PROYECTO PRUEBAS COMPAÑÍA BUENOS AIRES ESCÉNICA Texto escrito en el marco de la Beca Iberescena para la Creación en Residencia 2014 PRUEBA III Las convenciones “EL IDIOTA” de Matías Feldman MADRID, 2014 ESCENA 1 ALEXANDRA: Ahora todo va más lento. Y, sí... El aire es algo denso y pegajoso como una gelatina. Estoy acá pero podría estar en otro lado, todo al mismo tiempo. Sé lo que va a pasar. Lo sé... ... y no voy a evitarlo, aunque duela. Estoy rodando por una pendiente, voy ganando velocidad y no hay forma de frenar. En el extremo más bajo de esa pendiente, donde el abismo se traga todas las formas, me espera lo que va a acontecer... que ya está aconteciendo... que ya viene aconteciendo. ESCENA 2 (Alexandra, su Padre, Christian Langdorf y Rafecas) RAFECAS: ¿Puedo pasar al baño? ALEXANDRA: Es ofensivo. ¿No te das cuenta? PADRE: Tiene razón. Y no es que quiera defender a mi hija. ALEXANDRA: Callate, papá. PADRE: Pero si te estoy defendiendo. ALEXANDRA: ¡Que te calles! ¡Siempre tan correcto, el profesor Langdorf! ¿Qué pasó esta vez? ¿Eh? Tiene las manos manchadas de excremento. No, digámoslo mejor: de mierda, de tibia y olorosa mierda. PADRE: Hija... RAFECAS: ¿Puedo pasar al baño? ALEXANDRA: Christian Langdorf tiene mierda en las manos. Sí, señores, escuchenlo bien. El caballero perfecto, el más impoluto de todos los agregados culturales, el elegante Langdorf despide un olor fétido porque al fin se ha manchado. Finalmente es como todo el mundo, no es tan especial. Y yo seré considerada, con justicia, una mujer despechada. No tengo problemas de asumirlo, de asumirlo bien, como se debe. (APARTE) Como todas las cosas, cuando suceden, suceden para siempre... Y no solo eso, suceden también hacia atrás, entonces habré sido desde mi nacimiento: Alexandra, la despechada. (Rafecas la mira y le pregunta sutilmente si le habla a él.) (Vuelve) Profesor, estoy a esto de ponerme insolente. Me inspira una enorme violencia, lo juro. PADRE: Por qué no dejamos la reunión para otro momento y te vas a descansar un poco. Y ustedes, señores, vayan también. Esto perdió todo su sentido. Un cumpleaños no puede ser así. No debe ser así. ALEXANDRA: Siento tanto odio. PADRE: Miren, (mira por un enorme ventanal a frente) es un día espléndido. Hace mucho que no vemos en Accra un cielo tan diáfano. (Rafecas mira hacia donde el Padre señala y no entiende) Deberíamos festejarlo. No intoxiquemos esta primavera. Por favor, piedad. ALEXANDRA: Creo que prefiero el frío Bávaro. PADRE: Ese clima es lo dejamos atrás al venir a este país... Claro, además de tantas otras cosas, como la civilización y las buenas salchichas. ¿O me equivoco? ¿Quién podría negar que a pesar de los horrores que existen en este continente, su clima nos aporta un fuerza vital inexplicable? Profesor, ¿no era acaso agobiante la falta de sol en Stuttgart? ¿O no era ensordecedor el aire helado del invierno en München, Alexandra? Ser alemanes no nos hace menos admiradores de lo que es mejor en otros países, aunque sean subdesarrollados como este. ALEXANDRA: ¿Aunque estemos aquí para llevarnos sus recursos naturales, mientras representamos el papel de diplomáticos que quieren aportar al intercambio entre los países? PADRE: Basta, por favor. Solo estoy pidiendo un poco de sensibilidad. LANGDORF: Es verdad. PADRE: Claro, gracias por comprender. LANGDORF: Es verdad, tal como suele decir su hija, que las cosas hay que vivirlas intensamente porque después deviene la muerte. ¿Qué poca cosa se puede llegar a ser, no? ALEXANDRA: No me provoque más. ¿No tiene suficiente? RAFECAS: ¿Puedo pasar al baño? ALEXANDRA: ¿Y este quién es? LANGDORF: Se llama Rafecas. Lo conocí recién en la estación viniendo para acá. Acaba de llegar a Ghana. RAFECAS: Soy Rafecas. PADRE: ¿En la estación? LANGDORF: No sea insolente, se lo suplico. Trabaja en un circo. PADRE: ¿Un circo? RAFECAS: Trabajo en un circo. Soy Rafecas. ¿Podría pasar al baño? Es solo un momento. Desde la mañana que no voy y ya no me aguanto más. Fue un viaje muy largo. Venir hasta Ghana no es poca cosa. ¿Verdad? Pero tenía que venir. Ya se los contaré, por supuesto, si es que en algún momento me lo preguntan. ALEXANDRA: Papá, mostrale dónde queda el baño. RAFECAS: Muchas gracias. Son ustedes muy gentiles. (salen) LANGDORF: No lo juzgues, es alguien muy especial. ALEXANDRA: A él no lo estoy juzgando. LANGDORF: Sabés que no me gusta que las cosas sean como son para todos los demás. No lo tolero. ALEXANDRA: Lo sé. LANGDORF: Coloca a todos en el mismo nivel, simplifica las cosas. Todo es más complejo. Siempre. ALEXANDRA: Pensé que me amaba. LANGDORF: Eso no es solución de nada. ALEXANDRA: No lo está negando. LANGDORF: Insisto que no es una variable que vaya a modificar las cosas. ALEXANDRA: ¡Me piden que no sea cínica! ¿La opción que me queda es ser una mujer sumisa? ¿Una maldita negadora? Eso no debería gustarle, ¿o sí? Me confunde, Langdorf. No quiere ser ordinario, común, pero no le gusto cuando soy severa. ¿Tengo que ser naif? Entre usted y yo. ¿Qué quiere, que termine con mi vida, que me mate? ¿Eso lo haría verme de otra manera? (Vuelven Rafecas y Padre) RAFECAS: Tienen un baño hermoso. PADRE: No tiró la cadena. RAFECAS: Lo siento. Me olvidé. Qué bochornoso debe ser lo que acabo de hacer. No tirar la cadena está muy mal. ¿No? Verdaderamente mal. Yo eso lo sé. Sin embargo se me olvidó tirarla. Y lo peor es que usted tuvo que hacerlo por mi. Ah, eso es denigrante, ¿verdad? Más si lo que hice fue caca y no pis. Perdonen que hable de mi caca o de mi pis, pero considero que puedo hacerlo ya que hace unos segundos nada más, usted, señorita... ALEXANDRA: Alexandra. RAFECAS: … Alexandra, acaba de decirle a mi nuevo amigo, el señor... ALEXANDRA: Langdorf. RAFECAS: … Langdorf, que tenía las manos manchadas de excremento, de mierda, que significa: caca. Por lo cual deduzco que decir la palabra caca les daría exactamente lo mismo. Aunque viendo sus caras dudo un poco. Quizás decir algo de una manera o de otra no les da lo mismo aunque las palabras nombren lo mismo. ¿Cómo puede ser eso? En fin, si así lo fuera, he aquí otra cosa que debo aprender. No importa la cosa sino la palabra que nombra a esa cosa aunque dentro de nuestras cabezas dibujemos, aunque no puedo saber si a ustedes le pasa lo mismo que a mí de dibujar las cosas que las palabras nombran sencillamente porque no puedo entrar en las cabezas de ustedes, eso aún no se ha inventado, ¿no? Quizás los magos o brujos puedan, pero con esto también se abriría otra discusión acerca de eso y prefiero no hacerlo. Decía que no importa lo que ocurra dentro de nuestras cabezas, dibujemos o no la cosa que las palabras que usemos nombran, sino que importa la palabra usada para dicho fin. PADRE: El asunto es que fue asqueroso. Pero acepto sus disculpas. ALEXANDRA: ¿Es alguna clase de idiota? LANGDORF: Alexandra... (Suena el teléfono) ALEXANDRA: No, papá, no atiendas. Sé quien es y prefiero no atender. (El teléfono sigue sonando un par de veces más. Rafecas mira hacia arriba, hacia los parlantes de donde sale el sonido del teléfono.) PADRE: ¿Estás segura? ALEXANDRA: ¿Todo lo tengo que decir dos veces? Es realmente agotador. Perdón, Rafecas, estoy un poco malhumorada. Como pudiste observar durante todo este tiempo, no está siendo el mejor cumpleaños de mi vida. RAFECAS: No se preocupe. No me siento ofendido, en absoluto. Yo me sentiría igual de enojado si todo lo que deseo no se cumple, o si las cosas se dan casualmente de tal manera que encuentran fluidez en un sentido que no es el que yo quisiera que tomaran. Usted es muy hermosa, señorita... ALEXANDRA: Alexandra. RAFECAS: Claro, claro, Alexandra. Lo siento pero no puedo memorizar su nombre. Es hermosa y seguramente no esté acostumbrada a que le digan que no o que no la deseen. No sé si es este el caso. En el baño, mientras hacía caca, perdonen, producía excremento de mi culo, pensaba y trataba de armar lo que me falta de información acerca de esta historia. Como yo solo conocí hace algunos horas al señor... ALEXANDRA: Langdorf. RAFECAS: … Langdorf, y no tuvimos oportunidad de hablar más que de cosas filosóficas, como por ejemplo la necesidad que tenemos todos en creer que detrás de todo lo que ocurre hay alguna clase de enseñanza. No lo creo, en lo más mínimo. Porque ello implicaría que hay alguien muy grande que quiere decirnos algo y nos pone situaciones en el camino para aprender. No creo que sea así. Yo aún no he visto a nadie tan grande. Eso sería un gigante, ¿no? Entiendo que se le suele decir Dios a dicho gigante y es invisible. Es decir, gigante e invisible. Pero entonces, ¿cómo sabemos que es gigante si no se puede ver? Lo que sí debo decir es que yo tengo aprender de lo que sucede, pero solo en términos prácticos, para poder desenvolverse en la sociedad sin tener demasiados problemas. Eso es algo que, sobretodo yo, tengo que hacer porque no soy normal y no he aprendido lo suficiente cuando tuve que hacerlo, porque he estado enfermo. Quizás ya me curé o quizás no, pero no tengo más mis ataques. Entonces, es práctico para mí aprender cosas.Y de ahí la charla deribó a una historia que leí acerca de un mito: el Gólem, que es un monstruo que... Otra vez, por sus rostros, entiendo que mejor dejo de hablar o por lo pronto es mejor no realizar más digresiones en mi relato. Todo esto es lo que estuvimos charlando y desarrollando en el camino de la estación hasta acá, pero no tuvimos tiempo de conocernos realmente, porque un viaje desde la estación hasta acá no es suficiente tiempo. Además, un viaje de la estación hasta acá, es más una distancia que un tiempo sin embargo encuentro útil pensarlo en términos de tiempo. El señor... El señor no me contó nada acerca de ustedes pero me invitó a venir y yo quise hacerlo porque desde el principio que el señor... … el señor, me cae muy bien. ALEXANDRA: Lang-dorf... RAFECAS: Sí. Ese señor. Él. Usted es hermosa. ALEXANDRA: Sí, ese señor es Langdorf. Y acaba de dejarme despechada. ¿Se dio cuenta? Claro, si lo acaba de presenciar. ¿Por qué habrá sido que lo invitó a venir y escuchar lo que me acaba de decir? Ah, entiendo... Hágame el favor de empezar a contarlo. Porque a mi vida la quiero vivir con “intensidad”, padre, entonces, si he de ser esa clase de mujer, lo seré plenamente. Y la desdicha se tranformará en resentimiento y furia hacia todos los seres. Claro, sobretodo hacia los hombres, y por qué no, hacia las mujeres felices. Eso sí que me molestará aún más: las mujeres felices. (PARA SÍ) Debería irme ahora mismo, escapar. Correr hacia algún acantilado y tirarme. Reventarme contra las rocas y que el mar me lleve hacia el fondo. Ver, en un instante de lucidez previo a la muerte, cómo mis sesos se esparcen en la piedra y mi sangre se diluye en el agua. Sentir que mis pensamientos y sentimientos se funden en la espuma de la rompiente. RAFECAS: Siempre me pregunté dónde quedarían los pensamientos y los recuerdos de lo que uno fue, al momento de la muerte. (ALEXANDRA LO MIRA ANONADADA) PADRE: ¿Perdón? ¿Qué carajo está diciendo? ¿Está loco? ¿Por qué habla de la muerte? ¿Qué tiene que ver eso con algo de lo que estamos hablando? ¿Qué le pasa a usted? (Entra violentamente Frank De Boer) DE BOER: Bueno, el enigma se resuelve. ¡Al fin! ALEXANDRA: Lo que faltaba. DE BOER: ¡Así que acá está Christian Lansdorf! Con razón no me atendías el teléfono. Me decepcionás tanto, Alexandra. Mucho, muchísimo. Pero también me alegra. Porque saber que todo se trataba de Langdorf me quita el malestar que venía teniendo. Jajaja... siento en este preciso momento cómo un horrible peso se me quita de encima como mil kilos de tierra que se enjuagan en una ducha después de un día de trabajar el campo. Sí, es cursi la imagen, jajaja... Pero a quién le importa. A mí no. A mí ya no me importa nada. Qué patética y obvia: el profesor. ¿Qué estudiante no se ha enamorado de su profesor? ¡Qué cliché, por favor! Pensé que se trataba de Dillon, o de Petrevsky, pero del profesor... Tanto luchás por no ser la típica mujer, peleás con uñas y dientes en contra del lugar que el mundo tiene pensado para vos y sin embargo llevás una traidora dentro tuyo. Vos misma te pusiste en el sitio que menos deseabas. (Rafecas va hacia el teléfono y sigue el cable y este está cortado y no entra en la pared. PADRE y LANGDORF nerviosos le hacen señas para que deje eso.) PADRE: Por qué no se sienta aquí, Rafecas. ALEXANDRA: No estoy de humor. Estoy cansada. Te pido por favor, Frank. DE BOER: ¿Derrotada? Nunca me trataste así, con tanta necesidad de piedad. ALEXANDRA: No es por vos. DE BOER: No hace falta que simules. Estás haciendo el ridículo. ALEXANDRA: Aunque seas un tonto te aprecio, pero no tenés nada que hacer acá. DE BOER: No pienso igual. Creo que he dado en la tecla y te sentís derrotada. ALEXANDRA: Parece que acá hay un verdadero tonto, y no es usted, Rafecas. RAFECAS: No diría que soy tonto. Lo plantearía de otra manera. Pero entiendo que usted piense que sí lo soy. DE BOER: Es sabido que la mirada de los demás es fundamental. Uno se construye en base a esa mirada más de lo que se imagina. Y mi mirada de enamorado te construía como una mujer especial, extraordinaria, pero acaba de derrumbarse y, con ella, vos misma. Ahora construyo a la más ordinaria de las mujeres y ya no me atraés. Y entonces vos empezás a sentirte también la más ordinaria y menos atractivas de las mujeres. ¡Es así, no podés negarlo! ALEXANDRA: ¿Sabés qué? Tenés razón. Gracias al cambio en tu mirada dejé de ser hermosa. Porque según parece la belleza es extraordinaria y la ordinariez fea. Interesante idea, no lo había pensado. ¿Pero eso no es relativo? ¡Ah, no! Si lo dice Frank, es verdad. Ve, Rafecas, ahí tiene algo más para aprender. RAFECAS: Agradecido. Aunque no termino de entender ni la idea del señor que acaba de entrar y está tan enojado con usted, ni tampoco lo que usted misma acaba de decirme que yo aprenda. Temo que se trate de algo que suelen llamar sarcasmo. Si es así, a gatas puedo reconocerlo, menos aún practicarlo. DE BOER: ¿Y este quién es? ALEXANDRA: Rafecas. LANGDORF: Rafecas. RAFECAS: Rafecas. ALEXANDRA: Un nuevo amigo de la casa quien, minuto a minuto, me cae mejor y mejor. Gracias, Langdorf. LANGDORF: De nada. RAFECAS: Esas gracias y esas de nadas han sido cínicas de ambas partes, ¿verdad? Me darían un vaso con agua. PADRE: En efecto, querido amigo. Cínismo en estado puro. Tome un poco de vino mejor. (Le da un vaso con vino. Rafecas toma) RAFECAS: Lo identifico entonces pero no comprendo aún su utilidad. Esto no es vino, es jugo. A menos que todo se trate de mostrarse ante el otro con mayor inteligencia o menor dolor en el marco de la situación que acaban de vivir y que yo todavía no entiendo. Pero, ¿acaso no hay maneras más directas y menos confusas de manifestar eso? DE BOER: ¿Qué situación acaban de vivir? ¿A qué se refiere éste español que habla raro? ALEXANDRA: Rafecas. DE BOER: Sí, sí, este. RAFECAS: Eso no es de buen gusto, señor... DE BOER: De Boer. Frank De Boer, ex enamorado de Alexandra. Ex alumno del señor Langdorf y amigo, quizás no por mucho tiempo más, del padre de Alexandra. ¿Y, usted, profesor? ¿Qué pasó? Se quedó mudo... PADRE: ¡Bueno, suficiente! O se calma o me va a obligar a golpearlo. DE BOER: Jajaja... Pobre viejo. AEXANDRA: Calma, papá. No vale la pena. PADRE: Serás necia como nadie, insolente muchas veces, pero sos mi hija y no voy a permitir que un maleducado y donnadie como éste te falte el respeto. DE BOER: Ah, ya veo a quién favorece este viejo decrépito. Ningún estúpido. Un profesor es mucho mejor partido que un ex estudiante que proviene de una mala familia. RAFECAS: Creo que me hice caca. Lo siento. Es que no estoy bien del estómago. Y no quise pedir que me dejaran pasar al baño de nuevo, pero dado el resultado de no haberlo hecho, ahora entiendo que la consecuencia fue peor. Dos males, uno pedir de nuevo, dos, hacerme caca. Un mal menor y uno mayor. Veo que es mejor el mal menor. Debería haber una frase al respecto. ALEXANDRA: La hay. Papá, acompañá a Rafecas al baño y dale alguna ropa tuya para que se cambie. Andá tranquilo que yo me sé defender solita. (El PADRE mira en los pantalones de RAFECAS y se asquea de lo que ve) PADRE: Por dios, está todo cagado. RAFECAS: Qué raro. Si me hice caca debería haber olor y no hay. ¿No debería haber? (Se mete la mano en el pantalón) Tampoco hay mierda, acá. (El PADRE lo saca a empujones) ¿Por qué dije que me defequé entonces? Usted es hermosa, ¿quiere follar? (Salen) DE BOER: Debería retarlo a un duelo, Langdorf, para que aquí, Alexandra, me respete al menos un poco. LANGDORF: No es necesario. Yo lo aprecio mucho, lo sabe. DE BOER: Antes hubiera dicho que sí, pero ahora no lo creo. ALEXANDRA: ¿Y yo aquí no existo? Dos cazadores hablando de la presa como si la presa estuviera muerta. Estoy aquí, señores, y tengo oidos. Y escucho, y pienso y tengo deseos e intereses particulares, y muchos de ellos, aunque no lo puedan creer, no tienen nada que ver con ustedes. Además, mi tierno De Boer, uno de los cazadores ya no quiere más su presa por lo que este pleito de cazadores dejó de tener sentido. Quizas ahora vos tampoco quieras cazar. DE BOER: ¿Cómo? ALEXANDRA: No me hagas caso. Todo esto es una maldita pérdida de tiempo. (Entran el Padre y Rafecas) PADRE: Listo. Ya se ha limpiado y cambiado. RAFECAS: No. PADRE: Sí, hemos hecho eso. Fuimos al baño y luego a mi cuarto para darle ropa limpia. RAFECAS: Estuvimos ahi atrás, unos señores me cambiaron de ropa y esperamos a que usted dijera “No me hagas caso. Todo esto es una maldita pérdida de tiempo.” y entramos. ¿Quiere follar conmigo? ALEXANDRA: Bueno, bueno... Cuéntenos, Rafecas, ¿de dónde es usted? Tiene cara de moro pero apuesto a que es español. RAFECAS: De Granollers, Cataluña, aunque creo que no tengo ese acento. ¿Verdad? Pareciera más un acento argentino(*)ver el verdadero acento del actor que representa a Rafecas. Estoy gravemente confundido. ALEXANDRA: Pero habla muy buen inglés. RAFECAS: Eso me confunde muchísimo más. PADRE: ¿Qué cosa? RAFECAS: Que mi acento no parece ser de un catalán y más aún que me diga que hablo bien inglés. Yo escucho español. TODOS: Jajajajaja... RAFECAS: jajajaja... Es increíble. ¿Qué está pasando? Yo hablo y me escucho y los escucho a ustedes hablar español y sin embargo estamos hablando inglés. Me podría dar un ataque aquí mismo. Hace unos instantes cuando usted habló del ventanal y del paisaje, yo no he visto nada y sin embargo ustedes sí. Y luego el teléfono sonó y yo escuché que el sonido venía de esos parlantes grandes que ustedes evidentemente no ven, y el cable del teléfono no entra en la pared sino que está cortado. No solo soy idiota sino que también estoy loco. (Alexandra se abalanza hacia DE BOER y lo besa larga y apasionadamente) LANGDORF: Basta. Por favor. ALEXANDRA: ¡Ves, Frank, ganaste! DE BOER: Esto no es una competencia. Estamos hablando de amor. Espero que no sea una broma de las tuyas. ALEXANDRA: ¿Quién sabe? (Vuelve a besarlo) ALEXANDRA: Ante la duda besás... Muy bien. DE BOER: Yo daría cualquier cosa por estar con vos. Sería capaz de todo. ALEXANDRA: ¿Todo? DE BOER: Probame. ALEXANDRA: (aparte) Pobre criatura ciega y desdichada. Ya no posee voluntad. Qué bajo se puede caer por el deseo, y a su vez qué egoísta y miserable que ese mismo sentimiento. RAFECAS: La escucho, la escucho... ¡Ta-ta-ta... ta-ta-ta... tatatatatatatata! ALEXANDRA: ¿Harías cualquier cosa? DE BOER: ¡Lo que se te ocurra! PADRE: Por favor, tengan calma. DE BOER: No te vas a arrepentir de tener un hombre como yo. Te voy a ciudar y querer y hacer todo lo que quieras que haga y hacer posible que hagas todo lo que quieras hacer vos misma. Estoy dispuesto. ALEXANDRA: Me gustás. Me gustás mucho. RAFECAS: ¡Tata... da, da..... da... ahhhh!!! LANGDORF: Alexandra, me voy. RAFECAS: ¡Da... Tatatatatatata...! (Rafecas saca su polla y empieza a mear por todos lados) ALEXANDRA: ¿Y qué quiere que diga? Me parece bien. Váyase y no vuelva por acá nunca más si le parece bien. DE BOER: Profesor, no se lo tome a mal. Acá la señorita tomó una decisión y hay que ser hombre para aceptarla. ALEXANDRA: Más hablás y más me gustás. Seguí, seguí hablando. RAFECAS: ¡Da da da... tatatayatattata...! LANGDORF: Cuidado. Quizás no está diciendo lo que verdaderamente siente. Hay que escuchar más allá de lo que oyen nuestros oídos. DE BOER: Deje la enseñanza para la universidad. Acá afuera no hay estrados que lo coloquen más alto que los demás. LANGDORF: Es verdad. RAFECAS: ¡GGGgaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!! ALEXANDRA: ¡Basta, me aburren! (Sale corriendo) DE BOER: ¡Alexandra, esperá! LANGDORF: ¡Alexandra! (apagón) RAFECAS: Se apagó la luz. La luz, la luuuuuuuuuuzzzzzzzzzzzzzzzzzzz.... TODOS: ¡Sh! ESCENA 3 RAFECAS: Ahí volvió la luz. (Alexandra sentada hablando por teléfono) ALEXANDRA: Sí, volvió a Stuttgard. No lo sé. No soy la secretaria del profesor para saber qué piensa hacer. Además hace una semana que no lo veo y es mejor así. La última vez fue acá. Sí, cuando se encontraron con Frank. Está bien, te espero, almorcemos juntas. ¿Papá? Por suerte se siente mejor, pero cada tanto recae. Estoy con un amigo, sí ese, (más bajo) el idiota. No es peligroso, solo demasiado transparente. Bueno, basta de hablar por teléfono si en unos minutos vamos a hablar en persona. Basta, chau. (cuelga) Ah, gracias, por venir a visitarnos otra vez. Pasó mucho tiempo, ¿no? Y la manera en que nos conocimos no fue la mejor. Sé que tuviste uno de tus ataques ese día. ¿Estás mejor? ¿Te importa si te tuteo? Espero que ahora podamos estar más tranquilos. Conocernos un poco más. ¿Pudiste hacer los trámites de la herencia que viniste a hacer? ¿Qué pasó con el circo? RAFECAS: ¿Tuve un ataque? ALEXANDRA: Y decidiste quedarte en Accra por un tiempo. RAFECAS: Así parece. ALEXANDRA: Contame acerca de tus ataques. Me interesa. RAFECAS: Es que usted dice que tuve uno pero no lo he tenido. ALEXANDRA: Qué se siente. RAFECAS: Son ataques epilépticos. Pero no lo he tenido. Creo que lo sabría, ¿no está de acuerdo? Hay una etapa previa a la crisis en la que de improviso, en medio de la tristeza, la oscuridad mental, la depresión, parece que mi cerebro se enciende por unos instantes y, con un impulso extraordinario, todas sus fuerzas vitales alcanzan de golpe un grado máximo de tensión. La sensación de estar vivo, al par que la de mi propia conciencia, se multiplican por diez en esos instantes que duran lo que un relámpago. Mi mente y mi corazón se inundan de luz; toda mi agitación, todas mis dudas, todas mis inquietudes, parecen apaciguarse a la vez, se resuelven en una especie de calma superior rebosante de alegría y esperanzas serenas y armoniosas, henchidas a su vez de comprensión y conocimiento de la causa final. Pero tales instantes, tales ráfagas de intuición, son sólo el presentimiento de un último segundo en que empieza la crisis propiamente dicha. Ese segundo es, por supuesto, insoportable. ALEXANDRA: Quiero que seamos amigos. RAFECAS: Sí. ALEXANDRA: Ahora va a venir una compañera de la universidad. Ella escuchó hablar de vos y quiere conocerte. Es muy hermosa. RAFECAS: ¿Escuchó hablar de mí? ALEXANDRA: Qué extraño que sos. Me gustás. RAFECAS: Usted también me gusta. Quisiera besarla y que sea mi esposa y que nos reproduzcamos. Es decir, tengo deseos de penetrarla, es decir, de meterle mi verga... Perdón. ALEXANDRA: Más bajo... A ver si alguien te escucha. RAFECAS: Lo siento. ALEXANDRA: No hay problema. RAFECAS: ¿No? ALEXANDRA: De hecho está muy bien. Así deberían ser todos los hombres de directos. RAFECAS: ¿Entonces? ¿Se quiere casar conmigo? ¿Quiere hacer el amor ahora mismo? ALEXANDRA: Jajaja... No tan rápido. Antes quiero presentarte a mi amiga. Quizás te genere la misma urgencia. RAFECAS: Pero a mí me gusta usted. ALEXANDRA: Pero yo estoy comprometida. RAFECAS: ¿Cómo? ALEXANDRA: Así es. RAFECAS: ¿Cuándo pasó? Si acaba de... ALEXANDRA: ¿De nuevo con eso? Pasó un semana. RAFECAS: ¿Con quién se va a casar? ALEXANDRA: Con Frank, la semana que viene cuando vuelva de Amsterdam. RAFECAS: Pero ese tipo es peligroso. No me gusta. ALEXANDRA: Quién sabe... Podría escaparme antes de la boda. ¿Qué decís? Sería divertido. RAFECAS: No se case. ALEXANDRA: No me trates más de usted. No me gusta. RAFECAS: Lo siento, venga conmigo. ALEXANDRA: Podría ser. Pero terminaría lastimándote. Me ves así ahora, pero cuando pase el tiempo vas a ver que soy una mujer indigna y vas a dejar de quererme. RAFECAS: Jamás. ALEXANDRA: Apenas te conozco, pero siento que nos une algo especial. No sé explicarlo. RAFECAS: Siento lo mismo. Detrás de la belleza se esconde algo. Dolor. Sí, eso. Eso es lo que me gusta. Hay dolor detrás de su belleza. ALEXANDRA: No podría hacerte daño. Odio tan solo la idea. RAFECAS: A mí no me importa. ALEXENDRA: No me perdonaría lastimarte. Te va a sonar raro pero sos la única persona franca que creo conocer. RAFECAS: Lo soy pero no es un valor en sí mismo, es que no sé cómo mentir, no sé especular, y eso me convierte en un idiota. ALEXANDRA: Me conmovés. (Se acerca y lo besa suavemente.) ALEXANDRA: Con el tiempo me vas a agradecer que no esté con vos. Podemos ser amigos. Me podés visitar todas las veces que quieras. RAFECAS: No quiero ser amigo, quiero follar. ALEXANDRA: Basta, por favor. (Entra Margaret Cavendish) MARGARET: Permiso. Hola, Alexandra. Tu padre me hizo pasar. ALEXANDRA: Claro, adelante. Dame un abrazo. Margaret, él es Rafecas. Rafecas, ella es Margaret Cavendish, originaria de Inglaterra, vino con sus padres ya hace más de diez años. ¿O me equivoco? MARGARET: Así es. Diez años. Increíble. Así que usted es el famoso Rafecas. Se ha hablado mucho acerca de su arribo a Accra. Creo que ya es más famoso que el propio Alcalde. RAFECAS: No se muy bien qué contestarle. MARGARET: Nada, no se incomode. RAFECAS: Gracias. Es gentil además de hermosa. También follaría con usted, y claro, podría enamorarme como me he enamorado de Alexandra, pero sigo prefiriendo follar con ella y casarme. MARGARET: Es verdad que es muy directo. Lamento no gustarle tanto como mi amiga, aunque nadie dijo que yo vine aquí para eso, sino simplemente para conocerlo y que me cuente de su vida. Es que aquí no pasa mucho. Nos encontramos viviendo en un micromundo de europeos rodeado por otro mundo de negros con el que casi no tenemos contacto, entonces cualquier persona blanca que llega es una alegría, más si es alguien tan particular. RAFECAS: Ella me dijo que esperara a conocerla, que seguro iba a querer estar con usted y follarla. Pero, más allá de que lo haría, aún prefiero hacerlo con ella. No se ofenda, por favor. ¿Entonces, Alexandra? ¿Quiere casarse conmigo y follar? ALEXANDRA: Estás siendo demasiado repetitivo. RAFECAS: Lo siento, intentaré no insistir más. ALEXANDRA: Gracias. MARGARET: Me contaron que es español, de la región de Cataluña. Siempre quise ir a conocer la península ibérica, y he tomado algunas clases de español, pero aún no puedo pronunciar bien palabra alguna. Es que el inglés es un idioma mucho más sintético. ALEXANDRA: Yo algunas frases he aprendido a decir: “¿Puede pasarme unas patatas?” o “Coño, el ascensor se ha parado.” (ríe) MARGARET: (también riendo) Qué gracioso que suena. ¿Qué dijiste? ALEXANDRA: Algo así como “sírvame otra ración de patatas” y “vagina, el elevador se rompió.” MARGARET: ¿Vagina? ALEXANDRA: Sí, sí... “Coño” es vagina. Es una expresión. ¿Estoy equivocada? RAFECAS: No estoy seguro de estar escuchando correctamente. ALEXANDRA: ¿Se siente bien? RAFECAS: (mira a público y señala) ¿Y ellos? ALEXANDRA: ¿Rafecas? MARGARET: Podría tomar clases de español con usted. Espero que no le moleste que no le pida que me enseñe catalán. Sé que es otro idioma, pero honestamente no vienen muchos españoles por aquí y es casi mi única oportunidad de aprender. Acá solo vienen holandeses, alemanes, ingleses y algunos franceses, que son los menos, pero españoles casi ninguno. ALEXANDRA: (Se tira violentamente sobre él y lo empuja dentro de la escena. Le dice algo al oído, luego más alto) Rafecas, reaccioná. Es otro de tus ataques. Estás diciendo incoherencias. Margaret, llamá a mi padre. MARGARET: ¿Cómo? ALEXANDRA: (mientras forcejea con Rafecas) Dale... Margaret, llamá a mi padre, y que venga con Mohamed. RAFECAS: Hay gente. ALEXANDRA: ¡Callate! MARGARET: Pero... (por lo bajo a ambos) Venía otra cosa... (más alto) ¡Vagina, qué buena pregunta, Rafecas! Sí, efectivamente vine con mis padres, pero creo que ahora me quedaré a vivir. Me fui acostumbrando a este continente. RAFECAS: ¡Yo no pregunté nada! ALEXANDRA: Mi padre... Margaret. MARGARET: Voy, voy... (Margaret sale) ALEXANDRA: Vivir en África no es cosa de cualquiera. Lo que te cuenta Margaret es lo mismo que me sucede a mi. RAFECAS: Están mirando, hay gente. ALEXANDRA: ¡Basta! Desde que llegué me sentí rara, intrusa y extranjera. Extranjera con respecto a algo de mí misma. ¿No es verdad, Margaret, que África horada lo más profundo de nuestras vísceras? RAFECAS: Margaret no está. (señala al público) ALEXANDRA: Exacto, amiga mía, ese es el sentimiento. (entra Margaret con Padre y MOHAMED) MARGARET: Se siente como un agujero en medio del pecho. ALEXANDRA: Exacto, amiga mía, ese es el sentimiento. PADRE: Mohamed, ayudame a sostener a nuestro amigo Rafecas. RAFECAS: ¿Y él quién es? Hace un rato me ayudó a cambiar de ropa cuando estabamos atrás del decorado. Hola, soy Rafecas. MARGARET: Ese sentimiento de enajenamiento cultural se llama “Síndrome de Núñez de Balboa”. Por el conquistador Vasco Núñez de Balboa. No es un chiste. RAFECAS: Soy Rafecas. ALEXANDRA: No entiende inglés. Solo habla siwu. Es ghanés de una tribu minoritaria. Está aprendiendo. RAFECAS: ¿Africano? Es blanco. MOHAMED: Yo no entender. RAFECAS: No estoy hablando inglés. Hola, Mohamed, soy Rafecas. ALEXANDRA: Papá, hoy Rafecas se va a quedar a comer. Lo que dice Margaret es verdad, es una especie de jetlag cultural. RAFECAS: ¿Pero los africanos no son negros? ALEXANDRA: Mohamed es negro. RAFECAS: No... ALEXANDRA: Sí. RAFECAS: No. ALEXANDRA: ¡Vagina, que sí! Es negro. Negrísimo. (lo agarra y lo muestra) MOHAMED: Yo ser negro. PADRE: Perfecto. Hay comida para todos. Mohamed, ve a preparar todo. Trae el mantel, los vasos, los plátanos y contruye la mesa. Comida vamos a tener aquí. No seas perezoso y no enredes el trabajo. Gracias, eres buen mozo y bien salido del vientre de tu madre. MOHAMED: Gracias, señor. Haré todo con la atención que se tiene al henebrar hilo en la aguja del pajal. ALEXANDRA: Papá habla siwu bastante bien aunque es una lengua minoritaria. RAFECAS: Siwu. ALEXANDRA: Sí, siwu. RAFECAS: Lo siento, no pretendo incomodarlos. Es todo tan raro. Será este continente que me confunde. PADRE: Margaret, es un gusto tenerte por acá. Siempre sos bien recibida en esta casa. MARGARET: Lo sé. ALEXANDRA: Contale a papá, lo de la expedición. Irán a la reserva. PADRE: Qué bien. Es un lugar magnífico. MARGARET: Vino a visitarnos tía Emily. Ella es rica y aventurera. Su esposo Steven Watson murió hace un año y decidió recorrer el mundo. PADRE: La hubieras invitado a venir. ¿Por qué no la llamas? Toma. (Padre le señala el teléfono.) MARGARET: Me tomé el atrevimiento de decirle que venga. Seguro estará por llegar. Es que quería hacer unas compras antes. (Entra Mohamed) MOHAMED: Afuera, hay señora robusta y tetona que dice ser hermana de madre de señorita blanca de tetas pequeñas y punteagudas. ALEXANDRA: ¿Qué dice? PADRE: Creo que ha llegado tu tía Emily. RAFECAS: Je... Justo cuando la nombran, llega. PADRE: Mohamed, cargarla hasta aquí, no seas perezoso y no enredes el trabajo. Tratala como buena vieja tetona y respeta sus pasos. MOHAMED: Sí, señor. (Mohamed sale) MARGARET: Rafecas, le gustaría sumarse a la expedición. Podremos ver muchos animales. Seguro alguno de los cinco grandes. ¿Qué dice? RAFECAS: Gracias. Podría ser. MARGARET: Ahora le diré a mi tía. RAFECAS: Creo que entiendo el Siwu. ALEXANDRA: (ofuscada) Jajaja... Eso es imposible. Es una de las lenguas más raras de esta zona de áfrica. Mi padre estuvo meses entre ellos tratando de aprender el idioma. (Entra tía Emily) EMILY: Buenos días, soy Emily Watson. Gracias por recibirme tan bien. Y este negro, es de los más respetuosos que he conocido. Y parece bien dotado. PADRE: Bienvenida, señora. Siéntase como en su casa. Mohamed, ve y trae líquido que entra por la boca y sale en forma de orín para señora vieja con tetas grandes. No seas perezoso y no enredes el trabajo. Gracias. (Mohamed sale) MARGARET: Tía, ella es Alexandra. De quien tanto te hablé. EMILY: Bueno, es verdad que eres bella. Ahora entiendo por qué has vuelto loco a todos los hombres de Accra. ALEXANDRA: No a todos... EMILY: No hay que ser tan exigente con una misma. Nuestros encantos duran lo que un pestañeo, como los jugadores de fútbol. (bajando la voz y acercandose a Alexandra) Mientras, hay que aprovechar. MARGARET: Y él es Rafecas. EMILY: Rafecas. RAFECAS: Sí, Rafecas. MARGARET: Está aquí de paso por unos trámites de herencia. ALEXANDRA: Aunque es verdaderamente un misterio. Aún no nos ha contado nada acerca de eso y tampoco acerca de su trabajo. Trabaja en un circo. EMILY: ¿En un circo? RAFECAS: Así es. EMILY: No serás el enano. RAFECAS: No. Pero conocerlo los dejaría sin aliento. (Entra Mohamed y le da un vaso con agua a Tía Emily y prepara la mesa) EMILY: Me resulta muy excitante estar rodeada de negros. Esto en Inglaterra no pasa, claro, depende del barrio donde una se mueva. Y ahora con la inmigración la cosa ha cambiado. Pero estar en un lugar donde todos todos son negros es otra cosa muy distinta. ALEXANDRA: El ojo con el tiempo se acostumbra y deja de ver la negrez. EMILY: Oh, qué buena vista tienen acá. (Rafecas otra vez mira y no entiende qué ven) MOHAMED: Señor, la mesa está construida. Yo sentirme como asno a gusto con la polla ardiendo. Las señoras de tetas pueden sentarse. PADRE: Gracias, Mohamed. RAFECAS: Mohamed, yo entiendo lo que hablas. Yo quiero casarme con señora blanca de tetas medianas, me siento como toro con la polla ardiendo. PADRE: Rafecas, por favor... MOHAMED: No entender. RAFECAS: Me parece que tía Emily quiere follarte porque sos negro. ALEXANDRA: Basta, por favor. EMILY: Qué encantador. Es un idiota sin filtro. Me gusta. ¿Por qué no nos cuentas lo de la herencia? RAFECAS: Yo trabajo en un circo y hace un mes recibí una carta de un abogado de aquí contándome que una prima de mi madre murió y, como no tenía parientes, me dejó todos sus bienes. MARGARET: ¿Cómo se llama la prima de su madre? RAFECAS: Patricia Van Dikjen. ALEXANDRA: ¡La prima de tu madre era la mujer del Duque Van Dikjen! (para sí)¡Vagina, qué difícil que es pronunciarlo! RAFECAS: Así parece. PADRE: Increíble. MARGARET: ¡Qué bien! EMILY: Que alguien me explique, por favor. MARGARET: Patricia Van Dikjen, viuda del Duque, era la persona más rica de Accra. EMILY: ¿Cuán rica? MARGARET: Muy. ALEXANDRA: Extremadamente rica. EMILY: Lo que significa que usted, señor Rafecas, es muy rico. Rico y estúpido. RAFECAS: Parece que sí. ALEXANDRA: ¡Esto es genial! MARGARET: Ahora no estaría mal casarse. ALEXANDRA: Es cierto. PADRE: Qué bien... Es usted rico. RAFECAS: No me interesa si es por el dinero. Yo quiero estar con usted. Casémonos y follemos. PADRE: ¡Rafecas! No sea insolente... ¡Pero qué bien que es usted rico! EMILY: Asi que otro enamorado más. Querida, no perdés el tiempo... Margaret, deberías tomar nota de cómo lo hace. MARGARET: ¡Tía! PADRE: Hay que festejar. Tenemos a una persona muy importante sentada con nosotros. EMILY: Gracias por lo que me toca. PADRE: No se ofenda, tía Emily. EMILY: Por ahora no soy su tía. Tengo una sola sobrina y se llama Margaret. PADRE: Lo siento, no quise ofenderla. EMILY: No se disculpe que por suerte la estupidez no es propiedad exclusiva de los nuevos ricos. ALEXANDRA: Rafecas, ¿qué pensás hacer con todo ese dinero? RAFECAS: No lo sé. ALEXANDRA: Pero, ¿qué dijo el abogado? RAFECAS: Es que no me he movido de aquí. EMILY: ¿En toda la semana? RAFECAS: No, desde que se prendió la luz por primera vez. EMILY: ¿Cómo dice? RAFECAS: Estábamos con Langdorf. Luego se apagó y prendió la luz y dicen que pasó una semana. Alexandra cree que tuve uno de mis ataques y que por eso no recuerdo. Pero me parece que eso no es así. Sigo confundido. Siento como si algo de lo que soy se hubiera fagocitado otra cosa que también soy. Usted es una señora de tetas grandes muy despierta. Me agrada y me disgusta al mismo tiempo. PADRE: Sentémonos, por favor. RAFECAS: Usted, que nunca hemos dicho su nombre, pero queda claro que es el padre de Alexandra, porque ella lo nombra “papá”, me resulta indiferente. Creo que si en este preciso momento, Mohamed, le arrancara la cabeza de los hombros, no me pasaría nada. Digo que no me alegraría ni me entristecería. MARGARET: Qué bien huele. PADRE: Cocinó el negro de Mohamed. Es algo típico de acá. Ojalá les guste. ALEXANDRA: Mohamed tiene una mano sensacional. EMILY: ¿Para la cocina? MARGARET: ¡Tía! EMILY: ¿No se puede hacer un chiste? Rafecas, espero que esté preparado para una verdadera excursión por el corazón de África, el sitio más parecido al paraíso que aún late en toda la faz de la tierra. (APAGÓN) RAFECAS: Otra vez se apagó la luz. ¿Están ahí? TODOS: (otra vez) Shh.... ESCENA 4 (Rafecas la mira y no sabe qué hacer) ALEXANDRA: Ahora sí, estoy en el abismo... la oscuridad es parte de la materia, no hay cosas, solo texturas, hay arrugas, relieves que son parte del mismo contínuo. La figuras y los fondos que pretenden señalar se funden y mi propio interior es parte de esa misma materia oscura. Todo es elástico, todo es chicloso. La materia es tiempo que pasa tan lento que luce sólida. RAFECAS: No estoy seguro de si eso lo dice usted o lo estoy pensando yo. ESCENA 5 RAFECAS: ¿Qué pasó? MARGARET: (con ropa de Caza y una escopeta) ¿Qué? RAFECAS: ¿Qué pasó? MARGARET: ¿Acerca de qué? RAFECAS: ¿Dónde estamos? MARGARET: Estamos en la expedición. RAFECAS: ¿Y ahora cuántos días pasaron? MARGARET: Cuatro. RAFECAS: Sí, seguro. Qué mierda. (Entra Emily, también con ropa de caza y escopeta y varias personas más) EMILY: ¿Cómo se está sintiendo en el corazón de África? RAFECAS: No sé qué responder. EMILY: Simplemente: bien o mal. RAFECAS: Bien. Siempre quise conocer. ¿Y ellos quiénes son? EMILY: Negros. Un grupo de ellos. RAFECAS: A usted le gustaría ser garchada en medio de los arbustos. Sueña con manchar toda su piel blanca y sajona con semen negro y espeso de estos negros, que no son negros en lo absoluto, sino tan blancos como usted y yo. ¿Alexandra ha venido? MARGARET: Claro que no. Ella se quedó para los preparativos de la boda. RAFECAS: Eso no es justo. MARGARET: ¿A qué se refiere? RAFECAS: A esta mierda. EMILY: Se ha levantado de mal humor, Rafecas. No se lo veía así anoche. MARGARET: Tía, por favor. EMILY: No hay nada de qué avergonzarse. A pesar de su estupidez, es muy rico. MARGARET: No le haga caso. RAFECAS: ¿Anoche? MARGARET: No me arrepiento. Además fue hermoso. EMILY: Por favor. Que la cursilería es más irritante que estos mosquitos. RAFECAS: ¿Follamos usted y yo? MARGARET: El amor. Hicimos el amor. RAFECAS: Quiero volver a Accra. Tengo que detener esa boda. Alexandra no debe casarse. Va a cometer el peor error de su vida. Además no lo hace por que quiere, sino por dolor y venganza. EMILY: ¿A qué se refiere? RAFECAS: Ella está despechada. El profesor Langdorf la rechazó, aunque es evidente que la ama. Y ella por enojo se va a casar con el bruto de Frank De Boer. Solo quiere darle celos, pero el costo es demasiado grande. No lo entiendo. Además yo quiero casarme con ella. MARGARET: Me estás hiriendo. RAFECAS: No es mi intención. Pero más allá de que parece que anoche follamos. Yo estoy enamorado, sin saber bien por qué, de Alexandra. MARGARET: ¿Qué tiene Alexandra? ¿Qué? Alguien que me lo explique de una buena vez. Si es el dolor, yo también lo tengo. Todos lo tenemos. Es inherente a las personas. Eso no nos hace especiales. Nada que no sea logrado a partir de la voluntad puede hacernos especiales, no hay un valor agregado. ¿O sí? Es como ser jovenes o bellos. Se es. No hay un valor. RAFECAS: Tiene sentido lo que dice. Pero, sin embargo, entenderlo no hace que cambie mi sentimiento. Evidentemente no tiene que ver con la razón. Puedo comprender que usted siente dolor, al igual que Alexandra, pero eso no me hace amarla. Yo pensaba que todo se trababa de eso, del dolor detrás de la belleza, pero no. No sé qué es entonces. Necesito volver a Accra. EMILY: Nos quedan aún unos días por acá. Así que, amigo, vaya acostumbrándose a la idea de tener que esperar. RAFECAS: Me voy. EMILY: No puede. Está en el medio de la selva. Solo estos nativos conocen el camino. RAFECAS: ¡Alexandra! ¡Alexandra! (se mete en detrás de los decorados, corre por el público) ESCENA 6 (todos se apuran a ordenar la escenografía para armar el Día de la boda, Emily y Margaret no alcanzan a vestirse y están aún con el vestuario de la expedición y las armas... y el resto a medio vestir) RAFECAS: ¡Alexandra! PADRE: (a Rafecas que está entre el público) Rafecas. Como le venía diciendo, hemos alquilado una carpa y una banda de mariachis para que toquen unas buenas chacareras. ¿Cómo le ha ido en la selva? RAFECAS: Hay gente. ¿Dónde está Alexandra? PADRE: Se está cambiando. RAFECAS: ¿Qué hace él acá? LANGDORF: Hola, Rafecas. A mi también me da mucho gusto volver a verte. PADRE: Está invitado, igual que usted. LANGDORF: Me contaron lo de la herencia. Felicitaciones. RAFECAS: Necesito verla. PADRE: Lo siento pero en este momento no podrá atenderlo. Tendrá que esperar unos minutos. RAFECAS: No hay tiempo. EMILY: ¿Por qué no le cuenta de la selva? PADRE: Así que pudieron ver tres de los grandes. RAFECAS: Sí. Tres. MARGARET: Pero nos tuvimos que volver antes de lo previsto. EMILY: Basta, Margaret. PADRE: Qué bien. No todo el mundo logra ver tres grandes en su primera expedición, es un prodigio. RAFECAS: En verdad tengo tanta ansiedad que no me importa en absoluto lo que me está diciendo. A gatas puedo escucharlo. PADRE: No hay necesidad de ser grosero. RAFECAS: Lo siento. ¡Alexandra! ¡Alexandra! ¡Alexandra! PADRE: Gracias por venir. Este es un día especial. Por favor, cualquier cosa que necesiten me dicen a mi o al negro Mohamed. MOHAMED: ¿Señor? PADRE: Nada, negro. RAFECAS: Quiero ver a Alexandra. LANGDORF: También me ha llegado de que estás enamorado de la novia. MARGARET: Sí, uno más. EMILY: Sobrina, la envidia envejece. MARGARET: No es envidia, es odio. EMILY: Profesor, un gusto conocerlo. LANGDORF: Lo mismo digo. (Entra Frank De Boer) DE BOER: Bueno, bueno, bueno... Miren quién ha venido a la boda. Debo confesar que pensé que no se iba a atrever. Debe admitir que me he comportado como un caballero. No he prestado oposición a que sea invitado, profesor. LANGDORF: Es todo un caballero. RAFECAS: Son dos idiotas. DE BOER: ¿Quién lo dice? Ah, el español. Está bien. Entiendo entonces que es un cumplido. RAFECAS: No lo era. LANGDORF: ¿Por qué está enojado conmigo si se casa con él? RAFECAS: No sé. Quizás porque Alexandra lo ama a usted y no lo merece. LANGDORF: ¿Por qué no lo merezco? ¿Quién lo dice? DE BOER: Ey, hola, acá está el novio de la persona que nombran, su futuro esposo. Siento comunicarles que es a mi a quién ama. Es a mi a quién usted, pequeño retardado, debería odiar. RAFECAS: Ella no lo ama. Solo quiere darle celos a Langdorf. Pero sería feliz si se casara conmigo. DE BOER: Jajaja. Por favor. Alguien que le explique a este débil mental, a este mongólico, a este down de poca monta, cómo son las cosas. Alexandra me ama. Siempre me amó. Y ahora se casa conmigo porque me A-M-A. Lo del profesor fue algo pasajero, una atracción típica de alumna. Un desagradable lugar común. Me lo confesó ella misma. Y usted, profesor, como decía mi abuelo: estar con una estudiante es como cazar en el zoológico. PADRE: Calma, Frank. DE BOER: Pero si estoy calmado, papi. Estoy calmado. Soy el hombre más calmo del mundo, y me estoy por c-a-s-a-r con su hija, A-l-e-x-a-n-d-r-a. (Entra Alexandra) DE BOER: Mi amor. Estás bellísima. ALEXANDRA: Gracias. EMILY: Sí, muy hermosa. ALEXANDRA: Gracias, ustedes también están... (observa la ropa de expedición) preciosas. RAFECAS: Alexandra... ALEXANDRA: No, Rafecas, ahora no. EMILY: El vestido es hermoso. Raro, pero hermoso. ALEXANDRA: Me lo hizo una costurera de aquí. Es un vestido típico. EMILY: Una negra. Me parecía. MARGARET: Amiga. Estás... muy autóctona. ALEXANDRA: Margaret. Me gusta la tensión que se siente en el aire. Para alguien tan cínica como yo esto es como una buena bocanda de aire puro. Otra vez juntos los tres. O debería decir los cuatro. Debo agregarte a esta telenovela, Rafecas. DE BOER: Queridísima, ¿al idiota también? ALEXANDRA: Cerrá el pico. Que esté por casarme con vos no significa que todo lo que salga de tu miserable boca sea un poema para mí. No te olvides que aún no he dado el sí. Aún tengo opción de arrepentirme. DE BOER: No me amenaces y menos delante de esta gente. ALEXANDRA: No te angusties. Sin dudas seré tuya muy pronto. Hola, profesor. Gracias por venir. LANGDORF: Es un honor. DE BOER: He alquilado una carpa enorme. Tranquilo, Rafecas, no es para que trabajes, es para la cena en el jardín. La trajimos desde Italia, porque aquí esta clase de productos no existen. RAFECAS: (enfadado) Me encantaría que conociera al enano que trabaja conmigo. Le daría una lección. Lo extraño, es un gran amigo. Se llama Jesús María. DE BOER: Lo hubieramos invitado, querida. Una pena. PADRE: No tenemos enanos pero tenemos negros. ¿No es lo mismo? (Todos menos Rafecas ríen) RAFECAS: No se case. Venga conmigo. Follemos. Dadadadadadada... DE BOER: Querido, idiota, no tire tanto de la cuerda. Siempre hay un límite. LANGDORF: Frank, quería felicitarlo y hacerlo delante de todas estas personas. Va a ser usted un hombre muy feliz. Y estará para siempre, hasta que la muerte los separe, con una bellísima mujer. Tan bella como peligrosa. Y no es porque sea una criminal en potencia, no me refiero a eso claramente, sino por lo que su belleza genera en los demás. Tendrá que aprender a lidiar con eso. La belleza no es propiedad privada de quien la posee, ni de quien está a su lado, la belleza es del mundo. Nos guste o no. Y esa condición es causa de efectos en los demás. Y eso no es evitable. ALEXANDRA: Langdorf, por favor, no siga. LANGDORF: Yo luché con todas mis fuerzas para que esa belleza, que es tanta como el horror que esconde, no me seduciera, o al menos una vez seducido, no implicara un movimiento conciente de mi voluntad para hacer o dejar de hacer una u otra cosa. Es decir, que el hecho de haber sido seducido no implicase exclusivamente tener que estar con esa persona. ¿Quién lo dice? ¿Por qué? No, no, no... Soy un hombre maduro, el amor está sobreestimado, puedo vivir sin el. DE BOER: Me alegra escucharlo. Además, está claro que... ALEXANDRA: Profesor, si me lo pide, no me caso y me voy con usted. (Silencio) DE BOER y LANGDORF: ¿Cómo? (silencio) ALEXANDRA: Que si me lo pide, no me caso y me voy con usted. (Silencio) PADRE: Alexandra, por dios. DE BOER: ¿Qué estás deciendo, amor? ALEXANDRA: Solo pidalo. (Silencio) LANGDORF: No me hagas esto. ALEXANDRA: Lo estoy haciendo. Si lo dice, soy suya. Quiero ver si todo lo que dijo es verdad. Bueno, es muy simple. Si me lo pide seré suya para siempre. DE BOER: Alexandra, basta, no es gracioso. PADRE: Si es una broma, te pasaste de la raya, hija. EMILY: Esta mujer me encanta. Muy bien, niña. Así se trata a los hombres, como animales que son. ¿Margaret, estás tomando nota? Por eso ella tiene a toda esta fila de monos detrás. MARGARET: Prefiero estar sola a ser tan mala. ALEXANDRA: ¿Mala? ¿Qué es eso? ¿Quién puede juzgar a alguien en este lugar? Somos todos unos miserables. LANGDORF: No te cases. (Silencio) LANGDORF: No te cases. PADRE: Lo dijo. LANGDORF: Sí, lo dije. No te cases. Te amo como nunca amé a nadie. (Silencio) ALEXANDRA: Me decepciona. Pensé que no lo haría. Que sería fuerte en sus convicciones. Pero, las reglas del juego son las reglas del juego. Muy bien. Soy suya. No me caso. DE BOER: ¿Qué es esto? Soy un puto bufón. Eso es lo que soy. RAFECAS: Langdorf, no debería haber dicho eso. LANGDORF: Lo sé. ALEXANDRA: Bingo. RAFECAS: Esto se está yendo al demonio. ¿Lo ven? DE BOER: Está bien, está bien, tranquilos. Tranquilos. No hay nada de qué preocuparse. No hay que alarmarse. Soy un caballero. Y el amor, es verdadero amor cuando es imperfecto y corre riesgos. Tomemos y comamos. PADRE: Frank. DE BOER: Shhhh... Por favor. Dignidad por sobre todas las cosas. Amor, por qué no hacemos pasar a los invitados a la carpa en el jardín. ALEXANDRA: Frank. DE BOER: Shhhh... por favor. Calma. ALEXANDRA: Frank. DE BOER: ¿Qué? ALEXANDRA: No me voy a casar. Lo siento. DE BOER: Vamos a la carpa y lo discutimos ahí. ALEXANDRA: Suficiente. (Silencio. De Boer camina sin rumbo pensando) DE BOER: (ríe) Langdorf, no me deja otra opción que retarlo a un duelo. ALEXANDRA: No seas imbécil, te lo suplico. DE BOER: No hay opción. No tengo otra opción. ¿No es eso lo que querías ver, hermosa? ALEXANDRA: Pero no es necesario llegar hasta ahi. DE BOER: Oh, sí... Sí, es necesario. Sos un témpano, querida. Un pedazo de hielo. LANGDORF: No quiero batirme a duelo. No es así como se resuelven las cosas. (De Boer le saca las escopetas a Emily y a Margaret) DE BOER: Es verdad. Así no se resuelve nada. Y como ya perdí la dignidad, no veo el sentido de querer honrarla, ¿verdad? (De Boer, tira una del escopetas y se queda con la otra) ALEXANDRA: ¿Qué vas a hacer? (apunta a Alexandra, pero Rafecas se interpone) RAFECAS: ¡No! (Le pega un tiro a Rafecas) ALEXANDRA: ¡No! A él no. (Rafecas se toca y no tiene ninguna herida) ALEXANDRA: No, Rafecas, por favor, no mueras. RAFECAS: No me ha dado. (Se miran entre todos. Todos actuaran sin ganas, solo para tratar de llegar hasta el final de la obra.) DE BOER: Sí, te pegué un tiro sin querer porque cubriste a Alexandra. Y ahora vas a morir. RAFECAS: No. ALEXANDRA: Sí. LANGDORF: Estás muriendo. RAFECAS: ¡No! ¡No! ¡No! (De Boer Apunta su arma a sí mismo y se pega un tiro.) (Cae muerto) MARGARET: Dios mío, se ha suicidado. La culpa de matar a Rafecas... EMILY: Horror. ALEXANDRA: Estúpido, Frank, ¿qué hiciste? Mataste a la única persona con la que me sentía conectada de verdad. Sí, era idiota, pero ¿qué es serlo? ¿Acaso nosotros no lo somos? Este mundo está del revés. RAFECAS: Estoy bien. No me dio ningún tiro. (Langford, Padre y Mohamed forcejean con Rafecas para tirarlo en el piso y sostenerlo mientras Alexandra dice sus parlamentos.) RAFECAS: ¿Qué hacen? Suéltenme. ALEXANDRA: Era como un niño. Su condena era la sinceridad en un mundo de serpientes manipuladoras. A un niño le perdonarían todo, pero a un adulto, lo condenan llamándolo idiota. No podía vivir en un mundo así. RAFECAS: Basta. Dadadad... Déjenme. Estoy bien, Alexandra. Follemos. Y De Boer no puede haber muerto. Miren respira. No está muerto. Es una escopeta de mentira. Ayuda. (Mira al público) Ayúdenme. Dadada....tatatata... (Forcejea hasta que finalmente logra zafarse) (Primero mira al resto de los personajes. Va hasta De Boer y lo mueve hasta que De Boer lo empuja para que termine con eso) Puedo escuchar. Me miran y puedo escuchar lo que piensan. Soy un imbécil, sí. Algo deforme que no debería haber nacido, porque funciono como un espejo de todo lo que reprimen. Esta luz. ¿La ven? Es todo tan claro de pronto. Todo es parte de la misma materia, somos pulsos de un rítmo, de una melodía universal. Y para que esa sinfonía logre su máxima belleza debemos poner bombas, bombas, bombas. Aaaahhhhh.... Dadadadadadada... Están adormecidos por la comodidad. Salgan a cazar y pescar si quieren comer. Inéptos. Salgan a ver el mundo en lugar de mirarlo por televisión. Me destriparía si eso resultara convincente. Pero, claro, soy un idiota, no hay peligro. Somos todos monstruos disfrazados por las costumbres y repeticiones irreflexivas de una manera de gastar nuestro tiempo. Burgueses, seres mediocres y urbanos. ¿Quiénes son los idiotas? Diganmelo ahora. Deseo profundamente que exploten sus cabezas, no merecen ser siquiera zombies de película clase B. De aquí hasta allí hay cinco metros con treintaycuatro centímetros, y de pared a pared hay quince metros con cincuentayseis. Lo veo todo con presición. Veo vectores. ¿Ven la luz? A veces son ondas, a veces partículas. Es tan obvio. Ustedes están aquí como parte de un sistema de explotación, África es pobre porque Europa en rica, así de simple, y también aquí está ocurriendo una representación. ¿Creen que no me doy cuenta de eso? Ah... ¿Qué pensaban? ¿Que no iba a decir nada al respecto? Esto es teatro y hay espectadores. Yo me di cuenta de eso. Soy idiota pero me di cuenta de eso. Y es pésimo. Jajaja... Esto es teatro, una forma de representación que nació para cierta clase. Una burguesía que primero necesitaba del Estado y ahora es un maldito obstáculo. ¿Qué es esto? ¿Qué es eso de chocar una palma contra otra luego de terminar la obra? Es ridículo. Pero parece que esto que ocurre aquí es un prodigio. Y sí que lo es. Ustedes mienten y ellos lo creen. Genial. ¿Pero para qué? Ah... ¿Qué sentido tiene? ¿Para sentirse más cultos? ¿Para sentirse parte de una comunidad? ¿Para lavar alguna culpa? Somos bufones de una clase social que necesita reírse de sí misma para no explotar como debería hacerlo. ¿Y los pobres dónde están? No los veo por ninguna parte. ¿Esa es la culpa? Dadadadadadadadadadada... ¿Y qué hay de los bufones? Burguesitos autoexplotados solo para satisfacer el ego de ser mirados. Qué insignificantes. Qué poco importantes. Sí, sé lo que piensan, soy un idiota. El más idiota de todos. Comamos, comamos, comamos, bebamos, bebamos, bebamos. Engordemos hasta explotar. Cuánta luz. Cuánta claridad de pronto. ¿Ven los pliegues? Estoy por tener un ataque. Todo se rompe, no hay borde, no hay formas, me desfiguro. Esto me da miedo. Un miedo verdadero. Se viene el abismo y hay que saltar o saltar. (Tiene una ataque epiléptico. Tiembla, se retuerce, gime) (Luego de un rato todo se calma. Rafecas queda shoqueado mirando al público. El resto empieza a juntar las cosas de la obra.) FIN.