10 LA CORTE CONSTITUCIONAL Y EL ORDEN PÚBLICO: MITOS Y REALIDADES MANUEL JOSÉ CEPEDA ESPINOSA Magistrado de la Corte Constitucional Quisiera comenzar esta conferencia citando algunas frases de jueces constitucionales que reflejan una orientación doctrinaria acerca del tema del derecho constitucional dentro del cual se enmarcan las políticas de seguridad y defensa. - «Los deseos de un gobierno nunca pueden ser la medida de su poder»100. - «Los hombres le temían a las brujas y quemaron mujeres»101. - «La Constitución... es ley para los gobernantes y el pueblo, tanto en la guerra como en la paz y cubre con su escudo de protección todas las clases de personas, en todos los tiempos y en todas las circunstancias»102. Ustedes pensarán que estas frases son de la Corte Constitucional colombiana. Pues no, son tomadas de opiniones de magistrados de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos y fueron escritas a propósito de casos constitucionales relativos a la preservación o restablecimiento del orden público en dicho país. La cuestión de los límites constitucionales al ejecutivo durante situaciones de conflicto armado o de grave perturbación del orden público puede equipararse al problema de la cuadratura del círculo, por donde se le mire y en cualquier país donde trate de ser resuelto. Permítanme relatar, a manera de anécdota, un episodio ocurrido durante la guerra civil norteamericana que ilustra el punto y que dio origen a un caso célebre que ha influido en el derecho constitucional occidental. 100 101 102 Justice Stephen Field. Legal Tender Cases 12 Wall. 457, dis. op. 649 (1871). Frase del Justice Brandeis. Citado en W. Murphy y J. Tanenhaus, Comparative Constitutional Law, St. Martin’s Press, New York, 1977, p. 598. Justice Davis. Ex Parts Milligan 4 Wall 2 18.1 Ed. 281 (1886). Ponencias y debates 171 En 1861, poco después del inicio de las hostilidades, el presidente Abraham Lincoln autorizó a los comandantes militares a lo largo de los límites de la Confederación para que arrestaran a civiles sospechosos de estar trabajando para el Sur y los sometieran a juicios adelantados por tribunales militares. En Maryland fue arrestado John Merryman, un prominente ciudadano acusado de ser líder de las guerrillas del Sur. Los amigos de Merryman invocaron el derecho de habeas corpus y el caso se decidió, por razones de orden procesal que no viene al caso mencionar, por el presidente de la Corte Suprema de Justicia, el magistrado Taney. El magistrado consideró que Merryman había sido arrestado inconstitucionalmente y ordenó su liberación. El comandante militar no cumplió la orden del juez. El magistrado dispuso que fuera arrestado por desacato, pero la orden no pudo ejecutarse porque el mariscal nunca pudo entrar en el fuerte donde se encontraba el comandante. El presidente de la Corte se enfureció y le escribió una carta al propio presidente Lincoln en unos términos muy severos. Lincoln no respondió la carta ni ordenó la liberación de Merryman. Cinco semanas después, le envío un mensaje al Congreso en el que le respondía al magistrado Taney y le argumentaba que si había que violar una ley para salvar el respeto de todas las demás leyes cuando un tercio de los Estados federados estaban en rebelión, salvar la Unión de una amenaza mortal era el camino correcto. Luego, en 1863 el presidente Lincoln suspendió el derecho de habeas corpus para que los arrestos militares continuaran sin contratiempos. La Corte Suprema de Justicia en pleno resolvió en 1866 esta controversia después de terminada la guerra civil103. Le dio la razón al magistrado Taney y sentó la doctrina de que aun en tiempos de guerra la Constitución debe ser respetada, los derechos no pueden ser suspendidos y las cortes militares no pueden juzgar a los civiles, salvo cuando los juzgados penales ordinarios estén realmente cerrados y sea imposible administrar justicia según las leyes ordinarias. Además, incluso en esas circunstancias extremas el presidente no puede suspender el habeas corpus. Sólo el Congreso puede hacerlo, porque la Constitución de Estados Unidos expresa y específicamente así lo dice. 103 El caso se originó en el arresto de Milligan en Indiana, quien no pudo invocar efectivamente el derecho de habeas corpus. Caso Ex Parte Milligan, ya citado. 172 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social El problema de cómo conciliar la necesidad de adoptar medidas efectivas para restablecer el orden con la necesidad de proteger los derechos, fue elocuentemente formulado, por supuesto, en plena guerra civil, por el propio Abraham Lincoln con esta pregunta: ¿»Debe un gobierno por necesidad ser demasiado fuerte para las libertades de su pueblo o demasiado débil para mantener su propia existencia?»104. La palabra clave en esta pregunta no es «fuerte» o «libertades». El quid del problema está resumido en la expresión «demasiado», que evoca la dificultad de solucionar un problema de grado al trazar la línea entre lo fuerte y lo demasiado fuerte, lo permitido y lo prohibido, no en abstracto sino en un contexto real y complejo con especificidades y particularidades que no es posible desatender. Creo que la Corte Constitucional colombiana ha tratado de resolver este dilema buscando un equilibrio y que las medidas que han sido declaradas inconstitucionales lo han sido, no por ser demasiado fuertes, sino porque en su concepción y diseño no se tuvieron en cuenta unos parámetros constitucionales básicos encaminados a preservar principios democráticos elementales protegidos por la Constitución. En cambio, cuando tales parámetros sí han sido respetados, la Corte ha declarado las medidas ajustadas a la Carta, así las normas sean muy severas y drásticas. Inclusive la Corte ha admitido excepciones a reglas constitucionales claras cuando en el contexto colombiano tales excepciones parecen razonables y están sometidas a controles que evitan el peligro de arbitrariedad. Esto puede parecerles sorprendente ya que se ha vuelto un lugar común sostener que con la Constitución de 1886 sí se podían solucionar los problemas de orden público, pero que con la Constitución de 1991 ya no se puede. Esta es una percepción equivocada, que ha hecho carrera a raíz de unos pocos fallos de la Corte Constitucional interpretados a partir de unas pocas frases contenidas en ellos. Por eso, dicha percepción es poco fidedigna. Distorsiona poco a poco lo que realmente ha sucedido y se funda en lo que podríamos denominar mitos acerca de la jurisprudencia de la Corte Constitucional. A eso quiero referirme. La Corte ha sido independiente y firme en la defensa de mandatos constitucionales claros que limitan el ejercicio del poder y pro104 Mensaje al Congreso del 4 de julio de 1861 acerca de las medidas que adoptó en las primeras semanas de la guerra civil. Ponencias y debates 173 tegen los derechos humanos. Por eso, la Corte ha llegado, incluso, a adoptar sentencias muy impopulares como la que declaró inexequible la Ley de Seguridad y Defensa Nacional, porque cumplir su misión institucional así lo exigía. Una corte populista jamás hubiera tomado esa decisión en un contexto político que clamaba por más autoridad y sigue reclamando orden. Los mandatos constitucionales se pueden sintetizar en cuatro límites básicos. En efecto, la Corte ha sido una defensora constante del respeto por ciertos límites constitucionales básicos en materia de seguridad y defensa, que deben ser observados en tiempos de normalidad y durante la vigencia de los estados de excepción. Tales límites son, en breve, los siguientes: primero, la prohibición de restringir o afectar derechos fundamentales de forma desproporcionada, o sin respetar el principio de legalidad; segundo, el principio de distinción entre combatientes y no combatientes, consagrado en el Derecho Internacional Humanitario e incorporado al ordenamiento interno; tercero, el principio de separación de poderes, y su corolario obligatorio, a saber, la necesidad de un sistema de frenos y contrapesos para el ejercicio del poder público; y cuarto, el principio de subordinación del poder militar al poder civil. Estos principios básicos, cuya importancia central para el orden constitucional instaurado en 1991 les otorga el carácter de límites fundamentales para cualquier política o medida relacionada con la seguridad y defensa, han sido aplicados consistentemente por la Corte desde los inicios de su jurisprudencia, en numerosas decisiones que, por referirse a asuntos de importancia crucial para la preservación del orden público del país, han despertado en no pocos casos un alto grado de controversia. Sin entrar a valorar el carácter constructivo o perjudicial de tales polémicas, bienvenidas en un sistema democrático respetuoso de la libertad de expresión, una lectura cuidadosa de la jurisprudencia constitucional acerca del tema demuestra que cuando la Corte ha considerado que las leyes y decretos en materia de seguridad y defensa son contrarios a la Constitución, no los ha retirado del ordenamiento jurídico por desconocer que en Colombia los violentos y los terroristas amenazan la democracia, sino porque tales leyes o decretos, en razón a su concepción y diseño, han desconocido alguno o varios de estos principios fundamentales de la democracia constitucional. Lo cual indica los dos principales mitos que han impedido analizar desprevenida y objetivamente las sentencias de la Corte en 174 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social esta materia: primero, el mito de la indiferencia, según el cual se le atribuye a la Corte el pecado de no responder a la realidad colombiana e interpretar la Constitución como si viviéramos en la apacible campiña suiza; segundo, el mito de la esterilización, según el cual el estado de conmoción -previsto en la Constitución de 1991fue debilitado por la Corte a tal punto que ya no se puede declarar un estado de excepción. Y si un presidente osa declararlo, las medidas que puede adoptar no pueden limitar ni restringir los derechos constitucionales. La verdad es bien diferente: la Corte no sido ciega o indiferente a las dificultades reales que presenta la ejecución de políticas de seguridad y defensa en un contexto tan complejo como el colombiano, tanto en el plano geográfico como en el de la interrelación entre grupos violentos y su desviación hacia el terrorismo. Al contrario: en tiempos de normalidad y durante la vigencia de estados de conmoción interior ha admitido excepciones a la aplicación estricta y literal de las disposiciones constitucionales -precisamente en atención a las difíciles circunstancias en las que se debe interpretar la Constitución- siempre y cuando con ello no se desconozcan los límites básicos mencionados anteriormente. En otros términos, la Corte ha buscado, a lo largo de su jurisprudencia, establecer un equilibrio realista entre dos imperativos constitucionales que a menudo entran en conflicto: por una parte, el cometido estatal esencial de preservar el orden público y la vigencia de las instituciones democráticas en todo el territorio nacional, y por otra, la necesidad de dar aplicación en todos los casos a las pautas básicas trazadas por el constituyente como límites para el ejercicio del poder coercitivo del Estado. Por ejemplo, en materia de estados de excepción, y en particular en lo relacionado con los estados de conmoción interior, los mitos que he señalado han conducido a la percepción errónea de que la Corte ha declarado constantemente la inconstitucionalidad de los decretos declarativos y de los decretos legislativos dictados por el Presidente de la República. Pues bien, las estadísticas revelan lo contrario. De los seis estados de conmoción interior declarados desde 1991, cuatro han sido respaldados por la Corte. Sólo dos fueron declarados inexequibles porque los propios decretos anunciaron Ponencias y debates 175 que su origen y propósito era solucionar problemas estructurales y crónicos, no tanto de violencia, sino de la administración de justicia, como su morosidad en la calificación de procesos, la congestión judicial y el precario régimen carcelario de mediados de la década de 1990 (ver las tablas 1 y 2). Y de las medidas dictadas, la Corte ha avalado 77% de los decretos legislativos, un porcentaje superior a las leyes ordinarias convalidadas por la Corte. Después se volverá a este asunto. Por su importancia, pasaré a explorar brevemente cada uno de los tres puntos que he señalado: los límites básicos que la Corte ha aplicado y seguirá aplicando mientras la Constitución así lo exija, el mito de la indiferencia y el mito de la inocencia. LÍMITES CONSTITUCIONALES BÁSICOS EN MATERIA DE SEGURIDAD Y DEFENSA NACIONALES Empecemos por los límites básicos que rigen en cualquier tiempo. La Constitución es inequívoca al establecer que entre los cometidos esenciales de la organización estatal colombiana se incluyen los de defender la integridad nacional, preservar el orden público y garantizar la convivencia pacífica. La consagración expresa de estos objetivos en tanto fines esenciales del Estado obedece al reconocimiento, por parte del constituyente de 1991, de que los tres son condiciones previas para el ejercicio real y efectivo de los derechos y libertades constitucionales por parte de las personas; en ese sentido, el orden público constituye, en esencia, el conjunto de condiciones que hacen posible el disfrute de los derechos constitucionales de todos los habitantes. De allí que la Corte Constitucional haya afirmado de manera reiterada que es indispensable garantizar las condiciones necesarias para que la Fuerza Pública pueda cumplir efectivamente con la misión que le fue asignada por la Carta Política, esto es, la de proteger a la población, para lo cual es necesario que cuente con los instrumentos jurídicos y materiales indispensables para reprimir, con la fuerza y la contundencia apropiadas, las acciones violentas de quienes pretenden socavar el orden 176 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social constitucional105. Así lo dijo textualmente la Corte en la sentencia acerca de la Ley de Seguridad y Defensa, en la que también subrayó la importancia de que existiera una ley con dicha finalidad de carácter permanente. En esa medida, la jurisprudencia constitucional ha reconocido que a las distintas ramas del poder público les han sido asignadas funciones y competencias constitucionales específicas, encaminadas precisamente a garantizar la preservación del orden público en todo el territorio nacional. Así, se ha explicado que corresponde al Congreso adoptar un sistema legal de defensa y seguridad, en virtud de la finalidad constitucional de asegurar la convivencia pacífica (art. 2, C. P.), y también del principio democrático (art. 1 y 3, C. P.), de conformidad con el cual son las mayorías representadas en el órgano legislativo las que están llamadas a optar por la política de seguridad y defensa que consideren más apropiada, y a plasmarla en las leyes correspondientes. Por su parte, corresponde al Presidente de la República jugar un papel central en este sentido, pues una de sus funciones principales es la de conservar el orden público en todo el territorio nacional, así como restablecerlo donde fuera turbado; asímismo, el presidente detenta la calidad constitucional de Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, en virtud de la cual le corresponde dirigir la fuerza pública, así como conducir las operaciones de guerra (art. 189, C. P.). A su vez, corresponde a los organismos judiciales, especialmente a los que están encargados de ejercer el control de constitucionalidad y legalidad relacionados con las leyes y decretos en la materia -es decir, a la Corte Constitucional y al Consejo de Estado-, garantizar que las medidas legislativas y administrativas expedidas para aplicar las políticas de seguridad y defensa sean respetuosas de los mandatos del Constituyente (art. 241 y 237, C. P.), especialmente de los principios y reglas básicos que limitan el ejercicio de las facultades estatales de preservación del orden público, y en particular de las que conllevan el ejercicio de la coerción legítima por parte del Estado. 105 Ver, entre otras, la sentencia C-251 de 2002, MM.PP. Eduardo Montealegre Lynett y Clara Inés Vargas Hernández. Ponencias y debates 177 Este esquema obedece a la necesidad de armonizar el ejercicio de los derechos y las libertades con la garantía del orden público democrático. Por eso, la Constitución admite que los derechos constitucionales sean limitados o inclusive restringidos en aras de mantener o restablecer el orden público, pero prohibe que sean suspendidos o violados. Por eso, la Constitución no sólo permite sino que exige que la autoridad legítima se imponga en todo el territorio nacional, pero prohibe que tal autoridad se salga de los marcos en que se funda su legitimidad y se convierta en ejercicio arbitrario o abusivo del poder. Se preguntarán ustedes, recordando a Lincoln, ¿cómo distinguir entre la restricción permitida de un derecho y la violación prohibida del mismo? Y, ¿cómo trazar la línea entre ejercicio severo, firme y legítimo de la autoridad, y ejercicio arbitrario o abusivo del poder? Desde que existe el derecho constitucional, como se anotó, se han ensayado diferentes respuestas a estas preguntas cruciales106. Ha sido una jornada que lleva varios siglos y probablemente durará otros tantos, y que ha estado marcada por la necesidad de conciliar, en cada momento de la historia, los ideales de la época con las exigencias de la realidad. Ese delicado equilibrio fue plasmado en la Constitución de 1991, después de 100 años de experiencia con otra Constitución que se hizo para imponer la paz por la vía de las armas y fracasó en ese cometido, no sólo porque nacieron, se desarrollaron y proliferaron durante su vigencia múltiples formas de violencia y terrorismo organizado, sino porque la legitimidad de las instituciones democráticas, que es la base del ejercicio sostenido y firme de la autoridad, se desmoronó. De ahí que la Constitución de 1991 se hubiera hecho para ganar la madre de todas las batallas: la batalla de la legitimidad democrática. Una estadística ilustra el punto: antes de 1991, cerca de la mitad de los colombianos pensaban que la única manera de hacer grandes cambios en Colombia era por la vía de la revolución. Después de la Constitución y de sus desarrollos -aún incompletos-, quedó claro que las vías democráticas permiten hacer transforma106 Al respecto ver el libro clásico de Clinton Rossiter, Constitutional Dictatorship: Crisis government in Modern Democracies, Harcourt, Brace & World, New York, 1963. 178 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social ciones de gran envergadura. No es extraño, entonces, que el apoyo a la guerrilla y al paramilitarismo haya caído a sus niveles más bajos, y que el apoyo a las Fuerzas Militares se encuentre en sus niveles más altos. Eso hay que celebrarlo, sin olvidar que el origen de esta tendencia, que se ha sostenido también por otros factores, estuvo en el proceso constituyente de 1991. A la Corte Constitucional se le ha confiado mantener en alto la bandera en esa batalla continua por la legitimidad democrática, para preservar el equilibrio. Pienso que así lo ha hecho, al defender unos límites básicos que no pueden ser traspasados en ningún tiempo. ¿Cuáles son estos límites? En lo esencial, como lo señalé anteriormente, son cuatro: la prohibición de afectar de forma desproporcionada los derechos fundamentales, en particular su núcleo esencial; el principio de distinción entre civiles y combatientes; el principio de separación de poderes y el control de las actuaciones de las autoridades; y el principio de subordinación del poder militar al poder civil. Para ilustrar su trascendencia dentro del ordenamiento jurídico constitucional como un todo, voy a explicar brevemente su contenido y, a través de algunos ejemplos, la forma como la Corte les ha dado aplicación en materia de seguridad y defensa. * El primer límite básico es la prohibición de afectar de forma desproporcionada los derechos fundamentales de las personas (art. 1 y 214 de la Constitución). Ello debido a que el respeto por la dignidad humana y el deber estatal de proteger a las personas hacen que la preservación de los derechos fundamentales sea parte esencial del interés general, así como la preservación del orden público y el mantenimiento de condiciones de seguridad son un presupuesto del goce efectivo de tales derechos. La manera más sencilla de definir el principio de proporcionalidad es como una prohibición de exceso o de defecto. Los derechos sí pueden ser limitados. Pero una limitación a un derecho se convierte en una violación al mismo cuando es una restricción excesiva, así como una medida de protección desconoce el derecho cuando se queda demasiado corta y no alcanza a protegerlo en su núcleo básico. Ahora bien, como la Corte reconoce que en materia de orden público los medios de policía adecuados los define el Ejecutivo con base en el marco fijado por el Congreso, usualmente la Corte Ponencias y debates 179 Constitucional sólo declara inconstitucional una medida cuando es desproporcionada, y no cuando hubiera podido ser mejor o más proporcionada. Tomemos un ejemplo acerca de una libertad sagrada: la libertad de información. La Corte ha admitido que durante los estados de conmoción interior se pueden establecer límites a la libertad de información y de prensa, pero tales restricciones no pueden llegar hasta el punto de negarlo y que imposibilite su ejercicio, es decir, no pueden ser excesivas, y por ende desproporcionadas. En ese sentido, la Corte declaró la exequibilidad, en 1994107, del artículo de la Ley Estatutaria de los Estados de Excepción que permite al gobierno, durante la vigencia de un estado de excepción, establecer restricciones a la divulgación por los medios de comunicación de «informaciones que puedan generar un peligro grave e inminente para la vida de las personas, o incidir de manera directa en la perturbación del orden público»108: dada la concepción y diseño de esta norma y el contexto de alteración del orden público que justifica la declaratoria de conmoción interior, la Corte aceptó que es proporcionado imponer este tipo de restriccio- 107 108 Sentencia C-179 de 1994, M.P. Carlos Gaviria Díaz. Las normas revisadas eran del siguiente tenor: Artículo 27. «Medios de comunicación. El Gobierno podrá establecer mediante decretos legislativos restricciones a la prensa escrita, la radio o la televisión, de dilvulgar informaciones que puedan entorpecer el eficaz desarrollo de las operaciones de guerra, poner en peligro la vida de personas o claramente mejorar la posición del enemigo, conductas que serán sancionadas por grave irresponsabilidad social, con las medidas previstas en el respectivo decreto. // Cuando mediante la radio, la televisión, o por proyecciones cinematográficas, se pueda afectar en forma grave e inminente el eficaz desarrollo de las operaciones de guerra, o se divulgue propaganda en beneficio del enemigo o se haga su apología, el Gobierno como respuesta a la grave irresponsabilidad social que esas conductas comportan, podrá suspender las emisiones o proyecciones y sancionar, a los infractores, en los términos de los decretos legislativos pertinentes.// El Gobierno podrá utilizar los canales de televisión o las frecuencias de radio cuando lo considere necesario.// El Gobierno podrá suspender temporalmente los servicios de radiocomunicaciones de redes públicas o privadas. (...)». Artículo 38. «Facultades. Durante el estado de conmoción interior el Gobierno tendrá además la facultad de adoptar las siguientes medidas: (...) c) Establecer, mediante decretos legislativos, restricciones a la radio y la televisión de divulgar informaciones que puedan generar un peligro grave e inminente para la vida de las personas, o incidir de manera directa en la perturbación del orden público, conductas que serán sancionadas por grave irresponsabilidad social, con las medidas previstas en el respectivo decreto.// El Gobierno podrá utilizar los canales de televisión o las frecuencias de radio, cuando lo considere necesario.// El Gobierno podrá suspender temporalmente los servicios de radiocomunicaciones de redes públicas o privadas.(...)». 180 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social nes al ejercicio de la libertad de información, ya que ello es conducente para lograr la finalidad de restablecer y preservar la paz, y no implica un sacrificio excesivo de garantías constitucionales en tales circunstancias extremas. Una situación similar se presenta con las restricciones concretas a las libertades de información y comunicación. Mediante el Decreto Legislativo No. 1812 de 1992, dictado durante la vigencia de un estado de conmoción interior, se prohibió la difusión, por medios de radiodifusión sonora o audiovisual, de comunicados provenientes de grupos armados al margen de la ley, así como de entrevistas con miembros activos de organizaciones guerrilleras o vinculadas al narcotráfico; igualmente se prohibía la transmisión en directo, por la radio o la televisión, de hechos de terrorismo, subversión o narcotráfico, mientras éstos estuvieran ocurriendo109. Al revisar la constitucionalidad de este decreto110, la Corte consideró que se trataba de limitaciones razonables a la libertad de expresión, que no desconocían su núcleo esencial, siempre y cuando no se coartara la libertad de los medios de informar al respecto -sin transmitir en vivo y en directo los hechos o entrevistas en cuestión- puesto que con ellas se buscaba preservar el orden público en un contexto de grave alteración institucional. Sin embargo, cuando una medida idéntica fue adoptada mediante una ley ordinaria dictada posteriormente para estados de normalidad -la Ley 104 de 1993-111, la 109 110 111 El texto de las normas en cuestión era el siguiente: «ARTÍCULO 1º Prohíbese la difusión total o parcial, por medios de radiodifusión sonora o audiovisual, de comunicados que se atribuyan o provengan de grupos guerrilleros y demás organizaciones delincuencias vinculadas al narcotráfico y al terrorismo. Dichos medios solo podrán informar al respecto. (...) ARTÍCULO 3º Por la radio y la televisión no se podrá divulgar entrevistas de miembros activos de organizaciones guerrilleras o vinculadas al narcotráfico. ARTÍCULO 4º Por los servicios de radiodifusión sonora y de televisión prohíbese la transmisión en directo de hechos de terrorismo, subversión o narcotráfico mientras estén ocurriendo». Sentencia C-033 de 1993, M.P. Alejandro Martínez Caballero. El texto de las normas era el siguiente: «Artículo 94. Prohíbese la difusión total o parcial sin autorización previa del Ministro de Comunicaciones, por medios de radiofusión sonora o audiovisual, de comunicados que se atribuyan o provengan de grupos guerrilleros y demás organizaciones delincuenciales vinculadas al narcotráfico y al terrorismo. Dichos medios sólo podrán informar al respecto. (...) Artículo 97. Prohíbese la transmisión, por los servicios de radiofusión sonora y de televisión, de hechos de terrorismo, subversión o narcotráfico, mientras estén ocurriendo». Ponencias y debates 181 Corte consideró que se trataba de limitaciones al derecho de información que, por su severidad, debían ser objeto de una ley estatutaria y proporcionada; como la Ley 104 de 1993 era de naturaleza ordinaria y no ajustó el alcance de la limitación para tiempos de normalidad, tales medidas fueron declaradas inexequibles112. La proporcionalidad de las medidas se evalúa, entonces, haciendo referencia necesaria a las circunstancias fácticas que constituyen el contexto en el cual habrán de surtir efecto, así como a la finalidad que con ellas se persigue113. Por ello, en razón del principio de proporcionalidad, una misma norma puede ser constitucional en un contexto -una crisis de orden público- e inconstitucional en otro -tiempos de normalidad institucional. Otro ejemplo lo brinda precisamente el derecho que provocó la confrontación institucional en tiempos de Abraham Lincoln: el habeas corpus. En Colombia, este derecho sí puede ser restringido, pero de manera proporcionada a la gravedad de la perturbación y a la finalidad legítima de la medida. Así, en 1992 un decreto de conmoción interior dispuso que para los delitos de competencia de los jueces regionales el recurso de Habeas Corpus no sería procedente «para efecto de revisar la legalidad de las providencias que hubieren decidido sobre la privación de la libertad» ni para invocar «las causales de libertad provisional». Esta medida excepcional y muy severa fue declarada constitucional ya que había sido adoptada por decreto de conmoción interior para hacerle frente a la eventualidad de una salida de las cárceles de las personas que habían sido detenidas por su pertenencia a grupos armados ilegales o de narcotraficantes, durante la etapa de transición constitucional114; pero posteriormente, en 1999, se declaró que la extensión de dicha 112 113 114 Sentencia C-425 de 1994, M.P., José Gregorio Hernández Galindo. Sentencia C-1024 de 2002, M.P., Alfredo Beltrán Sierra, en la que se afirmó: «No queda duda alguna de que la limitación a la libertad de prensa, ya sea para restringir o dificultar el acceso a la información o a los sitios donde se producen acontecimientos que puedan ser objeto de investigación periodística destinada a su divulgación entre la opinión pública, tanto nacional como extranjera, no puede ser establecida por la ley en estados de normalidad, pues con ello se violarían las garantías constitucionales anteriormente mencionadas.» Decreto 1156 de 1992, art. 3, declarado exequible mediante la sentencia C-557 de 1992 (M.P. Simón Rodríguez Rodríguez): 182 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social regla a los tiempos de normalidad institucional sería contraria a la Constitución: en términos de la Corte, «tal decisión se refiere a una norma propia de los Estados de Excepción y que, por tanto, no puede ser simplemente extendida para definir el alcance del artículo 30 de la Constitución en tiempos de normalidad institucional»115. Cabe anotar que en este aspecto ocurrió algo especial, igualmente revelador de cómo la Corte ha interpretado la Constitución prestándole debida atención a las particularidades de cada contexto. En la sentencia C-466 de 1995, en la que se declaró inconstitucional un decreto declarativo del estado de conmoción interior116, se rechazó como insuficiente la motivación invocada por el gobierno para instaurar tal estado de excepción, a saber, la grave congestión al interior de los despachos judiciales, así como las debilidades del sistema carcelario, en virtud de las cuales era inminente la salida de un alto número de detenidos de las cárceles, tanto por la incapacidad del sistema penitenciario y carcelario para evitar las constantes fugas, como por vencimiento de términos. En otras palabras, la medida adoptada en 1992 para evitar la salida de un alto número de presos de las cárceles como consecuencia de circunstancias coyunturales específicas, que fue declarada constitucional por la Corte en ese contexto histórico particular, se consideró insuficiente tres años después para justificar la declaratoria de otro estado de conmoción interior, puesto que para este momento, ya constituía una manifestación de fallas estructurales y crónicas en el sistema judicial y penitenciario, y no una circunstancia extraordinaria en la etapa de transición institucional -fruto de la nueva constitución y de sus desarrollos legislativos- que debía ser atendida con medios excepcionales para preservar el orden público117. 115 116 117 Sentencia T-260 de 1999, M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz. Decreto 1370 de 1995. En este mismo sentido, la Corte ha considerado que medidas restrictivas de los derechos fundamentales, impuestas por motivos de orden público, son constitucionales en la medida en que resultan proporcionadas por la finalidad que persiguen. Así, en la sentencia en que se examinó la constitucionalidad del Decreto Legislativo 2002 de 2002, se afirmó expresamente que la adopción de medidas como el toque de queda o los retenes militares, que limitan el derecho a la libre circulación, no contrarían la Carta durante los estados de excepción, siempre y cuando se respeten los principios de finalidad y proporcionalidad establecidos en la Ley Estatutaria de los Estados de Ponencias y debates 183 Otro ejemplo de la forma como funciona el principio de proporcionalidad se aprecia en la posibilidad que tienen los organismos de seguridad y la fuerza pública de realizar registros domiciliarios o allanamientos sin autorización judicial, que fue considerada como una medida proporcionada por la Corte durante los estados de conmoción interior, dadas las necesidades imperiosas de orden público que justifican dicho estado de excepción, pero no así durante tiempos de normalidad institucional, caso en el cual constituiría una medida desproporcionada, lesiva de los límites básicos trazados por la Constitución actualmente vigente. Así, al pronunciarse acerca de la constitucionalidad de la Ley Estatutaria de Estados de Excepción118, la Corte admitió la posibilidad de que durante los estados de conmoción interior se lleven a cabo registros domiciliarios sin orden previa de autoridad judicial competente, puesto que dicha orden no es necesaria cuando existan motivos fundados para proceder, entre los cuales se incluye la protección de un derecho fundamental en peligro grave e inminente; ello, siempre y cuando se diera cumplimiento a los principios mínimos fundamentales que se han reseñado, y a los demás requisitos establecidos por la Ley Estatutaria citada. En idéntico sentido, al examinar la constitucionalidad del Decreto Legislativo 2002 del 9 de septiembre de 2002119, dictado por el Presidente de la República en virtud de sus facultades bajo el estado de conmoción interior, la Corte no se opuso a la posibilidad de llevar a cabo inspecciones o registros domiciliarios sin autorización judicial previa, cuando existan circunstancias que imposibiliten su obtención, y sea urgente su realización; sin embargo, declaró la inconstitucionalidad de la disposición respectiva del decreto por la imprecisión con la cual había sido formulada. La disposición en cuestión era tan vaga que no quedaba claro cuál era 118 119 Excepción, así como la necesaria conexidad con los motivos que dieron origen a la declaratoria de anormalidad . En la misma oportunidad se avaló la constitucionalidad de la facultad otorgada a los miembros de la Fuerza Pública para capturar preventivamente sin orden judicial previa a los conductores y auxiliares de transporte que ingresen, transiten o salgan de las zonas de rehabilitación, ante la existencia de un indicio sobre su intención de auxiliar a los grupos delictivos, siempre y cuando tal indicio fuera grave y se diera cumplimiento a los requisitos señalados en la Ley Estatutaria para la realización de capturas. Sentencia C-179 de 1994, M.P. Carlos Gaviria Díaz. Sentencia C-1024 de 2002, M.P. Alfredo Beltrán Sierra. 184 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social la autoridad competente para realizar tales inspecciones o registros, ni la que estaba encargada de calificar la urgencia de la medida, lo que sí desconocía el núcleo esencial de derecho a la inviolabilidad domiciliaria y constituía, por lo mismo, una norma que creaba un riesgo desproporcionado para los derechos. En esa misma decisión, se declaró la constitucionalidad de la norma que suspendía la vigencia del requisito de autorización judicial previa para la realización de allanamientos y registros a bienes inmuebles no domiciliarios, naves o aeronaves, siempre y cuando se entendiera que dicha medida únicamente procedía con relación a la investigación y juzgamiento de los delitos directamente relacionados con la declaratoria de conmoción interior, o que se cometan para mantener la perturbación del orden público que le dio origen. Pero al aplicar la misma regla de proporcionalidad, la Corte determinó, en la sentencia C-024 de 1994, que no es posible en tiempos de normalidad llevar a cabo allanamientos domiciliarios sin que exista una orden judicial previa que así lo autorice, salvo hipótesis muy excepcionales en las cuales, por no existir otra alternativa, tal medida resulta proporcional y respetuosa de los límites básicos señalados120. Respecto de la identificación de personas ha sucedió algo paradójico: algunas normas ordinarias han sido válidas pero otras no. En estos casos, el problema ha sido que el diseño de la medida limitante de los derechos a la intimidad fue demasiado invasiva en un caso, pero proporcionada en otro. En la sentencia C-422 de 2002121, se declaró que con el fin de asegurar el debido cumplimiento de los fines del Estado, en particular los que atañen al mantenimiento del orden público, el legislador puede facultar a las autoridades administrativas de policía para que establezcan, por me120 121 Por ejemplo, cuando quien está a punto de ser objeto de una detención preventiva se refugia en domicilio ajeno. Esta fue la única hipótesis señalada por la Corte en la que procede un allanamiento sin autorización judicial. M.P. Álvaro Tafur Galvis. La norma acusada decía: «Artículo 31. El que requerido por funcionario o empleado público en ejercicio de sus funciones, declare falsamente o rehúse dar datos sobre la identidad, estado u otras generalidades de la ley acerca de su propia persona o de otra conocida incurrirá en multa de cien a quinientos pesos.» Fue declarada exequible con el siguiente condicionamiento: «en el entendido que dicha norma se refiere a los requerimientos de información hechos por las autoridades administrativas en ejercicio de funciones administrativas y que el requerido podrá abstenerse de suministrar información que lo autoincrimine». Ponencias y debates 185 dios idóneos respetuosos de los derechos fundamentales, la identidad y las condiciones personales de los asociados, y requerir los datos necesarios para lograr objetivos de interés general; por lo mismo, se declaró la constitucionalidad de la disposición que consagraba como contravención especial rehusarse a suministrar datos acerca de identidad, estado civil, dedicación u otras generalidades de ley, no sólo relacionados con la propia persona sino también con otra conocida, a las autoridades competentes que soliciten dicha información, sin que ello implique per sé una violación del derecho a la intimidad. Si ello es así de ordinario es lógico inferir que también es constitucionalmente viable establecer medidas similares en condiciones especiales de orden público; sin embargo, también en tales circunstancias estas decisiones deben ser proporcionales al fin buscado. En este orden de ideas, al estudiar el sistema de control poblacional establecido por la Ley de Seguridad para los llamados «teatros de operaciones», en virtud del cual todos los habitantes de la zona debían registrar su identidad, ocupación y domicilio, así como los cambios en su residencia, la Corte consideró que era excesivo exigir a las personas suministrar toda esa información acerca de asuntos tan detallados, sin garantías acerca de la utilización y destino de esa información y sin que se hubiera demostrado en el proceso una razón clara de orden público que así lo justificara122. • El segundo principio básico que obra como límite a las políticas y planes de seguridad y defensa es, como dije anteriormente, el principio de distinción, consagrado por el derecho internacional humanitario e incorporado al orden interno en virtud de los artículos 93 y 214 de la Carta Política. Este principio obliga a distinguir entre quienes tienen la calidad de combatientes y quienes no la tienen, y ordena que los no combatientes no sean objetivo de acciones bélicas. La Corte ha señalado que quienes se alzan en armas contra el Estado no son, obviamente, civiles sino grupos armados irregulares que pueden legítimamente ser objetivo de las acciones de la fuerza pública; así lo reiteró reciente122 Sentencia C-251 de 2002, MM.PP. Eduardo Montealegre Lynett, Clara Inés Vargas Hernández y Manuel José Cepeda Espinosa. 186 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social mente a propósito del tratado acerca de la Corte Penal Internacional 123 . En aplicación del principio de distinción, la Corte Constitucional ha afirmado que es contrario a la Carta involucrar por decisión estatal a la población civil en el conflicto armado, exponiéndola a ataques militares124; e igualmente ha señalado que si bien las estrategias y políticas de seguridad y defensa pueden exigir la colaboración de los particulares, a través de mecanismos de cooperación con la administración de justicia o con la fuerza pública, tales deberes no pueden ubicar a las personas en una posición tal que las obligue a alinearse con una de las partes en el conflicto y exponerse indebidamente, en consecuencia, a los ataques de la otra parte en la confrontación. Así, por ejemplo, la Corte consideró que el deber ciudadano de ser jurado de votación no puede extremarse hasta el punto de exponer a las personas a ataques directamente relacionados con el conflicto armado -en el caso que comento, a una amenaza contra los jurados de votación en cierta localidad ampliamente difundida por la guerrilla-, pues ello conllevaría el desconocimiento del principio de distinción125. Asimismo, al revisar la constitucionalidad del Decreto Legislativo 2002 de 2002, la Corte determinó que la asignación de un fiscal, una unidad del Cuerpo Técnico de Investigaciones de la Fiscalía y un agente especial del Ministerio 123 124 125 Sentencia C-578 de 2002, M.P. Manuel José Cepeda Espinosa. En ese mismo sentido, en la sentencia C-225 de 1995 (M.P. Alejandro Martínez Caballero), al revisar la constitucionalidad del Protocolo II de Ginebra, la Corte reconoció implícitamente el carácter de combatientes de estos grupos, al afirmar que están vinculados por las normas del Derecho Internacional Humanitario: «la obligatoriedad del derecho internacional humanitario se impone a todas las partes que participen en un conflicto armado, y no sólo a las Fuerzas Armadas de aquellos Estados que hayan ratificado los respectivos tratados. No es pues legítimo que un actor armado irregular, o una fuerza armada estatal, consideren que no tienen que respetar en un conflicto armado las normas mínimas de humanidad, por no haber suscrito estos actores los convenios internacionales respectivos, puesto que -se repite- la fuerza normativa del derecho internacional humanitario deriva de la universal aceptación de sus contenidos normativos por los pueblos civilizados y de la evidencia de los valores de humanidad que estos instrumentos internacionales recogen. Todos los actores armados, estatales o no estatales, están entonces obligados a respetar estas normas que consagran aquellos principios mínimos de humanidad que no pueden ser derogados ni siquiera en las peores situaciones de conflicto armado». Sentencia C-225 de 1995, fundamento 30. Sentencia SU-747 de 1998, M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz. Ponencias y debates 187 Público a las «unidades operativas menores» de las Fuerzas Militares «con dedicación exclusiva»126 contrariaba el principio de distinción, en la medida en que tales funcionarios civiles adquirirían el carácter de miembros permanentes de tales unidades militares que realizan operaciones de combate127. • El tercer principio intangible defendido por la Corte en esta materia es el de la separación de poderes, y su consecuencia necesaria en un Estado democrático de derecho, a saber, la necesidad de respetar la independencia de las ramas y el sistema de frenos y contrapesos en virtud del cual la actividad de las distintas ramas y órganos del poder público esté recíprocamente limitada y se encuentre sometida a los diversos controles previstos por la Constitución y la ley. En esa medida, la Corte ha admitido que corresponde al Presidente de la República una responsabilidad central dentro de la función de conservar el orden público, y que los diversos órganos del Estado deben colaborar armónicamente para la realización de este fin, pero que las políticas y programas de seguridad y defensa no pueden llegar hasta el extremo de sujetar a todos los organismos del Estado a la voluntad del gobierno, puesto que ello vulneraría el principio de separación de poderes. Igualmente, la Corte ha sido consistente en retirar del ordenamiento todas las facultades en materia de seguridad y defensa que no estén sometidas a controles claros por parte de las instancias competentes. El principio de separación de poderes también está relacionado con el carácter profesional de la Fuerza Pública, y la naturaleza exclusiva de la función a ella asignada, que no puede ser delegada en otros órganos del Estado, ni en los particulares. 126 127 La norma en cuestión era del siguiente tenor: «Artículo 1°. Funcionamiento coordinado de las autoridades públicas. La Fiscalía General de la Nación y la Procuraduría General de la Nación designarán en cada una de las unidades operativas menores o sus equivalentes de las Fuerzas Militares, con dedicación exclusiva, por lo menos un fiscal y una unidad del Cuerpo Técnico de Investigación y un agente especial del Ministerio Público.// Su misión será la de acompañar, en ejercicio de las funciones propias de su cargo, las operaciones de la Fuerza Pública, sin que esto se constituya en requisito para adelantar dichas operaciones.// La Fuerza Pública tomará las medidas necesarias para proteger la integridad física de los funcionarios mencionados que acompañen las operaciones». Sentencia C-1024 de 2002, M.P. Alfredo Beltrán Sierra. 188 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social En defensa del principio de separación de poderes, la Corte declaró la inexequibilidad de la figura del «poder nacional» en la cual estaba basada la Ley de Seguridad, puesto que en virtud de su concepción y diseño, la totalidad de los órganos constitutivos del Estado, así como la ciudadanía, quedarían sometidos a la dirección última del Presidente de la República en todas las materias relacionadas con la seguridad y defensa nacionales. De acuerdo con el diseño establecido por dicha Ley, el poder nacional estaría compuesto por todos los órganos del Estado, que incluye la rama legislativa y la rama judicial, y quedaría bajo la dirección del Presidente de la República y el Consejo Nacional de Seguridad y Defensa, este último integrado mayoritaria y básicamente por miembros del poder ejecutivo; por su potencial incidencia sobre la totalidad de los ámbitos de la vida nacional, el poder nacional, así definido y diseñado en la ley citada, sería el equivalente de un «suprapoder» con la facultad de subordinar a las demás ramas del poder público en lo concerniente a la consecución de ciertos «objetivos nacionales», definidos también por el Ejecutivo no por el Congreso como órgano pluralista de representación nacional. Este esquema desconocía, de entrada, el principio elemental de separación de poderes, así como el sistema de frenos y contrapesos entre las ramas del poder público que es consustancial a una democracia constitucional; por tal motivo, no porque la Constitución prohiba una ley de seguridad ni porque esté prohibido estimular la colaboración de las ramas del poder público para la realización de los fines del Estado (artículo 113 C.P.), ante un diseño de la ley manifiestamente contrario al principio de separación de poderes, la Corte declaró la inexequibilidad de la figura del poder nacional y de los órganos y reglas que los desarrollaban. • Por último, el cuarto límite constitucional básico aplicado por la Corte en temas de seguridad y defensa es el de la subordinación del poder militar al poder civil. En efecto, como consecuencia del cometido estatal esencial de preservar el orden público interno, es indispensable que el uso de las armas sea monopolizado por el Estado, y que tal monopolio sea asignado a un cuerpo profesional público que asegure la convivencia pacífica mediante el ejercicio legítimo de la coacción. Pero la Constitución tam- Ponencias y debates 189 bién ordena que la Fuerza Pública se encuentre sometida a la dirección del poder civil, para asegurar que el Presidente de la República, elegido por el pueblo, adopte las decisiones de alto contenido político y estratégico en materia de orden público128. En consecuencia, la Corte Constitucional ha defendido en repetidas ocasiones la potestad presidencial de orientar a las Fuerzas Militares y dirigir las políticas de defensa del Estado, en virtud de las cuales éste «ejerce su autoridad para ordenar, coordinar, dirigir la actuación de la fuerza pública, la definición de los grandes planteamientos de política militar y la determinación de la presencia o el retiro de las tropas en todo el territorio colombiano»129. Es en aplicación de este principio que la Corte ha declarado la inconstitucionalidad de las normas en materia de seguridad y defensa que subordinan, directa o indirectamente, el poder civil a las autoridades militares, o las que terminan por desconocer el carácter profesional de las Fuerzas Armadas y su misión exclusiva de garantizar el orden público, y traslada esta función a los particulares. Fue en defensa del principio elemental de subordinación del poder militar al poder civil, entre otras razones, que la Corte declaró inexequible el diseño de los planes de seguridad y defensa establecido en la Ley de Seguridad, bajo la figura del «planeamiento» o determinación de los objetivos del sistema de seguridad y defensa, así como de los planes y programas para alcanzarlos. La Corte constató que este proceso de planeamiento estaba estructurado de una forma tal que los objetivos del sistema de seguridad y defensa -que por su amplio alcance podían terminar refiriéndose a asuntos políticos, económicos y sociales-, así como los planes y programas necesarios para alcanzarlos, eran elaborados por los altos mandos militares y sólo posteriormente eran entregados al Presidente de la República para su «aprobación»130. Así, el presidente pasaba a jugar un papel secundario en el diseño de las políticas y planes de segu128 129 130 Es por esta razón que la Constitución Política establece la dirección de la Fuerza Pública por parte del presidente, quien es su Comandante Supremo (art. 189, C.P.), y así mismo establece el carácter no deliberante de las Fuerzas Armadas, las cuales sólo podrán reunirse por orden de autoridad legítima (art. 219, C.P.). Sentencia C-041 de 2001, M.P. Eduardo Montealegre Lynett. Ley 684 de 2001, Artículo 54. 190 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social ridad y defensa, y, además, se erosionaba el principio del carácter no deliberante de la Fuerza Pública, puesto que materias de contenido netamente económico, político y social eran sustraídas del ámbito decisorio de los órganos civiles de elección popular, para ser determinadas por estos planes militares de seguridad. Así mismo, fue en atención al principio de primacía del poder civil, que la Corte declaró la inconstitucionalidad de la figura del teatro de operaciones prevista en la Ley de Seguridad, en la medida en que, según el diseño previsto en dicha ley, en las áreas declaradas como tales, el comandante militar que asumiera el control operacional podría ser encargado por el presidente de la ejecución de sus órdenes, que se aplicarían de forma inmediata y preferente sobre las de los gobernadores y alcaldes respectivos, con lo cual se terminaba por subordinar a estos mandatarios civiles a las decisiones del comandante militar respectivo. No sobra resaltar que la propia Constitución -en atención a las necesidades de orden público colombianas- reguló en detalle el tema, y previó que son las órdenes emitidas por el propio presidente las que prevalecen en cualquier lugar del territorio, por encima de las de los gobernadores y los alcaldes (art. 189, 303 y 315, C.P.). También en aplicación de este principio, en lo relacionado con la especialización de la Fuerza Pública, la Corte ha rechazado el ejercicio, por parte de particulares, de las actividades propias de las agencias de inteligencia del Estado, o la posesión y uso de armas de uso exclusivo de las fuerzas militares, por ser contrarias a la regla del monopolio de las armas en cabeza del Estado establecido en el artículo 216 de la Carta Política131. Para recapitular tomemos algunos ejemplos ilustrativos de la forma como los límites constitucionales básicos que he señalado operan conjuntamente en tiempos de normalidad y de excepción. El primero de ellos es la figura que la Ley de Seguridad llamada «teatros de operaciones», esto es, zonas geográficas del país claramente delimitadas y sujetas de forma temporal, por motivos de preservación del orden público, a un mayor grado de medidas coerciti- 131 Sentencia C-038 de 1995, M.P. Alejandro Martínez Caballero. Ponencias y debates 191 vas. La Corte ha aceptado de manera reiterada que este tipo de figuras son constitucionalmente aceptables -en tanto que son medidas de organización que persiguen una finalidad legítima-, incluso en tiempos ordinarios, siempre y cuando su aplicación se lleve a cabo con respeto por los principios y límites básicos mencionados132. Empecemos por recordar que en 1996133 la Corte revisó la constitucionalidad del Decreto Legislativo 717 del mismo año, expedido durante la vigencia de un Estado de Conmoción Interior, en virtud del cual se regulaba la posibilidad de establecer «zonas especiales de orden público», definidas como áreas geográficas en las que era necesaria la aplicación de una o más medidas excepcionales, con el fin de «restablecer la seguridad y la convivencia ciudadanas afectadas por las acciones de las organizaciones criminales y terroristas»; en dicha oportunidad, la Corte afirmó expresamente que las «zonas de orden público» no sólo no contrarían los mandatos de la Constitución, sino que materializan lo allí dispuesto acerca de los fines de la actividad estatal, entre los cuales se cuenta la preservación de la integridad territorial, la garantía de la convivencia pacífica y la protección de la ciudadanía. En esa medida, caracterizó la delimitación de este tipo de zonas como instrumentos que contribuyen a conjurar graves alteraciones del orden público, y afirmó por ende que tienen su razón de ser «en la necesidad de adoptar medidas excepcionales en aquellas áreas geográficas del territorio nacional en que las acciones de las organizaciones criminales y terroristas han presentado un incremento significativo de violencia y 132 133 Sentencia C-251 de 2002, Magistrados Ponentes, Eduardo Montealegre Lynett y Clara Inés Vargas Hernández. La Corte dijo: «Con base en lo anterior, cabría concluir que la figura del teatro de operaciones no es en sí misma inconstitucional. Por el contrario, ésta termina siendo una herramienta a través de la cual es materializada una de las funciones del Estado frente a la Sociedad. En este sentido, por medio de la figura, el Estado cumpliría con uno de sus objetivos, como es el de asegurar y prevenir que los sustentos y pilares en los que está fundado el Estado, no sean puestos en riesgo. El Presidente bien podría establecer directamente la delimitación de un espacio geográfico en el cual deban ser desarrolladas operaciones militares para salvaguardar y proteger el orden institucional, pues esa facultad encuentra sustento en el expreso mandato del artículo 189 numeral 4 que estipula que corresponde al Presidente de la República «conservar en todo el territorio el orden público y restablecerlo donde fuere turbado». Como es bien sabido, antes de la expedición de la ley acusada, el presidente delimitaba teatros de operaciones, en ejercicio de su facultad como comandante supremo de las Fuerzas Armadas, y como responsable de conservar y restablecer el orden público en todo el territorio (CP art. 189 ords 3° y 4°).» Sentencia C-295 de 1996, M.P. Hernando Herrera Vergara. 192 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social desestabilización». Incluso aceptó la constitucionalidad de la delegación efectuada por el Presidente de la República en tal decreto legislativo en cabeza de los gobernadores, quienes quedarían facultados para delimitar las zonas especiales de orden público en sus departamentos, siempre y cuando con ello no se desconociera que el mantenimiento y el restablecimiento del orden público continuaban siendo funciones propias del primer mandatario nacional (art. 189, C.P.). Sin embargo, también dijo la Corte que el establecimiento de estas zonas debía cumplir con ciertos requisitos constitucionales básicos; por ejemplo, señaló que la definición legal de la figura debía dejar en claro cuáles eran los motivos específicos que podían conducir a su instauración, para que así las distintas autoridades que debían intervenir en la misma tuvieran un parámetro y un fundamento legal lo suficientemente sólido y específico, de forma tal que se evitara «dejar al arbitrio de las autoridades administrativas la creación de las zonas de orden público»; es decir, la Corte rechazó la posibilidad de que la figura de las zonas de orden público se convirtiera en una autorización para que una autoridad administrativa tomara las decisiones que le corresponde adoptar a una norma con rango de ley, en aplicación de los principios de separación de poderes y legalidad. Igualmente, la Corte consideró inconstitucional la exigencia de que la delimitación de las zonas especiales de orden público se efectuara a solicitud directa del Comandante Militar de la correspondiente Unidad Operativa, puesto que esto desconocía la subordinación de las Fuerzas Armadas al poder civil encabezado por el Presidente de la República. En esta misma línea, como señalé, al revisar la constitucionalidad de las medidas previstas para tiempos de normalidad en la Ley de Seguridad, la Corte se pronunció acerca de el «teatro de operaciones», definido en este estatuto como un área geográfica en la que se habían de desarrollar «las operaciones militares que estén contenidas en los Planes Estratégicos y Tácticos para el cumplimiento de la misión constitucional de la Fuerza Pública». Correspondía al Presidente de la República, mediante acto administrativo, decretar, activar y delimitar los teatros de operaciones, así como nombrar sus comandantes, fijar sus atribuciones y «establecer las medidas especiales de control y protección aplicables a la población civil y a los recursos objeto de protección ubicados en el área». Una vez delimitado el teatro de operaciones, el presidente dispondría que to- Ponencias y debates 193 dos los efectivos de la Fuerza Pública y los Organismos de Seguridad del Estado del área quedaran bajo el llamado «Control operacional» de un comandante militar asignado por el Presidente de la República, quien era encargado de ejecutar directamente las órdenes presidenciales, que se aplicaban de forma inmediata y preferente sobre las de los alcaldes y gobernadores del respectivo territorio. Asímismo, dicho comandante debía coordinar con las autoridades civiles el «registro de la población», e indicar la identidad, profesión u oficio y domicilio de todos los habitantes del área, así como los cambios de domicilio y los movimientos poblacionales en la zona. Para la Corte, no había reparo de constitucionalidad en contra de la figura del teatro de operaciones como tal; sin embargo, sí lo había contra las atribuciones otorgadas al comandante operacional de cada una de estas áreas, dado el diseño legislativo empleado en esta ley134. Por una parte, la aplicación preferente de las órdenes impartidas por los comandantes militares, constituía un desconocimiento del principio de subordinación de los mandos militares al poder civil, puesto que sujetaba a los alcaldes y gober134 Artículo 54. Teatro de operaciones. Se entiende por Teatro de Operaciones el área geográfica en donde, previo establecimiento de motivos fundados que hagan prever la posible amenaza o alteración del orden constitucional, la soberanía, la independencia y la integridad del territorio Nacional y se desarrollarán las operaciones militares que están contenidas en los Planes Estratégicos y Tácticos para el cumplimiento de la misión constitucional de la Fuerza Pública. El Presidente de la República podrá, mientras subsistan los motivos fundados de que trata el inciso anterior, decretar y activar Teatros de Operaciones militares, delimitar su extensión, nombrar sus comandantes, fijarles atribuciones y establecer las medidas especiales de control y protección aplicables a la población civil y a los recursos objeto de protección ubicados en el área, de conformidad con las normás establecidas por el Derecho Internacional Humanitario. Una vez delimitado el Teatro de Operaciones, el Presidente de la República dispondrá de inmediato que todos los efectivos de la Fuerza Pública y de los Organismos de Seguridad del Estado que operan en el área respectiva quedarán bajo Control Operacional. Al decretar el Teatro de Operaciones el Presidente de la República notificará a la Fiscalía General de la Nación, la Procuraduría General de la Nación y a la Defensoría del Pueblo. En los Teatros de Operaciones, el Presidente de la República, mediante orden escrita, podrá encargar de la ejecución de sus órdenes al Comandante que asuma el Control Operacional del área. Por lo tanto, las órdenes del Presidente de la República se aplicarán de manera inmediata y preferente, sobre las de los Gobernadores y Alcaldes de la zona, en concordancia con lo dispuesto en los artículos 303 y 315 de la Constitución Política. El Comandante que ejerza el Control Operacional coordinará con las autoridades civiles de la región el registro de la población, en el que se indique: identidad, profesión u oficio, y domicilio. Todo ciudadano que cambie de domicilio dentro de este Teatro Operacional o arribe a éste, deberá presentarse ante la autoridad civil respectiva en el sitio que para tal efecto se determine. 194 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social nadores a la dirección de los comandantes militares competentes. Por otra, el mecanismo de registro poblacional allí previsto planteaba un peligro claro e inminente de que el alcance de dicho control sobre la población civil fuera no sólo ejecutado, sino definido -en términos jurídicos, legislado- por el comandante militar del área135. La violación de los dos principios fundamentales en cuestión era clara; así, la figura del teatro de operaciones fue declarada inexequible, no por su naturaleza misma, sino por la inconstitucionalidad notoria de las facultades que a través de ella se confería a los comandantes militares del área. Así, se observa que la Corte ha declarado la inexequibilidad de las normas sobre defensa y seguridad nacional, no porque no admita ningún tipo de medidas restrictivas de los derechos constitucionales orientadas a preservar el orden público, sino porque dichas normas no dan cumplimiento a los requisitos mínimos establecidos por la Constitución Política y vulneran alguno de los límites constitucionales básicos que he mencionado anteriormente. El último episodio de esta situación respecto al mismo tema, es el Decreto 2002 de 2002, dictado en vigencia del último estado de conmoción interior, mediante el cual se estableció la necesidad de delimitar otras zonas, esta vez denominadas zonas de rehabilitación y consolidación, para efectos de conjurar las causas de la perturbación del orden público en ellas; si bien la Corte admitió expresamente la constitucionalidad de la restricción de ciertos derechos fundamentales en dichas zonas a través de decretos presidenciales, estableció que en virtud de lo dispuesto en la Constitución y en Ley Estatutaria de Estados de Excepción, tales decretos debían tener la naturaleza de decretos legislativos, y debían delimitar claramente las zonas en cuestión, para efectos de restringir su potencial efecto limitador de los derechos fundamentales; y en aplicación de esta misma regla, declaró la inconstitucionalidad de la norma bajo revisión, puesto que ésta no había establecido claramente cuáles eran las zonas de rehabilitación en cuestión, ni los motivos que justificaran cada una de las medidas restrictivas a imponer136. Se trató, así, de un defecto en la formulación del decreto, en virtud de cual 135 136 Sentencia C-251 de 2002. C-1024 de 2002 MP ABS Ponencias y debates 195 la Corte declaró su inexequibilidad, sin obstruir la posibilidad de establecer tales zonas de rehabilitación, tanto así que, en una sentencia posterior, la Corte declaró la constitucionalidad del decreto legislativo, dictado al amparo de la misma Conmoción Interior, que establecía las zonas de rehabilitación de Bolívar, Arauca y Sucre137, puesto que éstas habían sido adecuadamente delimitadas, y se había dado cumplimiento a los demás requisitos constitucionales y de la ley estatutaria. Un segundo ejemplo de cómo operan estos límites constitucionales de manera conjunta y concurrente es la creación de obligaciones. La Corte también se ha pronunciado acerca del alcance constitucional que se puede otorgar a la imposición de deberes a los particulares con relación a la preservación del orden público. Es claro que fue voluntad expresa del Constituyente imponer deberes constitucionales a los particulares -algo que es muy poco frecuente en el derecho constitucional en el ámbito mundial-; así, por ejemplo, la Constitución establece los deberes de apoyar a las autoridades democráticas en el mantenimiento de la independencia e integridad nacionales (art. 95-3, C. P.), el de propender por el logro y el mantenimiento de la paz (art. 95-6, C. P.), o el de tomar las armas cuando lo exijan las necesidades públicas para defender el orden institucional y la independencia nacional (art. 216). Pero según ha establecido la Corte, la imposición de éstos no sólo está sometida a la misma reserva legal que la regulación de los derechos constitucionales138, sino que debe cumplir con el mismo requisito de proporcionalidad, y además debe ser igualmente respetuosa de los límites básicos que he venido señalando. En ese sentido, la Corte ha afirmado que «los deberes exigibles a las personas no pueden hacerse tan rigurosos que comprometan el núcleo esencial de sus derechos fundamentales»139. En virtud de esta regla, la Corte ha reconocido, por ejemplo, que es lícito y deseable que el Estado adelante políticas y programas encaminados a luchar contra el secuestro, pero que este objetivo no 137 138 139 Sentencia C-122 de 2003, M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra. Sentencia T-125 de 1994. Sentencia SU-200 de 1997. 196 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social se puede perseguir a través de la imposición de deberes constitucionales desproporcionados a las personas, como el de abstenerse de pagar rescates, pues ello equivaldría a exigir el sacrificio de la vida y la libertad140. Desde otra perspectiva, también en conexión con el carácter limitado y proporcional de los deberes constitucionales, la Corte ha afirmado la existencia de una obligación ciudadana de prestar el servicio militar, y ha defendido el deber de prestar la obediencia debida a las órdenes del superior al interior de la organización castrense; pero también ha señalado reiteradamente la necesidad de armonizar las exigencias de la disciplina militar con el respeto por los derechos constitucionales fundamentales, en forma tal que el deber de obediencia, consagrado por la Constitución y esencial para el funcionamiento de la institución castrense, tiene un límite consistente en que nadie puede ser obligado al cumplimiento de órdenes manifiesta y expresamente lesivas de la vida y la integridad, como la de infligir tortura o tratos crueles a un detenido, o la de cometer actos de genocidio141. Con relación a la prestación del servicio militar, la Corte también ha afirmado que es constitucionalmente aceptable que el Estado llame a los reservistas a cumplir con esta obligación, tanto en tiempos de normalidad como en tiempos de excepción; así lo estableció en 1994142, al expresar de forma inequívoca que es lícito que la ley habilite a los reservistas «para el cumplimiento de sus deberes constitucionales, en lo que tiene que ver con su instrucción, entrenamiento, o para directamente cumplirlos, atendiendo requerimientos de orden público, en desarrollo de planes de movilización». Esta doctrina fue reiterada en la sentencia C-740 de 2001143, en la que se afirmó que «cuando el Gobierno decide llamar a sus reservas al servicio está ejerciendo las potestades y facultades que el constituyente le otorgó para el debido cumplimiento de los fines esenciales del Estado, entre los cuales está el de ‘defender la inde140 141 142 143 Sentencia C-542 de 1993. Corte Constitucional, Sentencia T-409/92 del 8 de junio de 1992. M.P. José Gregorio Hernández Galindo. Criterios reiterados en las sentencias C-225 de 1995 y C-578 de 1995. Sentencia C-511 de 1994, M.P. Fabio Morón Díaz. M.P. Álvaro Tafur Galvis. Ponencias y debates 197 pendencia nacional, mantener la integridad territorial y asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo’ (C.P., art. 2º)», hasta el punto en que «cuando una persona tiene la calidad de reservista de primera clase y es llamado al servicio, en los términos antes descritos, readquiere la calidad de militar en servicio activo, desde el mismo momento en que se formaliza dicho llamamiento», por lo cual puede ser juzgado por la jurisdicción penal militar en el evento de no cumplir con su deber de acudir al llamado en cuestión. A pesar de que la Corte admitió esta restricción de los derechos que es de gran magnitud -que consiste en que el civil que siendo reservista sea llamado a filas y no acuda pueda ser juzgado por un delito militar, no civil, denominado desobediencia de reservistasconsideró inconstitucional una limitación de los derechos aparentemente menor contenida en la Ley de Seguridad Nacional. En la sentencia en la que se revisó esta ley, se declaró inexequible la figura de la movilización allí prevista, puesto que ésta se definía como un «proceso permanente e integrado que consiste en aplicar en todo tiempo y en cualquier lugar del territorio nacional el conjunto de normas, preceptos, estrategias y acciones que permiten adecuar el Poder Nacional en la forma de organización funcional, en los sectores público y privado para atender y conjurar cualquier emergencia provocada por una calamidad pública o catástrofe natural»; asimismo, se establecía que no sólo todas las autoridades debían participar de manera activa en este proceso, sino que era deber de todos los ciudadanos colombianos, reservistas o no, acudir a la movilización decretada por el Presidente de la República. Las causas de la inconstitucionalidad de esta disposición eran, así, evidentes: en vez de tratarse de un proceso excepcional, la convocatoria a los ciudadanos a cumplir con sus deberes constitucionales por medio de la movilización era un proceso permanente, que operaba en todo tiempo y en todo el territorio nacional, que procedía sin causales determinadas en la ley y sin que la propia ley previera las obligaciones específicas del movilizado, ni las sanciones por incumplir tales obligaciones. Según expresó la Corte, esto equivalía a una autorización legal para movilizar a las personas «prácticamente para cualquier fin, y de cualquier forma, y para cumplir deberes que no se 198 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social encuentran precisados en las leyes»144, y lo que es más, se debía llevar a cabo de conformidad con los procesos de planeación estratégica y objetivos nacionales definidos por los altos mandos militares y el Ministerio de Defensa, con la aprobación del Presidente, que por ende desconocía el principio de subordinación de la fuerza pública al poder civil, así como el principio de distinción entre combatientes y no combatientes, ya que la incorporación de los particulares al «poder nacional», y su participación obligatoria en los procesos de movilización decretados por el presidente, acabaría por involucrarlos directamente en las hostilidades. Una concreción adicional de la forma en que la Corte ha aplicado las limitaciones constitucionales a la imposición de deberes a los particulares, es la que tiene que ver con el deber establecido en el artículo 95 de la Carta, en el sentido de «respetar y apoyar a las autoridades democráticas legítimamente constituidas para mantener la independencia y la integridad nacionales» (art. 95-3, C. P.). Así, en varias sentencias la Corte ha precisado que éste deber no puede llevarse hasta el extremo de que la persona que lo cumple se ponga en riesgo, dado el contexto dentro del cual presta su colaboración, por lo que se justifica -entre otras medidas- que el Estado establezca sistemas de compensación de dicho riesgo, como las recompensas monetarias para los colaboradores e informantes de la Administración de Justicia en materias relacionadas con el orden público145. Por otra parte, ha establecido que la imposición de deberes por parte de la ley encuentra un límite en principios constitucionales intangibles como los de especialización de la fuerza pública y distinción entre combatientes y no combatientes; en consecuencia, al declarar la constitucionalidad de la norma que creaba las llamadas Convivir u organizaciones comunitarias privadas de vigilancia y seguridad146, afirmó que éstas no podían utilizar armas de uso privativo de las Fuerzas Armadas, puesto que con ello se desnaturalizaría el ejercicio exclusivo de la coerción estatal por parte de la Fuerza Pública. 144 145 146 Tafur Galvis, Op. cit. Ver, entre otras, la sentencia C-683 de 1993 (M.P. Fabio Morón Díaz). Sentencia C-572 de 1997, M.P. Jorge Arango Mejía y Alejandro Martínez Caballero. Ponencias y debates 199 EL CARÁCTER REALISTA DE LAS DECISIONES DE LA CORTE EN LA MATERIA MUESTRA QUE EL MITO DE LA INDIFERENCIA NACE DE UNA DISTORSIÓN DE SUS SENTENCIAS El anterior panorama muestra, no que no puedan restringirse los derechos o que no pueda expedirse una ley de seguridad y defensa como equivocadamente lo han afirmado algunos, sino que la Corte ha sido consistente al defender la vigencia de ciertos principios básicos que deben ser aplicados, en todo caso, en materia de seguridad y defensa, para que las medidas sean compatibles con un Estado democrático de derecho y los derechos sean limitados sin ser violados por ser la limitación razonable, no desproporcionada. Pero, como señalé al principio de esta presentación, esta postura del juez constitucional no implica que éste no haya aprobado, en múltiples oportunidades, la adopción de medidas claramente restrictivas de los derechos individuales que, a primera vista, constituyen excepciones a la aplicación estricta y literal de algunos mandatos constitucionales; ello ha ocurrido tanto bajo la vigencia de estados de conmoción interior, como durante los períodos de normalidad, dado que las circunstancias reales en medio de las cuales se ha de cumplir el cometido estatal de preservar el orden público así lo exigen, y las medidas en cuestión son necesarias, razonables y proporcionadas. Esa es la realidad jurisprudencial. Pensar lo contrario es creer en el mito de la indiferencia de la Corte por la compleja situación de orden público que atraviesa el país. Así, por ejemplo, en la sentencia C-024 de 1994147, la Corte estableció que, con base en lo dispuesto por el artículo 28 de la Constitución, es posible que aun en tiempos de normalidad se detenga de manera preventiva a las personas sin que se haya proferido una orden judicial previa, no sólo en casos de flagrancia, sino también cuando existan hechos directamente relacionados con la aprehensión, que constituyan motivos fundados y urgentes para llevar a cabo la detención. Igualmente, al evaluar la constitucionalidad de la Ley de Seguridad148, la Corte afirmó que la regla de las 36 horas 147 148 M.P. Alejandro Martínez Caballero. Sentencia C-251 de 2002. 200 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social como límite máximo a la detención por vía administrativa podía tener excepciones. Según la Corte, la Constitución permite que quien sea capturado en flagrancia por las Fuerzas Militares pueda ser puesto a disposición de las autoridades judiciales en el término de la distancia, el cual puede ser superior al lapso de 36 horas prescrito por la Constitución. Dijo la Corte: «Frente a las formas de poblamiento del territorio colombiano o a los desplazamientos a los cuales se han visto sometidos los funcionarios judiciales, no puede exigirse al Estado que en este preciso momento histórico se asegure que, conforme a un mapa de tiempos, exista una autoridad judicial a una distancia no mayor de 36 horas desde cualquier punto del país. Empero, la legalidad de la captura, en estos eventos, depende de que las autoridades captoras realicen todas las diligencias y actos que efectivamente se dirijan a garantizar que en el término más breve posible la persona sea entregada a una autoridad judicial». Si esto está permitido de manera permanente, con mayor razón es admisible durante los estados de excepción. No obstante, precisamente por fallas en la concepción y diseño de las normas contenidas en un decreto de conmoción interior reciente, la Corte declaró inexequible una medida inspirada en la misma finalidad, por lo demás, expresamente autorizada en la Ley Estatutaria de los Estados de Excepción. En efecto, al evaluar la constitucionalidad de una disposición del Decreto Legislativo 2002 de 2002, según la cual era posible llevar a cabo la captura de un «sospechoso» sin que mediara autorización judicial, la Corte declaró su inexequibilidad no porque la hipótesis de captura sin autorización judicial fuera en sí misma contraria a la Carta, sino porque la norma incurría en un alto grado de vaguedad y ambigüedad, tanto por utilizar la noción de «persona sospechosa», como por la indeterminación de la autoridad competente para llevar a cabo la captura y para calificar la urgencia de la situación que la justificaba. Para la Corte, una norma no podía permitir que cualquier soldado capturara sospechosos sin orden judicial previa cuando ello le pareciera urgente. Habría sido, sin duda, demasiado dentro del marco de la Constitución vigente. También se aprecia realismo en la interpretación de la Constitución en materia de orden público en la tesis jurisprudencial de que la Constitución no exige que una persona haya cometido un delito o incurrido en la tentativa de cometerlo, para que pueda ser objeto Ponencias y debates 201 de interceptaciones o registro de comunicaciones. En otras palabras, la Corte admitió en 2002 que, en ciertas circunstancias y condiciones, hubiera interceptaciones telefónicas preventivas para evitar la comisión de delitos, así como que las pruebas resultantes luego puedan ser judicializadas, y declaró válido, en parte, el artículo 5 del Decreto 2002 de 2002149. Este realismo no es reciente. Se ha reflejado en el juicio de todos los decretos declarativos de un estado de conmoción interior. Por eso la Corte solicita usualmente al Ejecutivo que le presente los hechos que motivaron la declaración de la conmoción. En el cuadro acerca de las causas materiales que justifican la declaración de estos estados excepcionales se aprecia que la Corte ha admitido las siguientes: el tránsito súbito e inevitable de legislación de un código de procedimiento penal a otro, en la primera conmoción; la «agravación significativa» de una perturbación del orden público que ya existía, en la segunda conmoción; actos terroristas contra líderes y funcionarios popularmente elegidos, en la quinta conmoción; y un «cambio cualitativo en la naturaleza de los hechos de violencia» cometidos por grupos armados que existen de tiempo atrás, en la última conmoción interior (ver la tabla 4). Es más, la Corte, en aras del realismo -excesivo para quienes salvaron el voto- declaró constitucionales las polémicas Convivir. Dentro de las razones que dio estuvieron las siguientes: «...Sabido es que las organizaciones delictivas (todas sin excepción, sin importar su denominación o los motivos que sirvan de pretexto a sus actos delictuosos), representan una amenaza contra la comunidad y contra cada uno de sus miembros. Asesinatos, secuestros, extorsiones, actos terroristas, y, en suma, el empleo generalizado de la violencia contra el derecho, configuran la inseguridad social. La sociedad se encuentra ante una agre149 Sentencia C-1024 de 2002 ya citada. Dijo la Corte: «declárase inexequible el primer inciso del parágrafo de dicho artículo, en el entendido que la interceptación, registro o grabación de comunicaciones a que él se refiere, sólo puede realizarse cuando existan hechos externos e inequívocos dirigidos a la comisión de delitos relacionados con las causas de perturbación del orden público. Del mismo parágrafo, declárase inexequible su segundo inciso, en el entendido de que las grabaciones de comunicaciones interceptadas serán aportadas como prueba a los respectivos expedientes, en su integridad, sin dejar copias de las mismas en poder de quien las grabó, y las demás serán entregadas por la autoridad judicial a la persona a quien le fueron interceptadas y grabadas». 202 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social sión, actual o potencial, que reúne estas características: es colectiva, es organizada y es permanente... Pues bien: para hacer frente a esa agresión colectiva, organizada y permanente, la comunidad ejerce su derecho a la legítima defensa también de forma colectiva, organizada y permanente. (...) En el contexto del conflicto armado colombiano es posible crear organismos de protección civil, como pueden ser los propios servicios de vigilancia, sin violar la Constitución y sin desconocer las normas humanitarias. Y es razonable que así sea, pues la protección que el derecho internacional humanitario confiere a la población civil, en el sentido de que las partes no pueden convertirla en objetivo militar de sus ataques, no significa que ésta no pueda tomar por sí misma medidas de defensa. En síntesis, los servicios de vigilancia y seguridad privada, en general, y, en particular, los Servicios Comunitarios de Vigilancia y Seguridad Privada, son verdaderos «organismos de protección civil», expresamente previstos por las normas del Protocolo I»150. Puede afirmarse que la Corte Constitucional ha sido realista al aplicar los límites constitucionales y ha tomado en consideración los numerosos obstáculos impuestos por la realidad en la que actúan los organismos competentes, así como las necesidades propias del servicio, sin que con ello se permita el desconocimiento de los principios básicos establecidos en la Carta Política. La Corte sí ha tenido en cuenta la realidad. El mito de la indiferencia de la Corte por la realidad colombiana es eso: un mito, con todo lo que significa serlo. En esa medida, no puede afirmarse que la Constitución ni la jurisprudencia constitucional constituya un obstáculo para el adelantamiento efectivo de políticas, programas y medidas de seguridad y defensa; al contrario, la Corte ha contribuido a delimitar la órbita constitucional de aplicación de tales políticas, programas y medidas, al identificar los requisitos que deben cumplir para guardar armonía con la Constitución. Por tener en cuenta la compleja situación de orden público, la Corte ha llegado inclusive a admitir excepciones razonables a reglas constitucionales claras. 150 Sentencia C-572 de 1997, M.P. Jorge Arango Mejía y Alejandro Martínez Caballero. Ponencias y debates 203 La conmoción interior no ha sido esterilizada por la Corte Constitucional Miremos, para terminar, el segundo mito que mencioné al iniciar esta conferencia: el mito de la esterilización, según el cual el estado de conmoción interior que remplazó al viejo estado de sitio, fue debilitado por la Corte Constitucional. En efecto, para ciertos sectores de la opinión, la Corte parecería haberse dado reiteradamente a la tarea de obstruir las declaratorias presidenciales del estado de conmoción interior; pero como ya se dijo una mirada a las cifras revela precisamente lo contrario. Desde 1991, en Colombia se ha declarado el estado de conmoción interior seis veces; usualmente el decreto declarativo ha sido declarado exequible, y sólo en dos casos ha sido retirado del ordenamiento debido a que los motivos invocados por el Ejecutivo fueron en esencia fallas estructurales de la administración de justicia y del sistema penal (no expresiones cuantitativa o cualitativamente especiales de la violencia)151. Además, 77% de los decretos legislativos con medidas restrictivas de derechos han sido declarados exequibles por la Corte (ver la tabla 1). Recientemente, la Corte reiteró las reglas jurisprudenciales aplicables y convalidó el último decreto que declaró un estado de conmoción interior152, por considerar que había un aumento cuantitativo y cualitativo de la violencia, así esta fuera de vieja data y parte cotidiana de la vida nacional. Sin embargo, la segunda prórroga de dicha declaratoria de conmoción interior fue declarada inexequible153 por motivos de índole procedimental relativos al concepto previo y favorable que debe rendir el Senado para ello. Así, al tiempo que la Corte ha resaltado el carácter excepcional de la de- 151 152 153 El Decreto 874 de 1994 fue declarado inexequible en la sentencia C-300 de 1994 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz, con salvamento de voto de los magistrados Hernando Herrera Vergara, Fabio Morón Díaz y Vladimiro Naranjo Mesa, y aclaración de voto por parte del magistrado Carlos Gaviria Díaz). Posteriormente, el Decreto 1370 de 1995 fue declarado inexequible mediante la sentencia C-466 de 1995 (M.P. Carlos Gaviria Díaz, con salvamento de voto por parte de los magistrados Hernando Herrera Vergara y Vladimiro Naranjo Mesa, y aclaración de voto de los magistrados Jorge Arango Mejía y Fabio Morón Díaz). Sentencia C-802 de 2002, M.P. Jaime Córdoba Triviño. Sentencia C-327 de 2003, M.P. Alfredo Beltrán Sierra. 204 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social claratoria de conmoción interior -por ser la normalidad institucional la regla general deseada por el Constituyente-, ha declarado la constitucionalidad de la mayor parte de los decretos declaratorios de este estado excepcional. Al controlar un decreto que declara un estado de conmoción interior, la Corte ha aplicado una doctrina que se resume en dos máximas sencillas: los hechos mencionados para justificar la declaratoria de la conmoción deben ser verídicos y deben perturbar el orden público. Respecto de los hechos objetivos la Corte efectúa un control objetivo severo. Por eso, a riesgo de tener que declararme impedido como magistrado -de presentarse esta hipótesis específica- pronóstico que si se declara un estado de conmoción interior porque una horda incontenible de madres de la caridad se ha tomado la Plaza de Bolívar para protestar, la Corte «tumbará» esa conmoción porque ello no es una perturbación del orden público. La segunda máxima es la siguiente: el Presidente de la República tiene un amplio margen para valorar la gravedad de la situación y la necesidad de adoptar medidas excepcionales. La Corte ha reconocido a lo largo de sus decisiones la existencia de un amplio margen de apreciación para el Presidente de la República en cuanto a la decisión de declarar el estado de conmoción interior en asuntos como el momento de la declaratoria, su duración y las medidas que habrán de adoptarse durante su vigencia; pero, al mismo tiempo, dicho margen de apreciación se reduce significativamente cuando se trata de verificar la ocurrencia de las circunstancias objetivas que, por mandato del Constituyente, permiten la declaratoria de dichos estados de excepción. En otras palabras, el presidente tiene un amplio margen de apreciación para determinar si es oportuno declarar un estado de excepción, pero únicamente cuando los requisitos fácticos previstos en la Carta hayan sido cumplidos. La Corte ha establecido en varias oportunidades que el margen de apreciación con el que cuenta el presidente en estas materias es amplio, puesto que es el Ejecutivo el que evalúa si la perturbación del orden público es grave o no, y si ésta atenta de manera inminente contra la estabilidad constitucional, la seguridad del Estado o la convivencia ciudadana o no, y si los medios Ponencias y debates 205 ordinarios de policía son suficientes para conjurar la perturbación o no. Para respetar ese margen amplio, la Corte ha dado aplicación a la doctrina del «error manifiesto», según la cual sólo podrán declararse contrarios a la Carta aquellos decretos declarativos que incurran en un error craso y evidente de apreciación respecto a las valoraciones anteriores. Un conocedor del derecho comparado vería similitudes con lo que han hecho otras cortes del mundo, en especial la Corte Europea de Derechos Humanos con sede en Estrasburgo, en particular en el famoso caso de Irlanda del Norte contra el Reino Unido, decidido en 1978, en la que la Corte «tumbó» unas medidas adoptadas por el soberano parlamento británico para enfrentar el terrorismo. Y la Corte no se ha limitado a defender el margen amplio de apreciación presidencial en esta materia, al abstenerse de ejercer un control constitucional que vaya más allá de la doctrina del error manifiesto. En cuanto a las medidas de excepción, la doctrina aplicada por la Corte es sencilla: si las medidas correspondientes no adolecen de problemas de diseño institucional, y respetan los principios básicos señalados anteriormente, son válidas. Por eso, la Corte ha llegado a aceptar la imposición de medidas con un alto contenido restrictivo. La mejor manera de apreciar hasta dónde ha llegado la Corte en ese aspecto es comparar el estado de sitio de la Constitución anterior con el estado de conmoción de la Constitución de 1991, con respecto a medidas concretas para hacerle frente a la perturbación del orden público. Existen diferencias entre lo que sucedía bajo el régimen de estado de sitio y lo que ocurre hoy durante la conmoción interior. Esas diferencias muestran que el Estado de conmoción interior, a pesar de lo que piensan quienes creen en el mito de la esterilización, permite adoptar medidas más razonables, más legítimas e inclusive más severas que el anterior estado de sitio, siempre que se respeten los límites básicos que mencioné anteriormente, para evitar la arbitrariedad. La siguiente clasificación es ilustrativa: En primer lugar, están las medidas que de manera reiterada han sido prohibidas durante el régimen de estado de sitio de la Constitución de 1886, y durante la conmoción interior de la Constitución de 1991. 206 EL Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social J U Z GA M I E N T O D E C I V I L E S P O R AU T O R I D A D E S M I L I TA R E S Mediante sentencia del 5 de marzo de 1987, la Corte Suprema de Justicia declaró inexequible el Decreto 3671 de 1986154, que otorgaba competencia a la Justicia Penal Militar para el juzgamiento de delitos relacionados con el narcotráfico. La Corte Suprema consideró que dicha medida era contraria al artículo 61 de la Carta de 1886, que prohibía el ejercicio simultáneo de la autoridad civil o militar y la judicial155. La Constitución de 1991 prohibió expresamente dicho juzgamiento al establecer en el artículo 252 que durante los estados de excepción «el Gobierno no podrá suprimir, ni modificar los organismos ni las funciones básicas de acusación y juzgamiento» y al prohibir específicamente, en el artículo 213, que los civiles sean «investigados por la justicia penal militar». EL E J E R C I C I O D E F U N C I O N E S D E P O L I C Í A J U D I C I A L P O R PART E D E M I E M B R O S D E LAS F U E R Z A S M I L I TA R E S La Corte Suprema de Justicia declaró la inexequibilidad del Decreto 340 de 1987156, que otorgaba funciones de policía judicial a los oficiales de las Fuerzas Militares con relación a algunos delitos de narcotráfico. Para la Corte Suprema, dada la relación existente entre los Decretos 3671 de 1986 y 340 de 1987, la declaratoria de inexequibilidad del primer decreto implicaba la inexequibilidad del segundo, por razones semejantes, esto es, porque el ejercicio de las facultades de policía judicial por parte de autoridades militares para los delitos de narcotráfico era contraria al artículo 61 de la Consti- 154 155 156 Decreto 3671 de 1986, artículo 1. El conocimiento de los delitos a que se refieren los artículos 32, 33, 34 y 35 de la Ley 30 de 1986, corresponde a la Justicia Penal Militar, que los juzgará por el procedimiento señalado en el artículo 590 del Código de Justicia Penal Militar, cuyos fallos serán consultables. Corte Suprema de Justicia, Sentencia No. 20, M.P. Jesús Vallejo Mejía, Expediente No. 1562 (235-E), del 5 de marzo de 1987, en esta sentencia salvaron el voto ocho de los 27 magistrados que conformaban la Sala Plena. Decreto 340 de 1987, Artículo 1. Mientras se halle turbado el orden público y en Estado de Sitio todo el territorio nacional y para efecto de los procesos atribuidos a la Justicia Penal Militar por los Decretos 3664 y 3671 de 1986, se inviste de funciones de policía judicial a los oficiales de las Fuerzas Militares que las autoridades competentes indiquen. El Director Nacional del Instituto Criminal indicará mediante resolución los oficiales de las Fuerzas Militares que asumen las funciones de policía judicial dentro de los procesos atribuidos a la Justicia Penal Militar en el presente artículo. Ponencias y debates 207 tución157. La Corte Constitucional declaró inexequible una medida similar contenida en los decretos de conmoción interior158 y en el artículo 59 de la Ley 684 de 2001159. Consideró que «el otorgamiento de funciones de policía judicial a miembros de las fuerzas militares rompe la dependencia funcional entre quienes realizan estas labores y el Fiscal»160. 157 158 159 160 Corte Suprema de Justicia, Sentencia No. 37, M.P. Jairo E. Duque Pérez, Expediente No. 1590 (238-E), del 23 de abril de 1987. El Decreto 340 de 1987 otorgaba funciones de policía judicial a los oficiales de las fuerzas militares sin relación alguna con el Cuerpo Técnico de Policía Judicial. Anteriormente, el artículo 39 del Decreto 180 de 1986 establecía la posibilidad de que miembros de las fuerzas militares, del ejército o de la policía participaran en el Cuerpo Técnico de Policía Judicial. Esta disposición fue declarada exequible por la Corte Suprema de Justicia, en la sentencia No. 21, M.P. Fabio Morón Díaz, Expediente No. 1776 (265-E), del 3 de marzo de 1988. Este asunto fue objeto de estudio, por ejemplo, en la sentencia C-034 de 1993, en la que se declaró la constitucionalidad condicionada del Decreto 1810 de 1992, que en su artículo 1º establecía: «Bajo la dirección, coordinación y dependencia del Fiscal General de la Nación, en las Fuerzas Militares se conformarán unidades que ejercerán funciones de policía judicial, en desarrollo de lo previsto por el numeral 4o del artículo 251 de la Constitución Política, en relación con hechos punibles de competencia de los jueces regionales, en los eventos en que no sea posible disponer de autoridades de policía judicial en el lugar de los hechos». La exequibilidad de aquella disposición fue condicionada en su interpretación, en el sentido de que las Unidades de Policía Judicial que colaboran en los casos de competencia de los fiscales y jueces regionales deben estar integradas por personal no militar. Ley 684 de 2001, Artículo 59. Policía Judicial. Cuando por motivos fundados un grupo especial de la Fiscalía General de la Nación no pueda acompañar permanentemente las operaciones de las Fuerzas Militares, el Fiscal General de la Nación deberá atribuir, de manera transitoria, precisas facultades de policía judicial a miembros de las Fuerzas Militares. A tal efecto, las Fuerzas Militares designarán un grupo de su personal para que, debidamente capacitado y de forma exclusiva, atienda la facultad transitoria de que trata el párrafo anterior. Parágrafo transitorio. El Fiscal General de la Nación y el Comandante General de las Fuerzas Militares adoptarán las medidas administrativas pertinentes para cumplir lo previsto en este artículo a los treinta (30) días siguientes de la entrada en vigencia de la presente ley. Corte Constitucional, Sentencia C-251 de 2002, MM.PP. Eduardo Montealegre Lynett y Clara Inés Vargas Hernández. Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social 208 LA O B L I GAC I Ó N D E R E G I S T RA R S E E N LA A L CA L D Í A O E M PA D R O N A M I E N T O La Corte Suprema de Justicia también declaró la inexequibilidad del artículo 4 del Decreto 1336 de 1990161 que establecía la obligación que todo jefe de unidad o grupo familiar tenía de inscribir su domicilio ante las autoridades de policía de la respectiva jurisdicción y revelar información privada acerca de su familia162. Si bien, para la Corte Suprema de Justicia tales medidas eran inconstitucionales por no guardar relación de conexidad con las causas de la perturbación, también señaló que éstas alteraban aún más el orden público dada la falta de definición acerca del uso que se le daría a tal información, lo cual podría conducir a persecuciones y arbitrariedades, por lo que el temor natural y la resistencia que la medida había despertado entre la población había llevado al gobierno a derogar el decreto. Por su parte, la Corte Constitucional declaró inexequible el registro ante alcaldía en la sentencia C-295 de 1996163. En segundo lugar, bajo el régimen de Estado de Sitio estuvo prohibido adoptar ciertas medidas que ahora, en cambio, son permitidas durante el Estado de Conmoción Interior por expresa autorización de la Ley Estatutaria de Estados de Excepción. LA A P R E H E N S I Ó N D E P E R S O N AS Y E L A L LA N A M I E N T O S I N O R D E N JUDICIAL La Corte Suprema de Justicia declaró la inexequibilidad de los literales a) y b) del artículo 40 del Decreto 180 de 1986164, que auto161 162 163 164 Decreto 1336 de 1990, Artículo 4. Inscripción de domicilio. Todo Jefe de unidad o grupo familiar está obligado a inscribir su domicilio y residencia suministrando los siguientes datos: 1. Nombre y apellidos completos. 2. Ocupación. 3. Sitio de trabajo u ocupación. 4. Personas que componen el núcleo familiar, incluidos los dependientes, con sus documentos de identidad. 5. Lugar de procedencia. 6. Dirección y teléfono de la residencia. Este requisito deberá cumplirse ante las autoridades de Policía de la respectiva jurisdicción, dentro de los plazos y condiciones que para el efecto señale la Dirección General de la Policía Nacional. Corresponderá a los alcaldes municipales y al alcalde del Distrito Especial de Bogotá, velar por la cumplida ejecución de esta inscripción, so pena de incurrir en falta disciplinaria. Corte Suprema de Justicia, Sentencia No. 120, Expediente No. 2177 (343-E), del 13 de Septiembre de 1990. Corte Constitucional, Sentencia C-295-1996, M.P. Hernando Herrera Vergara. Decreto 180 de 1986, Artículo 40, literales a y b. «Atribuciones. Además de las funciones o atribuciones establecidas en el artículo 334 del Código de Procedimiento Ponencias y debates 209 rizaban la aprehensión de personas indiciadas de participar en actividades terroristas y el registro de sitios donde se presumía se encontraban terroristas, sin necesidad de orden judicial. Consideró que eran contrarios al artículo 23 de la Carta de 1886, que establecía la garantía constitucional de la libertad, de la intimidad y de la inviolabilidad del domicilio165. En cambio, la Ley Estatutaria de los Estados de Excepción autorizó la detención excepcional de personas y el registro domiciliario durante el estado de conmoción interior, sin orden previa de autoridad judicial en casos excepcionales de urgencia insuperable en los cuales sea imposible requerir a la autoridad judicial. Los literales f) y n) del artículo 38 de la Ley 137 de 1994166 fueron declarados exequibles por la Corte Constitucio- 165 166 Penal a la Policía Judicial, cualquier miembro de las Fuerzas Militares, Policía Nacional, Policía Judicial y el Departamento Administrativo de Seguridad, podrá coadyuvar en caso de urgencia o fuerza mayor y practicar las siguientes actuaciones: a. Aprehender sin orden judicial a persona o personas indiciadas de participar en actividades terroristas, debiéndolas poner a disposición de su superior inmediato en el término de la distancia, quien, a su vez, informará dentro de las veinticuatro (24) horas siguientes al Juez de Orden Público competente de la jurisdicción. b. Practicar registros en sitios donde se presume se encuentren terroristas o que se hayan cometido actos encaminados a consumar un delito que implique el uso o posesión de explosivos, armas de fuego o cualquier otro elemento similar». Corte Suprema de Justicia, Sentencia No. 21, M.P. Fabio Morón Díaz, Expediente No. 1776 (265-E), del 3 de marzo de 1988. Ley 137 de 1994, Artículo 38, Literal f). «Disponer con orden de autoridad judicial competente, la aprehensión preventiva de personas de quienes se tenga indicio sobre su participación o sobre sus planes de participar en la comisión de delitos relacionados con las causas de la perturbación del orden público. Cuando existan circunstancias de urgencia insuperables y sea necesario proteger un derecho fundamental en grave e inminente peligro, la autorización judicial previamente escrita podrá ser comunicada verbalmente. Cuando las circunstancias señaladas en el inciso anterior se presenten y sea imposible requerir la autorización judicial, podrá actuarse sin orden del funcionario judicial. El aprehendido preventivamente deberá ser puesto a disposición de un fiscal tan pronto como sea posible y en todo caso dentro de las veinticuatro horas siguientes, para que éste adopte la decisión correspondiente en el término de treinta y seis horas. En este caso deberá informarse a la Procuraduría del hecho y de las razones que motivaron dicha actuación, para lo de su competencia. En el decreto respectivo se establecerá un sistema que permita identificar el lugar, la fecha y la hora en que se encuentra aprehendida una persona y las razones de la aprehensión. La respectiva autoridad judicial deberá registrar en un libro especial, que para estos efectos deberá llevar, la pertinente orden escrita o la comunicación verbal, indicando la hora, el lugar, y el motivo, los nombres de las personas afectadas con dicha orden y la autoridad que lo solicita». 210 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social nal mediante sentencia C-179 de 1994167. Además, la interceptación o registro de comunicaciones sin orden judicial comunicada por escrito fue autorizada en circunstancias de urgencia manifiesta y para proteger un derecho fundamental en grave e inminente peligro, por el literal e) del artículo 38 de la Ley 137 de 1994168, declarado exequible por la Corte Constitucional169. 167 168 169 Literal n) «Disponer con orden de autoridad judicial competente, inspecciones o registros domiciliarios con el único fin de buscar pruebas judiciales o prevenir la comisión de delitos. Cuando la orden de inspección o registro comprenda varios domicilios sin que sea posible especificar la identificación de los mismos o de sus moradores, será necesario señalar en forma motivada y escrita los fundamentos graves en los que se basa la solicitud. El reconocimiento podrá ser presenciado por un agente del Ministerio Publico, por el morador o por individuos de la familia, mayores de edad y, en todo caso, se tratará de que asistan dos vecinos de las inmediaciones o, en su defecto, dos vecinos del mismo pueblo o pueblos limítrofes. No hallándose en ella el morador ni ningún individuo de la familia, se hará el reconocimiento en presencia únicamente de los vecinos. Se levantará acta de la inspección o registro, en la cual se hará constar la identidad de las personas que asistan y las circunstancias en que concurran. El acta será firmada por la autoridad que efectúe el reconocimiento y por el morador. Si los familiares y los vecinos no saben o no quieren firmar se dejará constancia en el acta. Cuando existan circunstancias de urgencia insuperables y sea necesario para garantizar un derecho fundamental en grave e inminente peligro, la autorización judicial previamente escrita podrá ser comunicada verbalmente. Si las circunstancias señaladas en el inciso anterior se presentan y resulta imposible requerir la autorización judicial, podrá actuarse sin orden del funcionario judicial, pero deberá informársele inmediatamente, y en todo caso no más tarde de las 24 horas siguientes, de las causas que motivaron la inspección o el registro y de sus resultados, con remisión de copia del acta levantada. La información correspondiente deberá enviarse, simultáneamente, a la Procuraduría General de la Nación para lo de su competencia, señalando las razones que motivaron dicha actuación. La respectiva autoridad judicial deberá registrar en un libro especial, que para estos efectos deberá llevar la pertinente orden verbal o escrita, indicando la hora, el lugar, y el motivo, los nombres de las personas afectadas con dicha orden y la autoridad que lo solicita». (subrayado fuera de texto). Corte Constitucional, Sentencia C-179 de 1994, M.P. Carlos Gaviria Díaz. Ley 137 de 1994, Artículo 38, literal e). «e) Disponer con orden de autoridad judicial competente, la interceptación o registro de comunicaciones con el único fin de buscar pruebas judiciales o prevenir la comisión de delitos. Cuando existan circunstancias de urgencia insuperables y sea necesario proteger un derecho fundamental en grave e inminente peligro, la autorización judicial previamente escrita podrá ser comunicada verbalmente. La respectiva autoridad judicial deberá registrar en un libro especial, que para estos efectos deberá llevar la pertinente orden verbal o escrita, indicando la hora, el lugar, y el motivo, los nombres de las personas afectadas con dicha orden y la autoridad que lo solicita». Corte Constitucional, Sentencia C-179 de 1994, M.P. Carlos Gaviria Díaz. Ponencias y debates A TACAR 211 LAS CAUSAS DE P E RT U R B AC I Ó N D E L O R D E N P Ú B L I C O CON M E D I DAS S O C I A L E S Durante la vigencia del estado de sitio no era posible atacar las causas de perturbación del orden mediante la adopción de medidas sociales. Así, por ejemplo, la Corte Suprema declaró la inexequibilidad del Decreto 666 de 1987 que establecía medidas de financiación para programas de rehabilitación económica y social de la zona geográfica de Urabá, y del mejoramiento de los servicios públicos en esa zona170. Durante la última conmoción interior declarada por el presidente Álvaro Uribe, el gobierno señaló el deterioro «de las zonas rurales y particularmente de las condiciones y posibilidades de empleo de la población más pobre del país» y la «difícil y azarosa actividad productiva, multiplicando el desempleo y la miseria de millones de compatriotas» como aspectos que debían ser atendidos mediante la conmoción interior, y anunció medidas que posteriormente no fueron desarrolladas, pero que en abstracto fueron aceptadas por la Corte171. Además, hoy, bajo la vigencia del estado de conmoción interior, también es posible adoptar este tipo de medidas para quitarle fuentes de financiación a los grupos armados172. 170 171 172 Corte Suprema de Justicia mediante Sentencia No. 53, M.P. Hernando Gómez Otálora, Expediente No. 1638 (243-E), del 4 de junio de 1987. Otro ejemplo lo trae la sentencia de la Corte Suprema de Justicia que declaró la inexequibilidad del Decreto 555 de 1987, a través del cual se facilitaba la ampliación de la telefonía mediante el establecimiento de un régimen especial de contratación administrativa para Telecom, por considerar que no era posible extender las facultades presidenciales durante el estado de sitio para «atender males crónicos o permanentes y de viejo origen», aun cuando la ampliación de tales servicios de telecomunicaciones se consideraba necesaria para superar el malestar social y la obstaculización de los programas de normalización, rehabilitación y reconciliación a través de los cuales se buscaba crear condiciones básicas para obtener el restablecimiento del orden público (Corte Suprema de Justicia, Sentencia No.42, M.P. Hernando Gómez Otálora, Expediente No. 1628 (241E), del 19 de mayo de 1987). Corte Constitucional, Sentencia C-802 de 2002, M.P. Jaime Córdoba Triviño. Así lo hicieron por ejemplo el presidente César Gaviria en la segunda conmoción interior (Decreto 1835 de 1992 que estableció una auditoría especial de orden público sobre los recursos de las entidades territoriales para evitar su desvío como fuente de financiación de la guerrilla, que fue declarado exequible por la sentencia C-068 de 1993, M.P. Simón Rodríguez Rodríguez) y el presidente Álvaro Uribe con el decreto relativo a la extinción de dominio (Decreto legislativo 1975 de 2002, declarado exequible casi en su totalidad mediante Sentencia C-1007 de 2002, M.P. Clara Inés Vargas Hernández). 212 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social De igual manera, algunas medidas que eran tomadas coyunturalmente durante el anterior estado de sitio, bajo la Carta de 1991 fueron adoptadas mediante leyes ordinarias con carácter permanente. Por ejemplo, las medidas para facilitar la desmovilización de grupos guerrilleros se tomaron bajo la vigencia del estado de sitio durante el gobierno del presidente Barco. Y también por conmoción interior173. Medidas similares fueron posteriormente adoptadas mediante la expedición de la Ley 418 de 1997174, 173 174 Esta medida fue declarada exequible por la Corte Constitucional, mediante Sentencia C-207 de 1993, M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz. Ley 418 de 1997. Artículo 8º. En concordancia con el Consejo Nacional de Paz, los representantes autorizados expresamente por el Gobierno Nacional, con el fin de promover la reconciliación entre los colombianos, la convivencia pacífica y lograr la paz, podrán: a) Realizar todos los actos tendientes a entablar conversaciones y diálogos con las organizaciones armadas al margen de la ley a las cuales el Gobierno Nacional les reconozca el carácter político; b) Adelantar diálogos, negociaciones y firmar acuerdos con los voceros o miembros representantes de las organizaciones armadas al margen de la ley a las cuales el Gobierno Nacional les reconozca el carácter político, dirigidos a obtener soluciones al conflicto armado, la efectiva aplicación del derecho internacional humanitario, el respeto a los derechos humanos, el cese o disminución de la intensidad de las hostilidades, la reincorporación a la vida civil de los miembros de estas organizaciones y la creación de condiciones que propendan por un orden político, social y económico justo. Parágrafo 1º. Una vez iniciado un proceso de diálogo, negociación o firma de acuerdos, y con el fin de facilitar el desarrollo de los mismos, las autoridades judiciales correspondientes suspenderán las órdenes de captura que se hayan dictado o se dicten en contra de los miembros representantes de las organizaciones armadas al margen de la ley a las cuales el Gobierno Nacional les reconozca el carácter político, quienes podrán desplazarse por el territorio nacional. Para tal efecto, el Gobierno Nacional notificará a las autoridades señaladas el inicio, terminación o suspensión de diálogos, negociaciones o firma de acuerdos y certificará la participación de las personas que actúan como voceros o miembros representantes de dichas organizaciones armadas. Igualmente, se suspenderán las órdenes de captura que se dicten en contra de los voceros con posterioridad al inicio de los diálogos, negociaciones o suscripción de acuerdos, durante el tiempo que duren éstos. El Presidente de la República, mediante orden expresa, y de la forma que estime pertinente, determinará la localización y las modalidades de acción de la Fuerza Pública, siendo fundamental para ello que no se conculquen los derechos y las libertades de la comunidad, ni genere inconvenientes o conflictos sociales. Se deberá garantizar la seguridad y la integridad de todos los que participen en los procesos de paz, diálogo, negociación y firma de acuerdos de que trata esta ley. El Gobierno Nacional podrá acordar, con los voceros o miembros representantes de las organizaciones armadas al margen de la ley a las cuales se les reconozca carácter político, en un proceso de paz, y para efectos del presente artículo, su ubicación temporal o la de sus miembros en precisas y determinadas zonas del territorio nacional. En las zonas aludidas quedará suspendida la ejecución de las órdenes de captura contra éstos, hasta que el Gobierno así lo determine o declare que ha culminado dicho proceso. La seguridad de los miembros de las organizaciones Ponencias y debates 213 norma ordinaria cuya constitucionalidad fue cuestionada porque supuestamente tales medidas sólo podían adoptarse en ejercicio de las facultades de un estado de excepción. La Corte Constitucional también declaró la exequibilidad de estas medidas, de manera que existe un marco normativo permanente para reconocer jurídicamente la existencia de grupos armados irregulares de carácter político y adoptar medidas para su reincorporación a la vida civil175. Asimismo, bajo la vigencia del estado de sitio, como durante el estado de conmoción interior, ha sido posible acudir al poder punitivo del Estado para tipificar conductas punibles y establecer durante los estados de excepción sanciones penales más gravosas que las ordinarias. Durante la vigencia del régimen de estado de sitio con frecuencia se acudió a este medio y la Corte Suprema de Justicia aceptó su constitucionalidad. Por ejemplo, mediante el Decreto Legislativo 180 de 1988 se tipificaron como conductas punibles que atentaban contra la seguridad y la tranquilidad públicas, los actos terroristas y se agravaron las penas de delitos ya contenidos en el Código Penal. Estas medidas fueron declaradas exequibles por la Corte Suprema de Justicia, mediante sentencia del 3 de marzo de 1988176. 175 176 armadas al margen de la ley a las cuales el Gobierno Nacional les reconozca el carácter político, que se encuentran en la zona, en proceso de desplazamiento hacia ella o eventual retorno a su lugar de origen, será garantizada por la Fuerza Pública. Parágrafo 2º. Se entiende por miembro-representante, la persona que la organización armada al margen de la ley a la cual el Gobierno Nacional le reconozca carácter político, designe como representante suyo para participar en los diálogos, negociación o suscripción de acuerdos con el Gobierno Nacional o sus delegados. Se entiende por vocero, la persona de la sociedad civil que sin pertenecer a la organización armada al margen de la ley a la cual el Gobierno Nacional le reconozca el carácter político, pero con el consentimiento expreso de ésta, participa en su nombre en los procesos de paz, diálogos, negociación y eventual suscripción de acuerdos. No será admitida como vocero, la persona contra quien obre, previo al inicio de éstos, resolución de acusación. Parágrafo 3º. Con el fin de garantizar la participación de los miembros representantes de los grupos guerrilleros que se encuentran privados de la libertad en los diálogos, negociaciones o suscripción de acuerdos, el Gobierno Nacional podrá establecer las medidas necesarias que faciliten su gestión, mientras cumplen su condena o la medida de aseguramiento respectiva». (Los apartes subrayados corresponden a lo demandado). Corte Constitucional, Sentencia C-048 de 2001, M.P. Eduardo Montealegre Lynett. Corte Suprema de Justicia, Sentencia No. 21, M.P. Fabio Morón Díaz, Expediente No. 1776 (265-E), 3 de marzo de 1988. 214 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social Durante la conmoción interior el gobierno también ha tipificado nuevas conductas o ha agravado las sanciones previstas en el régimen penal ordinario. Así lo permite expresamente el artículo 44 de la Ley Estatutaria de Estados de Excepción, declarado exequible por la Corte Constitucional177. Sin embargo, la constitucionalidad de estas medidas depende de que resulten más severas que las ordinarias y que su efectividad se produzca en el corto plazo de manera que el estado de conmoción interior no se emplee para hacer lo que el Código Penal ya hace o puede hacer178. Los alcances de esta tesis se aprecian en la sentencia C-149 de 2003 179, que declaró la inexequibilidad del Decreto 2748 de 2002, que estableció la detención preventiva para el hurto de hidrocarburos también sancionado con una pena más elevada. Aun cuando en su origen el decreto era más gravoso que el régimen penal ordinario y resultaba efectivo en el corto plazo, durante su vigencia el gobierno nacional presentó un proyecto de ley que fue aprobado por el Congreso, mediante el cual se modificó de manera permanente el régimen penal ordinario. La nueva ley ordinaria estableció para el hurto de hidrocarburos sanciones más severas que las previstas en el decreto dictado durante la conmoción interior, y lo sometía al estricto régimen de detención preventiva, lo que hacía innecesario el decreto ya que éste se tornó menos drástico que la legislación ordinaria, razón por la cual la Corte debió declararlo inexequible. Finalmente, la Corte Constitucional ha aceptado la constitucionalidad de medidas novedosas y muy drásticas anunciadas por el ejecutivo en el decreto declaratorio de la conmoción interior, las cuales no fueron finalmente adoptadas o desarrolladas con ocasión del estado de conmoción interior, tal vez porque implicaban un mayor esfuerzo de diseño y planeación. Tal es el caso de la extensión a los cabecillas de las organizaciones criminales de la respon177 178 179 Corte Constitucional, Sentencia C-179 de 1994, M.P. Carlos Gaviria Díaz. Corte Constitucional, Sentencia C-939 de 2002, M.P. Eduardo Montealegre Lynett. Corte Constitucional, Sentencia C-149 de 2003, M.P. Manuel José Cepeda. En esta sentencia, la Corte tuvo en cuenta que la expedición de la Ley 782 de 2002 había tipificado de manera más severa el delito de hidrocarburos, de manera que hacía posible dentro del régimen penal ordinario la detención preventiva que se buscaba con el Decreto 2748 de 2002. Ponencias y debates 215 sabilidad penal por delitos cometidos por sus subalternos, propuesta en el Decreto 1837 de 2002180, mediante el cual se declaró la conmoción interior y que nunca fue desarrollado por el gobierno en ese y otros aspectos también muy severos y aprobados en abstracto por la Corte Constitucional. Una medida similar contenida en el Estatuto de Roma fue declarada exequible en la sentencia C-578 de 2002181. CONCLUSIÓN El anterior recorrido permite extraer una conclusión general acerca de la perspectiva desde la cual la Corte Constitucional se ha aproximado a los temas de la seguridad, la defensa y la preservación del orden público: al tiempo que ha defendido de manera consistente y vigorosa ciertos principios constitucionales básicos que operan, así como límites esenciales para las decisiones y actuaciones de las autoridades públicas en esta materia; también se ha caracterizado por admitir la formulación y ejecución de políticas severas en materia de seguridad y defensa, acompañadas por la imposición de medidas considerablemente restrictivas de ciertos derechos constitucionales, siempre y cuando al diseñarlas se dé cumplimiento a los requisitos constitucionales básicos mencionados. Por eso, la Corte ha admitido que los derechos sean limitados e inclusive restringidos dentro de parámetros de razonabilidad y proporcionalidad, pero impide que sean violados o suspendidos. También ha admitido que autoridades del ejecutivo tengan más facultades y mayores poderes según la gravedad de cada contexto y las necesidades en materia de orden público, pero impide que ello suceda si debido a la concepción y el diseño de tales atribuciones se crea un riesgo claro de arbitrariedad y abuso. Cuando el legislador ha trazado la línea de manera equilibrada que atiende a los fines buscados y a la gravedad de la situación, la Corte ha declarado cons180 181 El Decreto 1837 de 2002, en su considerando 19, decía que la declaratoria de conmoción interior era necesaria para «extender la responsabilidad penal de los miembros de las organizaciones terroristas hacía sus cabecillas y dirigentes». C-802 de 2002, M.P. Jaime Córdoba Triviño. Corte Constitucional, Sentencia C-578 de 2002, M.P. Manuel José Cepeda Espinosa. 216 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social titucionales medidas muy severas, incluso más drásticas que las permitidas durante el viejo y por fortuna superado estado de sitio. Entonces, no ha sido una Corte dada a la tarea de obstruir la adecuada preservación o restablecimiento del orden público, ni tampoco una Corte complaciente: ante todo, se ha caracterizado por buscar un equilibrio entre el respeto de los imperativos constitucionales y las necesidades de orden público. Ese es su deber como guardiana de la Constitución. Es por lo menos sorprendente que se le pida al juez constitucional que cierre los ojos y deje de cumplir su misión institucional como tribunal de derechos fundamentales. Pero a veces se escuchan voces en ese sentido. Provienen generalmente de quienes creen o propagan los mitos que he criticado. Como antídoto para los efectos del mito de la indiferencia estas voces proponen el pecado de la indiferencia, que consiste en que el juez constitucional se haga «el de la vista gorda» ante las violaciones a la Constitución. Y como medicina para las consecuencias del mito de la esterilización estas voces pregonan el pecado de la esterilización que consiste en que el juez constitucional le quite fuerza jurídica a los derechos constitucionales fundamentales y al principio de la separación de poderes. La Corte en sus doce años de funcionamiento ha evitado ambos extremos, puesto que no se ha guiado por distorsionantes mitos ni se ha dejado tentar por peligrosos pecados. Gracias a ello se ha fortalecido el estado social de derecho y se ha mantenido la vigencia de los principios democráticos. De hecho, el Estado es ahora más fuerte en su legitimidad. Así se ha ido ganando, para algunos de manera lenta y para otros de forma traumática, la madre de todas las batallas, tanto de las políticas de seguridad y defensa como de las políticas de paz. Ponencias y debates 217 ANEXO - TABLAS CONTROL CONSTITUCIONAL DE LOS ESTADOS DE CONMOCIÓN INTERIOR Tipo de Decreto Decreto Declarativo Decreto Legislativo de desarrollo 182 Exequible Inexequible Total 4 (66%) 2 (33%) 6 (100%) 62 (77.5%) 18 (22.5%) 80 (100%) CONTROL CONSTITUCIONAL DE DECRETOS DECLARATIVOS DE LA CONMOCION INTERIOR Número de Decreto Decisión de la Corte Decreto 1155 de 1992 Exequible – Sentencia C -556 de 1992 Decreto 1793 de 1992 Exequible – Sentencia C -031 de 1993 Decreto 874 de 1994 Inexequible – Sentencia C -300 de 1994 Decre to 1370 de 1995 Inexequible – Sentencia C -466 de 1995 Decreto 1900 de 1995 Parcialmente Exequible – Sentencia C -027 de 1996 Decreto 1837 de 2002 182 Exequible – Sentencia C -802 de 2002 Cubre exequibilidades totales y parciales. 218 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social CONTROL CONSTITUCIONAL DE LOS DECRETOS LEGISLATIVOS DICTADOS EN VIRTUD DE LA CONMOCION INTERIOR No. Decreto declarativo D. 1155/92 D. 1793/92 No. Decreto Legislativo Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto 1156 1195 1811 1812 1810 1834 1833 1873 de de de de de de de de 1992 1992 1992 1992 1992 1992 1992 1992 Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto 1941 1942 1874 1835 1940 2006 2094 2008 de de de de de de de de 1992 1992 1992 1992 1992 1992 1992 1992 Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto 05 de 1993 06 de 1993 07 de 1993 2009 de 1992 2007 de 1992 263 de 1993 1875 de 1992 Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto 262 de 1993 261 de 1993 265 de 1993 266 de 1993 264 de 1993 2010 de 1992 Decreto Decreto Decreto Decreto 423 444 446 445 de de de de 1993 1993 1993 1993 Decisión de la Corte Exequible – Sentencia C-557/92 Exequible – Sentencia C-579/92 Exequible – Sentencia C-032/93 Exequible – Sentencia C-033/93 Exequible – Sentencia C-034/93 Exequible – Sentencia C-035/93 Exequible – Sentencia C-052/93 Parcialmente Exequible – Sentencia C-058 de 1993. Exequible – Sentencia C-059/93 Exequible – Sentencia C-060/93 Exequible – Sentencia C-066/93 Exequible – Sentencia C-068/93 Exequible – Sentencia C-069/93 Exequible – Sentencia C-072/93 Exequible – Sentencia C-073/93 Parcialmente Exequible – Sentencia C-075/93 Exequible – Sentencia C-076/93 Exequible – Sentencia C-077/93 Exequible – Sentencia C-082/93 Exequible – Sentencia C-083/93 Exequible – Sentencia C-098/93 Exequible – Sentencia C-134/93 Parcialmente Exequible – Sentencia C-136/93 Exequible – Sentencia C-153/93 Exequible – Sentencia C-154/93 Exequible – Sentencia C-155/93 Exequible – Sentencia C-169/93 Inexequible – Sentencia C-171/93 Parcialmente exequible – Sentencia C175/93 Exequible – Sentencia C-196/93 Exequible – Sentencia C-197/93 Exequible – Sentencia C-206/93 Parcialmente Exequible – Sentencia C-207/93 Ponencias y debates D. 874/94 219 Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto 542 de 1993 543 de 1993 624 de 1993 682 de 1993 827 de 1993 828 de 1993 709 de 1993 829 de 1993 1495 de 1993 Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto 1497 de 1993 1496 de 1993 1400 de 1993 1515 de 1993 875 de 1994 Decreto 951 de 1994 Decreto 952 de 1994 D. 1370/95 Decreto 1371 de 1995 Decreto 1372 de 1995 Decreto 1410 de 1995 Decreto 1531 de 1995 Decreto 1532 de 1995 Decreto 1590 de 1995 Decreto 1724 de 1995 Decreto 1723 de 1995 D.1900/95 Decreto Decreto Decreto Decreto 1902 1901 2027 2238 de de de de 1995 1995 1995 1995 Decreto 100 de 1996 Decreto 208 de 1996 Decreto 717 de 1996 Decreto 777 de 1996 Exequible – Sentencia C-214/93 Exequible – Sentencia C-261/93 Exequible – Sentencia C-266/93 Exequible – Sentencia C-267/93 Exequible – Sentencia C-268/93 Exequible – Sentencia C-271/93 Inexequible – Sentencia C-275/93 Exequible – Sentencia C-294/93 Parcialmente Exequible – Sentencia C415/93 Exequible – Sentencia C-416/93 Exequible – Sentencia C-426/93 Exequible – Sentencia C-427/93 Exequible – Sentencia C-464/93 Inexequible por consecuencia – Sentencia C-309/94 Inexequible por consecuencia – Sentencia C-310/94 Inexequible por consecuencia – Sentencia C-338/94 Inexequible por consecuencia – Sentencia C-488/95 Inexequible por consecuencia – Sentencia C-503 de 1995 Inexequible por consecuencia – Sentencia C-519/95 Inexequible por consecuencia – Sentencia C-520/95 Inexequible por consecuencia – Sentencia C-534/95 Inexequible por consecuencia – Sentencia C-535/95 Inexequible por consecuencia – Sentencia C-560/95 Inexequible por consecuencia – Sentencia C-582/95 Exequible – Sentencia C-045/96 Exequible – Sentencia C-067/96 Inexequible – Sentencia C-092/96 Parcialmente Exequible – Sentencia C135/96 Inexequible – Sentencia C-136/96 Exequible – Sentencia C-153/96 Parcialmente Exequible – Sentencia C295/96 Exequible – Sentencia C-328/96 220 D.1837/02 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social Decreto Decreto Decreto Decreto Decreto 900 de 1996 1303 de 1996 1311 de 1996 1312 de 1996 1838 de 2002 Decreto 1900 de 2002 Decreto 1885 de 2002 Decreto 1959 de 2002 Decreto 2002 de 2002 Decreto 2001 de 2002 Decreto 2180 de 2002 Decreto 2255 de 2002 Decreto 2929 de 2002 Decreto 2749 de 2002 Decreto 2748 de 2002 Exequible – Sentencia C-344/96 Exequible – Sentencia C-451/96 Exequible – Sentencia C-452/96 Exequible – Sentencia C-453/96 Parcialmente Exequible – Sentencia C876/02 Inexequible – Sentencia C-939/02 Parcialmente Exequible – Sentencia C940/02 Exequible – Sentencia C-947/02 Parcialmente Exequible – Sentencia C1024 de 2002 Exequible – Sentencia C-1064 de 2002 Inexequible – Sentencia C-1065/02 Parcialmente Exequible – Sentencia C008/03 Exequible – Sentencia C-122/03 Parcialmente Exequible – Sentencia C148/03 Inexequible – Sentencia C-149/03 CONSTITUCIONALIDAD DE LAS CAUSAS MATERIALES PARA DECLARAR LA CONMOCIÓN INTERIOR: ¿CUÁNDO SE PUEDE DECLARAR? Decreto Declarativo Causas invocadas para declarar la conmoción interior Decisión de la Corte D.1155/92 Prevenir la liberación masiva de procesados por la jurisdicción especial de orden público en una etapa de tránsito legislativo, y asegurar el funcionamiento eficiente de la justicia, para evitar impunidad. Exequible (sent. C-556/92). La Corte acepta el uso de la conmoción interior, para prevenir una afectación inminente de la convivencia social por el ejercicio abusivo del habeas corpus. D.1793/2 Responder a una “agravación significativa” de las causas de perturbación del orden público y a una “escalada terrorista”, así como al financiamiento extorsivo de la subversión y al aumento de los ataques por parte de la guerrilla y el narcotráfico. Exequible (sent. C-031/93). La Corte acepta que “la posición de fuerza material y de poderío económico” de la subversión y el narcotráfico es contraria al monopolio de la fuerza por el Estado, y confirma que “el nuevo ordenamiento constitucional exige que se remuevan los factores de violencia crónica y las posiciones privadas de fuerza que impiden la eficacia misma de la Carta”. Ponencias y debates 221 D.874/94 Evitar la salida de presos por morosidad de la justicia al calificar los procesos. Inexequible (sent. C-300/94). La Corte rechaza que, luego de dos años en que no se adoptaron medidas ordinarias, se afirme por segunda vez que “muchos detenidos podrían quedar en libertad” por la lentitud judicial, para justificar la declaratoria de conmoción interior. D.1370/95 Fortalecimiento de la justicia y el sistema carcelario, creación de nuevos delitos y reforma de los procedimientos para hacer frente a “la delincuencia común, la delincuencia organizada y la subversión”. Inexequible (sent. C-466/95). La Corte considera que se trata de manifestaciones de una “situación crónica de perturbación del orden público” en el país, que pueden ser conjuradas “mediante el eficiente y oportuno ejercicio de las facultades ordinarias”. Los “hechos y problemas que por naturaleza demandan soluciones materiales y jurídicas permanentes, deben ser enfrentados a través de los mecanismos de la normalidad”. D.1900/95 Responder a actos terroristas, al magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado y a amenazas contra otros dirigentes por parte de “aparatos de fuerza, cuya inmensa capacidad de desestabilización atenta –por sí misma y de manera inminente- contra la seguridad del Estado” Parcialmente Exequible (sent. C-027/96). La Corte acepta que una escalada terrorista justifica la declaración de la Conmoción Interior, pero rechaza que se invoque como causal el que “se han producido hechos de violencia en diferentes regiones del país”, por su vaguedad e indeterminación, y por cobijar las manifestaciones ordinarias y permanentes de la delincuencia. D.1837/02 Responder a niveles críticos de inseguridad en el país y a una escalada terrorista en contra de mandatarios y ciudadanos comunes, financiada con las actividades del narcotráfico, así como a una multiplicación de los ataques a la infraestructura, masacres, desapariciones, secuestros y desplazamientos forzados, frente a la incapacidad de reacción del Estado, entre otras por falta de recursos, falta de capacidad técnica y dificultades de tipo jurídico. Exequible (sent. 802/02). La Corte constata que la escalada en los problemas de orden público invocada por el Gobierno es real, puesto que éstos “representan un cambio cualitativo, no sólo cuantitativo, en la naturaleza de los hechos de violencia que se han traducido en ataques indiscriminados contra la población civil, así como en atentados selectivos contra dignatarios del Estado de todos los niveles y contra líderes legítimos de la sociedad civil, debido a un aumento en la capacidad de los grupos armados al margen de la ley”, cuyas implicaciones pueden “atentar de manera inminente contra la estabilidad institucional, la seguridad del Estado o la convivencia ciudadana”. 222 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social ■ JUAN GOSSAÍN Le agradecemos mucho, magistrado Cepeda, no sólo a usted sino también a los cuatro panelistas que han intervenido en esta sección, en este aparte acerca del marco jurídico de la seguridad nacional. Permítanme hacerles un anuncio antes de proceder al debate. Estaba programado que el General Jorge Enrique Mora Rangel, Comandante General de las Fuerzas Militares, pronunciara la conferencia central de este día durante el almuerzo en el patio colonial, a partir de la una de la tarde, es decir, luego del debate. No obstante, el General Mora ha decidido hablar aquí en el salón, antes del almuerzo, a la hora ya pactada. El tema de la conferencia del General Mora es el apoyo que la sociedad civil debería prestar a las Fuerzas Armadas. Ahora, en el contexto del tema relacionado con el marco jurídico de la seguridad nacional, se le da paso a las personas que deseen intervenir en el debate. Interviene el General Valencia Tovar, y sigue Sabas Pretelt, posteriormente Rodrigo Pardo. GENERAL (R) ÁLVARO VALENCIA TOVAR Creo que un tema central del foro de hoy, las relaciones civilesmilitares, lo constituye el fuero militar. Ya oímos al representante del Ministerio de Defensa, en el orden jurídico, el Coronel Castro, exponer la necesidad de un acto legislativo que le dé verdadera validez al fuero y lo defina con exactitud. A lo que estamos asistiendo hoy en este sentido, es a que el fuero militar ha sido gravemente afectado en el orden disciplinario por la adjudicación de funciones disciplinarias a la Procuraduría, que atiende el aspecto constitucional que dice que es función del Procurador aplicar sanciones a los funcionarios públicos. Aquí existe una diferencia grave porque hay otro aparte constitucional que dice que en los expedientes en los que exista fuero la Procuraduría sólo debe explicar o expresar un concepto. Esta confusión ha dado lugar a que el «síndrome Ponencias y debates 223 de Procuraduría», del que se habló esta mañana, haya cobrado tanto aliento, hasta el punto de llegar al extremo de lo que leyó el señor General Mora en la mañana de hoy, que realmente es sorprendente que pueda ocurrir. Realmente, el fuero militar disciplinario, que es una consecuencia del penal, es el que circunscribe todas las infracciones cometidas por militares en servicio activo y en función del servicio a la Justicia Penal Militar y, obviamente, por extensión, al mando militar. Esta adjudicación de facultades disciplinarias a la Procuraduría ha creado situaciones sumamente conflictivas, que incluyen un aspecto que es de orden moral. Sanciones de la Procuraduría se han expresado en forma de multas a oficiales de alta graduación. Yo creo que eso es demeritar el concepto del honor militar y reducir a términos económicos una sanción es ofensivo, porque no se trata de la sanción en sí misma sino del hecho de que se gradúe una pena por aspectos económicos que nada tienen que ver, porque el militar no actúa por la paga y si fuera así, posiblemente, no habría escogido una carrera de sacrificio en la que el salario no es el factor esencial para abrazar esta carrera. Yo pienso que alrededor de esto ha habido un error de percepción grave y es la Corte Constitucional la que entendió que las funciones de la Procuraduría pueden extenderse al campo disciplinario al adjudicarle funciones disciplinarias como si el servidor público que es el militar fuera un simple funcionario. Ningún funcionario público tiene que exponer la vida para cumplir su función, ni tiene que morir defendiendo las funciones que le asigna la Constitución o la ley. El militar tiene y lo ha tenido a través de los tiempos un estatus dentro de la sociedad que depende de la función que cumple, que no es la de cualquier funcionario. Ningún funcionario público es condenado por cobardía, o por abandono del servicio, o por ninguna de las cuestiones que en realidad afectan el orden militar, como miembro de la colectividad, en un campo muy específico de la estructura social de los Estados como son las Fuerzas Militares. Gracias. JUAN GOSSAÍN A usted, muchas gracias General. Sabas Pretelt sigue en turno. 224 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social SABAS PRETELT DE LA VEGA Algunas personas me han preguntado acerca de qué opina el sector privado con los asuntos relacionados con la alternatividad, las facultades de policía judicial, y las normas contra el terrorismo. Es obvio que no se puede hablar a nombre de todo el sector privado. Pero yo sí puedo hacerlo en nombre del Consejo Gremial que agrupa a los gremios de todos los sectores: ganaderos, transportadores, los pequeños industriales, los pequeños comerciantes, los grandes empresarios de la banca, etc., que me han dado su representatividad. Allí está de una manera u otra 90% del producto interno bruto de la nación formal, no de los informales, que lleva la vocería para estos temas por delegación de los distintos congresos de afiliados en todo el país. De manera que, si le sirve a la audiencia, esta es la opinión del Consejo Gremial en cuanto a la norma de alternatividad. Creemos que es absolutamente indispensable que se permita que quienes cesen en los procesos de guerra puedan tener unas condiciones favorables. Nos parece francamente que la discusión en este momento es medio maniquea y que sí puede haber sido inoportuna. Tal vez no era el momento de presentarla. La mayoría de los que estamos aquí nos hemos reunido con los actores armados: FARC, ELN, autodefensas, en distintas épocas. Yo he interrogado a esas organizaciones armadas acerca de este tema, en su momento. FARC, ¿estarían dispuestas, sí o no, a estar un tiempo en la cárcel?, pero ese grupo armado responde que ellos no han sido derrotados, que no es un juicio de Nuremberg el que se les puede montar. Ellos manifiestan que así sea el secuestro un delito atroz, igualmente podrían juzgar al Estado por tener retenidos a sus combatientes guerrilleros. Este grupo insurgente manifiesta que hay que darles el mismo tratamiento, pues han sido actos de guerra los que han perpetrado en los municipios cuando los asaltan, para despojarlos de los recursos del Estado. Si quieren un proceso de paz, confirman los guerrilleros de las FARC, es bajo la premisa de que no se van a someter a la ley colombiana. Luego, con las FARC no habría posibilidad. El ELN contesta algo similar y dice que, y nos lo reiteraron hace muy pocos días, entienden que una norma de estas debe ser aplicable; inclusive, casi que hay que hacerlas a la medida Ponencias y debates 225 de cada una de las organizaciones, si no, no hay proceso de paz. Las autodefensas ofrecen que van a desmovilizarnos, pero manifiestan que si los van a encarcelar tiene que ser en las mismas condiciones de la guerrilla. Así las cosas, creemos que es absolutamente indispensable adelantar una ley de esta naturaleza. Doctores tiene la santa madre iglesia de cómo pulirla, pero de que es necesaria, lo es. Su oportunidad de discusión, me ha parecido que no lo es tanto. Segunda apreciación: en el pasado ha habido casos muy claros de personas que han secuestrado. Yo personalmente tuve que hablar con los voceros del M-19, cuando Álvaro Gómez estaba secuestrado, y por otros delitos igualmente atroces. Y sí que agitamos los pañuelos blancos de felicidad cuando el M-19 se incorporó a la vida legal y no fueron a la cárcel. Ahora están en el Congreso, y nos acompañan en estas reuniones, aquí hay algunos ex guerrilleros, ¡qué bueno! No nos hemos puesto a ver cuáles fueron sus delitos atroces sino que si se optaron por el proceso de paz, pues están invitados al hotel Santa Teresa y al Congreso de la República. De manera que la discusión insisto es un poco maniquea. Entre otras cosas porque en las acciones guerrilleras yo tengo la impresión de que no hay inocentes en materia de delitos atroces, unos sí y unos no. No hay frente, yo no conozco ningún frente, pero los expertos en la materia nos pueden decir, que no haya tenido secuestrados bajo su custodia; no hay frente que no haya atacado una población y no haya cometido homicidios fuera de combate o no haya maltratado a las personas en situación de indefensión. No existe. Y allá la obediencia debida de los militares no se debe aplicar porque no lo son, entonces ¿quién que participe en un ataque de estos, en el que hay muertos, no ha cometido un delito atroz?, ¿qué guerrillero no ha cometido un delito atroz o qué miembro de las autodefensas? yo creo que habría que sacarlo con pinzas. De manera que allí la sociedad tiene que ser generosa y como decimos los colombianos «darse la pela». Por último, en cuanto a las facultades de policía judicial ahí nos mueve el criterio, la deformación empresarial. Por razones pragmáticas, Colombia no puede volver a tener el espectáculo, acuérdense de cuando se iban a capturar a los narcotraficantes que había que esperar a la fiscal porque se le rompió un tacón, entonces el opera- 226 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social tivo se demoraba dos o tres horas más y creo que el posible capturado se voló. Hay la sensación pragmática de que en un estado de guerra tiene que dársele facultades de policía judicial y por tanto el sector privado respalda con entusiasmo a la fuerza pública. Y termino diciendo que también en las normas antiterrorismo hay que avanzar seriamente, porque los ciudadanos estamos en grave indefensión mientras a los victimarios se les protege en demasía. JUAN GOSSAÍN Muchas gracias, doctor Pretelt de la Vega. Ahora tiene la palabra Rodrigo Pardo, ex canciller, ex embajador, periodista y subdirector del Diario El Tiempo. RODRIGO PARDO GARCÍA-PEÑA Me pareció muy llamativo, como fuente de debate, la diferencia de posiciones entre el viceministro Rafael Nieto y el magistrado Manuel José Cepeda. Es muy evidente que detrás de la presentación que ha hecho cada uno de ellos, hay una visión muy diferente. Muy diferente ¿frente a qué? Por una parte, frente a lo que el actual régimen constitucional, entendido éste como la Constitución y los fallos de la Corte Constitucional, permiten en materia de facultades especiales para adelantar la guerra en la cual estamos sumergidos en este momento. Me parece que es muy evidente que mientras el magistrado Cepeda piensa que la actual Constitución permite, da los instrumentos necesarios para dar esa guerra, el viceministro es abiertamente escéptico respecto a eso y eso me genera entonces dos puntos que quisiera dejar a consideración. El primero es ¿hasta dónde una serie de proyectos de reforma constitucional que están a consideración del Congreso, presentados por el gobierno, el estatuto antiterrorista, se me escapa algún otro, más el proyecto de reforma a la justicia que presentará próximamente el gobierno, implican una revisión conceptual fundamental de la columna vertebral de la Constitución de 1991, que finalmente fue adoptada hace doce años, con el objeto más bien de fortalecer los derechos humanos, las garantías? Es una Constitución muy garantista, pero hasta qué punto estamos abocados a un debate no Ponencias y debates 227 explícito, implícito, acerca de cuál es la columna vertebral de la Constitución que queremos y hasta qué punto estamos desmontando algo tan importante sin el debate público que requiere semejante decisión. JUAN GOSSAÍN Roberto Camacho tiene la palabra. Luego tendrá el uso de la palabra el viceministro Rafael Nieto. ROBERTO CAMACHO Sí, precisamente me iba a referir a la intervención del doctor Rafael Nieto, porque nos permite relevar el hecho del control político en Colombia en estas materias. Y sobre todo quiero contrastar la afirmación del profesor Fernando Cepeda de que en Colombia no se hace control político sino que se hace en el exterior, con la del doctor Alfonso Gómez Méndez, un poquito más matizada. Pero lo que se nota en la exposición del doctor Rafael Nieto es que está muy nervioso por el exceso de controles. Como decía Sabas Pretelt, de pronto sí está apareciendo «el síndrome del Congreso». Ahora, en cuanto a la ley antiterrorista, la reforma constitucional antiterrorista, es evidente que una cosa fue la pretensión del gobierno en su momento y los alcances que quería lograr de esa norma y otra es lo que está saliendo del Congreso. En este caso (no estoy hablando a título personal sino que estoy haciendo una descripción de lo que está sucediendo en esta corporación, no importa cuál sea mi posición personal), la cantidad de dispositivos, de restricciones, o de definición de alcances que esa normatividad original alcanzó, es producto del control político del Congreso. Por ejemplo, en materia de facultades extraordinarias, la pretensión gubernamental era que la norma constitucional fuera de aplicación inmediata mediante una facultad para el gobierno. El Congreso ha matizado eso al establecer que hay unas facultades extraordinarias transitorias mientras el Congreso expide la ley estatutaria, competencia de la cual el Congreso no se quiere sustraer porque no quiere perder el control de la evaluación de los resultados de esa decisión. 228 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social Esa es una forma, profesor Fernando Cepeda, de control político, lo que pasa es que puede que no sea de dominio popular ni sea una forma de control político de conocimiento general, pero es evidente que ahí hay un control político. Lo mismo en materia de facultades de policía judicial para las Fuerzas Militares. También se ha hecho una restricción casi que al máximo de las facultades de las Fuerzas Militares. De manera que las unidades militares que van tener esa habilitación, van a ser prácticamente apenas unos auxiliadores de la justicia. Ahora, en cuanto al tema del habeas corpus. Algunos queremos extenderlo a 72 horas, pero parece que en esa pretensión también vamos a ser derrotados y el Congreso lo va a restringir, lo va a mantener en las 36 horas. También el Congreso entra a hacer una mejoría sustancial del marco legal que el gobierno busca para sus actuaciones. De manera que la frase que trajo Manuel José Cepeda aquí me gusta mucho. Eso de que el deseo del gobernante no puede ser la medida de su poder se cumple en Colombia, para que quede claro ante propios y extraños que en Colombia sí hay un control del Congreso en ciertas materias en las cuales debe actuar. Muchas gracias. JUAN GOSSAÍN Tiene el turno el doctor Rafael Nieto Loaiza. Sigue el profesor Rangel. RAFAEL NIETO LOAIZA Quizás advertir que el control político efectivamente se está ejerciendo, a nosotros no nos pone nerviosos, reconocemos que es así y además es cada vez mayor porque si antes el gobierno tenía auxilios parlamentarios, puestos y contratos, este gobierno se «está dando la pela completa» y está tratando de mantener unas relaciones con el Congreso sin ninguna de esas herramientas, lo que hace ciertamente más legítimo y más democrático el ejercicio, pero muchísimo más difícil. Hay que ver lo arduo que es sacar un proyecto de ley hoy en el Congreso de la República. Ustedes no se imaginan lo que es eso. Es Ponencias y debates 229 durísimo, y muchas veces se pierden las negociaciones. Segundo, hay que hacer una precisión a Manuel José. Lo que dicen los tratados internacionales de derechos humanos es que la restricción o limitación de los derechos se puede dar en condiciones de normalidad, en condiciones de cotidianidad en cualquier tiempo y lugar, siempre que se haga mediante Ley del Congreso. Lo que dicen los tratados internacionales es que la suspensión de derechos y libertades sólo se puede dar con ocasión de los estados de excepción. Luego, la reflexión de Manuel José es gratuita, es que no necesitamos estados de excepción para restringir o limitar derechos. Se puede hacer por la Constitución en cualquier momento. Además, suponer que la figura de los estados de excepción es para darle facultades al gobierno para restringir derechos y libertades, es no entender que esa no es la función de los estados de excepción. Los estados de excepción son fundamentalmente para dos cosas: suspender derechos y libertades, algunos no todos; los del núcleo duro no pueden ser suspendidos, Artículo 5º y Artículo 27 de la Convención del Pacto de Derechos Civiles y Políticos, y para darle mayores facultades al Ejecutivo. Ninguna de esas dos cosas se puede hacer en la Constitución de 1991 y es la única Constitución del mundo que tiene esas restricciones, y por eso es que la figura de los estados de excepción es estéril. La Corte Constitucional la hace más estéril por vía de su jurisprudencia, porque termina interpretando la Constitución de manera que lo que dice es ¡ah no!, es que es la restricción, la restricción permanente es la que tiene que hacerse por vía de los estados de excepción, lo que los tratados internacionales permiten hacer en tiempo de normalidad. Ese debate hay que darlo. ¿Por qué hay que darlo? No en el sentido de disminuir los sistemas de protección de derechos y libertades, sino en la vía de proporcionarle al Estado las garantías, las herramientas, los instrumentos necesarios para enfrentar una situación de violencia que no tiene parangón en el mundo y eso es lo que nosotros olvidamos de manera permanente. So pretexto de ser garantistas lo que terminamos precisamente es no dándole el instrumento al Estado para garantizar derechos y libertades y por eso tenemos 26.000 muertos al año en Colombia. Y esa pregunta no nos la hacemos en ningún momento. Esa es la pregunta que nos tenemos que hacer. ¿Cuál es el marco jurídico que al proteger derechos y libertades nos permite tener los instrumentos legales para disminuir el número de muertos violentos en el país, para disminuir el número de secuestros en el país? 230 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social Ahora, no hay una contrarreforma Rodrigo, dirigida a desmontar la Constitución de 1991. Hay un reconocimiento de que hay cosas en la Constitución de 1991 que después de trece años no están funcionando bien. El sistema mixto que teníamos en materia de derecho penal, ese híbrido curioso que no estaba funcionando. De ahí la reforma al Código Penal y al Código de Procedimiento Penal para entrar definitivamente en un sistema acusatorio. Es nuestra pelea en cuanto a la Comisión Nacional de Televisión, que es una figura de la Constitución de 1991, porque suponer que eso funciona bien francamente no tiene sentido. De ahí el tema del referendo y la reforma política. Es que hay muchas cosas en materia de politiquería y corrupción que no estaban funcionando y que tenemos que corregir por la vía de la reforma constitucional y de ahí el tema de la reforma a la administración de justicia. Es que si el gobierno al reconocer que hay elementos que no funcionan en la Constitución de 1991 no hace el esfuerzo por modificarlos, está cometiendo un error de fondo fundamental. Es que estamos en la obligación de hacer las propuestas de reformas constitucionales bajo el control político del Congreso y con la apertura a todos los interesados y en un debate democrático para tratar de cambiar lo que pensamos que no está funcionando. ¿Cuál es el deber del Estado que no podemos perder de vista? El deber fundamental del Estado es proteger la vida, la integridad física y la libertad de las personas, por encima de cualquier otra consideración; para eso son los Estados y ese es un deber en el que el Estado colombiano no está cumpliendo adecuadamente su tarea. En parte se debe a problemas de eficacia y eficiencia al interior de la administración, pero también en parte se debe a que la Constitución de 1991, como reacción quizás a los excesos anteriores, terminó siendo más papista que el Papa y más garantista que los tratados internacionales de derechos humanos. Nosotros lo único que pedimos es que nos permitan acudir a las posibilidades que los tratados internacionales permiten para todos los Estados y que en el caso colombiano prácticamente no funcionan porque nuestra Constitución y la jurisprudencia de la Corte Constitucional en muchas materias lo impiden. Yo quiero terminar con lo siguiente, que es un punto importante de discusión: la Corte Constitucional es hipersensible frente a las Ponencias y debates 231 críticas y necesitamos tener un debate acerca de la jurisprudencia constitucional. Un debate abierto y a fondo. Yo creo que eso es importante. Un debate democrático en el no se entienda que estamos cuestionando la función de la Corte o su papel. No. Es que tenemos que entrar a ver si esa jurisprudencia es o no la adecuada y la que necesitamos para hacer un mejor país, un país vivible, un país más seguro. Yo creo que en ese sentido y les ruego que no interpreten mis palabras como un palazo a la Corte. Yo lo que estoy pidiendo es que pongamos el tema para el debate y hagamos un debate público acerca de la jurisprudencia de la Corte que tiene aspectos que son por lo menos polémicos, y que vale la pena discutir. JUAN GOSSAÍN A propósito de lo que acaba de decir el doctor Rafael, recuerdo a todos que aquí se puede hablar con absoluta libertad y tranquilidad, porque esto es un recinto cerrado y un diálogo privado. Había dicho que el doctor Rangel tenía el turno de la palabra, pero me parece que, ante el hecho de que el viceministro aludió institucional y personalmente al doctor Cepeda, me parece que si él desea hacer uso de su derecho de responder, puede hacerlo. Luego sigue el doctor Rangel, salvo que el magistrado se refiera a alguien más, evidentemente. MANUEL JOSÉ CEPEDA Yo creo que en una democracia es muy saludable que se debata acerca de la jurisprudencia de la Corte Constitucional. Creo también que, como lo ha dicho el presidente Uribe, los enemigos en Colombia son los violentos y los terroristas, no las instituciones, no la justicia. Y precisamente cuando la Corte reacciona a algunos comentarios, lo hace porque percibe que de alguna manera se entiende que es incómoda, que obstaculiza, que pone trabas, cuando precisamente la Corte Constitucional lo que debe hacer es garantizar unos derechos que están en la Constitución. Y eso lleva al segundo punto de si la Constitución de 1991 realmente impide restringir o limitar los derechos en tiempos de normalidad y sólo permite que eso ocurra en estados de excepción. Yo mencioné algunos ejemplos de limitaciones y restricciones a derechos en tiempos de normali- 232 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social dad, clarísimos. Básicamente, la razón de ser de una Corte Constitucional es precisamente esa. Definir cuándo unas limitaciones o restricciones a los derechos siempre, no solo en estados de excepción sino siempre, son compatibles con los principios constitucionales. Creo también que la jurisprudencia de la Corte no debe ser criticada o leída a partir de una frase o una palabra. Creo que debe ser vista en su conjunto como una línea jurisprudencial y ser leída para tratar de identificar qué es lo que realmente ha dicho la Corte. No con el ánimo de encontrar un pretexto cualquiera para restringir el sistema de frenos y contrapesos en una democracia o para abrir boquetes a la protección de los derechos que en ningún país se aceptan. Finalmente, quisiera citar una frase de un magistrado también norteamericano que decía «La Corte Suprema tiene la última palabra no porque sea infalible, sino que se cree que es infalible porque tiene la última palabra». Por fortuna, en Colombia eso no ocurre. En Colombia, la Corte Constitucional no tiene la última palabra porque a diferencia de Estados Unidos es muy fácil reformar la Constitución colombiana y corresponde a las fuerzas políticas con legitimidad popular determinar en qué casos, si la Corte Constitucional se ha equivocado, legítimamente iniciar un proceso de reforma constitucional. Así ha ocurrido en múltiples oportunidades y la Corte Constitucional ha declarado perfectamente compatibles con la Constitución esos actos legislativos, por así decirlo, para tumbar sus sentencias. De manera que creo que hay también, de alguna manera, una percepción que no corresponde a la realidad en torno a lo que es el trabajo de la Corte Constitucional, y lo que han sido los límites que ella misma ha aceptado. JUAN GOSSAÍN Luego de la intervención del doctor Alfredo Rangel, vamos a concluir esta parte del debate para proceder a oír al General Mora. ALFREDO RANGEL Yo creo que en el desarrollo de este debate necesariamente se están acumulando temas. Y obviamente son temas muy relacionados y creo que eso va a hacer cada vez más complejo el análisis por separado de cada uno de los temas por su misma interrelación. Yo Ponencias y debates 233 quisiera hacer un comentario acerca del fuero militar que obviamente, sobre todo en una situación de guerra, de conflicto, pues es un elemento absolutamente clave, estratégico que determina el comportamiento, el desempeño de las Fuerzas Militares. A mi manera de ver, en el país se está ocurriendo algo que es muy grave y es que de hecho está desapareciendo el fuero militar. Parece que son muchas las acciones de guerra y de combate en las que los miembros de las Fuerzas Militares, frente a unos hechos que ocurren en desarrollo de esas acciones, terminan finalmente siendo juzgados por la justicia civil, y se da entonces una situación de gran ambigüedad, una gran zona gris con relación a lo que son y no son las acciones de combate, es decir, los actos del servicio o relacionados con ese servicio, que creo que está ocasionando en muchas oportunidades una suerte de disuasión para la acción de las mismas Fuerzas Militares. Es decir que junto con el tema de la Procuraduría, acaban siendo disuasivos de esa actuación de las Fuerzas Militares. Yo creo que en cuanto a los controles en Colombia se da una situación muy paradójica: exceso de control e insuficiencia de control de manera simultánea. El problema radica, en uno y otro caso, en la falta de conocimiento del Parlamento y de la Procuraduría acerca de los temas militares. Es curioso registrar en Colombia que en la actualidad hay mucho más interés en el tema de las Fuerzas Militares que conocimiento. Más interés que conocimiento y aquí se está pagando un poco el tiempo pasado en el que los civiles tuvieron un absoluto desentendimiento y falta de interés por el tema militar. Creo que el control ha avanzado mucho en el Parlamento, pero todavía es insuficiente, y es que no se trata de que los militares no hagan presencia en largas, larguísimas jornadas y debates acerca de la política de la defensa nacional, sino éstos sean de calidad. Desafortunadamente hoy, aparte de dos, tres o cuatro parlamentarios con conocimiento acerca del tema, me parece que en esta institución hay una gran precariedad para ejercer un control de calidad relacionado con la política de defensa y seguridad. Esto contrasta, obviamente, con una mejor calidad acerca del tema de la política pública relacionada con la justicia. Son dos temas muy relacionados seguridad y justicia, pero al mismo tiempo muy específicos. Reitero que hay una insuficiencia en el control del Parlamento por- 234 Instituciones civiles y militares en la política de seguridad social que éste se ejerce hasta donde alcanza su conocimiento del tema. Los miembros de las Fuerzas Militares se ven amenazados por el empapelamiento de la Procuraduría e incursos en largos y problemáticos juicios, ya que el fuero militar se ha vuelto una cosa absolutamente ambigua y prácticamente está desapareciendo. Creo que en la situación que confronta hoy el país, y en un eventual agravamiento del conflicto hacia el futuro, estos son factores supremamente críticos para el desempeño de las Fuerzas Militares. Los civiles estamos en una situación de absoluta inequidad frente al desempeño de las Fuerzas Militares al exigirles cada vez mayores resultados mientras existen factores institucionales que cohiben y disuaden el comportamiento de la fuerza pública. JUAN GOSSAÍN Antes de la intervención el General Mora, el General Luis Alfredo Rodríguez Pérez, el Director Operativo de la Policía Nacional desea hacer algunas acotaciones acerca del tema del marco jurídico de la seguridad. GENERAL LUIS ALFREDO RODRÍGUEZ PÉREZ Yo si quisiera plantear algo que tiene que ver con las facilidades que deberían otorgársele a la fuerza pública para determinadas actuaciones y que realmente generan todo tipo de desgaste con relación a la credibilidad que debe tener la fuerza pública frente a otros problemas que se podrían generar, como es el caso, por ejemplo, de los grupos de justicia privada. Ilustro esto con dos ejemplos. Y es la familiaridad con que a veces nos acostumbramos a convivir con el delincuente. Yo recuerdo que una directora de Bienestar Familiar de Bogotá, decía que el delincuente tiene que trabajar con la teoría de las tres R. Ella hacía alusión a que la primera R es el reciclaje, ya que si hay material para reciclar no tiene que recurrir a ninguna otra estrategia. La segunda táctica con R es la del «retaque» y es cuando el delincuente pasa golpeando la llanta para que le entreguen una moneda, o golpea el vidrio del carro para que le regalen una moneda. Y la tercera alternativa es el robo. Si no encuentra ni reciclaje, ni le da resultado el retaque, tiene que recurrir al robo. Ponencias y debates 235 Así que la gente se familiariza con estas tres modalidades. Y cuando hablo del crecimiento de los grupos de justicia privada, y aquí quisiera poner las manos sobre los hombros del doctor Sabas Pretelt para que nos apoye. Por ejemplo, cuando el pequeño comerciante sale desde su casa y tiene que llegar hasta el negocio, y sobre la vía se le atraviesa un delincuente para atracarlo, para extorsionarlo, para robarlo, etc. Aquí es donde nosotros estamos amarrados, el papel del policía siempre está en tela de juicio porque se dice que no es capaz de retenerlo, porque no lo pone a buen recaudo, porque no lo pone a órdenes de ninguna autoridad. Desafortunadamente, a la herramienta a la que tiene que recurrir un pequeño comerciante o una persona que está saturada de que lo atraquen, o que se cansó de los diferentes tipos de amenazas, es a grupos de justicia privada para que le ayuden a eliminar ese factor de riesgo. JUAN GOSSAÍN Le pido al General Mora dirigirse al podio. El tema de esta conferencia es: «La visión militar del apoyo de la sociedad civil a las Fuerzas Militares». Para tranquilidad del General Jorge Enrique Mora le recuerdo que como es la conferencia central, no tiene límite de tiempo.