecho a poseer iglesias. Pero además la norma en cuestión
perseguía un propósito metajurídico: proyectar una imagen irracional, inmoral y patológica del herético y
provocar tanto su anulación, cuanto la aversión social. Cf. María Victoria Escribano Paño, La Imagen del
Herético en la Constitutio XVI, 5,6 del Codex Theodosianus, Op Cit., 498.
52
obispos orientales ejercer su ministerio. Esta situación garantizaría una alianza entre el
emperador y los obispos de occidente dándole autonomía sobre el control de las iglesias.
De manera progresiva se van implementando las leyes por Teodosio, ya en el año 380
tenían un cometido funcional, buscaba reivindicar el derecho de legislar en materia
religiosa para las Iglesias de Dacia, Macedonia y Aquileya con este fin, se daba
instrucciones a la autoridad civil de las prefecturas para que las Iglesias fuesen restituidas a
los nicenos, después de que los heréticos, incluidos los arrianos, fueran puestos al margen
de la comunión eclesiástica por los obispos a quienes les correspondía establecer la rectitud
de las creencias.
La crisis arriana a la cual se enfrenta Teodosio I estaba en su mayor apogeo trayendo
consecuencias inevitables como el disenso religioso heredado por la regencia de Valente.
Estas circunstancias repercutieron de manera decisiva con sus secuelas de desórdenes
públicos en los principales centros urbanos. En efecto, la cuestión arriana, más allá del
debate cristológico, genero una crisis social.
Los imperativos legislativos del emperador Teodosio I formula una serie de
disposiciones entre las cuales se destacan: oficializar el nombre de cristianos
católicos a los que sigan la religión nicena y se amenaza con la infamia
(exclusión del oficio público) a los heréticos. Además, se retira el nombre de
‘ecclesiae’ de sus asambleas, a los grupos disidentes rebajándolas a simples
conciliabulae ya que (no merecían tal nombre). Finalmente, cierra la cláusula
punitiva del castigo a quién no acate dicha medidas93.
Estas medidas legislativas amedrantaron la imagen del herético en todas sus latitudes pues
el rigor y el reconocimiento de estos estatutos, afectaron tanto a los presbíteros y obispos
disidentes perdiendo el reconocimiento Imperial, siendo privados de todos los derechos y
privilegios inherentes a la condición clerical. Esencialmente, el derecho a la posesión de los
María Victoria Escribano Paño, Ley Religiosa y Propaganda bajo Teodosio I” En: Religión y Propaganda
política en el mundo Romano, ed. Marco Simón, Pina Polo, Remesal Rodríguez (Barcelona: Publicaciones
universidad de Barcelona Colección Instrumenta, 2002), 155.
93
53
edificios de las iglesias. Ya que, el imperio imposibilidad la capacidad de testar, donar,
contratar, vender e incluye la persecución y el exilio94.
Las referencia a las leyes religiosas, incluidas la Cunctos populos, de febrero del
380, y la Episcopis tradi, de julio de 381, de las que la investigación moderna ha
hecho los textos fundamentales para demostrar la utilización de la ley como
método de cristianización coercitiva por parte del hispano95.
Por su parte, la Constitutio Episcopis Tradi daba fuerza legal a los acuerdos del primer
Concilio Ecuménico de Constantinopla (381). Este referente lo menciona el historiador
Sócrates por petición de Teodosio denominándolo “sínodo de todas las herejías”. El objeto
era poner fin a las controversias religiosas. Acudieron las principales sectas para manifestar
sus puntos de vista entre ellos, (arrianos, homousianos, homeos, macedocianos y
eunomeos) este acto de reconciliación precedido por Teodosio no tuvo éxito.
Asimismo, los defensores de la fe Nicea no querían perder los privilegios adquiridos. Por
influencia de este cuerpo eclesiástico del obispo Gregorio de Nacianzo, aconseja al
emperador a tomar medidas represivas para pacificar a las iglesias. Por esta razón, en la
constitución del 381 condena con un lenguaje denigratorio a las facciones heréticas
ordenando la devolución de las iglesias y la inmediata exclusión de los lideres refractarios.
En Tesalónica la ortodoxia se había definido por la religión del apóstol Pedro, conservada
por el Papa Dámaso y el obispo Pedro de Alejandría. Así, con los estatutos del año 381, de
la Episcopis Tradi, se ordena que todas las iglesias de Oriente pasen a quienes aceptaran el
credo de Nicea formulado en el Concilio de Constantinopla.
Teodosio había puesto en práctica la reconstrucción de la jerarquía de la Iglesia
Oriental bajo los signos del nicenismo, la unidad y la autonomía respecto al
Occidente, haciendo coincidir la geografía eclesiástica con la política y
94
La aplicación de la pena del alejamiento al herético adopta modos distinto en la producción legislativa
tardía […] comprende la expulsión de las ciudades, sobre todo el desalojo de Roma y Constantinopla,
expresada en la repatriación es decir, el regreso coercitivo al lugar de origen; el exilio temporal o relegatio, la
deportación a la perpetuidad con el consiguiente confinamiento en un lugar determinado acompañado de la
prescriptio entendiendo así la confiscación de los bienes agravada con la pena de la deportación. Cf María
Victoria Escribano Paño, Vivir en Tierra Extraña, Emigración e Integración cultural en el Mundo antigua,
Op. Cit., 270.
95
María Victoria Escribano Paño, Ley Religiosa y Propaganda bajo Teodosio I, Op. Cit., 147.
54
emancipándola de cualquier tutela que no fuese la propia en su condición de
augusto de Oriente96.
Para cerrar este esquema temático, hemos señalado la relación que medio entre la religión y
la política, concertando la vinculación del emperador Teodosio I y Ambrosio de Milán con
la inclusión de la polémica arriana. Con Ambrosio surge un cambio significativo de las
disposiciones imperiales en materia religiosa pues la actividad del obispo va a tener una
destacada actividad teológica.
Luego de la Muerte de Valente, quien simpatizó con el arrianismo, quedo en manos de
Teodosio enfrentarse a las disputas religiosas que causaban la desestabilización en la
sociedad romana. En otras palabras, la imposición legislativa que se mediatizó a finales del
siglo IV tuvo como referente los Concilios para establecer posturas doctrinales en torno a la
cristología y la Trinidad.
La determinación del hispano Teodosio en buscar una solución de esta controversia
religiosa se haya incrustada en el Edicto de Tesalónica de la mano con el segundo Concilio
Ecuménico de Constantinopla (381) condenando a los arrianos en sus distintas
manifestaciones. Reivindica la ortodoxia cristiana y se da apertura a las leyes imperiales
contra los herejes y paganos, es así como se difunde el dictamen de salud pública que
repudia la herejía como crimen público. De igual manera, agrupó a todas las facciones
heréticas mediante un lenguaje denigratorio opacando así la moral de estas corrientes
disidentes, por tanto se promovió la pena de exilio y la excomunión eclesiástica a quién no
prescribiera la religión oficializada por el emperador y estuviera en desacuerdo al dogma o
doctrina nicena.
Podemos deducir, que la defensa del cristianismo por parte del obispo de Milán y el apoyo
del Papa Dámaso tendrá gran transcendencia en relación a los sínodos y concilios que se
realizan en esta etapa. Pues la elite eclesiástica medió las turbulentas polémicas en materia
religiosa de la mano con los primeros ordenamientos legislativos que converge con la
identidad imperial.
96
María Victoria Escribano Paño, La Imagen del Herético en la Constitutio XVI, 5,6 del Codex Theodosianus,
Op Cit., 497.
55
Según se ha visto, Teodosio delega plena capacidad jurídica a los obispos nicenos y se
implementa otra manera de represión ideológica la excomunión eclesiástica97. Al
considerar las corrientes heréticas como delincuentes y asociados al pecado adquirieron el
repudio social. También, se crearon las leyes civiles del exilio: aislamiento, confinamiento
o deportación como medidas implementadas para frenar todo tipo de proselitismo que
causara revueltas políticas-religiosas en el ente Imperial.
97
Antes de que la autoridad civil ejecutase el orden del exilio, el herético debía ser puesto fuera de la
comunión eclesiástica por parte del obispo para establecer la rectitud o desviación de las creencias. Cf
Florencio Hubeñak, El Hispano Teodosio y la Cristianización del Imperio, Op. Cit., 641.
56
CAPÍTULO III
TRATADO DE “LA PENITENCIA” DE AMBROSIO DE MILÁN
Ambrosio se caracteriza por ser un pastor de almas cuya preocupación es el cuidado de los
cristianos de su diócesis de Milán; procura en su predicación y escritos la formación de la
consciencia cristiana. Los escritos del gran obispo revelan su intensa actividad pastoral y
social. Prefiere las cuestiones morales y prácticas e implementa la Sagrada Escritura para
matizar el campo literal, moral y alegórico-místico. Entres sus escritos figuran: la obra el
Hexamerón o comentario a los seis días de la creación, comentó el Evangelio de San Lucas,
entre sus obras morales y ascéticas sobresale el Tratado de la Virginidad y entre sus escritos
dogmaticos merecen citarse los tratados sobre la Fe, sobre la Encarnación, sobre el Espíritu
Santo, y en esencial el Tratado de “La Penitencia”.
La conversión y la penitencia ocupan un lugar destacado en la historia de la
salvación del género humano. Por consiguiente, el hombre a quien Dios llama
para hacer una alianza con Él, es un hombre pecador: pecador de nacimiento, a
causa del primer hombre, por quien entró el pecado en el mundo y desde
entonces mora en lo más íntimo de su conciencia. Este estado de pecado de
origen ha sido acrecentado por los pecados personales. Por eso, inicialmente, la
respuesta del hombre al llamamiento divino ha de hacer una conversión y luego
ha de continuar a lo largo de la vida en una actitud penitencial98.
Esta perspectiva, parte de la comprensión de la Escritura99 haciéndose “más profunda
gracias al conocimiento de los escritos de los padres griegos, de los autores hebreos y
paganos como Filón y Plotino. Este estudio junto con la meditación de la palabra de Dios,
es la base de su pensamiento teológico, moral, ascético, social y político así como la fuente
de su actividad de pastor y predicador”100.
98
Ambrosio de Milán. La Penitencia, [Introducción, traducción y notas de Manuel Garrido Bonaño, OSB]
(Madrid: Editorial Ciudad Nueva, 1999), 12.
99
En la actualidad se ha revalorizado los escritos patrísticos en esencial por examinar su correspondencia
literaria. Debido a esto, podemos hallar setenta y siete cartas en diez libros del obispo de Milán. Al igual su
Epistolario como una obra de especial elaboración, aluden a los criterios literarios con los que Ambrosio
cultivo el arte de la oratoria. En cuanto al contenido, sus cartas son sobre todo de carácter didascálico, es
decir, con características de pequeños tratados teológicos, afrontando por lo general cuestiones exegéticas
concretas, con lo que afirma su valor interpretativo. Cf. Claudio Moreschini y Enrico Norelli, Patrología,
Manual de la Literatura Cristiana, antigua, griega y latina. (Salamanca: Ediciones Sígueme, 2009), 394.
100
Ángelo Di Berardino, Op. Cit., 96.
57
La clase social a la que pertenecía, su formación cultural y su carrera política distinguieron
y prepararon a Ambrosio para asumir el episcopado de Milán. La relación entre el ámbito
político y el campo religioso a través del Tratado de “La Penitencia” se comprende en el
contexto acaecido el año 390. Podemos suponer que la redacción del Tratado de “La
Penitencia” tiene ocasión por la coyuntura política que atraviesa el Imperio al privar al
Obispo de Milán a ser consejero en el consistorio imperial tal como se señaló en el capítulo
anterior. En tal caso, el eclesiástico cayó en desgracia y tuvo que refugiarse siendo objeto
de exilio so pena de muerte.
Durante su exilio Ambrosio escribió sus grandes Tratados que tenían como objetivo
convencer al emperador o emperadores (Graciano, Valentiniano y Teodosio I) el
reconocimiento de la Ortodoxia cristiana. Según la costumbre romana, había que demostrar
la valoración del dogma cristiano. Nuevamente aparece a raíz de la polémica que surge con
la Masacre de Tesalónica. Por otra parte, el análisis al Tratado de “La Penitencia” redactado
por Ambrosio de Milán no hace referencia a los acontecimientos de la Masacre de
Tesalónica ni mucho menos a la imposición de la Penitencia al emperador Teodosio I.
Sino que nos ofrece de primera mano las prácticas penitenciales que se institucionalizaron
en el siglo IV.
Si bien el intento del Tratado de “La Penitencia”101 es demostrar las orientaciones
catequéticas del obispo de Milán que tienen un tinte moralistas y corresponde a un
itinerario eficaz para redimir las culpas de forma de confrontar el rigorismo de los
novacianos por ello, la obra enmarca la unidad de las Escrituras del Antiguo y Nuevo
Testamento sobre la práctica penitencial. Al mismo tiempo, el estudio al Tratado versa en
torno a la polémica con los novacianos que fundamentaron a través de la penitencia
canónica, un rigorismo de tal amplitud determinando que no se podía acceder al perdón y la
reparación de los pecados. Por su parte el Obispo de Milán, expone las verdaderas
exigencias de la penitencia eclesiástica.
101
El Título de paenitentia dado a este Tratado es del mismo Ambrosio como consta en su carta 37, 1,1 y por
los mejores códices. San Agustín lo llama contra Novatianum, pero más bien se llama al tema de la obra y no
al título de la misma. Cf. Ambrosio de Milán. Op. Cit., 28.
58
Ambrosio hace ver que la actitud de la secta está en contradicción con la
misericordia divina; presenta, por eso gran cantidad de textos de la Escritura, en
lo que invita al pecador a la confianza. No deja por eso de refutar
convenientemente la interpretación errónea de otros pasajes escriturísticos que
los novacianos presentan contra la doctrina católica, y sobre todo insiste en los
textos evangélicos relativos al poder dado a los apóstoles y a sus sucesores de
perdonar los pecados102
Los antecedentes de éste tratado dogmático van enraizados con la evolución de las prácticas
penitenciales anteriores a Ambrosio, en ellos aparecen los referentes: la Didajé, Clemente
Romano, el Pastor de Hermas, Clemente de Alejandría, Orígenes, la Didascálica o doctrina
de los doce apóstoles, Hipólito de Roma , Tertuliano, Juan Crisóstomo103.
El Tratado de “La Penitencia” también hace referencia a la evolución litúrgica y
sacramental de la práctica penitencial originada por la coyuntura histórica del siglo III
donde surgieron los apostatas (lapsos) producto de las persecuciones del imperio romano
hacia el cristianismo. El contexto histórico donde se originó la concepción de la tendencia
de los novacianos se gesto a partir del año 250 con el emperador Decio.
Decio promulgo un edicto por el que se ordenaba a todos los habitantes del
imperio realizar un sacrificio público a los dioses y a la persona del emperador
elevando plegarias por su bienestar […] se establecía que en cada ciudad se
realizasen estos ritos públicos bajo la vigilancia estrecha de las autoridades
provinciales y locales104
Los rigores a los que son sometidos los cristianos que no siguen el dictamen imperial de los
deberes cívicos-religiosos traen consigo torturas, cárcel, destierros y la aplicación con más
rigurosidad a los obispos y presbíteros. De esta manera, bajo la amenaza imperial muchos
cedieron cayendo en la apostasía105. Consecuentemente, finalizada las persecuciones los
lapsi pidieron ser reintegrados en la comunión eclesiástica. Deviene grandes
confrontaciones pastorales propugnando la aceptación de los lapsi y la única manera de ser
readmitidos al seno de la Iglesia es mediante una penitencia prolongada.
102
Ibíd. 22-23.
Cf. Dionisio Borobio, Reconciliación Penitencial, Tratado actual sobre el Sacramento de la Penitencia
(Bilbao-España: Editorial Descleé de Brouwer, 1990), 108-109.
104
Manuel Sotomayor y José Fernández Ubiña, Op. Cit., 307.
105
Los lapsos por miedo a los tormentos deseaban reingresar en la Iglesia, esta situación causaría al interior
de la iglesia grandes debates y polémicas, que dieron paso a los movimientos cismáticos que con el transcurso
del tiempo serán considerados corrientes heréticas. Cf. Ibíd., 307-308.
103
59
Se debe tener claro que en el año 251 el sacerdote Novaciano propone una
reconstrucción de la doctrina de la Iglesia en la que se opone rotundamente el
perdón eclesiástico, a los apostatas de cualquier categoría y aún a los llamados
(Libellatici), nombre que se les daba a las personas que durante la persecución
de Decio evadieron las normativas imperiales por la obtención de documentos
que certificaban su cumplimiento quemando incienso a los dioses imperiales
evitando así ser excluidos de los grupos sociales y del destierro 106
Novaciano ocupaba en el clero de Roma un puesto importante hacia el 250; sus posturas
fueron declaradas heréticas y condenadas por las Iglesias de Roma, Cartago y Alejandría.
Es innegable que su doctrina adquirió una notable difusión tanto en Oriente como en
Occidente. Esta corriente desempeño un papel importante en la práctica penitencial y de
manera particular le atribuyó a los lapsi la excomunión perpetua, con el supuesto que la
Iglesia no podía perdonar los pecados mortales tales como el asesinato, adulterio y
apostasía107. Pronto evolucionarían hacía una severidad cada vez más rígida, hasta el punto
de negar a la Iglesia el poder de perdonar todo pecado grave cometido después del
bautismo, cuyo perdón reservaban exclusivamente para Dios.
También podemos sondear que la organización estructural de la disciplina penitencial atrajo
diversos conflictos entre las facciones cristianas que ponen en tela de juicio la autoridad
eclesiástica al prevalecer una concepción del cristianismo incompatible por la rigurosidad
penitencial. Sin embargo los cambios esquemáticos de la penitencia se modifican por el
apoyo del papado consolidando así la difusión del cristianismo. No podemos dejar de lado,
que la clericatura desde el siglo III y IV había dejado sus rasgos carismáticos para
transformarse en un escenario de relevancia social que aspiraba la magistratura imperial
para establecer el control moral y jurídico.
La iglesia de los novacianos perduró en realidad varios años108 Luego son incorporados a la
Iglesia como dogmáticamente ortodoxos, coincidiendo con los católicos en la controversias
106
Cf. Gabrielle Banterle, Explanatio Symboli, De Sacramentis, De Mysteriis, De Paenitentia (Milán:
Biblioteca Ambrosiana, Citta Nouva Editrice, 1982), 18.
107
Estos son los pecados a someterse a la penitencia mayor: la idolatría, el adulterio, el homicidio, el robo, el
fraude, la herejía, el cisma, los espectáculos de circo, es decir, pecados que separan de la comunión con la
Iglesia. Cf. Pedro Fernández Rodríguez. El Sacramento de la Penitencia (Madrid: Editorial San Esteban
2003), 177-178.
108
El cisma novaciano se extendió por las Galias, por España, en África y en el Oriente por esta razón su
difusión llegó hasta el siglo VII en Asia Menor, Egipto y Grecia… se desconoce la fecha de la muerte de
60
teológicas trinitarias. Incluso Teodosio I los toleró en Hispania y en la Galia.
Efectivamente, en Oriente (en Siria, Asia Menor, Palestina) los novacianos recibieron una
acogida favorable; muchos montanistas se adhirieron a ella y se denominaban a sí mismos
“comunidad de los santos” como también cataros o puros ya que su Iglesia estaba libre de
pecados mortales.
Los novacianos para distinguirse de los católicos se llamaban así mismo
Katharos, es decir, limpios y puros […] recibieron también diversos nombres
que los distinguían realmente de los demás, entre ellos de Zurdos, pues, por no
considerarse más que con el poder de atar y no de absolver, parecía que sólo
usaban la mano izquierda en el ministerio y no la derecha109
Cabe destacar que los escritos teológicos y pastorales de la práctica penitencial en la que
tuvo incidencia el obispo de Milán confronta de manera decisiva la corriente herética de los
novacianos. “El recurso de Ambrosio a la Escritura sobre todo del Nuevo Testamento es
certero y no se comprende la actitud ni la doctrina de los novacianos ni otra secta
semejante, con esa falta de misericordia y de compasión”110.
El obispo de Milán defiende el sentido sacramental de la penitencia, admitiendo que por el
poder recibido de Dios, la Iglesia podía perdonar todos los pecados. Así entonces, se
vislumbrar las disciplinas penitenciales públicas dadas en Milán, como también las
prácticas pastorales, que tenían como finalidad llegar al pleno conocimiento sacramental
por la fragilidad humana, el alentar a la esperanza, y al mismo tiempo, firmeza y decisión
para condenar los pecados y exigir la reparación de las faltas111
Por último, no podemos desligar la penitencia con los acontecimientos políticos religiosos
que se gestaban en Occidente. Como ya se indicó, el brazo eclesiástico de la tradición
Petrina constituido por el Papa Dámaso y el obispo metropolitano de Milán adquirió una
creciente influencia en la estructura administrativa y judicial. Hay que reconocer que la
Novaciano, se cree que murió víctima de la persecución de Valeriano Cf. Adnés Pierre, La Penitencia
(Madrid, Editorial Biblioteca de Autores Cristianos, 1981), 103.
109
Ambrosio de Milán, Op. Cit., 32.
110
Ibíd., 49.
111
La reconciliación que la Iglesia otorga al pecador es el resultado de una acción a la que debe incorporarse
interior y exteriormente el penitente, que es la acción pública de toda la comunidad cristiana y que lleva a la
reinserción del penitente en la comunión de la Iglesia. Cf. Gonzalo Flores, Penitencia y unción de los
enfermos. (Madrid: Biblioteca de autores Cristianos, 1993), 113.
61
élite eclesiástica al imponer la ortodoxia y la disciplina dogmatica generaría divisiones a
causa de no tolerar a las corrientes que no estuvieran en sintonía con la formulación de los
Concilios de Nicea (325) y Constatinopla (381). De esta manera, se suscitan medidas
represivas a las corrientes heréticas y se sancionan con todo el rigor legislativo por parte de
Teodosio I ello genera la notable reducción del culto pagano mediante la prohibición de
acciones culticas y festividades oficiales así como también sacrificios paganos. Entre los
grupos heréticos figuran maniqueos, encratistas, montanistas, novacianos, priscilianistas,
varias sectas de arrianos y cismáticos donatistas.
3.1 Análisis Temático de la obra.
La práctica penitencial se puede dividir en cuatro grades periodos así
diferenciados: 1) el tiempo de las primeras comunidades de conversos en el que
la penitencia aparece muy excepcionalmente y que abraza los dos primeros
siglos; 2) en el siglo III la Penitencia se banaliza cuando la Iglesia empieza a
banalizarse y justificar una práctica generalizada; 3) en el siglo IV y la primera
mitad del V la penitencia se hace jurídica, haciéndose entonces verdaderamente
‘canónica’, y se enfrenta cada vez con más problemas de aculturación
ocasionado por la entrada masiva de nuevos miembros en la Iglesia112
La práctica de la penitencia en Occidente se ve afectada por diversos movimientos
heréticos y cismáticos, por diversas doctrinas y posiciones enfrentadas a las normas y
decisiones de los obispos, responsables legítimos de las iglesias. La institución penitencial
fue necesaria en la medida que era una disposición para celebrar sínodos, así como la
entrada del derecho romano en la legislación eclesiástica, posibilita la tarea de los obispos
de organizar y hegemonizar el intercambio epistolar en la que sus consejos e instrucciones
adquirían un valor normativo. Por esta razón, a raíz de los cánones conciliares se establece
la penitencia canónica, sus orientaciones normativas hacen que la práctica penitencial
queden, convertidas, en leyes rígidas y de hecho impracticables.
Llamamos ‘estructura de penitencia’ a aquella que viene a institucionalizarse en
la Iglesia a partir del siglo IV (testimonios de los Concilios de Elvira, Nicea,
Arlés, Sárdica y la influencia de los obispos Ambrosio y Agustín de Hipona que
ponen su acento en las obras penitenciales como medio más adecuado para
Emilio Girbés Aliaga, “La Disciplina de la comunión Eucarística Durante los Siglos IV-VI en Occidente”.
Revista: Phase. N° 148 Julio- Agosto (1985), 301-302.
112
62
expresar la conversión (Penitencia Canónica) manteniendo la estructura o
sucesión de actos (confesión-satisfacción-absolución)113
La penitencia aparece reglamentada en su ejercicio y en su exigencia por los cánones
disciplinares de numerosos concilios que determinaron el poder de absolver o retener los
pecados, es decir, que mediante la interpretación de atar es un lenguaje de exclusión y por
tanto, una atribución del pecado y desatar es incluirlo en la comunidad cristiana después de
haber hecho penitencia. Evidentemente, absolver al pecador, se traduce
en un poder
disciplinario y judicial con miras a la reparación espiritual114.
Ambrosio se refiere al error de los novacianos, de atar al pecador y condenarlo de por vida,
para indicar que quien ha recibido el poder de absolver los pecados no puede retenerlos
para siempre. Pues, la acción ministerial de aquellos que han recibido el Espíritu Santo115 se
hace presente en la misericordia y el perdón.
El Tratado de “La Penitencia” tiene una conexión con la práctica sacramental del bautismo,
la oración y la reconciliación como medio de expiación y santificación. Esta obra está
dividida en dos libros que refieren a una argumentación escriturística que va manifestando
la acción soteriológica de la práctica penitencial. En efecto, la obra abarca una exhortación
a la conversión dirigida tanto a los catecúmenos como los bautizados y se entremezclan los
temas de penitencia, pecado y perdón.
Las obras del obispo de Milán refieren a la misericordia y al mismo tiempo una
vigilancia estrecha, para que no circulen por la grey encomendadas doctrinas
erróneas y perniciosas, y con la vigilancia, la suficiente fortaleza para exponer
113
Dionisio Borobio, El Sacramento de la Reconciliación Penitencial (Salamanca: Editorial Sígueme, 2006),
110-111.
114
Como parte de la estructura penitencial anclada desde tiempo de los apóstoles la simbología de las llaves
del Reino dadas a Pedro incita a la manera de ejercer su poder como vicario de Cristo atando y desatando) en
relación con esta expresión, atar-desatar significa declarar con autoridad que una cosa es permitida o
prohibida en relación con la ley de Dios. En segundo lugar, la expresión atar-desatar puede significar
también excomulgar, y posteriormente volver a admitir en la comunidad. Cf. Adnés Pierre, Op. Cit., 33-34.
115
Ten en cuenta que quién recibió el Espíritu Santo, recibió el poder desatar y de atar. Así está escrito:
Recibid el Espíritu Santo. A los que se les perdonéis los pecados, les serán perdonados; y a los que se los
retuviereis, les serán retenidos (Jn, 20, 22-23) […] la misión del sacerdote es un don del Espíritu Santo; sin
embargo la facultad del Espíritu Santo está en perdonar o en retener los pecados. Cf. Ambrosio de Milán, Op.
Cit., 35.
63
la verdad y el error de los que se apartan de la enseñanza y disciplina de la
Iglesia116
Por tanto, la penitencia para Ambrosio tiene un significado litúrgico y sacramental, la cual
permite el perdón y la reparación de los pecados. Ya que, los pecados cometidos después
del Bautismo deben ser lavados con lágrimas y arrepentimiento reconociendo así estar
necesitado de la gracia de Dios.
Pero escuchen los que hacen penitencia, cómo deben hacerla, con que empeño,
con qué efecto, con que intensión por parte del alma, con qué conmoción de las
entrañas, con que conversión por parte del corazón: mira, Señor que estoy
atribulado; mi vientre está turbado por mi llanto, mi corazón se revuelve dentro
de mí117.
La exhortación de Ambrosio para la remisión de los pecados se funda en un proceso
catecúmenal, en otras palabras, la conversión del corazón y la
disposición en hacer
penitencia mediante la celebración de los exorcismos y la oración118. De igual manera, se
inscribe otras prácticas penitenciales vigentes en el siglo IV entre ellas: la reconciliación,
excomunión, corrección y degradación para el clero.
Hacer un acercamiento a la forma en la cual se encuadra la penitencia pública donde se
mueve el obispo de Milán: en primer lugar se inicia con el ingreso en el Ordo Poenitentium
o grupo de penitentes; para ello el pecador acudía al Obispo, ministro de Dios y de la
Iglesia abogando por la falta de los Pecadores a quién confesaban privadamente su pecado.
La penitencia pública tenía por objeto dar la excomunión a aquellos que no acudían
espontáneamente al obispo por faltas graves y por esta razón, se realiza un acto público en
participación con la comunidad a comienzo de la cuaresma119. Seguidamente, el obispo con
alguna plegaria imponía las manos y la ceniza como símbolo penitencial.
116
Ibíd., 49.
Ibíd., 105.
118
La oración ha sido siempre un medio importantísimo en la liturgia penitencial. Podrían presentarse
multitud de textos bíblicos, patrísticos y litúrgicos, en los que aparece la oración muy apreciada, en orden a la
interpretación de Dios del perdón que necesitan los pecadores. Cf Ibíd., 58.
119
Se pone de relieve el carácter propascual, histórico y dinámico de la conversión; es decir, crear un espacio
adecuado para que se manifieste el esfuerzo penitencial, la necesidad de cambio radical y las obras de
conversión; favorecer a una mayor intervención de la comunidad por la oración y el testimonio y un
seguimiento sanativo por parte del ministro, mostrando las repercusiones de una conversión social por las que
117
64
Una vez confesada la culpa, el pecador era colocado en el grado de los
penitentes y se le determinaba el tiempo que había de durar su ejercicio
penitencial, al fin del cual se le reconciliaba. La duración de este ejercicio
variaba según las faltas y las regiones. De ordinario la celebración litúrgica de la
reconciliación de los penitentes se celebraba solo una vez al año, a no ser que
hubiera necesidad por peligro de muerte. La fecha de la reconciliación se tenía
cerca de la pascua120
El obispo de Milán hace referencia a las cartas del apóstol Pablo reiterando que a través de
la penitencia podemos alcanzar la redención, la benevolencia y la piedad. Además
Ambrosio defiende los postulados escriturísticos para no expulsar al pecador de la Iglesia
sino que se le induzca a la purificación. El Tratado de “La Penitencia” es un llamado a la
salvación del hombre y sin embargo, no puede realizarse sin que se cumplan determinadas
condiciones; pues, el hombre debe arrepentirse y convertirse.
La Iglesia aparece como centro expresivo de la reconciliación, siendo ella misma
mediadora en diversos aspectos: sujeto que se reconcilia con y por la
comunidad; comunidad que solicita y concede la reconciliación; ministro que
presenta y sirve a la reconciliación; comunidad y ministros que anuncian y
denuncian, que proclaman y celebran, que viven y se comprometen en la
reconciliación.121
En síntesis, es válido afirmar que desde el pensamiento ambrosiano el perdón y la
reconciliación están intrínsecamente relacionados como un proceso sacramental impartido
por la Iglesia. Ya que, la reconciliación apunta a la cancelación de la deuda, a la
recuperación de la paz interpersonal y al encuentro reciproco del pecador con el Dios
misericordioso.
3.2 Imposición de la Penitencia al Emperador Teodosio
Es durante la segunda mitad del siglo IV donde el poder eclesial ejerce una posición social
significativa, ya que, no sólo justificaba su acción pastoral sino que legitimaba la autoridad
episcopal; la cual, pretendía reguardar con gran intensión la defensa del cristianismo. En tal
caso es el Obispo de Milán, Ambrosio, quién define el destino de la Iglesia. De este modo,
se gestionaba a partir de los preceptos, en la esfera eclesiástica, una intensa actividad
se hace creíble para el mundo. Cf. Dionisio Borobio, El Sacramento de la Reconciliación Penitencial, Op.
Cit., 162.
120
Ambrosio de Milán, Op. Cit., 25.
121
Dionisio Borobio, El Sacramento de la Reconciliación Penitencial, Op. Cit., 160.
65
política con los tintes propios que ya se realizaban en el marco ritual y moral, como es el
ejemplo de la penitencia pública en la Italia septentrional. Por este motivo, es importante
descubrir, en primer lugar, qué había detrás de la imposición de la penitencia pública a un
emperador católico y, en segundo lugar, hacer alusión a la Oración fúnebre que resalta las
virtudes del emperador cristiano que afanadamente amortizó la situación de disgregación
religiosa bajo los estatutos romanos, en otras palabras, bajo las leyes imperiales se delegó al
obispo para que asegurara el trono a los futuros herederos del imperio.
3.2.1 La Masacre en Tesalónica.
Los datos históricos de las diversas fuentes consultadas convergen con la espantosa
matanza en la ciudad de Tesalónica gran ciudad metropolitana de las provincias de Ilíricas.
La incidencia del obispo de Milán ante la crueldad imperial se resalta en los siguientes
aspectos: Ambrosio envió una carta en secreto al emperador Teodosio haciéndole saber que
era un pecado el delito de asesinato y se le instaba a hacer penitencia pública atribuyéndole
la excomunión eclesiástica.
La mala relación entre el obispo y el emperador se complico más aún durante el
episodio conocido como la “masacre de Tesalónica” el origen del conflicto se
vincula con una ley promulgada por el emperador por el cual condenaba a
muerte a los culpables del atroz acto vicioso ‘contra natura’ (pederastia) hizo
encarcelar a un cochero de circo muy popular, provocando un motín en la
población de Tesalónica que incluyo el asesinato de Buterico122, lapidado y
arrastrado por las calles de la ciudad. Ordeno un escarmiento a la población
convocada en el circo y se llevo a cabo una (masacre) por parte de los soldados
quienes con sus espadas degollaron a la muchedumbre123
Campenhausen nos dice que Teodosio utilizó varias estrategias para hacer que miles de
habitantes acudieran al teatro de Tesalónica, más o menos cinco mil hombres, sin que
sospecharan la desgracia que los esperaba, pues todos fueron brutalmente asesinados por
sus soldados; ya que, en aquella época eran habituales los castigos crueles. Sin embargo,
122
Buterico, comandante militar de las tropas de la iliria fue objeto de deseo Concupiscente por parte de un
auriga, a lo que se negó y lo aprehendió. Poco después tuvo lugar unas carreras en el hipódromo de
Tesalónica y el pueblo quiso que en ellas participara el auriga, que gozaba del aplauso popular, a lo que
Buterico se negó amparándose en una ley de meses atrás en virtud de la cual se castigaba la pena de muerte la
pederastia. Cf. Manuel Sotomayor; José Fernández Ubiña, Op. Cit., 512.
123
Florencio Hubeñak, Religión y Política en Ambrosio de Milán, Op. Cit., 473.
66
Teodosio se arrepintió de la orden dada y trató vanamente de revocarla, pero el hecho ya se
había consumado124.
En lo que respecta a la información que disponemos sobre este acontecimiento, proviene
del obispo de Milán. La noticia de aquella crueldad imperial le llegó en el momento en que
en Milán se celebraba un Concilio. Varios obispos de las Galias estaban presentes. En su
indignación, se volvieron hacía Ambrosio para sugerirle que la única respuesta oportuna a
tales represalias sangrientas consistía en separar al emperador de la comunión.
El obispo de Milán se decidió a actuar con rigor condenando con extrema severidad al
príncipe y le infligen una dura sanción eclesiástica: la excomunión. La reacción de
Ambrosio se vio reflejada en varias cartas confidenciales enviadas al emperador,
recriminándole su actitud y exigiéndole pública penitencia125
La carta enviada a Teodosio era secreta y confidencial. Tendía a evitar la
severidad de un castigo en público, que no podría hacerse sin escándalo, pero
por otra parte, la amenaza solamente de no celebrar la Misa ante el emperador
culpable equivaldría a declararlo fuera de la comunión eclesiástica[…] Lo cierto
es que la corte imperial abandono Milán y se traslado a Verona, desde donde, el
18 de agosto, Teodosio expidió una orden revocando la medida, suspendiendo
las ejecuciones, a la vez que reglamentaba por ley que las circunstancias
imperiales que dispusiesen penas graves fuesen diferidas para su ejecución,
treinta días, para permitir actuar a la piedad126.
A partir de estas consideraciones, el emperador fue sometido a las exigencias de la Iglesia,
mientras que el obispo de Milán tuvo la capacidad de juzgar y absolver a un soberano. De
esta manera, la penitencia de Teodosio es un acontecimiento capital en la historia de la
Iglesia y del Imperio. “Ambrosio siente que es su obligación reprochar una mala conducta
imperial sin soportar si ésta se ha producido en territorio de su jurisdicción o fuera de él. El
obispo milanés se sabe con autoridad pero también y sobre todo con responsabilidad de
someter a los gobernantes al dictado de la Iglesia”127.
124
Cf. Hans Von Campenhausen, Op. Cit., 160.
En lo tocante a la política eclesiástica Ambrosio como padre latino es eclesiástico; sostiene que el obispo
elegido por el pueblo es el pastor supremo de su comunidad. De igual forma, como obispo de la principal
ciudad del norte de Italia, ejerció una autoridad moral. Cf. Ibíd., 167.
126
Florencio Hubeñak, Religión y Política en Ambrosio de Milán, Op. Cit., 475.
127
Manuel Sotomayor y José Fernández Ubiña, Op. Cit., 514.
125
67
Ambrosio pidió que el emperador hiciera pública penitencia antes de ser readmitido a la
comunión por la Navidad del 390. Teodosio vaciló varias semanas en que hubo
negociaciones secretas por intermediario del magister officiaorum galo Rufino128
Muchos historiadores consideran inadmisible que Teodosio estuviera dispuesto a
soportar una humillación similar a la del 388 en referencia a Símaco y el altar de
la Victoria, explican el episodio acentuando el papel de los personajes de la corte
especialmente Rufino quien habría iniciado la reconciliación, pero el propio
Teodosio reconoció el papel del obispo para afirmar: sólo Ambrosio me ha
hecho ver qué es un obispo. La pretensión de Ambrosio se llevo a cabo, en
cuanto que Teodosio acepto la penitencia pública y después fue readmitido a los
sacramentos y reintegrando su nombre entre los fieles129
El emperador encuentra en el Tratado de “La Penitencia” un elemento fundamental para
adherirse a la religión cristiana pues es a través de este manuscrito que le hacen conocer
los pasajes de la Sagrada Escritura para afirmarse en la fe nicena. Luego de este episodio se
somete a la penitencia pública, Teodosio comienza a imprimir varios lineamientos130.
El emperador firma en Milán un primer edicto en que se prohíben con duras
penas todas ceremonias paganas en la ciudad de Roma: así se da
consecutivamente que no se podían realizar sacrificios, visitas a los templos,
homenaje a las imágenes de los dioses[…] A partir de este episodio Teodosio
aceptó definitivamente el nuevo papel público del obispo y comenzó a adoptar
todas las medidas sugeridas por éste, como una modificación del status de los
clérigos curiales además tomando medidas legislativas contra el paganismo es
128
Rufino le propuso: Señor, si quieres, iré a ver a Ambrosio y le pediré que te levante la
prohibición y te libre de este impedimento. Sería inútil -contestó Teodosio-; ni tú, ni todo el poder
imperial conseguirán apartar a ese hombre del cumplimiento de la ley de Dios. Me presentaré ante
él y aceptaré cuantos reproches quiera hacerme, pues los merezco. Seguidamente entró el
emperador a ver al santo y le suplicó que le levantase la censura que sobre él pesaba. San Ambrosio
nuevamente le intimó la prohibición de mancillar con su presencia la santidad de los lugares
sagrados, y luego le preguntó: ¿Qué penitencia has hecho después de haber cometido tan horrorosas
iniquidades? Imponme las que quieras; yo las aceptaré -respondió Teodosio. Inmediatamente, el
emperador, tratando de conmover el corazón del santo, le recordó que también David había
cometido adulterio y homicidio; pero Ambrosio le replicó: Si has imitado a David pecador imítale
también en el arrepentimiento y santidad. Cf. Textos de Historia de la Iglesia “Ambrosio y Teodosio el
Grande” (Disciplina Teológica) http://textoshistoriadelaiglesia.blogspot.com/2009/10/san-ambrosio-yteodosio-el-grande.html (consultada enabril 9, 2011)
129
Florencio Hubeñak, Religión y Política en Ambrosio de Milán, Op. Cit., 476.
130
Se prohíbe el debate público sobre la religión, esto implicaba que sólo se podía manifestar su fe en las
formas y en los modos oficialmente reconocidos, este ordenamiento prohibía además toda asamblea y
únicamente el culto podía desarrollarse en las sacro-sanctae ecclesiae”. A los efectos de este, lo que buscaba
el Imperio se manifieste formalmente y en público su adhesión a la religión católica en la asamblea
reconocida por la ley. Cf. Florencio Hubeñák, El Hispano Teodosio y la cristianización del Imperio, Op. Cit.,
25.
68
así que el 24 de febrero del 391 fue firmado en Milán el primer edicto de
proscripción, dirigido al prefecto Albino ( CTh. XVI, 10,10), en las que se
prohíben con duras penas todas las ceremonias paganas en la ciudad de Roma:
sacrificios, visita de templos, homenajes a las imágenes de los ídolos o prácticas
paganas131.
Como se mencionó, se implanta un dictamen eclesiástico, “la penitencia pública” que trae
consigo un deber moral. Sólo Ambrosio en la práctica podía forzar al emperador a
confrontarse en la práctica penitencial mediante la humillación pública. De allí se
desprende no sólo un deber dogmático sino también reforzar la política eclesiástica ya
implantada por Teodosio I quién reconoce, tras los concilios de Nicea y Constantinopla la
impronta de velar por el bien del Imperio, reconociendo a los obispos católicos como
defensores de la tradición apostólica.
De manera consecuente, a través del Tratado de “La Penitencia” atribuido al emperador
Teodosio por la masacre de Tesalónica, abre el marco de compresión para resaltar las
fisuras doctrinales por las que atraviesa el Imperio. Podemos deducir que el incremento a la
inestabilidad imperial se ve amenazado por las facciones religiosas que postulaban sus
doctrinas con la finalidad de recibir el amparo y subsidio imperial para preservar su
categoría filosófica o religiosa.
Por otra parte, en lo que respecta a legislación imperial Teodosio I ratifico la doctrina
católica estableciendo el Edicto de Tesalónica en el año 380 y convocando el primer
Concilio Ecuménico en Constantinopla en el 381 reordenando así la disciplina eclesiástica.
Con base a estos postulados, planteamos que luego de atribuirle la penitencia pública en el
390 el emperador toma la actitud de robustecer la religión católica dictaminando varios
edictos que van a debilitar a los movimientos heréticos existentes en el imperio.
Las disposiciones de Teodosio del 380 y 381 citadas en (Tesalónica y
Constantinopla) definió como herejes a todos aquellos quienes se desvían de la
religión católica con el más leve argumento (CTh. XVI, 5, 28) […] El poder
imperial por medio de la legislación reglamentará con el asesoramiento
eclesiástico, quiénes y por qué eran heréticos, abarcando a todos aquellos que se
opusieran al credo cristiano132
131
132
Ídem.
Florencio Hubeñak, El concepto de Herejía en el Pasaje de la Romanidad a la Cristiandad, Op. Cit., 635.
69
En relación con estos acontecimientos, el siglo IV tiene una gran trascendencia en la
historia eclesiástica pues, se suscitaron varias formas de poder que fueron el soporte para
definir el concepto de religiosidad ya que estaba amparado por la autoridad imperial. De
igual manera, la coyuntura política-religiosa acarreo diversos cismas que trajo consigo las
controversias teológicas; por ello el imperio tuvo que hacer frente para frenar el disenso
religioso y así se impuso de modo elocuente a los grupos refractarios sanciones por medio
de la represión geográfica de los exilios, la excomunión y la clasificación denigratoria de
exclusión social atribuido a los grupos heréticos.
Finalmente, hay que exaltar la figura del Obispo de Milán en colaboración con el Papa
Dámaso y el obispo Gregorio de Nacianzo quienes impusieron un afán desmedido por
hacer valer su autoridad eclesiástica. Por su parte, Ambrosio se relaciona de manera directa
en el área de administración imperial que estaba bajo su control e implementando
estrategias de acción política, logra fijar en la sede metropolitana de Milán la ortodoxia
cuyo cometido impera en toda Italia y en iliria.
3.2.2 La oración fúnebre del Emperador Teodosio.
La oración fúnebre del obispo de Milán es conocida como “de obitu Theodosii” y en ella se
refleja la predicación al emperador muerto en batalla, encumbrando las virtudes que le
atribuye como insigne a resguardar la fe y la humildad incluyendo el haber adherido el
imperio a los designios de Dios. Además, también se hace referencia que después de recibir
la dura pena eclesiástica de hacer penitencia le mostrara la clemencia y la misericordia de
Dios133. Con este propósito, el obispo de Milán elabora una predicación que tiene alcances
exorbitantes. En primer lugar, enuncia las virtudes cristianas como la fe, la clemencia, la
indulgencia y la misericordia que enmarca en el epistolario ambrosiano la sumisión que
tuvo el emperador en materia religiosa; y en segundo lugar, enfatiza la lucha de Teodosio
por erradicar las corrientes heréticas consideradas supersticiosas y de falsas doctrinas, y la
misión del gobernante cristiano era acabar con el culto idolátrico.
133
La oración fúnebre pone de relieve como con Teodosio se llegó a la integración total entre la Iglesia y el
Imperio, continuando la política iniciada por Constantino y la ideología del Cesaropapismo de Eusebio de
Cesarea. Cf. Ramón Teja, Op. Cit., 207.
70
El 17 de enero del 395 murió el emperador Teodosio en Milán sólo tres meses
después de haber derrotado a Eugenio en la batalla del río Frígido consolidando
así el triunfo del cristianismo. Cuarenta días después, el domingo 25 de febrero
Ambrosio pronunció su oración fúnebre delante de su hijo y Heredero Honorio y
las tropas del ejército[...] Aprovecha también la ocasión para inculcar a los
soldados a la fidelidad hacia los sucesores Arcadio y Honorio y exhortar a éstos
seguir el ejemplo de su padre en la devoción hacia la Iglesia134.
Lo que propone Ambrosio a los herederos y sucesores al imperio, es de seguir las
convicciones político-religiosas que habían tenido éxito con Teodosio, es decir, las huellas
de un emperador bautizado e inscrito en el ámbito eclesial.
A la muerte de Teodosio su hijo Arcadio; el 7 de agosto del 395 renovó las
medidas que prohíben el acceso a los templos y a los sacrificios y ordena, en
consecuencia a todo el mundo, bajo la sanción de penas corporales y pecuniarias
previstas por la ley de convertirse a la religión católica y lo confirma con
decretos contra heréticos y paganos135.
La oración fúnebre es determinante en la historia eclesiástica ya que el obispo va a influir
en la consecución del movimiento legislativo ya instaurado con la finalidad de que se
establezca definitivamente la ortodoxia cristiana. Al mismo tiempo, la oración fúnebre no
es un apasionado elogio del emperador difunto, sino que hace una remembranza al sucesor
sobre las posturas políticas-religiosas constituidas por Teodosio.
En conclusión al hacer referencia al Tratado de “La Penitencia” nos insertamos no sólo en
cuestiones de carácter político- religioso sino que logramos palpar el florecimiento de la
liturgia que en manos de Ambrosio, logra plasmar en sus escritos y predicaciones un valor
excepcional. Es a finales del siglo IV donde se promueve con gran altivez la devoción
cristiana y se rescata el valor simbólico que tienen los mártires, santos y además de hacer
flexible la práctica penitencial.
La obra catequética que fundamenta el Obispo de Milán hace constar que el Tratado de “La
Penitencia” está consagrada como un camino para recuperar la gracia de Dios. De manera
134
135
Ídem.
Florencio Hubeñák, El Hispano Teodosio y la cristianización del Imperio, Op. Cit., 38.
71
elocuente, la penitencia “está sujeta a las obras de mortificación, de humillación que no
pocas veces los pecadores desean, por la dureza de la penitencial”136.
Todo el Tratado es una manifestación de la doctrina ortodoxa de la Iglesia, desarrollando
una enseñanza mistagógica de instrucción de los neófitos; en otras palabras, es una
instrucción netamente pastoral que está anclada en los textos sagrados tanto del Antiguo
como del Nuevo Testamento implementado durante la liturgia de la cuaresma. Del mismo
modo, el léxico argumentativo que implementa, expresa una terminología salvífica que
refiere a la redención, el perdón, remedio o curación y tal como lo manifiesta el obispo de
Milán es un camino que lleva al penitente a depurar su culpa y así liberarse del pecado que
lo ata.
No obstante, el Obispo de Milán comprende el acontecer político-religioso de la vida
pública a través de la reflexión y profundización de la Escritura. Es así como confronta la
proliferación de las tendencias heréticas y la intolerancia religiosa de la tradición ancestral
romana. Por tanto, puede suponerse que la centralidad de la obra tiene una intencionalidad
política-religiosa pues encarándole los pecados cometidos al emperador Teodosio por la
matanza de Tesalónica, faculta al obispo de Milán a ejercer su autoridad eclesial.
Las reacciones por parte del emperador no se hacen esperar acentúa la rigidez en la
legislación imperial y por tanto, la cristiandad alcanza gran hegemonía debido que a través
de las leyes civiles en apoyo con el poder eclesiástico se comienzan a suprimir la
contaminación que ha llevado la corrientes heréticas a todos los confines del Imperio. Por
esta razón, religión católica oficial opacará las concesiones y prebendas de los grupos
sectarios erradicándolos por completo a través de la sanción jurídica.
136
Ambrosio de Milán, Op. Cit., 23.
72
CONCLUSIONES
El propósito de este trabajo fue abordar desde los momentos coyunturales e históricos los
ejes que suscitaron un diálogo entre la religión y la política a partir del siglo IV. En su
enfoque medular tiene como precedente un análisis al Tratado de “La Penitencia” de
Ambrosio de Milán. Desde esta perspectiva, se abre un campo de compresión al sondear
que dentro de las prácticas penitenciales de la época se gestaron al interior del Imperio las
llamadas controversias doctrinales. Es así como podemos hacer una conexión entre los
eventos que desencadenaron una transformación paulatina del mundo antiguo en cuanto a
su religiosidad, prácticas y rituales. Por último, este recorrido histórico-critico llegará a
plantear la actuación del obispo de Milán en la conformación de la cristianización y su
difusión acorde a los lineamientos imperiales para imponer la ortodoxia.
I. En el Capítulo I se hace un acercamiento a la forma de gobierno imperial bajo la regencia
de Diocleciano, a finales del siglo III. Éste estableció una defensa a favor de la estructura
religiosa de tradición greco-romana ligada a la vida cívica. Primordialmente sustentaba la
adoración a las divinidades ancestrales, ya que, de ella emanaba el esplendor del imperio,
concibiendo así la idea de la “pax deorum” o benevolencia de los dioses, esto supuso
resguardar su identidad y su tradición politeísta. Además, bajo la forma represiva incluyó a
la emergente comunidad cristiana a participar activa y comprometidamente de los cultos
paganos y a la adoración al emperador. Sin embargo, surgen cambios paradigmáticos en
esta etapa de la historia eclesiástica en donde se hace visible la coyuntura cultural.
Precisamente, la inestabilidad política-religiosa por la que atraviesa la tradición pagana en
sus diferentes facetas: en primer lugar, las constantes usurpaciones del poder dando origen
a la tetrarquía, en segundo lugar, la sacralización del poder imperial y en último lugar, la
continuación de los edictos imperiales que condenan al cristianismo por la resistencia a la
adoración de los dioses paganos, sometidos a las cruentas persecuciones atribuidas por la
decadencia del imperio.
El edicto de Galerio le otorgó al cristianismo la licitud para que fuera una de las tantas
religiones del imperio. Está coyuntura histórica la retoma Constantino quién asciende al
73
poder por aclamación de su ejército. Es indiscutible la adopción de Constantino hacía el
cristianismo, él la favoreció en mayor grado, la hizo acreedora de altos cargos dentro del
senado. También, reconoció sus derechos legítimos y como “Pontifex Maximus” se
convirtió en su mayor defensor propiciando un código moral sin desligar la usual
manifestación de los ritos paganos en la vida social determinando así un sincretismo que
unificó el poder político y religioso.
Ciertamente, Eusebio de Cesarea expone un Tratado denominado “Teología política” que
ratifica la unificación de Iglesia e Imperio. Esta predominación le confiere la atribución del
Cesaropapismo o en otras palabras, el poder absoluto a Constantino para gestionar en
materia religiosa-política. Constantino al hacerse acreedor del derecho divino tiene por
obligación intervenir en la política eclesiástica coincidiendo así con el revestimiento del
poder Teocrático, de este modo se crea un escenario de quiebre, ya que, el Imperio inicia a
sufrir el rigor de las leyes que comenzaron a cercenar a la tradición romana en cultos y
tradiciones.
Asimismo, se entiende que en cuestiones dogmaticas- teológicas el imperio se afianzó en el
poder eclesiástico, esto implementó una intolerancia hacía aquellas corrientes que no
estuvieran de acuerdo con las determinaciones teológicas, así se crearon medidas violentas
y represivas generando el uso de la ley para fortalecer el poder episcopal. Estos aspectos
van a ser el fundamento para investir al emperador de una autoridad política-eclesiástica
dándole legitimidad para ser continuada por sus posteriores herederos.
De esta manera, las disputas eclesiásticas dan apertura al primer concilio ecuménico
celebrado en Nicea el 325 que reúne a todos los obispos del imperio con la determinación
de llegar a un consenso en materia de fe, ministerio y jerarquía. Evidentemente, el clero
estableció una organización de carácter episcopal cuya autoridad emanaba de la sucesión
apostólica que le confería una posición jurídica tanto en materia civil como religiosa.
En tal sentido, se desencadenan la multiplicación de controversias de orden teológicodogmatico y se establece una imposición imperial para hacer prevalecer la religión cristiana
a través del concilio de Nicea. Los efectos del concilio ecuménico fue la eventual condena
74
del Arrianismo. Esta doctrina se había difundido ya en las principales sedes metropolitanas
a principios del siglo IV.
Por su parte la estructura imperial instauró medidas represivas con efectos políticos en los
que contenían una repercusión directa tanto en los ordenamientos jurídicos y religiosos.
Ante la situación planteada, Constantino se propuso avasallar toda doctrina contraria a las
formulaciones conciliares evitando así las perturbaciones sociales y privándolas de todos
sus derechos civiles y eclesiásticos. De allí se generan las principales sanciones, las cuales
fueron una constante por los emperadores cristianos, reprimían y castigaban a los
heterodoxos por medio de edictos.
Hay que resaltar, a través del cisma religioso del arrianismo se genero un peligro eminente
para el imperio: en primer lugar, la inestabilidad pública chocaba con la solidez imperial;
en segundo lugar, no aceptaban los acuerdos conciliares y por último, el proselitismo se
fortaleció generando otros adeptos. El imperio se vio en la obligación de tomar con rigor
condenas represivas a través del uso de la fuerza, con este propósito se valió de las
deportaciones o exilios para administrar la silla episcopal a favor de los nicenos.
II. En el Capítulo II se refleja el legado histórico de la sucesión de poder, que ocasiona una
serie de oposiciones en la que se vieron enfrentados por motivos religiosos los arrianos y
los nicenos. Es así como los posteriores concilios, entre ellos (Sárdica 343, Arlés 353 y
Milán 355), reivindicaron al arrianismo para que reclamara su autonomía eclesiástica. Con
esta orientación, se elevaron las tensiones al confrontarse la fe nicena con las posturas del
arrianismo esto supuso una lucha por las sedes episcopales y sirvió de base para reforzar los
lineamientos ideológicos políticos con fines propagandísticos que repercutiría en una
trasformación imperial.
No podemos perder de vista, que la adscripción del emperador por una u otra doctrina, el
arrianismo o la fe nicena, tenía como fin el ejercicio del poder. Por consiguiente, la
adhesión de un grupo religioso necesitaba que fuera confiable para delegarle la ostentación
de autoridad y de poder. Estos lineamientos serán los principales indicios para distinguir
75
entre ortodoxia y herejía o lo que equivale a decir que los problemas de fe trascendieron al
ámbito de la gestión política.
Como ya hemos indicado, las trasformaciones políticas -religiosas que sorteo el imperio
durante el Gobierno de Valente y posteriormente Constancio II van a ser de suma
importancia para especificar que bajo su regencia proclamaron leyes que favoreciera al
arrianismo. Sin embargo, la sucesión al poder de emperadores cristianos como Graciano,
Valentiniano II y Teodosio I establecieron ciertos requerimientos en materia normativas
opacando así la tolerancia a otras elites religiosas que fueron amparadas con anterioridad
por el estamento imperial.
La formulación teológico-política la define la figura del obispo niceno, Ambrosio de Milán,
quién se enfrenta ante la usurpación y posición a favor del arrianismo de Magno Máximo.
De esta manera, interpretamos el efecto que produjo la muerte de Graciano en manos del
usurpador y la manipulación ideológica para hacer que Justina y su hijo Valentiniano II se
inclinara por el arrianismo. Esto refleja un intento de la autoridad imperial para valerse de
la Tradición Pagana para mantener el poder. No obstante, esta situación se ve manifestada
en el conflicto de las basílicas y posteriormente en el problema que genero el Altar de la
diosa Victoria.
Precisamente, la actuación política- eclesiástica de Ambrosio obispo metropolitano de la
sede de Milán representa un hito destacado en la lucha por imponer su autoridad episcopal
ante la pretensión de los emperadores de tendencia herética de implantar el arrianismo. Lo
controvertido es que a raíz de su delegación en el consistorio imperial trajo una serie de
enfrentamientos con las clases aristócratas que estaban apegados a sus viejas costumbres
paganas y querían que Roma y sus sedes más importantes se acogieran a las costumbres
idólatras como una vuelta a sus raíces ancestrales. Con lo dicho, es posible comprender que
Ambrosio no limitó su autoridad episcopal para hacer valer los Concilios como un arma
devastadora y así imponer su criterio de Dios en cuanto al monoteísmo cristiano.
Podemos destacar el fortalecimiento del Poder mediante la simbiosis entre religión e
imperio. Uno de estos logros a nivel eclesiásticos es la predominancia jurídica que
76
adquieren los sínodos y concilios ecuménicos por los que el Papa y los obispos en dadas
oportunidades se negaron a reconocer la autoridad imperial. Así podemos entrever que los
episodios entre Ambrosio y Teodosio favorecieron en general el poder de la Iglesia. De esta
manera, el estamento imperial tenía como base la centralización administrativa en el campo
político, además una influencia directa en el campo religioso a través de la imposición del
dogma. En resumen, diremos que la religión cristiana sirvió de vehículo ideológico para
dominar a la civilización romana.
A través de esta idea podemos vislumbrar la formulación que corresponde a las primeras
disposiciones en materia legislativa bajo la identificación del Edicto de Tesalónica, en la
que el emperador Teodosio favoreció el cristianismo. Llegado a este punto, podemos inferir
que la coyuntura exigió un distanciamiento entre nicenos y arrianos de la ciudad de
Constantinopla que luego sería sede imperial con la finalidad de resguardar la unidad
imperial.
Bajo las prescripciones normativas el Edicto de Tesalónica configura una legislación
condenatoria a las corrientes paganas y heréticas, esta atribución designo con un lenguaje
mancillante y despectivo socavando las bases morales de la tradición ancestral. Mediante
estos lineamientos, denominaron superstición a todas las corrientes contrarias a la
formulación de los concilios ecuménicos. Estas medidas se fueron reforzando tres años
después de haberse decretado la “Cunctos Populos” o Edicto de Tesalónica con la
implicación que tuvo la “episcopis tradi” en la que delega una función judicial al cuerpo
eclesiástico. Con esta disposición se establece el nombre de cristianos católicos haciendo
superior a la ortodoxia cristiana. Por el contrario, los heréticos son sometidos a sanciones
penales. Además, son señalados de instigadores políticos, entre estos grupos enumeramos a
los arrianos, novacianos, macedonianos, y eudomianos. Este cuadro representativo de las
sectas heréticas es estigmatizado por la sanción canoníca de la infamia que repercutía en la
prohibición de hacer reuniones, propagar su doctrina, ordenar obispos y devolver sus
iglesias a los nicenos.
77
III. Por último, en el Capítulo III se describe el contenido del Tratado de “La Penitencia” de
Ambrosio de Milán. Esta obra expone sistemáticamente una transliteración de la Sagrada
Escritura equiparando la acción de Dios que ha obrado en la historia de Salvación. De esta
manera, la obra es una síntesis que tendrá como precedente resaltar la ortodoxia cristiana
con fines políticos. Cabe resaltar que es un Tratado eminentemente pastoral y abre el marco
de comprensión para relacionarlo con la Penitencia atribuida al emperador Teodosio por la
masacre ocurrida en Tesalónica.
Ante estos agravantes, el Tratado nos introduce a los debates que sostiene el obispo de
Milán con la corriente de los Novacianos cuya doctrina propugnaba que no existía una
reparación ante los pecados de apostasía. Ante esta incertidumbre se corría el riesgo que
muchos neófitos perdieran la fe hacía la doctrina cristiana. Ambrosio encumbra en su
Tratado que aquellos que han recibido la gracia de Dios (hombres de Iglesia), pueden
absolver el pecado pero necesitan una reparación que sólo se logra a través de la penitencia.
Por tanto, los tópicos del Tratado están en relación con la jerarquía que asumen los obispos
en materia de fe lo que equivale a decir que la entidad eclesiástica incidía en un control
ideológico, social, político y moral. Es por esta razón que la penitencia eclesiástica tenía
una relación implícita, con la excomunión, con la finalidad de salvaguardar la Institución
litúrgica de la práctica sacramental y como propósito fundante de disuadir a todos aquellos
que atentaran contra las leyes divinas.
En síntesis, el abordaje de la investigación en el campo patrístico representa una gran
riqueza para reconstruir las bases de la cristiandad desde sus raíces primigenias. A través de
ella se encuadra los aspectos determinantes de la cosmovisión del mundo tardorromano
principalmente, en la segunda mitad del siglo IV. Donde es evidente analizar la actuación
diplomática, política e ideológica de Ambrosio de Milán desde su Tratado de “La
Penitencia”. Asimismo, subsiste una relación reciproca de las diferentes fuentes patrísticas
consultadas para valorar los escritos de los Padres de la Iglesia de origen Latino y Griego,
para ensanchar los aportes al ámbito académico en esta rama del saber teológico. Además,
esta investigación dará pie a otros investigadores que buscan conocer el desarrollo de la
78
Iglesia en relación a lo dogmático, litúrgico, exegético y literario a partir de la perspectiva
patrística.
79
BIBLIOGRAFÍA
Bibliografía patrística:
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Bonaño, OSB] Madrid: Editorial Ciudad Nueva, 1999.
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1989.
• Barreras, David; Duran, Cristian. Breve historia del Imperio Bizantino. Madrid: Editorial
Nowtilus, 2010.
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