RUSIA 2007: MOSCÚ, SAN PETERSBURGO Y NOVGOROD Rusia fue siempre un punto de encuentro para la ilusión y la contradicción; Sus condicionamientos geopolíticos y climáticos, su propia historia, su literatura, su música, su artesanía y su gastronomía hacen de ese imperio algo singular inimitable, irresistible e irrepetible que configura una imagen gigantesca y monstruosa que como el dios Jano posee una doble cara, una que mira a oriente y la otra a occidente. La tensión secular entre “proletariado” y “Nomenclatura”, los indiscutibles avances científicos y tecnológicos, su brillante aventura espacial, pero también sus resonantes fracasos políticos y económicos, hicieron posible que la “glasnost” y la “perestroika” anunciaran una nueva aurora cuajada de esperanzas para el pueblo ruso y toda la humanidad. Por eso, la invitación de Galyna y Gerardo para que conociéramos Rusia en agosto del 2007 llegó en el momento oportuno. Han transcurrido tres años desde entonces, pero las impresiones y experiencias de aquel viaje permanecen vivas, ya que, a veces, el tiempo hace más nítidas las imágenes y las sensaciones: La plaza del “Kremlin”, inmensa, con esa profusión de cúpulas no doradas, sino de oro, en aquella lluviosa primera mañana del viaje. Las catedrales de San Basilio y Kazán, llenas de fieles ortodoxos cantando con fervor. Los almacenes GUM, magníficamente restaurados con pujantes comercios como en cualquier país capitalista, frente por frente al mausoleo de Lenin. La fortaleza del Kremlin, sus museos, las joyas… el Km “0”, donde se echa una moneda para volver otra vez a Moscú. Los museos Pushkin y Tretiakóv, de los que, además de sus grandes colecciones, admiramos los edificios y el entorno de la ciudad. Excepcional resultó ser la visita a la casa de Tolstoy en el centro de Moscú. Rodeada de ruidosas calles por el intenso tráfico, es un islote cuidadosamente conservado que te traslada al pasado literario ruso. También el monasterio Sergiev Posad, con todo el encanto y la magia de la “Santa Rusia”, reliquias, velas, incienso, aguas milagrosas… te recordaba algunas escenas de Eisenstein. El paisaje es impresionante, grandes llanuras y el horizonte a veces invisible. Bosques de abedules, tilos, arces, pinos y abetos. Pequeños pueblos, aisladas cabañas de madera con jardín y huerta. En autobús desde Moscú viajamos para pasar el día en una preciosa Dacha de construcción artesana, dejamos la autovía, seguimos caminos sin asfaltar y finalmente andando llegamos. Fue un precioso día, disfrutamos de verdadera “Naturaleza”. ¡Que magnifica comida rusa! Con el salmón más grande que hemos visto, hecho a la brasa, a la caída de la tarde, con buenas compañías y algo de Vodka. En la dacha de Chejov no pudimos entrar por problemas de horario, pero llegar a ella y ver el cuidado jardín nos evocó su posible interior. En esa misma excursión visitamos el monasterio de San David, lugar muy concurrido ya que existe un manantial de aguas medicinales que además de sus indicaciones terapéuticas tiene la cualidad, según nos contaron, de que con ella se hace un té buenísimo. San Petersburgo: primera impresión; la Grandeza de la ciudad. Delante del hotel, el río Neva con el acorazado “Aurora” atracado. También desde el hotel se distinguían las cúpulas como la de San Isaac, los puentes sobre el río, el Ermitage, la fortaleza de Pedro y Pablo y tanto… y tanto…Excepcional fue la visita realizada por la ciudad a través de los patios de las casas. Los patios son grandes y se comunican entre sí y se puede salir de una calle a otra distante. Esta visión singular de la ciudad también nos permitió observar las dificultades que los habitantes de las casas tienen para restaurar sus viviendas. A orillas del Moika visitamos el palacio de Youssoupov, donde se perpetró el asesinato de Rasputín. Las excursiones al palacio de verano de Catalina la Grande en Tsarkoie-Sielo y la de los palacios de Pedro I en Peterhoh, superaron todo lo imaginable. Novgorod fue, desde nuestro punto de vista, lo más bello y sorprendente del viaje. Es la ciudad Santa del siglo XI. Se ha realizado y se continúa una buena restauración de las edificaciones y de su entorno. Finalmente, creemos que este viaje “hay que repetirlo” no solo para ver más, sino también para volver a ver todo lo visto. Dolores Prats (promoción 1955)