/\e1'. de Med. E. G. N1111arra !!: 210, l<J.)11 COMUNICACIONES El problema canccrológico clínico·tcrapéutico Sus generalidades y l¡l visión radio biológica M. Badell-Suriol Aguijoneados por una inquietud y, ante todo, procurando no traspasar nuestras posibilidades clínico-experimentales, hace tres años nos planteábamos las premisas del trabajo que hoy exponemos. Aunque ahora nuestro conociátiento es más amplio por ser más extensa nuestra experiencia, ninguna rectificación trascendente se ha operado que a lo sumo ha afectado detalles de menor importancia. Entendemos que era necesaria la exposición de la idea inicial, para poder apoyar convenientemente la labor realizada, que vamos a exponer en sucesivas publicaciones (*). Es muy frecuente que, cuantos abordan el problema cancerológico o alguna de sus facetas particulares, lo hagan ·influídos por su particular modo de ver este tan debatido tema. En general, pueden identificarse tres niveles de ataque; el biofísico, el biológico experimental y el clínico. En los dos primeros, el científico, absorto en la contemplación y estudio de un detalle, deja de ver el problema en su necesaria amplitud. Por otra parte, el (*) Este primer trabajo fue expuesto en una ses10n científica de la Escuela de Medicina en junio de 1958. clínico, agobiado y -¿por qué no decirlo?apesadumbrado ante el escaso rendimiento de su esfuerzo y ante la magnitud del problema planteado, desprecia o minimiza las sutiles aportaciones de aquellos. No perdamos de vista que unos y otros trabajan con distintos módulos y que sus resultados experimentales y las correspondientes conclusiones son difícilmente ensamblables. Las aportaciones del experimentador vienen perdiéndose en el mar de las confusiones cíínicas. El gran problema práctico cancerológico es el de la orientación clínico-terapéutica. Abordándolo ele una manera poco habitual, sorprendemos al Profesor Dr. W. Lorenz32. Sus trabajos pueden ser el chispazo que inicie la reacción. Este autor plantea así su hipótesis de trabajo: «De la síntesis analítica actual del problema cancerológico y ele la del amplio espectro ele acción ele las radiaciones ionizantes, trataremos ele deducir unos puntos de apoyo para ver de ampliar nuestra actual base ele orientación clínico-terapéutica; tal vez ele ese modo puedan mejorarse los resultados clínicos». Estudia lo que se ha hecho y lo que se viene realizando y analiza lo que llama los dos pilares del problema, el radiobiológico y el cancerológico. Nosotros haremos lo mismo aunque con una diferencia; él no sale de las consideraciones experimentales; nosotros trataremos ele transfundir a la clínica práctica los conocimientos ya adquiridos. Como clínico cancerólogo y, dentro de la especialidad, fisioterapeuta, nos ocuparemos preferentemente del aspecto que nos es más familiar; en esta publicación analizaremos el pilar radiobiológico ya en relación con el enfermo neoplásico. En otra, estudiaremos el problema de la enfermedad neoplásica con los conceptos de terreno neoplásico y brote evolutivo y, la clínica del neoplásico al ser irradiado. Finalmente, para concluir este ciclo inicial de trabajos sobre la hipótesis de trabajo anunciada, expondremos la Septiembre 1958 EL l'llüBLEMA CANCEHOLÓGICO CLÍNICO - TEHAPÉUTICO metodología clínico-terapéutica, las conclusiones prácticas y los resultados clínicos. GENERALIDADES Cuando se empezó a tratar las neoplasias malignas con las radiaciones ionizantes, la base ele orientación era puramente física. Se veía una simple masa tumoral que se trataba de reducir mediante la técnica que se llamó de la «máxima dosis focal». No podemos sorprendernos de sus resultados, puesto que aúa hoy seguimos esta norma al tratar una lesión neoplásica maligna, superficial, pequeña, bien limitada y, que se sabe o presupone totalmente independiente del resto del organismo. Por aqueí entonces eí conocimiento radiobiológico era absolutamente empírico y la observación clínica radioterápica deficitaria por inexperimentada. A pesar de los resultados, bien pronto echose de ver que aquel camino o proceder, basado en la ori'entaéión puramente física, era parcial y limitado. Las ciencias biológicas experimentales ayudaron al progreso aportando una orientación complementaria, iniciándose la etapa que se ha llamado ele orientación físico-biológica. El gran impulso se caracteriza por los profundos y sistemáticos estudios de las alteraciones de la división celular y los del ritmo y número de mitosis dentro de la organización celular neoplásica. Con las radiaciones ionizantes se procura administrar la máxima dosis focal considemndo las alteraciones de la división celular, el grado ·de diferenciación histológica de la organización celular neoplásica y el origen histológico de la misma. Al poco tiempo de iniciarse este modo de proceder, para la orientación terapéutica, con las radiaciones ionizantes, mejorando la orientación técnico-práctica, surgen como fruto de Ja consideración de esta nueva y complementaria orientación biológica, las variantes técnicas sobre la distribución temporal y espacial de la energía radiante. Es indudable que esta base ele orientación físico-biológica se tradujo en un significativo avance y determinó la definitiva entrada de las radiaciones ioni- 211 zantes en el terreno terapéutico antineoplásico directo ("). Desde un prmc1p10 fueron tales sus éxitos que los más consagrados clínicos llegaron a decir, con estas o parecidas palabras: «Cuando se pueda trabajar con tensiones superiores a las que actualmente empleamos -en aquel entonces 160 KV.- y, con ello, administrar las cantidades de energía radiante que creemos necesarias, es evidente que superaremos nuestros resultados clínicos». Los físicos, estimulados por el fisioterapeuta y la trascendencia del problema, se lanzaron a una desenfrenada carrera de superación técnico-instrumental. Debemos reconocer que, no sólo alcanzaron sus objetivos, sino que llegaron a rebasar cuanto se podía ambicionar en este aspecto. Con bastante desilusión, no obstante, el clínico, ha constatado que no eran superados aquellos resultados iniciales, por lo menos, tan significativamente como habíase previsto. Llevamos muchos años detenidos en esta etapa de orientación clínico-terapéutica del problema cancerológico, al menos en lo que se refiere a la radioterapia, para no decidirnos a confesar nuestra deficitaria orientación básica general. Como clínicos cancerólogos -llevamos ya más de 18 años viendo de manera preferente enfermos neoplásicosestamos muy impresionados por lo que nosotros liamamos el <Cfalso trípode cancerológico n: a) La sola visión morfopatológica local y circunstancial, b) La casi exclusiva actuación antineoplásica directa y dirigida a la reducción del «bulto», y c) La no menos negativa y sorprendente posición clínica ele impresionarse sólo ante el hecho consumado de la recidiva o el proceso de difusión, en el caso de una feliz actuación antineoplásica directa anterior. ('k) Entendemos por acción antineoplásica directa la que se efectúa para reducir la tumoración neoplásica: la cirujía, la terapéutica con las radiaciones ionizantes y la quimioterapia antineoplásica específica. 212 Vol. 11 M. BADELL · SUHIOL Por otra parte, no deja de sorprender el habitual desprecio con que se considera la variabilidad individual y la lucha del organismo en su defensa, ambas revestidas de un especial interés especulativo práctico clínico en el caso de los enfermos neoplásicos. Una y otra, en estos enfermos, condicionan una amplia escala de valores de reacción. En un principio parece dominar el organismo, pero en el caso de persistir la actuación del «agente» o al aumentar éste la intensidad de su insulto, puede empezar a desfallecer o acabar totalmente toda posibilidad de reacción por parte del organismo. Es esencial la debida valoración de esta dinámica reacciona! del organismo y, tanto más, si consideramos que, a su vez, la de comentar la premisa cancerológica del diagnóstico precoz y la pronta y rápida actuación antineoplásica directa. Rapidez de intervención que se acostumbra a precipitar tanto como es posible y, en ocasiones, hasta donde no se debe. Admitimos como ley general y hasta cierto punto favorable, el concepto de la precocidad en el diagnóstico; en estas condiciones es de presumir una relativamente escasa afectación del estado general, aunque no nos exima de su necesaria comprobación. La precocidad en la actuación no deja de ser discutible. Como dice Bland, aunque a propósito de otro aspecto médico, <<sirve más la ansiedad del médico que los propios males del pacienten. El necesario plazo de P.CnAlP".l1~Pn1nC' t:>cnP.l"'.:i VU_tJV..L\A ~uy~·~,,.~.,·~u 0nn -~·· n11P.<.:tr51 ••--u .. -. ~f'h15!0lA11 ------·--. ~n.... tineoplásica directa, cualquiera que ésta sea. A propósito de esta dinámica reaccional, recordemos que el clínico sólo sabe analizar sus resultados a través del estudio estadístico y todos sabemos que no se puede seguir aunando casos clínicos, sólo aparentemente similares -igual grado clínico evolutivo-, cuando tratados por un igual y lo más ortodoxamente posible, pueden seguir, por el hecho de esta especial y, casi se podría decir, específica reaccionabilidad orgánica, cursos posteriores totalmente opuestos. También queremos significar que cuantos medios antineoplásicos hayan demostrado su eficacia y cuyos espectros de acción no se crucen o contradigan han de jugarse de manera simultánea o sucesiva. Entre éstos queremos destacar el cuidado del estado general, aspecto sobre el que más adelante insistiremos. Lo decimos pensando precisamente en el tipo de enfermo que demasiado habitualmente solemos recibir, pacientes que, debido a su estado general y a la extensión y complicaciones de su afección, son dedicados al fisioterapeuta en última instancia. Finalmente y para terminar estas consideraciones previas, no podemos dejar -n~l"".l !"......_.._._... rPí'nnnrPr ..._.._.....,.._,..L.L'U'...,.._,..._, í'()ll ...,.....,.._.._ 15l .._..,. nrPri~lAn _L'~...,...,..._..,.._~.._~ deseable y posible, el estado general y las reservas funcionales del enfermo, no nos ha ocasionado ningún contratiempo sino, por el contrario, muchos beneficios clínicos. RADIOBIOLOGÍA Iniciada la era terapéutica antineoplásica con las radiaciones ionizantes, se propusieron diversas hipótesis que, tratando de interpretar y explicar su mecanismo de acción, infundieran las necesarias normas para poder modular convenientemente la actuación terapéutica de la energía radiante. Después de una primera etapa, algo confusa y abigarrada, se individualizaron dos tendencias: la hipótesis tóxica, defendida por los clínicos y los biólogos, y la denominada del impacto, que gozaba del favor de los físicos y de la mayoría de los investigadores no clínicos. Esta última, en su ulterior confrontación con las consecuencias que de ella se podían deducir por razonamientos puramente teóricos, al ser llevada al terreno experimental «in vitro>>, hasta cierto punto se mostraba más acorde con los hechos. J. A. Crowther 4 estableció sus bases y, posteriormente los estudios de P. Jordan 18 y los trabajos de D. E. Lea 21, Ja establecieron de manera definitiva aunque con ciertas reservas. Septiembre 1958 EL l'IWBLEMA CANCEROLÓGICO CLÍNICO - TEHAPÉUTICO Este autor -Lea-- acepta que el proceso de ionización «per se» condiciona directamente la lesión molecular específica. Este echo explicaría la relación exponencial entre el efecto observado y la dosis de radiación. Por otra parte, interpreta el porqué de la intrascendencia de la intensidad de radiación y la estrecha relación entre la radioefectividad y la densidad de ionización. A pesar de reconocer que toda la degradación energética, en su interacción con la materia irradiada, sea a través de procesos de ionización, debemos considerar la escasa cantidad de energía absorbida en comparación con los efectos observados. Una irradiación de l.000 r representa una absorción energética de alrededor de 0,002 cal. por gr. En consecuencia, en los sistemas biológicos, ha de encontrarse un mecanismo de ampliación para que se den los efectos observados en relación con la pequeñez de la energía absorbida. Claro está qu·e, de acuerdo con la teoría del blanco, cabe pensar en la selectiva lesión de determinados elementos como son los cromosomas, los enzimas, etc., con grave alteración: de los más importantes procesos vitales. Hoy sabemos que este aparente desacuerdo puede canalizarse a través de· las rnás recientes adquisiciones radiobiológicas. Al establecerse científicamente la teoría del blanco de una manera demostrativa en el terreno experimental, hace sólo 19 años, hacía tiempo que semejante hipótesis se tambaleaba desde su inestable pedestal. B. Rajewsky 36 cierra alrededor del año 1931 la etapa radiobiológica que él llama clásica. La teoría del blanco presuponía que el impacto condiciona inmediatamente el hecho biológico local y temporal; condición expresamente implícita era la simultaneidad entre el hecho físico y el biológico, es decir, que en el mismo lugar en el que se daba la verdadera absorción energética se desarrollara la reacción biológica y, esto, de una manera instantánea. Fué precisamente Rajewsky y su escuela quienes demostraron e interpreta1;on -el hecho ya era conocidola posibilidad de obtener los mismos efectos biológicos, pero de una manera mediatizada -intervenida- a distancia del lugar en el que se daba la absorción energética y diferida en el tiempo, es decir, con una fase de latencia. Este descubrimiento científico, unos diez años más tarde, significó la admisión de un nuevo y revolucionario concepto radiobiológico. A partir de entonces se viene aceptando que las radiaciones ionizantes actúan a través de dos mecanismos de acción. Uno, llamado directo, que implica las radiolesiones definidas por la teoría del blanco y, otro, de3 213 nominado indirecto, que es este nuevo camino que hemos presentado como intervenido, diferido en el tiempo y a distancia del lugar en que se da la absorción energética. Aquel vacío que en ocasiones mostraba la teoría del blanco era llenado por este nuevo concepto radiobiológico. Si pensamos que ambos mecanismos de acción son consecuencia directa de la absorción energética y que el directo es inmediato y el indirecto mediatizado, ¿por qué no llamar, con más propiedad, acciones inmediata y mediata a las que continúan denominándose directa e indirecta? No podemos extendernos considerando las razones que imponen esta conquista de la ciencia; B. Rajewsky 37 lo hace magistraimente en uno de sus últimos trabajos. Sólo diremos, para justificar el hecho, que ello ha dado lugar al nacimiento de una importante rama del saber, la de la química de las radiaciones -mal llamada radioquímica-, de un extraordinario interés especulativo experimental y clínico-práctico, como seguidamente veremos. De acuerdo con estos conceptos, las moléculas de los principales constituyentes de nuestro organismo, bajo la actuación de las radiaciones ionizantes, podrán seguir distintos caminos de reacción. Unas verán alterado su equilibrio por radiolesión inmediata o directa, mientras que otras lo serán de un modo indirecto o mediatizado. Esto ya presupone unos elementos intermediarios y sucesivas etapas de reacción. En realidad se establecen, por este camino, complejas cadenas reactivas en las cuales encontramos unos elementos dominantes llamados radicales libres. Para mayor simplicidad expositiva omitimos la consideración de los procesos de excitación; fase intermediaria en el nacimiento de estos radicales libres o bien nuevas y distintas cadenas de reacción ínter o intramoleculares y sucesivas o encadenadas, alternándose los diversos caminos de acción mediatizada. El gran ejemplo de este nuevo con- 216 Id. BADELL - SUHIOL ensayando nosotros los modernos fármacos hipoglicemiantes. * * Hornykiewytsch y col. 16, demuestran que el organismo, ante una irradiación general, se defiende --de manera tanto más manifiesta en Jos animales supervivientes- con una desviación alcalótica de la reacción del medio. La reacción acidótica sería un signo de desfonde por dosis excesiva o, lo que es más importante desde nuestro punto de vista, por déficit del complejo reacciona! defensivo. Concretando los result8dos experimentales, dichos autores establecen las siguientes conclusiones: a) un signo de grave radiolesión o de deficiente capacidad racional por parte del organismo. c) w A continuación planteamos una visión algo más amplia del problema radiobiológico: Ja fisiología y fisiopatología del nrgani~mo al ser inadiado, No podemos dejar de constatar que, en el caso de la irradiación total o parcial del organismo, serán movilizados de una manera secundaria un conjunto de sistemas altamente integrados que pueden, y de hecho así sucede, influenciar la reacción radiobiológica, local o general, interfiriendo la cadena reacciona! que se establece entre la fase inicial -hecho biofísico- y la objetivación reacciona! biológica. Fisiológicamente se acepta que todo insulto local o general es causa de una reacción general inespecífica. A su vez, este mecanismo reacciona!, puede influir sobre los efectos propios del agente agresor. Un factor importante relacionado con la reaccionabilidad general inespecífica, es lo que podríamos etiquetar de terreno; factores constitucionales y los que determinen el estado general condicionado por la afección. Con razón y más aún en el caso de los enfermos neoplásicos, podemos decir con Sendrail que cccada organismo inventa su patología». Veamos lo que ocurre, en ese aspecto de la reaccionabilidad general, cuando irradiamos el organismo. existe una íntima relación cuantitativa y cualitativa entre Ja dosis de radiación y las desviaciones de la reacción del medio. b) La acidosis de aparición precoz, tanto más si es persistente y progresiva, es Vol. // la alcalosis debe ser interpretada como un signo de favorable capacidad reacciona! ante el insulto de Ja energía radiante». Estas desviaciones de Ja reacción del medio adquieren importancia si consideramos el mecanismo de actuación de la mayoría de los elementos enzimáticos y fermentativos que dominan en la intimidad de la mavoría de los procesos de intercambio energéticÓ que se dan en nuestro organismo. La sangre, este gran medio relacionador que, en parte, hace posible la maravillosa armonía orgánica, mediante el «eco» radiobiológico que acabamos de analizar, nos indicará de una manera precoz la trascendencia lesiona! y la eficacia reacciona! defensiva. No podemos menos de observar que debe estudiarse Ja capacidad de reserva reacciona! del orgamsmo, s1 queremos prever convenientemente las consecuencias de la irradiación. Por otra parte, también se han estudiado, como ejemplo de reacción radiobiológica generalizada, las posibles interferencias del proceso de la inmunización pasiva del organismo. Se ha demostrado que: a) En los animales irradiados y posteriormente tratados para su inmunización, la formación de anticuerpos depende de la dosis. b) Iniciada la formación de anticuerpos, la subsiguiente irradiación influye escasamente en la función del S. R. E. c) Empezado el proceso, los organismos irradiados no pierden su capacidad formadora de anticuerpos. En los procesos de inmunización pasiva, en los que es indudable la participación de diversos factores, entre ellos el complejo sistema neuroendocrino, al ser interferidos por la irradiación, aunque poco significativamente, demuestran la influenciación de este complejo reactivo general. La repercusión por iuadiación sobre los tejidos y órganos hematopoyéticos, es evidente que se debe a dos causas; a la acción directa de la radiación y a la reacción general inespecífica. Además, es posible que el fenómeno aún no se nos muestre potenciado por el propio catabolismo celular. El hecho de que se observe un semejante desequilibrio hemático morfológico y bioquímico ante la administración de algunos glicocorticoides, nos explicaría la notable radiosensibilidad de este sector del organismo, como debida a la potenciada reaccionabilidad inespecífica propia. Septiembre 1958 EL PIWBLL\IA C:ANCEllOLÓGlCO CLÍNICO - TERAPÉUTICO Sabemos, de un tiempo a esta parte, que las propias y específicas radiolesiones, aun las más localizadas, pueden influenciarse indirectamente. Por vía experimental se ha demostrado que la fase de latencia de una radiolesión de la mucosa uterina, puede acortarse administrando, antes o después de la irradiación, una determinada dosis de foliculina. En animales machos hipofisoprivos, las radiolesiones por irradiación testicular son extraordinariamente graves; si en estos mismos animales se estimula el complejo celular intersticial del testículo con gonadotrofinas, se evitan en su casi totalidad las radiolesiones histológicas. De cuanto acabamos de exponer se deduce cuán íntimamente relacionadas están en algunos casos la radiomorfopatología y la función o estado funcional del órgano o tejido irradiado. 217 5) Una fase trofotropa persistente posterior a las tres horas, es un signo favorable en relación con el estado de reaccionabilidad. 6) Sólo este método (el EDG) permite reconocer la inmediata y casi simultánea reaccionabilidad neurovegetativa radio biológica». Resumiendo, es evidente que a nivel de la zona irradiada se desencadenan estímulos -específicos en relación con la zona irradiada e inespecíficos generalesque movilizan la total plasticidad reacciona! del organismo, hecho que puede llegar a influenciar decisivamente los efectos y el resultado final de la actuación de las radiaciones ionizantes. * * . 'i No podemos dejar de considerar otra proyección radiobiológica: la de las alteraciones de tipo reaccional que se pueden condicionar. Aquí recogemos el trabajo de Pape y col. 35 Estos autores estudian el electrodermatograma (EDG) bajo la acción de débiles irradiaciones diencefálicas (del orden de 1 y 2 r «in sitm). Siguiendo la nomenclatura de Hess, encuentran una onda reacciona], inicial e inmediata a la irradiación, <le tipo ergotropo, seguida de una onda contraTia trofotropa de una media hora y, finalmente, una nueva onda ergotropa de algunas horas. Estas oscilaciones reaccionales neurovegetativas coinciden con las evoluciones del cuadro leucocitaria y con los estudios de las alteraciones del consumo de oxígeno. En conjunto llegan a las siguientes conclusiones que destacamos porque nos parecen muy interesantes para nuestro propósito: "1) La situación neurovegetativa alterada por la débil irradiación diencefálica es de tipo ondulatorio y demostrable por el EDG. 2) Este método, en cuanto se refiere al tono neurovegetativo, nos puede facilitar un índice de reaccionabilidad general radiobiológica. 3) La reacción EDG es inmediata a la irradiación y dura un tiempo proporcional a la importancia de la energía radiante absorbida (en el diencéfalo). 4) Las reacciones EDG paradójicas -invertidas y heterocíclicas-, en general, coinciden con individuos distónicos. Por otra parte, no podemos olvidar el desequilibrio homeoestático y hemodinámico que determinará la reabsorción de los productos de la autohistolisis tumoral y b sobrecarga funcional hepato-renal, neuroendocrima y cardiorrespiratoria correspondientes. Estas circunstancias las veremos potenciadas en el caso de la irradiación d;:l enfermo neoplásico, de por sí ya sobrecargado y, en los casos de edad avanzada, por la natural disminución de la capacidad de reserva funcional. Loiseleur 19 - 20 - 25 - 29 · 30 ' 31 es el autor que de una manera preferente ha estudiado las modificacicaes humorales en el curso de los estados de histolisis y, a la vez, nos expone magistralmente este aspecto del enfermo neoplásico. Es evidente que toda neoplasia -foco en continua necrosis estéril- condiciona una mayor o menor invasión plasmática de sus productos de lisis. Los productos de la autohistolisis tumoral sólo deben pcrn1ancccr circunstancia1n1ente en el torrente circulatorio; debidamente metabolizados han de eliminarse a través de los emuntorios naturales. Como es lógico suponer, durante esta fase pueden determinarse importantes perturbaciones homeoestáticas y hemodinámicas. 218 M. HADELL - SURIOL En nuestro caso debemos considerar los estados de histolisis condicionados por: a) La misma neoplasia: la autohistolisis crónica cuya importancia dependerá de la naturaleza histológica del tumor, de su velocidad de crecimiento y de su volumen. b) La potenciada histolisis tumoral por el hecho de la irradiación. c) Además, en los casos de avanzada evolución clínica, tendremos un componente histolítico general por discracia metabólica. Aunque el desarrollo fenomenológico es igual en todos los casos de histolisis, se encnentrnn rlifrl'encias de intensidad v raoidez de su desarrollo. En el proceso puede-n dfstinguirse cinco fases: 1) Acidificación; la célula lesionada muestra acidosis. Esta es inmediata a la muerte celular y su signo evidente. El pH intracelular baja hasta un valor de 6. 2) Cloruración; ésta es consecutiva a la acidificación primaria. Por el hecho de Ja acidificación, las proteínas intracelulares manifiestan nuevas propiedades de absorción originándose una hipertonía intracelular. 3) Hiperhidratación intracelular; edema intracelular para el reequilibrio osmótico. 4) Proteolisis; las catepsinas intracelulares, por el hecho del pH fuertemente ácido, entran en acción interesando el conjunto celular y, de una manera especial, a nivel de las estructuras proteicas. La fragmentación proteica determina un nuevo aumento de Ja presión osmótica y, por lo tanto, un suplementario aporte de agua. Entonces sobreviene la rotura de la membrana celular y Ja 5) Polipeptidemia: Estos polipéptidos son de un elevado peso molecular para que puedan ser eliminados directamente por el riñón. El organismo inicia un trabajo lento el cual, en s11 evolucionar, determinará importantes repercusiones cuya trascendencia dependerá, por encima de otros factores, del previo estado general y de Ja reserva funcional de Jos principales órganos que se han de movilizar -hígado, riñón, aparatos cardiovascular y respiratorios, sistema neuroendocrino, etc. Vol. 11 La constancia de la pres10n osmótica del plasma es fundamental. Ante la invasión polipeptídica observamos una hidremia compensadora. Secundariamente vemos una pérdida de aniones -hipoclorhemia con alcalosis-. Este desequilibrio necesariamente repercutirá sobre el estado general. Por otra parte, los mismos polipéptidos, en su normal proceso de degradación, pueden dar lugar al nacimiento de subproductos tóxicos. Además se encuentra una exagerada fosfaturia y manifiesta hipocloruria. En el caso de la autohistolisis cromca, el cuadro clínico suele ser poco significativo. Se encuentra un aumento del N residual en relación con la gravedad -extensión, evolución y malignidad-de ia neopiasia. Paraieiamente se encuentra una hiperaminoacidemia. Por el contrario, por el solo hecho de la polipeptidemia, la uremia se mantiene normal .y aun disminuída, hecho curioso en los neoplásicos y repetidamente señalado por diversos autores. En los casos avanzados se encuentra una hiperclorhemia intraglobular con una hipoclorhemia plasmática. El índice refractométrico es prácticamente normal. La R. A. tiende hacia los límites inferiores de la normalidad y el pH se mantiene en su límite superior. y aún en plena alcalemia. El estudio y control de la fenomenología condicionada por la potenciada histolisis tumoral, al ser irradiada la neoplasia, nos indicará la radiosensibilidad tumoral y la eficacia de nuestra actuación. Como es lógico suponer, la reacción orgánica ante este fenómeno diferirá significativamente de acuerdo con el previo estado general y el estado de reserva funcional. No perdamos de vista que los dos grandes centros endocrinos y su juego conjugado -hipófisis y suprarrenales- serán activamente movilizados. La hipófisis es el motor que conduce al agua y arrastra a los electrolitos y, por el contrario, las suprarrenales conducen los electrolitos arrastrando al agua. Esta encrucijada es solidaria de un conjunto or- S eptiembre 1958 219 EL P HO lll. E \·I A CANC ER O LÓG ICO CLÍ N ICO - TEHAPÉ UTI CO gánico funcional y directriz general, al cual Mosinger llama el « diencéfalo am pliado» , sector del orga nismo que en el caso de los enfermos neoplásicos adquiere una extraordinaria.' importancia . * * * En conjunto descubrimos la necesidad de considerar, en el sentido radiobiológico antineoplásico, aparte de la extrema variabilidad individual y la lucha reacciona! del organismo en su defensa contra la afección , todos aquellos factores radiobiológicos fundamentales antes enumerados, el complejo reacciona! defensivo desencadenado por la irradiación_ y los fenómenos de autohistolisis tumoral y de la potenciada histolisis por irradiación. Es claro y notorio que podemos dirigir, más allá de cuanto venimos haciendo, la actuación de las radiaciones ionizantes, para así poder orientar mejor y más ampliamente nuestra actuación radioterapéutica. E l fa rmacólogo , al dosificar u11 fá rmaco, lo pesa y con sid era su acción farma codin ámica. Nosotros , en lo posible, debemos dosificar la energía radiante de un modo parecido; la dosificación ha de ponderar fískamente la cantidad de energía administrada y · v~\lorar simultáneamente la intimidad de los mecanismos de interacción entre la.s radiaciones y · la zona irradiada y la reaccionabilidad general inespecífica . Además, el .Clínico no olvidará el reconocimiento del . enfermo y su afectación fisiopatológica propia y la condicionada por la irradiación. Por otra parte, el avance de la física y la traducción de este progreso a la técnica nos ha facilitado !a mejor y más exacta dosificación energética y la más óptima orientación técnica para la irra diación - distribución temporal y espacial de la energía radiante-, aspectos sobre los que no creemos necesario extendernos en esta ocasión. BrnuoGRAFÍA l. 2. 3. 4-. S. 6. 7. 8. 9. 10. · 11. ílA r l. ESS E. F. y J. L O ISE LE U IL (.', R . So c . Biol. 128: 629, 1938. BARRO N, E. ·s.· C. J : Gen . Ph ysiol. 32: S3Ci, 1938-39. 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