DICTAMEN N.º 204/2013, de 19 de junio .* Expediente relativo a

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DICTAMEN N.º 204/2013, de 19 de junio .*
Expediente relativo a reclamación de responsabilidad patrimonial tramitado a instancia de D.ª X por los daños
derivados de la sustracción de varios objetos personales en el Hospital N.
ANTECEDENTES
Primero. Reclamación.- Con fecha 9 de octubre de 2012 D.ª X presentó reclamación de responsabilidad patrimonial
ante la Administración autonómica por los daños derivados de la sustracción de varios objetos de su propiedad en el
Hospital N, centro en el que se encontraba ingresada. Cuantificaba la indemnización solicitada en 800 euros.
Describía los hechos indicando que “el día 8 de octubre de 2012 he sido objeto de la sustracción de un teléfono
Blackberry 8520 y un Ipad (modelo 2) […], de mi habitación 2411 de la 2ª planta del Hospital N, mientras me ausentaba
momentáneamente por una conversación con el equipo médico en el control de la planta”.
Sin más argumento, concluía solicitando que se tuviera en cuenta el perjuicio ocasionado y se le reembolsara el
importe de dichos objetos.
Acompañaba a su reclamación copia de la denuncia formulada por la interesada en la Comisaría de Policía de Toledo
el mismo 8 de octubre, en la que afirmaba que se encontraba ingresada en el centro hospitalario desde hacía
aproximadamente cinco meses, que “ha salido de la habitación sobre las 10:45 horas y ha estado fuera unos veinte
minutos para hablar con los médicos en la zona de control. [] Que ha dejado en su habitación una TABLETA
ELECTRÓNICA y una BLACK BERRY, situados el teléfono en la mesilla y la tableta en su funda, cerrado en una
estantería. [] Que cuando ha vuelto a su habitación, sobre las 11:15 horas del día de hoy, se percata de que ambos
aparatos no se encuentran en su sitio por lo que se lo comunica a la supervisora del hospital y ésta a los vigilantes de
seguridad, los cuales toman nota de la declarante”.
Describía a continuación los efectos sustraídos, valorando el móvil en 200 euros y la tableta en 600 euros.
Segundo. Informe de la Supervisora.- Figura a continuación un informe -que no aparece datado- emitido por la
Supervisora de la planta, en el que significaba que “El día 8 de octubre de 2012 sobre las 11 h de la mañana la paciente X
[…] me informa que le ha desaparecido una Blackberry y un IPAD que había dejado encima de la mesilla antes de ir a sus
actividades. [] La paciente relata que el robo se ha producido entre las 10.30 h y las 11 h de la mañana, que es el tiempo
que ha faltado de su habitación para ir a sus actividades. Confirmo que efectivamente no se encuentra ni en la mesilla ni
por los alrededores”.
Añadía que avisó “al vigilante de seguridad del hospital, además de comunicárselo al resto del personal por si han
visto algo o han visto a alguien que haya entrado en la habitación, pero nadie ha visto nada”.
Concluía señalando que se comunicó a la paciente que debía denunciar el robo, personándose a las 12 la policía para
informarle que debía acudir a la Comisaría para formalizar la denuncia.
Tercero. Informe del Jefe del Servicio de Mantenimiento.- En fecha 17 de octubre de 2012 emitió informe el Jefe
del Servicio de Mantenimiento del centro hospitalario, en el que expresaba que “Como responsable del servicio de
Seguridad del Hospital N recibo constancia verbal por parte del vigilante de seguridad de la empresa P […] que la
supervisora de la planta de hospitalización 2ª NO-SO […] se ha personado ante dicho vigilante para comunicarle que a
una paciente le ha desaparecido un teléfono móvil y un ordenador. Según comentarios escritos en el parte de seguridad, la
paciente se había dejado dichos objetos a la vista cuando había abandonado su habitación con la puerta abierta”.
Adjuntaba copia del informe diario de servicios emitido por el Jefe de Equipo el día de los hechos, en el que reflejaba:
“11:30 h.- Me informa la […] supervisora de guardia de la 2ªNO-2ªSO, que a una paciente le ha desaparecido un teléfono
móvil y un ordenador. La paciente se lo dejó a la vista y con la puerta de la habitación abierta, le aconsejo que ponga su
correspondiente denuncia”.
Cuarto. Acuerdo de inicio.- A la vista de la reclamación formulada, con fecha 19 de noviembre de 2012 la
Coordinadora de la Oficina Provincial de Prestaciones del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (en adelante SESCAM)
en Toledo acordó el inicio del procedimiento de responsabilidad patrimonial, así como designar instructora del mismo a
una Subinspectora de los Servicios Sanitarios.
De tal acuerdo dio traslado en la misma fecha a la funcionaria designada y a la interesada, a quien comunicaba además
el cauce por el que debería discurrir el procedimiento, el plazo máximo para dictar resolución expresa y los efectos
desestimatorios vinculados a un eventual silencio administrativo.
Quinto. Comunicación al contratista.- Para impulsar el procedimiento la instructora dirigió comunicación con fecha
26 de noviembre de 2012 a la entidad Prosegur adjudicataria del servicio de seguridad del centro hospitalario, haciéndole
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Ponente: Francisco Javier Díaz Revorio
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partícipe de la reclamación y del inicio del expediente en su calidad de interesada, a fin de que pudiera personarse en el
mismo y exponer lo que a su derecho conviniera, proponiendo los medios de prueba necesarios.
Sexto. Informe de la Subinspectora de Servicios Sanitarios.- Se incorpora seguidamente el informe emitido con
fecha 20 de diciembre posterior por la Subinspectora de Servicios Sanitarios designada instructora del procedimiento, en el
que tras reseñar los antecedentes expresaba en las consideraciones que “La Administración no tiene la obligación de
hacerse cargo de cualquier reclamación derivada de pérdidas, robos o sustracciones, de cualquier pertenencia, objetos o
cosas introducidas en los establecimientos sanitarios. [] Sí estaría obligada la Administración a proteger los objetos que
un paciente le haya confiado en custodia o depósito por el periodo que estuviese hospitalizado, de lo que no hay
constancia que se haya producido en el caso que nos ocupa”.
Añadía que “Aunque el centro sanitario disponga de medidas de seguridad -el N tiene contratado el servicio de
vigilancia y seguridad de sus instalaciones con la empresa P- el deber de vigilancia ha de interpretarse de una forma no
rígida, a fin de no hacer recaer sobre la Administración la responsabilidad sobre cualquier robo/hurto realizados por
terceros ajenos a las actividades sanitarias”.
Proseguía señalando que “cuando el día 08/10/12 la reclamante se ausentó de su habitación, voluntariamente dejó la
puerta abierta y sus pertenencias a la vista, lo que implica falta de la debida diligencia por su parte. [] No se ha
acreditado ninguna condición de la reclamante que haga suponer que ésta no tuviese la capacidad suficiente para cuidar,
de forma prudente, sus pertenencias”.
Finalizaba proponiendo la desestimación de la reclamación, al no haber quedado acreditada la relación de causalidad
entre el daño y el funcionamiento del servicio público prestado en el centro sanitario.
Séptimo. Trámite de audiencia.- Instruido el procedimiento, con fecha 17 de diciembre de 2012 el Jefe de
Inspección Sanitaria otorgó trámite de audiencia a la reclamante, poniendo de manifiesto el expediente y fijando un plazo
de quince días para que pudiera formular alegaciones y presentar cuantos documentos estimara oportunos. No consta en el
expediente que la parte haya examinado el mismo o haya formulado alegaciones.
Igual notificación se remitió a la entidad Prosegur el 21 de diciembre posterior. Consta en diligencia expedida el 2 de
enero de 2013 por un funcionario del Servicio Provincial de Coordinación e Inspección, que un representante de dicha
mercantil se personó en las dependencias administrativas retirando copia del expediente sustanciado.
Con fecha 9 de enero de 2013 un representante de la entidad presentó alegaciones ante la Administración sanitaria
significando que no se acredita la titularidad de los bienes ni el quebranto económico producido, ni el nexo causal entre la
producción del daño y la actuación de la Administración “por el mero hecho de que los bienes fueran supuestamente
sustraídos del interior de un espacio que […] sirve de habitación aunque sea transitoriamente a una persona y que por lo
tanto está dotado de una protección especial que impide se coloquen dispositivos de vigilancia, o la entrada aleatoria en
su interior por los servicios de vigilancia que pudieran prevenir, aunque siempre de una forma muy limitada, la
sustracción de las pertenencias personales, como en el caso que nos ocupa. Es evidente que en estos casos debe ser la
persona que habita en dicho espacio la que tome las mínimas medidas de seguridad que prevengan la entrada de cualquier
persona no autorizada en el mismo”.
Añadía que “Es evidente que por el mero hecho de acceder a un local, sea titularidad pública o privada, no recae
sobre su titular […] ni su servicio de vigilancia la responsabilidad de los hechos delictivos que se produzcan en su
interior, si no existe dolo o negligencia en la actuación de dichos sujetos”.
Continuaba expresando que la empresa tenía contratado un solo vigilante de seguridad para todo el centro hospitalario
incluidas las zonas comunes exteriores y el parking, lo que no es suficiente en modo alguno para poder imputar la
responsabilidad de todos los hechos delictivos que se produzcan en su interior. Así, “La contratación de un servicio de
vigilancia no es un contrato de resultados, en el que una parte se pueda responsabilizar de la no comisión de hechos
delictivos, sino que es un contrato de medios donde se prestan en la medida de los contratados sin que se garantice ningún
resultado. […] [] la supuesta sustracción se produjo en el interior de una habitación de un enfermo, la cual está dotada de
un ámbito de privacidad que se asimila a la intimidad y protección de que goza un domicilio particular, […] por lo que
estaría vetada taxativamente la entrada aleatoria del personal de vigilancia para poder evitar la sustracción de bienes
pertenecientes a sus moradores, al igual que en un domicilio particular”.
Concluía solicitando que se desestimara la reclamación presentada.
Octavo. Propuesta de resolución.- A la vista de todo lo actuado, con fecha 18 de abril de 2013 el Secretario General
del SESCAM suscribió propuesta de resolución en sentido desestimatorio a la reclamación de responsabilidad presentada.
Noveno. Informe del Gabinete Jurídico.- De dicha propuesta y del expediente en que trae causa se dio traslado al
Gabinete Jurídico de la Junta de Comunidades solicitando la emisión de informe. A tal requerimiento dio contestación con
fecha 25 de abril de 2013 un letrado adscrito al mencionado órgano pronunciándose favorablemente sobre la propuesta
desestimatoria formulada.
En tal estado de tramitación V. E. dispuso la remisión del expediente a este Consejo Consultivo, en el que tuvo
entrada con fecha 24 de mayo de 2013.
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A la vista de dichos antecedentes, procede formular las siguientes
CONSIDERACIONES
I
Carácter del dictamen.- El artículo 142.3 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, en su nueva redacción dada por Ley 2/2011, de 4
de marzo, de Economía Sostenible, dispone que en el procedimiento general para la determinación de la responsabilidad
patrimonial “será preceptivo el dictamen del Consejo de Estado o, en su caso, del órgano consultivo de la Comunidad
Autónoma cuando las indemnizaciones reclamadas sean de cuantía igual o superior a 50.000 euros o a la que se
establezca en la correspondiente legislación autonómica”.
Por su parte, el artículo 54.9.a) de la Ley 11/2003, de 25 de septiembre, del Gobierno y del Consejo Consultivo de
Castilla-La Mancha, prevé que este órgano consultivo deberá ser consultado en los expedientes tramitados por la
Administración de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha que versen sobre reclamaciones de responsabilidad
patrimonial, cuando el importe de las mismas exceda de 601 euros.
En el presente supuesto, la interesada cuantifica la indemnización reclamada en 800 euros, cantidad que excede de la
citada en el párrafo precedente, por lo que, en aplicación de las disposiciones mencionadas, procede emitir el presente
dictamen con carácter preceptivo.
II
Examen del procedimiento tramitado.- Las normas aplicables a los procedimientos tramitados como consecuencia
de reclamaciones de responsabilidad patrimonial formuladas a la Administración se encuentran recogidas en el Real
Decreto 429/1993, de 26 de marzo, por el que se aprueba el Reglamento de los Procedimientos de las Administraciones
Públicas en materia de Responsabilidad Patrimonial, disposición mediante la que se produjo el desarrollo reglamentario
expresamente previsto en el artículo 142.3 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre.
Tal como ha afirmado este órgano desde el dictamen 82/2012, de 25 de abril y ha venido manteniendo reiteradamente,
el Consejo examina el procedimiento seguido en la tramitación de los expedientes de responsabilidad patrimonial desde una
doble perspectiva.
La primera tiene como objetivo pronunciarse sobre el cumplimiento de los trámites esenciales de los que depende que
pueda dictarse válidamente la resolución que pone fin al procedimiento. En el caso de que se observe una vulneración de
alguno, el Consejo devuelve el expediente para completar la instrucción, señalando el omitido o incorrectamente
practicado.
La segunda perspectiva no contiene ni precisa, por regla general, un pronunciamiento concluyente ni se interfiere en la
tramitación realizada, pues se concentra en determinar el modo en el que la instrucción realizada ha cumplido la finalidad
que a esta actividad procedimental le asigna el artículo 78.1 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, esto es, que en la fase
instructora se efectúen los actos necesarios para la determinación, conocimiento y comprobación de los datos en virtud de
los cuales deba pronunciarse la resolución.
La importancia de esta perspectiva radica en que en no pocos casos el cumplimiento meramente formal de los trámites
o el incumplimiento de algunos, merma radicalmente las posibilidades de acierto y seguridad jurídica del dictamen que el
Consejo Consultivo ha de emitir y de la resolución que ha de adoptar finalmente la autoridad consultante.
Atendiendo a la primera perspectiva señalada cabe observar, en primer término, que en la reclamación no se
especifica la relación de causalidad que la interesada mantiene entre los daños y el funcionamiento del servicio público
según exige el artículo 6.1 del Real Decreto 429/1993. Debería haberse requerido a la parte, en fase previa de admisibilidad
de la reclamación, para la subsanación de la misma en este aspecto de acuerdo con el artículo 71 de la Ley 30/1992, bajo
apercibimiento de desistimiento de la solicitud. Esta carencia condiciona, sin duda, el examen del título de imputación en
que pudiera fundarse la reclamación y en la misma medida la probabilidad de progreso de aquélla.
En segundo lugar, es preciso advertir de que los informes de la Supervisora y del Servicio de Mantenimiento -exigidos
por el artículo 10.1 del Real Decreto 429/1993- se emiten previamente al acuerdo de inicio del procedimiento -así lo han
denominado en vez de admisión a trámite de la reclamación, lo que hubiera sido más coherente con lo previsto en el
artículo 6 de la referida norma reglamentaria-. Pese a no constar un acuerdo de incorporación formal de tales informes al
expediente iniciado, debe estimarse que se han integrado tácitamente en el mismo, pues su contenido ha sido valorado tanto
por la Subinspectora Médica en su informe, como por el Secretario General en la propuesta de resolución.
Del mismo modo, debe significarse que la notificación del trámite de audiencia no contiene la relación de documentos
que exige el artículo 11 del Real Decreto 429/1993. Esta deficiencia carece de esencialidad ya que la omisión de dicho
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requisito no ha producido indefensión alguna a la parte, pues la notificación ha sido practicada correctamente otorgando a
aquélla la posibilidad de examinar el expediente, opción que no ha ejercitado.
Desde la segunda perspectiva indicada, no es posible apreciar defecto de tramitación alguno que impida alcanzar la
finalidad encomendada a la instrucción por la normativa aplicable antes citada.
Señalado todo lo anterior, procede pasar a examinar las cuestiones de fondo suscitadas por el expediente, no sin antes
exponer de modo genérico los presupuestos que caracterizan el instituto de la responsabilidad patrimonial.
III
Presupuestos normativos y jurisprudenciales para la exigencia de la responsabilidad patrimonial.- La
responsabilidad patrimonial de la Administración es una institución jurídica que goza en nuestros días de rango
constitucional, con reflejo en los artículos 9.3 y 106.2 de la Constitución, el último de los cuales establece que “los
particulares, en los términos establecidos por la Ley, tendrán derecho a ser indemnizados por toda lesión que sufran en
cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea consecuencia del
funcionamiento de los servicios públicos”.
Los presupuestos caracterizadores de la responsabilidad patrimonial de la Administración tienen su principal
formulación legal en los apartados 1 y 2 del artículo 139 y 1 del 141 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen
Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, en los que se establece que los
particulares tienen derecho a ser indemnizados por las Administraciones Públicas correspondientes de toda lesión que
sufran en cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea consecuencia
del funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos; que, en todo caso, el daño alegado habrá de ser efectivo,
evaluable económicamente e individualizado con relación a una persona o grupo de personas; y que sólo serán
indemnizables las lesiones producidas al particular provenientes de daños que éste no tenga el deber jurídico de soportar de
acuerdo con la Ley.
A partir de las notas legales antedichas, la copiosa jurisprudencia existente sobre la materia ha estructurado una
compacta doctrina, según la cual “los requisitos exigibles para imputar a la Administración la responsabilidad patrimonial
por los daños y perjuicios causados a los administrados son los siguientes: en primer lugar, la efectiva realidad de un
daño material, individualizado y económicamente evaluable; segundo, que sea consecuencia del funcionamiento normal o
anormal de los servicios públicos en una relación directa y exclusiva e inmediata de causa a efecto, cualquiera que sea su
origen (Reglamento, acto administrativo, legal o ilegal, simple actuación material o mera omisión); por último, que no se
haya producido por fuerza mayor y que no haya caducado el derecho a reclamar por el transcurso del tiempo que fija la
Ley” -Sentencias de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha de
23 de febrero de 2004 (Ar. JUR 2004\83545, FJ 2º) y de 13 de octubre de 2006, entre otras muchas, o, en parecidos
términos, Sentencia del Tribunal Supremo de 13 de marzo de 1989 (Ar. RJ 1989\1986, FJ 3º)-. A la relación de requisitos
precitados cabría agregar también, como elemento de singular significación para apreciar la referida responsabilidad
patrimonial, que el reclamante no tenga el deber jurídico de soportar el daño producido.
El sistema de responsabilidad extracontractual aplicable a nuestras Administraciones Públicas ha sido calificado por la
doctrina como de carácter objetivo. Este rasgo ha sido perfilado por nuestra jurisprudencia señalando que “al afirmar que
es objetiva se pretende significar que no se requiere culpa o ilegalidad en el autor del daño, a diferencia de la tradicional
responsabilidad subjetiva propia del Derecho Civil, ya que se trata de una responsabilidad que surge al margen de cuál
sea el grado de voluntariedad y previsión del agente, incluso cuando la acción originaria es ejercida legalmente, y de ahí
la referencia al funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos en la dicción del artículo 40 [de la Ley de
Régimen Jurídico de la Administración del Estado, hoy 139 de la Ley 30/1992], pues cualquier consecuencia dañosa
derivada de tal funcionamiento debe ser, en principio, indemnizada, porque de otro modo se produciría un sacrificio
individual en favor de una actividad de interés público que, en algunos casos, debe ser soportada por la comunidad”
-Sentencias del Tribunal Supremo de 26 de septiembre de 1998 (Ar. RJ 1998\6836) o de 28 de noviembre de 1998 (Ar. RJ
1998\9967)-.
Sin embargo, como dijo el Consejo de Estado en su dictamen de 3 de junio de 1999, “este carácter objetivo, tal y
como en reiteradas ocasiones ha puesto de manifiesto la jurisprudencia del Tribunal Supremo y la doctrina del Consejo de
Estado, no implica que todos los daños producidos en los servicios públicos sanitarios sean indemnizables, pues ello
llevaría a configurar la responsabilidad administrativa en estos casos, de forma tan amplia y contraria a los principios
que la sustentan, que supondría una desnaturalización de la institución. Así pues, de acuerdo con dicha doctrina, para
apreciar la existencia de responsabilidad patrimonial es preciso acudir a parámetros como la lex artis, de modo que tan
solo en el caso de una infracción de esta ley cabrá imputar a la Administración de la cual dependen los servicios
sanitarios la responsabilidad por los perjuicios causados. En el caso de que no se infrinja la lex artis, ha de concluirse que
tales perjuicios no son imputables a la Administración y han de ser soportados por el particular, sin que generen, en modo
alguno, el derecho a percibir una indemnización”. En idéntica línea el Tribunal Supremo en su Sentencia de 4 de abril de
2000 declaró que “el criterio fundamental para determinar si concurre responsabilidad patrimonial en materia de
asistencia sanitaria es la de la adecuación objetiva del servicio prestado, independientemente de que existan o no
conductas irregulares por parte de los agentes de la Administración y del buen o mal éxito de los actos terapéuticos, cuyo
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buen fin no siempre puede quedar asegurado”, añadiendo en otra Sentencia de 25 de abril de 2002 que “prestada la
asistencia sanitaria con arreglo a la regla de la buena praxis desde el punto de vista científico, la consecuencia de la
enfermedad o padecimiento objeto de atención sanitaria no son imputables a la actuación administrativa y por tanto no
pueden tener la consideración de lesiones antijurídicas”.
Así mismo, la responsabilidad patrimonial de la Administración se asienta en el criterio objetivo o concepto técnico
de lesión, entendida ésta como daño o perjuicio antijurídico que quien lo sufre no tiene el deber de soportar. Dicho deber
existe cuando la medida impuesta por la Administración constituye una carga general que todos los administrados afectados
por su esfera de actuación están obligados a cumplir, y puede venir determinado por la concurrencia de una concreta
imposición legal o por otros factores vinculados ordinariamente a la propia situación o actitud del perjudicado, con
incidencia sobre la entidad del riesgo generado por el actuar de la Administración.
La carga de la prueba de los hechos en que se base la reclamación de responsabilidad patrimonial recae
necesariamente sobre el sujeto que la plantea, lo que incluye la acreditación de la relación causal invocada, de los daños
producidos y de su evaluación económica. Es ésta una formulación enunciada sistemáticamente por nuestra jurisprudencia,
que encuentra ahora su principal apoyo en los artículos 6 del Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, y 217 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, Ley 1/2000, de 7 de enero, que viene a recoger las reglas del onus probandi dentro de la categoría de
las obligaciones, sentando la conocida máxima de que incumbe la prueba de las obligaciones al que reclama su
cumplimiento y la de su excepción al que la opone; todo ello, sin perjuicio del deber genérico de objetividad y colaboración
en la depuración de los hechos que pesa sobre la Administración, en consonancia con lo previsto en los artículos 78.1 y
80.2 de la citada Ley 30/1992, de 26 de noviembre, y que se extiende a sus órganos, autoridades y funcionarios. De otro
lado, recae sobre la Administración imputada la carga de la prueba cuando ésta verse sobre la eventual concurrencia de una
conducta del reclamante con incidencia en la producción del daño, la presencia de causas de fuerza mayor o la prescripción
de la acción -v. gr. Sentencias del Tribunal Supremo de 15 de marzo de 1999 (Ar. RJ 1999\4440) y de 21 de marzo de 2000
(Ar. RJ 2000\4049)-.
También debe de ser objeto de consideración el tiempo que haya mediado entre la producción del evento lesivo y el
ejercicio de la acción tendente a su reparación, pues, conforme a lo dispuesto en los artículos 142.5 de la Ley 30/1992, de
26 de noviembre, y 4.2 del Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, el derecho a reclamar prescribe al año de producido el
hecho o acto que motive la indemnización o desde la manifestación o estabilización de sus efectos lesivos.
El análisis de la relación de causalidad existente entre el actuar administrativo y los efectos lesivos producidos aparece
de ordinario como elemento esencial en el examen de los procedimientos seguidos en materia de responsabilidad
patrimonial de la Administración. Ante la falta de referencias legales respecto de sus notas caracterizadoras, se dispone de
una amplía creación jurisprudencial al respecto, que vino tradicionalmente considerando como rasgos definitorios de dicho
vínculo teleológico su carácter directo, su inmediatez y su exclusividad respecto de los perjuicios generadores de la
reclamación -así, Sentencias del Tribunal Supremo de 19 de enero de 1987 (Ar. RJ 1987\426) o de 4 de junio de 1994 (Ar.
RJ 1994\4783)-. Sin embargo, dicha tendencia doctrinal ha sido matizada y corregida, admitiéndose también formas de
producción mediatas, indirectas y concurrentes que plantean la posibilidad de una moderación de la responsabilidad cuando
intervengan otras causas, lo que deberá tenerse en cuenta en el momento de fijar la indemnización -Sentencias del Tribunal
Supremo de 28 de julio de 2001 (Ar. RJ 2001\10061), de 15 de abril de 2000 (Ar. RJ 2000\6255) o de 4 de mayo de 1999
(Ar. RJ 1999\4911)-. Este planteamiento conduce en cada supuesto al examen de las circunstancias concretas concurrentes
y a la búsqueda de referentes en la abundante casuística que ofrece la jurisprudencia existente.
Finalmente, la intervención de este Consejo Consultivo en los procedimientos seguidos como consecuencia de
reclamaciones de responsabilidad patrimonial debe centrarse esencialmente en el examen de los elementos aludidos en el
artículo 12.2 del Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, en el que se dispone: “Se solicitará que el dictamen se pronuncie
sobre la existencia o no de relación de causalidad entre el funcionamiento del servicio público y la lesión producida y, en
su caso, sobre la valoración del daño causado y la cuantía y modo de indemnización [...]”.
IV
Requisitos para el ejercicio de la acción.- Con carácter previo al análisis pormenorizado de los presupuestos de
fondo exigidos para el reconocimiento de responsabilidad patrimonial de la Administración antes mencionados, debe
examinarse la concurrencia de los requisitos necesarios para el ejercicio de la acción indemnizatoria, concretados en las
legitimaciones activa y pasiva ligadas a la pretensión planteada por la reclamante y el plazo en que la misma ha sido
ejercitada.
Concurre legitimación activa en la reclamante pues es la paciente que sufrió el detrimento patrimonial derivado de la
sustracción de una tableta y un teléfono móvil. Aun cuando no ha aportado documento que acredite la propiedad o posesión
de tales objetos, se incorpora al expediente denuncia presentada por ella ante la Policía de la que cabe inferir su condición
de propietaria de los mismos.
Corresponde la legitimación pasiva a la Administración Autonómica pues los daños ocurrieron en las instalaciones del
Hospital N, centro integrado en la red asistencial del SESCAM.
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No distorsiona el reconocimiento de la legitimación pasiva de la Administración Autonómica el hecho de que, en el
presente supuesto, exista un contratista adjudicatario del servicio de vigilancia del centro hospitalario en el que sucedieron
los hechos, sobre quien podría recaer la responsabilidad que se imputa. Es doctrina consolidada de este Consejo (expuesta,
entre otros, en sus dictámenes 6/2008, de 16 de enero; 41/2008, de 12 de marzo; 121/2008, de 11 de junio; 54/2010, de 28
de abril o 70/2012, de 18 de abril) que en estos supuestos ha de admitirse no sólo la legitimación pasiva de la
Administración Regional para conocer de la reclamación planteada, sino también la posibilidad de que el procedimiento
instruido concluya con un pronunciamiento estimatorio que declare la obligación de pago del contratista interviniente, si
éste fuere el responsable del hecho lesivo por el que se insta indemnización.
Ninguna objeción puede plantearse al plazo en el que la acción ha sido ejercitada, ya que los objetos fueron sustraídos
el 8 de octubre de 2012 y la reclamación se presentó 9 de octubre posterior, sin haber transcurrido, claramente, el plazo de
un año fijado en el artículo 142.5 de la Ley 30/1992.
V
Requisitos sustantivos: daño, relación de causalidad y antijuridicidad de aquél.- Concreta la interesada el daño
sufrido en el detrimento patrimonial derivado de la sustracción de un teléfono móvil (Blackberry) y una tableta (iPad 2).
Únicamente ha presentado denuncia formulada ante la Policía en la que relaciona los hechos ocurridos y cita los efectos
sustraídos. No aporta prueba que acredite la existencia de tales objetos -factura de compra o cualquier otro documento
acreditativo de su propiedad o testimonio que deje constancia de su pertenencia y utilización en el centro hospitalario-. No
puede, por tanto, entenderse acreditado el daño careciendo así del requisito de efectividad que exige el artículo 139.2 de la
Ley 30/1992.
En lo que respecta a la relación de causalidad debe significarse que no describe la interesada en su reclamación el
vínculo causal que mantiene entre el daño producido y el funcionamiento del servicio público dispensado en el centro
sanitario, limitándose a solicitar que se le indemnice al haberse producido la sustracción de su tableta y su teléfono móvil.
Parece apelar así a una responsabilidad objetiva por el mero hecho de haberse producido el daño en un centro sanitario
dependiente de la Administración Pública.
El Tribunal Supremo ha expresado en numerosas ocasiones -entre otras en su sentencia de 9 de diciembre de 2008, RJ
2009\67, con cita de otras muchas- que “la jurisprudencia viene modulando el carácter objetivo de la responsabilidad
patrimonial, rechazando que la mera titularidad del servicio determine la responsabilidad de la Administración respecto
de cualquier consecuencia lesiva relacionada con el mismo que se pueda producir, lo que supondría convertir a la
Administración en aseguradora universal de todos los riesgos, con el fin de prevenir cualquier eventualidad desfavorable o
dañosa para los administrados que pueda producirse con independencia del actuar administrativo, siendo necesario, por
el contrario, que esos daños sean consecuencia del funcionamiento normal o anormal de la Administración”.
Afirmaba, asimismo, que pretender dotar a dicho instituto jurídico de una visión extensiva que alcance la cobertura de
cualquier evento dañoso por el hecho de que se ejerzan competencias en un determinado sector de actividad o se precise de
autorización administrativa, “transformaría aquél en un sistema providencialista no contemplado en nuestro ordenamiento
jurídico” (sentencia de 6 de marzo de 1998 -RJ 1998\2490-).
En similar sentido y, en concreto, en lo que respecta a la actuación de la Administración sanitaria, el Consejo de
Estado ha manifestado (entre otros en el dictamen 2741/2004, de 18 de noviembre) que “el hecho de que la
responsabilidad patrimonial de la Administración sea de naturaleza objetiva, no implica que dicha Administración deba
indemnizar los daños derivados de todos y cada uno de los incidentes que se produzcan en sus centros sanitarios, sino
únicamente aquéllos en que concurran los requisitos legalmente establecidos en los artículos 139 y siguientes de la Ley
30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo
Común”.
Desde esta perspectiva debe examinarse el supuesto sometido a dictamen, en el que se ha producido la sustracción de
pertenencias de una paciente por un tercero desconocido. De la descripción de los hechos expuesta tanto en la reclamación
como en la denuncia formulada ante la Policía -únicos documentos del expediente de los que es posible extraer datos
referidos al percance- se desprende que el hurto se produjo sobre las 10:45 horas del día 8 de octubre de 2012, mientras la
paciente había abandonado su habitación en el centro hospitalario para hablar con el equipo médico en el centro de control,
actuación en la que empleó aproximadamente veinte minutos. El teléfono móvil estaba situado encima de la mesilla y la
tableta en su funda cerrada en una estantería. Se desconoce quién pudo perpetrar los hechos pues en el informe de la
Supervisora de Planta se refleja que, tras ser informada, ésta hizo indagaciones entre el personal sobre si alguien había visto
algo o a alguien entrando en la habitación, sin obtener resultado satisfactorio.
En lo que respecta a la desaparición de objetos de los pacientes en los centros sanitarios públicos cabe citar la
sentencia dictada por la Audiencia Nacional el 1 de octubre de 2003 -JUR 2003\270292- en relación con un supuesto
similar en el que una paciente reclamaba por la sustracción de varios objetos de los que tuvo que despojarse en el
transcurso de un parto, en la que se expresaba que “la Administración demandada no tiene entre sus funciones la custodia
de valores de los pacientes ingresados en centros hospitalarios y que cuando desarrolla dicha actuación no lo hace porque
forme parte integrante de su giro o tráfico habitual sino porque presta un servicio voluntario orientado exclusivamente al
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confort y comodidad de la paciente y para facilitarle su estancia en el Hospital. [] Así pues, cuando la Administración
asume la custodia de valores de la paciente se extralimita de las funciones que le están encomendadas y cuando se produce
una consecuencia derivada de dicha actuación, no puede entenderse que estemos ante una actuación propia de la
Administración que puede generar responsabilidad patrimonial”.
En el presente caso los objetos desaparecidos eran de uso personal de la paciente, sin que el centro tuviera
conocimiento formal de su existencia o control alguno sobre ellos, ni hubiera asumido de ningún modo su custodia.
No puede desconocerse que del informe diario emitido en la fecha de los hechos por el vigilante de seguridad se
desprende que “la paciente se lo dejó a la vista y con la puerta de la habitación abierta”, circunstancia que se reitera en el
informe del Jefe del Servicio de Mantenimiento del centro, por lo que la persona responsable de la sustracción no tuvo que
emplear fuerza alguna para acceder a dichos aparatos.
No ha probado, ni siquiera alegado, la interesada una deficiencia del deber de vigilancia del centro que corresponde a
la Administración -aunque en este caso se encuentre contratado con una empresa privada-. El simple hecho de la
sustracción no demuestra una insuficiencia de medidas de este tipo que fuera reprochable a la Administración, quien tenía
contratada la presencia de un vigilante de seguridad para persuadir de la comisión de acciones como la acontecida. Más
bien al contrario fue la actuación poco previsora de la víctima la que facilitó los hechos, ya que ella misma ha aceptado -al
no manifestar nada en contra en el trámite de audiencia- que dejó abierta la puerta de la habitación y que los objetos estaban
a la vista. No utilizó las mínimas medidas de seguridad que tenía a su disposición, tales como cerrar la puerta de la estancia,
o introducir los aparatos en un cajón o un armario. Las funciones sanitarias que se desarrollan en el centro no exigen la
adopción de medidas de seguridad más rigurosas que las citadas, las cuales la afectada tenía a su disposición, aunque no
hizo uso de tales precauciones.
Es clarificadora la sentencia dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía el 17 de febrero de 2000 -JUR
2000\207771- significando que “es perfectamente previsible que en un Hospital Universitario como en el que sucedieron
los hechos se hallen personas de todo tipo, que no pueden ser vigiladas constantemente, de modo que hay que dotar a las
instalaciones de los medios oportunos para evitar atentados a las propiedades de los enfermos. […] Lo anterior no
significa, naturalmente, que todos los ataques contra el patrimonio de los enfermos que tengan lugar en un Hospital
Público deban ser indemnizados por la Administración, pues ya hemos dicho que se dan casos en los cuales hay familiares
o amigos que pueden evitar estos sucesos y además se trata de casos en los cuales están en habitaciones que pueden ser
objeto de control por aquéllos, de manera que si a pesar de esto los hechos se producen, no se podrá imputar a la
Administración el incumplimiento de deberes de culpa in vigilando o de custodia”.
En el presente caso no se aprecia título de imputación adecuado en relación con el servicio público sanitario,
tratándose el suceso acaecido de una eventualidad ajena al funcionamiento del centro hospitalario que en ningún caso ha
asumido la condición de depositario de los objetos de la afectada, quien, por otra parte, con su actitud confiada y poco
precavida, facilitó el resultado finalmente materializado, del que habrá de responder, en última instancia, el autor del hurto
a título de responsabilidad civil derivada del delito o falta cometido.
En suma, no existe relación de causalidad entre el daño producido y el funcionamiento del servicio público sanitario,
debiendo desestimar la reclamación de responsabilidad patrimonial formulada.
VI
Sobre la indemnización solicitada.- Sin perjuicio del sentido del presente dictamen, contrario a la existencia de
responsabilidad patrimonial, procede en la presente consideración realizar alguna reflexión sobre la cantidad solicitada por
la parte como indemnización.
No manifiesta la interesada en la reclamación la indemnización que solicita, si bien la misma puede extraerse de la
denuncia formulada ante la Policía el día de los hechos, en la que significa que el móvil tiene un valor aproximado de 200
euros y la tableta de 600 euros.
Tales afirmaciones las realiza a tanto alzado y de modo genérico, sin aportar documento alguno que pruebe el valor de
los mismos.
En mérito de lo expuesto, el Consejo Consultivo de Castilla-La Mancha es de dictamen:
Que no existiendo relación de causalidad entre la sustracción de una tableta y un teléfono móvil pertenecientes a D.ª X
y el funcionamiento del servicio público sanitario dispensado en el Hospital N, centro en el que se hallaba ingresada, y
careciendo dicho daño de la nota de efectividad, procede desestimar la reclamación de responsabilidad patrimonial
examinada.
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