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...\ • GACETA leOIOMISTA.
PERIÓDICO
DE CO MEE CIO, DE NAVE GACIO N MERCANTIL
Y DE SEGUROS.
GUIA DE LOS CAMINOS. DE HIERRO.
NUM. 101.
LUNES 28 DE ABRIL DE 1862.
CRÓNICA OFICIAL.
La Gaceta de la última semana contiene las disposiciones siguientes :
Dosraóo 20. —Ninguna disposición de iuterés general.
LUNES 21.—Por la dirección general de la Deuda se anuncia que
aprobadas varias liquidaciones de acreedores al préstamo de ocho
millones de reales levantado en Cádiz para el restablecimiento de
nuestras relaciones con la regencia de Argel, pueden estos ó sus
causá-habientes acudir á presentar las carpetas-resguardos y á justificar su personalidad á fin de proceder á la emisión de los títulos de
deuda amortizable de primera clase la parle correspondiente á capitales, y de segunda la de los intereses, con arreglo á la ley.
MARTES 22 y MIÉRCOLES 23.—Ninguna disposición de interés general.
JUEVES 24.—Publica los estados de la deuda general del Tesoro,
según los euates la deuda flotante que en i.° de Marzo último importaba 951.353.776,11 rs., ha tenido hasta i." de Abril un aumento de
60.632.283,06 y una disminución de 30.220.015, Í3 : importando en
dicha fecha 990.788.043,74. No ha habido negociación de deuda flotante en el mes de Marzo último. Según el dato facilitado por la dirección general de contabilidad, resultaba enfinde Febrero último á
favor del fondo de partícipes de las rentas un saldo de reales vellón
SS.238.842,34 cents.
VIERNES 2S y SÁBADO 26.—Ninguna disposición de interés genera!.
LA LIBERTAD DE TRABAJO Y LOS AGEITES DE BOLSA.
¿Por qué no ha-de ser libre la profesión de agentes
< de cambio y de Bolsa?
Ésta pregunta se ocurre naturalmente cuando se fija
la atención en el estado actual del colegio de agentes,
cuyas puertas permanecen de todo punto cerradas á todosiaquellos que, reuniendo los requisitos legales, desean ingresar en él para dedicarse á una profesión que
debiera ser tan libre como otra cualquiera, mayormente cuando de esta libertad dependen los intereses generales ñel comercio. "I mp.yor movimiento en las operaciones, la vitalidad del cambio, y por último, uno de los
derechos más imprescriptibles, aliento fecundante del
comercio, cual es el derecho de libre contratación. ¿Poiqué se ha de llegar en este punto hasta el extremo de
designar un número limitado de personas con las cuales
única y absolutamente puedan y deban entenderse los
tenedores de efectos públicos?
Los agentes, no sólo se ocupan de la contratación de
fondos públicos, sino también de giros y descuentos de
letras y pagarés, de préstamos, de negociación de acciones de Banco, de sociedades de crédito, de ferro-carriles y de todo género de valores, ya públicos, ya privados.
Ahora bien , nadie puede poner en duda que los comerciantes tienen el derecho de contratar á domicilio,
sin intervención de agente oficial, lo cual equivale á
decir que los intermediarios á nadie han de inspirar confianza sino á los interesados mismos, confianza que la
ley ni puede crear ni menos imponer, si han de tenerse
en cuenta los intereses generales del comercio, que vive
ANO IIL
principalmente del crédito y de la confianza que las
personas se grangean ; y en último caso, por más ga+
rantías que ofrezcan los agentes oficiales, todavía sab'r
siste un atentado contra la libertad individual del comerciante, á quien nadie puede impedir la elección de
personas y que se valga en sus contrataciones de los intermediarios que más le plazcan.
~
Bajo este aspecto, la manía de intervenirlo y reglamentarlo todo produce dos gravísimos inconvenientes;
el primero es coartar la libertad del comercio,, con reía*
cion á los tenedores de efectos públicos, y el segundo
con relación á las personas intermediarias á quienes se
les obliga á vivir fuera de la ley, de la ley que crea un
privilegio en favor de los agentes oficiales. Mucha eficacia y mucho respeto concedemos á las leyes establecidas. Comprendemos también que los gobiernos centralizadores lleguen hasta los más viciosos extremos en su
afande prescribir actos y sentimientos que nunca pueden
ni deben ser objeto de una ley; pero en verdad no acertamos á comprender que por medio 'de una ley llegue á
prescribirse ó mandarse que se tenga, no ya confianza,
sino complacencia y agrado en que se ocupen de núes-'
tros propios negocios personas que tal vez ni nos complacen ni nos agradan. ¿Y qué otra cosa hace la ley que
autoriza el monopolio de todos los negocios de la plaza
en favor de un número limitadísimo de agentes ? La ley,
en este caso, viene á decirles á los tenedores de fondos
públicos : «Los intermediarios que se os dan para vuestros contratos son los más aptos, los más capaces y los;
mejores que pudierais encontrar. Contentaos con ellos,
porque se os prohibe buscar otros.»
¿Cabe llevar más lejos el absurdo de la intervención?
¿Se concibe un sistema más represivo para la libertad
de comercio? ¿Es posible que haya quien seriamente
sostenga que el gobierno sabe mejor que los interesados mismos los intermediarios ó corredores que les convienen en sus propios negocios? ¿Ni cabo tampoco mayor injusticia para con aquellas personas que, mereciendo por su aptitud y probidad la confianza de los
tenedores de fondos públicos se ven, sin embargo, imposibilitadas de ejercer sus facultades y sus conocimientos, y que pueden ser muy superiores y más aceptables
que los de los agentes impuestos?
Por que después de todo , el título de agente oficial
no envuelve el título del mejor intermediario. Puede
habor otros más capaces, más activos, más solícitos y
preferibles bajo muchos conceptos; al modo que el titulo de abogado no prueba por esta sola razón que el que
le recibe sea el mejor de los abogados posibles.
Así se comprende que, una vez llenos los requisitos
de la ley, todos puedan ser abogados, por'ejemplo; mas
sin que de aquí se deduzca que á nadie se te pueda im-
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