CORTE SUPREMA DE JUSTICIA Sala de Casación Civil

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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
Sala de Casación Civil
Magistrado Ponente:
Manuel Isidro Ardila Velásquez
Bogotá, D.C., primero (1º) de octubre de dos mil cuatro
(2004).
Referencia: expediente 1998-01175-01
Decídese
el
recurso
de
casación
interpuesto
por
el
demandado contra la sentencia de 6 de diciembre de 2001, proferida por la
sala de familia del tribunal superior del distrito judicial de Bogotá en el
proceso ordinario de Victoria del Carmen Bartoli Saldarriaga contra Eduardo
Arenas Osorio.
I. Antecedentes
Por la demanda con que inició este proceso se solicitó
declarar que entre el 7 de marzo de 1994 y la presentación de la demanda,
existió una sociedad patrimonial entre Victoria del Carmen y Eduardo, cuya
disolución y liquidación también se pidió declarar.
Como sustento de sus pretensiones expuso lo recapitulado a
renglón seguido:
La actora y el demandado iniciaron en la Paz (Bolivia) y sin
estar casados, una unión marital de hecho cuyo comienzo tuvo lugar el 7 de
marzo de 1994; desde esa época, en que Arenas Osorio trabajaba como
especialista financiero del Banco Interamericano de Desarrollo, la presentó
ante la entidad y parientes y amigos en Bolivia, Colombia, Honduras y
EE.UU. como su cónyuge
Cuando Arenas Osorio se retiró del banco en 1996, la pareja
fijó su residencia en Bogotá donde, con sus ahorros, adquirieron bienes
muebles e inmuebles. Desde el 25 de septiembre de 1998 Eduardo asumió
un
comportamiento
violento
y
agresivo
para
con
su
compañera,
suprimiéndole la ayuda económica.
Al dar inició la comunidad de vida, Victoria del Carmen era
soltera; Eduardo, en cambio, había contraído matrimonio por el rito católico
el 29 de julio de 1964 con Blanca Isabel Reyes, cuya sociedad conyugal
liquidaron de mutuo acuerdo los cónyuges, acto debidamente inscrito en el
registro correspondiente. Arenas Osorio estaba impedido para contraer
matrimonio.
La unión marital de hecho, en la cual no procrearon hijos y
ha durado 4 años y 10 meses, dio paso a la conformación de la sociedad
patrimonial entre compañeros.
Opúsose el demandado a las pretensiones; desconoció los
hechos en cuanto que las partes contrajeron matrimonio civil en Bolivia el
30 de marzo de 1994 y alegó como excepción la que denominó inexistencia
de la unión marital de hecho y sociedad patrimonial entre las partes.
El juzgado tercero de familia de Bogotá desestimó las
pretensiones por sentencia de 26 de enero de 2001, la cual, apelada por las
partes, revocó parcialmente el tribunal declarando disuelta y en estado de
liquidación la sociedad conyugal que avistó entre las partes.
II.-La sentencia del tribunal
Empezó anotando que el trámite de la tacha del registro civil
de matrimonio celebrado entre las partes es improcedente, pues trátandose
de una falsedad ideológica, como en efecto venía alegándose, ello no cabía;
y en seguida estableció que conforme a la ley 54 de 1990 no puede en el
caso existir la unión marital de hecho, pues el matrimonio entre las partes
la repele.
No obstante, como vio que dicho vínculo matrimonial
adolecía de nulidad, en tanto que al contraerlo subsistía otra unión anterior
del demandado, dio en concluir que había de declararse oficiosamente su
nulidad al hallarse configurada la causal de nulidad prevista en el numeral
12 del artículo 140 del código civil.
Y como durante la existencia de tal unión hubo comunidad
de bienes, lo cual concluyó al comprobar, de una parte, que la sociedad
conyugal anterior de Arenas Osorio estaba ya disuelta y liquidada desde
1981 y que, de otra, el matrimonio de Arenas y Bartoli generaba este tipo
de vínculo, en tanto que en Bolivia, donde ocurrieron las nupcias, surge
comunidad de gananciales a voces de los artículos 101 y 102 del código de
familia de esa nación, resolvió que la dicha comunidad había disolverse y
liquidarse.
III.-La demanda de casación
Dos cargos tiene la demanda, propuestos al amparo de la
causal
primera,
que
serán
despachados
conjuntamente
al
hallarse
soportados en fundamentos similares.
Primer cargo
Denuncia violación de los artículos 19, 180 inciso 2 y 1820
numeral 4º del código civil por falta de aplicación y los artículos 101 y 102
del código de familia de Bolivia por indebida aplicación.
Incurre en error de derecho el tribunal al aplicar el inciso 2º
del artículo 180 del código civil a una situación que no regula, dejando de
aplicar el numeral 4º del artículo 1820 del mismo ordenamiento que
consagra que la nulidad declarada por vínculo anterior no permite la
formación de la sociedad conyugal, norma de la cual el tribunal no podía
prescindir so pena de desconocer el principio de la seguridad jurídica, pues
el mencionado artículo implica la inexistencia de la sociedad conyugal en el
caso del matrimonio nulo por falta de libertad de estado.
Con ello aplicó indebidamente la ley extranjera, además que
también olvidó el artículo 19 del código civil que establece el estatuto
personal que somete a los nacionales residentes o domiciliados en el
exterior a la ley colombiana.
Segundo cargo
Acusa quebranto de la ley sustancial por falta de aplicación
del artículo 19 del código civil, indebida aplicación del numeral 2º del
artículo 180 de la misma obra, e interpretación errónea del numeral 4º del
artículo 1820 del ordenamiento civil.
En su desenvolvimiento reitera el censor que el tribunal basó
su decisión en el inciso 2º del artículo 180 del código civil, norma que no
cobija a los nacionales colombianos, ni los remite a normas extranjeras por
cuanto el estado civil de éstos está gobernado por las leyes patrias según el
artículo 19 ibídem.
Así que si la nulidad declarada tuvo como fundamento el
numeral 12 del artículo 140 del código civil, no podía el tribunal analizar si
en dicha unión surgió sociedad conyugal y menos decretar su disolución en
consideración al numeral 4º el artículo 1820 de la obra en comento, tesis en
cuyo abono, además de recordar los antecedentes legislativos que dieron
lugar a la modificación de la norma, cita doctrina que la avala.
Para el ad quem, como la sociedad conyugal anterior estaba
disuelta y liquidada, no operaba la consecuencia prevista en la norma,
distinción ajena a su contenido y a la claridad de la restricción.
Consideraciones
El despacho conjunto de los cargos obedece a que, como
bien se aprecia, el planteamiento en ambos gira sobre una misma idea, de
tal suerte que lo que se diga del uno necesariamente toca al otro. El tema
central, en efecto, no es otro que el de definir en últimas la hermenéutica
de lo dispuesto por el numeral 4 del artículo 1820 del código civil,
particularmente en lo que hace a la adición introducida por la ley 1ª de
1976.
En ello reside la decisión misma del pleito, pues, según el
recurrente, en ningún caso, cuando la nulidad proviene de bigamia, el
matrimonio produce sociedad conyugal, ya sea celebrado éste en Colombia
o en el extranjero.
Ahora, en general, anular un negocio jurídico trae como
consecuencia obvia que ceje en sus efectos. Mas comporta también la
necesidad de saber qué hacer con los que ya produjo en el entretanto; y es
así como se ha decidido que es necesario borrarlos, de tal suerte que pueda
mirarse el negocio como si jamás se hubiera celebrado. Es decir, una
nulidad que proyecta así para el futuro como para el pasado. Empero, el
ambicioso propósito del retorno al punto inicial que implica el aforismo
romano quod nullum es nullum producit effectum se ve muchas veces
frustrado por razones de diversa laya y entonces es preciso aceptar que,
aun con simiente perniciosa, el acto no fue infecundo del todo y que la
preconizada ineficacia total queda así reducida en sus contornos; es cuando
por razón de la indestructibilidad de los efectos créase el ilusionismo de ver
muy de cerca cosas que son irreductibles, como lo son en verdad el acto
viciado y el válidamente celebrado. A lo que parece, no hace falta entrar a
auscultar exhaustivamente todas las eventualidades que de hecho conducen
al punto preindicado, como que basta simplemente con decir que una de
esas hipótesis se halla en el matrimonio, donde es pacífica la consideración
de que las consecuencias anulatorias no pueden operar con todo su rigor y
por eso se ha dado en convenir un régimen especial, ante todo en lo que
dice relación con los efectos pasados. En realidad, la naturaleza misma del
matrimonio lo justifica por adelantado, pues allí se involucran intereses de
más hondo calado que en el común de los actos y contratos, como son los
de contenido extrapatrimonial; nótese que a la ya imposibilidad material de
que dejen de ser hijos los que ya lo han sido, ha querido irse más lejos para
evitar lo ignominioso que fuera, verbigracia, que el decreto de nulidad del
matrimonio rebotase implacablemente en los hijos habidos dentro del
mismo, y de ahí que se haga una pausa para sustraerlos del rigor jurídico y
sentenciar enseguida que tampoco pierden su condición inicial de hijos
matrimoniales.
Y también hubo preocupación en punto de los efectos
económicos del matrimonio nulo, aspecto éste que es el que directamente
interesa en el caso de ahora. Pero a la pregunta de qué hacer con los
efectos que mientras generó la sociedad conyugal que se presume en todo
matrimonio,
no
siempre
se
respondió
de
modo
uniforme
debido
principalmente a la dificultad que surgía de ensayar las varias hipótesis que
podían ofrecerse en torno a la buena fe de ambos contrayentes, o de uno
de ellos, o de ninguno. Sin embargo, no parece necesario escrutar todo lo
acontecido alrededor del tema, pues el caso es que el código civil
colombiano, precisamente en el mentado numeral cuarto del artículo 1820,
zanjó toda discusión para consagrar que la nulidad del matrimonio carece
de virtualidad para borrar la sociedad conyugal que perduró en el
interregno. Así se concluye al declarar en él que precisamente el decreto de
nulidad traduce la disolución de la sociedad conyugal.
Pero si bien el principio así consagrado opera sin escollo de
consideración frente a la gran mayoría de las causales de nulidad del
matrimonio, otra cosa sucede frente a la del numeral 12 del artículo 140 in
fine. Pues consistiendo ésta en que la nulidad del matrimonio se produce
precisamente por la preexistencia de otro vínculo matrimonial, viene a
acontecer que habría concurrencia de sendas sociedades conyugales,
cuestión que en la práctica no deja de generar más de una dificultad en
orden a sus respectivas liquidaciones. Y no se requiere de grandes atisbos
para comprender que eso fue a lo que justamente quiso salirle al paso el
legislador colombiano cuando en el año 1976, a través de la ley 1ª, hizo el
añadido
pertinente
al
mentado
numeral
cuarto
del
artículo
1820,
sustrayendo de la regla general la supradicha causal de nulidad, vale decir,
que la nulidad del matrimonio no disolvía la sociedad conyugal cuando se
trataba de la nulidad devenida por bigamia, precisamente porque como dio
en señalarlo el segundo matrimonio no generaba sociedad conyugal.
Todo el recorrido conceptual que precede no se hace en
balde, habida cuenta que tiene por fin concluir que no se antoja de recibo la
posición del aquí recurrente en el sentido de que la modificación legislativa
que viene de comentarse ha de operar siempre y en todo supuesto, y que
en su parecer no hay sitio para los distingos en que acabó el tribunal.
Porque a la aplicación literal de la norma que él formula se opone la
teleología de la misma, la cual no consistió propiamente en castigar y
sancionar a quienes se casan doblemente, sino en evitar, quepa repetirlo
una vez más, el tropezón de varias sociedades conyugales. Por modo que
si, como acá, la sociedad conyugal anterior ya era cuestión del pasado por
supuesto que había sido liquidada tiempo atrás, la colisión es imposible y
sólo hay una sociedad, la del matrimonio declarado nulo, tiene que seguirse
de ello que la función jurídica de la norma pierde todo sentido en el caso
concreto. Teleología normativa ésa que se advierte a ojos vistas, y que
incluso fue avizorada en el examen mismo de constitucionalidad, según
puede verse en la sentencia de 31 de mayo de 1978 de esta Corporación, y
que el juez no sólo puede sino que debe tener presente a la hora de
desentrañar el espíritu y el genuino entendimiento de las disposiciones
legales. Parece ser que el tema de las nulidades es asunto más complejo
que el orden puramente legal o teórico que las encierra, a tono con lo cual
es válido afirmar que la inflexibilidad de las fórmulas clásicas que las
inspiraron, no significa, ni puede significar, el éxito de lo injusto, y por eso
la tendencia es a reexaminar cada vez más la verdadera extensión de los
efectos de la nulidad, ante todo si es exacto que su paso desolador no lo
puede detener siquiera el principio de la buena fe, esto es, si el efecto
destructor y retroactivo de la nulidad no para mientes en nada. Que una
interpretación que se avenga con el fin de las normas se prefiera por
encima de su literalidad, no equivale en modo alguno a desconocer la ley,
sino traduce más bien el fiel y exacto desempeño de la labor del juzgador;
de no, estaríanse desandando los pasos para darle cabida a la escuela
exegética del derecho.
Por lo demás, es la interpretación que más cuadra con la
intención que el legislador ha puesto de relieve en ocasión reciente, cuando
precisamente previó la posibilidad de que una persona casada decida
conformar una unión marital de hecho, bajo la única consideración de que
no hubiese choque de la sociedad conyugal con la sociedad patrimonial que
genera la segunda (ley 54 de 1990).
De suerte que no desacertó el tribunal cuando aplicó la
norma de la manera que descrita queda.
Y si de todo lo anterior surge, como quedó visto, que ningún
error hubo de parte del tribunal en el entendimiento del supradicho numeral
4° del artículo 1820, no se impone entonces pesquisa adicional sobre la
aplicación del artículo 180 del código civil, si es que, en verdad, la
pugnacidad del recurrente, como atrás se puso de presente, sólo apunta a
desquiciar la interpretación que de la primera norma mencionada hizo el
sentenciador, prescindiendo de cualquier otra consideración, desde luego, la
que alude el citado artículo 180. Dicho de otro modo, la suerte de todos los
planteos del casacionista dependían de la interpretación que se diera a
aquella norma, la cual, como se vio, no es como lo sugiere el recurrente.
Así que por doquiera, los cargos no progresan.
IV.-Decisión
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala
de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República y por
autoridad de la ley, no casa la sentencia objeto del recurso extraordinario,
es decir, la dictada por el tribunal superior de Bogotá el 6 de diciembre de
2001.
Costas a cargo del recurrente. Tásense.
Notifíquese y devuélvase el expediente oportunamente al
tribunal de procedencia.
PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA
MANUEL ISIDRO ARDILA VELÁSQUEZ
JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR
CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO
SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO
CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA
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