LA PROBLEMATICA ESTRUCTURAL DE LA VINCULACION DOCENCIA E INVESTIGACION EN EL POSGRADO Manuel Márquez Fuentes CCH, UNAM Mi intervención en este Primer Congreso Nacional de Posgrado abordará un asunto antiguo; en los últimos años un tema de moda en universidades y centros de enseñanza, particularmente de posgrado: la relación o la vinculación de la docencia y de la investigación. Su definición como problemática y los intentos o planteamientos de solución son todavía muy controvertidos. Nuestras concepciones de la enseñanza superior y de nuestro incipiente desarrollo científico y tecnológico, comparten las limitaciones que sufren la creación y estructuración de nuestros centros de enseñanza y de investigación en el país. El problema de estructura global Nuestras instituciones, sus comunidades, sus objetivos y la organización e infraestructura de su quehacer han estado enmarcados dentro de un fenómeno global que, como sociedad y como nación, ha condicionado nuestro desenvolvimiento: la dependencia. Parecería una perogrullada o bien, parte del discurso acostumbrado de grupos militantes o de los análisis económicos y sociales de los centros de estudio universitario. No lo es; infortunadamente pocos, muy pocos sociólogos, economistas, pedagogos, filósofos e historiadores se han ocupado de desentrañar y analizar sistemáticamente nuestro desarrollo institucional universitario, educativo y científico; menos aún se ha ahondado acerca de la producción y de la distribución del conocimiento, del saber científico, humanístico y técnico y, menos todavía se han ocupado de analizar a las universidades y centros de estudio en su dimensión institucional interna, explicando el origen y los efectos en las funciones docentes y de investigación de las estructuras orgánicas, pues la mayor parte de ellas se basan en la agrupación de carreras profesionales y escuelas de concepción gremial y no dedicadas a cultivar académicamente y formar no sólo profesionalmente en las humanidades y las ciencias. Aún conocemos poco acerca de cual es la trayectoria y cuales son comparativamente los resultados académicos de las universidades y centros de enseñanza que se han formado con escuelas fraguadas en el ejercicio de los oficios o carreras liberales, dedicadas más al adiestramiento y a la capacitación y muy poco a la reflexión sobre las ciencias clásicas o las disciplinas que en ellas se imparten y, por ende, carentes del sustrato cultural, del saber, indispensable para la construcción teórica y la producción de nuevo conocimiento, de nuevos métodos y horizontes. Lamentablemente nuestras escuelas se profesionalizan aún más y se basan en la enseñanza calcada, en la taxonomía de lo existente y no en los contenidos de una educación formadora, académica y científica. Si en el pasado la Universidad fue colonial como lo era la sociedad toda, en el presente la Universidad trasluce la condición nacional: los contrastes; la opulencia y la pobreza; la excelencia académica y la corroboración del creciente analfabetismo funcional en las aulas universitarias; la internacionalización de algunos de nuestros capitalistas cuya colocación de excedentes los ha hecho accionistas o empresarios trasnacionales o simplemente depositantes, subordinados a la dinámica financiera mundial y una parte de nuestros científicos de frontera, obligadamente especializados, son evaluados y subordinados a la dinámica de los centros de producción y destino de la ciencia contemporánea cuyo eufemismo es el adjetivo de “básica”. Pareciera que en el caso de la enseñanza y la investigación científica estamos reproduciendo aquel viejo modelo Rostowniano de las necesarias etapas del desarrollo, en este caso de la ciencia. En efecto, paulatinamente nuestros centros de enseñanza y de investigación parecen empeñarse en abandonar el estudio y la formación en las disciplinas generales -la física, la química, la historia, la filosofía, etcétera -cuyo clasicismo pareciera oponerse al avance especializador predominante. Sin duda ninguna la especialización, la profundización en procesos, objetos y fenómenos es necesaria ante una explosión creciente del conocimiento, solo que esta especialización no únicamente deber ser en el nivel marcado por el exterior, sino combinado con las exigencias de especialización que el país requiere, que nuestro desarrollo científico institucional e infraestructura humana, material y de organización reclama y puede abordar y sostener su avance, pero sin detrimento, sin abandonar la enseñanza general, del estudio y recomposición de las disciplinas científicas y humanísticas que estimulan y guían la producción de nuevo conocimiento. Nuestros jóvenes doctorados e investigadores ya se forjan especializados sin haber transcurrido por la formación indispensable de una cultura científica universitaria; en parte explicable por la masificación y el deterioro del bachillerato y de la enseñanza profesional. A los académicos de excelencia especializada ni les interesa ni pueden ahora abordar la enseñanza general de sus disciplinas de origen en el pregrado. Al parecer, cada día una parte de la academia universitaria, particularmente los investigadores, están orientados en la estrategia de la “sustitución de importaciones”; en su mayoría se adoptan subíndices de las grandes líneas de la investigación mundial derivadas de las publicaciones o congresos internacionales o de las estancias como becarios en el extranjero de nuestros posgraduados. Estos temas se prolongan en el país, en nuestros institutos, con equipos, infraestructura, técnicas y en ocasiones hasta conejillos de indias y sus nutrientes, todo de importación. ¿Acaso hemos avanzado significativamente en originalidad de ideas, suficiencia de requerimientos materiales y claridad en el destino de nuestra producción científica? ¿En qué aspectos y recursos de nuestro trabajo científico nos hemos liberado de la hegemonía y determinación nación del exterior? ¿Cuál es el nivel de conciencia acerca del grado de dependencia y de subordinación de parte de las instituciones y de las comunidades productoras de conocimiento científico ahora hiperespecializado? ¿Compartirán algún día la misma estrategia que nuestros encumbrados capitalistas nuestros científicos de excelencia “depositando su capital intelectual” en universidades y centros que garanticen los “rendimientos académicos” que la “banca científica internacional” impone en “los wall streets” del saber científico? Individualmente se incrementa el número de casos de graduados que abandonan la universidad y el país; aventuro la aseveración sin tener cifras y datos sistemáticos y sólo me baso en la observación, las conversaciones y experiencia que propicia mi trabajo. Mas cerca cada día la resolución colectiva, incluso organizada de desarraigarse de nuestras universidades e institutos, lo cual es muy preocupante, pues si se llega a polarizar el contraste de los niveles académicos y subsisten ciertas condiciones de impermeabilidad de la estructura universitaria para canalizar soluciones, pueden ocurrir tensiones y conflictos en demérito de la estabilidad y la calidad del trabajo universitario. La medida, la inmediata acaso, es intensificar la reflexión y la comunicación sobre este problema estructural entre el personal académico de humanidades y de ciencias; tratar de responder a las preguntas formuladas arriba; discutir y reflexionar sobre este problema estructural global, identificar algunos rasgos al menos sobre la manera como nos afecta a los universitarios las nuevas -acaso las viejas también- condiciones de dependencia; discurrir sobre las formas y mecanismos de reorganización interna, sobre los ámbitos estratégicos para la enseñanza y la investigación en tiempos como los presentes. Posiblemente una clara conciencia de esta problemática global motive a nuestros investigadores a practicar la docencia en los niveles de formación básica: el bachillerato y las licenciaturas disciplinarias; a participar en la renovación de los contenidos de planes y programas de estudio conciliando el dominio del conocimiento general clásico con la actualización y la explicación de los procesos de especialización. No se trataría de una vinculación de la docencia y la investigación para afianzar todavía más la dependencia, la especialización atrofiante, propiciadora de la desculturización científica. Una clara conciencia de las consecuencias de la separación vigente entre profesores e investigadores ayudaría a proponer conjuntamente planes y proyectos que vigorizaran la enseñanza general disciplinaria en las Facultades y Escuelas que ahora atienden y reformar o crear los posgrados consistentes con las renovadas licenciaturas y dando el espacio a las posibles especializaciones o énfasis que se estimen estratégicos en el marco del desarrollo científico internacional y nacional. El problema de estructura de las universidades Al fenómeno global ha de agregarse uno no menos importante: el del origen y el desenvolvimiento de la estructura institucional de las universidades del país. Este desenvolvimiento lineal y organicista, a mi parecer ha reforzado los efectos de la problemática estructural global descrita. Para comentarlo con ustedes tomo el ejemplo de la Universidad Nacional de la que el año pasado, recordábamos en su septuagésimo quinto aniversario de su creación, como fue que se aglutinaron las hasta entonces separadas escuelas profesionales existentes conforme a una concepción organicista entonces prevaleciente y cuya funcionalidad inmanente a todo cuerpo aún ahora seguimos buscando remedio, pues el tiempo y las condiciones de crecimiento en magnitud y actividad han atrofiado, demeritado o alterado la función y la calidad de algunos de sus órganos El Maestro Justo Sierra, su fundador, se empeño en definir a la Universidad Nacional como cuerpo docente, no solamente para expresar mejor la idea de un ente con personalidad jurídica “…sino porque la Universidad -decía el Mtro. Sierra- está compuesta de órganos unidos entre sí, [al menos eso era lo que se quería y aún hoy deseamos] y a esto se llama un cuerpo.” Y agregaba: “De manera que se trata de unificar los órganos que componen este cuerpo que se llama Universidad; no se trata tan solo de realizar una armonía entre ellos, [cuestión hoy también difícil] no es el objeto principal armonizarlos.-decía- sino unificarlos. “Naturalmente cada cuerpo tiene sus órganos y cada órgano tiene sus funciones, y cada escuela dentro de la Universidad se manejara de un modo distinto, formando un todo, unido y compacto”. 1 Esta idea unificadora y no solo armonizadora era para el Maestro Sierra —y al parecer sigue siendo hoy— la piedra de toque del trabajo de la Universidad como cuerpo. Entonces —aún hoy— la dificultad estaba a la vista: vincular unitariamente en un todo, las escuelas que surgieron y se desarrollaron separadamente; unificar cuerpos sociales que gozaban de autonomía poder, intereses, fines e intercambios con la sociedad de la época que se fundirían en un nuevo cuerpo, promovido, amparado por el Estado, el nuevo cuerpo docente, la Universidad. Pero en aquella misma intervención, en 1910, Don Justo Sierra insistía en Ilamar “… a la Universidad un cuerpo docente, esto es indispensable; -decía- pero no me parece que sea indispensable, que sea necesario agregarle “de investigación científica”, porque no es toda la Universidad la que está llamada a la investigación científica: es la Escuela de Altos Estudios donde se concentrará la investigación científica y en los institutos que forman parte de ella. “Es en esa zona superior —decía Sierra— donde se hace la investigación científica y no en las otras escuelas; así es que la Universidad no tiene el carácter de investigadora y creadora de ciencia. Por esto es por lo que yo creo —insistía Sierra— que no debe la Universidad llamarse de otro modo que cuerpo docente. Es claro que se tiene que investigar, y que la investigación científica es la enseñanza de mañana… Por consiguiente, yo no creo indispensable agregar las palabras cuerpo de investigación científica, por que la Universidad no es una escuela sino un conjunto de escuelas donde se practica la enseñanza pura, y en algunas partes de ella se realiza 1 ObrascompletasdelmaestroJustoSierra,“Laeducaciónnacional”,México,UNAM,1948,TomoIII,p.320. la investigación científica; repito, no es una escuela, sino una reunión de escuelas perfectamente unidas, y esto se llama un cuerpo docente." 2 A partir de estas ideas del fundador de la Universidad Nacional, queda clara la distinción que originariamente se daba a las escuelas de corte profesional y a la llamada de Altos Estudios la cual sufrió los embates de la incomprensión de dentro y fuera de la Universidad y cuya cristalización no logro efectuarse. El momento de instauración de los altos estudios no fue propicio; no existía ni tradición científica suficiente ni lo que hoy llamamos masa crítica, comunidad intelectual. Las condiciones del país, su desenvolvimiento productivo, no favoreció el estimulo ni el desarrollo de la investigación tecnológica y científica asociada a las fuerzas económicas de la incipiente industria privada. Del mismo modo que el Estado Mexicano debió estimular y generar el proceso de industrialización, también hubo de asumir la responsabilidad de estimular y propiciar la investigación científica y tecnológica. Para cumplir esta misión el Estado eligió dos vías principales: la creación de centros e institutos dentro de las universidades y centros de enseñanza superior y por otro lado, también instituciones asociadas a organismos o empresas públicas -Seguro Social/Centro Medico; Comisión Federal de Electricidad/Instituto de Investigaciones Eléctricas; Petróleos Mexicanos/Instituto Mexicano del Petróleo; etcétera-. En suma: se alentó la investigación fuera de los marcos de la academia y la que se estimuló dentro se hizo a partir de institutos y centros estructuralmente separados de las Facultades y Escuelas, los que, por su parte, se comprometían cada vez mas con la enseñanza profesional y sufrieron las consecuencias de la masificación, la improvisación docente y la problemática sociopolítica inherente a toda organización compleja. No debe pues extrañarnos que esta estrategia de configuración de instituciones de investigación dentro y fuera de las universidades haya propiciado la hoy lamentada desvinculación de la docencia y la investigación. Sin duda su separación funcional favoreció en algunos casos su eficiencia, su competitividad internacional, su incorporación al movimiento científico mundial; pero también debemos reconocer, tenemos que identificar y analizar las consecuencias de tal separación funcional. Estimo que cuando menos en el seno de las universidades se han engendrado nuevos cuerpos, ahora de investigación, que al igual que las escuelas originarias de la Universidad Nacional, nacieron, crecieron, se desarrollaron separadas; sus objetivos, su función, sus intereses y poder se han singularizado; su diferenciación entre centros e institutos se hace patente y jerárquica; respecto de facultades y escuelas la diferenciación es radical, responde al esquema estructural orgánico: de un lado las instituciones docentes, a las que los investigadores califican de atrofiadas para la investigación, y de otro, los institutos y centros, algunos de los cuales han 2 Idem.,p.321. superado su condición de realizar investigación “auxiliar” y ahora departen temas y logros con sus pares internacionales. La comunicación, intercambio y colaboración entre centros docentes y centros de investigación se dificulta; cada comunidad siente que arriesga su esencia institucional; su fusión, su unificación como deseaba el Maestro Sierra es hoy menos que imposible: la vinculación docenciainvestigación es un problema estructural no solo formal; se ha arraigado a la conciencia y al quehacer de los profesores y de los investigadores. ¿Alternativas de solución? se han establecido, se ensayan otras. Tan importante resulta resolver el problema como no volver a reproducir en las nuevas o jóvenes universidades el antiguo esquema organicista. A manera de conclusiones Las universidades y centros de enseñanza superior, sus escuelas e institutos, como cualquier otra institución social no están exentos de los efectos de los procesos, fenómenos y fuerzas del desarrollo socio-político mundial. La ciencia misma, a pesar de su precisión, de su condición experimental, no es ajena a estas determinaciones y su neutralidad y linealidad formal es solo una apariencia que actúa como falsa seguridad, y como estimulo a la complacencia y al aislamiento respecto de la realidad social global. La separación de las ciencias y las humanidades ha contribuido a estimular el desarrollo del conocimiento en cada área, pero también ha enajenado el desarrollo académico, científico y cultural; ha distorsionado el sentido mismo del conocimiento como palanca del desarrollo humano frente a la naturaleza, incluyendo en ella la propia realidad social. La especialización es una necesidad contemporánea ineludible, su cabal entendimiento como proceso histórico y social debe afianzar aun más la formación de jóvenes con cultura científica y no tecnocientíficos competentes para el experimento de hoy pero incapaces e insensibles para la ciencia, el saber y la enseñanza del mañana. Las estructuras institucionales de nuestras universidades y centros de enseñanza tienden a reproducir el esquema organicista, sin necesariamente innovar los procesos ni las estrategias internas de vinculación, cooperación y producción entre órganos y funciones universitarias. Existen experiencias concretas en la UNAM que han mostrado la posibilidad de lograr una vinculación sin modificar la estructura universitaria. En el Colegio de Ciencias y Humanidades se aplica y desarrolla un sistema de trabajo universitario a través de la Unidad Académica de los Ciclos Profesional y de Posgrado.