IUS R e v ist a de l I ns t it ut o de C ie ncia s J u rídica s de Pu e bla n 37 o NUEVA E PO C A I A Ñ O X I e n e r o – j u n i o 2 0 1 6 Revista IUS, del Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla, México. director Carlos Manuel Villabella Armengol coordinador de este número Rubén Martínez Dalmau editor responsable Omar Eduardo Mayorga Gallardo edición: Luis Germán Robles Félix diseño de portada e interiores: Daniela Podestá Siri consejo editorial César Cansino (Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla, México); Diego Valadés Ríos (Instituto de Investigaciones Jurídicas-unam, México); Edgar Corzo Sosa (Instituto de Investigaciones Jurídicas-unam, México); Eduardo Ferrer Mac-Gregor (Instituto de Investigaciones Jurídicas-unam, México); Erick Gómez Tagle López (Academia Mexicana de Criminología); Francisco José Paoli Bolio (Instituto de Investigaciones Jurídicas-unam, México); Héctor Fix-Fierro (Instituto de Investigaciones Jurídicas-unam, México); José Fernández Santillán (Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, México); Julián Germán Molina Carrillo (Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla, México); Miguel Carbonell Sánchez (Instituto de Investigaciones Jurídicas-unam, México); Samuel Schmidt Nedvedovich (El Colegio de Chihuahua, México); Sergio García Ramírez (Instituto de Investigaciones Jurídicas-unam, México); Susana Thalía Pedroza de la Llave (Instituto de Investigaciones Jurídicas unam, México). consejo asesor Allan Brewer-Carías (Universidad Central de Caracas, Venezuela); Andrés Bordalí Salamanca (Universidad Austral, Chile); Aníbal Guzmán Ávalos (Universidad Veracruzana, México); Boris Wilson Arias López (Tribunal Constitucional Plurinacional, Bolivia); David López Jiménez (Universidad de Huelva, España); Jacinto García Flores (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México); Paulino Ernesto Arellanes Jiménez (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México); Leonardo Bernardino Pérez Gallardo (Universidad de la Habana, Cuba); Miguel Presno Linera (Universidad de Oviedo, España); Modesto Saavedra López (Universidad de Granada, España); Patricio Alejandro Maraniello (Universidad de Buenos Aires, Argentina); Pedro Mercado (Universidad de Granada, España); Roberto Gargarella (Universidad Torcuato Di Tella, Argentina); Roberto Viciano Pastor (Universidad de Valencia, España); Rubén Flores Dapkevicius (Universidad Mayor de la República, Uruguay); Rubén Martínez Dalmau (Fundación ceps, España); Vicente Fernández Fernández (Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, México). IUS, Año x, núm. 37, enero–junio 2016, es una publicación semestral editada por el Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla, con domicilio en 3 oriente 1611, Col. Azcarate, Puebla, Pue., C.P. 72501, Tel. 01 (222) 2.34.39.16 / 2.34.54.64, www.icipuebla.com, Editor responsable: Omar Eduardo Mayorga Gallardo, issn: 1870–2147, otorgado por el Instituto Nacional de Derechos de autor. Impresa por Luis Javier Mata Sánchez, privada Tepexco 70, Geovillas Atlixcyotl, Puebla, Pue. México, C.P. 72197, Tel. (222) 1636196. Este número se terminó de imprimir en diciembre de 2015, con un tiraje de 500 ejemplares. Indexada en scielo Citation Index, Redalyc, scielo-México, latindex, Biblat, vlex, Dialnet y Biblioteca Jurídica Virtual (iij unam). Este número tuvo 35% de rechazo en los artículos recibidos. IUS es una publicación semestral. El contenido de los artículos es responsabilidad de los autores y no refleja necesariamente la opinión de los editores. ÍNDICE Editorial | 5 Interpretación de la Constitución y juez constitucional / Interpretation of the constitution and constitutional judge / Francisco Javier Díaz Revorio (España) | 9 Razón y cultura: una crítica a la hermenéutica constitucional moderna desde la interpretación dialógica / Reason and culture: a critique of modern constitutional hermeneutics from dialogic interpretation Claudia Storini (España) | 33 La interpretación constitucional: ¿eclipse del control al poder? / Constitutional interpretation: Eclipse of control to power? Eudoro Echeverri Quintana (Colombia) | 59 La interpretación constitucional: entre legicentrismo, neoconstitucionalismo y constitucionalización / Constitutional interpretation: between legicentrism, neoconstitutionalism, and constitutionalisation Joaquín Acosta Rodríguez (Colombia) | 83 La internacionalización del derecho constitucional en Colombia: una garantía para los procesos de integración. Ejercicio comparado con los países andinos / Internationalization of constitutional law in Colombia: a guarantee for the processes of integration. Exercise compared with andean countries / Eric Tremolada Álvarez (Colombia) | 103 Problemas actuales sobre la interpretación constitucional de los derechos / Current problems with the Constitutional interpretation of rights / Rubén Martínez Dalmau (España) | 129 La construcción argumentativa de la universalidad de los derechos humanos: el diálogo entre culturas / The argumentative construction of the universality of human rights: dialog between cultures / Boris Wilson Arias López (Bolivia) | 153 Participación ciudadana e interpretación de la Constitución. Análisis de la jurisprudencia de la Corte Constitucional colombiana en materia de democracia participativa / Citizen participation and interpretation of the Constitution. Analysis of colombian Constitutional Court’ Jurisprudence in the field of participatory democracy Alfredo Ramírez Nárdiz (Colombia) | 171 Presupuestos teóricos, dogmática jurídica e interpretación constitucional de los derechos de las personas extranjeras en España / Theoretical Assumptions, legal dogma and constitutional interpretation of the rights of foreign people in Spain / Marco Aparicio Wilhelmi (España) | 193 El matrimonio a la luz de la interpretación constitucional en México / Marriage in light of constitutional interpretation in Mexico Arán García Sánchez (México) | 213 Normas de publicación | 237 4 editorial E D I TO R IAL Intepretación constitucional: corrientes y propuestas En una materia como el derecho constitucional, en la cual permanentemente se dan vueltas sobre categorías principales construidas, en muchos casos desde hace siglos, los trabajos sobre interpretación constitucional parecen ser un faro entre una densa oscuridad. El cambio de paradigma que supuso en Europa —Estados Unidos corría por otros derroteros— a principios del siglo, pasado el proceso de transformación del positivismo ideológico y excluyente hacia un positivismo metodológico e incluyente, tuvo como repercusión trascendental el abandono del nominalismo constitucional por la Constitución normativa. El surgimiento de una Constitución no sólo vinculante, sino eje del ordenamiento jurídico, colocó sobre la mesa de trabajo nuevos retos que requerían nuevas soluciones. La interpretación constitucional se introdujo a partir de entonces como una especificidad en el estudio del derecho constitucional en relación con la filosofía del derecho. Su diferenciación de la interpretación legal, sostenida por la mayor parte de la doctrina —aunque no faltan los enfants térribles que la niegan, y con argumentos de peso— se fundamenta en las características particulares de la Constitución como ley, pero con la especialidad que le confiere ser ley suprema. Desde un primer momento se hizo patente la profusión de trabajos desde las más diferentes ópticas, que ocuparon anaqueles completos de las bibliotecas y centenares de páginas en revistas especializadas. Curiosamente, un ámbito que pudiera parecer tan poco dado a disquisiciones como la interpretación constitucional ha motivado importantes debates doctrinales, hasta el punto de que son mínimos los puntos en común que pudiéramos entender como aceptados por la mayoría de los autores. Pocas materias como la interpretación constitucional han provocado directa o indirectamente tan escasos consensos. Recordemos, por ejemplo, el debate sobre los principios entre Fosthoff y Smend durante la República de Weimar, o quizás una de las disputas más conocidas en el marco del derecho constitucional: el debate entre Schmitt y Kelsen sobre quién debe ser el defensor de la Constitución que, aunque está directamente vinculado con el órgano defensor de la Constitución y sus capacidades, no lo está menos respecto a quién debe interpretar la Constitución con carácter vinculante. Ya en el mundo anglosajón, ha tenido una gran transcendencia el debate entre Hart y Dworkin sobre el valor de los principios y las reglas, y el papel del juez en la interpretación y aplicación de la Constitución. 5 editorial Hoy en día los avances en materia de interpretación constitucional están recorriendo otros caminos. Aunque en un primer momento pareciera que esta cuestión resistía a las transformaciones del derecho en el marco de nuevas corrientes, como el feminismo o los estudios culturales, lo cierto es que no ha sido así. Estamos en un momento de pleno recorrido donde el interés sobre la interpretación constitucional ha aumentado y se ha diversificado. Se debe a su intrínseca relación con cuestiones de enorme envergadura en el constitucionalismo de nuestros días: el garantismo, la ponderación de derechos, la problemática sobre la legitimidad democrática de las decisiones tomadas por los intérpretes, el papel de los jueces ordinarios y de los jueces constitucionales, el nuevo constitucionalismo y la voluntad del poder constituyente. Prácticamente cualquier ámbito de interés constitucional actualmente en boga se relaciona de alguna manera con la problemática general de la interpretación constitucional. Con todo, parece que tan diversas posiciones pueden acabar situándose en el siempre recurrente eje formalismo/democracia. Ya no se trata de debatir si la Constitución es o no normativa, sino cómo es normativa y en qué medida puede ser aplicada. Especialmente, si obedece o no a una voluntad popular que determina su carácter democrático. Por esa razón, trabajos como los que se presentan en este número de ius son tan necesarios hoy, cuando estamos ante un nuevo paradigma del constitucionalismo, como lo era en el cambio de paradigma que supuso el constitucionalismo democrático de principios del siglo xx. 6 editorial E D I TO R IAL Constitutional Interpretations: Trends and Proposals On a subject, such as constitutional law, which constantly revolves around the principally constructed categories, in many cases, for centuries the work of constitutional interpretation seems to be a beacon of light in a dense darkness. The paradigm shift that resulted in Europe at the beginning of the century, —the United States ran in the other direction— passed through a process of transformation from the ideological and exclusive positivism to a methodological and inclusive positivism, and had as a transcendental repercussion the abandonment of a nominal Constitution replaced a the a normative Constitution. The emergence of a new Constitution, not only binding, but an axis of the legal system, posed new challenges that required new solutions. Constitutional Interpretation was introduced as a specificity in the study of constitutional law in relation to the philosophy of law. Its differentiation from legal interpretation, supported for the most part by the doctrine —even though the presence of enfants térribles denied it with strong argument— was based on the particular characteristics of the Constitution as law. However, it was with the specialty that supreme law confers. From the outset, the profusion of works from such different points of view became obvious, which have occupied full shelves of libraries and hundreds of pages in specialized law journals. Curiously, an area that might not seem given to digressions, as constitutional interpretation, has motivated important doctrinal debates to the extent that they are the minimal common ground that we understand as accepted by the majority of authors. Few subjects such as constitutional interpretation directly or indirectly have had such little consensus. We need to remember, for instance, the debate over principles between Fosthoff and Smend during the Weimar Republic, or maybe one of the most commonly known disputes under the framework of Constitutional law: the debate between Schmitt and Kelsen on who should be the Constitution’s defender. While linked with the defense and the Constitution’s capabilities, it was no less about who should interpret the Constitution. In the Anglo-Saxon world, the debate between Hart and Dworkin had great significance over the value of principles and rules, and the role of the judge in the interpretation and application of the Constitution. Today’s advances in constitutional interpretation taking other paths. Even though, at first, it seemed that this area resisted the changes of law within the framework of new trends, such as feminism and cultural studies; the fact is that 7 editorial it has not been like this. We are in a moment of rapid change where the interest in constitutional interpretation has increased and diversified. This is due to its intrinsic relation to issues of enormous magnitude in the constitutionalism of our day: guarantism, the balance of rights, the issue about the democratic legitimacy of decisions taken by interpreters, the role of ordinary judges and of constitutional judges, the new constitutionalism, and the will of constituent power. Practically, any area of constitutional interest currently in vogue is related in some way to the general problem of constitutional interpretation. However, it seems that such diverse positions could end upreaching the ever-recurring the formalism/democracy axis. It is no longer about debating if the Constitution is normative or not, but how it is normative and to what extent it can be applied. Especially, if it does or doesn’t obey a popular will that determines its democratic character. Thus, jobs like those presented in this issue of IUS are so necessary today. Especially when we are facing a new paradigm of constitutionalism, as it was in the paradigm shift, that led to the democratic constitutionalism of the early twentieth century. 8 R e v i s ta d e l I n s t i t u t o d e C i e n c i a s J u r í d i c a s d e P u e b l a , M é x i c o . i s s n : 1 8 7 0 - 2 1 4 7. Añ o x , n o . 3 7 e n e r o - j u n i o d e 2 0 16 , pp 9 - 3 1. Interpretación de la Constitución y juez constitucional* Interpretation of the constitution and constitutional judge Francisco Javier Díaz Revorio** resumen abstract La interpretación de la Constitución es una tarea compleja y llena de dificultades, relativas al “cómo” y al “quién”. Se trata de un proceso que comparte algunas características con la interpretación de cualquier otra norma, pero que reviste también notorias peculiaridades. Éstas derivan, en buena medida, de las características de la propia norma constitucional; en especial su generalidad, ambigüedad, politicidad y carácter axiológico, así como de la notable presencia de principios en la norma fundamental. Por ello, sin perjuicio de la aplicabilidad a la Constitución de los criterios o elementos habitualmente utilizados en la interpretación jurídica, se han propuestos diversos métodos específicos para la interpretación constitucional, como la concretización, el método tópico, o la ponderación. Pero todos ellos presentan alguna carencia cuando se les quiere utilizar como un método global y universal de interpretación constitucional. The interpretation of the Constitution is a complex task with difficulties, concerning both the “how” and the “who”. It is a process that shares some characteristics with the interpretation of any other norm, but also has notorious peculiarities. These derive largely from characteristics of constitutional provision; especially its generality, ambiguity, politicity and axiological character; as well as the notable presence of principles in the fundamental rule. Therefore, without prejudice to the applicability of criteria or elements commonly used in legal interpretation to the Constitution, various specific methods for constitutional interpretation have been proposed, such as “concretization”, topical method, or weighting. But they all pose inadequacies, when they are used as global and universal methods of constitutional interpretation. As for the sub- * Recibido: 13 de julio de 2015. Aceptado: 17 de agosto de 2015. ** Catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Castilla-La Mancha, Toledo, España. ([email protected]) 9 Francisco Javier Díaz Revorio En cuanto a los sujetos, se sostiene que, privados o públicos, pueden realizar esa labor, pero están en una posición especial el legislador y el juez; en especial el juez constitucional. El trabajo se centra en el análisis de la posición especial del Tribunal Constitucional o la jurisdicción constitucional específica equivalente como intérprete supremo de la Constitución. En esta condición, sus decisiones tienen un valor especial, vinculante para todos los jueces y tribunales, e incluso en algunos casos poseen efectos erga omnes o derogatorios de las leyes. Eso es lo que da a la jurisprudencia constitucional el valor de una fuente del derecho, y al Tribunal Constitucional, una posición de poder de gran relevancia, en la cual puede enfrentar a los otros intérpretes constitucionales. En su condición de delegado del poder constituyente, su poder es grande, aunque sobre el mismo, todo sistema ha de establecer algunos controles. jects, it is argued that all subjects, private or public, can perform this work, but legislators and judges are in a special position; especially the constitutional judge. This work focuses in the analysis the special position of the Constitutional Court (or the specific constitutional jurisdiction equivalent) as the supreme interpreter of the Constitution. In this condition, its decisions have a special value, binding for all judges and courts, and even in some cases have “erga omnes” effects or derogatory laws. This is what gives constitutional jurisprudence the value of a source of law, and to the Constitutional Court a powerful position of great relevance; in that it can confront other constitutional interpreters. In its capacity as the delegate of constituent power, its power is great, although some controls over the whole system have to be established. palabras clave: Constitución, Tribunal key words: Constitution, constitutional Law, Constitucional, Justicia Constitucional, jurisdicción constitucional, interpretación constitucional, Poder Judicial, juez constitucional. constitutional interpretation, Constitutional Court, constitutional judge, Judicial Power, constitutional justice, constitutional jurisdiction. 10 sumario 1. Planteamiento 2. Interpretación jurídica e interpretación constitucional 3. A la búsqueda de un método para la interpretación constitucional 4. Los intérpretes de la Constitución 5. El Tribunal Constitucional y la interpretación de la Constitución 6. El valor de la jurisprudencia constitucional I n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n y j u e z c o n s t i t u c i o n a l 1. Planteamiento La interpretación de la Constitución, así como la interpretación constitucional de la ley, representa uno de los problemas más complejos, pero también más acuciantes, de la teoría y la práctica constitucionales. La Constitución es la norma suprema de una comunidad; buena parte de sus preceptos se caracterizan por su generalidad y ambigüedad, por lo cual las cuestiones del cómo y el quién ha de asumir la labor de interpretación adquieren una relevancia fundamental. En esta época, las casi eternas cuestiones que se plantean, lejos de ir solventándose, permanecen abiertas, lo cual representa un reto permanente y puede llegar a resultar dramático. En lo relativo al cómo, parece cada vez más evidente que la labor de interpretación constitucional adquiere unos perfiles netamente específicos, que conllevan la necesidad de buscar un método también propio. Pero también es preciso determinar en qué medida ese método debe mantener, prescindir o adaptar los métodos y elementos usados habitualmente en la interpretación de la ley. En cualquier caso, creo que los diversos intentos de establecer un método específico para la interpretación constitucional plantean diversas limitaciones y carencias. Así, contemplan la norma fundamental y su aplicación desde perspectivas parciales o unidimensionales, aunque probablemente la ponderación pasa a ser, entre los diversos métodos utilizados, el que más éxito ha llegado a tener. Por otro lado, la cuestión relativa al quién se desglosa en dos aspectos. En primer lugar, quién puede o debe interpretar la Constitución; en segundo término, quién tiene la última palabra en materia de interpretación constitucional. La primera requiere, a mi juicio, una respuesta lo más abierta posible. La segunda encierra un reto permanente y siempre pendiente de una respuesta justificada en términos de legitimidad. En efecto, cuando se atribuye el carácter de intérprete supremo de la Constitución al Tribunal Constitucional, se está planteando la cuestión de su legitimidad frente al juez, en lo relativo a la interpretación constitucional de la ley, sobre todo frente al legislador democrático. La cuestión de quién tiene la última palabra en la interpretación de la Constitución es, en el fondo, una cuestión de poder y de legitimidad. Quien asuma esa posición tiende a situarse en el mismo nivel del poder constituyente, del cual, en cierto modo, actúa como “delegado”. De ahí la importancia de fijar los límites de la función suprema de interpretación de la Constitución. Resulta imposible un análisis que resuelva tan trascendentales retos; sin embargo, intentaré aportar alguna reflexión que ayude a establecer las pautas para el ejercicio de esa labor. Mantendré una perspectiva neutral y tan científica como sea posible, aunque desde una óptica personal. 11 Francisco Javier Díaz Revorio 2. Interpretación jurídica e interpretación constitucional 12 El punto de partida será precisar en qué medida la interpretación de la Constitución es una labor diferente a la interpretación jurídica en general. En tal caso, si es necesaria, y posible, la aplicación de un método específico. La Constitución es normalmente un texto escrito, y como tal, está compuesta de un conjunto de oraciones formadas por palabras que expresan algo. Cualquier lector que se acerque al texto constitucional tratará de extraer el sentido y significado que se expresa en esas palabras. Como todo texto, la Constitución es susceptible de interpretación. Siguiendo a Zagrebelsky, podemos entender interpretación como “el proceso intelectivo a través del cual, partiendo de las fórmulas lingüísticas que forman un enunciado, se llega a un contenido, es decir, se pasa de los significantes a los significados”.1 Si bien el término interpretación puede referirse tanto a este proceso como al resultado del mismo. La Constitución es un texto jurídico; su interpretación participa por ello de las características propias de la interpretación del derecho. Desde luego, la interpretación jurídica comparte con cualquier proceso interpretativo la finalidad de descifrar el significado de textos lingüísticos, pero los textos jurídicos contienen normas. Así, el significado que se trata de extraer del enunciado lingüístico es una norma jurídica, entendida como “mandato o prohibición dirigido a poderes públicos o a ciudadanos, y cuyo incumplimiento es objeto de una respuesta mediante una sanción jurídica”.2 Esta especificidad de la interpretación jurídica no sólo afecta al objeto de la misma, sino que también condiciona el propio proceso interpretativo. En la interpretación jurídica el significante es la disposición, y el significado es la norma. De esta forma, resulta esencial la distinción, apuntada entre otros por Guastini,3 entre disposición, entendida como cualquier enunciado que forma parte de un documento normativo del discurso de las fuentes, y norma, es decir, cualquier enunciado que constituya el sentido o significado adscrito a una o varias disposiciones o fragmentos de ellas. Interpretar un texto jurídico es, por tanto, atribuirle un sentido o significado normativo, hallar o descifrar la norma que deriva del mismo. No hay norma Zagrebelsky, Gustavo. “La Corte constitucional y la interpretación de la Constitución”, en Antonio López Pina (Ed.), División de poderes e interpretación, Tecnos, Madrid, 1987, p. 161. 2 Naturalmente, es posible encontrar en los textos legales o constitucionales preceptos aislados que aparentemente no responden a este esquema de mandato o prohibición con respuesta jurídica, pero normalmente esta respuesta viene dada por la pertenencia de los propios preceptos al ordenamiento jurídico. Por ello, el carácter jurídico de la norma deriva de la pertenencia a este ordenamiento considerado como sistema de reglas, normas e instituciones jurídicamente sancionadas. 3 Guastini, Riccardo. Le fonte del diritto e l´interpretazione, Giuffrè, Milán, 1993, p. 118. 1 I n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n y j u e z c o n s t i t u c i o n a l sin previa actividad interpretativa, ni disposición para referirse al resultado del proceso interpretativo. Desde la perspectiva de este proceso, las disposiciones constituyen su objeto, y las normas su resultado. En las líneas anteriores he utilizado términos como atribuir y hallar. Sin embargo, cada uno de ellos refleja una concepción diferente del proceso interpretativo. Entre otros, Wrobleski señala una de las más relevantes cuestiones relativas al proceso de interpretación jurídica: si es que viene encaminado a descubrir la norma preexistente, derivada del enunciado normativo, o si trata de atribuir a dicho enunciado un significado normativo.4 Se trata de saber si el proceso interpretativo es o no creativo. La cuestión reviste una gran complejidad, pero cabe apuntar que, salvo en los inusuales casos donde el sentido del precepto jurídico aparece como único, en todo proceso interpretativo hay una cierta labor creadora, que implicará creación de nuevo Derecho, en la medida en que el propio ordenamiento atribuya al intérprete la potestad de adoptar decisiones vinculantes para terceros. Así sucede en el caso de que dicha interpretación venga realizada por los tribunales, o al menos por aquellos que se sitúan en la cúspide del sistema judicial. Hay quien afirma que, en sentido estricto, sólo existe interpretación cuando hay realmente duda en el sentido que ha de atribuírsele a un enunciado normativo, según el clásico aforismo in claris non fit interpretatio. Estos casos “claros” son en la práctica una minoría; hay una evidente dificultad para distinguirlos de los que no lo son. En la mayoría de ocasiones, la labor interpretativa conlleva cierta creación, ya que del enunciado legal no siempre se deduce de forma indubitada un único contenido normativo o una única respuesta a un caso concreto. Por todo ello, cabe utilizar el término interpretación en un sentido amplio al incluir también los casos “claros”, o en el sentido estricto, referido sólo a los supuestos dudosos. La Constitución es una norma peculiar desde varios puntos de vista por su rango, contenido y finalidad. Estas peculiaridades afectan su método de interpretación, el cual, en palabras de Canosa Usera, ha de plegarse a su objeto.5 La cuestión de si estas especialidades vienen a configurar un proceso cualitativamente distinto, o sólo una diferencia de grado respecto al método de interpretación jurídica en general, es difícil de responder categóricamente. Conviene precisar, en todo caso, que los elementos y criterios propios de la interpretación jurídica son aplicables a la interpretación constitucional, si bien con algunos matices. No obstante, resultan insuficientes y deben ser Wrobleski, Jerzy. Constitución y teoría general de la interpretación jurídica, Cuadernos Civitas, Madrid, 1985, p. 17. Canosa Usera, Raúl. Interpretación constitucional y fórmula política, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1988. 4 5 13 Francisco Javier Díaz Revorio 14 completados con otros criterios propios. Por ello estimo que la interpretación constitucional presenta diferencias muy apreciables con el resto de la interpretación jurídica, aun partiendo de su misma base y participando de sus elementos. Se trata de un proceso con acusadas especialidades, pero no de un proceso esencialmente distinto. Sin embargo, más que la ubicación de este proceso en una u otra categoría, es importante la precisión de cuáles son esas especialidades que afectan al objeto de la interpretación, el método de la misma y los sujetos que tienen encomendada esta labor. En primer lugar, hay que destacar las notas peculiares que caracterizan al texto constitucional, ya que en buena medida las especialidades de la interpretación constitucional derivan de su objeto. Como ha enfatizado por ejemplo Pérez Royo,6 la Constitución posee una estructura normativa diferente a la ley; a diferencia de ésta, la Constitución es una norma única, que no es expresión de regularidad en los comportamientos sociales. Además, su estructura no supone habitualmente la tipificación de una conducta para anudarle determinadas consecuencias jurídicas. En general, la Constitución es el cauce, el marco, el límite a la actuación de particulares y poderes públicos; en especial del legislador. Sin embargo, tampoco esta idea puede afirmarse de forma categórica, pues también la Constitución contiene mandatos de actuación positiva para los poderes públicos. De este modo, estos poderes públicos, en primer término el Poder Legislativo, actuar con el límite de la Constitución, aunque en ciertos casos también deberán desarrollarla. La auténtica especialidad de la interpretación constitucional consiste en que “los mandatos constitucionales son susceptibles de desarrollo infinito, tanto por el juez como por el legislador, y ambos pueden llegar a soluciones divergentes”.7 Con todo, todavía es posible, y aun necesario, deslindar la posición de uno y otro en relación con la Constitución. Ahora interesa destacar algunos de los elementos esenciales en los que se traduce la especial estructura normativa de la norma fundamental como objeto de la interpretación constitucional. En primer lugar, puede destacarse el carácter abierto de muchos de sus preceptos, los cuales suelen reflejar cierta ambigüedad. En ocasiones, esta ambigüedad se busca intencionalmente; a veces, los preceptos constitucionales son “fórmulas de compromiso que son precisamente expresión de la falta de acuerdo y que postergan la decisión”.8 Pérez Royo, Javier. Curso de Derecho Constitucional, Marcial Pons, Madrid, 2000, p. 135. Alonso García, Enrique. La interpretación de la Constitución, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1984, p. 26. 8 Böckenförde, Ernst Wolfgang. “Los métodos de interpretación constitucional. Inventario y crítica” (1976), en Escritos 6 7 I n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n y j u e z c o n s t i t u c i o n a l Pero el empleo de cláusulas generales y declaraciones de principio es otras veces consustancial a la naturaleza de los conceptos, ideas y valores que acoge la norma fundamental. Desde luego, el empleo de fórmulas abiertas no es una nota exclusiva del texto constitucional, ya que existen conceptos jurídicos indeterminados en todos los sectores del ordenamiento; pero la frecuencia de estos conceptos en la norma constitucional es más acusada que en cualquier otra norma jurídica. Una segunda nota relevante de la norma constitucional es la politicidad, entendida como la conexión con los diversos sujetos, grupos y órganos que manifiestan y expresan el poder del Estado, y que están presentes tanto en la elaboración de la Constitución como en su desarrollo e interpretación. La realización de la norma fundamental, llevada a cabo por el legislador o el Gobierno, posee un componente político incuestionable. De este modo, la interpretación constitucional decide sobre problemas políticamente relevantes en mayor medida que en la interpretación de otras normas jurídicas. Desde luego, el intérprete judicial de la Constitución, en particular el Tribunal Constitucional, debe decidir las controversias constitucionales con criterios jurídicos, aunque también debe ser consciente de las consecuencias políticas de sus decisiones. Por tanto, este carácter político tiende a expandirse al método y al intérprete. Aunque, como afirma Leibholz,9 el Tribunal Constitucional resuelve “conflictos jurídicos sobre materia política”, porque el carácter político de un acto no impide el conocimiento jurídico del mismo.10 Este es, sin duda, uno de los retos fundamentales del intérprete constitucional: dar una respuesta jurídica a un problema político. Es un reto inmenso, pero en cuya superación debería seguir confiando todo jurista. Entre otras características de la norma constitucional, está el carácter axiológico, ya que el texto fundamental contiene valores y principios generales, tales como libertad, igualdad, justicia, dignidad, Estado social y democrático de derecho. Éstos suponen límites, mandatos y fines que el poder constituyente impone a los poderes públicos. No cabe aquí extenderse en la distinción entre valores y principios,11 pero la Constitución tiene en general una textura principal. En la misma, predominan los principios, entendidos en sentido amplio (incluyendo valores), sobre las reglas. sobre Derechos Fundamentales, Nomos Verlagsgesellschaft, Baden-Baden, 1993, p. 17. 9 Leibholz, Gerhard. “El Tribunal Constitucional de la rfa y el problema de apreciación judicial de la política”, en Gerhard Leibholz, Problemas fundamentales de la Democracia moderna, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1971, p. 149. 10 Bachof, Otto. Jueces y Constitución, Civitas, Madrid, 1989, p. 61. 11 Sobre este punto, Díaz Revorio, Francisco Javier. Valores superiores e interpretación constitucional, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1997, p. 97. 15 Francisco Javier Díaz Revorio Esta característica está vinculada con las dos anteriores y, en alguna medida, es causa de las mismas. Así, condiciona el método de la interpretación constitucional, planteando dificultades interpretativas. En relación con la interpretación, estos contenidos axiológicos juegan un doble papel. Por un lado, son ellos mismos objeto de la interpretación de los diversos poderes públicos, quienes deben tener en cuenta su carácter general y abierto, así como su contenido o significado ineludible. Por otro lado, estos valores y principios son también elemento o instrumento para la interpretación del resto de la norma constitucional y del ordenamiento jurídico en su conjunto. Desde esta perspectiva, presiden todo criterio o método interpretativo y dotan al sistema jurídico de unidad y coherencia. Todas las particularidades del objeto condicionan el método de la interpretación y la posición de los distintos intérpretes. En efecto, el legislador es el primer sujeto cualificado para precisar el contenido de estas cláusulas abiertas, desarrollarlas y completar su significado. Mientras, el Tribunal Constitucional debe señalar, en principio, cuándo el Poder Legislativo traspasa los límites del texto constitucional en su interpretación o desarrollo. Esta circunstancia debe presentarse en el método de la interpretación constitucional, pero no debe entenderse ésta de forma absoluta. La Constitución contiene también preceptos más precisos, así como mandatos de actuación que poseen cierto grado de concreción. Ciertamente, caben diversas lecturas de la Constitución, y el legislador es el primer sujeto legitimado para optar por una u otra. Pero no cabe cualquier lectura de la norma fundamental, pues estas notas no implican ausencia de contenido normativo o de carácter vinculante en ella. 3. A la búsqueda de un método para la interpretación constitucional 16 Como he señalado, las peculiaridades del objeto de la interpretación constitucional penetran de forma inevitable en el método de la misma. Ello no significa que en la interpretación constitucional no sean útiles los elementos o argumentos tradicionalmente empleados en la interpretación jurídica. De hecho, son habitualmente utilizados por los tribunales constitucionales y por los tribunales ordinarios en su interpretación de la Constitución. Aunque presentan sus propias peculiaridades cuando se utilizan para interpretar la norma fundamental. De esta manera, no actúan de idéntica forma a como lo hacen generalmente en la interpretación de normas infraconstitucionales. Pero, por otro lado, se muestran insuficientes en esta labor, de manera que han de ser completados con otros criterios o elementos propios de la interpretación constitucional. I n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n y j u e z c o n s t i t u c i o n a l La cuestión es si la conjunción de estos diversos criterios y elementos (los comunes y los específicos) configura realmente un método de la interpretación constitucional, o si éste debe estar regido por una característica y un modo de actuar único. Antes de aproximarme a este punto, conviene que nos detengamos en cada uno de los criterios tradicionales, en su aplicación a la interpretación constitucional. Como es sabido, estos criterios o reglas fueron formulados por Savigny12 y suelen recogerse, con alguna modificación, en la mayoría de los códigos civiles. Criterio gramatical. Se basa en el sentido propio de las palabras. Esto es, en la dicción literal del texto. Es un imprescindible punto de partida en toda interpretación jurídica, por tanto, también en la interpretación constitucional. En aquellos supuestos en que la dicción literal es clara y terminante, la interpretación gramatical es el método más fiable. Así, por ejemplo, el propio Tribunal Constitucional español ha afirmado que “una interpretación que conduzca a un resultado distinto de la literalidad del texto [sólo puede pensarse] cuando existe ambigüedad o cuando la ambigüedad puede derivar de conexión o coherencia sistemática entre preceptos constitucionales”.13 Sin embargo, y tomando en cuenta la frecuencia de términos generales y ambiguos en la redacción de la Constitución, el criterio literal o gramatical se muestra manifiestamente insuficiente en esta labor interpretativa, y sólo en contados casos puede resultar decisivo. Criterio sistemático. Este elemento posee una gran importancia en la interpretación constitucional. Entendido en sentido amplio, engloba tres argumentos. El argumento a coherentia, según el cual los enunciados legales han de interpretarse tomando en cuenta que no pueden expresar normas incompatibles. El argumento sedes materiae, por el cual se atribuye un significado normativo a un precepto dudoso tomando en cuenta el lugar que ocupa el texto normativo del que forma parte. Por último, el argumento sistemático en sentido estricto, que atribuye un significado normativo a un enunciado tomando en cuenta otros preceptos o normas. Esto es, al contexto jurídico al que se refiere, por ejemplo, el artículo 3.1 del Código Civil español. Todos ellos presentan notable utilidad a la hora de interpretar la Constitución y son utilizados reiteradamente por los tribunales constitucionales.14 12 Savigny, Friedrich Karl Von. Sistema de Derecho romano actual, vol. 2, [en línea] Sirio. [Citado: 27. Febrero. 2016]. Disponible en: http://sirio.ua.es/libros/BDerecho/Sistema_derecho_romano_actual_1_y_2/index.htm 13 stc 72/1984, de 14 de junio, f. j. 6. 14 Siguiendo por ejemplo al Tribunal Constitucional español, a título de simple muestra, cabe señalar que ha utilizado el argumento a coherentia para interpretar la prerrogativa de la inmunidad parlamentaria de forma coherente y no contradictoria con los valores igualdad y justicia y el derecho a la tutela judicial efectiva (por ejemplo, sstc 90/1985, de 22 de julio, o 206/1992, de 27 de noviembre, f. j. 3, sentencias que, al tiempo, realizan una interpretación finalista 17 Francisco Javier Díaz Revorio Los antecedentes históricos y legislativos. En el caso de la norma fundamental, nos referimos a los precedentes constitucionales y los debates parlamentarios que dieron origen a su aprobación. Este elemento también ha sido utilizado por el Tribunal Constitucional (por ejemplo, sstc 27/1.981, de 20 de julio, f. j. 2; 67/1.983, de 22 de julio, f. j. 3; 53/1.985, de 11 de abril), pero su importancia es relativa. Más bien, debe entenderse como un argumento de apoyo a otros, que rara vez resultará decisivo si se utiliza de forma aislada y, desde luego, no parece que pueda prevalecer sobre los restantes cuando estos apuntan a otra interpretación. El propio Tribunal Constitucional español ha afirmado que los debates parlamentarios “son un importante elemento de interpretación, aunque no la determinen”.15 Interpretación teleológica. Es la que busca el significado de un precepto de acuerdo con su finalidad. Posee también relevancia a la hora de interpretar el texto constitucional. Sin perjuicio de que cada precepto constitucional puede tener su finalidad, hay un sistema constitucional de valores y principios que determinan los fines de la Constitución y del resto del ordenamiento. El Tribunal Constitucional español, siguiendo en este punto las pautas previamente apuntadas por el alemán, ha afirmado que el sistema constitucional de valores impone una interpretación finalista de la Constitución.16 Alguno de los criterios más utilizados en la interpretación constitucional, como el de interpretación más favorable al ejercicio de derechos fundamentales, posee un fundamento teleológico, pues implica la interpretación de las normas, acorde con la finalidad derivada de los preceptos constitucionales que recogen estos derechos fundamentales, valores y fines esenciales del sistema constitucional. En definitiva, este criterio influye o condiciona a casi todos los demás, en un 18 de la prerrogativa), ha destacado la relevancia y significación de los valores incorporados a los artículos 10 y 15 de la Constitución, basándose en su propia colocación en el texto constitucional, al inicio del título I y de la sección 1ª del capítulo II del mismo (stc 53/1985, de 11 de abril, f. j. 3). En general, ha afirmado reiteradamente que debe realizarse una interpretación sistemática de la Constitución, ya que la misma “es un todo en el que cada precepto adquiere su pleno valor y sentido en función del conjunto” (sstc 101/1983, de 18 de noviembre, f. j. 3; 67/1.984, de 7 de junio, f. j. 2, entre otras). De ahí la relación entre el argumento sistemático y el principio de unidad de la Constitución. Pero debe además destacarse la especial trascendencia que posee el argumento sistemático, no ya en la interpretación del propio texto constitucional, sino también en la interpretación de la ley y del resto del ordenamiento. Éste debe interpretarse, siempre que sea posible, de conformidad con la norma fundamental, cúspide del ordenamiento y que impone así una interpretación coherente del mismo, dotando de cierta unidad a toda la interpretación jurídica. El Tribunal Constitucional ha reiterado esta necesidad, en tanto sea posible, de interpretar el ordenamiento de conformidad a la Constitución (entre otras muchas, sstc 19/1982, de 5 de mayo, f. j. 7; 75/1982, de 13 de diciembre, f. j. 2; 122/1983, de 16 de diciembre, f. j. 1, 5, 6 y 7; 93/1.984, de 16 de octubre, f. j. 5; 105/1987, de 22 de junio, f. j. 2). Sobre éste y otros argumentos utilizados por el Tribunal Constitucional español, es de gran interés el trabajo de Ezquiaga Ganuzas, Francisco Javier. La argumentación en la justicia constitucional española, ivap, Oñati, 1987 pp. 93. 15 stc 5/1981, de 13 de febrero, f. j. 9, y otras posteriores. 16 stc 18/1981, de 8 de de junio, f. j. 2. I n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n y j u e z c o n s t i t u c i o n a l sistema constitucional que sitúa a determinados valores como fines esenciales de todo el ordenamiento. Por ello, apuntábamos que los métodos tradicionales poseen sus propias peculiaridades cuando se utilizan en la interpretación constitucional. En todo caso, este criterio plantea también algunos problemas. En ocasiones, es preciso determinar previamente el significado de esos grandes valores y principios que actúan como fines de la Constitución y del ordenamiento. En cierto sentido, determinar el espíritu y finalidad de una norma es muchas veces un objetivo de la interpretación, más que un instrumento o criterio para la misma. La “interpretación evolutiva”. Aparte de estos criterios, argumentos o elementos tradicionales (y de otros que podrían señalarse, como la analogía, el argumento a contrario o a fortiori, o el argumento de reducción al absurdo), hay que referirse también a la utilización del llamado criterio evolutivo. El Código Civil español se refiere en su artículo 3.1 a la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas las normas. Pero este elemento posee mayor trascendencia en la interpretación constitucional, dado que la Constitución ha de tener una especial pretensión de permanencia y estabilidad. De este modo, resulta la norma fundamental y suprema de un sistema político y social llamada a perdurar en el tiempo. Esta permanencia no sería posible si la interpretación de la misma no se realizase tomando en cuenta la realidad social a la que ha de aplicarse. Por ello, se ha destacado la importancia de una interpretación evolutiva del texto normativo supremo, que lo vaya adecuando a las cambiantes circunstancias sociales, políticas, económicas, sin llegar a tergiversar o ignorar el significado literal de sus preceptos. De hecho, esa interpretación evolutiva, junto con otros factores, permite entender la larga pervivencia de algunos textos constitucionales, como el de Estados Unidos.17 El Tribunal Constitucional español ha enfatizado la importancia de este criterio. Asimismo, sigue la idea de la Corte Suprema de Canadá sobre la Constitución como “árbol vivo” y reclama una lectura evolutiva de la Constitución. Esto con base en la noción de cultura jurídica, la cual: 17 no se construye sólo desde la interpretación literal, sistemática u originalista de los textos jurídicos, sino que también contribuyen a su configuración la observación de la realidad social jurídicamente relevante, sin que esto signifique otorgar fuerza normativa directa a lo fáctico, las opiniones de la doctrina jurídica y de los órganos consultivos previstos en el propio ordenamiento, el derecho comparado que se da Wolfe, Christopher. La transformación de la interpretación constitucional, Civitas, Madrid, 1986. 19 Francisco Javier Díaz Revorio en un entorno socio-cultural próximo y, en materia de la construcción de la cultura jurídica de los derechos, la actividad internacional de los Estados manifestada en los tratados internacionales, en la jurisprudencia de los órganos internacionales que los interpretan, y en las opiniones y dictámenes elaboradas por los órganos competentes del sistema de Naciones Unidas, así como por otros organismos internacionales de reconocida posición.18 20 Pero, aun reconociendo la utilidad, incluso la necesidad, de todos los elementos analizados a la hora de interpretar la Constitución, éstos no permiten, por sí mismos, realizar planamente la labor interpretativa de todos los preceptos constitucionales. Se trata de elementos necesarios, pero no suficientes. Además, estos elementos no configuran un método propio de la interpretación constitucional, ni responden si el método es necesario. Por ello, algunos autores, destacando las peculiaridades de la interpretación constitucional, han propuesto métodos específicos para esta labor. Los más relevantes se presentan a continuación. En esta línea, cabe destacar a Hesse,19 quien propone un método basado en la concretización. Implica precomprensión de la norma y del problema. El proceso consistente en una actuación tópica, orientada y limitada por la norma. Mediante esta actuación y la inventio, se encuentran puntos de vista que se someterán a opiniones, a favor y en contra, para fundamentar la decisión. En este proceso, juegan un papel importante los métodos tradicionales y los principios propios de interpretación constitucional. Bóckenförde,20 por su parte, tras realizar una crítica de otros métodos propuestos para la interpretación constitucional, señala que los mismos conducen a la degradación de la normatividad de la Constitución y su equiparación a la ley. Afirma que el método de interpretación de la Constitución ha de vincularse a la teoría de la Constitución que se defienda. Pero, en todo caso, debe partir de la característica esencial de entender la Constitución como un ordenamiento marco, que fija límites y determina directrices. También puede destacarse el denominado método tópico, con origen en la doctrina alemana, y que entre nosotros ha defendido y explicado Pérez Royo.21 Este método parte de la especial estructura normativa de la Constitución y las peculiaridades de su relación con la ley. Ésta no es equiparable a la relación 198/2012, de 6 de noviembre, f. j. 9. Hesse, Konrad. “La interpretación constitucional”, en Escritos de Derecho constitucional, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1992, p. 35. 20 Böckenförde, Ernst Wolfgang. “Los métodos…”, op. cit. 21 Pérez Royo, Javier. Curso…, op. cit., pág. 146. 18 19 stc I n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n y j u e z c o n s t i t u c i o n a l entre otras fuentes de distinto rango. Desde esta perspectiva, la Constitución no determina el contenido de la ley ni la actuación del legislador, sino que fija sólo los límites de tal actuación. Ello debe tener reflejo en el método de interpretación; debe invertirse en relación con el método jurídico ordinario, partiendo del problema y de la respuesta que el mismo recibe del legislador. Desde ahí, hay que comprobar si dicha respuesta ha excedido o no los límites constitucionales. De alguna forma, el método no empieza por la Constitución, sino que concluye en ella. La interpretación constitucional es así una interpretación de límites, y el método se caracteriza por la imprecisión, que trata de paliarse con la ayuda de criterios interpretativos específicos. Todas estas propuestas tienen el acierto de poner de relieve la especificidad de la Constitución, que además de ser la norma suprema de un ordenamiento, por su especial rigidez y textura, no puede pretender establecer una regulación acabada y global. Tampoco puede cerrar las legítimas opciones del legislador democrático, o del poder de reforma como poder constituyente constituido. De esta manera, la norma fundamental ha de configurar un orden siempre abierto,22 tanto en su desarrollo como en su revisión. La Constitución se configura así como un marco, cuya función es establecer límites y mandatos más o menos genéricos, más que establecer pautas concretas que los poderes constituidos deban limitarse a ejecutar. Son notorias las consecuencias de esta idea en la interpretación de la Constitución, por lo cual cabe afirmar que esta labor no puede realizarse sin más con los métodos de la interpretación jurídica en general. Con todo, en las últimas décadas, el método de interpretación que más éxito parece haber tenido en la interpretación de la Constitución es el de la ponderación. No es posible en este espacio profundizar sobre el significado de este método, pero cabe apuntar los siguientes parámetros: 1) la ponderación sería un método para resolver los conflictos entre derechos, partiendo de la consideración de que los derechos son en realidad principios y no reglas, en la clasificación de Alexy;23 2) Los principios no se aplican según el criterio “o todo, o nada”, sino que permiten una gradualidad en su aplicación. De este modo, los conflictos entre derechos no se resuelven jerarquizándolos o sacrificando al que quede en posición inferior o supeditada, sino estableciendo fórmulas que permitan la maximización de ambos derechos y la minimización de sus límites, precisamente en una labor de ponderación; 3) La labor de ponderación no sólo la llevan a cabo los jueces, sino también, y en primera instancia, el Al respecto, Díaz Revorio, Francisco Javier. La Constitución como orden abierto, McGraw Hill, Madrid, 1997. Alexy, Robert. Teoría de los derechos fundamentales, traducción de Carlos Bernal Pulido, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2ª edición, 2007. Véase también el importante y más reciente artículo de Alexy, Robert. “La dignidad humana y el juicio de proporcionalidad”, en Parlamento y Constitución. Anuario, No. 16, 2014, p. 9. 22 23 21 Francisco Javier Díaz Revorio 22 legislador. Al aprobar leyes, éste debe, expresa o implícitamente, considerar el peso de los principios en juego que pueden entrar en contradicción, si bien en esta labor el legislador tiene un amplio margen. Su labor será lícita siempre que no vulnere o desconozca ninguno de dichos principios; 4) La labor del juez constitucional, valorar la obra del legislador, consiste en comprobar si la ponderación es acorde con los principios constitucionales en juego, de tal manera que el sacrificio que cada uno de ellos pueda sufrir no resulte, en las circunstancias del caso, desproporcionado. Es aquí donde aparece un nuevo criterio de gran relevancia, relacionado, pero diferente a la ponderación que acabamos de describir sucintamente. Se trata del principio de proporcionalidad. En síntesis, es un criterio que permite determinar si la restricción de un derecho-principio determinado es o no legítima. Es decir, cuando una afectación a un derecho se convierte en una vulneración del mismo. Para que esa restricción, normalmente como consecuencia de la intervención legislativa, sea legítima, ha de superar un triple test, que consiste en la idoneidad, necesidad y proporcionalidad de la medida24 (aunque en otros casos se utilizan otros términos como finalidad, congruencia y proporcionalidad). Además, los distintos tribunales utilizan a veces un mayor o menor nivel de intensidad en las exigencias de este test de proporcionalidad, llegándose a hablar de “test estándar”, o de “escrutinio más estricto” según los casos. En todo caso, se aprecia así que la proporcionalidad puede enmarcarse en un método de ponderación, pero hay claras diferencias entre ambas. La ponderación sirve para resolver conflictos entre principios constitucionales y sería un método o criterio; la proporcionalidad sirve más bien para valorar la constitucionalidad de leyes, normas o actos infraconstitucionales, en la medida en que afectan a derechos-principios constitucionales. El primer elemento del test (la finalidad o idoneidad) permite en ocasiones situar a otros derechos, bienes o principios constitucionales como elementos justificadores de la norma o medida restrictiva de un derecho y lo hace aproximando el planteamiento al del conflicto entre principios. No obstante, permanece la diferencia de que el principio de proporcionalidad actúa en el plano de la valoración constitucional de normas; mientras la ponderación se utiliza en el ámbito de los conflictos entre principios constitucionales. En todo caso, el éxito de la ponderación como método interpretativo nos podría llevar a plantearnos si es este el método propio y específico de la interpretación constitucional. En realidad, se trata de un criterio para resolver 24 Véase Bernal Pulido, Carlos. El principio de proporcionalidad y los derechos fundamentales, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2007, p. 692; y González Beilfuss, Markus. El principio de proporcionalidad en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, Thomson-Aranzadi, Cizur Menor, 2003. I n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n y j u e z c o n s t i t u c i o n a l conflictos entre principios, y no preceptos constitucionales en todo caso, ni la norma constitucional como un todo. Si en la Constitución predominan los principios más o menos generales, ni toda norma constitucional es un principio, ni todos los principios están en la Constitución, ni la interpretación de los principios se reduce al problema de los conflictos entre ellos. Cuando introducimos además la cuestión del rango, como en el caso de conflictos entre principios constitucionales e infraconstitucionales, la ponderación no resulta ya el único criterio para resolver el conflicto. No siempre estarán excluidos otros aspectos (como un criterio de especialidad o los argumentos interpretativos ya analizados) al utilizar la ponderación. Por lo demás, a pesar del indiscutible éxito de la ponderación, también se han señalado en ocasiones sus problemas y sus límites. Ejemplo de esto es cierta relativización de los derechos, a donde parece conducir su aparente incompatibilidad con la idea de intangibilidad de la dignidad, o sus problemas de armonización con la del contenido esencial.25 Por todo ello, no parece poder afirmarse que exista un método propio y global para la interpretación de la Constitución. No hay una fórmula del todo, por más que los autores la busquen y la defiendan. La Constitución, a pesar de sus muchas especialidades, no deja de ser una norma. Y esas propias especialidades están a veces presentes, aunque en menor medida, en otras normas, con lo cual la cuestión de las peculiaridades debe matizarse. En primer lugar, el carácter relativamente abierto es una característica que también puede encontrarse en algunos preceptos legales. En segundo lugar, la Constitución es un marco para la ley y el legislador. Pero no es un solo marco, pues en ocasiones también contiene mandatos generales, o incluso con cierta concreción, que necesariamente deben imponerse a la ley, y de alguna manera determinan parcialmente su contenido. Esta característica parece ser frecuente en algunas de las Constituciones más recientes, o mas reformadas, distinguidas por su extensión y por el detalle de ciertas de sus regulaciones. En tercer lugar, la interpretación de la Constitución no siempre se realiza en el contexto de la valoración de la obra legislativa y su conformidad con la norma fundamental. Cotidianamente, los tribunales ordinarios deben interpretar la Constitución para resolver casos concretos, supuestos de hecho equiparables a los que son objeto de los asuntos ordinarios (en realidad, para aplicarla a los mismos supuestos ordinarios). Incluso el Tribunal Constitucional, en algunos procesos, Véase Aleinikoff, Thomas Alexander. El Derecho Constitucional en la era de la ponderación, Palestra, Lima, 2010. Por otro lado, es cierto que Robert Alexy ha respondido con profundidad y rigor al problema de la compatibilidad entre la ponderación y la dignidad a través de la llamada “fórmula del peso”, en su trabajo “La dignidad humana y el principio de proporcionalidad”. Robert, Alexy. Op. cit. 25 23 Francisco Javier Díaz Revorio y particularmente en el amparo, no se limita a la valoración constitucional de la ley o de otras normas, sino que ha de valorar actos de los poderes públicos y a veces de particulares. A pesar de ser relevantes las peculiaridades mencionadas e incuestionable la utilidad de algunas ideas presentes en los métodos específicos, no configuran un método radicalmente diferente al propio de la interpretación jurídica en general. En todo caso, resulta conveniente destacar algunos de los criterios o elementos específicos que se han apuntado como propios de la interpretación constitucional, y que deben estar presentes siempre en esta labor interpretativa. En primer lugar, puede apuntarse el principio de unidad de la Constitución, el cual supone considerar a ésta como un todo que se sitúa en la cúspide del ordenamiento y debe presidir, a su vez, la interpretación de éste. En segundo lugar, el principio de concordancia práctica, según el cual los conflictos posibles entre preceptos constitucionales no deben resolverse con base en la supuesta superioridad de alguno de ellos y el sacrificio de otros, o excluyendo la aplicación de alguno de ellos, sino mediante la ponderación, en cada caso concreto, que permita una cierta realización de los principios en tensión. En tercer lugar, hay que destacar el principio de fuerza normativa de la Constitución, el cual presupone el carácter jurídico y vinculante de cada uno de sus preceptos. En cuarto lugar, el principio de corrección funcional, el cual implica el respeto a la distribución de poderes y funciones derivada de la propia Constitución. De este modo, la suma de los criterios tradicionales y de los específicos de la Constitución (literal, sistemático, histórico, teleológico, interpretación evolutiva, concordancia práctica, unidad de la Constitución, corrección funcional, carácter abierto de sus preceptos, ponderación) llevará a la utilización conjunta de todos, o algunos de ellos, según los casos. Esto permitirá resolver la mayoría de los problemas interpretativos, siempre tomando en cuenta que, en caso de duda o ambigüedad, el primer sujeto legitimado para interpretar y desarrollar la constitución es el legislador. 24 4. Los intérpretes de la Constitución Cualquier sujeto, público o privado, puede interpretar la Constitución. Los autores que forman parte de la doctrina jurídica lo hacen habitualmente, aunque esta interpretación no tenga siempre un valor jurídico, en sentido estricto. Los poderes públicos también lo hacen de forma cotidiana, pues buena parte de sus actuaciones presuponen una determinada interpretación de los preceptos constitucionales, así como de los legales. Así también, en ocasio- I n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n y j u e z c o n s t i t u c i o n a l nes, han aplicar la Constitución a supuestos concretos, ya sea directamente o con la mediación de otras normas jurídicas. Incluso puede afirmarse que los particulares efectúan una previa interpretación de la Constitución cuando realizan actuaciones con relevancia jurídica. Ello, a pesar de que buena parte de los preceptos constitucionales no vayan dirigidos directamente a ellos. Por ejemplo, cuando dos ciudadanos firman un contrato, pueden partir del presupuesto de que el mismo no vulnera derechos fundamentales de ninguno de ellos; cuando una persona se expresa a través de un medio de comunicación, puede entender que no está vulnerando el honor o la intimidad de otros. En ambos casos, esa actuación presupone una previa interpretación de la norma fundamental, aunque el criterio que los particulares mantengan sobre dicha interpretación no es decisivo ni definitivo. Pero entre todos los sujetos que pueden interpretar la Constitución, destaca la posición de algunos, ya que sus interpretaciones alcanzan una especial relevancia, dada la función que el propio texto constitucional les confiere. En esta línea hay que apuntar al legislador, al Tribunal Constitucional, y a los jueces y tribunales integrantes del Poder Judicial. Estos últimos juegan un papel decisivo en la interpretación de todo el derecho. La Constitución es la norma suprema del ordenamiento, por lo cual también deben interpretarla y aplicarla en la resolución de las concretas controversias que se les presentan, siendo sus decisiones vinculantes para las partes del proceso. Con todo, merece especial comentario la posición de los otros dos intérpretes cualificados de la Constitución. En primer lugar, el legislador, que es el intérprete primario de la norma fundamental. Conviene aclarar esta afirmación. Desde luego, la función esencial del legislador no es la interpretación de la Constitución, sino la aprobación, en representación de la voluntad popular, de normas jurídicas generales denominadas leyes que tienen el rango superior en el sistema de fuentes (con la excepción de la propia Constitución). Esta función legislativa no se ejerce para interpretar la Constitución; en la mayoría de las ocasiones, no se ejerce siquiera con la intención de desarrollarla, sino simplemente con la finalidad de dar respuesta normativa a distintas situaciones o problemas de la sociedad. Pero el ejercicio de esta función sí presupone una previa interpretación de la Constitución. La norma suprema contiene los límites que debe respetar toda actuación legislativa, los principios que ha de acoger esta actuación, así como, en ocasiones, mandatos concretos dirigidos al legislador. De tal forma, no es posible esta actuación sin una previa interpretación de la Constitución, aunque a veces ésta sea meramente implícita. Por ello, puede decirse que el legislador es el intérprete primario y, en cierto sentido, “cotidiano” de la Constitución. 25 Francisco Javier Díaz Revorio 26 Sin embargo, lo anterior no le permite situar su interpretación en el mismo rango que la norma interpretada. Una cierta línea de la jurisprudencia constitucional española, no exenta de críticas, ha afirmado que el legislador no puede precisar “el único sentido, entre los varios posibles, que deba atribuirse a un determinado concepto o precepto de la Constitución, pues al reducir las distintas posibilidades o alternativas del texto constitucional a una sola, completa de hecho la obra del poder constituyente y se sitúa funcionalmente en su plano”, es decir, no puede aprobar leyes “meramente interpretativas”.26 Por supuesto, esta jurisprudencia no afecta a la idea de que toda legislación presupone una previa interpretación, sino simplemente impide que el precepto legal pretenda señalar como único sentido una entre las posibles interpretaciones alternativas de la Constitución. Con todo, las afirmaciones del Tribunal Constitucional plantean no pocas dudas y dificultades. Si un precepto legal realiza de forma expresa una interpretación de la Constitución, incluso descartando otras posibles, no supone que esa interpretación se “incorpore” a la norma fundamental ni adquiera su rango, ya que puede ser sustituida por cualquier otra ley posterior. Nadie hay más cualificado o mejor situado que el legislador para elegir entre las diversas posibilidades o alternativas del texto constitucional. La vinculación de ese precepto legal “meramente interpretativo” a otros poderes y a los ciudadanos deriva del propio sometimiento a la ley. Desde luego, dicha interpretación legislativa no vincula al Tribunal Constitucional que, en su caso, puede declarar su inconstitucionalidad. Otra cosa es que la interpretación realizada por el legislador sea contradictoria con el propio precepto constitucional, o no tenga cabida dentro de los límites de un concepto constitucional, aunque éste sea parcialmente abierto. Así, por ejemplo, y con mejor criterio, el Tribunal Constitucional español señaló que cierta interpretación del concepto de “flagrante delito” a que alude el artículo 18.2 de la Constitución, realizada por un precepto legal, era inconstitucional. Pero no por interpretar dicho concepto, sino porque la interpretación elegida contradice el propio sentido y significado constitucional del mismo.27 También el Tribunal Constitucional es otro de los intérpretes destacados de la Constitución. En comparación con el legislador, sería un intérprete “secundario”, en tanto su interpretación sólo se produce en caso de conflictos constitucionales, y a instancia de parte legitimada. Esto implica que se ha puesto en cuestión una interpretación previa de la norma fundamental, ya sea (en los supuestos de control de constitucionalidad) la realizada por el legislador, 26 sstc 76/1.83, de 5 de agosto, f. j. 4; 227/1988, de 29 de noviembre, f. j. 3; 17/1991, de 31 de enero, f. j. 7, entre otras. 27 stc 341/1993, de 18 de noviembre, f. j. 8. I n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n y j u e z c o n s t i t u c i o n a l ya sea la que han realizado otros poderes u órganos públicos, y en particular los órganos jurisdiccionales. A pesar de ese carácter secundario, se considera acertadamente que el Tribunal Constitucional es el intérprete supremo de la Constitución. 5. El tribunal constitucional y la interpretación de la Constitución En cualquier sistema donde exista una garantía jurisdiccional de la supremacía constitucional, puede afirmarse que todo juez es juez constitucional. Con independencia del modelo de justicia constitucional, más o menos concentrado, todo juez ha de participar en la función de interpretar y aplicar la Constitución en todo tipo de procesos. Es posible, incluso, que no exista un Tribunal Constitucional o una jurisdicción constitucional específica, ya que todas las funciones de garantía constitucional pueden recaer en el Poder Judicial (así sucede en los llamados modelos difusos). Pero, por muy centralizado que sea el modelo, el monopolio del Tribunal Constitucional (u órgano en el que se concentran las correspondientes funciones, que podría ser una sala constitucional en una Corte Suprema) llegará como mucho a la posibilidad de no aplicar o derogar las leyes inconstitucionales. Esta función, en los modelos mixtos que son mayoría en Iberoamérica, comparte de todos modos con los tribunales ordinarios. Pero, en ningún caso, ni en el más centralizado de los modelos, los tribunales ordinarios pierden su esencial función de interpretar y aplicar la Constitución, así como interpretar las leyes de conformidad con la Constitución. Esta última función conlleva cierto efecto de depuración del ordenamiento o de control de constitucionalidad. Elegir una interpretación entre varias posibles implica descartar y no aplicar otras interpretaciones, las cuales serían normas derivadas alternativamente de la misma disposición legal, que se consideran inconstitucionales.28 Por tanto, lo que distingue al Tribunal Constitucional (u órganos equivalentes de una jurisdicción específicamente constitucional) en su papel de garante de la supremacía constitucional, respecto a los tribunales ordinarios, es que tiene la última palabra. Por ello, en varios ordenamientos, la Constitución o las leyes califican al Tribunal Constitucional como supremo intérprete de la Constitución. A partir de ahí, el reparto de funciones en la materia, entre Tribunal Constitucional y tribunales ordinarios, dependerá del modelo de control constitucional, en el que hoy la distinción “control difuso-control concentrado” no permite explicar la gran variedad de posibilidades que existe.29 Pero sí puede Véase Díaz Revorio, Francisco Javier. Las sentencias interpretativas del Tribunal Constitucional, Porrúa, México, 2011. Véase Fernández Segado, Francisco. “La obsolescencia de la bipolaridad ‘modelo americano-modelo europeokelseniano’ como criterio analítico del control de constitucionalidad y la búsqueda de una nueva tipología 28 29 27 Francisco Javier Díaz Revorio afirmarse con carácter general que la función de garantía jurisdiccional de la Constitución es compartida y que el Tribunal Constitucional, allí donde existe, tiene la última palabra. En su defecto, suele ser un órgano de la propia justicia ordinaria el que desempeña ese papel, como la Corte Suprema en el modelo de los Estados Unidos, que a pesar de ser difuso está basado en el principio stare decisis, lo que introduce un elemento de gran uniformidad. De este modo, como intérprete supremo de la Constitución, el Tribunal es constitucionalmente infalible, pues ningún otro órgano puede corregir o rectificar sus decisiones. Trasladando las célebres afirmaciones del juez Jackson referidas al Tribunal Supremo norteamericano, we are not final because we are infallible, but only we are infallible because we are final. Puede parecer difícil de justificar este poder “infalible”, pero la experiencia histórica ha demostrado que sólo un sistema que contemple el control jurisdiccional de la adecuación de los poderes del Estado a la Constitución, sólo un modelo de justicia constitucional, garantiza eficazmente la supremacía de la Constitución sobre el resto del ordenamiento y, en suma, el propio carácter jurídico de la norma fundamental. Por lo demás, la actuación del Tribunal Constitucional no carece totalmente de límites: 28 a) En primer lugar, al actuar en cierto modo como “comisionado del poder constituyente”, está sometido a éste, que puede modificar la Constitución alterando su configuración y funciones, o incluso suprimiéndolo. b) En segundo lugar, el Poder Legislativo posee, dentro del respeto a la Constitución, amplias facultades en relación con el Tribunal Constitucional, al poder aprobar o modificar su legislación. c) En tercer lugar, el mismo Poder Legislativo, eventualmente, con participación de otros órganos o poderes del Estado, designa a los miembros del Tribunal Constitucional. d) En cuarto lugar, en lo relativo al ámbito concreto de la garantía de los derechos, el Tribunal Constitucional aparece en la práctica “sometido” al superior criterio de tribunales internacionales, como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos o la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ya que en buena medida los derechos protegidos en las constituciones nacionales coinciden con los que recogen los correspondientes convenios de ámbito regional. explicativa”, en Parlamento y Constitución. Anuario, No. 6, 2002, p. 9. I n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n y j u e z c o n s t i t u c i o n a l Con todo, ha de reconocerse que el correcto funcionamiento del Tribunal Constitucional, y su actuación dentro de sus límites constitucionales, pasan también por ciertas dosis de self restraint. Asimismo, la legitimidad de su actuación dependerá de que sea capaz de demostrar, con una correcta motivación reflejada en la argumentación jurídica, que sus decisiones suponen la más correcta aplicación de la Constitución al caso concreto, o al menos una adecuada aplicación de la norma fundamental, sin separación, abandono o quebrantamiento de la misma. 6. El valor de la jurisprudencia constitucional Si la interpretación llevada a cabo por el Tribunal Constitucional como intérprete supremo prevalece sobre la realizada por cualquier otro órgano o poder, las decisiones que contienen esa interpretación poseen un especial valor en el sistema jurídico. En un sentido amplio, estas decisiones configuran lo que suele denominarse jurisprudencia constitucional, pero el análisis de este concepto requiere mayor precisión. Aunque en un primer sentido ésta podría definirse por su objeto, toda la jurisprudencia que contiene la interpretación de la Constitución o la interpretación constitucional de la ley, en un sentido más estricto se referiría sólo a la que procede del Tribunal Constitucional. Aun así, la expresión todavía permite varios sentidos. En sentido amplio, haría referencia a la doctrina contenida en todas sus resoluciones. En efecto, el Tribunal emite resoluciones como providencias, autos y sentencias, sin que pueda equipararse el valor de todas ellas. Tampoco puede equipararse el valor de todas las partes de la resolución, siendo relevantes a los efectos que nos interesan los fallos y su fundamentación, es decir, la ratio decidendi. Además, el Tribunal no sólo interpreta la Constitución, sino también la ley. En fin, las constituciones y legislaciones nacionales suelen distinguir, entre todas las decisiones, los especiales efectos de las sentencias recaídas en procesos de inconstitucionalidad. De este modo, cobran especial relevancia las sentencias del Tribunal Constitucional como fuente fundamental de su jurisprudencia, en tanto estas decisiones son las únicas que ponen fin al proceso. Pueden decidir (y así sucede normalmente) sobre el fondo del asunto, constituyendo las resoluciones en las que se contiene así la mayor y más relevante parte de la doctrina sustantiva. Es imposible llevar a cabo un examen general y abstracto sobre los efectos de las sentencias del Tribunal Constitucional, ya que los mismos pueden ser diferentes, dependiendo de cada sistema y de cada ordenamiento. En este trabajo, interesa destacar el especial valor de la interpretación constitucional (y de la interpretación constitucional de la ley) llevada a cabo por el Tribunal 29 Francisco Javier Díaz Revorio 30 Constitucional en sus sentencias, y en especial en las recaídas en procesos de control de constitucionalidad. Siguiendo el modelo kelseniano, muchos sistemas otorgan a estas sentencias efectos derogatorios, cuando declaran la inconstitucionalidad de la ley. Ello implica la expulsión del ordenamiento, y por tanto, efectos erga omnes. Pero la interpretación de la Constitución y de la ley no sólo se contiene en estas sentencias estimatorias, sino que, incluso más frecuentemente, aparece en sentencias desestimatorias o en tipos intermedios de sentencias, especialmente en las llamadas sentencias interpretativas. En estos casos, los distintos ordenamientos prevén diferentes consecuencias para estas decisiones, aunque en muchos casos éstas no quedan claramente precisadas en la Constitución y en la ley. En todo caso, allí donde el Tribunal Constitucional es el intérprete supremo de la Constitución, esa interpretación suele tener igualmente efectos erga omnes, o bien efectos vinculantes para todos los jueces y tribunales. Ambas categorías de efectos se aproximan enormemente en la práctica, porque de la vinculación a jueces y tribunales deriva la vinculación de los demás poderes, e incluso de los ciudadanos, quienes están sometidos a las decisiones judiciales en caso de conflicto. De hecho, constituir material jurídico vinculante para todos los jueces y tribunales convierte realmente a estas decisiones en fuente del derecho. Como ha apuntado Bocanegra,30 en nada beneficia a un ciudadano no estar vinculado a ciertas decisiones del Tribunal Constitucional, si los demás tribunales y autoridades están obligados a acatarlas. De todo lo anterior creo que se deduce con claridad que la jurisprudencia constitucional, entendida como la interpretación de la Constitución y del resto del ordenamiento contenida en la fundamentación de todas las sentencias y autos que deciden procesos constitucionales, especialmente en los de control de constitucionalidad, es fuente del derecho. Es una de las formas en que se plasma el ordenamiento jurídico, al modificar e innovar en las normas jurídicas preexistentes. La jurisprudencia constitucional conforma así “material jurídico” al cual se vinculan todos los jueces y tribunales, al resolver las concretas controversias que se les plantean. En consecuencia, se vinculan todos a su cumplimiento. A partir de aquí, queda por resolver la cuestión de cuál es la posición que ocupa esta jurisprudencia en el sistema de fuentes. En primer lugar, conviene precisar que la jurisprudencia constitucional ocupa una posición superior a Bocanegra Sierra, Raúl. El valor de las sentencias del Tribunal Constitucional, Instituto de Estudios de la Administración Local, Madrid, 1982, pp. 70-71. 30 I n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n y j u e z c o n s t i t u c i o n a l la de los tribunales ordinarios, incluido el Tribunal Supremo. Esta afirmación suele ser de algún modo aplicable a aquellos sistemas en los cuales la posición de intérprete supremo recaiga en una sala constitucional en la propia Corte Suprema. Ello porque, como ya he apuntado, los juzgados y tribunales (incluido el Tribunal Supremo) están obligados a interpretar la Constitución, las leyes y los reglamentos de conformidad con lo establecido en la jurisprudencia constitucional. Para precisar la posición de la jurisprudencia constitucional en el sistema de fuentes, es necesario distinguir según el rango de la norma interpretada o anulada. Si lo que da valor vinculante a la jurisprudencia constitucional es su capacidad para innovar o suprimir el ordenamiento, mediante la declaración de inconstitucionalidad de normas, o bien mediante la interpretación de las mismas, la jurisprudencia viene a incorporarse al ordenamiento con el rango de la norma interpretada o expulsada del mismo. Así, cuando la jurisprudencia interpreta la propia Constitución (desde luego, el Tribunal no puede en modo alguno anular ésta), adquiere prácticamente un rango constitucional, integrándose de alguna manera en la norma fundamental. En todo caso, se mantendría una subordinación de la jurisprudencia a la propia Constitución, que justifica y legitima toda actuación del propio Tribunal Constitucional. Los controles para asegurar esta adecuación no actúan de una manera cotidiana y ordinaria. En cambio, cuando la jurisprudencia interpreta preceptos legales o los declara total o parcialmente inconstitucionales, adquiere valor de ley en cuanto esa jurisprudencia complementa o suprime parcialmente la ley. En lo sucesivo, el legislador puede de nuevo modificar esa ley, si no fue declarada totalmente nula, o aprobar una nueva, lo cual naturalmente afectaría a la jurisprudencia constitucional recaída sobre ella, sin perjuicio de la posibilidad de ulteriores pronunciamientos del Tribunal. En fin, en los supuestos en los que el Tribunal interpreta o declara inconstitucionales reglamentos, su jurisprudencia tendrá el valor de éstos, ya que esa jurisprudencia no afecta en modo alguno a la ley. En definitiva, la interpretación llevada a cabo por el Tribunal tendrá los mismos efectos jurídicos y vinculantes que tenía el propio reglamento. 31 Isidoro Lora-Tamayo Rodríguez 32 R e v i s ta d e l I n s t i t u t o d e C i e n c i a s J u r í d i c a s d e P u e b l a , M é x i c o . i s s n : 1 8 7 0 - 2 1 4 7. Añ o x , N o . 3 7 e n e r o - j u n i o d e 2 0 16 , pp 3 3 - 5 8 . Razón y cultura: una crítica a la hermenéutica constitucional moderna desde la interpretación dialógica* Reason and culture: a critique of modern constitutional hermeneutics from dialogic interpretation Claudia Storini** resumen abstract A través del análisis crítico de la teoría de la interpretación entendida como límite a los poderes de los últimos intérpretes de la Constitución, este trabajo intenta evidenciar la inexistencia, por una parte, de algunos de los más importantes baluartes sobre los que se funda el Estado constitucional moderno; por otra, la de la neutralidad argumentativa y de una razón pura. Por tanto, evidencia también la necesidad de que los juristas, recogiendo el espíritu de la crítica jurídica como instrumento de análisis para dignificar nuestra convivencia social, den sustento a un nuevo Estado constitucional basado en el verdadero respeto de la pluralidad y del principio democrático. Through critical analysis of the theory of interpretation understood as limited by the powers of the past interpreters of the Constitution, this paper attempts to demonstrate, on the one hand, the absence of some of the most important bastions on which the modern constitutional State is founded. On the other hand, this paper also wants to demonstrate the lack of neutrality and pure argumentative reason, and therefore the need for lawyers, who utilizing the spirit of legal criticism as an analytical tool to dignify our social life, could sustain a new constitutional State based on true respect for plurality and democratic principle. palabras clave: Teoría de la interpretación, k e y words : Theory of interpretation, post-positivismo, interpretación postmoderna, pluralismo. post-positivism, postmodern interpretation pluralism. * Recibido: 27 de julio de 2015. Aceptado: 31 de agosto de 2015. ** Profesora Titular de la Universidad Pública de Navarra, España. ([email protected]) Claudia Storini sumario 1. Introducción 2. Limites de la hermenéutica positivista 3. Método, teoría del derecho e interpretación constitucional 4. Teorías deductivo-demostrativas y tópico-retóricas y naturaleza de la decisión del Tribunal Constitucional 5. A modo de conclusión: interpretación dialógica y finalidad de la motivación de la sentencia constitucional El poder simbólico como poder de constituir lo dado por la enunciación, de hacer ver y de hacer creer, de confirmar o de transformar la visión del mundo, por lo tanto el mundo; poder casi mágico que permite obtener el equivalente de lo que es obtenido por la fuerza (física o económica), gracias al efecto específico de movilización, no se ejerce sino él es reconocido, es decir, desconocido como arbitrario (Pierre Bourdieu, Sobre el poder simbólico). 1. Introducción La progresiva desnaturalización de las originarias funciones atribuidas al Tribunal Constitucional es un tema tan debatido en doctrina que resultaría inútil, en este contexto, recapitular las críticas que le han acompañado. Este órgano, que nació para desarrollar la que debió ser una labor jurisdiccional aséptica, ha llegado a configurarse como partícipe, en muchas ocasiones, del proceso legislativo. El simple análisis de los fallos de algunas de sus sentencias demuestra la progresiva acentuación de las características normativas de la labor del Tribunal y su creciente afirmación como interlocutor privilegiado del Parlamento en el proceso de formación y aplicación de sus decisiones normativas fundamentales.1 34 Sin entrar en el amplio debate acerca de las sentencias interpretativas, baste con hacer referencia a las sentencias denominadas por la doctrina “manipulativas”. Dichas sentencias pueden ser de tres tipos. En primer lugar, las reductoras; es decir, aquellas que reducen el contenido normativo del texto de la disposición interpretada. En segundo, las sustitutivas, en las cuales el Tribunal Constitucional sustituye parte del contenido normativo de un precepto por otro contenido en uno de los fundamentos jurídicos. Finalmente, en las sentencias aditivas el Tribunal incluye “algo” no previsto en la disposición objeto de juicio con el fin de hacerla conforme con la Constitución. En la doctrina, véanse, por ejemplo, Ezquiaga Ganuzas, Francisco Javier. “Diez años de fallos constitucionales (sentencias interpretativas y poder normativo del Tribunal Constitucional)”, Revista Vasca de Administración Pública, No. 31, 1991, pp. 117142; Gutiérrez Zarza, María Ángeles. “Las sentencias interpretativas y aditivas del Tribunal Constitucional español”, Revista de Derecho Procesal, No. 3, 1995, pp. 187-204; Díaz Revorio, Francisco Javier. Las Sentencias interpretativas del Tribunal Constitucional: significado, tipología, efectos y legitimidad; análisis especial de las sentencias aditivas, Lex Nova, Valladolid, 2001. 1 R a z ó n y c u l t u r a : u n a cr í t i c a a l a h e rm e n é u t i c a c o n s t i t u c i o n a l m o d e r n a . . . El renovado papel del Tribunal Constitucional, su progresiva expansión y su función sustancialmente normativa ya no pueden justificarse con la imagen, hábilmente esbozada en la doctrina, de una legislación de “rimas obligadas”, con la cual se intentó contemperar el método parajudicial del Alto Tribunal y las consecuencias sustancialmente normativas de algunas de sus decisiones.2 La jurisprudencia constitucional demuestra que sólo con una buena dosis de ingenuidad podría todavía sostenerse que las sentencias normativas del Tribunal son el mero resultado de una interpretación mecánica impuesta por la “métrica” de las normas constitucionales. Es evidente que en muchas ocasiones se trata de una elección conscientemente adoptada por este órgano frente a una multitud de soluciones posibles.3 El inevitable; implícito en sus mismas premisas, el desarrollo del principio de legalidad (esto es, la afirmación de las constituciones rígidas garantizadas) tiende a desplazar el baricentro del ordenamiento jurídico desde el Parlamento al órgano de justicia constitucional, y aunque la ley siga siendo el principal acto normativo en el sistema de las fuentes, esto será así tan sólo dentro de los límites impuestos por el Tribunal a través de sus decisiones inmodificables. Todo ello ha llevado la doctrina a auspiciar la elaboración de una teoría de la división de poderes más adecuada a la realidad de la justicia constitucional.4 Tanto la crisis del Parlamento, como la expansión de las capacidades normativas de los Tribunales Constitucionales ya no pueden calificarse como fenómenos contingentes o territorialmente aislados. Para poder justificarlos, se hace necesario reconsiderar los conceptos de “forma de Estado” y “de gobierno” en relación con la actual experiencia constitucional para revisar la posición en ellos asignada a los Tribunales Constitucionales. Además, si se considera que los órganos de justicia constitucional no son órganos democráticamente legitimados, en el sentido de que sus miembros no poseen adecuados canales de conexión con la sociedad civil (de la cual no Crisafulli, Vezio. Lezioni di Diritto Costituzionale, Cedam, Padua, 1978, Vol. II, p. 363 y ss. Muchos de los fallos interpretativos han sido acompañados de votos particulares que, criticando la inadecuada utilización de estas técnicas, demuestran la existencia de otras vías interpretativas; por ejemplo, en caso español, stc 50/1999 (Régimen jurídico de las Administraciones Publicas), voto particular del magistrado C. Viver Pi-Sunyer; 176/1999 (Comarcas del Ebro), voto particular del magistrado V. Conde Martín de Hijas; 74/2000, (Ley Murciana de Promoción y Participación Juvenil), voto particular del magistrado V. Conde Martín de Hijas. 4 Aja, Eliseo y González Beilfuss, Markus. “Conclusiones Generales”, en Aja, Eliseo (ed.), Las tensiones entre el Tribunal Constitucional y el Legislador en la Europa actual, Ariel, Barcelona, 1998, pp. 258-263. Es indicativo a este respecto que Acosta Sánchez, tratando las diferentes explicaciones doctrinales de la jurisdicción constitucional, incluya entre las “explicaciones exorbitantes” la consideración de la jurisdicción constitucional como “tercera Cámara”. Acosta Sánchez. Formación de la Constitución y Jurisdicción Constitucional, Tecnos, Madrid, 1998, p. 362; Habermas, en cambio, parece abogar por un sistema de justicia constitucional distinto del que hoy se conoce tanto en Europa como en Estados Unidos. Habermas, Jürgen. Facticidad y validez, Trota, Madrid, 1998. 2 3 35 Claudia Storini 36 pueden considerarse representativos, sino a través de una mediación institucional ambigua y, generalmente, no electiva), sus decisiones, desprovistas de una base consensuada preventiva, deben traer aliunde la capacidad de incidir eficazmente en la sociedad y autoafirmarse en relación con las diferentes determinaciones tomadas por el Parlamento. Ya no es suficiente defender la jurisdicción constitucional como “alteración necesaria”, es decir, responder al problema de la falta de legitimidad de un órgano capaz de crear normas sosteniendo que “si se observan las cosas serenamente la justicia constitucional no representa tanto una antinomia sino más bien una alteración del esquema democrático-parlamentario, pero una alteración intencionalmente puesta por el constituyente en función de un preciso diseño político [...] en el que la falta de legitimidad democrática que caracteriza la jurisdicción constitucional es inevitable y en alguna medida necesaria, a fin de asegurar la efectiva separación del controlador respecto al controlado”.5 No es suficiente porque esta justificación se basa sobre la equivocada consideración de las sentencias normativas del Tribunal como el resultado de las “rimas obligadas” impuestas por las normas constitucionales.6 Frente a la falta de operatividad de los límites puestos a la actividad del Tribunal Constitucional y ante la imposibilidad de volver atrás en la expansión del papel “positivo” desarrollado por este órgano, se abre un espacio en la doctrina para un replanteamiento de las relaciones entre el juez de la constitucionalidad y el Parlamento, auspiciando la configuración de una superior colaboración entre ellos.7 Según este planteamiento, el núcleo esencial de la problemática relacionada con la legitimidad del Tribunal Constitucional arranca de la existencia de sentencias que suponen la creación de normas. Por tanto, su solución sólo puede pasar por el reconocimiento de la necesidad de crear cauces constitucionales o legales distintos de los tradicionales y capaces de legitimarlas. Así las cosas, si cabe admitir que los Tribunales Constitucionales continúen actuando como legislador positivo, es preciso construir una serie de límites a esta función. Además (y sin querer disminuir la relevancia de estos planteamientos), debe evidenciarse que estos mismos parecen desatender la consecuencia más relevante de la extensión de las funciones del juez de la constitucionalidad, Crisafulli, Vezio. “La Corte Costituzionale ha vent’anni”, en Nicola Occhiocupo (Dir.), La Corte Costituzionale tra norma giuridica e realtá sociale. Bilancio di vent’anni di attivitá, Il Mulino, Bolonia, 1978, pp. 72 y 73. 6 Crisafulli, Vezio. Lezioni di Diritto Costituzionale, op. cit., p. 363. 7 Aja, Eliseo y González Beilfuss, Markus. “Conclusiones Generales”, en Aja, Eliseo (Ed.), Las tensiones entre el Tribunal Constitucional y el Legislador en la Europa actual, op. cit., p. 290. 5 R a z ó n y c u l t u r a : u n a cr í t i c a a l a h e rm e n é u t i c a c o n s t i t u c i o n a l m o d e r n a . . . que, entrando plenamente en el campo de la creación jurídica, se ha convertido de hecho en legislador constituyente.8 Las críticas a la utilización de esta definición —que podría ser equiparada por sus efectos a la de “poder constituyente continuo”, o parangonarse con la de “comisionado del poder constituyente o constituyente permanente”— la cual plantea la falta de respeto hacia el principio democrático, y con ello la pérdida de toda significación de la idea de supremacía y rigidez constitucional,9 podrían reconducirse dentro del esquema del ejercicio democrático de los poderes constituidos, defendiendo que la legitimación de los Tribunales Constitucionales tan sólo podría descansar en la posibilidad de evaluar jurídicamente sus interpretaciones. Es decir, en la capacidad de controlar que dicho órgano cumpla la necesaria función de adaptación de la Constitución formal a la realidad social utilizando instrumentos puestos a su alcance por el propio ordenamiento jurídico y, sobre todo, con la demanda de utilización de: paradigmas deliberativos con las razones múltiples que subsisten en la comunidad. No sólo de razones propias, sino mediadas por legítimas razones plurales. Las razones argumentativas pueden desarrollarse desde el reconocimiento de que nuestras sociedades son pluriculturales y multiétnicas. […] falta crear esferas públicas de discusión, donde se suscite un intercambio fraterno e incluyente de identidades, de culturas, de saberes, porque esto es lo que hará viable la existencia de sociedades donde se defiendan contenidos de respeto para cada cual y de la responsabilidad solidaria universal de uno para con el otro.10 2. Limites de la hermenéutica positivista El presupuesto según el cual si bien el Tribunal Constitucional no dispone de una legitimación popular directa, sus decisiones pueden considerarse legítimas en la medida en que se configuren como decisiones jurídicas y no políticas, convierte la demostración del carácter jurisdiccional de este órgano en la fuente principal de su legitimación. Para ello, será necesario estudiar el cumplimento por el Tribunal Constitucional de las características del control jurisdiccional, Blanco Valdés define al Tribunal Constitucional como “legislador constituyente”. Ibidem, p. 22. De Vega, Pedro. La reforma constitucional y la problemática del poder constituyente, Tecnos, Madrid, 1985, pp. 49 y ss. 10 Córdoba, Paúl. Derecho procesal constitucional. Estudios críticos de doctrina, dogmática, argumentación y jurisprudencia, Corporación de Estudios y Publicaciones, Quito, 2016, p. 383. 8 9 37 Claudia Storini 38 es decir, verificar, en primer lugar, el carácter objetivo del parámetro, y, en segundo, el carácter objetivado del canon de valoración del propio parámetro. En relación con el primero de estos dos elementos, el análisis de las disposiciones constitucionales demuestra que su peculiar conformación no permite, desde un punto de vista teórico-normativo, la objetivación del parámetro de control. En este contexto —siendo la Constitución un conjunto de disposiciones que, por lo general, se concretan a través de la interpretación—, puede llegarse a defender que la motivación proporcionada por el Tribunal Constitucional en sus decisiones alcanza una especial relevancia. Dicha motivación, en cuanto relación entre argumentación y decisión, será el único instrumento que permita —en la medida en que dicha concreción sea posible— establecer si el parámetro de control es o no un parámetro objetivo. La condición jurisdiccional del control de constitucionalidad dependerá, por tanto, de un único elemento: la demostración de la existencia de criterios objetivos de interpretación que vinculen la labor realizada por el Tribunal Constitucional. A estas conclusiones —que implican la obligada relevancia de la reconstrucción de las operaciones desarrolladas por el juez a la hora de aplicar las disposiciones normativas— pudo llegarse a través de una dura confrontación con aquel “sentido común” extremadamente difundido y difícil de superar que permeabilizaba la mentalidad del jurista positivo. En virtud de éste, el juez tenía que limitarse a aplicar la ley, excluyendo el recurso a elementos y criterios de naturaleza diferente. La crítica desarrollada por la hermenéutica jurídica en relación con la teoría silogística niega la defendida automaticidad de la subsunción.11 En las teorías iuspositivas, la decisión del intérprete está latente en la disposición normativa, como una estatua en el bloque de mármol; por tanto, la conclusión del silogismo entre premisa mayor y premisa menor se plantea como una deducción automática. Los presupuestos sobre los que se mueve esta teoría son dos. De un lado, que es el Estado, y más en concreto el legislador, quien tiene atribuida en exclusiva la producción del derecho; a su vez, existe una completa identificación entre derecho y ley que excluye otras fuentes que no sean la legislativa. Por otra parte, se entiende que el ordenamiento está completo, porque se concibe idealmente como algo preexistente, exento de lagunas y, por tanto, capaz de regular siempre todos los supuestos concretos con una norma.12 11 Así, por ejemplo, Esser, Josef. Precomprensione e scelta del metodo nel processo di individuazione del diritto, sea, Camerino, 1983, pp. 14 y ss. 12 Este modelo positivista se desarrolla principalmente por medio de dos corrientes teóricas. La primera, teorizada en Francia por los juristas de la escuela de la exégesis, practicaba un método exegético basado en la predilección por la interpretación lógico-gramatical de las disposiciones normativas. Desde esta perspectiva, la interpretación R a z ó n y c u l t u r a : u n a cr í t i c a a l a h e rm e n é u t i c a c o n s t i t u c i o n a l m o d e r n a . . . La fuerte vinculación de estas teorías al tenor literal del texto y, por consiguiente, al elemento psicológico, las lleva a rechazar todo tipo de evaluaciones de orden teleológico que permitan al intérprete corregir el contenido de las disposiciones ampliando o limitando su portada. Esta tesis, según la cual el texto debe ser comprendido tan sólo sobre la base de los datos lingüísticos, se basa en el presupuesto de la objetiva univocidad del texto. Este presupuesto de base será derrumbado por la teoría de la interpretación jurídica elaborada en la segunda mitad del siglo xx, que niega la defendida automaticidad de la subsunción. Con el fin de realizar el silogismo, no sólo es necesaria una actividad válida para conocer los posibles significados de un enunciado normativo, sino que también se requiere una elección de entre las posibles premisas mayores; una elección que implica necesariamente una valoración subjetiva. El establecimiento de la premisa mayor y de la menor en los datos jurídicamente relevantes se configura como acto valorativo que excluye la posibilidad de atribuir a los procedimientos seguidos por los jueces la forma y el contenido de razonamientos puramente deductivos.13 De ahí que al legislador ya no se le reconozca una posición de absoluto monopolio, sino tan sólo de primacía en la formación del derecho. Así las cosas, el juez participa estructuralmente en el proceso de formación del derecho, y se convierte en un elemento central del sistema jurídico. Se plantea de esta manera la necesidad de una nueva visión de la relación entre texto normativo y sentencia, y de la continua modificación de las normas se considera como mera indagación y reproducción de un derecho preexistente; las disposiciones normativas pueden comprenderse exclusivamente sobre la base del texto y su aplicación a los supuestos concretos es tan sólo la exteriorización de un sentido unívocamente definido por el legislador. Cuando el legislador no haya regulado de forma expresa el supuesto que se plantea al intérprete, las dificultades que se plantean se resolverán recurriendo al artificio de la voluntad “presumida” del legislador. La segunda, corriente teórica a la cual se aludía como continuación de la antigua tradición jurídica romana y de la Edad Media, nacida en Alemania, se difundió en Europa a través de la jurisprudencia de conceptos, que es una orientación metodológica desarrollada por los discípulos de Savigny en Alemania. Para estos teóricos, la actividad del intérprete consiste en reflejar y evidenciar los significados preconstituidos en las disposiciones normativas. La “jurisprudencia de conceptos” atribuye a los conceptos jurídicos y a la relación sistemática existente entre ellos el carácter de fuente de conocimiento. En ambos casos, a través del modelo iuspositivo de la interpretación, se llega a afirmar la posibilidad de una expansión lógica del derecho que permite considerar las soluciones de los supuestos concretos como conclusiones tautológicas de las disposiciones normativas consideradas capaces de llenar toda laguna. Véanse, Bobbio, Norberto. Il positivismo giuridico, Cooperativa Libraria Universitaria Torinese Editrice, Turín, s.f., pp. 79-86; Prieto Sanchís, Luis. Ideología e interpretación jurídica, Tecnos, Madrid, 1987, pp. 19 y ss. 13 A esta conclusión se llega desde el presupuesto de que el legislador no está autorizado para indicar de manera definitiva las reglas de utilización de las expresiones que él mismo usó. De esta manera, el nudo metodológico decisivo de la subsunción se considera el de la preparación de las premisas. Esser, Josef. Precomprensione e scelta del metodo nel processo di individuazione del diritto, sea, Camerino, 1983, pp. 48 y ss. Las premisas no están preconstituidas, y la complejidad de su preparación implica el recurso a juicios axiológicos guiados por evaluaciones previas del intérprete, relativas a la “razonabilidad” de la correspondencia entre dato normativo y dato de hecho. 39 Claudia Storini 40 positivas en la praxis. Dentro de las técnicas para individualizar y aplicar el derecho en la praxis interpretativa del derecho continental codificado y en la anglosajona de los precedentes, emergen relevantes elementos comunes que conducen a la constatación de que la actividad del juez se transforma en elemento fundamental en la innovación del derecho, un momento esencial en la operación de reconocimiento y utilización del material jurídico.14 Este es el aspecto que de forma más directa entra en conflicto con las teorías positivistas tradicionales. Todas las tesis iuspositivistas sobre la interpretación deben ser reconducidas a un presupuesto fundamental: el del “estar en sí mismo” del derecho, es decir, el de la auto-consistencia del derecho positivo. El derecho positivo debe poder contenerse, mantenerse y reproducirse por sí mismo, sin necesidad de recurrir a elementos externos, de naturaleza extrapositiva. Esto significa que el sentido del derecho positivo es inmanente al mismo y cabe deducirlo de los enunciados normativos existentes, definidos como derecho positivo. Dicho planteamiento justifica la afirmación de la inexistencia de lagunas en el discurso legislativo y la contrariedad a todo elemento interpretativo de carácter iusnaturalista, ya que afirmar la existencia de principios extra-positivos significa negar el dogma del “estar en sí mismo”. No obstante, esta tesis se sustenta tan sólo si se identifica el derecho con su forma, prescindiendo por completo del alcance de sus contenidos. Refugiarse en el mero positivismo del derecho implica una actitud de autoconvencimiento equívoco, ya que equivale a aceptar que “el positivismo no puede comprenderse a sí mismo”.15 De este núcleo fundamental se desprenden una serie de cánones sobre cuya base el modelo positivista ha articulado su perspectiva metodológica de la interpretación de la ley con la finalidad de evidenciar el monopolio del legislador en la producción del derecho. Las diferentes doctrinas metodológicas vinculan la tarea interpretativa y de aplicación de las disposiciones normativas al texto, al contexto sistemático, a la voluntad del legislador, al sentido objetivo de la ley o a su finalidad. No obstante, las teorías que resuelven la interpretación como problema de sistema14 Zaccaria, Giovanni. “Precomprensione e controlli di razionalitá nella prassi del giudice”, Rivista de diritto civile, No. 30, 1984, pp. 313-321. 15 Así Jaspers, Karl. Philosophie, Springer, Heidelberg, 1956, p. 220. Baste considerar que el permanecer anclado a nivel de la ley positiva presupone necesariamente una premisa extra-positiva que motive la autoridad del legislador. De esta manera, la extrapositividad rechazada vuelve a estar contenida en los presupuestos no expresados de estas teorías. El modelo positivista entiende el carácter normativo del ordenamiento como algo intrínseco; por estas razones, el positivismo realmente consecuente consigo mismo tendría que limitarse a describir la existencia del derecho sin afirmar su obligatoriedad. En este sentido, véase Viola, Francesco. Il diritto como pratica sociale, Jaca Book, Mílán, 1990, pp. 54 y 55. R a z ó n y c u l t u r a : u n a cr í t i c a a l a h e rm e n é u t i c a c o n s t i t u c i o n a l m o d e r n a . . . tización del uso de métodos no son de gran ayuda. La investigación limitada a los métodos por sí solos es improductiva, ya que la interpretación aparece como problema de elección de métodos tan sólo cuando a un método le corresponde una determinada visión ontológica del derecho; en este caso, el método no está en función de la decisión adecuada para un determinado supuesto, sino de la naturaleza del derecho que se quiere defender. Cuando la imposición de un método exclusivo o casi exclusivo se sustituye por un catálogo de métodos puestos a disposición del intérprete, se hace paulatina la incertidumbre acerca de la propia naturaleza ontológica del derecho. El reconocimiento de la indiferenciada utilidad de una multitud de métodos pone al derecho en relación con diferentes exigencias sociales a las cuales debe dar respuesta y deja necesariamente abierto al intérprete un espacio de libertad. Tanto la ley como la Constitución, dotadas ambas de fuerza normativa vinculante, representan una etapa del proceso de concretización del derecho; un producto “casi acabado” que sólo ignorando la contribución decisiva de quienes aplican el derecho puede ser confundido con un producto verdaderamente ultimado.16 El hecho de que cada supuesto concreto donde ha de ser aplicada requiere una interpretación particularizada de la norma da lugar a un proceso que no se limita a explicar el enunciado normativo considerado de manera abstracta, sino que lo transforma en regla concreta de decisión. La verdadera interpretación, al igual que la ciencia del derecho, consiste, por tanto, y se resuelve siempre, en la necesaria extensión del texto jurídico positivo: una extensión definida por el condicionante que representa la comprensión del texto dispositivo en relación con el caso por decidir. Esto significa que “el discernimiento del sentido de un texto normativo y su aplicación al supuesto concreto no son dos actos separados sino, al contrario, un proceso único”.17 Por tanto, la hermenéutica jurídica se define teóricamente por el reconocimiento de que la norma abstracta revela una estructura necesariamente incompleta, que se perfecciona tan sólo en el procedimiento hermenéutico de concretización que encierra toda decisión de un determinado supuesto práctico. Decisión y norma representan los elementos metodológicos más idóneos para comprender el funcionamiento del fenómeno jurídico en los ordenamientos contemporáneos y en la hermenéutica jurídica. Momentos de decisión y procesos interpretativos se enlazan de diferentes maneras.18 La expresión “semilavorato”, traducida por la autora como “casi acabado”, es utilizada por Merkl, Adolf. Il duplice volto del diritto, Cedam, Milán, 1987, p. 306. 17 Así Gadamer, Hans George. Ermeneutica e metodica universale, Giapichelli, Turín, 1973, p. 361. 18 Catana, Antonio. Decisione e norma, ese, Nápoles, 1979, pp. 158 y 159. 16 41 Claudia Storini 42 Si, de un lado, ningún proceso interpretativo llega a excluir momentos de decisión, del otro, ninguna interpretación constituye decisiones, sino tan sólo una elección realizada dentro de un procedimiento interpretativo. El reconocimiento de este sutil e inestable enlace entre interpretación y decisión acaba, por una parte, con la perspectiva del logicismo —según el cual desde premisas estables se llega a la decisión a través de etapas metodológicamente impuestas—; por otra, con la perspectiva puramente decisionista —la cual defiende que la aplicación judicial constituye la sede de decisiones meramente creativas por parte del intérprete con el consecuente rechazo total de la dogmática—. El objetivo común de las posiciones jurídico-hermenéuticas es superar el error de la metodología jurídica del positivismo tradicional, el cual concibe y presenta al derecho como “producto ultimado”. Su aplicación sólo supondría la reproducción de un significado completamente establecido una vez por todas. La solución que ofrece el positivismo jurídico asume un concepto de derecho intrínseco al dato dispositivo sobre la base del cual se deben traducir los momentos valorativos donde tienen alguna incidencia los factores extralegales, en la ficción de la solución preestablecida. No obstante, con el fin de desarrollar el silogismo, se hace necesaria no sólo la actividad de discernimiento capaz de identificar los posibles significados de un enunciado dispositivo, sino también la elección entre las posibles premisas mayores. Esta elección siempre comporta una evaluación. De esta manera, rechazada, por lo menos en términos generales, la doctrina silogística del iuspositivismo, pueden considerarse más convincentes las argumentaciones del planteamiento empírico-analítico. Existe un vínculo esencial entre procedimientos hermenéuticos y procesos lingüísticos y esto es así porque, por un lado, la interpretación jurídica requiere la adecuada comprensión del medio lingüístico por parte del juez; por el otro, la decisión debe motivarse de forma adecuada, a través del medium lingüístico, en atención al entorno donde se encuadra.19 El juez no se limita a pensar y argumentar para sí mismo; debe comunicar y hacer que sean plausibles los resultados conseguidos a través de sus argumentaciones. En la metodología jurídica se ha elaborado la distinción entre “metodología de métodos” y “metodología de resultados”.20 Mediante la primera, el intérprete elige los resultados sobre la base de los métodos; en virtud de la segunda, elige antes el “mejor” resultado y luego motiva sobre la base de los métodos que pueden conducir a él. En otras palabras, los métodos hermenéuticos pueden ser Esser, Josef. Precomprensione e scelta del metotodo nel proceso di individualizzazione del diritto, op. cit., pp. 45 y ss. y 130 y ss. 20 Lombardi Vallauri, Luigi. Corso de filosofia del diriritto, Cedam, Padúa, 1981, p. 79. 19 R a z ó n y c u l t u r a : u n a cr í t i c a a l a h e rm e n é u t i c a c o n s t i t u c i o n a l m o d e r n a . . . más o menos apropiados, pero dado que deben ser aplicados en condiciones de incertidumbre relacionadas con el contexto donde han de aplicarse las disposiciones normativas, no pueden estar dotados de certeza absoluta. La existencia de una pluralidad de métodos, aun cuando el legislador los establezca y se utilicen según un orden impuesto al intérprete, implica una incertidumbre. Las metodologías de utilización de los criterios de interpretación conducen a varios resultados posibles; si el intérprete sigue el tenor literal de la disposición, su ratio objetiva o la voluntad del legislador, los resultados son diferentes. Las metodologías de interpretación elaboradas teóricamente no logran predeterminar de forma unívoca el proceso interpretativo. Se requiere siempre una decisión previa de aquél para seleccionar entre los diferentes métodos de interpretación los que, según su criterio, sean más idóneos para solucionar un determinado supuesto de hecho. Consideraciones como éstas han llevado a afirmar la invalidez de un catálogo de criterios interpretativos, como el elaborado por Savigny como límite a la libertad del intérprete.21 No obstante, si no se quiere reconducir la elección entre los criterios de interpretación a una cuestión de pura casualidad, en el centro de la doctrina del método debe situarse la cuestión clave de cómo elegir razonablemente entre los distintos métodos, es decir, la inteligibilidad de los motivos que están en la base de la decisión sobre la importancia de la preferencia por un determinado criterio interpretativo. La crítica al pluralismo de los métodos puede mitigarse afirmando que los criterios interpretativos, aunque desmitificados, mantienen su valor, pues el intérprete debe orientarse a través de ellos; si bien las reglas tradicionales de interpretación no pueden aislarse como métodos de interpretación autónomos y autosuficientes (si han de utilizarse conjuntamente), mantienen su función al ser un complemento necesario del proceso de aplicación del derecho.22 La circunstancia de que en la interpretación del juez pueda reconocerse un margen de integración valorativa y creativa no significa que se pueda legitimar el uso arbitrario de los métodos de interpretación o que deje de existir la obligación del juez de interpretar utilizando criterios razonables y controlables.23 Esser, Josef. Precomprensione e scelta del metodo nel processo di individuazione del diritto, op. cit., pp. 120-124. Monateri, Pier Giuseppe. “Interpretazione del diritto”, Digesto delle discipline privatistiche, vol. 10, utet, Turín, 1993, p. 55. 23 Lo que caracteriza la posición y el intento programático de la hermenéutica jurídica entre las teorías contemporáneas de la interpretación del derecho es su fuerte inclinación hacia una racionalidad controlable y discutible de la aplicación de la norma. Las principales teorías hermenéuticas del derecho, desde Esser a Müller, se empeñan en demostrar que entre el texto de una disposición y la específica solución judicial de un supuesto concreto no existe un vacuum absoluto que racionalmente no puede ser colmado; ya que todos los procedimientos de aplicación y producción jurídica pueden ser lógicamente controlados. Desde este punto de vista, una metodología jurídica como la hermenéutica, que reflexiona sobre la praxis revelando lo que ocurre en el concreto trabajo de aplicación de las disposiciones 21 22 43 Claudia Storini La relevancia del elemento metodológico en la tarea interpretativa no se limita a la perspectiva de la racionalidad sino que abarca también un elemento de carácter político. En este sentido, las disposiciones normativas que conforman el derecho se traducen en normas de aplicación por medio de decisiones que no se producen, en línea de principio, según los procedimientos democráticos propios de su elaboración. Por estas razones, es aún más fuerte la exigencia de someter a verificación el método de trabajo del intérprete y a una valoración crítica su racionalidad, con el fin de garantizar que la decisión jurisdiccional no sobrepase, transgrediéndolos, los textos dispositivos, y no altere, por tanto, mediante la atribución al poder jurisdiccional de poderes impropios, las garantías impuestas al juego político democrático. No obstante, ¿a quiénes debe estar atribuido el control de los métodos de individualización de las normas? Analizando desde una perspectiva histórica el desarrollo de la cultura jurídica moderna, el “método jurídico” fue elaborado originariamente por la doctrina que representaba y estructuraba una opinión científica orientada hacia la búsqueda de una idea de “método científico correcto”, independiente de la praxis judicial y políticamente fiel a una determinada visión del derecho y de sus finalidades. 3. Método, teoría del derecho e interpretación constitucional 44 La opción por el método tiene, claramente, dos componentes: uno científico y otro ideológico. Desde la primera perspectiva, es frecuente en los últimos tiempos oír a constitucionalistas que se inclinan por el “método jurídico”, una afirmación que debería despertar una estupefacción similar a la que se suscitaría en un químico, un médico o un arquitecto si un colega suyo señalara que se propone seguir, respectivamente, el método químico, el médico o el arquitectónico. En esa afirmación subyacen dos equívocos. El primero de ellos es una confusión entre el método y el objeto. Lo que se quiere decir al manifestar inclinación por el inexistente método jurídico es que se va a hacer derecho, y por parte de los intérpretes, puede desarrollarse coherentemente en dirección a una lógica de la concretización del derecho capaz de relacionar normas y hechos jurídicos según reglas metódicas reconocidas. La hermenéutica, como teoría postpositivista del derecho, comparte con las actuales teorías del razonamiento jurídico —baste con citar a Peczenick, Aarnio o Alexy— el intento de individualizar criterios objetivos de “razón jurídica”. Se caracteriza por perseguir la estructuración y racionalización de los ineludibles instrumentos de interpretación, sin contraponer norma y disposición, y proponiendo un método racional para controlar un espacio naturalmente abierto a sugestiones decisionistas. Para un análisis de las principales teorías contemporáneas de la interpretación, con especial atención a las relaciones entre tópica jurídica, hermenéutica jurídica y teoría de la argumentación, véase Zaccaria, Giacomo. L’arte dell’interpretazione. Saggi sull’ermeneutica giuridica contemporanea, Cedam, Padua, 1990, pp. 16 y ss. R a z ó n y c u l t u r a : u n a cr í t i c a a l a h e rm e n é u t i c a c o n s t i t u c i o n a l m o d e r n a . . . no otra cosa. En segundo lugar, late también una inconsciente identificación entre el método jurídico y la dogmática; pero ya se ha visto, y es de sobra conocido, que la dogmática no es la única forma, ni siquiera la única forma jurídica, de aproximarse al derecho.24 Ciertamente, la dogmática, como conjunto coherente y delimitado de los preceptos que caracterizan a un ordenamiento jurídico, es una referencia metodológica inevitable: es, en realidad, la matriz de todos los enfoques de aproximación al derecho. Como apuntó Tomás Villarroya, “la dirección dogmática nos dejó un cuadro de conceptos y categorías cuyo uso puede sernos todavía de valor inestimable”.25 Pero una metodología para el derecho no puede reducirse al método jurídico, porque la opción metodológica es también, no cabe ocultarlo, ideológica o, por decirlo menos abruptamente, valorativa. Es ideológica, desde luego, la opción por el iusnaturalismo porque, so pretexto de lo inmanente, desprecia la voluntad —y, por tanto, la soberanía— popular; lo es la opción desnuda por el positivismo, porque, so pretexto de limitarse a lo dado, a lo reflejado en la norma, haciendo abstracción de quien la elabora o de cuál sea su contenido, desprecia tanto la voluntad y la soberanía popular como los valores inherentes a la dignidad humana; lo es, por último, la opción por la tendencia valorativa, porque la elección de unos u otros valores, o la determinación de las prioridades entre ellos es, a fin de cuentas, una elección personal igualmente ajena a la voluntad popular. La cristalización de un Estado democrático de derecho que propugna como valores superiores del ordenamiento la libertad, la justicia, la igualdad, el pluralismo y la interculturalidad ofrece, sin embargo, una perspectiva de superación de esta situación. En cuanto que el derecho, de ser ciencia, es la ciencia de la norma, difícilmente puede tener como base algo que no sea la norma misma. Los datos básicos del derecho son los positivos, proporcionados por las normas. Ello hace del normativismo, especialmente el kelseniano, una referencia ineludible del método positivista. Son, también, datos extraíbles de los mecanismos técnicos y conceptuales ideados para la correcta aplicación de la norma y para el aseguramiento de su observancia. Pero en cuanto que el derecho en general pretende ser la búsqueda, más que la realización, de la justicia, difícilmente se puede prescindir de esos valores. Como ha señalado La Torre, “demasiado fuerte es el peso de los derechos fundamentales, de los principios e incluso de los valores en los modernos Estados Asi, Troper señala que “el método jurídico es, simplemente, la dogmática”. Troper, Michel. Le constitutionnalisme entre droit et politique, p. 88. [En línea]. Disponible en: https://www.u-picardie.fr/curapp-revues/root/29/troper.pdf 25 Villarroya, Joaquín Tomás. “La dirección dogmática en el derecho político”, Revista de administración pública, No. 79, 1976, p. 69. 24 45 Claudia Storini 46 constitucionales como para que sea posible continuar defendiendo una mera teoría legalista de la decisión judicial.26 La incorporación, realizada por la Constitución, de los valores a la norma permite ya que el jurista se centre en la norma sin por ello obviar los valores. El normativismo positivista, en cuanto que método de aplicación de una norma que incorpora valores, adquiere así un nuevo sentido. Es verdad que esta tesis desplaza el problema al caso concreto, a cada supuesto concreto de aplicación de la norma y de los valores en ella recogidos. Pero este no es ya un problema metodológico: es, si acaso, un problema interpretativo, casuísticamente materializable, pero situado en un estadio donde se ha superado la antítesis norma-valores. El problema no es ya elegir entre aquella y éstos, sino determinar cómo aquella, en cada caso singular, los concreta y prioriza. Es, en suma, un problema hermenéutico, no de opción global. La certidumbre de que la norma emana de una representación popular libremente elegida, de que respeta en todo caso los derechos fundamentales, de que, si no es así, hay mecanismos para evitar sus efectos perversos y de que, en suma, está sometida, según los casos, al control jurisdiccional ordinario o constitucional despeja las posibles dudas sobre su aceptación como norma válida. Por todo ello, el método elaborado por la doctrina se orienta siempre en razón de la naturaleza del punto de vista adoptado y utiliza, de entre los métodos interpretativos, aquellos que resultan esenciales con el fin de garantizar una interpretación coherente con la visión o función del derecho que teóricamente quiere ser preservada; no obstante, el método orientado a la aplicación práctica de las disposiciones normativas no puede gozar, en principio, de un análogo espacio de libertad, ya que debe respetar aquellas limitaciones implícitas en la posición que, en un determinado ordenamiento, ocupa el intérprete en relación con las disposiciones por interpretar.27 No obstante, “los esfuerzos teóricos sobre los métodos [...] tienen algo de donquijotesco”,28 ya que la elaboración de teorías de la interpretación no puede cumplir con la función de adaptar el orden de criterios elaborados por la doctrina a la praxis interpretativa. Esta última sólo puede autovincularse a un método jurídico determinado por las exigencias y las necesidades prácticas, y destinado a conseguir la aplicación del derecho a partir de la ley y de la Constitución. 26 La Torre, Massimo. “Derecho y conceptos de derecho”, Revista del Centro de Estudios Constitucionales, No. 16, 1993, p. 78. 27 Habermas, Jürgen. Facticidad y validez, Trotta, Madrid, 1998, pp. 269 y ss. 28 Véase Zagrebelsky, Gustavo. El derecho dúctil. Ley, derechos, justicia, Trotta, Madrid, 1997, p. 137. R a z ó n y c u l t u r a : u n a cr í t i c a a l a h e rm e n é u t i c a c o n s t i t u c i o n a l m o d e r n a . . . El intérprete utiliza siempre una composición sincrónica de los diferentes tipos de interpretación que casi nunca operan como métodos autónomos, sino como construcciones metódicas que traen su origen de la compleja composición de los principales elementos que caracterizan a cada uno de ellos. Este necesario sincretismo debe, no obstante, estar caracterizado por su racionalidad, como único elemento capaz de garantizar que la decisión jurisdiccional no sobrepase las funciones que el ordenamiento democrático le ha asignado, y que, aun siendo siempre opinable, el modo de funcionar del razonamiento jurídico justifique la adopción de una u otra solución interpretativa. A este respecto, y en relación con sus peculiaridades, el problema del método en la interpretación constitucional necesita de algunas consideraciones específicas. A través de los textos constitucionales contemporáneos y de su interpretación, se introducen en el ordenamiento una serie de valores éticopolíticos que preexisten al mismo pacto constitucional: aquellos valores que identifican la especificidad constitucional de un ordenamiento social y jurídico y que están incluidos en la mayoría de los casos en las disposiciones de principios o en los catálogos de derechos. La institucionalización de estos valores morales, es decir, su introducción en el derecho positivo como “parámetros ideales” de cada ordenamiento, hace que se pueda hablar de su doble vigencia, porque siguen teniendo validez desde el punto de vista ético y como principios jurídicos.29 Esto hace que el entramado normativo-constitucional presente características específicas constituidas por su carácter axiológico, su indeterminación y su reducida intensidad prescriptiva.30 La laxitud semántica de las disposiciones constitucionales y su relación estructural con los valores políticos conllevan una vinculación menos rigurosa para el intérprete; por tanto, demandan un control más atento por parte de la doctrina, en comparación con lo que ocurre en sectores del ordenamiento más técnicos. No puede olvidarse que la Constitución es un acto normativo que contiene disposiciones preceptivas. Por ello, los jueces constitucionales, en su función de intérpretes autorizados por la Constitución, y como jueces de la constitucionalidad de las leyes, deben considerarse, si bien es cierto que de una forma menos apremiante que en el caso de interpretación de la ley, como vinculados al texto constitucional. Es cierto que, en relación con los métodos interpretativos utilizados en otros sectores del derecho, donde el recurso al esquema silogístico es más amplio, el método de la interpretación constitucional se sustancia en argumentaciones Dworkin, Ronald. Los derechos en serio, Ariel, Barcelona, 1984, pp. 274 y ss. Ruggeri, Antonio. “L’identitá costituzionale alla prova: i principi fondamentali fra revisioni costituzionali polisemiche e interpretazioni-aplicazioni ‘ragionevoli’”, Ars interpretandi, No. 1, 1996, pp. 113-129. 29 30 47 Claudia Storini 48 basadas en principios y valores contenidos en normas cuya aplicación no asume la forma silogística de la subsunción, sino la de la optimización de la realización del precepto.31 Por esta razón, valores y principios pueden entrar en concurrencia. Aun considerados singularmente, pueden encontrarse en una situación de conflicto que implica la necesidad, para el intérprete, de resolver la colisión caso por caso, decidiendo sobre la base de una jerarquía puntual que tan sólo en un determinado contexto aplicativo se traduce en la prioridad de un principio respecto de otro. Esto hace que la interpretación de los enunciados constitucionales deba, por un lado, garantizar la firmeza de un núcleo que identifique el valor originariamente garantizado y, por el otro, cubrir la necesidad de que dichos enunciados, a través de una razonable variedad de interpretaciones y de aplicaciones, sean continuamente remodelados para adecuarlos a las innovaciones históricopolíticas y a las mutaciones de los propios significados sociales. Todos estos principios y valores se encuentran en la base de las Constituciones, que representan un compromiso entre conservación y renovación; cuya imprescindible y continua adaptación a las mutaciones sociales se traduce necesariamente en una función que uno de los poderes constituidos debe desarrollar. La escasa utilización del instrumento de la reforma constitucional, así como las dificultades implícitas en la cristalización e individualización de conceptos en los cuales obligatoriamente deben incluirse y compatibilizarse diferentes concepciones, hace que la Constitución sea a la postre el resultado de la interpretación de las disposiciones contenidas en ella; es decir, el resultado de un “círculo hermenéutico” entre valores y principios conformadores de la sociedad. Si a esto se añade que en algunas ocasiones la intervención de los jueces constitucionales se configura en términos que, desde el punto de vista cualitativo, no difieren de los del poder legislativo, innovando e integrando los textos dispositivos,32 no es difícil constatar que las orientaciones interpretativas se mueven en un terreno condicionado por la concreta evolución de las comprensiones del sentido y de las relaciones entre las fuerzas sociales. En este sentido, la hermenéutica y la actuación de la Constitución se suman y se integran en un conjunto unitario. Aún cuando los conflictos constitucionales tienen una indudable repercusión política, esta afirmación no puede traducirse en que su resolución no pueda sujetarse a criterios de derecho y a pautas jurisdiccionales.33 Mengoni, Luigi. “Il diritto costituzionale come diritto per principi”, Ars interpretandi, No. 1, 1996, pp. 95-111. Zagrebelsky, Gustavo. “Appunti in tema d’interpretazione e interpreti della Costituzione”, Giurisprudenza Costituzionale, No. 15, 1990, pp. 907 y 908. 33 Pérez Tremps, Pablo. Tribunal Constitucional y Poder Judicial, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1985, p. 14. 31 32 R a z ó n y c u l t u r a : u n a cr í t i c a a l a h e rm e n é u t i c a c o n s t i t u c i o n a l m o d e r n a . . . La sutil complejidad que caracteriza a los mecanismos a través de los cuales los diferentes métodos de interpretación se combinan en la praxis interpretativa hace que las alternativas axiológicas implícitas en cada uno de ellos no resulten tan nítidas, evidentes y extremas como puede demostrarse si se realiza un estudio teórico. No obstante, aunque las antítesis entre los valores que inspiran los métodos en la praxis no resultaran ser inelegibles con la claridad que sería de desear, el estudio empírico de esta última debe considerarse como el único instrumento capaz de comunicar lo que exactamente se hace y cómo se hace en la praxis judicial. Con ello se puede deducir un conjunto de reglas metodológicas funcionales de la interpretación y a la precomprensión de la Constitución capaces de garantizar aquella seguridad jurídica implícita en la lógica de todo Estado constitucional que cimienta su estructura en el principio político democrático y en la supremacía constitucional. En este sentido, incluso dentro de un concepto dinámico de Constitución en el cual, frente a la insuficiencia de los mecanismos agravados de reforma constitucional, se ha llegado a incluir el de “mutación constitucional” para prever y legitimar sus modificaciones informales, no puede ponerse en duda la noción de supremacía que implica la imposición de límites a la mutación para evitar que los poderes constituidos se transformen en efectivos poderes constituyentes.34 Si en la teoría de la interpretación el método jurídico no puede identificarse como método para “comprender” sino que se considera como método para “obrar”, su validez y corrección pueden ser comprobadas sólo a través del análisis de la praxis. Como afirmaba Aristóteles, el método se desarrolla y se verifica practicándolo, pues lo que en última instancia sea se demuestra en su utilización. Lenguaje y acción, comprensión y decisión lingüística son una sola cosa, en este sentido, porque entender y comprender son partes esenciales del lenguaje pensado como ejercicio comunicativo y no como un conjunto de signos abstractos. El problema de los cambios informales de la Constitución fue destacado por la doctrina publicista alemana de finales del siglo xix y principios del xx. Los primeros en tratar de forma directa este fenómeno fueron los autores de la escuela alemana de derecho público. Entre ellos, Lamband se planteó el problema de la mutación desde la constatación de que la Constitución puede transformarse fuera de los mecanismos formales de reforma, a pesar de ser “Ley” que debe dar continuidad y estabilidad al derecho en cuanto codificación de las elecciones fundamentales del Estado. Jellinek hizo referencia a las mutaciones constitucionales después de constatar que la rigidez constitucional, en muchos casos, constituye una garantía insuficiente para asegurar la fuerza normativa de la Constitución. No obstante, sólo por parte de la doctrina alemana de entre guerras hubo un intento de integrar el cambio constitucional informal en un concepto complejo de Constitución. Véanse, Jellinek, Georg. Reforma y Mutación de la Constitución, cec, Madrid, 1991; Heller, Hermann. Teoría del Estado, fce, México, 1981; Heller, Hermann. Escritos políticos, Alianza, Madrid, 1985; Smend, Rudolf. Constitución y Derecho constitucional, cec, Madrid, 198; Hesse, Konrad. “Concepto y cualidad de la Constitución”, en Escritos de derecho constitucional, cec, Madrid, 1983. 34 49 Claudia Storini Si el significado está estrechamente ligado a la utilización de los enunciados, sólo podrá ser individualizado con referencia a la intención de los que utilizan este lenguaje y dentro del juego lingüístico en cuestión, ya que no se trata de una utilización privada sino de una utilización pública de las palabras o de otros signos. Este uso necesariamente debe ser conforme con unas reglas de las cuales dependerá la comprensión de las intenciones del intérprete, del tipo de actividad que desarrolla y de las razones que pueden legitimar los resultados de la aplicación de una determinada argumentación jurídica.35 Las motivaciones del juez constitucional deberían fundamentarse desde el punto de vista metodológico; en caso contrario, frente al relativismo de la interpretación, sería ineficaz el propio significado jurídico de la jurisprudencia constitucional y se vería comprometido el papel institucional que el Tribunal Constitucional debería desarrollar como intérprete máximo, que no único, de la norma suprema.36 4. Teorías deductivo-demostrativas y tópico-retóricas y naturaleza de la decisión del Tribunal Constitucional 50 Las investigaciones dirigidas a una valoración de la coherencia interpretativa del organo encargado de la jurisdicción constitucional deben, no obstante, tener en cuenta la existencia de una profunda diferenciación entre teorías positivistas y tópicas del razonamiento jurídico. Con el fin de justificar el ámbito donde puede desarrollarse el estudio de los instrumentos interpretativos de algunas normas consitucionales, es necesario hacer alusión a las motivaciones de las decisiones judiciales en general. En las sociedades antiguas, no se exigía la motivación de las sentencias, ya que el órgano creador del derecho era el único legitimado para interpretarlo; consecuentemente, no era necesario llevar a cabo un control ni social ni institucional respecto de la actividad interpretativa. Sin embargo, en los ordenamientos jurídicos modernos, en los cuales se garantiza una separación entre el legislador y los órganos que aplican el derecho, la obligación constitucional de motivar todas las decisiones judiciales resulta imprescindible para de asegurar una justificación que pase por un razonamiento. En este sentido, motivar una decisión judicial significa proporcionar argumentos que la sostengan.37 A este respecto, la lucha secular entre las teorías positivistas y Wittgenstein, Ludwig. Ricerche filosofiche, Einaudi, Turín, 1974, p. 87. Alexy, Robert. Teoría de la argumentación jurídica, cec, Madrid, 1997, p. 20. 37 Wróbleky, Jerzy. “Motivation de la décision judiciaire”, en Perelman Chaïm, P. Foriers (Dir.). La motivation de la 35 36 R a z ó n y c u l t u r a : u n a cr í t i c a a l a h e rm e n é u t i c a c o n s t i t u c i o n a l m o d e r n a . . . el razonamiento jurídico sobreentiende un conflicto político en orden al margen de libertad del juez y su capacidad de crear nuevas normas jurídicas.38 Semejante disputa, sin embargo, nunca tendrá un vencedor porque siempre es posible la coexistencia entre tópica y lógica formal, ya que no existen ordenamientos en los cuales se encuentren positivizadas todas las reglas necesarias para disciplinar las infinitas tipologías de relaciones que pueden darse entre los conciudadanos, ni ordenamientos dejados a la indeterminación de una jurisprudencia casuística, o extraña a todo tipo de reglas deductivas. En cada sentencia de cada juez se pueden encontrar siempre componentes retóricos y demostrativos, y la relación entre ellos cambia al variar las especificidades político-culturales de los diferentes ordenamientos, de la tradición jurídica nacional y de la peculiaridad de las singulares disciplinas jurídicas.39 Aunque asignando a las argumentaciones tópicas un papel marginal y subsidiario en la economía de la estructura de las decisiones jurisdiccionales,40 puede afirmarse que, en el caso de las decisiones de los órganos de justicia constitucional, se interviene en el ámbito más hostil a las argumentaciones de tipo lógico formal y, por consiguiente, la tópica jurídica tiene su más amplia posibilidad de afirmación. décision de justice, Bruylant, Bruselas, 1978, p.111. La sentencia motivada encuentra sus orígenes como límite a la arbitrariedad del juicio características del ancien regime para consentir el control sobre la administración de la justicia. El primer caso en el cual se evidencia una obligación formal de motivación de las sentencias es la praxis prusiana formalizada por el Codex Fridericianus, producto del despotismo iluminado de Federico II y que ya en el 1748 preveía la obligación para los jueces de motivar sus sentencias, así como de las diferencias entre las razones que justifican esta obligación y aquellas que están en la base de la experiencia revolucionaria francesa. Véase Taruffo, Michele. “L’obbligo di motivazione della sentenza civile tra diritto comune e illuminismo”, Rivista di diritto processuale, 1964, p. 295 y ss. 38 En abierta y declarada polémica con el racionalismo cartesiano, la retórica, prototipo de todas las lógicas jurídicas, será considerada con el fin de demostrar que las argumentaciones de los juristas no sirven tanto como demostración more geometrico cuanto para persuadir a los destinatarios. Cfr. Perelman Chaïm, Olbrechts Tyteca, Lucie. Trattato dell’argimentazione. La nuova retorica, vol. 1, Einaudi, Turín, 1966, p. 9; Gavazzi, Giacomo. “Topica giuridica”, en Nuovissimo digesto italiano, vol. 19, Turín, 1973, pp. 411 y 416 ss. Sobre el concepto de tópica, entendida como “técnica del pensamiento de problemas”, es decir, como un pensamiento que opera por ajustes concretos para resolver problemas particulares partiendo de directrices que no son principios lógicos sino simples loci communes, de valor relativo, véase Viehweg, Theodor. Tópica y jurisprudencia, Civitas, Madrid, 2007. Define la tópica como “técnica del pensamiento problemático”. Díez-Picazo, Luis. Experiencia jurídica y teoría del derecho, Ariel, Barcelona, 1993, p. 265. 39 Bobbio, Norberto. “Sul ragionamento dei giuristi”, Rivista di diritto civile, 1955, p. 3 y más recientemente en P. Comanducci y R. Guastini (dir.), L’analisi del ragionamento giuridico, Enaudi, Turín, 1989, p. 170. Las consideraciones de Bobbio se mueven en el ámbito de una concepción según la cual la función del jurista no es la de persuadir a los ciudadanos sino la de demostrar la “validez” de una determinada norma. Conducen a afirmar que “el razonamiento deductivo tiene un papel fundamental en la argumentación jurídica”. Sin embargo, no alcanza a negar que “el razonamiento deductivo no agota todo el discurso jurídico” y que siempre hay un espacio argumentativo retórico para consideraciones de carácter histórico, sociológico, y cultural. 40 Según Gavazzi, “el espacio de la tópica en el discurso jurídico es exactamente aquel en el cual la lógica es incompetente. Más allá de este espacio las pretensiones de la jurisprudencia tópica sobre la jurisprudencia racional esconden sencillamente una lucha de poder, llevada a cabo disimuladamente, con el de fin de repartir la competencia para emanar normas jurídicas”. Gavazzi, Giacomo. Op. cit., p. 418. 51 Claudia Storini 52 Esto es así por una serie compleja de factores concurrentes; entre ellos, por la exigua base positiva a disposición del juez constitucional a la hora de resolver un determinado conflicto. Dicha característica, unida con la circunstancia de que, en las mayoría de los casos, las Constituciones se limitan a enunciar valores o principios en términos absolutos, tiene como consecuencia que el nivel de abstracción y generalidad de las motivaciones del Tribunal Constitucional es, en hipótesis, máximo, y obliga a este órgano a una labor de normación, continúa escondida por mucho tiempo bajo el mítico simulacro de la sentencia neutral con la que se aplica el derecho ya existente.41 Consecuentemente, la sentencia constitucional se sitúa dentro de los actos jurisdiccionales, es decir, entre los actos que en hipótesis son únicamente aplicativos de un derecho ya existente, como la sentencia que, sin embargo, está dotada del máximo contenido normativo. El Tribunal, en la mayoría de sus decisiones, aplica normas plasmadas por él mismo, sirviéndose del inacabado material puesto a su disposición por la Constitución. En la mayoría de los casos, dicho material se limita a enunciar un principio o un valor, prácticamente inservible si es utilizado sólo con los instrumentos de la lógica formal. Si alguien ha llegado a creer en el mito del juez como bouche de la loi, nadie ha podido defender que el mismo pudiera ser el juez de las leyes. La motivación de la sentencia constitucional sirve, por tanto, casi siempre para justificar la decisión a la cual el Tribunal ha llegado no por silogismos deductivos realizados sobre precisas reglas formales, sino sobre la base de una norma que a veces no existe en el sistema con aquel mismo significado, y que viene deducida por el juez a través de un proceso lógico cuyas únicas premisas comprobables están constituidas por los valores y principios establecidos por la Constitución.42 Estas razones hacen que la motivación de la sentencia constitucional sea, de entre todas las motivaciones, la más “retórica”. Es el acto decisorio que más se sirve del método argumentativo para auto-fundamentarse racionalmente.43 La estructura tópica de la motivación de las sentencias constitucionales se constata con mayor evidencia allí donde el Tribunal Constitucional está llamado a decidir sobre materias respecto de las cuales es muy difícil justificar el juicio Kelsen, Hans. La giustizia costituzionale ,Giuffré, Milán, 1981, p. 174. Acerca de la utilización judicial de las normas constitucionales de principios o programáticas, Zagrebelsky, Gustavo. La giustizia costituzionale, Il Mulino, Bolonia, 1977, pp. 125 y ss. 42 La reconstrucción de una teoría de los derechos fundamentales operada por Alexy se debe, tal y como el mismo autor defiende, al intento de eliminar la extrema vaguedad con la cual el catálogo de derechos fundamentales regula cuestiones sumamente discutidas de la estructura normativa básica del Estado, a la cual se suma la vaguedad de la jurisprudencia sobre los mismos. Alexy, Robert. Teoría de los derechos fundamentales, op. cit., pp. 22-24. 43 La función de los topoi en la interpretación constitucional relativa a los derechos fundamentales es demostrada por Bin, Roberto. Diritti e argomenti. Il bilanciamento degli interessi nella giurisprudenza costituzionale, Giuffre, Milán, 1992, pp. 4 y ss. 41 R a z ó n y c u l t u r a : u n a cr í t i c a a l a h e rm e n é u t i c a c o n s t i t u c i o n a l m o d e r n a . . . en términos deductivos, bien porque las normas utilizadas son tan genéricas que no se prestan a convincentes operaciones deductivas, o bien porque se prefiere persuadir a los destinatarios en lugar de demostrar la exactitud de la decisión.44 En la primera categoría se sitúan un número muy elevado de casos en los cuales el Tribunal aplica normas que expresan principios y derechos constitucionales de los cuales no puede hacer una utilización en términos formales, dado que el propio “carácter abierto y su pluralismo” son un obstáculo insuperable para ello.45 Se trata de todas aquellas sentencias en las cuales el Tribunal utiliza principios o valores constitucionales que no se traducen en normas directamente preceptivas, sino que necesitan de una mediación deductiva para que el interprete las aplique concretamente.46 Estas conclusiones parecen inevitables si se considera la imposibilidad de una jerarquía formal entre los valores —tomando en cuenta además que cada uno tiende a ser absoluto—, lo cual provoca inevitables conflictos que deben solucionarse sin recurrir a la prevalecía de uno sobre otro, sino ponderándolos en cada caso. La medida de actuación de los principios constitucionales no se presta a ser teorizada en términos formales o deductivos. Es una cuestión que todavía depende de la apreciación del legislador y del Tribunal Constitucional.47 La aplicación de valores constitucionales no puede seguir “argumentos científicos”, en los cuales destacan principalmente los aspectos cuantitativos y materiales de los elementos en discusión, porque “tan sólo en el campo jurídico, político y filosófico los valores intervienen como base de las argumentaciones en todo el curso del razonamiento y se apela a ellos para involucrar al oyente en una elección en lugar de otra y sobre todo para justificarlas y hacer que sean aceptadas y aprobadas por todos”.48 Bobbio analiza las diferencias entre juicio de valor y juicio de validez. Véase Bobbio, Norberto. “Sul ragionamento dei giuristi”, Rivista di Dirito Civile , No. 1, 1955, p. 3. 45 Zagrebelsky, Gustavo. El derecho dúctil, op. cit., p. 124. 46 Describe el procedimiento de aplicación de un principio constitucional. Zagrebelsky, Gustavo. Il sistema delle fonti del diritto, vol. 1, ute, Turín, 1987, p. 107. 47 Alexy, Robert. Teoría de los derechos fundamentales, op. cit. El autor pone en evidencia cómo “las reflexiones sobre la base de la argumentación iusfundamental estaban dedicadas a la cuestión de la controlabilidad racional de la argumentación iusfundamental. El resultado es que, en virtud de su base, la argumentación iusfundamental está, por cierto, algo más determinada y estructurada racionalmente, pero que la medida y la fuerza de control que con esto se logra son limitadas. Queda todavía una considerable laguna de racionalidad [...]. La inseguridad de resultado del discurso iusfundamental conduce a la necesidad de una decisión iusfundamental dotada de autoridad. Si la mayoría parlamentaria no ha de autocontrolarse, queda sólo la posibilidad de un Tribunal Constitucional, cualquiera que sea su forma. No tiene nada de irrazonable el hecho de que un Tribunal Constitucional no sólo argumente sino que también decida”, p. 553. En el mismo sentido, haciendo referencia concretamente a la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense, véase Dworkin, Ronald. Los derechos en serio, Ariel, Barcelona, 1984, pp. 211 y ss. 48 Perelman, Chaïm, Olbrechts Tyteca, Lucie. Trattato dell’argimentazione. La nuova retórica, Einaudi, Turín, 1966, p. 80. 44 53 Claudia Storini 54 Las grandes líneas del modelo teórico del razonamiento retórico, las razones de su utilización, sus posibilidades y los límites que lo separan del razonamiento lógico o teórico podrían resumirse hablando del mismo como de un método útil para investigar las circunstancias y los instrumentos de control de aquellas formas de pensar cuyo objetivo no son las conclusiones que se alcanzan mediante inferencia lógica, ni las generalizaciones que se confirman o desmienten por la experiencia, sino la justificación de opiniones y decisiones que se basan en la elección entre diferentes alternativas. La argumentación lógica depende de normas, se basa en la coherencia y da lugar a resultados acertados o erróneos. El modelo retórico, en cambio, depende de valoraciones, tiene como dogma la plenitud, el juez está obligado a fallar en todo caso y sus conclusiones, a diferencia de lo que ocurre en la argumentación lógica, son débiles o fuertes.49 Esto no significa que exista un divorcio absoluto entre los dos métodos de argumentación, ni que el primero pertenezca al ámbito racional y el segundo remita a procesos irracionales, pero sí evidencia que las argumentaciones persuasivas, como todas las argumentaciones tópicas o retóricas, no muestran con suficiente claridad el origen último de los topoi en los cuales se basan. El origen de las premisas probables o puntos de vista sobre los cuales hay una opinión generalizada, y que se conciben como hilos conductores de una argumentación orientada a solucionar de modo justo un caso concreto para que se acepte en todas partes y se genere consensum omnium. Que pueda tomarse una decisión racional a partir de valores o directamente del derecho natural puede demostrarse. Sin embargo, habría que preguntarse si estos criterios pueden ofrecer una cobertura de legitimidad análoga a la que proporciona la Constitución. En este sentido, existen evidentes dificultades que puede presentar la racionalización de la motivación de las sentencias recaídas en el ejercicio de la función de garantía del Tribuanal Constitucional. Es decir, de una motivación, que puede encontrar su justificación tan sólo en la existencia de una determinada teoría de los conceptos de valores, que permita mantener la imagen de un juez vinculado por el dictado de las cláusulas constitucionales, aunque se llegue al entendimiento de estas últimas como meras apelaciones a conceptos morales.50 49 50 Perelman, Chaïm. “Raisonnement juridique et logique juridique”, en Archives de Philosophie du Droit, vol. 11, 1966, pp. 1 y ss. Así los entiende Dworkin, Ronald. Los derechos en serio, op. cit., p. 216. R a z ó n y c u l t u r a : u n a cr í t i c a a l a h e rm e n é u t i c a c o n s t i t u c i o n a l m o d e r n a . . . 5. A modo de conclusión: interpretación dialógica y finalidad de la motivación de la sentencia constitucional La lógica de la argumentación, aunque sin inspirarse en criterios pertenecientes a una ideología estrictamente formal, pretende la correcta utilización de los argumentos interpretativos. Por tanto, no puede ceder al arbitrio de las decisiones, ya que una pretensión sólo puede ser legítima si se fundamenta en el marco impuesto por el ordenamiento en el cual el intérprete opera; mientras que atribuir la primacía al supuesto que se pretende resolver significa negar la primacía de la vinculación del intérprete al derecho. En este sentido, como la doctrina ha puesto de relieve, si bien es cierto que el Tribunal Constitucional se encuentra obligado a aplicar aquellas disposiciones de compromiso en las cuales el constituyente haya remitido la responsabilidad de decidir a los jueces constitucionales, ejerciendo de esta manera una función constituyente por decidir allí donde el poder constituyente no ha decidido, es decir, actuando como comisionado suyo, no es más cierto que las normas constitucionales deben desarrollarse partiendo de la concepción de la Constitución como norma y no como simple proyecto o como reflejo de la realidad política subyacente. “La diferencia entre ambas posibilidades es en concreto la diferencia entre una jurisprudencia pragmática, sin una orientación uniforme, arrastrada por la necesidad del caso y por la consideración de las consecuencias de las sentencias y una jurisprudencia orientada por una razón jurídica”.51 Frente a la exorbitante expansión de las funciones originariamente atribuidas al Tribunal a este nivel, el constitucional, resulta imposible plantear soluciones al conflicto entre lo fáctico y lo normativo, similares a las orientadas a resolver el nivel legislativo del desajuste entre teoría y praxis constitucional. Los límites a su labor no pueden encontrarse en el nivel de las garantías abstractas, ya que en este sentido la Constitución no dice nada y es imposible plantear la previsión de ulteriores guardianes para vigilar al guardián de la Constitución. Frente a esta imposibilidad, queda un último baluarte: la verificación de la existencia de estructuras argumentativas lo suficientemente claras y constantes como para permitir la reconstrucción tipológica de los argumentos y de las estrategias argumentativas con el fin de delinear una teoría de la interpretación elaborada por el propio Tribunal. Además, debe considerarse como elemento de limitación o autolimitación del intérprete constitucional; por tanto, como fuente de su legitimación. Así De Otto, Ignacio. “Posición del Tribunal Constitucional a partir de la doctrina de la interpretación constitucional”, en El Tribunal Constitucional, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1981, p. 1948. 51 55 Claudia Storini 56 La constatación de la inexistencia de esas estructuras argumentativas haría que el Tribunal quedara libre de actuar como poder soberano. El único freno al constante desarrollo de sus poderes, tanto en sentido cuantitativo como cualitativo, podría encontrarse en el nivel sustancial del consenso ciudadano, de las demás instituciones y de los componentes sociales que constituyen la base legitimadora de tal poder. Ante esta situación, la motivación de la sentencia constitucional sigue siendo el único instrumento de legitimación del Tribunal y del legítimo posicionamiento de éste en el sistema constitucional. Sigue siendo válida la consideración de que “el fundamento de la colocación preeminente o, como a veces se dice, de la legitimación del órgano encargado de la jurisdicción constitucional en la organización constitucional debe ser buscado, más que en las modalidades de su composición, en las modalidades bajo las que se desenvuelve su acción”.52 La motivación constituye, pues, el índice principal de las modalidades de acción del Tribunal Constitucional; por tanto, el índice de su efectiva ubicación entre los demás poderes del Estado y en la relación entre las instituciones y el pueblo. Una motivación que, como se ha demostrado, encuentra su primera garantía en el respeto por el Tribunal de un modus operandi que pueda hallarse por vía inductiva, y que reniega, por tanto, una legitimidad preconcebida. De ello deriva que “nunca está asegurada desde el principio, de una vez por todas, por un proceder de conformidad con competencias o normas previas, sino que postula, como condición imprescindible para poder mantener su papel, que su actividad esté orientada y guiada por la racionalidad”.53 Esta racionalidad se entiende como coherencia entre jurisprudencia constitucional y valores compartidos por sus propios destinatarios. Obliga, por una parte, a volver a la relevancia de la motivación; por otra, a cambiar su finalidad. Pasa de considerarse un instrumento para controlar el respeto de unas reglas a ser un instrumento para la adquisición de consenso, con el fin de legitimar cotidianamente la acción del Tribunal Constitucional y con el de la “Constitución viviente” continuamente remodelada por este órgano. El hecho de que ya no exista (o exista de manera cada vez más débil) un ámbito fuerte de legitimación unitaria desplaza radicalmente los términos de la “cuestión Tribunal Constitucional”. Subsiste una creencia generalizada de racionalidad respecto del valor; pero también se oponen a lo anterior creencias de diferente tipo que relativizan el aspecto de derivación del valor y dirigen la mirada, cada vez con más decisión, hacia el resultado. 52 Angiolini, Vittorio. “La Corte senza il ‘processo’, o il ‘processo’ costituzionale senza processualisti?”, en La giustizia costituzionale ad una svolta, Giappichelli, Turín, 1991, p. 25. 53 Mezzanotte, Carlo. Corte Costituzionale e legittimazione politica, Tipografia Veneziana, Roma, 1984, p. 134. R a z ó n y c u l t u r a : u n a cr í t i c a a l a h e rm e n é u t i c a c o n s t i t u c i o n a l m o d e r n a . . . La consideración del resultado, que antes era tendencialmente absorbida por la idea de un a priori constitucional en la metodología prescriptiva que esta idea comportaba, es ahora tan sólo una etapa en el itinerario de legitimación del juez de las leyes. Ante esto probablemente haya que asumir que en estos momentos el constitucionalismo moderno ha llegado a aquella fase de responsabilidad política difundida a la cual el Sandulli miraba con simpatía ya en 1958, cuando hablaba de control directo de la opinión pública sobre la jurisprudencia.54 No obstante, a esta fase no puede llegarse siguiendo un camino que pretende esconder todavía la realidad detrás de los falsos velos de las ideologías. Si el único recurso para defender a la Constitución del arbitrio de su vigilante es un control difuso, una opinión pública crítica con la jurisprudencia, dicha opinión sólo puede crearse a través de un debate que intente poner de relieve la debilidad conceptual de algunas de las ideas sobre las que cimenta su estructura el Estado constitucional, es decir; el principio político democrático y el principio jurídico de supremacía constitucional. Si se considera que la contraposición existente entre el principio legitimador de la soberanía popular y la teoría de la limitación del poder, que implica el entendimiento de la Constitución como ley suprema, manifiesta su más fuerte ambigüedad en la asignación al pueblo de la facultad de dictar y aprobar una Constitución que, aun siendo expresión de su soberanía, no es óbice para que el dogma de la soberanía popular y el poder constituyente, una vez realizada su obra, desaparezcan como tales55 y permitan la consideración del Tribunal Constitucional como “legislador constituyente” o “constituyente permanente”. Éste difícilmente puede encajar en el esquema teórico anteriormente descrito, lo cual obliga, por tanto, a volver a discutir sobre los conceptos de supremacía constitucional y rigidez de la norma fundamental. Existe “una ingente masa” que no comparte la tendencia dominante y queda inerme y desconcertada. Una masa que no acepta lo existente y desconoce los cauces hacia el cambio. Hacia esta dirección se mueve el estudio aquí llevado a cabo, sin pretensión alguna de plantear soluciones definitivas, pero sí con la voluntad de llamar la atención sobre la inexistencia de algunos de los baluartes sobre los cuales se funda el Estado constitucional y la necesidad de que los juristas, y más concretamente los constitucionalistas y la “opinión pública constitucional”, se comprometan a consolidar (o tal vez a reconstruir) Sandulli, Aldo Mazzini. “Natura funzione ed effetti delle pronuncie della Corte costituzionale sulla legittimità delle leggi”, Rivista trimestrale di diritto pubblico, No. 1, 1959, p. 25; de la misma opinión es Rodotá, Stefano. “La svolta politica della Corte costituzionale”, Politica e Diritto, No. 2, 1970, p. 37. 55 De Vega, Pedro. La reforma constitucional y la problemática del poder constituyente, Tecnos, Madrid, 1985, p. 20. 54 57 Claudia Storini una “visión constitucional”, volviendo a descubrir y evidenciar el papel de los valores compartidos y las bases de sentido sobre las cuales se funda el Estado constitucional. Tal vez haya llegado el momento de retornar para promover un nuevo Estado constitucional plural y democrático, tal vez sea hoy necesario entender las capacidades persuasivas de los juristas al servicio de la promoción de este Estado constitucional, y si esto es así deberá renunciarse a los meros análisis descriptivos de la realidad político-constitucional para empeñarse en los más escabrosos terrenos de las reconstrucciones de carácter prescriptivo, aunque esto implique la construcción de una nueva teoría de la Constitución. Tal vez ha llegado el momento de promover, recogiendo el espíritu de todos aquellos que en su día hicieron de la crítica jurídica un instrumento de análisis que habría que dignificar, en última instancia, nuestra convivencia social, la reconstrucción de un nuevo Estado constitucional sustentado en la interculturalidad y en el principio democrático. 58 R e v i s ta d e l I n s t i t u t o d e C i e n c i a s J u r í d i c a s d e P u e b l a , M é x i c o . i s s n : 1 8 7 0 - 2 1 4 7. Añ o x , N o . 3 7 e n e r o - j u n i o d e 2 0 16 , pp 5 9 - 8 2 . La interpretación constitucional: ¿eclipse del control al poder?* Constitutional interpretation: Eclipse of control to power? Eudoro Echeverri Quintana** resumen abstract El presente artículo tiene como propósito generar el debate acerca de la realidad del contenido del título. Se apuntó a aspectos generales del tema central. Seguidamente, se abordaron problemas de la Corte Constitucional en su función principal de la guarda de la Constitución, como los relativos a su jurisprudencia del estado de cosas inconstitucional. Se analizaron algunas ambivalencias en relación con el control de constitucionalidad como el principio in dubio pro legislatoris. Se hicieron críticas respecto a la sistemática política oficial de inadmitir en alto volumen las demandas de acción pública, contraviniendo precisamente su razón de ser. Se analizaron unas sentencias de tutela donde las decisiones parecieran obedecer a criterios selectivos para favorecer a sectores privilegiados y en otras se predica una mutación constitucional. Se cuestionó que los titulares de la Corte Constitucional asumieran el conocimiento de reformas constitucionales sobre aspectos que les comprometen, cuando en su lugar deben hacerlo los conjueces. También se elaboró una crítica al Consejo de Estado como guardián residual de la Carta. This paper aims to generate a debate about the reality of content of the title. Some general aspects of the central theme were made. Then, Constitutional Court issues were addressed in its primary role of guardian of the Constitution, such as those relating to the jurisprudence of the unconstitutional state of affairs. Some ambivalence in relation to the control of constitutionality as the principle of in dubio pro legislatoris was analyzed. Criticisms were made regarding the official systematic policy of rejecting in large quantities the demands of public action, precisely contravening its raison d’être. Later, this paper added judgments relating to constitutional guardianship, where decisions seemed to be subject to selective criteria to favor privileged sectors and in others, it preaches a constitutional mutation. It was questioned that members of the Constitutional Court would assume knowledge of constitutional reforms on issues that would compromise them, when adhoc judges should do it in their places. Finally, there are reviews with the Council of State as residual guardian of the Charter. palabras clave: Constitución Política, Corte key words: Constitution, Constitutional Court, High Courts, the State Council, State, unconstitutional state of affairs, in dubio pro legislatoris principle. Constitucional, Tribunal Constitucional, estado de cosas inconstitucional, principio in dubio pro legislatoris. * Recibido: 3 de julio de 2015. Aceptado: 14 de agosto de 2015. ** Profesor en la Universidad Libre, sección Pereira, Colombia. ([email protected]) 59 E u d o r o Ec h e v e rr i Q u i n t a n a sumario 1. Planteamiento del problema 2. Justificación del objeto de estudio 3. Desafíos de la interpretación constitucional 4. Dificultades al interior de la jurisprudencia de la Corte Constitucional que menoscaban una pulcra interpretación constitucional 5. El estado de cosas inconstitucional en la jurisprudencia de la Corte Constitucional 6. Principio in dubio pro legislatoris 7. La Corte Constitucional en su peregrinar de las inadmisiones de demandas de acción pública y el errático trasegar de la cosa juzgada 8. La Corte Constitucional frente a algunas Acciones de Tutela. 9. ¿Debe la Corte Constitucional controlar los actos reformatorios de la Constitución cuando se trata de funciones propias? 10. Control de constitucionalidad residual del Consejo de Estado 11. El acuerdo de la Corte Constitucional que reglamentó sus funciones 12. Conclusiones 1. Planteamiento del problema 60 El ejercicio racional del poder parece ser demasiado esquivo para el hombre público, inmerso en las responsabilidades enormes del Estado. De los gobernantes no hay que hacerse muchas ilusiones, salvo honrosas excepciones. Pero los gobernados albergan la expectativa de que los jueces constitucionales sean más humanos o mortales en su desempeño. Esta reflexión es particularmente oportuna frente al caso colombiano, donde existe una profunda crisis institucional imputable a las altas cortes y demás instituciones políticas con evidente relevancia en ese renglón tan caro para una democracia. El poder tiene que ser matizado, para usar términos indulgentes. Aunque de lege ferenda esto se infiere de todas las autoridades públicas al servicio del Estado, para el Tribunal Constitucional es imperativo ser de su inspección e intervención a ultranza. Es relevante resaltar que: El Tribunal Constitucional tiene una responsabilidad de “Justicia”; así, en términos de letras mayúsculas, funciones casi rayanas con lo divino, sus decisiones políticas y jurídicas velan por el bienestar de los asociados, el Estado está en sus manos, la humildad de sus integrantes debe ser proporcionalmente directa a la independencia e inteligencia. Entre su deber ser está la ponderación de sus fallos. La democracia L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : ¿ e c l i p s e d e l c o n t r o l a l p o d e r ? representativa, la participativa y la deliberativa tendrán el norte que le trace la Corporación. Los errores, desmanes o abusos por acciones u omisiones serán conjurados por ese privilegiado grupo minúsculo de seres humanos. Más que el honor por ostentar tan alta dignidad, y recibir los aplausos y homenajes de la Nación, está el compromiso derivado de ser los bastiones en la defensa de un mundo decente y menos perverso que el actual.1 La compleja estructura del Estado moderno no puede prescindir de la interpretación constitucional, por cuanto se erige en una de sus notables responsabilidades y de sus mayores desafíos. Por esta razón, Francisco Rubio Llorente2 afirma: “En la medida en que el Estado contemporáneo es Estado constitucional, el problema de la interpretación es también el problema central de la teoría del Estado”. También es un asunto del poder al ser esencia vertebral del Estado. Tal vez por ello Tomás de la Cuadra3 aseveró: “Para ser más exactos, podríamos afirmar que el problema de la interpretación constitucional es [...] el problema clave hoy de la ciencia del derecho y del Estado. 2. Justificación del objeto de estudio El caso colombiano es de especial interés para aproximarse a un análisis de la interpretación constitucional. Goza de una aparentemente sólida tradición institucional, mientras su rama judicial atraviesa por una de sus peores crisis de credibilidad. Véase por ejemplo en la nominación y elección de los altos dignatarios del Estado. Es imperioso elegir a los más capacitados con una aureola de ética a toda prueba. Las listas deben cumplir ese primer cedazo, para que el órgano encargado de la elección garantice la justicia e institucionalidad. Por su parte, el Congreso de la República y el Gobierno Nacional perdieron una oportunidad plausible reformar todo lo relacionado con este tema.4 61 Echeverri Quintana, Eudoro. Acercamientos al control constitucional. Temática inacabada, Ibáñez, Bogotá, 2014, p. 110. 2 Citado por Arce Gómez, Celin Eduardo. La Sala Constitucional como Legislador Positivo. [En línea]. San José, Costa Rica, 2007. Disponible en: http://unpan1.un.org/intradoc/groups/public/documents/icap/unpan047691.pdf 3 Citado por Arce Gómez, Celin Eduardo. Op. cit. 4 La Constitución de 1991 fue reformada mediante el Acto Legislativo 2 de 2015, norma que fue bautizada por el gobierno como “reforma al equilibrio de poderes”. Los escándalos son la comidilla diaria: el fiscal, el procurador, el defensor público, los magistrados de la Altas Cortes, Ejecutivo, Legislativo. Las decisiones en las investigaciones y en los procesos que cuestionan los nombramientos se difieren hasta su inocuidad o cuando ya haya hecho dejación del cargo el personaje. 1 E u d o r o Ec h e v e rr i Q u i n t a n a Las cosas aparentemente cambiaron, pero todo siguió igual, como en el Gatopardo de Lampedusa. Una básica consideración práctica consiste en que quienes elijan no sean los que deberán ser investigados. Por ejemplo, al procurador lo elige el Senado, quien puede sancionarlos disciplinariamente con destitución.5 La Comisión de Aforados6 será elegida por el Congreso, investigará a los magistrados de las Altas Cortes; a su vez, la Sala Penal investiga a los congresistas y el Congreso indaga a la Comisión. Mejor dicho, todo queda en casa. El sistema de control de constitucionalidad en Colombia es mixto, porque la Corte Constitucional lo ostenta por excelencia en los eventos consagrados en el artículo 241 de la Constitución Política. Sin embargo, no es un control concentrado porque no lo ejercita excluyentemente. Residualmente lo efectúa el Consejo de Estado en los casos no consagrados expresamente para aquella corporación (artículo 237). Además, todos los jueces y servidores públicos en general están obligados a la aplicación directa de la Carta sobre normas infraconstitucionales y actos administrativos (artículo 4), conforme con la excepción de inconstitucionalidad y a instituciones como el control de convencionalidad.7 El universo es así vasto con iguales problemas en la seguridad jurídica, lo cual me permite partir desde el caso colombiano para aproximarme al concepto de la interpretación constitucional y sus profundas repercusiones como mecanismo del control al poder. 3. Desafíos de la interpretación constitucional El juez, con mayor razón el constitucional, no puede tener ataduras distintas al derecho constitucional y al derecho internacional. El juez crea derecho,8 desde luego, cuando las normas infra-constitucionales van en contravía de los mandatos superiores consagrados en aquellas. Tampoco tiene licencia para Violándose la Convención Americana sobre Derechos Humanos, artículo 23. Acto Legislativo 2 de 2015, artículos 5, 7, 8 entre otros. 7 Echeverri Quintana, Eudoro. Op. cit., pp. 237-265. 8 Sentencia T-478 de 2015, Acción de tutela presentada por Alba Lucía Reyes Arenas, a nombre propio y en representación de su difunto hijo Sergio David Urrego Reyes, contra el gimnasio Castillo Campestre y otros. Ministerio Público, Gloria Stella Ortiz Delgado. En un apartado precisó la Corte Constitucional: “El juez, en un Estado Constitucional, es creador de derecho y tiene la obligación de ir más allá de las ataduras formales que le impone la ley toda vez que las mismas, a pesar de su enorme importancia para la estabilidad del sistema judicial, no tienen la posibilidad de darle al funcionario judicial todos y cada uno de los elementos necesarios para resolver todos los casos. En otras palabras, el juez constitucional, como defensor de la institucionalidad y el interés colectivo debe anteponer un juicio integral y finalista de las normas constitucionales a cualquier figura procesal para obtener la mejor solución a los casos que se les plantea. Definitivamente, el juez de segunda instancia, no logra cumplir con dicho objetivo pues considera que un daño consumado, como lo es la muerte de Sergio, limita abruptamente la acción protectora de la justicia constitucional”. 5 6 62 L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : ¿ e c l i p s e d e l c o n t r o l a l p o d e r ? desconocer al Parlamento como cuerpo representativo popular por antonomasia. La realidad política y social debe servir de norte al intérprete constitucional en la tarea de materializar o concretar9 los postulados supremos para conjurar las arbitrariedades del poder. La “discrecionalidad judicial”, enfatizada por Hebert Hart, puede ser bastión para lo defendido en este estudio con la teleología de una sindéresis en la interpretación constitucional como freno al poder político y al abuso de los poderosos. El siguiente fragmento de un profesor colombiano resulta oportuno al respecto:10 “Toda vez que la naturaleza del derecho está determinada por el lenguaje, en la práctica se presentarán necesariamente problemas de vaguedad e imprecisión entre los actores jurídicos. De ahí proviene la idea de la “textura abierta del derecho”, según la cual en todo sistema jurídico pueden existir casos en los que las leyes existentes resulten vagas o indeterminadas. En estos, la discrecionalidad judicial sería necesaria para esclarecer y especificar las leyes existentes. Al realizar esta tarea, los jueces pueden de hecho crear nuevas leyes. Si el derecho se concibe sólo como un conjunto de reglas, ciertas situaciones como las que involucran casos difíciles quedarán por fuera del sistema y justificarían la actuación discrecional por parte del juez, desde el planteamiento de Hart. El derecho otorga discrecionalidad a los jueces en los casos límites para decidir las cuestiones que el derecho no determina (cap. vii.1). Los estándares del sistema dejan a elección del juez cómo resolver la cuestión difícil. Defiendo por contera, desde la perspectiva del lenguaje estadounidense,11 la tendencia no originalista o no interpretivista en oposición a la originalista o interpretivista. Aquella se entiende en el sentido de que la interpretación puede basarse en disposiciones que no aparecen dentro del texto constitucional, mientras que esta última comprende que los servidores judiciales deberán resolver los casos ateniéndose sólo a las disposiciones constitucionales. 9 Como en el lenguaje de Hesse. Hesse, Konrad. Escritos de Derecho Constitucional, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1992. 10 García Jaramillo, Leonardo. “El concepto de derecho” de H. L. A. Hart”, en Ámbito Jurídico, Legis, p. 21. 11 Risso Ferrand, Martín. “Hacia una nueva interpretación constitucional. La realidad en Uruguay”, Estudios Constitucionales, año 12, No. 1, 2014, pp. 239-283. Disponible en: http://www.cecoch.cl/docs/pdf/revista_12_1_2014/ hacia_una_nueva.pdf 63 E u d o r o Ec h e v e rr i Q u i n t a n a Corolario de todo lo anterior es que la Constitución Política es “viviente”, tal como acaece con los tratados internacionales de derechos humanos. Los Tribunales Internacionales lo han entendido acertadamente, desde la Corte Europea de Derechos Humanos hasta la Interamericana homóloga. Un párrafo de la sentencia12 de fondo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso de la masacre de Mapiripán lo ilustra en forma elocuente: La Corte ha señalado, al igual que la Corte Europea de Derechos Humanos, que los tratados de derechos humanos son instrumentos vivos, cuya interpretación tiene que acompañar la evolución de los tiempos y las condiciones de vida actuales. Tal interpretación evolutiva es consecuente con las reglas generales de interpretación consagradas en el artículo 29 de la Convención Americana, así como las establecidas por la Convención de Viena sobre el derecho de los tratados. En este sentido, al interpretar la Convención debe siempre elegirse la alternativa más favorable para la tutela de los derechos protegidos por dicho tratado, según el principio de la norma más favorable al ser humano. 4. Dificultades al interior de la jurisprudencia de la Corte Constitucional que menoscaban una pulcra interpretación constitucional El rol histórico de la Corte Constitucional ha sido ciertamente encomiable. No obstante, ha incurrido en desaciertos que inevitablemente echan de menos en sereno juicio al anónimo ciudadano y al conspicuo jurista. Seguidamente mencionaré algunas fallas en la interpretación constitucional de los principales órganos legitimados de tan elevada misión, sumado a precariedades actualizadas en el control abstracto de constitucionalidad y acciones de tutela, para intentar demostrar que la debida sindéresis en la interpretación constitucional puede sucumbir ante factores ajenos a la institucionalidad. 64 5. El estado de cosas inconstitucional en la jurisprudencia de la Corte Constitucional Un buen tema de discusión siempre será el relativo a las fronteras del Tribunal Constitucional en el ejercicio de sus competencias. Aunque el desempeño del resto de instituciones políticas en el Estado (entendido como un concepto macro 12 Caso de la masacre de Mapiripán vs. Colombia, sentencia de 15 septiembre de 2005, párr. 101 y ss. L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : ¿ e c l i p s e d e l c o n t r o l a l p o d e r ? de administración pública) no puede estudiarse con desdén, en Estados con asfixiante corrupción y negligencia de las autoridades públicas, dicha corporación tendría que suplir esas falencias. Así, se corre el riesgo, como algunos lo califican —no sin algo de razón— de que se convierta en una corte invasiva de competiciones, o peor aún, de que funja como colegislador. La Corte Constitucional, en materia de Sentencias de Tutela de Sala Única (en adelante st) o en Sala Plena de Unificación (en adelante su), construyó una categoría jurídica importante llamada el “estado de cosas inconstitucional”. Esta se exterioriza cuando el Estado desconoce sus funciones en general o específicamente o cuando algún sector de la población es afectado o las ejercita con clara lesión de los derechos fundamentales. En estos eventos, la Corte enmienda dichas omisiones formulando coetáneamente recomendaciones que equivalen, en términos concretos, a políticas públicas. Así ha discurrido ese Tribunal13 acerca de los elementos inherentes a este concepto: La vulneración masiva y generalizada de varios derechos constitucionales que afecta a un número significativo de personas; (ii) la prolongada omisión de las autoridades en el cumplimiento de sus obligaciones para garantizar los derechos; (ii) la adopción de prácticas inconstitucionales, como la incorporación de la acción de tutela como parte del procedimiento para garantizar el derecho conculcado; (iii) la no expedición de medidas legislativas, administrativas o presupuestales necesarias para evitar la vulneración de los derechos; (iv) la existencia de un problema social cuya solución compromete la intervención de varias entidades, requiere la adopción de un conjunto complejo y coordinado de acciones y exige un nivel de recursos que demanda un esfuerzo presupuestal adicional importante; (v) si todas las personas afectadas por el mismo problema acudieran a la acción de tutela para obtener la protección de sus derechos, se produciría una mayor congestión judicial. Una consecuencia tangible de los fallos derivados de esta tendencia, que estimo por lo demás laudable, es la concerniente a la verificación de las decisiones. Pero esto no ha pasado de ser mero enunciado,14 inocuo y desconocido abusivamente Sentencia T-025 de 2004. Ministerio público Manuel José Cepeda Espinosa. Estado de cosas inconstitucional en la población desplazada. 14 Por ejemplo, en la sentencia T-153 de 1998, la Corte Constitucional adoptó once medidas para conjurar tan monumental problema. 13 65 E u d o r o Ec h e v e rr i Q u i n t a n a por las restantes instituciones políticas. Recientemente, la Corte Constitucional15 en extensísimo fallo reiteró ese estado en las cárceles, impartiendo numerosas órdenes al Ejecutivo, Legislativo y a otras autoridades. Sucede igualmente con las sentencias de constitucionalidad en abstracto (en adelante sc). Por ejemplo, sobre el tema de la eutanasia, cuando la Corte exhortó desde 199716 al Congreso para que, en tiempo breve, conforme con los principios constitucionales y humanitarios, regulara el tema de la muerte digna. Sin embargo, la ley jamás se expidió. La Corte pareció resignarse parcialmente a la flagrante desobediencia cuando expidió la sentencia T-970 de 2014;17 a mi entender, debió hacerlo en Sala Plena por las decisiones allí adoptadas, porque ofició al ministerio de Salud expedir una directriz disponiendo todo lo necesario para conformar un comité interdisciplinario con los prestadores del servicio de salud y cumplir así con las obligaciones emitidas en esa decisión. Pero volvió vanamente a exhortar al Congreso para que procediera a regular el derecho fundamental de la muerte digna. ¿Entonces qué debería hacerse para el cumplimiento de tales determinaciones? Creo que la respuesta al interrogante anterior en una sociedad democrática sería el inicio de controles políticos a través de las corporaciones colegiadas de representación popular;18 por excelencia a nivel nacional, el Congreso de la República.19 Pero es una ilusión siquiera sugerirlo. Entonces debería acudirse a mecanismos más reales como las investigaciones disciplinarias y, por supuesto, penales, aplicando en esta última el artículo 45420 del Código Penal que consagra el tipo “Fraude a resolución judicial o administrativa de policía”. Sentencia T-762 de 2015. Ministerio público, Gloria Stella Ortiz Delgado. Pero las prisiones son peores. La propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos expidió un comunicado, el 25 de febrero de 2016, donde manifestaba su preocupación por la desaparición de al menos cien reclusos desmembrados y botados por las alcantarillas en la cárcel Modelo de Bogotá: “Según la información publicada por medios de comunicación, la fiscal Caterina Heyck Puyana, directora de Articulación de Fiscalías Nacionales Especializadas de Colombia, declaró que al menos 100 personas habrían desaparecido entre 1999 y 2001, de la cárcel La Modelo. Las víctimas habrían sido desmembradas y luego arrojadas a las cañerías de la cárcel”. [El comunicado completo fue consultado por última vez el 4 de junio de 2016 en: http://www.oas.org/es/cidh/prensa/comunicados/2016/020.asp. La constante es la total impunidad. 16 Sentencia C-239 de 1997. Ministerio público, Carlos Gaviria Díaz, acerca del homicidio por piedad. La Corte resolvió: “Primero: Declarar exequible el artículo 326 del decreto 100 de 1980 (Código Penal), con la advertencia de que en el caso de los enfermos terminales en que concurra la voluntad libre del sujeto pasivo del acto, no podrá derivarse responsabilidad para el médico autor, pues la conducta está justificada. Segundo: Exhortar al Congreso para que en el tiempo más breve posible, y conforme a los principios constitucionales y a elementales consideraciones de humanidad, regule el tema de la muerte digna”. 17 15 de diciembre de 2014, Acción de tutela instaurada contra Coomeva eps. Ministerio público, Luis Ernesto Vargas Silva. 18 A niveles departamental y municipal, las asambleas y los concejos con mociones de censura (artículos 300 y 313 de la cp). 19 Moción de censura (artículo 135 cp). 20 “Fraude a resolución judicial o administrativa de policía. El que por cualquier medio se sustraiga al cumplimiento de obligación impuesta en resolución judicial o administrativa de policía, incurrirá en prisión de uno (1) a cuatro (4) años y multa de cinco (5) a cincuenta (50) salarios mínimos legales mensuales vigentes”. 15 66 L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : ¿ e c l i p s e d e l c o n t r o l a l p o d e r ? De la misma forma sucede, con frecuencia inusitada, cuando los servidores públicos encargados de la prestación de los servicios públicos de salud y pensión incumplen deliberadamente con las normas legales y obligan despóticamente al indefenso ciudadano a presentar las respectivas acciones de tutela para cumplir con su deber. En ese caso, tendrían que ser investigados por el delito de “prevaricato por omisión”.21 Esta es una efectiva manera de ejercer la interpretación constitucional como freno al abuso del poder contra los millones de huérfanos del poder (parafraseando a Frantz Fannon, en su libro Los condenados de la tierra). 6. Principio in dubio pro legislatoris La Corte aplica con periodicidad el principio in dubio pro legislatoris o legislatore. Esto significa que en caso de duda razonable acerca de la ocurrencia de un vicio de procedimiento, la duda debe ser resuelta a favor de la decisión mayoritaria adoptada por un cuerpo deliberante, específicamente el Congreso de la República. Para dicho Tribunal, y en una interpretación de una sola vía, se trata de una manifestación del principio democrático.22 Sin embargo, otros pensamos que es todo lo contrario; valga decir, desde la perspectiva de una democracia constitucional o deliberativa, para llamarla en términos de Carlos Santiago Nino, deviene inconstitucional que se haya presentado un vicio en el trámite parlamentario, dando al traste con los derechos de la minorías, aplastados como a menudo sucede con la abrumadora mayoría supuestamente legitimaria de la decisión reprochada. Nino23 apuntó al respecto: Acaecería un vicio de inconstitucionalidad, por ejemplo, si se prueba omisión deliberada de alguno de los requisitos relacionados con el trámite parlamentario, discriminación en contra de alguna minoría política al momento de intervenir, vulneración de reglas que amparan principios de consecutividad e identidad u omisión de la apertura de la deliberación. El procedimiento democrático deliberativo es respetuoso de determinados valores sustantivos y es, por tanto, adecuado epistémicamente para producir buenos resultados, es decir, resultados sin sesgo y mejor fundados. Artículo 414 del Código Penal: “Prevaricato por omisión. El servidor público que omita, retarde, rehúse o deniegue un acto propio de sus funciones, incurrirá en prisión de treinta y dos (32) a noventa (90) meses, multa de trece punto treinta y tres (13.33) a setenta y cinco (75) salarios mínimos legales mensuales vigentes, e inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones públicas por ochenta (80) meses”. 22 Sentencia C-332 de 2012. Otros fallos de igual pronunciamiento: sentencias C-397/12, C-786/12, C–134 de 2014. 23 García Jaramillo, Leonardo. “La constitución de la democracia deliberativa, de Carlos Nino”, en Ámbito Jurídico, Sección Obras del pensamiento jurídico, No. 5, Legis, Bogotá, 2015, p. 21. 21 67 E u d o r o Ec h e v e rr i Q u i n t a n a Acerca del examen de una supuesta irregularidad en materia de anuncio previo a votación, la Corte afirmó lo siguiente: En definitiva, se tiene que el aviso previo es un requisito constitucional respecto del cual se han precisado algunos elementos que se han ido flexibilizando, pero en los que siempre debe estar presente la claridad sobre cuándo se va a producir la votación. En tal sentido, debe precisarse que establecer reglas claras sobre la forma en que deben realizarse los anuncios es de notable importancia, en la medida en que, tras la existencia de este requisito yace una variedad considerable de principios constitucionales tales como el principio democrático y su interpretación acorde con el principio in dubio pro legislatoris.24 Matizó equivocadamente en su argumentación el artículo 228 de la fallo25 de hace un par de años: en un Para superar estas tensiones, la Corte ha empleado, entre otros,26 el principio de “instrumentalización de las formas” consagrado expresamente en el artículo 228 de la Constitución Política y definido como la necesidad de interpretar las formas procesales de forma teleológica al servicio de un fin sustantivo. Es decir, hacia la consecución del valor material pretendido con ellas, sin alcanzar un detrimento innecesario de las reglas procedimentales para la formación de la ley, puesto que estas protegen “valores sustantivos significativos”27 y la labor del intérprete debe guiarse además, por el principio in dubio pro legislatoris.28 Entre los fines que sustentan las formas del proceso legislativo se encuentran: i) la preservación de la voluntad de las mayorías; ii) la protección del principio de publicidad; y iii) la salvaguarda de los derechos de las minorías.29 Sentencia C-665 de 2007. La sentencia C-947/14 fue sobre el Acuerdo de servicios aéreos entre Colombia y Turquía, valga decir, un tratado internacional que amerita con la ley aprobatoria un control automático, previo e integral conforme al artículo 241.10 de la cp. 26 También se ha recurrido al principio de corrección de las formas, que rechaza la concepción de los trámites como condiciones sin relevancia constitucional. Al respecto, véase la sentencia C-134 de 2014. Ministerio público María Victoria Calle Correa. 27 Sentencia C–737 de 2001. Ministerio público, Eduardo Montealegre Lynett. Consideración No. 7. 28 En diversas oportunidades, la Corte ha aplicado el principio in dubio pro legislatoris, según el cual en caso de duda razonable acerca de la ocurrencia de un vicio de procedimiento, aquélla debe ser resulta a favor de la decisión mayoritaria adoptada por un cuerpo deliberante, como lo es el Congreso de la República. Se trata, en pocas palabras, de una manifestación del principio democrático. Sobre este tema se pueden consultar, entre otras, las Sentencias C-031 de 2009, C-608 de 2010, C-941 de 2010, C-076 de 2012, C-332 de 2012, C-367 de 2012, C-457 de 2012 y C-786 de 2012. 29 Sentencia C-225 de 2014. Ministerio público, Luis Guillermo Guerrero Pérez. 24 25 68 cp L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : ¿ e c l i p s e d e l c o n t r o l a l p o d e r ? Concluyó —como ya lo había hecho— afirmando que el anuncio previo para debate de los proyectos de ley no constituye un requisito sacramental. Esta flexible e inconveniente argumentación premia la negligencia o en otros casos el abuso deliberado del Congreso en la expedición de leyes y peor aún de actos reformatorios de la cp, cuando sacrifica el procedimiento como son las reglas de juego establecidas previamente por el Constituyente y por la Ley Orgánica para el logro de los fines sustanciales. Con estas decisiones, se recompensa el indebido trabajo de los legisladores en detrimento de la comunidad, porque la determinación final es la congratulación del Tribunal para actos viciados del Congreso. Imagínese, por ejemplo, una ley en materia tributaria que asfixia al contribuyente. La norma, a pesar del pecado de inconstitucionalidad que comporta, sale entonces indemne. Riesgo particularmente grave cuando el Gobierno pretende una reforma tributaria que gravará al pueblo colombiano con productos de primerísima necesidad, aunado a útiles escolares, con aumento de un impuesto indirecto y regresivo como el iva, para parcialmente enfrentar la galopante crisis fiscal como consecuencia de sus erráticas políticas públicas. La Corte también incurre a menudo en ambivalencias sobre este asunto. Véase por ejemplo el siguiente apartado en la sentencia30 C-741 de 2015: (xii) No obstante que la Corte considera que la norma parcialmente demandada, tal como está formulada por el legislador, terminaría afectando la protección de la institución de la familia y el derecho a no ser separado de ella —art. 42 cp—, los derechos de los niños, niñas y adolescentes, y la prevalencia del interés superior del menor —art. 44 cp—, así como los requisitos para el consentimiento en adopción, ya que configuraría un trato desigual y discriminatorio para las personas en estado de discapacidad en razón de la misma —arts. 5 y 13 cp—, y desconocería por tanto los derechos de los padres que se encuentran en situación de discapacidad —art. 47 cp—; en virtud de los principios pro legislatore y de conservación del derecho, y en concordancia con casi la totalidad de los intervinientes y la Vista Fiscal, esta Corporación encuentra que debe Demanda de inconstitucionalidad contra el artículo 66 numeral 3 (parcial) de la Ley 1098 de 2006 por la cual se expidió el Código de la infancia y adolescencia. Ministerio público, Luis Ernesto Vargas Silva. La Corte dictó una Sentencia Interpretativa: “declarar exequible la expresión ‘cuando lo aqueja una enfermedad mental o grave anomalía psíquica certificada por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses’, contenida en el inciso 3 del artículo 66 de la Ley 1098 de 2006, por los cargos analizados en la presente sentencia, y en el entendido que sólo se dará por establecida la falta del padre o la madre, o de quienes detenten la patria potestad, cuando la valoración realizada por parte del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses concluya la imposibilidad para otorgar un consentimiento válido e idóneo legal y constitucionalmente”. 30 69 E u d o r o Ec h e v e rr i Q u i n t a n a excluirse del ordenamiento jurídico la interpretación que se ha expuesto en este estudio sobre el precepto acusado, pues resulta abiertamente contraria a la Constitución. En esta oportunidad, el Tribunal le dio, como se comprobó con otros fallos, una dimensión diferente a dicho principio en una interpretación constitucional bastante acomodadiza. La interpretación constitucional o en general la interpretación jurídica debe ser un arte.31 No puede seguir siendo la aventura de ideas vagas o el cambio repentino de postura ideológica. 7. La Corte Constitucional en su peregrinar de las inadmisiones de demandas de acción pública y el errático trasegar de la cosa juzgada La interpretación constitucional tiene que fundarse en los principios pro actione, pro homine, pro operario, pro libertatis y otros análogos, para así encausar la labor íntegra del Tribunal Constitucional. Lamentablemente, se echan de menos esas virtudes en el ejercicio habitual de la Corporación y de los funcionarios judiciales en general, salvo, como siempre ocurre, en honrosas excepciones. La interpretación en cuestión debe favorecer los derechos al máximo de todos frente a los abusos del poder a través de recursos efectivos.32 Sin embargo, la acción pública de inconstitucionalidad en Colombia es una pálida lírica constitucional,33 por cuanto las demandas son sistemáticamente inadmitidas. Cuando el actor las subsana en los términos exigidos por el magistrado sustanciador, seguidamente son rechazadas, y una vez interpuesto el recurso de súplica,34 la Sala Plena confirma la determinación. Más dramático aún, cuando se aventura la Corte con “fallos inhibitorios”, constituyéndose así en negación nítida de la justicia y convalidación supina de una colosal vía de hecho, aduciendo descaradamente inepta demanda. Agregado a ese lóbrego panorama, en otras oportunidades cuando no alude a los requisitos inventados por la corporación para inadmitir la demanda, 70 Así lo llamó Ronald Dworkin cuando recibió el Premio Holberg en el 2007. Convención Americana sobre Derechos Humanos, artículo 25: “Protección Judicial”. Véase, asimismo, los artículos 31 a 33 acerca de las reglas generales de interpretación de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados. 33 Véase Echeverri Quintana, Eudoro. “El desencanto de la Acción Pública de Inconstitucionalidad”, en Revista de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, Bogotá, 2005, p. 47. 34 Decreto 2067 de 1991 por el cual se dicta el régimen procedimental de los juicios y actuaciones que deban surtirse ante la Corte Constitucional, artículo 6. “Repartida la demanda, el magistrado sustanciador proveerá sobre su admisibilidad dentro de los diez días siguientes. Cuando la demanda no cumpla alguno de los requisitos previstos en el artículo segundo, se le concederán tres días al demandante para que proceda a corregirla señalándole con precisión los requisitos incumplidos. Si no lo hiciere en dicho plazo se rechazará. Contra el auto de rechazo, procederá el recurso de súplica ante la Corte.” 31 32 L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : ¿ e c l i p s e d e l c o n t r o l a l p o d e r ? entonces aduce cosa juzgada en supuestos en los que hubo pronunciamientos anteriores sobre razones distintas a las invocadas en el nuevo libelo, desconociendo que la cosa juzgada constitucional si bien es definitiva no es absoluta, y que en estos eventos está en la obligación perentoria de decidir sobre el fondo de la cuestión.35 8. La Corte Constitucional frente a algunas Acciones de Tutela Si bien la Corte Constitucional tiene entre sus funciones36 seleccionar para revisar las sentencias de tutela decididas en primera o en segunda instancia, según el caso de las miles resueltas por todos los jueces del país, su rol ha sido decepcionante. El número de procesos seleccionados es tan ínfimo que la escogencia parece ser el resultado del azar o la ocurrencia de algún comportamiento non santo, como el sucedido con los escándalos ocurridos en su interior o la injerencia foránea de personas poderosas en el mundo político. Pero para el ciudadano corriente, la suerte del rechazo está echada. Por ejemplo, ¿cómo no selecciona las tutelas que desconocen su precedente, debiendo hacerlo y resolverla a través de formatos sencillos? Algunas providencias cuestionadas en esta ilación del discurso son las siguientes. La sentencia SU-047 de 1999,37 caso de la ex representante a la Cámara, Viviane Morales Hoyos. La Corte Constitucional, en desacertado fallo, decidió a su favor y de un centenar de colegas, revocando así la del Tribunal Contencioso Administrativo de Cundinamarca, autoridad que acertadamente la había negado. Adujo erradamente que militaba a su favor el carácter absoluto de la inviolabilidad de los Congresistas. La corporación desconoció varios precedentes suyos contenidos en sentencias de control abstracto de constitucionalidad, cuando antes había expresado que los congresistas, cuando fungían como jueces, respondían como tales, pero erradamente y en sentencia Paradójicamente, la propia Corte Constitucional reconoce la vigencia y la trascendencia del principio pro actione, mediante el cual queda obligada a pronunciarse de fondo sobre las acciones públicas de inconstitucionalidad aun cuando la calidad de la demanda no sea idónea. Véase, entre otras, las sentencias C-451 de 2005, C-069 de 2009 y la reciente providencia C-178 de 2016. 36 Artículo 241 numeral 9 de la cp: “Revisar, en la forma que determine la ley, las decisiones judiciales relacionadas con la acción de tutela de los derechos constitucionales”. 37 La Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia investigaba a los representantes a la Cámara que habían decidido precluir —archivar— la investigación que adelantaban contra Ernesto Samper Pizano, a la sazón presidente de la república, por sus relaciones y recibo de millonarias sumas de dinero del cártel de Cali para favorecer su candidatura. Los ponentes fueron Carlos Gaviria Díaz y Alejandro Martínez Caballero. En la sesión del 12 de junio de 1996, la Cámara resolvió declarar la preclusión de la investigación que adelantaba, porque no halló motivos suficientes para acusarlo ante el Senado de la República. Dicha determinación se adoptó con la votación afirmativa de 111 Representantes frente a 43 que votaron negativamente. 35 71 E u d o r o Ec h e v e rr i Q u i n t a n a de unificación de tutela, cuyo plus es muy inferior a las de control abstracto, invalidó su misma jurisprudencia. Tuteló el derecho fundamental al debido proceso por cuanto la garantía institucional de la inviolabilidad despojaba totalmente a la Corte Suprema para investigar como delitos los hechos inescindiblemente ligados a las opiniones y votos emitidos por la demandante; por contera, dejó sin efectos dicho proceso y ordenó el archivo inmediato. Para completar hizo “un llamado a prevención a los Magistrados de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia para que se abstengan de investigar como delitos los hechos inescindiblemente ligados a las opiniones y votos emitidos por los congresistas en ejercicio de sus funciones”. Por suerte, salvaron voto Hernando Herrera Vergara y Eduardo Cifuentes Muñoz. El primero adujo: Cuando los congresistas ejercen funciones jurisdiccionales, con ocasión de las acusaciones formuladas contra el Presidente de la República, al actuar en dichos eventos en su condición de jueces, facultados para administrar justicia, tienen las mismas responsabilidades y deberes que corresponden a estos últimos, de manera que, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia ostenta la atribución constitucional para investigar y juzgar las posibles conductas punibles, en relación con las funciones judiciales desempeñadas, dado el fuero especial constitucional establecido para los mismos. El segundo de los nombrados fue demoledor: 72 La garantía de la inviolabilidad no puede analizarse de manera aislada. La interpretación sistemática de las diferentes normas constitucionales no permite conferirle a la mencionada garantía un campo de protección de la conducta antijurídica de los congresistas que los ponga al abrigo de la apertura de un proceso penal cuando se tenga evidencia de que se ha podido cometer el delito de prevaricato al ejercitarse por su parte la función de administrar justicia. [Y remató en forma elocuente:] Con grave menoscabo de la Constitución Política se ha invadido la competencia privativa de la Corte Suprema de Justicia, que se proponía establecer si los miembros del Congreso en su condición de jueces se sujetaron a los mandamientos imperativos de la ley o los quebrantaron. El desconocimiento de la cosa juzgada constitucional no puede ser más patente. La Corte Constitucional que ha otorgado un lugar central en la democracia a la formación de una opinión pública libre L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : ¿ e c l i p s e d e l c o n t r o l a l p o d e r ? y a la información veraz e imparcial, no sé cómo podrá explicar que los congresistas que investigaron al ex presidente Samper no responden por el delito de prevaricato en el evento de haberlo cometido, cuando en su oportunidad aseguró que ellos actuaban como jueces y respondían como jueces. Dictado el auto de preclusión de la investigación y archivado el expediente, a los ciudadanos se les notifica que los congresistas que tomaron esas decisiones están amparados por un estatuto que les garantiza plena discrecionalidad y absoluta irresponsabilidad jurídica. La cosa juzgada constitucional ha muerto. La credibilidad de la Corte ha quedado en entredicho. No podrá esta institución dejar de ahorrar esfuerzo alguno para reconstruir la confianza pública en su palabra. La sentencia SU-881 de 2005 favoreció a un ex ministro de Estado. Se trató de un caso muy cuestionado por el derroche del dinero público. El problema jurídico se planteó así en la Corte Constitucional: “La Sala entrará a estudiar si constituye una violación al debido proceso y, específicamente, al principio de legalidad el aplicar el artículo 40, inciso segundo, de la Ley 472 de 199838 para determinar la responsabilidad solidaria de un hecho sucedido con anterioridad a la entrada en vigencia de la mencionada ley”. Accedió a la tutela para salvaguardar el derecho fundamental al debido proceso, revocando así las sentencias proferidas por las secciones quinta y primera del Consejo de Estado. En consecuencia, dejó sin efectos el numeral sexto alusivo a la decisión sobre la acción popular y en virtud de la cual fue declarado responsable solidario por el valor no recuperado de lo pagado en exceso. Salvaron voto con vigorosos razonamientos y fuertes diatribas los magistrados Humberto Sierra Porto y Jaime Araujo Rentería. En un aparte de Sierra: Ahora bien, como quiera que la Corte revocó la sentencia del juez popular en dicho aparte, anulando la declaratoria de responsabilidad solidaria del actor, cerró con ello la posibilidad para que se condenara patrimonialmente a quien dentro de un proceso judicial resultó responsable del acto mediante el que se vulneraron los intereses colectivos de moralidad administrativa y cuidado del patrimonio público. “Para los fines de este artículo y cuando se trate de sobrecostos o de otras irregularidades provenientes de la contratación, responderá patrimonialmente el representante legal del respectivo organismo o entidad contratante y contratista, en forma solidaria con quienes concurran al hecho, hasta la recuperación total de lo pagado en exceso” (texto declarado exequible mediante Sentencia C-88 de 2000 de la Corte Constitucional). 38 73 E u d o r o Ec h e v e rr i Q u i n t a n a Debido a esto, se irrespeta de manera flagrante el principio constitucional que soporta el deber de las autoridades de cuidar el patrimonio público y recuperarlo cuando éste se ha desviado. Un párrafo de Araujo: 74 Finalmente, me permito igualmente, con el respeto pero con la claridad de siempre, dejar constancia de que considero un atropello contra mis derechos el hecho de que no se haya sometido a votación mi propuesta sustitutiva de fallo, puesto que lo que propone un magistrado debe ser votado. Insisto en que lo que resolvió esta Corte, fue si había o no responsabilidad solidaria del actor y al decidir que no la hay, era pertinente, en mi concepto, votar acerca de si había responsabilidad individual. Considero que el hecho de que la propuesta sustitutiva no se sometiera a votación constituye una violación a mis derechos como magistrado y se está cometiendo un abuso, por cuanto no se decide nada. Por esta vía se acaba el derecho de los magistrados de hacer una propuesta, toda vez que la mayoría decide cuales son las propuestas que se votan, lo cual es grave para la democracia judicial. Me pegunto con ingenua curiosidad, si en lugar del ex ministro hubiera sido un desconocido ciudadano, ¿la Corte la habría seleccionado y fallado a su favor? Mucho temo que el fallo del Consejo de Estado hubiera quedado en firme y nadie se habría enterado. La sentencia SU-635 de 2015 fue el resultado de la acción de tutela instaurada por el señor Andrés Camargo Ardila39 contra la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia y la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá. La defensa interpuso el recurso de casación, formuló un cargo principal y cinco subsidiarios contra la decisión de segunda instancia condenatoria proferida por el Tribunal. Pero la Corte Suprema de Justicia inadmitió la demanda de casación, porque los cargos carecían de lógica y porque el actor, al ser ingeniero civil, contaba con la carrera profesional “más apta para comprender problemas vinculados con los diseños, su complementación y el cambio de material relleno fluido”. Adicional, concluyó que el Tribunal sí había tomado las pruebas en cuenta. Interpuso entonces el señor Camargo acción de tutela. Correspondió, en Fungió como director del Instituto de Desarrollo Urbano de Bogotá (idu). Un Juzgado lo condenó en calidad de coautor por los delitos de peculado culposo y contrato sin cumplimiento de requisitos legales; la Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá decretó la prescripción de la acción penal por el peculado, confirmó parcialmente en lo demás y le negó la prisión domiciliaria. 39 L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : ¿ e c l i p s e d e l c o n t r o l a l p o d e r ? primera instancia, a la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, autoridad que la negó, como era previsible en nuestra justicia. Valga apuntar que la Corte Suprema en su Sala de Casación Penal inadmite casi todas las demandas de casación. Basta con revisar su propia página de internet. He destacado antes en foros académicos que la Sala Penal debe limitarse a verificar los requisitos formales de la demanda para proceder a la admisión o inadmisión,40 pues todo pronunciamiento de fondo debe hacerlo a través de la respectiva sentencia, casando o no casando o anulando, según proceda. La Corte Constitucional evidenció que en ese proceso ciertamente se presentó un defecto sustantivo,41 por ausencia de motivación en la decisión de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia. Adujo la Corte Constitucional: Todas las anteriores reflexiones fueron efectuadas sobre el fondo del asunto por cuanto se estudió la imputación del delito de celebración de contrato sin cumplimiento de requisitos legales, la posición de garante frente a los diseños del proyecto Transmilenio y las funciones del señor Andrés Camargo Ardila durante su periodo como Director del idu. Igualmente, la Corte Suprema indicó que la decisión del Tribunal frente a la demostración del provecho ilícito como ingrediente subjetivo en el delito imputado, se había deducido a partir del comportamiento del señor Camargo, evidenciando que la Sala Penal del Alto Tribunal se refiere a problemas de fondo dentro de la casación, mas no se refiere a los aspectos por los cuales no se admitió el recurso. Dentro del fallo acusado, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema indicó que las demandas presentadas no podían admitirse por cuanto se habían planteado problemas jurídicos sin trascendencia o que los cargos no tenían fundamentos, resultaban incoherentes o se fundamentaban en presupuestos contrarios a lo que se había fallado. Esta afirmación reitera la contradicción en que incurre el Alto Tribunal, entre lo que decide y las consideraciones que utiliza al sustentar su fallo, ya que no estima inadmitir el recurso de casación por En Colombia, cuando una demanda de casación es inadmitida procede en principio el recurso de insistencia, mecanismo inútil e inocuo consagrado en el artículo 184 de la Ley 906 de 2004, para que las autoridades allí descritas intercedan ante la Sala Penal de la Corte admita la demanda. El aparte dispone: “No será seleccionada, por auto debidamente motivado que admite recurso de insistencia presentado por alguno de los magistrados de la Sala o por el Ministerio Público, la demanda que se encuentre en cualquiera de los siguientes supuestos: Si el demandante carece de interés, prescinde de señalar la causal, no desarrolla los cargos de sustentación o cuando de su contexto se advierta fundadamente que no se precisa del fallo para cumplir algunas de las finalidades del recurso”. Es tan estéril que a una magistrada de la misma Sala se lo negaron. Véase proceso AP 6921-2015 Radicación No. 46033, noviembre 25 de 2015. 41 Vía de hecho o causales de procedibilidad de la acción de tutela contra providencias judiciales. 40 75 E u d o r o Ec h e v e rr i Q u i n t a n a incumplir los requisitos propios del recurso, sino que toma esa decisión tras evaluar los problemas que se plantean en la demanda luego de realizar un análisis de fondo sobre cada asunto. 76 La decisión de la Corte Constitucional es desde luego pertinente y acertada. Estaba en mora de un pronunciamiento de esa naturaleza. Debió haber sido más categórica contra las injusticias que a diario comete la Corte Suprema de Justicia en su Sala de Casación Penal en la inadmisión de las demandas con reprimendas incluidas. Este era un caso muy sonado por la clase de personaje. Retorno entonces al interrogante anterior: ¿habría sido igual la preocupación de la Corte Constitucional en la selección para revisión del fallo de la acción de tutela y la sentencia favorable si el actor hubiera sido la corriente persona de provincia? Por supuesto que no; nada habría pasado. Estas son las situaciones y tantas otras que permiten deducir angustiosamente que la interpretación constitucional no se erige como dique contra el abuso oficial. Porque es que el recurso extraordinario de casación es un medio de control constitucional; así lo concibió la jurisprudencia y la doctrina, luego la incorporó la ley.42 La sentencia SU-378 de 2014 es un fallo43 también errado, mediante el cual dispuso la improcedencia de la acción de tutela para obtener el cumplimiento de los dictámenes proferidos por el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas “por cuanto no se está ante vulneración actual de los derechos fundamentales”. Ante tan extraña determinación, pareciera que produjo arbitrariamente la mutación constitucional del artículo 93 de la cp. Sin embargo, en la sentencia T-786 de 200344 —y otras—, sostuvo la sujeción de normas y medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y por ende parte del bloque de constitucionalidad. Esas ambivalencias de la Corte Constitucional son frecuentes. ¿Cómo distingue tan folclóricamente ambos organismos internacionales que son equivalentes para darle tan contrarios procedimientos? Es uno de los más claros ejemplos que demuestran la accidentada evolución de la interpretación “Procedencia. El recurso como control constitucional y legal procede contra las sentencias proferidas en segunda instancia en los procesos adelantados por delitos, cuando afectan derechos o garantías fundamentales”. Ley 906 de 2004, artículo 181. 43 Sentencia SU-378 de 2014, Acción de tutela contra la Nación —Rama Judicial— Dirección Ejecutiva de Administración Judicial. Ministerio público, Luis Ernesto Vargas Silva. Véase Guerrero, Óscar Julián. “Réquiem por el bloque de constitucionalidad”, en Ámbito Jurídico, Legis, Bogotá, enero de 2016, p. 10. Aquella era una Sentencia su, porque ya antes en Sentencia de la Sala Quinta de Revisión (T-385 de 2005) había sostenido lo mismo. Mejor dicho, de mal en peor. 44 Accionado: Ministerio del Interior y de Justicia y Ministerio de Relaciones Exteriores. Ministerio público, Marco Gerardo Monroy Cabra. 42 L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : ¿ e c l i p s e d e l c o n t r o l a l p o d e r ? constitucional en Colombia, quedando en evidencia nuevamente las preocupaciones planteadas en los objetivos y las conclusiones de este trabajo. 9. ¿Debe la Corte Constitucional controlar los actos reformatorios de la Constitución cuando se trata de funciones propias? En otras oportunidades me he pronunciado negativamente,45 por cuanto considero que deben hacerlo los conjueces y no los titulares, como debió haber ocurrido por ejemplo con el Decreto 2067 de 1991.46 Pero ellos, desafortunadamente, transitan una ruta muy distinta a la ortodoxia de una pulcra interpretación constitucional. Piénsese ahora con la acción de inconstitucionalidad contra el Acto Legislativo 2 de 201547 respecto a la conformación y funciones del Consejo del Gobierno Judicial, donde los tres presidentes de las Altas Cortes serían los más poderosos integrantes. Cada magistrado sería presidente porque son nueve y el período es de ocho años. ¿Cómo no declararse entonces todos impedidos? Asunto elemental de pudor. 10. Control de constitucionalidad residual del Consejo de Estado En reciente hecho, protagonizado por el Gobierno Nacional, como consecuencia de una deplorable decisión judicial del Consejo de Estado, se actualizó otro suceso donde la interpretación constitucional es sólo una infausta apariencia, parodia de la justicia que contrasta con una cruel realidad en detrimento de los intereses de la Nación. Se trata del caso, tristemente célebre, de Isagén.48 Inicialmente el consejero ponente Hugo Fernando Bastidas Bárcenas de la Sección Cuarta conoció de varias demandas ciudadanas (acción de simple nulidad), presentadas contra el Decreto 1609, y ordenó la suspensión temporal del procedimiento administrativo que se surtía con ocasión del cumplimiento de dicha normatividad. Concretamente suspendió, la subasta y demás actos Echeverri Quintana, Eudoro. Las causales del control de constitucionalidad, Legis, Bogotá, 2014. Reguló el régimen procedimental de los juicios y actuaciones que deban surtirse ante la Corte Constitucional. 47 “Artículo 15. El artículo 254 de la Constitución Política quedará así: Artículo 254. El gobierno y la administración de la Rama Judicial estarán a cargo del Consejo de Gobierno Judicial y la Gerencia de la Rama Judicial. […] es el órgano, encargado de definir las políticas de la Rama Judicial de acuerdo con la ley y postular las listas y ternas de candidatos que la Constitución le ordene […] estará integrado por nueve miembros: los presidentes de la Corte Constitucional […]”. Mediante la sentencia C-285 de 2016 la Corte Constitucional declaró su inexequibilidad. Ninguno de los magistrados se declaró impedido. 48 El Ministerio de Hacienda y Crédito Público dictó el Decreto 1609 de 2013, mediante el cual se aprobó el programa de enajenación de las acciones que la Nación, Ministerio de Hacienda y Crédito Público posee en Isagén S. A. E. S. P. También el Decreto 1512 de 2014, por medio del cual prorrogó la vigencia del Programa de Enajenación de que trata el Decreto 1609 de 2013, modificado por el decreto 2316 de 2013. 45 46 77 E u d o r o Ec h e v e rr i Q u i n t a n a programados para la enajenación en cuestión, ordenándole al ministro de Hacienda y Crédito Público asegurar el cumplimiento de esa orden judicial. El Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo Sección Cuarta,49 Martha Teresa Briceño de Valencia, conoció del recurso de súplica contra el auto que decretó la medida cautelar. Luego, la misma sección denegó las pretensiones, levantando la medida cautelar de suspensión del procedimiento para la venta y dando vía libre al Gobierno Nacional para reanudar y culminar el programa de enajenación de la participación accionaria que la Nación tiene en Isagén. Según el Comunicado de la presidencia de la Sección Cuarta, el fallo cuenta con la salvedad parcial de voto del magistrado Jorge Octavio Ramírez Ramírez, quien estimó que existían razones para anular el artículo 8 del Decreto 1609, en cuanto que dicha norma habría fijado condiciones restrictivas para la compra de acciones de parte de personas naturales pertenecientes al grupo de destinatarios de condiciones especiales. La suspensión provisional es una figura jurídica en la jurisdicción de lo contencioso administrativo de estirpe constitucional.50 Debería coexistir, como lo he defendido en otras oportunidades, con la jurisdicción constitucional.51 Supone desde luego que el acto administrativo general demandado, por ejemplo un Decreto Reglamentario del presidente de la república, contenga elementos que vituperen la Carta o norma de superior jerarquía como una ley y los cuales permitan en un juicio sereno inferir con serias probabilidades que es inconstitucional. Salvo que algo extraordinario ocurra en el desarrollo del proceso, podría aseverarse que es una crónica anunciada la decisión de nulidad. No es corriente en consecuencia que después de que se ordenó la medida cautelar de suspensión y lo confirmó luego la Sala, finalmente se le imparta aprobación al acto confutado. La situación en cuestión asumió señales escandalosas cuando la mayoría de colombianos y de columnistas de opinión se pronunciaron contra la decisión Fecha 28 de mayo de 2015: “Confírmase el auto de 14 de mayo de 2015”. “La jurisdicción de lo contencioso administrativo podrá suspender provisionalmente, por los motivos y con los requisitos que establezca la ley, los efectos de los actos administrativos que sean susceptibles de impugnación por vía judicial” (artículo 238, cp). Aparte del Auto 2013-00115 de junio 17 de 2014 del Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, rad. 11001-03-26-000-2013-00115-00 (48184), Jaime Orlando Santofimio Gamboa: “La suspensión provisional constituye un importante instrumento de naturaleza cautelar, temporal y accesoria, tendiente a evitar que actos manifiestamente contrarios al ordenamiento jurídico puedan continuar surtiendo efectos mientras se decide de fondo su constitucionalidad o legalidad en el proceso donde se hubiere decretado la medida, como producto de una solicitud fundamentada del impugnante, que en consideración del juzgador sea procedente en razón de la claridad de la infracción al principio de legalidad”. 51 “El Tribunal Constitucional […] igualmente decreta la suspensión provisional de los actos que debe controlar. Nada obsta para que en Colombia, por ejemplo, la Corte Constitucional tuviera esa destacada misión en la guarda de la Carta”. Echeverri Quintana, Eudoro. Acercamientos…, op. cit., p. 103. 49 78 50 L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : ¿ e c l i p s e d e l c o n t r o l a l p o d e r ? del Gobierno de vender lo que se conoció como “La joya de la corona” por su altísima rentabilidad. La enajenación fue corolario de la providencia del Consejo de Estado. Sin mencionar la manera tan poco ortodoxa en que le fue enajenada a un único postor, empresa adquirente además con cuestionamientos severos en otros países. Entonces, las vicisitudes de la interpretación constitucional en Colombia no son exclusivamente imputables a la Corte Constitucional, por cuanto el Consejo de Estado también ha influido en esta dinámica que se materializa en un eclipse del control al poder. 11. El acuerdo de la Corte Constitucional que reglamentó sus funciones El reglamento52 de la Corte Constitucional debería ser expedido por el Congreso de la República a través de una Ley Estatutaria53 (artículo 152 literal (b) de la cp) o al menos con una Ley Orgánica como sucede con el Estatuto del Congreso (Ley 5 de 1992). Pensaron sus integrantes que la gravísima crisis actual de la Corte Constitucional se solucionaba con un mero cambio formal de su acuerdo. Por razones de espacio solamente me referiré al proceso de selección y revisión eventual de las sentencias de tutela. La redacción está orientada por unos laudables principios,54 similar a los de la Función Administrativa.55 Pero en la práctica, todo eso es una fábula. Basta registrar con la actividad titánica que debe desplegar el abogado desconocido o el anónimo ciudadano para solicitarle la selección a la Sala respectiva y a cada magistrado con persuasivo discurso, para advertir la desilusión y quienes difícilmente se toman la molestia para responder siquiera negativamente. Vienen seguidamente los criterios orientadores enunciativos y no taxativos de la selección. Es decir, la Corte podrá “adicionar” otros más dependiendo de las circunstancias inherentes a cada caso concreto. Obvios discernimientos, por ejemplo la unificación de la jurisprudencia o la urgencia de proteger un derecho fundamental o la lucha contra la corrupción; eventos en los cuales deberá 79 Acuerdo, 2 de 2015 (julio 22) por medio del cual se unifica y actualiza el Reglamento de la Corte Constitucional. Modificó el adoptado por el acuerdo 01 de 1992 y siguientes. 53 “Artículo 152. Mediante las leyes estatutarias, el Congreso de la República regulará las siguientes materias: […] b. Administración de justicia”. 54 “Artículo 51. Principios del proceso de selección. El proceso de selección de fallos de tutela estará orientado por el respeto de los siguientes principios constitucionales: transparencia, moralidad, racionalidad, eficacia, publicidad, autonomía judicial, economía procesal, celeridad, imparcialidad y seguridad jurídica”. 55 “Artículo 209. La función administrativa está al servicio de los intereses generales y se desarrolla con fundamento en los principios de igualdad, moralidad, eficacia, economía, celeridad, imparcialidad y publicidad, mediante la descentralización, la delegación y la desconcentración de funciones.” 52 E u d o r o Ec h e v e rr i Q u i n t a n a tomarse en cuenta la relevancia constitucional del asunto y los contenidos económicos. Pero continúa la realidad del ser que se superpone al del deber ser. Aunque la argumentación del actor enfatizará todos esos componentes y otros, la respuesta será fallida.56 Esos flamantes “criterios” determinarán que sea ahora más difícil acceder a la revisión. Será un recurso de resultados tan impredecibles e inciertos como el de la Corte Suprema con la casación. Pomposamente se diseñó una “Hoja de ruta”57 para la selección de uno de los miles de casos que llegan mensualmente a la Corte.58 Una vía será a través de la Unidad de Análisis y Seguimiento de Tutelas. Pregunto como habitante profano: ¿cómo será el funcionamiento y estructura59 de ese enigmático equipo y cuál será su control? Si no insistió o nadie habló por ese ciudadano incógnito, ¿cómo sabrá que la corporación examinó su proceso? Pero además, ¿cómo estará al tanto que al menos la carátula de su proceso pasó por las manos de algún empleado de mínimo rango? El funcionamiento de la Sala de Selección de Tutelas parece bien tortuoso e inane. Veamos. La facultad discrecional es inaceptable en un régimen democrático. Tiene que haber alguna regulación que implique un control ciudadano y político. La inadmisión de la selección, que será casi 99%, debería, al menos en los casos solicitados, ser objeto de una respuesta siquiera breve, con una seria explicación, pues no basta con la escueta de Secretaría. Por su parte, la “insistencia” es otra poesía constitucional. ¿Cómo pueden aspirar los millares olvidados del poder requerirle la revisión de su fallo excluido al defensor del pueblo o al procurador general de la nación o a la Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado o de un magistrado de la misma Corte Mediante oficio de enero 28 de 2016 de la magistrada Gloria Stella Ortiz Delgado, dio respuesta al suscrito acerca de la solicitud de insistencia de revisión del expediente T-5086706: “Después de efectuar el estudio pertinente del caso, considero que la acción de tutela que usted solicita sea revisada, no satisface plenamente ningún criterio que motive la selección, por tal razón no se insistirá el presente asunto”. 57 “Artículo 53. Ruta existente para la selección de un caso. Un fallo de tutela podrá ser eventualmente seleccionado, cuando ha sido puesto a consideración de la Sala de Selección por cualquiera de las siguientes vías: a) Preselección por la Unidad de Análisis y Seguimiento de Tutelas o por uno de los Magistrados que integran la Sala de Selección, con base en reseñas esquemáticas. b) Presentación de una solicitud ciudadana a la Sala de Selección. c) Insistencia. La fecha de las Salas de Selección y el rango de expedientes en estudio se fijarán en la Secretaría General y se publicarán en la página web de la corporación.” 58 “Mediante este procedimiento se examinan mensualmente un promedio de 40 000 expedientes de tutela de todo el país —se radican 2000 diario—. De este total, sólo se selecciona para revisión aproximadamente 60 tutelas al mes. En este proceso, participan cerca de 80 funcionarios de distintos niveles de la Corte Constitucional”. Documento de la presidencia de la Corte Constitucional acerca del trámite de la selección de fallos de tutelas, a la sazón Juan Carlos Henao Pérez, se encuentra en: http://www.corteconstitucional.gov.co/inicio/Tramite-Seleccion.php 59 Aunque el artículo 54 se ocupó de esas Unidad de Análisis y Seguimiento al Proceso de Selección, es una redacción extensa y confusa, con demasiados retoques que la hará, como a toda Comisión, inútil. 56 80 L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : ¿ e c l i p s e d e l c o n t r o l a l p o d e r ? Constitucional? Y esperar que lo hagan motu proprio, ¿no es acaso otro vano espejismo?60 De lege ferenda, si un magistrado impetra la revisión de un fallo, ¿por qué exigir un acuerdo con el colega de la Sala para acceder a la selección? Partiendo del hecho, desde luego, que los integrantes fueran seres intachables. Igualmente, las decisiones adoptadas por la Sala de Selección deberían admitir algún recurso, así fuera el infructuoso de reposición. También cuando la decisión fuere negativa para la insistencia. Tampoco convendría que las deliberaciones de la Sala de Selección fueran reservadas. Tendrían que ser públicas, como en los procesos orales, llamada de “cielos abiertos”. La invitación a presenciarlas de la Procuraduría y la Defensoría del Pueblo, como se ha examinado, es otra quimera, porque a sus funcionarios, salvo excepciones contadas, nada de esa dinámica republicana les interesa. 12. Conclusiones Abordar la temática de control de constitucionalidad desde la perspectiva plausible de si realmente constituye una muralla al abuso del poder político específicamente respecto al Tribunal Constitucional y de paso con el Consejo de Estado como guardián constitucional residual, fue una buena experiencia, aunque quizá más desencantador que alentador por la perceptible realidad. Un juez de las categorías destacadas en el estudio, precisamente encargado de tan insigne misión democrática, no puede equivocarse, no puede dar pábulo a las sospechas de parcialidad y sometimiento al Gobierno de turno, porque la independencia y la imparcialidad son las dos caras de la misma moneda, como sucede con la diosa Jano. Desafortunadamente, Colombia atraviesa por la peor crisis de la administración de justicia. Su reputación está por debajo del desprestigio del Congreso de la República. La última reforma constitucional (al 2 de 2015) muy poco enmendó. Mientras subsistan los perversos sistemas de postulación y elección de las Altas Cortes, entre otros demonios, seguirán arribando personajes corrientes sin basamentos éticos y claramente incompetentes. El ejercicio de la interpretación constitucional en una efectiva sindéresis, soportada en la obsecuencia por el derecho constitucional y el derecho internacional, aunada a un pudor primario por las cosas del Estado, no Aún más con un procurador como el actual que antepone la Biblia católica y sus prejuicios sobre las personas de distintas tendencias sexuales o ideológicas a su obligación constitucional de defender los derechos de troyanos y espartanos. Para qué hablar de esos otros altos dignatarios ahogados en sus propios escándalos. 60 81 E u d o r o Ec h e v e rr i Q u i n t a n a permitirían que las interpretaciones contenidas en los fallos analizados tuvieran tan fatal norte. El desafío de las instituciones políticas ahora con el proceso de paz es monumental, con mayor razón de la Corte Constitucional. Pero es mejor no guardar esperanzas; Santos finalmente obtuvo la bendición del Congreso a las facultades solicitadas en el Acto Legislativo. Resta sólo el informe de la Comisión de Conciliación. Falta mucha vocación y entrega de nuestros flamantes magistrados para la defensa a ultranza de los derechos fundamentales y de los altos intereses de la expósita Nación. Con mayor razón con la declaratoria reciente de inexequibilidad del Consejo de Gobierno Judicial a través de la sentencia C-285 de 2016 de la Corte Constitucional, insólitamente el moribundo Consejo Superior de la Judicatura resucitó como el ave fénix de sus cenizas. Quedó con las facultades de ese consejo y de la gerencia de la Rama Judicial. Consejo que distaba ciertamente de ser un modelo envidiable, sin embargo, era mejor que lo existente antes del citado Acto Legislativo 2 de 2015. Para la Corte, se atentó contra la separación de poderes y la independencia judicial en su frágil y riesgosa teoría de la sustitución de la Constitución. Por lo tanto, el interrogante formulado al comienzo de este trabajo sobre si la evolución de la interpretación constitucional en Colombia nos ha conducido hacia un eclipse del control al poder, temo, se responde afirmativamente. 82 l a s m e d i d a s c a u t e l a r e s e n e l pr o c e s o p e n a l d e m e n o r e s e n e s p a ñ a R e v i s ta d e l I n s t i t u t o d e C i e n c i a s J u r í d i c a s d e P u e b l a , M é x i c o . i s s n : 1 8 7 0 - 2 1 4 7. Añ o x , N o . 3 7 e n e r o - j u n i o d e 2 0 16 , pp 8 3 - 10 2 . La interpretación constitucional: entre legicentrismo, neoconstitucionalismo y constitucionalización* Constitutional interpretation: between legicentrism, neoconstitutionalism and constitutionalisation Joaquín Acosta Rodríguez** resumen abstract La presentación de la ley como la expresión de la voluntad general hoy exige corrección. La ley es en adelante cuestionable también por razones de fondo, a la luz de los principios y valores constitucionales, a despecho de la concepción positivista. En consecuencia, el juez constitucional generalmente disfruta de un papel considerable en materia de interpretación de la Constitución, e incide en la interpretación del resto de normas jurídicas. Es él quien da todo su sentido al texto constitucional insuflándole vida. En vista de la nueva realidad, se le reprocha ir demasiado lejos, al punto de imponer su propia visión de la realidad, desplazando así la voluntad del constituyente. De hecho, la constitucionalización ha sido objeto de estigmas. En el fondo, buena parte de las críticas y temores son resultado de malentendidos o posiciones extremadamente radicales. The presentation of the law as the expression of general will today, requires correction; the law is questionable for reasons of substance, in light of constitutional principles and values, in defiance of the positivist conception. Consequently, the constitutional judge usually enjoys a considerable role in the interpretation of the Constitution, thus affecting interpretation of other legal norms. It is he who gives full meaning to the constitutional text, giving it life. Of course, in light of the new reality, he is criticized for going too far, to the point of imposing his own vision of reality; thus, displacing the will of the constituent assembly. In fact the constitutionalisation has been the subject of stigmas. In the background, many of the criticisms and fears are the result of misunderstandings or extremely radical positions. palabras clave: Legalismo, legicentrismo, key words: Legalism, legicentrism, consti- constitucionalismo, neoconstitucionalismo, constitucionalización, positivismo, postpositivismo, tercera vía. tutionalism, neoconstitutionalism, constitutionalisation, positivism, postpositivism, third way. * Recibido: 2 de agosto de 2015. Aceptado: 8 de septiembre de 2015. ** Profesor en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de La Sabana, Bogotá, Colombia. ([email protected]) 83 J o a q u í n Ac o s t a R o d r í g u e z sumario 1. Introducción 2. Del control de constitucionalidad de las leyes a la constitucionalización del derecho 3. Del constitucionalismo al neoconstitucionalismo 4. Del aporte kelseniano al derecho constitucional 5. El positivismo 6. La experiencia de Austria 7. La experiencia de la República de Weimar 8. La constitucionalización del derecho: una secuela de posguerra 9. Más allá del iusnaturalismo y del iuspositivismo 10. El principio de constitucionalidad 11. Conclusión 1. Introducción 84 Actualmente, no sólo la interpretación constitucional, sino la de todo el derecho están marcadas por la constitucionalización. La constitucionalización del orden jurídico ha sido principalmente descrita en Francia por Favoreu, quien desde 1980 invitó a los juristas de su país a reconocer que “lo constitucional está ‘coloreando’ progresivamente la totalidad de ramas del derecho” y más ampliamente al orden jurídico entero. Demostró que la jurisprudencia del Conseil constitutionnel se convirtió en un referente ineludible, no solamente de la vida política sino también del orden jurídico.1 De esta manera, “es necesario admitir que el derecho constitucional irriga tanto al derecho público como al derecho privado”.2 La comunidad de juristas europeos perciben así la realidad de este fenómeno, y no solamente los iuspublicistas. Reconocen que la constitucionalización de un derecho o libertad ejerce una profunda influencia sobre todo el ordenamiento jurídico.3 Desde entonces, el “reflejo constitucional” de los sistemas jurídicos influenciados por las construcciones europeas indudablemente se ha desarrollado, acelerando particularmente el fenómeno de Hourquebie, Fabrice. Le pouvoir juridictionnel en France, lgdj, París, 2010. Il faut admettre que le droit constitutionnel irrigue tant le droit public que le droit privé. Molfessis, Nicolas. “Le Conseil constitutionnel et le droit privé”, No. 9, lgdj, París, 1998, p. 10. 3 Fromont, Michelle. “Les droits fondamentaux dans l’ordre juridique de la République Fédérale d’Allemagne”, Recueil d’Études en Hommage à Charles Eisenmann, Cujas, París, 1974, p. 49. 1 2 L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : e n t r e l e g i c e n t r i s m o , n e o c o n s t i t u c i o n a l i s m o . . . constitucionalización del orden jurídico.4 Es en tal contexto que la investigación tendrá presente determinadas teorías de posguerra, las cuales han contribuido a la consagración de las constituciones políticas, en tanto que auténticas normas jurídicas. 2. Del control de constitucionalidad de las leyes a la constitucionalización del derecho La tradición jurídica francesa ha manifestado grandes reticencias hacia el control de constitucionalidad de las leyes. Ello se debe a las críticas que preconizan que tanto la ley ordinaria como la norma constitucional son el trabajo de asambleas elegidas y por ende representativas del pueblo. De tal manera, expresan la voluntad general. En esas condiciones, las reglas más antiguas corresponden a una voluntad superada de la nación; las segundas, a su voluntad actual.5 En realidad tal planteamiento constituye un sofisma que desconoce la jerarquía de las normas jurídicas: en efecto, sería ilógico que el gobierno esté sometido a un control judicial cuando profiere actos administrativos —también de carácter general— y que por el contrario escape a tales medidas cuando se dedica a impulsar la aprobación parlamentaria de leyes.6 Legalidad y legitimidad jurídicas representan dos nociones claramente diferentes, que pertenecen a categorías netamente separadas. La legalidad designa el efecto coercitivo inherente a las normas legales, cuyo respeto está asegurado por los poderes públicos bajo pena de sanción. La legitimidad es la calidad de un poder cuya ideología, las fuentes de inspiración y los criterios de referencia son objeto de adhesión si no unánime, al menos sí mayoritaria por parte de los gobernados. En otros términos, entre legalidad y legitimidad hay una diferencia de naturaleza o clase, y no de grado. Es eminentemente deseable que el orden constitucional positivo sea legítimo, esto es, conforme al sentimiento popular y aceptado por un amplio consenso.7 En aras de garantizar tal sentimiento, se ha instituido un control para velar por el respeto de las normas superiores de sus homólogas inferiores. De esta manera, si una regla inferior transgrede una regla superior, aquella deberá ser anulada.8 Favoreu, Louis, “La constitutionnalisation du droit”, Mélanges R. Drago, Economica, París, 1996, p. 35. Pactet, Pierre, Mélin-Soucramanien, Ferdinand, Droit constitutionnel, Sirey, París, 2013, p. 70. 6 Ibid. 7 Ibidem, p. 63; Adde, Schmitt, (Carl., “Legalidad y legitimidad”, Madrid, 1971. 8 Favoreu, Louis. “Actualité et légitimité du contrôle juridictionnel des lois en Europe occidentale”, rdp, France, 1984, p. 1147. 4 5 85 J o a q u í n Ac o s t a R o d r í g u e z 3. Del constitucionalismo al neoconstitucionalismo9 Si el constitucionalismo es una doctrina que procura la generalización del fenómeno constitucional, es decir, la adopción de constituciones escritas en aras de institucionalizar el poder político,10 el neoconstitucionalismo es una doctrina que no sólo pretende institucionalizar el poder, sino además erigir la Constitución como una auténtica norma jurídica,11 superior a las otras disposiciones del orden jurídico12 con el fin de evitar la concentración del poder en los representantes del pueblo. Esta visión implica así la idea de la necesidad de un control de constitucionalidad de las leyes de tal manera que se conserve el carácter de norma obligatoria de la Constitución.13 Esta superioridad jerárquica reposa sobre bases a la vez formales y substanciales, ya que la Constitución contiene un conjunto de principios que son la conditio sine qua non de los derechos fundamentales de los individuos.14 Así se justifica la sumisión de los órganos políticos e incluso particulares al texto constitucional, especialmente a través de la instauración de un juez constitucional; de esta manera, se pone fin al dogma rousseauniano del absolutisme législatif.15 Es por ello que el neoconstitucionalismo no sólo pretende el proceso que conduce a la elaboración de una Constitución, sino también que tal texto materialice el establecimiento de un Estado de derecho constitucional. En consecuencia, la constitucionalización es la realización de un sistema jurídico que se produce y se reproduce desde la norma constitucional.16 De esta manera, una rama del derecho está consti- 86 9 “El marco teórico que ha dado origen a la mayoría de las discusiones en torno a la constitucionalización del derecho (no sólo en el área del privado), es el del neoconstitucionalismo”. Espinosa, Beatriz y Escobar, Lina. “Neoconstitucionalismo y derecho privado: el debate”, Diké, Bogotá, 2008, p. 16. 10 Guastini, Riccardo. Leçons de théorie constitutionnelle, Dalloz, París, 2010, p. 163. 11 Los líderes de esta corriente de pensamiento son Robert Alexy, Ronald Dworkin, Luigi Ferrajoli, Jürgen Habermas, Carlos Nino y Gustavo Zagrebelsky. Véase Brunet, Pierre. “Remarques critiques sur le constitutionnalisme contemporain”, Droit et économie. Interférences et interactions. Etudes en l’honneur du Professeur Michel Bazex, Litec, París, 2009, p. 51. 12 Brunet, Pierre. Remarques critiques sur le constitutionalisme contemporain, Droit et économie. Interférences et interactions. Etudes en l’honneur du Professeur Michel Bazex, Litec, París, 2009, p. 55. 13 Véase Troper, Michel. “Constitution”, en Arnaud, André-Jean (Dir.), Dictionnaire encyclopédique de théorie et de sociologie du droit, lgdj, París, 1993, p. 104. 14 Desmons, Éric. “Le divan des Nomophobes : Sade et Saint-Just chez Deleuze”, en Puigelier, Catherine (Dir.), La loi. Bilan et perspective, Economica, París, 2005, p. 294. 15 Mouton, Stéphane. “La constitutionnalisation du droit en France. Rationalisation du pouvoir et production normative”, Thèse Toulouse I, France, 1998, p. 17. 16 El sufijo -zación conlleva entonces una ambivalencia al designar tanto un estado como el proceso que conduce a tal estado: el establecimiento del Estado constitucional. Véase Ruiz Fabri, Hélène y Grewe, Constance. “La constitutionnalisation à l’épreuve du droit international et du droit européen”, en Les dynamiques du droit européen en début de siècle. Études en l’honneur de Jean-Claude Gautron, Pédone, París, 2004, p. 191. L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : e n t r e l e g i c e n t r i s m o , n e o c o n s t i t u c i o n a l i s m o . . . tucionalizada cuando su elaboración y su contenido son conformes con el texto constitucional.17 De esta manera, el neoconstitucionalismo ha retirado todo carácter sagrado a la ley, al punto de haber reemplazado el Código por la Constitución en el orden jurídico.18 Así, se conduce el derecho alrededor de un nuevo eje:19 la defensa de la superioridad normativa de la Constitución. Francia no es la única nación europea en tal situación. Otros países de tradición romanista, a semejanza de Alemania, han constatado igualmente este cambio de paradigma entre el Código y la Constitución.20 Esto significa que los fundamentos mismos del derecho se han desplazado del Código hacia principios superiores.21 Además, la adopción de una Constitución con posterioridad a los códigos generalmente acelera el ritmo de producción de las normas especiales, ubicadas por fuera de los códigos. En efecto, un nuevo texto constitucional conlleva un nuevo proyecto de sociedad, el cual no se compadece necesariamente con los códigos anteriores. Los paradigmas conocidos por la codificación se han vuelto caducos.22 América Latina tiende a adoptar un sistema de control concentrado de constitucionalidad, influenciado por el modelo europeo.23 Es por ello que resulta conveniente explorar el esquema europeo de justicia constitucional. El advenimiento de este sistema de justicia en Europa se presenta como la culminación histórica de una lenta evolución de las ideas y del concepto mismo de democracia. Producto de las concepciones de la escuela del derecho natural desde la filosofía clásica griega a Santo Tomás, Grocio o Puffendorf, la idea de un derecho superior se difunde al principio en Europa. Sin embargo, esta corriente se verá desafiada por el positivismo, el cual alcanzará en el ámbito continental su auge gracias a Hans Kelsen. 4. Del aporte kelseniano al derecho constitucional El positivismo constitucional kelseniano consagra, a partir de la teoría de la construcción del derecho por grados, la exigencia de un control de constitucionalidad, 87 Zoller, Élizabeth. “Le Code civil et la Constitution”, en Le Code civil 1804-2004, un passé, un présent, un avenir, Dalloz, París, 2004, p. 975. 18 Cerda-Guzman, Carolina. “Codification et constitutionnalisation”, lgdj, París, 2011, No. 39, p. 31. 19 Favoreu, Louis., “Légalité et constitutionnalité”, Les Cahiers du Conseil constitutionnel, No. 3, France, 1997, p. 73. 20 Cerda-Guzman, Carolina. Op. cit., p. 32. 21 Rémy, Phillipe. “Le processus de ‘dé-codification’”, en Le Code civil français dans le droit européen, Actes du colloque sur le bicentenaire du Code civil français organisé à Genève les 26-28 février 2004, Bruylant, Bruxelles, 2005, p. 213. 22 Cerda-Guzman, Carolina. Op. cit., p. 32. 23 Villabella, Carlos Manuel. Nuevo constitucionalismo latinoamericano ¿un nuevo paradigma? Mariel, México, 2014, p. 17. 17 J o a q u í n Ac o s t a R o d r í g u e z ejercido por una jurisdicción única, en aras de garantizar el principio de la jerarquía de las normas y la coherencia del orden jurídico. En efecto, mal se podría contar con un exclusivo autocontrol del parlamento mismo para garantizar su subordinación a la Constitución.24 Según Kelsen, el control de constitucionalidad ante todo debe estar centralizado, es decir, debe ejercerlo una jurisdicción constitucional específica. Por ende, tal control no ha de estar confiado a los jueces ordinarios, como en Estados Unidos.25 La ausencia de la regla del precedente en los sistemas romano-germánicos multiplica los riesgos de contradicción de la jurisprudencia, e impediría por ello la materialización de una interpretación común a la totalidad de jurisdicciones. Solamente una Corte Constitucional única, competente para pronunciar la anulación de una norma contraria a la Constitución, puede garantizar la coherencia del ordenamiento jurídico a través del respeto, por parte del resto de tribunales, de la interpretación constitucional.26 Así, tal juez será ante todo un legislador negativo cuya actividad estará absolutamente determinada por la Constitución. El modelo kelseniano se expandiría al comienzo en el contexto austriaco y posteriormente, y de manera progresiva, en Europa continental, debido al auge del positivismo jurídico. 5. El positivismo En principio una ciencia describe, no prescribe: constata lo que es, sin crear nada.27 Bajo esta lógica, el positivismo designa una postura teórica que ante todo rechaza cualquier metafísica jurídica y toda idea de derecho natural.28 Es por ello que los miembros de la doctrina denominada positivista se pretenden los únicos conocedores de la realidad positiva, jurídica o científica.29 El positivismo no reconoce más derecho que aquel que es puesto, impuesto por el poder político.30 Esta doctrina puede presentarse bajo diversas formas, una de ellas es la del normativismo, teoría desarrollada por Hans Kelsen y basada en la idea según la cual el derecho es un sistema de normas jurídicas que regula la conducta de los seres humanos.31 88 Favoreau, Louis. Droit constitutionnel, Précis Dalloz, París, 2004, p. 212. Kelsen, Hans. “Le contrôle de constitutionnalité des lois. Une étude comparative des Constitutions autrichienne et américaine”, rfdc, No. 1, France, 1990, p. 17. 26 Kelsen, Hans. “La garantie juridictionnelle de la constitution”, rfdp, France, 1928, p. 14. 27 Gahdoun, Pierre-Yves. La liberté contractuelle dans la jurisprudence du Conseil constitutionnel, Dalloz, París, 2008, p. 260. 28 Cerda-Guzman, Carolina. Codification et constitutionnalisation, lgdj, París, 2011, p. 27. 29 Bergel, Jean-Louis. Méthodologie juridique, puf, París, 2001, p. 26. 30 Ripert, Georges. Les forces créatrices du droit, lgdj, París, 1994, p. 74. 31 Timsit, Gérard. Les noms de la loi, puf, París, 1991, p. 27. 24 25 L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : e n t r e l e g i c e n t r i s m o , n e o c o n s t i t u c i o n a l i s m o . . . Los líderes del positivismo de Weimar,32 Thoma, Anschutz, Kelsen o Radbruch, comparten el mismo postulado inspirado de la obra de Max Weber (1864-1920):33 el relativismo ético.34 En contravía de las doctrinas de derecho natural, el relativismo niega que sea posible emitir cualquier tipo de enunciado científico en materia de ética. Según el célebre sociólogo alemán, el conocimiento científico sólo puede versar sobre hechos, sobre un Sein cuya veracidad es empíricamente verificable, al contrario de lo que acontece con los juicios de valor, que pertenecen a la esfera del Sollen. Dado el abismo infranqueable entre el Sein y el Sollen, entre lo que es y lo que debe ser, el científico sólo puede pronunciarse sobre lo primero y no sobre lo segundo. En consecuencia, el ámbito de los valores, del Sollen, corresponde a la pura subjetividad. Por ello no hay una idea de la justicia, sino muchas al tenor de las opiniones de unos y otros en un contexto dado.35 Se trata de lo que Weber denomina “la guerra de los dioses”: lo que representa Dios para uno, será el diablo para el otro. Esta conclusión extraída de los límites epistemológicos del saber humano estaría confirmada, de creer a estos autores, por el estudio de los sistemas jurídicos del pasado o los extranjeros. La diversidad irreductible de los sistemas de valores clama por una decisión humana, una elección arbitraria por tal o cual sistema, sin que la ciencia pueda juzgar objetivamente sobre la legitimidad de la solución adoptada. Así, corresponderá de manera soberana al legislador definir qué es lícito, en ausencia de definición científica de lo que es justo.36 Tomado a la letra, los criterios de cientificidad de los positivistas llevan a ubicar en un estricto plan de igualdad todas las teorías políticas:37 la preferencia de la democracia sobre una monarquía e incluso una dictadura únicamente puede, así las cosas, resultar de una elección subjetiva (arbitraria), tal como lo admite reiteradamente Kelsen.38 Por lo anterior, los derechos humanos constituyen Como es bien sabido, la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial determinó que su emperador fuese destronado en medio de una honda crisis nacional. En consecuencia, en enero de 1919, se convocó a elecciones para una Asamblea Constituyente, que redactaría la Constitución de Weimar. Formalmente, Alemania se convirtió en una democracia parlamentaria, respetuosa de los derechos y libertades ciudadanas. Sin embargo, el artículo 48 de ese texto dispuso que en caso de amenaza contra la seguridad del Estado, el presidente estaría autorizado para adoptar medidas de emergencia con fuerza de ley, paralizando y aboliendo el control político parlamentario. En 1933, Hitler se aprovechó del artículo 48 con las tristes consecuencias conocidas. 33 Mesure, Sylvie y Renaut, Alain. La guerre des dieux. Essai sur la querelle des valeurs, Grasset, París, 1996. 34 Radbruch, Gustavo. Relativismo y derecho, Bogotá, Universidad Externado, 2009, p. 18. 35 Cfr. Kelsen, Hans. ¿Qué es la justicia?, Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y Política, México, 2005. 36 Ibid. 37 Heuschling, Luc. État de droit, Rechtsstaat, Rule of Law, tesis publicada, Dalloz, París, 2002, p. 119. 38 Véase, por ejemplo, Kelsen, Hans. ¿Qué es la Teoría Pura del Derecho?, Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y Política, México, 2004. Sin embargo, se constatan en Kelsen y sobre todo en Radbruch deslizamientos sucesivos que, en nombre del relativismo ético, van en el sentido de una legitimación científica de la democracia. 32 89 J o a q u í n Ac o s t a R o d r í g u e z una restricción que la democracia ha tenido a bien aceptar por idealismo39 pero que a su turno podrá revertirse en cualquier instante. Las consecuencias de esta concepción van a ser reveladas con la experiencia austriaca y la de la República de Weimar. 6. La experiencia de Austria Implementada por la Constitución de 1920, la Corte Constitucional austriaca representa, junto con las jurisdicciones creadas por las constituciones checoslovaca de 1920 y española de 1931, la primera auténtica aplicación del modelo kelseniano. Esta alta jurisdicción especializada está especialmente encargada del control de la constitucionalidad de las leyes votadas por las asambleas provinciales. A petición del gobierno federal, esta corte podía así declarar la anulación de los textos contrarios a la Constitución, al gozar sus decisiones del revestimiento de cosa juzgada.40 La historia de esta Corte, que contó con Hans Kelsen entre sus primeros miembros, fue agitada. Una revisión constitucional de 1929 en un primer momento le arrebató su independencia, motivando el retiro del célebre jurista austriaco. Con posterioridad a diversas alteraciones, la Corte fue suprimida en 1938, víctima del nazismo, en una Austria ocupada por Alemania. Restablecida al final de la Segunda Guerra Mundial por la ley constitucional de 1945 y desde entonces oficialmente denominada Corte Constitucional Federal, este tribunal constituye el punto de partida de la generalización de las cortes constitucionales en Europa. 7. La experiencia de la República de Weimar 90 A medida que los peligros que rondaban la República de Weimar por el nazismo se hacían realidad, Thoma y Kelsen volvieron parcialmente sobre sus posiciones. En efecto, una cierta ambigüedad se insinúa en sus escritos; además, se manifiesta mediante el bosquejo de una materialización, si bien tímida e incoherente, del concepto de democracia.41 Sin embargo, la postura de los positivistas a propósito del papel y lugar de los derechos y libertades garantizados por la Constitución de Weimar desembocó en el más radical de los legalismos. Kelsen, Hans, como se citó en Heuschling, Luc. Op. cit., p. 121. Favoreau, Louis. Droit constitutionnel, Précis Dalloz, París, 2004, p. 213. 41 En efecto, si en 1920 Kelsen afirma que los derechos humanos constituyen una “exigencia esencial de toda constitución democrática” —propósito que omitirá en la edición de 1929— vuelve a su punto de vista inicial en 1933, poco antes del fin trágico de Weimar. Anteriormente, ya había destacado la necesaria cohabitación de la mayoría con la minoría; no obstante, sin deducir alguna garantía en beneficio de ésta. 39 40 L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : e n t r e l e g i c e n t r i s m o , n e o c o n s t i t u c i o n a l i s m o . . . El primer inciso del artículo 109 de esta Constitución42 dio lugar a auténticos problemas de interpretación: ¿Se trata de una verdadera norma jurídica, vinculante incluso para el legislador o, por el contrario, no es más que una simple directiva política con carácter puramente programático? En este debate, los positivistas tuvieron marcada tendencia a acordar más bien una altamente débil normatividad a las disposiciones de la segunda parte de la Constitución de Weimar, dedicada a los valores fundamentales de la nación alemana. Esta lectura extremamente prudente, entiéndase tímida, se justifica a los ojos de los positivistas por dos razones: la ambigüedad intrínseca de tales disposiciones y la identidad de aquel a quien debe aplicarse esta normatividad: el legislador elegido democráticamente. Según los positivistas, únicamente una disposición constitucional clara que indique precisamente aquello a lo cual el legislador está constreñido constituye una norma jurídica.43 A la luz de este criterio técnico, los positivistas llegaron a pesar cada palabra, cada fragmento de frase para establecer su peso normativo. Habida cuenta de su escepticismo hacia el discurso sobre los valores, su dictamen en materia de valores constitucionales fue frecuentemente negativo: numerosos derechos fundamentales son “carentes de sentido y superfluos” (Leerlaufend und überflussig). Se trata de principios tan vagos e imprecisos que dan lugar a una innegable polisemia, la cual exige una interpretación restrictiva:44 los límites epistemológicos de la ciencia jurídica lo exigen así como el respeto que se debe a las competencias del legislador. Cualquier otra solución sería a la vez arbitraria y antidemocrática, especialmente si correspondiese a un juez el dirimir entre sistemas de valores contradictorios. En síntesis, la Constitución de Weimar es, según los positivistas, ante todo un modo de organización del proceso democrático, más que un texto garante de los derechos y libertades del individuo que en su mayor parte “no valen gran cosa”.45 De esta manera, la Constitución de Weimar se encuentra completamente a la merced del parlamento. Revestido de soberanía, el legislador de Weimar podrá modificar cualquier contenido de la Constitución, tal como los derechos humanos. Plantear algo El artículo 109 inciso 1 dispone que “todos los alemanes son iguales ante la ley”. [Citado: 23. Enero. 2016]. Disponible en: http://www.unav.es/constitucional/Materiales/Constitucion%20de%20Weimar%20(1919).pdf 43 Heuschling, Luc. Op cit., p. 119. 44 En 1932, Thoma matizó algo su posición inicial, que en adelante le pareció demasiado tímida. En el momento en que integró más los derechos humanos en la definición de la democracia, trató de dar mayor significación jurídica a aquellos, optando, en caso de duda, por una interpretación jurídica amplia. Esta conversión no irá, sin embargo, demasiado lejos, debido a las premisas relativistas que mantiene. Es por ello que Thoma no cambió de posición frente a la naturaleza jurídica del artículo 109 inciso 1 de la Constitución de Weimar. 45 Thoma, Richard, como se citó en Heuschling, Luc. Op. cit., p. 124. 42 91 J o a q u í n Ac o s t a R o d r í g u e z distinto sería desconocer la legalidad. De esta manera y por más que al pueblo le pese, nada ha de impedir que el legislador elegido democráticamente suprima, por ejemplo, las libertades individuales antes de barrenar la democracia misma. Sólo dos voces entre los positivistas se opusieron a esta visión: Walter Jellinek, quien consideró que el derecho de voto es para el Reichstag un límite implícito intocable, y Gustav Radbruch, quien afirmó en 1934, cuando ya era demasiado tarde, que “la democracia lo puede todo, salvo renunciar definitivamente a sí misma”.46 Esta amarga experiencia va a dejar su huella en el modelo jurídico de posguerra. 8. La constitucionalización del derecho: una secuela de posguerra 92 En Europa, con el desenlace del primer conflicto mundial así como el ascenso de los extremismos políticos y la necesidad de un intervencionismo estatal debido a las consecuencias económicas y sociales traumatizantes de la guerra, se verificó la posibilidad de que el legislador tuviese la deliberada voluntad de atentar contra las libertades públicas proclamadas por las leyes y por la tradición republicana.47 Al entusiasmo de 1919 por el Volksstaat (Estado popular) sigue, en la generación de juristas alemanes de posguerra, una neta desilusión tras de la cual se constata una cierta desconfianza hacia el ideal rousseauniano de la ley como sempiterna expresión del pueblo. No se trata de repudiar la democracia, sino de criticar una concepción específica de ella: la “decisionista-totalitaria”. Así, los positivistas de Weimar fueron acusados de haber servido a los propósitos de Hitler mediante la concepción absolutista y omnipotente de la soberanía popular.48 Esta visión predicaba que el pueblo puede disponer sobre lo que sea sin que su decisión jamás pueda ser cuestionada, a tal punto que es al pueblo a quien corresponde establecer incuestionablemente lo que es justo e injusto.49 De esta manera se habría llegado a la asimilación vox populivox dei, calificada en la posguerra como una idolatría de la democracia.50 La controversia sobre el positivismo kelseniano en la posguerra es bien conocida tanto en Francia51 como en América Latina:52 algunos piensan detectar “La démocratie peu faire tout, sauf renoncer définitivement à soi-même”. Radbruch, Gustav. Op. cit., p. 105. Frangi, Marc. Constitution et droit privé, Economica, París, 1992, p. 8. 48 De Jouvanel, Bertrand. Du pouvoir. Histoire naturelle de sa croissance, Hachette, París, 1972, p. 415. 49 Heuschling, Luc. Op. cit., p. 144. 50 Cfr. Talmon, Jacob Leib. Les origines de la démocratie totalitaire, Calmann-Lévy, France, 1966. 51 “Dans un deuxième temps, Kelsen a justement renoncé à cette conception naïve [ingenua] et considère que la signification était seulement déterminée par le processus de l’interprétation.” Troper, Michel. La théorie du droit, le droit, l’État, puf, France, 2001, p. 15 52 Correas, Óscar. “El otro Kelsen”, en Nuevo Kelsen, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1989, p. 27. 46 47 L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : e n t r e l e g i c e n t r i s m o , n e o c o n s t i t u c i o n a l i s m o . . . una evolución notable del pensamiento de Kelsen, quien se habría alineado, al menos al final de su obra, del lado de los realistas estadounidenses.53 De esta manera, habría “varios” Kelsen.54 Otros piensan que tal afirmación para nada corresponde con la realidad del maestro austríaco.55 Como quiera que sea, la obra de Kelsen no se deja aprehender fácilmente. A pesar de ello, en la posguerra el positivismo de Kelsen, Thoma o Anschütz fue puesto en la picota: tanto su relativismo como su hostilidad hacia la metafísica minaron el sustrato ético del derecho. La ciencia jurídica alemana de posguerra se alejó así de un positivismo formalista acusado de las peores barbaridades. Según Gustav Radbruch, quien reniega en 1945 de su pasado de positivista y se convierte en defensor de un regreso al derecho natural, “El III Reich quebrantó […] los derechos humanos más sagrados (vida, libertad, honor). […] los déspotas de la dictadura de doce años le dieron múltiples formas legales a la dictadura y el crimen […] El concepto de derecho establecido, el incuestionable positivismo dominante por décadas entre los juristas alemanes y su doctrina ley es ley, fueron inermes e impotentes frente a semejante injusticia en forma de ley”.56 En adelante, serán los valores materiales o metajurídicos la base, es decir, el elemento primero del orden jurídico. Únicamente dentro del marco de tales valores los órganos democráticos podrán producir normas jurídicas.57 Esta nueva concepción marca el punto de partida del proceso de materialización y de jurisdiccionalización del derecho, ya que esos valores humanistas serán garantizados por el juez. En ese contexto, tiene lugar un “renacimiento” de la teoría del derecho natural,58 la cual ha marcado con su sello la jurisprudencia de la Corte Constitucional Federal alemana hasta nuestros días.59 La trágica experiencia del III Reich tendrá tal impacto en el espíritu de los redactores de la Ley Fundamental de 1949, que todas las dudas sobre el poder de los jueces se desvanecen ante la imperiosa necesidad de garantizar los derechos humanos contra los desvaríos no sólo del parlamento, sino incluso de un pueblo entero.60 La ruptura con la concepción democrática, así como con la herencia del positivismo de Weimar, es netamente perceptible en lo que concierne a Véase en tal sentido Kelsen, Hans. “Le contrôle de constitutionnalité des lois. Une étude comparative des Constitutions autrichienne et américaine”, op. cit., p. 17 s 54 Gahdoun, Pierre-Yves. “La liberté contractuelle dans la jurisprudence du Conseil constitutionnel”, Dalloz, París, 2008, p. 171. 55 Véase Leben, Charles. “Troper et Kelsen”, Droits, France, 2003, p. 25. 56 Radbruch, Gustav. Relativismo y derecho, Universidad Externado, Bogotá, 2009, p. 18. 57 Heuschling, Luc. État de droit, Rechtsstaat, Rule of Law, tesis publicada, Dalloz, París, 2002, p. 145. 58 Kaufmann, Arthur. Filosofía del derecho, Universidad Externado, Bogotá, 1999, p. 75. 59 Heuschling, Luc. Op. cit., p. 157. 60 Ibidem, p. 143. 53 93 J o a q u í n Ac o s t a R o d r í g u e z la cuestión, tan vivamente debatida en esta época, del estatus jurídico de los derechos fundamentales y los límites materiales del poder de revisión. Cada uno de esos aspectos pone en evidencia los fundamentos de derecho natural del orden constitucional alemán edificado en 1949. Igualmente en Francia luego de la Libération, las violaciones a los derechos fundamentales durante l’Occupation y el régime de Vichy,61 habiendo mostrado la falibilidad del poder legislativo y la necesidad de afirmar nuevamente los derechos humanos,62 motivó la promulgación de la Constitución francesa de 1946 (que instauró la IV République), la cual implementó una justicia constitucional. Adicionalmente, durante la posguerra las necesidades de la reconstrucción van a fortalecer el intervencionismo estatal en Francia.63 En consecuencia, el derecho constitucional ejerció una influencia indirecta y creciente sobre el derecho ordinario francés. Tal tendencia incluso se fortaleció con la Constitución de 1958, que instauró la V República francesa64 a pesar de los jueces ordinarios, leales al principio de la soberanía parlamentaria.65 En efecto, en la posguerra el legalismo contó con sus aliados, ya que el positivismo profirió su réplica. Ya se verificó que Gustav Radbruch provocó una polémica hacia el final de la Segunda Guerra Mundial. Este expositivista estigmatizó el positivismo jurídico por ser, si no el responsable, al menos el cómplice objetivo de la perversión del derecho nazi. Los positivistas habrían no solamente descrito en un tono neutro el estado del derecho positivo tal como era, sino que igualmente habrían legitimado el orden en vigor, predicando el deber de obediencia a la ley. De esta manera, el espíritu legalista así definido constituye la esencia misma del positivismo; los dos términos en realidad designan una sola y misma concepción del derecho.66 Frangi, Marc. Op. cit., p. 8. Cfr. Hourquebie, Fabrice. “Majorité et légalité dans l’Etat de droit. Des places respectives du juge et du représentant dans la démocratie constitutionnelle”, Annales du droit de Louvain, No. 1-2, Bélgica, 2005, p. 49. 63 Frangi, Marc. Constitution et droit privé, Economica, París, 1992, p. 9. 64 Un año después de su instauración, la IV República francesa inició un acelerado proceso de crisis, fruto de variados factores, entre los cuales destacan la ausencia de mayoría parlamentaria, ruptura del tripartidismo, doble oposición al régimen (protagonizada por el general De Gaulle), o la crisis de investidura de los gobiernos. En 1958 se dio el golpe de fuerza militar y el Comité de Salud Pública de Argelia, que determina la renuncia del gobierno de ese entonces, y el regreso al poder de De Gaulle. El nuevo gobierno obtiene al poco el voto de la Ley Constitucional de 1958, que inspirará la Constitución francesa del 3 de junio de 1958, hoy en vigor. Véase Pactet, Pierre, Mélin-Soucramanien, Ferdinand. Derecho Constitucional, Legis, Bogotá, 2011, p. 315. 65 Por temor a la acusación de instaurar un “gobierno de los jueces” al tiempo que no es un órgano elegido democráticamente, el juez ordinario generalmente es reticente a abordar el problema de la constitucionalidad. Sobre esta actitud que en Francia ha evolucionado, véase Favoreau, Louis. “France, note sous C. cass. Ch. Crim”, 25 avril 1985, Bogdan et Vuckovic, 1985, p. 169. 66 Radbruch, Gustav. Relativismo y derecho, Universidad Externado, Bogotá, 2009, p. 18. Cfr. Perelman, Chaïm, Vander Elst, Raymond. Les notions à contenu variable en droit, Bruylant, Bruxelles, 1984. Perelman, Chaïm, Foriers, Paul. La motivation des décisions de justice, Bruylant, Bruxelles, 1978. 61 62 94 L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : e n t r e l e g i c e n t r i s m o , n e o c o n s t i t u c i o n a l i s m o . . . Esta identidad es vigorosamente rechazada por numerosos defensores contemporáneos del positivismo, como Hart, Ross, M. Troper, H. Dreier, N. Hoerster, entre otros.67 Si estos autores aceptan desde un punto de vista histórico que determinados juristas autodenominados positivistas han efectivamente contribuido a tal ideología o ética legalista, por el contrario rechazan tal reproche al positivismo desde el plan teórico. Según ellos, el auténtico positivista debe limitarse a describir los hechos absteniéndose de todo juzgamiento, negativo o positivo. Los legalistas serían en realidad falsos positivistas o, en otros términos, iusnaturalistas ocultos.68 En aras de salvar al auténtico positivismo, los positivistas de posguerra tienden a sacrificar —en general, de manera implícita— el ilustre linaje de los supuestamente positivistas de los siglos xix y xx.69 Ahora bien, el costo de tal operación de deslastre lejos está de ser inocuo: así se pretende que el positivismo —el verdadero— sólo apareció recientemente en Europa y que en consecuencia constituye una teoría del derecho más bien joven que aún está pendiente de sometimiento a falsación, pues es inviable hacerlo reposar sobre la herencia de sus ancestros. Queda por verificar si el positivismo, en estricto sentido, tal como ha sido formulado en el siglo xx por Kelsen e incluso Hart, realmente escapa a las trampas del legalismo y si es capaz de fundamentar un concepto coherente del derecho. Sobre tal punto, legítimamente se pueden alimentar serias dudas. Ahora bien, no es menos cierto que los nazis vituperaron el positivismo70 por su relativismo, su cobardía y su indiferencia hacia los valores en general (y a los del Volk, la sangre o la raza, entre otros) así como por su docilidad; pero también resulta innegable que los adláteres de Hitler aprovecharon esta mansedumbre Lo cual es igualmente predicable de la doctrina hispánica —García, Juan Antonio. Iusmoralismo(s), Dworkin, Alexy, Nino, Legisprudencia.pe, 2014— y la doctrina colombiana. Véase Tamayo, Javier. Manual de hermenéutica jurídica, Diké, Bogotá, 2013, p. 67, a propósito del “positivismo ingenuo”, para diferenciarlo del “positivismo científico”; López, Diego. Teoría Impura del Derecho, Legis, Bogotá, 2009, pp. 119 y 145. 68 Según los positivistas de posguerra, el legalismo debe lógicamente ser calificado como teoría del derecho natural: el elemento metajurídico se revelaría en el deber moral de obedecer la ley, importando poco que sea justa o injusta. 69 Mientras que en el ámbito hispánico autores como J. García sostienen enfáticamente que las críticas al positivismo se basan en lecturas superficiales o maliciosas de la obra y pensamiento de Kelsen (v. gr. Iusmoralismo(s), Dworkin, Alexy, Nino), en Colombia, Diego López, en otra variante de la réplica positivista, ha sostenido que en realidad Kelsen ha sido mal interpretado en América Latina. Esta región es un “ambiente hermenéutico pobre” el cual —a diferencia de Europa o América del Norte— tiene acceso a una extremadamente pequeña parte de la obra del maestro de Viena. Véase López, Diego. Op. cit., pp. 119 y 145. Cfr. Herrera, Carlos Miguel. Actualité de Kelsen en France, lgdj, París, 2001. 70 Sin embargo, debe reconocerse que las grandes figuras de la escuela positivista fueron perseguidas luego del ascenso al poder de Hitler, bien por razones raciales, bien por cuestionar al régimen. Esto motivó el retiro de otros. Bajo el impulso de Schmitt, Larenz o Lange, la nueva ciencia jurídica se libró a una crítica en regla del positivismo jurídico. 67 95 J o a q u í n Ac o s t a R o d r í g u e z sin vergüenza alguna, ya que fue útil a su causa.71 De hecho, se cuenta con otra prueba contundente de ello, así como de los problemas del legalismo. En la carta enviada en 1940 por el presidente del Sénat de Vichy, Jules Jeanneney, al mariscal Pétain, en respuesta a la solicitud de la lista de los senadores judíos, escribió: “Desapruebo la ley sobre el estado de los judíos por todo lo que ella tiene de contrario a la Justicia, al respeto de la persona humana, a la tradición francesa, como también porque los alemanes nos la han impuesto. Ella es sin embargo la ley. Obediencia le es debida”.72 Por lo anteriormente expuesto hoy se tiene que esta concepción legalista ha sido matizada por el modelo constitucional de posguerra. 9. Más allá del iusnaturalismo y del iuspositivismo La extrema virulencia del debate entre naturalistas y positivistas verificada durante Weimar se ha mantenido en la posguerra.73 El gran balance de tal querella pareciera ser que ambas corrientes tienen gran responsabilidad en la permisión del auge del totalitarismo de entreguerras. Es por ello que un número creciente de autores explora una tercera vía, más allá de este dualismo hoy considerado reduccionista, maniqueo y estéril:74 en lugar de ubicar estas escuelas en un plano de antagonismo irreconciliable, se propone situarlas en un contexto de complementariedad.75 Por otra parte, la doctrina jurídica nacionalsocialista traza un neto regreso a los “verdaderos” valores del derecho y predica un iusnaturalismo un tanto particular (superioridad racial, por ejemplo). Igualmente, buena parte de estos mismos iusnaturalistas que cantaron loas a Hitler, luego de 1945 se unieron a las acusaciones contra el positivismo como doctrina funcional al nazismo, clamando por la resurrección del iusnaturalismo, realidad histórica que igualmente desacredita a esta escuela. Sin embargo, tal constatación de ninguna manera exonera de responsabilidad al iuspositivismo: si bien es verdad que esta corriente lejos estuvo de ser la dominante luego del ascenso de Hitler a la dictadura, es igualmente cierto que durante Weimar la escuela positivista, a pesar de sus ideales democráticos, terminó legitimando la teoría del suicidio legal de la democracia gracias a su hostilidad a la metafísica, desprecio por la justicia y correspondiente servilismo a las decisiones políticas. Por ello, indudablemente los positivistas demócratas de Weimar tienen una responsabilidad al menos parcial frente al desastre totalitarista de la primera mitad del siglo xx en Europa. 72 “Je réprouve la loi sur le statut des Juifs pour tout ce qu’elle a de contraire à la Justice, au respect de la personne humaine, à la tradition française, comme aussi parce que les Allemands nous l’ont imposée. Elle est pourtant la loi. Obéissance lui est due.” Jeanneney, Jules. Journal politique: septembre 1939-juillet 1942, France, 1972, p. 282. 73 Véase Bobbio, Norberto. “El Problema del Positivismo Jurídico”, Fontamara, México, 2004, p. 68: “por jusnaturalismo entiendo la teoría de la superioridad del derecho natural sobre el derecho positivo; por positivismo jurídico la teoría de la exclusividad del derecho positivo. El jusnaturalismo es dualista; el positivismo jurídico, monista”. 74 Heuschling, Luc. Op. cit., p. 437-438. 75 Radbruch habría sido el pionero de esta propuesta, al plantear la necesidad de implementar una justicia supralegal que corrigiese determinadas injusticias legales (véase su artículo “Injustice légale et droit supralégal”, apd, France, 1995, p. 307). De esta manera, ha de privarse toda validez a las normas jurídicas evidente e intolerablemente injustas, mientras que por razones de seguridad jurídica ha de admitirse la eficacia de las normas tolerablemente injustas. Será primariamente el derecho constitucional, cuerpo supralegal pero al mismo tiempo 71 96 L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : e n t r e l e g i c e n t r i s m o , n e o c o n s t i t u c i o n a l i s m o . . . Además, en una Europa en búsqueda de paz donde los parlamentos, lección de la historia del siglo xx, han demostrado que pueden ser igualmente peligrosos para las libertades, la implantación del sistema kelseniano de justicia constitucional —evidentemente enmendado— se vuelve una de las primeras características de las democracias europeas: Italia en 1947, Alemania en 1949, Francia en 1958, Portugal en 1976, España en 1978 o Bélgica en 1980 lo adoptan sucesivamente. La imbricación entre justicia constitucional y democracia es particularmente neta en los casos de Portugal y España, quienes, al igual que Italia y Alemania antes, implementan un sistema de control de constitucionalidad al salir de periodos de dictadura.76 En todas esas experiencias se encuentran los principales componentes del modelo kelseniano, si bien con una evolución que se verifica con la superación del control formal de constitucionalidad de las leyes mediante un control material de constitucionalidad, lo cual conlleva que en adelante las leyes deben ser conformes con los principios y valores de las constituciones de posguerra:77 ya no basta que el trámite legislativo siga fielmente el procedimiento constitucional de elaboración de las leyes; también es imprescindible que el resultado sea conforme con la axiología constitucional. Entre las funciones esenciales de las constituciones contemporáneas, se encuentra la organización del sistema normativo. Kelsen ha demostrado contundentemente cómo la Constitución regula el proceso de creación de normas.78 De esta manera, en el modelo europeo la reconstrucción de las fuentes del derecho alrededor del eje constitucional constituye la manifestación primera, y sin duda la menos cuestionada,79 del proceso denominado “constitucionalización de las ramas del derecho”. Desde esta perspectiva, la regulación constitucional de las fuentes normativas va mucho más allá de la manera en que las normas jurídicas deben ser creadas (órganos, procedimientos). La Constitución también establece, con un grado más o menos grande, según el caso, la determinación del contenido mismo de ciertas normas, especialmente prescribiendo o, al contrario, proscribiendo tal o cual contenido. Así las cosas, la incorporación en el texto constitucional de prescripciones relativas a las libertades y derechos fundamentales obliga, al menos de manera negativa, al derecho positivo, el encargado de tal tarea: el primer criterio diferenciador entre injusticias tolerables e intolerables serán los derechos humanos. 76 Tal y como aconteciera con Chile, primer país latinoamericano en trasplantar este modelo europeo. 77 Véase en tal sentido Uprimny, Rodrigo. “La Constitución de 1991 como constitución transformadora”, en Stéphane Jost (Dir.), 20 años de la Constitución colombiana. Logros, retrocesos y agenda pendiente, Fundación Konrad Adenauer, Bogotá, 2012, p. 38. 78 Kelsen, Hans. Théorie générale des normes, puf, París, 1996. 79 Favoreau, Luois. Droit constitutionnel, Précis Dalloz, París, 2004, p. 136. 97 J o a q u í n Ac o s t a R o d r í g u e z legislador a abstenerse de proferir normas contrarias al texto constitucional, como la prohibición de cualquier forma de discriminación en función de la raza o la religión.80 Esta nueva realidad permite el reconocimiento del principio de constitucionalidad. 10. El principio de constitucionalidad 98 Éste significa ante todo un rebasamiento del principio de legalidad. También implica que la ley no se identifica con el derecho y que el reino del derecho exige una verificación de todas las normas jurídicas al tenor de la norma suprema del sistema nacional, que es la Constitución.81 En Europa occidental (en otras latitudes también), el control de constitucionalidad tiende a identificarse con un control jurisdiccional. Ahora bien, varios países europeos, por temor a una excesiva politización de la justicia, han optado por un control de constitucionalidad no jurisdiccional (Finlandia, Países Bajos, Luxemburgo). En Finlandia, el control se confía, de conformidad con la tradición del ombudsman, a un órgano parlamentario: la comisión constitucional. Igualmente, los poderes públicos tienen la posibilidad de demandar conceptos a la Corte Suprema. En los Países Bajos y Luxemburgo, la tarea corresponde a un organismo consultativo del gobierno: el Consejo de Estado. En realidad, estos controles son muy diferentes en su espíritu de lo que hoy se designa con el término de control de constitucionalidad. La expresión parece en adelante implicar que, como lo había indicado Kelsen, el controlador no se confunda con el controlado, sino que sea un tercero imparcial.82 El órgano que ejerce el control de constitucionalidad asume en principio la delicada misión jurídica de garantizar, mediante su interpretación de la Constitución, la supremacía de esta última, al tiempo que la adapta a las nuevas realidades sociales. Si ello permite la reintroducción de la flexibilidad en las constituciones rígidas, debe igualmente reconocerse que el equilibrio es difícil de materializar, al tiempo que expone al juez a la crítica. El papel de este último es determinante y puede ubicarle en competencia con el legislador, y así con el poder de revisión constitucional.83 La inmensidad de la tarea explica tanto las esperanzas depositadas en tales instancias como las decepciones manifestadas a través de críticas, en ocasiones insultantes. Ibidem, p. 138. Grewe, Constance, Ruiz-Fabri, Hélène. Droits constitutionnels européens, puf, París, 1995, p. 66. 82 El eterno debate, ya planteado por Schmitt y Kelsen: ¿politización de la justicia, o juridización de la política? Muy probablemente ambas situaciones, en donde la segunda atenúa los riesgos de la primera. 83 Ibidem, p. 67. 80 81 L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : e n t r e l e g i c e n t r i s m o , n e o c o n s t i t u c i o n a l i s m o . . . En los Estados Unidos, el control de constitucionalidad ha sido consagrado por el juez. Es concebido como el instrumento que prácticamente permite asegurar la superioridad de la Constitución, consecuencia de la idea según la cual el juez debe no solamente aplicar la ley sino también el derecho.84 De esta manera, el juez norteamericano tiene la facultad de descartar aquellas normas, legislativas inclusive, en contradicción con la norma superior. Todo juez, antes de aplicar un texto, debe verificar tal conformidad. Este control es difuso, ya que lo practican todos los jueces. Su coherencia está garantizada por la existencia de una Corte Suprema que unifica la jurisprudencia. Este modelo se ha expandido especialmente en los países europeos influenciados por el derecho anglosajón o el sistema político estadounidense (Noruega, Suecia, Dinamarca, Islandia, Grecia). En este punto vale la pena recordar que algunos países latinoamericanos se adelantaron a sus homólogos europeos en el proceso de acogida del modelo estadounidense, Colombia incluida.85 Ahora bien, las diferencias al interior del grupo europeo de influencia estadounidense son sensibles. Conciernen a las modalidades del control, que son de importancia cuantitativa y cualitativa, donde emerge como noción esencial la de los derechos fundamentales. Este término, utilizado ocasionalmente en derecho anglosajón (fundamental rights), figura explícitamente en la Ley Fundamental alemana de 1949;86 igualmente, esta expresión ha sido recogida tanto por la Corte de Justicia de las Comunidades Europeas como por la Corte Europea de Derechos Humanos para inscribirse en las Constituciones portuguesa de 1976 y española de 1978, Véase el fallo Marbury vs. Madison (1803), cuyo “magistrado ponente” fue el celebérrimo juez John Marshall: “O bien, la Constitución es una ley superior, no enmendable por medios ordinarios, o está al mismo nivel que la legislación ordinaria y, como otras leyes, es enmendable cuando a la legislatura le parezca. Si la primera parte de esta alternativa es cierta, entonces una ley contraria a la Constitución no es derecho; si la última parte es la correcta, entonces las constituciones escritas son intentos absurdos, por parte del pueblo, de limitar un poder que por su propia naturaleza es ilimitable… la ley repugnante a la Constitución es nula”. 85 En efecto, y sin ánimo de exhaustividad, se tiene que el modelo estadounidense fue acogido por Argentina (1887), mediante el caso “Sojo” y “Viuda de Elotorno vs. Municipalidad Buenos Aires”, o Venezuela (1893), así como Colombia, mediante la reforma constitucional de 1910, que instituyó la acción pública de inconstitucionalidad, o México (1917). Es por ello que en el esquema constitucional colombiano contemporáneo aún quedan huellas directas de la influencia estadounidense, como lo demuestra el ejemplo del control difuso y la excepción de inconstitucionalidad, la cual sin embargo se ejerce con extrema timidez por parte del juez ordinario colombiano, por no decir que ha sido prácticamente ineficaz en nuestro ordenamiento, debido a la crítica del gobierno de los jueces 86 Nada de raro tiene tal constatación, si se tiene presente que el constituyente alemán de 1949 también siguió otra recomendación de Radbruch: “Para llevar a cabo la renovación del derecho se requiere un elevado Tribunal […] Sólo un Tribunal semejante puede garantizar realmente la efectividad de los derechos humanos y civiles de nuestras constituciones […] Modelo para un tribunal superior alemán debe ser la Supreme Court, la más elevada corte de Estados Unidos, el más poderoso tribunal que conoce la tierra […] En su seno han ocurrido los grandes cambios en la concepción americana del derecho”. Radbruch, Gustavo. Relativismo y derecho, Universidad Externado, Bogotá, 2009, p. 21. 84 99 J o a q u í n Ac o s t a R o d r í g u e z 100 así como en el proyecto francés de revisión constitucional de 1990, proclive a ampliar las facultades del Conseil constitutionnel.87 La noción de derechos fundamentales constituye hoy una referencia prácticamente común en la doctrina constitucional europea,88 a pesar de la variedad de las apelaciones del derecho positivo o de las doctrinas nacionales: derechos (Bélgica,89 Luxemburgo, Irlanda, Gran Bretaña, Noruega), derechos de libertad (Dinamarca, Italia), derechos inviolables (Italia), derechos constitucionalmente garantizados (Austria, Suiza), libertades y derechos fundamentales (Suecia), derechos humanos (Noruega, Finlandia). De las anteriores maneras se designa un conjunto de derechos reconocidos y garantizados por normas en general constitucionales en contra del Estado y al menos en ocasiones también contra los particulares.90 Según Favoreau,91 el verdadero cambio provocado por la constitucionalización radica en el giro del orden jurídico alrededor de un nuevo eje: la constitucionalidad, que al mismo tiempo conlleva el abandono del antiguo eje (la legalidad), la cual es en adelante un simple componente de la constitucionalidad. En efecto, ahora es la constitucionalidad la garante del contenido esencial de los derechos fundamentales y no la legalidad, ya que su respeto, a partir de ahora, se confía al juez constitucional. Esto explicaría también la disminución de la importancia y del interés de los principios generales del derecho, en beneficio de los principios y valores constitucionales, cuestión también ligada al cambio de estatus de la legalidad. En efecto, el control de constitucionalidad de las leyes funcionaría sobre un modo binario: la norma cuestionada o será conforme con la constitución, o no lo será. Ahora bien, al margen de esta alternativa un tanto estrecha, se ha desarrollado en Francia la técnica de las réserves d’interprétation, la cual permite al juez constitucional dejar su impronta así como sus interpretaciones más allá de la simple confección de la ley.92 El derecho de contratos no debe evidentemente escapar a este esquema. Así, cuando el Conseil constitutionnel ejerce el control de constitucionalidad de las leyes, lógicamente se encuentra ante las alternativas, sea de censura sea la declaración de conformidad. 87 Sobre las reformas a la Constitución de la V República francesa, véase Pactet, Pierre, Mélin-Soucramanien, Ferdinand. Op. cit., p. 333. 88 Favoreau, Luois. Op. cit., 1990, p. 81. 89 Más precisamente Droits des Belges, igualmente predicable para el caso de Luxemburgo. 90 Grewe, Constance, Ruiz-Fabri, Hélène. Droits constitutionnels européens, puf, París, 1995, p. 107. 91 Favoreau, Luois. Droit constitutionnel, Précis Dalloz, París, 2004, p. 321. 92 Viala, Alexandre. “Les réserves d’interprétation dans la jurisprudence du Conseil constitutionnel”, lgdj, París, 1999, p. 17. L a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l : e n t r e l e g i c e n t r i s m o , n e o c o n s t i t u c i o n a l i s m o . . . Frente a esta alternativa (sí o no) un tanto rígida, se introduce una “tercera vía decisional”: un “Sí, pero…”.93 Se trata de la reserva de interpretación, por la cual el Conseil constitutionnel no interfiere con la voluntad del legislador, pero sí orienta la interpretación de las autoridades administrativas o la del juez ordinario,94 indicando los sentidos constitucionalmente inadecuados o permitidos de los textos normativos examinados. Desde luego, tal esquema es homólogo a las sentencias de exequibilidad condicionada de la Corte Constitucional colombiana. 11. Conclusión La presentación de la ley como la expresión de la voluntad general hoy exige ser corregida; la ley es en adelante cuestionable: la norma legal votada por el Parlamento o Congreso es susceptible de un eventual control jurisdiccional de constitucionalidad. Así el Conseil constitutionnel francés ha llegado a la conclusión fundamental de que la ley “sólo expresa la voluntad general dentro del respeto a la Constitución”.95 En adelante, la legalidad sólo debe ser concebida como la implementación de la constitucionalidad, de la cual no es más que uno de sus componentes.96 En consecuencia, el juez constitucional generalmente disfruta de un papel considerable en materia de interpretación de la Constitución. Es él quien da todo su sentido al texto constitucional y le insufla vida. Por supuesto, en vista de la nueva realidad, se le reprocha el ir demasiado lejos, al punto de imponer su propia visión de la realidad, desplazando así la voluntad del constituyente.97 La constitucionalización ha sido objeto de estigmas tales como el hiperconstitucionalismo, el panconstitucionalismo, o el todo-constitucional, entre otras derivaciones. En el fondo, buena parte de las críticas y temores son resultado de malentendidos o posiciones extremadamente radicales.98 La Constitución como norma jurídica superior para nada significa un remplazo de las reglas de derecho ordinarias por normas constitucionales: simplemente, la constitucionalidad se convierte en un imperativo del orden jurídico aplicable a la totalidad de sectores cubiertos por éste, y susceptible de influenciarle en un determinado número de aspectos. Gahdoun, Pierre-Yves. Op. cit., p. 271. Viala, Alexandre. Op. cit., p. 64. 95 “La loi n’exprime la volonté générale que dans le respect de la Constitution.” France, Conseil Constitutionnel, Décision No. 85-197 DC du 23 août 1985, GD No. 38. 96 Favoreau, Luois. “Légalité et constitutionnalité”, Les Cahiers du Conseil constitutionnel, France, 1997, p. 73 s. 97 Favoreau, Luois. Droit constitutionnel, Précis Dalloz, París, 2004, p. 249. 98 Ibidem, p. 320. 93 94 101 J o a q u í n Ac o s t a R o d r í g u e z La expansión de la constitucionalidad no se acompaña por una limpieza completa del orden jurídico, ya que en la mayoría de ocasiones el juez constitucional va a constitucionalizar lo que la doctrina italiana acostumbra denominar el derecho viviente, esto es, las soluciones que ya adoptó en derecho positivo particularmente el juez ordinario o administrativo. Esta consolidación del derecho viviente tiende a reforzar la posición del juez frente al legislador. Cualquier juez digno de tal nombre tiene en cuenta, cuando elabora sus decisiones, la situación social y política. De esta manera, el juez ordinario, particularmente si hay carencia de la ley o bien si varios principios fundamentales se enfrentan, se ve llamado a dirimir un conflicto entre normas superiores tal y como lo hace el juez constitucional, conciliando —o reconciliando— los principios en contradicción mediante la búsqueda de una coherencia común. La imposibilidad antaño impuesta al juez ordinario de emplear la Constitución para contrarrestar los efectos perversos de la ley misma, o de la aplicación de la ley, lo ha conducido a secretar un “derecho fundamental de sustitución”99 bajo la forma de principios generales del derecho, cuyas soluciones son en ocasiones cercanas a las del juez constitucional. Si en Francia, otrora bastión del legicentrismo, determinados principios identificados por el Conseil constitutionnel ya habían sido afirmados por el juez ordinario con anterioridad, lo mismo se puede afirmar de las relaciones entre principios constitucionales y principios generales del derecho en Colombia y probablemente el resto de América Latina. De esta manera, lejos de ser opuestos o antinómicos, derecho constitucional y derecho ordinario pueden ser por el contrario plenamente cercanos100 gracias a los principios comunes que les rodean. Así, los principios fundamentales son susceptibles de aplicarse, no sólo en la ausencia de toda ley (lagunas jurídicas), sino también a la hora de interpretar las leyes mismas. 102 99 Frangi, Marc. Op. cit., p. 11 Véase Frangi, Marc. Constitution et droit privé, Economica, París, 1992, p. 11 100 l a s m e dj iudsatsi cci aa upteenlaalr ec so ne s ne enls u pr ad oa c eys oj upsetni c a ila dpee n mae ln orre es st aeunr east pi vaañ. a .. R e v i s ta d e l I n s t i t u t o d e C i e n c i a s J u r í d i c a s d e P u e b l a , M é x i c o . i s s n : 1 8 7 0 - 2 1 4 7. Añ o x , N o . 3 7 e n e r o - j u n i o d e 2 0 16 , pp 10 3 - 12 8 . La internacionalización del derecho constitucional en Colombia: una garantía para los procesos de integración. Ejercicio comparado con los países andinos* Internationalization of constitutional law in Colombia: a guarantee for the processes of integration. Exercise compared with andean countries Eric Tremolada Álvarez** resumen abstract Este escrito, desde la perspectiva del derecho internacional, aborda el estudio comparado de la internacionalización del derecho constitucional en Colombia como garantía de los procesos de integración. De ahí que parta del análisis del ordenamiento internacional como una unidad formal compuesto por tres estructuras normativas, para luego centrarse en el estudio de la internacionalización del ordenamiento colombiano. En particular se constata cómo este orden interno recibe y ejecuta el derecho internacional y cómo garantiza sus obligaciones respecto a los procesos de integración. Finaliza con un ejercicio This paper, from the perspective of international law, addresses the comparative study of the internationalization of constitutional law in Colombia as a guarantee for the integration processes. Hence, it departs from the analysis of the international legal system performing as a formal unit composed of three normative structures. It focuses then on the study of internationalization of Colombian law —noting in particular— how this internal order receives and executes international law and how it guarantees its obligations regarding integration processes. It ends its review with a comparative exercise * Recibido: 30 de junio de 2015. Aceptado: 11 de agosto de 2015. ** Titular en Colombia de la Cátedra Jean Monnet de Derecho de la Integración Comparado: Unión Europea América Latina en la Universidad Externado. ([email protected]) 103 Er i c Tr e m o l a d a Á l v a r e z comparado de las cláusulas de apertura y control democrático, que en materia de integración se observa en los países andinos. of the clauses of openness and democratic control —that in terms of integration— have been observed in the Andean countries. palabras clave: Ordenamiento internacio- key words: International order, interna- nal, internacionalización del derecho constitucional colombiano, garantías constitucionales en materia de integración, cláusulas constitucionales de apertura, recepción y control democrático en los países andinos. tionalization of Colombian constitutional law, constitutional guarantees in terms of integration, clauses of constitutional openness, reception and democratic control in the Andean countries. sumario 1. Introducción 2. El ordenamiento internacional: tres ámbitos de relaciones en una unidad formal 3. El ordenamiento colombiano y su internacionalización a) Recepción de normas consuetudinarias b) Recepción de normas convencionales c) Ejecución de normas internacionales en Colombia 4. La internacionalización del derecho constitucional como garante de los procesos de integración 5. Cláusulas constitucionales de apertura y control democrático en los países andinos 6. Conclusiones 1. Introducción 104 El constitucionalismo internacional surge a la par con el fenómeno de la globalización, fundamentalmente para atemperar su carácter avasallador y evitar que se imponga el poder económico al político. Meir sostiene que esto es gracias a la concepción racionalista de los derechos humanos como posición preferente a los poderes político (autoritarismo) y económico (globalización), que en muchos casos son ilimitados, sin más contención que el voluntarismo de los Estados y los vaivenes caprichosos del capital global.1 Así, se revaluó el Estadocentrismo (dependencia de la persona con respecto al Estado), afirmando el principio de dignidad del ser humano y su primacía 1 Meier García, Eduardo. “(Neo) Constitucionalismo e internacionalización de los derechos”, Universitas. Revista de Filosofía, Derecho y Política, No. 15, 2012, pp. 27-64. La internacionalización del derecho constitucional en Colombia... (posición preferente de sus derechos). La dignidad de la persona y el respeto universal de los derechos humanos y de las libertades fundamentales fueron proclamados en la Carta de San Francisco como propósitos fundamentales de la Organización de las Naciones Unidas y del derecho internacional de los derechos humanos. Inició un proceso de transformación del derecho internacional clásico. En palabras de Ansuátegui, la dignidad del ser humano y su primacía encontraron en la democracia un marco natural sobre el cual edificarse. El único poder capaz de vincularse con la moralidad de los derechos y, por ende, con el volumen y las exigencias de esa ética mínima, es el poder político democrático. Así, la democracia adquiere sentido a partir del respeto de las exigencias individuales de los seres humanos.2 Desde la Constitución de Weimar en 1919, se inició el reconocimiento constitucional del derecho internacional como parte integrante del derecho interno. Dicha situación —por lo que anotamos— progresó notablemente en la segunda posguerra en tres sentidos: el reconocimiento amplio de la primacía del derecho internacional general, la creación del derecho comunitario (o, como luego ha sido denominado, derecho de la integración), y el respeto al derecho internacional de los derechos humanos.3 De esta manera, el aplacamiento surgido del constitucionalismo internacional determina aquellas “tendencias y procesos que están haciendo del mundo un lugar más interdependiente”, como Twining define globalización,4 y los procesos en virtud de los cuales “los estados nacionales soberanos se entremezclan e imbrican mediante actores transnacionales y sus respectivas posibilidades de poder, orientaciones y entramados varios”, lo que la globalización significa en términos de Beck.5 De ahí que Ramírez Cleves hablara de las transformaciones del constitucionalismo en el contexto de la globalización que es, en últimas, de lo que se trata este escrito.6 Para abordar el estudio de la internacionalización del derecho constitucional en Colombia desde la perspectiva de la integración —sin omitir el sesgo ius internacionalista del autor— necesitamos, en primer lugar, comprender el funcionamiento del ordenamiento internacional como una unidad formal compuesta 2 Ansuátegui Roig, Francisco Javier. “La Declaración Universal de Derechos Humanos y la ética pública”, en García Rodríguez, Luis Fernando (Coord.), Estudios en homenaje al 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948-2008), Fundación Universitaria de Derecho, Administración y Política, México, 2008, pp. 21-41. 3 Fix-Zamudio, Héctor. “El derecho internacional de los derechos humanos en las constituciones latinoamericanas y en la Corte Interamericana de Derechos Humanos”, Revista Latinoamericana de Derecho, No. 1, 2004, pp. 141-180. 4 Twining, William. Derecho y globalización, Universidad de los Andes, Bogotá, 2003, p. 120. 5 Beck, Ulrich. ¿Qué es la globalización? Paidós, Madrid, 2001, p. 29. 6 Ramírez Cleves, Gonzalo. “Transformaciones del constitucionalismo en el contexto de la globalización”, en El derecho en el contexto de la globalización, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2007. 105 Er i c Tr e m o l a d a Á l v a r e z por tres estructuras normativas. A partir de ahí, podremos centrarnos en el análisis de la internacionalización del ordenamiento colombiano estudiando, en particular, la forma en que recibe y ejecuta el derecho internacional para luego evidenciar qué tan garantista es nuestro ordenamiento respecto a los procesos de integración como parte del derecho interno. Esta evolución se da desde el ordenamiento internacional. Sin embargo, no sería posible sin la aprobación de los propios Estados, quienes finalmente consienten las obligaciones, negocian y aprueban los tratados y las resoluciones que impulsan esta dinámica. De ahí la necesidad de analizar las normas constitucionales colombianas de apertura y control democrático, haciendo además un breve ejercicio comparado con nuestros vecinos andinos. Evidenciaremos cómo en esta subregión se ha revaluado el concepto clásico de soberanía que aún permanece en la mayoría de Estados latinoamericanos. 2. El ordenamiento internacional: tres ámbitos de relaciones en una unidad formal 106 El derecho internacional regula la coexistencia de relaciones entre Estados soberanos independientemente de su nivel de poder y desarrollo económico, reglamenta la mutua cooperación y protege ciertos intereses esenciales de la comunidad internacional. Esta definición de González Campos y otros7 resalta, tal como ellos precisan, los tres ámbitos de relaciones que guardan correspondencia con las tres estructuras normativas diferenciadas que componen la unidad formal del ordenamiento internacional: soberanía, cooperación y solidaridad. Al tomar en cuenta que los creadores y los que aseguran la aplicación del derecho internacional son los Estados, no es extraño que este sujeto primario se encuentre en las tres estructuras normativas, ocupando un rol preminente en la comunidad internacional. No obstante, puede apreciarse que en la primera estructura normativa el Estado actúa libremente, con fundamento en la soberanía, en todo lo que no hay un consenso común. De ahí que el peso del poder político y económico de unos favorezca más la satisfacción del interés propio, obligaciones territoriales, reconocimientos de Estados y de gobiernos beligerantes, entre otros que se dan en esta estructura.8 Por el contrario, en los otros dos andamiajes 7 González Campos, Julio, Sánchez Rodríguez, Luis y Sáenz de Santa María, Paz Andrés. Curso de derecho internacional público, Civitas Ediciones, Madrid, 2002, pp. 82-87. 8 En este sentido, tenemos múltiples ejemplos a lo largo de la historia y del desarrollo del derecho internacional. El avistamiento y la conquista fueron cristalizándose como títulos para el ejercicio de las competencias del Estado cuando no había consenso sobre esto. Los reconocimientos prematuros como nuevos estados a Georgia, Croacia, La internacionalización del derecho constitucional en Colombia... normativos, hay una evidente interdependencia: la cooperación presupone la existencia de problemáticas y necesidades comunes. Usualmente se aborda a través de organizaciones interestatales.9 Por su parte, la protección de ciertos intereses esenciales limita, en razón de la solidaridad, la actuación del Estado que deberá velar responsablemente por los derechos y libertades fundamentales de la persona, respetar el ejercicio de la autodeterminación de los pueblos y cuidar el medio ambiente humano.10 Así, el ordenamiento internacional es un todo, compuesto por tres estructuras normativas que corresponden a los ámbitos de relaciones y que se nutren por sus distintas formas de creación del derecho. Allí el Estado actúa con ventaja por ser el que crea y asegura la ejecución de obligaciones. 3. El ordenamiento colombiano y su internacionalización Colombia, como Estado, participa y está obligado por el ordenamiento internacional a incorporar en su organización estructural el derecho internacional, sin distinguir con claridad en qué ámbito de relaciones se origina y con cuál estructura normativa se corresponde. La preocupación del constituyente del 91 se centró en los procedimientos de recepción del derecho internacional de conformidad con su forma de creación (consuetudinaria o convencional) y en algunos casos también por su contenido (derecho internacional humanitario).11 a) Recepción de normas consuetudinarias La formación de normas consuetudinarias no se concreta en un acto específico. La costumbre surge de una práctica general, constante y uniforme de los Estados, acompañada de la convicción de obrar conforme a derecho. Por tanto, la integración o recepción de estas normas, debido a su naturaleza, no necesitarían acto formal y específico de incorporación al ordenamiento interno. Kosovo, efectuados por Estados musculosos, disolvieron la Unión Soviética y Yugoslavia. Más recientemente, encontramos la definición instrumental que muchos Estados hacen del terrorismo o la argumentación colombiana para aplicar el fallo de la Corte Internacional de Justicia en su disputa con Nicaragua. 9 La consecución de un sistema de seguridad colectiva que garantice paz y seguridad internacionales (de la Organización de Naciones Unidas) y el acceso a mercados seguros y predecibles (regulado en el marco de la Organización Mundial de Comercio) son ejemplos en este sentido. 10 Unos límites a la actuación del Estado son los sistemas universales y regionales de derechos humanos, o el Título XI de la Carta de Naciones Unidas que, bajo el eufemismo de “Territorios no autónomos”, se adelantó al proceso de autodeterminación de los pueblos bajo dominación colonial. 11 Salgar, Carlos y Tremolada, Eric. “Soberanía, cooperación y solidaridad: del derecho internacional al derecho interno en Colombia”, Cultura Latinoamericana Revista de Estudios Interculturales, año 2012 (I), No. 15, Fondazione isla per gli Studi Latinoamericani, Universidad Católica de Colombia, Planeta Colombiana, Bogotá, 2013, pp. 207-236. 107 Er i c Tr e m o l a d a Á l v a r e z Siguiendo a González, un postulado general admite que el derecho internacional de carácter consuetudinario se integra al derecho interno desde el momento mismo de su formación; por consiguiente, es aplicable por el juez nacional.12 En el caso colombiano, la Corte Constitucional recoge el postulado; reconoce la integración del derecho internacional humanitario a la Constitución por vía de las normas internacionales consuetudinarias y por la propia Constitución: 108 12 El derecho internacional humanitario ha sido fruto esencialmente de unas prácticas consuetudinarias, que se entienden incorporadas al llamado derecho consuetudinario de los pueblos civilizados. Por ello, la mayoría de los convenios de derecho internacional humanitario deben ser entendidos más como la simple codificación de obligaciones existentes que como la creación de principios y reglas nuevas. Así, esta Corporación, en las sentencias citadas, y en concordancia con la más autorizada doctrina y jurisprudencia internacionales, ha considerado que las normas de derecho internacional humanitario son parte integrante del ius cogens. […] Esto explica que las normas humanitarias sean obligatorias para los Estados y las partes en conflicto, incluso si estos no han aprobado los tratados respectivos, por cuanto la imperatividad de esta normatividad no deriva del consentimiento de los Estados sino de su carácter consuetudinario […] La obligatoriedad del derecho internacional humanitario se impone a todas las partes que participen en un conflicto armado, y no sólo a las Fuerzas Armadas de aquellos Estados que hayan ratificado los respectivos tratados. No es pues legítimo que un actor armado irregular, o una fuerza armada estatal, consideren que no tienen que respetar en un conflicto armado las normas mínimas de humanidad, por no haber suscrito estos actores los convenios internacionales respectivos, puesto que la fuerza normativa del derecho internacional humanitario deriva de la universal aceptación de sus contenidos normativos por los pueblos civilizados y de la evidencia de los valores de humanidad que estos instrumentos internacionales recogen. […] En Colombia no sólo el derecho internacional humanitario es válido en todo tiempo sino que, además, opera una incorporación automática del mismo al ordenamiento interno nacional, lo cual, por lo demás, es lo congruente con el carácter imperativo que, según ya fue explicado, caracteriza a los principios axiológicos que hacen que este cuerpo normativo integre el ius cogens. […] El bloque de consti- González Campos, Julio, Sánchez Rodríguez, Luis y Sáenz de Santa María, Paz Andrés. Op. cit., pp. 273-275. La internacionalización del derecho constitucional en Colombia... tucionalidad está compuesto por aquellas normas y principios que, sin aparecer formalmente en el articulado del texto constitucional, son utilizados como parámetros del control de constitucionalidad de las leyes, por cuanto han sido normativamente integrados a la Constitución, por diversas vías y por mandato de la propia Constitución.13 Respecto al denominado bloque de constitucionalidad, ha dicho la misma Corporación: Las disposiciones que hacen parte del bloque de constitucionalidad ostentan jerarquía constitucional por estar situadas a la altura de las normas del texto de la Carta y forman con él un conjunto normativo de igual rango. El hecho de que las normas que integran el bloque de constitucionalidad tengan jerarquía constitucional hace de ellas verdaderas fuentes de derecho, lo que significa que los jueces en sus providencias y los sujetos de derecho en sus comportamientos oficiales o privados deben atenerse a sus prescripciones. Así como el preámbulo, los principios, valores y reglas constitucionales son obligatorios y de forzoso cumplimiento en el orden interno, las normas del bloque de constitucionalidad son fuente de derecho obligatoria para todos los asociados.14 Así, el Estado colombiano debe adaptar las normas de inferior jerarquía del orden jurídico interno a los contenidos del derecho internacional humanitario, con el fin de potenciar la realización material de tales valores. Todo lo anterior significa que las reglas del derecho internacional humanitario, hoy, por voluntad expresa del constituyente que integra las normas internacionales consuetudinarias, son “normas obligatorias per se sin ratificación alguna previa o sin expedición de norma reglamentaria. Y lo son ‘en todo caso’ como lo señala significativamente la propia Carta”.15 b) Recepción de normas convencionales Una comunidad internacional cada vez más interdependiente evidencia la frecuente creación de obligaciones mediante tratados internacionales y la posibilidad de establecer derechos y deberes respecto a los particulares. De ahí Corte Constitucional. Sentencias C-574 de 1992 y C-225 de 1995. Corte Constitucional. Sentencia C-067 de 2003. 15 Corte Constitucional. Sentencia C-574 de 1992. 13 14 109 Er i c Tr e m o l a d a Á l v a r e z que los ordenamientos internos se ocupen expresamente de la recepción de estas normas a través de diversas técnicas que giran en dos extremos. Una es el régimen de recepción automática, procedimiento que exige la simple publicación del acuerdo internacional, como si se tratara de una norma interna; la otra, el régimen de recepción especial, técnica que necesita un acto legislativo expreso para la incorporación del tratado en el orden interno.16 Colombia, a diferencia de muchos países de América y Europa Occidental, como la mayoría de los andinos, Gran Bretaña y algunos otros de la Commonwealth, adoptaron un régimen de recepción especial, haciendo depender la eficacia interna de los tratados celebrados de su transformación en ley. La cuestión aparece regulada en la Constitución, artículo 150: “Corresponde al Congreso hacer las leyes. Por medio de ellas ejerce las siguientes funciones: […] 16. Aprobar o improbar los tratados que el Gobierno celebre con otros Estados o con entidades de derecho internacional”. También aparece en el artículo 241. A la Corte Constitucional se le confía la guarda de la integridad y supremacía de la Constitución, en los estrictos y precisos términos de este artículo. Con tal fin, cumplirá las siguientes funciones: 10. Decidir definitivamente sobre la exequibilidad de los tratados internacionales y de las leyes que los aprueben. Con tal fin, el Gobierno los remitirá a la Corte, dentro de los seis días siguientes a la sanción de la ley. Cualquier ciudadano podrá intervenir para defender o impugnar su constitucionalidad. […] Si la Corte los declara constitucionales, el Gobierno podrá efectuar el canje de notas; en caso contrario no serán ratificados. Cuando una o varias normas de un tratado multilateral sean declaradas inexequibles por la Corte Constitucional, el Presidente de la República sólo podrá manifestar el consentimiento formulando la correspondiente reserva. 110 Conviene resaltar que la ley aprobatoria de los tratados cumple con una función de carácter interno (darle un fundamento a los tratados internacionales que se pretenden hacer valer); los tratados en el ámbito internacional están incólumes. No están condicionados a que exista o no un pronunciamiento, bien jurisdiccional o bien legislativo, respecto a ellos, tal como lo ha señalado la Corte Constitucional.17 16 17 Véase Remiro Brotóns, Antonio. Derecho internacional, McGraw-Hill, Madrid, 1997, pp. 356- 357. Corte Constitucional. Sentencia C-276 de 1993. La internacionalización del derecho constitucional en Colombia... Por su parte, la decisión sobre la constitucionalidad de los tratados por parte de la Corte Constitucional no cabe para los tratados perfeccionados antes de la promulgación de la Constitución de 1991, toda vez que su competencia nació de la decisión del constituyente de dicho año. Como podría aplicarse cuando la manifestación del consentimiento estatal ha sido anterior a la instancia de la revisión constitucional: Se entiende que se pierda la capacidad de juzgamiento interno de los tratados ya perfeccionados, como un reflejo natural de la supranacionalidad en este tipo de convenios que comprometen a la Nación, como persona de derecho público internacional, en un acto en el que ha perfeccionado su voluntad y en donde ningún organismo de carácter interno, ni siquiera el órgano encargado de la jurisdicción constitucional, puede entrar a revisar aquello que es ley entre las partes, siendo tales los Estados vinculados.18 El requisito procesal de revisión del contenido de los tratados no se cumple, por cuanto el examen constitucional no se puede ejercer respecto a los instrumentos públicos internacionales ya perfeccionados. La Carta Política ha tenido en cuenta este espíritu de equivalencia entre las partes, al considerar que el control constitucional tan sólo se puede ejercer con anterioridad al momento en que se perfeccione el Tratado, esto es, previamente a la manifestación íntegra de la voluntad del Estado pactante.19 Por su parte, no deja de ser curioso que el constituyente del 91 (el cual construyó una constitución que privilegia la integración desde su preámbulo) no citara los actos de organización internacional como mecanismos de creación del derecho internacional o al menos hiciera alusión a su incorporación automática. Sin embargo, gracias a una nutrida práctica jurisprudencial, suple la ausencia del derecho positivo. Esto es consecuente con su participación en distintas organizaciones internacionales, cuyo texto constitutivo le atribuye la facultad de adoptar actos de contenido obligatorio que pueden afectar en el ordenamiento interno a los derechos y obligaciones de los particulares. 18 19 Corte Constitucional. Sentencia C-567 de 1993. Corte Constitucional. Sentencia C-276 de 1993. 111 Er i c Tr e m o l a d a Á l v a r e z Al respecto, la Corte Constitucional ha señalado: La evolución del derecho internacional ha dado lugar a la aparición del llamado derecho comunitario, fruto del traslado de competencias normativas específicas de los países suscriptores de un convenio o acuerdo, a los órganos supranacionales creados en el mismo. Este traslado de competencias, al ser ejercidas, da lugar a un conjunto de regulaciones que constituyen propiamente la materia del derecho comunitario, respecto de las cuales se predica la preeminencia y la aplicación preferencial frente al derecho interno de cada país miembro. En virtud de lo anterior, no es posible que la legislación nacional modifique, agregue o suprima normas sobre aspectos regulados por la legislación comunitaria. Podrá desarrollarla, pero esta facultad es excepcional y sólo es posible ejercerla cuando sea necesario para lograr la aplicación de aquella.20 Así, el derecho comunitario, surgido como resultado del traslado de competencias en diferentes materias del quehacer normativo de los países miembro y las subsecuentes regulaciones expedidas por las autoridades comunitarias, ofrece la doble característica de un sistema preeminente o de aplicación preferencial frente al derecho interno de cada país miembro y con una capacidad de aplicación directa y de eficacia inmediata. A las regulaciones que se expidan con arreglo al sistema comunitario no es posible oponerle determinaciones nacionales paralelas que regulen materias iguales o que obstaculicen su aplicación, ni su eficacia puede condicionarse a la voluntad del país o de las personas eventualmente afectadas por una decisión. 112 20 21 La integración comunitaria responde y se afianza sobre la concepción moderna de la soberanía relativa, que ya no la reconoce como un poder supremo absoluto e ilimitado del Estado, sino como algo limitado y restringido por la interacción de los demás Estados dentro de la comunidad internacional, lo cual obviamente implica la resignación de específicas competencias de los Estados en organismos comunitarios con el fin de hacer viable los procesos de integración económica.21 Corte Constitucional. Sentencia C-155 de 1998. Corte Constitucional. Sentencia C-228 de 1995. La internacionalización del derecho constitucional en Colombia... c) Ejecución de normas internacionales en Colombia Las normas internacionales, sean de carácter no escrito (como las consuetudinarias) o escrito (como las convencionales o actos de organizaciones interestatales) pueden contener obligaciones de alcance general que afectan las relaciones Estado a Estado. Además, pueden regular directamente derechos y obligaciones concretos para los particulares. A su vez, y respecto a su ejecución, pueden ser directamente aplicables en el orden interno o, por el contrario, necesitarán forzosamente la adopción de actos normativos internos. De ahí la necesidad de examinar las disposiciones que tiene previstas en este sentido el ordenamiento jurídico colombiano.22 Las normas que contienen obligaciones de carácter general son directamente aplicables, como habíamos señalado, al derecho internacional general consuetudinario. Desde el momento de su creación, pasa a formar parte del derecho interno sin necesidad de actos específicos de incorporación y, por consiguiente, el juez nacional puede aplicarla. Sin embargo, esta práctica, por generalizada que sea, dependerá en últimas de lo dispuesto a propósito en cada derecho estatal, es decir, de las previsiones particulares en materia de recepción y jerarquía. En el caso colombiano, la autosuficiencia y la naturaleza autoejecutiva de estas normas está garantizada en la Constitución Política: “el Estado reconoce, sin discriminación alguna, la primacía de los derechos inalienables de la persona” (artículo 5); “las relaciones exteriores de Colombia se fundamentan en el reconocimiento de los principios de Derecho internacional” (artículo 9). Adicionalmente, puede darse una aplicación preferente sobre la propia Constitución y los tratados —siempre que se trate de un tratamiento más favorable—. “La enunciación de los derechos y garantías contenidos en la Constitución y en los convenios internacionales vigentes no debe entenderse como negación de otros que, siendo inherentes a la persona humana, no figuren expresamente en ellos” (artículo 94). A su vez, la Corte Constitucional no ha escatimado pronunciamientos sobre la autosuficiencia y la naturaleza autoejecutiva del derecho internacional general consuetudinario. En especial, nos referiremos a los contenidos en las sentencias C-574 de 1992, C-225 de 1995 y C-067 de 2003, que no dejan duda al respecto. Las obligaciones de carácter general son directamente aplicables en el ordenamiento interno sin necesidad de ningún acto ad hoc: Tremolada, Eric. El Derecho Andino en Colombia, Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2006, pp. 102-108. 22 113 Er i c Tr e m o l a d a Á l v a r e z El derecho internacional humanitario es, ante todo, un catálogo axiológico cuya validez absoluta y universal no depende de su consagración en el ordenamiento positivo.23 114 [Este derecho] ha sido fruto esencialmente de unas prácticas consuetudinarias, que se entienden incorporadas al llamado derecho consuetudinario de los pueblos civilizados. Por ello, la mayoría de los convenios de derecho internacional humanitario deben ser entendidos más como la simple codificación de obligaciones existentes que como la creación de principios y reglas nuevas.24 [La imperatividad, validez e incorporación del derecho internacional humanitario] “no deriva del consentimiento de los Estados sino de su carácter consuetudinario”, que es “válido en todo tiempo” sino que, además, “opera una incorporación automática del mismo.25 [La misma sentencia, delimitó el bloque de constitucionalidad, observando que] está compuesto por aquellas normas y principios que, sin aparecer formalmente en el articulado del texto constitucional, son utilizados como parámetros del control de constitucionalidad de las leyes, por cuanto han sido normativamente integrados a la Constitución, por diversas vías y por mandato de la propia Constitución26. Es claro que si los preceptos, principios y valores contenidos en el bloque de constitucionalidad irradian el texto de la normatividad interna y obligan a las autoridades a acondicionarla a sus disposiciones, también las decisiones judiciales tienen que guardar similar obediencia. Así entonces, no sólo el productor del derecho positivo, sino también el ejecutor de la norma y su intérprete autorizado, están compelidos a seguir los lineamientos del bloque de constitucionalidad, ya que en dicha sumisión reside la validez jurídica de sus actuaciones.27 Por su parte, respecto a las normas internacionales de origen convencional que regulan derechos y obligaciones concretos sobre los particulares, necesitan de un mecanismo de recepción que definirá el Estado. En palabras de Dahm, el derecho internacional es obligatorio para los Estados, aunque en principio llega a los individuos, únicamente por medio del derecho estatal. Es decir, exige Corte Constitucional. Sentencia C-574 de 1992. Corte Constitucional. Sentencia C-225 de 1995. 25 Ibidem. 26 Ibidem. 27 Corte Constitucional. Sentencia C-067 de 2003. 23 24 La internacionalización del derecho constitucional en Colombia... que se cumpla en el derecho interno, pero no dice cómo; deja la elección de la técnica al derecho nacional.28 La citada tesis, por un lado, nos ayuda a corroborar el reconocimiento pleno y la constatación de diferentes ordenamientos con validez jurídica sólo para los sujetos de ese orden jurídico; por el otro, nos permite analizar qué sucede cuando las partes en la convención crean derechos y obligaciones sobre los particulares de forma precisa e incondicional. Al respecto, el Tribunal Permanente Internacional de Justicia, en su opinión consultiva del 4 de febrero de 1932, en el asunto relativo al tratamiento de los empleados ferroviarios de Dantzig que habían pasado en esta calidad a Polonia en virtud de un tratado, precisó que “un Estado no puede invocar respecto de otro Estado su propia Constitución para sustraerse de las obligaciones que le imponen el derecho internacional o los tratados en vigor”. “El acuerdo estaba destinado a regir entre los empleados ferroviarios y Polonia”; es decir, el convenio reconoció derechos a favor de los particulares en forma precisa e incondicional; por tanto, no se requerían medidas normativas de desarrollo.29 Una vez incorporadas a los ordenamientos estatales, las normas y las obligaciones internacionales de origen convencional gozarán de aplicación inmediata por los órganos administrativos y judiciales, siempre que no necesiten medidas de desarrollo. La doctrina conoce como normas self-executing a aquellas directamente aplicables al orden interno por contener mandatos que reconocen derechos precisos e incondicionales a favor de los particulares y que son susceptibles de ser ejecutados por las autoridades estatales, sin necesidad de medida legislativa o reglamentaria de desarrollo.30 Por otra parte, las normas y obligaciones internacionales que imponen un resultado o que contienen derechos imprecisos y condicionales a favor de los particulares, necesitarán adopción de actos normativos internos. Estas normas conocidas como actos non self-executing abundan en la práctica, sea porque sólo pueden satisfacerse mediante un hacer legislativo y reglamentario (como en el caso de tratados que definen tipos penales), o porque no concretan los requisitos exigibles o el procedimiento para el disfrute de los derechos que contemplan a favor de los particulares (como sucede con el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966).31 Truyol y Serra, Antonio. Fundamentos de derecho internacional público, Tecnos, Madrid, 1977, p. 114. Tribunal Permanente Internacional de Justicia (tpij) Serie A/B, No. 44, p. 24. 30 Véase Remiro Brotóns, Antonio. Op. cit., p. 364 y González Campos, Julio, Sánchez Rodríguez, Luis y Sáenz de Santa María, Paz Andrés. Op. cit., p. 289. 31 Remiro Brotóns, Antonio. Op. cit., p. 365. 28 29 115 Er i c Tr e m o l a d a Á l v a r e z En Colombia, como en muchos otros países, la dificultad radica en que la apreciación de la aplicabilidad directa queda en manos de los órganos administrativos o judiciales que no siempre están al tanto de que esta condición proviene, según la técnica de recepción, del propio tratado (automática) o de su ley aprobatoria (especial). El régimen de recepción especial colombiano implica, para la validez de los tratados, la necesaria aprobación del Congreso a través de una ley, la cual queda sujeta al control de exequibilidad de la Corte Constitucional.32 Así, una vez incorporada la norma u obligación internacional en el ordenamiento colombiano mediante una ley, será self-executing siempre que no necesite medida adicional de desarrollo, en tanto que ya reconoce derechos precisos e incondicionales de los particulares; de lo contrario, será non self executing. Finalmente, en el caso en que las normas y las obligaciones sean actos de organizaciones interestatales, no existe en el ordenamiento colombiano técnica expresa de incorporación, pese a la vocación integracionista de su Constitución. Pero este vacío de positivismo jurídico, tal como ya lo anunciamos, ha sido suplido por una nutrida práctica jurisprudencial. La respuesta viene dada por el propio tratado constitutivo que concede la facultad de adoptar actos de contenido obligatorio de aplicación inmediata. 116 El derecho comunitario, surgido como resultado del traslado de competencias en diferentes materias del quehacer normativo por los países miembros y las subsecuentes regulaciones expedidas por las autoridades comunitarias apoyadas justamente en tales competencias y atribuciones, ofrece la doble característica de un sistema preeminente o de aplicación preferencial frente al derecho interno de cada país miembro y con una capacidad de aplicación directa y eficacia inmediata, porque a las regulaciones que se expidan con arreglo al sistema comunitario, no es posible oponerle determinaciones nacionales paralelas que regulen materias iguales o que obstaculicen su aplicación, ni su eficacia puede condicionarse a la voluntad del país o de las personas eventualmente afectadas por una decisión.33 Ahora bien, el vacío de derecho positivo que llena la nada escasa jurisprudencia de la Corte Constitucional colombiana en materia de aplicación directa de actos de organizaciones internacionales, se soporta en los tratados constitutivos de 32 33 Constitución Política de Colombia, numerales 16 del artículo 150º y 10 del artículo 241º. Corte Constitucional. Sentencia C-228 de 1995. La internacionalización del derecho constitucional en Colombia... las organizaciones interestatales. En principio, toda decisión de los órganos decisorios será directamente aplicable salvo que su texto requiera de acto expreso de incorporación al derecho interno; en este supuesto, estaríamos frente a obligaciones non self-executing. 4. La internacionalización del derecho constitucional como garante de los procesos de integración La integración latinoamericana se convierte en un eje central en los últimos procesos constituyentes de los países andinos.34 Empezando por la Constitución colombiana de 1991, donde se observan normas de apertura para hacer efectivos los procesos de integración, garantizando la cesión de competencias a órganos supranacionales y la recepción automática de decisiones comunitarias. Sin estas cláusulas de apertura, la integración acabaría por configurarse como una mera declaración de intenciones. Ahora bien, se trata de unas normas de apertura focalizadas en determinada integración regional, la latinoamericana, y que incorpora elementos de control y decisión democráticas dentro de la naturaleza de las nuevas constituciones. Es una dimensión de las constituciones económicas, la cual, en palabras de Uprimny, se optó abiertamente por vincular sus economías con las de sus vecinos; con ello, proclaman explícitamente su adhesión a los principios de integración latinoamericana.35 Estamos frente a un nuevo modelo de constitucionalismo latinoamericano, que si bien está en construcción, hace referencia a un cambio de paradigma en el constitucionalismo. Este nuevo constitucionalismo se ha convertido en práctica en América Latina a través de los últimos procesos constituyentes latinoamericanos, articulados mediante la convocatoria de una Asamblea y la directa ratificación popular. A través de estos procesos, se han legitimado constituciones que han buscado no sólo ser fiel reflejo del poder constituyente del demos, sino, a continuación, permear el ordenamiento jurídico y revolucionar el statu quo de sociedades en condiciones de necesidad. Esto ha consagrado textos densos, complejos y extensos. En el campo internacional, desde la Constitución colombiana, primera en esta tendencia, es fácil apreciar una dinámica integradora radicalmente diferente a la prevista en las constituciones anteriores: el nuevo constitucionalismo latinoamericano 34 Martínez, Rubén y Tremolada, Eric. “Integración latinoamericana: democracia y cláusulas de apertura en el nuevo constitucionalismo”, en Eric Tremolada (Ed.), Los procesos de integración como factor de paz, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2014, pp. 119-147. 35 Uprimny, Rodrigo. “Las transformaciones constitucionales recientes en América Latina: tendencias y desafíos”, en César Rodríguez Garavito (coord.), El derecho en América Latina. Un mapa para el pensamiento jurídico del siglo xxi, Siglo XXI, Buenos Aires, 2011, p. 116. 117 Er i c Tr e m o l a d a Á l v a r e z plantea un compromiso con determinada integración, la latinoamericana, más amplia que la puramente económica, que plantea posibilidades reales de integración de los pueblos y que, en definitiva, intenta compatibilizar la necesidad de integración con un concepto recuperado de soberanía.36 En la Constitución Política de Colombia de 1991 se inauguran estas previsiones. Desde el preámbulo se observa que el pueblo, en ejercicio de su poder soberano, decreta, sanciona y promulga la Constitución de 1991 “comprometido a impulsar la integración de la comunidad latinoamericana”. Ya en el cuerpo, el artículo 9 determina que la política exterior de Colombia se orientará hacia la integración latinoamericana y del Caribe. El mandato constitucional de apostar por la integración latinoamericana se ve fortalecido por el artículo 227 de la Constitución: 118 El Estado promoverá la integración económica, social y política con las demás naciones y especialmente, con los países de América Latina y del Caribe mediante la celebración de tratados que sobre bases de equidad, igualdad y reciprocidad, creen organismos supranacionales, inclusive para conformar una comunidad latinoamericana de naciones. Se trata de una previsión relacionada con la competencia del Congreso prevista en el artículo 150.16 de la Constitución, que si bien no se refiere expresamente a la transferencia competencial, sí lo hace frente al carácter supranacional de los organismos creados por los tratados internacionales. En particular, hace mención a la creación de una comunidad latinoamericana de naciones como objetivo final de la integración latinoamericana. El compromiso por la integración latinoamericana se repite en el caso de la Constitución venezolana de 1999, conocida como constitución bolivariana, tanto por el contexto ideológico y político que la vio nacer como por su objeto. Al igual que la colombiana, la Constitución bolivariana, desde el preámbulo, se refiere de manera expresa al compromiso con la integración regional: el objetivo del pueblo venezolano es refundar la república para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural, uno de cuyos fundamentos es “la cooperación pacífica entre las naciones [que] impulse y consolide la integración latinoamericana”. De nuevo evidenciamos un mandato constitucional al gobierno constituido de cimentar la integración regional: “La República —determina el artículo 153 en su inicio— promoverá Viciano Pastor, Roberto y Martínez Dalmau, Rubén. “El nuevo constitucionalismo latinoamericano: fundamentos para una construcción doctrinal”, Revista General de Derecho Público Comparado, No. 9, 2011, pp. 8-24. 36 La internacionalización del derecho constitucional en Colombia... y favorecerá la integración latinoamericana y caribeña, en aras de avanzar hacia la creación de una comunidad de naciones, defendiendo los intereses económicos, sociales, culturales, políticos y ambientales de la región”.37 Por su parte, la Constitución ecuatoriana de 2008, como en los casos anteriores, en el preámbulo, hace una referencia explícita al compromiso del constituyente ecuatoriano con la integración latinoamericana: el pueblo soberano de Ecuador decide construir “un país democrático, comprometido con la integración latinoamericana —sueño de Bolívar y Alfaro—, la paz y la solidaridad con todos los pueblos de la tierra”. La referencia en el preámbulo se traduce ya en el articulado en un capítulo completo de la Constitución dedicado a la integración latinoamericana.38 La Constitución prescribe que la integración, en especial con los países de Latinoamérica y el Caribe, sea un principio de las relaciones internacionales (artículo 416.11), además de un objetivo estratégico del Estado ecuatoriano (artículo 423). Esto obliga al Estado a “impulsar la integración económica, equitativa, solidaria y complementaria; la unidad productiva, financiera y monetaria; la adopción de una política económica internacional común; el fomento de políticas de compensación para superar las asimetrías regionales; y el comercio regional, con énfasis en bienes de alto valor agregado” (numeral 1). Además, promueve “estrategias conjuntas de manejo sustentable del patrimonio natural, en especial la regulación de la actividad extractiva; la cooperación y complementación energética sustentable; la conservación de la biodiversidad, los ecosistemas y el agua; la investigación, el desarrollo científico y el intercambio de conocimiento y tecnología; y la implementación de estrategias coordinadas de soberanía alimentaria” (numeral 2). Por otro lado, persigue el fortalecimiento de “la armonización de las legislaciones nacionales con énfasis en los derechos y regímenes laboral, migratorio, fronterizo, ambiental, social, educativo, cultural y de salud pública, de acuerdo con los principios de progresividad y de no regresividad” (numeral 3). Por otro lado, protege y promueve “la diversidad cultural, el ejercicio de la interculturalidad, la conservación del patrimonio cultural y la memoria común de América Latina y del Caribe, así como la creación de redes de comunicación y de un mercado común para las industrias culturales” (numeral 4). Propicia “la creación de la ciudadanía latinoamericana y caribeña; la libre circulación de las personas en la región; la implementación de políticas que garanticen Martínez Dalmau, Rubén. “La integración en el nuevo constitucionalismo latinoamericano”, en Tremolada, Eric (ed.), Crisis y perspectiva comparada de los procesos de integración, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2008, pp. 89-92. 38 Véase el capítulo tercero del título viii, “Relaciones Internacionales”. 37 119 Er i c Tr e m o l a d a Á l v a r e z los derechos humanos de las poblaciones de frontera y de los refugiados; y la protección común de los latinoamericanos y caribeños en los países de tránsito y destino migratorio” (numeral 5). Asimismo, impulsa “una política común de defensa que consolide una alianza estratégica para fortalecer la soberanía de los países y de la región” (numeral 6). Por último, favorece “la consolidación de organizaciones de carácter supranacional conformadas por Estados de América Latina y del Caribe, así como la suscripción de tratados y otros instrumentos internacionales de integración regional” (numeral 7). Todo esto despeja el campo a las normas de apertura en la misma Constitución. Finalmente, el artículo 276 de la Constitución ecuatoriana determina que uno de los objetivos del régimen de desarrollo es garantizar la soberanía nacional y promover la integración latinoamericana, entre otras previsiones (numeral 5). El único caso en el marco del nuevo constitucionalismo que no menciona la vecindad latinoamericana en el preámbulo es la Constitución boliviana; sin embargo, está suficientemente desarrollada en el articulado. En efecto, el artículo 265.1 de la Constitución boliviana de 2009 establece un mandato claro: El Estado promoverá, sobre los principios de una relación justa, equitativa y con reconocimiento de las asimetrías, las relaciones de integración social, política, cultural y económica con los demás Estados, naciones y pueblos del mundo y, en particular, promoverá la integración latinoamericana. Con todo, como veremos, el texto boliviano es la que con más fortaleza soluciona el problema de relación entre democracia y cláusulas de apertura constitucionales. 5. Cláusulas constitucionales de apertura y control democrático en los países andinos 120 Las constituciones andinas en vigor buscan soluciones a la tensión entre democracia y normas de apertura a través de dos métodos: formalmente, incorporar con claridad la opción por la integración regional en el texto constitucional, además de las suficientes cláusulas de apertura para legitimar los avances integradores; materialmente, estableciendo mecanismos de control y legitimidad democrática, principalmente los referendos.39 39 Martínez, Rubén y Tremolada, Eric. “Integración latinoamericana: democracia y cláusulas de apertura en el nuevo La internacionalización del derecho constitucional en Colombia... La apuesta de la Constitución colombiana por la integración latinoamericana va acompañada por una serie de cláusulas de apertura que implican la posibilidad de incorporación de derecho externo al ordenamiento jurídico colombiano. Pero, como afirma Reina, la labor de identificación de las cláusulas de apertura ha correspondido al juez constitucional.40 Esa actividad no puede ser discrecional, porque se circunscribe a lo previsto en la Constitución, pues es la propia norma fundamental la que permite esa nueva concepción de texto constitucional abierto. La norma de apertura general en la Constitución colombiana encuentra en el artículo 150.16 cuando firma que “corresponde al Congreso hacer las leyes. Por medio de ellas ejerce las siguientes funciones [...] 16. Aprobar o improbar los tratados que el Gobierno celebre con otros Estados o con entidades de derecho internacional. Por medio de dichos tratados podrá el Estado, sobre bases de equidad, reciprocidad y conveniencia nacional, transferir parcialmente determinadas atribuciones a organismos internacionales, que tengan por objeto promover o consolidar la integración económica con otros Estados”. Debe observarse que la norma de apertura económica a través de la cual Colombia puede formar parte de los procesos de integración está condicionada por dos límites expresos incorporados en la propia Constitución. Por una parte, la que incorpora el propio artículo 150.16: los tratados de integración firmados por la república, para que puedan ser constitucionales y servir de mecanismo de apertura y transferir atribuciones a organismos internacionales (materialmente comunitarios, aunque la Constitución no utilice esta expresión) deben ser negociados y aprobados sobre bases de equidad, reciprocidad y conveniencia nacional. Por otra, deben tener por objeto la promoción o consolidación de la integración con otros Estados, pero fundamentalmente los que forman parte de la comunidad latinoamericana tal y como determina el preámbulo constitucional.41 La Constitución está específicamente privilegiando los tratados que crean organismos supranacionales, siempre que su objeto sea la integración económica, constitucionalismo”, op. cit., p. 137. 40 Reina García, Óscar Mauricio. “Las cláusulas de apertura o reenvío hacia fuentes externas previstas en la Constitución colombiana, como criterio para delimitar el contenido del bloque de constitucionalidad”, Revista Derecho del Estado, No. 29, julio-diciembre, 2012, p. 210. 41 De acuerdo con la jurisprudencia de la Corte Constitucional colombiana, en sentencias como la C-582/1999, el preámbulo de la Constitución de 1991 se integra en el concepto de bloque de constitucionalidad en sentido amplio. No obstante, como señala Reina García, no sería preciso acudir a la noción de bloque para buscar un contenido que se encuentra en la misma Constitución, toda vez que el juez constitucional —en Sentencia C479/1992— ya ha considerado que el preámbulo es parte integrante de la misma. Véase: Reina García, Óscar Mauricio. “Las cláusulas de apertura o reenvío hacia fuentes externas previstas en la Constitución colombiana, como criterio para delimitar el contenido del bloque de constitucionalidad”, op. cit., p. 201. 121 Er i c Tr e m o l a d a Á l v a r e z social y política con países de América Latina y el Caribe. Es decir, no sólo se orienta la política exterior del ejecutivo hacia una región en particular, sino que se pone énfasis en que esa política tienda hacia la integración. De ahí que sostengamos que el énfasis y la orientación de la política exterior colombiana tenga un señalamiento sistémico y expreso en el preámbulo, en el segundo parágrafo del artículo 9: “la política exterior de Colombia se orientará hacia la integración latinoamericana y del Caribe”. El citado artículo 150.16 y el 227 hacen parte del capítulo De las relaciones internacionales; promueven “la integración económica, social y política con las demás naciones y especialmente, con los países de América Latina y del Caribe”.42 Respecto a la vigencia de los derechos, el artículo 93 de la Constitución colombiana dispone una primera cláusula de apertura de gran relevancia destinada a su protección desde el derecho internacional: 122 Los tratados y convenios internacionales ratificados por el Congreso, que reconocen los derechos humanos y que prohíben su limitación en los estados de excepción, prevalecen en el orden interno. Los derechos y deberes consagrados en esta Carta se interpretarán de conformidad con los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia. Como puede apreciarse, la segunda parte del artículo hace referencia a la interpretación de la Constitución democrática. Los criterios de interpretación están en relación no sólo con los tratados internacionales considerados por sí mismos, sino obviamente con los instrumentos de interpretación que estos pueden incorporar a través de las cortes internacionales correspondientes. Es el caso de la jurisprudencia del Tribunal Interamericano de Derechos Humanos en la aplicación del Pacto de San José.43 Pero lo realmente interesante es la posibilidad, autorizada por la propia norma fundamental (“norma de normas”, en términos del artículo 4 de la Constitución),44 de incorporar normas con origen en el derecho internacional Nótese que hablamos de disposiciones expresas que están contempladas a lo largo de la Constitución Política, en el preámbulo y en los títulos i, vi y vii relativos a los principios fundamentales, a la rama legislativa y a la rama ejecutiva. Tremolada, Eric. “Los organismos supranacionales en la Constitución colombiana: ¿una garantía para el derecho andino?”, en Tremolada Álvarez, Eric (ed.), Crisis y perspectiva comparada de los procesos de integración, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2008, pp. 95-113. 43 De hecho, la Constitución hace una referencia particular a la jurisprudencia internacional respecto a la delimitación territorial del país en el primer párrafo del artículo 101: “Los límites de Colombia son los establecidos en los tratados internacionales aprobados por el Congreso, debidamente ratificados por el Presidente de la República, y los definidos por los laudos arbitrales en que sea parte la Nación”. 44 “La Constitución es norma de normas. En todo caso de incompatibilidad entre la Constitución y la ley u otra 42 La internacionalización del derecho constitucional en Colombia... cuya aplicación prevalece en el orden interno; esto es, se aplican con preferencia a la propia Constitución. Cabe tomar en cuenta que esta aplicación preferente sobre la propia Constitución sólo puede tener lugar en el caso de que se trate de un tratamiento más favorable para los sujetos de derechos porque, en caso contrario, el citado artículo 4 prohibiría esta aplicación. Se trata, por último, de un problema de aplicación y no de jerarquía, pues la posición de la Constitución como norma suprema del ordenamiento jurídico, por su proveniencia directa de la voluntad constituyente, no puede estar en discusión.45 A partir de este artículo, la Corte Constitucional colombiana identificó la primera cláusula de apertura, y que daría origen a la amplia jurisprudencia colombiana sobre el bloque de constitucionalidad.46 La norma general de apertura en la Constitución venezolana de 1999, en su artículo 153, es ya de avanzada redacción. Hace referencia tanto a las condiciones de integración como a la aplicación directa y preferente del derecho comunitario: La República podrá suscribir tratados internacionales que conjuguen y coordinen esfuerzos para promover el desarrollo común de nuestras naciones, y que garanticen el bienestar de los pueblos y la seguridad colectiva de sus habitantes. Para estos fines, la República podrá atribuir a organizaciones supranacionales, mediante tratados, el ejercicio de las competencias necesarias para llevar a cabo estos procesos de integración [...] Las normas que se adopten en el marco de los acuerdos de integración serán consideradas parte integrante del ordenamiento legal vigente y de aplicación directa y preferente a la legislación interna. La tensión entre normas de apertura y democracia se soluciona en el caso venezolano con la amplia posibilidad de realizar un referéndum que legitime la cesión de competencias. Se prevé en el segundo párrafo del artículo 73: Los tratados, convenios o acuerdos internacionales que pudieren comprometer la soberanía nacional o transferir competencias a órganos supranacionales, podrán ser sometidos a referendo por iniciativa del norma jurídica, se aplicarán las disposiciones constitucionales”. 45 Tremolada, Eric y Martínez Dalmau, Rubén. “Jerarquía constitucional y aplicación preferente del derecho de la integración. Elementos para la solución del posible conflicto entre derechos e integración”, Revista Vniversitas, No. 128, Bogotá, 2014, pp. 383-409. 46 Reina García, Óscar Mauricio. “Las cláusulas de apertura o reenvío hacia fuentes externas previstas en la Constitución colombiana, como criterio para delimitar el contenido del bloque de constitucionalidad”, op. cit., p. 29. 123 Er i c Tr e m o l a d a Á l v a r e z Presidente o Presidenta de la República en Consejo de Ministros; por el voto de las dos terceras partes de los o las integrantes de la Asamblea; o por el quince por ciento de los electores o electoras inscritos e inscritas en el Registro Civil y Electoral. El artículo 318 de la Constitución prevé la posibilidad, extraña en la integración económica latinoamericana, de que la moneda venezolana se sustituya por una moneda común latinoamericana: “En caso de que se instituya una moneda común en el marco de la integración latinoamericana y caribeña, podrá adoptarse la moneda que sea objeto de un tratado que suscriba la República”. Es claramente un paralelismo con el proceso europeo de unificación monetaria,47 y una norma de apertura que legitimaría desde la Constitución el avance hacia la integración monetaria regional. También en el caso venezolano encontramos una previsión particular respecto a la protección de los derechos fundamentales. El artículo 23 determina: 124 Los tratados, pactos y convenciones relativos a derechos humanos, suscritos y ratificados por Venezuela, tienen jerarquía constitucional y prevalecen en el orden interno, en la medida en que contengan normas sobre su goce y ejercicio más favorables a las establecidas en esta Constitución y en las leyes de la República, y son de aplicación inmediata y directa por los tribunales y demás órganos del Poder Público. Como se ha explicado en otra sede, en este artículo la Constitución venezolana confunde textualmente aplicación con jerarquía.48 Los tratados internacionales de derechos humanos más favorables para los sujetos de derechos son de aplicación preferente en el orden interno, pero no pueden contar con jerarquía constitucional porque es la propia Constitución la que otorga la legitimidad para la vigencia de estos tratados y su aplicación preferente. Con todo, lo interesante de la norma de apertura es la posibilidad que otorga a la aplicación directa de determinados instrumentos de derecho internacional de los derechos humanos, condicionada —no podía ser de otra manera— a su carácter “más favorable” a los derechos establecidos en la propia Constitución. La condición, por lo tanto, está en consonancia con la evolución de los derechos y la mejor búsqueda de su protección que determina la Constitución de 1999; la consecuencia es 47 Martínez Dalmau, Rubén. “Lecciones de unificación monetaria europea y particularidades sobre la integración latinoamericana”, Oasis, No. 12, 2007, pp. 433-450. 48 Tremolada, Eric y Martínez Dalmau, Rubén. “Jerarquía constitucional y aplicación preferente del derecho de la integración. Elementos para la solución del posible conflicto entre derechos e integración”, op. cit., pp. 400-402. La internacionalización del derecho constitucional en Colombia... clara: todos los jueces de la república y los órganos del poder público están vinculados por estos derechos, y deben aplicarlos sin reservas. En el caso ecuatoriano, el citado artículo 423.2 de la Constitución de 2008 determina que el Estado debe favorecer la consolidación de organizaciones latinoamericanas y caribeñas de carácter supranacional. El concepto supranacionalidad supera el de cooperación intergubernamental y se introduce en la cesión de competencias en el marco del proceso de integración. Para ello, el artículo 419 establece la cláusula de apertura por la cual la ratificación o denuncia de determinados tratados requiere de aprobación previa de la Asamblea Nacional: entre otros, aquellos tratados que “comprometan al país en acuerdos de integración y de comercio” (numeral 6) y los que “atribuyan competencias propias del orden jurídico interno a un organismo internacional o supranacional” (numeral 7). Con anterioridad, la Corte de constitucionalidad debe realizar el correspondiente control de constitucionalidad del tratado (artículo 438.1). La relación entre integración y normas de apertura se establece en el caso ecuatoriano en el artículo 420, que prevé la ratificación mediante referéndum popular. Tanto la iniciativa ciudadana como el presidente de la república pueden convocar el referéndum que, legitima democráticamente la fórmula integradora. De hecho, el propio artículo 420 determina que si un tratado es aprobado por referéndum popular, su denuncia requerirá este mismo procedimiento. El ejemplo más claro de la apuesta ecuatoriana por la integración latinoamericana se encuentra en el trato que dispensa la Constitución de 2008 a instancias de arbitraje contractual o comercial. El artículo 422 prohíbe “celebrar tratados o instrumentos internacionales en los que el Estado ecuatoriano ceda jurisdicción soberana a instancias de arbitraje internacional, en controversias contractuales o de índole comercial, entre el Estado y personas naturales o jurídicas privadas”. Sin embargo, el segundo párrafo del mismo artículo introduce una excepción: Se exceptúan los tratados e instrumentos internacionales que establezcan la solución de controversias entre Estados y ciudadanos en Latinoamérica por instancias arbitrales regionales o por órganos jurisdiccionales de designación de los países signatarios. Además de la norma genérica de apertura, la Constitución —como en el resto de cartas del nuevo constitucionalismo— introduce normas de apertura particulares, entre ellas la correspondiente a la aplicación directa de los “tratados internacionales de derechos humanos ratificados por el Estado que reconozcan derechos más favorables a los contenidos en la Constitución” y que prevalecen, 125 Er i c Tr e m o l a d a Á l v a r e z con la Constitución, “sobre cualquier otra norma jurídica o acto del poder público” (artículo 424).49 El propio artículo 417 denomina cláusula abierta a esta previsión constitucional. Cabe también recordar la previsión ya mencionada del artículo 423.1 sobre la unidad productiva, financiera y monetaria latinoamericana. Por último, en la Constitución boliviana de 2009, la cláusula de apertura se establece en el artículo 257.2 de la Constitución: 1. 2. 3. 4. Requerirán de aprobación mediante referendo popular vinculante previo a la ratificación los tratados internacionales que impliquen: Cuestiones limítrofes. Integración monetaria. Integración económica estructural. Cesión de competencias institucionales a organismos internacionales o supranacionales, en el marco de procesos de integración. A esto, cabe añadir la previsión sobre el bloque de constitucionalidad que se incorporó en los denominados Acuerdos de Cochabamba, y que están presentes en el artículo 410: “El bloque de constitucionalidad está integrado por los Tratados y Convenios internacionales en materia de Derechos Humanos y las normas de Derecho Comunitario, ratificados por el país”. La cláusula de apertura particular sobre los tratados internacionales de derechos humanos se encuentra en los artículos 216 y 13.4 de la Constitución boliviana: 126 Los tratados e instrumentos internacionales en materia de derechos humanos que hayan sido firmados, ratificados o a los que se hubiera adherido el Estado, que declaren derechos más favorables a los contenidos en la Constitución, se aplicarán de manera preferente sobre esta. El segundo apartado determina: “Los derechos reconocidos en la Constitución serán interpretados de acuerdo a los tratados internacionales de derechos humanos cuando estos prevean normas más favorables”. Por su parte, el artículo 13.4 incorpora un mandato particular relacionado con el anterior: A pesar de lo que pudiera parecer en un primer momento, el artículo 424 de la Constitución ecuatoriana no confunde jerarquía con aplicación en virtud del principio de jerarquía establecido en el artículo 425. Tremolada, Eric y Martínez Dalmau, Rubén. “Jerarquía constitucional y aplicación preferente del derecho de la integración. Elementos para la solución del posible conflicto entre derechos e integración”, op. cit., pp. 402-404. 49 La internacionalización del derecho constitucional en Colombia... Los tratados y convenios internacionales ratificados por la Asamblea Legislativa Plurinacional, que reconocen los derechos humanos y que prohíben su limitación en los Estados de Excepción prevalecen en el orden interno. Los derechos y deberes consagrados en esta Constitución se interpretarán de conformidad con los tratados internacionales de derechos humanos ratificados por Bolivia. Nótese que, como en casos ya analizados, su función no es sólo de innovación normativa, sino de interpretación constitucional. 6. Conclusiones La interdependencia que impera en este mundo globalizado, donde la cooperación presupone la existencia de problemáticas y necesidades comunes, que usualmente se aborda a través de organizaciones interestatales y la protección de ciertos intereses esenciales, en razón de la solidaridad, limitan el concepto de soberanía del Estado y determinan la internacionalización del derecho constitucional. La incorporación de normas internacionales en los ordenamientos internos dependerá del mecanismo de recepción previsto en las constituciones, según el mecanismo por el cual se creó la obligación. De ahí que la Constitución colombiana distinga cómo se reciben las normas de gestación consuetudinaria frente a las que son de origen convencional. Las normas consuetudinarias de derecho internacional humanitario y el derecho internacional general pasan a formar directamente parte del ordenamiento interno, mientras que todas las de origen convencional necesitarán antes de un acto legislativo expreso. Además, las normas internacionales, según su contenido, una vez incorporadas, estarán al nivel de la Constitución o serán infra-constitucionales. Así, en Colombia, las normas de derecho internacional humanitario, sean de origen consuetudinario o convencional, integran el bloque de constitucionalidad, y todas las demás, de origen convencional, estarán sometidas a la Carta Política. Asimismo, la ejecución en Colombia de normas internacionales convencionales o derivadas de organizaciones internacionales dependerá de su contenido; si prevén obligaciones de carácter general de Estado a Estado, que imponen un resultado o que contienen derechos imprecisos a favor de particulares, necesitarán la adopción de actos normativos internos. En caso de que regulen derechos y obligaciones concretos para los particulares, no necesitan medida interna de desarrollo (self-executing). 127 Er i c Tr e m o l a d a Á l v a r e z Las constituciones andinas, que vienen construyendo un nuevo constitucionalismo latinoamericano, reconocen y desarrollan la primacía del derecho internacional general, el derecho internacional de los derechos humanos y la creación del llamado derecho comunitario o derecho de la integración. Estas constituciones configuran un nuevo paradigma desde el punto de vista de la legitimidad y la solución de conflictos, al revisar el concepto arcaico de soberanía del Estado, permitiendo nuevas formas de colaboración en los marcos de integración, sobre todo la económica. A diferencia del proceso de integración europeo, las nuevas constituciones latinoamericanas no sólo plantean la necesidad de legitimar formalmente, a través de las cláusulas de apertura, la recepción del derecho proveniente de órganos supranacionales o la cesión de competencias internas; lo quiere legitimar también, materialmente, a través de diferentes mecanismos, entre ellos la opción por la integración latinoamericana y la presencia de mecanismos de control y de decisión democrática, en particular los referendos. 128 R e v i s ta d e l I n s t i t u t o d e C i e n c i a s J u r í d i c a s d e P u e b l a , M é x i c o . i s s n : 1 8 7 0 - 2 1 4 7. Añ o x , N o . 3 7 e n e r o - j u n i o d e 2 0 16 , pp 12 9 - 15 4 . Problemas actuales sobre la interpretación constitucional de los derechos* Current problems with the Constitutional interpretation of rights Rubén Martínez Dalmau** resumen abstract Este trabajo tiene por objeto establecer cuatro cuestiones esenciales sobre la interpretación de los derechos constitucionales. Éstos deben seguir siendo objeto de estudio por parte de la doctrina, pues los avances, hasta el momento, han sido relevantes, pero no concluyentes. La primera de estas cuestiones es qué implica la interpretación de los derechos y cuál es la problemática que la envuelve; la segunda, qué mecanismos de solución de conflictos de derechos pueden ser los más adecuados en el marco de una Constitución democrática; la tercera, cuál es la diferencia entre la función de la justicia ordinaria y de la justicia constitucional; y, por último, qué diferencia existe entre la supremacía constitucional y la aplicación preferente de los derechos prevista en el derecho internacional o el derecho de integración, así como en determinadas Constituciones. The aim of this paper is to establish four essential questions on the interpretation of the constitutional rights that should continue to be an object of study relative to the doctrine as the progress to date, although relevant, has not been conclusive. In the first place, what involves the interpretation of rights and what is the problem that surrounds it. Secondly, what mechanisms of conflict resolution of rights could be the most suitable in the frame of a democratic constitution constitution. Thirdly, what is the difference between the role of the usual justice system and constitutional justice. Finally, what is the difference between constitutional supremacy and the preferred application of rights provided in international law or in integration law, as well as in certain Constitutions. palabras clave: Interpretación constitucio- key words: Constitutional Interpretation, nal, derechos, constitucionalismo democrático, justicia constitucional, ponderación. rights, democratic constitutionalism, constitutional justice, weighting. * Recibido: 14 de agosto de 2015. Aprobado: 26 de septiembre de 2015. ** Profesor titular de Derecho Constitucional en la Universidad de Valencia, España. ([email protected]) 129 Rubén Martínez Dalmau sumario 1. Introducción 2. La interpretación constitucional de los derechos 3. Conflictos de derechos, ponderación y proporcionalidad 4. El concepto de juez constitucional y el debate sobre la posible contradicción entre principios y reglas 5. Derechos constitucionales, derecho internacional y derecho de la integración 6. Conclusiones 1. Introducción 130 Uno de los retos del constitucionalismo democrático, en la actualidad, es su aplicación efectiva. Históricamente, la aplicación constitucional, en particular de la parte dogmática de la Constitución, ha sido la más problemática por varias razones. En primer lugar, la garantía de los derechos constitucionales cuenta con una gran carga emancipadora y, por ello, suele producir resistencias y dificultades en su aplicación material. En segundo lugar, los derechos constitucionales suelen estar formulados como principios, por lo cual, técnicamente, ha contado con menos facilidades para su aplicación que las normas orgánicas, generalmente formuladas como reglas. Respecto a la aplicación de las reglas, la problemática es menor por sus posibilidades cerradas; respecto a los derechos formulados como principios, por su naturaleza abierta, la ciencia del derecho constitucional sigue preguntándose cuál es la mejor forma de garantizar su aplicación.1 Las últimas décadas han sido protagonistas de un fulgurante interés por la interpretación constitucional, donde han intervenido autores desde las más diferentes perspectivas de las ciencias sociales, principalmente la filosofía del derecho y el derecho constitucional. La recuperación de la normatividad constitucional, la necesidad de encontrar nuevas vías para la aplicación de la Constitución, y el cambio de paradigma desde el Estado legal al Estado constitucional se conforman como razones de gran peso a la hora de explicar esta no nueva, pero sí transformada voluntad de estudiar la interpretación constitucional. En particular, ha sido necesario revisar la relación entre interpretación constitucional y aplicación de la Constitución en esta parte constitucional más Para la elaboración del presente trabajo se ha partido de las reflexiones realizadas por el autor en Cuatro preguntas sobre la interpretación constitucional de los derechos en el Estado constitucional, publicado por la Universidad Libre de Colombia, Bogotá, 2016. 1 P r o b l e m a s a c t u a l e s s o b r e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l d e l o s d e r e c h o s transformadora e históricamente relegada: la parte dogmática, que determina y garantiza los derechos constitucionales.2 Autores de diferentes sistemas jurídicos, latitudes y concepciones ideológicas han suscitado varias cuestiones. De ellas, hemos elegido cuatro que perfilan la problemática actual sobre la interpretación de los derechos:3 1) Qué implica la interpretación constitucional de los derechos; 2) Cuál es el papel de la interpretación constitucional para encontrar solución a los conflictos de derechos; 3) Cuál es la función del juez ordinario y del juez constitucional en la garantía de los derechos; 4) Cómo se soluciona el problema de la interpretación de los derechos protegidos constitucionalmente en el marco de los procesos de integración. El presente trabajo tiene por objeto realizar una aproximación a estas cuestiones y aportar, con ello, posibles soluciones a la reflexión colectiva sobre la función de la interpretación constitucional en la aplicación de los derechos. 2. La interpretación constitucional de los derechos La primera pregunta que cabe realizar sobre la interpretación constitucional de los derechos es: ¿qué implica interpretar los derechos constitucionales? Ésta nos llevaría a establecer si realmente existe una interpretación constitucional de los derechos, no sólo formalmente, sino sustantivamente distinta a la interpretación legal. Parece obvia la respuesta, pero no lo es. En nuestro caso, hemos defendido la especificidad de la interpretación constitucional en relación con los derechos y la Constitución, partiendo del concepto de Constitución democrática. Esto es, aquella cuya voluntad del poder constituyente, creador de la Constitución, es diferente a la del poder constituido, atrapado y limitado en la Constitución y por la Constitución. Convenimos así que no existe norma jerárquica superior a la Constitución democrática, la única originaria del poder constituyente democrático. Por lo tanto, el problema no es propiamente diferenciar entre interpretación constitucional e interpretación legal, sino entre interpretación 131 Algunas de estas preocupaciones se tomaron en cuenta en Martínez Dalmau, Rubén. “La interpretación de la Constitución democrática”, en AA.VV., Costituzione, Economia, Globalizzazione. Liber Amicorum in Onore di Carlo Amirante, Edizioni Schientifiche Italiane, Nápoles, 2013. 3 En este sentido, véase Häberle, Peter. “La sociedad abierta de los intérpretes constitucionales: una contribución para la interpretación pluralista y procesal de la Constitución”, en Academia. Revista sobre la Enseñanza del Derecho, No. 11, 2008, p. 47; Pozzolo, Susana. “Neoconstitucionalismo y especificidad de la interpretación constitucional”, en Doxa, No. 21, año II, 1998, pp. 347 y ss; Prieto Sanchís, Luis. “Notas sobre la interpretación constitucional”, en Revista del Centro de Estudios Constitucionales, No. 9, mayo-agosto de 1991, p. 177; y De Montalvo Jääskelïnen, Federico. “La interpretación constitucional: problemas de método y de intérprete”, en Icade. Revista cuatrimestral de las Facultades de Derecho y ciencias económicas y empresariales, No. 82, enero-abril 2011, p. 59. 2 Rubén Martínez Dalmau de la Constitución democrática y aquélla que no lo es. Donde, por lo tanto, no se distingue entre voluntad del poder constituyente democrático y voluntad del poder constituido.4 Aunque la diferencia entre interpretación legal e interpretación constitucional ya es de por sí compleja, se puede complicar aún más si abundamos en la pregunta: ¿existen artículos constitucionales de una categoría diferente a la de otros? Sin duda, el problema nos recordará a Bachof y a la tentadora, pero difícilmente justificable, teoría sobre la posibilidad de normas constitucionales inconstitucionales.5 Pero, más recientemente, una parte de la doctrina se ha esforzado en definir esta diferenciación en relación con el concepto de Estado constitucional. Lo ha hecho observándolo desde el prisma de la distinción sustantiva, propia de los derechos que deben estar recogidos y protegidos en un Estado constitucional. Un Estado constitucional, afirma Aguiló, no sería sólo aquél que cuenta con una Constitución entendida como lex superior, sino con una Constitución con un contenido sustantivo propio del Estado constitucional. En buena parte, este contenido son derechos. “En toda Constitución del Estado constitucional hay normas y principios necesarios. No es concebible un Estado constitucional sin derecho a la libertad de expresión, sin derecho de asociación, sin democracia o sin los principios de independencia e imparcialidad de los jueces, etc. Sin esos derechos y/o principios habrá lex superior, pero no Estado constitucional de derecho”.6 Ibid. p. 439. Recordemos que la arriesgada propuesta de Bachof realizada en la conferencia en la Universidad de Heidelberg en 1951 tuvo como principal objetivo evitar actuaciones extralimitadas del poder legislativo como la aprobación en Alemania de la Ley de plenos poderes, que suprimió de manera definitiva la Constitución de Weimar. Bachof propuso fortalecer la competencia del Tribunal Constitucional para decidir sobre la posibilidad de normas formalmente constitucionales pero materialmente inconstitucionales. Aduce para ello la existencia de cláusulas de intangibilidad en la Ley Fundamental de Bonn. “Un análisis de las correspondientes normas de la Constitución [...] hace suponer que el constituyente ha entendido por examinar la ‘constitucionalidad’ de las normas, ante todo, aunque no de manera exclusiva, constatar si las normas inferiores a la Constitución —que opera como parámetro— resultan compatibles con las normas constitucionales. Ya sea el examen de la compatibilidad de las simples leyes de los Estados federados a sus propias Constituciones, ya sea el examen de la compatibilidad del derecho de los Estados federados (incluido el derecho constitucional de dichos Estados) y de las leyes del Estado federal con la Constitución federal. Sin embargo, también es pensable una ‘inconstitucionalidad’ de las normas constitucionales (ubicadas en un mismo plano), que tampoco puede ser excluida de control jurisdiccional. Eso es lo que se deriva del hecho de que la Constitución [...] declare intangibles algunas de sus normas”. Bachof, Otto. ¿Normas constitucionales inconstitucionales? Palestra, Lima, 2010, p. 28. Los problemas de seguridad jurídica y la necesidad de comprender la posibilidad de excepciones a normas generales han decantado la preferencia en los sistemas comparados de control de la constitucionalidad hacia el control de constitucionalidad de los actos de reforma, por lo cual, la propuesta de Bachof, enmarcada en un contexto histórico particular después de la experiencia nazi y la Segunda Guerra Mundial, no ha sido generalmente acogida. Al respecto, cfr. Martínez Dalmau, Rubén. “La interpretación...”, op. cit., p. 441. 6 Aguiló Regla, Josep. “Interpretación constitucional. Algunas alternativas teóricas y una propuesta”, en Doxa, Cuadernos de Filosofía del Derecho, No. 35, 2012, p. 254. 4 5 132 P r o b l e m a s a c t u a l e s s o b r e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l d e l o s d e r e c h o s El gran problema de las tesis sobre la diferenciación de normas entre lo que podríamos denominar sustantivas (o propias del Estado constitucional; necesarias, en términos de Aguiló) y adjetivas (contingentes o idiosincrásicas, en términos de Aguiló) es que cuenta con la misma naturaleza que en el caso del debate entre iusnaturalismo e iuspositivismo. Su determinación es finalmente subjetiva, aunque busque en el derecho constitucional común su objetivación. Pero la decisión sobre qué normas son sustantivas y cuáles adjetivas sólo puede fundamentarse en criterios subjetivos determinados. Como afirma Aguiló, el hecho de que sean expresión de un consenso ideal más que de una autoridad (“nadie acude a la noción de poder constituyente para explicar por qué esos principios forman parte de la Constitución”),7 no elude el hecho de que en el campo de la facticidad sí son fruto de un poder constituyente. Además, la determinación sobre qué derechos son propios del Estado constitucional y cuáles no, entendidos desde la posición del consenso ideal o del derecho común, es una construcción posterior a la manifestación de esas voluntades, necesariamente subjetiva. De hecho, la voluntad del poder constituyente que determina los derechos es justamente la que los dota de objetividad al crearlos y garantizarlos. El propio Aguiló parece apuntar el problema cuando afirma que “es discutible cuál es el contenido esencial del Estado constitucional (aquel sin el cual no podría hablarse de Estado constitucional)”,8 y el hecho de que sea discutible hace más débil el argumento. Siguiendo con la pregunta ¿qué implica interpretar los derechos constitucionales?, cabe hacer mención a la naturaleza de la función de interpretación. Aunque con aristas diferentes, una de las particulares problemáticas de la interpretación de la Constitución en general, y de los derechos en particular, es el auge obtenido durante las últimas décadas. Éste se dio entre determinada doctrina, la interpretación evolutiva, dinámica o habitualmente conocida como interpretación del “árbol vivo”, con raíces claramente dworkinianas, aunque no exclusivamente. Podríamos definir con Guastini la doctrina evolutiva como aquella inspirada en la necesidad de adaptación continua del derecho a las exigencias de la vida social (política, económica, etcétera). Por ello, esta doctrina sugiere a los intérpretes no practicar una interpretación fija sino, por el contrario, cambiar el significado del texto a la luz de las circunstancias y a la luz de sus sentimientos de justicia.9 Ibid. p. 255. Ibid. p. 254. 9 Guastini, Riccardo. Teoría e ideología de la interpretación constitucional, Trotta, Madrid, 2008, p. 61, que cita directamente fuentes de Dworkin. Se contrapondría de esta manera a la que Guastini denomina doctrina estática, 7 8 133 Rubén Martínez Dalmau Las doctrinas de la interpretación evolutiva cuentan con un denominador común basado en tres premisas: 1) en la Constitución cabe más de una interpretación posible, a causa de la textura abierta de los postulados constitucionales; 2) la rigidez constitucional paraliza la evolución del ordenamiento constitucional; 3) corresponde al juez romper con esta esclerosis del texto constitucional a través del descubrimiento de nuevos significados en el marco de la textura abierta de la Constitución. Este activismo judicial se traduciría siempre en una interpretación evolutiva que acercaría la relación entre norma constitucional y realidad social. Un defensor de la interpretación evolutiva como Canosa no lo podría resumir mejor: “Tanto más necesario será utilizar el elemento evolutivo cuanto más parezca a priori que el enunciado normativo se aleja de la realidad [...]. La interpretación evolutiva supone, como vemos, una elección del intérprete: optar entre la interpretación anteriormente dada a una disposición pero que ya no permite someter la realidad, o extraer otra nueva que sirva a ese propósito”.10 De hecho, las teorías del árbol vivo plantean una diferenciación sustancial entre el juez como mera boca de la ley, que sería propio del Estado legal, y el juez intérprete evolutivo que se requeriría en la actualidad: 134 Esta posibilidad —continúa Canosa— de elegir entre mantener el sentido tradicional o desvelar otro hasta entonces oculto, presupone un intérprete creador, alejado del modelo de juez ventrílocuo que imperó durante tanto tiempo [...]. Al interpretar en clave evolutiva, el juez no puede expresar esta voluntas legislatoris que no pudo prever cómo la realidad futura evolucionaría, sino que, constreñido por esos cambios, ha de hallar, en el enunciado normativo, un sentido, una norma concreta, que permita a la disposición seguir siendo eficaz.11 Es sus posturas más moderadas, las doctrinas de la interpretación evolutiva reconocen las limitaciones del árbol vivo: el propio tenor textual de la ley. Es decir, plantean la posibilidad de interpretación desde la textualidad de la norma, inspirada en los valores de estabilidad de la disciplina jurídica, de la certeza del derecho, y de la previsibilidad de las decisiones jurisdiccionales. Por eso esta doctrina recomienda a los intérpretes practicar una interpretación estable, fija, diacrónicamente constante, sin revirements (p. 60). 10 Canosa Usera, Raúl. “Interpretación evolutiva de los derechos fundamentales”, en Ferrer Mac-Gregor, Eduardo y Zaldívar Lelo de Larrea, Arturo (Coords.), La ciencia del Derecho procesal constitucional. Estudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio en sus cincuenta años como investigador del Derecho, tomo VI, Interpretación constitucional y jurisdicción electoral, Instituto de Investigaciones Jurídicas - Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2008, pp. 59-60. 11 Ibid. p. 60. P r o b l e m a s a c t u a l e s s o b r e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l d e l o s d e r e c h o s sin que quepa interpretación contra legem, la cual convertiría al intérprete en un sustituto del constituyente. En términos también de Canosa: la interpretación evolutiva es sólo posible cuando el enunciado normativo permite derivar de él varios sentidos posibles de los que el intérprete escoge el que mejor asegure su eficacia [...]. Es verdad que la literalidad del precepto y su finalidad le constriñen y no puede extraer de las palabras de la disposición un significado incompatible con ellas ni tampoco puede pervertir la finalidad de la disposición ni sacarla de su contexto normativo.12 La textura abierta, como bien demuestra Guastini, es reducible, aunque inevitable.13 Pero referirnos a la interpretación evolutiva nos lleva necesariamente a un segundo problema: ¿qué entendemos por evolución? ¿La interpretación necesariamente subjetiva sobre lo que es evolutivo y lo que no lo es? (Con independencia de que el juez busque argumentos objetivos como sondeos o encuestas de opinión).14 Cabe ser honestos con el objetivo del juez en la interpretación evolutiva: no es sólo fortalecer la relación entre normatividad y realidad, y huir de esta manera del nominalismo constitucional. También es transformar la realidad social a través del cambio en el significado de las disposiciones constitucionales. En este ámbito, el intérprete evolutivo se mueve en aguas cenagosas, puesto que un exceso en la función interpretativa podría acabar en la sustitución de la voluntad constituyente, por la voluntad del juez como intérprete evolutivo. Pondría con ello en peligro la legitimidad democrática de la Constitución y, por lo tanto, del resto del ordenamiento jurídico, Ibid. p. 59. Guastini, Riccardo. Op. cit. p. 30. 14 Como es el caso, por ejemplo, de la fundamentación de la sentencia del Tribunal Constitucional español 198/2012, de 6 de noviembre, que declara la constitucionalidad de la reforma del artículo 44 Código Civil que legaliza el matrimonio entre personas del mismo sexo, interpretando el derecho a contraer matrimonio consagrado en el artículo 32 de la Constitución española de 1978. El Fundamento Jurídico 9 afirma que “este Tribunal no puede permanecer ajeno a la realidad social y hoy existen datos cuantitativos contenidos en estadísticas oficiales, que confirman que en España existe una amplia aceptación social del matrimonio entre parejas del mismo sexo, al tiempo que estas parejas han ejercitado su derecho a contraer matrimonio desde el año 2005. Respecto a la opinión que merece a los españoles la existencia del matrimonio entre personas del mismo sexo, el Centro de Investigaciones Sociológicas, con motivo de la elaboración del anteproyecto de ley por la cual se modifica el Código civil en materia de derecho a contraer matrimonio, incluyó la cuestión en diversas encuestas. En el barómetro de junio de 2004 (estudio núm. 2.568), se refleja que 66.2% de los encuestados creía que las parejas homosexuales debían tener derecho a contraer matrimonio, mientras que en el estudio relativo a ‘opiniones y actitudes sobre la familia’ (núm. 2578) realizado durante los meses de octubre y noviembre de 2004, se recoge que el 56,9% de los encuestados estaban a favor de permitir el matrimonio civil para las parejas del mismo sexo”. Tras lo cual el Tribunal hace constar toda una serie de datos estadísticos comparados con el objetivo de sustentar complementariamente la decisión. 12 13 135 Rubén Martínez Dalmau cuya legitimidad proviene de ésta. Por esa razón, la interpretación evolutiva no sólo está limitada por el tenor literal del texto y por las condiciones de normatividad de la disposición, sino que debe tomar en cuenta la voluntad del poder constituyente democrático. Éste es quien determinó la existencia de las normas constitucionales, objeto de interpretación a través de un debate público, democrático, capaz de producir voluntad general. Es, en definitiva, quien legitimó la Constitución.15 En caso de que la adaptación social y la normatividad de la disposición fueran tan relevantes como para considerar un significado contrario a la voluntad del constituyente, una Constitución democrática no debería tener obstáculos para ser modificada democráticamente, a través de una nueva generación de voluntad general: debate público y decisión colectiva sobre la disposición correspondiente. El carácter emancipador de la Constitución democrática requiere de esta potencial revisión, que rompería formalmente la rigidez justificadora de la decisión judicial evolutiva. Así podría o no coincidir con la decisión democrática; ésta decisión sería la evolutiva. Hurtar la decisión al debate público y hacerla recaer sobre los hombros del juez haría un flaco favor a la evolución democrática de la sociedad a través de la dialéctica constituyente que soluciona de manera emancipadora la tensión entre democracia y constitucionalismo.16 3. Conflictos de derechos, ponderación y proporcionalidad 136 La segunda de las preguntas que nos hemos formulado es: ¿cómo puede servirnos la interpretación constitucional para encontrar solución a los conflictos de derechos? El conflicto de derechos en el marco de la Constitución ha sido una de las preocupaciones principales del derecho constitucional, a partir de la recuperación de la normatividad constitucional. Prácticamente, todos los teóricos clásicos sobre derechos constitucionales han tratado prominentemente esta cuestión. Ésta se relaciona directamente con los límites de los derechos, a partir de la premisa de que la efectividad de los derechos supone comprender que ninguno de ellos es absoluto, si ello pone en juego la efectividad de otros derechos. Esto último implica aceptar la existencia de límites y de conflictos.17 Al respecto, cfr. Martínez Dalmau, Rubén. “La interpretación...”, op. cit. p. 442. Respecto a la dialéctica constituyente, cfr. Martínez Dalmau, Rubén. “El debate sobre la naturaleza del poder constituyente: elementos para una teoría de la Constitución democrática”, en Martínez Dalmau, Rubén (Ed.), Teoría y práctica del poder constituyente, Tirant, Valencia, 2014, p. 101. 17 Cfr. Peces-Barba Martínez, Gregorio. Escritos sobre derechos fundamentales, Eudema, Madrid, 1988, p. 97. 15 16 P r o b l e m a s a c t u a l e s s o b r e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l d e l o s d e r e c h o s A partir de las doctrinas alemanas sobre el contenido esencial, fundadas en el conocido artículo 19.2 de la Ley Fundamental de Bonn,18 se construyó durante la segunda mitad del siglo xx un paradigma de solución de los conflictos entre derechos. Se basó en la protección por parte del legislador y del juez de los rasgos identitarios que configuran el derecho, así como en sus límites inmanentes, y sin cuya garantía no podríamos referirnos a un reconocimiento del derecho.19 Pero la doctrina del contenido esencial es una garantía formulada expresamente en relación con la ley. “Es decir, como operativo únicamente en el momento de normación o regulación del ejercicio de los derechos fundamentales”.20 Durante las últimas décadas, a raíz de los estudios sobre la concepción de los derechos como principios, las teorías de la ponderación (balancing) han contado con un desarrollo extraordinario. Asimismo, estas teorías derivaron del pensamiento constitucional alemán y la doctrina del contenido esencial.21 El reconocimiento del conflicto de derechos y la necesidad de mejorar el proceso de argumentación han ocasionado que teóricos de todo el mundo, así como importantes tribunales con funciones de máxima interpretación de la Constitución, presten un interés inusitado a la ponderación como medio de efectividad de los derechos, por lo general estructurados constitucionalmente como principios. Los principios consiguen su máxima efectividad a través de la ponderación, frente a las reglas que requieren la aplicación del silogismo de la subsunción. En términos de Bernal: en el mundo jurídico global se acepta cada día más la tesis de que los sistemas jurídicos modernos están compuestos por dos tipos básicos de normas: las reglas y los principios. Estos dos tipos de normas se aplican por medio de dos procedimientos diversos: la subsunción y la ponderación. Mientras las reglas se aplican por medio de la sub- “En ningún caso se podrá afectar al contenido esencial de un derecho fundamental”. El campo de influencia en el constitucionalismo comparado de esta garantía ha sido amplísimo; como ejemplo, valga citar el también conocido artículo 53.1 de la Constitución española: “Los derechos y libertades reconocidos [...] vinculan a todos los poderes públicos. Sólo por ley, que en todo caso deberá respetar su contenido esencial, podrá regularse el ejercicio de tales derechos y libertades [...]”. 19 La tesis doctoral de Peter Häberle, publicada en 1962, fue particularmente importante e influyente en ese asunto. Avanzó ampliamente hacia conceptos como el de Estado constitucional, Constitución abierta, dimensión institucional e individual de los derechos, el fundamento de los derechos en la salvaguarda de la dignidad y, por supuesto, el significado del contenido esencial. Cfr. Häberle, Peter. La garantía del contenido esencial de los derechos fundamentales en la Ley Fundamental de Bonn, Dykinson, Madrid, 2003. 20 Parejo Alfonso, Luciano. “El contenido esencial de los derechos fundamentales en la jurisprudencia constitucional; a propósito de la sentencia del Tribunal Constitucional de 8 de abril de 1981”, en Revista Española de Derecho Constitucional , No. 3, año I, septiembre-diciembre 1981, p. 182. 21 El propio Häberle había analizado el problema de la ponderación de bienes frente a la relativización de los derechos en la segunda parte de La garantía..., op. cit. 18 137 Rubén Martínez Dalmau sunción, los principios se aplican mediante la ponderación. Por este motivo, la ponderación se ha convertido en un criterio metodológico básico para la aplicación jurídica, en especial, para la aplicación jurídica de los derechos fundamentales.22 138 La relación entre interpretación y ponderación es directa y se presupone, aunque estrictamente la ponderación esté al servicio de la categoría más general de interpretación. Como afirma Carpio, al analizar las relaciones entre interpretación y balancing, inmediatamente se observa que el uno presupone al otro, y viceversa. La interpretación, en efecto, recae sobre una disposición constitucional. La ponderación (actividad), en cambio, sobre intereses o bienes que esas disposiciones contienen. En un caso de colisión entre derechos fundamentales, habitualmente se parte de identificar los bienes o intereses en conflicto (balancing actividad); se realiza la interpretación de las disposiciones que los reconocen (interpretación); se advierten las circunstancias del caso y, luego, se procede a realizar el balanceamiento de los intereses, a fin de brindar una solución al caso (balancing producto).23 La piedra de toque para la realización efectiva de la ponderación sería el principio de proporcionalidad.24 Como afirma Alexy,25 hay dos posturas ante la conexión entre los derechos fundamentales y el análisis de proporcionalidad: la de quienes afirman la existencia de algún tipo de conexión (tesis de necesidad) y la de quienes niegan esta necesidad (tesis de contingencia). La tesis de necesidad se basa en la conocida distinción entre reglas y principios, se fundamenta en que las reglas son mandatos definitivos que se aplican a través de la subsunción. Mientras, los principios son mandatos de optimización que se aplican a través de la ponderación. La ponderación requeriría obligatoriamente de una relación entre la teoría de los principios y el principio de proporcionalidad, por cuanto sería la proporcionalidad la que daría sentido a la optimización del principio. De acuerdo con este autor, el principio de proporcionalidad está conformado por tres subprincipios: el de idoneidad y el de necesidad en referencia a las condiciones fácticas, cuyo objetivo es evitar el conflicto; el de proporcionalidad, Bernal Pulido, Carlos. “La racionalidad de la ponderación”, en Revista Española de Derecho Constitucional, No. 77, mayo-agosto de 2006, pp. 51-52. 23 Carpio Marcos, Edgar. “La interpretación de los derechos fundamentales”, en Derecho pucp. Revista de la Facultad de Derecho, No. 56, 2003, p. 506. 24 Cfr. Bernal Pulido, Carlos. El principio de proporcionalidad y los derechos fundamentales. El principio de proporcionalidad como criterio para determinar el contenido de los derechos fundamentales vinculante para el legislador, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2003, p. 126. 25 Cfr. Alexy, Robert. “Los derechos fundamentales y el principio de proporcionalidad”, en Revista Española de Derecho Constitucional, No. 91, enero-abril de 2011, pp. 11-29. 22 P r o b l e m a s a c t u a l e s s o b r e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l d e l o s d e r e c h o s en sentido estricto respecto a las posibilidades jurídicas, destinado a solucionar el conflicto. El principio de idoneidad excluiría la adopción de medios inidóneos que no sirvan para lograr la realización de un principio y, por el contrario, obstaculicen la realización de otro principio. Eliminarlo no iría en demérito de ningún principio; por el contrario, serviría para cumplir en mayor medida el principio que podía ser perjudicado. Más relevancia pareciera tener el principio de necesidad, por el cual, entre dos medios igualmente idóneos para cumplir un principio, cabe elegir el que menos lesione al otro principio. El fundamento de los dos principios, que acaba definiendo el concepto de optimización, es el óptimo de Pareto. Conforme a éste, un estado de cosas se consideraría óptimo cuando exista un equilibrio más allá del cual no es posible mejorar la posición de al menos un individuo sin que implique desmejorar la posición de algún otro.26 Pero una vez se establece que los principios son contrarios sería necesario apelar al principio de proporcionalidad en sentido estricto. Este principio se fundamenta en la “ley de la ponderación”, determinada por el propio Alexy: cuanto mayor sea el grado de la no satisfacción de uno de los principios tanto mayor debe ser la importancia de la satisfacción del otro. Para realizar la ponderación sería necesario establecer el peso del principio en relación con el principio opuesto. El autor reconoce que las formulaciones que propone basada en cocientes sólo pueden habilitarse cuando se asignan cantidades numéricas en la escala infinitesimal entre 0 y 1 para graduar el peso, lo que imposibilitaba su uso en la argumentación jurídica. La solución requiere optar por valores cualitativos como leve o grave, o la conocida tríada leve, moderado y grave y la representación de estos valores a través de números que posibilitarían la acción de las fórmulas. No se negaría la discrecionalidad del legislador, pero se reduciría a los casos en que el peso concreto de cada principio fuera el mismo: en ese caso se permitiría tanto realizar la medida como omitirla.27 Como es sabido, aunque los fundamentos de la ponderación son ampliamente aceptados por un sector de la doctrina y de la jurisprudencia constitucional, varias son las críticas que se plantean a esta tesis. Resumidas por Bernal, serían de tesis que destacarían la irracionalidad de la ponderación a través de varios argumentos: a) la indeterminación conceptual; la ponderación sería una fórmula retórica o una técnica de poder carente de concepto claro y de una estructura jurídica determinada, por lo cual la ponderación no puede ser objetiva, y no puede ofrecer una sola respuesta correcta para los casos en que se aplica. b) La Cfr. Lopera Mesa, Gloria Patricia. “Los derechos fundamentales como mandatos de optimización”, en Doxa. Cuadernos de Filosofía, No. 27, 2004, p. 213. 27 Alexy, Robert. Op. cit., pp. 16-17. 26 139 Rubén Martínez Dalmau 140 incomparabilidad y la inconmensurabilidad de los objetos que se ponderan; se intentan comparar principios que, por sus radicales diferencias, no son comparables, y no existe una organización jerárquica de los principios que se ponderan ni una medida común entre ellos. c) La imposibilidad de predecir los resultados de la ponderación; cada ponderación sería singular y sus características estarían determinadas por las características de los casos concretos, no por criterios generales, por lo cual sacrificaría la seguridad jurídica. d) La relación entre las objeciones de la ponderación, que compondría el fundamento de la crítica.28 En particular, para los defensores de la contingencia, cabe negar el carácter universal de la teoría de los principios; ésta debe limitarse a explicar concretamente las características de la colisión entre derechos fundamentales conformados como principios. Los derechos fundamentales no son principios en razón de su naturaleza, sino sólo cuando se positivan como tales. La conexión entre derechos y el principio de proporcionalidad vendría dada por su expresión en el derecho positivo.29 Es particularmente importante e influyente la conocida teoría habermasiana sobre la determinación de los derechos. Se sustenta en el marco de una democracia que habilita los espacios públicos para la elaboración de los derechos desde la autonomía de los individuos, miembros de una comunidad jurídica.30 En términos de Durango, para Habermas, el procedimiento democrático legitima el sistema y crea normas. Por medio de las acciones comunicativas, los individuos “son autores racionales de esas normas”. De este modo, el derecho adquiere su validez, al imponer su cumplimiento cuando se necesita para articular tejidos sociales complejos. Estos últimos precisan la validez de las normas, plenamente legalizadas en el Estado democrático de derecho. Las normas se fundan en el consenso de quienes se hallan sujetos a ellas: la justificación dada racionalmente sobre los acuerdos o desacuerdos sobre tales normas.31 El sistema de derechos es el que funda la necesidad del derecho objetivo y del poder político estatal como medio para la imposición y protección de esos derechos.32 Alexy contradice la contingencia, él entiende que los derechos fundamentales no son sólo derecho positivo. La positividad refleja sólo el lado real o Bernal Pulido, Carlos. “Los derechos fundamentales y la teoría de los principios. ¿Es la teoría de los principios la base para una teoría adecuada de los derechos fundamentales de la Constitución española?”, en Doxa, Cuadernos de Filosofía del Derecho, No. 30, 2007, pp. 278-280. 29 Alexy, Robert. “Los derechos...” op. cit. pp. 23-24. 30 Cfr. Habermas, Jürgen. Facticidad y validez. Sobre el Derecho y el Estado democrático de Derecho en términos de teoría del discurso, Trotta, Madrid, 1998. 31 Durango Álvarez, Gerardo. “El concepto de los derechos sociales en la teoría habermasiana: de la acción comunicativa a facticidad y validez”, en Revista de Derecho, No. 33, 2010, p. 262. 32 Cfr. García Amado, Juan Antonio. “La filosofía del Derecho de Jürgen Habermas”, en Doxa, No. 13, 1993, p. 245. 28 P r o b l e m a s a c t u a l e s s o b r e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l d e l o s d e r e c h o s fáctico de los derechos, pero éstos también cuentan con un lado ideal. El papel del constituyente sería únicamente positivar los derechos; esto es, convertir los derechos humanos en derechos positivos. Pero los derechos humanos son morales, universales, fundamentales, abstractos y prioritarios sobre los demás tipos de derechos. Por lo tanto, su existencia no depende de la voluntad del constituyente, y la dimensión ideal de los derechos humanos sobrevive con independencia de su positivación. Por otro lado, los derechos humanos cuentan con carácter abstracto, y por ello colisionan necesariamente con otros derechos humanos y con bienes colectivos; por ello requerirían de ponderación.33 Todo esto nos lleva al inacabable debate entre posiciones iusnaturalistas e iuspositivistas que yace en el fondo de las diferentes posiciones doctrinales. El problema de la ordenación de los principios también es relevante en la crítica de Alexy. Como afirma Moreso, dado que los pesos abstractos de los principios son independientes de cualquier circunstancia concreta, deberíamos tener a nuestra disposición una asignación de peso abstracto para cada principio que establece un derecho constitucional; esto es, una escala de ordenación abstracta de los principios. Alexy se refiere, en general, a que el derecho a la vida debe tener mayor peso abstracto que la libertad general de actuar, pero esta intuición no puede suponer una escala de ordenación de todos los derechos constitucionales. Sin esa escala, en cada caso concreto deberá plantearse de nuevo la cuestión del peso abstracto de cada principio en liza. De hecho, ni siquiera está claro qué debería medir la supuesta escala abstracta de ordenación de los derechos constitucionales.34 Hoy en día sigue debatiéndose sobre la racionalidad o no racionalidad de la ponderación. En el fondo del debate se sitúa la impresión, casi certeza, de que ninguna fórmula lógica podrá ofrecer una única solución a cada caso concreto, y que cuando se trata de ponderar, permanece cierto margen de discrecionalidad del juez, incluso la doctrina más seria reconoce que este margen es relativamente amplio.35 Bernal, después de proponer un modelo más completo y complejo que la fórmula del peso, concluye: debe reconocerse que la complejidad del modelo deriva de que la aplicación de los principios es en sí misma un procedimiento altamente complejo. Más allá de ello, es preciso enfatizar que la fórmula del peso Alexy, Robert. “Los derechos...”, op. cit. pp. 24-25. Moreso, Juan José. “Alexy y la aritmética de la ponderación”, en Miguel Carbonell (Ed.), El principio de proporcionalidad y la interpretación constitucional, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos del Ecuador, Quito, 2008, pp. 73-74. 35 Véase Prieto Sanchís, Luis. “Neoconstitucionalismo y ponderación judicial”, en Anuario de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, No. 5, 2001, p. 222. 33 34 141 Rubén Martínez Dalmau no es un procedimiento algorítmico que pueda ofrecer a cada caso una única respuesta correcta. Por el contrario, este modelo de ponderación reconoce sus propios límites de racionalidad y abre al juez un margen de deliberación en el que su ideología y sus apreciaciones juegan el papel determinante. No obstante, este hecho no reduce la racionalidad ni la utilidad de la fórmula del peso.36 Parece querer decir que la racionalidad de la ponderación es relativa o propia, por ello no podríamos hablar de una racionalidad lógica e invariable sino de un particular concepto de racionalidad de la ponderación. A pesar de todas las dudas respecto a la ponderación y a la proporcionalidad, los avances han sido muchos. Estamos hoy en día planteando fórmulas de solución de los conflictos entre derechos, basadas principalmente en la mayor protección efectiva posible del derecho en relación con la mayor protección efectiva posible del resto de derechos. 4. El concepto de juez constitucional y el debate sobre la posible contradicción entre principios y reglas 142 ¿Cuál debe ser el papel del juez ordinario en la garantía de los derechos?, ¿y el del Tribunal Constitucional? Sería difícil plantear esta cuestión sin hacer referencia a las posturas neoconstitucionalistas. Éstas abogan por que el juez aplique los principios frente a las reglas, las cuales por formar parte de un paradigma anterior —legalista, en el sentido de positivista— podrían obstaculizar la aplicación directa de los principios. Postulados como los de Alexy sustentan la corriente de pensamiento jurídico conocida como neoconstitucionalismo, el cual tuvo cierto auge en determinadas universidades europeas y latinoamericanas a partir de la década de los noventa del siglo xx.37 El neoconstitucionalismo parte de la confianza en el juez “hercúleo” al momento de ponderar y argumentar, por lo cual requiere de la reflexión filosófico-jurídica sobre los valores (especialmente Dworkin),38 y de las teorías más sólidas sobre la ponderación, como la ya citada de Alexy. Bernal, Carlos. “La racionalidad...”, op. cit. p. 73. Respecto a la concepción del neoconstitucionalismo como una teoría del derecho, sus rasgos identitarios, su recorrido teórico y su diferenciación con el nuevo constitucionalismo, cfr. Viciano Pastor, Roberto y Martínez Dalmau, Rubén. “La Constitución democrática, entre el neoconstitucionalismo y el nuevo constitucionalismo”, en El Otro Derecho, No. 48, 2013, p. 66. 38 Entre todas, la obra angular en el debate con Hart sobre cómo decide el juez: Dworkin, Ronald. Los derechos en serio, Ariel, Barcelona, 2002. Sobre el debate, cfr. Rodríguez, César. La decisión judicial. El debate Hart-Dworkin. Siglo del Hombre, Bogotá, 1997; Martínez Dalmau, Rubén. “La interpretación...”, op. cit., p. 440. 36 37 P r o b l e m a s a c t u a l e s s o b r e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l d e l o s d e r e c h o s Se trataría, afirman algunos de los defensores del neoconstitucionalismo,39 de sustituir el principio de legalidad —fundamento del positivismo— por el de proporcionalidad —materia básica en el neoconstitucionalismo— en aquellos casos en que se encuentren en contradicción. Afirma Ávila que: el principio de proporcionalidad [...] se contrapone a la legalidad cuando en el sistema jurídico se presentan antinomias entre la ley y la Constitución, y permite al juez sospechar de la ley y hasta inaplicarla [...]. En la realidad de nuestros sistemas jurídicos, lamentablemente, los dos principios, en la mayoría de los casos, se encuentran en contradicción, lo cual hace que el rol de los jueces sea mayor.40 ¿Qué significa que el rol de los jueces sea mayor para esta postura neoconstitucionalista? Que el juez ordinario se involucre en el problema concreto de hacer justicia y deje de aplicar una norma cuando, a través de la argumentación y de la ponderación, entienda que la norma es inconstitucional. Esto es, el clásico método de la judicial review norteamericana vigente desde 1803. El autor lo explica con claridad: El juez tiene en sus manos casos concretos de personas reales y en esos casos existen acontecimientos problemáticos: las víctimas y los victimarios tienen derechos en un conflicto penal. En esos casos, debe comprender el sentido del hecho con el derecho, la conexión de la acción con la limitación, no puede ser indiferente al resultado de las acciones, debe analizar la proporcionalidad en el contexto, valorar, [...] aplicar los principios si las reglas generan un resultado injusto y resolver adecuadamente.41 Ahora bien; la capacidad del juez ordinario de determinar que una regla no puede ser aplicada porque es contraria a la Constitución ¿soluciona realmente el conflicto del derecho o incorpora más gravedad? Para analizar este problema, 39 Cabe tomar en cuenta que las posturas respecto al neoconstitucionalismo son, en su origen, plurales y no convergen en muchos de sus aspectos; posteriormente, se intenta su homogeneización. Respecto al origen diverso de las teorías neoconstitucionalistas, cfr. Carbonell, Miguel. Neoconstitucionalismo(s), Trotta, Madrid, 2003; sobre los ensayos para su canonización, cfr. Carbonell, Miguel y García Jaramillo, Leonardo. El canon neoconstitucional, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2010. 40 Ávila Santamaría, Ramiro. “El principio de legalidad vs. el principio de proporcionalidad. Reflexiones sobre la constitucionalidad de las leyes penales y el rol de los parlamentos y los jueces”, en Miguel Carbonell (Ed.), El principio de proporcionalidad..., op. cit., p. 308. 41 Ibid. pp. 329-330. 143 Rubén Martínez Dalmau debemos regresar a la ya mencionada diferenciación entre interpretación legal e interpretación constitucional, y al rol del juez ordinario en los sistemas constitucionalizados. Aunque con la solidez que le caracteriza, Guastini niega la diferencia entre interpretación legal e interpretación constitucional, calificándose él mismo de escéptico realista.42 Lo cierto es que esta diferenciación es necesaria en nuestros sistemas de gobierno, entre el papel del juez ordinario y el del juez constitucional. El papel del juez ordinario, tal y como lo plantean algunos teóricos del neoconstitucionalismo que hunden sus raíces en la propuesta dworkiniana, nos llevaría a una Constitución conformada en su parte dogmática casi exclusivamente por principios de aplicación directa del juez que otorga justicia en el caso concreto. La consecuencia sería concebir al juez ordinario como un aplicador de los principios con la discrecionalidad consustancial a esta función en la búsqueda de la justicia concreta, dentro del marco de la razonabilidad de la ponderación y reducir a su mínima expresión la intervención del legislador, de quien se desconfía desde el prisma neoconstitucionalista.43 Se trata de una doctrina que no sólo huye del problema de la legitimidad democrática, sino que conscientemente la rebate por los miedos hacia la acción de las mayorías. Prieto Sanchís no lo podría haber resumido mejor: Con autores como Tarello, Troper o Chiassoni. Cfr. Guastini, Riccardo. Op. cit. p. 41-42. Como se ha afirmado en otra sede, “uno de los grandes problemas del neoconstitucionalismo es que no diferencia sustantivamente entre la función de los jueces que realizan el control concentrado de constitucionalidad —los tribunales constitucionales— y la justicia ordinaria, cuya interpretación de la Constitución viene premodulada por la realizada por los intérpretes auténticos (los mencionados tribunales constitucionales). En la confusión, propia del neoconstitucionalismo, entre sistema difuso y sistema concentrado, los jueces ordinarios acaban asumiendo la función de limitador a la libertad del legislador, lo que en última instancia significa la sustitución del legislador. Esta sustitución puede corresponder al juez que realiza el control de constitucionalidad, por el carácter político de su función como legislador negativo; pero no así al juez ordinario, que no está legitimado democráticamente para desarrollar una función política. El gran problema de la libertad del juez ordinario a la hora de aplicar la Constitución libremente es que no cuenta con la legitimidad democrática —ni la correspondiente legitimidad constitucional— para declararse por él mismo intérprete político de la Constitución”. Viciano Pastor, Roberto y Martínez Dalmau, Rubén. Op. cit. p. 71. 44 Prieto Sanchís, Luis. Op. cit. p. 204. 42 43 144 [el neoconstitucionalismo] recoge la idea de garantía jurisdiccional y una correlativa desconfianza ante el legislador; cabe decir que la noción de poder constituyente propia del neoconstitucionalismo es más liberal que democrática, de manera que se traduce en la existencia de límites frente a las decisiones de la mayoría, no en el apoderamiento de esa mayoría a fin de que quede siempre abierto el ejercicio de la soberanía popular.44 P r o b l e m a s a c t u a l e s s o b r e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l d e l o s d e r e c h o s Menguaría, por lo tanto, el principio de legalidad y se usaría la voluntad constituyente para legitimar la función del juez activista. Pero seguramente esta no es una solución acorde con el concepto material del Estado constitucional. La materialidad del Estado constitucional se caracteriza por la aplicación de la voluntad del poder constituyente democrático. Por lo tanto, todos los órganos públicos deben estar comprometidos en el desarrollo del principio democrático, el cual se manifiesta en la voluntad del poder constituyente expresada en la Constitución. La aplicación de la Constitución en todo caso requiere de reglas que garanticen la realidad material del texto constitucional.45 La justicia en el Estado constitucional se traduce precisamente en la garantía de la Constitución. Exige tanto una interpretación integradora —principios y reglas— como órganos constitucionales destinados al cumplimiento de la Constitución, en forma y materia, porque no le corresponde al juez ordinario estar solo frente al objetivo del cumplimiento de la Constitución. Se trata de lo que Ferrajoli denomina garantismo: “El paradigma del Estado constitucional de derecho —o sea, el modelo garantista— no es otra cosa que esta doble sujeción del derecho al derecho, que afecta a ambas dimensiones de todo fenómeno normativo: la vigencia y la validez, la forma y la sustancia, los signos y los significados, la legitimación formal y la legitimación sustancial”.46 Desde la óptica neoconstitucionalista podría aducirse que restringir el juez ordinario al cumplimiento de principios y reglas, tanto de la Constitución como de la ley, sería mantenerse en el paradigma positivista y desaprovechar el momento histórico para convertir al juez legal en un juez constitucional. Nada más lejos de la realidad. La Constitución del Estado constitucional requiere que todos los jueces sean jueces constitucionales, en sentido sustantivo; esto es, que garanticen la aplicación de la Constitución. En términos de Ferrajoli: la sujeción del juez a la ley ya no es, como en el viejo paradigma positivista, sujeción a la letra de la ley, cualquiera que fuere su significado, sino sujeción a la ley en cuanto válida, es decir, coherente con la De hecho, una parte de la doctrina sigue insistiendo en la arbitrariedad del balancing y en la necesidad de seguir confiando en reglas frente a principios por su capacidad para proteger los derechos. Para Tschentscher, por ejemplo, el balancing es un peligro para la libertad individual, y hay muy buenas razones en la mayor parte de los derechos fundamentales para confiar en un sistema basado en reglas más que en un sistema basado en principios. Además, la flexibilidad en los sistemas legales no necesitaría de los principios, sino que también podría conseguirse por reglas convenientemente diseñadas. Cfr. Tschentscher, Axel. “Interpreting Fundamental Rights. Freedom versus Optimization”, en Hermann Pünderr y Christian Waldhoff (Eds.), Debates in German Public Law, Hart Publishing, Oxford, 2014, p. 43. 46 Ferrajoli, Luigi. Derechos y garantías. La ley del más débil, Trotta, Madrid, 2004, p. 22. 45 145 Rubén Martínez Dalmau Constitución. Y en el modelo constitucional garantista la validez ya no es un dogma asociado a la mera existencia formal de la ley, sino una cualidad contingente de la misma, ligada a la coherencia de sus significados con la Constitución [...]. De ello se sigue que la interpretación judicial de la ley es también siempre un juicio sobre la ley misma, que corresponde al juez junto con la responsabilidad de elegir los únicos significados válidos, o sea, compatibles con las normas constitucionales sustanciales y con los derechos fundamentales establecidos por las mismas.47 146 Ahora bien, como el objeto es el cumplimiento de la Constitución, el juez ordinario debe cumplir su rol en el marco integrador del resto de órganos públicos y respetando la determinación de sus competencias. El juez ordinario es juez materialmente constitucional porque colabora garantizando el cumplimiento de la Constitución. Por ello, su papel en el entramado público es la aplicación directa tanto de los principios como de las reglas; tanto constitucionales como legales, de acuerdo con las decisiones del Tribunal constitucional. Para ello, es necesario reducir la discrecionalidad que, como hemos referido, es inherente a la ponderación.48 El juez debe interpretar contando siempre con la jurisprudencia del Tribunal constitucional, órgano competente para decidir en el marco de la discrecionalidad de la ponderación. Cuando el juez ordinario interpreta la Constitución, esa interpretación debe poder ser avalada por el Tribunal constitucional (juez constitucional en sentido orgánico). Con excepción dentro del funcionamiento de los órganos públicos en un Estado constitucional, la decisión final sobre si una regla de configuración legal está de acuerdo o no con la Constitución sólo puede corresponder al Tribunal Constitucional. El cual es el órgano competente, con capacidad para argumentar y decidir en el ámbito de discrecionalidad propio de la ponderación. De lo contrario, convertiríamos al juez ordinario en un juez político. En el sentido expuesto, la duda kelseniana nos sigue siendo útil: cuando el juez ordinario duda sobre la aplicación de una regla infraconstitucional debe plantear esta duda al Tribunal constitucional.49 De esa forma, coadyuva al Ibid. p. 26. En términos de Prieto Sanchís, los jueces no comparten “una moral objetiva y conocida, ni son coherentes en sus decisiones, ni construyen un sistema consistente de derecho y moral para solucionar los casos, ni argumentan siempre racionalmente; y ello tal vez se agrave en el caso de la ponderación, donde las ‘circunstancias del caso’ que han de ser tomadas en consideración constituyen una variable de difícil determinación, y donde el establecimiento de una jerarquía móvil descansa irremediablemente en un juicio de valor”. El autor, a continuación, hace un esfuerzo por matizar las críticas provenientes desde el subjetivismo. Prieto Sanchís, Luis. Op. cit., pp. 222-223. 49 De hecho, esta es la norma general en los sistemas de control concentrado de la constitucionalidad: el acceso 47 48 P r o b l e m a s a c t u a l e s s o b r e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l d e l o s d e r e c h o s cumplimiento de la Constitución, y se convierte materialmente en juez constitucional. Siguiendo también a Ferrajoli: esto y no otra cosa [...] es lo que entendíamos [...] con la expresión ‘jurisprudencia alternativa’ [...]: interpretación de la ley conforme a la Constitución y, cuando el contraste resulta insanable, deber del juez de cuestionar la validez constitucional; y, por tanto, nunca sujeción a la ley de tipo acrítico e incondicionado, sino sujeción ante todo a la Constitución, que impone al juez la crítica de las leyes inválidas a través de su reinterpretación en sentido constitucional y la denuncia de su inconstitucionalidad.50 Tanto la composición política del Tribunal Constitucional como su ámbito orgánico competencial imponen que éste reúna las condiciones para ser el máximo intérprete constitucional. Asimismo, aplicar los criterios de razonabilidad en la interpretación de la Constitución y de los derechos con estructura de principios en particular.51 Confiar en manos del juez ordinario la garantía de la Constitución, a través de la aplicación de la Constitución y las leyes constitucionales. Vigilar la constitucionalidad del ordenamiento jurídico a través de la denuncia al Tribunal Constitucional de las leyes potencialmente inconstitucionales. Es ese el significado que debería cobrar el activismo judicial, aquello que Saavedra denomina el uso democrático del derecho,52 y no la arrogación de funciones que por su naturaleza no le corresponden, ni deben corresponder, a los jueces ordinarios. al Tribunal constitucional por parte del juez ordinario a través de las cuestiones de constitucionalidad. Cuestión diferente es la de los sistemas denominados mixtos: al mantener la capacidad de los jueces ordinarios para dejar de aplicar una regla que consideren inconstitucional, cuentan con cierto grado de inestabilidad que posiblemente derive, de facto y quizás de iure, hacia un sistema concentrado puro. Con todo, el sistema mixto entraría dentro del paradigma de constitucionalidad expuesto siempre que existan los mecanismos, como la tutela contra sentencia, que faciliten que la decisión final corresponda por decisión expresa o tácita al Tribunal constitucional. 50 Ferrajoli, Luigi. Op. cit. p. 26. 51 Al respecto, cfr. Galán Juárez, Mercedes. “La interpretación de los derechos fundamentales por parte del Tribunal Constitucional: una argumentación en términos de razonabilidad”, en Isegoría, No. 35, julio-diciembre de 2006, p. 50. 52 Saavedra se inscribe entre quienes abordan la necesidad de una interpretación democrática del derecho realizada por los jueces desde la perspectiva crítica. “El único uso del derecho permisible para los jueces en un Estado democrático es precisamente el uso democrático del derecho. No solamente es el único uso permisible, sino que al mismo tiempo es el uso obligado del derecho. Utilizar democráticamente el derecho significa ahondar en el sentido de la Constitución y extraer de ella todas sus consecuencias [...]. El uso del derecho equivale a una interpretación democrática del mismo. La interpretación democrática del derecho tiene un carácter crítico”. Cfr. Saavedra, Modesto. “Interpretación judicial del Derecho y Democracia”, en Travesías. Política, Cultura y Sociedad en Iberoamérica, No. 1, julio-diciembre de 1996, pp. 243-244. 147 Rubén Martínez Dalmau 5. Derechos constitucionales, derecho internacional y derecho de la integración 148 Finalmente, ¿qué implica la interpretación de los derechos en el marco de los procesos de integración y cuál es su relación con la supremacía constitucional? Una primera respuesta necesita revisar el papel del derecho internacional: en general, en la interpretación constitucional y, en particular, respecto a los derechos. Es frecuente en las Constituciones encontrar cláusulas interpretativas de apertura; aquellas que realizan un llamamiento a tratados internacionales y al derecho de la integración como criterios de interpretación para la aplicación de las propias cláusulas internacionales. Las Constituciones del constitucionalismo social aparecidas en Europa después de la Segunda Guerra Mundial innovaron esta categoría de cláusulas, como reacción a los sucesos bélicos acontecidos durante la primera mitad del siglo xx, y en búsqueda de mecanismos de protección internacional de los derechos. Esto no sólo se hizo a través de cortes internacionales especializadas en derechos humanos, como el Tribunal de Estrasburgo, sino también a través de la penetración de los compromisos internacionales en el orden interno, como mecanismo preventivo y garante de los derechos. Son varios los casos en los que encontramos cláusulas de apertura respecto a la aplicación e interpretación de los derechos. Por ejemplo, el artículo 10.2 de la Constitución española de 1978 determina que “las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España”. Se trata de un argumento comparativo que conecta el orden constitucional interno con el orden constitucional internacional. Recordemos que la legitimidad del derecho internacional en el marco interno se obtiene a través de la Constitución, norma suprema del ordenamiento jurídico. Como afirma Galán, es una manifestación del criterio sistemático, toda vez que los tratados internacionales son en definitiva derecho interno.53 El intérprete no puede desconocer, por lo tanto, la función del derecho internacional como parámetro de interpretación.54 Galán Juárez, Mercedez. Op. cit. p. 50 En términos del Tribunal Constitucional español, el artículo 10.2 de la Constitución Española “no da rango constitucional a los derechos y libertades internacionalmente proclamados en cuanto no estén también consagrados por nuestra propia Constitución, pero obliga a interpretar los correspondientes preceptos de ésta de acuerdo con el contenido de dichos Tratados o Convenios, de modo que en la práctica este contenido se convierte en cierto modo en el contenido constitucionalmente declarado de los derechos y libertades que enuncia el capítulo segundo del 53 54 P r o b l e m a s a c t u a l e s s o b r e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l d e l o s d e r e c h o s Una problemática particular corresponde a la aplicación del derecho de la integración. Por ejemplo, en el marco de la Unión Europea, estamos refiriéndonos a un tipo de derecho que no encaja en los cánones habituales del derecho internacional. Las cláusulas de apertura generales, no exclusivamente las de interpretación de los derechos, reconfiguran el ámbito competencial interno a través de la supranacionalidad, introduciendo por autoridad de la Constitución la vigencia de un derecho válido por sí mismo, si es aprobado de acuerdo con lo estipulado en los tratados originarios de integración.55 La cuestión cobró mayor interés a partir de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, de 2007, tras el fracaso del “Tratado constitucional” europeo. En su artículo sexto, el Tratado de Lisboa otorgó a la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea de 2000 (Carta de derechos de Niza) el mismo valor jurídico que los tratados. Ello implicó una gran novedad en materia de integración supranacional e interpretación de derechos: la incorporación de una carta de derechos, de naturaleza comunitaria, mucho más amplia que las conocidas como libertades comunitarias56 que se consagraron con la entrada en vigencia del Tratado de Maastricht (Tratado de la Unión Europea, 1992) y su relación con las Constituciones de los Estados miembro. En particular, cuando la Carta de derechos fundamentales cuenta con sus propios artículos sobre interpretación, e incorpora garantías para la interpretación de los derechos que han fundamentado la construcción teórica sobre la interpretación, desde la segunda mitad del siglo xx: el respeto al contenido esencial, y principio de proporcionalidad.57 Además, aparecen en una misma cláusula, a diferencia de lo que es común en derecho constitucional comparado. Como afirma Rolla, la cláusula del respeto del contenido esencial de los derechos no representa un criterio autónomo, sino uno de los ámbitos de valoración necesarios para aplicar el principio de proporcionalidad, lo cual favorece a las posiciones doctrinales que consideran la garantía del contenido esencial como un elemento complementario a los principios de razonabilidad y proporcionalidad.58 título I de nuestra Constitución”. (stc 36/1991, de 14 de febrero, Fundamento Jurídico 5). 55 Siguiendo con el ejemplo español y su relación con el proceso europeo de integración, Aroz advierte sobre la circunstancia de que “los tratados constitutivos de las comunidades europeas y los tratados posteriormente celebrados no encajan exactamente en la categoría ‘tratado internacional sobre derechos humanos’ del artículo 10.2 Código Español, en cuanto que representan un derecho supranacional”. Cfr. Aroz Santisteban, Xavier. “La relevancia del Derecho de la Unión Europea para la interpretación de los derechos fundamentales constitucionales”, en Revista Española de Derecho Constitucional, No. 74, mayo-agosto de 2005, pp. 64-65. 56 Libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales. 57 Cfr. Escobar Roca, Guillermo. “Elementos de teoría de los derechos fundamentales de la Unión Europea”, en Revista Catalana de Dret Públic, No. 37, 2008, p. 408. 58 Rolla, Giancarlo. “Técnicas de codificación y cláusulas de interpretación de los derechos fundamentales. Algunas 149 Rubén Martínez Dalmau Ahora bien, nada de lo dicho es incompatible, ni puede serlo, con la supremacía de la Constitución. La Constitución democrática es abierta en los casos en que la apertura hacia el derecho internacional o el derecho de la integración beneficien la vigencia de los derechos; pero actúa como freno —y por lo tanto es cerrada— cuando la incorporación del derecho internacional o del derecho de la integración vulnera alguno de los derechos determinados en la propia Constitución, porque este es el verdadero sentido de supremacía constitucional. Es fundamental para ello diferenciar entre jerarquía (supremacía de la Constitución) y aplicación (del derecho internacional o del derecho de la integración, que puede ser preferente a la constitucional). Como se ha dicho en otra sede, el derecho de la integración no podría menoscabar los derechos constitucionales, por cuanto estos gozan de una posición jerárquica superior, de acuerdo con los límites y condiciones que recoge la propia Constitución. La legitimidad de la Constitución democrática como norma suprema del ordenamiento jurídico la dota del mayor rango jerárquico en dicho ordenamiento (supremacía). Por lo tanto, cualquier aplicación de un tratado internacional que menoscabara un derecho constitucional sería materialmente inconstitucional. El ordenamiento jurídico internacional podría, en todo caso, mejorar la situación de los derechos constitucionales, porque se aplicarían con preferencia a la Constitución en virtud de las normas de apertura o se ayudaría a la más conveniente aplicación de la Constitución.59 Corresponde tanto a los tribunales ordinarios como al Tribunal Constitucional velar por la supremacía de la Constitución en el sentido expuesto, como norma de apertura así como norma de cierre. 6. Conclusiones 150 La interpretación de la Constitución conlleva el esfuerzo necesario para que se garantice la máxima aplicación de los derechos. Pero el significado y la garantía de los derechos no pueden consistir en una decisión unilateral del juez. La Constitución democrática es fruto de una voluntad constituyente que ha determinado cómo se configuran constitucionalmente los derechos y cuáles son sus mecanismos de aplicabilidad. El juez constitucional, intérprete superior de la Constitución, debe tomar en cuenta esta voluntad como criterio consideraciones a propósito de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea”, en Revista de Derecho Constitucional Europeo, No. 4, julio-diciembre de 2005, p. 106. 59 Cfr. Tremolada Álvarez, Eric y Martínez Dalmau, Rubén. “Jerarquía constitucional y aplicación preferente del derecho de la Integración. Elementos para la solución del posible conflicto entre derechos e integración”, en Vniversitas, No. 128, enero-junio de 2014, p. 407. P r o b l e m a s a c t u a l e s s o b r e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l d e l o s d e r e c h o s de legitimidad de su decisión, y entender que la interpretación de acuerdo con otros parámetros puede suponer en última instancia la falta de legitimidad de la interpretación realizada. La doctrina mayoritaria, en relación con el conflicto de derechos formulados como principios, apoya el método de la ponderación. Desde diferentes posiciones, la ponderación de derechos, vinculada con las reflexiones sobre el núcleo esencial, entiende que la aplicación de los derechos en caso de conflicto debe realizarse en su máximo potencial, sin desvirtuar el derecho que suscita el conflicto. Aunque la ponderación se revista de elementos técnicos, no deja de tener un componente de decisión importante. Cabe seguir trabajando sobre las condiciones y los límites de la ponderación, tomando en cuenta las críticas de un sector nada desdeñable de la doctrina. Sector que, no obstante, ha propuesto pocas alternativas a la ponderación para solucionar los conflictos de derechos. La existencia de una Constitución democrática supone la diferenciación entre voluntad constituyente y voluntad constituida; por tanto, la búsqueda de mecanismos constitucionales comprometidos en la garantía de la Constitución en general, y de los derechos protegidos en ella en particular. Para ello, es necesaria una lectura protectora y fortalecedora de la Constitución, la cual realiza el tribunal constitucional. La interpretación vinculante de la Constitución es la principal función de los tribunales constitucionales. Se diferencia sustancialmente de la interpretación realizada por el juez ordinario, obligado por la jurisprudencia constitucional. A pesar de las reflexiones al respecto por parte de cierto sector de la justicia, la diferenciación entre interpretación por el juez constitucional e interpretación por el juez ordinario sigue más vigente que nunca en el constitucionalismo democrático. Por último, la posibilidad de que en el marco del derecho internacional o del derecho de integración existan normas que beneficien la aplicación de los derechos internacionalmente normados sobre los constitucionalmente determinados no es un problema de jerarquía. La supremacía de la Constitución, máxima jerarquía, no puede estar en discusión en una Constitución democrática, porque la legitimidad proviene del ordenamiento jurídico. Proviene de su carácter democrático. La aplicación de una norma sobre la propia Constitución debe ser admitida por la Constitución, por lo cual se garantiza la máxima jerarquía constitucional. Lo contrario sería quebrar el fundamento democrático de la norma internacional. 151 Rubén Martínez Dalmau 152 R e v i s ta d e l I n s t i t u t o d e C i e n c i a s J u r í d i c a s d e P u e b l a , M é x i c o . i s s n : 1 8 7 0 - 2 1 4 7. Añ o x , N o . 3 7 e n e r o - j u n i o d e 2 0 16 , pp 15 3 - 16 9 . La construcción argumentativa de la universalidad de los derechos humanos: el diálogo entre culturas* The argumentative construction of the universality of human rights: dialog between cultures Boris Wilson Arias López** resumen abstract La justicia indígena que se constituye en lo particular debe respetar la Constitución y los derechos humanos, los cuales respecto a ésta se constituyen en lo general. Sin embargo, y al mismo tiempo, la interpretación de las normas que hacen al bloque de constitucionalidad, deben tener una interpretación que admita el pluralismo; es decir, que pueda cobijar a diferentes proyectos de vida condicionados culturalmente. La armonización de lo general y lo particular no está dada; debe construirse por consensos a través del diálogo. El presente trabajo hace referencia al diálogo intercultural sobre el cual debe efectuarse la interpretación de los derechos. La decisión de un legislador, funcionario o juez debe elaborarse y recaer en ciudadanos que culturalmente tiene un país, mismos que, en esencia, son diversos y no para ciudadanos ideales. Se analiza el deber de los jueces indígenas en Bolivia de explicar claramente sus decisiones al sancionado, pero también por el resto de jueces ordinarios, pues sin dicha fundamentación se frustraría el diálogo intercultural. Indigenous justice that is constituted in this matter must respect the Constitution and Human Rights, which with respect to the latter are in general. Nevertheless, at the same time, the interpretation of the rules that create the constitutionality bloc must have an interpretation that permits pluralism; which means, it shelters different life plans that are culturally conditioned. The harmonization of the general and in this matter then is not given, but must be built by consensus through dialog and not violence. The current work makes reference to intercultural dialog, on which, in my view, the interpretation of rights must be carried out. This is because the decision of a legislator, official or judge must be developed and be of the citizens and the culture that a country actually has, who in essence are diverse; and not for the ideal citizens that a country would like to have. To this effect, the duty of indigenous judges in Bolivia is to explain their penalty decisions, making them understandable, to the punished person, but also for the rest of the regular judges; because without this rationale, the entire intercultural dialog would be defeated. palabras clave: Interpretación intercultural, key words: Intercultural interpretation, human derechos humanos, universalismo. rights, universalism. * Recibido: 26 de junio de 2015. Aprobado: 7 de agosto de 2015. ** Profesor en la Universidad de Aquino Bolivia. ([email protected]) 153 B o r i s W i l s o n Ar i a s L ó p e z sumario 1. Introducción a la pretensión de los derechos humanos: ser universales 2. La construcción de la universalidad de los derechos humanos 3. Diálogo intercultural e interpretación de los derechos 4. El deber de fundamentar en la jurisdicción indígena: el caso boliviano 5. Lo difícil de ponerse en los zapatos de otros 6. Conclusiones 1. Introducción a la pretensión de los derechos humanos: ser universales 154 Desde la aparición de la Declaración Universal de Derechos Humanos, luego de la Segunda Guerra Mundial, los derechos humanos pretenden ser reconocidos como universales, de forma que ninguna interpretación impida reconocer que todos tenemos derecho a la vida o a no ser torturados. Sin embargo, y al mismo tiempo, dicha universalidad reclama imponerse a una ingente y diversa cantidad de personas en el mundo, muchas de las cuales a su vez reclaman el derecho humano a su identidad cultural. En efecto, frente a la abstracción de los derechos humanos como universales, empiezan a surgir minorías indígenas, sexuales, de género, raciales, migrantes, entre otros grupos, los cuales niegan que la identidad de todas las personas deba encajar en un molde universal homogéneo. Estos grupos provocaron el reconocimiento de derechos específicos que consideren sus peculiaridades;1 así se ha ahondado en la aguda tensión entre lo general y lo particular. Una respuesta común a esta paradoja sería aceptar que lo universal de los derechos humanos afectaría al núcleo esencial del derecho, mientras que lo accesorio podría ser afectado por circunstancias materiales, sociales, temporales, culturales. Pero dicha teoría, que pretende resolver la tensión entre lo general y lo particular, ignora el hecho de que mientras más generalizo más me alejo Respecto a la mujer, la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer; respecto a los niños, la Declaración de los Derechos del Niño, entre otras. 1 L a c o n s t r u cc i ó n a r g u m e n t a t i v a d e l a u n i v e r s a l i d a d d e l o s d e r e c h o s h u m a n o s . . . de realidades concretas,2 lo cual a su vez no me dice nada sobre cómo resolver problemáticas específicas.3 Debe considerarse que, para algunos críticos, los derechos humanos son el resultado de una imposición o colonialismo cultural, de manera que lo universal (los derechos humanos) se habrían construido sobre lo particular (una cultura específica), es decir, la cultura occidental.4 Por ello, la Declaración Universal de Derechos Humanos partiría de una concepción del ser humano descontextualizada de la comunidad,5 ignorando, en su criterio, que no se debe pensar en el individuo “aislado” sino en el individuo “situado”, en el contexto social, cultural, histórico.6 Estos críticos creen que cuando se piensa en los derechos humanos como universales se piensa en algo más allá del tiempo. En su criterio, esto no es cierto, pues consideran que cada cultura tiene su propia concepción de derechos, la cual no puede compartirse; por tanto, no existe algo esencial y algo accesorio en los derechos.7 A decir de Amaya Querejazu Escobar: “el problema es que mientras más universales sean más lejos están del ser humano al que buscan proteger”. Querejazu Escobar, Amaya. “El verdadero poder de los derechos humanos”, Revista Estudios de Derecho, vol. 66, No. 147, junio, 2009. [En línea]. Disponible en: https://aprendeenlinea.udea.edu.co/ revistas/index.php/red/article/viewFile/2408/1964 Para Ricardo Sanín Restrepo: “La teoría liberal en su glorificación del modelo individualista niega la dependencia del ser con el mundo, borra artificialmente la alteridad e impone la aberración según la cual el ser es simétrico e idéntico consigo mismo, macabra ilusión que está instalada en nuestra fantasía, según la cual el ser está en pleno control de sí mismo, tiene una claridad superior acerca de sus derechos que el permiten entablar únicamente relaciones instrumentales con otros a partir de la cosificación de los sujetos”. Sanín Restrepo, Ricardo. Teoría crítica constitucional, Corte Constitucional de Ecuador, Quito, 2011, p. 122. 3 “El derecho borra los vestigios del sujeto en el objeto, lo disemina a lo largo y ancho del complejo jurídico, le asigna un lugar, lo aplana y comprime a formas codificadas”. Sanín Restrepo, Ricardo. Teoría crítica constitucional, Corte Constitucional de Ecuador, Quito, 2011, p. 107. 4 Así, Costas Douzinas afirma que “Los derechos humanos se inauguraron como hitos normativos de un inmenso cambio revolucionario. No obstante, los derechos humanos positivos se han convertido en un mecanismo de defensa que elimina cualquier posibilidad de resistencia y revolución. La erradicación del derecho a la revolución, dentro del paquete de derechos humanos está dirigida a suprimir cualquier transformación radical y se vuelve así la póliza de seguros del orden establecido”. Costas, Douzinas. “Prólogo”, Teoría crítica constitucional, Corte Constitucional de Ecuador, Quito, 2011, p. 24. 5 Sin embargo, para Pedro Talavera Fernández se tiene que: “En efecto, si los derechos humanos no son más que los derechos de los ‘vencedores’; aquellos que las naciones ricas y desarrolladas dispensan e imponen a los ‘vencidos’ […] entonces estaríamos ante un potentísimo vehículo de domino y control cultural del mundo [pero] Si bien es cierto que los derechos nacieron en occidente, no es verdad que por ello su valor sea simplemente localista. Es un grave error confundir los orígenes con el valor […] Los verdaderos valores desafían a las culturas precisamente porque albergan en sí mismos una dimensión transcultural”. Talavera Fernández, Pedro. “Diálogo intercultural y universalidad de los derechos humanos”, Revista ius, vol. 5, No. 28. [En línea]. Disponible en: http://www.scielo.org.mx/scielo. php?pid=S1870-21472011000200002&script=sci_arttext 6 Para Arthur Kaufmann “‘Objeto’ del discurso jurídico tan sólo puede ser el hombre, mas no el hombre en cuanto substancia, sino el hombre en su relación con los demás hombres; esto es, el hombre en tanto que persona, con lo cual no se debe entender persona en sentido ético o antropológico, sino ontológico-relacional”. Kaufmann, Arthur. Filosofía del derecho, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2002, p. 372. 7 “La jugarreta liberal de los universales es hacernos creer que la simetría entre significantes y significados políticos es absoluta y singular, es decir que palabras o significantes como democracia, libertad o ‘humano’ tienen un 2 155 B o r i s W i l s o n Ar i a s L ó p e z Pese a ello, la idea de una sociedad global donde la dignidad de una persona en un rincón del planeta sea igual a la de otra en el otro punto opuesto, pasa por el reconocimiento de iguales derechos para todos.8 Entonces, la pretensión de la universalidad de los derechos humanos pasa por la posibilidad de alcanzar un consenso mínimo cultural sobre lo que consideramos “correcto” o “bueno”. Dicho debate es de sobremanera importante, en la medida en la que si todo concepto y todo derecho fuera relativo, no podríamos comunicarnos. Al mismo tiempo, tampoco podemos creer que los derechos humanos son dogmas universales que impiden todo debate y cuestionamiento por parte de las minorías. Todo ello devela el reto para la humanidad de distinguir lo que debe ser uniforme y lo que por el principio de igualdad debe tener un trato diferente. En la manera en la que estamos organizados, el Estado se constituye en garante de la unidad y de la diversidad étnica y cultural, y por tanto de las leyes y los reglamentos. Por su parte, las sentencias se encuentran en la tensión entre lo general que nos une a la humanidad y lo particular que nos hace diferentes. En este contexto, el presente trabajo parte de la idea de que lo que consideramos como derechos humanos, por ejemplo un debido proceso, no es un punto de partida, sino de llegada. 2. La construcción de la universalidad de los derechos humanos9 Para que la construcción de los derechos humanos pueda admitir la diferencia étnica-cultural, debería tomarse en cuenta lo siguiente. Los pueblos incluso antiquísimos no son estáticos, sino que evolucionan. Ello implica reconocer que toda cultura es histórica, compleja y dinámica. Pero además reconocer que contienen en sí mismas principios y fuerzas contradictorias, lo cual, a su vez, provoca admitir que son criticables o susceptibles de ser criticadas.10 En este 156 solo significado correspondiente posible pero, sin embargo, la segunda parte del truco es fijar ese significado retrospectivamente”. Sanín Restrepo, Ricardo. Teoría crítica constitucional, Corte Constitucional de Ecuador, Quito, 2011, p. 124. 8 El secretario general de la onu Boutros Ghali en su discurso inaugural a la Conferencia Mundial de los Derechos Humanos de 1993 sostuvo: “Los derechos humanos constituyen el lenguaje común de la humanidad gracias al cual todos los pueblos pueden comprender simultáneamente a los demás y escribir su propia historia. Por definición, los derechos humanos son la última norma de cualquier política”. 9 En la filosofía política se suele diferenciar entre los denominados liberales como Rawls, Habermas o Kymlicka, basados en mínimos como la libertad e integridad personal, y en el otro extremo a los denominados comunitaristas, como Sandel, Taylor, MacIntyre y Walzer. Sin embargo, debe considerarse que si bien Rawls y Habermas son liberales, Rawls deja lo cultural en la vida privada a través del denominado “velo de la ignorancia”, lo cual le da imparcialidad a su tesis; la acción comunicativa de Habermas, por otro lado, parte de condiciones ideales de dialogo. Hay muchas diferencias entre ellos, de ahí que el presente trabajo no parta de un postulado teórico en particular. 10 Para Pedro Talavera “afirmar a priori el valor de todas las culturas no puede conducir a una especie de relativismo cultural que paralice e imposibilite la crítica moral hacia ellas. Sería gravemente erróneo concebir las culturas L a c o n s t r u cc i ó n a r g u m e n t a t i v a d e l a u n i v e r s a l i d a d d e l o s d e r e c h o s h u m a n o s . . . contexto, la relación entre culturas puede implicar una influencia positiva si existe entre ellas un diálogo sincero y abierto.11 Pongamos como ejemplo a José Ortega y Gasset, quien para explicar la conformación de una sola nacionalidad europea, recordó que la idea de fronteras naturales en Europa entre los diferentes países surgió del pensamiento mágico (y por tanto primitivo) donde la nación era un destino dado por los dioses.12 En realidad y objetivamente, sin embargo, para los pueblos europeos primitivos la famosa frontera natural no era otra cosa que el estorbo de un pueblo para seguir creciendo, sea un río u otro pueblo. Dicho autor sostuvo que la construcción de las naciones europeas13 se hizo negando el pasado. Es decir, las tribus que en su momento se consideraban nación fueron negadas por la comarca que también se consideraba nación, y que a su vez fue negada por la región considerada en su momento nación hasta la formación de los estados europeos, que hoy se consideran nación. Sobre lo expuesto, José Ortega y Gasset concluyó que no existió una nación como tal, pues ésta siempre fue una creación histórica y por tanto eventual. Ello implica que lo que consideramos como una nación siempre puede ser diferente, pues lo que entendemos por nación se va modificando permanentemente. Entonces, no sólo es pasado, sino futuro, de ahí que en su criterio podía hacerse de Europa una sola nación. Pero además, en este contexto debe recordarse que el origen de las culturas se da por la necesidad de los seres humanos de compartir y colaborarse, porque no podemos vivir solos, máxime con los avances tecnológicos con los que contamos hoy en día, los cuales ponen fin a las fronteras nacionales. La necesidad de convivencia provoca la necesidad de acuerdos mínimos para intercambiar productos, manejar la migración o las políticas internacionales, de los cuales es posible extraer un derecho común internacional como ya va sucediendo. Por ejemplo, basta pensar que dos países tan disímiles en política internacional como Venezuela y Estados Unidos intercambian a diario productos y servicios. como monumentos petrificados e inmodificables. Las grandes y verdaderas culturas son un mundo vivo y, aunque lentamente, en continua evolución y desarrollo”. Talavera Fernández, Pedro. “Diálogo intercultural y universalidad de los derechos humanos”, Revista ius, vol. 5, No. 28. [En línea]. Disponible en: http://www.scielo.org.mx/scielo. php?pid=S1870-21472011000200002&script=sci_arttext 11 “Los representantes de las comunidades indígenas deben estar dispuestos a abandonar reglas o principios de comportamiento si, dadas las circunstancias actuales, ellos contribuyen a aumentar su vulnerabilidad” (Garzón Valdés, Ernesto. El problema ético de las minorías étnicas. [En línea]. Disponible en: biblio.juridicas.unam.mx/libros/4/1658/8.pdf 12 Para Ortega Gasset: “Son, se dice ‘fronteras naturales’, y con su ‘naturalidad’ se significa una mágica predeterminación de la historia por la forma telúrica” (Ortega y Gasset, José. La rebelión de las masas, Espasa, España, 2005, p. 192. 13 “Para explicarnos cómo se han formado Francia y España, suponen que Francia y España preexistían como unidades en el fondo de las almas francesa y españolas. ¡Como si existiesen franceses y españoles originariamente antes de que Francia y España existiesen!” Ortega y Gasset, José. Op. cit., p. 192. 157 B o r i s W i l s o n Ar i a s L ó p e z Estos países utilizan a los derechos humanos para recriminarse mutuamente; por consiguiente, en dicho debate, si bien no existe una idea común sobre lo que significan los derechos humanos, existe la pretensión de un discurso común sobre ellos, lo que per se ya es un gran avance. Todo ello implica reconocer que la realidad cambia, pero al mismo tiempo que el ser humano no es un ser acabado e inmutable; de ahí que es posible construir de manera consciente una ciudadanía universal conformada por valores comunes, fruto del diálogo intercultural al que podemos llamar derechos humanos, los cuales tampoco pueden ser inmutables y acabados. Ahora bien, si reconocemos que el ser humano no puede conocer algo de manera definitiva y para siempre, que en todo momento existe la posibilidad de equivocarse y, por tanto, toda verdad humana es provisional hasta que no sea desmentida,14 se comprende entonces el motivo por el cual ayer el derecho a integrarse de los pueblos indígenas se transformó en el derecho a la identidad cultural.15 El derecho de transexuales a ser tratados médicamente se transformó en el derecho a la identidad sexual. Esto muestra que toda conclusión sobre qué es un derecho es provisional, y que luego puede corregirse o cambiarse. Es decir, hace que la idea de universalidad de los derechos humanos sea una pretensión más que algo concreto; aspecto que explica la naturaleza “progresiva” de los derechos humanos. Entonces, si bien la universalidad de los derechos humanos implica contenidos mínimos a la dignidad humana, que independientemente del origen cultural todo ser humano los aceptaría, ello sólo podría darse por el diálogo intercultural y de manera provisional. Esto provoca que deba prestarse atención a las condiciones y sinceridad de dicho diálogo. Sin embargo, el problema de aceptar un diálogo intercultural parecería implicar que se aceptan dos cosas contradictorias; por una parte, a dos culturas cuyos valores parecen totalmente relativos que además y por tanto deben estar en un mismo nivel —no como culturas dominantes y dominadas—;16 por El principio de falsabilidad fue desarrollado por Popper. Pretendía referir a una teoría que cuando no es refutada como “falsa” por los hechos queda como una verdad “provisional” sin que nunca pueda tenérsela como verificada del todo. Popper, Karl. La Lógica de la Investigación Científica, Tecnos, Madrid, 1967. 15 Por ejemplo, en materia indígena, el Convenio 107 de la oit, cuya visión era integracionista y asimilacionista al grado de reconocer el derecho de las minorías a integrarse a las mayorías, fue sustituida por el Convenio 169 de la oit, que defendió en contrapartida el derecho de los pueblos indígenas a mantener su propia cultura. 16 A decir de Boaventura de Sousa Santos: “Este constitucionalismo se distingue del constitucionalismo moderno en varias características. Primero, en la equivalencia entre lo simultáneo y contemporáneo. Una de las grandes características de la modernidad fue separar simultaneidad de contemporaneidad. ¿Por qué? Porque puso una flecha de progreso; los que van delante están en el progreso, son avanzados, mientras todos los otros son atrasados. Es por eso que los países menos desarrollados no pueden ser nunca en nada más desarrollados que los desarrollados, porque la lógica de la flecha del tiempo impide esa posibilidad. Sin embargo, la idea de simultaneidad sin contemporaneidad expresa situaciones cotidianas. Cuando un campesino se encuentra con un ejecutivo del Banco Mundial el encuentro es simultáneo, pero no ocurre entre contemporáneos. El campesino es un residual, es un atrasado; el ejecutivo 14 158 L a c o n s t r u cc i ó n a r g u m e n t a t i v a d e l a u n i v e r s a l i d a d d e l o s d e r e c h o s h u m a n o s . . . otra, que dicho diálogo exige un mínimo de acuerdo que lo permita.17 En otras palabras, para que exista diálogo se requiere algo común. Sin embargo, ello puede negar las diferencias de los dialogantes, pues si una parte defiende frente a la otra el canibalismo, existirá necesariamente un grado de imposición para que ambas culturas puedan comunicarse. En ese caso no todo será diálogo; habrá algo impuesto. Considero que para resolver el dilema existe un mínimo provisional entre dichas culturas fruto de la experiencia histórica emergente del sufrimiento y la desgracia humana.18 A su vez, también puede discutirse en el marco del resto de las reglas de debate, de manera que una verdad provisional se sostiene y garantiza por las otras verdades provisionales. No puedo decir que en un pueblo indígena no debería respetarse el derecho a presentar pruebas de descargo, y alegar al mismo tiempo que esta situación no lesiona el derecho a la defensa y la garantía del debido proceso. En todo caso y si esto sucede en un pueblo indígena, es dicha minoría la que debe demostrar a la humanidad cómo y en qué medida el hecho de que no pueda presentar pruebas de descargo resulta racional en ciertos casos, de forma que la mayoría pueda reformular el postulado universal. Ese mínimo provisional es lo que permite a la comunidad internacional y a los Estados (como garantes de la convivencia pacífica) que impongan límites a la identidad cultural, sea occidental o indígena. Sólo bajo esa consideración puede concebirse de manera auténtica al pluralismo como un nexo que relaciona a lo general con lo particular.19 Además, a decir de Arthur Kaufmann, se reitera que el mínimo que permite el diálogo intercultural, y que llamamos derechos humanos, sólo puede estar constituido por aquello que nos hace del Banco o el ingeniero de la agroindustria es el progreso, es el avanzado. Tenemos simultaneidad, pero no contemporaneidad. El constitucionalismo intercultural y plurinacional, está haciendo, de diferentes maneras, una equivalencia entre lo que es simultáneo y lo que es contemporáneo; cada uno a su manera, pero contemporáneos al fin”. De Sousa Santos, Boaventura. La reinvención del Estado y el Estado plurinacional. [En línea] Disponible en biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/osal/osal22/D22SousaSantos.pdf 17 Como se dijo, un relativismo absoluto impediría todo tipo de comunicación y diálogo. 18 La Corte Constitucional de Colombia en la sentencia T-903/09 dedujo el principio de “a mayor conservación de la identidad cultural, mayor autonomía” de la siguiente manera: “el ‘núcleo duro’ es un límite absoluto que trasciende cualquier ámbito autonómico de las comunidades indígenas. Cualquier decisión que desconozca el derecho a la vida, lesione la integridad de una persona o transgreda las prohibiciones de tortura y servidumbre está constitucionalmente prohibida, aunque la evaluación de una eventual vulneración, especialmente en cuanto a la integridad personal y el debido proceso debe realizarse a la luz de la cultura específica en que se presenten los hechos. Los [demás] derechos fundamentales constituyen un límite que debe establecerse a través de un ejercicio de ponderación en cada caso concreto […] En estos conflictos, sin embargo, los derechos de la comunidad gozan de un peso mayor, prima facie, en virtud al principio de ‘maximización de la autonomía’”. 19 De ahí que: “el pluralismo tiene que ser entendido como algo intermedio entre universalismo y particularismo”. Céspedes Argandoña, Guido. “La posnación y el pluralismo analógico”, en Pluralismo jurídico e interculturalidad, idei, Cochabamba, Bolivia, p. 65-98. 159 B o r i s W i l s o n Ar i a s L ó p e z infelices —el hambre, la tortura, la humillación—, pero nunca por lo que consideramos felicidad. Cada uno tiene una idea diferente de lo que le hace feliz.20 Lamentablemente entonces lo que entendemos por derechos humanos en el diálogo intercultural por regla general se construye sobre la desgracia, la humillación y el sufrimiento humano. 3. Diálogo intercultural e interpretación de los derechos La coexistencia de los derechos de por sí es conflictiva. En el ámbito cultural, el pluralismo impele a reconocer igual protección a los derechos, lo cual impide establecer un orden jerárquico valorativo a priori. Pero, además, el diálogo intercultural impulsa a realizar una interpretación intercultural de los derechos,21 que busque como resultado su coexistencia, entre ellos el derecho a ser diferente.22 En este sentido, el diálogo intercultural busca que los pueblos del mundo alcancen consensos mínimos, por ello ni las Constituciones, ni los derechos humanos pueden ser todo consenso; por tanto, siempre existe algo de imposición.23 Sin embargo, y al mismo tiempo, es necesario que dichos instrumentos normativos tengan una interpretación que permita el debate y la coexistencia A decir de Arthur Kaufmann, “no es posible universalizar la felicidad, a menos que se conciba vacía de contenido”. Kaufmann, Arthur. Filosofía del derecho, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2002, p. 325. 21 Así, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la sentencia de Fondo, Reparaciones y Costas dentro del caso Comunidad indígena Yakye Axa Vs. Paraguay de 17 de junio de 2005, efectuó una interpretación amplia del derecho a la propiedad reconocido por el artículo 21 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Abarcaba incluso la propiedad indígena colectiva. Sostuvo que: “En otras oportunidades, tanto este Tribunal como la Corte Europea de Derechos Humanos han señalado que los tratados de derechos humanos son instrumentos vivos, cuya interpretación tiene que acompañar la evolución de los tiempos y las condiciones de vida actuales. Tal interpretación evolutiva es consecuente con las reglas generales de interpretación consagradas en el artículo 29 de la Convención Americana, así como las establecidas por la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados”. En este sentido, la interpretación “conforme a los tratados de derechos humanos” debe efectuarse considerando el contexto cultural, 22 Nos recuerda Ferrajoli que: “La prohibición de portar el velo (por ejemplo en Francia, en determinados lugares) equivale a la imposición de una cultura, al igual que la obligación de llevarlo, que es contraria a la libertad y al derecho de cada persona para vestirse como quiera. Lo que, en efecto, justifica la prohibición o el castigo (obviamente con base en pruebas) no es ya el portar el velo, sino la eventual violencia o amenaza que hay detrás de esa práctica. Derecho a llevar el velo, y prohibición y castigo por su eventual imposición coactiva, son dos caras de la misma medalla, ambas en garantía de la libertad individual, más que religiosa, de la persona: el primero en tutela de la persona que lleva el velo por su propia y espontánea libertad, la segunda en tutela de la persona obligada a llevarlo en contra de su voluntad. Por el contrario, la prohibición del velo, paradójicamente por parte de un país como Francia que se proclama laico, equivale a la juridificación de una concepción, de una ética y de una cultura laica, y a su imposición por medio del derecho”. Ferrajoli, Luigi. Universalismo de los derechos fundamentales y multiculturalismo. [En línea] Disponible en: www.juridicas.unam.mx/publica/rev/boletin/cont/122/inf/inf25.htm 23 Al respecto, considero que un diálogo intercultural presupone una institucionalidad fundada en mínimos legales, como la prohibición de la tortura o la prohibición del esclavismo, los cuales, incluso si llegan a beneficiar a las partes dialogantes, les pueden resultar impuestas. 20 160 L a c o n s t r u cc i ó n a r g u m e n t a t i v a d e l a u n i v e r s a l i d a d d e l o s d e r e c h o s h u m a n o s . . . de variados proyectos de vida. Esto impele a aceptar un “margen de apreciación” en dichos textos normativos que admita la diferencia.24 Pero, además, el diálogo intercultural, para ser un “diálogo” requiere que todas las culturas, incluida la occidental, se encuentren en un plano de igualdad material y no sólo formal. Ello permitirá que lo que consideramos general (es decir, los derechos humanos) no sea lo particular con vestimenta de lo general, y que en lo futuro lo particular pueda en algún momento volverse lo general, sin necesidad de guerras internas y muertos. Pese a ello, debe recordarse siempre que lo general lo es justamente porque puede soportar lo particular; lo contrario generará intolerancia. Asimismo, el diálogo intercultural sobre el cual se desarrolla la interpretación intercultural busca que, con el tiempo, el intercambio de opiniones y la propia coexistencia de los pueblos permitan consolidar una cultura de un derecho mínimo de derechos humanos. Debe recordarse que los derechos tienen una dimensión cultural, de donde surge su capacidad para integrar al colectivo, en este caso, a un colectivo universal, pues ahí es donde se encuentra la meta más importante de los derechos humanos.25 En ese marco, emerge la responsabilidad de los jueces occidentales e indígenas de respetarse, puesto que ellos son garantes de lo universal y de lo particular. Por ejemplo, para respetar la diferencia se reconoce a la justicia indígena que permite efectivizar el derecho de acceso a la justicia conforme las especificidades culturales indígenas, respetar al juez natural, pues el juez ordinario no tiene suficientes conocimientos contextuales para resolver sus problemáticas o para la atención de una defensa adecuada. Al mismo tiempo, el juez indígena se vuelve garante de lo general puesto que debe realizar control de convencionalidad. Un juez que forma parte de una comunidad también debe recordar que los pueblos deben ser tolerantes y respetar el pluralismo, para que cuando su pueblo no lo pueda hacer, sea él quien, en calidad de occidental o indígena, pueda apartarse de su propia cultura y el criterio mayoritario, haciendo respetar el derecho mínimo que hace al diálogo intercultural.26 Ante un conflicto entre la ley y la costumbre en un pueblo indígena, la Corte Constitucional de Colombia sostuvo que a mayor conservación de sus usos y costumbres es mayor la autonomía. En este sentido, las leyes rigen sobre las costumbres sólo si protegen un valor constitucional superior al principio de diversidad étnica y cultural, siendo los derechos humanos un mínimo que una al Estado colombiano con el resto de los pueblos. 25 Al respecto, “es evidente que una cultura no puede ser enjuiciada utilizando como unidad de medida otra cultura […] Sin embargo, el error del relativismo consiste en presentar las culturas como ‘universos cerrados de experiencia que no remiten a nada más que a sí mismos’, cuando en realidad las diferentes culturas serían manifestaciones múltiples de nuestra común humanidad. Puede decirse que la humanidad proporciona un criterio de referencia común, transcultural con base en el cual se pueden evaluar los fenómenos culturales concretos”. Talavera Fernández, Pedro. Op. cit. 26 Recuerda Manuel Atienza que: “Hace pocos días un tribunal español condenó a una mujer mauritana, porque 24 161 B o r i s W i l s o n Ar i a s L ó p e z 4. El deber de fundamentar en la jurisdicción indígena: el caso boliviano Imaginemos un caso donde una persona originaria de un pueblo indígena es expulsada de su comunidad por ser khari khari o liquichiri, brujo que produce inconsciencia de sus víctimas para luego quitarles cierta grasa corporal, que provoca que enfermen y mueran. Entonces, este procesado acude a la jurisdicción ordinaria manifestando que si bien existe ese tipo de brujos, en la comunidad no se demostró con prueba alguna que fuera uno de ellos: ¿Cómo debería resolver el caso la justicia constitucional? Imaginemos además que esta persona solicitó que se considere el deber de fundamentar las resoluciones, ya que para la jurisdicción ordinaria es clara la jurisprudencia constitucional cuando establece: “toda autoridad que conozca de un reclamo, solicitud o que dicte una resolución resolviendo una situación jurídica, debe ineludiblemente exponer los motivos que sustentan su decisión”.27 Sin embargo, para los juzgadores indígenas no existe un criterio uniforme al respecto. Muchos consideran que no tienen la obligación de fundamentar, ni de dejar resoluciones escritas porque sus antecesores no lo hacían, ello incluso en casos donde se aplica la sanción de expulsión definitiva de la comunidad. Ahora bien, para proponer una respuesta al caso hipotético que acabo de plantear, haré una breve referencia a la construcción de la racionalidad y su relación con la fundamentación de las resoluciones, para luego sustentar que sí existe dicha obligación. Antiguamente se pensaba que el universo tenía una estructura necesaria. Por ejemplo, si suelto una piedra en el aire, la misma no puede dejar de caer. Entonces, un juez que resolvía una problemática sometida a su competencia conforme a dicha realidad dictaba una resolución racional. La idea de un mundo racional y de que este podía conocerse con la experimentación provocó que: 162 • Se generara la idea de que el pensamiento podía matematizarse, es decir, podían redactarse leyes eternas. esta última había obligado a una hija de 14 años a casarse y tener relaciones sexuales con un hombre de 40 años. La mujer y varios compatriotas suyos reclamaron ante las puertas del juzgado ‘respeto hacia sus tradiciones’, esto es hacia los valores característicos de su forma de vida. ¿Sería aceptable que los jueces hubiesen justificado su decisión esgrimiendo, como razón última, que la libertad personal (de la chica) era el valor que debía prevalecer aquí simplemente porque es el predominante en la comunidad jurídica española? ¿No supone eso un reconocimiento de que, si el juicio se hubiese celebrado en Mauritania (y, efectivamente, los matrimonios forzados formaran parte de la cultura allí predominante), entonces la decisión justificada habría sido otra?” Atienza, Manuel. “Sobre la única respuesta correcta”, Revista Jurídicas, vol. 6, No. 2, Colombia, 2009, pp. 13-26. 27 Bolivia, Tribunal Constitucional, sentencia constitucional 1326/2010-R de 20 de septiembre. L a c o n s t r u cc i ó n a r g u m e n t a t i v a d e l a u n i v e r s a l i d a d d e l o s d e r e c h o s h u m a n o s . . . • Se concretara un concepto de derecho no sujeto a alguna sociedad en particular ni a cambios. • Se separara a la ciencia de la teología y esta última dependiera estrictamente de la fe. Este tipo de razonamiento jurídico provocó que cuando se impugnaba el régimen normativo civil, donde se determinaba la administración de bienes conyugales a favor del hombre en desmedro de la mujer, se estableciera por el juez que era natural, lógico, necesario y por tanto justo dicho régimen normativo en la medida en que, a su criterio, el hombre y la mujer tenían esencias diferentes. Entonces, respecto a la mujer era el hombre quien, por naturaleza, administraba mejor los bienes materiales. Luego, al observar dicha subjetividad, se pensó que lo racional era lo que seguía o era producto de un método racional. En lo judicial, se empezó a prestar atención a la tramitación de los procesos judiciales. El juez llegaba a una sentencia justa si seguía a rajatabla el procedimiento establecido en la ley. En lo teórico, para los positivistas la neutralidad del derecho estaba en el procedimiento de creación del derecho, mientras que en la argumentación jurídica lo racional se contenía en la subsunción, cuyo elemento de corrección era la lógica. El proceso se depuró de creencias religiosas y se dejó atrás en lo procesal a las ordalías o juicios de Dios.28 Pese a ello, es posible aceptar que un juez, a pesar de seguir el procedimiento legal, pueda equivocarse; es decir, seguir un procedimiento no asegura la verdad material. Posteriormente, se diferenció la ley natural de la ley humana, debido a que ésta última tiene algo de eventual. Entonces, en el ámbito del derecho se pensó que lo racional no venía de la realidad. Así, Perelman creyó que lo racional se determinaba por el auditorio en el cual se exponía; si ese público que es cultural y temporal se modifica, también cambia la idea de lo que es racional. Para él, todo juez escribe una sentencia pensando en las partes procesales y en el público que leerá la decisión. Entonces no es racional por decir la verdad, sino por convencer al perdedor sobre la rectitud de la decisión. Dicha teoría, sin embargo, tampoco explica cómo podríamos llegar a consensos sobre lo racional, si el público se compone de personas demasiado diversas. Entonces, hoy día surge la idea predominante respecto a que lo racional no puede alcanzarse por la mera reflexión individual, sino a través del diálogo. Es decir, el diálogo nos dice cuál es un buen o mejor argumento. En un espacio donde todos somos diferentes y cada uno tiene derecho a ser y pensar diferente, 28 Pese a ello, se mantuvieron en los tribunales fuertes creencias religiosas como juramentos, crucifijos, entre otros. 163 B o r i s W i l s o n Ar i a s L ó p e z 164 lo razonable y lo correcto no puede ser impuesto, sino que tiene que ser fruto del intercambio de opiniones e ideas.29 En otras palabras, un juez que pretende tomar una decisión racional debe intentar tomar en cuenta todos los aspectos negativos o positivos de su decisión. Para eso, necesita saber y escuchar más, incluso sobre aquello que ataca o se contrapone a sus creencias. En este contexto, considero que si una cultura se relativiza con otra, por ejemplo, si los indígenas relativizan a la cultura occidental, sucede al mismo tiempo lo contrario. Si un juez indígena no fundamenta su decisión en los hechos, estaría encerrando su cultura en sí misma e impediría el diálogo intercultural y toda ulterior revisión de la justicia constitucional o interamericana. Veamos la SCP 2076/2013, dictada debido a que dentro de un amparo constitucional la accionante sostuvo que habiendo llegado un canal de televisión a su comunidad para ejemplificar la aplicación de la justicia indígena, utilizó vestimenta de autoridad indígena, motivo por el cual fue expulsada por tres años de toda actividad comunal en atención al artículo 7 inciso d del Reglamento Interno de la Comunidad, el cual indicaba como falta: “Portar la vestimenta originaria en acontecimientos importantes, mientras dure la función”. El Tribunal Constitucional concedió la tutela entendiendo que si bien la resolución sancionatoria impugnada se basó en normativa local, no explicó a la accionante por qué debía imponerse una sanción tan severa como la expulsión de actividades comunales por el término de tres años, ignorándose por la comunidad indígena que toda sanción debe regirse por los principios de razonabilidad y proporcionalidad. Esto implica una fundamentación mínima que le permita comprender a la accionante y a la justicia constitucional por qué esa sanción tan severa es en criterio del pueblo indígena razonable o proporcional. En dicho caso, el Tribunal Constitucional explicó que: “las resoluciones deben ser ante todo claras e inteligibles, más que abundantes, deben informar de manera efectiva al afectado sobre los aspectos más relevantes de la resolución, permitiéndole asumir un conocimiento cabal y suficiente acerca de las razones que sustentan la decisión”. En otra decisión, dentro de otro amparo constitucional que concluyó en la sentencia SCP 0033/2015-S3, los accionantes manifestaron que los comunarios ingresaron a sus sembradíos de quinua y los desalojaron, por lo que acudieron a la policía y a la jurisdicción penal. Tras ello, se emitió resolución comunitaria de 31 de marzo de 2013, que determinó expulsarles de manera 29 Es decir “la garantía auténtica del consenso radica en las condiciones de la comunicación, en que todas las personas potencialmente afectadas tienen, de igual manera, la oportunidad de una natural toma de posición en un coloquio”. Hofmann, Hasso. Nuevos desarrollos en la filosofía del derecho. [En línea]. Disponible en: http://www. juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/jurid/cont/29/cnt/cnt23.pdf L a c o n s t r u cc i ó n a r g u m e n t a t i v a d e l a u n i v e r s a l i d a d d e l o s d e r e c h o s h u m a n o s . . . definitiva; se les ordenó el desalojo y la pérdida definitiva de sus terrenos. El Tribunal Constitucional identificó dos problemáticas: 1) Sobre medidas de hecho, y 2) Sobre la determinación comunitaria de 31 de marzo de 2013 de expulsión definitiva. Sobre las medidas de hecho denunciadas, es decir los desalojos ilegales y las agresiones de las cuales habrían sido víctimas, el órgano de control de constitucionalidad evidenció que tras ser desalojados los accionantes acudieron a la policía y al delegado del Gobierno Departamental, quienes también fueron amenazados y expulsados del lugar. Se retuvo a los accionantes, a quienes agredieron física y verbalmente. Dicho actuar de los demandados al margen de un procedimiento y el respeto de las garantías procesales se entendió como justicia por propia mano y no el ejercicio de justicia indígena.30 Respecto al segundo punto, en la resolución comunitaria de 31 de marzo de 2013, que determinó la expulsión definitiva de los accionantes, el órgano de control de constitucionalidad recordó que para activar la competencia de la jurisdicción indígena en Bolivia deben concurrir tres ámbitos: • El ámbito de vigencia personal, respecto al cual el artículo 191-II-1 de la Constitución establece que: “están sujetos a esta jurisdicción los miembros de la nación o pueblo indígena originario campesino”. Dicha membrecía se determina por el vínculo “particular”31 que une a los miembros de una nación o pueblo indígena originario campesino. • El ámbito de vigencia territorial, es decir, la justicia indígena: “se aplica a las relaciones y hechos jurídicos que se realizan o cuyos efectos se producen dentro de la jurisdicción de un pueblo indígena originario campesino”.32 De forma que no alcanza a migrantes que individual y voluntariamente abandonaron sus espacios geográficos y se sometieron a la competencia de la justicia ordinaria. • El ámbito de vigencia material, referido por el artículo 191-II-2 de la Constitución, que establece que la jurisdicción indígena originaria campesina “conoce los asuntos indígenas originarios campesinos de conformidad a lo establecido en una ley de Deslinde Jurisdiccional”. Dicha norma hace referencia a “asuntos” porque en las En la sentencia constitucional 1234/2013-L se sostuvo: “en el Estado Social de Derecho Plurinacional Comunitario no se admite la defensa propia del derecho o la denominada justicia por mano propia, al contrario advierte que los desobedientes serán pasibles de imponérseles las sanciones que establezca la ley; concediendo, a las víctimas, el derecho a la indemnización, reparación y resarcimiento de daños y perjuicios en forma oportuna”. 31 Bolivia. Constitución Política del Estado, 2009, artículo 190-I. 32 Bolivia. Constitución Política del Estado, 2009, artículo 191-II-3. 30 165 B o r i s W i l s o n Ar i a s L ó p e z comunidades indígenas no se diferencian materias, como las civiles, penales, etcétera.33 166 Hecha dicha precisión se analizó la resolución comunitaria del 31 de marzo de 2013. En ella se estableció que el accionante no sería comunario; con ello incurrió en una incongruencia en la medida en la que si no sería miembro de dicha comunidad entonces ellos no tendrían competencia para determinar su expulsión y que: “para que las determinaciones de la justicia indígena sean respetadas es necesario que muestren, en la resolución de los casos, que concurren los ámbitos personal, material y territorial, explicando que según sus normas y procedimientos propios están juzgando problemas producidos bajo su jurisdicción y competencia”. Por otra parte y ya en el análisis de fondo, se observó que la resolución impugnada, tras referir los antecedentes de hecho, pasó directamente a declarar la expulsión definitiva ignorando el deber de fundamentar. Se entiende que: “las autoridades demandadas omitieron ese deber limitándose a señalar que se cometieron faltas graves, pero sin mostrar que la expulsión está prevista en sus estatutos y normas y cómo las supuestas faltas provocan que deba adoptarse una medida tan drástica como la expulsión”. Dicha omisión argumentativa vulnera el debido proceso. Como se vio, la justicia indígena también debe aplicar e interpretar de manera intercultural la Constitución y los tratados de derechos humanos, evitando una interpretación etnocentrista y monocultural. Un pueblo indígena se desenvuelve en un contexto poblacional mayor con el cual debe coexistir; por tanto, se debe encontrar argumentativamente unos mínimos que temporalmente podemos llamar universales.34 En consecuencia, considero que si una norma indígena estableciera que sus resoluciones no necesitan fundamentación dicha norma sería inconstitucional, pues impediría el diálogo intercultural. Entonces, volviendo al hipotético caso del khari khari o liquichiri, siendo que no se debate sobre su existencia sino sobre si el accionante es o no un brujo, es decir sobre si existe o no suficiente material probatorio, considero que les corresponde a los jueces indígenas explicar en su resolución la importancia del caso para dicha población y las pruebas que en su criterio acreditarían lo denunciado.35 El Tribunal Constitucional debe dejar sin efecto la decisión si Dicha ley No. 073 se promulgó en fecha 29 de diciembre de 2010. Para Guido Céspedes: “los valores universales son contacto entre las diferentes culturas”. Céspedes Argandoña, Guido. “La posnación y el pluralismo analógico”, en Pluralismo jurídico e interculturalidad, idei, Cochabamba, Bolivia, p. 93. 35 Debe recordarse que los métodos de interpretación clásicos no necesariamente pueden aplicarse en la justicia indígena. En este sentido, a veces no puede utilizarse el método gramatical porque no se interpretan solamente 33 34 L a c o n s t r u cc i ó n a r g u m e n t a t i v a d e l a u n i v e r s a l i d a d d e l o s d e r e c h o s h u m a n o s . . . la misma no tiene una mínima fundamentación. Dicho reenvío permitirá que sea el propio pueblo indígena, en ejercicio de su autonomía, quien interprete y aplique su propio derecho, pero al mismo tiempo lo haga de manera racional. Cuando no se fundamenta una resolución, se impide un control adecuado de los mínimos constitucionales resguardados por la Constitución y los tratados internacionales de derechos humanos. Para pedir comprensión los otros, al mismo tiempo se debe explicar por qué se considera que se tiene la razón, lo contrario —no fundamentar— implicaría, por un lado, que no se respeta al procesado, el cual no tendría derecho a conocer el motivo de su castigo, y por otro que no se respeta al resto de jueces que no comparten la misma cultura y por tanto no entenderán la razón de la decisión. La convivencia no es sinónimo de coexistencia, puesto que la convivencia está construida; por ello no puede ser fruto de la imposición, sino de buenas razones.36 5. Lo difícil de ponerse en los zapatos de otros Cuenta Heródoto, citando a Píndaro, que Darío llamó a los griegos y preguntó si se comerían a sus padres muertos. Ellos le respondieron que no harían algo tan grotesco. Luego llamo a los egipcios calatias, que justamente comían a sus padres luego de muertos, a quienes les preguntó si tras la muerte de sus padres quemarían sus cadáveres, ellos respondieron que no harían algo tan desagradable.37 Entender al otro implica ponerse en sus zapatos, pero no es fácil hacerlo. normas escritas, sino costumbres, tradiciones. A veces no puede usarse el método lógico, pues las concepciones del mundo pueden no responder a una racionalidad occidental. Respecto al método histórico, debe recordarse que coexisten diferentes contemporaneidades; respecto al método sistemático, debe recordarse que el sistema jurídico encierra más contradicciones que coincidencias. Por ello, en este tipo de casos puede no resultar admisible el método de la subsunción. 36 No resulta suficiente el reconocimiento y cumplimiento de los derechos humanos, sino que además deben resultar legítimos a las minorías étnicas, porque: “supongamos que un individuo, por temor a las sanciones, se abstiene de llevar adelante una forma de vida tipificada como disvaliosa, pero nunca llega a suscribir las creencias en que se basa tal juicio de valor negativo. En este caso, no podremos concluir que su vida ha mejorado, o que es superior a la que hubiera tenido de no aplicarse la política en cuestión. La conclusión de que ha habido una mejora en el bienestar crítico del agente sólo podría sostenerse en caso de que éste realmente llegara a suscribir las creencias en las que se basa esa acción del Estado”. Garreta Leclercq, Mariano. “Neutralidad estatal, libre adhesión y bienestar crítico”, Análisis filosófico, vol. 25, No. 2, 2005, pp. 165-199. [En línea]. Disponible en: http://www.scielo.org.ar/scielo. php?script=sci_arttext&pid=S1851-96362005000200004&lng=es&nrm=iso 37 Herodoto narró lo siguiente: “Durante el reinado de Darío, este monarca convocó a los griegos que estaban en su corte y les preguntó que por cuánto dinero accederían a comerse los cadáveres de sus padres. Ellos respondieron que no lo harían a ningún precio. Acto seguido Darío convocó a los indios llamados Calatias, que devoraban a sus progenitores, y les preguntó, en presencia de los griegos, que seguían la conversación por medio de un intérprete, que por qué suma consentirían en quemar en una hoguera los restos mortales de sus padres: ellos entonces se pusieron a vociferar, rogándole que no blasfemara”. Heródoto. Historia III (Talía), Gredos, Madrid, 2000, p. 87. 167 B o r i s W i l s o n Ar i a s L ó p e z Nuestra identidad surge cuando uno se compara con los otros y se ve diferente.38 Aquello que en primera instancia nos enriquece puede llevarnos a hacernos una idea cerrada de nosotros mismos, de cómo somos y seremos, provocando que actuemos en consecuencia a dicha idea, ignorando que nuestra identidad, incluida la “cultural”, no está hecha, sino que se va haciendo. Mi “yo” de hoy no es mi “yo” de ayer. De ahí que no deberíamos tener miedo a reconocernos diferentes; pese a ello, lo tenemos. De manera similar, cuando nos pensamos dentro de una nación, como hinchas de un equipo de fútbol, o como miembros de un partido político, o una familia, tendemos a pensar que debemos lealtad incluso cuando sepamos que estamos equivocados. Cuando nos casamos, descubrimos con nuestras parejas diferentes costumbres y nos cuesta convivir; pero con el pasar del tiempo y tras la celebración de enormes tratados de paz, construimos convivencia. En efecto, tenemos tendencia a que la construcción de la alteridad humana se realice desde un concepto unilateral, desde lo occidental o desde lo indígena. Un diálogo para ser respetuoso requiere abrir espacios vivenciales, probar la comida del otro, bailar, vestir, aprender otro idioma. Sólo así podremos entender los chistes39 y las normas de las otras culturas.40 El diálogo intercultural tiene el reto de liberar tanto a la cultura dominante (de su agresividad inconsciente, de su actitud de superioridad que genera prepotencia y paternalismo), como a la cultura dominada (de su inconsciente agresividad defensiva que generó con los años inferioridad, impotencia, sumisión y resentimiento). Para ello, en lo institucional se necesita que los jueces sean imparciales. Esto implica que estén abiertos a las diferentes culturas, de manera que permitan el diálogo intercultural sincero. El cambio comienza en cada uno de los miembros de una cultura, de su deseo de viajar y de conocer al otro. 6. Conclusiones 168 Los derechos responden a una imagen que tenemos sobre lo que es y debe ser el ser humano. Considerando que somos diferentes y tenemos distintas A sostener del trabajo de dos bolivianos: “Mi ‘yo’ ha surgido de los ‘tú’ que me fueron dirigidos: se construye con los lazos que tejo con los demás”. Albó, Xavier y Barrios Suvelza, Franz. Por una Bolivia plurinacional e intercultural con autonomías, Programa de la Naciones Unidas para el Desarrollo, Bolivia, 2006. 39 Por ejemplo cuando vemos el humor japonés en la televisión, si no se comparte la cultura, pueden parecernos agresivos, por tanto, difíciles de entender. 40 En la Ley de Ayllu, Marcelo Fernández Osco cuenta que en una comunidad indígena se mató a unos delincuentes y luego se mordió sus huesos de forma que no sólo se condenara el cuerpo sino también alma del culpable. Fernández Osco, Marcelo. La Ley del Ayllu: práctica de jach’a justicia y jisk’a justicia en comunidades aymaras, Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (pieb), Bolivia, 2009. 38 L a c o n s t r u cc i ó n a r g u m e n t a t i v a d e l a u n i v e r s a l i d a d d e l o s d e r e c h o s h u m a n o s . . . concepciones de nosotros mismos, por una parte los derechos pretenden uniformarnos, pero al mismo tiempo nos distinguen, pues permiten que otros nos acepten diferentes. En efecto, cuando somos mayoría u ocupamos un cargo con poder de decisión, a través de la invocación de lo que entendemos por derechos caemos en la tentación de imponer a los otros lo que consideramos “correcto” o “bueno”. Paradójicamente, cuando somos minoría o estamos sometidos a ese poder de decisión, invocando los mismos derechos, procedemos a rechazar lo que nos imponen. Los derechos se limitan recíprocamente. Así, los derechos colectivos indígenas impiden que un grupo social, étnico, u otro los oprima. Sin embargo, los derechos individuales en un pueblo indígena impiden que un grupo oprima a sus miembros. Por lo tanto, en la relación de lo general y lo particular radica el derecho mínimo que hace a los derechos humanos. El juez tiene una determinada cultura, pero también pertenece a un género mayor: el género humano. Entonces, al interpretar debe proteger simultáneamente los valores de su comunidad —lo particular— y de la raza humana —lo general—. El carácter “unitario” de un Estado no es sinónimo de homogenizar; no se refiere a la falta de contradicciones,41 porque éstas son naturales a la identidad que tenemos cada uno de nosotros, sino que refiere al reto de la complementariedad de lo diverso.42 Si pido ser reconocido por los otros, ello automáticamente genera en mí el deber de reconocer a los otros. La falta de diálogo intercultural sobre el contenido de los derechos humanos provoca que incluso considerando que éstos sean beneficiosos y favorables a sus titulares, no sean aceptados por los mismos si son impuestos y si sus titulares no se convencen sobre su necesidad y justicia. Este aspecto únicamente puede producirse si son resultado de diálogo y no de la fuerza bruta. Cuando engaño a otro —incluso para alcanzar un fin benéfico— provoco desconfianza y resentimiento, que a largo plazo impedirán construir puentes entre las diferentes culturas. El diálogo toma tiempo y recursos económicos, pero sus resultados considerados a largo plazo resultan más sólidos que los resultados emergentes de la imposición. “Lo importante en el constitucionalismo intercultural es que si hay diferencias, el objetivo no es un consenso por la uniformidad sino un consenso por sobre el reconocimiento de las diferencias”. De Sousa Santos, Boaventura. La reinvención del Estado y el Estado plurinacional. [En línea]. Disponible en: biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/osal/ osal22/D22SousaSantos.pdf 42 Como ejemplo de la complementariedad en el mundo indígena aymara, se hace referencia al matrimonio compuesto de un hombre y una mujer. Cada uno de ellos se requiere para formar un matrimonio. Pero ello no implica que en algún momento sus roles de varón y mujer se confundan, pues el hombre seguirá siendo hombre y la mujer cumplirá los roles de mujer (chacha-warmi). 41 169 B o r i s W i l s o n Ar i a s L ó p e z 170 R e v i s ta d e l I n s t i t u t o d e C i e n c i a s J u r í d i c a s d e P u e b l a , M é x i c o . i s s n : 1 8 7 0 - 2 1 4 7. Añ o x , N o . 3 7 e n e r o - j u n i o d e 2 0 16 , pp 171 - 19 2 . Participación ciudadana e interpretación de la constitución. Análisis de la jurisprudencia de la Corte Constitucional colombiana en materia de democracia participativa* Citizen participation and interpretation of the Constitution. Analysis of colombian Constitutional Court’ Jurisprudence in the field of participatory democracy Alfredo Ramírez Nárdiz** resumen abstract La democracia participativa es uno de los pilares del nuevo modelo constitucional que consagra la Constitución Política de Colombia de 1991, texto que, en muchos aspectos, supone el pistoletazo de salida del conocido como nuevo constitucionalismo latinoamericano. Dicha corriente considera como uno de sus elementos nucleares el fomento de la participación directa de los ciudadanos en la vida pública en general y en la toma de decisiones políticas en particular. Desde sus primeros años de existencia, la Corte Constitucional colombiana ha citado y valorado la democracia participativa. Es objeto de este texto analizar esta jurisprudencia y exponer cuáles han sido sus principales líneas doctrinales desde los años noventa hasta el presente. Se concluye que, desde el primer Participatory Democracy is one of the pillars of the new constitutional model that was established as the Political Constitution of Colombia of 1991, a text which, in many respects, represents the starting point of what has come to be known as New Latin American Constitutionalism. This concept considers as one of its nuclear elements the promotion and increase of the direct participation of citizens in the public life in general, and in the political decision making in particular. From its first years of existence the Colombian Constitutional Court has cited and valued participatory democracy. The object of this paper is to analyze this jurisprudence and to expose what have been its main doctrinal lines from 1990s to the present. It is concluded * Recibido: 12 de agosto de 2015. Aceptado: 19 de septiembre de 2015. ** Profesor en la Universidad Libre, Barranquilla, Colombia. ([email protected]) 171 A l fr e d o R a m í r e z Nár d i z momento, la Corte Constitucional apostó por la democracia participativa y consideró su fomento como esencial para el desarrollo y consolidación de la democracia colombiana contemporánea. that, from the first moment, the Constitutional Court supported participatory democracy and considered its promotion as essential for the development and consolidation of modern Colombian democracy. palabras clave: Colombia, Corte Consti- key words: Colombia, Constitutional Court, tucional, democracia participativa, participación ciudadana. participatory democracy, citizenship participation. sumario 1. Introducción 2. Conceptualización de la democracia participativa 3. La participación como elemento nuclear de la Constitución Política de Colombia de 1991 4. Análisis de la jurisprudencia de la Corte Constitucional de Colombia en materia de democracia participativa 5. Conclusiones 1. Introducción1 172 El proceso constituyente colombiano de 1991 surge, en no poca medida, de un movimiento participativo ciudadano popularmente conocido como la “Séptima Papeleta”, el cual promovió que, a principios de los años noventa, no se hiciera una mera reforma a la Constitución de 1886, sino que, como ratificó la Corte Suprema, se hiciera un proceso constituyente que diera lugar a una nueva Constitución: la Constitución Política de 1991.2 Esta nueva Constitución es, para diversos autores,3 el comienzo del movimiento constitucional popularmente conocido como nuevo constitucionalismo latinoamericano. Uno de sus elementos esenciales es el aumento de la participación de los ciudadanos en la vida pública y, especialmente, en la toma de decisiones políticas. El presente artículo es fruto del proyecto de investigación Transformaciones Democráticas y Democracia Participativa del grupo Poder Público y Ciudadanía de la Universidad Libre, Barranquilla, Colombia. Ha sido realizado con la participación del semillero de investigación formado por los alumnos Natali Escorcia Ospino, Sara Cañas González, María Claudia Pacheco Aarón y Lenin Miguel Vizcaíno Rodríguez. 2 Leiva-Ramírez, Eric y Muñoz-González, Ana Lucía. “El poder constituyente y la carta de derechos en la Constitución Política de Colombia de 1991”, en Administración y desarrollo, vol. 39, No. 54, 2011, pp. 119-132. 3 Noguera Fernández, Albert y Criado de Diego, Marcos. “La Constitución colombiana de 1991 como punto de inicio del nuevo constitucionalismo en América Latina”, Revista Estudios Socio-Jurídicos, vol. 13, No. 1, 2011, pp. 15-49. 1 P a r t i c i p a c i ó n c i u d a d a n a e i n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n . . . Efectivamente, la Constitución de 1991 asume ya desde su primer artículo la participación como uno de los elementos que constituyen el núcleo del texto constitucional.4 Este principio se desarrolla no sólo en el propio articulado de la Carta Magna colombiana, sino en diversas leyes que lo desarrollan5 y, desde 1994, en la jurisprudencia de la por entonces muy joven Corte Constitucional de Colombia.6 Partiendo de la asunción general de que la Corte Constitucional toma una evidente aproximación positiva para con la democracia participativa (pues la propia Constitución así lo determina),7 y con la finalidad última de prever cuáles podrán ser los futuros desarrollos de la jurisprudencia constitucional colombiana, resulta de interés analizar su desarrollo de las tres últimas décadas en esta materia, para extraer las líneas doctrinales maestras que han determinado el devenir de la democracia participativa colombiana desde la aprobación de la Constitución. Para ello, resulta necesario, en primer lugar, plantear qué se entiende por democracia participativa. Trataremos de resolver cualquier confusión tanto conceptual, como terminológica, muy habituales en este ámbito jurídico. A continuación, expondremos con cierto detalle la regulación constitucional y legal de la democracia participativa en Colombia. Haremos referencia, aunque sea brevemente, a su práctica y experiencia más destacada. Finalmente, analizaremos la jurisprudencia constitucional que desde 1994 ha producido la Corte Constitucional. Resulta especialmente interesante plantear hasta qué punto la jurisprudencia constitucional ha tenido efectos reales en el desarrollo de la democracia participativa colombiana, si la práctica de la misma ha seguido las líneas determinadas por la alta corte y si el futuro inmediato se presenta favorable o no a que estas guías de la Corte se materialicen.8 Indica el artículo 1 que “Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista”. 5 Particularmente las leyes 131 y 134 de 1994. 6 Tomando en cuenta que los fallos de la Corte Constitucional “sobre revisión de constitucionalidad [sic] son obligatorios y vinculantes para todos los operadores judiciales; no así los fallos expedidos en procesos de revisión de tutelas, que, por carecer de una disposición constitucional expresa, no son obligatorios, pero sí vinculantes”. Molinares Hassan, Viridiana. “Justicia constitucional casos de protección a la libertad y seguridad personal en Colombia”, Revista Estudios Socio-Jurídicos, vol. 16, No. 2, 2014, p. 92. 7 Bien indican Patarroyo Rengifo y Forero Castillo que “la Corte Constitucional Colombiana durante toda su historia ha realizado un activismo judicial progresista, cuya finalidad ha sido la realización de los principios establecidos en la Carta Política de 1991; para que no se queden en letra muerta”. Patarroyo Rengifo, Santiago y Forero Castillo, Nancy Andrea. “La Corte Constitucional frente al derecho a la educación para la población lgbti”, Revista Via Iuris, No. 12, 2012, p. 69. 8 Sin olvidar que la labor interpretativa de la Corte Constitucional es “expresión de la razón pública frente a los debates jurídicos, políticos y sociales que se llevan a cabo en este país”. Aguirre Román, Javier, Silva Rojas, Alonso y Pabón 4 173 A l fr e d o R a m í r e z Nár d i z Desde las presentes líneas se pretende, por tanto, responder a estas cuestiones; trataremos de elaborar una sistematización mínima de la jurisprudencia constitucional colombiana sobre democracia participativa, su pasado, su presente y, aunque sea a modo de hipótesis, su futuro próximo. 2. Conceptualización de la democracia participativa A modo de propuesta, es posible plantear que la democracia participativa es el conjunto de instrumentos participativos (desde referendos, hasta presupuestos participativos) que busca complementar la democracia representativa mediante una mayor participación política directa y un mayor control de los ciudadanos sobre sus gobernantes, con el objetivo último de profundizar y mejorar la democracia.9 El término democracia participativa es reciente. Se puede fijar su aparición entre los sesenta y setenta del siglo xx, como parte del movimiento participacionista que surgió en aquellos años y que tiene por fin acercar la democracia a los ciudadanos; considera que se había entrado en una dinámica elitista que la alejaba de ellos.10 Usualmente, dicho término se presta a la confusión por ser habitual, tanto en textos normativos como en los autores, o en la propia jurisprudencia, por referirse al concepto al que hace referencia con otros términos alternativos que suelen solaparse con él.11 El propio concepto no es de aceptación unánime, y lo que se considere propio de él dependerá igualmente de la fuente legal, doctrinal o jurisprudencial a la que se acuda.12 Desde estas líneas, sabiendo que es una propuesta entre otras posibles, se propone una diferenciación conceptual entre democracia participativa y participación ciudadana que haga girar la diferencia entre una y otra. En la primera, la participación de los ciudadanos implica la toma de decisiones (vinculantes o no; inicien el proceso legislativo o lo terminen); en la segunda, la participación de los ciudadanos no supone necesariamente la toma de decisiones (puede 174 Mantilla, Ana Patricia. “Eutanasia, estado constitucional y democracia: la validez de los argumentos religiosos en las decisiones de la Corte Constitucional Colombiana a la luz de la propuesta de Habermas sobre el rol de la religión en la esfera pública”, Opinión Jurídica, Universidad de Medellín, vol. 14, No. 27, 2015, p. 55. 9 Ramírez Nárdiz, Alfredo. Guía práctica de la democracia participativa. Conocer la democracia participativa y aprender a usarla, Dykinson, Madrid, 2012, p. 109. 10 Destacados en este punto son los argumentos de Habermas, quien cuestiona la capacidad que una democracia de élites tiene para servir los intereses de la mayoría de los ciudadanos. Habermas, Jurgen. Facticidad y validez. Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso, Trotta, Madrid, 1998, pp. 410-411. 11 Véase el glosario en Ramírez Nárdiz, Alfredo. Op. cit., 2012. 12 Así, por ejemplo, en España, la stc 103/2008 de 11 de septiembre distingue entre democracia directa (los instrumentos participativos que regula la Constitución) y fenómeno participativo (todas las formas de participación del ciudadano en la vida pública, incluidas aquellas derivadas de derechos distintos al de participación política recogido en el artículo 23 ce), sin hacer referencia alguna a la expresión democracia participativa. P a r t i c i p a c i ó n c i u d a d a n a e i n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n . . . limitarse su ejecución al intercambio de información con el poder político, por ejemplo).13 Se opta por esta diferenciación conceptual frente a posibles utilizaciones políticas de los términos que tratarán de obtener rédito del valor positivo de todo lo relacionado con la participación, pero hurtando en la práctica a los ciudadanos la misma limitándose a ofrecerles un sucedáneo que no les permitiera decidir. Igualmente, se opta por desechar expresiones como democracia directa (o semidirecta) o fenómeno participativo. La primera se considera más propia de pasados remotos o de realidades utópicas; la segunda, demasiado amplia pues incluye en su seno formas de participación ajenas a la participación política. La democracia participativa, además, implica en el presente factores (la importancia del ámbito local, la horizontalidad en la elaboración de las decisiones políticas, la interactuación entre el poder político y la sociedad, especialmente el valor complementario de los instrumentos participativos) que difícilmente podrían encuadrarse en términos como democracia directa (ya se piense en la ateniense —la libertad de los antiguos, que dijera Constant—,14 ya en una futura merced a la utilización de herramientas informáticas), o como democracia deliberativa, la cual se asocia más a los acuerdos socialmente transversales y mayoritarios antes que a la toma de decisiones de los ciudadanos.15 De la democracia participativa se pueden predicar tanto ventajas como desventajas.16 Entre las primeras cabe destacar la mejora del intercambio de información entre las administraciones públicas y los ciudadanos; aumento de la participación de los ciudadanos; aumento de la formación cívica de los ciudadanos; identificación más intensa del ciudadano con la comunidad de la que forma parte; revalorización de la democracia como modelo político; mayor respaldo popular de las decisiones tomadas por los poderes públicos; mejora de la imagen de los políticos, de los partidos y de la política en general. Entre los segundos, el fomento del populismo; simplificación de la política; imposibilidad material de practicarla; falta de control sobre las decisiones tomadas por la ciudadanía; dinámica representativa que lleva a desnaturalizar la democracia participativa. La conocida crítica de Sartori se refiere especialmente a lo que él Esta opción conceptual se desarrolla en Ramírez Nárdiz, Alfredo. “¿Más participación igual a mejor democracia? Acerca de la crítica a la democracia participativa”, Revista de Derecho Político, uned, No. 94, 2015, pp. 189-190. 14 Vide Constant, Benjamin. “De la libertad de los Antiguos comparada con la de los Modernos”, Escritos políticos, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1989. 15 Vide Floridia, Antonio. “La democrazia deliberativa, dalla teoria alle procedure. Il caso della legge regionale toscana sulla partecipazione”, Istituzioni del federalismo: rivista di studi giuridici e politici, No. 5, 2007, pp. 603-681. 16 Sobre los pros vide Ramírez Nárdiz, Alfredo. “La participación como respuesta a la crisis de la representación: El rol de la democracia participativa”, Revista de Derecho Político, uned, No. 90, 2014, pp. 177-210; sobre los contras véase Ramírez Nárdiz, Alfredo. “¿Más participación igual a mejor democracia? Acerca de la crítica a la democracia participativa”, Revista de Derecho Político, uned, No. 94, 2015, pp. 183-218. 13 175 A l fr e d o R a m í r e z Nár d i z define como democracia refrendaria (esto es, las preguntas a la ciudadanía que sólo admiten elegir entre dos respuestas opuestas), a la cual califica de peligrosa y potencial amenaza a la democracia.17 En las dos últimas décadas, primero en Latinoamérica dentro del marco del nuevo constitucionalismo latinoamericano y más recientemente en Europa a raíz de la crisis económica y política, la petición de más participación directa de los ciudadanos en la toma de las decisiones políticas se ha vuelto constante.18 Las Constituciones del nuevo constitucionalismo latinoamericano (desde la colombiana de 1991 hasta la boliviana de 2009) regulan profusamente los instrumentos participativos. Los partidos políticos emergentes europeos conciben la participación como elemento esencial del nuevo discurso político, que apela a la regeneración democrática y que se extiende incluso a las formaciones políticas tradicionales.19 Parece evidente, por tanto, que la democracia participativa es una de las cuestiones constitucionales cruciales del presente, y posiblemente seguirá siéndolo en el futuro inmediato. 3. La participación como elemento nuclear de la Constitución Política de Colombia de 1991 Frente a la regulación de la anterior Constitución de 1886, la Constitución Política de 1991 otorga una especial importancia a la democracia participativa.20 Esta opción constitucional, que demuestra el interés del constituyente en apostar por un nuevo contrato social basado, entre otros elementos, en la implicación de los ciudadanos en su gobierno, es digna de ser especialmente destacada, más si se valora la coyuntura general en la que se encontraba Colombia en aquellos años. Era una situación de gran complejidad, tanto política, como social, 176 17 “la democracia refrendaria instaura, de hecho, un principio mayoritario absoluto que viola el principio (fundamentalísimo) del respeto a la minoría [...] la tan temida ‘tiranía de la mayoría’ —en la acepción fuerte del término— es una eventualidad poco verosímil en las democracias representativas, pero encontraría una aplicación segura en la democracia refrendaria”. Sartori, Giovanni. ¿Qué es la democracia?, Taurus, México, 2007, p. 125. 18 “Muchos críticos de las prácticas de la democracia liberal, particularmente desde la izquierda política, han tendido a creer que la obvia cura a los resultados injustos e irrazonables de las acciones de gobierno, es la de ampliar los márgenes de la participación democrática y la codeterminación”. Lissidini, Alicia. “Una mirada crítica a la democracia directa: El origen y las prácticas de los plebiscitos en Uruguay”, Perfiles latinoamericanos: Revista de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede México, No. 12, 1998, p. 170. 19 Indicaba, por ejemplo, la web del partido político español Podemos: “Uno de los elementos diferenciales de la nueva política es el protagonismo ciudadano, ampliando su inclusión en la construcción de iniciativas y proyectos que entre todos y todas queremos sacar adelante. Estamos demostrando que la democracia no es votar una vez cada 4 años, sino que el ejercicio de la ciudadanía se practica día a día”. Podemos. [En línea]. [Consulta: 22. Enero. 2015]. Disponible en: podemos.info 20 Véase Thomas Acuña, Evaristo. Colombia: entre la crisis de la representatividad y la democracia directa, C2D, Zurich, 2008. P a r t i c i p a c i ó n c i u d a d a n a e i n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n . . . con multitud de amenazas para el buen funcionamiento del Estado (o incluso para su propia supervivencia). Se llegaba al extremo de que grandes partes de la superficie nacional no se encontraban bajo el control de las autoridades.21 Ya en su artículo 1, la Constitución de 1991 indica que Colombia es, entre otros elementos, una república participativa. En el artículo 2 incluye entre los fines esenciales del Estado facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan. En el artículo 40 se apunta que “todo ciudadano tiene derecho a participar en la conformación, ejercicio y control del poder político”. Para ello, además de participar en los mecanismos propios de la democracia representativa, puede ejercer instrumentos de la democracia participativa: tomar parte en plebiscitos, referendos, consultas populares, ejercer la revocatoria de mandato, o tener iniciativa en las corporaciones públicas. Se incluye también la posibilidad de los ciudadanos de interponer acciones públicas en defensa de la Constitución y la ley. El artículo 103 concreta y enumera los instrumentos participativos: el plebiscito, el referendo, la consulta popular, el cabildo abierto, la iniciativa legislativa y la revocatoria de mandato (además del voto). Este artículo remite a una ley para su desarrollo. Esta es la Ley 134 de 1994, que regula los distintos instrumentos participativos.22 a) El plebiscito. Se encuentra regulado en los artículos 77-80 y definido en el 7, cuando se indica que es el pronunciamiento del pueblo convocado por el presidente de la república mediante el cual apoya o rechaza una determinada decisión del Ejecutivo. Esta convocatoria deberá contar con la firma de los ministros y debe tratar sobre las políticas del Ejecutivo que no requieran aprobación del Congreso, excepto las relacionadas con los estados de excepción y el ejercicio de los poderes correspondientes. El presidente deberá informar inmediatamente al Congreso su intención de convocar un plebiscito, las razones para hacerlo y la fecha en que se llevará a cabo, la cual no podrá ser anterior a un mes ni posterior a cuatro, contados a partir de la fecha en que el Congreso reciba el informe del presidente. Como indican Alemán y Amorocho, la Constitución de 1991 “estableció instituciones y mecanismos para ampliar la representación política de las minorías y de las fuerzas distintas del bipartidismo tradicional, para tratar de reducir el clientelismo y la corrupción y para aumentar el control ciudadano sobre la actividad del Estado”. AlemánPeñaranda, Ivan y Amorocho-Martínez, Fabio César. “Elementos de un nuevo paradigma constitucional para la sociedad colombiana”, Justicia Juris, No. 2, Universidad Autónoma del Caribe, 2001, p.73. 22 Junto con esta ley, también es especialmente relevante la Ley 131 de 1994 sobre el voto programático, el incumplimiento del cual (la promesa electoral del candidato a alcalde o gobernador a sus electores) permite que se active la revocatoria de mandato. Ambas leyes fueron reformadas por la Ley 741 de 2002. En 2015 se aprobó la Ley 1757 de 2015 (julio 6), por la cual se dictan disposiciones en materia de promoción y protección del derecho a la participación democrática, que reformó la legislación. En términos generales, esto hizo más sencillos y accesibles los distintos instrumentos participativos: simplificó su organización, facilitó su promoción por el ciudadano, bajó algunos porcentajes de participación requeridos. 21 177 A l fr e d o R a m í r e z Nár d i z 178 El plebiscito no podrá coincidir con otra elección. Cuando dentro del mes siguiente a la fecha en que el presidente haya informado sobre su intención de realizar un plebiscito, ninguna de las dos Cámaras, por la mayoría de asistentes, haya manifestado su rechazo, el presidente podrá convocarlo. En ningún caso el plebiscito podrá versar sobre la duración del periodo constitucional del mandato presidencial, ni podrá modificar la Constitución. El acceso de los partidos y movimientos políticos a los espacios de televisión financiados por el Estado se hará de conformidad con lo establecido para el referendo constitucional. El Gobierno dispondrá del mismo tiempo en televisión para expresar su opinión sobre el plebiscito. Se usarán estos espacios dentro de los veinte días anteriores a la fecha señalada para la votación. El pueblo decidirá por la mayoría del censo electoral. b) La consulta popular. Está regulada en los artículos 50-57 y definida en el 8. Es la institución mediante la cual una pregunta general sobre un asunto de trascendencia nacional, departamental, municipal, de distrito o local, es sometida por el presidente —con firma de los ministros y con aceptación del Senado—, el gobernador o el alcalde —con aceptación del consejo o la junta administrativa local—, según el caso, a la decisión de la ciudadanía. En la consulta popular de carácter nacional, el presidente enviará el texto de la consulta al Senado para que en veinte días se pronuncie. Del mismo modo, el gobernador o el alcalde solicitarán a la asamblea, al concejo o a la junta administradora local, un pronunciamiento sobre la conveniencia de la consulta de carácter departamental, municipal o local en los mismos términos que la consulta nacional. Si este fuere desfavorable, el gobernador o el alcalde no podrán convocar la consulta. La votación de la consulta popular nacional se realizará dentro de los cuatro meses siguientes a la fecha del pronunciamiento del Senado, o del vencimiento del plazo indicado para ello. En los demás casos, el término será de dos meses. No se pueden hacer consultas populares sobre una modificación de la Constitución. Cuando la consulta se refiere a convocar una asamblea constituyente, las preguntas serán sometidas a consideración popular mediante ley aprobada por el Congreso de la República. La decisión de la ciudadanía en la consulta popular será obligatoria. Para que esto pueda producirse, deberán ser favorables al menos la mitad más uno de los sufragios válidos emitidos; además, la participación no debe ser menor a la tercera parte de los electores que compongan el respectivo censo electoral. c) El referendo. Regulado en los artículos 32-49 y definido en el 3. Es la convocatoria que se hace al pueblo para que apruebe o rechace un proyecto de norma jurídica o derogue o no una norma ya vigente. El primero es el referendo aprobatorio; el segundo, derogatorio. El referendo aprobatorio se da cuando se somete un proyecto de ley, de una ordenanza, de un acuerdo o de P a r t i c i p a c i ó n c i u d a d a n a e i n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n . . . una resolución local de iniciativa popular, que no haya sido adoptada por la corporación pública correspondiente, a consideración del pueblo para que éste decida si lo aprueba o lo rechaza. El referendo derogatorio se da cuando se somete una ley, una ordenanza, un acuerdo o una resolución local, en alguna de sus partes o en su integridad, a consideración del pueblo para que éste decida si la deroga o no. La derogación puede ser total o parcial. Los referendos nacionales pueden ser legales y constitucionales. El referendo constitucional requiere la iniciativa del Gobierno o el respaldo de un mínimo de 5% del censo electoral y que el Congreso apruebe por ley su convocatoria por mayoría de ambas cámaras. Una reforma de la Constitución por referendo requiere el sufragio afirmativo de la mayoría de los votantes, y que éstos supongan más de 25% del electorado. El único23 referendo de nivel nacional celebrado en Colombia desde la aprobación de la actual Constitución se realizó el 25 de octubre de 2003 para reformar la Constitución en materia fiscal, económica, entes de control y corrupción. Los resultados de este referendo de 2003 fueron negativos para el gobierno del presidente Uribe. De las quince reformas constitucionales planteadas sólo fue aprobada una: la relativa a la “muerte política”, es decir, aquella que prohibía a personas condenadas por delitos de corrupción ser candidatos para cargos públicos o ser adjudicatarios de contratos públicos. Las otras catorce propuestas de reformas versaban sobre materias tales como los límites de las pensiones estatales o el congelamiento de los salarios de los funcionarios públicos, y ninguna fue aprobada. Se podría considerar que, en gran medida, se rechazaron debido a la propuesta de reforma del sistema de pensiones, la cual ejerció como motor para votar en contra no sólo de ella sino de las otras propuestas de reforma que formaban el referendo.24 d) La iniciativa popular. Regulada en los artículos 2 y 28 a 31. El artículo 2 define la iniciativa popular legislativa y normativa ante las corporaciones públicas como el derecho político de un grupo de ciudadanos de presentar proyectos de acto legislativo y de ley ante el Congreso, de ordenanzas ante las asambleas departamentales, de acuerdos ante los consejos municipales o distritales y de resoluciones ante las juntas administradoras locales y demás resoluciones de las corporaciones de las entidades territoriales. Sólo pueden ser materia de iniciativa aquellas que sean de la competencia de la respectiva corporación. Se exceptúan las preguntas realizadas a la ciudadanía en el siglo xix, o la realizada por la Junta Militar en 1957. Se exceptúan también aquellos de ámbito municipal para la creación o segregación de municipios que se han realizado después de 1991. 24 bbc. Colombia: Confirmada derrota en referendo. [En línea]. [Citado: 20. Enero. 2016]. Disponible en: news.bbc. co.uk/hi/spanish/specials/2003/balance_2003/newsid_3364000/3364751.stm 23 179 A l fr e d o R a m í r e z Nár d i z 180 No se podrán presentar iniciativas populares ante el Congreso, las asambleas, los concejos o las juntas administradoras locales en las materias de iniciativa exclusiva del Gobierno, de los gobernadores o de los alcaldes, según lo establecido en los artículos 154, 300, 313, 315, 322 y 336 de la Constitución Política; presupuestales, fiscales o tributarias; relaciones internacionales; concesión de amnistía o indultos; preservación y restablecimiento del orden público. Para promover una iniciativa popular, ésta debe estar suscrita por 5% de los ciudadanos inscritos en el censo electoral, si la iniciativa es de ámbito nacional, y de 10% si es de ámbito territorial inferior al nacional. Cuando las iniciativas populares promovidas por concejales o diputados sean de ley, requerirán de un respaldo de 30% de los concejales o diputados del país. Si la corporación correspondiente no aprueba la iniciativa, los ciudadanos pueden pedir la convocatoria de un referendo con el apoyo de no menos de 10% de los ciudadanos del censo, tal y como señala el artículo 32 de la Ley 134. Una vez certificado el cumplimiento de los requisitos de una iniciativa por la Registraduría del Estado Civil correspondiente, su vocero presentará dicho certificado con el proyecto de articulado y la exposición de motivos, así como la dirección de su domicilio y la de los promotores, ante la Secretaría de una de las cámaras del Congreso o de la corporación pública respectiva, según el caso. El nombre de la iniciativa, el de sus promotores y vocero, así como el texto del proyecto de articulado y su exposición de motivos deberán ser divulgados en la publicación oficial de la correspondiente corporación. El vocero deberá ser convocado a todas las sesiones en que se tramite el proyecto y ser oído en todas las etapas del trámite. Además, podrá apelar ante la plenaria cuando la comisión respectiva se haya pronunciado en contra de la iniciativa popular. Cuando la respectiva corporación no dé primer debate a una iniciativa popular durante una legislatura y ésta deba ser retirada, se podrá volver a presentar en la siguiente legislatura. En este caso, seguirán siendo válidas las firmas que apoyan la iniciativa popular y no será necesario volver a recolectarlas. e) La revocatoria de mandato: regulada en los artículos 6 y 64 a 76 de la Ley 134, así como en la Ley 131. Es un derecho político por medio del cual los ciudadanos dan por terminado el mandato que han conferido al gobernador o al alcalde; debe ser solicitada ante la Registraduría Nacional mediante un memorial que suscriban los ciudadanos en número no inferior a 30% de los votos que obtuvo el elegido (hasta 2015, era 40%). La revocatoria sólo puede iniciarse cuando haya transcurrido un año como mínimo desde la toma de posesión del gobernador o el alcalde. Siempre se deberá hacer la solicitud de votación para la revocación, exponiendo los argumentos por los cuales se pide (insatisfacción general de los P a r t i c i p a c i ó n c i u d a d a n a e i n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n . . . votantes o incumplimiento del programa de gobierno del mandatario). Una vez expedida la certificación que apruebe la solicitud de realizar la revocatoria, la votación se realizará en un plazo de dos meses. El mandato del gobernador o del alcalde será revocado si la votación es aprobada en el pronunciamiento popular por la mitad más uno de los votos ciudadanos que participen en la respectiva convocatoria, siempre que el número de sufragios no sea inferior a 40% (hasta 2015 era 55%) de la votación válida registrada el día en que se eligió al respectivo mandatario.25 Si la revocatoria no fuera exitosa, no podrá volver a convocarse otra en el mismo mandato del gobernador o alcalde. De lo contrario, previo informe del resultado positivo al presidente de la república o el gobernador respectivo, la remoción del mandatario será inmediata y en los treinta días siguientes se celebrarán elecciones para sustituto. Durante estos treinta días, se nombrará un encargado del mismo partido del mandatario depuesto para ejercer sus funciones. Puede inscribirse como candidato a sustituto cualquier ciudadano que cumpla los requisitos constitucionales y legales para ello, de conformidad con lo establecido en las normas electorales generales, a excepción del mandatario que ha renunciado o al que le ha sido revocado el mandato. La inscripción del candidato deberá hacerse ante el correspondiente registrador del Estado Civil, por lo menos veinte días antes de la fecha de la votación.26 f) El cabildo abierto. Regulado en los artículos 9 y 81-90 de la Ley 134. El cabildo abierto es la reunión pública de los concejos distritales, municipales o las juntas administrativas locales, en la cual los habitantes pueden participar directamente a fin de discutir asuntos de interés para la comunidad. En cada periodo de sesiones deben celebrarse al menos dos sesiones para estudiar asuntos propuestos por los residentes. Estos asuntos deberán ser competencia de la corporación ante la cual se presenten (municipio, distrito, localidad, comuna o corregimiento). Para que un asunto sea discutido en cabildo abierto, la propuesta debe estar apoyada con las firmas de cinco por mil del censo electoral. Hasta la reforma introducida por el artículo 2 de la Ley 741 de 2002, los artículos 11 de la Ley 131 y 69 de la Ley 134 indicaban que la revocatoria se aprobaba por no menos de 60% de los votantes y siempre que el número de votos emitido no fuera inferior a 60% de aquellos que se emitieron el día en que se eligió al mandatario revocado. Sólo podrían votar aquellos que en su día votaron para elegir al mandatario que será revocado. 26 Quepa destacar, por la relevancia de la ciudad, la revocatoria presentada contra el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, que fue cancelada al destituirse al gobernante. Fueron presentadas 641 707 firmas pidiendo la revocatoria, de las cuales se validaron 357 250, lo cual superó el umbral mínimo necesario de 289 263. Para que la revocatoria fuera aprobada se habrían necesitado 1 234 214 firmas favorables. La fecha de la votación era el 6 de abril de 2014 (casi un año después de entregadas las firmas el 18 de abril de 2013), pero el procedimiento comenzado en diciembre de 2013, cuando la Procuraduría General de la Nación destituyó a Petro, supuso que la revocatoria fuera cancelada. Posteriormente Petro sería restituido en su puesto. Colombia. “Registraduría Nacional del Estado Civil”. [En línea]. [Citado: 22. Enero. 2016]. Disponible en: www.registraduria.gov.co/-Oficios-revocatoria-de-mandato-del-.html 25 181 A l fr e d o R a m í r e z Nár d i z Las organizaciones civiles pueden participar en el proceso de convocatoria y celebración de los cabildos abiertos. Al cabildo abierto puede asistir todo aquel que tenga interés en las materias que se traten en el mismo. Tienen derecho a ser oídos el vocero de quienes solicitaron el cabildo y todos los que se inscriban con un mínimo de tres días de anticipación y presenten un resumen escrito de su intervención. Puede ser materia de cabildo abierto cualquier asunto de interés para la comunidad. No pueden serlo los proyectos de ordenanza, acuerdo o cualquier otro acto administrativo. Los temas se tratan en el mismo orden en que se presentaron a la respectiva secretaría. Si la materia del cabildo afecta específicamente a una localidad, corregimiento o comuna, el cabildo puede sesionar en cualquier sitio de ésta, con la presencia del respectivo concejo municipal o distrital, o la junta administradora local, según el caso. Los concejos municipales o distritales, o las juntas administradoras locales, deben dar amplia difusión de la fecha, el lugar y los temas del cabildo abierto. Se debe ordenar la publicación de dos convocatorias en un medio de comunicación idóneo. Terminado el cabildo, a la semana siguiente, en audiencia pública, el presidente de la corporación respectiva debe dar respuesta escrita y razonada a los planteamientos y solicitudes de la población. Si se trata de un asunto relacionado con inversiones públicas municipales, distritales o locales, la respuesta debe dar el orden de prioridad de las mismas dentro del presupuesto y los planes correspondientes. El cabildo abierto también puede ser visto como un sistema de control de los funcionarios locales, pues por solicitud de los promotores del cabildo o por iniciativa de los voceros, previa proposición aprobada por la corporación, puede citarse a funcionarios municipales o distritales, con cinco días de anticipación, para que concurran al cabildo y para que respondan, oralmente o por escrito, sobre hechos relacionados con el tema del cabildo. La desatención inmotivada es causa de mala conducta. 4. Análisis de la jurisprudencia de la Corte Constitucional de Colombia en materia de democracia participativa 182 La Corte Constitucional colombiana fue creada por la Constitución Política de 1991.27 Entró en funcionamiento en 1992.28 Se puede considerar que la jurispruComo indica Cortés Zambrano, la Constitución Política de Colombia de 1991 es expresión del Estado Constitucional, una de cuyas características más destacadas consiste en que tanto la interpretación constitucional como la teoría de la argumentación adquieren especial relevancia. Cortés Zambrano, Sonia Patricia. “La Constitucionalización del Derecho y La Interpretación Jurídico Constitucional”, Via Inveniendi et Iudicandi, Universidad Santo Tomás, No. 12, 2011, pp. 10-11. 28 Como señala Vargas Hernández, con la puesta en marcha de la Corte Constitucional se supera en Colombia la función de mero legislador negativo que ejercía la Corte Suprema de Justicia para llegar a una verdadera función tanto de legislador negativo, como de legislador positivo. La Corte Constitucional comenzó a ejercer un “avanzado 27 P a r t i c i p a c i ó n c i u d a d a n a e i n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n . . . dencia constitucional colombiana sobre democracia participativa da comienzo con las sentencias C-180/1994, de 4 de abril de 1994, que se centra en la Ley 134 de 1994, y C-011/1994, de 21 de enero de 1994, que se centra en la Ley 131 de 1994. La sentencia C-180/1994, cuyo magistrado ponente fue Hernando Herrera Vergara, aportó una definición propia de la democracia participativa y mostraba la línea jurisprudencial que seguiría la Corte Constitucional de ese momento en adelante: En la democracia participativa el pueblo no sólo elige sus representantes por medio del voto, sino que tiene la posibilidad de intervenir directamente en la toma de ciertas decisiones, así como la de dejar sin efecto o modificar lo que sus representantes en las corporaciones públicas hayan adoptado, ya sea por convocatoria o por su propia iniciativa, y la de revocarle el mandato a quienes han elegido [...] En síntesis: la participación ciudadana dentro del sistema democrático a que se ha hecho referencia, inspira el nuevo marco sobre el cual se estructura el sistema constitucional del Estado colombiano. Ésta implica la ampliación cuantitativa de oportunidades reales de participación ciudadana, así como su recomposición cualitativa en forma que, además del aspecto político electoral, su espectro se proyecte a los planos de lo individual, familiar, económico y social. Desde el mismo comienzo de la jurisprudencia constitucional colombiana se expone, por tanto, un concepto amplio de la democracia participativa. Amplio en el sentido de incluir en su seno multitud de instrumentos participativos (algunos de ellos, como la revocatoria de mandato, ausentes del derecho comparado en regiones como Europa), y en el de entender como participación no sólo la política, sino también aquella que se ejerce y proyecta en cualquier otro plano de la vida tanto individual como colectiva del ciudadano. En este sentido, para la sentencia C-180/1994, “el principio de democracia participativa no sólo permea el ejercicio del poder público y social, sino que además penetra ámbitos de la vida privada anteriormente excluidos de la regulación estatal. En efecto, la participación en la vida política, cívica y comunitaria del país es elevada al estatus de deber constitucional de la persona y del ciudadano”. control de constitucionalidad utilizando técnicas jurídicas de control según la experiencia tanto de tribunales constitucionales europeos como de la Suprema Corte de los Estados Unidos de América”. Consideró así la Corte Constitucional que sus funciones habían de ser también las de colaborar con el legislador incluso orientando la producción de leyes. Vargas Hernández, Clara Inés. “La función creadora del Tribunal Constitucional”, Derecho Penal y Criminología: Revista del Instituto de Ciencias Penales y Criminológicas, vol. 32, No. 92, 2011, p. 19. 183 A l fr e d o R a m í r e z Nár d i z 184 Como continúa indicando esta sentencia inauguradora de la jurisprudencia constitucional colombiana en esta materia, el objetivo último de la democracia participativa es una revalorización y fortalecimiento del concepto de ciudadano que lleve a replantear su papel en la vida nacional. La democracia participativa no supone sólo el otorgamiento constitucional de instrumentos con los cuales el ciudadano puede tomar partido en la vida política de país; implica que el ciudadano pueda participar en todos los procesos decisorios no electorales que afecten su vida. Así, la sentencia T-814/99 destacó que la participación no se veía sólo como un sistema de toma de decisiones, sino como un modelo de comportamiento social y político en el cual la participación, el pluralismo, la tolerancia y la protección de los derechos y libertades formaban un todo cuyo último objeto era la definición ciudadana del destino colectivo. En esta dirección, la sentencia C-021/1996 incidió en la perspectiva amplia que de la democracia participativa tiene la Corte Constitucional colombiana. Recalca que “la democracia participativa procura otorgar al ciudadano la certidumbre de que no será excluido del debate, del análisis ni de la resolución de los factores que inciden en su vida diaria, ni tampoco de los procesos políticos que comprometen el futuro colectivo”. Pues, como continúa indicando la sentencia, la participación es un principio constitucional que no se agota en el ámbito político, sino que se extiende a cualquier otro. La Corte Constitucional ve la participación como un verdadero derecho que pueden exigir los ciudadanos y que las administraciones públicas deben suministrar en múltiples áreas. Así, por ejemplo, la sentencia C-891/2002, respecto al acceso a la información que resida en poder de las entidades estatales, indica que éstas deben suministrarla como manifestación del derecho del ciudadano a participar en la discusión constructiva con la administración. Respecto a las comunidades indígenas, señala que el Gobierno debe favorecer mecanismos que les permitan participar en los asuntos que las afecten.29 Si se analizan las distintas sentencias de la corte constitucional en conjunto, es posible observar rasgos comunes, un enfoque caracterizado por buscar objetivos concretos por lograr mediante una mayor participación: 29 Como indica Cruz Martínez en relación con la línea asumida por la jurisprudencia de la Corte Constitucional, siguiendo los postulados de Rawls o de Gargarella: “la validez de una decisión mayoritaria no reside exclusivamente en que ésta haya sido adoptada mayoritariamente sino además en que esta haya sido públicamente deliberada y discutida […] ello genera decisiones más racionales, más justas, mejor sustentadas en la justicia, mayor control ciudadano y mayores posibilidades de ser acatadas voluntariamente por sus destinatarios”. Cruz Martínez, Alexander. “Influencia del pensamiento de Rawls en la jurisprudencia de la corte constitucional colombiana”, Saber, ciencia y libertad, vol. 8, No. 2, 2013, p. 23. P a r t i c i p a c i ó n c i u d a d a n a e i n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n . . . • La consagración de una auténtica soberanía popular. La sentencia de unificación SU-1122/2001 destaca que el constituyente optó por la democracia participativa para lograr una “real eficacia de la consagración de la soberanía popular”. • La consecución del interés general. La sentencia T-1182/2001, en el marco de una consulta popular sobre la circulación de vehículos a motor en la capital del país, manifiesta que los instrumentos participativos tienen una especial relevancia para que se dé a conocer el interés general mediante una votación popular. • La lucha contra la corrupción. La sentencia C-643/2000 manifiesta que los instrumentos participativos tienen por una de sus utilidades “permitir el ejercicio de un control político, moral y jurídico de los electores por parte de los elegidos, sin intermediarios, con lo que se sanciona eficazmente la corrupción administrativa y el uso del poder en interés particular”. • Una mayor eficiencia política. La sentencia T-637/2001 apunta que “en la democracia participativa no sólo se valora más al ciudadano sino que, en razón a ello, el sistema político puede alcanzar mayores niveles de eficiencia. Un Estado en el que los ciudadanos cuentan con el derecho de tomar parte de forma directa en las decisiones a adoptar, de controlar los poderes públicos, de calificar los resultados obtenidos para exigir responsabilidad política, es un Estado en el que probablemente se logrará satisfacer en más alto grado las necesidades de sus asociados”. Esos objetivos se han de lograr evadiendo un uso interesado de los instrumentos participativos. Así, en la sentencia C-379/10, en el marco de un posible referendo de reforma constitucional, se manifiesta la voluntad de la Corte de garantizar que la participación no sea viciada por intereses económicos que traten de servirse de ella para sus fines privados. Resulta especialmente importante destacar que, aun con la gran apuesta por ella, la jurisprudencia constitucional colombiana no concibe la democracia participativa como una dación de poder absoluto a los ciudadanos, hasta el punto de que su voluntad manifestada en un instrumento participativo se pueda imponer a las instituciones representativas del Estado. Muy al contrario, la democracia participativa se plantea como complemento, no como sustitutivo, de la democracia representativa. La Corte Constitucional, en su sentencia C-141/10, acerca de un control de constitucionalidad sobre una ley convocante a referendo, indicó que: 185 A l fr e d o R a m í r e z Nár d i z 186 El referendo como mecanismo de reforma constitucional es, siempre, manifestación del poder constituyente derivado y ni siquiera la intervención del electorado para votar la propuesta, después de haber sido tramitada en el Congreso y revisada por la Corte Constitucional, tiene la fuerza jurídica suficiente para transformar el referendo en acto constituyente fundacional, primario u originario. La noción de pueblo que acompaña la concepción de democracia liberal constitucional no puede ser ajena a la noción de pluralismo e implica la coexistencia de diferentes ideas, razas, géneros, orígenes, religiones, instituciones o grupos sociales. El pueblo de tan heterogénea composición al escoger un modelo de democracia constitucional acepta que todo poder debe tener límites y, por lo tanto, como pueblo soberano acuerda constituirse y auto limitarse de conformidad con ese modelo democrático e instituye cauces a través de los cuales pueda expresarse con todo y su diversidad. Por ello, en los Estados contemporáneos la voz del pueblo no puede ser apropiada por un solo grupo de ciudadanos, así sea mayoritario, sino que surge de los procedimientos que garantizan una manifestación de esa pluralidad. Esta sentencia, en lectura con las anteriormente citadas, tiene crucial importancia para comprender la línea jurisprudencial general que la Corte Constitucional ha mantenido sobre la democracia participativa en las últimas décadas. Esto es, un apoyo convencido a la misma como herramienta para el progreso democrático colombiano, pero nunca superando el límite de ser un mero complemento de la representación, del modelo liberal clásico construido no alrededor del poder constituyente, sino de los poderes constituidos. Así, en la sentencia citada (C141/10), y en relación con la reforma de la Constitución, se opta por considerar que “el poder constituyente derivado tiene competencia para reformarla, mas no para sustituirla, por lo cual todo cambio de identidad del texto constitucional implica un vicio de competencia por exceso en el ejercicio del poder reformatorio”. No hay que olvidar que la Constitución de 1991 fue aprobada por una asamblea constituyente, no por un referendo. Pero la democracia participativa no es sólo participación, sino también control. Si en democracia el ejercicio de poder político implica el control político como herramienta para limitarlo, la democracia participativa pretende complementar el habitual control de unas instituciones sobre otras, con el control de los propios ciudadanos mediante diversos instrumentos participativos (desde el intercambio de información —preguntas y respuestas— con las administraciones, a una revocatoria de mandato, por citar tal vez los dos extremos). P a r t i c i p a c i ó n c i u d a d a n a e i n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n . . . Así, en la sentencia T-350/14, y en el marco de una acción de tutela contra un municipio que impidió la realización de un cabildo abierto, la Corte Constitucional señaló que las decisiones de las instituciones públicas sólo son legítimas si vienen precedidas de un proceso deliberativo en el cual los ciudadanos interesados obtienen espacios concretos y efectivos de participación, pues “la participación directa busca generar espacios que permitan la formación de ciudadanos más comprometidos con las decisiones públicas, críticos y analíticos de los procesos gubernamentales”. Es decir, ciudadanos que participen, pero que utilicen dicha participación para controlar, criticar y analizar a sus gobernantes. Una de las más recientes y relevantes sentencias de la Corte Constitucional en materia de democracia participativa es la sentencia C-150/15 (del 8 de abril de 2015), la cual, pronunciándose sobre el proyecto de nueva ley de democracia participativa,30 indica: La corte entiende que la participación como derecho de los ciudadanos y eje medular del ordenamiento constitucional vigente implica el deber del Estado de abstenerse de adoptar medidas de cualquier tipo que impidan el libre ejercicio de la participación por parte de los ciudadanos y organizaciones sociales, el deber de adoptar medidas de todo tipo que eviten que las autoridades públicas o los particulares interfieran o afecten el libre ejercicio de las facultades en cuyo ejercicio se manifiesta la participación, el deber de implementar medidas que procuren optimizar el desarrollo de las diversas formas de participación y que, al mismo tiempo, eviten retroceder injustificadamente en los niveles de protección alcanzados […] La participación se manifiesta en la posibilidad que tienen todos los individuos, así como las minorías de oponerse a las determinaciones de las mayorías cuando tales decisiones tengan la aptitud de afectar los derechos que constitucionalmente les han sido reconocidos y que les permiten expresar su individualidad. La Corte Constitucional continúa, por tanto, concibiendo la participación como eje de la democracia colombiana que surge de la Constitución de 1991. La entiende de un modo esencialmente liberal, pues la plantea no tanto como un derecho ciudadano, sino como un límite al poder del Estado, para inmediatamente añadir Ley 1757 de 2015 (julio 6), por la cual se dictan disposiciones en materia de promoción y protección del derecho a la participación democrática. 30 187 A l fr e d o R a m í r e z Nár d i z que la participación se materializa en un método de protección de las minorías frente a las mayorías. Este enfoque dota a la jurisprudencia constitucional colombiana más reciente de una significativa relevancia. Tal como se plantea aquí, la democracia participativa, en lugar de personificar los temores sartorianos, se mostraría como herramienta de protección de los derechos individuales y de las minorías hipotéticamente atropelladas por las mayorías y no sería tanto una herramienta para el fortalecimiento del ciudadano, como un escudo protector del mismo, un arma para reaccionar frente a posibles abusos tanto del Estado como de las coyunturales mayorías que se apoderen de sus decisiones.31 En esta sentencia, la Corte Constitucional da luz sobre diversos aspectos que permiten tener una visión completa del actual momento jurisprudencial colombiano en materia participativa: • Las formas de participación previstas en la Constitución y en la ley no agotan las posibilidades de la materia: pueden identificarse y desarrollarse otros instrumentos participativos derivado del ser expansivo de la democracia. • Los instrumentos participativos no tienen un poder absoluto capaz de sustituir el modelo de gobierno esencialmente representativo en nombre de la voluntad popular, porque “el pueblo tiene límites para su pronunciamiento dado que la agenda la fija un grupo de ciudadanos que no actúa como poder constituyente o el Gobierno Nacional”. • Los instrumentos participativos tienen una doble función participativa y de control: de esta segunda se indica que “tanto para los gobernantes como para los gobernados, una relación recíproca y de compromiso […] las promesas electorales bajo el nuevo esquema constitucional deben cumplirse, lo cual explica que los electores puedan adelantar la revocatoria del mandato”. 188 La sentencia elabora además una clasificación de los instrumentos participativos de gran interés, diferenciando entre mecanismos de conformación, de ejercicio y de control. Igualmente, aporta algunos criterios para clasificarlos: 31 La sentencia llega a detallar los deberes específicos y las prohibiciones del Estado ante la participación: “El deber de abstenerse de estatizar la democracia y, en consecuencia, la obligación de proteger el pluralismo. Deber de promover formas de participación democrática que comprendan no solo la intervención de partidos o movimientos políticos sino también de organizaciones sociales de diferente naturaleza. Deber de promover estructuras democráticas en las diferentes formas de organización social. Prohibición, que vincula a todos los órganos públicos, funcionarios y particulares, de eliminar alguna de las dimensiones de la democracia. Mandato de no sustituir a las autoridades estatales competentes en el desarrollo de actividades de control”. P a r t i c i p a c i ó n c i u d a d a n a e i n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n . . . • Según el grado de intensidad participativa del ciudadano. El pueblo puede determinar quién tomará las decisiones —elección de representantes—, promover una deliberación para la toma de decisiones (cabildo abierto e iniciativa popular normativa) o adoptar él mismo una decisión (referendo, consulta popular, revocatoria del mandato y plebiscito). • Según el papel que cumple el derecho al voto. En algunos casos, el voto impone una decisión que modifica el ordenamiento (referendo y revocatoria del mandato); en otros, obliga a aplicar una decisión (consulta popular); en otros, permite apoyar una actuación o política (plebiscito); en los demás, designa a las personas que tomarán las decisiones. • Según el grado de intervención de las autoridades. Hay mecanismos con gran intervención de autoridades, pues a la iniciativa, la convocatoria y los resultados se les asigna prioritariamente (cabildo abierto) mecanismos con mediana intervención de autoridades. En ellos la iniciativa le corresponde a los ciudadanos; los resultados, al órgano representativo (iniciativa popular normativa). O bien, la iniciativa y la convocatoria son de las autoridades; los resultados, del pueblo (consulta popular y plebiscito). Y mecanismos con leve intervención de las autoridades, bien porque la iniciativa, convocatoria y resultados dependa de los ciudadanos (referendo constitucional derogatorio y revocatoria del mandato), bien porque la iniciativa y resultados sean de los ciudadanos, pero no su convocatoria —referendo constitucional aprobatorio—. Combinando estos criterios, la sentencia diferencia entre mecanismos: • Altamente participativos. Aquellos en los cuales se prevé la posibilidad de ejercer el voto. Dicha posibilidad implica la imposición inmediata de la decisión en caso de aprobarse y supone una reducida intervención de las autoridades en la iniciativa, convocatoria y definición de resultados. • Poco participativos. Aquellos en los cuales no se prevé el ejercicio del voto o, en caso de establecerse, no supone la imposición inmediata de una decisión y contempla una activa participación de las autoridades en las diferentes fases. También en esta sentencia C-150/15 se hace una reflexión muy relevante sobre por qué la revocatoria de mandato no se extiende a los miembros del Poder Legislativo y se limita a alcaldes y gobernadores. La Corte Constitucional 189 A l fr e d o R a m í r e z Nár d i z indica que “para las Corporaciones de elección popular no puede hablarse de mandato imperativo, pues no está en los representantes de un partido concretar todo el programa, la razón de ser, la naturaleza de los órganos colegiados es la negociación, el consenso y la conclusión en la ley de las decisiones más próximas a un ideario”. Dado que el parlamentario, como ente aislado, ni crea, ni puede aplicar el programa electoral del partido político por el cual concurre a las elecciones, no resulta lógico exigirle a él en concreto responsabilidades por su hipotético incumplimiento. No se puede predicar el mandato imperativo de un parlamentario y, por tanto, tampoco una revocatoria. Esta última sentencia sintetiza en gran medida la jurisprudencia constitucional colombiana sobre democracia participativa, que empezó en 1994 y que se caracteriza por una concepción no sólo positiva, sino esencial de la participación como herramienta de mejora democrática y motor del modelo constitucional surgido con la Constitución de 1991. 5. Conclusiones El desarrollo y práctica de la democracia participativa en Colombia ha sido hasta el presente limitado, cuando no escaso.32 Como indica Mejía Quintana: 190 Es necesario comenzar por recordar que la Constitución del 91 no cumplió la principal expectativa para la que fue convocada, a saber, el logro de la paz y, a través de ella, la garantía de la vida. Y, sin duda, como ya se ha reconocido, más allá de sus aciertos y fortalezas en la defensa de derechos fundamentales, tampoco logró concretar lo que era otra de sus grandes aspiraciones: la de una auténtica y eficaz democracia participativa.33 Las explicaciones a los pocos instrumentos participativos que se realizan en Colombia cada año son, por supuesto, diversas. En primer lugar, los elevados porcentajes que se requieren para que estos instrumentos lleguen a buen término hacen muy complejo que en un país con tasas de participación política tan bajas un referendo, plebiscito, revocatoria o cualquier otro mecanismo Sólo un referendo de ámbito nacional en veinticinco años; ningún plebiscito, ni ninguna consulta popular, sólo unas pocas revocatorias y cabildos abiertos (proporcionalmente al número de municipios del país). Para ampliar información, véase Colombia. Registraduría Nacional del Estado Civil. [En línea]. Ranking de mecanismos de participación por departamentos. [Citado: 21. Enero. 2016]. Disponible en: www.registraduria.gov.co/-Mecanismosde-Participacion,320-.html 33 Mejía-Quintana, Óscar. “A dos décadas de la Constitución Política de 199”, Araucaria: revista iberoamericana de filosofía, política y humanidades, No. 29, 2013, p. 101. 32 P a r t i c i p a c i ó n c i u d a d a n a e i n t e rpr e t a c i ó n d e l a c o n s t i t u c i ó n . . . participativo supere los requisitos formales.34 Junto con esto, hay que tomar en cuenta las particulares circunstancias que, aun en el presente, se dan en el país y que dificultan el desarrollo de la democracia participativa y el propio progreso democrático: compra de votos, manejo de la vida política por poderes económicos o fuerzas fuera de la legalidad, violencia política, excesivo presidencialismo. Aun y esto, la línea jurisprudencial de la Corte Constitucional y la interpretación que hace en esta materia35 ha sido clara: la participación es un mandato constitucional, uno de los elementos nucleares de la Constitución Política de 1991 y, por tanto, un bien necesario que debe desarrollarse y promoverse para la mejora del país.36 Este eje jurisprudencial esencial se complementa con un enfoque del mismo de carácter eminentemente liberal, en el cual se concibe la participación como un complemento, nunca como un sustituto de la democracia representativa. Lo más relevante es que en él se entiende la participación como una ampliación de derechos ciudadanos, pero especialmente como una limitación del poder del Estado, al cual se le exige que permita a los ciudadanos desarrollarse tanto individualmente, como de forma colectiva, y se le demanda garantizar a los colombianos la participación en todas las decisiones públicas. Este contraste entre una teoría innovadora y una realidad escasa describe la práctica de la democracia participativa en Colombia y circunscribe la jurisprudencia de la Corte Constitucional a unos márgenes con mucha más aplicación en la teoría que en la práctica. Si bien la doctrina emanada de la Corte goza en algunos puntos de gran originalidad e interés (por ejemplo, C-150/15), su 34 Por ejemplo, en relación con la revocatoria, indican Rivera y Cardona que “en Colombia desde la vigencia de la Constitución Política de 1991 hasta el año 2011 se han promovido 71 procesos de revocatoria de Alcaldes, de las cuales 47 se adelantaron entre febrero de 2009 a junio de 2012, y de estos, en 12 fueron certificadas las firmas y convocadas las elecciones, para un total de 36 convocatorias a votación, todos de ellos fallidos el intento de revocatoria, al no lograrse el umbral requerido en las urnas para el retiro del cargo del respectivo mandatario”. Rivera Ardila, Ricardo y Cardona Saldarriaga, Ramiro. “La revocatoria del mandato: estudio de caso alcalde de Pradera Valle 2008-2011”, Memorando de Derecho, año 2, No. 2, Universidad Libre, Seccional Pereira, 2011, p. 226. 35 Insistiendo en la idea base de que “en el discurso jurídico hablar de ‘interpretación’ implica hablar de decisión y argumentación, y que la decisión correcta será la que descanse en los argumentos de más peso”. Cuchumbé Holguín, Nelson y Molina Hincapié, Sergio. “Aproximación a la interpretación de tutela correcta desde Robert Alexy: Análisis de caso”, Revista de derecho: División de Ciencias Jurídicas de la Universidad del Norte, No. 40, 2013, p. 246. 36 ¿Cabría la posibilidad de que la Corte cambiara su jurisprudencia? Ciertamente, y en palabras de Salazar Cárdenas y Naranjo Velasco, “en materia constitucional las cuestiones tratadas son resueltas tomando como base una normatividad generalmente elástica, abierta e incluso ambigua, lo cual evidencia que en este área del derecho existe un amplio margen de apreciación para los jueces. Pero, como mínimo, este hipotético cambio es digno de ser dudado, tanto por el mantenimiento de una constante jurisprudencia por parte de la Corte por más de dos décadas, como por, al fin y al cabo, ser bastante evidente lo que la Constitución de 1991 considera respecto de la participación y su relevancia. Salazar Cardenas y Naranjo Velasco, Karolina. “Disertaciones sobre la fundamentación de las decisiones constitucionales”, Bajo palabra: Revista de filosofía, No. 7, 2012, pp. 273-274. Se recomienda, en relación con la obligatoriedad del precedente constitucional, la consulta de la obra Lopez Medina, Diego Eduardo. El derecho de los jueces, Legis-Uniandes, Bogotá, 2002. 191 A l fr e d o R a m í r e z Nár d i z aplicación a casos concretos ha chocado habitualmente con el poco ejercicio material de los instrumentos participativos. No obstante, es posible observar (analizando la jurisprudencia constitucional más reciente en conjunto con las últimas iniciativas legislativas como la Ley 1757 de 2015) una marcada voluntad de los poderes públicos colombianos por mantener la decidida apuesta que la Constitución hizo por la democracia participativa. En este sentido, la jurisprudencia constitucional mantiene la voluntad de que la participación sea pilar fundamental para la plena democratización y normalización de la vida política colombiana.37 Las utilidades que la democracia participativa puede tener para Colombia son bien conocidas y han sido ampliamente desarrolladas y expuestas por la Corte Constitucional: creación de una verdadera soberanía popular, lucha contra la corrupción, optimización de la actividad política, integración de grupos sociales tradicionalmente discriminados o expulsados de la vida pública. Ante esto, es de prever que la jurisprudencia constitucional mantendrá en el tiempo una línea similar a la actual. No sólo porque la Constitución en gran medida lo determine así, sino porque resulta manifiesto que una mayor participación no puede más que beneficiar a la sociedad colombiana. 192 Pues, como indica Benítez, “la misma Corte Constitucional, define a la Constitución de 1991 y al régimen político colombiano como participativo y democrático”. Benítez, Vicente. “Jueces y democracia entre Ulises y los cantos de sirenas”, Revista Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, Universidad Pontificia Bolivariana, vol. 42, No. 117, 2012, p. 387. 37 R e v i s ta d e l I n s t i t u t o d e C i e n c i a s J u r í d i c a s d e P u e b l a , M é x i c o . i s s n : 1 8 7 0 - 2 1 4 7. Añ o x , N o . 3 7 e n e r o - j u n i o d e 2 0 16 , pp 19 3 - 2 12 . Presupuestos teóricos, dogmática jurídica e interpretación constitucional de los derechos de las personas extranjeras en España* Theoretical assumptions, legal dogma and constitutional interpretation of the rights of foreign people in Spain Marco Aparicio Wilhelmi** resumen abstract El presente trabajo propone un abordaje crítico de la interpretación constitucional tomando como objeto el régimen de los derechos de las personas extranjeras en España. A partir de la distinción entre dogmática jurídica, presupuestos teóricos y postulados políticos o morales, se avanza en el planteamiento de los requisitos para una dogmática jurídica crítica. Tras ello, el texto hace un somero repaso de los elementos centrales de la jurisprudencia constitucional sobre los derechos de las personas extranjeras, hasta llegar a la stc 236/2007. Este repaso concluye con una crítica al uso del principio de dignidad como criterio central de valoración del alcance de la potestad del legislador para introducir restricciones distintas de las planteadas para los nacionales. A continuación, se identifican los presupuestos teóricos que conducen a dicha línea interpretativa para, después, proponer una aproximación distinta, contrahegémonica. Finalmente, con base en tales presupuestos teóricos, se propone partir del principio de igualdad como criterio ordenador de la comprensión de los derechos constitucionales, sean cuales sean sus titulares. This work proposes a critical approach to constitutional interpretation taking as an object the regime of the rights of foreign people in Spain. Starting from the distinction of legal dogma, theoretical assumptions and political or moral postulates, there is progress in the approach of the necessary requirements for a critical legal dogma. The text then makes a review of the central elements of Constitutional jurisprudence on the rights of foreigners persons, until reaching the stc 236/2007. This review concludes with a critic on the use of the principle of dignity as a central criterion for the assessment of the scope of the authority of legislature to introduce restrictions other than those raised for nationals. Then, the theoretical assumptions are identified that lead to this line of interpretation; and thereby, propose a different approach; counterhegemonic. Finally, based on such theoretical assumptions, it is suggested to start from the principle of equality as an organizing criterion from the understanding of constitutional rights, whatever identity the persons have. palabras clave: Interpretación constitucional, key words : Constitutional interpretation, derechos fundamentales, Constitución española, extranjería. Fundamental rights, Spanish Constitution, Immigration Law. * Recibido: 31 de julio de 2015. Aprobado: 8 de septiembre de 2015. ** Profesor en la Universidad de Girona, España. ([email protected]) M a rc o Ap a r i c i o W i l h e l m i sumario 1. La “verdad” jurídica y sus condiciones subyacentes 2. Los derechos de las personas extranjeras según la dogmática constitucional 2.1 Introducción 2.2 Los derechos de las personas extranjeras según la dogmática constitucional 2.3 Punto (actual) de llegada de la dogmática constitucional: la stc 236/2007 3. Una aproximación crítica: la igualdad (o igual dignidad) como criterio ordenador 3.1 Introducción 3.2 La dignidad como artilugio: la opción por la jerarquización entre derechos 3.3 Los presupuestos teóricos al descubierto 3.4 Una propuesta contrahegemónica 3.5 La igualdad como punto de partida (y de llegada) 4. A modo de epílogo: la libre movilidad como presupuesto 1. La “verdad” jurídica y sus condiciones subyacentes 194 En su conocida obra Las palabras y las cosas,1 Michel Foucault analiza el modo en que se van construyendo, en distintos periodos históricos, una serie de presupuestos conceptuales que configuran lo aceptable, la óptica o el orden bajo el cual se piensan las cosas. Se trata de las condiciones subyacentes de la verdad; una determinada verdad que logra mostrarse como patrón explicativo. Desde el Renacimiento aparece como ciencia, como verdad científica; no fue el resultado del progreso de la razón sino, más bien, el fruto de un unas reglas propias de cada época, y que responden, en su historicidad, a relaciones de poder. En el terreno jurídico, podríamos también adoptar este planteamiento: las cosas, el derecho, son nombradas y configuradas a partir de palabras que surgen de condiciones subyacentes. Así se configura la dogmática jurídica, que se reclama como verdad científica. Si bien esto mismo sucede en cualquier disciplina de las ciencias humanas, incluidas las ciencias sociales, lo cierto es que en el ámbito jurídico la dogmática se puede identificar con mayor certeza porque el mismo sistema jurídico objeto del estudio establece quiénes son los máximos hacedores de dogmática. En efecto, cada ordenamiento jurídico establece fuentes encargadas de decir derecho, de hacer jurisprudencia, a partir de un sistema jurisdiccional organizado de manera jerárquica. Así, los sistemas jurídicos, al menos los de tradición liberal, establecen el carácter vinculante de la jurisprudencia de sus máximas instancias jurisdic1 Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, Siglo XXI, Madrid, 1998. P r e s u p u e s t o s t e ó r i c o s , d o g má t i c a j u r í d i c a e i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l . . . cionales: Tribunal Supremo y, allí donde existe, Tribunal Constitucional. Tales instancias crean el dogma científico, revelan la “verdad” jurídica. Se trata de un dogma, un discurso incontestable, que el resto del sistema jurisdiccional debe aceptar, aunque, como sabemos, puedan llegar a modificarlo, de manera suficientemente razonada, quienes lo han construido. A la hora de acercarnos a la comprensión del derecho, podemos optar por limitarnos a su dimensión dogmática, esto es, a una dimensión descriptiva del sentido dado a las normas. Se puede también tratar de identificar (de manera igualmente descriptiva) las herramientas metodológicas empleadas. Esta aproximación es, sin duda, la más habitual. Incluso (o sobre todo) en el ámbito académico, donde la formación del jurista suele centrarse en la dimensión dogmática. Nuestros sistemas jurídicos, y la dogmática que los conforma y los hace aplicativos, dan respuestas cuando menos insuficientes al reto de la salvaguarda y efectividad de los derechos, individuales y colectivos, como presupuestos de una convivencia democrática incluyente. Si estamos de acuerdo con la anterior aseveración, un siguiente paso nos podría llevar a cuestionar el modo en que resulta habitual acercarnos al estudio del derecho: la mencionada aproximación dogmática, acrítica. La finalidad consistiría en elaborar una dogmática crítica, contrahegemónica si se quiere, con aspiraciones, eso sí, de devenir influyente, hegemónica incluso. Si pretendemos que tal dogmática sea verdaderamente crítica, no bastará con proponer otra lectura, otro discurso, ni tan siquiera otro método, si la propuesta se hace en términos igualmente dogmáticos; es decir, sin desvelar las herramientas teóricas de las cuales se parte ni situar los planteamientos morales o políticos que fundamentan la aproximación. Quizás sirva la siguiente imagen. Podríamos hablar de un triángulo equilátero cuyos vértices son los siguientes: a) dimensión política o moral; b) dimensión teórica; c) dimensión dogmática. La comprensión del derecho, y su defensa como herramienta de regulación, de abordaje prescriptivo de las relaciones humanas, sólo puede ser crítica, y hacer frente a la dogmática jurídica (hegemónica), si es capaz de desvelar que cualquier interpretación jurídica pone en interrelación los tres vértices. La operación, por tanto, sería la siguiente: si rechazamos el resultado que se obtiene a partir de una determinada interpretación de la norma (en términos de insuficiencia garantista de determinados derechos, por ejemplo), la primera tarea supone develar el modo en que dicha interpretación se construye (la interrelación de los tres vértices) para después explorar la posibilidad de construir otra interpretación capaz de dotar de otro sentido, de construir otra 195 M a rc o Ap a r i c i o W i l h e l m i 196 “verdad”, que no es más que una proposición más convincente, mejor trabada, más coherente en la elección y uso de las herramientas teóricas y en el modo en que se obtiene el resultado interpretativo. Este intento, a buen seguro, se hallará motivado por una distinta concepción política o moral que no tiene por qué ocultarse: no debe ser vista como sacrilegio frente al dogma, sino como elemento inescindible de cualquier construcción dogmática. Hay quienes verían en esta propuesta una apelación al llamado uso alternativo del derecho. Quizás sea más sencillo afirmar que se trata de tomarse el derecho en serio. Dado que existe una pretensión de sistematicidad y coherencia, necesariamente debemos aproximarnos al derecho desde una perspectiva crítica, pues sólo así se construye conocimiento científico. Entendemos este último no como realización de una pretendida objetividad, sino como voluntad de dotarnos de herramientas explicativas rigurosas y con utilidad social. No obstante, debemos ser conscientes de las limitaciones del método crítico en términos de su incidencia en los procesos de transformación social. a) Porque se refiere a normas ya dadas, enunciados normativos resultado de relaciones de poder profundamente asimétricas; b) porque las mencionadas condiciones subyacentes de la verdad hacen que la disputa por el sentido de las palabras (de las cosas), sea en sí misma desequilibrada, de manera que cualquier aproximación crítica tendrá que enfrentarse con el peso de la normalidad (lo posible, lo razonable); c) porque incluso si logra influir pronunciamientos jurisdiccionales, no siempre el éxito en batallas jurídicas empuja cambios sociales, sino que, paradójicamente, en ocasiones genera un efecto legitimador del sistema en su conjunto, de la “normalidad”. Sea como sea, dar forma a una aproximación crítica al derecho es una labor cada vez más necesaria, por cuanto, al menos, puede servir para poner de manifiesto las inconsistencias en que a menudo incurre la dogmática jurídica, así como la existencia de otras epistemes posibles y deseables. Esta tarea es la que se pretende abordar, de modo necesariamente limitado, en este escrito. Concretamente, como a continuación veremos, el trabajo propone un abordaje crítico de la interpretación constitucional tomando como objeto el régimen de los derechos de las personas extranjeras en España. La hipótesis de partida se recoge en los siguientes planteamientos: cualquier interpretación jurídica está asentada en una serie de presupuestos teóricos y en posicionamientos políticos y morales del intérprete. Resulta posible construir una dogmática jurídica crítica a partir del cuestionamiento de los presupuestos teóricos hegemónicos, encaminada a consolidar una perspectiva garantista, amplia e inclusiva, en materia de derechos constitucionales. En el caso de los derechos de las personas migrantes en España, esta operación pasa P r e s u p u e s t o s t e ó r i c o s , d o g má t i c a j u r í d i c a e i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l . . . por cuestionar el uso interesado que el Tribunal Constitucional ha realizado del principio de dignidad para sustentar el eje interpretativo en el principio de igualdad. 2. Los derechos de las personas extranjeras según la dogmática constitucional 2.1 Introducción Por desgracia, son muchos los ámbitos en los que urge promover una dogmática jurídica crítica. En el plano constitucional, y concretamente en el de los derechos, uno de los terrenos más necesitados lo constituyen, sin duda, los derechos sociales, derechos tradicionalmente debilitados, desconstitucionalizados incluso. Pero también aspectos referidos a los llamados derechos de libertad, como la libertad de expresión, o de reunión y manifestación, afectados por las tenencias que marca el populismo punitivo de orden securitario. Ahora bien, para el caso español, una de las realidades que desde su propia configuración han sufrido en mayor medida el peso de una dogmática jurídica liberticida ha sido el de la extranjería, esto es, el de la comprensión del régimen de ejercicio de los derechos por parte de las personas extranjeras. Sucede que en este ámbito se ha logrado imponer un sentido común en virtud del cual nos hallaríamos ante un régimen atravesado por la lógica de la excepcionalidad. Pautas jurídicas (en la propia norma o en su dimensión aplicativa) exigibles en condiciones ordinarias podrían relajarse o directamente suprimirse cuando se refieren a extranjeros. Es el caso de los principios de seguridad jurídica e interdicción de la arbitrariedad, violentados tanto en la propia norma (mediante conceptos jurídicos indeterminados que abonan un terreno de ambigüedad aplicativa), como en su aplicación (claramente en el control fronterizo, o en el continuo cambio de criterios para la concesión de los visados, en las renovaciones a las autorizaciones de residencia y trabajo, en el reagrupamiento familiar). También es el caso, evidentemente, del régimen de los centros de internamiento y de otras situaciones, como la de las personas sobre quienes recae una orden de expulsión y sin embargo no son expulsables al no existir convenios con los países de origen. En definitiva, la extranjería en su conjunto determina un inaceptable grado de precariedad de las condiciones de ejercicio de derechos constitucionalmente consagrados, tanto de quienes se encuentran en situación de regularidad administrativa como, especialmente, de quienes se hallan en situación irregular. 197 M a rc o Ap a r i c i o W i l h e l m i Es importante señalar que la normativa de extranjería ha sido, y continúa siendo, pieza fundamental de un proyecto de convivencia social determinado. Hablamos por tanto de una serie de opciones políticas que afectan al conjunto de la sociedad y no sólo a las personas inmigradas. En este sentido, es evidente que las dificultades de acceso y permanencia en el territorio y, en general, las restricciones a los derechos de personas inmigrantes tienen efectos no sólo dentro de este colectivo, sino respecto de todas las personas, especialmente aquéllas que han ido situadas en condiciones de mayor vulnerabilidad. La precariedad, la explotación y la accidentalidad laborales, tanto en el ámbito de la economía regular como de la economía sumergida, no son patrimonio exclusivo de inmigrantes; son situaciones con una dinámica expansiva que acaban configurando el modelo de relaciones laborales en su conjunto y, con él, un modelo de desarrollo económico y social, unas prioridades y unos objetivos específicos. Por estas razones, centrar nuestra atención en el régimen de extranjería es responder a la apelación hecha en su día por Walter Benjamin: “La tradición de los oprimidos nos enseña que el estado de excepción en el que vivimos es la regla”.2 2.2 Los derechos de las personas extranjeras según la dogmática constitucional La Constitución española de 1978 contiene una previsión general sobre el régimen de los derechos de las personas extranjeras. Se trata del artículo 13, que en sus dos primeros apartados dispone: 1. Los extranjeros gozarán en España de las libertades públicas que garantiza el presente Título en los términos que establezcan los tratados y la ley. 2. Solamente los españoles serán titulares de los derechos reconocidos en el artículo 23, salvo lo que, atendiendo a criterios de reciprocidad, pueda establecerse por tratado o ley para el derecho de sufragio activo y pasivo en las elecciones municipales. 198 De una primera lectura podríamos concluir que, en materia de derechos, la Constitución española no establece un principio de necesaria equiparación entre nacionales y extranjeros, pero tampoco permite que la ley condicione 2 Benjamin, Walter. Tesis sobre la historia y otros fragmentos, Itaca, México, 2008. P r e s u p u e s t o s t e ó r i c o s , d o g má t i c a j u r í d i c a e i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l . . . libremente el ejercicio de los derechos y libertades de los extranjeros. Se reconoce un “principio de equiparación limitada” que toma como punto de partida la dignidad de la persona (artículo 10.1) y el reconocimiento internacional de los derechos humanos (artículo 10.2) y el hecho de que, de acuerdo con el artículo 13, todos los derechos constitucionales (menos el derecho de sufragio activo y pasivo, a excepción de las elecciones locales) son también derechos de las personas extranjeras. Así pues, la nacionalidad de la persona puede ser, en España, en ciertas ocasiones, un aspecto suficientemente relevante para diferenciar las condiciones en que se puede ejercer un determinado derecho. De todas formas, el criterio de la nacionalidad no podrá considerarse en relación con todos los derechos ya que el Tribunal Constitucional (tc, en adelante) ha afirmado con claridad que hay una serie de derechos sobre los cuales no se puede diferenciar en ningún caso entre españoles y extranjeros. Se trata de los derechos que, de acuerdo con la doctrina, deben considerarse esenciales para garantizar a todo individuo el respeto de su dignidad humana, los derechos “más vinculados a la persona por el mismo hecho de serlo”, derechos humanos universalmente protegidos (derecho a la vida, a la integridad física y moral, a la intimidad personal, al honor y a la propia imagen, a la libertad personal, a la libertad ideológica, religiosa y de culto). De este modo, el tc distinguiría entre tipos de derechos: a) los derechos cuya titularidad está excluida a los extranjeros (derecho de sufragio activo y pasivo, excepto en elecciones locales, que puede ser reconocido si existe reciprocidad, de acuerdo con lo que dispone el artículo 13.2); b) los derechos en los cuales en ningún caso cabe un régimen de ejercicio diferenciado entre españoles y extranjeros; c) los derechos en los cuales caben distinciones si el legislador lo considera necesario. Este tercer grupo de derechos serían, debemos deducir, aquellos menos vinculados con el principio de dignidad; por esta razón, en palabras del tc, podrán ser “atemperados”.3 Es decir, podrán establecerse condicionantes especiales para su ejercicio por parte de personas extranjeras. Ahora bien, estos condicionantes no serían ilimitados o arbitrarios, puesto que, en todo caso, se trata de derechos reconocidos a los extranjeros (según reza el artículo 13.1). Esto implica que el legislador debe respetar un contenido mínimo de cada uno de ellos. Concretamente, el tc ha afirmado que “no se puede estimar aquel precepto [artículo 13.1] permitiendo que el legislador configure libremente el contenido mismo del derecho, cuando éste ya haya venido reconocido por la Constitución 3 stc 99/1985, fj 2. 199 M a rc o Ap a r i c i o W i l h e l m i 200 directamente a los extranjeros”.4 Debe igualmente destacarse la contundencia con la que se expresa la stc 94/1993, que nos recuerda que todos los derechos del título I, a excepción de los que marca el artículo 13.2, vienen directamente reconocidos a las personas extranjeras. ¿Hasta dónde llega el límite que deberá respetar el legislador? El tc no ofrece una respuesta genérica, una especie de definición general de contenido mínimo; inevitablemente hay que abordar la cuestión derecho por derecho, según la naturaleza de cada uno. Merece la pena destacar que el tc ha insistido en este razonamiento, independientemente del modo en que los derechos vengan reconocidos en la Constitución (esto es, al margen de que literalmente se refieran sólo a “los españoles”). Esta jurisprudencia, aunque ha experimentado ciertos vaivenes, aparece desde los primeros tiempos. Para empezar, se encuentra en la stc 107/1984, donde se dilucidaba si la exigencia a los extranjeros del permiso de residencia como requisito para la validez de un contrato de trabajo podía llegar a vulnerar el principio de igualdad. En este pronunciamiento, el tc optó por excluir como parámetro de interpretación el artículo 14 (cláusula antidiscriminatoria). Lo hace también en la primera sentencia importante, la stc 115/1987 que resolvía el recurso de inconstitucionalidad presentado contra la primera Ley de Extranjería (Ley Orgánica 7/1985). Por medio de esta resolución, el tc rechaza plantearse la diferencia de trato entre españoles y extranjeros como un asunto vinculado a la justificación del trato desigual, para limitarse a analizar caso por caso si el régimen de ejercicio regulado afecta o no al contenido mínimo del derecho. Así, en el caso del derecho de asociación, la desigualdad es considerada inconstitucional no por afectar al artículo 14, sino por no respetar el contenido irrenunciable del derecho: el problema “no es el de si es posible aquí esta diferencia de trato en el ejercicio del derecho entre los extranjeros y los españoles, sino si el legislador ha respetado el contenido preceptivo e imperativo que establece el artículo 21.1 de la Constitución, también para los extranjeros”. La misma línea jurisprudencial se sigue en la stc 144/1990 (vulneración de la tutela judicial y la libertad personal en un caso de internamiento de extranjeros). La stc 94/1993, donde analiza la constitucionalidad de una orden de expulsión respecto del contenido del derecho a la libre circulación; la stc 95/2000, donde se aborda un caso de acceso a prestaciones sanitarias a través de la garantía del contenido mínimo de la tutela judicial efectiva; la stc 95/2003, donde resuelve un recurso de inconstitucionalidad referido a la 4 stc 115/1987 fj 3. P r e s u p u e s t o s t e ó r i c o s , d o g má t i c a j u r í d i c a e i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l . . . exclusión de los extranjeros en situación irregular del derecho a la asistencia jurídica gratuita. 2.3 Punto (actual) de llegada de la dogmática constitucional: la stc 236/2007 Tras el recorrido descrito, llegamos a la stc 236/2007, fruto del recurso de inconstitucionalidad interpuesto contra la reforma de la Ley Orgánica 4/2000 (la segunda Ley de Extranjería, tras la de 1985) operada por la Ley Orgánica 8/2000.5 En esta sentencia, el Tribunal Constitucional ratifica el elemento central de su aproximación al artículo 13: el legislador podrá afectar en mayor o menor medida el modo en que los extranjeros ejercen sus derechos constitucionales en función de la relación que cada derecho tenga con el principio de dignidad. Como nos explica Viana, ese grado de conexión se debe deducir identificando —en abstracto— el núcleo esencial del derecho y buscando la conexión con la dignidad que a él reconozcan los tratados internacionales. Esta metodología tendría, señala la misma autora, tres problemas: “el primero consiste en que trae consigo un obstáculo práctico que consiste en que ningún tratado internacional utiliza el criterio del nivel de vinculación con la dignidad; el segundo es que está construida sobre un error de lógica jurídica, pues los derechos tienen, todos, una única relación posible con la dignidad: una dependencia necesaria; y el tercero es que supone una interpretación que no consulta los criterios que la propia Constitución impone y que, por eso mismo, no tiene efectos útiles”.6 Esta línea interpretativa es llevada por la stc 236/2007 al punto de identificar una categoría de derechos que “por su propia naturaleza son incompatibles con la situación de irregularidad”. De esta manera, respecto de los mismos el legislador debería excluir a las personas en situación de irregularidad estableciendo como necesaria condición de ejercicio del derecho la regularidad administrativa del sujeto titular. Uno de los problemas es que el Tribunal Constitucional sitúa dicha contundente categorización en un plano abstracto, sin concreción alguna de los derechos implicados. Veamos cómo desarrolla su argumento el tc en este Se trata de la primera reforma de la vigente ley de extranjería, impulsada por el gobierno del Partido Popular el mismo año de la aprobación de la ley. Posteriormente fueron realizadas más reformas que, fruto de ello, hacen que su redactado actual diste mucho del inicial. Entre tales reformas, destacan las operadas por las Leyes Orgánicas 11/2003, 14/2003 y 2/2009. 6 Viana, Andrée. “Igualdad bajo llave. Jurisprudencia constitucional sobre los derechos fundamentales de los extranjeros”, en Andrée Viana, A. (Coord.), Repensar la pluralidad, Tirant lo Blanch, Valencia, 2009, pp. 303-339. 5 201 M a rc o Ap a r i c i o W i l h e l m i tan trascendental aspecto. Concretamente, se trata del sentencia, que se inicia de la siguiente forma: fj 4 de la mencionada El legislador contemplado en el art. 13 ce se encuentra asimismo limitado al regular aquellos derechos que, según hemos declarado, “la Constitución reconoce directamente a los extranjeros” (stc 115/1987, de 7 de julio, fj 2), refiriéndonos en concreto a los derechos de reunión y asociación. Ello implica, de entrada, que el legislador no puede negar tales derechos a los extranjeros, aunque sí puede establecer “condicionamientos adicionales” respecto a su ejercicio por parte de aquéllos, si bien “ha de respetar, en todo caso, las prescripciones constitucionales, pues no puede estimarse aquel precepto [artículo 13.1 ce] permitiendo que el legislador configure libremente el contenido mismo del derecho, cuando éste haya venido reconocido por la Constitución directamente a los extranjeros. Una cosa es, en efecto, autorizar diferencias de tratamiento entre españoles y extranjeros, y otra entender esa autorización como una posibilidad de legislar al respecto sin tener en cuenta los mandatos constitucionales”.7 Una vez identificados los derechos de reunión y de asociación como derechos “atemperables”, aunque con límites, por el legislador, el Tribunal Constitucional prosigue afirmando que existen otros derechos donde el margen del legislador es aún mayor: 202 El legislador goza, en cambio, de mayor libertad al regular los “derechos de los que serán titulares los extranjeros en la medida y condiciones que se establezcan en los Tratados y las Leyes” (stc 107/1984, de 23 de noviembre, fj 4), o dicho de otro modo, de aquellos derechos que no son atribuidos directamente por la Constitución a los extranjeros pero que el legislador puede extender a los no nacionales “aunque no sea necesariamente en idénticos términos que los españoles” (stc 94/1993, de 22 de marzo, fj 3). Y prosigue el tc especificando derechos que se hallarían en esta categoría de mayor debilidad frente a las restricciones que el legislador quiera imponer: 7 stc 115/1987, fj 3. P r e s u p u e s t o s t e ó r i c o s , d o g má t i c a j u r í d i c a e i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l . . . De nuestra jurisprudencia se deduce que éste sería el régimen jurídico de derechos tales como el derecho al trabajo (stc 107/1984, de 23 de noviembre, fj 4), el derecho a la salud (stc 95/2000, de 10 de abril, fj 3), el derecho a percibir una prestación de desempleo (stc 130/1995, de 11 de septiembre, fj 2), y también con matizaciones el derecho de residencia y desplazamiento en España.8 Finalmente, se atreve a dar un paso más para señalar que existirían unos derechos de los cuales se puede excluir al colectivo de personas en situación de irregularidad: El legislador puede tomar en consideración el dato de su situación legal y administrativa en España, y exigir a los extranjeros la autorización de su estancia o residencia como presupuesto para el ejercicio de algunos derechos constitucionales que por su propia naturaleza hacen imprescindible el cumplimiento de los requisitos que la misma ley establece para entrar y permanecer en territorio español. Esta opción no es constitucionalmente ilegítima […] El incumplimiento de aquellos requisitos legales impide a los extranjeros el ejercicio de determinados derechos o contenidos de los mismos que por su propia naturaleza son incompatibles con la situación de irregularidad. Salta a la vista la inconsistencia de afirmar que existen derechos incompatibles con la irregularidad. En cambio, afirma que su exclusión “no es constitucionalmente ilegítima”. En efecto, si son incompatibles no es que no sea ilegítima la exclusión de los irregulares, sino que es obligada. Pero al margen de lo anterior, como ya fue advertido, el problema es que, “en la sentencia no hay ningún caso en el que se encuentre una aplicación práctica para esta novedad, por lo que no se puede saber a qué se refiere el Tribunal”. Siguiendo con Viana, se trataría de un planteamiento que puede “sugerir efectos probablemente incompatibles con el sistema de fuentes de un Estado Constitucional, como el de imputar a la naturaleza jurídica de un derecho constitucional su inferioridad frente a normas de naturaleza administrativa”.9 Sea como sea, mediante la stc 236/2007, si bien el tc considera inconstitucional la exclusión total de los extranjeros en situación irregular del derecho de reunión y de asociación (como también de los de sindicación y huelga), al 8 9 94/1993, de 22 de marzo, fj 3; 242/1994, de 20 de julio, fj 4; 24/2000, de 31 de enero, fj 4. Viana, Andrée. Op. cit. sstc 203 M a rc o Ap a r i c i o W i l h e l m i mismo tiempo deja la puerta abierta a otro tipo de restricciones sin definir su posible alcance y ratificando una más que cuestionable jerarquización entre derechos en función de su pretendidamente diferenciada vinculación al principio de dignidad de la persona. 3. Una aproximación crítica: la igualdad (o igual dignidad) como criterio ordenador 3.1 Introducción Hay un constante ruido de fondo en la jurisprudencia del tc, amplificado en la última sentencia comentada: el rechazo mostrado por el Alto Tribunal a fijar la comprensión de los derechos constitucionales en su estrecha vinculación con el principio de igualdad, sin exclusiones. Se trata de un ruido generado por el propio Tribunal Constitucional que muestra en sus argumentaciones contradicciones notorias. Por ejemplo, en el mismo fj 4 de la sentencia recién comentada, el Tribunal Constitucional rechaza el uso del criterio de la igualdad, pero al mismo tiempo señala la necesidad de seguir los pasos que el principio de igualdad exige a la hora de determinar cuándo un tratamiento diferenciado resulta aceptable y cuándo no. En efecto, al configurar el margen de actuación del legislador, el Tribunal Constitucional señala: 204 La libertad del legislador se ve asimismo restringida por cuanto las condiciones de ejercicio que establezca respecto de los derechos y libertades de los extranjeros en España sólo serán constitucionalmente válidas si, respetando su contenido esencial (art. 53.1 ce), se dirigen a preservar otros derechos, bienes o intereses constitucionalmente protegidos y guardan adecuada proporcionalidad con la finalidad perseguida. Salta a la vista que, sin especificarlo, el Tribunal recurre al test de razonabilidad. Si bien es cierto que dicho test puede aplicarse de manera general como criterio para enjuiciar restricciones a los derechos, no cabe duda que su lugar de aplicación más fructífero, tanto en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional como del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, es el referido al alcance de las cláusulas antidiscriminatorias. Por esta razón, sorprende que el tc exija los requisitos de la finalidad constitucionalmente admisible y de proporcionalidad (además, se entiende, del carácter racional de la medida) inmediatamente después de haber optado por separarse explícitamente del principio de igualdad, que sería sustituido por una cuestionable concepción de la dignidad. P r e s u p u e s t o s t e ó r i c o s , d o g má t i c a j u r í d i c a e i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l . . . 3.2 La dignidad como artilugio: la opción por la jerarquización entre derechos Decíamos al principio que para poder avanzar hacia una dogmática crítica resulta necesario poner en relación un triángulo en el cual además aparezcan los presupuestos teóricos y las motivaciones políticas o morales. Llega el momento de hacerlo respecto del planteamiento del Tribunal Constitucional en materia de derechos de las personas extranjeras. La jurisprudencia constitucional, según hemos visto, ha recurrido a la dignidad y ha optado por crear un extraño ingenio, el dignitómetro, que permitiría medir la distancia que cada uno de los derechos constitucionales tiene con el principio de dignidad. Tal distancia nos daría la medida del margen de actuación del legislador a la hora de establecer restricciones al ejercicio de los derechos por parte de los extranjeros. Pues bien, debe decirse que no existe ningún anclaje constitucional mínimamente sólido para esta construcción. Como es sabido, el título I constitucional se inicia con el principio de dignidad contenido en el artículo 10.1, como preámbulo de todo el título (se halla dispuesto de manera previa a los distintos capítulos en él contenidos). Por esta razón, la dignidad se refiere al conjunto de derechos regulados en los siguientes capítulos, sin distinción. Una posible salida que hubiera tenido el tc para establecer jerarquías entre derechos como paso previo a la cuantificación del margen con el que el legislador puede afectar los derechos de los extranjeros, hubiera sido referirse al grado de protección jurisdiccional. Dado que según el artículo 53 hay derechos protegidos de manera especial (los de la sección 1 del capítulo segundo, más el artículo 14), podría llegar a entenderse que se trata de derechos considerados más importantes. Siendo así, respecto de los mismos no cabría distinción entre españoles y extranjeros, algo que sí se podría hacer respecto de los derechos de la sección 2 del capítulo segundo (artículos 30 en adelante) o, incluso de manera más intensa, respecto a los del capítulo tercero, que recoge derechos como el derecho a la salud o a una vivienda digna. El problema de esta línea interpretativa, que a diferencia de la anterior sí tendría un cierto asiento constitucional, es que entonces deberían incluirse como derechos no atemperables, además del propio artículo 14 (principio de igualdad), el derecho a la libre circulación (artículo 19), eje imprescindible, junto con el derecho al trabajo, del régimen de extranjería. En otras palabras: si no se pudieran establecer diferencias entre nacionales y extranjeros en relación con la libertad de circulación y residencia, dejaría de existir la extranjería. La razón del Tribunal Constitucional para no adoptar esta solución parece, por tanto, entendible. 205 M a rc o Ap a r i c i o W i l h e l m i Así las cosas, el curioso artilugio metodológico empleado por el tc genera una inconsistente jerarquización de derechos que debe ser rechazada. Tras ella, se sitúa una serie de apriorismos, aparatos teóricos ocultos que parten, además, de una determinada concepción política. Esta concepción podría sintetizarse en los siguientes términos: la posición constitucional de los extranjeros debe debilitarse como mecanismo necesario para desarrollar una política de extranjería con un margen de actuación suficientemente amplio, pues de ello depende una mejor realización de los intereses generales, especialmente los intereses de las personas de nacionalidad española. Por otro lado, la determinación del régimen de extranjería sería uno de los últimos, y principales, atributos de la soberanía estatal. Esto, por tanto, dotaría de sentido la opción de concebir tal régimen en términos de mayor disponibilidad política. 3.3 Los presupuestos teóricos al descubierto La referida jerarquización entre derechos del Tribunal Constitucional responde a una concepción hegemónica de los derechos. Esta concepción, en términos generales, y como tendencia, podría describirse a través de los siguientes ejes: 206 • Concepción objetiva. Los derechos entendidos como realidades reveladas, abstractas, “objetivas”, que el ordenamiento jurídico debe reconocer. Se habla, desde este planteamiento, de la existencia de derechos inherentes a la persona “por el hecho de ser persona”. • Concepción formal. Los derechos se reconocen como elementos de garantía de la igualdad formal, entendida en un plano abstracto, sin incorporar, o haciéndolo de modo limitado, la consideración de las condiciones materiales o posibilidades efectivas de cada sujeto. • Concepción jerárquica y cronológica o generacional. Se opta por diferenciar jerárquicamente entre los derechos en función de su mayor o menor vinculación a la dignidad de la persona, su mayor o menor “inherencia” a la persona. La consecuencia de la jerarquía es servir de fundamento teórico para las normativas, y para las interpretaciones de las mismas, que establecen distintos grados o intensidades de protección, de efectividad. Esta concepción se apoya en la premisa de que, históricamente, los derechos habrían ido apareciendo y reconociéndose en función, precisamente, de esa graduación: los derechos de primera generación, los derechos civiles y políticos, los derechos económicos, sociales y culturales, como derechos de segunda generación, y otros derechos, “difusos”, colectivos y de solidaridad, en tanto que P r e s u p u e s t o s t e ó r i c o s , d o g má t i c a j u r í d i c a e i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l . . . derechos de tercera generación. También se apoya en una pretendida distinta naturaleza o estructura: los derechos de primera generación serían derechos de libertad, que conllevan obligaciones meramente omisivas, de no hacer, de no interferencia. En cambio, los derechos sociales serían derechos prestacionales que demandan acciones positivas por parte de los poderes públicos, dependientes por tanto de la disponibilidad financiera y la discrecionalidad política. • Concepción individual y universal. Los derechos se fundamentan sólo en tanto que mecanismos de garantía de la autonomía individual frente a los demás y frente al Estado. El Estado y el derecho de raíz liberal entienden que las diferencias de tipo cultural, entre otras, deben quedar al margen del debate jurídico, sin salir por tanto de la esfera privada de cada individuo, cuya pertenencia o identidad cultural resulta un dato irrelevante para un Estado que se presenta o bien como culturalmente neutro (acultural) o bien, en algunas versiones, como expresión de una serie de principios universales (transculturales) que no deben ceder frente a ningún particularismo. 3.4 Una propuesta contrahegemónica Frente al “sentido común”, dominante, entre sectores críticos y, sobre todo, en la práctica política de numerosas experiencias reivindicativas, los derechos aparecen y dan forma a una concepción que se reclama varias perspectivas. • Histórica, procesual y subjetiva. Los derechos son entendidos no como realidades reveladas, “objetivas”, sino como fruto de procesos de reivindicación y de lucha protagonizados por sujetos concretos, con una especial relevancia de aquéllos que se encuentran en una posición de mayor vulnerabilidad. Los derechos emergen no como fruto de una operación abstracta de reconocimiento de lo ya dado, sino como resultado de una disputa de intereses entre sujetos concretos, cuando aquellos que ven amenazadas sus necesidades logran movilizarse para enfrentar el peligro. Esta concepción tiene la virtud de identificar el conflicto de intereses, las posiciones de poder desigual y, por tanto, situar una disputa que trata de eliminar privilegios para extender derechos. • Sustancial. Los derechos se entienden desde una perspectiva sustancial, esto es, a partir de las condiciones materiales que permiten su realización y no de un mero reconocimiento formal. Suponen, en consecuencia, la necesidad de que sirvan para atribuir a los sujetos que 207 M a rc o Ap a r i c i o W i l h e l m i ocupan una posición de mayor vulnerabilidad una serie de recursos concretos, y también de espacios de participación y de autotutela, capaces de garantizar su igualdad sustancial con relación a los demás. • Indivisible e interdependiente. Todos los derechos, de manera inescindible, forman parte de un cuerpo integral de derechos que comparten las mismas características axiológicas y estructurales. Son derechos, si se quiere, “híbridos”, pues todos ellos, cada uno con distintos matices e intensidades, comportan las mismas obligaciones por parte de los poderes públicos y privados: obligaciones tanto de abstención como de prestación, de acción y de omisión, y en parte onerosas y en parte no onerosas. La indivisibilidad, así entendida, se engarza directamente con los principios de interdependencia y de igual jerarquía. La práctica de los derechos constata que difícilmente los derechos pueden entenderse como compartimentos estancos. La efectividad de un derecho redunda en la efectividad del resto; el incumplimiento de un derecho afecta directamente en las condiciones de ejercicio del resto. • Individual y colectiva. Los derechos se abordan en una doble dimensión individual y colectiva. Se reclama por tanto la necesidad de integrar el contexto grupal donde se encuentran los sujetos, algo que, lejos de establecer una jerarquía entre derechos colectivos e individuales, nos lleva necesariamente al carácter inevitable y complementario de su relación. Se trata, si se quiere, de otra dimensión del carácter sustancial de la comprensión de la igualdad, que pasa por referir los derechos a las condiciones no sólo sociales sino también culturales de los sujetos en el contexto de sociedades desiguales también culturalmente. 3.5 La igualdad como punto de partida (y de llegada) 208 La concepción no jerarquizada de los derechos, como resultado a su vez de una comprensión procesual, sustancial y colectiva, nos aporta una herramienta teórica con la cual fundamentar una dogmática crítica sobre los derechos en general, que resulta aplicable para avanzar en el terreno de la exigibilidad de los derechos sociales, tradicionalmente debilitados. Pero además se pretende útil para un replanteamiento de la interpretación del régimen de los derechos constitucionales de las personas extranjeras en España. Esta propuesta dogmática propone partir del principio de igualdad como criterio ordenador de la interpretación de todos los derechos, para todos los sujetos. Tal principio, recordemos, tiene como sustentos principales en la P r e s u p u e s t o s t e ó r i c o s , d o g má t i c a j u r í d i c a e i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l . . . Constitución de 1978: el artículo 14, que recoge el derecho a no ser discriminado y que cuenta con la máxima protección jurisdiccional (artículo 53.2), y la cláusula de igualación material, contenida en el artículo 9.2, al estilo de la cláusula Basso italiana. Además, la igualdad se considera como uno de los valores superiores del ordenamiento jurídico, recogidos en el artículo 1.1. Lo que se propone es que, de acuerdo con tales previsiones constitucionales, en el caso de que el legislador considerara necesario diferenciar las condiciones de ejercicio de un derecho, debería, justificar su decisión como excepción al principio de igualdad, a la equiparación de trato que debe tomarse como punto de partida. Este planteamiento, además, por el efecto discursivo y normalizador que tiene el derecho, seguramente serviría para que la igualdad fuese también entendida como punto de llegada, esto es, como aspiración constitucional. Veamos un ejemplo. Si el legislador pretende establecer un régimen de entrada y permanencia vinculado con determinados criterios referidos a las condiciones del mercado laboral, debe concebirse como una medida que restringe los derechos a la libre circulación (artículo 19) y al trabajo (artículo 35) a partir de un trato desigual respecto de los nacionales. Por esta razón, las medidas adoptadas deben ser necesarias (no existen otras medidas menos lesivas), racionales (adecuación entre fines y medios) y proporcionales (la intensidad de la restricción es adecuada). Por ello, toda limitación al acceso de personas extranjeras al trabajo que no se halle suficientemente justificada o que resulte desproporcionada respecto del fin perseguido, sería contraria a la Constitución. Con esta óptica debería analizarse el régimen de autorizaciones de residencia y trabajo, análisis del que difícilmente saldrían indemnes muchos de los requisitos exigidos por la legislación de extranjería.10 Tratándose además de la restricción de un derecho constitucional, deberá contemplarse rigurosamente la reserva de ley, de manera que el reglamento de ejecución deberá limitarse a ejecutar la ley, sin introducir supuestos no regulados.11 Los ejemplos son múltiples. Uno de ellos se refiere a la necesidad de acreditar la posesión de un inmueble con capacidad necesaria para el alojamiento de los familiares para los que se solicita el reagrupamiento con antelación a su llegada. Ello implica que la persona solicitante deba realizar un gasto económico meses antes de que, en su caso, sus familiares puedan llegar. También podemos mencionar la exigencia de que el contrato de trabajo con el cual solicitar el visado para obtener la entrada y la residencia en España tenga una duración de un año, cuando actualmente casi ningún contrato inicial alcanza ese tiempo. 11 Precisamente por vulneración de la reserva de ley fueron considerados nulos diversos preceptos del anterior reglamento de extranjería (Real Decreto 864/2001, de 20 de julio). Concretamente, la sentencia del Tribunal Supremo de 20 de marzo de 2003 consideró nulos un total de quince preceptos. Algunos por directa vulneración de derechos fundamentales. Así por ejemplo, en el fundamento jurídico cuarto de dicha sentencia, el Tribunal Supremo anula el artículo 38 del Reglamento por considerarlo contrario a la libertad de circulación reconocida por el artículo 19. 10 209 M a rc o Ap a r i c i o W i l h e l m i 4. A modo de epílogo: la libre movilidad como presupuesto Podríamos incluso ir más allá en nuestro planteamiento. La igualdad entre nacionales y extranjeros respecto al ejercicio de los derechos no se deriva sólo de que el artículo 13, pese a admitir la posibilidad de regulaciones diferenciadas, establezca la titularidad de los extranjeros de todos los derechos constitucionales (con las excepciones recogidas en el artículo 13.2). Tampoco se vincula sólo a que el principio de igual dignidad sea un eje articulador de todos los derechos del título I. La igualdad parte de un presupuesto anclado en el sistema internacional de los derechos humanos, radicado en la Declaración Universal de 1948. Este sistema pretende ser capaz de garantizar la vigencia de los derechos humanos más allá de la existencia de fronteras territoriales. Por esta razón, se consagra el derecho a la movilidad humana, es decir, el derecho a migrar (emigrar/inmigrar). Lo hace la Declaración Universal de Derechos Humanos (artículo 13.2) y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966, que en su artículo 12.2 establece: 1. Toda persona que se halle legalmente en el territorio de un Estado tendrá derecho a circular libremente por él y a escoger libremente en él su residencia. 2. Toda persona tendrá derecho a salir libremente de cualquier país, incluso del propio. 3. Los derechos antes mencionados no podrán ser objeto de restricciones salvo cuando éstas se hallen previstas en la ley, sean necesarias para proteger la seguridad nacional, el orden público, la salud o la moral públicas o los derechos y libertades de terceros, y sean compatibles con los demás derechos reconocidos en el presente Pacto. 4. Nadie podrá ser arbitrariamente privado del derecho a entrar en su propio país. 210 En una estricta interpretación jurídica, del artículo 12.2 deberían extraerse dos obligaciones: la del país de salida a no impedir la salida y la del país de entrada a no rechazar la entrada, en ambos casos con los únicos límites que impone el artículo 12.3. Se deriva, por tanto, que todo control fronterizo, y todo condicionante a la legalidad de la permanencia en un país, resulta una limitación de un derecho y, como tal, en virtud del principio favor libertatis, su alcance debe ser objeto de una aplicación y de una interpretación restrictiva. En otras palabras, a partir del pidcp, los Estados no pueden considerar el régimen de entrada y permanencia algo sometido a su libre disposición, como último reducto de soberanía, como a menudo pretende ser presentado. P r e s u p u e s t o s t e ó r i c o s , d o g má t i c a j u r í d i c a e i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l . . . Existe una observación general que concreta las implicaciones del artículo 12. Se trata de la og 27, aprobada por el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas en 1999. Sus párrafos 14 y 15 establecen:12 14. El párrafo 3 del artículo 12 indica claramente que no basta con que las restricciones se utilicen para conseguir fines permisibles; deben ser necesarias también para protegerlos. Las medidas restrictivas deben ajustarse al principio de proporcionalidad; deben ser adecuadas para desempeñar su función protectora; debe ser el instrumento menos perturbador de los que permitan conseguir el resultado deseado, y deben guardar proporción con el interés que debe protegerse. 15. El principio de proporcionalidad debe respetarse no sólo en la ley que defina las restricciones sino también por las autoridades administrativas y judiciales que la apliquen. Los Estados deben garantizar que todo procedimiento relativo al ejercicio o restricción de esos derechos se lleve a cabo con celeridad y que se expliquen las razones de la aplicación de medidas restrictivas. Por todo ello, podríamos concluir con la siguiente propuesta. En términos de política legislativa, debe propugnarse la derogación de la Ley de Extranjería. Siendo el punto de partida la igualdad en derechos, las restricciones referidas a personas extranjeras deberían incluirse en las leyes sectoriales concernidas, ámbito por ámbito y debidamente justificadas. Se avanzaría, con ello, en un discurso normativo que evitaría la normalización discursiva de la diferencia, efecto, consciente o no, que produce toda legislación de extranjería. También resulta de enorme interés el conjunto de conductas violatorias especificadas en el párrafo 17, aunque sea redactado referido a las obligaciones del Estado de salida: “Son causa de especial preocupación las múltiples trabas jurídicas y burocráticas que afectan innecesariamente el pleno ejercicio de los derechos de las personas a la libre circulación, a salir de un país, incluso del propio, y a adoptar una residencia. […] En la práctica de los Estados se encuentra una gama todavía más variada de obstáculos que hacen más difícil la salida del país, sobre todo la de sus propios nacionales. Entre esas normas y prácticas figuran la falta de acceso de los solicitantes a las autoridades competentes y la falta de información sobre los requisitos; la obligación de solicitar formularios especiales para conseguir los documentos oficiales de solicitud de pasaporte; la necesidad de certificados o declaraciones de empleadores o de familiares en apoyo de la solicitud; la descripción exacta del itinerario; la expedición de pasaportes sólo previo pago de tasas elevadas que exceden considerablemente el costo de los servicios prestados por la administración; las demoras injustificadas en la expedición de documentos de viaje; las restricciones a que viajen juntos miembros de la familia; el requisito de depositar una fianza de repatriación o estar en posesión de un billete de vuelta; el requisito de haber recibido una invitación del Estado de destino o de personas que vivan en él; el hostigamiento de los solicitantes, por ejemplo, mediante intimidación física, detención, pérdida del empleo o expulsión de sus hijos de la escuela o la universidad; la negativa a expedir un pasaporte so pretexto de que el solicitante perjudica el buen nombre del país”. 12 211 M a rc o Ap a r i c i o W i l h e l m i Pero más allá de propósitos legislativos, para concluir debemos insistir en una cuestión: no sólo es necesario, sino también posible y útil proponernos una aproximación crítica a la comprensión del derecho, capaz de develar presupuestos teóricos, analizar su consistencia, mostrar sus incoherencias, proponer otros registros que apunten otras dogmáticas, otra relación entre las palabras y las cosas con la idea de debilitar la consistencia de las condiciones subyacentes de la verdad, esto es, del conjunto de relaciones de poder, en tanto no resultan igualitarias, sino excluyentes. 212 R e v i s ta d e l I n s t i t u t o d e C i e n c i a s J u r í d i c a s d e P u e b l a , M é x i c o . i s s n : 1 8 7 0 - 2 1 4 7. Añ o x , N o . 3 7 e n e r o - j u n i o d e 2 0 16 , pp 2 13 - 2 3 6 . El matrimonio a la luz de la interpretación constitucional en México* Marriage in light of constitutional interpretation in Mexico Arán García Sánchez** resumen abstract El presente artículo está dirigido al tratamiento que se le ha dado legislativamente al matrimonio igualitario y su interpretación constitucional en México a través del ejercicio de los medios de control constitucional, haciendo énfasis en la acción de inconstitucionalidad 02/2010, interpuesta por el procurador general de la república de su momento. Este estudio está cimentado desde la perspectiva de la relación jurídica, dejando de lado la heterosexualidad de los cónyuges y el objeto reproductivo del mismo, en aras de regularlo a través de normas y principios jurídicos, de acuerdo con las exigencias de la realidad social, sin dejar de lado la dignidad humana. This article addresses the treatment that has been given to egalitarian marriage legislation and its constitutional interpretation in Mexico through the exercise of constitutional control, emphasizing the action of unconstitutionality 02/2010, filed by the General Attorney of the Republic in office at that time. This study is built from a perspective of legal relationship, leaving aside the heterosexuality of spouses, and the reproductive object of the couple, with the aim of regulation through legal norms and principles, according to needs of social reality, not leaving aside human dignity. palabras clave: Matrimonio, medios de and balances, interpretation, legal relationship. control constitucional, interpretación, relación jurídica. key words: Marriage, constitutional checks * Recibido: 24 de agosto de 2015. Aprobado: 26 de septiembre de 2015. ** Profesor en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (campus Puebla), México. ([email protected]) 213 Ará n G a rc í a Sá n c h e z sumario 1. El iter del matrimonio igualitario en el Distrito Federal y su constitucionalidad 1.1 Independencia legislativa y matrimonio 1.2 Hacia una regulación matrimonial igualitaria 1.3 El matrimonio igualitario 1.4 La constitucionalidad del matrimonio 2. Medios de control constitucional y matrimonio 2.1 Medios de control constitucional 2.2 Acción de inconstitucionalidad vs matrimonio 2.3 Amparo y matrimonio 3. Interpretación constitucionalidad y matrimonio 3.1 Interpretación constitucional 3.2 Interpretación, argumentos y acción de inconstitucionalidad 3.3 Interpretación y sentencia de constitucionalidad 4. El matrimonio como relación jurídica a la luz de la interpretación constitucional en México 4.1 Matrimonio 4.2 Relación jurídica y matrimonio 4.3 Derecho constitucional y matrimonio 5. Reflexiones finales 1. El iter del matrimonio igualitario en el Distrito Federal y su constitucionalidad El matrimonio igualitario en México ha tenido una importante evolución en los últimos años. Su desarrollo ha sido principalmente en el centro de la nación, es decir, en el Distrito Federal, hoy Ciudad de México. Poco a poco se ha extendido su influencia en el resto del país. Es por ello que el presente trabajo inicia con el desarrollo del matrimonio en el Distrito Federal a partir del año 2000, cuando adquirió autonomía legislativa. 214 1.1 Independencia legislativa y matrimonio El matrimonio igualitario en México tiene su origen en el Distrito Federal. Es necesario destacar la reforma del año 2000. En dicho año, el Código Civil para el Distrito y Territorios Federales en Materia Común y para toda la república en materia federal (1928-1932) sufrió una modificación en cuanto a su denominación y ámbito espacial. A partir de ese momento, se denominó Código Civil Federal y su ámbito espacial empezó a comprender todo el territorio E l m a t r i m o n i o a l a l u z d e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l e n M é x i c o nacional para asuntos de orden federal, con excepción del Distrito Federal. Esta reforma fue emitida por decreto del Congreso de la Unión y promulgada por el presidente de la república en turno. La intención de la reforma antes mencionada fue que el Distrito Federal adquiriera autonomía legislativa civil por primera vez en su historia. En consecuencia, no se creó una nueva legislación civil, sino que se retomó el Código Civil de 1928, el que fue denominado Código Civil para el Distrito Federal. A partir de que el Distrito Federal adquirió independencia legislativa en materia civil, la Asamblea se encontró facultada para derogar, modificar, y adicionarla. Dentro de las adiciones, se encontró la de un concepto de matrimonio en su artículo 146,1 el cual describe la heterosexualidad de los sujetos y el objeto de la relación matrimonial. Lo innovador o polémico subyació en la mención de que “El matrimonio es la unión libre…”. Esta libertad refería a la celebración del mismo, como acto jurídico, y no respecto a su regulación, por lo que surgió el problema en el sentido interpretativo de los términos. Su anterior codificación no contemplaba el concepto de matrimonio,2 sólo refería ante quién debía celebrarse y el cumplimiento de las formalidades. 1.2 Hacia una regulación matrimonial igualitaria El matrimonio no discriminatorio encuentra sus primeros avances al momento en que son reconocidas las sociedades convivenciales en México. Dichas sociedades surgen debido a la exigencia de seguridad jurídica por parte de los grupos lésbico-gay, al considerar que sus relaciones afectivas debían ser reconocidas por el derecho y producir consecuencias jurídicas, tales como obligaciones alimentarias, régimen económico, derecho a heredar, tutela legitima, entre otros. Es por tal motivo que el Distrito Federal, como el estado de Coahuila en el norte del país, decidieron legislar sobre sociedades convivenciales basadas en la afectividad. Pedro Talavera señala: “independientemente de cuál sea la justificación que se ofrezca ante la opinión pública, ningún gobierno ha puesto en marcha una legislación de este tipo hasta tanto no ha experimentado la Matrimonio es la unión libre de un hombre y una mujer para realizar la comunidad de vida, en donde ambos se procuran respeto, igualdad y ayuda mutua con la posibilidad de procrear hijos de manera libre, responsable e informada. Debe celebrarse ante el juez del Registro Civil y con las formalidades que esta ley exige. Rodríguez Martínez, Elí. “Los matrimonio homosexuales en el Distrito Federal. Algunas consideraciones en torno a la reforma a los códigos Civil y de Procedimientos Civiles”, Boletín Mexicano de derecho comparado, nueva serie, año 43, No. 128, mayo-agosto de 2010. [Citado: 9. Febrero. 2016]. Disponible en: http://www.juridicas.unam.mx/publica/rev/boletin/ cont/128/el/el12.htm 2 México. Código Civil Federal. Artículo 146: El matrimonio debe celebrarse ante los funcionarios que establece la ley y con las formalidades que ella exige. [Citado: 9. Febrero. 2016]. Disponible en: http://www.diputados.gob.mx/ LeyesBiblio/pdf/2_241213.pdf 1 215 Ará n G a rc í a Sá n c h e z presión política del colectivo homosexual”.3 Por lo que se puede deducir que en México ha sido fundamental la presión social de estos grupos para impulsar la reforma del concepto de matrimonio. En consecuencia, como una primera acción, se publicó la Ley de Sociedad de Convivencia para el Distrito Federal4 y el Pacto Civil de Solidaridad en Coahuila.5 Estas son las primeras leyes creadas a favor de las relaciones entre personas del mismo sexo en nuestro país, las cuales no se equipararon al matrimonio, ya que dicha institución se mantiene como una relación jurídica eminentemente heterosexual, de modo que no fuera cuestionada la supremacía matrimonial,6 es decir, se crearon leyes de parejas de mínimos.7 1.3 El matrimonio igualitario Después de que se aprobaron las normas para las sociedades convivenciales, se pensó que una de sus consecuencias sería la satisfacción de la comunidad lésbico-gay,8 lo cual no ocurrió. Por el contrario, esto generó la posibilidad de alcanzar un matrimonio igualitario en la capital del país. El matrimonio hasta antes de diciembre del año 2009 en el Distrito Federal, al igual que en el resto del país, se hallaba regulado por codificaciones civiles y familiares influenciadas por una clara injerencia de la tradición jurídica francesa del siglo xix.9 De manera particular, la capital del país contaba con un concepto matrimonial de reciente creación e incorporación, que compartía la misma influencia de las codificaciones del resto del país. Talavera, Pedro. “El derecho europeo ante el matrimonio y las uniones de hecho de personas del mismo sexo”, Revista No. 20, p. 17. 4 México. Ley de sociedad de convivencia para el Distrito Federal, Gaceta Oficial del Distrito Federal, 16 de noviembre de 2006, la cual de acuerdo al su primer artículo transitorio iniciaría su vigencia a los 120 días naturales de su publicación. [Citado: 9. Febrero. 2016]. Disponible en: http://cgservicios.df.gob.mx/prontuario/vigente/1392.htm 5 Pacto Civil de Solidaridad, aprobado en enero 2007, la cual entraría en vigor a los 45 días de su publicación. Dicha ley surge como una adición al Código Civil de Coahuila en su artículo 385. A partir del 2015 la encontramos regulada en el artículo 269 de la Ley para la Familia de Coahuila. Congreso de Coahuila. “Pacto Civil de Solidaridad”. [En línea]. [Citado: 28. Febrero. 2016]. Disponible en: http://congresocoahuila.gob.mx/portal/?page_id=538 6 Talavera, Pedro. Op. cit., p. 17. 7 En este grupo se sitúan las leyes que regulan relaciones estables de pareja basadas en la “afectividad”, aunque sin cuestionar la supremacía del matrimonio como modelo institucional paradigmático en la regulación de la convivencia afectiva de pareja. Idem, p. 17. 8 Idem. 9 Chávez Asencio, Manuel F. La familia en el derecho, relaciones jurídicas conyugales, Porrúa, México, 2003, pp.13-16. Menciona que nuestros Códigos Civiles (1870, 1884, 1928) conservan una tradición jurídica francesa del siglo xix. Además, señala que el código de 1928 presenta un sensible avance en la igualdad marido-mujer. El Código Civil para el Distrito Federal, tiene su origen en el código de 1928, el cual no contenía un concepto de matrimonio y los avances que presentó son respecto a la igualdad, entre derecho y obligaciones de los cónyuges, es decir, respecto al elemento objetivo de la relación jurídica matrimonial, pero no respecto a la universalidad de los contrayentes. 3 ius, 216 E l m a t r i m o n i o a l a l u z d e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l e n M é x i c o La institución matrimonial en el Distrito Federal se encontraba en un proceso evolutivo que le permitiría mudar de un concepto basado en la heterosexualidad a otro igualitario y no discriminatorio con base en el principio pro persona,10 dicho principio ya se manifestaba en la Constitución Mexicana, antes de la reforma constitucional de 10 de junio de 2011.11 La evolución concluyó cuando la Asamblea Legislativa del Distrito Federal,12 a través de un decreto publicado el 29 de diciembre de 2009, modificó el concepto de matrimonio establecido en el artículo 146 del año 2000.13 Esto dio paso a un concepto igualitario de matrimonio, modificando la relación jurídica matrimonial en cuanto a sus elementos subjetivos y objetivos, pero preservando su elemento causal: matrimonio es la unión libre de dos personas para realizar la comunidad de vida, en donde ambos se procuran respeto, igualdad y ayuda mutua. Debe celebrarse ante el Juez del Registro Civil y con las formalidades que estipule el presente código.14 La anterior reforma genera una consecuencia en cadena en relación con el artículo 391 del Código Civil capitalino, el que refiere al derecho de la adopción que señala: “Los cónyuges o concubinos podrán adoptar”…15 Al contar con un matrimonio igualitario, esta frase otorgó a los cónyuges del mismo sexo la posibilidad de adoptar. A partir de ese momento se abrió un debate en nuestro país respecto a dicha posibilidad. De acuerdo con Mónica Pinto, el principio pro persona es un: “criterio hermenéutico que informa todo el derecho de los derechos humanos, en virtud del cual se debe acudir a la norma más amplia, o a la interpretación más extensiva, cuando se trata de reconocer derechos protegidos e, inversamente, a la norma o a la interpretación más restringida cuando se trata de establecer restricciones permanentes al ejercicio de los derechos o su suspensión extraordinaria”. Pinto, Mónica. “‘El principio pro homine’ Criterios de hermenéutica y pautas para la regulación de los derechos humanos”, en Martín Abregú y Christian Courtis (Comps.), La aplicación de los tratados sobre derechos humanos por los tribunales locales, Editores del Puerto, Buenos Aires, Argentina, 1997, 163. “Sic” como se citó en Género y justicia, El principio pro persona, [En línea], Boletín mensual scjn, México, febrero 2012. [Citado: 19. Febrero. 2016]. Disponible en: http://equidad.scjn.gob.mx/el-principio-pro-persona/ 11 La Constitución mexicana contaba con manifestaciones de dicho principio. Por ejemplo, el párrafo quinto del artículo 18 constitucional cuando habla del “interés superior del adolescente”; y el artículo 14 cuando permite la aplicación retroactiva de la ley penal en caso de que con ello se favorezca al reo. Además, el principio pro persona también se encuentra en los instrumentos internacionales de derechos humanos de los que México es parte. Véase por ejemplo artículo 5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el artículo 29 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Ibidem. 12 México. “Decreto por el que se reforman diversas disposiciones del Código Civil para el Distrito Federal y el Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal” [En línea], 29 de diciembre 2009, Gaceta Oficial del Distrito Federal. [Citado: 27. Febrero. 2016]. Disponible en: https://anad1991.files.wordpress.com/2009/12/parcial-gaceta-oficial-df29-dic-2009-decreto-reformas-codigo-civil.pdf 13 Véase cita 2 14 México. “Decreto por el que se reforman diversas disposiciones del Código Civil para el Distrito Federal y el Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal”, op. cit. [Citado: 27. Febrero. 2016]. Disponible en: https:// anad1991.files.wordpress.com/2009/12/parcial-gaceta-oficial-df-29-dic-2009-decreto-reformas-codigo-civil.pdf 15 Idem. 10 217 Ará n G a rc í a Sá n c h e z 1.4 La constitucionalidad del matrimonio La institución matrimonial dentro de la Constitución Mexicana ha sido regulada de forma mínima. En su texto original de 1917, en su artículo 130 párrafo tercero se establecía: “El matrimonio es un contrato civil. Este y los demás actos del estado civil de las personas, son de la exclusiva competencia de los funcionarios y autoridades del orden civil, en los términos prevenidos por las leyes y tendrán la fuerza y validez que las mismas les atribuyan”.16 Por deducción, podemos señalar que la Constitución en su texto original solamente estableció la naturaleza jurídica del matrimonio al considerarlo un contrato y señalar la competencia de los funcionarios del Registro Civil, las personas definidas para su celebración, creando el único contrato solemne en el país. Posteriormente, el presidente Carlos Salinas de Gortari publicó un decreto el 28 de enero de 1992 en el cual se reformó el artículo 130 constitucional.17 En dicha reforma, se suprimió la naturaleza contractual del matrimonio y permaneció la facultad de las autoridades del Registro Civil para su celebración. Ahora es factible concluir que la Constitución no cuenta con concepto alguno de matrimonio y que, en su momento, solamente estableció su naturaleza jurídica. Consecuencia de ello es que los estados del país, así como el Distrito Federal, han podido legislar libremente respecto al matrimonio sin tener que respetar una concepción matrimonial constitucional. Esto provocó codificaciones que omiten el concepto matrimonial, otras que establecen como requisito la heterosexualidad, así como algunas que establecen su naturaleza jurídica al considerarlo como institución, contrato y unión desde la perspectiva eminentemente civil. Las reformas dadas en el Distrito Federal18 detonaron la posibilidad de ejercitar la acción de inconstitucionalidad como una reacción de los distintos sectores sociales y políticos, de los cuales, fue el procurador general de la república quien atendió estas demandas. 2. Medios de control constitucional y matrimonio 218 En México, el control constitucional es exclusivo del Poder Judicial de la Federación, al cual se le puede denominar control judicial de la Constitución. Se México. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, texto original de 1917, Instituto de Investigaciones Jurídicas. [Citado: 28. Febrero. 2016]. Disponible en: http://www.juridicas.unam.mx/infjur/leg/conshist/pdf/1917.pdf 17 México. “Decreto por el que se reforman los artículos 3o, 5o, 24, 27, 130 y se adiciona el Artículo Decimoséptimo Transitorio de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos”, Diario Oficial de la Federación. [Citado: 29. Febrero. 2016]. Disponible en: http://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=4646748&fecha=28/01/1992 18 Véase apartado 1.3. 16 E l m a t r i m o n i o a l a l u z d e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l e n M é x i c o hace valer a través de los medios de control reconocidos por nuestro sistema jurídico. Dichos medios son: la acción de inconstitucionalidad, el juicio de amparo, y la controversia constitucional, pero no todos han tenido un nexo con el matrimonio. Por lo tanto, solamente se analizarán los medios de control constitucional que han tenido una relación trascendental con el matrimonio igualitario; primero de forma general y después a través de su correlación. 2.1 Medios de control constitucional El control de las normas jurídicas debe ser ejercitado con base en el sistema jurídico al que pertenecen. Éste crea normas que permiten una relación armónica entre las mismas y para lograrlo se crean los medios de control. En el ámbito jurídico, hablar de control se refiere: “al establecimiento de mecanismos tendentes a evitar el ejercicio abusivo o no conforme a derecho del poder, por lo que uno de sus principales objetivos es el control de las normas, tanto en los actos de creación como en los de su aplicación”.19 En otras palabras, lo que se pretende con los medios de control constitucional es que las personas facultadas para legislar no atenten contra la supremacía constitucional. Por otro lado, también se pretende que los aplicadores de la ley no abusen de su facultad en contra de los gobernados. Los supuestos anteriores pueden ser verificados en el momento en que se resuelve el medio de control constitucional. Para el caso particular del matrimonio, existen dos medios de control que han tenido injerencia en él: la acción de inconstitucionalidad y el juicio de amparo, los cuales estudiaremos tanto en términos generales como en su relación con el matrimonio. a) La acción de inconstitucionalidad es considerada un medio de control abstracto,20 siendo competente para conocer de ella la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El interesado debe estar legitimado procesalmente21 Huerta Ochoa, Carla. “La acción de inconstitucionalidad como control abstracto de conflictos normativos”, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, nueva serie, año 36, No. 108, septiembre-diciembre de 2003, p. 930, Universidad Nacional Autónoma de México. [Citado: 1. Marzo. 2016]. Disponible en: http://www.redalyc.org/pdf/427/42710806.pdf 20 El control abstracto puede preverse como un control de carácter preventivo o a priori, lo cual es posible en virtud del principio de supremacía de la Constitución frente a las leyes. Se trata de un control directo, ya que la norma fundamental establece un autocontrol, circunscribiendo la actuación de los órganos públicos a la esfera competencial preestablecida con el fin de evitar conflictos normativos o limitaciones excesivas de los derechos fundamentales. El ejercicio de esta forma de control puede ser atribuido al Poder Legislativo o bien al Judicial, aun cuando su objeto sea un proyecto de ley, más que una norma. Ibidem, pp. 935-936. 21 Artículo 105, fracción II, Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, Cámara de Diputados. [Citado: 3. 19 219 Ará n G a rc í a Sá n c h e z y cuenta con un término de treinta días naturales para su ejercicio, posteriores a la fecha de publicación de la presunta norma jurídica inconstitucional.22 El fin de la acción es determinar si una norma general atenta contra las normas y principios constitucionales. b) Las consecuencias jurídicas de la acción de inconstitucionalidad se pueden dividir en dos: respecto a su ámbito personal y al material. El efecto personal atañe a las consecuencias que producirá la resolución, es decir, generales23 (erga omnes) y excepcionalmente particulares, donde sólo afectará a las partes.24 El efecto material es el conjunto de consecuencias jurídicas que producirá la resolución respecto a la norma jurídica que se pretende declarar inconstitucional y la validación o invalidación de la misma, en cuyo caso no tendrá efectos retroactivos, a excepción de la materia penal.25 c) El amparo es otro medio de control constitucional que se encuentra al alcance de los particulares y de las autoridades cuando intervienen en un plano de igualdad con los primeros. Tiene como finalidad la defensa de los derechos fundamentales previstos en la Constitución en beneficio de los gobernados y considerado como un “medio de control concreto que exige que el actor tenga un interés jurídico y que aporte las pruebas necesarias para acreditarlo”.26 220 Marzo. 2016]. Disponible en: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/cpeum.htm 22 “La acción de inconstitucionalidad es un medio de control netamente abstracto, en el que los sujetos legitimados para ello plantean que una norma general atenta contra las normas y principios constitucionales. El actor no debe tener un interés jurídico ni probar su demanda, pues basta con que oponga el respeto a la supremacía constitucional para que la Suprema Corte de Justicia de la Nación analice la norma de manera abstracta; inclusive llegando a suplir la deficiencia en la exposición de la causa de pedir. En esta acción se puede declarar la invalidez de la norma con efectos generales siempre y cuando se reúna la votación necesaria para ello.” Suárez Camacho, Humberto. El sistema de control constitucional en México, Porrúa, México, 2007, p.156. 23 Siempre que las controversias versen sobre disposiciones generales de las entidades federativas, de los municipios o de las demarcaciones territoriales de la Ciudad de México impugnadas por la Federación; de los municipios o de las demarcaciones territoriales de la Ciudad de México impugnadas por las entidades federativas, o en los casos a que se refieren los incisos c) y h) anteriores, y la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación las declare inválidas, dicha resolución tendrá efectos generales cuando hubiere sido aprobada por una mayoría de por lo menos ocho votos. México. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, op. cit., párrafo segundo de la fracción i artículo 105. 24 En los demás casos, las resoluciones de la Suprema Corte de Justicia tendrán efectos únicamente respecto de las partes en la controversia. Ibidem, párrafo tercero de la fracción i del artículo 105. 25 La declaración de invalidez de las resoluciones a que se refieren las fracciones i y ii de este artículo no tendrá efectos retroactivos, salvo en materia penal, en la cual regirán los principios generales y disposiciones legales aplicables de esta materia. Idem, párrafo segundo de la fracción iii, artículo 105. 26 Suárez Camacho, Humberto. Op. cit., p.156. E l m a t r i m o n i o a l a l u z d e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l e n M é x i c o Humberto Suárez Camacho menciona lo que se puede exigir a través del juicio de amparo y sus efectos: La parte quejosa puede exigir la declaración de que un acto autoritario o una disposición normativa realizados por una autoridad con facultad de imperio, viola sus derechos constitucionales fundamentales, y la consecuente restitución de su derecho y de las cosas como antes de la violación, existiendo un procedimiento de cumplimiento con la posibilidad de oponer recursos y plantear incidentes para lograr el debido acatamiento del fallo protector, y ante el incumplimiento o repetición del acto declarado inconstitucional, sancionar a la persona física que ostenta el cargo público con imperio y facultades para cumplir.27 En el sistema jurídico mexicano, el amparo se divide en dos clases: directo e indirecto. Brevemente, se mencionarán las características de ambos, haciendo hincapié en el segundo, que ha incidido en el matrimonio en nuestro país. El amparo directo tiene especial importancia, ya que se interpone en contra de sentencias que ponen fin al juicio, es decir, frente a sentencias definitivas. El amparo directo tiene su fundamento en la Constitución y en la Ley de Amparo. El soporte constitucional se encuentra en la fracción v del artículo 107 constitucional, el cual señala: “El amparo contra sentencias definitivas, laudos o resoluciones que pongan fin al juicio se promoverán ante el Tribunal Colegiado de Circuito competente de conformidad con la ley”.28 Dicha fracción cuenta con cuatro incisos, donde se establecen los casos y materias en las que es procedente; es decir, en las materias penal, administrativa, civil y laboral. En el párrafo segundo de la fracción v del artículo constitucional en cita, se establece la excepción a la regla: en razón a la competencia, determinando los casos en que la Suprema Corte de Justicia de la Nación será competente.29 Encontramos el sustento legal a partir del artículo 170 de la Ley de Amparo, donde se establece su procedencia y la competencia de los Tribunales Colegiados de Circuito y la sustanciación del juicio en los artículos subsecuentes. Ibidem, p. 157. Artículo 107, fracción V, Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, Cámara de Diputados. [Citado: 3. Marzo. 2016]. Disponible en: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/cpeum.htm 29 La Suprema Corte de Justicia, de oficio o a petición fundada del correspondiente Tribunal Colegiado de Circuito, del fiscal general de la república, en los asuntos en que el Ministerio Público de la Federación sea parte, o del Ejecutivo Federal, por conducto del Consejero Jurídico del Gobierno, podrá conocer de los amparos directos que por su interés y trascendencia así lo ameriten. México. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, op. cit., párrafo segundo de la fracción v artículo 107. 27 28 221 Ará n G a rc í a Sá n c h e z El amparo indirecto tiene una trascendencia especial en el caso del matrimonio. Por el momento, solamente se estudiará su fundamento constitucional y legal. El amparo indirecto tiene su base de competencia y trámite en el artículo 103 y 107 de la Constitución. En el primero se establecen los casos en que es procedente y el segundo señala los principios procesales que lo rigen: la instancia de parte, existencia de agravios, la relatividad de la sentencia y el referente a la definitividad. El fundamento legal respecto a su procedencia y sustanciación lo encontramos en una ley reglamentaria: la Ley de Amparo. La procedencia encuentra reconocimiento jurídico en los artículos 107 al 111 y la substanciación a partir del artículo 112 y demás relativos. 2.2 Acción de inconstitucionalidad vs matrimonio igualitario 222 El hecho que otorga la posibilidad de analizar la constitucionalidad del matrimonio en México es la reforma al artículo 146 y por consecuencia el 391 del Código Civil del Distrito Federal en el año 2009. De dicha reforma se promovió una acción de inconstitucionalidad por parte de la entonces Procuraduría General de la República. El 27 de enero de 2010, Arturo Chávez Chávez, quien fungía en ese momento como procurador de la república, ejercitó la acción de inconstitucionalidad solicitando la invalidez de los artículos 146 y 391 del Código Civil del Distrito Federal, la cual fue admitida bajo el número 02/2010. En dicha acción, el procurador hizo valer el control abstracto, así como la constitucionalidad de los contenidos. Con el control abstracto pretendió atacar los vicios formales y materiales derivados del proceso legislativo de la norma. El ataque de los vicios formales consistió en verificar la constitucionalidad de las leyes que regulan el proceso legislativo en el Distrito Federal. Los materiales son consecuencia de los formales y consisten en determinar los límites de la norma jurídica a través de la resolución del tribunal que decrete la inconstitucionalidad.30 El procurador sustentaba la invalidez del procedimiento que llevó a cabo la Asamblea Legislativa del Distrito Federal al señalar que no cumplió con el requisito de legalidad que debe observar todo acto legislativo. Esto fue motivo para justificar que el nuevo concepto de matrimonio y la consecuencia directa de abrir la posibilidad de adoptar a las parejas del mismo sexo era violatoria de la Constitución. El precepto constitucional que se estima quebrantado es 30 Huerta Ochoa, Carla. Op. cit., p. 935. E l m a t r i m o n i o a l a l u z d e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l e n M é x i c o el artículo 16: nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones, sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente, que funde y motive la causa legal del procedimiento.31 Por lo tanto, la garantía estimada como violada es la de legalidad, la cual obliga a toda autoridad que emita un acto, incluyendo a los poderes legislativos, a cumplir con los requisitos de fundamentación y motivación. El control de la constitucionalidad de los contenidos, argumentado por el procurador, consistía en una transgresión entre el nuevo texto del artículo 146 y su consecuencia respecto al artículo 391 del Código Civil del Distrito Federal y la Constitución en razón a los siguientes artículos: 1, párrafo tercero; 4, párrafo primero, sexto y séptimo; 14, párrafo segundo; 16, párrafo primero y 133. 2.3 Amparo y matrimonio Dentro de los medios de control constitucional concretos, encontramos al amparo, específicamente al indirecto, el cual tiene una clara injerencia en la celebración de matrimonios entre personas del mismo sexo en nuestro país. Su fundamento constitucional se encuentra en la fracción i del artículo 103: “Por normas generales, actos u omisiones de la autoridad que violen los derechos humanos reconocidos y las garantías otorgadas para su protección por esta Constitución, así como por los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte”.32 En el artículo 107, expone los principios procesales que lo rigen. Tenemos la fundamentación legal en una ley reglamentaria: la Ley de Amparo, en su artículo 107, donde establece la procedencia del juicio de amparo indirecto. Citamos de forma específica la fracción ii, relacionada con la celebración de los matrimonios igualitarios: “Contra actos u omisiones que provengan de autoridades distintas de los tribunales judiciales, administrativos o del trabajo”. En consecuencia, el acto reclamado se produce cuando los contrayentes, personas del mismo sexo, solicitan la celebración del matrimonio ante el encargado del Registro Civil de las Personas y éste se niega a celebrar el matrimonio, ya sea porque no existe un concepto de matrimonio o por que la codificación civil o familiar contempla una concepción heterosexual del mismo. Acción de inconstitucionalidad 2/2010. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, tomo 32, diciembre de 2010, p. 991. 32 Artículo 103, fracción I, Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, Cámara de Diputados. [Citado: 3. Marzo. 2016]. Disponible en: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/cpeum.htm 31 223 Ará n G a rc í a Sá n c h e z Al obtener la negativa a la celebración, el acto de autoridad vulnera los derechos fundamentales de los contrayentes (su dignidad humana, el derecho a la no discriminación y a la igualdad). Por lo tanto, los quejosos ya cuentan con la posibilidad de interponer el juicio de amparo indirecto. Más adelante en el juicio, si llegaran a obtener una resolución en sentido positivo, es decir, que obligue a los encargados del Registro Civil de las Personas a celebrar el matrimonio independientemente de la existencia de un concepto, o de que el concepto local sea heterosexual, estaremos en presencia de los denominados matrimonios legales. Los matrimonios legales son aquellos celebrados en entidades federativas donde no cuentan con un concepto de matrimonio o tienen una concepción del mismo basada en la heterosexualidad y los encargados del Registro Civil son obligados a celebrarlos por medio de una resolución derivada de la promoción de un juicio de amparo indirecto. De forma sucinta, este apartado abordó los medios de control constitucional, para señalar algunas de sus generalidades y particularidades. También se estableció su relación con la celebración del matrimonio igualitario en México. 3. Interpretación constitucional y matrimonio igualitario En México, la falta de un concepto constitucional de familia y matrimonio ha generado que cada entidad federativa del país pueda legislar respecto a dichas instituciones sin respetar un parámetro constitucional. Prueba de ello es la reforma que realizó la Asamblea del Distrito Federal, al mudar de un concepto heterosexual a uno igualitario del cual, con posterioridad, se promovió su inconstitucionalidad. A partir de ese momento, la Suprema Corte de Justicia de la Nación se vio en la necesidad de interpretar la normatividad y principios establecidos en el texto constitucional. Ello dio origen a la interpretación a nivel constitucional del matrimonio. 224 3.1 Interpretación constitucional Para iniciar el presente apartado cabe aclarar que existen distintos textos jurídicos que se pueden interpretar, como el constitucional y el legal. Por lo tanto, no es lo mismo interpretar la Constitución que la ley. Dicha distinción la denomina Guastini como especificidad de la interpretación constitucional; menciona que puede ser entendida desde dos posturas: tesis descriptiva y prescriptiva. La primera establece la diferencia en la interpretación de un texto constitucional y la ley, argumentando que la Constitución tiene distintos interpretes a los de E l m a t r i m o n i o a l a l u z d e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l e n M é x i c o la ley, por lo que sus problemas interpretativos son sui generis, y el método es el hermenéutico. La tesis prescriptiva establece que se deben usar métodos y técnicas distintos a los utilizados para interpretar la ley. Guastini concluye que la disputa sobre los métodos de interpretación constitucional se refiere a dos oposiciones: entre una doctrina literalista y una doctrina intencionalista y otra entre una doctrina estática y dinámica.33 En la tesis prescriptiva se puede reflejar el caso de la interpretación constitucional del matrimonio en México, ya que contamos con una doctrina literalista e intencionalista que pretende demostrar la existencia de un matrimonio heterosexual en la Constitución a través de interpretaciones subjetivas del texto constitucional. Así, se pretende demostrar la inconstitucionalidad del mismo. Las anteriores tesis nos invitan a definir la palabra interpretar desde un punto de vista gramatical. Para la Real Academia Española, significa: “explicar o declarar el sentido de algo, y principalmente el de un texto”. El fin de la interpretación es aclarar el sentido de algo; en este caso, la conceptualización del matrimonio en el texto constitucional. Con esto, se hace evidente la necesidad de aportar un concepto que vincule la acción y el texto por interpretar, es decir, una idea sobre interpretación constitucional. “Interpretar es comprender el sentido de un precepto con base en sí mismo, en los términos en que está redactado y en todo su contexto. El objeto integral de la interpretación constitucional o legal es poner en práctica la intención de los autores del documento y, adicionalmente, la intención del pueblo al adoptarlo”.34 Ahora es necesario preguntarnos, desde una perspectiva positivista, si los derechos subjetivos proclamados en la Constitución son declarados o creados por la Constitución misma.35 Previamente a la respuesta, es necesario distinguir los derechos declarados y los creados. Los derechos declarados existían antes de la Constitución como derechos naturales; en consecuencia, el constituyente sólo los reconoce y los positiva. En cambio, los creados son derechos positivos ex novo, sin existencia previa en la Constitución.36 Para aportar una respuesta relacionada con el matrimonio, es necesario determinar si el derecho al matrimonio es un derecho declarado o creado. Se trata de un derecho declarado, ya que tiene su origen en un derecho natural, la dignidad humana,37 que existía antes de la Constitución y los legisladores Guastini, Ricardo. Interpretar y argumentar, cepc, Madrid, 2014, p. 304. Arteaga Nava, Elisur. Derecho Constitucional, Oxford, México, 2010, p. 44. 35 Guastini, Ricardo. Op. cit., p. 330. 36 Guastini, Ricardo. Op. cit., p. 330. 37 En principio se ha sostenido desde las propias sentencias que la dignidad de la persona puede ser interpretada 33 34 225 Ará n G a rc í a Sá n c h e z sólo establecieron que no se puede atentar contra ella. Por lo tanto, el derecho al matrimonio no forma parte del catálogo de los derechos constitucionales, por lo que los jueces constitucionales, a través de la interpretación, están facultados para descubrir nuevos derechos.38 En consecuencia, no hay necesidad de conceptualizar todos los derechos en la Constitución, ya que se encuentran implícitos en ella como parte de la dignidad humana, la cual tampoco es conceptualizada; sólo se establece que se respete y no por ello carecemos de la misma. Considero que la negativa al derecho del matrimonio entre personas del mismo sexo atenta contra la dignidad humana. En ese sentido, desde una postura basada en la libertad y el orden de la realidad, no es necesario tener un concepto constitucional de matrimonio, ya que podemos interpretarlo a través de normas y principios basados en los derechos fundamentales establecidos en la Constitución. Asimismo, debemos tomar en consideración que la Constitución Mexicana no cuenta con reglas de interpretación como otras constituciones, lo cual produce una mayor complejidad. Otro factor que incide en la interpretación constitucional del matrimonio tiene que ver con el contenido del texto constitucional. Ricardo Guastini menciona que hay dos tipos de contenidos constitucionales: breves y largos.39 226 a) Las constituciones (breves) se limitan a diseñar la forma de Estado; es decir, regulan la organización de los poderes estatales. No regulan en modo alguno las relaciones horizontales entre los ciudadanos, ni las verticales entre ciudadanos y Estado. Se dirigen exclusivamente a los órganos constitucionales, los únicos competentes para aplicar e interpretar la Constitución.40 Lo anterior no concierne al caso mexicano. b) La Constitución larga es aquella que contiene disposiciones sustanciales, declaraciones de derechos y disposiciones teleológicas, que formulan principios y programas políticos aplicables en ciertas circunstancias por órganos jurisdiccionales.41 En consecuencia, los órganos judiciales pueden aplicar la Constitución Mexicana en términos generales; pero respecto a la constitucionalidad de un precepto legal, de los derechos fundamentales que se derivan directamente de ella: el derecho al honor, el derecho a la intimidad, el derecho a la propia imagen, el derecho al libre desarrollo de la personalidad. Lefranc Weegan, Federico. Sobre la dignidad humana, Ubijus, México, 2011, pp. 50-51. 38 Guastini, Ricardo. Op. cit., p. 330. 39 Ibidem, p. 312. 40 Idem. 41 Idem. E l m a t r i m o n i o a l a l u z d e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l e n M é x i c o sólo le corresponde a la Suprema Corte de Justicia conocer de las acciones de inconstitucionalidad, como fue en el caso del matrimonio igualitario (acción de inconstitucionalidad 02/2010). Luego entonces, la interpretación constitucional es necesaria cuando el texto constitucional es dudoso, e innecesaria cuando es claro. 3.2 Interpretación, argumentos y acción de inconstitucionalidad La Procuraduría General de la República, al interponer la acción de inconstitucionalidad, estableció sus argumentos en contra de la apertura del matrimonio y realizó una interpretación en función de sus objetivos.42 Es decir, realizó una interpretación constitucional fundamentada en la ideología del partido político al que pertenecía el presidente de la república en turno, caracterizado por su ideología conservadora. Los argumentos fueron: a) Determinar la existencia de un concepto de familia en la Constitución con base en el artículo 4 constitucional, en el cual se establece: El varón y la mujer son iguales ante la ley. Esta protegerá la organización y el desarrollo de la familia.43 Lo anterior le permitió realizar una interpretación para plantear en sus argumentos la existencia de un concepto de familia conformada por una pareja de diferente sexo y sus hijos. b) La procuraduría interpreta del inciso B, fracción ii del artículo 30 constitucional,44 la diferencia de género entre los integrantes del matrimonio, y lo incorpora en sus argumentos al momento de ejercitar la acción de inconstitucionalidad. c) Otra de sus pretensiones fue declarar inconstitucional el procedimiento legislativo que dio origen al matrimonio igualitario. De acuerdo con sus argumentos, no había cumplido con el requisito de legalidad, ya que el proceso carecía de fundamento y motivación. La Constitución es interpretada, por autoridades y particulares, con base en objetivos o fines determinados, que pueden ser políticos, económicos o sociales; cuando esto sucede, se busca elementos para fundar un proceder; en algunos casos, a fin de eludir un imperativo fundamental. La Constitución, por ser un documento político que en el fondo regula relaciones de dominio y sometimiento, siempre se interpreta con objetivos o fines políticos. Arteaga Nava, Elisur. Op. cit., pp. 88-89. 43 México. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, op. cit., párrafo primero del artículo 4. 44 “La mujer o el varón extranjeros que contraigan matrimonio con varón o mujer mexicanos, que tengan o establezcan su domicilio dentro del territorio nacional y cumplan con los demás requisitos que al efecto señale la ley”. Ibidem, fracción ii inciso B del artículo 30. 42 227 Ará n G a rc í a Sá n c h e z Basándose en una interpretación política,45 la procuraduría argumentó que los artículos 146 y 391 del Código Civil para el Distrito Federal, así como el proceso legislativo que los reformó, eran inconstitucionales. Por lo tanto, la procuraduría consideraba que el matrimonio debía ser heterosexual, conforme a su interpretación constitucional. En consecuencia, las personas del mismo sexo no podrían adoptar, ya que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal no consideró que debía primar el interés superior del menor. También argumentó que los derechos de las personas del mismo sexo a tener una relación reconocida por el derecho ya había sido satisfecha al momento de crear la Ley de Sociedad en Convivencia. Por lo tanto, se puede deducir que manipuló el texto constitucional a través una interpretación capciosa y discriminadora, lo cual le permitió argumentar que en la Constitución sólo reconoce el derecho al matrimonio heterosexual. 3.3 Interpretación y sentencia de constitucionalidad El 16 de agosto de 2010, la Suprema Corte de Justicia de la Nación dictó sentencia respecto a la acción de inconstitucionalidad 02/2010, promovida por la Procuraduría General de la República en enero del mismo año. En los considerando la Suprema Corte46 interpretó: a) Es procedente la acción de inconstitucionalidad por cumplir con los requisitos de tiempo y forma establecidos por la ley. b) El procedimiento legislativo que reforma los artículos 146 y en consecuencia 391 del Código Civil para el Distrito Federal fue fundado y motivado. Está debidamente fundamentado, ya que la Asamblea actuó dentro del marco jurídico de sus competencias. En correspondencia con su motivación, la Corte señala que no se realizó una limitación o una discriminación, sino una ampliación de una institución para proteger a grupos que lo necesitaban, tomando en consideración la dignidad humana y el principio pro persona. c) Respecto a la definición de familia deducida por la procuraduría en su interpretación política, la Corte señala: 228 Son aquellas que procuran deducir de la Constitución aquellos elementos que les permitan conservar el poder, retener la cuota que juzguen necesaria y que se den los menores cuestionamientos posibles. Arteaga Nava, Elisur. Op. cit., p. 89. 46 Acción de inconstitucionalidad 2/2010. Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, tomo 32, diciembre de 2010, p. 991. 45 E l m a t r i m o n i o a l a l u z d e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l e n M é x i c o • El artículo cuarto constitucional revela la igualdad entre el hombre y la mujer, pero no el requisito de la heterosexualidad en el matrimonio. • La Constitución no establece en su texto un tipo de familia y mucho menos un concepto de la misma; sólo menciona el interés público. En otras palabras, al Estado le interesa su protección pero no definirla en texto constitucional. • La familia no tiene como fin preponderante la reproducción de la especie. Esto permite que el concepto del matrimonio pueda modificarse en su objeto para dejar de ser eminentemente reproductivo. • Aunque la sociedad de convivencia ya protegía a las personas del mismo sexo, eran leyes de mínimos; lo que se buscaba con la reforma del artículo 146 era una mayor protección y ampliación de derechos conforme a la dignidad del ser humano. La Suprema Corte resolvió:47 • La acción de inconstitucionalidad es procedente pero infundada. • Reconoce la validez de los artículos 146 y 391 del Código Civil del Distrito Federal. • Ordena su publicación. Otra circunstancia que ha incidido en favor del matrimonio igualitario es la labor jurisprudencial de la Suprema Corte en México, ante la negativa de los congresos locales sobre adecuar sus conceptos de matrimonio a la realidad social. Una de esas jurisprudencias es la 46/2015.48 Dentro de los puntos importantes, destaca el que señala: “La exclusión de las parejas del mismo sexo de la institución matrimonial perpetúa la noción de que las parejas del mismo sexo son menos merecedoras de reconocimiento que la heterosexuales, ofendiendo con ello su dignidad como personas y su integridad”.49 229 Idem. Tesis 1a. J. 46/2015, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, junio de 2015. Puntos relevantes de la jurisprudencia: No existe razón de índole constitucional para no reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo. Las del mismo sexo se pueden adecuar perfectamente a los fundamentos actuales de la institución matrimonial y familiar. Considera injustificada la exclusión de las parejas al matrimonio; dicha exclusión se debe a severos perjuicios y a una discriminación histórica. La negativa al matrimonio implica tratar a los homosexuales como ciudadanos de segunda clase. No existe ninguna justificación racional para no reconocerles a los homosexuales todos los derechos fundamentales que les corresponden como individuos. Declara discriminatorias las distintas sociedades convivenciales. 49 Idem. 47 48 Ará n G a rc í a Sá n c h e z 4. El matrimonio como relación jurídica a la luz de la interpretación constitucional en México Una vez analizada la reforma del matrimonio en México, planteamos estudiarla desde la perspectiva de la relación jurídica y dejar de lado el estudio tradicional del mismo con base en la heterosexualidad y su fin reproductivo. Por eso, en el presente apartado estudiaremos una nueva concepción de matrimonio para después analizarlo como una relación jurídica. 4.1 Matrimonio 230 En esta sección estudiaremos al matrimonio a partir de sus significados jurídicos desde dos perspectivas: matrimonio como fuente y matrimonio como estado. Esto nos permitirá “distinguir entre el acto jurídico que lo constituye y la relación jurídica que entre cónyuges se establece como consecuencia del acto constitutivo”.50 Matrimonio fuente: nos permite visualizar al matrimonio como acto jurídico constitutivo de la relación jurídica matrimonial. Dicho acto es analizado a través de un sistema orgánico basado en elementos comunes (existenciales, esenciales, validez y eficacia) a todos los actos jurídicos, el cual no presenta impedimento para aplicarse al matrimonio igualitario. Matrimonio estado: es la consecuencia que provoca la celebración de un acto jurídico (matrimonio), consistente en la creación de un vínculo jurídico (comunidad conyugal)51 que tiene su origen en una relación jurídica (relación jurídica matrimonial) integrada por sus elementos subjetivos, objetivos y causales. En el caso del matrimonio igualitario, se han modificado los elementos subjetivo y objetivo. La modificación del primero consistió en otorgar a personas del mismo sexo la posibilidad de celebrar matrimonios y el objeto evolucionó de ser procreacional a ser convivencial. Por lo tanto, el matrimonio igualitario no tiene ningún problema para ser analizado desde la perspectiva del matrimonio fuente y estado; es decir, a partir de su proceso organicista gestacional y también como resultado del mismo al conformar el vínculo jurídico matrimonial. Ahora es pertinente definir al matrimonio desde la perspectiva de la relación jurídica, dejando de lado la heterosexualidad de los cónyuges y su objeto procreacional y convivencial, para definirlo de la siguiente manera: “El matrimonio 50 51 Chávez Asencio, Manuel. Op. cit., p. 42. Idem. E l m a t r i m o n i o a l a l u z d e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l e n M é x i c o es una relación social concreta regulada por el orden lógico normativo con base en normas y principios jurídicos que conforman una institución jurídica, la cual permite la unidad de los elementos de la relación jurídica matrimonial de acuerdo con las exigencias del orden de la realidad social”. 4.2 Relación jurídica y matrimonio El proceso evolutivo del matrimonio en México permite analizarlo con base en la relación jurídica compleja planteada por Miguel Villoro Toranzo: La relación jurídica compleja es el equilibrio y mutua limitación de derechos y deberes y de las conductas de dos o más sujetos, objeto de esos derechos y deberes, en cuanto que éstos reciben juridicidad de las normas y principios de una institución jurídica en una situación concreta social.52 Villoro Toranzo53 señala que la relación jurídica cuenta con dos caras: la conformada por la institución jurídica54 y la relación concreta social.55 La primera56 se conforma por normas y principios jurídicos, lo cual permite otorgar unidad a los elementos de la relación jurídica (subjetivos, objetivos y causales). Estos se materializan en la realidad en el orden lógico normativo. La segunda57 se refiere a la relación concreta social, conformada por el orden de la realidad. Un factor importante que no debemos dejar de lado, según Villoro Toranzo, es que en ocasiones las dos caras no se encuentran en armonía: El encuentro de estas dos corrientes (caras) no es global, es decir, no se encuentra todo el orden normativo con toda la realidad: sino que se realizan en múltiples situaciones problemáticas impuestas por la realidad y clamando cada una de ellas ser solucionada conforme a su propia naturaleza.58 Villoro Toranzo, Miguel. Las relaciones jurídicas, Jus, México, 1976, p. 93. Ibidem, p. 85. 54 “Institución jurídica es el conjunto orgánico de normas y principios jurídicos que regulan una materia o tipo de relación concreta social de acuerdo con las exigencias ontológicas de su naturaleza.” Idem. 55 El orden de la realidad consiste en “subir las exigencias ontológicas de justicia que claman por ser reconocidas, determinadas y declaradas obligatorias por el derecho”. Idem. 56 El orden lógico normativo del cual “descienden hacia la realidad actos de imperio que luchan por ordenar conforme a justicia y al bien común, las conductas existenciales de los hombres a la vida social”. Idem. 57 “De esta suben las exigencias ontológicas de justicia que claman por ser reconocidas, determinadas y declaradas obligatorias por el derecho.” Idem. 58 Idem. 52 53 231 Ará n G a rc í a Sá n c h e z 232 A la vista de que las dos fisonomías no se encuentren en armonía, la realidad puede influir para que el orden lógico normativo sea modificado. Lo anterior muestra exactamente la situación que vive el matrimonio en México, ya que el orden normativo no coincide con el orden de la realidad. Prueba de ello es que en el país encontramos concepciones de matrimonio establecidas en las codificaciones locales, las cuales atentan contra la dignidad humana y por ello son consideradas inconstitucionales.59 Ahora analizaremos la relación jurídica matrimonial en México, a través de las dos aristas que la conforman: el orden normativo y la realidad social. La primera se conforma por el derecho constitucional y las codificaciones civiles y familiares de cada entidad federativa. La segunda, constituida por la relación concreta social, mira hacia el orden de la realidad60 (matrimonio igualitario). En ese momento, los grupos lésbico-gay, con apoyo de la sociedad civil, habían conseguido que se aprobara la ley de sociedad en convivencia, y se encontraban luchando por conseguir un matrimonio igualitario; lo cual se lograría a la postre. Respecto a la primera cara, el conjunto orgánico de normas jurídicas que regulaban al matrimonio en México era deficiente. Existían codificaciones civiles y familiares que exigían como requisito preponderante la heterosexualidad; otros ordenamientos omitían el concepto. Dicha situación sigue hasta nuestros días.61 Respecto a los principios jurídicos, se violentaba el de igualdad, al considerarlo heterosexual y, como consecuencia, discriminatorio. Así, queda de lado el principio pro persona establecido en la Constitución. Esto permite vislumbrar un matrimonio con base en la legalidad de acuerdo con las codificaciones civiles. Pero a la luz de la Constitución, era inconstitucional por atentar contra el principio de igualdad y no discriminación. Dichos principios se encuentran implícitos en la dignidad humana. En consecuencia, la realidad social, segunda cara, influyó en el orden normativo, primera cara. Por lo tanto, la Asamblea legislativa del Distrito Federal expidió el decreto de fecha 29 de diciembre 2009, que modificó el concepto de matrimonio heterosexual para dar paso a un concepto de matrimonio más incluyente. En realidad, lo que hizo la Asamblea fue crear un concepto con base en los derechos fundamentales establecidos por la Constitución y, así, regular la relación jurídica matrimonial desde una perspectiva constitucional. Tesis 1a. J. 43/2015, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, junio de 2015. Matrimonio. La ley de cualquier entidad federativa que, por un lado, considere que la finalidad de aquél es la procreación y/o que lo defina como el que se celebra entre un hombre y una mujer, es inconstitucional. 60 Villoro Toranzo, Miguel. Op. cit., p. 85 61 García Sánchez, Arán. “La constitucionalidad del matrimonio en México”, en Leonardo Pérez Gallardo, Leonardo (Coord.), Derecho familiar constitucional, Mariel, México, 2016, pp. 224-225. 59 E l m a t r i m o n i o a l a l u z d e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l e n M é x i c o 4.3 Derecho constitucional y matrimonio La constitucionalidad del matrimonio tiene su fundamento en el artículo 1 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. En su último párrafo, señala: queda prohibido atentar contra la dignidad humana por medio de la discriminación en razón de las preferencias sexuales y que tengan por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas que lo pretendan celebrar.62 Ahora es pertinente agregar el pronunciamiento de la Suprema Corte de Justicia de la Nación respecto a la dignidad humana plasmado en la sentencia 02/2010: Es un derecho absolutamente fundamental para el ser humano, base y condición de todos los demás: el derecho a ser reconocido siempre como persona humana. Así, de la dignidad humana, se desprenden todos los demás derechos en cuanto son necesarios para que el hombre desarrolle íntegramente su personalidad. El derecho a ser reconocido y a vivir en y con la dignidad propia de la persona humana.63 La doctrina describe64 a la dignidad humana de la siguiente manera: “Es el fundamento de todos los derechos humanos, lo que implica el principio de la no discriminación. Es, la dignidad humana, un valor intrínseco del que gozamos todos los individuos por el simple hecho de pertenecer a la especie humana. Una cualidad inherente a toda persona”.65 Conforme a lo anterior, el eje rector del matrimonio en la Constitución, es la dignidad humana. Permite la igualdad entre las parejas del mismo o de diferente sexo y la no discriminación de los cónyuges del mismo sexo, al solicitar su celebración ante los encargados del Registro Civil en las entidades federativas. En el régimen constitucional, también se establece un vínculo entre el matrimonio, el principio de convencionalidad y el principio pro homine. Esto permite resolver controversias en materia de matrimonios igualitarios con fundamento en los tratados internacionales de los cuales México es parte. Además, toma en consideración lo que más le beneficia a la persona. Lo anterior se encuentra establecido en el párrafo segundo del artículo primero constitucional, a partir de la reforma del 10 de junio de 2011: Las normas relativas a los México. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, op. cit., artículo 1. Silva Meza, Juan N. y Valls Hernández, Sergio. Transexualidad y matrimonio y adopción por parejas del mismo sexo, Porrúa, México, 2011, p. 20. 64 Definir la dignidad humana suele ser arriesgado, ya que podría atentar contra la autodeterminación humana. 65 Silva Meza, Juan y Valls Hernández, Sergio. Op. cit., p. 186. 62 63 233 Ará n G a rc í a Sá n c h e z derechos humanos se interpretarán de conformidad con esta Constitución y con los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia.66 Del anterior párrafo constitucional debemos deducir que para interpretar los derechos humanos en México es necesario contemplar lo estipulado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales,67 sin dejar de lado, además, la protección más amplia a las personas. Esto permite instaurar: En la disposición constitucional la cláusula de interpretación conforme al principio pro persona, que tiene especialmente su origen en el ámbito del derecho internacional, y que han sido definidos como criterios hermenéuticos que informan todo el derecho de los derechos humanos.68 5. Reflexiones finales 234 El matrimonio igualitario en México ha encontrado su evolución en el Distrito Federal, hoy Ciudad de México, donde se ha convertido en un modelo más incluyente a partir de su independencia legislativa en materia civil. En ese avance se buscó dar respuesta a las exigencias de mayor seguridad jurídica en sus relaciones afectivas a la comunidad lésbico-gay, a través de la sociedad en convivencia, lo que fungió como antecedente para reformar el concepto de matrimonio. Las sociedades de convivencia no fueron suficientes para atender las demandas de la comunidad, por lo que el concepto de matrimonio fue modificado Se puede interpretar que la intención de la Asamblea Legislativa no solamente fue dar respuestas a las demandas, sino adecuar el concepto matrimonial a la realidad social y constitucional. El matrimonio ha sido objeto de los medios de control constitucional, en específico de la acción de inconstitucionalidad y del amparo indirecto. La acción México. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, op. cit., párrafo segundo, artículo 1. Silva Meza, Juan y Valls Hernández, Sergio. Op. cit., p. 20. 68 Sobre el principio pro homine en la actividad jurisdiccional, cfr. Pinto, Mónica. “El principio pro homine”, en AA. VV., La aplicación de los tratados sobre derechos humanos por los tribunales locales, Del Puerto, Buenos Aires, 1997, p. 163. También véase Olano García, Hernán, como se citó en Carbonell, Miguel. “La reforma al artículo 1º de la Constitución: apuntes para la aplicación práctica en el Poder Judicial Mexicano”. [Citado: 3. Marzo. 2016]. Disponible en: http://www.miguelcarbonell.com/artman/uploads/1/la_reforma_al_articulo_1.pdf 66 67 E l m a t r i m o n i o a l a l u z d e l a i n t e rpr e t a c i ó n c o n s t i t u c i o n a l e n M é x i c o de inconstitucionalidad fue utilizada de acuerdo con la ideología del partido en el poder, lo cual permitió que se interpretara la Constitución de forma subjetiva, basándose en un modelo de familia y en un concepto de matrimonio con diferencia de sexos, lo cual no encaja en nuestro máximo ordenamiento y en el nuevo contexto mundial. El amparo indirecto es otro medio de control constitucional que permite la celebración de matrimonio entre personas del mismo sexo, a partir de la sentencia de constitucionalidad del matrimonio igualitario, en los casos en que la entidad federativa carezca de un concepto de matrimonio, o lo tenga y sea heterosexual (es decir, discriminatorio). A partir de la sentencia de constitucionalidad del matrimonio en la capital, se detonó en los estados el intento por hacer valer el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo, el cual tenía encaje en la Constitución, pero no en las codificaciones locales; como consecuencia, les era negado dicho derecho. Lo anterior generó la aparición de matrimonios legales vía recursos de amparo. En consecuencia, existía el derecho constitucional de celebrarse matrimonios entre personas del mismo sexo, pero dicho derecho era ilegal en las codificaciones de los estados. Dicho amparo se promueve después de que se les negara a los solicitantes la celebración de un matrimonio por parte de los encargados del Registro Civil, por las razones antes mencionadas. El impedimento al derecho al matrimonio era congruente hasta antes de las jurisprudencias 43/2015 y 46/2015. Después de ellas, es aberrante que se sigan promoviendo amparos indirectos para celebrar el matrimonio, cuando ya se reconoció la posibilidad de celebrar matrimonios entre personas del mismo sexo. Además, cabe remarcar el hecho de que los códigos que establezcan como finalidad del vínculo, la procreación o lo definan desde la perspectiva heterosexual son inconstitucionales. Dichos amparos se siguen promoviendo por la apatía de los congresos locales, los cuales no quieren adecuar sus legislaciones en concordancia con la Constitución y las jurisprudencias, porque les es más importante servir a intereses políticos electorales que a la realidad social y jurídica. En México, la labor interpretativa de la Suprema Corte de Justicia de la Nación respecto al matrimonio ha concluido. Por lo tanto, el problema en México es legislativo y no de interpretación constitucional; ya que la mayoría de los congresos locales de las entidades federativas no han adecuado su legislación de acuerdo con la interpretación de la Corte. Este ha sido un proceso gradual, del cual no han sido partícipes todos los estados. En algunas entidades federativas ya se presentaron iniciativas para adecuar el concepto de matrimonio, pero permanecen en la congeladora, ya sea porque tiene 235 Ará n G a rc í a Sá n c h e z elecciones próximamente, o porque el partido en el poder tiene una ideología conservadora y se olvida de velar por el interés general. Abonar un concepto constitucional de matrimonio permitiría establecer un parámetro para las legislaciones estatales, complementario a la interpretación de la Corte. Esto sería un gran logro en el derecho familiar constitucional. Por último, debemos dejar de agregarle al matrimonio calificativo alguno y llamarle simplemente matrimonio. 236 Instrucciones para colaboradores IUS, revista jurídica de investigación científica, publica resultados de estudios empíricos y teóricos en cualquiera de las áreas del derecho y ciencias conexas con enfoque iberoamericano. Cada edición aborda un tema de novedad y vanguardia académica socialmente pertinente, con el objetivo de estimular el diálogo y debate entre pares académicos y estudiosos del derecho alrededor del orbe. Está dirigida en lo fundamental a profesionistas, investigadores, académicos y estudiantes de derecho y ciencias sociales. Tiene periodicidad semestral (enero-junio / julio-diciembre). A través de este espacio editorial el Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla, institución editora, busca la participación de los mejores académicos, investigadores y estudiosos del derecho, adscritos cualquier universidad (nacional o extranjera) para contribuir al desarrollo del conocimiento científico del derecho. Normas para la publicación de artículos 1. Los artículos deben ser el resultado de estudios empíricos o teóricos (originales e inéditos) en cualquiera de las disciplinas del derecho y ciencias conexas. 2. Cada edición se desarrolla sobre un eje temático seleccionado previamente por el Consejo Editorial. 3. La entrega de los trabajos concede al Consejo Editorial el derecho a publicarlo en la versión impresa y digital de la revista, así como en las bases de datos, repositorios de información científica, bibliotecas virtuales y colecciones en que está indizada. 4. Los artículos serán valorados previamente por el director de la revista y el coordinador del monográfico, quienes comunicarán al autor su admisión o rechazo sobre la base de su concordancia con las normas editoriales y correspondencia con el tema que se convoca. 5. Una vez aceptado, será remitida para su dictamen. En este sentido, la revista se acoge al sistema de arbitraje double blind peer review. Para ello cuenta, con una cartera internacional de árbitros y especialistas invitados ad hoc. 6. El proceso de dictamen se realiza en base a los siguientes aspectos: (a) pertinencia del tema seleccionado, (b) calidad científica, (c) rigurosidad del aparato científico, (d) coherencia expositiva. 237 7. Los árbitros contaran con un mes para realizar el dictamen. La conclusión podrá ser: (1) aceptado, (b) admitido previo la revisión de los señalamientos, (3) denegado. En caso de discrepancia entre los dictaminadores, el director de la revista buscará la opinión de un tercer especialista. La decisión final de publicación corresponderá al Consejo Editorial y será comunicada al autor. 8. Las contribuciones deben ajustarse a los siguientes requisitos formales: título, sumario, resumen, palabras claves, desarrollo y conclusiones. El resumen será descriptivo del contenido del trabajo, de una extensión de un párrafo (150 palabras aproximadamente). El título, resumen y palabras clave deberán traducirse al inglés. 9. El autor debe precisar su filiación institucional y dirección electrónica vigente, en nota a pie de página, a continuación del nombre. En hoja anexa deberá incorporar una reseña curricular de un párrafo. 10.Los artículos pueden tener una extensión mínima de 15 cuartillas y máxima de 20. Escritos con tipografía Arial de 12 puntos e interlineado sencillo. 11. Las citas y referencias se colocan a pie de página. Las fichas bibliográficas deben de ser elaborados sobre el estilo ISO (norma 690) y transcribir todos los datos de la fuente según se señala en los siguientes ejemplos. No es necesario un listado de bibliografía final en el artículo: 238 Pérez Luño, Antonio Enrique. Derechos Humanos, Estado de Derecho y Constitución, Tecnos, Madrid, 1999, p. 25. Nikken, Pedro. “El Concepto de Derechos humanos”, en Estudios Básicos de Derechos Humanos, Instituto Iberoamericano de Derechos Humanos, Costa Rica, V.I., p. 19. Villaverde, Ignacio: “Esbozo de una teoría general de los derechos fundamentales”, Revista Jurídica de Asturias, No. 32, 1998, p. 36. Suanzes-Carpegna, Joaquín Varela. “Algunas reflexiones metodológicas sobre la Historia Constitucional”, Revista Historia constitucional, (En línea). No. 8, 2007, (citado: 22 de Enero de 2000), disponible en: http://www.historiaconstitucional.com/index.php/historiaconstitucional/issue/view/9 Las colaboraciones deben enviarse vía correo electrónico al editor responsable, Omar Eduardo Mayorga Gallardo. Email: [email protected]