Tranquilo__Jordi__tranquilo

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Tranquilo, Jordi, tranquilo
Quisiera valerme de aquellas palabras ya lejanas, para tenderle una mano amiga y
fraterna en estas horas negras. No pretendo escribir a ningún “honorable” sino al
hombre caído, que explicaba que es mayor la responsabilidad de quienes están más
arriba y que comparte mi misma fe cristiana en un Dios perdonador. Por eso, aunque en
todos mis artículos-carta suelo tutear al interlocutor para conversar en una relación de
fraternidad, aquí mantendré el usted para no dar la sensación de que del árbol caído
todos hacen leña.
Ud. sabrá de sobra que su confesión pública no ha convencido demasiado: unos la
tachan de imprecisa por no detallar la cifra, a otros les parece sospechoso eso de que su
hermana no tuviera ninguna noticia de la herencia paterna, y otros no acaban de tragarse
eso de “no haber encontrado el momento para cumplir con su deber”, cuando, tras la
primera denuncia que hizo Pedro J. en El Mundo, Ud. declaró que “rotundamente no”.
En fin: ataques y acusaciones no le van a faltar, unos hechos desde cierta nobleza ética y
otros desde las ganas de ensañarse con Ud y con esa Catalunya que ha pretendido
encarnar. Yo no quiero entrar en esos temas sino desearle fuerza para arrostrarlos y
acercarme a aquel ciudadano que se despidió de su hermana diciendo “estic molt
ensorrat” (La Vanguardia, 27.07).
1. Posibilidades nuevas para usted.-
Dice la Biblia que “aunque vuestros pecados sean rojos como la grana se volverán
blancos como la nieve”. Es una manera de anunciar que los hombres tenemos siempre
abierta la posibilidad de convertir nuestros mayores errores en plataformas para
un futuro mejor. Mi labor pastoral me ha enseñado algo muy humano y muy serio:
cuando alguien verdaderamente contrito te entrega lo peor de sí (en la confesión, por
ejemplo) te está entregando también, sin saberlo, lo mejor de sí mismo. Y eso mejor de
sí impide al receptor cualquier mirada de superioridad o de menosprecio. Es como si se
palpara aquello de A. Camus: que “en el hombre hay más cosas dignas de admiración
que de desprecio”. Aunque para eso hace falta que la contrición sea sincera y plena, y
que la confesión brote de esa contrición y no de otros cálculos interesados. Aquí es
cuando comienza a transformarse hasta la situación más desesperada. ¿Cómo y por qué?
Pues, mi querido señor Pujol, porque ahora se le abre a Ud la posibilidad de vivir con
otra conciencia de honorabilidad: la que brota de la condición de ser hijo de Dios y
perdonado. Y de comprobar que esa dignidad es superior a todas las honorabilidades
humanas derivadas de la buena fama o de un título de presidente. A partir de aquí es
también posible que los hijos que tantos disgustos le han dado dejen de ser unos
tarambanas que usaron a Catalunya como un taparrabos de sus vergüenzas. Es posible
también que su querida Catalunya quede redimida de una manera nueva que no se apoya
en mentiras como la citada del “rotundamente no” o la de que “todo ataque a mi persona
es un ataque a Catalunya”. Por supuesto, muchos le habrán atacado queriendo sólo
atacar a Catalunya (porque también cabe la maldad en los acusadores y en los
pseudoprofetas), pero el problema ya no está ahora en la intención del acusador sino
en la veracidad o falsedad de la acusación.
2.- Posibilidades nuevas para Catalunya.Si me permite que le explique esto un poco más, yo no soy catalán pero he vivido en
Catalunya casi las tres cuartas partes de mi vida. Creo amar a su país y si no pudiera
decir eso me sentiría muy mal conmigo mismo. Pues bien: desde siempre he tenido la
siguiente impresión, que no sé si es verdadera pero la he sentido muchas veces: la
mayoría de los catalanes suele tener muy poco ego personal o individual; pero en
cambio, bastantes de ellos tienen un ego colectivo “que se lo pisan” como dice el
argot popular.
Esto no es ni mejor ni peor que lo otro. Tiene sus ventajas claras (ahí está ese grito de
“entre tots l’acabarem”). Pero tiene su mayor peligro en que ese ego colectivo pueda
ser manipulado por individuos con un gran ego personal, para erigirse ellos en
salvadores o padres de la patria a costa del sentimiento patrio de todos los otros. Este es
un peligro real. No me toca a mí juzgar si eso se ha dado alguna vez y en quién; porque
el juicio sólo le toca a Dios. Pero sí puedo decir que es un peligro muy real (y, por
supuesto, no exclusivo de Catalunya). Permítame que le ponga algunos ejemplos que no
le afectan a Ud. personalmente.
He dicho a veces que el suceso más importante de la reciente historia catalana tuvo
lugar el día en que Pasqual Maragall, presidente de la Generalitat, le dijo a D. Artur
Mas: “ustedes tienen un problema que es el 3%”. La acusación era seria y algo
destemplada, Maragall no era un hombre ligero (aunque la política pueda hoy sacar lo
peor de todos nosotros). Tampoco era la primera vez que se oía una cosa así. Pero lo
significativo fue que el señor Mas, en lugar de responder directamente a la acusación
(tachándola de calumnia si era necesario), se limitó a espetarle a Maragall: “Vosté s’ha
carregat l’Estatut”.
La verdad es que el Estatut no pintaba allí nada: de lo que se trataba era de aclarar si
había habido o no comisiones ilícitas. Pero la apelación al Estatut fue tan astuta y tan
eficaz que el mismo Maragall se mostró dispuesto a retirar su acusación. La apelación a
ese ego colectivo a que antes me referí, sirvió aquí para que el sentimiento patrio
cubriese con su sombra un problema de honestidad política del que ya no se volvió a
hablar más, ni siquiera para demostrar la propia inocencia y la bajeza del acusador. ¿No
le parece extraño?
Pues bien: he aquí cómo su situación actual, por dolorosa que sea, puede ayudar a su
pueblo. Se ha caído un mito y esto es doloroso. Pero, en adelante, la política catalana
podrá hacerse sin mitos y sin mesías. Yo he sido profesor de cristología y he tenido
que explicar que a Jesús le llamamos Mesías (Cristo) después de que (y porque) se
cargó todos los sentimientos y expectativas mesiánicas de los judíos de su tiempo: Jesús
fue Mesías haciéndonos mesiánicos a todos, en lugar de aquello que denunció después
Dostoievski: la tendencia de todos los hombres a entregar nuestra libertad al primero
que nos viene con promesas mesiánicas. El pueblo judío es quizás el pueblo más grande
de la historia porque ha reconocido en todas sus Escrituras que era un pueblo infiel y de
dura cerviz (ver por ejemplo Deut 9,24). Cuando Israel olvida esto se convierte en uno
de los pueblos más crueles de la historia.
3. Posibilidades para todos nosotros.Y hay una última enseñanza que podemos aprender ahora. Es bien probable que la
intención de su padre al dejarle todos aquellos dineros negros se debiera a esa obsesión
por la seguridad que nuestra cultura pseudodesarrollista ha exacerbado hoy. Pues bien:
desde un punto de vista cristiano he dicho en bastantes homilías que el afán por la
seguridad es la corrupción de la verdadera religiosidad: porque la fe es confianza
pero no seguridad (véalo en Mt 5, 25 ss, que ahora quizás entenderá mejor)
Desde un punto de vista humano es muy comprensible una cierta preocupación por la
seguridad, pues nuestra existencia es como un mar lleno de amenazas. En este sentido es
loable que los humanos hayamos ido procurándonos determinadas seguridades para el
futuro o ante la enfermedad (pensiones, seguridad social etc.). Pero no podemos olvidar
que en una sociedad con tantos seres humanos carentes de las más mínimas seguridades
(algunos hasta no saber si comerán algo durante el día de hoy), nosotros no tenemos
derecho a una seguridad total que nos lo mantenga todo “atado y bien atado”, sino sólo
a esas seguridades mínimas antes citadas y de las que tantas personas hijas de Dios y
hermanas nuestras están privadas hoy. Así comprenderá Ud otra frase del Nuevo
Testamento: “la raíz de todos los males es la pasión por el dinero” (1 Tim 6,10).
Porque el dinero nos da más seguridad que Dios…
No quiero cansarle más. Sólo quisiera que en estos momentos tan duros se active lo
mejor de Ud mismo y de su fe porque así podría sucederle lo que le ocurrió a nuestro
señor Jesucristo: que lo que un día no permitía decir más que “pase de mi este trago tan
amargo”, se convierta después en un: quizás “era necesario que pasase aquello”.
Ánimo y un abrazo fraterno.
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