Sentencia completa - El Correo Gallego

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JUZGADO DE LO PENAL Nº 3
PONTEVEDRA
Procedimiento abreviado 287/10
Registro General 374/10
SENTENCIA Nº 1/2011
En la ciudad de Pontevedra, doce de enero de dos mil once.
Vistas, en nombre de S.M. EL REY, en Juicio oral y público por la Ilma Sra. Dª Julia
Monteagudo Limeres, Magistrado Juez del Juzgado de lo Penal Número Tres de Pontevedra,
las presentes actuaciones instruidas por el Juzgado de Instrucción Nº 1 de Porriño como
Diligencias Previas Nº 1657/02 por presuntos DELITOS DE LESIONES CONTRA LA
SALUD MENTAL, ACOSO SEXUAL, ATENTADO CONTRA LA INTEGRIDAD
MORAL, AMENAZAS y PREVARICACIÓN contra el acusado JOSÉ MANUEL BARROS
GONZÁLEZ representado por el procurador Sr. Sanjuán Fernández y defendido por el
letrado Sr. Feijoo Borrego, en las que ha sido parte acusadora el Ministerio Fiscal, ejerciendo
la acusación particular ISABEL P.A. representada por la procuradora Sra. Angulo Gascón y
defendida por el letrado Sr. Carballeda Alonso, figurando como responsable civil EL
AYUNTAMIENTO DE PORRIÑO representado por el procurador Sr. Soto Santiago y
defendido por el letrado Sr. Rodríguez Latorre.
ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO: Las Diligencias Previas de las que dimana el presente Procedimiento
Abreviado, fueron incoadas en virtud de querella de fecha veintidós de agosto de dos mil dos,
y tras haberse acordado la apertura de juicio oral mediante auto de fecha 29 de octubre de
2009, mediante una Diligencia de fecha dieciséis de noviembre de 2009 se hace constar que
las actuaciones han desaparecido de las dependencias de la oficina penal del Juzgado Número
Uno de Porriño, por lo que en fecha veintisiete de noviembre de dos mil nueve se celebra una
comparecencia con las partes a fin de proceder a una reconstrucción de las actuaciones. Y
repartidas las actuaciones a este juzgado el cuatro de octubre de dos mil diez se celebró el
juicio oral los días diez, once y doce de enero de dos mil once.
SEGUNDO: Por el Ministerio Fiscal se calificaron los hechos definitivamente como
constitutivos de un delito de lesiones contra la salud mental del artículo 147.1 del Código
penal; de un delito de acoso sexual del artículo 184.2 del Código Penal; de un delito de
prevaricación del artículo 404 del Código Penal; y de un delito de atentado contra la
integridad moral del artículo 175 del Código penal, de los que es autor el acusado, y
apreciando la concurrencia de la circunstancia atenuante de dilaciones indebidas del artículo
21.6 del Código penal, interesa la imposición de las siguientes penas: por el delito de lesiones
contra la integridad moral, seis meses de prisión con inhabilitación especial para el ejercicio
del derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la condena; por el delito de acoso sexual,
diez meses multa a razón de doce euros diarios; por el delito de prevaricación, la pena de
inhabilitación especial para empleo o cargo público durante ocho años, y por el delito de
atentado contra la integridad moral, un año y seis meses de prisión e inhabilitación especial
para empleo o cargo público durante dos años. Y en concepto de responsabilidad civil deberá
indemnizar a Isabel P.A. en 50.000 euros con la responsabilidad civil subsidiaria del
Ayuntamiento de Porriño.
La acusación particular ejercida por ISABEL P.A. califica los hechos como
constitutivos de un delito de atentado contra la integridad moral de una persona cometida por
autoridad abusando de su cargo del artículo 175.2 del Código penal, un delito de lesiones
psíquicas o contra la salud mental del artículo 147.1 del Código penal, de un delito de acoso
sexual del artículo 184.2 del Código Penal; de un delito de amenazas del artículo 169.1 del
Código Penal, y de un delito de prevaricación del artículo 404 del Código Penal. De tales
ilícitos es autor el acusado en quien no concurren circunstancias modificativas de la
responsabilidad criminal, interesando se le impongan las siguientes penas: por el delito de
atentado contra la integridad moral, tres años de prisión e inhabilitación especial para empleo
o cargo público durante tres años; por el delito de lesiones psíquicas o contra la salud mental,
dos años de prisión con inhabilitación especial para el ejercicio del derecho de sufragio pasivo
durante el tiempo de la condena; por el delito de acoso sexual, doce meses multa a razón de
sesenta euros diarios; un año de prisión por el delito de amenazas; y por el delito de
prevaricación, la pena de inhabilitación especial para empleo o cargo público durante ocho
años. Y en concepto de responsabilidad civil, el acusado deberá indemnizar a Isabel P.A. en
500.000 euros con la responsabilidad civil subsidiaria del Ayuntamiento de Porriño.
TERCERO: La defensa del acusado solicitó la libre absolución del mismo con todos
los pronunciamientos favorables.
CUARTO: En la sustanciación del presente procedimiento se han observado las
prescripciones legales.
HECHOS PROBADOS
Probado y así se declara que Isabel A., mayor de edad, es funcionaria por oposición
al Ayuntamiento de Porriño desde 1979, con la categoría de auxiliar, ocupando el puesto de
secretaria de gabinete del alcalde desde le época del alcalde Gonzalo Ordoñez Pérez,
continuando en el mismo puesto con la llegada a la Alcaldía del Ayuntamiento de Porriño del
acusado JOSÉ MANUEL BARROS GONZÁLEZ, hasta el año 1995 en que la querellante
interpuso una denuncia contra dicho Alcalde que resultó condenado por una falta.
Mediante Decreto dictado por acusado, en su condición de Alcalde del Ayuntamiento
de Porriño, de fecha 27 de abril de 1995 se acuerda el traslado de Isabel P.A. a prestar los
servicios propios de su subescala a la Planta cuarta del Ayuntamiento de Porriño, estimándose
el recurso que la querellante interpuso ante la jurisdicción contencioso administrativa contra
dicha resolución.
Posteriormente, mediante Decreto de fecha 17 de julio de 1996 se acuerda el traslado
de Isabel P.A. al Multiusos de Torneiros, desistiendo la misma del recurso contencioso
administrativo interpuesto contra dicha resolución.
Mediante Decreto de 28 de febrero de 1998 se nombra a Isabel P.A. con carácter
accidental, por jubilación del jefe anterior, jefa del negociado de estadísticas, puesto en el que
permaneció hasta que mediante decreto de 28 de marzo de 2001, encontrándose de baja con
motivo de un accidente, se la cesa en el puesto, siendo este último decreto anulado por la
Jurisdicción contencioso administrativa.
Desde el año 1995 hasta el año 2003 (con posterioridad a la presentación de la
querella) Isabel P.A. ha estado de baja durante varios periodos a tratamiento psicológico y
psiquiátrico.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO: Tratando de seguir una cierta sistemática de la que adolecen los escritos
de acusación, se impone un examen individualizado de cada uno de los tipos delictivos por los
que se formula acusación ( cuatro según la acusación del Ministerio Público y cinco para la
acusación particular), anticipándose que por todos ellos se impone un pronunciamiento
absolutorio.
Uno de los delitos por los que se acusa a JOSÉ MANUEL BARROS GONZÁLEZ,
en su condición de Alcalde del Ayuntamiento de Porriño en la fecha de los hechos, es el de
prevaricación previsto y penado en el artículo 404 del Código Penal que sanciona a la
autoridad o funcionario público que, a sabiendas de su injusticia, dictare una resolución
arbitraria en un asunto administrativo. Y dados los términos de los escritos de acusación, al
limitarse a un único delito de prevaricación –ya que en ningún momento se califican los
hechos como constitutivos de un delito continuado-,
y aludir a tres resoluciones
administrativas, se suscita la cuestión de cual de ellas es la que se considera arbitraria por las
acusaciones.
Así, atendiendo a los escritos de acusación –por imperativo del principio acusatorio-,
tanto el Ministerio Fiscal, como la Acusación Particular, aluden a las siguientes resoluciones
(sin concretar fecha de las mismas, salvo en la última): 1-Decreto del Alcalde en virtud del
cual se trasladó a Isabel P.A. al “Torreón” como represalia a una denuncia que en el año 1995
interpuso ésta contra aquel, (Decreto de fecha 27 de abril de 1995); 2- Decreto posterior por
el que se traslada a Isabel Penedo al Multiusos de Torneiros, (Decreto de 17 de julio de 1996);
y 3- Decreto de 28 de marzo de 2001 por el que encontrándose de baja Isabel P.A., la degrada
del puesto de jefa de negociado. Por ello, acusándose por un único delito de prevaricación se
desconoce a cual de dichas resoluciones se le atribuye el carácter de arbitraria con relevancia
penal. Además, se omite en los escritos de acusación la descripción del hecho penal, así por
ejemplo, no se expresa si la decisión adoptada en cada una de las resoluciones administrativas
lo fue en todos los casos unilateralmente por el Alcalde acusado, -resultando que el decreto de
traslado al Centro ocupacional Permanente de Torneiros se hizo a propuesta del Concejal
Delegado Sr. Berdel Carreño, según consta en el expediente obrante en autos-, así como
tampoco se precisan las circunstancias de hecho determinantes de las resoluciones, salvo en el
primer decreto mencionado –que se justifica por las acusaciones como una represalia a la
denuncia de María Isabel P. contra el Alcalde acusado-, mientras que los otros dos decretos
parecen justificarse en el “continuo acoso y hostigamiento laboral por parte del acusado”.
El delito de prevaricación tutela el correcto ejercicio de la función pública de acuerdo
con los parámetros constitucionales que orientan su actuación y garantiza el debido respeto,
en el ámbito de la función pública, al principio de legalidad como fundamento básico de un
Estado social y democrático de Derecho. La STS de 13-3-09 señala que la injusticia es el
apartamiento del Derecho; sin embargo no es suficiente la mera ilegalidad, pues ya las normas
administrativas prevén supuestos de nulidad controlables por la jurisdicción contenciosoadministrativa sin que sea necesaria en todo caso la aplicación del Derecho Penal, que
quedará así restringida a los casos más graves; no son, por tanto, identificables de forma
absoluta los conceptos de nulidad de plena derecho y prevaricación. Puede decirse, como se
hace en numerosas sentencias, que tal condición aparece cuando la resolución, en el aspecto
en que se manifiesta su contradicción con el derecho, no es sostenible mediante ningún
método aceptable de interpretación de la ley, STS de 23-9-02 , o cuando falta una
fundamentación jurídica razonable distinta de la voluntad de su autor, STS de 17-5-02, o
cuando la resolución adoptada no resulta cubierta por ninguna interpretación de la ley basada
en cánones interpretativos admitidos, STS de 25-1-02 . Cuando así ocurre, se pone de
manifiesto que la autoridad o funcionario, a través de la resolución que dicta, no actúa el
derecho, orientado al funcionamiento de la administración pública conforme a las previsiones
constitucionales, sino que hace efectiva su voluntad, sin fundamento técnico-jurídico
aceptable.
Y examinadas las tres resoluciones invocadas por las acusaciones, resulta que el
Decreto por el que se traslada a Isabel P. al Multiusos de Torneiros, (Decreto de 17 de julio de
1996), además de adoptarse por el Alcalde a propuesta del Concejal delegado Sr. Berbel
Carreño, en ningún momento recayó sentencia ante la jurisdicción contencioso administrativa
al haber desistido la querellante del recurso en su día interpuesto contra el mismo, y si bien
esto último no es un presupuesto del delito, lo cierto es que se desconoce en que consistía la
“arbitrariedad” de tal resolución, ya que según se trate de testigos de una u otra parte, el
Multiusos de Torneiros se encontraba en “optimas” o en “deplorables” condiciones de trabajo,
y si bien probablemente no eran las mas adecuadas para desempeñar un trabajo de oficina, lo
cierto es que no por ello se puede calificar la resolución en la que se acuerda el traslado a
dichas dependencias como “arbitraria” y dictada por el acusado “a sabiendas de su injusticia”.
Y la misma conclusión se alcanza respecto de los otros dos decretos, el de fecha 27 de abril de
1995 y el de 28 de marzo de 2001 que si bien fueron anulados por la jurisdicción contencioso
administrativa, como ya se ha hecho constar la ilegalidad administrativa no es equiparable a la
prevaricación.
SEGUNDO: Se formula igualmente acusación contra JOSÉ MANUEL BARROS
GONZÁLEZ, por un delito de ACOSO SEXUAL del artículo 184.2 del Código penal, que
sanciona al que solicitare favores de naturaleza sexual para sí o para un tercero en el ámbito
de una relación laboral, docente o de prestación de servicios, continuada o habitual, y con tal
comportamiento provocare a la víctima una situación objetiva y gravemente intimidatoria,
hostil o humillante, con las penas de cinco a siete meses de prisión o multa de diez a catorce
meses si el culpable hubiera cometido el hecho prevaliéndose de una situación de
superioridad laboral docente o jerárquica o con el anuncio expreso o tácito de causar a la
víctima un mal relacionado con las legítimas expectativas que aquella pueda tener en el
ámbito de la indicada relación.
Y como hechos fundamentadores de dicha pretensión condenatoria se refieren en el
escrito de la acusación particular los siguientes:
“El ex alcalde de Porriño, ahora acusado, JOSÉ MANUEL BARROS GONZÁLEZ,
(hay que entender que desde 1982 que llegó al gobierno) comenzó a hacer insinuaciones de
naturaleza sexual hacia la querellante, Isabel P.A., y como quiera que la misma no accedía a
sus requerimientos, le dio un trato completamente vejatorio, discriminatorio y humillante,
llevando a cabo un auténtico hostigamiento contra la querellante, subordinada suya que
padeció de forma reiterada y continuada un atentado contra su integridad moral por parte del
ex Alcalde.
Así, en 1990 el acusado mandó colocar un armario de grandes dimensiones delante de
la querellante para aislarla por completo del público así como de los demás funcionarios.”
Continúa dicho escrito relatando una denuncia de la querellante contra el alcalde
acusado que terminó condenando por un juicio de faltas, y a continuación alude al Decreto
por el que el acusado traslada a la querellante al Torreón “como represalia por la citada
denuncia” para posteriormente referirse a dos traslados posteriores de la querellante en su
puesto de trabajo hasta su nombramiento como Jefa del negociado de estadísticas en virtud de
Decreto de 28 de febrero de 1998. Y es entonces cuando relata en el escrito de acusación: “al
volver a trabajar en el mismo edificio que el acusado se inician de nuevo, y cada vez con
mayor frecuencia e intensidad, las insinuaciones de carácter sexual por parte del acusado
hacia Isabel P., con amenazas de tomar represalias de no acceder a sus propósitos, como
apartarla de su puesto de trabajo”, añadiendo que se cesó en dicho puesto de jefa de negociado
por otro decreto (de fecha 28 de marzo de 2001) con motivo de encontrarse la querellante de
baja.
Y concluye el escrito de acusación, -en lo que puede considerarse relacionado con el
delito de acoso sexual- afirmando que “Todos estos hechos y este continuo acoso y
hostigamiento moral y laboral por parte del acusado hacia la querellante han hecho que la
misma haya sufrido lesiones psíquicas de carácter grave y permanente, que persisten en la
actualidad”.
Y a estos hechos no se añade ningún otro en el escrito de acusación del Ministerio
Fiscal salvo la referencia genérica, sin concretar ni la fecha ni las circunstancias en las que
“El Alcalde acusado le dice a Isabel esto se arregla con dos horas de cama”.
Y son tales las omisiones de que adolecen dichos escritos de acusación que
imposibilita cualquier pronunciamiento condenatorio por el delito que ahora examinamos y
ello por varias razones.
En primer lugar, si bien no se concretan fechas –salvo la referencia a la colocación de
un armario en el año 1990- hay que distinguir dos periodos respecto del supuesto acoso
sexual del que era víctima María Isabel P. Uno; durante el periodo comprendido entre 1982
que llegó el acusado a la alcaldía y el año 1995 (hay que entender que hasta la fecha del
Decreto de 27 de abril de 1995) en que se traslada a Isabel P. al Torreón. Y, teniendo en
cuenta que la propia querellante precisó en el plenario que desde dicho traslado hasta su
nombramiento como jefa de negociado (en el año 1998) no tuvo ningún contacto ni relación
con el alcalde acusado, un segundo período se desarrollaría desde el Decreto de
nombramiento como Jefa de Negociado, en fecha 28 de febrero de 1998 y su cese en dicho
puesto mediante decreto de fecha 28 de marzo de 2001.
Y hay que partir de que el delito de acoso sexual se introduce en nuestro
ordenamiento penal con el Código de 1995, (LO 10/1995 de 23 de noviembre) siendo la
redacción inicial del artículo 184 : “El que solicitare favores de naturaleza sexual para sí o
para un tercero prevaliéndose de una situación de superioridad laboral, docente o análoga, con
el anuncio expreso o tácito de causar a la víctima un mal relacionado con las legítimas
expectativas que pueda tener en el ámbito de dicha relación, será castigado como autor de
acoso sexual con la pena de arresto de doce a veinticuatro fines de semana o multa de seis a
doce meses”. La redacción actual del artículo 184 se introduce por la Ley Orgánica 11/1999,
de 30 de abril y posteriormente se modifica por la LO 15/2003 de 25 de noviembre de 2003
únicamente en relación con las penas a imponer. Por ello, el acoso sexual que se dice
producido entre los años 1982 y abril de 1995 no sería susceptible de reproche penal por
cuanto no existía esta figura delictiva.
Por tanto, serían únicamente generadores de responsabilidad penal los hechos que se
refieren al periodo comprendido entre febrero de 1998 y marzo de 2001,- que se corresponde
a la época en que la querellante ocupó el puesto de jefa de negociado-, produciéndose en esta
última fecha la baja de aquella, de la que no se reincorpora hasta el 18 de septiembre de 2002
(por tanto con posterioridad a la fecha de presentación de la querella). Y como única alusión
a tales hechos en el escrito de la acusación particular se contempla como ya se ha dicho “Al
volver a trabajar en el mismo edificio que el acusado se inician de nuevo, y cada vez con
mayor frecuencia e intensidad, las insinuaciones de carácter sexual por parte del acusado
hacia Isabel P., con amenazas de tomar represalias de no acceder a sus propósitos, como
apartarla de su puesto de trabajo”. Y los términos ambiguos y genéricos de dicho escrito
deben ponerse en relación con el principio acusatorio. La sentencia del Tribunal Supremo de
5 de julio de 2001, con cita de otras propias y del Tribunal Constitucional, recuerda lo que es
una doctrina sólidamente asentada, que el principio acusatorio requiere una correlación entre
los hechos objeto de acusación, descritos en el correspondiente escrito, y los de la sentencia.
Señala la necesidad de que "el hecho objeto de acusación y el que es base de la condena
permanezcan inalterables, esto es, que exista identidad del hecho punible, de forma que el
hecho debatido en juicio, señalado por la acusación y declarado probado, constituya supuesto
fáctico de la calificación de la sentencia", de forma que - sigue más adelante la misma
resolución- "la acusación ha de ser precisa y clara respecto del hecho y del delito por el que se
formula y la sentencia ha de ser congruente con tal acusación sin introducir ningún elemento
nuevo del que no hubiera existido antes posibilidad de defenderse (v. S. 7 diciembre 1996); y
que "el establecimiento de los hechos constituye la clave de la bóveda de todo el sistema
acusatorio del que el derecho a estar informado de la acusación es simple consecuencia" (v. S.
15 julio 1991). (...) En suma, como se precisa en la Sentencia de 26 febrero 1994, es evidente:
"a) Que sin haberlo solicitado la acusación, la sentencia no puede introducir un elemento
"contra reo" de cualquier clase que sea; b) Que el derecho a ser informado de la acusación
exige su conocimiento completo; c) Que el inculpado tiene derecho a conocer temporánea y
oportunamente el alcance y contenido de la acusación a fin de no quedar sumido en una
completa indefensión; y, d) Que el objeto del proceso no puede ser alterado por el Tribunal de
forma que se configure un delito distinto o una circunstancia penológica diferente a las que
fueron objeto del debate procesal y sobre la que no haya oportunidad de informarse y
manifestarse el acusado".
No obstante lo anterior, el Tribunal Supremo, en la misma
sentencia, matiza y marca límites a su doctrina al decir que "Es sabido que las modificaciones
de detalles o de aspectos meramente secundarios no conculcan tales principios y pueden ser
introducidas por el tribunal sentenciador en su resolución, con objeto de ser más respetuosos
con la descripción de la verdad material de lo acontecido. Sobre este particular hemos de
señalar: 1) Que lo que es objeto de contradicción en el debate del juicio oral es lo que se
refleja en los respectivos escritos de acusación y de defensa, esto es, los elementos fácticos y
jurídicos que enmarcan el objeto del proceso penal; 2) Que tal marco no es inflexible, sino
que, por un lado, puede traspasarse con la introducción de elementos episódicos, periféricos o
de mero detalle, no afectantes al derecho de defensa, y por otro, se ensancha o se acorta en el
momento en que las partes elevan a definitivas sus conclusiones provisionales, dándose
oportunidad de nuevos elementos probatorios posteriores que desvirtúen los introducidos en
dicha fase procesal, para salvaguardar el derecho de defensa; 3) Que las modificaciones que
se introduzcan no pueden modificar esencial o sustancialmente los elementos fácticos del
relato histórico que las acusaciones sometan a la consideración del Tribunal, si no se ha
producido una petición conclusoria al menos alternativa por parte de las mismas; 4) Por
último, tal modificación sustancial debe obviamente valorarse de acuerdo con las particulares
del caso enjuiciado".
La aplicación de la expuesta doctrina al presente caso evidencia que los hechos
susceptibles de integrar el delito de acoso sexual no han sido debidamente introducidos en los
escritos de acusación ni provisional ni en los definitivos –que no han sido modificados- no
pudiendo dichas omisiones ser suplidas por esta juzgadora el ser elementos esenciales del
tipo; así, ninguna precisión se hace respecto a las insinuaciones de carácter sexual,
desconociéndose en que consistían las mismas y cuales eran las proposiciones del acusado, no
pudiendo considerarse concretadas en las alusiones del Ministerio Fiscal en su escrito a que el
acusado le dijo “esto se arreglaba con dos horas de cama”, ya que no se concretan fechas, ni
se refieren las circunstancias en que supuestamente se profirieron tales expresiones. Y tal
indeterminación en los hechos de los escritos de acusación en cuanto fijan el marco dentro del
que ha de desarrollarse el debate probatorio, impide en virtud del principio acusatorio la
condena del acusado por el delito de acoso sexual, dado que en ningún momento se precisaron
los hechos concretos por los que se le acusaba.
TERCERO: También la acusación particular formula acusación por un delito de
atentado contra la integridad moral de una persona cometido por autoridad abusando de su
cargo del artículo 175.2 del Código Penal, y por un delito de lesiones psíquicas o contra la
salud mental del artículo 147.1 del Código Penal, -introduciendo el Ministerio Fiscal en su
escrito de calificación definitiva también la primera calificación, sin modificar los hechos-. Y,
atendiendo a tales escritos de acusación, -como ya se ha dicho de vital trascendencia en virtud
del principio acusatorio que informa el proceso penal-, se imponen numerosas precisiones y
todas ellas conducen a un pronunciamiento absolutorio, siendo difícil una explicación
sistemática de todas ellas, dada la generalidad de los hechos que se recogen en los escritos de
acusación, la indeterminación de fechas, con errores incluso en algunas, desconociéndose qué
hechos integran las distintas figuras delictivas por las que se formula acusación -hasta cinco
delitos-, resultando que los mismos hechos se consideran constitutivos de más de dos delitos
vulnerando con ello el principio non bis in ídem.
Así, comenzando por la calificación jurídica de los hechos, respecto del delito de
atentado contra la integridad moral del artículo 175.2 del Código Penal y del delito de
lesiones psíquicas o contra la salud mental del artículo 147.1 del Código Penal, lo cierto es
que, -si bien no es fácil precisarlo, ya que los mismos hechos se consideran causa o
consecuencia también del delito de acoso sexual del artículo 184.2 del Código penal y del de
prevaricación- de los términos del escrito de la acusación particular (ya que el del Ministerio
Fiscal se limita a decir que “del conjunto de hechos narrados” Isabel sufrió lesiones
psíquicas), se infiere que las lesiones psíquicas que padece Isabel P. y aparecen objetivadas en
los distintos informes médicos obrantes en autos, traen causa de “este continuo acoso,
hostigamiento moral y laboral por parte del acusado hacia la querellante”, haciendo esta
afirmación a modo de conclusión, tras referir genéricamente hechos que supuestamente
serían constitutivos de los delitos de prevaricación, acoso sexual y también amenazas, lo que
ya de entrada hace plantear la cuestión de si dichas lesiones mas que susceptibles de
tipificación aislada serían una consecuencia de los
delitos anteriores y por tanto
indemnizables en el ámbito de la responsabilidad civil. Por ello, no es posible apreciar el
delito de lesiones del artículo 147 que interesan las acusaciones, pues, más allá del animus
laedendi, que en ningún caso se contempla en los escritos de acusación, lo que guiaría al
sujeto son sus proposiciones lascivas o de hostigamiento moral o laboral como dice la
acusación, por lo que las lesiones psíquicas, salvo que hubiesen sido queridas o buscadas
expresamente, forman parte del resultado de la acción rectora a modo de secuelas o
consecuencias, que han de tener su debida acogida por la vía de la responsabilidad civil
derivada del delito, pero no por la de una complementaria tipificación penal.
El delito de lesiones psíquicas que pretenden las acusaciones por vía del artículo 147
del Código Penal exige una conducta por parte del agente que esté dirigida directamente a
causar de forma dolosa, intencional, el posible menoscabo de su salud física o mental. Y a la
vista del relato de hechos de los escritos de acusación no se contempla ninguna acción
agresiva y dirigida de forma directa, intencional, dolosa (animus laedendi), a menoscabar la
salud psíquica de la querellante, llamando la atención que ni siquiera se describen en el escrito
de la acusación particular en qué consistieron las lesiones que sufrió aquella, a las que se
alude genéricamente como “lesiones psíquicas de carácter grave y permanente” o “daños y
lesiones evidentes (de carácter psíquico o mental)”. Y tales “lesiones” se contemplan por las
acusaciones como una consecuencia del “acoso y hostigamiento laboral y moral por parte del
acusado” por lo que por los propios términos de los escritos de acusación se considera
insostenible un posible delito de lesiones con el necesario ánimo de lesionar en la actuación
del acusado, y como ya se ha hecho constar, la trascendencia de tales lesiones sería a efectos
civiles como consecuencia de los delitos de prevaricación o acoso sexual.
Así el Tribunal Supremo de forma unívoca dice: «En otro orden de cosas las
consecuencias psíquicas o espirituales de la conturbación psíquica que la psicología y
psiquiatría recogen con diversas denominaciones como estrés postraumático, trastornos
adaptativos de carácter depresivo angustioso, etc., normalmente han de ser consideradas como
consecuencia de la agresión enjuiciada, se consuman en el delito de agresión del que hacen
causa, salvo que alcancen una autonomía típica en el delito de lesiones. Consecuentemente, en
el supuesto de existencia de resultados psíquicos, pudiéramos decir "normales",
correspondientes a las amenazas vertidas, esos resultados se consumen en el delito declarado
probado, siendo preciso, para alcanzar una subsunción autónoma en el delito de lesiones,
concurrentes según las reglas del concurso ideal, que las consecuencias psíquicas aparezcan
claramente determinadas y excedan de lo que pudiera considerarse resultado y consecuencia
de la agresión y por lo tanto subsumibles en el delito de agresión y enmarcado en el reproche
penal correspondiente al delito de agresión.... En este sentido esta Sala, reunida en Junta
General para la unificación de criterios, celebrada el pasado día 10 de octubre de 2003, trató
el tema de las lesiones psíquicas, diferenciando las normales a los hechos enjuiciados de
aquéllas que adquieren cierta sustantividad, acordó que "las alteraciones psíquicas
ocasionadas a la víctima de una agresión sexual ya han sido tenidas en cuenta por el legislador
al tipificar la conducta y asignarle una pena, por lo que ordinariamente quedan consumidas
por el tipo delictivo correspondiente por aplicación del principio de consunción del artículo
8.3º del Código penal, sin perjuicio de su valoración a efectos de la responsabilidad civil"
(Sentencia núm. 535/2009, de 20 de mayo de 2009; Ponente: Andrés Martínez Arrieta) .
Y lo anteriormente expuesto resulta igualmente extensible respecto del artículo 175
del Código Penal que castiga a “la autoridad o funcionario público que abusando de su cargo
y fuera de los casos comprendidos en el artículo anterior –que tipifica la tortura-, atentare
contra la integridad moral de una persona”, sin poder olvidar que el mismo se ubica en el
Título VII del Libro Segundo del Código Penal bajo la rúbrica "De las torturas y otros delitos
contra la integridad moral”, por lo que conforme a una interpretación histórica y sistemática
del precepto, sólo tienen cabida en el mismo los atentados mas graves contra la integridad
moral -tanto por el mayor desvalor del resultado, como por el mayor desvalor de la acción-,
al margen de que como primera cuestión, se desconoce –por no concretarse en el escrito de
acusación- qué hechos con sustantividad propia y distinta de los referentes a las otras figuras
por las que se acusa- se consideran constitutivos de tal delito de atentado contra la integridad
moral.
Y por último, fruto de la sistemática imprecisión y generalización de hechos en el
escrito de acusación particular, dados los términos del mismo, en ningún caso podría
considerarse constitutivo de un delito de amenazas del artículo 169.1 del Código Penal, el
hecho referido como que el acusado retoma sus insinuaciones de carácter sexual hacia Isabel
P. “con amenazas de tomar represalias de no acceder a sus propósitos” ya que con tal
afirmación lo que está haciendo es aludir a uno de los elementos normativos del delito de
acoso sexual por el que también formula acusación, por lo que insistiendo en lo anteriormente
expuesto –y al margen de que nada se ha probado al respecto, ni se ha hecho constar en qué
consistiría la represalia-, no sería susceptible de sanción autónoma.
CUARTO: De conformidad con lo preceptuado en los artículos 123 y 124 del Código
Penal, y en los artículos 239 y 240 de la ley de Enjuiciamiento Criminal, las costas procesales
se declaran de oficio.
Vistos los preceptos legales citados y demás de general y pertinente aplicación,
FALLO
Que debo ABSOLVER Y ABSUELVO libremente a JOSÉ MANUEL BARROS
GONZÁLEZ de los hechos de los que se le acusaba con declaración de las costas de oficio.
Notifíquese la presente resolución a las partes, haciéndoles saber que la misma no es
firme y que contra ella podrán interponer recurso de Apelación por ante la Ilma. Audiencia
Provincial de Pontevedra en el plazo de DIEZ DIAS.
Así por esta mi Sentencia, de la que se unirá certificación a los autos, definitivamente
juzgando en la instancia, lo pronuncio, mando, y firmo.
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