`Piso Piloto` Medellín-Barcelona

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tintos puntos de España.
También participó el jefe de
Estado Mayor del Ejército de
Tierra, el general Jaime Domínguez Buj, que agradeció
el trabajo de los militares retirados y tuvo un emotivo recuerdo para los fallecidos.
PAÍS: España
“Tenemos mucho, mucho trabajo
PÁGINAS:
4
para discutir sobre
quién anuncia
qué primero”, lamentó el repreTARIFA:
€
sentante de una
entidad, 4023
que pertenece al Comité de Acogida y que
ÁREA: 508
CM²
prefiere el anonimato
para
no
FRECUENCIA: Diario
-
añadir ruido. “Damos una imagen día de tensión tanto en Sant JauO.J.D.:
me como en la sede del Departade descoordinación, justo
lo que 25725
mento de Bienestar Social. El
no queríamos”, confesó otro.
E.G.M.:
Ayuntamiento presentó el martes
Colau reivindicó en una
nota 129000
su voluntad de “máxima colabora- su dispositivo de primera acogi45%
SECCIÓN:
CATALUÑA
bajo la premisa de que unas
ción institucional”, después de un da,
terio del Interior agilice los trámites de las personas solicitantes de
asilo que ya se encuentran en la
ciudad o que están a la espera de
una cita. Colau, por su parte, invitó a un miembro de cada grupo
municipal al viaje a zonas de entrada de refugiados en Europa.
3 Octubre, 2015
TRIBUNA
Beth
Galí
‘Piso Piloto’
Medellín-Barcelona
U
na época hace nacer ideas? O sólo
hace surgir las que responden a
sus oscuras necesidades y a sus
mal expresadas aspiraciones?” Así empieza la introducción del libro de Dominique
Desanti Les socialistes de l'utopie (Editorial
Payot, 1970) publicado por Anagrama en
1973. Esta es una pregunta que desde Platón no ha dejado de plantearse y que hoy
resulta especialmente vigente. “La utopía
existe desde Platón —dice Desanti— se desarrolla con Tomás Moro, Rabelais, Cyrano
de Bergerac, Rousseau, las Cités Radieuses,
las Icarias, las Armonías, etcétera”. Pero no
es a ellas a las que me voy a referir sino a lo
contrario: a cuando las utopías dejan de
serlo para hacerse realidad. Hablar del derecho de los ciudadanos a vivir bajo un
techo digno sigue siendo, hoy por hoy, una
utopía que urge hacer realidad.
En Barcelona hay alrededor de 3.000
personas que malviven sin un techo digno.
Según los datos más fiables (o menos engañosos) de la Red de Atención a Personas
Sin Hogar, 960 viven en la calle, 933 en
centros para personas sin hogar o alojamientos temporales, 700 en viviendas en
régimen de tenencia insegura y sin pagar
alquiler el resto, en viviendas inadecuadas
o sobreocupadas. De esto habla Piso Piloto,
una exposición insólita inaugurada el 3 de
junio en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, que sitúa en el terreno
de lo posible el derecho a un techo digno al
que tantos políticos se han referido como
una utopía inalcanzable —los más honestos— y/o con promesas electorales de soluciones mágicas —los más desaprensivos—.
Piso Piloto es un proyecto conjunto, un
proceso abierto y colectivo, entre Barcelona y Medellín, dos ciudades vinculadas por
episodios históricos que han marcado su
trayectoria urbana, social y cultural durante los últimos 30 años. Por un lado, las
complejas relaciones con las capitales de
sus respectivos países, Madrid y Bogotá;
por otro, el hecho de volver a nacer después de años especialmente difíciles: 40
años de dictadura en España y una guerra
sangrienta de los carteles en Colombia abocaron a Barcelona y Medellín a grandes
carencias que todavía persisten en cuestiones vitales como el derecho a la vivienda y
el derecho a la ciudad.
Dos ciudades de acogida —a menudo
poco acogedoras para aquellos que no son
ciudadanos normales— que viven la paradoja de muchas urbes contemporáneas: la de
tener ser “ciudades sin viviendas y viviendas sin ciudad”. Esta frase, pronunciada
por David Bravo, uno de los comisarios del
proyecto, ilustra el complejo equilibrio entre centro y periferia en ciudades cada vez
más policéntricas, cuyos centros históricos
se vacían —“ciudad sin viviendas”— de vecinos expulsados por sucesivas transformaciones urbanísticas y por la apropiación salvaje del centro por un turismo masificado
y mal gestionado, y cuyos nuevos centros
periféricos no alcanzan a configurar ciudad —”viviendas sin ciudad”—.
“Todos quisiéramos vivir en ciudades
limpias, seguras, ocupadas equitativamente, con servicios públicos eficientes, con
economías saneadas, culturalmente dinámicas, sin divisiones sociales de raza, clase
o etnia. Pero las ciudades que habitamos
no son así. La ciudad ha perdido el control
sobre ella misma y a menudo fracasa por el
mal gobierno de sus representantes políticos o por fuerzas económicas que escapan
al control local”. No es algo nuevo que no
se haya oído estos últimos años. El propio
Richard Sennett lo decía en una de las conferencias organizadas.
Lo que debería llamar nuestra atención
son las consecuencias positivas del mal gobierno: la sociedad toma riendas del asunto. Emergen movimientos sociales cada
vez más organizados, se fortalecen las asociaciones de vecinos, los ciudadanos optan
por esperanzadores planteamientos políticos con los cuales recuperar su protagonismo, retomando así parte de lo que aquella
lejana revolución francesa les otorgó: el ciudadano como sujeto político con derecho a
comprometerse en el devenir de su ciudad
y a ejercer su propio juicio crítico sobre las
incidencias y las transformaciones que proponen los políticos.
La exposición Piso Piloto señala las deficiencias del hábitat en nuestras ciudades.
En ella emergen alternativas a la vivienda
tradicional que se articulan en nuevos espacios de oportunidad para hacer que
“nunca más haya gente sin casa y casas sin
gente”, como dice el arquitecto Àlex Giménez, otro de sus comisarios junto con Guillem Augé, Josep Bohigas, David Bravo, Anna Vergés y la curator del Museo de Antioquia, Nydia Gutierrez.
Josep Bohigas habla de construir sobre
lo existente, explorar nuevas formas de
ocupar edificios que, con los años, han perdido sus condiciones de habitabilidad.
Crear asociaciones de arquitectos de cabecera que, como los médicos de antaño, se
desplazan al lugar, cartografían los edifi-
cios en mal estado, dialogan con sus habitantes, detectan la realidad oculta y trabajan desde el sujeto más que desde el objeto.
Hay que crear códigos de deontología
urbana y revisar la normativa urbanística
poco flexible y alejada de los problemas
urgentes y reales. Llevamos demasiado
tiempo anclados en una idea de confort
insostenible, vendida en la publicidad de el
comercio ávido y desmesurado de una sociedad hipercomunicada e hiperconsumista. Si no somos capaces de desbloquear esta idea de confort, herencia de una sociedad demasiado aburguesada, tampoco seremos capaces de encontrar alternativas a
la vivienda tradicional. Si no somos capaces de arriesgar con nuevas tipologías y
formas de vida que puedan convivir con las
tradicionales no encontraremos la forma
de alojar bajo techo a los ciudadanos que
engrosan día a día nuestras ciudades. Si no
nos asaltan ideas que nos obliguen a pensar lo que nunca habíamos pensado, dice
la filósofa Marina Garcés, no seremos capaces de evolucionar hacia un mundo mejor.
Piso Piloto es un primer intento de deshacernos de este lastre y empezar a desmarcarse de lo que se ha hecho hasta hoy
por norma o por costumbre. Rosa Pera,
comisaria de la exposición Fora de Lloc,
que todavía se puede visitar en el DHUB de
Barcelona, lo explica con especial contundencia: “…hay que frecuentar los espacios
de aquello que es impropio. Sea por ajeno o
por contrario a convencionalismos asumidos, los espacios abiertos a todo aquello
que no se considera propio ni apropiado
por los protocolos, pueden ser grietas por
donde escabullirse y explorar fórmulas
nuevas”. Piso Piloto y Fora de Lloc: dos exposiciones que se complementan y que nos
acercan a otras realidades posibles.
Beth Galí es arquitecta.
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