AUTOS: “SALVADOR, Carlos c/ CONDOR GROUP SRL” – Expte

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Acuerdo Nro.
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En la ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe,
a los 26 días del mes de junio del año dos mil trece, se reunieron en Acuerdo los
Sres. Vocales de la Sala Primera de la Cámara de Apelación en lo Laboral, Dr.
Enrique Arnaldo Girardini, Dr. Sergio Fabián Restovich y Dr. Nicolás Jorge Rogelio
Vitantonio, a fin de dictar sentencia en los autos caratulados “SALVADOR,
CARLOS A. C/ CONDOR GROUP S.R.L. S/ JUICIO LABORAL” (Expte.
Nro. 186/2009), venidos para resolver el recurso de apelación interpuesto contra el
fallo dictado por el Juzgado de Primera Instancia de Distrito en lo Laboral nro. 2 de
Rosario.
Efectuado el estudio de la causa, se resolvió plantear las
siguientes cuestiones:
I. ¿Resulta ajustada a derecho la sentencia apelada?
II. ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar?
Practicado el sorteo de ley, resultó el siguiente orden de votación:
Dr. Vitantonio, Dr. Restovich y Dr. Girardini.A la primera cuestión, el Dr. Nicolás J.R. Vitantonio dijo: 1)
Contra la sentencia de anterior grado jurisdiccional, cuyo testimonio luce agregado a
fojas 195/202, que recepta en forma total la pretensión contenida en el escrito
introductorio de la instancia e impone las costas a la demandada, se alza la
perdedora mediante el pertinente recurso de apelación que interpone en tiempo y
forma y resulta concedido. Elevados los autos ante esta instancia revisora, la
recurrente expresa sus agravios con el desarrollo de los argumentos explicitados a
fojas 215/222 y que resultan contestados a fojas 224/227, dejando los presentes en
estado de dictar resolución.
2) Los agravios de la demandada pueden sintetizarse de la
siguiente forma, conforme la propia exposición desarrollada en su memorial: a) que
el fallo recurrido le imponga una conducta debida que no emerge del texto de la ley;
b) que el pronunciamiento hubiese desconocido la perdurabilidad del perjuicio
sufrido por la empresa; c) que la sentencia hubiese transitado un claro y evidente
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apartamiento interpretativo de la prueba documental ofrecida y rendida en la causa
en contra de la demandada; d) valoración contraria a la demandada de prueba
fehaciente rendida en los autos y, e) agravio por una evidente violación del derecho
constitucional de defensa.
Para así fundamentar sus reproches, la demandada
recurrente formula un desarrollo puntual y razonado de los yerros en que – según
afirma – hubo incurrido el pronunciamiento de baja instancia, en línea con los
elementos probatorios de la causa y las normas jurídicas vigentes que la regulan.
En rigor, todos los agravios de la demandada, especialmente los
enumerados en los primeros cuatro acápites, pueden ser examinados en forma
conjunta pues se direccionan a cuestionar la calificación jurídica del discurso
fundante del fallo en cuanto recepta la pretensión indemnizatoria, desestimando la
causal prevista en el artículo 247 de la LCT como génesis de la ruptura contractual.
De suyo, del examen criteriológico del memorial de agravios en confrontación con
los elementos arrimados al sub exámine en relación con la sentencia recurrida,
emerge – en mi criterio – en forma diáfana, que le asiste razón a la recurrente.
3) En efecto, en reiterados pronunciamientos como Vocal de esta
Sala, en su anterior y en su actual integración, tuve oportunidad de expresar que el
principio iura novit curiae constituye la esencia misma de la actividad jurisdiccional
de donde la actividad del juez la constituye, por lo mismo, la subsunción de las
cuestiones fácticas a la norma jurídica aplicable. La inexactitud en la aplicación de
la norma constituye una típica causal de arbitrariedad de la sentencia por no
constituir una aplicación razonada del derecho vigente, tal como ocurre con el fallo
alzado que prescinde de valorar y aplicar normas sustanciales (arg. art. 247 LCT)
que resultan relevantes para el caso en examen y que cambian, diametralmente, la
solución del mismo. En este sentido debe recordarse que la Corte Suprema de
Justicia de la Nación tiene determinado como doctrina judicial relevante que
“conforme la regla iura novit curiae el juzgador tiene no sólo la facultad sino
también el deber de dirimir los conflictos según el derecho aplicable, calificando la
realidad autónomamente y subsumiéndola en las normas jurídicas, con
prescindencia de los fundamentos que enuncien las partes” (cf. CSJN en T y SS
1977-559; 1988-1102; 1991-111, entre tantos otros). De igual manera, debe
destacarse que la sentencia recurrida ha prescindido de dar tratamiento adecuado a la
controversia, dejando de examinar y valorar elementos probatorios idóneos obrantes
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en las actuaciones, sin integrarlos ni armonizarlos en su conjunto, defecto que
conlleva a desvirtuar la eficacia del pronunciamiento que, según las reglas de la sana
crítica, convergen en una solución distinta para el caso.
4) Así, llegan absolutamente firme a esta instancia revisora los
siguientes hechos: a) que el actor mantuvo un contrato de trabajo con la empresa
demandada en los términos de inicio aceptados por ambos contradictores (cf.
demanda a fojas 15, Punto III, “a”, 2 y contestación a fojas 29, Punto II); b) que,
con alguna diferencia de matices según lo afirmado por la demandada, el actor se
dedicaba a las “compras” del establecimiento y, como tal, tenía contacto con
proveedores (cf. demanda a fojas 15 vta., Punto III, “a”, 3; testimonial de
Marigiliano, fojas 69, respuesta segunda; Cravero, fojas 70, respuesta segunda;
Sánchez, fojas 92 vta., respuesta segunda); c) que en la empresa demandada se
produjo un incendio que destruyó totalmente las instalaciones (cf. la declaración
coincidente de todos los testigos y las actuaciones judiciales –expte. 25095/08 –
fojas 102 y sgts.); d) que, según las autoridades policiales y judiciales intervinientes,
incluso la unidad de bomberos, aquel siniestro resultó inculpable y accidental, esto
es, sin ninguna responsabilidad que pudiera imputarse a la empresa (actuaciones
judiciales –expte. 25095/08 – fojas 102 y sgts. especialmente fojas 114/116) ; e) que
como consecuencia del mismo, la empresa demandada permaneció cerrada y sin
actividad durante un período prolongado de tiempo que, según prueba rendida, fue
superior a los tres meses (cf. testimonial de Herrera, fojas 92 vta. respuesta primera
repregunta; Lombardo, fojas 93, pregunta sexta; informe de la Municipalidad de
Rosario a fojas 151 y sgts.); f) que, inmediatamente después del siniestro, la
totalidad de los empleados concurrieron al establecimiento a “colaborar” en las
tareas de limpieza, remoción de escombros y “reconstrucción” de la fábrica (cf.
testimoniales de Maragliano, fojas 69 vta. , respuesta tercera; Cravero, fojas 70,
ídem; Herrera, fojas 92, ídem; Berdini, fojas 93, respuestas tercera y cuarta); g) que
la demandada empleadora despidió al actor, con génesis en la causa objetiva de
fuerza mayor prevista en el artículo 247 LCT (telegramas intercambiados entre las
partes y reconocidos).
5) A partir de aquellos hechos reconocidos y firmes, no cabe sino
concluir que el despido directo, por causa objetiva, operado por la demandada,
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ingresa en el centro de imputación normativa del artículo 247 del régimen de
contrato de trabajo.
5.a) En efecto, resulta sabido que en el Título XII ( De la
extinción del contrato de trabajo), Capítulo V (De la extinción del contrato de
trabajo por fuerza mayor o por falta o disminución de trabajo) el legislador reguló la
extinción del contrato de trabajo con génesis en lo que la doctrina y la jurisprudencia
nacional – sin fisuras interpretativas – hubo designado como causales ajenas a la
voluntad de las partes o también llamadas, causales objetivas, toda vez que no
dependen de la voluntad del empleador ( despido directo) o del trabajador ( despido
indirecto) con anclaje en el incumplimiento de cualquiera de ellos de las
obligaciones del contrato (injuria), sino con génesis en un hecho externo, llamado a
generar la extinción contractual. Tal la situación de la denominada fuerza mayor.
5.b) Si bien es cierto que la mayoría de la doctrina asocia el
concepto con la falta o disminución de trabajo, también llamada causa económica,
no es menos cierto que esta causal resulta autónoma a partir de la partícula
disyuntiva “o” que utiliza el legislador.
En la economía del régimen de contrato de trabajo, fuerza mayor
o caso fortuito resultan conceptos unívocos circunstancias que, por lo demás,
también en la doctrina civil, resulta distinción meramente académica (cf. Jorge A.
Mayo – Comentario al artículo 514 del Código Civil en Código Civil Comentado –
Director Belluscio – Coordinador Zanonni – Editorial Astrea, Buenos Aires, 1979,
Tomo 2, pags. 661 y sgts.). De allí, entonces, que caso fortuito o fuerza mayor,
resultan conceptos equiparables, de donde se define como el hecho “ que no ha
podido preverse, o que previsto, no ha podido evitarse” (arg. art. 514 del Código
Civil).
En igual contenido académico que la doctrina civil (op. cit.
Mayo, pág. 662) la doctrina laboral confirma que los elementos básicos y esenciales
de la fuerza mayor son la imprevisibilidad y la inevitabilidad (cf. Perugini, Eduardo
– La fuerza mayor en la Ley de Contrato de Trabajo – DT 1974, pag. 862; Herrera,
Enrique – Tratado de Derecho del Trabajo – Director Vázquez Vialard – Editorial
Astrea, Buenos Aires, 1984, tomo 5, pags. 457 y sgts., especialmente, pág. 465;
Fernández Madrid, Juan Carlos – Tratado teórico práctico de Derecho del Trabajo
– 3era. Edición actualizada y ampliada – Editorial La Ley, Buenos Aires, 2007,
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Tomo II, pags. 1947 y sgts.; Ramírez Bosco, Luis – Manual del despido – Editorial
Hammurabi, Buenos Aires, 1985, pags. 145 y sgts., entre tantos otros que podrían
citarse).
Enrique Herrera, en su clásico aporte citado, adiciona cuatro
elementos más: a) ajenos al deudor; b) actuales; c) sobrevinientes y d) impedimento
absoluto de cumplimiento.
6) Resulta de toda evidencia, conforme los hechos que llegan
firme a esta instancia revisora, que el caso sub exámine encuadra derechamente en
las previsiones del artículo 247 del régimen de contrato de trabajo y que el despido
directo operado por la demandada, dentro de aquel marco normativo, resultó
absolutamente legal.
6.a) En efecto, nadie duda que un incendio resulta un hecho
imprevisible y, por sobre todo, inevitable. A lo expuesto debemos agregar que,
conforme el informe policial y de bomberos, el hecho acaeció por un verdadero caso
fortuito de donde no resultó ninguna responsabilidad imputable a la empresa. Tanto
es así que el costo del siniestro fue saldado por el premio contratado con la
aseguradora ( cf. informe de HSBC La Buenos Aires Seguros, obrantes a fojas 135).
Esta sola circunstancia bastaría para que los hechos queden atrapados por la
imputación del artículo 247 ya citado.
6.b) Con todo, sin embargo, también concurren en el caso los
otros “requisitos” que hubo determinado la doctrina como componente del núcleo
básico teórico de esta forma objetiva de extinción contractual.
Así, existió actualidad –léase, contemporaneidad– entre el
siniestro y la situación de ruptura (posteriormente valoraré la actitud del actor) por
lo que no puede hablarse de una situación de “aprovechamiento” de la empleadora
de aquella situación siniestral.
De igual forma, el
factum supone una clara evidencia de
ajenidad en el riesgo. En efecto, resulta sabido que el contrato de trabajo posee
caracteres especiales que lo diferencian de los otros contratos de la vida jurídica.
Así, la prestación in tuitu personae; la triple subordinación (técnica, jurídica y
económica) y la ajenidad en el riesgo, constituyen el entramado de aquellos
caracteres. Y es, justamente, la ajenidad en el riesgo, por ser un contrato de medios y
no de resultados, lo que califica la estructura contractual pues por definición, el
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objeto del contrato es la regulación jurídica del trabajo por dinero. En ello, entonces,
al acreedor (trabajador) no le importa el riesgo empresario. En este supuesto de
extinción, sin embargo, aquella ajenidad resulta indispensable pues en los supuestos
de ruptura “por causas económicas” el empleador debe demostrar que de su parte no
hubo culpa o que realizó todos los actos del “buen empleador” o del “buen hombre
de negocios” para evitar la crisis. Esta situación no opera en el supuesto de la fuerza
mayor pues un incendio absolutamente ajeno a la previsibilidad del empleador
transforma el hecho en ajeno a su consecuencia jurídica. Por tanto, no debe responde
sino en el porcentaje indemnizatorio previsto en la norma.
Por último, concurre también la imposibilidad del cumplimiento
de la obligación por parte del deudor empleador. Es que, si la primera obligación del
empleador es la dación de trabajo, en los términos y condiciones del contrato
individual, la destrucción total del establecimiento, conforme ha quedado probado y
llega firme a esta instancia, impide –de forma directa e inmediata– aquel
cumplimiento. Agrego, en abono de la tesis y conforme también surge de la prueba
ya citada, que la imposibilidad de cumplimiento se prolongó por un período de
tiempo bastante prolongado, esto es, el que llevó la “reconstrucción” técnica del
establecimiento.
7) En definitiva, conforme la valoración de las circunstancias
fácticas de la causa y de la prueba rendida por la propia demandada en beneficio de
su propio interés, concluyo que el despido directo se encuentra claramente
encuadrado en la causal objetiva prevista en el artículo 247 del régimen de contrato
de trabajo y, consecuencialmente, debe estimárselo jurídicamente válido.
8) Sin embargo, no puedo dejar de formular algunas reflexiones
sobre los agravios de la recurrente en relación con el pronunciamiento de anterior
instancia.
8.a) En efecto, le asiste razón a la demandada en cuanto afirma –
con acopio de argumentos – que el fallo exorbita el contenido normativo de la ley.
Es que el discurso jurídico de la sentencia transita una hermenéutica que le hace
decir a la ley lo que la ley no dice e impone condiciones que no emergen de su
contenido imputacional.
El texto del artículo 247, bien leído, regula de forma expresa – y,
de alguna manera, autoriza – la extinción por causas objetivas (“…en los casos en
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que el despido fuese dispuesto por causa de …” – sic – el destacado me pertenece).
Las tres únicas condiciones que impuso el legislador son: a) el pago del cincuenta
por ciento (50%) de la tarifa correspondiente por despido incausado (arg. art. 245);
b) que se comience por el personal más antiguo (en los supuestos de extinción por
causas económicas. Aquí debe recordarse el tránsito por el denominado
procedimiento preventivo de crisis, que no es el supuesto de autos) y c) ante
igualdad de antigüedad, comenzar por el que tenga menores cargas de familia
(situación también relacionada con la falta o disminución de trabajo).
Todas las reflexiones del fallo, que parten desde la intimación del
trabajador, sin examinar objetivamente el caso, teñidas además de una clara
subjetividad, resultan sobrantes, incluso los argumentos doctrinarios de autoridad
que no resultan aplicables a la situación de autos.
8.b) Por otra vertiente, no es la empleadora la que actuó
contrariando el artículo 63 LCT. Por el contrario según surge de las probanzas de la
causa, la actitud reñida con la buena fe partió del trabajador.
En efecto, ha quedado probado en autos: a) que el actor conocía
la situación y el siniestro sufrido en el establecimiento; b) que todos los compañeros
de trabajo – incluso proveedores, según surge de las testimoniales – colaboraron en
la “limpieza”; remoción de escombros, etc. para poder atenuar, en la medida de lo
posible, las consecuencias de la crisis sufrida; c) que ningún trabajador – o al menos
el actor no lo ingresó como parte de la contradicción – “reclamó” a su empleador
por tener que realizar temporalmente tareas ajenas a las propias; d) que el actor,
efectivamente, y según surge del telegrama que enviara, reclamó por un “supuesto
cambio de tareas”, circunstancias que fue negada por la empleadora; e) que resulta
consecuencia derivada de la lógica formal la respuesta de la empleadora: “el
establecimiento quedó destruido. No hay nada que comprar porque no hay nada para
hacer” (cf. telegrama que le enviara).
8.c) Así encadenados los hechos que, ya se dijo, se encuentran
firmes, debe concluirse que fue el trabajador el que exorbitó su reclamo,
pretendiendo hacer ingresar su pretensión en un supuesto incumplimiento del
empleador y de aplicación de las reglas contenidas en el artículo 66 del régimen de
contrato de trabajo. Sin embargo, la situación fáctica y el encuadre jurídico resulta
absolutamente adverso. Es que, para que exista poder de dirección (arg. art. 65);
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facultad de organización (arg. art. 64) o, en todo caso, las facultades de modificar las
formas o modos del contrato (arg. art. 66 LCT) tiene que existir el “establecimiento”
(arg. art.6 LCT), que – al momento del telegrama enviado por el actor – había sido
totalmente destruido por el incendio, por lo que mal pueden ejercitarse aquellas
facultades o poderes que el legislador le otorgó al empleador.
9) En definitiva, considero que la actitud del actor resultó
absolutamente reñida con la buena fe prevista en el artículo 63 del régimen de
contrato de trabajo y, como bien fundamentó la empleadora en su telegrama, al no
concurrir las calidades de su cargo por destrucción total del establecimiento, resulta
consecuencia natural la extinción contractual con fundamento en el artículo 247 de
la ley de contrato de trabajo.
Los agravios debe receptarse, al igual que el recurso de apelación
interpuesto y sostenido en esta instancia. En consecuencia, propongo que la
sentencia sea totalmente revocada y, en su lugar, se rechace la demanda en lo que
fue materia del remedio intentado.
Las costas de ambas instancias son a cargo del actor (art. 101
CPL).
Al interrogante planteado voto por la negativa.
A la misma cuestión, el Dr. Sergio F. Restovich dijo: Adhiero
en los fundamentos y conclusiones del Dr. Vitantonio, y voto en idéntico sentido.
A la misma cuestión, el Dr. Enrique A. Girardini dijo: Que
habiendo tomado conocimiento de los autos y advirtiendo la existencia de dos votos
totalmente coincidentes que hacen sentencia válida, me abstengo de emitir opinión.
A la segunda cuestión, el Dr. Nicolás J. R. Vitantonio dijo: En
razón de los fundamentos expresados al tratar la cuestión anterior, estimo
corresponde: 1) Receptar el recurso de apelación interpuesto por la demandada y, en
consecuencia, revocar en su totalidad la sentencia alzada. 2) En su lugar, se rechaza
la demanda intentada por el actor. 3) Imponer las costas de ambas instancias a cargo
del perdedor (art. 101 CPL). Los honorarios de segunda instancia se fijan en el
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cincuenta por ciento (50%) de los que, en definitiva, correspondan regular en baja
instancia por los principales.
A la misma cuestión, el Dr. Sergio F. Restovich dijo: Visto el
resultado
obtenido
al
votarse
la
cuestión
anterior,
corresponde
dictar
pronunciamiento en la forma propuesta por el Dr. Vitantonio.
A la misma cuestión, el Dr. Enrique A. Girardini dijo: Que se
abstiene al votar por análogas razones a las expresadas en la cuestión anterior.
A mérito del Acuerdo que antecede, la Sala Primera de la Cámara
de Apelación en lo Laboral de Rosario, RESUELVE: 1) Receptar el recurso de
apelación interpuesto por la demandada y, en consecuencia, revocar en su totalidad
la sentencia alzada. 2) En su lugar, se rechaza la demanda intentada por el actor. 3)
Imponer las costas de ambas instancias a cargo del perdedor (art. 101 CPL). Los
honorarios de segunda instancia se fijan en el cincuenta por ciento (50%) de los que,
en definitiva, correspondan regular en baja instancia por los principales. (Expte.
Nro. 186/09).-
VITANTONIO
RESTOVICH
GIRARDINI
(Art. 26, ley 10.160)
VALDES TIETJEN
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