Thomas Mermall SEMILLAS DE GRACIA: MEMORIAS DE AMOR, GUERRA Y AMISTAD Traducción de EVA RODRÍGUEZ Prólogo de ANTONIO MUÑOZ MOLINA PRE-TEXTOS NARRATIVA Impreso en papel FSC® proveniente de bosques bien gestionados y otras fuentes controladas Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra. Título de la edición originan en lengua inglesa: Seeds of Grace. A Memoir Diseño gráfico: Pre-Textos (S.G.E.) y * Fotografía de la cubierta: © Mario Zamora Morillas 1ª edición: abril de 2011 © Thomas Mermall, 2011 © del prólogo: Antonio Muñoz Molina © de la traducción: Eva Rodríguez © de la traducción del Post scriptum final: Javier Gomá © de la presente edición: PRE-TEXTOS, 2011 Luis Santángel, 10 46005 Valencia www.pre-textos.com en coedición con: © Fundación José Ortega y Gasset – Gregorio Marañón IMPRESO EN ESPAÑA/PRINTED IN SPAIN ISBN: 978-84-15297-25-3 DEPÓSITO LEGAL: M-17803-2011 ARTEGRAF, S.A. TEL. 91 471 71 00 P R E FAC I O HACE unos veinte años, cuando en el paisaje literario empezaron a surgir autobiografías y memorias con profusión, era posible proponer la publicación de la historia de tu vida con cierto grado de confianza. Los lectores respondían a las vidas de la gente común con interés no menor que a las de los famosos. A saber qué fue lo que incitó esta nueva inclinación hacia un género antiguo. Había, para empezar, entre muchos aficionados a la literatura, cierto cansancio con la narrativa experimental, en que estructura, juegos de lenguaje y un estilo artificioso desbancaban al drama de la vida, y recibieron con gusto los retratos de personajes reales, de carne y hueso. Esta hambre de experiencia directa, de las luchas, los sufrimientos, las esperanzas y los desvaríos de personas auténticas, también prendió en el público general. Pero hoy, cuando el mundo editorial se encuentra en serias dificultades y el mercado está saturado de memorias, las expectativas del escri23 tor se reducen considerablemente. Más aún, recientes revelaciones de memorias falsas o noveladas acaso hayan socavado la confianza del lector y posiblemente degradado el estatus de este género. Así pues, ¿más memorias? Sí, absolutamente; no tengo alternativa: he de contar mi historia. Pero ¿por qué mi vida y las vidas que relato habrían de tener interés para los desconocidos? Ante todo, porque confío en que satisfagan las exigencias de una buena narración: que sea singular, conmovedora, histórica y socialmente informativa, psicológicamente reveladora, intelectualmente sugerente e iluminadora, entretenida y, por último, aunque no en importancia, que esté bien escrita. Imagine el lector que es el único niño judío en cien kilómetros a la redonda en haber escapado a la ola genocida nazi en Hungría; que junto a su padre está escondido en un bosque, rodeado de peligro constante y mortal. Sigue vivo porque un desconocido está dispuesto a arriesgar su vida y las vidas de su mujer y sus cinco hijos para darle alimento. Imagine que el día después de la liberación un soldado borracho del ejército rojo le pone una pistola en la cabeza a su padre, dispuesto a apretar el gatillo. Imagine que otro soldado del ejército rojo, tras un intento frustrado de violar a tía y prima, las mata de un tiro. Estos son algunos de los primeros episodios de estas memorias. Sigue 24 después el relato de la vida tras el telón de acero, una estancia de tres años en Santiago de Chile y, por último, la residencia en Estados Unidos. En este punto la historia aborda experiencias más familiares, como la llegada a la mayoría de edad en el Chicago de los años cincuenta y sesenta, y el desenlace de una relación difícil entre padre e hijo. Seguimos la vida de un joven emigrante mientras despierta al mundo de las ideas, encuentra su vocación en la enseñanza y el estudio, y es víctima de las intrigas del ambiente académico. La dimensión personal e íntima del narrador cobra vida con una serie de experiencias amorosas contadas con expresividad e insobornable franqueza, entre ellas una racha prolongada de obsesiones eróticas, los gozos, agonías y misterios del amor y el matrimonio, y la devastación del divorcio. Finalmente, también trata sobre España: su gente y su cultura y algunos retratos de españoles eminentes. Por el camino, el lector topa con una mezcla de personas extraordinarias, interesantes, complejas. Una madrastra de tonos tragicómicos comparada con la cual la versión de los cuentos infantiles parece una hermanita de la caridad; un hermano mafioso, compañías turbias dignas del cine negro, pero también amigos de ejemplar cariño y generosidad, y colegas de inteligencia, sabiduría e ingenio notables. Un espacio sustancial está dedicado a figuras de prominencia consi25 derable, especialmente del mundo de la literatura hispana, con quienes el autor mantuvo correspondencia o a las cuales conoció en persona, como el premio Nobel de Literatura Octavio Paz, los escritores Francisco Ayala y José Jiménez Lozano, ganadores del Premio Cervantes, e intelectuales estadounidenses tan destacados como el teólogo de la muerte de Dios, Thomas J. J. Altizer. Las memorias cubren casi setenta años y comienzan en una región de Europa oriental de fronteras históricamente fluctuantes. Esta zona es conocida como Rutenia o Rusia subcarpática, ha pertenecido a Hungría y Checoslovaquia, y hoy está en Ucrania. En 1944, cuando se inicia este relato, Hitler la había devuelto a Hungría, que había perdido este territorio al ser entregado a Checoslovaquia en la primera guerra mundial. Aunque formaba parte del Eje, Hungría no fue lo bastante colaboradora en la ejecución de la solución final y los alemanes ocuparon el país en marzo de 1944 para agilizar el proceso de exterminio. La madre del autor se encontraba entre el casi medio millón de víctimas. Unas cuantas palabras sobre la estructura. Aunque no indiferentes a la cronología, estas memorias se organizan por criterios temáticos, que abrazan principalmente las experiencias de guerra y supervivencia, familia, estudios, profesión, amor y amistad. Abordaré también, muy brevemente, un problema con el que 26 a menudo topa el memorialista: el del decoro, es decir, los límites de la autorrevelación. He procurado encontrar un equilibrio entre franqueza y contención, verdad y circunspección. Evitando la práctica, común en demasía e inmodesta, de «decirlo todo», no he rehuido sin embargo una descripción franca de la experiencia erótica. Dado lo delicado del tema, lo trato con levedad bajo seudónimo. Empecé a escribir estas memorias en 2002, cuando la ruptura de una relación larga e infeliz desató una ola de emociones, un liberador flujo de sentimientos e ideas que, día tras día, encontraron expresión en estas páginas. Algunos escritores ilustres, como Miguel de Unamuno y mi buen amigo Francisco Ayala, han dicho que el memorialista se parece mucho al novelista que crea un personaje, en este caso el protagonista de su propia vida, en virtud de lo cual se inventa y descubre a sí mismo simultáneamente en el proceso de escribir. Por mucho que intente hacer de mí un personaje real, seré inevitablemente percibido como una entidad ficticia. En un intento –fútil, desde luego– de evitar esta abstracción de mi persona, concluyo este prefacio con el retrato más gráfico del que soy capaz, que llamaré el Cuerpo ante el Espejo. Me miro al espejo. Empiezo por los pies. Veo una fila de dedos pálidos, finos, huesudos, frágiles, algunos arqueados, torcidos, montados sobre el vecino, con aspecto 27 de pretzels antes de hornear. Levanto la mirada lentamente, sigo la línea de dos zancas delgadas y contemplo avergonzado mis piernas larguiruchas. Con un poco de benevolencia pueden parecer los miembros esbeltos y musculosos del corredor de fondo que fui un día. Sigo mi ascenso visual y llego al apéndice legendario: ¿es una excrecencia de piel?, ¿una serpiente de campo?, ¿un hongo? No, es Junior. Ahí está, tranquilo, colgante, arrugado, plegado en sueño, pero puede despertar caprichosamente, y convertirse, como por arte de magia, en una vara de carne sólida, impúdica. En una vida anterior, este adlátere mío, desvergonzado, travieso, actuaba a mi antojo cuando yo soñaba con aventuras y conquistas. Ahora, domeñado, domesticado, sirve obedientemente al placer de su señora. Continúo; desde un tronco hirsuto hasta un pecho y hombros bien desarrollados de los que cuelgan dos brazos algo nervudos. El narcisismo y la vanidad de la adolescencia los habían desarrollado hasta adquirir proporciones presentables. Súbitamente me encuentro cara a cara con el autor de estas palabras: frente alta, pómulos prominentes, nariz pronunciada, delicada, ojos pardos, redondos y brillantes, orejas perfectas (según su esposa), boca bien formada. Sonrisa generosa, voz grata. El cabello, en su día abundante, castaño oscuro, es ahora canoso y empieza a clarear. El cuello de pavo estropea un cutis por lo demás terso y bien 28 conservado. Las manos, moteadas de manchitas de vejez, parecen ramas secas. Los dedos son largos, delgados, delicados. Y sin embargo, por alguna razón, a las damas les agradaba, porque éste era un hombre ansioso por complacer: cariñoso, atento, protector. Armado con el encanto paterno y la cortesía del Viejo Mundo, se hizo querer, sedujo. Sí, se ha aprovechado, ocasionalmente ha mentido y engañado, falseado, desdeñado, decepcionado expectativas, abandonado bruscamente a mujeres cuya confianza se había ganado. Una vez, cegado por la lujuria, destrozó sin piedad un alma delicada. Pero también se esforzó para evitar el dolor, para ser claro y sincero. Amaba a las mujeres. Un esbozo máximamente compacto de su carácter, digno de un epitafio: Siempre fue puntual / amó los libros, a las mujeres y el vino. (viejo verde, viejo verde / la muerte te muerde) Hay hombres que se pasan la vida buscando el Santo Grial; yo me paso la mía buscando cuartos de baño. Es por esa maldita glándula con forma de almendra, azote del macho, y sus dramas de la edad tardía que no dejan vivir a algunos hombres de mis años. Esta afección te inquieta en el teatro, en la sala de conferencias, en el coche; te hace buscar ansioso, anhelante, a veces de29 sesperado, el mágico cartel de SERVICIOS para poder encontrar al punto un pequeño espacio privado y, por fin, hacer p-i-s-s-s. Me tengo que irrigar y lubricar las fosas nasales regularmente, resultado de una intervención innecesaria y chapucera de un matasanos. Si alguna infección me subiera a la cabeza, soy hombre muerto. La parte baja de la espalda me recuerda su existencia cuando dejo la cama por la mañana. Hago ejercicio: pongo a tono al viejo mulo tres días a la semana. En general sigue obedeciendo, tiene vigor considerable. «I grow old, I grow old / I will wear the bottoms of my trousers rolled».1 1 «Envejezco, envejezco / tengo que llevar los bajos del pantalón vueltos», verso del poema de T. S. Eliot La canción de amor de Alfred Prufrock. (N. de la T.). 30