Persona, Familia y Relaciones Humanas 5º año

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Prof. José Luis Bustinza Salas 1
Persona, Familia y Relaciones Humanas 5º año
LA LIBERTAD
Desde un punto de vista ético la libertad humana se puede definir como la "autodeterminación
axiológica." Esto significa que una persona libre se convierte, por ese mismo hecho, en el
verdadero autor de su conducta, pues él mismo la determina en función de los valores que
previamente ha asimilado.
Cuando no se da la libertad –o se da en forma disminuida– entonces el sujeto actúa impedido
por otros factores, circunstancias y personas, de modo que ya no puede decirse que es el
verdadero autor de su propia conducta. De acuerdo con esto se dice que la condición previa de
la libertad en un individuo es la captación y asimilación de los valores. En la medida en que un
individuo amplía su horizonte axiológico podrá ampliar paralelamente el campo de su propia
libertad. Y en la medida en que una persona permanezca ciega a ciertos valores, se puede
decir que posee una limitación en su libertad.
La libertad humana tiene que ir paralela con el sentido axiológico y el sentido de
responsabilidad, de no ser así se convierte en libertinaje.
La libertad aparece como la cualidad fundamental del ser humano, encargado y responsable
de la realización de su propio destino es, entre todos los atributos del hombre, aquel al cual
tiene menos derecho a renunciar, puesto que esto significaría descender a la jerarquía del
simple animal irracional.
Pero la noción de libertad ofrece ciertos equívocos y falsificaciones: no debe confundirse con
la arbitrariedad o el capricho, porque tarde o temprano degenera en libertinaje; como
tampoco quiere decir derecho a disponer de si mismo y de los demás a su antojo, ni gozar de
una independencia absoluta, porque en dicho caso se tendría derecho al suicidio y a conculcar
la vida y los bienes ajenos. Los estragos que mal uso de la libertad ha hecho son demasiado
evidentes.
Cierto que estamos condicionados por el pasado y por el presente y por una serie de factores
que van desde lo biológico a lo cultural, lo que no pocas veces nos hace ver la libertad como
una pura ilusión. Las condiciones climáticas y ambientales, el peso de la herencia familiar y
racial, ese mundo desconocido que dormita en el subconsciente, el imperio de los instintos y la
tiranía del pecado, la autoridad demasiado aplastante, la manipulación de las conciencias por
técnica de propagandas y publicidad agresivas que llegan a paralizar las facultades de reflexión
y juicios personales, la misma situación económica y tantas otras cosas hace decir a expertos
psiquiatras y moralistas que no todos los hombres son absolutamente responsables de todos
sus actos y que cada uno merece juicios atenuantes.
Pero precisamente, la libertad es voluntad de ejercer un control responsable sobre los
elementos que normalmente nos dominan y nos impiden ascender para llegar a ser mas.
Los caminos de la libertad no son como se los imagina el yo egoísta y egocéntrico, los de una
exaltación exagerada de la autonomía, sino los de un depender, descender y darse uno mismo
a los demás. Se podría decir que el concepto contrario a la esclavitud no es el de
independencia total sino capacidad de responder por si mismo y de si mismo.
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Solo un ser dueño, al menos parcialmente, de sus deseos y de sus actos, puede ser
considerado como responsable. El grado de su libertad será estrictamente proporcional al
grado de su responsabilidad. Por eso, con frecuencia encontramos hombres que no quieren
ser libres y que remiten a los otros el grado de peso de sus decisiones. Los Espíritus
pusilánimes sienten mas o menos confusamente que la verdadera libertad les impediría
continuar en el inconformismo y la apatía, en la seguridad y la responsabilidad, les obligaría a
salir de sí mismos para lanzarse a la aventura de la vida expuesta a un continuo riesgo.
Evidentemente, hacer y ser hombres libres es una empresa difícil. Y libre, en efecto, es quien
es dueño de sí mismo y causa de su realización. Esto se paga a gran precio, y la libertad cuesta
caro. No obstante, a ella debemos que nuestra existencia valga la pena ser vivida.
La libertad lleva consigo algunos corolarios un tanto olvidados. Para empezar, consideremos el
dúo formado por la libertad y la responsabilidad.
Para la mente actual, parecen contradictorios; y sin embargo, están íntimamente unidos. No
son dos realidades separadas, sino dos aspectos de la mismísima realidad. Como una madre y
su bebé, no se encuentran nunca separados. Nadie puede decir: Me gustaría ser madre, ¡pero
sin hijos! Es una imposibilidad lógica.
Algo parecido ocurre aquí: no puede haber libertad sin responsabilidad ni responsabilidad sin
libertad. Una acción libre equivale a una acción responsable. El mérito o la culpa, fruto de
nuestras acciones, recae directamente sobre nuestros hombros. De modo semejante, no hay
responsabilidad allí donde no hay libertad. No se nos ocurre castigar un árbol porque no se
quitó del camino cuando nos fuimos a estrellar contra él.
Reconocemos que el árbol no tiene ninguna responsabilidad, porque no es libre. La
responsabilidad presupone el poder para hacer algo. Sólo podré ser responsable de una acción
cuando ésta sea verdaderamente mía.
Ser responsable significa responder, rendir cuenta de nuestras acciones a alguien con quien
estamos comprometidos, al menos implícitamente (Dios, otras personas, nuestra propia
conciencia).
Responsabilidad significa también asumir las consecuencias de nuestras acciones.
A veces nos gustaría poder separar los dos elementos: disfrutar los beneficios de la libertad sin
tener que cargar con las consecuencias de la responsabilidad. Esta es una de las consecuencias
de la responsabilidad. Esta es una de las razones por las que mucha gente se rebela contra la
autoridad, por la que los adolescentes se quieren independizar de sus padres, por las que
algunos psicólogos inventan métodos para tratar de acallar la persistente voz de la conciencia.
Sin embargo, el divorcio entre la libertad y la responsabilidad destruye la libertad misma. La
libertad sin responsabilidad no es libertad sino licencia. El que es libre es verdaderamente
dueño de sus acciones; y el que es dueño de sus acciones es verdaderamente responsable. La
libertad es una de las caras, facetas o dimensiones del ser personal en cuanto activo u
operativo. La otra cara, faceta o dimensión correlativa es la responsabilidad. Precisamente
porque soy "dueño", puedo dar razón de mis actos. Mis actos son míos, no de fuerzas
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anónimas ni de ningún otro sujeto que quisiera decidir en mi lugar. De modo que si hay
libertad, hay -quiérase o no- responsabilidad; y si hay responsabilidad es porque hay capacidad
libre de querer y decidir. No hay sol sin luz, ni fuego sin calor. Libertad y responsabilidad son
dos caras de la misma moneda, dos facetas del señorío que recibe la persona al ser creada.
La libertad no consiste en seguir ciegamente nuestros impulsos, sino en el autodominio.
Podríamos pensar que somos libres cuando en realidad seríamos esclavos de las cosas: de
nuestros apetitos, de nuestras pasiones, de la opinión pública, de las modas, del qué dirán. San
Pedro, cuando escribía a los primeros cristianos, acusó la contradicción de algunos que
proclamaban ser libres porque se abandonaban a los deseos carnales: Ellos pueden prometer
libertad, pero no son más que esclavos de la corrupción; porque si alguno se deja dominar por
algo, se hace esclavo de ello (2 Pe 2, 19). La esclavitud de la carne es sólo un tipo de servilismo;
la esclavitud de la voluntad es todavía peor.
Ser libre es como estar en buena forma. Cualquier persona tiene libertad para escalar el monte
Everest, pero muchos son incapaces de hacerlo porque están fuera de forma. No hay ninguna
restricción externa en este caso, pero hay una interna. Como hemos dicho, la libertad es algo
más que el simple deseo; es la fuerza para realizar lo que deseamos. Si quiero dejar de fumar,
pero no puedo porque me falta fuerza de voluntad, no soy libre. Mi voluntad está fuera de
forma.
La libertad humana es libertad de toda la persona, no de alguna de sus partes. Para que un
esposo posea la libertad de ser fiel, debe poder controlar sus pasiones. Sin este autocontrol no
hay libertad. Imagínate el caso de un piloto de la Fórmula 1. Es libre de manejar sólo si tiene un
dominio completo sobre su vehículo. Debe ser capaz de frenar, de acelerar, de girar en un
momento dado. Todas estas maniobras exigen un estricto control sobre el volante, el
acelerador, la caja de velocidades, el freno, etc., y son necesarias para conducir con libertad un
Fórmula 1.
No somos libres porque no hay quien nos detenga sino porque somos capaces de alcanzar
nuestro verdadero fin y destino. Si la libertad consistiese en dar rienda suelta a nuestras
pasiones más bajas y a nuestros instintos, los animales serían más libres que los hombres. Ellos
no se sienten inhibidos por la razón o por la conciencia. Su ley es el instinto y los reflejos.
La verdadera libertad es la capacidad para dirigir nuestros sentimientos, pasiones, tendencias,
emociones, deseos y temores bajo el gobierno de nuestra razón y voluntad. Así entendida, la
libertad requiere que cada uno sea de verdad señor de sí mismo, decidido a luchar y vencer las
diferentes formas de egoísmo e individualismo que amenazan su madurez como persona. Las
personas verdaderamente libres son abiertas, generosas en su dedicación y servicio a los
demás.
"El obrar sigue al ser", es un axioma antiguo, que significa dos cosas: a) que todo ser es
dinámico, operativo, tiende a la acción; b) que la operación específica de cada ser es
proporcionada a la categoría del propio ser: no puede rebasarla y no debe reducirse
voluntariamente a un nivel inferior.
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Para poder estar satisfechos y ser felices necesitamos comportarnos de manera adecuada a
nuestro ser, a la altura de la dignidad que nos corresponde, empleando a fondo nuestra
libertad, sirviéndonos de las leyes que rigen el perfeccionamiento personal.
Las leyes físico químicas o biológicas, lejos de impedir el desarrollo de los seres vivos, lo hacen
posible. ¿Qué pasaría si no hubiera leyes en el cosmos? ¿Qué sucedería si no existiera, por
ejemplo, la ley de la gravedad? Podría pasar que el mar trepara por las montañas, los océanos
quedaran vacíos y las piedras cayeran hacia arriba. La sopa saldría del plato untándolo todo
con su pringosa sustancia... Podríamos ser súbitamente despedidos al espacio vacío, hacia el
aburrimiento perpetuo de las nebulosas cósmicas. No habría tierra firme ni lugar donde
asirnos. Pero gracias a que existe la ley de la gravedad, y otras muchas, la tierra es un planeta
azul habitable. Gracias a que existen leyes, "normas", es decir, cauces por los que discurren las
cosas, hay ríos y mar y lluvia y cosechas; es posible la vida, el orden, el conocimiento científico,
el desarrollo técnico...
No es difícil llegar ahora al principio siguiente: la ley moral lejos de ser negación de libertad, la
hace posible. Las leyes que hacen posible el comportamiento libre son las leyes que llamamos
morales. Como la libertad es vida y no caos, tiene sus leyes, que son las leyes del ser personal.
Sólo conociendo bien esas leyes el hombre podrá servirse de ellas en beneficio de su libertad
sin deteriorarla. Son leyes que, a diferencia de las físicas o biológicas, cabe no cumplir, pero
como rigen el comportamiento de los seres libres, "deben" ser cumplidas para mantener y
perfeccionar el vigor de la libertad: son las leyes morales. Quien las incumple es cada vez más
esclavo de sus propias pasiones o de las ajenas: no es capaz de hacer lo que quiere de verdad.
No puede estar satisfecho.
Preguntas:
1. ¿Qué se entiende por libertad en el texto?
2. Según el texto ¿con qué tiene relación la libertad?
3. Haz una síntesis de la relación entre la libertad y la responsabilidad
4. Haz una síntesis de la relación de la libertad con el autodominio
5. Según el texto ¿qué significaría el libertinaje?
6. ¿Qué significa la verdadera libertad? ¿Qué significa que el obrar sigue al ser?
7. Explica la relación de la libertad con las leyes morales?
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