La religión en la Unión Soviética

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La religión en la Unión Soviética
Hace ya más de un siglo, exaelamcnii.' en lü-ló y 1847.
fueron planteadas ton notabie lucidez, v profundidad las
dos alternativas del porvenir religioso del pueblo ruso.
Mientras Nicolás Gogul defendía que sólo la Iglesia ortodoxa poseía las llaves del luturo de Rusia, Bielinski
al ¡miaba que la religión nu icnla en ella ningún porvenir
y que sólo el materialismo le permitía cumplir su misión
histórica. "Rusia no ve su salvación ni en la mística, ni
en la ascesis, ni en la piedad, sino en los progresos de
la civilización, de la cultura, de) humanismo... El pueblu ruso es por naturaleza un pueblo prolundamenle
aleo. Hay en él mucha superstición, pero poca religión.
La exaltación mística no está en su naturaleza. Tiene en
.si demasiado sentido comi'in, clarividencia, aspecto nusitivo en su mente, y en eso, sin duda, reside el peso de sus
destinos históricos en el fuluro".
A un siglo de distancia, y casi 50 años bajo el régimen comunista, uno estaría tentado a primera vista de
dar razón a Bielinski. Sin embargo, la religión no ha
muerto con el progreso. La supervivencia del sentimiento
y del hecho religioso da, en cierto sentido, razón a Gogol.
Después de decenios de luchas ideológicas y políticas,
entre socialismo y cristianismo, entre el Hombre y Dios,
la Revolución de 1917 instauró el poder comunista en
Rusia y desde auud entonces se está buscando un modus vivendi entre el Esiad» y la Iglesia, en un continuo
vaivén entre la persecución declarada y la coexistencia
pacifica. En estas páginas * procuraremos describir brevementí; la situación imperante desde el advenimiento del
comunismo y discernir en los acontecimientos actuales
los "signos de los tiempos".
II (enlámenlo del patriarca Tikhon
Las relaciones entre la Iglesia y el Estado han sido
definidas por la lev de separación, promulgada por Lcnin
el 18 de enero de 1918, v considerada hoy por la Iglesia
oí toduxa como una tabla de salvación, garantía de su
existencia v libertad. Pero ésta no ha sidu .siempre su
opinión. Ui primera reacción del patriarca Tikhon fue de
condenar esta lev v de apartar de los sacramentos a sus
autores, por temor al contenido antirreligioso de la Revolución que veía aduar.
Sin embargo, el patriarca (ue paulatinamente matizando su posición. El mismo día de su muerte, el 25 de
m;:r/o tle 1925, firmó un documento en el que pedía a
los obispas y sacerdutes que adoptaran una actitud leal
anle los poderes públicos, v a lus líeles que cooperaran
sineeramenle al esfuerzo de construcción del mundo socialista: "El poder soviético asumió la dirección del Estado ruso por la volun:ad de la Providencia, sin la cual
nada acontece", escribía. "Por eslo, sin admitir ningún
compromiso en materia de fe, debemos cooperar con el
gobierno soviético y con la obra quu está efectuando en
beneficio del bien común. Pedimos a nuestros fieles someterse al poder establecido, no por temor al castigo,
sino por el imperalivu de su conciencia, sin retnoidimicnlos, sin ícmor a pecar contra la sania Iglesia, ya que
todo poder viene de Dios".
Por más que algunos duden de la aulenticidad de
L-SIL- texto, bien parece que expresa la evolución deí pensamiento del patriarca ante la estabilización del gobierno
soviético.
El metropolitano Sergio y los desterrados de Solovki
I. El hecho religioso en sus estructuras, o la Iglesia ortodoxa en la Unión Soviética
La Union Soviética cuenta actualmente con 232 millones de habilantes. De ellos ¿cuántos son creyentes?
Resulta difícil estimar su número en un listado que no
autoriza a las Iglesias a hacer el censo de sus fieles.
Con todo, personalidades responsables de la Iglesia ortodoxa rusa estiman que son unos 40 millones. Para ellos
dispone de alrededor de 2U00U sacerdotes y un centenar
de obispos. A estos cristianos hay que agregar algunos
millones de bautistas, 3 a 4 millones de católicos y un
número bastante elevado, pero imposible de precisar, de
miembros de distintas sedas. Aquí nos referiremos explícitamente sólo a la Iglesia ortodoxa.
* Eslas página son un Lumpcndio —con numerusa* cilas resma
les no indicadas— (k- una conferencia que ei P. Weaeer, A.A.,
jefe de redacción de l¿i Croix, dictara en el Centro San Luis,
en Roma, el 28 de abril pasado. F.l ¡lulur ligura entre jas
mejores cunutedures íie la U.R.S.S. Rcali/ó numemsos viajes
en aquél país. recibe lu «enciaj de la prensa soviética y conslanics informaciones privadas acerca de kis acontechnJenlos
que nllí oeurrun, y iinaJmrnit?. tiene a su disposidún la valiosísima biblioteca que Mun<. Ncveu, administrador apostólico
de Moscú, constituyo desdi: la revolución huila su expulsión
en IM36 til texto de la conferencia apareció en /.-. üucumetilüiion Calholique, Nv 1472, 5 de junio 1966.
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Su sucesor, el metropolitano Sergio, guardián del
trono patriarcal —la Iglesia no pudo reunirse en Concilio para nombrar un patriarca— entró decididamente
en el L-;imino abierto por el difunto patriarca.
Sólu "quienes quieren comprender los "signos de ¡os
tiempos" pueden estimar que no es posible romper ion
el antiguo régimen, c incluso con la monarquía, sin romper también con la ortodoxia".
La carta del mcirupolitano Sergio provocó una réplica de un grupo de obispos y sacerdotes desterrados
en el campo de concentración de Solovki, a orillas del
mar Blanco. El metropolitano parecía responsabilizar u
la sola Iglesia del conflicto con el Estado. "Sin embargo,
escribían los desterrados, no se ha sabido de ningún proceso, en estos últimos tiempos, en que se haya podido
probar públicamente los crímenes políticos de servidores
de la Iglesia . . . La verdadera razón de esta lucha . . . es
L-I empeño.. . del gobierno actual por extirpar la religión" 1 . Los exilados no ponen en duda el principio de
la sumisión al poder legítimo, pero no les parece posible
1
Subrc las campañas antirreligiosos en Rusta ver. por cj. Mensaje N1,' 11)0. juliu W61, p. 296 y MI, Nv 11», mayo IWJ. p. 1S7;
NY 128, mavu 1%4, p. ¡67.
colaborar activamente con un gobierno ateo. Según ellos,
ti metropolitano Sergio parece propiciar una "compenetración entre la Iglesia y el Estado", lo que. ellos no pueden admitir.
Pese a esta oposición v a otras, u| metropolitano, apoyado por las autoridades civiles, logra afianzar su autoridad en la Iglesia.
gorosa campaña científica fue un gran fracaso. No se
destruye la fe en Dios, al afirmar que los cosmonautas
subidos al cíelo no encontraron allí ni Dios, ni ángeles,
ni santos. Kruschev intL-nió entonces otra política, mas
solapada y peligrosa. Instituyo el control tle toda la actividad de la Iglesia ortodoxa por el Consejo para los
asuntos de la Iglesia ortodoxa ame el Consejo de los ministros de la U.R.S.S.
Después de la guerra 1940- 1945
La fidelidad y d constante apoyo espiritual y material que la Iglesia rusa prestó a I ti causa del pais, hasta
en los peores momentos de la invasión nazi, obligaron a
Slalin a reconocer su lealtad. Al acabar la guerra, pudo,
pues, la Iglesia empezar a respirar con mayor libertad.
Eligió un patriarca, editó una revista mensual, la Revista
del patriarcudti de Moscú, y abrió dus academias eclesiásticas y ocho seminarios.
De nuevo poderosa dentro del pais, la Iglesia ortodoxa rusa extendió su influencia al exterior, aureolada
con el presligio de la victoria soviética. En la evolución
política de la postguerra, se comprometió decididamente
a favor de lai campañas de paz, tal como lo entendía la
Union Soviética. Justificó usía colaboración por consideraciones religiosas y pastorales. Sin duda, la Iglesia no
se entromete en la política, pero no identifica su no-ingerencia con una actitud de indiferencia hacia la política,
y aprecia a ésta en función de ios intereses de su propia
causa, la de la salvación de las almas. Ahora bien, la
puz es mas favorable a la misión salvadora de la Iglesia,
y p;ir tanlo, ella otorga su bendición a la pulttica pacifica de su país, ayudándola a luchar contra la amenaza
de UDa nueva guerra.
La acción de Khruschev
Kxuschev encauzó la política internacional rusa por
las vías de la coexistencia pacifica. Gracias a este clima
nuevo, la Iglesia ortodoxa rusa pudo entrar en contacto
con las otras Iglesias cristianas. En 1961. se incorporó al
Consejo Ecuménico de las Iglesias. De 1962 a 1965 fue
representada en el Concilio Vaticano por observadores
asiduos.
Al autorizar estos pasos, el gobierno soviético obedecía sin duda a objetivos concretos, pero la Providencia
lema un plan más hondo. El Consejo Ecuménico de las
Iglesias v el Concilio Vaticano II fueron para la Iglesia
ortodoxa rusa una escuela de ecunicnismo y una ocasión
de fraternidad cristiana. Los contactos establecidos en
esas oportunidades no podran borrarse. Como botón de
muestra, vale destacar los artículos de la Revista del patriarcado de Moscú sobre el Vaticano ÍI considerados, ton
razón, entre los mejores publicados en la malcría.
En política interior, Kruschev se las quiso dar de
liberal. Condenó las olensas al sentimiento religioso dt;
los creyentes y decretó que la campaña antirreligiosa —
que será reforzada— deberá limitarse a la difusión de
las ciencias.
Pero el liberalismo religioso de Kruschev era poco
más que pura apariencia. Tuvo que reconocer que su vi-
La carta de ios dos sacerdotes de Moscú
Varios documenlos recientes, secretos pero absolutamente auténticos, confirman la actividad ilegal y secreta
d« este Consejo. Una carta de dos sacerdotes de Moscú,
dirigida al Procurador general y al Presidente de la Unión
Soviética, enumera las actuaciones ilegales y nefastas de
este organismo. Culpa a Kruschev, a su "subjetivismo y
abusos administrativos" —luego condenados— de que el
Consejo se haya transformado de "órgano oficial de mediación, en un órgano de gestión no oficial e ilegal del
patriarcado de Moscú". Un sinnúmero de sus actuaciones 1 constituyen violaciones del "decreto sobre la separación de la Iglesia y del Estado" del articulo 124 de la
Constitución de la U.R.S.S. y del decreto-ley sobre "las
asociaciones religiosas".
En Moscú, se ha considerado esta carta de los sacerdotes como un "verdadero signo de los tiempos", admirable por su valentía y verdad. Algunos "corazones
ortodoxos puros y sinceros" han lamentado que la autoridad eclesiástica no hiciera suyo este coraje. Todos
reconocen en el patriarca un hombre de Dios Pero, la
iglesia es esposa, y la tentación de la esposa es el adulterio. La Iglesia está siempre tentada de entregarse a los
poderosos y éstos desean siempre servirse de la Iglesia.
* Los sacerdotes establecen en un largo requisilorio tuilus I
abusos del Cimacio para los asuntm de ht liilcsin vrtuíIo
ríi.sei ame el Cunsejo de ios Ministros de lo t' RSS.:
excl
siones de sacerdotes dt* la lista del cleru; cierre masivo de
íyleMiiü: inscripción ikjzal de Los bautismos y de otras lujiciones del culto; obstaculización ÜL-yuj de la libertad de culta:
violarían de la libertad du conciencia de los niños; ingerencia
11,.,.,.?
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465
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II.
La vida y el testimonio de los creyentes
¿Cuáles pueden ser las causas de esta recrudencia
de b actividad antirreligiosa:' Eso lanío más extraña
cuanto que estas campañas no parecen populares, que la
Iglesia urtudoxa manifiesta una lealtad ejemplar al Gubieinu v que su prcstijiiii y el apoyo otorgado a su política son para ¿i de un valor difícilmente aprcciable.
Si; ha creído encontrar el origen de estas campañas
en diversas encuestas referentes a la situación religiosa
en Rusia, efeciuadas entre 1957 v 1961. Sus conclusiones'
sur-prendieron y atemorizaron a lus marxistas. Su teoría
de que la religión moriría sola con el advenimiento del
socialismo, ora contradicha por los hechos. Y esto constituia un serio obstáculo a la instauración del comunismo.
Cristianos tradicionales y convertidos
En la Unión Soviética do hoy el pueblo cristiano parece componerse de dos elementos principales:
—El primero es un núcleo relativamente estable, popular y tradicionalista. en d que predominan las mujeres, con una fuerte proporción de lisiados y de jubilados,
y mucha gente sencilla: obreros no especializados y campesinos. Su fe es fervorosa, pero poco ilustrada y permanece a la defensiva.
—El segundo elemento, mucho menos extenso, está
constituido por convertidos de todas las categorías de
la sociedad soviética. Hombres cultos, jóvenes o maduros por el sufrimiento, han llegado a una toma de conciencia personal, a menudo de gran calidad. En estos
ambientes, se desarrolla un vigoroso pensamiento cristiano. Esta es la gran novedad de estos últimos años, ya
que anteriormente el renacimiento religioso parecía más
vital que consciente. Pero sabemos ahora que hay en
Rusia jóvenes intelectuales que están descubriendo la
expresión teológica y filosófica más reciente, y tal ve?,
más estimuladora, de la ortodoxia rusa, es decir el pensamiento de los grandes filósofos religiosos de los siglos
XIX y XX. Incluso, algunas obras de teólogos occidentales íp. cj.: Teilhard de Chardin) son conocidas y circulan en estos medios.
Para tales cristianos, lo "único necesario" en que se
enraiza la capacidad de servicio y la creatividad del hombre, sigue siendo la vida espiritual, según una especie
de "monaquisino iníeriorizado". Se adivina allí una readapiación de la gran espiritualidad ortodoxa, de los
hesicastas, que quieren literalmente transformar al hombre en oración.
economía, su política. El que no puede acomodarse con
la fe, es el marxismo. En Occidente, se ha contrapuesto,
a veces, la indignidad de los creyentes a la dignidad del
cristianismo. En la Unión Soviética, se tendería más bien
a oponer la dignidad de los cristianos a la indignidad del
cristianismo. Se reconoce hoy que los cristianos son sujetos leales, excelentes trabajadores, buenos ciudadanos
que aman a su patria y a MIS hermanos. Pero se procura
demostrarles, en base al icMimonío de apóstatas, que el
cristianismo es malo y su fe un error.
El testimonio de la te en un universo hostil, en medio
de hombres en su mayoría indiferentes, en un marco
jurídico precario, crea naturalmente en los cristianos una
tensión dura y requiere a veces un valor heroico. Pero
la gracia suple a las debilidades üe la naturaleza. Sin
duda, la Iglesia es libre en U.R.S.S. ya que está separada
del Estado. Pero, al afirmar esto, los cristianos no niegan
las vejaciones constantes, ni que la libertad de conciencia tiene como contrapartida la libertad de la propaganda antirreligiosa, la única que tiene derecho a ejercerse con tudüf. los medios de que dispone el Estado.
Aun asi, cuando los creyentes dicen ser libres, tienen
razón: son interiorrnenie libres de conformar su vida,
hasta exteriormcnle, con las exigencias del Evangelio,
aun si esta fidelidad debe llevarles al martirio. Tal es
el testimonio que millones de cristianos dan hoy a Jesucristo.
III. III hecho religioso en la literatura soviética contemporánea.
Quedaría por explorar todo el inmenso campo de la
búsqueda espiritual del absoluto. Lo podremos hacer bajo
un solo ángulo: d conflicto de la fe v del ateísmo en la
literatura.
En la Unión Soviética el ateísmo ha llegado a ser la
doctrina misma del Estado, pero la fe —va lo vimos—
sigue viva en muchos de sus miembros. Tendríamos, pues,
derecho a encontrar en Rusia tentativas del encuentro y
diálogo entre Iglesia y ateísmo, tan promovido por el
Vaticano II. Desgraciadamente, la libertad requerida para
este diálogo está negada a lus creyentes. La literatura
oficial ha preferido ignorar este dramático conflicto, que
es unu de IÍJ.N aspectos fundamentales del nuevo hombre
socialista. Ni siquiera encontramos obras de no-creventes
que nos muestren esta pugna entre la fe en el hombre
y la fe en Dius. Todo lo que existe en este campo e^ salo
vulgar panfleto y polémica antirreligiosa.
El testimonio de la fe en un universo hostil
La Iglesia y los creyentes parecen poder acomodarse
con toda la exterioridad del marxismo: su régimen, su
• Una encuera efectuada en la regido de Ria/ar, (Rusia central,
al sur de Moscú) y publicada en el tumo XI de las Cuesiio/te*
de historia di! la mugían v del aieistno muestra como, pese
a la ¡mensa campaña antirreligiosa. la fe permanece en el
fondo de los corazones y suio espera Ja primera ocasión propicia para manifestarse a la luz del día. El relajamiento Lie
la lucha aBtiiTcUgtasa a raí/ de la guerra v la renovaciun correspondiente tle la pastoral del clero tuvieron pur resultado
que en esla región,
el óU'k de los niños en ly60 rücibicniri
•-• baulismu; 30íln de la pohlacion fue sepultada religiosamente;
15% úc Jos matrimonio*, se efectuaron tn la Iglesia,
466
Boris Pasternak
Paradójicamente, cada vez que un atisbo de libertad
ha penetrado en la literatura soviética, ha producido
obras que. son un homenaje a la libertad y cantan la
victoria de Cristo. Tal ha sido, por ejemplo, la novela
de Boris Pa.Mernak. El héroe de su lihro, c! Doctor Zhivago, tuvo confianza en la Revolución. Vela en ella una
fuerza de liberación del hombre; una nueva creación
empezaba en la cual el hombre viviría para el hombre.
después de siglos de explotación del hombre por el homPero, desde 1923. Pastemak vio que la liberación
esperada si: detenía, mientras la tiranía de la ideología
progresaba a pasos agigantados. El autor creyó, en un
momento, que la guerra y la victoria llevan consigo la
liberación definitiva. Nada de esto ocurrió. Sin embargo,
fluí aban en el aire, desde el fin de la guerra, las señales
precursoras de la libertad. Tal os el contenido histórico de
lu que pasa en Rusia en estos últimos años. Un mundo
nueio se está gestando al que contemplarán tal vez las
generaciones venideras.
El alma rusa, mejor que nosotros, comprende qut;
la Resurrección —término de ¡a historia— viene precedida por el Viernes Santo —tiempa de la historia—. Boris
Pssternak hizo grabar en su tumba esta palabra del Evangelio: "Si el grano no m u e r e . . . " para mostrar ei precio
v L'I sentido del sufrimiento, germen de resurrección.
Eala novela de Boris Pasternak inaugura la serie de
las ubras clandestinas que circulan a escondidas y que se
publican en el extranjero, porque su contenido ideolóJIÍLO no permite imprimirlas en Rusia.
Andrés Sinievski
lü fenómeno se acrecentó prodigiosamente en el curso
de estos años. Prácticamente todas estas obras rebosan
un contenido religioso, lo que permiliria hacer un apasionante estudio sobre el lugar de Dios v de la religión
en la literatura clandestina. Bastará citar aquí Liouhimov,
b obra proserna de Andrés Siniavski, y La casa de tvíatrii/na, cuento no clandestino de Alejandro Soljenitzync.
Ambas oponen la dureza inhumana del ateísmo materialista a los tesoros de paciencia, de bondad, de humanidad
que fluyen de las fuentes interiores de In espiritualidad.
"Padre Nuestro, —hace decir Siniavski a un pobre
pope de campo— lloremos el encarnizamiento de los pecadores que blasfeman de tu nombre y de tu santidad . ..
Padre nuestro, hágase tu voluntad. Que tu misericordia
alcance a quienes siguen hundidos en su fatal incredulidad . . Nuestros pecados son pesados, pero tu gracia
rio [iene limites".
Conclusión
En la convergencia suele eslar la verdad. Cuando
liístigos tan diferentes como unos artículos de Pravda,
encuestas de sociología religiosa publicadas por el Instituto de historia de las religiones y del ateísmo, ¡a litera-
tura conformista y las obras prohibidas, los artículos de
la Revista del patriarcado, revelan una situación idéntica
v aportan elementos que se completan y fortalecen recíprocamente, podemos concluir que es:a convergencia constituye una prueba y merece confianza. Ahora hien, todos
estos textos y testimonios prueban la existencia de la
religión, su permanencia, su fuerza y su atracción. No es,
pues, dárselas de profeta el predecir a la religión un
porvenir asegurado, pese a los ataques que e! ateísmo
dirige contra ella,
En el plano de las estructuras, creemos que los desquidamientus políticos y religiosos que Rusia ha padecido han contribuido a plasmar una nueva imagen de la
Iglesia rusa. En su libro Rusia y la Iglesia Universal,
Soloviev veía a la Iglesia ortodoxa sacudir su sopor,
liberarse de su hostilidad hacia el catolicismo y orientarse decididamente hacia Roma. Sergio Bulgakuv no
estaba menos seguro de la unidad. "Antes del fin tendrá
que aparecer la plenitud de la Iglesia... Resonancias que
no se apagan la anuncian en los corazones. Los elegidos
de la sahiduria oirán esta resonancia y responderán a
este llamado".
Nos parece que el Concilio Vaticano II, colocado bajo
la señal de ta Iglesia y de María, en quienes tanto el
Oriente como el Occidente ven dos figuras de la Sabiduría, ha sido una respuesta a este llamado de la Sabiduría
encarnada.
En el plano del testimonio y de la vida de los cristianos, podemos volver ahora a nuestro planteo incial:
¿Quién tenia razón, Gogol o Bielinski? Probablemente
ambos.
La Rusia del marxismo y la Santa Rusia de la fe
ortodoxa parecen condenadas a caminar todavía mucho
tiempo jumas por los caminos de la historia. La primera
transformará este mundo por gigantescas abras, al precio de esfuerzos inhumanos; ¡a otra labrará las almas
para un destino más alto y redimirá con sus sufrimientos
el pecado v las aberraciones de quienes la combaten.
Ambos pueblos configuran, juntos, una misma nación la
Unión Soviélica, llamada a cumplir un papel decisivo en
la historia. Nosotros, que sabemos que Dios es suficientemente poderoso para sacar el bien del mal, confiamos
en el porvenir y amamos igualmente, aunque de manera
distinta, a los que creen y a lo.s que no creen, persuadidos
de que el sufrimiento de unos y «tros, por muy distinto
que sea, contribuirá en el plan de DÍOK al bien de la
humanidad y a la salvación del mundo.
R.P. Wenger, A. A.
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