el metal - Fundación Juan March

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LOS
INSTRUMENTOS
DE VIENTO:
EL METAL
Octubre 1985
LOS INSTRUMENTOS DE VIENTO:
EL METAL
LOS INSTRUMENTOS DE VIENTO:
EL METAL
Octubre 1985
I N D I C E
Presentación
5
Programa general
7
Notas al programa, por Andrés Ruiz Tarazona
P r i m e r Concierto (7-X-85)
Segundo Concierto (14-X-85)
T e r c e r Concierto (2 l-X-85)
Cuarto Concierto (28-X-85)
13
13
17
21
25
Participantes
29
Este ciclo nos proporciona, en buena medida, la
confirmación de esa idea, a veces un tanto difusa,
acerca de la eficacia sonora, la amplitud y grandeza
que puede alcanzar en la música un pequeño grupo
de instrumentos cuando éstos pertenecen a los
llamados de viento y, dentro de éstos, centrando
más su especie, los de viento-metal, o más
simplemente, «los metales».
Con la trompeta, la trompa, el trombón y la tuba,
instrumentos poco usuales y a veces tenidos por
extravagantes y aparatosos, se puede abordar, con
enorme dignidad y raro atractivo, un amplísimo
repertorio que cubre toda la historia de la música.
Bien en obras originales o a través de arreglos de
extraordinaria calidad, vamos a asistir durante el
ciclo a una exposición de estilos que van desde lo
renacentista hasta muy recientes creaciones de
autores contemporáneos.
La trompeta es un instrumento de gran antigüedad
que hallamos en el Egipto faraónico, en la bíblica
Israel o en la Italia etrusca. A lo largo del barroco
dio un gran salto cualitativo, en especial a partir del
método de Fantini para aprender a tocarla,
publicado en 1638, si bien Monteverdi ya la había
incorporado como «clarino» y trompeta con
sordina, al grupo instrumental de su «Orfeo»
(1607).
La trompa goza, como la trompeta, de gran
antigüedad y prestigio legendario. Cuenta la leyenda
que la trompa de marfil utilizada por Roldán era
tan potente que el emperador Carlomagno podía
oiría desde grandes distancias.
De la primitiva trompa de caza utilizada por los
reyes de Francia durante el Renacimiento en sus
cacerías, se pasó a un tipo de instrumento más
perfeccionado, con «cuerpos de recambio» que
prolongaban el tubo y permitían dar mayor número
de notas. Pronto se incorporó esta trompa «de
armonía» a la orquesta barroca y sabemos que
Kaiser la usó en una de sus óperas para el teatro del
Gansemarkt de Hamburgo a comienzos del siglo
XVIII. Luego, desde Mozart y Haydn hasta
Richard Strauss y Paul Hindemith, la trompa ha
tenido su importante papel en la música de nuestro
tiempo.
El trombón es uno de los instrumentos de la
orquesta moderna que figura ya con su apariencia
actual en la época renacentista. El nombre que
recibía en España, ciertamente pintoresco, era el de
sacabuche, el cual tuvo una importante
participación en la música ceremonial de la corte,
en aquella otra de las agrupaciones instrumentales
de los Consistorios en las ciudades importantes (se
han conservado piezas del municipio de Zaragoza,
por ejemplo), y en la iglesia. En nuestras catedrales
existían, junto a los cantores, los llamados
ministriles, o instrumentistas generalmente de
viento.
A los sacabuches, por su mecanismo deslizante
capaz de producir notas diferentes con gran rapidez,
se les encomendaba la interpretación de melodías
cuando las trompas y las trompetas estaban aun
dedicadas a los toques militares. Pensemos que el
gran Giovanni Gabrieli preparó las partituras de las
«Sacrae symphonie» de 1597 para «cornetti»,
trombones, bajones (fagotes) y cuerdas. El
imponente sonido del trombón llevó a Mozart a
utilizarlo por partida triple en la escena del
cementerio de su «Don Giovanni» para acompañar
a la estatua del Comendador y en el solo del «Tuba
mirum» del «Requiem».
El más grave de los metales de la orquesta, la tuba,
que ha merecido en nuestro siglo un «Concierto»
tan interesante como el de Ralph Vaughan
Williams, también estará presente en los últimos
conciertos de este ciclo. Berlioz fue uno de los
primeros en usar este gran instrumento en su
«Sinfonía fantástica», por ejemplo, para exponer,
de forma sobrecogedora, el tema del «Dies Irae».
El tipo de repertorio del ciclo presenta, como hemos
dicho, una gran variedad de géneros y estilos desde
lo que los alemanes llaman «Gebrauchsmusik», es
decir, un tipo de música funcional al cual nos
hemos referido anteriormente, destinado a
determinadas ocasiones de la vida cívica, hasta la
composición virtuosística que tiene como fin
explotar las posibilidades tímbricas y la capacidad
de respuesta del instrumento.
Algunas de estas músicas, de esplendorosa y
magnifícente solemnidad, gustamos imaginarlas en
los patios de armas de los grandes castillos, desde lo
alto de las puertas de las fortalezas históricas o en
sus torreones, y en algunos casos flotando bajo las
bóvedas de las catedrales o los consistorios de las
villas burguesas y campesinas de la Europa central.
Andrés Ruiz Tarazona
PROGRAMA GENERAL
8
PROGRAMA
PRIMER CONCIERTO
I
H. PURCELL
Sonata
Pomposo
Adagio
Presto
D. SCARLATTI
Sonatas (Piano solo)
Re menor
Do mayor
Do menor
G. F. HÄNDEL
Sonata en Fa m a y o r
Adagio
Allegro
Largo
Allegro
II
VIVIANI
Sonata Prima
Allegro Moderato
Aria Allegro
Scherzo Andante
A. SOLER
Sonatas (Piano solo)
N. 0 104 en Re menor
N.° 109 en Fa mayor
N. 0 64 en Sol mayor
G. TORELLI
Concierto en Re Mayor
Allegro
Adagio - Presto - Adagio
Allegro
José Orti, trompeta
Maite Iriarte, piano
Lunes, 7 de octubre de 1985. 2 0 ' 0 0 horas
PROGRAMA
SEGUNDO CONCIERTO
I
L. CHERUBINI
I. Sonata en Fa Mayor
Larghetto
C. SAINT-SAÉNS
Piezas de Concierto
Allegro Moderato
Adagio
Allegro
F. CHOPIN
Primera Balada op. 23 (Piano solo)
L. CHERUBINI
II. Sonata en Fa Mayor
Adagio
Allegro Moderato
II
L. VAN BEETHOVEN
Sonata en Fa Mayor op. 17
Allegro Moderato
Poco Adagio, quiasi Andante
Rondó (Allegro Moderato)
I. ALBENIZ
El Albaicín (Piano solo)
W. A. MOZART
Concierto n. ° 3 en Mi bemol Mayor
Allegro
Romanza
Larghetto
Rondó (Allegro)
Miguel Angel Colmenero, trompa
Gerardo López Laguna, piano
Lunes, 14 de octubre de 1 9 8 5 . 2 0 ' 0 0 horas
10
PROGRAMA
TERCER CONCIERTO
I
F. POULENC
Sonata para trompa y trombón
I. Allegro Moderato
II. Andante
III. Rondeau
D. ANDRES
Concierto para metales
I. Fantasía
II. Coral
III. Scherzo
IV. Fina le
R. MANIET
Trío n. ° I para trompeta, trompa y trombón
I. All. 0 Moderato
II. Andante
III. All. 0 Marcato
II
G. GABRIELI
Canzona
L. VAN BEETHOVEN
Tres Equali
I. Andante
II. Adagio
III. Adagio
F. J. HAYDN
Fuga y allegro vivace del op. 32
I. Fuga
II. Allegro vivace
C. W. GLUCK
Marche religiesse de Alceste
C. GERVAISE
Tres danzas
I. Gaillarde
II. Pavane D'Angleterre
III. Basse Danse La Volunté
Grupo de Metales de la Orquesta Sinfónica de RTVE
Lunes, 21 de octubre de 1985. 2 0 ' 0 0 horas
PROGRAMA
CUARTO CONCIERTO
I
H. PURCELL
Trumpet Voluntary
G. GABRIELI
Canzon Septimi Toni
G. F ARN AB Y
Suite de G. Farnaby
The old españoleta
His dreame
A toye
T. SUSATO
Suite
La mourisque
Brasle cuatre Bransle
Ronde
Basse danse bergerei
Ronde mon amy
Pavane de battaille
II
J. DE LA VEGA
Suite Galante (Adaptación sobre las sonatas del
P. Soler)
Entrada
Cortejo
Idilio
Fiesta
J. ADSON
Tres Arias para la Corte
S. SHEIDT
Suite de batalla
Gallaiard battaglia
Courant dolorosa
Canzon Bergamasque
Grupo de metales de la Orquesta Sinfónica de RTVE
Lunes, 14 de octubre de 1 9 8 5 . 2 0 ' 0 0 horas
NOTAS AL PROGRAMA
PRIMER CONCIERTO
He aquí un programa que recoge un siglo de la
música europea en el que triunfa plenamente el estilo barroco. Con Purcell, Viviani y Torelli asistimos a la consolidación de un estilo instrumental independiente de lo vocal, en la segunda mitad del siglo XVII. Con Scarlatti, Soler y Haendel estamos ya
en el apogeo de la música instrumental y, en el caso
de Haendel, ante uno de los monstruos sagrados de
un estilo aún más, de toda la historia musical de Occidente.
El primer autor interpretado, Henry Purcell
(1659-1695) es uno de los superiores talentos de la
época. Su música representa bien la magnificencia
de la corte inglesa, a cuya Real Capilla prestó un extraordinario genio dramático, fijando las características del estilo barroco inglés, que alcanzaría su más
alto grado artístico en la obra de Haendel.
La obra de Purcell es enorme, teniendo en cuenta
la brevedad de su vida, y posee una originalidad y
variedad que realmente asombran, sobre todo por
la perfección que dio a cada uno de los géneros
abordados, en especial a la ópera. También en la
música instrumental dejó el compositor londinense
muestras de su inspiración inagotable, de frescura y
gracia sin igual entre los músicos de su tiempo, tanto cuando sigue los modelos italianos de Vitali y de
Corelli, como ocurre con sus dos series de sonatas a
tres y cuatro partes, como en las hermosas fantasías
enraizadas con la tradición inglesa de un William
Byrd, un Orlando Gibbons o un John Dowland.
Purcell destinó algunas obras a instrumentos de
viento. Recordemos la Marcha y Canzona para cuatro trombones (los antiguos sacabuches, tan usados
en los «consorts» del siglo XVI), o su conocida Sonata en re mayor para trompeta que inaugura el recital de hoy.
El tercer centenario del nacimiento de Domenico
Scarlatti (1685-1757) ha permitido escuchar una
gran cantidad de composiciones de este maestro, figura insigne del teclado en la primera mitad del
14
siglo XVIII.
A estas alturas ya nadie se atreve a negar la originalidad, la poderosa inventiva del músico napolitano, su fantasía rítmica y genio melódico, vertidos
en cerca de seiscientas sonatas o essercizi. Casi todas ellas fueron escritas para la formación y deleite
de su discípula la princesa portuguesa Bárbara de
Braganza, después reina de España por su matrimonio con Fernando VI. Acompañando a los entonces
príncipes de Asturias, vino Scarlatti a España el año
1729, permaneciendo cuatro años en Sevilla (172933) y el resto de su vida en Madrid.
La influencia de la música popular española es patente en muchas de las sonatas scarlattianas, las cuales pertenecen a un género formalmente muy delimitado, si bien el compositor no se ajusta siempre
exactamente a él. Se trata de piezas en un solo movimiento y con tema único, expuesto y desarrollado en una primera parte. Hay una segunda parte en
la cual el tema vuelve a aparecer en la dominante,
para concluir en la tonalidad principal.
Mucho se ha escrito sobre la influencia de la música andaluza y del ambiente en la música de Scarlatti. Su estilo, además de recoger giros y ritmos característicos de la música española, incluye unos
atrevimientos armónicos propios de un talento musical de primer orden, capaz de recrear lo popular y
abrir un camino que se ha mostrado fecundado hasta épocas muy recientes de la historia musical española.
También el centenario de Haendel está sirviendo
para conocer más extensamente la enorme producción de aquel gigante, ante quien Beethoven se inclinaba, «pues Haendel es el más grande y capaz
compositor que ha existido jamás». A finales del
mes de octubre, por ejemplo, se dará a conocer en
Madrid (Odón Alonso al frente de la Orquesta Sinfónica de Euskadi) el oratorio Teodora (1750), una
de las últimas y más importantes creaciones haendelianas en ese campo, en el que no tuvo rival.
Pero también sus pequeñas piezas de cámara,
cantatas, etc., están siendo divulgadas, dándonos
de ese modo una más completa visión de la personalidad del maestro alemán, afincado en Londres
desde su juventud.
Las sonatas de Haendel representan una pequeña
parte de su producción, pero son, sin embargo, una
de las parcelas más difundidas, a juzgar por los numerosos conciertos donde son programadas, los
discos y reediciones. Ello es perfectamente expli-
15
cable si tenemos en cuenta las excelencias de la escritura y la noble inspiración del maestro, en muchos casos el máximo heredero del modelo coreliano.
Haendel nos ha dejado cerca de 80 composiciones con el nombre de Sonata, comprendiendo 50
para un instrumento y bajo continuo, 13 para clavicémbalo, 12 en obras corales sacras, una para orquesta y una Sonata para un reloj musical. Esta relación no incluye los siete volúmenes de arreglos para flauta o violín y clave que Walsh publicó hacia
1739, con el título Sonatas, or Chamber Aires, extraídas, al parecer bajo la dirección de Walsh, de
«las más celebradas canciones o arietas reunidas entre las últimas óperas compuestas por Mr.
Haendel».
En el programa de hoy disfrutamos del arreglo de
una de las sonatas haendelianas para trompeta. La
sonata en fa mayor se acoge a la disposición de la
llamada sonata da chiesa, alternándose los «tempi»
lento-rápido-lento-rápido, y tiene toda la dignidad
y nobleza de líneas que revelan inmediatamente al
genial autor de El Mesías.
El florentino Giovanni Buonaventura Viviani
(1638-1692) destacó como autor de óperas, oratorios y cantatas, en la línea de Cavalli y de Cesti. Su
música instrumental, aunque dentro del estilo italiano (en 1678 se hallaba en Roma, donde dirigió un
oratorio en San Marcelo, y en la orquesta estaban
nada menos que Pasquini y Corelli) muestra también influencias alemanas y austríacas, tal vez porque fue durante cuatro años (1672-1676) director
musical de la corte de Innsbruck.
En 1678, Viviani publicó en Venecia y en Roma
su Op. 4, Capricci armonici da chiesa e da camera, en
donde se encuentran dos sonatas para trompeta y
bajo continuo, la primera de las cuales escuchamos
hoy aquí.
El más importante de los discípulos de Domenico
Scarlatti fue Antonio Soler Ramos (1729-1783), nacido en Olot (Gerona) y monje jerónimo en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial desde 1753
hasta su muerte.
Su música, si bien dentro del espíritu neoclasicista y rococó que caracteriza su época, ofrece ya los
síntomas de una nueva sensibilidad, expresando estados de ánimo que son anuncio del romanticismo.
Insigne teórico y profesor, Soler nos ha dejado
una obra que abarca numerosos campos, desde el
escénico a la música de cámara, pero su fama la
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debe principalmente a sus obras para teclado. El
conjunto de sus sonatas (editadas casi en su totalidad por Samuel Rubio) se presenta como una de las
obras capitales de la música española profana de todas las épocas.
Soler lleva más lejos y con mayor brillantez el españolismo de Scarlatti (otro de sus maestros fue el
ilustre José de Nebra) y deja constancia de su calidad como virtuoso del teclado, tanto del cémbalo
como del órgano. De esto último, pese a escucharla
en un instrumento diferente como es el piano moderno, es un buen ejemplo la Sonata n.° 64 en sol
mayor R. 397-2 que Maite Idiarte interpreta en último lugar.
Puede resultar extraño que el gran violinista veronés Giuseppe Torelli (1658-1709), cuya fama como tal traspasó fronteras, haya dejado una abundante producción donde la trompeta es instrumento solista, pero la explicación es sencilla. Torelli entró a formar parte, en su juventud, en la famosa capilla musical de San Petronio de Bolonia, esa inmensa basílica que acogería también a músicos de la
categoría de Corelli y Tartini. Desde septiembre de
1686 era contratado allí regularmente como ejecutante especial para las fiestas patronales, el 4 de octubre. Una cosa parecida ocurría con Giovanni Pellegrino Brandi, estupendo trompetista que era
anualmente contratado cuando llegaba la fiesta de
San Petronio. Gracias a Brandi nacieron muchas
obras para trompeta en el XVII italiano, entre ellas
las de Torelli, que pueden fecharse entre 1690 y
1693- Hoy escuchamos su Concierto en re mayor,
durante el cual el piano no se limita a ser el apoyo
armónico del solista, como en Viviani, sino que resume y armoniza toda la parte instrumental, incluido el continuo, de la composición. De Torelli dijeron sus contemporáneos que era «un hombre no sólo dócil y humilde en sus costumbres, sino también
erudito y elocuente».
17
SEGUNDO CONCIERTO
Concierto variado éste, que ofrece dos partes
bien diferenciadas. Dejando al margen las dos piezas para piano solo, intercaladas como respiro del
instrumentista de trompa, se aprecia una primera
parte francesa (a Cherubini se le debe incluir en la
historia de la música francesa) y otra germánica.
Luigi Cherubini (1760-1842), nacido en Florencia, fue uno de los primeros en seguir, con sus óperas, a partir del momento en que se estableció en
París, el año 1786, los principios defendidos por
Gluck en su deseo de reformar la ópera clásica italiana. Hombre de excelente formación y de criterio
independiente, Cherubini llegó a ser una figura respetada y temida en el París musical de su tiempo, de
cuyo Conservatorio fue inspector de enseñanza y
finalmente director. Cierta música religiosa, de cámara y alguna de sus óperas (en especial Medea) han
quedado en el repertorio. Hoy escuchamos dos Sonatas o estudios de trompa, que Cherubini escribió
en un estilo clásico con fines docentes. Datan del
año 1804, poco antes de su viaje a Viena. Allí
Haydn y Beethoven, que conocían el talento dramático de Cherubini, le expresaron su admiración.
La fecunda personalidad de Camile Saint-Saéns
(1835-1921) preside, en algunos aspectos, la vida
musical francesa de la segunda mitad del siglo XIX
y llega incluso a incidir en ciertos enfoques de la
música de su país en el siglo XX. Compositor, teórico, crítico, pianista y organista, Saint-Saéns encarnó en su obra además de ciertas características del
espíritu francés, como son el equilibrio y la mesura,
la potencia creadora de un clásico en pleno romanticismo. En este sentido, su arte, ecléctico donde
los haya, puede representar para Francia algo parecido a lo que supuso el de Mendelssohn para Alemania.
Viajero incansable, el compositor parisiense recorrió Europa entera, desde Portugal hasta Rusia,
donde tuvo ocasión de relacionarse con Tchaikowsky, estuvo en los países escandinavos y visitó
18
España en múltiples ocasiones, por cuyas Islas Canarias sentía especial predilección. Su interés por el
norte de Africa le llevó a Egipto y a Argelia donde
falleció a los 86 años de edad.
La obra de Saint-Saéns se extiende a todos los géneros y en casi todos logró, junto a piezas de escasa
significación, obras maestras que siguen en el repertorio. Creaciones como la ópera Sansón y Dalila
(1877), la Sinfonía n.° 3 (1886), el Concierto para
piano n.° 2 (1868), el Concierto para violín n.° 3
(1880) o El carnaval de los animales (1886), o los
poemas sinfónicos Danza Macabra (1874) y La rueca de Onfalia (1872) son habituales en los conciertos de todo el mundo. Obras corales, religiosas y
profanas y gran número de canciones y piezas para
piano completan el panorama creativo de uno de
los músicos más prolíficos del siglo XIX.
La obra de cámara de Saint-Saéns también es amplia y comprende cuartetos, tríos, sonatas (de violín, de violonchelo, de fagot, clarinete, oboe...) piezas para arpa, un septeto, etc. Entre ellas se encuentran las piezas para trompa que escuchamos hoy,
escritas en la época más fecunda del compositor
francés, la década de 1881 a 1890.
Si no fuese porque otras muchas composiciones
suyas lo pregonan, Federico Chopin habría pasado
a la historia como un genio del piano solamente por
la Balada n.° 1 en sol menor Op. 23, tan interesante
en su disposición formal como atrevida y novedosa
en lo rítmico y en lo armonioso. Una introducción
lenta da paso al primer tema en «sol menor», al que
sigue el bellísimo segundo tema en «mi bemol».
Luego viene un desarrollo, que comienza en «la menor» y utiliza diversas tonalidades. Vuelve a surgir
el segundo tema y tras él aparece el primer tema y la
coda «presto con fuoco», en «sol menor».
Dentro de ello hay algunas irregularidades (por
ejemplo, el segundo tema surge en la recapitulación
antes que el primero), pero todo parece cuidadosamente pensado y elaborado. Recordemos que esta
composición, tan fuerte y lírica, inspirada al parecer en el poema Corrado Wallenrod de Adam Mickiewicz, fue iniciada por Chopin en Viena, poco
después de su salida de Varsovia, en 1831 y estuvo
trabajando en ella durante cuatro años.
Refiriéndose a la Sonata Op. 17 de Beethoven
(1770-1827) que abre la segunda parte de este recital, Ferdinand Ries escribió: «Beethoven demoraba
casi siempre al último momento la composición de
casi todas sus obras que debía acabar a fecha fija.
19
Así, había prometido al célebre trompa Punto componer una sonata para piano y trompa y tocarla con
él en el concierto de este último; el concierto y la
sonata estaban anunciados y la sonata no había sido
aún empezada. Fue la víspera de la audición cuando
Beethoven se puso manos a la obra y ésta estaba lista para el concierto».
Este concierto, muy elogiado por la crítica y aclamado por el público, tuvo lugar en Viena el 18 de
abril de 1800. Punto y Beethoven entusiasmaron y
la sonata, dedicada al barón von Braun, un viejo
amigo de Beethoven que llegó a ser director de los
teatros de la Corte (él encargó la ópera «Fidelio» al
compositor), comenzó su carrera como feliz obra
de repertorio, carrera que no tiene trazas de acabar.
En realidad estamos ante uno de los primeros frutos
definidores de la personalidad del gran músico de
Bonn.
Casi todos los comentaristas y estudiosos coinciden en señalar que la Suite Iberia es, además de la
mejor obra de Isaac Albeniz (1860-1909), una de las
más fascinantes consecuciones de la música para teclado de todos los tiempos. Los cuatro cuadernos
de Iberia son prodigioso testimonio de una España
pintoresca y apasionada que Albeniz, desde la distancia parisiense, idealizó y recreó con medios expresivos, pocas veces empleados en ello, ni siquiera
por él mismo, que había dedicado a nuestro país,
que era el suyo, y en especial a la tierra andaluza,
deliciosos cuadros de género.
De los doce números que integran la Suite Iberia
(1905-1908), El Albaicín se sitúa en séptimo lugar y
abre el tercer cuaderno (junto a El polo y Lavapies),
estrenado por Blanche Selva en el palacio de la
princesa de Polignac en París, el 2 de enero de
1908. El público y la crítica se desató en elogios hacia el nuevo cuaderno, pero destacó muy especialmente El Albaicín, que gustó sobremanera a Claude
Debussy. Refiriéndose a él, Albeniz había escrito:
«Me propuse mirar cara a cara a Granada y me he
llevado su espíritu».
Y ciertamente, el barrio blanco y florido del Albaicín «cercano más de la celeste lumbre que huésped suyo», según el poeta barroco Collado del Hierro, será el lugar evocado por una de las más bellas
piezas de toda la extensa obra pianística albeniciana.
Al escribir sus obras para trompa, Wolfgang Amádeus Mozart cumplió la promesa de corresponder a
las constantes peticiones de su buen amigo Ignaz
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Leitgeb, trompista salzburgués que luego se estableció en Viena y con la ayuda de Leopoldo Mozart, el
padre del compositor, se convirtió en quesero. Pero seguía tocando hábilmente la trompa y Mozart
accedió a sus peticiones, componiendo una serie de
obras que, pese a ser de circunstancias, superan ampliamente lo que podía esperarse de sus bromas y
burlas del «asno» de Leitgeb. El Concierto en mi bemol mayor, Kv. 447, es el tercero de una colección
de cuatro bellos conciertos para trompa y orquesta,
los cuales, como el Quinteto para trompa y cuerdas,
Kv. 407, fueron escritos pensando en el bueno de
Leitgeb. Mozart consigue unas obras llenas de interés y variedad, de inagotable invención, en las cuales sabe manejar como nadie lo había hecho hasta
entonces las posibilidades técnicas y tímbricas de la
trompa.
21
TERCER CONCIERTO
Como en el caso del segundo concierto del ciclo,
nos hallamos aquí ante un programa con dos partes
perfectamente delimitadas. La primera es la de
autores del siglo XX, un clásico como Poulenc y
dos maestros en activo, Andrés y Maniet. Es una
parte bien pensada como ejemplo de un área cultural europea, la francesa (con ramificaciones a Bélgica o a Suiza), donde los instrumentos de vientometal han recibido siempre muy especial atención.
Después oiremos una segunda parte donde tres
clásicos Haydn, Gluck y Beethoven, aparecen flanqueados por dos autores del período renacentista,
Claude Gervaise y Giovanni Gabrieli.
Para llevar a la práctica todo este vario repertorio, el grupo irá alternando sus elementos.
Entre el grupo de músicos conocidos por su número, como «los seis», que trataron de incorporar a
Francia a los movimientos del arte contemporáneo
alejando a la música francesa de las influencias alemanas, Francis Poulenc (1899-1963) ocupa un lugar
preferente, sobre todo en el gusto del público. El
arte del compositor parisiense une a una fresca y
peculiar inspiración melódica, tierna ironía y, cuando el caso lo requiere, honda seriedad.
Aunque Poulenc recibió una excelente formación
pianística (fue alumno en su juventud del gran Ricardo Viñes), siempre sintió particular devoción
por el uso individualizado de otros instrumentos, y
así su primera composición estrenada, Rapsodia negra (1917) unía al piano y a la voz (dos constantes
en la obra de Poulenc), un cuarteto de cuerda, flauta y clarinete.
La producción de cámara de Poulenc presenta
una evidente inclinación hacia los instrumentos de
viento. Se inicia con una Sonata para clarinete y fagot (1922) y finaliza con las Sonatas para clarinete
(1962) y oboe (1962).
En medio hallamos Sonatas para flauta (1957);
dos clarinetes; clarinete y fagot; un trío para oboe,
fagot y piano; una Elegía para trompa y piano; y un
22
Sexteto para piano, flauta, oboe, clarinete, trompa y
fagot. En todas estas obras hallamos siempre, junto
a un tratamiento admirable de los recursos de cada
instrumento, la inventiva melódica y la habilidad
para elegir los enlaces armónicos que caracterizan
el arte del músico francés.
Hoy figura en el programa la Sonata para trompa,
trompeta y trombón del año 1922 (acabada poco
después que la de clarinete y fagot). Está escrita en
Houlgate-Touraine y dedicada a Mlle. Raymonde
Linossier. De esta sonata, como de la inmediatamente anterior, hizo Poulenc una revisión el año
1945. Chester, editor de la obra, publicó una reducción para piano hecha por el compositor en 1925.
La Sonata para trompa, trompeta y trombón, en
su versión definitiva fue dada a conocer por Dennis
Brain, William Overton y John Ashby.
El compositor suizo Daniel Andrés es autor del
Cuarteto para metales que oimos a continuación, escrito para dos trompas y dos trombones.
Nacido en 1937 en Bienne (Biel) Andrés estudió
órgano y composición en el Conservatorio de Berna. Hizo también estudios pedagógicos en la Universidad de Berna y ha sido responsable de importantes actividades culturales en su país.
En cuanto al Trío n. 0 1, para trompeta, trompa y
trombón, es obra de René Maniet, compositor belga
contemporáneo. El trío fue estrenado en la Radio
Nacional Belga el 7 de enero de 1959 y está dedicado a A. Pluvinage, profesor de trompa del Conservatorio Real de Lieja. Maniet es autor de numerosas
piezas de cámara para instrumentos de viento y madera, todas ellas de excelente factura, editadas por
J. Maurer de Bruselas.
Sobre el organista y compositor veneciano Giovanni Gabrieli (1557-1612) lo primero que puede
decirse es que ejerció una influencia decisiva en la
evolución de la música por su magisterio (Hassler, y
Schütz fueron, entre muchos otros, alumnos suyos)
y la importancia que concedió a lo instrumental en
una época de absoluto predominio de lo vocal. Al
equilibrar con admirable precisión voces e instrumentos, Gabrieli alcanzó efectos revolucionarios
que aún nos asombran. Sus car.zoni da sonare una de
las cuales abre la segunda parte, son ya verdaderas
piezas sinfónicas y figuran entre las primeras obras
de carácter puramente instrumental que se escribieron en Europa.
Pese a no haber logrado la popularidad alcanzada
en otros géneros, Beethoven cultivó también,
23
dentro de la música de cámara, la composición para
instrumentos de viento solos.
Es autor de un Octeto de viento, Op. 103; un Trío
para dos oboes y corno inglés, Op. 87; un Sexteto
para dos clarinetes, dos trompas y dos fagotes, Op.
71 y varias composiciones sin número de opus,
entre ellas los Tres Equale, para cuatro trombones
Wo 0.30, que figuran en el programa de hoy, si bien
los escucharemos en una versión para dos trombones, tuba y trompa. El Equale es, en su origen, una
composición para voces iguales, bien masculinas o
femeninas, o el mismo instrumento. Los tres Equale
de Beethoven, para cuatro trombones, en «re menor», «re mayor», y «si bemol», fueron escritos por
el gran músico en 1812, el año de las sinfonías Séptima y Octava.
Los Equale tuvieron, en su día, una función que
Beethoven no pudo imaginar. Arreglados para voces masculinas, fueron interpretados por un coro
de hombres en Viena, durante los solemnes funerales del genial compositor.
En mucha mayor medida que Beethoven, Haydn
aportó su talento a las composiciones para instrumentos de viento. Se han conservado numerosísimas piezas de cámara (sobre todo divertimenti y casaciones) escritas para flautas, trompas, oboes, fagotes, etc. cuya paternidad se atribuye fundadamente
a Haydn.
Su Fuga y allegro vivace data de 1781, cuando la
fama del compositor había empezado a extenderse
por Europa y comenzaban sus relaciones con el editor Forster de Londres. Entre los seis Divertimenti
Op. 31, algunos de los cuales son arreglos de Casaciones para baryton, y los seis Cuartetos rusos Op.
33, debemos situar la Op. 32, a la que pertenecen
los dos movimientos «fuga» y «allegro» que escuchamos hoy aquí, buenos ejemplos de la cuidadosa
escritura y la fluidez de inventiva del gran maestro.
La historia ha reconocido en Christoph Willibald
Gluck (1714-1787) al gran reformador de la ópera
dieciochesca. Efectivamente, el músico de Erasbach
(Alto Palatinado) trató de devolver al teatro lírico la
sencillez primitiva que había tenido en sus orígenes
florentinos, a fines del siglo XVI. Ese deseo de hacer compatible la acción dramática con la expresión musical —a veces sublime, en el caso de
Gluck— fue el constante afán del gran compositor,
iniciado con Orfeo y Euridice (1762) y continuado
con Alceste, antes de sus maravillosas creaciones de
la última etapa (París y Elena, Ifigenia en Aulis,
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Armida e Ifigenia en Tauris). Precisamente para Alces te escribió Gluck una dedicatoria o prólogo en la
que manifestaba su objetivo: liberar al melodrama
de tanto convencionalismo, ajeno a su verdadera
esencia dramática y devolverle su prístina pureza.
El drama lírico «Alceste», sobre libreto de Calzabigi,
se estrenó en Viena en 1767. El joven italiano Antonio Salieri tocaba el cémbalo en la orquesta, aquel
26 de diciembre en el teatro imperial. La obra no
fue comprendida el día del estreno, con gran sorpresa de Gluck, que confiaba en el éxito de «una
obra compuesta sobre la verdad de la Naturaleza y
en la que todas las pasiones, tienen su verdadero
acento». Poco a poco la obra fue siendo conocida y
admirada, dando la razón al músico sobre su auténtico mérito. La escena del templo con la majestuosa
marcha que hoy oimos aquí, es un botón de muestra de una creación que está llena de belleza.
El editor francés Claude Gervaise trabajaba en París entre 1540 y 1560.
Había sido empleado de otro célebre editor, Pierre Attaingnant, quien ya le tenía por músico sabio,
muy útil para los arreglos, correcciones y, llegado
el caso, como autor.
Gervaise destacó por su música instrumental, cosa rara en aquella época. Compuso mucha música
de danza para conjuntos instrumentales, casi toda
ella a cuatro partes. Gustaba Gervaise de la pavana
y la gallarda, así como varios tipos de branle: la
«courant», la «gay», la «simple». Hoy escuchamos
tres de estas Danceries de Gervaise que nos transportan al mundo humanista y desacralizado del Renacimiento.
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CUARTO CONCIERTO
Las piezas incluidas en este recital nos permiten
disfrutar del esplendor musical renacentista y barroco, etapas en que los conjuntos de viento dieron
solemnidad y pompa al brillante ceremonial de las
cortes europeas.
La primera obra Trumpet voluntary tiene un origen organistico. Durante mucho tiempo se tuvo
por obra de Henry Purcell, el gran maestro del Parroco inglés. Este Trumpet voluntary, arreglado para
trompeta, órgano y timbales por Sir Henry Wood y
atribuido por este a Purcell, es en realidad una composición de Clarke, pues este compositor tiene una
pieza idéntica dentro de una colección llamada A
Cholee Collection of Ayres for the Harpsichord (Una
selecta colección de aires para cémbalo) del año
1700. Allí, esta pieza se llama The Prince of Denmark's March (Marcha del príncipe de Dinamarca).
Posteriormente, Cudworth descubrió que esta pieza procede de una Suite para instrumentos de viento, también de Jeremiah Clarke (1674-1707), organista y director de coro de la catedral de San Pablo
de Londres.
Hemos aludido en un comentario anterior a la
importancia de Giovanni Gabrieli en la evolución
de la música instrumental. Si Andrea Gabrieli nos
da los primeros indicios de fuga monotemàtica en
los «ricercari» y «fantasie» para órgano, su sobrino
Giovanni (1557-1612) concibe una música «espacial», estereofónica, valiéndose de las tribunas
opuestas de la basílica veneciana de San Marcos, en
la que ejercía como organista.
Sus postumas Canzoni e sonate (1615), desde tres
a veintidós partes, y las Sacrae Symphonie constituyen una inapreciable fuente del más revolucionario
sinfonismo. Dos de sus más imponentes y espectaculares canzoni para cori instrumentales se han oido
en este ciclo. De ellas es célebre la maravillosa Canzon Septimi Toni (n.° 3 de «Sacrae Symphonie» de
1597) con su aire de batalla organistica.
El Fitzwilliam Virginal Book fuente capital de la
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música para teclado de la época de Isabel I de Inglaterra, recoge cerca de medio centenar de piezas de
Giles Farnaby, uno de los más notables maestros de
la llamada escuela de virginalistas ingleses. Farnaby
(c. 1563-1640) vivió en Oxford, donde se graduó,
en Aisthorpe, pueblo próximo a Lincoln y en Londres, pero no se sabe ocupase cargo de organista,
como autores para virginal de aquella época. Autor
de «salmos» y «canzonets» a cuatro voces, la música
de Farnaby, de quien hoy oimos tres piezas arregladas y dispuestas en forma de suite, se caracteriza
por su fantasía, carácter lírico y soñador.
En el Amberes de la mitad del siglo XVI, la figura
del impresor de música Tylman Susato era sobradamente conocida. Este hombre, probablemente flamenco, excelente calígrafo y mejor músico práctico, tiene un relieve especial como autor de dos libros de canciones a dos y tres partes sobre «cantus
firmus», las cuales, a juicio de algunos estudiosos,
pueden haber servido de modelo a Claude Gervaise
para las suyas. Susato escribió muy buenos motetes
polifónicos y arregló muchas danzas en base a melodías populares de su tiempo. En esa música más
popular, como corresponde a la vida de Amberes
que recoge la pintura, más lineal y de menos compleja textura polifónica, se basa la Suite de danzas
que figura en el programa de hoy.
La Suite galante de José de la Vega, en cuatro movimientos, no es sino una excelente adaptación de
otras tantas sonatas para clave del Padre Antonio
Soler (1729-1783), el gran compositor español que
tanto aportó al teclado y la música de cámara desde
el Monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial.
José de la Vega, nacido en Córdoba en 1929, es un
músico de excelente formación, con sólidos estudios de armonía, contrapunto, composición, dirección de orquesta y violín.
Este último le llevó a los atriles de la Orquesta
Sinfónica de RTVE, pero un desgraciado accidente
le obligó a dejar el puesto de violinista de dicha orquesta. Ahora José de la Vega se hace cargo del Archivo musical de la Orquesta Sinfónica de RTVE. Su
conocimiento de la instrumentación le ha permitido elaborar una variada «suite» cuyos movimientos
ostentan títulos bien indicativos de su carácter.
Gracias al sabio trabajo de adaptación de José de la
Vega, el escaso repertorio del siglo XVIII para grupo de metales se enriquece considerablemente,
pues la difícil traslación se ha hecho con tanto
acierto que resulta difícil, sin saberlo, adivinar su
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verdadero origen.
En los reinados de Jacobo VI y Carlos I, que cubren la primera mitad del siglo XVII, Londres se
convirtió en un centro de actividad cultural, gracias
a las Mascaradas que se habían puesto de moda en la
Corte, y a las que colaboraron autores de la categoría de Ben Jonson. El célebre dramaturgo escribió
muchas courtmasques, desde The Masque of Blanckness, de 1605, hasta el año 1631. Para las últimas
contó con la ayuda del gran arquitecto Iñigo Jones,
creador de la catedral londinense de San Pablo. La
música tenía un papel importante en estas «mascaradas» y hubo muchos compositores que incorporaron a ella su arte en el terreno instrumental.
Destacamos entre ellos al violinista Thomas Lupo, al trompetista real Mark Bateman, al gentilhombre Edward Peers, y a nuestro autor, John Adson
(1585-1640). Adson había estado al servicio del Duque de Lorena entre 1604 y 1608 y luego en la Corte de Londres, donde fue profesor del rey.
La mayor colección que ha llegado hasta nosotros conteniendo música para mascaradas se halla
en el Ms. 10444 del British Museum, aunque muchas piezas procedan del laúd y del virginal. Algunas fueron publicadas en el Taffet-Consort (Hamburgo, 1621), de Thomas Simpson y en el libro de
John Adson Courtly Masquing Ayres composed to 5
and 6parís for violins, Consorfs and Cornets (1611),
al que pertenecen los aires incluidos en el concierto
de hoy.
Se ha considerado siempre a Samuel Scheidt
(1587-1654) uno de los tres grandes SCH nacidos
en Alemania a fines del siglo XVI (los otros son
Heinrich Schütz y Johann Hermann Schein), y ciertamente se trata de uno de esos hombres claves en
el desarrollo y evolución de un determinado arte.
En el caso de Scheidt está claro que su importancia
en el órgano (era discípulo del holandés Sweelinck)
resulta capital para comprender a Buxtehude y, por
tanto, a Juan Sebastian Bach.
Scheidt pasó casi toda su vida en Halle, donde era
organista de la iglesia de San Mauricio y maestro de
capilla del margrave Christian Wilhelm de Brandeburg. Junto a una obra enorme en el campo de la
música vocal, en latín y en alemán (cultivó con insistencia el coral germano) Scheidt destaca por sus
obras instrumentales, tanto las de teclado (Tabulatura nova...) (1624) como otras músicas instrumentales, los Ludí musicali publicados en Hamburgo entre 1621 y 1627, en los cuales sabe conciliar la
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influencia nórdica con la italiana.
Su Suite de batalla, que oimos hoy aquí, se inicia
con la «Courant dolorosa» a cuatro, para finalizar
con la Canzon ad imitationem Bergamasca anglaise a
cinco y bajo continuo, todas ellas fechadas en
1721. La música de Scheidt es, como la de Bach,
una síntesis magistral de las formas y estilos corrientes en su tiempo. En este sentido fue un conservador, pero su genio musical le llevó a enriquecer diversos géneros musicales con acierto y constancia que son precursoras del magistral arte de
Bach.
Andrés Ruiz Tarazona
PARTICIPANTES
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PRIMER CONCIERTO
J o s é María Ortí Soriano
Nació en Torrente (Valencia), donde inició los
primeros estudios musicales a los ocho años.
Posteriormente realiza estudios superiores en el
Real Conservatorio de Música de Madrid, obteniendo el Premio de Honor Extraordinario Fin de Carrera de 1968. Hace oposiciones a la Orquesta Nacional de España, que consigue con el número uno, y a
la que pertenece actualmente como Trompeta Solista.
Como concertista ha actuado con la Orquesta Nacional, Orquesta de Cámara Española, Bética Filarmónica de Sevilla, Solistas de Cataluña, de Cámara
de Valladolid, de San Sebastián, O. Pollenca Festival String, etcétera.
Pertenece al Sexteto Nacional de Viento y al Conjunto Nacional de Metales.
Está en posesión de la Medalla de Oro de Bellas
Artes, y de la Cruz de Caballero de la Orden al Mérito Civil, concedida por S. M. el Rey D. Juan Carlos.
Actualmente es Profesor de Trompeta del Real
Conservatorio Superior de Música de Madrid.
Maite Iriarte
Nace en Tolosa (Guipúzcoa). Inicia sus estudios
en el Conservatorio de San Sebastián a los seis años,
finalizando la carrera de piano a los trece.
Realiza estudios de Organo en el Conservatorio
de Madrid.
Posteriormente hace la carrera superior de Organo y gana el Premio de Honor Extraordinario Fin de
Carrera. Junto a las becas de estudio para los cursos
de Técnica Organística, en Granada, ha realizado
los de especialización en Música Antigua Española
con la profesora Montserrat Torrent.
Maite Iriarte es Profesora Numeraria de la Escuela
Universitaria «Pablo Montesinos» de Madrid.
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SEGUNDO CONCIERTO
Miguel Angel Colmenero Garrido
Nació en Jamilena (Jaén). Comenzó sus estudios
musicales en la Academia Municipal, para continuarlos más tarde en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Al finalizar sus estudios
de trompa le es concedido Diploma de primera clase y Premio Extraordinario. Es también Premio de
Honor de Música de Cámara, que por primera vez
se ha concedido a este instrumento.
Fue solista de la Orquesta Sinfónica de Bilbao, de
la Orquesta Santa Cecilia de Pamplona, de la Orquesta Municipal de San Sebastián, de la Orquesta
del Gran Teatro Liceo de Barcelona, de la Orquesta
titular del Teatro de la Zarzuela, de la Banda Municipal y de la Orquesta Sinfónica de Madrid.
Asimismo, ha sido fundador de la Orquesta Nacional Universitaria, del Quinteto de Viento de la
Orquesta Nacional de España, de la Orquesta de Cámara del Aula de Música, del Grupo Hispánico de
Trompas, Ensamble de Metales de Madrid y del
Quinteto de Viento de profesores del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid.
Gerardo López Laguna
Natural de Sigüenza (Guadalajara). Estudió en el
Real Conservatorio Superior de Música de Madrid,
con el pianista y catedrático Pedro Lerma.
Finalizó los estudios de Piano, obteniendo «Mención Honorífica Fin de Carrera» y «Mención Honorífica en Virtuosismo», así como «Mención Honorífica de Repentización Instrumental y Acompañamiento» y «Premio de Honor de Armonía».
Ha dado recitales en diversas partes del mundo y
ha actuado con la Orquesta Nacional, la Orquesta
de RTVE., Orquesta Sinfónica de Madrid, etc.
Actualmente es Profesor Numerario del Real
Conservatorio Superior de Música de Madrid.
33
TERCER Y CUARTO CONCIERTO
Grupo de Metales de la Orquesta Sinfónica
de RTYE.
José Chicano (Trompeta)
Nació en La Roda (Albacete). Cursó estudios de
trompeta en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Perteneció a la Banda Municipal de
Madrid y Orquesta Sinfónica de Madrid, colaborando con todas las demás orquestas (Nacional de Cámara, etc.).
Actualmente pertenece a la Orquesta Sinfónica
de la Radio Televisión Española, desde su creación.
Ricardo Gasent (Trompeta)
Nació en Benisanó (Valencia). Comienza sus primeros estudios de solfeo y trompeta en el Conservatorio Superior de Música de Valencia. Posteriormente se traslada a Madrid, donde en su Conservatorio perfecciona estudios de trompeta.
Actualmente pertenece a la Orquesta Sinfónica
de la Radio Televisión Española, desde su creación.
Enrique Rioja (Trompeta)
Nació en Liria (Valencia). Cursó estudios de solfeo y trompeta en el Conservatorio Superior de Música de Valencia. Perteneció a la Banda Municipal
de Castellón de la Plana, posteriormente gana las
oposiciones para trompeta en la Orquesta sinfónica
de la Radio Televisión Española, de la que es miembro actualmente.
Luis Morato (Trompa)
Nació en Liria (Valencia). Cursó estudios musicales en el Conservatorio Superior de Música de Valencia.
Actualmente pertenece al Quinteto de Viento de
la O.S.R.T. V.E. También forma parte de la Orquesta
Sinfónica de R.T.V.E., desde su creación.
Jesús T r o y a (Trompa)
Nació en Jerez de la Frontera (Cádiz). Inició sus
estudios musicales en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Colaboró con las distintas Orquestas, Sinfónica de Madrid, Filarmónica de
Madrid, etc.
Actualmente pertenece a la Orquesta Sinfónica
de R.T.V.E.
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Pedro Botias (Trombón)
Nació en Castellar de Santisteban (Jaén). Cursó
estudios de solfeo y trombón en el Conservatorio
Superior de Valencia. Colaboró con las distintas Orquestas Sinfónica de Madrid, Filarmónica de Madrid, etc.
Actualmente pertenece a la Orquesta Sinfónica
de R.T.V.E.
Francisco Muñoz (Trombón)
Nació en Magán de la Sagra (Toledo). Cursó los
estudios de solfeo y trombón en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Perteneció a la
Banda Municipal de Madrid, también fue asiduo colaborador de la Orquesta Sinfónica de Madrid, Orquesta Filarmónica, etc.
Actualmente pertenece a la Orquesta Sinfónica
de R.T.V.E.
Ramón Benavent (Tuba)
Nació en Alberique (Valencia). Cursó estudios de
solfeo y tuba en el Conservatorio Superior de Música de Valencia. Perteneció a la Banda Municipal de
Castellón. Posteriormente gana por oposición la
plaza de tuba en el Teatro del Liceo de Barcelona;
en la actualidad forma parte de la Orquesta Sinfónica de Madrid.
35
NOTAS AL PROGRAMA
Andrés Ruiz Tarazona
Nace en Madrid. Cursa la carrera de Derecho en
la Universidad madrileña, licenciándose en 1958.
Hace estudios de piano y posteriormente Historia
y Estética de la Música, con Federico Sopeña.
Ha sido profesor de Historia y Estética de la Música en la Facultad de Ciencias de la Información. En
la actualidad ejerce como crítico musical en el diario madrileño «El País».
Fundador y director de la publicación mensual
Gaceta Real de Música. Socio fundador de la Sociedad Española de la Musicología. Premio Nacional
de la crítica discogràfica en 1980. Es subdirector de
la Revista de Musicología de la Sociedad Española
de Musicología.
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Ctra. Madrid, 74
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ALBACETE
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