Unidad 8 • Organizar la empresa para la ética de los negocios Apoyándonos en los testimonios de dirigentes, en referencias histórico-teóricas y en ejemplos de realizaciones actuales, podemos abordar la parte constructiva de nuestro itinerario: ¿qué acciones recomendar a las empresas para promover la ética de los negocios en ellas mismas (capitulo IV) y en su entorno (capitulo y)? Deseosos de no perdernos en los detalles, presentaremos recomendaciones sintéticas alrededor de los puntos siguientes: nuestras - cinco postulados; - desarrollar la ética personal y reconocida de los dirigentes; - conjugar ética y estrategia; - organizar la responsabilidad ética en la empresa. 1. Cinco postulados Pensamos que se deducen con bastante claridad de los diferentes elementos presentados en los anteriores capítulos. a) «No hay porvenir para la empresa sin ética», ni para un capitalismo sin ética. Las empresas duraderas tienen, todas ellas, una fuerte ética; y esto es particularmente visible en todos los líderes mundiales. A corto plazo, la falta de honradez puede ser rentable y quedar impune. Pero, a largo plazo, compromete a la moral y a la eficacia de la empresa; y, si se generaliza, compromete la supervivencia misma de la economía capitalista de mercado. Porque el capitalismo de mercado no significa que pueda hacerse cualquier cosa por enriquecerse: no puede sobrevivir sino mediante las disciplinas de una ética reconocida como creíble por la opinión. Para ser honrada y equitativa, la empresa debe practicar una ética que vaya más allá de la ley sobre ciertos aspectos característicos de su personalidad y de la de sus dirigentes. Es preciso, ciertamente, evitar el «angelismo» y saber que toda dinámica de los hombres en sociedad comporta su parte de maniobra, de astucia y de seducción, sin las que la vida no seria la vida... Pero la honradez debe respetarse, así como los intereses legítimos de las otras partes, de suerte que las actividades puedan, en todo caso en un examen a posteriori, ser consideradas como conformes a las «reglas de juego» de la vida en sociedad. De modo más preciso, el porvenir de la empresa depende de los dos aspectos complementarios de la ética de los negocios esbozados en el cuadro 2 de las páginas 60 y 61: de una parte, respetar las prohibiciones y evitar los antivalores; de otra, promover la práctica de los valores positivos para el éxito común. b) «En negocias, la ética, es sobre toda una moral del dinero» «La pasta cuenta mucho en la ética». Esta frase brutal de uno de los patrones entrevistados recuerda, de modo útil, una evidencia a no perder de vista: la ética de los negocios es, en primer lugar, una moral del dinero. En un pasado, el dinero era impuro, algo al margen de la moral. Hoy, los tabús sobre el dinero se han roto; es por ello más urgente reforzar su ética. Recordemos ante todo que el dinero es uno de los medios esenciales de la libertad humana: permite el intercambio de bienes y de servicios, la elección, y también la acumulación de reservas. La peor tiranía se realiza mediante la supresión del dinero (en la cárcel o en la Camboya de Pol Pot), que reduce a cada uno a la sopa popular. El dinero es también un factor esencial de progreso, porque permite contar, calcular las mejores soluciones, y también coordinar a través de los mercados los miles de actividades especializadas pero complementarias. En la ética de los negocios, el justo uso del dinero ocupa naturalmente un lugar central. Se trate de la remuneración de los asalariados, de las relaciones comerciales cliente-proveedor, de la concurrencia desleal, de mercados tergiversados, de corrupción, o incluso de despido colectivo, no puede apreciarse si tal acción es justa o no sin análisis de los riesgos pecuniarios, no sólo inmediatos, sino frecuentemente en una perspectiva a plazo, con toda la complejidad que ello supone. En este sentido, la ética de los negocios puede, más allá de las reglas cualitativas básicas («no mentir?, etc.), desembocar en equilibrios cuantitativos, cuyo cálculo debe poder presentarse a los interesados y ser comprendido por ellos. c) «El progreso útil concierne más a la práctica de la ética que a su contenido» En efecto, existe un acuerdo bastante amplio sobre el contenido general de la ática de los negocios: el problema es obtener la aplicación de este contenido, o la sanción de las infracciones. Es al nivel de aplicación práctica donde aprieta el zapato. Sin ser inútiles, los comités y coloquios que se esfuerzan por analizar sutilmente mil reglas de ética de los negocios, no emplean su esfuerzo en el punto clave, que es la violación grosera e impune de normas evidentes. Añadamos que si todo el mundo está más o menos de acuerdo sobre las grandes reglas generales de la honradez en los negocios (recordadas varias veces en lo ya dicho y con mayores detalles en el cuadro de las páginas Go y b1), la experiencia aporta dos razones para que no se intente hacer de estas reglas un Código de un millar de artículos: -- la complejidad evolutiva de las situaciones reales excluye con mucha frecuencia que la distinción de lo justo y de lo injusto sea como la del blanco y el negro, en un esquema predeterminado; sabemos que la ley misma puede ser utilizada para perjudicar o engañar; de suerte que es preciso analizar caso por caso los datos específicos, las intenciones, los riesgos cifrados, etc., y sobre estas bases pronunciar un verdadero juicio; -- la relatividad del nivel de ética según los sectores y el grado de evolución de las empresas ha sido subrayada en nuestros «testimonios» (especialmente, n.°5 4, 5 y 7) : «no se cambia la sociedad por decreto», como dice Michel Crozier, y las reglas demasiado detalladas que pretenden abarcar todos los casos tendrían las mayores probabilidades de no verse aplicadas. Será, por tanto, sobre los medios de aplicación, de «implementación», donde será necesario centrar el esfuerzo de progreso; y esto debe basarse en el juicio, que aprecia el caso, más bien que en el reglamento que pretende tener todo previsto. d) «No basta predicar: hace falta un sistema de sanciones» Una ética fuerte supone una base legal completada por una doctrina clara, que es indispensable hacer comprender a todos mediante el discurso, la formación, etc. Es la primera fuente de Bergson. Pero no basta predicar: nunca se ha visto que una ética se practique sin el apoyo de un sistema de sanciones. En el caso presente de la ética de los negocios, la sanción mediante presión del grupo de sus iguales ha desaparecido prácticamente, la sanción mediante el mercado se ha reforzado, la sanción por acción judicial y reglamentaria del Estado se ha amplificado considerablemente, pero la escalada de la delincuencia impune muestra que es insuficiente. El esfuerzo de progreso prioritario debe por tanto realizarse sobre el sistema de organización y de sanción capaz de disuadir los comportamientos contrarios a la ética. Por ello, el Estado-juez tiene desde luego un papel importante que desempeñar, pero la dirección de la empresa tiene un papel de igual importancia. En las páginas siguientes, sugeriremos algunas acciones concretas situadas a diferentes niveles: -- la dirección general y la relación ética-estrategia; - la organización de la empresa para disuadir las desviaciones y promover el comportamiento ético de sus agentes e interlocutores - Las acciones posibles para elevar la ética del medio. Pero, antes de nada, avanzamos un quinto postulado. e) «La transparencia es el arma ética de nuestro tiempo» En la batalla por la ética de los negocios, sería vano contar demasiado con la panoplia de armas de otro tiempo. La autodisciplina de los grupos cerrados o de círculos secretos era la principal arma de la ética cuando el mundo de los negocios estaba al margen de una sociedad tradicional e inmovilista. Hoy día, los negocios se encuentran en el centro de una sociedad tecnológica superinformada, sobre la que reina el poder de los medios de comunicación: en el interior del pequeño mundo que constituye una empresa, y en el vasto mundo de los negocios y de la nación. La picota de los Tiempos Modernos, es ser pillado en falta y asaeteado por los medios de comunicación; sea internos, para sancionar un fallo; sea profesionales, para informar a los clientes de un defecto; sea de masas, para revelar un escándalo. Además, desde Kant, todos los moralistas modernos han propuesto el test de la transparencia, que es también una apelación democrática a la opinión pública. Evidentemente, los abusos son posibles y frecuentes; pero ésta no es una razón para dejar a los otros el monopolio de este arma poderosa. No llevemos, sin embargo, la idea de transparencia hasta el punto de negar la importancia de la discreción y del secreto que, dentro de ciertos limites, desempeñan un papel indispensable. La autodisciplina entre iguales para mantener en una profesión una ética conveniente ejerciendo una presión sobre quienes se desvían es irrealizable sin pasos discretos; pueden transmitirse en confianza indicios demasiado incompletos para hacerse públicos. Aunque menos central que en el pasado, este modo de regulación organizado en la discreción tiene todavía un papel importante que jugar. De modo más general, los dirigentes de empresa observan frecuentemente que una transparencia excesiva paraliza la acción; los psicólogos añaden que, en el plano personal, una transparencia total conduciría a la locura. Subrayemos por tanto la legimitidad del «muro de la vida privada» y del «secreto de los negocios que se preparan»: proyectos, negociaciones, exploraciones, etc. Esto puede y debe permanecer secreto o discreto bajo pena de cercenar la creatividad y el dinamismo; pero estos pasos deben darse sabiendo que, tras la acción, el responsable deberá poder, con las cartas sobre la mesa, mostrar que no había faltado a la ética, y obtener así confirmación de la confianza que le autoriza a comprometerse a veces antes de explicarse. La regla ética permite por ello la discreción y a veces el secreto antes de la acción, pero exige siempre la explicación transparente después de la acción. Establecidos estos postulados, examinemos los diferentes factores que contribuyen a organizar la ética de la empresa: desarrollar la ética personal y reconocida de los dirigentes; -- conjugar ética y estrategia; --organizar la ética interna de la empresa. 2. Desarrollar la ética personal y reconocida de los dirigentes Organizarse para la ética de los negocios comienza por el nivel de «dirección general»: todos los testimonios recogidos subrayan fuertemente que la integridad personal y reconocida del jefe de empresa condiciona a toda la ética de la empresa. Para elevar (en promedio) el nivel ético de los dirigentes, pueden utilizarse varias palancas: Elección de los dirigentes: que el consejo de administración, las instancias del grupo o el consejo de familia que nombren al dirigente consideren como un factor eliminatorio una neta falta de la ética comercial o de la que concierne al personal. Perfeccionamiento. El dirigente, en su puesto, midiendo la amplitud creciente de los problemas éticos, debe profundizar su reflexión personal sobre este tema mediante lecturas, sesiones de formación y de intercambio de experiencias, mediante la meditación personal sobre casos vividos, a fin de afirmar su linea de pensamiento. Pero esto no es suficiente. ¿Puede el dirigente promover una ética profesional si su moral personal no es clara? Como decía el profesor Philippe de Woot en un reciente coloquio, «sin moral, no hay cohesión personal, y pienso que sin cohesión personal no hay liderazgo. El líder es aquél que convence al otro para que se adhiera a lo que es». Se trata del test severo de los comportamientos cotidianos. Comportamientos cotidianos. Más allá de las faltas menores de respeto a las personas, podríamos citar las horror stories cotidianas de ciertos patrones: desde la PYME en que el centralismo absoluto se ve acompañada de animosidades mantenidas, de escuchas telefónicas y de delación, hasta el gran PISO entronizado después de una OPA hostil que organiza batidas para desembarazarse al menor coste de los cuadros del equipo vencido. Un comportamiento cotidiano leal y honesto es la primera e indispensable expresión de una ética de los dirigentes que quiera reconocerse. Pero, al crecer el tamaño, hay que añadir expresiones más formalizadas. Acciones formalizadas mediante las cuales la posición ética del dirigente se reconoce, y que son especialmente: • explicitar las ambiciones de éxito de la empresa y de sus miembros, posicionar a la ética como via de triunfo, • explicitar las reglas de juego que se imponen a todos y también a uno mismo y hacer así las decisiones más legitimas y más previsibles: especialmente, las sanciones implacables por faltar a la ética, • organizar en la empresa diferentes disposiciones que hagan menos fáciles y mejor detectadas las infracciones a la ética (véase § 4). • incluir explícitamente las consideraciones de ética en las decisiones que se refieren a los hombres, los clientes, los contratos, etc. Mediante tales acciones visibles y metódicas, el dirigente logra que su ética se reconozca lo mejor posible: los actos surten más efecto que las palabras. Añadamos que organizar el consenso en torno a estas acciones visibles es para el dirigente la mejor manera de profundizar y de perfeccionar su ética profesional, en los límites del realismo competitivo; la mejor manera también de formar a su personal y de hacer entrar esta ética en la cultura de la empresa, 3. Conjugar ética y estrategia Las exigencias de la ética no sólo influyen en la gestión corriente: pueden llevar a modificar la estrategia. Los testimonios recogidos (capitulo 1) y numerosas observaciones complementarias nos llevan al enunciado esquemático siguiente: La ambición de un alto nivel de ética profesional es a menudo inseparable de la ambición de un alto nivel de eficacia y de inversión en el progreso. Por ello, una estrategia de alta eficacia da los medios para una ética exigente, y viceversa. Intentemos ilustrar y luego demostrar esta proposición apoyándonos en primer lugar en los ejemplos citados en el capitulo: - caso de Lafarge que se ha retirado de una actividad en que no parecía posible triunfar sin prácticas dudosas; - casos negativos de estrategias llevando a cabo crecimientos fulgurantes y grandes plusvalías, que no hubieran podido ser posibles sin faltar a la ética; - caso de los jefes de empresa que observan la relatividad del nivel de ética de los negocios según los sectores o las épocas, según el avance tecnológico y el «espacio de libertad» de la empresa; y que han debido proceder a una revisión realista de sus exigencias en el marco de una estrategia de competitividad mundial; - caso de los jefes de empresa que recomiendan un crecimiento progresivo, acumulativo en el tiempo, como el más sano; «las gentes sometidas a presión sacrifican la ética y sus fortunas son frágiles». Detengámonos un instante en estos últimos temas e intentemos obtener de ellos dos directivas casi generales, a pesar de la infinita variedad de las situaciones a) Incrementar su cuota de mercado es a menudo una buena estrategia. Pero es una mala estrategia si este crecimiento se verifica a a expensas de la ética (engaño sobre la calidad, corrupción, trampas diversas); - en primer lugar, porque a medio y largo plazo la ética toma su revancha por vía interna o externa; -- en segundo lugar, porque una baja de la ética disminuye la autonomía de acción, el espacio de libertad de la empresa, hasta encerrarla a veces en una ratonera. b) Para una empresa en posición mediocre, mediana, desde el punto de vista del avance técnico, del margen bruto y del nivel de ética (tres factores correlacionados), la buena estrategia es raramente contemplar el crecimiento rápido; la mayoría de las veces, consiste en incrementar primero el nivel técnico y comercial y por ello el espacio de libertad, el margen que le permitirá conjugar crecimiento y ética. En otros términos, más que contemplar el crecimiento en una órbita baja, con inversión débil, escaso margen y con frecuencia poca ética, hay que dar prioridad a un cambio de órbita que, una vez realizado, permitirá el crecimiento sin trampas, con esfuerzos poderosos pero leales. Esto confirma la célebre máxima del consultor Shoichi Tanabe: Los objetivos esenciales de la empresa son cualitativos: volumen y beneficio no son sino la consecuencia de una posición de calidad. Desaconsejaba la expansión de una explotación mediocre porque «si dobla Vd el volumen, dobla el número de defectos y el número de clientes descontentos...» y mantiene Vd mediocre el nivel de la ética. La estrategia y la ética se conjugan para dar preferencia a la empresa de dimensión acaso limitada, dominando los mayores niveles de sus especialidades y batiéndose con armas sanas, más bien que a la empresa más vasta que se dedica a múltiples objetos mediante golpes a veces dudosos, y que funda su porvenir menos en la eficacia profesional que en los efectos de potencia. El hecho de que la opinión admire más a las segundas que a las primeras, subraya bien la carencia de la comunicación ética de las empresas francesas. Es verdad que nada hay simple y que se encuentran a veces empresas eficaces del primer tipo que adquieren tal ventaja en su terreno que llegan a estrategias comerciales muy duras respecto a clientes que se sienten atrapados. Estas desviaciones son serias, pero la competencia impide que se extiendan o se perpetúen. * * * Por esquematizar acaso abusivamente, digamos que las mayores faltas contra la ética se desarrollan sobre todo en dos campos estratégicos muy comprobados: -- en la base, es la pequeña empresa sin técnica que busca su beneficio en el engaño --caso típico del taller de mecánica cuya costumbre es saber hacer creer al cliente que una pieza (en buen estado, sin embargo) debe ser también cambiada: juego que corrompe a todo el equipo y conduce al fracaso cuando los clientes acaban por comprender; - en la cúspide, es la gran empresa, con frecuencia grupos multisectoriales (privada, pública o mixta) que, sin descuidar la gestión, busca su beneficio principalmente en los juegos de poder, los privilegios de iniciados, las complicidades políticas para obtener todas las autorizaciones y la tecnología jurídico-financiera avanzada para detener todo procedimiento adverso: sin gran riesgo, puesto que en Francia las faltas a este alto nivel nunca hasta ahora han sido castigadas. - En estos dos casos extremos, la ética de la empresa se ajusta a sus principales opciones estratégicas; y hay que darse cuenta, con claridad, de que una recuperación de la ética no es posible sin una puesta en cuestión de la estrategia, que puede implicar una profunda reestructuración. - Existen, ciertamente, casos extremos, como el de una red de tráfico de droga. Su estrategia de respuesta a una necesidad solvente se opone de todo punto a la ley y a la ética: la única recuperación posible es la liquidación,.. o la inserción en un estatuto médico controlado. Pero este caso, como el (relacionado con él) de las redes de asesinos, se sale de los limites de nuestro estudio. Volvamos a las empresas inscritas en el Registro Mercantil y a las dos zonas de desviación que hemos observado. El hecho de que la desviación forme parte de la estrategia y condicione la estructura, explica que la recuperación sea difícil: como en el caso de los drogadictos, no basta un buen sermón; se requiere una severa cura de desintoxicación, que implica la presión intensa que obliga a profundos reposicionamientos: - para los tramposos de nivel bajo, para el pequeño engaño cotidiano, es la vigilancia del cliente bien informado, sostenida por etiquetas y normas de protección, y seguida por el recurso facilitado a una justicia rápida, con la ayuda de asociaciones protectoras de los clientes; - para los tenores de los grandes golpes de iniciados-privilegiados, la presión puede venir de investigaciones llevadas hasta el final (estilo Washington Posh, seguidas de acciones judiciales llevadas también hasta el final. Acaso pronto seguiremos el saludable ejemplo llegado de Gran Bretaña: Ernest Saunders, antiguo multimillonario PDG de Guiness, después de haber sido reducido a vivir de la ayuda social por confiscación de sus bienes, ha sido condenado el 28 de agosto de 1990 a cinco años de prisión por un jurado londinense que ha comprobado sus crímenes financieros a gran escala (manipulación de cotizaciones de Bolsa para OPA trucada, con cómplices pagados...) Un ejemplo así hará reflexionar a los golden boys y a los golden poppies; después de la ilusión de impunidad, el fraude financiero debe parecerles un paso con altos riesgos. Volveremos a hablar de ello en el capitulo siguiente. * * * Pero la ética no se limita a las prohibiciones, sino que es de igual modo promoción de valores positivos que contribuyen al éxito profesional de la empresa y de las personas que la componen (véase el cuadro de las páginas 60 y 61). La relación ética-estrategia no se limita a eliminar las estrategias contrarias a la ética, sino que orienta las opciones hacia las estrategias cuyos puntos claves para el éxito serán precisamente los valores positivos desde el punto de vista de la ética. Así, el «proyecto» y la organización de tal empresa, al apostar por el servicio descentralizado, estimularán valores y comportamientos como el respeto a los compromisos, el coraje, la autonomía, la escucha, la transparencia, la búsqueda constante de progreso -valores y comportamientos que concurren a la elevación progresiva del nivel de excelencia de la empresa y de sus asalariados. Los jefes de empresa franceses nos han parecido muy sensibles a este aspecto de las cosas que, para algunos, constituye lo esencial de la ética de la empresa, factor de adhesión, de perfeccionamiento, de espíritu de equipo y de motivación del personal. Esta tendencia muy saludable debe ser fomentada, instrumentada en sus medios de acción (hablaremos nuevamente de ello), y vinculada posiblemente con claridad a las ambiciones estratégicas. ETICA = EFICACIA + DEONTOLOGIA1 La ética de la empresa en su acepción más alta expresa la ambición de éxito competitivo (expansión rentable a largo plazo) en el respeto de las reglas morales y legales con relación a todos los interlocutores y a la sociedad. En un mundo en que la competencia golpea de modo incesante, esta ambición supone que sea capaz también de golpear fuerte. Pero, como se prohiben los golpes 1 Ecuación ya citada de Michel Le Net, Presidente fundador de ICOS. desleales o dudosos (violencia, intimidación, privilegios, corrupción, competencia desleal, delitos de iniciados, etc.). Es necesario armarse para poder llevar a cabo golpes poderosos pero legales -lo que significa inversiones en I + D, innovación, calidad, servicio, formación y motivación del personal, marketing, equipos eficaces, logística, etc., todo lo cual supone y permite un fuerte margen bruto. Lo que nos lleva a nuestra proposición inicial: Para muchos sectores profesionales, resulta sin duda cierto que la ambición de un alto nivel de ética profesional es inseparable de la ambición de un alto nivel de eficacia y de inversión en el progreso. Porque es una estrategia de alta eficacia la que proporciona los medios de una ética exigente y viceversa. Lo más difícil es iniciar este circulo virtuoso a partir de una situación inicial menos brillante. El ideal ético del jefe de empresa constituye entonces la brújula que orientará su voluntad incansable por el• camino de una realización profesional fundada sobre el progreso cualitativo más que sobre las facilidades frágiles. La ambición de este libro es activar esta brújula en el espíritu de un número mayor de dirigentes, 4. Organizar la responsabilidad ética en la empresa Por qué «organizar la ética»; - finalidad, retos, proyectos, valores de éxito; - carta ética que comprometa a la empresa y a sus asalariados; - formación y debates sobre la ética-reclutamiento; -- organización que disuada las transgresiones; - sanciones directivas y judiciales; - gestión-animación que promete la ética del éxito y sus valores, a) Por qué «organizar la ética» Para que se practique una ética sana en una empresa de cierto tamaño, no basta que la dirección sea integra y que la estrategia sea sana en su principio. Porque este honorable manto puede cubrir, a otros niveles, una realidad menos pura: - compradores sensibles a los sobres u otras atenciones; - departamentos operativos que, para conseguir sus objetivos, se dejan arrastrar a mercados corrompidos; -- pequeños abusos de poder en diversos servicios, comprendido el acoso sexual hoy en candelero; - por todas partes, tolerancia en las notas de gasto; - etc A pesar de estos peligros, evidentes, muchas empresas francesas rehusan «organizar la ética», pareciéndoles contradictorios estos dos términos. Se trata de una suerte de pudor a hablar del mal, del que se tienen ejemplos en otros ámbitos: - los accidentes de trabajo: durante mucho tiempo se ha evitada hablar de ellos más que como de una fatalidad. Desde el momento en que se ha hablado de ellos como de una prevención a organizar, las tasas de frecuencia y de gravedad han bajado a la mitad; - los fallos de calidad: cuando se ha dejado de camuflarlos para sacarlos a plena luz para organizar su prevención, el nivel de calidad ha dado un salto hacia delante; Igual sucede con los fallos éticos: si no se organiza la prevención contra ellos, corromperán vuestra organización y a una parte de vuestros asalariados, exponiéndonos a graves riesgos. Para evitar estos riesgos, grandes empresas americanas y otras han organizado el «escudo ético», del que nuestro capitulo III ha presentado algunos ejemplos. Pero muchos dirigentes franceses no han comprendido el sentido profundo de estos procedimientos alrededor de las cartas éticas: - «es naif e infantil», dicen unos; - «es hipócrita, ésa no es función de la empresa» dicen otros; - «es ineficaz», dicen todos. En realidad, no han comprendido que se trata de un sistema de efectos poderosos, cuyos elementos claves son: - compromiso muy firme de la dirección; - temas y reglas de carácter ético enunciados por la Carta; - detección atenta de los fallos; - sanciones ejemplares y disuasorias. El ejemplo mínimo de un sistema semejante de mantenimiento de la ética en una organización descentralizada viene dado por el Rotary Club, que se mantiene desde hace un siglo sin desviación notable gracias a su carta y a sus procedimientos de sanción (exclusión), cuyo efecto disuasorio es esencial. El ejemplo máximo es el de un grupo multinacional suizo que se compromete al respeto integro de su carta ética. El presidente del holding explica a cada presidente de filial nacional (y confirma por escrito) que el grupo exige el respeto completo de la carta ética; que el presidente de filial tiene el deber de tomar todas las medidas para evitar los fallos en su empresa; y que, si se produjeran de carácter importante, él sería tenido personalmente por responsable, con riesgo de despido y de proceso judicial. Tomar en serio la ética de los negocios, es comprometer en ella, fuerte y personalmente, a los responsables de los principales niveles de decisión. Como cuando se trata de calidad sin defectos, de entrega justo a tiempo, de gestión puntual de la tesorería o de servicio excelente al cliente, hay que instrumentar para que la ética se establezca con firmeza en las prácticas de toda la empresa. A ejemplo de todos los grandes éxitos duraderos, el jefe de empresa debe atreverse a inspirar y organizar la ética profesional que dará un alma a su empresa. Atreverse con prudencia. En el plano práctico, el esquema sistema que acabamos de recordar puede concretarse de cien modos posibles, en función de las condiciones extremadamente variadas de cada caso. Para organizar su ética interna, cada empresa debe inspirarse en las especificidades de su profesión, de su historia, de su cultura y de su propia estrategia, así como de la personalidad de sus dirigentes, sin la que nada se hará. No proponemos; en consecuencia, un método tipo, sino más bien una «caja de herramientas» obtenida de la observación de empresas eficaces y en la que cada empresa podrá encontrar una para aplicarla o trasladarla a su caso. b) Finalidades, retos, proyecto, valores de éxito Reunimos aquí diversas declaraciones concertadas con madurez, que la dirección puede elegir enunciar a fin de estructurar el espacio ético de la empresa y de clarificar los principios de acción que deben concurrir a su éxito. Los excépticos objetarán que se trata de verdades banales o de datos de buen sentido, que «se dan por supuestos»; nosotros pensamos que todavía es mejor «decirlos expresamente», en una época en que muchas personas, incluso cultivadas, se encuentran faltas de criterios sobre el sentido de la acción. Finalidades Puede ser útil recordar que la finalidad profunda y legítima de una empresa (privada o pública) es, para sobrevivir, satisfacer las necesidades de los hombres (sus clientes) y de la sociedad, aportar elementos positivos a cada uno de los que tienen que ver con ella y no perjudicar de modo ilegítimo a nadie. Situada en el marco estimulante de una economía competitiva en que el cliente puede abandonarla, la empresa se orienta a su finalidad concreta de supervivencia y de desarrollo, que exige una adaptación creativa a las necesidades del mercado y un ajuste cualitativo y cuantitativo de los medios de producción, a fin de respetar el imperativo de una explotación rentable: regla de juego inevitable y legitima (fracaso de las reglas contrarias). Esta finalidad de éxito competitivo no debe cumplirse no importa cómo, sino dentro del respeto a las leyes y a la ética. Lo cual recomienda especialmente una integridad que va, más allá del respeto formal a los textos legales, a un constante esfuerzo de replanteamiento para el progreso y una afectación equitativa de los frutos de este progreso entre los interlocutores, que son, especialmente, los clientes, los asalariados, los accionistas, los proveedores, los poderes públicos y la empresa misma. Retos Toda empresa, está sometida a retos que pueden poner en cuestión su supervivencia. ¡Si no es consciente de ello es todavía más grave!... Es preciso discernirlos, enunciarlos, hablar de ellos, a fin de conceder valor al objetivo concreto de todo el equipo que es hacer frente a los retos. La ética de empresa valorará al mismo tiempo el proceso de la puesta en cuestión estratégica, que se acompaña con frecuencia de los dolores del cambio, pero que legitima la comprensión de las finalidades a plazo mayor, en el interés común. Proyecto El proyecto de empresa, vinculado a las finalidades y a las opciones estratégicas, expresa particularmente lo que la empresa espera de cada uno, en el plano de los comportamientos en el trabajo, para lograr el éxito, y, recíprocamente, lo que cada uno puede esperar de la empresa en el plano profesional y personal. Una de sus funciones es formular un complemento a las reglas básicas de las relaciones entre los asalariados y la empresa que se refieren específicamente a la trayectoria a recorrer para hacer frente a los desafíos estratégicos. El proyecto de empresa es una ocasión de puesta al día de ciertas reglas de juego y de inflexión en su caso en la cultura y los valores de éxito. Valores de éxito Entidad de vocación económica y profesional, la empresa no tiene apenas legitimación para tomar posición sobre los valores generales del hombre y de la sociedad, que debe conocer y respetar sin elegirlos propiamente. Por contra, en el terreno profesional que es su responsabilidad especifica, la empresa puede y debe expresar los valores de éxito en el sector, para la empresa y para las personas que trabajan en ella; contribuye así a precisar la ética de la empresa. Algunos de estos valores de éxito son comunes a todas las empresas y coinciden con los valores humanistas generales; son, por ejemplo: - la honradez, la lealtad, la sinceridad; - el respeto a los hombres, la aceptación de las diferencias sin voluntad de dañar; - el respeto a la obra bien hecha, al producto y al cliente; - el valor: en las dificultades; para asumir los riesgos; - el respeto por los compromisos y por la verdad, etc. La empresa puede recordar estos valores generales, citar su contribución especifica al triunfo profesional y personal e incitar así a su práctica. Otros valores, más próximos a lo profesional concreto, variarán de una empresa a otra, según el sector y la posición: - el rigor se situará a veces en primera fila; - en otros casos, será la movilidad, la velocidad de respuesta; - o incluso la comunicación, el espíritu de equipo, el servicio al cliente; - o la autonomía y el coraje para saber aceptar riesgos; - o la objetividad ante los hechos y la apertura a replanteamientas; - o la capacidad de escucha y el dominio de si, etc. Presentando así a todo su personal indicio sobre las finalidades, los retos, el proyecto y los valores de éxito, la empresa contribuye a aclarar el sentido de la acción y a estimular los factores positivos del éxito común. Pero, a partir de cierto tamaño, hay que añadir acciones más instrumentadas. c) Carta ética que compromete a la empresa y a sus asalariadas Hemos visto, por los ejemplos del capítulo III, la importancia de estas «Reglas de conducta en los negocios» para las grandes empresas americanas, y también la reticencia de las empresas francesas a seguirles en esta práctica. Recordemos las dos causas que, esquemáticamente, explican la importancia de su papel en América: - la tradición americana es (en caricatura) organizar la empresa como una secta, con su credo y su control de las desviaciones -lo que se opone a la tradición francesa; - la extensión más reciente de la juridicidad americana ha expuesto a las empresas a innumerables acciones judiciales fundadas en la ética (en sentido amplio), para la defensa de los consumidores (Ralph Nader), luego del medio ambiente y también por no respetar las leyes antitrust, antidiscriminación, anticorrupción, delitos de iniciados, conflictos de intereses, etc. Puesto que las acciones contrarias a la ley o a la ética pueden cometerse, en nombre de la empresa, por un gran número de sus cuadros y agentes, se hacía importante organizar el respeta de la ley y de la ética por parte de las asalariados, a fin de disminuir las infracciones y, para las que subsistieran, establecer la buena fe de la empresa y sus esfuerzos meritorios. Para esto, el instrumento básico es la carta ética, denominada con frecuencia Business Conduct Guidelines, o «Reglas de conducta en los negocios». Este documento se prepara por los juristas, que tienen en mente la defensa de la empresa contra las acciones judiciales de que podría ser blanco. Constituye una directiva jerárquica firmada por el jefe de empresa. El contenido puede recordar brevemente los compromisos de la empresa ante sus asalariados (cuyo detalle figura en los documentos de política de personal), pero lo esencial se refiere al compromiso de la empresa de respetar la ley y la ética y, para contribuir a ello, a los compromisos de los asalariados respecta a la empresa, para el respeto exacto de la ley y la ética, en su comportamiento profesional. Remitimos al capitulo III, que presenta especialmente las cartas éticas de tres grandes empresas americanas Las reservas de los dirigentes franceses ante las cartas éticas de tipo americano han sido analizadas en el último párrafo del capitulo III; debemos evidentemente tenerlas en cuenta. Debemos tener en cuenta, también, otros tres factores: - la aceptación eficaz de estas cartas en las filiales francesas de empresas americanas -los jóvenes manifiestan una adhesión mucho más clara que los mayores; - la formalización «a la francesa», en las empresas líderes, de éticas de empresa muy intensas, centradas en la promoción de los valores positivos más que sobre las prohibiciones (casos Bongrain, Lafarge, ACCOR, Carrefour...); - la creciente complejidad de las condiciones de integridad en los negocios, que hace que la empresa que rehúsa hablar de ello falte a su deber de información-guía respecto a sus asalariados y acreciente sus riesgos de problemas costosos. Por estas razones, aconsejamos a las empresas grandes y complejas, o particularmente expuestas a las desviaciones éticas, que contemplen el establecimiento concertado de una «carta ética» «a la francesa», inspirada en el ejemplo americano, pero distinguiéndose de él en varios puntos: - redacción más breve, que no pretende decir todo, sino comprometer claramente a la empresa para que se atenga estrictamente a las reglas que enuncia; - incluyendo, ciertamente, prohibiciones, pero principalmente las que explicitan las disposiciones legales o contractuales sancionables por los tribunales: es preciso que los asalariados se sientan bien informados; la empresa misma no va más allá de la ley más que por las exigencias especificas de su actividad; - desarrollando la promoción de valores positivos que puedan ser apropiados para la empresa, sostener su estrategia, expresar su cultura y su personalidad y, de modo más preciso, los comportamientos portadores de éxito profesional que se fomentarán por diferentes medios; - citando los diferentes ámbitos sensibles en que los comportamientos y decisiones profesionales que presentan problemas de ética; proponiendo a este respecto principios directores, enfoques de análisis del caso, procedimientos de concertación o de debate; y apelando a la decisión responsable de cada uno. Guía más que Código, elaborada de modo participativo, la carta ética «a la francesa» convenientemente puesta a punto, puede producir efectos prácticos considerables: -- lleva a conocimiento del personal una serie de obligaciones legales o contractuales de que, sin este documento, no tendría sino una idea muy vaga: confidencialidad, conflictos de intereses, reglas antitrust, antidiscriminación, regalos, etc.; - informa también al personal de prácticas y de valores propios de la empresa, cuya clara comprensión incrementará su eficacia profesional y su motivación; -- comunicada a todo recién reclutado, con la petición de que la estudie y luego se comprometa a respetarla antes de su entrada definitiva, adquiere un valor contractual; - su carácter jurídico, que puede servir de base a acciones judiciales de responsabilidad en caso de infracción, aumenta su carácter disuasorio; tanto más si existe un servicio jurídico competente, responsable de seguir su aplicación; - en fin, la carta ética puede ser puesta al día cada cuatro o cinco años, dirigiéndose el nuevo texto a cada asalariado con una carta personal del presidente subrayando la importancia del respeto de la carta y demandando a cada uno que le conceda la mayor atención. Pero, en fin, dirá el francés escéptico, las cartas éticas americanas que se nos muestran aquí, ¿son verdaderamente aplicables por los dirigentes mismos en todos los países? Ciertamente, los fallos son inevitables, pero las violaciones sistemáticas parecen muy raras: a causa de los rigores de la justicia americana; y porque estas empresas de primer rango pueden batirse con medios leales o al menos legales; y considerando que una infracción grave haría tambalearse toda la credibilidad del sistema. De modo que una de ellas, en Italia, ha pagado tres veces más impuestos antes de aceptar la transacción habitual pero ilegal: se trataba del precio por permanecer irreprochable. En total, en el marco de una gestión integra que la sostiene, la carta ética cambia el comportamiento de los asalariados. Un dirigente de empresa francés del sector de la informática decía, en una conversación reciente: Nuestro mercado es muy evolutivo, se modifica sin cesar. Para estudiar estos cambios, nos comunicamos entre compañeros, nuestros ingenieros se hablan entre colegas de diferentes firmas. He subrayado a veces que los que nos dejan por una empresa americana se vuelven de pronto menos charlatanes. Antes, entre compañeros, se decían muchas cosas. Después, !chitón, la boca cerrada! He aquí, tomado en vivo, un efecto del sistema organizado alrededor de la carta ética. Las empresas francesas no disciplinan a su personal en la discreción profesional; en Francia misma, las empresas americanas lo hacen con mucha facilidad. Es un factor de competitividad al mismo tiempo que un instrumento de formación en la responsabilidad ética de los asalariados. d) Formación y debates sobre la ética-reclutamiento Las empresas francesas consagran grandes presupuestos a la formación de su personal: le forman en todas las cosas... salvo en la ética de los negocios. ¿Por qué deploran luego que sus colaboradores se encuentren faltos de criterios y de valores? Evitemos cualquier malentendido: no se trataría de elaborar un catecismo ético cualquiera al modo dogmático, que no podría ser sino mal recibido. Salvo que se reduzca a algunos puntos indiscutibles muy breves: honradez, verdad, legalidad, no perjudicar a los demás ni a la sociedad... La formación en la ética de los negocios, es ante todo hacer que este tema salga del silencio que le rodea, siguiendo la vieja noción de no hablar de lo malo. Hay que hacer percibir que, fuera de casos extremos, en que la infracción es clara, muchas decisiones profesionales suponen envites éticos que no son evidentes y que es preciso analizar para pesar el pro y el contra y llegar a una decisión responsable, que tenga en cuenta, de modo equilibrado, la ley, los principios morales, el respeto a las personas y la competitividad de la empresa. El ejercicio de la autoridad indispensable para el funcionamiento de la empresa --se trate del reclutamiento y de la promoción, o de la inversión, de la estrategia {lo hemos visto}, de la reorganización, de despidos, etc.-, lleva consigo inevitablemente una dimensión ética de la que el decisor (de cualquier nivel) debe tomar conciencia claramente: no para hacer más lenta su decisión, sino para afirmarla en la claridad, la legitimidad... y el interés a largo plazo de la empresa. Esto no se improvisa; y los cuadros que han sido largamente entrenados en los modelos de optimización financiera o técnica pueden tener dificultades para introducir la ética en su cálculo. Se arriesgan entonces o bien a desdeñarla o bien a no ver más que ella: dos modos de engañarse. Formar en la ética de los negocios es, así pues, ante todo, llevar a las personas a tomar conciencia de la dimensión ética de sus comportamientos y decisiones, proporcionarles un marco de reflexión y ocasiones de debate sobre ella. OCHO PRINCIPIOS PRÁCTICOS DE LA MORAL DE LOS NEGOCIOS Según Thomas W. Dunfee, profesor de ética de los negocios Wharton School, universidad de Pennsylvania 1. Respeto a la confidencialidad de las informaciones - del asalariado respecto a su empresa - del proveedor respecto a sus clientes - del negociador respecto al exterior, etc. 2. Sensibilidad a los conflictos de intereses - detectarlos; si es posible, evitarlos - si no, declararlos (transparencia) - someterlos a arbitraje (jerárquico o exterior) 3. Respeto a la regla del derecho - en todos los países, incluso si es una mala ley - salvo casos extremos 4. Conciencia profesional; profesionalidad - ejercer su profesión con conciencia y prudencia - cultivar la competencia profesional: mantenerse al día - no comprometerse más allá de su competencia 5. Actuar con lealtad y buena fe -- no engañar o defraudar las expectativas razonables - tener palabra: ser equitativo 6. Sentido de las responsabilidades - tener en cuenta las consecuencias prácticas de la decisión - asumir sus responsabilidades personales: de mandatario... 7. Respetar el ejercicio de los derechos y libertades individuales de los demás -- libertad de comportamiento, de opinión -w no discriminación a diversos títulos 8. No querer perjudicar a los otros; respetar al ser humano -- Perjudicar no debe ser la intención principal sino, como mucho, el efecto secundario (por ejemplo: al competidor) - respetar a la persona humana, sus necesidades y expresiones El marco de reflexión puede comenzar por la carta ética (si existe en la empresa), que es a un tiempo una síntesis de aspectos legales y de directivas de gestión, y un soporte para llevar a cabo la lista de los problemas éticos sensibles en nuestra profesión. En ausencia de carta, puede conducirse la reflexión sobre los puntos sensibles de la profesión a partir de los ocho principios prácticos de la moral de los negocios de Thomas W. Dunfee resumidos en la página anterior, según la comunicación presentada el 20 de abril de 1987 al symposium por el ICOS (Instituí de la communication sociale). En el plano pedagógico, puede recomendarse hacer discutir a un grupo reducido sobre un tema preciso planteado mediante un documento breve, un cuestionario o un enunciado de caso: en el capítulo III, párrafo 2, hemos dado dos ejemplos referidos a los temas «La vida privada en la empresa» y «Caso de conflicto de intereses». Para cada caso (real o ficticio), puede proponerse plantear las tres cuestiones del «test de ética». 2 1) ¿Es legal? ¿Esta decisión violará la ley o las reglas de la empresa? 2) ¿Esta decisión es equitativa? ¿Para todas las partes interesadas, a corto y a largo plazo? 3) ¿Me sentiré orgulloso de esta decisión? ¿Si mi familia está al corriente? ¿Si se publica? Pero, para servir a la eficacia en interés de todos, la formación en la ética de los negocios no debe limitar su campo a las prohibiciones y a los fallos a evitar; debe extender dicho campo a la reflexión sobre los valores positivos y los comportamientos constructivos que contribuyen al éxito de la empresa y de los hombres. Hemos tomado del grupo Soparind-Bongrain y reproducido en el capitulo anterior el enunciado de algunos valores que propone como fundamentales, y también algunas máximas recogidas de los pensadores más diversos. Se trata de un medio de suscitar, de forma no dogmática, reflexiones sobre este otro aspecto de la ética del éxito. Subrayemos la importancia capital de los debates que permitan reflexionar a varios; del debate resulta a un tiempo una mayor riqueza de profundización y la construcción de un contexto cultural común, de un lenguaje que integra en la cultura de empresa y permite comunicar mejor, comprenderse con mayor rapidez y de un modo más justo. Tales debates deben constituir lo esencial de las breves sesiones de formación consagradas a la ética; pueden asimismo insertarse en una reunión de trabajo o de información, en el momento en que se aborda un asunto que suscita un problema de ética. 2 Según K. Blanchard y N.V. Peale, Éthique et Management, Paris, Ed. d'Organisation, 1988. «Valores emergentes» Los debates libres sobre la ética de los negocios hacen rápidamente aparecer, al lado de los valores permanentes que desde hace mucho tiempo parecen relacionados con el éxito profesional, el ascenso de valores emergentes que, desde hace treinta años en Occidente, han adquirido un impacto emocional y un poder de movilización tales (sobre todo en las nuevas generaciones) que la empresa debe tenerlos en cuenta más que en otro tiempo. Se trata sobre todo de valores humanistas tradicionales que han adquirido una coloración y una fuerza nuevas. Algunos de estos valores tienen por nombre: - respeto a la naturaleza y al medio ambiente; - solidaridad, fraternidad; - rechazo de la discriminación, de la exclusión; - respeto de las particularidades personales, culturales; - rechazo de una selección arbitraria; - ayuda a los más débiles; - etc. En la medida en que expresan una gran atención a lo humano y un sentimiento sincero, la empresa debe respetar estos valores. Es deseable hacerles sitio en la cultura de la empresa, a título de contrapeso a lo que puedan tener de unidimensional los solos valores productivistas. La empresa puede ganar con ello una adhesión más profunda del personal y también una eficacia mayor: porque la empresa de hoy y de mañana, en que el valor añadido ya no es muscular sino intelectual y comunicativo, funciona mejor en un clima que valora las particularidades, las relaciones y los sentimientos de los hombres. Puede haber sin embargo en la sociedad «antivalores» que tienen efectos inhibidores o destructores sobre el desarrollo económico y humano: la empresa puede resistirse a ellos, como veremos en la conclusión de este libro. Política de reclutamiento Para concluir nuestra reflexión sobre la formación en la ética de los negocios, debemos examinar un instante sus relaciones con la política de reclutamiento. Exageremos: la empresa que no reclutara más que personas que poseyeran ya los valores y actitudes deseados, apenas tendría necesidad de añadir una formación en la ética. A la inversa, la empresa que no hubiera contratado sino sujetos de ética desviada, tendría necesidad de un esfuerzo de formación inmenso, acaso imposible de llevar a efecto. Esto plantea crudamente el problema de una selección al ingresar que tome en consideración, además de los criterios técnicos y profesionales, criterios éticos, mucho menos precisos. En una época en que la noción misma de selección se percibe negativamente en importantes segmentos de opinión, la utilización (implícita o explícita) de este criterio no se da por supuesta. La ética, ¿nos prohibe tomar en consideración la ética del que admitimos? Paradójicamente, algunos piensan que sí. Puede citarse la reglamentación italiana de los años 70 que, salvo para los cuadros, prohibía a la empresa elegir entre los candidatos de la Agencia para el empleo: debía tomarlos en el orden propuesto. Una práctica semejante se observa en las empresas anglosajonas en régimen de closed shop: es entonces el sindicato quien designa al que será admitido. En ambos casos, el trabajador se ve tratado en suma como una commodity banalizada. A la inversa, las empresas japonesas medianas y grandes dan una atención extrema a la selección para el ingreso, comprendida la de los empleados y obreros: los criterios son habitualmente el sistema de valores y el carácter; después la salud; sólo después el rango en la categoría de capacidades. De igual modo, en Michelin, para «asegurar una calidad total del reclutamiento» de los técnicos, los criterios técnicos no son los más importantes: «lo son los criterios éticos, en el doble sentido de los valores y los comportamientos»3. Y John G.Smale. chairman de P & G, dice asimismo: «En nuestro reclutamiento, no buscamos sólo los conocimientos y los talentos más brillantes, sino también personas que compartan los principios morales sobre los que fué fundada la empresa». En numerosos casos franceses, podrá recomendarse que se guarde un justo medio entre dos extremos observables, que ya hemos comentado: - la empresa que ve como punto fuerte una cultura y unos valores netamente sobresalientes respecto a la media del entorno, que considera mediocre; - y la que ve, por el contrario, una fortaleza en una cultura y unos valores que se identifiquen con la corriente dominante en el entorno, en la que la empresa puede entonces navegar con la facilidad de un pez en el agua. Sería fácil citar nombres representativos de estas dos actitudes extremas; seria incluso posible comparar sus eficacias a largo plazo: estudio por realizar. 3 Alain Etchegoyen, op. cit. e) Organización que disuade de las transgresiones Estrategia sana, carta ética, formación... todo esto es incompleto si la dirección no vela porque la organización de la empresa restrinja las posibilidades de infracción a la ley y a la ética. En otros términos, si el asalariado está expuesto a la tentación de transgresiones sin verdadero riesgo, la Dirección es corresponsable de las eventuales desviaciones: de ahí el deber de una organización disuasoria. Entre las ideas directrices de una organización así, podemos citar las siguientes: controles clásicos, transparencia, y procedimiento de análisis de situación. Controles clásicos Colocamos en esta categoría un uso razonable de los controles clásicos tales como: - procedimientos precisos de compra, de pago, de ingreso, etc., que lleven consigo, necesariamente, la intervención de varias personas o varios servicios; - doble firma de cheques, notas de gasto, etc.; -w cerrar con llave cada tarde todos los documentos (comerciales, técnicos, personales...), con precauciones especiales para la protección de los documentos sensibles; - dispositivos de «identificación» que permitan conocer al autor de una operación administrativa o de fabricación; - auditoría periódica de las cuentas, de los procedimientos y de la conformidad jurídica de las actividades; - sin hablar de procedimientos complejos, exigentes, y de eficacia imperfecta sin embargo, como los impuestos hoy a los bancos, compañías de seguros, sociedades de Bolsa, por la puesta en práctica de la «deontología financiera». Estas diferentes medidas tienen un costo; cuando se las multiplica, pueden hacer rígido y lento el funcionamiento. Es necesario, por ello, evitar el exceso de celo, pero saber también que este rigor lleva en sí un mensaje educativo y responsabilizados. Transparencia La gestión tradicional cultivaba voluntariamente el círculo cerrado y discreto, el dominio reservado de cada responsable, la decisión ejecutada sin ruido; en suma, importantes zonas de opacidad. En manos honradas, ello contribuía al confort y a la eficacia. El inconveniente es velar los comportamientos contrarios a la ética, sea en la cúspide, sea al nivel de los cuadros intermedios que toman innumerables decisiones (económicas y humanas) en las empresas modernas de gestión descentralizada. Por ello ha llegado la hora de restringir la opacidad (que continúa siendo legítima antes de la decisión) para desarrollar muy ampliamente el juego de la transparencia, que es la gran arma ética de nuestro tiempo: -- transparencia de la información: la tecnología nos ayuda a ello con las bases de datos en tiempo real, la agenda electrónica interconectada, etc., añadiéndose a la preparación de las decisiones en pequeños grupos; - transparencia por la vía de los recursos ofrecidos (nominativa o anónimamente) a los asalariados que testimonian de una injusticia o de una irregularidad, y ello sin miedo á represalias; - transparencia a posteriori por el deber de rendir cuentas tras las operaciones que exigían secreto pero cuya legitimidad debe establecerse con claridad enseguida, a fin de mantener la confianza Esta corta enumeración está muy lejos de ser exhaustiva, y podría desarrollarse para el caso de cada sector profesional y de cada función. Procedimientos de análisis de situación Cuando las cosas son simples es suficiente informar; pero hemos visto que por naturaleza son a menudo complejas, implicando diversos elementos de juicio, refiriéndose a intereses diferentes en tiempos diferentes, etc., de modo que la sola información sobre los hechos en bruto deja los espíritus confusos y los juicios indecisos. Por ello la empresa deseosa de claridad debe prever procedimeintos de análisis de situación para aclarar y si es posible cifrar los problemas complejos. Procedimientos que pueden comportar, por ejemplo, la designación de un grupo de estudio, incluyendo diversos puntos de vista, encargado de un análisis metódico y cifrado seguido de un informe que presente el cálculo de los intereses en juego. «No prescribir sin describir» Esta regla metodológica de los sociólogos modernos se aplica perfectamente cuando se trata de juzgar la ética de una acción en la empresa: el análisis descriptivo permite comprender la situación y su desarrollo temporal antes de verificar un juicio. Es igualmente un proceso muy formativo. Y es una expresión del respeto que se tiene por los interlocutores: permitirles comprender es también una recomendación de la ética. f) Sanciones directivas y judiciales Hemos establecido como postulado que en materia de ética «no basta predicar, es necesario un sistema de sanciones». Por sanciones (en sentido amplio) entendemos todos los factores que contribuyen, directa o indirectamente, a desanimar las conductas desviadas. Entre las sanciones indirectas, podemos situar la presión del ambiente resultante de las diversas medidas que acabamos de describir: - la ética de los dirigentes y la elección de las estrategias; - la carta ética de la empresa; - la formación y el reclutamiento; - la organización que disuade de las transgresiones. Si se integra en la cultura de la casa, cada uno de estos factores contribuye indirectamente al mantenimiento de una sana ética de los negocios. Resulta sin embargo claro que un sistema de sanciones directas, raramente utilizado pero muy firme, es indispensable para mantener la credibilidad del conjunto; es preciso que el que se desvía notoriamente pueda ser severamente reprimido. Para esto, es necesario que las faltas sean conocidas: y todos los dispositivos indirectos contribuyen a ello, sobre todo si son sostenidos por un consenso interno que mantiene la vigilancia y por una clara responsabilización de los decisores. Para algunos casos patentes, llega entonces la hora de las sanciones directas: - sanciones directivas, decididas por la jerarquía, en todos los grados legales: de la advertencia a la puesta en la calle y despido; - sanciones judiciales, con demandas civiles y/o penales para los casos de fraude, malversación, falsificaciones, etc., de asalariados o de asociados. Parece que las empresas más estrictas en el plano de la ética son también las más exigentes en el plano de las sanciones judiciales. El objeto del proceso promovido no es en realidad reparar una pérdida, sino sobre todo demostrar que «con nosotros, la falta de honradez no sirve»; y para ello, ejercitar los procedimientos a fondo, de modo que resulte un efecto disuasorio que él, sí, merece la pena. Desde este punto de vista, se comprende el interés de poner la responsabilidad de defensa ética de la empresa en las manos de un servicio dotado de seria capacidad jurídica y preparado para lo contencioso (servicio jurídico o servicio de personal). g) Gestión-animación que promueve la ética del éxito y sus valores Para dar vida a las diferentes acciones metódicas que hemos presentado, se requiere una animación diaria por una gestión que inserte los criterios éticos en la vida profesional de la empresa. De modo muy natural, este esfuerzo de animación se centrará en los valores positivos esenciales para el éxito de la empresa - la previsibilidad, resultante de reglas de juego claras; - la confianza, que anima a la comunicación y facilita el progreso; -la percepción fina de los fenómenos externos e internos, que permite una visión común de los medios para responder a ellos; - la ambición de progreso, de excelencia y de eficacia, desarrollada en objetivos concretos a todos los niveles, que da a cada uno perspectivas de progreso; - la concertación y el debate abierto sobre los problemas cuyas apuestas éticas nos parecen más claras; pero también las decisiones firmes resultantes de la apreciación ética de las acciones y las personas - la responsabilidad muy firme de los decisores sobre el respeto a la ética, con evocación de los riesgos y de la sanción (positiva o negativa) de los comportamientos éticos; - todo ello, en un espíritu pragmático, ampliamente abierto a la variedad de las situaciones y a la necesidad de mantener la competitividad presente de la empresa en el respeto a los principios y a la opinión común. El punto clave de esta animación será a menudo estimular a todos los niveles, en el terreno concreto de cada uno, la ambición de eficacia que, como hemos visto, es raramente separable del alto nivel ético: poco accesible sin eficacia, pero también factor de eficacia a medio plazo. En este sentido, los valores positivos de la ética de los negocios vienen a integrarse profundamente en las prácticas de gestión y todo responsable debe ser en su sector promotor de la ética al mismo tiempo que del rigor de gestión, de la calidad y del servicio. Por las diversas vias evocadas, una dirección integra y competente puede, en cierta medida, organizar el respeto de la ética todos los niveles de su empresa. En cierta medida, solamente, porque la ética de los negocios no es un juego solitario; resulta arduo practicarla en un medio corrupto, De suerte que el compromiso ético de los dirigentes debe sobrepasar los limites de su empresa, con la ambición de contribuir a sanear la ética del medio.